#desproporción
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No porque es literal uno de esos dibujos de nene chiquito que tiene los brazos re largos
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Para inspirar un encuentro entre Milena y Miosotis se plantean un "control de tráfico".
Ambas llaman la atención por sus llamativos y exagerados escotes, Milena como conductora y Miosotis controlando el tráfico como policia.
La cara de sorpresa de Milena es espectacular, ante la posibilidad de una multa, y más con una policia tan imponente como Miosotis.
En esta situación cualquier gesto, como un cacheo, una posición forzada esta llena de imágenes muy llamativas en ambas.
Miosotis permite admirar el traje de policia, corto y escotado, típico de zonas caribeñas, y Milena, sus típicos vaqueros con una camisa atada, dejando a la vista su vientre y sus pechos. La expresión de Milena es sorprendente cuando la policia explora el lateral de sus pechos.
En otras ocasiones será Milena quien se ponga el uniforme de policia, el mismo que llevaba Miosotis, corto, mismo eslogan y escotado. Por el cuerpo y estilo de Milena, a ella le es más llamativo y elegante.
O incluso de policia fetichista, en cuero, y fusta.
Y esta misma situación de control policial, se presentará en otras ocasiones, siempre muy espectacular.
También Miosotis tratará el estilo policial para otras sesiones, como aquí, con un vestido corto, escotado, sus esposas y pistola.
Gracias a sus grandes pechos, incluso más grandes que los de MIlena, es muy llamativa, prominentes, y sobresaliendo por ese escote. También en ella destaca su delgadez en comparación con sus enormes y desproporcionados senos.
Y como era de esperar, la desproporción es muy evidente entre sus pechos y sus sujetadores, incapaces de hacer su función.
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(...) En el mundo lírico, cada momento debe consumar una alianza indefinible entre lo sensible y lo significativo. De ello resulta que la composición es, en cierto modo, continua, y no hay más tiempo para ella que el de la ejecución. No existe un tiempo para el «fondo» y otro para la «forma», y la composición, en este género, no solo se opone al desorden y a la desproporción, sino a la descomposición. Si el sentido y el sonido (o el fondo y la forma) pueden disociarse fácilmente, el poema se descompone.
— El cementerio marino, Paul Valéry.
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UN SEÑOR MUY VIEJO CON UNAS ALAS ENORMES
Gabriel García Márquez
Al tercer día de lluvia habían matado tantos cangrejos dentro de la casa, que Pelayo tuvo que atravesar su patio anegado para tirarlos al mar, pues el niño recién nacido había pasado la noche con calenturas y se pensaba que era causa de la pestilencia. El mundo estaba triste desde el martes. El cielo y el mar eran una misma cosa de ceniza, y las arenas de la playa, que en marzo fulguraban como polvo de lumbre, se habían convertido en un caldo de lodo y mariscos podridos. La luz era tan mansa al mediodía, que cuando Pelayo regresaba a la casa después de haber tirado los cangrejos, le costó trabajo ver qué era lo que se movía y se quejaba en el fondo del patio. Tuvo que acercarse mucho para descubrir que era un hombre viejo, que estaba tumbado boca abajo en el lodazal, y a pesar de sus grandes esfuerzos no podía levantarse, porque se lo impedían sus enormes alas.
Asustado por aquella pesadilla, Pelayo corrió en busca de Elisenda, su mujer, que estaba poniéndole compresas al niño enfermo, y la llevó hasta el fondo del patio. Ambos observaron el cuerpo caído con un callado estupor. Estaba vestido como un trapero. Le quedaban apenas unas hilachas descoloridas en el cráneo pelado y muy pocos dientes en la boca, y su lastimosa condición de bisabuelo ensopado lo había desprovisto de toda grandeza. Sus alas de gallinazo grande, sucias y medio desplumadas, estaban encalladas para siempre en el lodazal. Tanto lo observaron, y con tanta atención, que Pelayo y Elisenda se sobrepusieron muy pronto del asombro y acabaron por encontrarlo familiar. Entonces se atrevieron a hablarle, y él les contestó en un dialecto incomprensible pero con una buena voz de navegante. Fue así como pasaron por alto el inconveniente de las alas, y concluyeron con muy buen juicio que era un náufrago solitario de alguna nave extranjera abatida por el temporal. Sin embargo, llamaron para que lo viera a una vecina que sabía todas las cosas de la vida y la muerte, y a ella le bastó con una mirada para sacarlos del error.
— Es un ángel –les dijo—. Seguro que venía por el niño, pero el pobre está tan viejo que lo ha tumbado la lluvia.
Al día siguiente todo el mundo sabía que en casa de Pelayo tenían cautivo un ángel de carne y hueso. Contra el criterio de la vecina sabia, para quien los ángeles de estos tiempos eran sobrevivientes fugitivos de una conspiración celestial, no habían tenido corazón para matarlo a palos. Pelayo estuvo vigilándolo toda la tarde desde la cocina, armado con un garrote de alguacil, y antes de acostarse lo sacó a rastras del lodazal y lo encerró con las gallinas en el gallinero alumbrado. A media noche, cuando terminó la lluvia, Pelayo y Elisenda seguían matando cangrejos. Poco después el niño despertó sin fiebre y con deseos de comer. Entonces se sintieron magnánimos y decidieron poner al ángel en una balsa con agua dulce y provisiones para tres días, y abandonarlo a su suerte en altamar. Pero cuando salieron al patio con las primeras luces, encontraron a todo el vecindario frente al gallinero, retozando con el ángel sin la menor devoción y echándole cosas de comer por los huecos de las alambradas, como si no fuera una criatura sobrenatural sino un animal de circo.
El padre Gonzaga llegó antes de las siete alarmado por la desproporción de la noticia. A esa hora ya habían acudido curiosos menos frívolos que los del amanecer, y habían hecho toda clase de conjeturas sobre el porvenir del cautivo. Los más simples pensaban que sería nombrado alcalde del mundo. Otros, de espíritu más áspero, suponían que sería ascendido a general de cinco estrellas para que ganara todas las guerras. Algunos visionarios esperaban que fuera conservado como semental para implantar en la tierra una estirpe de hombres alados y sabios que se hicieran cargo del Universo. Pero el padre Gonzaga, antes de ser cura, había sido leñador macizo. Asomado a las alambradas repasó un instante su catecismo, y todavía pidió que le abrieran la puerta para examinar de cerca de aquel varón de lástima que más parecía una enorme gallina decrépita entre las gallinas absortas. Estaba echado en un rincón, secándose al sol las alas extendidas, entre las cáscaras de fruta y las sobras de desayunos que le habían tirado los madrugadores. Ajeno a las impertinencias del mundo, apenas si levantó sus ojos de anticuario y murmuró algo en su dialecto cuando el padre Gonzaga entró en el gallinero y le dio los buenos días en latín. El párroco tuvo la primera sospecha de impostura al comprobar que no entendía la lengua de Dios ni sabía saludar a sus ministros. Luego observó que visto de cerca resultaba demasiado humano: tenía un insoportable olor de intemperie, el revés de las alas sembrado de algas parasitarias y las plumas mayores maltratadas por vientos terrestres, y nada de su naturaleza miserable estaba de acuerdo con la egregia dignidad de los ángeles. Entonces abandonó el gallinero, y con un breve sermón previno a los curiosos contra los riesgos de la ingenuidad. Les recordó que el demonio tenía la mala costumbre de recurrir a artificios de carnaval para confundir a los incautos. Argumentó que si las alas no eran el elemento esencial para determinar las diferencias entre un gavilán y un aeroplano, mucho menos podían serlo para reconocer a los ángeles. Sin embargo, prometió escribir una carta a su obispo, para que éste escribiera otra al Sumo Pontífice, de modo que el veredicto final viniera de los tribunales más altos.
Su prudencia cayó en corazones estériles. La noticia del ángel cautivo se divulgó con tanta rapidez, que al cabo de pocas horas había en el patio un alboroto de mercado, y tuvieron que llevar la tropa con bayonetas para espantar el tumulto que ya estaba a punto de tumbar la casa. Elisenda, con el espinazo torcido de tanto barrer basura de feria, tuvo entonces la buena idea de tapiar el patio y cobrar cinco centavos por la entrada para ver al ángel.
Vinieron curiosos hasta de la Martinica. Vino una feria ambulante con un acróbata volador, que pasó zumbando varias veces por encima de la muchedumbre, pero nadie le hizo caso porque sus alas no eran de ángel sino de murciélago sideral. Vinieron en busca de salud los enfermos más desdichados del Caribe: una pobre mujer que desde niña estaba contando los latidos de su corazón y ya no le alcanzaban los números, un jamaicano que no podía dormir porque lo atormentaba el ruido de las estrellas, un sonámbulo que se levantaba de noche a deshacer dormido las cosas que había hecho despierto, y muchos otros de menor gravedad. En medio de aquel desorden de naufragio que hacía temblar la tierra, Pelayo y Elisenda estaban felices de cansancio, porque en menos de una semana atiborraron de plata los dormitorios, y todavía la fila de peregrinos que esperaban su turno para entrar llegaba hasta el otro lado del horizonte.
El ángel era el único que no participaba de su propio acontecimiento. El tiempo se le iba buscando acomodo en su nido prestado, aturdido por el calor de infierno de las lámparas de aceite y las velas de sacrificio que le arrimaban a las alambradas. Al principio trataron de que comiera cristales de alcanfor, que, de acuerdo con la sabiduría de la vecina sabia, era el alimento específico de los ángeles. Pero él los despreciaba, como despreció sin probarlos los almuerzos papales que le llevaban los penitentes, y nunca se supo si fue por ángel o por viejo que terminó comiendo nada más que papillas de berenjena. Su única virtud sobrenatural parecía ser la paciencia. Sobre todo en los primeros tiempos, cuando le picoteaban las gallinas en busca de los parásitos estelares que proliferaban en sus alas, y los baldados le arrancaban plumas para tocarse con ellas sus defectos, y hasta los más piadosos le tiraban piedras tratando de que se levantara para verlo de cuerpo entero. La única vez que consiguieron alterarlo fue cuando le abrasaron el costado con un hierro de marcar novillos, porque llevaba tantas horas de estar inmóvil que lo creyeron muerto. Despertó sobresaltado, despotricando en lengua hermética y con los ojos en lágrimas, y dio un par de aletazos que provocaron un remolino de estiércol de gallinero y polvo lunar, y un ventarrón de pánico que no parecía de este mundo. Aunque muchos creyeron que su reacción no había sido de rabia sino de dolor, desde entonces se cuidaron de no molestarlo, porque la mayoría entendió que su pasividad no era la de un héroe en uso de buen retiro sino la de un cataclismo en reposo.
