Tumgik
#es como si estuviera saludando a su abuelo
mondonguita · 1 year
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quetzalnoah · 2 years
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Bailamos casi una hora.
—¿Quieres ir a fumar frente a la playa? —Me preguntó mientras su baile se hacía más suave y sus brazos se mecían como la copa de una palma saludando a un cálido viento del mar.
Caminamos descalzos y nos tumbamos sobre la arena. Yo llevé un par de chelas extras. Belén sacó un porrito y lo prendió.
—Ya te platiqué de mí. Ahora cuéntame de ti.
—Salí de casa el año pasado. He estado viviendo en varias ciudades. Estuve a punto de ser famoso con la música. Me iban a invitar a abrir un concierto a Mon Laferte. Luego tuve problemas con toda la burocracia de los contratos. Muchos managers son malos y envidiosos. No esperaba encontrarme en una situación tan incómoda. El representante de un chico medio famoso, en Guadalajara, me pidió rentar un coche y conducir hasta ciudad de México llevando algunas sustancias ilegales para que mi carrera fuera en ascenso. Decían que era mi ofrenda porque tenía que dar algo a cambio si quería ser visto en el medio. Me fui de la ciudad y me refugié unos meses en un pueblito llamado Tasquillo en el estado de Hidalgo. Era el pueblo de mi abuelo. Fui a reflexionar sobre mi vida de nómada y entender un poco mis orígenes y por qué me siento tan bien estando libre y solo. En mi casa esperaban que ya estuviera en un trabajo estable y tuviera una novia con la cual formar una familia. La vida es un viaje, pero no acostumbro a dibujar mapas. No por temor a equivocarme sino porque siempre surgen rutas nuevas. Probé de nuevo suerte en ciudad de México, pero la ciudad y el caos terminaron por devorar mi energía. Tal vez tenía que ir a otro sitio. Así que fui a Puebla y vi una línea de autobuses baratos que viajaban hasta el sur y dije ¿por qué no?
¿Cómo volverse mochilero?, Quetzal Noah
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Capítulo 3: La leyenda del Gobblewonker.
Steven bostezó mientras entraba a la cocina que no se encontraba muy lejos de su dormitorio. Agarró una caja de su cereal de fibra y se sirvió un tazón. Encontró las cucharas después de abrir sólo uno o dos cajones equivocados, así que lo tomó como una señal de que después de su primera semana, por fin se estaba acostumbrando a su nueva casa de verano.
Se puso sus sandalias y se sentó afuera a comer, para poder ver el amanecer, y tal vez asegurarse de que no había nada cerca de la Cabaña que viniera de esos bosques desconocidos. Tomaría un rato mientras que Stan y los niños despertaban.
Masticó otra cucharada de cereal y escuchó y sintió un crujido.
Su somnolencia lo dejó de inmediato cuando sacó de su boca un pequeño dinosaurio de plástico brillante, ahora con marcas de dientes.
—Mabel.
Suspiró pero no pudo evitar sonreír. Ayer no había dejado de hablar sobre lo triste que era su comida, de que los cereales deberían ser divertidos, azucarados y tener premios. Mabel debió poner el dinosaurio en la caja de cereal como una sorpresa; tendría que agradecerle después, y tal vez, hacerle saber de los peligros de ahogamiento cuando se combinaban objetos pequeños con comida.
Steven consideró la última semana que había pasado en la Cabaña, mientras seguía observando el bosque en busca de rareza. Había trabajado unas horas en la tienda, conoció a otra adolescente de su edad, Wendy, otra compañera de trabajo. Ella era agradable, también era ruda y rápidamente se dio cuenta de que Dipper estaba enamorado de ella.
No había pasado nada extraño desde el incidente con los gnomos, y esperaba que siguiera así. Dipper estaba obsesionado con exponer la verdad de Gravity Falls a todo el mundo, pero era muy reservado respecto al diario que siempre llevaba con él y Steven no había hecho ninguna pregunta sobre eso para evitar levantar sospechas.
Sin embargo, Dipper sí que lo había estado interrogando. Steven había olvidado el hecho de que había aparecido en los blogs de Ronaldo un par de veces. Técnicamente, Steven no le mintió. Sólo estuvo de acuerdo con las divagaciones de Dipper. Se sentía un poco mal, pero sólo quería ser otro ser humano más, al menos por unos meses.
Así que mientras no aparecieran monstruos o cosas extrañas que lo pusieran en peligro, todo estaría bien.
El teléfono de Steven vibró, lo sacó de su bolsillo y sonrió. ¡Un mensaje de texto de Soos!
Oye, viejo, hoy voy a ir a pescar al lago. Quieres venir? Te recogeré. Tú compras el desayuno y yo llevo la comida para peces.
Por supuesto :) Suena divertido, muchas gracias!
Respondió Steven con rapidez, añadiendo un par de emojis de peces.
Ya había salido con Soos fuera del trabajo una o dos veces, y era divertido estar con Soos, siempre esperaba con emoción invitaciones por parte él.
Genial. Estoy allí en 15.
Se puso de pie y se tomó el resto de la leche de su tazón de cereal. Miró al bosque una vez más, antes de entrar a prepararse para un día de relajante diversión.
             —Cielos, no he pescado en… años —dijo Steven. Estaba sentado en un pequeño taburete en el S.S Tipo Genial, pescando con caña de pescar, viendo como el señuelo subía y bajaba lentamente en el agua—. Muchas gracias por invitarme, Soos.
           —Por supuesto, Stevo —dijo Soos, que todavía seguía comiendo el burrito de desayuno extra grande que Steven le había comprado—. La pesca es divertida, pero es incluso mejor con amigos.
           Algo llamó la atención de Soos cerca de la orilla.
—Oh, oye, hablando de amigos. Son los Pines, por el muelle —Soos se tragó el resto del burrito y se limpió la cara con el envoltorio—. ¿Quieres ir a saludar, amigo?
Steven enrolló su sedal y asintió.
—¡Claro!
Como había dicho Soos, la pesca era mejor con amigos, así que cuantos más, mejor.
El ánimo de Steven cambió cuando se acercaron al muelle y escuchó a Dipper y Mabel cantando algo a su tío que no parecía nada sorprendido, e incluso parecía molesto.
—¡Caza monstruos! ¡Caza monstruos! ¡Caza monstruos!
No le gustaba como sonaba eso. Ya estaba harto de los monstruos, y además, monstruos y niños nunca debían mezclarse.
Soos condujo su barco hasta el muelle.
—¿Qué es esto sobre cazar un monstruo?
—Soos —dijo Mabel con una sonrisa—. ¡Y Steven también! —añadió y parecía encantada.
—Hola, Mabel —dijo Steven, saludando con una mano.
—Hola, jamoncito —Soos y Mabel se saludaron de puñito. Entonces, Soos se dirigió a Dipper—. Oigan, deberían usar mi barco para cazar monstruos. Tiene un timón, sillas, cosas normales de barco… —Se detuvo por un momento y entonces miró a Steven—. Oh sí, Steven, no te importa ¿verdad? Quiero decir, pescar es genial, pero esto suena de maravilla.
—Eh… —Steven miró a los gemelos que le estaban haciendo unos enormes ojos de cachorro—. Bueno, es tu barco, Soos, depende de ti. Me parece bien cualquier cosa, ¡me conoces!
—¡Sí! ¡Caza de monstruos con Steven! —dijo Mabel, emocionada, ruborizándose un poco.
—Está bien, está bien, pensemos esto —habló Stan—. Chicos, pueden perder el tiempo en alguna aventura épica para encontrar monstruos, o —Stan sostuvo algunos gusanos y anzuelos en lo alto— podrían aprender a hacer nudos y pinchar gusanos con su tío abuelo Stan.
Steven vio a los gemelos mirar entre el barco de Soos y el barco de Stan, y antes de que pudiera decir algo, se subieron a bordo del S.S Tipo Genial, y se fueron.
—¡Tomamos la decisión correcta! —gritó Mabel, mientras el barco se alejaba.
—¡Lo siento, sr. Pines! ¡¡Los traeré de vuelta tan pronto como terminen!! —gritó Steven de vuelta, algo preocupado.
—Ah, vamos Steven, no digas eso. ¡Iba a ser tan aburrido! —Mabel suspiró—. ¡Estará bien!
Steven frunció el ceño y luego suspiró. Podía hablar elocuentemente todo lo que quisiera sobre el valor de lo que la gente llamaba mundano o el valor de pasar tiempo con tu familia, pero sabía que no serviría de nada. Estos chicos eran testarudos y además, Soos estaba envuelto en emoción.
Y, si se trataba de un monstruo real, siempre existía la posibilidad de que estuviera relacionado con las gemas.
—Bien, entonces —Steven respiró profundo y puso su mejor sonrisa—. ¿Qué es todo esto de cazar monstruos?
—¡Está en este anuncio! —dijo Dipper emocionado, mostrando dicho anuncio a Steven—. Si consigues una foto de un monstruo de verdad, ¡ganas mil dólares! ¡Mabel y yo vamos a repartirnos el dinero del premio!
—Uh, eso suena divertido pero, ¿qué te hace pensar que hay un monstruo aquí?
—El viejo McGucket estaba bailando una canción sobre eso en el muelle —dijo Mabel y entonces hizo una imitación del baile y el discurso loco de McGucket—. ¡Caray, hay un gran monstruo en el lago, lo he visto!
Dipper y Soos se rieron de la imitación y Steven siguió mirando el anuncio. McGucket no parecía tener una mente particularmente estable. Tal vez esto sería una búsqueda inútil después de todo.
—El monstruo está en la isla Hunde Traseros, vamos a tomar una foto ¡y ganar el dinero del premio! —exclamó Dipper.
—¡Y yo conseguiré mi bola de hámster gigante! —chilló Mabel con alegría.
—¿Qué? —Steven miró a Mabel—. ¿Eso es lo que quieres con tu parte?
—¡Sí! —dijo, con estrellas en los ojos—. Sería increíble estar en una bola de hámster gigante, rodando, libre como un… ¡como un hámster gigante! —Saltó en el aire, para marcar su punto.
Steven se encontró sonriendo mientras la escuchaba hablar de su idea infantil. Le dolió un poco el pecho por la nostalgia. Tal vez podrían obtener una foto de algo que valiera la pena para que ella pudiera cumplir su deseo.
—¡Creo que eso suena genial! ¡Vamos entonces! —dijo Steven, dando un paso adelante—. Dipper, Mabel, los dos pueden ser co-capitanes. Soos, ¡podemos ser co-capitanes asociados!
—¡Me encanta, amigo! —dijo Soos.
—¡Es perfecto! —respondieron al unísono, Dipper y Mabel
—Bien… ¡vamos entonces! —Steven sintió que la emoción del grupo lo empezaba a llenar y señaló la isla—. ¡A la isla Hunde Traseros!
—¡Sí!
—¿Alguno de ustedes tiene protector solar? —preguntó Soos.
—¡Vamos… a buscar protector solar! —dijo Dipper.
 —Muy bien, todos, si vamos a ganar este concurso, tenemos que hacerlo bien. Piensen, ¿cuál es el problema número uno en la caza de monstruos?
—Si eres un actor secundario mueres al comienzo de la película  —dijo Soos, asustándose a sí mismo un poco—. Viejo, ¿acaso soy un personaje secundario? ¿Alguna vez se lo han preguntado?
—¿El drama arruina la dinámica del grupo? —supuso Steven. Eso siempre era lo que causaba problemas cuando iba a misiones con las gemas.
—No, no, no —dijo Dipper, agitando los brazos—. ¡Problemas de cámara! Imaginen a Pie Grande, ¡Soos, sé Pie Grande!
Soos hizo una pose perfecta de Pie Grande, incluso Steven estaba un poco impresionado.
—Oh, mira, es Pie Grande —dijo Dipper con tono burlón. Hizo gestos de buscar algo en su chaleco salvavidas—. Ups, no hay cámara.
Dipper sacó una cámara.
—¡Oh, ahí está! —Se la puso en la cara—. Oh no, la lente está rota… ¿ven lo que estoy haciendo? ¿Lo entienden?
Soos, Steven y Mabel asintieron.
—¡Es una idea muy inteligente, Dipper! —Lo elogió Steven.
—Sí, el hombre tiene razón —concordó Soos.
—Es por eso que compré veintiuna cámaras desechables —dijo Dipper—. ¡Dos en mi tobillo, tres en mi chaqueta, cuatro para cada uno de ustedes, tres extras en esta bolsa y uno bajo mi sombrero.
Dipper mostró la ubicación de cada una de las cámaras.
Soos levantó una cámara para tomar una foto de sí mismo, pero el flash lo asustó y lanzó la cámara hacia atrás. Steven corrió y la atrapó en el aire.
—Oh, buen trabajo Steven —Empezó Dipper hasta que escuchó un crujido.
Steven abrió el puño y al ver la cámara se ruborizó. Ups.
—¿Acabas de aplastarla con tus propias manos? —dijo Dipper sorprendido y contrariado.
—Es… un plástico muy barato —Se justificó. Steven sintió el sudor formarse en su nuca.
—¡Ah, pájaro! —Mabel entró en pánico y tiró una de sus cámaras por la borda.
—Es… está bien, ¡para esto tenemos las cámaras extras! Nos quedan diecinueve, chicos, ¡por favor tengan cuidado! ¡No pierdan sus cámaras! —dijo Dipper, luciendo exasperado.
—¿Dijiste pierdan las cámaras? —preguntó Soos y Dipper se giró hacia él.
—¡NO! —exclamó.
—Hermano, ya perdí dos —admitió Soos, encogiéndose de hombros.
