#el gigante que aprendió a susurrar
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acaixadeimaginacao · 1 month ago
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Cuentos en luz negra: taller paso a paso gratuito
Suelo recibir mensajes de vosotros pidiéndome explicaciones de cómo hago mis talleres con cuentos en la luz negra. Por ello he decidido crear un taller paso a paso, que os compartiré con gusto. Solo tenéis que rellenar el formulario al final de esta publicación que os lo haré llegar en pdf por correo electrónico. El taller utiliza como cuento mi nuevo álbum ilustrado El Gigante que Aprendió a…
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cxrvusv · 5 years ago
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OC!Hogwarts: Un patronus cálido.
Shin era un gran mago para tener apenas 15 años. Era de los mejores de la clase y todos sus maestros, hasta los más difíciles, apreciaban sus habilidades mágicas. Era una de las joyas de Slytherin y nadie podía decir lo contrario, pues había pruebas y ninguna duda al respecto. Sin embargo, y a pesar de ser muy bueno, había algo que jamás había logrado hacer.
Un hechizo que jamás había salido de su varita.
Estaba de pie a mitad del Bosque Prohibido, aunque sin internarse demasiado, pues prefería evitar a los centauros y a las arañas gigantes. Se había quitado su túnica y la había dejado colgada en la rama de un árbol, junto a su mochila y su bufanda verde con líneas plateadas. Era invierno, pero, en ese momento, Shin no sentía el frio. Tenía los ojos cerrados y sujetaba su varita con firmeza. Tomaba pequeñas respiraciones, concentrándose en el latido de su corazón. Bum, bum, bum. Busco en su memoria, deslizándose por cada rincón con una gracia envidiable. Trataba de encontrar el recuerdo indicado, aquel que le funcionaria. Y entonces creyó tener algo. Sus parpados se alzaron y ahora tenía la vista del bosque. Levanto su varita y lucho contra el temblor que quería dominar sus manos.  
Abrió ligeramente los labios, solo lo suficiente para susurrar:
—Expecto patronum.  
«Vamos, vamos, vamos. Aparece. Aparece, por favor».
Volvió a concentrarse en el recuerdo más feliz que encontró. Lo reprodujo en su mente con total detalle e intento otra vez. Expecto patronum. Pero no pasó nada. El bosque seguía tranquilo y su varita seguía alzada, pero no precia tener la intención de hacer brotar esa luz plateada que tanto ansiaba.  
Nada.
Nada.
Paso toda la tarde intentándolo, pero nada paso. Frustrado, tomo sus cosas y se encamino hacia el castillo, a la hora exacta para la cena. Se sentó en la mesa de Slytherin, en una de las orillas y ceno sin mucho ánimo. De hecho, ni siquiera termino, dejo comida en el plato y simplemente se fue hacia los dormitorios de su casa. Se puso la pijama y se recostó, dejando que el frio aire del invierno entrara por la ventana.  
Mañana seria otro día.  
                                                      (…)  
Al día siguiente, cuando las clases terminaron, Shin volvió al bosque. Intento hacer un patronus nuevamente, usando incluso otro recuerdo, uno que creía sería más poderoso. Pero nada paso. Nada. Nada. Nada. ¿Cómo podía ser uno de los mejores magos de su clase si no era capaz de hacer un patronus? ¿Cómo podía ser heredero de la familia Ibara si no era capaz de hacer ese hechizo ancestral, uno que toda su familia aprendió a dominar?  
Era patético.  
Pasaron semanas y él seguía asistiendo al bosque, con la mínima esperanza de que lograría conseguir el hechizo. Pero era en vano. Simplemente no lo conseguía. Comenzaba a molestarse.
—Agh, a la mierda. —Murmuró después de horas de intentos fallidos. Pateo una porción de tierra y se dio la vuelta, colocándose la túnica de vuelta y tomando su mochila.  