El padre Gonzaga se enfrentó a la frivolidad de la muchedumbre con fórmulas de inspiración doméstica, mientras le llegaba un juicio terminante sobre la naturaleza del cautivo. Pero el correo de Roma había perdido la noción de la urgencia. El tiempo se les iba en averiguar si el convicto tenía ombligo, si su dialecto tenía algo que ver con el arameo, si podía caber muchas veces en la punta de un alfiler, o si no sería simplemente un noruego con alas. Aquellas cartas de parsimonia habrían ido y venido hasta el fin de los siglos, si un acontecimiento providencial no hubiera puesto término a las tribulaciones del párroco.
Sucedió que por esos días, entre muchas otras atracciones de las ferias errantes del Caribe, llevaron al pueblo el espectáculo triste de la mujer que se había convertido en araña por desobedecer a sus padres. La entrada para verla no sólo costaba menos que la entrada para ver al ángel, sino que permitían hacerle toda clase de preguntas sobre su absurda condición, y examinarla al derecho y al revés, de modo que nadie pusiera en duda la verdad del horror. Era una tarántula espantosa del tamaño de un carnero y con la cabeza de una doncella triste. Pero lo más desgarrador no era su figura de disparate, sino la sincera aflicción con que contaba los pormenores de su desgracia: siendo casi una niña se había escapado de la casa de sus padres para ir a un baile, y cuando regresaba por el bosque después de haber bailado toda la noche sin permiso, un trueno pavoroso abrió el cielo en dos mitades, y por aquella grieta salió el relámpago de azufre que la convirtió en araña. Su único alimento eran las bolitas de carne molida que las almas caritativas quisieran echarle en la boca. Semejante espectáculo, cargado de tanta verdad humana y de tan temible escarmiento, tenía que derrotar sin proponérselo al de un ángel despectivo que apenas si se dignaba mirar a los mortales. Además los escasos milagros que se le atribuían al ángel revelaban un cierto desorden mental, como el del ciego que no recobró la visión pero le salieron tres dientes nuevos, y el del paralítico que no pudo andar pero estuvo a punto de ganarse la lotería, y el del leproso a quien le nacieron girasoles en las heridas. Aquellos milagros de consolación que más bien parecían entretenimientos de burla, habían quebrantado ya la reputación del ángel cuando la mujer convertida en araña terminó de aniquilarla. Fue así como el padre Gonzaga se curó para siempre del insomnio, y el patio de Pelayo volvió a quedar tan solitario como en los tiempos en que llovió tres días y los cangrejos caminaban por los dormitorios.
Los dueños de la casa no tuvieron nada que lamentar. Con el dinero recaudado construyeron una mansión de dos plantas, con balcones y jardines, y con sardineles muy altos para que no se metieran los cangrejos del invierno, y con barras de hierro en las ventanas para que no se metieran los ángeles. Pelayo estableció además un criadero de conejos muy cerca del pueblo y renunció para siempre a su mal empleo de alguacil, y Elisenda se compró unas zapatillas satinadas de tacones altos y muchos vestidos de seda tornasol, de los que usaban las señoras más codiciadas en los domingos de aquellos tiempos. El gallinero fue lo único que no mereció atención. Si alguna vez lo lavaron con creolina y quemaron las lágrimas de mirra en su interior, no fue por hacerle honor al ángel, sino por conjurar la pestilencia de muladar que ya andaba como un fantasma por todas partes y estaba volviendo vieja la casa nueva. Al principio, cuando el niño aprendió a caminar, se cuidaron de que no estuviera cerca del gallinero. Pero luego se fueron olvidando del temor y acostumbrándose a la peste, y antes de que el niño mudara los dientes se había metido a jugar dentro del gallinero, cuyas alambradas podridas se caían a pedazos. El ángel no fue menos displicente con él que con el resto de los mortales, pero soportaba las infamias más ingeniosas con una mansedumbre de perro sin ilusiones. Ambos contrajeron la varicela al mismo tiempo. El médico que atendió al niño no resistió la tentación de auscultar al ángel, y encontró tantos soplos en el corazón y tantos ruidos en los riñones, que no le pareció posible que estuviera vivo. Lo que más le asombró, sin embargo, fue la lógica de sus alas. Resultaban tan naturales en aquel organismo completamente humano, que no podía entender por qué no las tenían también los otros hombres.
Cuando el niño fue a la escuela, hacía mucho tiempo que el sol y la lluvia habían desbaratado el gallinero. El ángel andaba arrastrándose por acá y por allá como un moribundo sin dueño. Lo sacaban a escobazos de un dormitorio y un momento después lo encontraban en la cocina. Parecía estar en tantos lugares al mismo tiempo, que llegaron a pensar que se desdoblaba, que se repetía a sí mismo por toda la casa, y la exasperada Elisenda gritaba fuera de quicio que era una desgracia vivir en aquel infierno lleno de ángeles. Apenas si podía comer, sus ojos de anticuario se le habían vuelto tan turbios que andaba tropezando con los horcones, y ya no le quedaban sino las cánulas peladas de las últimas plumas. Pelayo le echó encima una manta y le hizo la caridad de dejarlo dormir en el cobertizo, y sólo entonces advirtieron que pasaba la noche con calenturas delirantes en trabalenguas de noruego viejo. Fue esa una de las pocas veces en que se alarmaron, porque pensaban que se iba a morir, y ni siquiera la vecina sabia había podido decirles qué se hacía con los ángeles muertos.
Sin embargo, no sólo sobrevivió a su peor invierno, sino que pareció mejor con los primeros soles. Se quedó inmóvil muchos días en el rincón más apartado del patio, donde nadie lo viera, y a principios de diciembre empezaron a nacerle en las alas unas plumas grandes y duras, plumas de pajarraco viejo, que más bien parecían un nuevo percance de la decrepitud. Pero él debía conocer la razón de estos cambios, porque se cuidaba muy bien de que nadie los notara, y de que nadie oyera las canciones de navegantes que a veces cantaba bajo las estrellas. Una mañana, Elisenda estaba cortando rebanadas de cebolla para el almuerzo, cuando un viento que parecía de alta mar se metió en la cocina. Entonces se asomó por la ventana, y sorprendió al ángel en las primeras tentativas del vuelo. Eran tan torpes, que abrió con las uñas un surco de arado en las hortalizas y estuvo a punto de desbaratar el cobertizo con aquellos aletazos indignos que resbalaban en la luz y no encontraban asidero en el aire. Pero logró ganar altura. Elisenda exhaló un suspiro de descanso, por ella y por él, cuando lo vio pasar por encima de las últimas casas, sustentándose de cualquier modo con un azaroso aleteo de buitre senil. Siguió viéndolo hasta cuando acabó de cortar la cebolla, y siguió viéndolo hasta cuando ya no era posible que lo pudiera ver, porque entonces ya no era un estorbo en su vida, sino un punto imaginario en el horizonte del mar.
Vía Poesía Onírica
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Capítulo 24: El rumor tras la muralla
El frío de la mañana despierta sus músculos y ayuda mantenerlo atento a las guardias que comienzan a relevarse en cada acceso del fuerte, pero incluso en medio de ese ajetreo la figura dominante y orgullosa del hijo de la Gran Khan destaca por su presencia imponente. Nada en sí mismo se ha dejado al azar, desde las botas con punta de hierro hasta los colores sutiles que se esconden en sus ropas. Sus pensamientos, ideales y aspiraciones deben seguir una única línea y representar aquella que visión que sólo un descendiente de la Diosa Eutuken puede dictar, incluyendo uno que ha nacido alfa.
Mientras cruza el enorme arco de piedras del castillo, los soldados hacen una pequeña reverencia y quienes poseen mayor rango detienen sus pasos para saludarlo directamente con un apretón de manos. Katsuki se toma su tiempo para conservar su talante con la misma firmeza e imparcialidad mientras confirma la asistencia de los generales a una de las tantas reuniones que presidirá su padre, ahora que la comisión de recaudación de impuestos partirá en un lapso de 2 días.
Sin embargo, esta vez conserva cierta distancia y concluye las conversaciones mucho más rápido que antes debido a un solo problema. El olor de Izuku. El omega que todos tienen prohibido, incluyéndolo, persiste en las ropas que esconde dentro de un bolso y aunque se preocupó de hacer un barrido con piel de Manul para evitar sospechas, todavía tiene que ser cuidadoso.
Sus últimos pasos en el interior del castillo se desvían estratégicamente hacia los aposentos que tomó como propios, luego de que se desvelara por tres noches consecutivas en la encuadernación y traducción de los pocos libros que disponía la biblioteca del castillo. Allí está la mesa de trabajo repleta de materiales y los libros que su padre revisa con gran detalle y severidad, pero también guarda dos o tres mudas de ropa y sobre todo tiene oculta armas en caso de que alguien decida tomar como debilidad su descanso entre estas frías paredes.
Últimamente ha comenzado a resentir el hecho de dormir tanto tiempo alejado de su manada, pero tampoco los invitaría a quedarse aquí con él. Si bien es cierto que el castillo tiene un encanto majestuoso que le recuerdan a las ciudades abovedadas del sur, algo en la forma de sus arcos, contrafuertes y techos lo hace sentir como si estuviera sepultado bajo la tierra. La soledad impregna cada espacio de los largos pasillos de piedra y es especialmente cruenta en las noches cuando ni siquiera las enormes lámparas colgantes son insuficientes para eliminar las sombras que se arrinconan en cada esquina.
La luz de la mañana es un alivio para todos quienes rondan ahora por el fuerte, pero es apenas una esperanza de quienes todavía no se habitúan a vivir lejos de las pieles que protegen sus yurtas. Katsuki está convencido de que no son sólo sus aprensiones por la estabilidad de una arquitectura que no entiende del todo, o la sensación de amenaza injustificada por la caída de alguna de las piezas que conforman estos arcos engalanados, sino precisamente todo aquello que todavía no conocen.
Aquello que se admira y respeta de estas construcciones se ensombrecen con… secretos. Allí donde la inquietante desproporción de sus cuartos, salas y recovecos acusa la falsedad de sus murallas. Le ha tomado un tiempo, pero Katsuki sabe que este castillo esconde mucho más que el pasadizo de las mazmorras y, por ende, se ha tomado como misión personal encontrar cada trampa y puerta escondida. Hasta ahora los esclavos solo han delatado tres pasadizos, dos de los cuales, conectan el salón de la torre del homenaje con la cocina y la biblioteca, sin embargo, sospecha que otro mes más en las mazmorras será suficiente para que hablen de los que todavía faltan por descubrir.