—Bien, diecisiete… ¡tenemos diecisiete-! —Cuando golpeó con su puño la nevera escuchó un crujido desagradable—. Dieciséis… dieciséis cámaras.
—Entonces, ¿cuál es el plan? ¿Tirar más cámaras por la borda o qué? —Se burló Mabel, sosteniendo una cámara al lado del barco.
—No, no —Dipper suspiró—. Está bien. Como co-capitán, sugiero que la co-capitana Mabel esté de vigía, el co-capitán asociado Soos trabaje al timón y el co-capitán asociado Steven, eh, ¿ayude a Mabel a estar de vigía?
—¡Sí! —vitoreó Mabel para luego correr hacia Steven y tomar su brazo—. ¡Me toca el tiempo con Steven!
Steven se rio un poco, luego miró a Dipper con una sonrisa. Esto estaba… yendo bien, hasta ahora.
—Vale, ¿algo más? —preguntó Steven.
—Bueno, deberíamos intentar atraer al monstruo con esto —dijo Dipper y señaló un barril lleno de comida para peces.
—¿Permiso para probar un poco? —preguntó Soos.
—Permiso concedido —dijo Mabel.
—Permiso co-concedido —Asintió Dipper.
—Permiso de asociado co-concedido —añadió Steven.
—Permiso de asociado co-concedido co, concedido… concedido —dijo Soos para luego tomar un pedazo de la comida de peces y lamerla.
De inmediato se atragantó y se limpió la lengua, temblando.
—Oh hombre, ¡no sé a qué esperaba que supiera eso! —dijo.
Los otros tres no pudieron evitar reírse y Soos se les unió pronto.
—¡Oh, Soos! —exclamó Dipper.
Steven también se estaba riendo, pero se detuvo cuando vio el barco de Stan por el rabillo del ojo. Lo saludó con la mano pero Stan sólo hizo un gesto desanimado y se alejó, murmurando algo que Steven no pudo escuchar.
 Pronto llegaron a la isla Hunde Traseros. Steven estaba en el frente con Mabel, contándole una historia graciosa.
—Y luego papá dijo: “¡Qué bueno que no estoy retirado!” —Steven dijo la broma con una gran sonrisa.
Mabel se carcajeó, casi cayéndose de costado por el barco. Steven la agarró por el chaleco salvavidas y la levantó. Mabel se limpió una lágrima de su ojo.
—Steven, cuentas las mejores historias, vamos, ¡cuéntame otra!
—Bueno, hubo una vez que Cebolla —Empezó Steven pero Dipper los interrumpió fingiendo una tos.
—¿No se supone que los dos están cuidando?
—¡Cuidado! —gritó Mabel, lanzándole un balón de voleibol a Dipper. La niña se rio cuando el balón rebotó en el brazo de Dipper y él se estremeció un poco—. No, pero en serio, ¡estamos en ello!
—¡Cuidado! —exclamó Steven, viendo la orilla que se precipitaba sobre ellos a través de la espesa niebla.
—¡Exacto! —respondió Mabel pero fue interrumpida por un ruido sordo.
Todos fueron arrojados hacia adelante un poco. Steven agarró a Dipper y Mabel, y lo puso bajo sus brazos, preparándose para lo que fuera a suceder, sus ojos alertas.
—Eh, mira, ¡estamos aquí! —exclamó Mabel—. Uh, ¿Steven?
Steven todavía los estaba cargando. Parpadeó un poco y entonces los soltó.
—Oh… uh, lo siento, me asusté un poco… ¿todos están bien?
—Sí, sí… vale, tengo que prepararme de nuevo —murmuró Mabel y corrió hacia el frente del barco, posando—. ¡Soy genial en la vigilancia! ¡Bola de hámster, allá voy!
Saltó al frente, adentrándose en la isla llena de niebla.
Pronto, el cuarteto estaba caminando a través del bosque. Dipper estaba al frente guiando el camino con una linterna, Steven miraba el bosque algo aprehensivo, y Soos y Mabel sólo estaban siendo ellos mismos en la parte de atrás.
Se detuvieron por un momento. Steven escuchó vagamente a Soos y Mabel riéndose de algo y a Mabel hablando con Dipper. Mabel empezó a pincharlo, pero él mantuvo su atención en el bosque que los rodeaba. Si los gnomos eran reales y las cosas que había visto al asomarse sobre el hombro de Dipper para ver el diario eran reales, entonces tenía que estar pendiente de las cosas o si no…
Un horrible gruñido resonó en el bosque. Todos se detuvieron para escuchar.
—¿Escucharon eso? —preguntó Soos.
Steven se sintió sudoroso, su respiración se aceleró. Trató de categorizar el sonido en su mente tan rápido como pudo. ¿Qué tipo de gema corrupta podía ser? Se había topado con muchas…
—¡Oye, la linterna! —gritó Dipper.
Steven se espabiló y miró a su alrededor, para ver a la zarigüeya con la linterna. Corrió y cogió la zarigüeya para el miedo y sorpresa de los demás, y le quitó la linterna con suavidad.
Fue extraño que la zarigüeya no actuara como un animal salvaje, no entró en pánico cuando Steven la tocó, pero en el momento en que la soltó, salió corriendo.
Steven le entregó la linterna a Dipper sin decir nada. Mabel sólo miró a Steven con estrellas en sus ojos y un poco de rubor en sus mejillas.
—Justo como una princesa de Disney —susurró para sí misma—. Sorprendente.
—Oh, gracias Steven —dijo Steven—. Sin la linterna no habría podido ver nada en medio de toda esta niebla.
—Sí, pero… amigo ¿crees que esto aún vale la pena? —preguntó Soos—. Ese misterioso gruñido no fue mi estómago. Mi estómago hace sonidos como de ballena.
Mabel puso entonces su oreja sobre el estómago de Soos.
—¡Majestuoso! —dijo, con asombro.
—¿No vale la pena? Vamos chicos, imaginen lo que pasaría si conseguimos esa foto —proclamó Dipper.
Steven vio como Dipper y Mabel miraban fijamente un punto en el espacio por un momento y supo entonces de que no había manera de convencerlos de que regresaran, incluso si lo intentaba.
—¡Estoy muy convencida! —dijo Mabel.
—¡Yo también! —respondió Dipper.
Los dos se adelantaron de inmediato.
—¡Chicos! ¡No se adelanten demasiado! —Los llamó Steven. Hizo un ruido quejumbroso y corrió tras ellos.
Cuando los alcanzaron, Dipper y Mabel seguían hablando con entusiasmo. Soos puso una de sus manos sobre el hombro de Steven.
—Oye amigo, ¿estás bien? Te ves un poco, ya sabes, sudoroso. Estás muy mojado.
Steven se estremeció. Tal vez toda la situación lo estaba poniendo muy ansioso. Abrió la boca para decir que estaba bien, pero se detuvo y suspiró.
—Estoy… un poco nervioso, supongo ��dijo Steven en voz baja—. He estado en… aventuras antes. Y… siempre comienzan con diversión, pero las cosas pueden terminar mal, así que me preocupo un poco.
—Oye, si necesitas irte, puedes irte. Estaré aquí por los gemelos, amigo. Aunque puede que te llamen gato asustado o algo así —dijo Soos, encogiéndose de hombros.
Steven lo consideró por un momento pero luego negó con la cabeza. No, si se trata de un monstruo real o una gema corrupta, lo iban a necesitar allí.
—Me quedaré, pero… gracias, Soos —Steven sonrió.
—No hay problema, amigo —respondió Soos.
 Continuaron siguiendo el gruñido a través de la isla, hasta que llegaron a la otra orilla. A través de la niebla vieron una silueta que parecía ser una gran creatura. Los cuatro se agacharon detrás de un tronco.
—¡Aquí es! ¡Todos preparen sus cámaras! —susurró Dipper, emocionado.
Soos, Mabel y Steven sacaron sus cámaras. Steven tragó en seco. Si esto de verdad era un monstruo, esperaba que no estuviera en contra de las fotografías con flash.
Todos encendieron sus cámaras.
—Listos… ¡ya! —gritó Dipper.
Soos saltó sobre el tronco primero, los otros dos detrás de él, todos tomaron tres fotos. Pero Steven tropezó con el tronco, cayendo sobre su rostro, pero se levantó y los alcanzó. Dio un largo suspiro de alivio cuando la silueta en la niebla se hizo clara y no era nada más que un montón de restos formados convenientemente y algunos castores.
—¿Qué? Pero, ¿y el gruñido qué? —preguntó Dipper—. ¡Escuché un ruido de monstruo!
El ruido se escuchó de nuevo y los cuatro miraron de dónde provenía, para ver a un inofensivo castor mascando de vez en cuando, una vieja y oxidada motosierra, encendiéndola cuando lo hacía.
—Genial, un castor con una motosierra —dijo Soos, tomando algunas fotos.
—Pobre, puede lastimarse —dijo Steven y de inmediato se dirigió hacia el castor, con suavidad, balanceándose sobre las rocas y los restos.
—¡Oye, cuidado! —gritó Soos.
Steven se acercó con cuidado al castor, para tomar el borde de la motosierra alejándola primero, antes de recogerla con rapidez y volver donde estaban todos, motosierra en mano.
—¿Quién deja esas cosas alrededor? Estos castores pudieron lastimarse de verdad —dijo Steven, bajando la motosierra. Su ceño estaba fruncido.
Soos había tomado fotos de toda la interacción.
—¡Amigo, eso fue genial! Deberíamos enviar esto al programa de Ellen —declaró Soos—. Ella ama a los castores.
Dipper se sentó en una gran roca que estaba en la orilla del lago, y lanzó una piedra al agua.
—Rayos. ¿Qué le vamos a decir al tío Stan? Lo abandonamos por nada —Suspiró.
Steven se acercó a los gemelos, sentándose junto a Dipper en la roca. Ya había formado todo un discurso en su mente para resolver la situación de inmediato.
—Bueno. Sólo tienes que disculparte y ser honesto con tus sentimientos-
Empezó, pero el suelo comenzó a temblar, interrumpiéndolo de una forma muy grosera.
El suelo temblaba y el agua ondulaba. Steven y Dipper miraron hacia arriba y vieron una enorme silueta de lo que Steven suponía, era el Gobblewonker nadando. Mabel gritó.
—¡Preparen sus cámaras! —comandó Dipper, poniéndose de pie y dándose la vuelta—. Vamos, esta es nuestra oportunidad.
Steven estaba paralizado sobre la roca, mirando a la enorme bestia. Mabel y Soos retrocedieron.
—No es tan difícil, todo lo que tienen que hacer es apuntar y hacer clic ¡Así! —Dipper se dio la vuelta, apuntando la cámara a la bestia, dándose cuenta de que estaba justo delante de él… y que Steven estaba sentado, quieto, mirándola fijamente, congelado con… ¿miedo?
—Steven, ¡cuidado!
Soos, Dipper y Mabel corrieron juntos hacia adelante, y tomaron a Steven por los hombros tirando de él hacia debajo de la roca, sacándolo de sus pensamientos.
—¿Steven? —jadeó Mabel.
Mabel pensó que Steven estaba sonrojándose, al menos al principio, pero no… ¡sus mejillas brillaban de color rosa! Se fue casi tan pronto como lo vio.
—Corran —dijo Steven, con algo de esfuerzo—. ¡Vuelvan al barco!
Los cuatro empezaron a correr a través de la isla. El Gobblewonker se lanzó hacia ellos mientras corrían, derribando varios árboles. Steven lo vio a punto de golpear a Mabel, Dipper y Soos.
Así que, Steven corrió hacia los tres y agarró un árbol que estuvo a punto de golpearlos, sosteniéndolo arriba mientras sus mejillas brillaban en rosa, y con un grito lo arrojó a un lado.
—¿Qué? —jadeó Dipper—. ¿Cómo hiciste eso?
—No hay tiempo para eso —dijo Soos, tomando a Dipper y a Mabel bajó sus brazos. Steven los siguió desde un poco más atrás, poniendo cuidado por más árboles caídos y sí que había muchos. Los sonidos chocantes de los árboles sacudieron el suelo debajo de él y el sonido metálico del rugido del Gobblewonker no estaba muy lejos.
—¡Vayan al barco! —dijo Steven.
Dipper intentó tomar fotos desde su posición, pero la cámara se le cayó.
—¡No, la cámara! —Intentó salirse del agarre de Soos, pero fue en vano.
—Si te hace sentir mejor, tengo un millón de fotos de esos castores.
—¿Por qué eso me haría sentir mejor…? ¡Cuidado!
Justo cuando llegaron al barco, un enorme árbol fue arrojado hacia ellos. Steven actuó por instinto, agarrando a los otros tres y poniéndolos detrás de él.
Hubo un gran impacto y astillas por todos lados.
Cuando el polvo se asentó, Dipper abrió los ojos con cautela y vio… ¿rosa? Estaban en una especie de enorme esfera rosa. Las manos de Steven estaban estiradas y él respiraba con dificultad.
—¿¡Steven!? ¿¡Puedes invocar bolas de hámster?! —gritó Mabel con alegría.
Antes de que alguien pudiera responder, el Gobblewonker lanzó su cola hacia ellos, lanzando la burbuja hacia el cielo. Steven sintió náuseas mientras caían… hubo un chapoteo y pronto se sumergieron por completo.
La burbuja golpeó el fondo del lago con un suave golpe. Hubo un largo silencio antes de que alguien hablara.
Steven tomó una respiración profunda, y entonces miró al trío que estaba detrás de él. Mabel tenía las manos sobre la burbuja, con los ojos bien abiertos por la intriga. Soos miraba a su alrededor, preocupado por estar en el fondo del lago y todas las criaturas que residían allí.