Giro sobre sus talones y comenzó a caminar hacia la salida del bosque, por el sendero que había descubierto cuando empezó sus prácticas y por el cual era casi imposible que alguna autoridad escolar lo viera. Todo estaba en silencio y él solo podía pensar en que ya se había saltado la cena, por lo que tendría que entrar a las cocinas y pedirles a los elfos domésticos al menos un trozo de pastel de calabaza. Aunque, en realidad, no tenía mucha hambre. Solo quería estar solo.
—¡Carajo, suéltame!  
Pero claro que últimamente no obtenía lo que quería.  
El grito venia de otra parte del bosque, no muy profundo. Sin pensarlo mucho, se dirigió al lugar de donde provenía la voz, pasando entra árboles y matorrales hasta llegar a una especie de claro, salvo que estaba lleno de plantas de diferentes tipos. Ahí, en medio de esas plantas, se encontró con una mancha rosa que se movía como loca. Al acercarse un poco más, noto que era cabello y que la voz que gritaba era de un chico.
—¡Suéltame, con una mierda! —chillaba el chico, retorciéndose en el piso y estirando los brazos hacia su derecha, como si intentara alcanzar algo.  
Cuando Shin se acercó lo suficiente se dio cuenta de lo que pasaba. El chico de cabello rosa había quedado atrapado en una planta de lazo del diablo, la cual se aferraba a sus piernas. Y el chico se estiraba hacia la derecha porque su varita se encontraba ahí, fuera de su alcance. No podría hacer nada sin ella, pues el sol ya se había ocultado.  
Camino hasta quedar a un lado del chico y saco su varita de los pliegues de su túnica, apuntando hacia la planta.  
—Lumos solem —dijo claramente, lanzando un rayo de luz dorada de su varita hacia la planta, que se retorció y por fin soltó las piernas del chico. Volvió a guardar su varita y se acercó a él. —¿Estas bien?  
—Sí, sí, gracias por ayudarme —dijo el de cabello rosa, poniéndose de pie y tomando su varita. —Habría estado en serios problemas si no hubieras aparecido. Gracias, otra vez.  
Shin lo vio pasar las manos por su túnica, quitando la tierra y los trozos de césped y hojas secas. Notó entonces que era de Ravenclaw.  
—No es nada. —Señalo a sus espaldas, en dirección al castillo. —Voy a volver, eh... nos vemos.
—Oh, te acompaño.
Los dos chicos comenzaron a caminar en dirección al castillo en completo silencio. La luna ya había aparecido y lo único audible eran unos cuantos grillos, así como sus pisadas en el césped. En los planes de Shin no estaba el toparse con un extraño a mitad del bosque y aunque una parte de él tenía curiosidad sobre que hacia ese chico a esas horas en el Bosque Prohibido y, además, terminando en esa situación, decidió no preguntar. No era para tanto.
Cuando llegaron a la puerta, Shin giro a verlo.
—Bueno, aquí nos separamos —dijo Shin, con voz tensa y solo deseando ir a las cocinas de una vez. —Nos vemos... eh...
—Andrew —dijo el de cabello rosa, ofreciéndole la mano. Shin la tomo.
—Shin.  
Andrew dio una media sonrisa, escueta y únicamente cordial y se dio la vuelta para perderse en dirección a la Torre Ravenclaw. Shin lo miro alejarse para después cumplir con su palabra, bajando a las cocinas.  
                                                    (…)
Por unas semanas, Shin decidió dejar el encantamiento patronus por la paz, pensando que quizás solo necesitaba descansar. Sí, descansar de tanto fracaso. Se la había pasado en la biblioteca, estudiando todo lo que podía acerca de encantamientos ancestrales, pero realmente no encontraba nada que no supiera ya. Estaba alcanzando un nivel de estrés impresionante. Cerro el libro que tenía sobre la mesa y bufó por lo bajo. Su mirada se pasó por la biblioteca, en busca de alguna distracción. Y en medio de tantas cabezas castañas y rubias, se encontró con un singular color rosa.  
Alzo las cejas. Bueno, no tenía nada que perder.