Pero no sólo le interesa conocer cualquier vía de escape o trampa que un espía pueda querer usar en su contra a futuro, sino el hecho de que todo el castillo está lleno de ratas. Son una plaga pestilente, inquietante y tremendamente inteligente que evade trampas e incluso los ojos de los cientos de soldados que recorren los pasillos del castillo. A veces ni siquiera dejan huellas en las despensas a tal punto que podría pensarse que ya fueron erradicadas, más su presencia siempre regresa con la forma de un rumor agudo y amortiguado, despertando soldados y manteniendo atentos a los guardias que hacen sus rondas cada noche.
Quizás su presencia no sería tan inquietante si el eco del castillo no resonara tan fuerte con el más mínimo sonido de su rasqueteo, al mismo tiempo que las voces de los soldados o las propias pisadas de Katsuki se amortiguan con la piedra…Una incongruencia que no se puede explicar hasta que se vive
De pronto, todo su instinto despierta como un león agraviado, alertado por un ruido abrazador e impropio. Es un estruendo grave, oscuro, como una marea furiosa que hace vibrar las murallas, desestabilizando los cimientos mientras hilos de polvo se desprenden de las grietas en el techo. Cada chillido y aullido se mezcla en tantos tonos diferentes que se asemejan a una piara de voces ininteligibles, pero a la vez muy familiar. Con la mandíbula tensa, casi puede sentir el alud pasar entre sus piernas con fuerza, las ve rasguñar la piel de sus botas, acaparando todo su temple como una prueba al valor. Su piel se eriza al tiempo que la mano diestra se aferra contra la empuñadura en el mismo momento en que el sonido cruje y abalanza sobre su cabeza, asfixiándolo.
El rumor promete agitación, enfermedad y es frío como las ventiscas de la estepa, con sombras espesas como el barro de los pantanos, y, sin embargo, toda esa emoción rastrera se consume rápidamente con el calor de su sangre caliente. La fuerza de la ira bulle bajo la piel de sus manos mientras retira media espada, pero justo en el mismo momento en que el filo refleja el haz del fuego de las antorchas, el rumor oscuro de las malditas alimañas mengua hasta desaparecer mientras se pierden por alguno de esos recovecos desconocidos…
—¡Hermano! — llama alguien y Katsuki se sobre salta. Su pecho duele de forma extraña, pero Kirishima no le da tiempo para responder o pensar en el rumor tras las murallas mientras cruza una esquina del pasillo, apareciendo como un fantasma rojo. Su rostro refleja preocupación y luego alivio justo antes de arrojarle un chaleco y una camisa limpia a la cara. — Como no te encontré arriba, supuse que estabas ocupado con alguien, así que tomé esto de tus cosas…— murmura con precaución, tomando el bolso de Katsuki. Pero mientras dice esas palabras comienza a dudar de que Katsuki se haya apareado anoche tras encontrar el desorden en el cuarto y oír un par de rumores. Su piel luce más pálida que de costumbre, tiene ojeras y mientras se cambia la camisa, nota como el sudor se acumula en su cuello. Luce enfermo o más bien sobre exigido.
—Estuve ocupado hasta hace unas horas, pero no creo que se repita— responde Katsuki, para que Kirishima llene los espacios en blanco y la conversación se dé por terminada. Tienen un código y Katsuki se vale de esa regla para evitar revelar sus intenciones por cortejar a Izuku. No es el momento.
—Están todos abajo en la cocina, adelántate. Yo iré a dejar esto por ti —dice apuntando hacia el pasillo que tienen detrás y Katsuki simplemente se va sin burlarse o quejarse. Preocupado, Eijiro se queda observando la espalda de Katsuki, frunciendo el ceño cuando es testigo del momento exacto en que el hombre regresa la espada a su funda sin soltar el mango. Quiere decir algo, pero supone que ya podrá hacerlo más tarde, así que afianza su agarre sobre el bolso de Katsuki y toma rumbo hacia sus aposentos.
Allí la oscuridad del cuarto detiene sus pasos, el alba apenas se asoma a través de la ventana, con la forma de una espada que atraviesa toda la estancia. Es demasiado estéril para su gusto, carece de protección espiritual y es tan fría como solitaria. Rápidamente cuelga la capa en un clavo situado en la muralla, luego toma el bolso y puede ver cómo hay vello áspero sobresaliendo a través de la tela y con curiosidad vierte todo el contenido del bolso sobre la cama, encontrando la piel de manul y un pañuelo que huele exactamente como el Omega esmeralda.
Sus manos sueltan las prendas casi instantáneamente, mientras la preocupación inicial se ennegrece con algo más.
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En la mesa de la cocina, Mei está sentada al medio con una taza de leche de cabra caliente y una variedad de quesos, carne, frutas secas y carnosas. Tenya se sienta a mano derecha, con el rosto serio y concentrado en el libro que se niega a soltar. Frente a ellos Fumikage, Sero y Ochako charlan brevemente mientras comienzan el desayuno. Cualquiera que pase por ahí pensará que es sólo una comida de manada, más nada de eso es espontáneo.
Tenya mueve las manos con impaciencia por debajo de la mesa, como único signo de ansiedad y Mei tiene una daga escondida en cada pierna y en su cinturón en caso de que los rumores más ridículos sobre el hijo Bakugo resulten ser ciertos. Katsuki por su parte toma un plato para tomar algo de cada cosa mientras se interpone a propósito entre ellos para alcanzar algo de queso. Luego toma asiento junto a Fumikage y comienza a comer una vez que Kirishima recupera su lugar en la cabecera, junto a Mashirao que descansa la cabeza sobre la mesa.
—Tengo demasiado sueño— se queja Mashirao de pronto, mientras mueve los hombros adoloridos.
No es nada preocupante, pero en la mesa se forma un tenso silencio, interrumpido apenas por el sonido de la comida y los últimos soldados que pasan por ahí para llevarse una porción del desayuno antes de iniciar su guardia. Sólo es cuestión de tiempo antes de que el primero de ellos anuncie por qué acepto reunirse aquí y ahora.
—Supongo que los ejercicios se han extendido demasiado—dice, de pronto, Tenya mirando brevemente a Ojiro. El otro tarda en comprender que ese mensaje era para él, entonces, se incorpora con lentitud mientras que todos en la mesa dejan de comer para observar a Tenya y su Beta.
—No más que de costumbre, pero Mashirao insiste en estar presente en cada ejercicio— responde Fumikage.
—Es que siento que antes entrenaba todo el tiempo y ahora todo me cansa…Además, Mina sigue cuidando de su cachorro y sin ella, esa es la única forma que tenemos de acercarnos hacia los omegas que no aún no han tomado una decisión— repuso Mashirao, recargándose en el hombro de Eijiro. — Nuestra mayor ventaja sigue siendo aquellos que han peleado con nosotros, que saben cómo funciona nuestra manada en tanto la situación con los omegas apareados no se resuelva…
Ésta última declaración en realidad es un tanteo sobre las aguas que están cruzando en este punto. La próxima temporada estival será definitoria para la floreciente tribu del éste, se elegirá a un nuevo Khal tras 20 años desde que Mitsuki presidiera el cargo. Será la reunión más grande de los hijos del este en décadas.
—Creo que algo entiendo de eso, y puede que este libro aporte con nuevas ideas— responde Tenya, pero lo que parecía un marcapáginas hecho de piel esconde una cinta de tela impregnada con la esencia natural de Tenya. —Mei no estaba segura, pero quiero ser parte de sus trabajos. En realidad, no me importa compartir este u otro libro, en especial con otros omegas y los que haga falta—
Mientras Tenya habla, su nerviosismo nunca se va, pero tampoco lo domina por completo, sino que es una especie de motivación. Ahí, mientras los mira directo a los ojos pueden ver cada sombra, cada miedo y la resolución que hierve con el fuego de la ira contenida, apenas oculta por un duelo que sigue sin resolver. Era necesario preguntar por qué, sin embargo, tanto Katsuki como Fumikage supieron que eso no tenía la menor relevancia ahora en tanto no supieran cual era el secreto que había volcado de esa forma la lealtad de este omega.
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Izuku va tarde nuevamente a casa, pero por una razón diferente. Antes de irse, su jefe Shinso le ofreció unas monedas extras si ayudaba a descubrir los túmulos maduros de las afueras del bosque y el respondió atándose su pañuelo al rostro. Ahora, cada rincón de su cuerpo huele a humo, pero su mente está plagada de conocimientos. El carbón es importante para los viajes y los hornos de los artesanos, también sirven para preparar minerales con un tipo de magia llamada alquimia.
A medida que se interna en el mercado, va limpiándose las manos sucias sobre la tela de la ropa, mientras comprueba que son cada vez menos la cantidad de personas que llenan los locales, centrando toda la atención de los vendedores en él.
De pronto un hombre le pregunta si le interesa un saco entero de merma con legumbres surtidas, e Izuku lo compra tras revisar que no estén mohosas o agusanadas. Cuando se haya libre bosteza adolorido mientras observa los demás puestos del alrededor, pero tal parece que no tiene suficiente dinero para comprar nada más. Cerca de la estatua de los dioses algunos nómadas bostezan de aburrimiento y en medio de eso, un hombre mayor se encorva sobre un puesto de forma lúgubre. Su cabello rubio luce reseco y cubre sus facciones oscureciendo su rostro de forma intimidante pese al cuerpo delgado y enfermizo. Aquellos profundos ojos azules miran en su dirección con un brillo de reconocimiento y, entonces, un destello de recuerdos llega a la memoria de Izuku al mismo tiempo que la piel de su espalda hormiguea y una sensación semejante al miedo se anida en su pecho y vientre.
Se conocieron ese terrible día, pero este hombre no es Goto aquel beta rubio, grande y musculoso que lo vigila por las calles, sino el nómade curioso que los siguió para escuchar su historia, pero los recuerdos del castigo ensombrecen todo lo que recuerda sobre ese día ¿Tiene que saludar? Debería, los nómades machos son increíblemente impredecibles y puedes ofenderlos con facilidad, pero por más que piensa y el tiempo pasa, no logra decir una sola palabra.