Dipper estaba mirando a Steven, boquiabierto, sus ojos muy abiertos también.
—Supongo… que tienes algunas preguntas —dijo Steven con una risa nerviosa.
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you-moveme-kurt · 7 years
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Glee «The Noah's fifth birthday» Part IV
Enero de 2040
-Nada… solo pensé que estaría el nombre de Liverpool Westbrooks Stewart… —respondió encogiéndose de hombros. -Cariño… —dijo Kurt acercándose— se que querías que tu amigo estuviera aquí, pero bien escuchaste las razones que nos dio la Tía Lily cuando la llamamos para invitarlo, ¿verdad? -Si, que el Tio Dylan Westbrook Stewart tenía una gira por Asia y que no había «pospsibilidad» de que asistiera… ademas que ella estaba embarazada de dos bebés… —explico Noah señalando el número de bebés con sus dedos -Así es cariño… pero… ¿sabes que?... podemos llamarlo unas cuantas veces y hacer una «video llamada» inclusive… así tu amigo podrá ver como esta la casa, como te ves de elegante… todo eso… ¿que dices? -Me parece bien… —respondió su hijo como resignado. -Y a mi… escucha… ya llega tu primer invitado… —dijo señalando hacia la puerta y al intercomunicador que emitía pitidos como sirena de barco— ¿ponemos la música antes de saber quien es? — Noah asintió con su cabeza y se arreglo la ropa mientras su Papá encendía el aparato de sonido— ¿tienes alguna preferencia para comenzar bebé? —quiso saber Kurt tomando unos cuantos discos además de un par de dispositivos «flashdrive» -No lo se… tal vez el disco del «Papáblen» porque es un «epsito» mundial… -Lo es… —respondió su Papá sonriendo, busco el ultimo de los «My Universe» y lo puso en el aparato, verificó el volumen y la ecualización y comenzó a tararear de inmediato el primero de los «tracks»— listo cariño, veamos quien es el invitado más puntual de toda tu fiesta —añadió tomándolo de la mano para ir hasta la puerta— ¡oye!... ¿y «Desmond»?... ¿no vendrá a la fiesta acaso? —pregunto Kurt deteniéndose de pronto.
-Lo deje en la habitación… a él no le gusta mucha la gente… pero lo iré a buscar cuando llamemos a Liverpool Westbrooks Stewart porque se caen muy bien… —respondió el pequeño de lo más serio. -Muy bien entonces… —dijo su Papá abriendo la puerta para dejar al descubierto al primero de los invitados. -¡Feliz Cumpleaños!... —exclamó Henry como primera cosa. -¡Henry Anderson Hummel!… ¿eres tu acaso? —dijo Noah tomándose la cara. -¡Obvio que soy yo hermanito!… no me iba a perder tu fiesta de cumpleaños por nada… ¡ven aquí!… —respondió dejando su equipaje en el suelo para tomar a su pequeño hermano, lo abrazo con fuerza y le deseo lo mejor. -Gracias Henry Anderson Hummel… esta «peocumpado»... —dijo Noah mientras le daba pequeños golpes en la espalda. -Nunca dejaría de venir a saludarte... nunca... —añadió su hermano abrazandolo con mas fuerza, luego le dio un par de besos y lo dejo devuelta en el piso. -Gracias Henry Anderosn Hummel, pero me pico tu barba… —agrego el pequeño tocandose la mejilla. -Lo siento hermanito… —respondio Henry rascandose el vello facial— mira, se que no había que traer regalos, pero no pude resistirme a comprarte esos dulces que te gustan… —dijo sacando de su bolsillo una pequeña caja un tanto arrugada— y no te preocupes porque si done al refugio ese que decia tu invitación. -Gracias Henry Anderson Hummel… ¿son los de Philadelphia? —pregunto Noah mirando la caja desde todos los ángulos. -Lo son… y los puedes comer sin problemas. -Gracias Henry Anderson Hummel… ¡Papá!... ¡mira lo que me trajo Henry Anderson Hummel!… -Lo veo cariño… pero no te los comas de inmediato… hay mucho para servirse en la fiesta. -Lo dejaré en la mesa… —agregó entrando a través de pequeños saltos. -Hola Papá… —dijo Henry saludando a Kurt con un beso. -Hola cariño… ¿qué hay con esa barba?... —respondió apartándose de inmediato, como si en vez de vello, Henry tuviera espinas venenosas en toda su cara. -Si… he estado más que ocupado… y pensé que afeitarme era algo de lo que podía prescindir… mañana me la quito, te lo juro… -Como quieras cariño… ya no tienes que obedecerme… aunque en mi opinión, la civilidad no tiene edad… —agrego Kurt mirándolo ceñudo. -Lo se… —dijo Henry riendo— ¿quien ha llegado? —pregunto recibiendo el brazo de su Papá en el suyo. -Lizzie… y me dijo que había visto a Rachel en la avenida… pero aun no se presenta… —respondió Kurt mirando hacia atrás por sobre su hombro. -Tal vez porque no ha llegado nadie, yo pense que veria a los abuelos en el aeropuerto... pero había mucho barullo, se habían cancelado un par de vuelos y había gente protestando —contesto restregandose los ojos. -¿Estas cansado cariño?... —pregunto Kurt cerrando la puerta tras de él. -Mucho… pero vale la pena… tuve una semana excelente… -Me alegro de escuchar eso, luego quiero saberlo todo, no creas que no... -Nunca he creído eso… ¿el «Papáblen»? -Se esta terminando de arreglar, lo mismo que Lizzie.. —respondió tomando su telefono al sentir un mensaje entrante— y a última hora por cierto… —agregó desbloqueando la pantalla. -Genial… ¡wow!... Papá… ¡todo luce perfecto!… —opino H3nry entrando a la sala. -Gracias cariño, toda la idea fue de tu… ¡oh por dios!... —exclamó al leer el mensaje que advertía la presencia de LIverpool y Dylan. -¿Todo bien? -Todo bien cariño… es una noticia excelente… —respondió sonriendo— verás… mejor te lo cuento luego… — agrego al ver que Noah se acercaba a ellos. -Ok… -¿guardaste los dulces bebé? -Si… mejor se los lleve a «Desmond», a él le confío mis cosas importantes… -Bien pensado hermanito... -Henry Anderson Hummel, ven a ver mi pastel… el Señor Jenkins ayudo al «Papáblen» a traerlo… —explicó Noah tomando la mano de su hermano. -Por supuesto, quiero ver si quedo tal y como querias… -Cariño… —dijo Kurt deteniendo a su hijo mayor por un segundo— vuelvo enseguida… ¿te encargarias de ver la puerta? -Por supuesto Papá… no te preocupes… —Kurt sonrio y luego le miro la barba poniendo mala cara, Henry advirtió aquello y solto una risa como cuando tenia la edad de Noah.
-Creo que he perdido facultades… —murmuró Blaine frente al espejo del closet, tenia tres ganchos con igual número de camisas de diferente color, las que se iba intercambiando sin terminar de decidir cual le combinaba mas con los pantalones y los zapatos— creo que necesito a mi esposo… —agregó descartando una, luego trato de escoger entre las dos «finalistas» y terminó quedándose con la que había desechado de las primeras— creo que funcionara… —opino poniéndosela, se la abotonó hasta casi el cuello, se la metió dentro del pantalón y giro la mitad del cuerpo para ver como se le veía el trasero. -¿Piensa conseguir algo extra en esta fiesta Señor Anderson Hummel?... —pregunto Kurt mirando el comportamiento de su esposo. -¿De cuando que estas ahí?... —dijo Blaine tomando la chaqueta que había elegido. -Lo suficiente como para preguntar por qué en nombre de todo lo bueno y puro es importante como luce tu trasero… —agregó acercándose dos pasos. -Bueno… —respondió sonriendo— como estoy casado con un hombre extra atractivo, es mi deber tratar de lucir bien, si no… corro el riesgo de que cualquiera se lo lleve. -No hay padres solteros en esta fiesta… —dijo parándose detrás, le arregló la chaqueta y le pasó sus manos por las hombreras. -Eso nunca ha sido un impedimento… —agrego Blaine ajustándose los puños. -Lo es para mi… si tuviera una aventura con alguien… nunca lo haría con un hombre comprometido… muchos frentes que cubrir… —dijo moviendo sus dedos como si tocara las teclas de un piano a alta velocidad. -Ok… —dijo Blaine preocupándose un poco. -Tu empezaste… —contesto Kurt queriendo reír de la cara de celos de su esposo. -Entonces yo lo termino de inmediato… ¿que tal?... —pregunto dándose media vuelta. -Pues te ves como el más atractivo de la fiesta… —opino buscando un pañuelo en uno de los cajones. -¿Si?... pense que odiarías lo que había escogido… —dijo abotonando la mangas. -Nunca he odiado tus gustos… además que si hubiera tenido el tiempo para escoger tu atuendo… habría sido más o menos este… —agregó poniendo el pañuelo en el bolsillo de la chaqueta— el color morado le sienta Señor Anderson —terminó por decir perdiéndose en sus ojos por casi un minuto seguido. -Gracias… —dijo Blaine dando un pequeño beso— ahora solo me falta la corbata… —añadió haciendo ademán de terminar de abotonarse. -¿La necesitas? -¿Como? -Lo que escuchas… yo que tú… dejaria esto así… —dijo desabotonando el cuello— y esto otro… así… —añadió sacando del ojal el segundo botón. -¿Si? —pregunto de vuelta mirandose— creí que con corbata era más formal. -Lo es… pero sin ella es mas sexy… en especial en ti y en esta curva que me encanta… —dijo rozandole con el pulgar el cuello y la «manzana de adán» -Ok… —susurró Blaine medio derretido y sintiéndose el hombre más importante, atractivo y sexy de todo New York— y dime… —agrego como volviendo en si— ¿ha llegado alguien? -Henry… -¿De verdad? -Si… -Que maravilla…. Noah estaba super preocupado… -Lo estaba, y se alegro como el que más al verlo aparecer… incluso como esta, todo barbón y descuidado… —dijo Kurt poniendo cara de asco. -¿Henry?... ¿descuidado? —repitio Blaine mirándose al espejo, sin convencerse del todo de que debía optar por no usar corbata. -Así es… —dijo Kurt sentándose en uno de los muebles— se excusó diciendo que había estado muy ocupado y no se que mas, pero yo creo que solo esta adquiriendo costumbres de Philadelphia que no debería… -No sé con seguridad a que costumbres te refieres, lo que si sé… es que nuestro hijo nunca nos ha metido… en nada, por lo tanto si dice que estuvo ocupado… es porque lo estuvo… —aseguro Blaine sentándose a su lado. -Si tu lo dices… —añadió Kurt blanqueando los ojos. -Lo digo… oye... ¿recibiste el mensaje de Lizzie? -¿De Lizzie?... no, recibí uno tuyo con una dosis extra de corazones… —contesto Kurt sacando su teléfono para mostrar la evidencia empírica de lo que estaba hablando. -Mi Princesa lo envio desde mi teléfono, dijo que agregaria los corazones para ser «mas como yo». -Tu nunca envías corazones… cosa que deberias hacer por cierto… -Lo tendre en cuenta… ¿que opinas? -Opino que es increible… tanto como para dudar si es verdad... -Lo es...yo mismo hable con Dylan… él y LIverpool están en el «Courtyard» en Chelsea... -¿Esa es la direccion que me envió?, ¿en Chelsea?... ¿acaso el Plaza lo están fumigando o algo? -No es que el Plaza lo estén fumigando —repitió Blaine en medio de una risa— es solo que quiere pasar inadvertido… y ese «hotel Boutique» es bastante reservado, le ofrecí que le enviaría un auto… ¿podrías acordar los detalles con Helen? -¿Crees que mi asistente esta para asuntos así de baladies? -El otro dia la llamaste a media noche porque necesitabas cordones de zapato color cobre… -¡Ella sabe dónde esta todo!… —exclamo Kurt levantando una ceja. -¿Puedes?... —dijo Blaine poniéndole una mano sobre la pierna. -Por supuesto que si… —contestó comenzando a hacer las gestiones— Noah se pondrá feliz… ya estaba haciendo pucheros porque el nombre de Liverpool no estaba en ninguna de las mesas… —recordó texteando a su asistente. -Lo se… ¿que opino del sala? -La encntro «super sensasonal»… lo que es el mejor cumplido de la vida, repiteme la dirección, no quiero cambiar de pantalla... -Por supuesto… —dijo Blaine sacando su telefono— Lizzie la anoto… aqui… —dijo buscando el mensaje— mira… —agregó poniéndole el teléfono en frente de los ojos. -135 W 30th St…. mas el numero de Dylan para que le avise… —sentencio Kurt terminando el texto. -¿Listo?... -Muy listo… —respondió levantándose— y otra cosa que esta lista, es la foto para nuestras redes sociales… mira… —añadió enseñando su teléfono— se la tome mientras miraba la decoración de la sala… —dijo sonriendo con orgullo, Blaine tomó el aparato con delicadeza y vio la foto de Noah, estaba de espaldas a la cámara, parado en medio de la sala y con uno de sus brazos bien estirado trataba de alcanzar las cintas de los globos, su cara se veía apenas lo que era perfecto para la privacidad que siempre habían tenido con sus hijos. -Kurt… es muy bonita… —opino Baline acariciando la pantalla. -Lo sé… vi el momento y la tome… —respondió tomando su teléfono de vuelta— ¿te parece bien para contarle a nuestros fans que hoy es el cumpleaños de nuestro hijo? -Me parece perfecta… enviamela… —dijo tomando su propio aparato. -Ok… —contesto presionando los iconos correspondientes. -¿Ponemos lo mismo o…? -No… pone lo que quieras… nuestros fans son diferentes… así como la manera de comunicarnos con ellos… —dijo mientras escribía, Blaine hizo lo propio sonriendo cuando ya había terminado. -¿La publicaste? -La publique… y mira… 500 «me gusta» de inmediato… -¿¡Como!?... —exclamo Kurt acercándose a la pantalla del teléfono de su esposo— ¿como es eso posible?... yo tengo apenas 15… ¡15!... —repitió actualizando su estado un par de veces por si el conteo de corazones cambiaba. -Lo siento… pero debe ser porque mis fans tienen más espíritu acosador que los tuyos… -Ni que lo digas… en fin… —dijo soltando un suspiro— asumo y mis admiradores de mediana edad, estarán tomando una siesta de media tarde o algo —agrego guardando el teléfono en uno de sus bolsillos, luego se cruzó de brazos y volvió a soltar una cantidad extra de aire, Blaine sonrió, lo miró un segundo y luego le dio un beso en forma de compensación— ¿todo lo arreglas con tus labios? -Todo lo que es posible de arreglar… si… —contesto mirándolo como siempre
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peachymokka · 5 years
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Capítulo 32: ¿Qué será de ti mañana?