Se puso de pie entonces y camino hasta la mesa de Andrew. El joven en cuestión se encontraba leyendo un libro de herbología, tomando apuntes y comiendo una rana de chocolate. Con cuidado y sin realmente querer perturbarlo —no mucho, al menos —, se sentó frente a él. Pasaron un par de segundos antes de que Andrew también alzara la vista y se topara con los inusuales ojos de Shin.  
—Hola, Andrew.  
—… hola, Shin.
—Entonces... —Shin tomo uno de los libros cerrados que había en la mesa, también de herbología, y lo hojeo —te gusta la herbología. Eso explica porque te encontré como te encontré la vez pasada.  
El rostro de Andrew se deformo en una mueca, pero no lucia incómodo. Miro a Shin y le quito el libro de las manos, suavemente y sin parecer grosero, volviéndolo a dejar sobre la mesa.  
—Sí, bueno... me gusta la herbología —confirmo, encogiéndose de hombros. —La otra noche fui a investigar algunas especies en el Bosque Prohibido, pero no me di cuenta de cuando se hizo de noche y al final terminé atrapado por el Lazo del Diablo. Otra vez, gracias por haberme salvado.  
—Ni lo menciones. —Shin le restó importancia con el movimiento de su mano. —Eres de Ravenclaw, ¿no? —el de pelo rosa asintió. Y Shin tuvo una idea. Los de Ravenclaw eran inteligentes, ¿verdad? —Oye, eh... ¿Qué sabes de encantamientos ancestrales?
Paso el resto de la tarde en compañía de Andrew, buscando información y relatos sobre los encantamientos ancestrales y como podían conseguirse. Quizás no avanzo en cuanto a la práctica, pero al menos aprendió cosas del patronus. Además, Andrew era una sorprendente buena compañía. Se despidieron cuando fue la hora de la cena, caminando cada quien a la mesa de su correspondiente casa. Y a mitad de la cena, Shin se sorprendió buscando la mata de cabello rosa en la mesa de Ravenclaw.
Al día siguiente, Shin volvió al Bosque Prohibido para intentar, otra vez, un patronus. Lo que no espero, era que se encontraría con Andrew en el camino, revisando y tomando muestras de algunas plantas. Al final, se olvidó de su práctica y termino uniéndose al de cabello rosa y ojos verdes. Y, de nuevo, cuando cayó la noche, se despidieron en la entrada.  
Shin encontraba en Andrew alguien interesante, sin duda. El chico representaba muy bien el orgullo de su casa, sin embargo, no contaba con esa arrogancia que tenían la mayoría de Ravenclaws, lo que hacía más fácil estar a su lado. Para cuando se dio cuenta, pasaba casi todas sus tardes con Andrew y ya no solo al Bosque Prohibido, a veces, cuando el clima lo permitía, iban juntos al Lago Negro a tomar el sol y nadar en la zona sin peligros. También se encontraban en los jardines del castillo y compartían dulces y algunas anécdotas de sus vidas. Se abrieron poco a poco. Y eso le gustaba.  
—No puedo creer lo mal que se te da volar en escoba —dijo Shin, una tarde que caminaban de regreso al castillo tras un tranquilo vuelo por los terrenos de la escuela.
—Perdón por ser esta persona —rio en respuesta, empujando ligeramente a Shin.  
—Estas perdonado —los dos rieron. —Al menos sigues siendo un genio en herbología y pociones, Andrew.
—… Andy.
—¿Perdón?  
Shin giro a mirar a su compañero. Tenía un brillo especial en la mirada y le estaba obsequiando una gran sonrisa. La más bonita que jamás había visto.  
—Puedes llamarme Andy.  
Shin, al entender el significado tras esas palabras, también sonrió.
—De acuerdo, Andy.
Esa noche, mientras el heredero a la casa Ibara intentaba conciliar el sueño, se dio cuenta de muchas cosas. Numero uno: Andy era pésimo volando en escoba. Numero dos: Le gustaba el cosquilleo en sus labios cada vez que decía Andy. Número tres: Le gustaría llevar a Andy a Honeydukes por una gran ración de dulces. Número cuatro: Andy se colaba constantemente en sus pensamientos. Y número cinco: Su corazón se sentía cálido y fuera de control cada vez que estaba a su lado.  