Izuku sabe que dijo su nombre, recuerda el momento exacto en que lo hizo, justo antes de montar el caballo blanco, pero su nombre yace sepultado bajo sus memorias. Preocupado rasca la tela de sus pantalones y antes de que pueda seguir haciendo caldo de cabeza, el hombre le da la espalda para continuar con su camino sin el menor atisbo de ira u ofensa. En realidad, parece más concentrado en nivelar su bolso repleto de cosas, al mismo tiempo que con la otra mano sostiene la jaula de una gallina.
Los píes de Izuku se mueven solos cuando un libro y un chaleco que se deslizan entre todas las cosas que lleva el hombre y entonces, cuando le devuelve lo perdido, conoce su sonrisa que aunque fina y de inicio titubeante esfuma todo el miedo que sintió antes. Alto o no, su olor no es invasivo y su aspecto visto de cerca parece más cansado que otra cosa.
—Eres un muchacho amable—murmura el nómade pestañeado rápido cuando Izuku toma todo lo que puede para ayudarlo. —Soy Toshinori de nuevo. —dice tras notar el leve titubeo en el otro.
Los ojos de Izuku se abren todavía más y sus mejillas se colorean con vergüenza—Lo siento mucho, ¡no recordé su nombre! aunque creo que ha sido mucho tiempo desde la última vez y no creo haberlo visto antes por aquí…Soy Izuku—responde atropelladamente, hundiéndose en su puesto, pero lejos de molestarse Toshinori aguarda pacientemente mientras el omega termina de ordenar sus pensamientos.
—Es verdad, no salgo mucho, aunque se puede decir que me escapé—confiesa. —Como puedes ver mi salud no me acompaña, pero ya no soportaba más tiempo sin hacer estas cosas por mí mismo. —dice e Izuku asiente torpemente, distraído en sus pensamientos pues ¿Qué hace falta para que un hombre se vea así? La vida de los nómades es dura, pero parece que es peor para unos que para otros. —
—Es mucho papel —murmura Izuku y Toshinori sonríe resignado sin responder nada por un tiempo, como si esa fuera una respuesta dif��cil o coompleja.
—Son para historias de tu gente, hace falta mucho para tomar nota de los detalles aunque últimamente se ha vuelto tedioso…
—¿Historias? Ah, es cierto ¿Tiene que ir lejos? — pregunta Izuku alternativamente al notar el intercambio de miradas de un par de nómades cuando los ven pasar, pero estas sólo son miradas de curiosidad contenida.
Toshinori frunce ligeramente el ceño ante el nerviosismo de Izuku, de pronto parece que el chico está arrepentido de ir con él, más cuando cruzan el umbral del pueblo y los techos humeantes de las yurtas se vislumbran a lo lejos, sus pasos nunca se detienen, en cambio su espalda se endereza con decisión, dejando en claro que sí lo acompañará hasta allá.
—No te preocupes sólo están curiosos—murmura gravemente y Izuku asiente mientras una de sus manos se afianza a su cinturón. El mayor nota la forma en que la nariz del omega se ensancha al captar los aromas intrusivos de ahí y la pequeña dilatación de sus ojos, pero su olor vivaz apenas deja entrever que hay detrás de su preocupación.
Izuku rara vez pasa cerca de esta parte del fuerte no solo porque es donde Masaru trabaja organizando el campamento sino porque aquí también viven los omegas apareados. Le preocupa saber que piensan ahora de él, pero, así como las miradas se detienen sobre ellos, todos se apartan de su camino en cuanto el suave olor de Toshinori los alcanza. No hay una orden tácita ahí, pero este hombre impone respeto por sí mismo.[AÁ1]
—Las historias que mencioné antes, son mi trabajo más reciente— dice de pronto Toshinori, mirándolo de reojo. — Todos…tus compañeros, tienen la oportunidad de hablar en los círculos de reeducación, yo estoy ayudando a escribir los cuentos tradicionales de la región, hasta ahora todos han hablado de bestias que atacan viajeros y espectros del bosque, pero siento que los relatos no tienen mucha creatividad…
Y aunque esa conversación pasajera sólo busca llenar el silencio del viaje. Toda la atención de Izuku se vuelca sobre el hombre, curioso y hasta un poco ofendido. Las calles del mercado se llenaban con la magia de los charlatanes. Hombres vistosos que ocupaban las plazas y estatuas con cantos, rimas e historias sobre los malos espíritus que habitan los bosques. Los monjes entonan canticos sobre leyendas pasadas y las glorias del ejercito viejo… Todo mundo conocía cada detalle de las guerras libradas por el reino y las familias se reúnen a menudo para beber leche caliente endulzada con miel antes de contar sus historias… aunque de nueva cuenta, esto podría ser otra rareza Midoriya…Quizás los demás tampoco tenían derecho a participar y lo entiende, el mismo no tenía permitido mezclarse con todos los demás cuando los charlatanes hacían de las suyas, pero sí había sido partícipe activo de todas las demás, su infancia está plagada de esos recuerdos…
—Yo no los culpo, sólo los charlatanes contaban más cuentos que mi abuela…A menudo las historias venían con intentos por vender productos extravagantes, así que no es apropiado quedarse a escucharlos, caminar solos entre alfas y Betas está prohibido—murmura, cayendo en cuenta de que quizás por eso los otros trabajadores de las caballerizas lo evitan, a lo mejor no están acostumbrados a trabajar con un omega, pero así como esa idea vino la desechó. últimamente tenía una sospecha muy clara sobre la clase de cosas que esos tontos comentaban en el trabajo.
Toshinori ríe de buena gana tras escucharlo, tomando atención sobre el tono de voz usado en la palabra “apropiado”. — Prohibido, prohibido, ustedes no dejan de repetirlo—farfulla entre dientes el hombre mayor, curioso por saber cómo es que entonces Izuku conoce de las fanfarrias de los charlatanes. —Tal parece que sabes muy bien como vadear tantas reglas.
La sonrisa de Izuku se torna tímida y avergonzada, pero de igual forma le cuenta como le enseñó a Kota a escabullirse entre las piernas de los pueblerinos para oír las historias mientras Izuku lo esperaba en el puesto con verduras para escuchar su versión— A veces cambia de lugar con la mujer del lechero, porque su puesto estaba más cerca así que, mmm, podía escucharlos, pero no era muy seguido ¡En serio! a mi padre no le agradaba esa mujer así que no siempre me dejaba…
Toshinori tararea una respuesta condescendiente mientras imagina hombres vestidos de forma extravagante vendiendo bulos a la gente por una moneda. Lo más parecido que conoce a esto son las compañías gitanas, nómades de otra era, que renunciaron a sus apellidos para vivir una vida efímera y placentera. Pero pronto no queda tiempo para sumergirse en sus recuerdos, su yurta se vislumbra junto con su estandarte, una bandera azul engalanada con franjas rojas llamativas.
—Bueno, muchas gracias por acompañarme. Esta es mi casa, pero te dejo ir. Tienes cara de estar cansado…aunque me gustaría saber algo—pide Toshinori en cuanto Izuku deposita el bolso y la jaula en el suelo de la entrada
—Oh, no es problema, aunque si debo regresar pronto. —se apresura a decir Izuku, intuyendo exactamente lo siguiente que preguntará el hombre.
—Entiendo, pero sería bueno escuchar más sobre los famosos “Charlatanes”, no se mencionan a menudo, aunque tienen una reputación interesante ¿Sería mucho pedir que vinieras más tarde, otro día quizá? —pregunta con una sonrisa
—No estoy seguro de poder decir algo nuevo a los demás, pero podría hacer el intento—responde Izuku.
—Muchas gracias muchacho, buen día—murmura el hombre despreocupadamente e Izuku se apresura en salir de ahí.
De pronto tuvo un presentimiento y quizás no haya forma de saber cuáles son las historias que los otros omegas conocen. En su pueblo, las cosas eran diferentes por alguna razón, allí los cuentos e inventos de los charlatanes eran una entretención amable para los campesinos, a veces escandalosa por las bromas y el lenguaje pícaro, sin embargo, había historias que ningún charlatán se atrevería contar o deformar. Cuentos que vivirían dormidos dentro de la mente de los ancianos como la archira en invierno, aguardando el momento preciso para ser contadas lejos de oídos indiscretos o padres conservadores.
Siempre se preguntó por qué existían cuentos prohibidos que no pueden ser olvidados. En casa esa eran sus historias favoritas y su abuela tenía una forma única de contar esas historias. De niño pensaba que había una magia antigua e imperecedera en su voz porque bastaba sólo ese momento para que esos cuentos se enraizaran en su mente, implacables al tiempo...
Antes de darse cuenta esta vuelta, Kota salta sobre su lugar en cuanto ve a Izuku llegar, pero no llora tal y como lo hizo la última vez. Su rostro se contiene entre animado y ansioso cuando sus brazos lo rodean para respirar su olor infantil. Dentro del granero, el lecho yace liso y atiborrado de mantas, pero incluso esa pisca de hogar resulta suficiente para ayudarlo a relajar sus músculos y a pensar con más claridad.
Sabe exactamente que pasara ahora o pronto. Lo entretendrán cada vez más para acercarse a su cachorro porque no puede evitar dejarlo solo. Hay una lucha interna en su cabeza cada vez que ese miedo asalta su mente, pero es un problema que debe resolver ahora.
Los ojos negros de Kota lo observan fijamente mientras sus manos se encuentran en una caricia que los consuela a ambos. Y mientras comen algo se da cuenta que son el mundo del otro, pero que eso cambiará. Kota podría hacer algo más que sólo jugar por los alrededores del granero y si eso pasa las consecuencias podrían ser demasiado caras.
Pero como pueden sobrevivir sin enseñarle a mentir ¿Se puede retrasar la verdad?
De pronto, su mente e instinto se enfrentan revolviendo sus entrañas. Una parte de él se resiste, quiere criarlo tal y como hicieron con él con la esperanza de que se parezca a su padre, pero otra parte de él, más iracunda, con voz propia, grave y desesperante, recrimina cada una de sus decisiones…quizás si no hubiera dejado atrás a Kora, su caballo, hubieran podido escapar, quizás si hubieran tomado el camino principal ahora serían tres ¿Habría podido ayudar a su padre, si no hubiera huido?
Los ojos negros de Kota se llenan de preocupación cuando el olor de Izuku se torna ácido baja las colchas. Su madre encoge las piernas, con los ojos cerrados, como si quisiera esconderse más del mundo, hasta que fuerza una larga exhalación, murmurando un basta severo y casi iracundo antes de acomodarse en el nido.