Hice una canción pa' él
El amigo que voy a perder
Si alguien queda atrás
Entonces nadie, nadie avanza
Yo no quiero, amigo mío
Otro marzo, no vuelvas atrás
¿Qué sera de ti mañana?
Si ya casi no nos vemos más
Un día se nos va a olvidar
Somos lo mismo
Yo espero que algún día este mundo
No te deje triste, triste.
💭
Habían decidido juntarse en la casa del japonés, donde este le esperaba en su habitación, con un enorme platillo humeante reposando en su escritorio. Yuri le vio algo divertido, saludando por última vez a la señora Katsuki, una mujer adorable. Hizo su camino hasta la cama del pelinegro, saludándole algo incómodo.
— Hey, katsudon... ¿Hiciste katsudon?—El japonés rió al escucharle, encogiéndose de hombros con un ligero rubor en el rostro.
— Mi madre lo hizo en cuanto supo que un amigo vendría a casa, además pensé que podría animarte, por como te escuchaste durante la llamada...
Yuri desvió su mirada, notando los ojos preocupados de Yuuri. Se recostó en la cama del mayor, prácticamente lanzándose sobre esta, con confianza. Sus manos buscaron una de las almohadas del pelinegro y la aplastó sobre su rostro, sintiéndose triste de repente. No quería admitirlo, pero había acudido al cerdo para buscar refugio y consejos, era el único que podría ayudarle y a quien le tenía la confianza suficiente como para contarle toda su historia.
Sin darse cuenta, sintió las lágrima en el rostro, y como Yuuri retiraba el cojín de su rostro. El silencio se expandía en la habitación, y él se dedicaba a sollozar bajo la atenta mirada del mayor. Finalmente Katsuki se levantó y fue hasta su teléfono para poner una playlist al azar, para luego levantar a Yurio de golpe, arrastrándole hasta su escritorio.
— Vamos, se va a enfriar la comida, y no me contarás nada si es que no comes antes.—Yuri soltó una risita mientras veía el apetitoso plato, asintiendo.
— Buh, te pareces a mi abuelo.
El nipón le sonrió en respuesta, a la vez que le pasaba una cuchara a su amigo para que fuese capaz de comer. La sonrisa en su rostro fue aún más grande cuando vio la expresión de Yuri al probar el primer bocado, él hizo lo mismo, disfrutando del sabor exquisito del katsudon. La música llenaba el silencio que se creó entre ambos al comer, y el rubio soltó una carcajada en cuanto comenzó una canción de Beyoncé.
— ¿Por qué tienes una canción de Beyoncé?—Yuuri se puso colorado, mientras seguía comiendo.
— Es culpa de Phichit, a veces bailamos.—Yuri volvió a reír en respuesta, asintiendo.
— Eso sería gracioso de ver.
Una vez acabó su plato, Yuri casi había olvidado porqué había ido hasta el hogar de Katsuki, mas volvió a recordarlo minutos después, echado en la cama del mayor, escuchando la música que inundaba la habitación. Yuuri estaba a su lado, sin prestarle mucha atención para así no presionar a su rubio amigo, y Plisetsky se lo agradeció mentalmente.
Pasados unos minutos, pudo aclarar su garganta y así el nudo que se había formado en esta, con los ojos pegados en el techo y los brazos rodeando ese estúpido peluche con forma de onigiri.
— Beka y yo terminamos.
Yuuri intentó disimular su asombro, mas no pudo evitar que su cuello se doblara a una velocidad increíble, viendo a Yuri fijamente. Hasta cierto punto, le sorprendía más el hecho de haberse enterado, en primer lugar, que sus amigos salían... o salieron juntos. Plisetsky por su parte trataba de ordenar sus ideas, enojándose al sentirse triste otra vez.
— Yurio, tú y Otabek...
— Mierda, sí.—El rubio se sentó de golpe, con el ceño fruncido.—Estábamos saliendo, ya sabes, Otabek es tan jodidamente gay... o era, no sé.
— ¿Era?
Por un segundo, Yuuri quiso pedirle a su amigo que fuera claro y le explicara todo lo que ocurría, mas al ver su rostro enojado y la manera en que maltrataba sy onigiri... prefirió esperar pacientemente a que el menor estuviera listo para contarle todo.
— Ugh, katsudon... me siento tan idiota.
Durante unos minutos el silencio les envolvió otra vez, mientras que Yuuri intentaba no desesperarse y Yuri tan solo veía de reojo la habitación del nipón, dándose ánimos para hablar.
— Yurio, si necesitas algo...
— Quiero un consejo, porque... no quiero solo cagarla y que todo acabe.
Katsuki le observó durante unos segundos, para luego sonreírle con dulzura, justo lo que Yuri necesitaba antes de comenzar.
— Puedes contar con ello.
Yuri asintió con desgano, pasando sus dedos nerviosamente por el peluche que aún mantenía apretado contra él, fijando sus ojos en cualquier lugar excepto el pelinegro a su lado.
— Beka y yo somos amigos desde... años, desde que yo tenía diez y él doce, cuando me encontró bailando ballet en la azotea del colegio.—No pudo evitar la sonrisa que habían formado sus labios, mientras que Yuuri le oía atento.— Desde niños que hemos sido distintos, de hecho en cuanto nos conocimos me dí cuenta de eso... me dijo que los niños no bailaban ballet. En ese momento me pareció tan estúpido, yo en serio pensé que el niñito moreno frente a mi era una especie de idiota. Tres años después, pude entender que no era culpa de Beka pensar de ese modo.
"Nos hicimos amigos desde el día en que nos conocimos, ninguno de los dos había dicho nada, solo nos seguíamos viendo cada día en la azotea, y hablábamos, o leíamos esos cómics que él llevaba, a veces yo bailaba. Incluso le llevé a mi casa en cuanto tuve oportunidad, estaba feliz de tener un amigo... por muy patético que eso suene. Y por supuesto mi abuelo amó a Otabek en poco tiempo, y ya casi era rutina para nosotros cenar juntos algunas noches por semana, aunque yo nunca fui a casa de Beka, hasta que tuve trece.
En cuanto fui a la casa de Beka, estaba tan molesto. Tardó tres años en llevarme, mientras que yo en apenas un mes ya lo tenía cenando con mi abuelo. Obviamente fui tonto, jugué un poco con su madre, aunque ella era dulce... a su modo, y sus hermanitas también. Me centré en odiarlos a todos sin pensar, me pasé la mitad del tiempo odiando a Otabek, un poco a su madre perfectamente vestida y perfectamente cristiana, y sus hermanitas que apenas con ocho años ya me juzgaban en silencio. Obviamente todo eso acabó en cuanto vi al señor Altin, porque centré todo mi odio en él.
El padre de Beka es simplemente... despreciable, me pareció horrible en cuanto vi los nervios de su esposa al recibirle, el modo en que él parecía tan imponente frente a su familia. La cena pasó entre conversaciones tensas que la señora Altin respondía, berrinches por la menor de la familia y las manos temblorosas de su madre, hasta que el señor Altin puso su atención en mí, el niñito de pelo extrañamente largo. También fui estúpido en ese momento, le dije un montón de cosas, solo quería desahogarme contra alguien, así que hablé demás y me gané una bofetada..."
El relato de Yuri se ve interrumpido al escuchar un jadeo de sorpresa por parte de Yuuri, quien mantiene sus manos en su boca, espantado. Plisetsky estuvo tentado de reír al notar su reacción, mas lo dejó pasar con una sonrisa triste.
— ¿Te golpeó? ¿Él... solo, te dio una bofetada, así...?—Yuri asintió con desgano.
— Katsudon, ese no es el único golpe que voy a contar, así que acostúmbrate.—Yuuri no hizo más que verle con una extraña expresión, asintiendo para que siguiera con la historia.
"Me dijo algo luego de la bofetada, aunque no recuerdo con exactitud sus palabras... aunque sí recuerdo ver a Otabek pálido como un jodido fantasma, y a Nina -su madre- tomando a sus hijas. En resumen, el señor Altin me mandó al carajo, que él le enseñaba a sus hijos lo que estimaba conveniente y que un gay de mierda como yo no tenía derecho a decir lo contrario. Me echó de su casa, y salí corriendo. Peor que el golpe, se sentía mal ver a Otabek ahí sentado sin hacer nada... aunque luego le oí seguirme, y me aferré a él con fuerza.
El lunes luego de eso, volvió a la escuela con un ojo morado. Dijo que había sido un asalto, no le creí en lo más mínimo. Obviamente no le dije nada en ese momento... ni en ningún otro, supongo que no quería oír la verdad, y no lo supe hasta un tiempo después.
Luego de eso, las semanas pasaban y como el idiota que soy, acabé enamorándome de Beka. Pudo haber sido cualquiera, pero me empeñé en caer rendido por el tipo del padre abusivo y homofóbico, criado con mano dura y domingos de rodillas en la iglesia. No me importó en los más mínimo, tampoco pensé en qué podría ocurrir. Y volví a ser idiota y le dije que me gustaba... bueno, no realmente, me acobardé a última hora, pero Otabek lo entendió de cualquier modo. Y el muy imbécil apareció con novia días después, para además alejarse de mí de un momento a otro.
No duró mucho su indiferencia hacia mi, en unos días le mandé a la mierda y acabamos por hacer un trato en que almorzaríamos juntos sin importar su novia, seguiríamos siendo amigos como antes. Tiempo después Anya terminó con él, y Víctor le convenció de acompañarle a fiestas..."
Yuri pudo enviarle una mirada significativa al japonés, quien solo puso los ojos en blanco, negando lentamente. Por mucho que quisiera a su novio, sabía que tan mala influencia podía ser, sobre todo si de fiestas se trataba.
"Otabek comenzó a salir más, a beber más y a contarme menos cosas. Tampoco le dije nada, excepto las veces que le convencía para que pasara los fines de semana conmigo y no rodeado de desconocidos y un montón de alcohol. En el fondo sabía que las cosas estaban mal para él, aunque nunca dijo nada, era obvio que no quería ir a su casa.
Y comenzó a salir con Mila, y él aún me gustaba. Incluso cuando yo comencé a salir con Jean, seguía enamorado de él.
Pero no es como que Jean no me haya gustado, ¿Cómo no si él era siempre tan dulce? Demasiado para lo que le hice... En mi cumpleaños, en la tertulia que Víctor hizo, Beka y yo terminamos... durmiendo juntos"
No puede evitar sentir el calor en sus mejillas, aún más al ver la expresión de Yuuri, con la mandíbula desencajada y los ojos abiertos de par en par. Tiene el impulso de cubrir su rostro, mas lo reprime.
— ¿Qué?
— Mierda, no te hagas el idiota, como si tú y el anciano de Víctor no lo hicieran.—Yuuri enrojeció de un momento a otro, frunciendo el ceño.
— Es distinto, Yurio.—El menor se permitió bufar, molesto.
— Claro que es distinto, porque cuando eso pasó, Otabek era heterosexual y tenía novia.
"No voy a entrar en detalles sobre esa noche, solo podría sentirme más imbécil ahora. Al día siguiente, fue sorpresa para ambos darnos cuenta de lo que había ocurrido. Nunca me había sentido peor, primero por haber engañado a Jean y luego por escuchar a Otabek decir que había sido equivocación dormir juntos, un desliz. Que idiota.
Después... me pidió perdón y dijo que en realidad no pensaba todo eso, que estaba enamorado de mi. Así que fuimos lo suficientemente estúpidos como para tener una especie de relación a escondidas, y lo peor es que no podría arrepentirme de ello. O sea, estuve cuatro jodidos años enamorado de Otabek Altin y en cuanto supe que él sentía lo mismo, solo... supongo que me aferré a él, sin importar sus condiciones o el resto.
Luego, terminó con Mila y yo con Jean, aunque eso no haría que Otabek hiciera oficial lo nuestro ni fuese capaz de asumir que es gay, o bisexual o lo que sea.
Y entonces Jean dejó en evidencia a Beka y todo se fue a la mierda.
Primero me pidió un tiempo, los exámenes y la universidad, debía pensar en todo eso en vez de un novio como yo. Quizás siempre supe que eso era una excusa, mas lo acepté y no dije nada al respecto. Él hizo lo mismo cuando le dije que me iría a Moscú, no podía ser un egoísta ahora. Apenas hace unos días volvimos a hablar, y ayer fuimos a mi casa luego de la fiesta de Víctor.