Y cuando cerró los ojos, con esas nuevas revelaciones rondando en su cabeza, no se sorprendió cuando un par de brillantes esmeraldas aparecieron en sus sueños.  
Fue de nueva cuenta en invierno, cuando comenzaron las vacaciones de Navidad, que la idea de probar otra vez el patronus llego a la mente de Shin. Lo pensó después de que despidió a Andy en la puerta de la escuela, pues el chico iría a casa a pasar las fiestas. Intercambiaron regalos y se sonrieron con cariño. Shin recuerda su corazón brincar cuando Andy rio ante una tontería que había dicho. Al final compartieron un cálido abrazo que se quedó con Shin por mucho tiempo, descongelando sus extremidades y dando cosquillas calurosas a su corazón.  
Cuando la escuela quedo casi vacía, él se colocó su túnica, sus guantes y su bufanda para después, con cuidado de no ser descubierto, irse al Bosque Prohibido. Llego al prado en el que conoció a Andy, atrapado en el Lazo del Diablo. El lugar estaba cubierto de nieve y brillaba con los pocos rayos de luz que lograban llegar.  
Se puso de pie a mitad del prado. Tomo una ligera respiración y cerró los ojos. Alzo su varita y, esta vez, no hizo falta buscar en su memoria. Ya lo sabía.  
Pensó en Andy.
Pensó en la mirada emocionada de Andy cada vez que hablaba de las nuevas plantas mágicas y muggles que había descubierto.
Pensó en sus tardes compartiendo dulces y anécdotas.
Pensó en la tarde que volaron en escoba y Andy casi se estrella en el sauce boxeador.
Pensó en las noches que se escabullían cuando alguno no podía dormir, ocultándose en la Sala de Menesteres para hablar o leer juntos hasta que el sol hacia su acto de aparición.
Pensó en la bella sonrisa de Andy.
Pensó en cómo sus manos encajaban a la perfección, incluso si había sido por accidente.
Pensó en el abrazo de compartieron y en la cálida sensación que lo había golpeado por completo.
Pensó en Andy y lo hizo de tal manera que sonreír fue inevitable.  
Entonces, solo susurro, aun con los ojos cerrados.
—Expecto patronum.  
Espero un par de segundos antes de abrir los ojos, pero cuando lo hizo, casi se cae de bruces al suelo. Frente a él estaba una serpiente de luz plateada y azul, con estelas a su alrededor. La serpiente le miraba directamente y comenzó a moverse a su alrededor, reptando por su brazo. Y a pesar de ser una serpiente, Shin no se sintió en peligro. Era cálida. La serpiente era cálida.
Sin darse cuenta —o sin importarle, realmente — lágrimas de emoción caían por sus mejillas. Estaba feliz. Muy feliz. Y solo podía pensar en cuanto deseaba de Andy volviera para enseñarle lo que había conseguido.
                                                         ---
Dos en un día~
No pregunten- escribir de este AU me saca de bloqueos qleros (?) ademas, escribir esto me puso muy softo porque este paR SON MUY SOFT <3 (Shin y Andy no son mis personajes, al igual que Joyce y Rasmus, pertenecen a Ami sjsks)
Ah~ el tema del patronus va muy bien para temas angst o comfort xd
Bueno, espero les haya gustado uwu
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acaixadeimaginacao · 2 months ago
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Lanzamiento libro: El Gigante que aprendió a susurrar
El GIGANTE QUE APRENDIÓ A SUSURRAR, mi nuevo libro ya está disponible en España. Acaba de ser publicado por Batidora Ediciones en un formato muy bonito, en tapa dura, con texto en mayúsculas. El cuento tiene ilustraciones de la ilustradora brasileña Luana Chinaglia. Hasta el 16 de noviembre puedes comprarlo utilizando el código de descuento que te dejo abajo. Lee toda la entrada para descobrir…
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