Había olvidado quitarse la daga del fajín. Los ojos de Kota siguen cada movimiento de su madre, observando con curiosidad la daga que rápidamente se esconde debajo de la almohada. —Es lo que te dio Inasa…A mí me dio otro durazno después.
Izuku se ríe cuando lo escucha, pero, aunque es cierto que es su regalo, Inasa no estuvo en su mente cuando la guardó, sino en Katsuki y sus advertencias o más bien los regaños y gritos frustrados cuando no entendía sus instrucciones. Además, pronto entendió que esa no había sido una lección de defensa ni un entrenamiento sino una guía de supervivencia “Eres tan pequeño… y tienes razón en tener miedo” dijo mientras empujaba sus piernas y torso en una postura más estable, “porque un día serás tú o ellos” sentenció y luego le enseño el punto exacto donde debía apuntar, hígado, cuello, riñón y corazón “pero ser pequeño no es igual a ser débil, tu mejor oportunidad será cuando te subestimen…La sorpresa es tu mejor defensa”
Quizás no tienen que mentir sino elegir el momento perfecto, mientras sigue descubriendo por qué quieren que ceda por la paz…
—¿Quieres escuchar una historia?
—No…¿Y si mejor dormimos? Hace sueño—dice Kota hundiéndose en su pecho.
Izuku acaricia los mechones de cabello riendo bajo, casi rendido al llamado de atención. Pero, todo esto no era más que el sentimiento de satisfacción que produce un estómago lleno y la seguridad de un techo que los aísla de los ruidos que provocan los betas nómades en sus faenas.
Entre sus brazos Kota levanta la cabeza y lo mira con los ojos ennegrecidos curioso al notar que su madre no es el primero en dormir esta vez. Izuku suspira tarareando palabras al azar hasta que una imagen difusa se abre pasos en sus memorias. Pro alguna razón esta historia lo transporta a otro recuerdo.
Allí el suelo adoquinado de la plaza principal brilla con los retos de las primeras lluvias anuales. Todo es gris excepto las hojas desperdigadas por el suelo, crepitando con el peso de sus pies pequeños y las botas de cuero de su abuela. Por esos años, apenas alcanzaba la altura de sus caderas, pero ella soltaba su mano y lo dejaba mirar el mundo por sí mismo casi tanto como sus padres o quizás mucho más que sus padres…
Ella era sabia, conocía a todos los comerciantes ambulantes, si alguien esperaba algo le pedirían su consejo pues siempre sabía cuánto tardaría en regresar este o aquel vendedor. Las horas se hacían tan largas que le dolían los pies, y aunque siempre recorrían cada puesto y taller, de alguna forma los tesoros con las mejores historias estaban entre pañuelos raídos y medias verdades, o en la sonrisa juguetona y teatral de un charlatán.
“No creo que hayas escuchado esta historia antes, pero hay hombres Kota, no castas, sino Hombres, que casi no tienen palabras en su boca y este que voy a enseñarte era así” dijo con la mirada seria. “Él era excepcional pues vestía con la belleza de mil personas. Cada pieza y parche en su traje era tan hermoso y brillante que nadie nunca se cuestionó que había más allá de esa primera impresión…” dijo con la voz un poco titubeante, a pesar de que el recuerdo de esta historia estaba ahí, cada vez más fresco y preciso. “sin embargo, un ojo más sabio habría sabido reconocer en ese hombre la verdad escrita en su piel, en las sombras de sus ojos, el rechinido de las tablas viejas y hasta en el olor de su casa” murmura y mientras lo hace Kota se concentra tanto en su historia que sus mejillas se oscurecen. Está aprendiendo, susurra la voz secreta de su cabeza y ahora sabe que ella no es su instinto sino un fantasma. “Todos abrieron ojos y bocas por la sorpresa de conocerlo, todos querían saber de dónde venía, pero para conocer esa respuesta, había una sola condición. Debías entrar en su casa que era igual de fabulosa…”
“Ahí estaba todo lo que ellos querían saber ¿Era un mago? ¿Un amigo? ¿Por qué estaba aquí? La gente lo admiraría desde lejos y aveces cada vez más cerca, tanto que te invitaría a entrar… y entonces él mostraría que no habían sorpresas en su casa, sino secretos. Uno en realidad Kota, tan grande que no había espacio para nada mas en esa casa, tan impactante que muchos quedaban sin voz…tan cruel y ruin que dejabas de sonreír para siempre…”
—¿Era malo?
—No sólo era malo Kota, era un mentiroso, lo que escondía en su corazón no era una sorpresa sino un secreto.
—¡Son lo mismo!
—No Kota, las sorpresas son cosas que no hacen daño a nadie. Son un regalo…algo que guardas para después, algo que quieres dar a alguien importante y especial para hacerlo feliz, pero los secretos son cosas que siempre dañan a las personas…Eres pequeño Kota, tal vez un día alguien quiera que guardes un secreto…
—Pero tenemos secretos…
—No, no son secretos, son sorpresas, no hacen daño a nadie y eventualmente yo mismo las diré…
—¿Cuándo? ¿después? —susurra el niño
—Sí, pero recuerda bien esto, las historias familiares, tu nacimiento, todo sobre nuestra familia es una sorpresa, papá será una sorpresa, los abuelos, mamá…
—¿Todo? se siente mejor si es así…
Y quizás esté cometiendo un error, pero ya no tiene fuerzas para seguir pensando en nada más así que se limpia las lágrimas silenciosas y deja que el sueño lo derribe
Ninguno sintió la presencia de Masaru. Quería forzar otra visita, pero su corazón se enterneció al encontrarlos abrazados dentro de un nido que empezaba a tomar forma. Duda que Izuku haya visto alguna vez en su vida un nido omega, pero está ahí, fruto de un instinto que comienza a tomar fuerza, al igual que los frutos de su trabajo. No es mucho, pero es suficiente para saber que en realidad no han rasgado ni siquiera un poco la voluntad de Izuku…algo que poco a poco comienza a poner nerviosas a las otras matriarcas y líderes de manada.
Es un niño cuidando de otro, pero a Izuku no le importa el hambre ni le importan los insultos silenciosos, las miradas sucias o más bien dejan de importarle en cuanto los ojos negros de su cachorro se asoman por la puerta del granero… Le han sangrado las manos por el, pero se limpia, sonríe y vuelve a trabajar o a limpiar, a veces incluso los han visto jugar, reír y acompañarse ajenos a la pobreza de este granero…
Algo falló en sus suposiciones y sabe que es. Ese niño no vino al mundo como pensaban, Kota no es una responsabilidad inesperada, no es el fruto de un pecado ni un mal recuerdo que sobrellevar. Ahora lo sabe porque el resentimiento no existe entre ellos. No hay obligación de servir, ni es la sumisión lo que los mantiene juntos, aunque si hay dependencia. Lo ve en la forma en que lo abraza, puede olerlo cuando la angustia se propagaba por el aire la pocas veces en lo ha perdido de vista, es la razón por la cual usa todo su cuerpo para protegerlo incluso entre sueños…
—Sé lo que piensas Masaru, —murmura alguien tras su espalda— tiene que haber sido una beta. Los matrimonios prematuros no son tan raros aquí—susurra la voz oculta tras las puertas de madera.
La gran matriarca niega con la cabeza con resignación y alcanza a Shynia quien mira todo su alrededor con cautela y curiosidad, pues por dentro el granero no sólo está limpio, sino que huele a ellos y un poco a Katsuki, aunque esto último no debería ser tan extraño considerando que son caballos de su propiedad.
—No puedo culparlo por no decirlo, explicaría porque intentó llamar la atención de los esclavos en el campo de camino aquí y porque quiere tanto al niño.
—Lo que no entiendo es ¿porque el té? ¿Eran demasiado pobres para otro?
—Es posible, Izuku no tiene asco a ningún tipo de trabajo y su cuerpo ya estaba curtido desde antes, esto no es menos de lo que ha conocido en su vida...Lo que es malo para nosotros, porque entonces no hemos ofrecido ningún desafío. Temo que su mente es muy aguda, resolverá pronto lo demás que falta.
—Lo resolverá tanto como pueda, Kota es un niño, el primero después de todo…pronto se hartará del encierro. Diría incluso que ya está harto…
—La seguridad del niño no está en discusión. —advierte Masaru mirándolo de reojo.
—No creas que podría ser así de cruel…De momento, el niño es demasiado temeroso para salir más allá del granero o de los ojos de su madre, pero sucederá. Los niños de su edad buscan independencia e Izuku tiene y tendrá aún más problemas para dársela, vigila al niño como un halcón y no lo deja respirar lo suficiente…—agrega mientras hurga en los ojos castaños de Masaru. — Si le damos un empujón mostrará su impaciencia. Es la naturaleza, todos los cachorros exigen lo mismo a esa edad y si no la das, la toman por la fuerza cuando no estas mirando.
Y eso detuvo los pasos de Masaru. Era cierto el mismo lo había vivido en carne propia con su cachorro. Katsuki había sido tan diferente a él, todo lo que no esperaba de un niño, especialmente el suyo. Había nacido prematuro y aunque esos meses fueron una pesadilla, eso fue una especie de anuncio. Todo con Katsuki pasaba tan rápido que apenas lograba seguirle los pasos. Era frustrante para él que su hijo hiciera todo solo y a su manera y ese tira y afloja casi le hizo sangrar las manos, los distanció tanto que aún después estos años juntos sigue sin sentir que sean unidos. —¿Tiene la sangre caliente uh?
—Es una forma de decirlo—respondió Shynia soltando una risa corta—Es voluntarioso, se nota cuando desafía a Inasa... sólo deja que se sienta más cómodo, se mostrará como es.
—¿Igual que su madre o como ella? Creo que eso es igual de relevante…—murmuró, pero parecía que en realidad estaba hablando consigo mismo— Supongo que puedes tener razón, el desafío de un niño que crece demasiado rápido puede quebrar incluso a una madre dulce …—dijo pero aunque si su gesto era frío, su voz se quebró al final con el sabor amargo de sus recuerdos—Le daré libertad a Izuku y cuando lo haga…
—Sabré que hacer…tristemente lo sé. —dijo el hombre con una mano sobre su Matriarca y él no pudo más que devolver una sonrisa triste.
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El mundo acabó
El día en que la risa
Fue una risa universal
Caminábamos por ahí
Pasando semáforos en rojo
Taladrando el concreto
Cepillando el pasto
Entregando domicilios
Robando la caja menor
Follando en la intemperie
Durmiendo al bebé
Haciendo la guerra
Jugando con la materia
Buceando en archipiélagos
Pagando sobornos policiales
Protestando por la violencia
Haciendo de la vida una vida lo más humanamente posible.