Esta mañana me dijo que era mejor ser amigos, que fue todo una confusión y que en realidad no iba a funcionar algo entre nosotros. ¿Cómo puede decir algo así? Hemos estado juntos por años y ahora quiere simplemente dejarlo todo, maldito imbécil."
Katsuki pudo ver el rostro molesto de su amigo, y como reprimía el mohín que sus labios querían hacer. Aún con toda la información llenando su mente dejándole algo confundido, hizo su camino hasta el rubio y se acercó lo suficiente para que este descansara su cabeza sobre su hombro. Yuri nunca lo diría, pero apreciaba al cerdo. Mientras que Yuuri -al igual que Víctor- no se cansaban de decir que Yurio era prácticamente su hijo, esto por el cariño que el ruso le tenía al pequeño gatito.
— Quizás estás siendo muy duro con Otabek, Yurio.
— ¿Ah?—Plisetsky no pudo reprimir la típica exclamación de indignación, volteando hacia el japonés.— ¿Cómo se supone que reaccione si Otabek solo se dedicó a jugar conmigo... más de una vez? Esto es tan estúpido, ¿Cómo que no iba a funcionar? Estaba funcionando, pero si él es un cobarde...
Yuuri dejó salir el aire, preparándose mentalmente para hablarle con claridad a su amigo, incluso si recibían una patada en respuesta.
— Yurio, si viniste hasta acá es para escuchar un consejo, así que deja de lado tu enojo y escúchame.—El rubio puso los ojos en blanco, haciendo un gesto con su rostro para que siguiera hablando.— Yurio, ¿No has pensado que quizás si sea mejor que tú y Otabek queden como amigos? Con todo lo que me has contado, es difícil creer que Otabek pueda simplemente asumir que está enamorado de su mejor amigo.
— ¡Es difícil porque él no quiere hacerlo! ¿Y si nunca ha estado enamorado y era solo curiosidad? ¿Qué mejor que follar con tu mejor amigo que lleva años enamorado de ti? El muy imbécil jamás te dejaría en evidencia porque te quiere demasiado, y si no estás convencido simplemente le dices que es mejor quedar como amigos.
Por un segundo, Yuuri se queda sospesando esa posibilidad, viendo con tristeza el rostro furioso de su amigo, quien trata de retener las lágrimas en sus verdes ojos.
— Solo estás enojado, por eso piensas eso. ¿En serio crees que Otabek te haría algo como eso? Yurio, creo que Beka aún no te dice explícitamente sus razones para dejarte, pero tú las sabes muy bien.
— Es un cobarde, por no intentarlo, por no mandar a la mierda a su padre. ¡Es tan fácil!—En un segundo Yuri ya había lanzado lejos el montón de cojines a su lado, limpiando con furia las lágrimas que caían por sus mejillas.
— Yurio, deja de ser un niñito y piensa con claridad, dudo que sea fácil dejar a un padre abusivo. Imagina lo difícil que fue para Otabek en primer lugar ser tu amigo, si de seguro fue criado de un modo distinto a ti, y luego darse cuenta de que estaba enamorado de un niño, mientras que su padre le decía que eso estaba mal.
Yuuri hablaba con calma mientras que su rubio amigo no hacía más que apretujar las almohadas que tenía cerca, con el ceño fruncido.
— ¿Cómo puede dejar que eso nos separe? Solo... puede mandar todo a la mierda, podría ir a Moscú conmigo, no tiene porqué ser tan difícil.
— Creo que no es tan fácil para él, Yurio.
— Pura mierda.
Yuuri fue capaz de soltar un suspiro y reprimir las ganas de debatirle a Yurio, después de todo, lo entendía... un poco. Era obvio que el gatito estaría molesto, aún dolido por lo ocurrido.
— Si viniste aquí a oír lo que tú quieres oír, entonces mejor te quedabas hablando con tu gata, Yurio.—El japonés le sonrió dulce, y Plisetsky solo soltó un bufido.
— Diciendo ese tipo de cosas con una sonrisa, ya te pareces a Víctor.—El japonés aceptó el comentario con una risita, mirándole luego.
— ¿Entonces, qué harás?
— Quizás tengas razón y solo deba... ponerme en su lugar, quizás si debamos quedar como amigos.
El pelinegro no hizo más que guardar silencio, mientras que veía como volvía a apretujar uno de sus peluches, con los ojos aguados. Sin saber muy bien que hacer, se arrastró hasta llegar a su celular, buscando entre los videos uno de él y Phichit.
— Cambia esa cara, Yurio, si mi mamá te ve así te va a dar más comida.
Plisetsky tardó solo dos segundos en notar que katsudon le pasaba su celular, donde Phichit y él bailaban al son de una canción pop, de Rihanna. Yuuri por su parte sonrió al escuchar las carcajadas de su rubio amigo, prefiriendo mil veces sus burlas antes de su rostro triste.
🌹
Durante ese fin de semana, no habló con nadie. Su familia era la única excepción, ayudó a sus hermanas en cosas banales, llevó una conversación casi normal con su padre. Y su madre, era un caso completamente distinto. Con ella no hablaba mucho, pero sí se permitía divagar entre sus brazos cálidos, quizás con miedo de que las cosas cambien.
Con Yuri ni lo intentó, ni siquiera revisó si había cambiado su estado en Whatsapp o si había hecho alguna historia en Instagram, simplemente dejó su teléfono tirado por ahí, sin ganas de saber qué ocurría por la mente de su ex novio.
Aunque la llegada del lunes fue inevitable, y con eso, encontrarse a Plisetsky en los pasillos. No sabía como actuar, la última vez que le vio él lo había echado de su casa, por lo que ir y saludarle con normalidad le pareció poco ético. Sin saber que hacer, siguió su camino hasta el salón correspondiente, hasta que llegó la hora del almuerzo y como de costumbre, se encontró con el resto de sus amigos.
Yuri le vio de reojo y esbozó una casi sonrisa, lo suficientemente fugaz como para dejarle desconcertado, y no pudo pensar en nada más que eso durante el receso, escuchando a medias como todos hablaban sobre el verano que estaba ya a la vuelta de la esquina. Con la mente en las nubes acabó su comida e intentó seguir la conversación, el momento justo en que Yuuri comenzó a hablar sobre los resultados de los exámenes.
— Esta semana la mayoría sabrá sus resultados, solo espero que Celestino haya tenido piedad luego de hacernos puré en química.
Otabek pudo ver como el rostro feliz de Víctor cambiaba enseguida, así como el resto también lo notó. Yuuko no tardó en molestar, al igual que Yuri, quien ya estaba sonriendo con malicia hacia su ruso amigo.
— ¿Qué te ocurre, anciano? ¿Tienes miedo de repetir tu último año y quedarte solo?
— ¡No juegues con eso, Yurio!
— ¡No me llames Yurio, maldito calvo!
El resto les veía con diversión, sobre todo en cuanto Víctor se puso de pie y comenzó a abrazar a Yuri, sollozando sobre él por miedo a no pasar de curso. Otabek veía de reojo a su ex novio, fijándose en la sonrisa que ocultaban sus labios, feliz de ello.
🌹
De un momento a otro los días se hicieron semanas y así tan solo les quedaba una para que la graduación llegara. Cabe decir que Víctor sí aprobó sus exámenes y que no repetiría curso, lo cual quiso celebrar con una pequeña tertulia en su hogar, obviamente.
Otabek sonrió con cortesía cuando le invitaron, negándose. A esas alturas, tenía solo una cosa en mente, y no era una fiesta. No podía evitar que su mente le llevara lejos, con una sola duda, la incógnita que hace tiempo no le deja descansar tranquilo. "¿Qué será de ti, Yuri Plisetsky? ¿Hice bien en dejarte, eres más feliz así? ¿Vale la pena dejarte ir de este modo?" No importa cuantas veces lo piense, no importa cuanto intente, lo cierto es que no lo sabe. Y quizás no lo sepa nunca, quizás todo acabe con un adiós y nunca más le vea.
Porque si bien estaban juntos durante los recesos, le veía en los pasillos, le veía reír con sus amigos, la verdad es que ya no veía a Yuri. No le veía como antes, no hablaban como antes, ni siquiera sus ojos se encontraban como antes. Las semanas era apenas una rutina como conocidos, esos chicos que se conocen sin hacerlo realmente, uno al lado del otro, ignorándose con cortesía. Yuri parecía llevar muy bien aquello, hablando cada vez con más entusiasmo sobre su viaje a Moscú, contándoles a todos sobre Lilia y lo genial que era con él.
Y la verdad, después de todo, es que eso hacía feliz a Otabek. Sabía que era iluso de su parte desear una amistad como la que tuvieron, pero al menos una parte de sus deseos ya se había cumplido, y es que Yuri era feliz con su decisión, con su vida.
¿Qué será de ti mañana, si ya no nos vemos más? Podría preguntarle, podría intentar acercarse, pero solo haría todo más difícil. Por eso, se pudo conformar con la mentira que ambos llevaban hace semanas, un saludo cordial y una sonrisa amable, felicitaciones por tu último año, que tengas un lindo verano, que tengas una linda vida.
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veranoenestocolmo · 5 years
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La Casa
El Príncipe
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          La primera vez que supe que algún día iba a entrar a la casa fue exactamente dos años antes. Mamá leía el diario en la cocina mientras Julia y yo desayunábamos. En algún momento de esa mañana (que es confusa, en mi memoria, como son casi todos los episodios que le sucedieron) emitió un sonido raro, como una especie de desahogo culpable. Disimuladamente pretendí no darme cuenta, pero, cuando se levantó a recalentar el café, espié la página que había dejado sobre la mesa. Tenía muchas palabras que en ese momento no entendía, ni había escuchado nunca. Sólo reconocí el nombre.
           Los Carbone eran, y deben seguir siéndolo, en algún lado, la familia más rica de nuestro pueblo. No solamente por eso, pero eran también un símbolo de nuestro lugar. Teníamos pocos habitantes, y ningún diario local, pero mientras yo crecía surgieron dos clubes deportivos, una escuela privada y una heladería. Ser la familia rica y típica por excelencia del lugar no era poca cosa.
           Julia me contó, ya muchos años después, que Eduardo Carbone había nacido en Sicilia, tiempo antes que mis abuelos, y había muerto en Estados Unidos. Su única heredera, Catalina, había escapado de la tierra de las oportunidades buscando, dicen, una conexión más espiritual con la naturaleza en este valle del norte. Con el tiempo, y con nuestra experiencia en la casa, aprendí para siempre que nunca se cuentan las verdaderas, más íntimas razones por las que la gente llega a un lugar donde no conoce a nadie. Su marido Rodolfo aceptó el capricho y fundó un emporio comercial que lo hacía un hombre influyente en toda la provincia. Yo mismo había visto, cuando salía a fumar después de la medianoche, a escondidas de mamá y de Julia, el helicóptero del gobernador sobrevolando la parte trasera de la casa.
           Algunos años antes de que abandonaran el pueblo para siempre, la selección nacional vino a jugar un amistoso a la Capital de la provincia. En el club se organizó una rifa multitudinaria, con cientos de boletos vendidos, para sortear una entrada que nuestro utilero había conseguido gracias a un compañero del profesorado. Teníamos todavía, los chicos del pueblo, esa humildad de no querer ganar para que otro no perdiera. Imaigno que no estábamos hechos para salir del pueblo jamás. Lo nuestro era la paz, y afuera era la guerra.
           Esa vez, sin embargo, sí salimos de nuestro nido. Porque a Don Rodolfo se le ocurrió que era injusto que algunos de nosotros nos quedáramos sin ir. Entonces, el día del partido pasó toda la mañana encerrado en su oficina del club (tenía el trabajo, o la personalidad, esparcida: una oficina en el club, otra en la municipalidad, un cuartito personal en la iglesia). Al mediodía salió de la guarida con cara de triunfo.
           Dos micros inmensos, como toros de metal oxidado, pintados con los colores patrios, nos buscaron un rato antes de que empezara la tarde. A cada uno se nos dio un alfajor y un papelito con los nombres de los jugadores, como si fuera el programa de un teatro. Un par de cuadras antes de llegar al estadio, Don Rodolfo subió al colectivo acompañado por un hombre alto, canoso, de traje negro y una corbata celeste y blanca.
           El tipo recorrió el colectivo saludando a todos con un apretón de manos fuerte y firme, mirándonos a los ojos. No sabíamos, todavía, que ese era el gobernador, pero su presencia nos ponía nerviosos. Parecía un hombre recién salido de un televisor. Mientras pasaba por los asientos repetía cosas como <<¡qué pueblo lindo el de ustedes!>> y <<¡vamos Argentina hoy!>>. Me acuerdo que tenía un pañuelo blanco saliendo del bolsillo del saco, pero a mí me daba la sensación de que le salía desde las entrañas.
           Don Rodolfo pidió silencio y dijo que ese tipo era el Honorable Gobernador De Nuestra Provincia y que él nos había invitado al partido y había ayudado a hacer la heladería que había en el pueblo y nos había prestado los colectivos y muchas cosas más. Todos aplaudimos y festejamos y cantamos que era El Mejor Gobernador Del Mundo.
           Esas cosas era, para nosotros, Don Rodolfo Carbone. Para nuestros padres también era un tipo importante que conocía a todos. Cuando Papá viajaba a Buenos Aires para conseguir los remedios y la prótesis de Julia, a veces lo veía en casa charlando con Mamá. Yo volvía de la escuela y Don Rodolfo, con sus enormes ojos verdes, se acomodaba el saco y la corbata (que usaba indistintamente en nuestro invierno crudo y en nuestro verano agobiante), me revolvía el pelo con su manaza llena de anillos y bajaba, con la otra mano, el borde de su sobrero. Después lo volvía a subir, casi imperceptiblemente, mientras le sonreía a mi mamá.