De pronto la gran deformación del universo
Hace caer el velo que la enmascara
Ya no es deidad
Es el movimiento de la desproporción
Todo gesto de lo planteado como realidad se descompone
Y entonces
El cataclismo:
A las 2:32 pm EST, la risa empezó a resonar
Primero como un siseo
Y luego sobrevino
En cada ser capaz de la risa
Una carcajada sonora.
Nadie lo evitó
Nadie podía saberlo
Pero el momento en que la risa humana
Contagió el movimiento de la tierra
El monumental ruido
Sacó al planeta de su órbita
los mares salieron de su orden
Y la tierra se movió en un jalón casi muscular
Inundaciones
Avalanchas
Terremotos
Y tsunamis.
El día que la risa recorrió el mundo.
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¿Cómo estamos presentes en la existencia de los otros, en su memoria, su forma de ser, sus actos incluso? Desproporción insólita entre la influencia en mi vida de dos noches con ese hombre y la nada de mi presencia en la suya. No le envidio, soy yo la que escribo.
Memoria de chica, Annie Ernaux.
#memoria de chica#Annie Ernaux#read 2023#frases libros#frases literatura#frases literarias#libros#literatura#leo autoras#premio nobel
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Tierra cachonda, de Álvaro de Laiglesia
La disputa inconcebible
En un bar, un mequetrefe insultaba sin descanso a un gigante, quien, para sorpresa de todos, aceptaba las ofensas con humildad y sin defenderse. A pesar de la desproporción física, el pequeño se mostraba cada vez más audaz y despectivo. Finalmente, tras una serie de humillaciones, el mequetrefe se retiró triunfante. El gigante, aliviado, reveló a sus compañeros la razón de su pasividad: en esa tienda, el lema era claro e inquebrantable, "el cliente siempre tiene la razón".
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insultar etc a alguien que tiene otro proyecto político, y que además no reviste mayor importancia, les jugó en contra porque la violencia bruta y la desproporción son públicas y evidentes
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Reforma Fiscal: ¿Modernización o Desproporción Impositiva?
¿Es esta reforma una verdadera modernización del sistema fiscal o una mera herramienta para recaudar más dinero a expensas de la clase trabajadora? El pasado 16 de octubre, el Gobierno de la República Dominicana presentó ante el Congreso Nacional su tan esperado Proyecto de Ley de Modernización Fiscal. Según las autoridades, este ambicioso proyecto busca estabilizar la economía, controlar el…
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#Aumento del ITBIS en productos esenciales#Carga fiscal en la clase trabajadora#Consecuencias del aumento de impuestos#Debate sobre la modernización fiscal#Dominicana#Impacto de la reforma en el costo de vida#Impacto en la clase media dominicana#Impuestos a la propiedad inmobiliaria en RD#Medidas fiscales del gobierno dominicano#Protestas contra la reforma tributaria#Raysa Whte Más#Recaudación proyectada por la reforma fiscal#Reducción del déficit fiscal RD#Reforma Fiscal 2024 República Dominicana#República Dominicana
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Lo del fiscal general... el previsible empure del fiscal general se ha producido... se ha cruzado una frontera y estamos en guerra judicial abierta... el fiscal no ha dimitido, ha recogido el guante... Los cargos son endebles. No se explica haber llegado hasta aquí sin una degradación previa... consiste en que miembros de un alto cuerpo del Estado pretendan dejar sin ingresos, a la deriva, a la familia de un alto cargo, lo nunca visto... Es demasiada degradación para tan poco. Es decir, esto no se explica si solo van a por el fiscal. Creo, sinceramente, que están preparando el terror para una pieza de caza mayor, aún más mayor, quiero decir. Van a por Sánchez... Un fiscal general sigue siendo poco para tanto deterioro y degeneración. Es una desproporción. Que vayan a por Sánchez puede ser la explicación... Hace tiempo que se espera que alguien no reconozca unas elecciones en Europa. O que alguien haga un Lula en Europa. La degradación en la Justicia nos acerca a todo ello... estamos, parece ser, más cerca de un Lula (Guillem Martínez)
#lawfare#guerrajudicial#politicadelpp#politicadelppgolpedeestado#politicadelppcontroljudicial#justiciapolitizacion#justicia#situacionpoliticaespaña#politicadepedrosanchez
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Hispanos y afroamericanos con mayor carga en los costos de vivienda
Más de la mitad de los hogares latinos/hispanos destinan el 30% o más de sus ingresos para pagar el alquiler de sus casas o apartamentos donde residen. Son 4.8 millones de hogares de inquilinos hispanos que destinan el 30% o más de sus ingresos para pagar un alquiler mensualmente y garantizar su vivienda, así lo revela el estudio más reciente que publicó la oficina del Censo de Estados Unidos, donde también se evidencia que de acuerdo a la raza o etnia hay una desproporción en los gastos. El 53.2% de los hispanos que pagan renta enfrentan un importante desafío para garantizar su vivienda y los hogares de raza negra o afroamericana son los que más sienten el impacto, de acuerdo al informe 4,6 millones de hogares o sea el 56.2% debe sortear el sueldo que ganan para pagar un lugar dónde vivir. La misma suerte tienen que padecer inquilinos asiáticos, indígenas de las Américas o nativos de Alaska, Hawai y/o Islas del Pacífico. En total, el informe explica que, en general, se identificaron 42.5 millones de hogares que alquilan vivienda en Estados Unidos de América y que 21 millones, es decir el 49.7% se gasta más del 30% de sus ingresos. Al respecto, Molly Ross, estadística de encuestas de la Oficina del Censo de los EE. UU admitió que, “nuevos datos de las estimaciones de 1 año de la Encuesta sobre la Comunidad Estadounidense (ACS, por sus siglas en inglés) del 2023 muestran que, en un hogar de inquilinos, el porcentaje de los ingresos que se destina a estos costos de vivienda varía de acuerdo con la raza del jefe de hogar”. El Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD, por sus siglas en inglés), considera que pagar cerca del 50% de los ingresos puede afectar la estabilidad económica de modo desproporcionado a comunidades vulnerables, en ese sentido, valdría la pena considerar algunos programas estatales que ofrecen posibilidades para acceder a una vivienda digna. Ingrese a la página oficial del HUD https://www.hud.gov/espanol y revise, entre otra información, la sección sobre cómo solicitar vivienda pública. Allí encontrará detalles del programa de vales de vivienda, el programa principal del gobierno federal para asistir a familias que lo necesitan. Read the full article
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Hijos del Este
El libro perdido
Comentarios: Como odio septiembre, osea hay cosas que me gustan de este mes pero es el mes que más agota mi pila social por las festividades del día de la independencia en Chile. De hecho, el agotamiento se produce en agosto porque la comida familiar se organiza desde antes y para variar mi familia nunca se pone de acuerdo. discuten cada dos días antes del 18 hasta que llega ese día y luego todos se aman...En fin, reescribí este capítulo porque no me gustaba, y no me acaba de convencer, pero ha pasado un mes desde el último y no me gusta dejar las cosas a media.
Capítulo 24: El rumor tras la muralla
El frío de la mañana despierta sus músculos y ayuda mantenerlo atento a las guardias que comienzan a relevarse en cada acceso del fuerte, pero incluso en medio de ese ajetreo la figura dominante y orgullosa del hijo de la Gran Khan destaca por su presencia imponente. Nada en sí mismo se ha dejado al azar, desde las botas con punta de hierro hasta los colores sutiles que se esconden en sus ropas. Sus pensamientos, ideales y aspiraciones deben seguir una única línea y representar aquella que visión que sólo un descendiente de la Diosa Eutuken puede dictar, incluyendo uno que ha nacido alfa.
Mientras cruza el enorme arco de piedras del castillo, los soldados hacen una pequeña reverencia y quienes poseen mayor rango detienen sus pasos para saludarlo directamente con un apretón de manos. Katsuki se toma su tiempo para conservar su talante con la misma firmeza e imparcialidad mientras confirma la asistencia de los generales a una de las tantas reuniones que presidirá su padre, ahora que la comisión de recaudación de impuestos partirá en un lapso de 2 días para informar el cobro de suministros que regirá a partir de la próxima primavera.
Mas esta vez, conserva cierta distancia y concluye las conversaciones mucho más rápido que antes debido a un solo problema. El olor de deku, el omega que todos tienen prohibido, incluyéndolo, sigue persiste en las ropas que esconde dentro de su bolso y aunque se preocupó de hacer un barrido con piel de Manul para evitar sospechas, todavía tiene que ser cuidadoso.
Sus últimos pasos en el interior del castillo se desvían estratégicamente hacia los aposentos que tomó como propios luego de que se desvelara por tres noches consecutivas en la encuadernación y traducción de los pocos libros que disponía la biblioteca del castillo. Allí mando a preparar una mesa de trabajo, guarda dos o tres mudas de ropa y sobre todo tiene oculta armas en caso de que alguien decida tomar como debilidad su descanso entre estas frías paredes.
Últimamente ha comenzado a resentir el hecho de dormir tanto tiempo alejado de su manada, pero tampoco los invitaría a quedarse aquí con él. Si bien es cierto que el castillo tiene un encanto artificial bastante majestuoso, debido a la forma de los arcos, los contrafuertes y techos abovedados, a veces estar dentro de sus murallas se siente como estar sepultado bajo la tierra, especialmente bajo las noches profundas donde incluso las enormes lámparas colgantes son insuficientes para eliminar las sombras que se ciernen sobre la guardia que recorre los pasillos.
A veces, incluso la luz de la mañana es insuficiente para eliminar el aura amenazante de las murallas. Katsuki está convencido de que no son sólo sus aprensiones por la estabilidad de una arquitectura que no entiende del todo, o la sensación de amenaza injustificada por la caída de alguna de las piezas que conforman estos arcos engalanados.
Aquello que se admira y respeta de estas construcciones guardan secretos, allí donde la inquietante desproporción de sus cuartos, salas y recovecos denota la falsedad de sus murallas. Le ha tomado un tiempo, pero Katsuki sabe que este castillo esconde mucho más que el pasadizo de las mazmorras y, por ende, se ha tomado como misión personal encontrar cada trampa y puerta escondida. Hasta ahora los esclavos solo han delatado tres pasadizos, dos de los cuales, conectan el salón de la torre del homenaje con la cocina y la biblioteca, sin embargo, sospecha que otro mes más en las mazmorras será suficiente para que hablen de los que todavía faltan por descubrir.