           Esa era la única cosa que ni siquiera Don Rodolfo podía conseguir: que Julia estuviera bien. Mamá nos contaba que, cuando nació, Tata Dios estaba muy ocupado ayudando a mi papá y al Tío Diego a conseguir un trabajo, y entonces no tuvo tiempo de terminar bien la pierna derecha de mi hermana. Decía que se lo encargó a los ángeles, que son un poco inexpertos en eso, y por eso Julia rengueaba desde la primera vez que puso un pie sobre tierra firme.
           Andaba siempre con un bastón que le había conseguido el párroco, y cuando caminábamos juntos por la calle sonábamos como una batería mal ensamblada. Mis dos pasos simples, ordinarios (plop, plop) y su mezcla de sonidos y de tempos (¡plop!, un paso, ¡toc!, el bastón, ¡ffff!, el zumbido del zapato ortopédico).
           Hacía ya dos años que interrumpíamos esta melodía para frenar ante la casa abandonada. Al principio fue porque leí esa noticia traumática en el diario. Decía algo como que Carbone (en el diario no lo llamaban Don Rodolfo) iba a ir preso por algo que había hecho con su amigo, El Mejor Gobernador Del Mundo. Era imposible, en ese momento, entender las peripecias de una causa judicial, de cosas como “un entramado de corrupción”. Mucho menos creerlo.
           Así fue como, de un día para el otro, dejamos de ver al guardia de seguridad que controlaba todo desde un torreón verde en la puerta de la casa. Un día después notamos que tampoco se escuchaban los ladridos de Marco, el inmenso ovejero alemán con el que posaba Don Rodolfo cuando su foto aparecía en el diario provincial. Un par de semanas después, los ladridos de Marco dueron reemplazados con suaves, primero, e intensos, después, murmullos de chinches, grillos y todo tipo de insectos. Hasta que un día, camino a la escuela, Julia frenó para mostrarme que había aparecido el primer pedacito de enredadera en la parte más baja del portón.
           Desde ese mismo día ella empezó a sostener que la enredadera era la señal clara de que no había nadie en la casa y de que teníamos (insistía en que era parecido a un deber) que entrar. Yo no le creía y pensaba, para mí, que si no estaban Rodolfo y Catalina estaban sus espíritus, lo que era peor. No sabíamos si se habían ido, o estaban presos, o estaban muertos, porque eran posibilidades que no entendíamos ni imaginábamos. Todavía no habíamos aprendido que la muerte era la parte más elemental de la vida, y aunque ya iban tres semanas sin que Papá volviera de uno de sus viajes a Buenos Aires, no se nos ocurría que las cosas terminaban para siempre. Toda ausencia era un intervalo.
           Un año después de la primera vez que nos detuvimos frente a la casa abandonada, debatiendo eternamente todos los pormenores de una excursión futura, supimos lo terrible. Nos lo contó Ángel, que tenía dieciséis años y era el más grande de la escuela. Yo le tapé los oídos  a Julia, porque con Ángel nunca se sabía qué esperar. Algunos decían que lo había criado una vaca y que lo abrigó un matrero. Pero ella escuchó igual:
-       ¿No sabé’ todavía? Só dormido, eh. Ta preso, Carbone. La mató nomá. Me dijo mi tío qué’ comisario. La mató porque no quería hijo’. Decía que no podía pero era mentira. Y la fajó nomá’ y aura anda preso. ¡Pá! Qué bolú…-.
Julia me preguntó, camino a casa, si era cierto. No entendía (no entendimos nunca) cómo podía haberla matado si eran marido y mujer. Tampoco entendía lo de los hijos. A nosotros siempre nos habían dicho que los herederos Carbone estaban en Italia. Alguna vez, en el club, Don Rodolfo me acarició el pelo con su mano monstruosa (como hacía en casa, frente a mi mamá), me pasó sus dedos helados por la nuca, me apretó los hombros con fuerza, como queriendo juntarme, comprimirme el pecho, y me dijo que yo era un buen italiano. Le dije tímidamente que yo era argentino y él estalló a carcajadas, mirándome a los ojos, diciendo <<¡Es la mesma cosa, filgio mío!>>.
Desde ese día en que nos enteramos del hipotético final de los Carbone, nos prometimos revelar el misterio que no nos dejaba dormir. Papá seguía sin volver, ya iba algo más de un mes, y nos distraíamos pensando en esta otra ausencia. No había habido ningún entierro en el pueblo, ni ambulancias, ni una misa especial a cajón abierto y con coronas de flores rojas, verdes y blancas. Quizá nadie sabía que la señora había muerto. Don Rodolfo, quizá, había dicho que se iba de viaje. Tal vez estaba realmente en Italia, visitando a los hijos que al final sí existían. Pero nosotros no podíamos estar seguros de nada y si había un cuerpo dentro de esa casa lo íbamos a encontrar. Si no, decía Julia, Catalina iba a venir a pedirnos ayuda todas las noches, como antes venía Don Rodolfo algunas tardes.
Un año después de la revelación de Ángel, entramos a la casa. Me decidí a arrancar la enredadera que, para esta época, ya cubría toda la entrada de la casa. Todo era muy lento, había que tocar con cuidado, despacio, cuidándose de las lagartijas que seguramente ya habían colonizado la estructura. Como si la red de tallos verdes ascendentes, que se disparaba en una serie infinita una y otra vez, estuviera ardiendo en fuego. Julia miraba para todos lados mientras yo lograba hacer aparecer, dos años después, el picaporte dorado de los Carbone. El chirrido de las bisagras dormidas, cuando finalmente empujé la puerta, sonó como una risa que nos acarició los hombros suavemente, como con hambre.
Nunca habíamos entrado a la casa de los Carbone, y creo que nadie del pueblo había entrado jamás. Detrás de la puerta había un sendero largo y ancho, con dos jardines a los costados, llenos de plantas que habían crecido tanto que no dejaban ver los muros limítrofes de la propiedad. El sendero derivaba en una galería hundida, para la que había que bajar por unas escaleras anchas, de piedra, por las que nos deslizamos con mucho cuidado para no patinarnos con el moho. Bajar esa escalera fue toda una expedición para Julia. Con eso, creo, ya hubiera sido suficiente.
En la galería, tallos diminutos pujaban por salir de las intersecciones de las baldozas gigantes. Mientras yo inspeccionaba los restos de la puerta de madera, con unos detalles ya imperceptibles y letras que me eran desconocidas, escuché el aullido de Julia y sus tres pasos desentonados volviendo a buscarme. A la derecha de la galería, en forma de L, había otra más chica que daba a una parrilla. Frente a esta, el esqueleto de Marco presidía la escena.
Dos dientes enormes todavía quedaban de ese montículo de carne podrida (poca, habíamos llegado demasiado tarde) y huesos amarillentos. Un ejército de hormigas iba y venía desde el punto donde, conjeturé, debía haber estado su estómago. Unos pasos detrás del cadáver, la puerta de servicio de la casa todavía estaba abierta, cubierta también de plantas. Esto me hizo pensar que debía haber estado abierta cuando el pobre animal la vio por última vez.
     Agarré la mano de Julia y entramos a la casa.
     Ella no podía perdonarle a Carbone lo de Marco. Quizá, sé que pensaba para adentro, quizá sus problemas matrimoniales no eran algo en lo que habíamos de meternos. Quién sabe cuál era el pasado de la familia. Pero el asesinato de un animal servicial, leal, un noble guardián como sabía que era el desconocido ovejero era un ultraje. No entraba en la categoría de crimen pasional ni en la de femicidio. Era una libertad que debía estar vedad a los seres humanos. No existía una ley que protegiera la vida del canino que ahora era un montículo de carne por el que se paseaban, vencedoras, la hormiga reina y sus secuaces.
Pasamos por el cuarto de juegos, pero el avance de la maleza y de la suciedad parecían anteriores a la huida. Como si nunca hubiera sido inaugurado, como si hubiera nacido siendo un cuarto abandonado. El parquet plastificado tenía mierda de palomas, bichos yendo y viniendo en una enorme autopista de insectos, pero ningún rayón de una mesa corrida con desgano, ninguna marca circular de un vaso transpirando apoyado en el suelo con picardía. Sobre la pared izquierda, un arco daba entrada a la cocina.
El desorden parecía dispuesto con cariño y esmero. Platos hechos pedazos en todos los rincones, el mármol de la mesada inclinado hacia abajo, por la pudredumbre de las alacenas de madera que lo sostenían. Al lado de la bacha, una taza sucia, con dos abejas tratando de lamer las últimas manchas de té que quedaban pegadas a las paredes. Un olor pesado, macizo, hacía que nos agitáramos como si estuvieramos corriendo una carrera, mientras mirábamos los colores de la desidia.
Asqueados, nos metimos en el lavadero, el cuarto contiguo. Julia se dio cuenta primero, y a mí me empezó a chorrear una mezcla vinagrosa de agua y sangre por la cabeza. La frente me quemaba como si estuviera encerrado en un horno de barro. El traje azul nos permitió reconocer a Don Rodolfo, que yacía despatarrado, con un enorme agujero en el punto central del cráneo. Los gusanos se adentraban en sus mangas y volvían a salir, por el pecho, por el cuello, por los pies. Quise respirar, pero mis pulmones eran dos enormes bloques de hielo que mi diafragma no podía sostener. La mano de Julia me apretaba con fuerza, una prensa triturando mis dedos. Nuestros brazos empezaron a temblar juntos y vi en sus ojos duros un color tan distinto al de los míos que la sentí como extraña. Todas las facciones de su cara subían y bajaban casi imperceptiblemente, mientras iba llegando a nuestros oídos, desde algún rincón de la casa, y cada vez con más fuerza, el plop, toc, ffff.
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kassnake · 6 years
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            🍇 Special Dinner。 
              #WestHouse ;⊰ #WestBrothers             Flashback - 13.05.2018 ; 20: 00 hrs.            Privado - Familia Westerlund - Estocolmo
#Kas: Finalizados los trámites para su traslado a Hogwarts, el nuevo ciclo escolar empezaba con ello el inicio de una nueva etapa en su vida. ¿Hogwarts era la mejor decisión?, esa pregunta lo estaba haciendo pensar más de la cuenta, al menos los abuelos querían que se quedé en el otro colegio. Pero su alma y espíritu de rebeldía, que guardaba en secreto, le decían que debía hacer todo lo contrario a lo que ellos que ellos deseaban.
Esa era la última noche en casa, antes de partir a la nueva aventura. Mientras estaba en su habitación ultimando detalles, pues era un perfeccionista total, quería que todo estuviera bien y sin errores para su largo viaje y larga estancia fuera de casa, sentía la preocupación de compartir lugar con su hermano, siempre estaban sujetos a las comparaciones de los abuelos por las circunstancias de sus nacimientos, por parecerse tanto uno a su familia paterna y el otro a la familia materna.
La voz de su hermana menor lo interrumpió, abrió la puerta y la quedo mirando, cómo siempre con gestos burlones y con muchas ganas de molestarla. Le dijo que estaba algo despeina lo cual no era verdad, pero luego le sacudió el cabello recibiendo regaños de su parte. Mientras jugaban su madre los llamo para la cena. Sí, aquel día su madre había organizado una cena totalmente familiar y sin los abuelos.
Se sentía feliz de tener un momento así, sus platillos favoritos hacían llegar su delicioso olor hasta la habitación. Dejo ir a su hermana y se vistió rápidamente con ropa adecuada para la ocasión. Él siempre estaba acostumbrado a las formalidades de la familia y a tener que distinguir un momento de otro. Aún así, no dejaba de ser un niño colocándose los calcetines diferentes y sin importarle fue hasta el comedor para ayudar a su madre.
#Max: Era la primera vez en toda su vida, que Max y Joana, como gustaba llamar a su hermano menor, compartirían escuela y por alguna razón, eso colocaba cierta presión al mayor de los Westerlund. Desde chicos, Max se había vuelto más cercano a su familia materna, pasando largos periodos con los abuelos Bristow, por lo que siempre había estado cercano a esa mitad inglesa que le pertenecía. Kasper, por su parte, había sido tan cercano a los abuelos Westerlund que no le importaba alardear de ser su nieto favorito y que incluso en ocasiones lo hacía comportarse con cierta superioridad inexistente. Tales circunstancias habían orillado a los hermanos a optar por distintas escuelas, Max se fue desde primer año a Hogwarts, mientras su hermano había decidido asistir con orgullo a Durmstrang. Por eso era que al mayor le caía de sorpresa la decisión de su hermano de asistir a clases a Hogwarts, ahora no solo serían hermanos, sino compañeros de clase. Max sabía perfectamente bien que muchos hermanos iban juntos a la misma escuela y no pasaba nada, pero en su caso, no le resultaba cómodo, amaba a su hermano, pero todo era demasiado extraño. Para sus padres, sin embargo, nada era extraño, su mamá era feliz de que su segundo bebé fuese a asistir al mismo colegio que ella e incluso su papá lucía contento con el cambio. Esa situación a veces hacía a Max preguntarse si su padre deseaba que él mismo asistiera a Durmstrang a donde el mayor pasó su vida escolar, pero era algo que simplemente no le nacía. Todos estos pensamientos llenaban su mente mientras empacaba cuando su mamá llamó a todos a la cena. Max tardó un poco en bajar, calculando que para cuando llegara, la mesa estuviese puesta, al fin que guardaba de excusa que estaba empacando. Tal como esperaba, cuando llegó al comedor, la mesa ya estaba puesta y sus hermanos sentados, cuando pasó a lado de su hermanita, le acarició suavemente la cabeza, mientras que a su hermano, le dio un fuerte zape, recibiendo un llamado de atención de su mamá. —Ah, mamá, lo bueno es que en la escuela estaremos solos y no podrás ver si le hago daño o no. — Canturreó Max, más a broma que en serio, pero aún así, recibiendo una mirada de advertencia que le valdría para portarse bien el resto de su vida.