Pero no sólo le interesa conocer cualquier vía de escape o trampa que un espía pueda querer usar en su contra en un futuro, sino el hecho de que todo el castillo está lleno de ratas. Son una plaga pestilente, inquietante y tremendamente inteligente. Evaden las trampas, son difíciles de ver o no prueban los alimentos envenenados, incluso han comenzado a evitar los pasillos y despensas a tal punto que podría pensarse que ya fueron erradicadas, pero cada vez que eso pasa, su bulliciosa presencia repica como un rumor distante tras las paredes, despertando soldados y manteniendo atentos a los guardias que hacen sus rondas.
Quizás, no sería tan inquietante que existan si el eco del castillo no resonara fuerte con el más mínimo sonido, como las voces de los soldados que ahora bajan las escaleras y las propias pisadas de Katsuki. Más en el fondo, es un alivio cuando se deambula en soledad, hasta que ellas aparecen. De pronto, todo su instinto despierta con fuerza como un león agraviado, alertado por un ruido abrazador e impropio. Es un estruendo grave, oscuro, como una marea furiosa que hace vibrar las murallas, desestabilizando los cimientos mientras hilos de polvo se desprenden de las grietas en el techo. Cada chillido se mezcla en tantos tonos diferentes, cada uno superpuesto de forma tan irreal que se asemeja al murmullo de miles de voces ininteligibles. Con la mandíbula tensa, casi puede sentir el alud pasar entre sus piernas, rasqueteando la piel de sus botas, acaparando todo su temple como una prueba al valor. Su piel se eriza al tiempo que la mano diestra se aferra contra la empuñadura en el mismo momento en que el sonido cruje y abalanza sobre su cabeza, asfixiándolo.
El rumor promete agitación, enfermedad y es frío como las ventiscas de la estepa, con sombras espesas como el barro humeante de los pantanos, pone a prueba todo su coraje. Enojado retira media espada de su funda justo en el mismo momento en que las malditas alimañas desaparecen, o se alejan por alguno de esos recovecos inexplorados…
—¡Hermano! — llama alguien y Katsuki se sobre salta. Su pecho se duele de forma extraña, pero Kirishima no le da tiempo para responder o pensar en el rumor tras las murallas mientras cruza una esquina del pasillo, apareciendo como un fantasma rojo. Su rostro refleja impaciencia y preocupación y luego le arroja un nuevo chaleco y una camisa limpia. — Como no te encontré arriba, supuse que estabas ocupado con alguien, así que tomé esto de tus cosas…— murmura con precaución, tomando el bolso de Katsuki. Pero mientras dice esas palabras comienza a dudar de que Katsuki se haya apareado anoche. Su piel luce más pálida que de costumbre, tiene ojeras y mientras se cambia la camisa, nota como el sudor estaba acumulado en su cuello. Luce enfermo o más bien sobre exigido, como si hubiera pasado toda la noche en vela.
—Estuve ocupado hasta hace unas horas, pero no creo que se repita— responde Katsuki, para que Kirishima llene los espacios en blanco y la conversación se dé por terminada. Tienen un código y Katsuki se vale de esa regla para evitar revelar sus intenciones por cortejar a Izuku. No es el momento.
—Están todos abajo en la cocina, adelántate. Yo iré a dejar esto por ti —dice apuntando hacia el pasillo que tienen detrás y Katsuki asiente antes de irse. Eijiro se queda observando la espalda de Katsuki, frunciendo el ceño cuando es testigo del momento exacto en que el hombre regresa la espada a su funda sin soltar el mango.
Una vez dentro de los aposentos, nuevamente se lamenta de que Katsuki se esté quedando aquí. Son un lugar demasiado estéril para su gusto, carecen de todo tipo de protección espiritual y casi no tienen luz natural, excepto por una ventana estrecha en forma de cruz. Entonces cuelga la capa en un clavo situado en la muralla y luego vierte todo el contenido del bolso sobre la cama encontrando la piel de manul y un pañuelo que huele exactamente como el Omega esmeralda.
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En la mesa de la cocina, Mei está sentada al medio con una taza de leche de cabra caliente y una variedad de quesos, carne, frutas secas y carnosas. Tenya se sienta a mano derecha, con el rosto serio y concentrado en el libro que se niega a soltar. Frente a ellos Fumikage, Sero y Ochako charlan brevemente mientras comienzan el desayuno. Cualquiera que pase por ahí pensará que es sólo una comida de manada, más nada de eso es espontáneo.
Tenya mueve las manos con impaciencia por debajo de la mesa, como único signo de ansiedad y Mei tiene una daga escondida en cada pierna y en su cinturón en caso de que los rumores más ridículos sobre el hijo Bakugo resulten ser ciertos. Katsuki por su parte toma un plato para servirse algo de cada cosa mientras se interpone a propósito entre ellos para alcanzar algo de queso. Luego toma asiento junto a Fumikage y comienza a comer una vez que Kirishima recupera su lugar en la cabecera, junto a Mashirao que descansa la cabeza sobre la mesa.
—Tengo demasiado sueño— se queja Mashirao.
En la mesa se forma un tenso silencio, interrumpido apenas por el sonido de la comida y los últimos soldados que pasan por ahí para llevarse una porción del desayuno antes de iniciar su guardia. Sólo es cuestión de tiempo antes de que el primero de ellos anuncie por qué acepto reunirse aquí y ahora.
—Supongo que los ejercicios se han extendido demasiado—dice, de pronto, Tenya mirando brevemente a Ojiro. El otro tarda en comprender que ese mensaje era para él, se incorpora con lentitud mientras que todos en la mesa dejan de comer y se concentran en la pareja.
—No más que de costumbre, pero Mashirao insiste en estar presente en cada ejercicio— responde Fumikage tras el silencio incómodo de la mesa.
—Es que siento que antes entrenaba todo el tiempo y ahora todo me cansa…Además, Mina sigue cuidando de su cachorro y sin ella, esa es la única forma que tenemos de acercarnos hacia los omegas que no aún no han tomado una decisión— repuso Mashirao, recargándose en el hombro de Eijiro. — Nuestra mayor ventaja sigue siendo aquellos que han peleado con nosotros, que saben cómo funciona nuestra manada en tanto la situación con los omegas apareados no se resuelva…
Ésta última declaración en realidad es un tanteo sobre las aguas que están cruzando en este punto. La próxima temporada estival será definitoria para la floreciente tribu del éste, se elegirá a un nuevo Khan del tras 20 años desde que Mitsuki presidiera el cargo. Será la reunión más grande de los hijos del este en décadas.
—Creo que algo entiendo de eso, y puede que este libro aporte con nuevas ideas— responde Tenya, pero lo que parecía un marcapáginas hecho de piel esconde una cinta de tela impregnada con la esencia natural de Tenya. —Mei no estaba segura, pero quiero ser parte de sus trabajos. En realidad, no me importa compartir este u otro libro, en especial con otros omegas y los que haga falta—informa mirando directamente a los ojos rojos de Katsuki y luego hacia la mirada evaluadora de Fumikage. —Pero sólo tengo una exigencia, quiero conocer al omega esmeralda y hablar a solas con él.
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Izuku va tarde nuevamente a casa, pero por una razón diferente. Antes de irse, su jefe Shinso le ofreció unas monedas extras para ir al campo grande de las afueras del bosque, a descubrir los túmulos maduros y extraer carbón junto con ciertos minerales cristalizados del corazón del horno de tierra. Ahora sabe que incluso las cenizas del carbón se pueden usar para algo y que el calor aplicado por largos periodos de tiempo puede hacer que las cosas se transformen con un tipo de magia que llaman alquimia.
Por eso se limpia las manos manchadas con hollín y tierra tanto como puede, a media que se interna en el mercado. Pocas personas se cruzan por su camino, es de esos días flojos donde la gente permanece por más tiempo en su casa sin llenar los puestos del mercado. Incluso, todas las dependientas reparan en él y casi como único comprador, no les queda otra alternativa que atenderlo y despedirlo tan rápido como les es posible, aunque un par de ellas comenta sobre que podría usar para mantener más sanas sus manos.
Dentro del bolso mete una rueda completa de queso, teniendo cuidado de no aplastar la codorniz que Katsuki trajo la noche pasada y algo de verduras. Un hombre le pregunta si le interesa un saco entero de legumbres surtidas, un desastre que no quiere arreglar e Izuku lo recibe de buena gana convencido de que Kota podrá entretenerse separando los diferentes tipos de granos.
Al llegar a la plaza central, donde la estatua de los dioses adorna las calles, algunos nómadas bostezan de aburrimiento y en medio de eso, un hombre mayor se encorva sobre un puesto de forma lúgubre. Tiene el cabello rubio largo, lacio y reseco cubriendo sus facciones. Su altura es intimidante pese a su forma delgada, casi enfermiza y por unos segundos, sus ojos profundos miran en su dirección con un brillo de reconocimiento, sin llegar a decir una sola palabra, en cambio, le da la espalda llevándose a duras penas un bolso repleto de cosas y una jaula con una gallina dentro. Lleva tantas cosas encima que ni siquiera se percata de que algunas cosas se caen por el camino.
Los píes de Izuku corren para alcanzarlo tras recoger un libro y un chaleco, prto rd obvio que no puede llevar todo soló, así que se ofrece a acompañarlo hasta el distrito nómade.
—Eres un muchacho amable—murmura el hombre esbozando una sonrisa liviana y para mala suerte de Izuku, por más que piensa en ello, no logra recordar cual fue el nombre que le dijo aquel día en que sus caminos se cruzaron por primera vez. —Soy Toshinori, de nuevo nos vemos —dice de forma sorpresiva, con voz grave y cansada.
—Lo siento mucho, pero no recuerdo haberlo visto antes por aquí…
—Ni deberías, me escapé—confiesa el hombre con cierta vergüenza. —Como puedes ver mi salud no me acompaña, pero no soportaba más tiempo sin hacer estas cosas por mí mismo. Además, Escribir y escuchar historias se vuelve tedioso después de un tiempo. —dice lentamente mientras Izuku asiente y se pregunta que hace falta para un hombre se vea así, más no se atreve a preguntar, sería grosero incluso si el sacó el tema a relucir.