#Kas:  — ¡Tus calcetines! — La voz de la menor de los Westerlund y sus risas incontrolables lo hicieron entrecerrar los ojos y fruncir el ceño, aunque ella parecía estar divirtiéndose, él no estaba muy feliz de escucharla reír sin parar. Sin embargo, no decía palabra alguna porque se trataba de ella, solo por eso. Su madre también reía por lo bajo y su padre al verlo tan enfadado por eso. Igual cómo de costumbre, no se los fue a cambiar, sino que se quedo de esa forma pues la cena dentro de todo no era un compromiso extenso. Solo una velada de despedida en casa, y únicamente intima de ellos, lo cual le agradaba, sin aquellos seres extremistas que eran sus abuelos. 
Su madre había preparado tan banquete que sus labios solo podían humedecerse al paso de su lengua, anhelaba probar tales delicias, se imaginaba saboreando cada plato que llevaba a la mesa. colocando los cubiertos respectivos para los cinco miembros de su familia. Tardaron junto a su hermano solo diez minutos en completar todo y terminar de ayudar a su madre. Su hermano mayor pro su parte, parecía no haberlos escuchado pues no llegaba con ellos. Tomando asiente su mamá volvió a llamar a su hermano mayor quién hizo su real y gran aparición saludando con mucha "calidez" como de costumbre. — No te preocupes mamá, no dejaré que me haga algo. Primero ataco yo. — Murmuró convencido, aunque en el fondo dudaba de que las cosas fueran a suceder cómo las decía, frunciendo los labios al ver la mirada de su madre y escuchar a su padre, quién les pedía silencio y empezó a hablarles acerca de lo importante que era para ellos no dejar de vivir su vida estudiantil con la magia y hacer lo que sus corazones les decían. Por su parte Kasper no estaba muy convencido de eso, pues sabía que siempre tenía que hacer cosas de acuerdo a la razón. — Max .. ¿Hogwarts es muy grande cómo dice mamá?. Solo lo he visto por fotografías. — Cuestionó al mayor, luego de terminada la plática de su padre y mientras su hermana menor aprovechaba para comer su parte del banquete. Realmente esa interrogante le estaba rondando la cabeza en las últimas noches desde que se entero de su traslado y que mejor que aprovechar el momento para preguntárselo.
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peachymokka · 5 years
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Capítulo 15: Tormento
Mi amor fue sincero
Te quise de verdad A pesar de tu silencio
Yo presiento que tú volverás
💭
Quizás algo más doloroso que amar a Otabek Altin, era darse cuenta de que no amaba a Jean Jacques Leroy. Pero incluso peor que aquello, era el miedo de alejarse de él, ese canadiense que hacía sus días cálidos y le regalaba las sonrisas más hermosas. Aún después de engañarlo, aún después de comprender que no le corresponde completamente, Yuri no quería dejar a Jean.
No podía, lo necesitaba, lo quería, Jean era lo único que estaba bien en ese momento. el canadiense era perfecto, le quería, le cuidaba y le ayudaba. Por eso, Yuri decidió que Jean jamás se enteraría de lo ocurrido con Otabek, porque tal y como el kazajo había dicho, fue una confusión.
No tenía por qué darle importancia, incluso cuando le dolió, fue un simple desliz que no vale la pena contar. Aunque, claro, Yuri no sabía que alguien más le había visto salir de la habitación en casa de Víctor.
🌹
Luego de golpearse una y otra vez, Otabek finalmente dejó la casa de Víctor, encontrándose con distintas personas dormidas por todas partes. El viaje en su motocicleta solo le dejó con mayores dudas, y una vez en casa, quiso morir al ver a su padre. Se sentía mal, se sentía culpable, no podía verle a los ojos.
Desayunó junto a su familia, sin compartir palabra alguna, demasiado metido en su mente. Fueron a la iglesia, como cada domingo, y Otabek sintió un nudo en la garganta.
Por primera vez, desde que se despertó, tuvo unas inmensas ganas de llorar. Estaba cansado, sentía el peso en el pecho, quería desahogarse, podría confesarse, podría olvidar a Yuri Plisetsky, dejar ese desliz en el pasado, seguir adelante con su vida. Podría olvidar los labios de Yura, aún cuando habían sido lo más dulces que ha probado; podría ignorarle, centrarse en su último año, su novia, su familia. Pero había un problema, por el que acabó llorando sobre sus rodillas, y es que, a pesar de todo, no podía olvidar a Yuri.
Aunque haya negado sus sentimientos, aunque quiso fingir que no tenía importancia alguna, Otabek no podía siquiera pensar en dejar a Yuri Plisetsky. Porque aún cuando sabía que era incorrecto, él siguió besándolo, aún cuando sabía que era un pecado, no pudo detenerse. No quiso detenerse. Porque era Yuri, su mejor amigo, el chico que sonríe como una estrella, a quien conoce desde los doce años, de quien ha estado enamorado desde siempre.
Porque, sí, aunque quisiera negarlo, la verdad es que Otabek estaba enamorado de Yuri.
Y era doloroso, porque estaba mal, estaba mal enamorarse de otra persona cuando tienes una novia que daría todo por ti, estaba mal enamorarse de tu mejor amigo, estaba mal amar a un hombre. Pero no era su culpa, él no había elegido enamorarse de Yuri. Incluso intentó salir con chicas, intentó ignorar al rubio, dejar de lado su amistad y así olvidarse de lo que provocaba en él. Pero no pudo, y ahora no podía seguir evadiendo el tema, incluso si no estaba listo para afrontarlo.
Y quizás nunca estaría listo para afrontarlo, porque tenía miedo, miedo al rechazo por parte de todos, incluso el de Dios, ¿Estaba mal? Estar enamorado de otro hombre, compartir besos con otro hombre, ¿Había pecado en una acción tan pura? Si le preguntan a Vladimir Altin, probablemente diría que sí, sin embargo Otabek ya no estaba tan seguro.
Aún así, la culpa y el dolor parecían no irse, así como tampoco la vergüenza y el miedo ¿Estaba mal? Él se sentía mal, incorrecto, solo. Tenía miedo de que alguien se enterara, miedo de decepcionar a su familia, decepcionar a Dios, de ser apuntado por los demás, por aquellos que en ese momento le ofrecían ayuda dentro de la iglesia, preocupados por sus lágrimas.
Pudo haber reído, porque sabía que todas esas personas que intentaban ayudarle, serían los primeros en darle la espalda de saber que estaba enamorado de su mejor amigo. Incluyendo a su padre, quien estaba consternado con su comportamiento, regalándole palmaditas en la espalda, sin saber muy bien qué hacer.
¿Que haría Vladimir Altin si se entera que a su hijo le gusta un chico? ¿Que haría Vladimir Altin si se entera que su hijo durmió con un chico?
Probablemente lo mataría, o peor aún, le rechazaría, diría que es asqueroso, que está decepcionado, que no lo quiere ver nunca más.
Otabek no estaba preparado para eso.
🌹
Ese día, en la tarde, Otabek le envió un mensaje a Mila, para que se encontraran en una cafetería. Luego de reflexionar, y con todo el sentido común que tenía, se dio cuenta de que no podía seguir con ella, no después de engañarla. Estaba decidido a terminar con ella, hacerlo de la manera más amable y clara posible, para luego arreglar las cosas con Yuri, volver a ser amigos, sin novios, solo ellos dos, como cuando eran niños.
Había llegado cinco minutos antes a su cita con la pelirroja, estaba nervioso, no solo por lo que le diría a Mila, sino también por cómo iba a mejorar las cosas con Yura. Decidió escribirle un mensaje, algo simple, al menos para tantear un poco el terreno.
[17:54] Yura, quiero que hablemos, por favor, necesito que resolvamos las cosas.
[17:55] No hay nada de qué hablar, ya lo dejamos claro en la mañana.
[17:55] No, no es así, no te he dicho todo. Lo siento, solo estaba confundido, quiero aclarar las cosas, ahora que no estamos exaltados...
[17:56] Por la mierda, Otabek.
[17:56] No hay absolutamente nada que aclarar, ya me dijiste todo, eres un imbécil, me queda claro. Si ahora te quieres arrepentir, lo siento, justo ahora estoy ocupado.
[17:58] ¿Ocupado en qué? Joder, solo te pido un segundo, no puedes terminar con nuestra amistad así como así sin escucharme, Yuri.
[17:58] No, no me importa. Estoy con mi novio, ¿Podrías dejar de molestar? Ya has hecho bastante, gracias.
[17:58] ¿Con Jean? No puedes estar con él.
[17:59] Jódete.
¿Estaba con Leroy? Era extraño, en la mañana Yuri se había visto demasiado afectado, dijo que no podría ver al canadiense, ¿Y ahora estaba con él como si nada? No solo era demasiado extraño, sino que dañaba su orgullo, porque él creía que Yura le amaba, que al igual que él, terminaría con su pareja, porque es lo correcto, ¿No?
Siendo honestos, ahora ya no estaba tan seguro de terminar con Mila. Y tampoco tuvo mucho tiempo de decidirlo, porque en cuanto dejó su teléfono en el bolsillo de su pantalón, la pelirroja apreció frente a él, tan hermosa como siempre.
— Hey, ¿Qué tal la resaca?
De tan solo ver a su novia sonriéndole con gracia, Otabek perdió toda intensión de terminar con ella. Le devolvió la sonrisa a la vez que se ponía de pie, tomando su cintura para dejar un beso en su frente, convenciéndose de que estaba haciendo lo correcto.
— Vámonos de aquí, no sabes cuanto te extrañaba.
🌹
No era la primera vez que OTabek y Yuri se distanciaban o peleaban, de hecho, ya les había pasado un montón de veces. Sus amigos casi ni se preocupaban por ese tipo de cosas, porque en poco tiempo, Altin y Plisetsky volvían a ser los de siempre. Ahora, sin embargo, no parecía ser así. Era lunes, la hora del almuerzo, y el ambiente estaba algo tenso.
Otabek estaba sentado junto a Mila, sosteniendo su mano sobre la mesa, escuchando como sus amigos hablaban de distintas cosas. Yuri llegó minutos después junto a Jean, saludando a todos con un asentimiento, fijando sus ojos en el kazajo. Como nunca, Yuri pasó de largo con Otabek y se sentó al otro extremo de la mesa, junto a Jean y Yuuko.
Cualquiera que conociera lo suficiente al par de amigos, sabría que algo andaba mal entre ellos. Víctor, por ejemplo, tardó solo un par de segundos en darse cuenta de que había un problema, pues en cuanto Yuri compartió un beso con Leroy, Otabek se levantó con la excusa de ir a hablar con Chris. La mayoría se desconcertó con su comportamiento, mas Víctor sabía perfectamente lo que le ocurría al kazajo, y estaba listo para restregárselo en el rostro, como el buen amigo que era.
Se despidió de Yuuri con un beso y se fue, anunciando que también debía hablar con Chris, acerca del hockey. Encontró a Otabek en las mesas de afuera, jugando con su teléfono, y decidió acercarse para recordarle que era un idiota.
— ¿Qué hiciste ahora, Otabaka?
— No estoy de humor, Víctor. — Otabek deja su teléfono, recostándose sobre la mesa. Nikiforov sonríe, apoyándose sobre su amigo.
— Otabek, vamos, ¿Me dirás cómo la cagaste ahora? Debe ser algo terrible, es decir, hasta a mí me dolió esa mirada de odio que te envió Yurio.
— No le gusta que le digan Yurio.— El moreno murmuró quedo desde su escondite, haciendo reír a Víctor.
— Okay, ¿Me vas a decir? Quiero ayudarte, porque siento lástima por ti, ser tan idiota como para hacer enojar a tu mejor amigo cada dos semanas debe ser muy complicado. O peor aún, ser tan idiota como para no darte cuenta de que te gusta tu mejor amigo, eso si que es triste.
Otabek se levanta de golpe, viendo la sonrisa burlona de Víctor. Altin deja escapar un suspiro cansado, volviendo a ocultar su rostro.
— ¿Puedes guardarme ese secreto?
— Beka, déjame decirte que eso era un secreto solo para ti.
🌹
Jean y Yuri estaban en la casa del menor, en su habitación, siendo más precisos. Leroy iba a enseñarle funciones, a la vez que aprovecharía el tiempo con él, llenándole de besos cuando Nikolai no estuviera cerca. Yuri reía como un niño haciendo una travesura, viendo con diversión cómo Jean agudizaba su oído, tratando de descubrir si su abuelo estaba cerca o no, para luego sonreír y repartir besos por el rostro de su novio, desde sus mejillas hasta los labios, quedándose ahí por unos largos segundos.
Jean sostenía sus mejillas con delicadeza, a la vez que arreglaba sus cabellos y sus labios se unían una y otra vez, en un ritmo calmado y suave, a penas rozándose en ocasiones, hasta que podían oír como Nikolai se aclaraba la garganta, y ambos se separaban avergonzados.
Yuri estaba feliz, le gustaban los momentos con Jean, hablar de todo y nada, tomarse de las manos, abrazarse en el sofá, ocultarse de su abuelo para compartir besos. Era lindo, así como demasiado perfecto y algo falso.
Aún cuando fue él quien le pidió a Otabek que se alejara, extrañaba demasiado al kazajo, porque nadie podría jamás ser un reemplazo para su mejor amigo. Se conocían lo suficiente como para estar en un silencio cómodo la mayoría del tiempo, sabían sus gustos, podía leer las expresiones serias del moreno, sabía cuando había ocurrido algo en su casa, cuando lo mejor era no hablar del tema.
Siendo honestos, Yuri pensó que acabarían juntos. En su inocente mente, cuando tenía trece años y comenzaba a sentir cosas por su amigo, tuvo la ilusión de ser el novio de Otabek Altin, ¿Cómo sería todo si Beka fuese distinto? Quizás ahora estaría besando al kazajo en vez de a Jean.
Pero no valía la pena pensar en eso, menos cuando estaba con su novio, quien no podía ignorar el celular del rubio, alertando la llegada de mensajes nuevos. Yuri solo le lanzó una mirada al aparato, sabiendo de quién se trataba.
— ¿No vas a contestar?— Jean repartía caricias flojas en sus piernas, sin llegar más lejos. Yuri le sonreía.
— No es importante, no te preocupes.
— Kitten, no sé qué ocurre entre tú y Otabek, pero de verdad espero que solucionen sus problemas pronto. No me gusta verte triste, además se nota que eres importante para él, así como él para ti, no deberían pelearse por tonteras.
Yuri sintió su pecho oprimirse, no pudo formular una oración coherente, por lo que solo se recostó sobre Jean, sintiéndose la peor persona del mundo.
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you-moveme-kurt · 7 years
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Glee «The most reflexive Halloween of all time» Part II
Octubre de 2039
-¿Ahora «Papáblen»? —pregunto tomándose la cabeza. -Ahora… mientras esperamos que llegue la cena… ¿que tal si vas a dejar tus cosas y luego hacemos la llamada? -Sí… —dijo partiendo con la ruma de libros entre sus manos tal y como había llegado desde la cocina, Blaine sonrió y lo miro hasta que desapareció por la puerta, luego se se dio media vuelta hacia su esposo y se encontró frente a frente con él, tan cerca que sus narices casi chocaron entre si. -¿¡Genética y calvicie!?... —exclamo Kurt sin terminar de creer lo que había dicho su pequeño hijo, Blaine soltó un par de groserías al verse sorprendido y luego se tomo el pecho en señal de susto, su esposo hizo otro gesto dr vuelta como si estuviera exagerando y se volvió a sentar en el sofá con una mano ene mentón y otra en su cabello. -¿Me vas a decir que te molesto lo que dijo Noah? -¡Obvio que si!... ¿en qué estaba pensando?7 -Pues considerando que tiene cuatro años y medio… no creo que en mucho —Kurt resoplo un poco de aire y nego con la cabeza— ¿que se supone y significa eso? —agregó acercándose. -Sabes bien que Noah es más inteligente que todos en esta casa y si dijo eso, fue por lo que pensó, lo averiguo y después lo repitió. -Kurt, aún no sabe ni leer y bien escuchaste que su razón se la dijo Liverpool, que tiene solo un año más que él… —agregó Blaine sentándose a su lado.
-Aun asi… —respondió Kurt levantándose en el instante que el trasero de su esposo se posó sobre los cojines. -Aun así que… —repitió Blaine suspirando, como si buscara paciencia en el aire que lo rodeaba, -Aun asi no debio decirlo… ¿que cree?, ¿que su Padre quedara calvo antes de los cuarenta? -Tienes 47 Kurt… -¿Que?... ¿perdiste el don de cómo animarme o que?... ¿por qué me dices eso? -Porque es la verdad.. —dijo Blaine riendo, se acercó a el y trato de abrazarlo, Kurt se cruzó de brazos y se dio media vuelta con harto dramatismo— Ok… —añadió tragándose la risa, lo rodeo y se paró en frente, su esposo desvió la mirada levantando su ceja inquisidora— retiro lo dicho, pero agregare que tienes el mejor y más abundante cabello de la familia, después de Lizzie claro esta, y si en cien años más llegas a perder alguno que otro de estos pelos, igual seguirás siendo el mas sexy y el más guapo de todos los hombres del mundo... —Kurt lo miro bien ceñudo y guardo un par de segundos de silencio antes de responder. -Di mas cosas como esa… -Ok… creo también... ¿esperas a alguien?... —pregunto al sentir que llamaban a la puerta. -No… ¿tu? -Tampoco… —contestó apartándose. -¿Y quién podrá ser? -Pues si no abrimos, no lo sabremos nunca… —dijo Blaine caminando hacia la entrada— tal vez es Lizzie que olvidó sus llaves… —agregó gesticulando obviedad con sus manos. -¿Por qué no me extraña eso?... —se auto pregunto siguiéndolo a la distancia. Mientras Blaine miraba por el «peaphole», Kurt se paró frente al espejo del recibidor, se arregló el cabello e hizo un par de gestos positivos con sus manos, como si fuera su propio «coach» motivacional de estilo y cabellera. -¡¿Burt?!... —exclamó al ver que era su suegro el que estaba parado en la puerta— ¡¿y esta sorpresa?!— añadió abriendo la puerta. -¿Que?... ¿mi Papá? —dijo Kurt acercándose a la puerta— ¿que hacen aqui?... —pregunto feliz— un momento, ¿pasó algo? —agregó abriendo sus manos. -Nada pasó… —respondió Burt entrando luego de palmotear bien palmoteada la espalda de su yerno— ¿no puede tu padre venir a la gran manzana solo por placer? —dijo saludándolo. -No… —contestó Kurt mirándolo con suspicacia divertida. -Pues es lo que paso… ¿verdad Carol? -Así es… —dijo esta saludando a Blaine primero y a su hijastro después— surgió un viaje y lo tomamos— añadió sonriendo. -No les creo nada… -Cree lo que quieras, ¿estan mis nietos? —pregunto Burt entrando del todo. -Solo Noah, Lizzie esta en casa de una amiga… ¿no tiene equipaje? —quiso saber Blaine mirando hacia el ascensor. -No, vinimos por el día… esta ciudad acepta eso y mas.. —respondió Carol de lo más entusiasmada. -Ahora menos les creo que vinieron solo a pasear… ¿te sientes bien? —dijo mirando a su Papá de arriba a abajo. -Claro que me siento bien… ¿qué pasa contigo?, vinimos a lo que explique… —dijo Burt quitándose el gorro con visera y la chaqueta. -No has explicado nada… —advirtió Kurt tomando todo. -Ya explique... además vine a saber de Anderson… ¿no tenías que ir a un control por lo de tu corazón? —dijo sin terminar de satisfacer la curiosidad de su hijo. -Si y esta todo bien… tengo que volver a fin de año pero el doctor me aseguro que no había de qué preocuparse… —contesto Blaine recibiendo el abrigo y cartera de Carol. -¡Excelentes noticias entonces! —exclamó dándole un golpe en un hombro— cuéntanos todo… —añadió Burt abrazando al esposo de su hijo para partir así con él hacia la sala, Kurt se les quedo viendo sin dejar de pensar que su Papá le ocultaba información sobre algo importante.
-¿Donde se están quedando?... —pregunto Kurt llegando hasta donde estaban todos. -Ya te dijimos que vinimos y nos vamos… no necesitas quedarte en ninguna para para eso… ¿verdad Carol? -Así es… nuestro vuelo de vuelta sale en 3 horas… —respondió mirando su reloj. -Vaya si esta pagando bien la reparación de autos en Lima por estos días, en el tiempo en que yo estaba por ahí, nunca hubo presupuesto para una excentricidad así… —dijo Kurt sentándose en el brazo del sillón que ocupaba su esposo, Burt y Carol se miraron de reojo un par de segundos, tiempo suficiente para que Kurt se diera cuenta y diera un respingo de sorpresa acto seguido. -¿Que demonios fue eso?... —preguntó señalando a ambos. -¿Que cosa?... -Ustedes… se miraron como ocultando algo… ¿los viste Blaine?... -Bueno yo… -¡Deja de ser tan paranoico!... —exclamó Burt soltando una carcajada, Kurt alzó sus brazos como si se diera por vencido y se fue a la cocina a por café y galletas para todos— ¡mejor cuentame si ya tienen listo lo del dia de Accion de gracias!... ¡Kurt!... —añadió sin que su hijo le hiciera caso, Blaine sonrió un poco incómodo y carraspeo para cambiar de tema. -Tus padres te envían saludos cariño… —se adelantó en decir Carol advirtiendo aquel fastidio. -¿Han tenido oportunidad de verlos? -Siempre los vemos y te advierto que de un tiempo a esta parte cada vez que nos cruzamos con ellos, lo único que hace tu Mamá es hablar del desfile ese famoso, ¿cierto Carol? -Es verdad, creo que es lo más ama Pam de New York… —contestó esta riendo a la par con su esposo. -Eso ha sido desde siempre… cuando era pequeño veía la transmisión de la NBC… y me obligaba a mi a verla por cierto —recordó Blaine señalandose a si mismo. -¡Estas bromeando!, Kurt hacía lo mismo conmigo, tuve que instalar cable y todo para no se lo perdiera… es más, una vez hubo un corte general de luz o de la señal, no me acuerdo, pero te juro y llamó a todas las compañías existentes... -¿En serio?... —dijo Blaine sonriendo por la ternura que le provocaba imaginar a su esposo con el teléfono en la oreja y reclamando contra todos. -Mucho… -Que divertido… y con respecto a lo de este año, Kurt aun no me dice nada de lo que tiene planeado, pero estoy mas que seguro que ya lo tiene listo en su cabeza, y ahora estamos más enfocados en Halloween más que otra cosa... -Carol tiene una idea de un disfraz sexy… —dijo Burt señando a su esposa. -¡Oye! —exclamó esta dandole un par de piquetes en el estómago. -¿Abuelo Burt Hummel, Abuela Carol Hudson- Hummel?... ¿son ustedes acaso? —dijo Noah llegando a la sala, se paró cerca del piano y se tomo la cabeza en señal de sorpresa máxima. -¡Pero si es mi nieto! —exclamó Burt levantándose de inmediato, caminó hacia él haciendo una especie de baile divertido que fue seguido por Noah al instante, luego lo tomó en sus brazos y le dio tres vueltas completas. -¡Ay pero que niño mas lindo!... ¡estas cada vez mas lindo!, ¿no es así? —agregó Carol llenando de besos al pequeño recién llegado, Blaine sonrió y pasó por el lado de todos advirtiendo que iría a ayudar a Kurt con lo del café.
-Dime por favor que a ti si te dijeron que es lo que esta sucediendo... —dijo Kurt como primera cosa al ver aparecer a su esposo en la cocina. -No me han dicho nada… —contestó Blaine levantando sus manos en señal de inocencia— solo me dijeron que una vez, tú las emprendiste con todas las compañías porque no pudiste ver la transmisión de NBC en «Thanksgiving», ¿es verdad? —agregó tomando una de las bandejas más grandes desde uno de los aparadores. -Por supuesto que es verdad… nunca he tolerado al incompetencia, menos cuando afecta mis intereses… —dijo señalando a su esposo con una de las cuchillas diminutas y extra elaboradas. -Claro… —agregó Blaine abriendo la heladera. -¿Seguro y no me ocultas información? -No te estoy ocultando nada… y ya deberías de dejar de pensar que todos ocultan algo, te estás poniendo un poco… -Si me dices paranoico al igual que lo hizo tu suegro, te juro y esos pasteles terminaran sobre ti en vez de en las bocas de nuestras visitas. -¿Que?... ¿y por qué la tomas conmigo ahora? -No la tomo contigo, es solo que somos un matrimonio extra bien avenido y como tal deberíamos tener complicidad en este tipo de cosas. -¿Y eso significa? —pregunto Blaine abriendo la caja de pastelillos. -Que deberías de estar averiguando lo que mi progenitor y su esposa me estan ocultando. -¡Pero si no estan ocultando nada!... todos se han encargado de decirtelo... -Por lo tanto si crees que soy paranoico... -No iba a decir eso… iba a decir más bien… obseso… -¡Es lo mismo!... ¿sabe sque?... —dijo moviendo sus manos como si borrara algo escrito en el aire— se que mi Papá y Carol me ocultan algo y cuando lo descubra… y lo descubriré… dire «ja» y te lo dije… todo en tu cara Blaine Anderson-Hummel...—sentencio Kurto ordenando cuatro tazas sobre la bandeja. -Ok… estare esperando ese momento… mientras tanto agrega un vaso con leche, que Noah esta en la sala —dijo disponiendo un par de docenas de los pequeños pasteles en un plato de dos pisos, Kurt hizo un par de gestos de burla infantil y siguió disponiendo todo para el café, incluida la leche especial de su pequeño hijo, Blaine sonrió por lo bajo y le dio un par de besos antes de tomar la bandeja y volver a la sala, se paró en la puerta y la sujeto con su cuerpo— espera… —añadió parándose delante. -¿Que? —contestó su esposo mirando hacia atrás por sobre su hombro. -Acércate… tienes algo… -¿Algo?, ¿donde? —pregunto Kurt aproximándose a su esposo. -Aqui… —respondio dandole un beso— sonrie… acabo de besarte… —añadió coqueto. -Engreido… y esto no es algo que se arregle con tus labios… —dijo Kurt sonriendo de todas formas— solo espera por ese «ja» —sentencio señalandolo con cafetera y todo.
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