Casi sin darse cuenta, ambos llegan al distrito nómade, la parte más intimidante donde las carpas son reemplazadas por Yurtas. Rara vez pasa por esta parte porque aquí es donde los omegas de las jaulas deambulan en compañía de sus alfas, y desde que todo paso nunca deja de preguntarse si acaso lo odian por ser el único que todavía conserva su libertad. Entonces, por un momento se arrepiente de venir, las pocas personas que deambulan a esa hora lo observan con gran sorpresa o se apartan de su camino en cuanto el suave olor de Toshinori los alcanza.
—¿Historias? —pregunta Izuku, aunque esa no es la mayor duda que tiene ahora mismo. Su padre siempre le dijo que los alfas tienen olores intimidantes, y que son peligrosos por eso, pero es extraño como un mismo olor puede dibujar tantos mensajes, ordenar y asustar a ciertas personas, mientras que con otros como él se reduce a una pequeña incomodidad, donde a veces su omega arma una disputa silenciosa con esos aromas invasivos.
Su instinto omega actúa como un ente independiente, salta al frente insinuando cosas, murmurando o incluso dando órdenes tácitas. “oye, no haremos eso”, “Esto no es para nosotros” “Pon atención, ese es un olor de mierda”, pero el de este hombre es un olor sordo que despierta muy poca alarma en su omega, aunque definitivamente está consciente de su presencia.
—Historias de tus compañeros— responde Toshinori mirándolo de reojo. — Todos, tienen la oportunidad de hablar en los círculos de reeducación, yo estoy ayudando a escribir los cuentos tradicionales de la región, pero no tienen mucha creatividad…
Algo en el rostro del hombre hace sonreír a Izuku mientras se detienen en una yurta mediana, donde una bandera azul con franjas rojas cuelga desde su astil. Izuku cree entender a que se refiere el hombre, pero no puede juzgarlos, la única razón por la que conoce tantas historias era por su abuela cuando olvidaba lo mucho que a su esposo le incomodaban sus cuentos y refranes
—No los culpo, sólo los charlatanes contaban más cuentos que mi abuela y a menudo las historias venían con intentos por vender productos extravagantes, así que no era apropiado quedarse a escuchar sus historias.
Toshinori ríe de buena gana al escuchar al omega, tomando atención sobre el tono de voz usado en la palabra “apropiado”. — Prohibido, prohibido, ustedes no dejan de repetirlo—murmura más para si mismo que para Izuku. —aunque me parece, que hay quienes sabían muy bien como vadear tantas reglas.
Ante lo dicho por el hombre, Izuku es boza una sonrisa avergonzada, pero no niega nada. En realidad, la prohibición no era por las historias en si, sino porque muy a menudo Hombres y alfas como su padre se aglomeraban en torno a los trovadores, entonces, no era buena idea quedarte solo con tantos betas y alfas. Sin embargo, si él quería siempre encontraba formas enterarse de los relatos nuevos que creaban los charlatanes, especialmente cuando Kota iba con ellos al mercado.
—Quizás—aceptó Izuku mientras puede sentir un nuevo golpe de sueño tras sus ojos.
—Bueno, esta es mi casa, pero te dejo ir. Tienes cara de estar cansado, lamento molestar tanto, muchas gracias por acompañarme.
—Oh, no se preocupe, no es un problema. —se apresura a decir Izuku mientras retrocede al recordar al cachorro que debe estar esperándolo en las caballerizas.
—Espera, creo que sería bueno escuchar un poco más sobre esos famosos “Charlatanes”, no se mencionan a menudo aunque tienen una reputación interesante ¿Sería mucho pedir que vinieras más tarde, otro día quizá?
—No estoy seguro de poder decir algo nuevo a los demás mi señor, pero podría hacer el intento—promete Izuku. Entonces se despide para luego correr de vuelta a casa. En su mente, Kota está muriendo de hambre y aburrimiento.
Pero cuando lo alcanza su hogar el niño no llora tal y como lo hizo la última vez, en realidad, pasan 3 noches más para que su cachorro se acostumbre. No llora y hasta Inasa alaba la madurez rápida del niño, sólo que Izuku no comparte ningún tipo de alivio mientras una voz en su cabeza le advierte que no es un tipo de aprendizaje bueno. Así que lo compensa tanto como se puede.
El trabajo doble es pesado para sus huesos, pero nunca es lo que debería por y gracias a Katsuki. El alfa llega cada noche anunciándose con un silbido que imita el ulular de un pájaro e Izuku decide que está vez responderá con otro igual. No es perfecto, pero Katsuki enarca una ceja y se ríe con fuerza al notar la barbilla en alto de puro orgullo del omega.
Sus olores también son diferentes ahora. Izuku puede sentir como las feromonas de Katsuki siempre tienen un lenguaje tibio y solapado bajo todo el orgullo alfa. La caña de azúcar se torna más dulce cuando Izuku lo sorprende con una pregunta inteligente y se vuelve robusta a medida que practican diversas formas para defenderse. A veces, si no tiene el suficiente cuidado, su propio aroma se libera con notas suaves y determinadas. No hay emociones demasiado profundas ahí, pero de alguna forma es suficiente para que el alfa baje la guardia. Cualquier agarre o ventaje sobre él se vuelve floja por una fracción de tiempo que ni siquiera dura un suspiro, pero Izuku está casi seguro de que, si sigue poniendo atención y practicando, ese lapsus podría ser suficiente para darle otra sorpresa.
—Muy bien, hoy es mi turno de hacer preguntas —espeta Katsuki mientras ayuda a Izuku a levantarse del piso.
El omega se soba los cuartos traseros con delicadeza. Tiene todo el cuerpo lleno de moretones y pequeños rasguños, aunque sus manos lucen más sanas luego de que probara ciertas cataplasmas. —Pero ya te dije que no tengo mucho para decir, sólo soy un campesino…
—Igual que todos los demás, pero tú si sabes montar a caballo y te vi degollando a una maldita gallina como si nada, cuando los otros lloraron dos días luego de que los obligaran a hacerlo. No puede ser que toda tu familia haya sido puros campesinos tontos, durante siglos y siglos…Parece una especie de castigo o maldición.
—Oh, ya entiendo, como no sabes nada de la tierra y los cultivos, crees que es sencillo, pero eso no es correcto. El primer Midoriya que llegó a esta región, era soldado de la capital pero dejó la espada y escribió sus memorias en nuestro árbol de parientes…—Katsuki por su puesto no se tomó en serio nada de lo que dijo y sólo se centró en cómo no sabía que eso se llama genealogía.
—Si dejó la espada seguro que era un tonto debilucho…
—¡Deja de burlarte! Bueno, si es vergonzoso por que dejó su deber y luego se cazó con un omega huérfano tras convivir con él de forma ilegítima, pero luego se casó y trabajó muy duro para salir adelante. Los Duraznos tardan 10 años en dar sus primeros frutos y la tierra no estaba lista para ningún cultivo, estaba lleno de árboles que talar, luego tuvo que sacar las raíces con sus manos porque no tenía un arado…Dudo que alguna vez hayas intentado sacar un árbol desde sus cimientos.
—No tengo idea, pero todo eso se hizo ¿En cuánto tiempo? ¿3 años? No soy tan ignorante en esas cosas. —espeta Katsuki e Izuku suelta una risa indignada
— ¿3 años? Eso es para preparar bien la tierra, en un tamaño muy justo para para vivir. Pasaron unos 3 o 4 generaciones antes de que la casa dejara de ser una choza. El cuarto más antiguo de la casa, que es de roble tiene como 500 años. Eso lo se bien porque mi padre siempre estaba mirando esa viga. Era roble puro y antes de que digas nada, el roble puro no envejece…Las tierras de sembradío son importantes porque tienen todo el sudor de los alfas y betas Midoriya.
—Y omegas—acota Katsuki mientras sopesa lo que debe ser para una familia vivir en la pobreza desde hace tanto tiempo. No es de extrañar que Izuku sea tan humilde o que se subestime tanto. Seguramente nunca ha visto una recompensa justa por su trabajo en toda su vida. —Los omegas de tu casa seguramente dejaron más sangre que cualquiera en esa casa deku, no deberías olvidarlos como a tu madre. ¿Por qué nunca hablas de ella?
—Por que de ella tengo menos para decir…Murió cuando era muy joven, aunque se supone que tengo mucha más familia por ese lado—divaga Izuku mientras se juega con sus manos—sólo conocí a mis abuelos y… ¡Eso puede que te guste! El abuelo era un soldado jubilado, llegó a capitán pero rechazó los nuevos puestos porque mi abuela tuvo muchos hijos y no quería dejarlos por meses en servicio.
—Ajá, ¿Cuántos son muchos? ¿2? —murmura Katsuki con los ojos cerrados mientras parece que respira con dificultad.
—¡No! Tuvo unos seis y mi bisa abuela tuvo unos 9, dos fallecidos. Pero no preguntes que hacen ahora porque no tengo idea, ni sus nombres me sé, pero ninguno se quedó a vivir aquí, todos se fueron al norte hacia la capital.
—¿Entonces la mitad de tu familia busco huir lo más lejos de la capital y la otra esta devolviéndose? Qué estupidez ¿Y encima jamás preguntaste una mierda? No puedes ir por ahí sin saber quiénes son tu familia ni donde estan.
—¡¿Por qué no?! Son muchos y además nadie sabe tanto de su familia—se defiende Izuku pero la vena en la frente del alfa termina de explotar.
—¿Qué acabas de decir?¡Te habrías casado con un primo y no te habrías dado cuenta!- brama e Izuku se encoge en su puesto. —Ahora ¡Dime una generación y te diré todo de ese Bakugo!
— ¿Nueve? —dice Izuku con un mohín preocupado y Katsuki comienza a relatar una historia fabulosa de un Bakugo omega que hablaba 6 idiomas, con cientos de caballos, o al menos esa era la parte que más le interesó el resto eran detalles terriblemente minuciosos sobre el número de libros que restauro, las amistades que hizo entre otras cosas que no entendió del todo.
Katsuki hinchó el pecho mientras hablaba de su antepasado, imaginando cada proeza. Ella había dicho que las mejores guerras se ganaban con tinta y había demostrado que tenía mucha razón cuando logró desestabilizar un reino pequeño, destruyendo los bulos de la corte y distribuyendo los escritos prohibidos por el rey. Más cuando bajo la vista y reparo en Izuku, no encontró una pizca de esa viva curiosidad. —Para que te digo una mierda si no te interesa
— Es que no le veo el sentido a saber esas cosas Katsuki—refunfuña.
—Porque son importantes Deku, y son motivo de orgullo—espeta haciendo un gesto hacía él con el mentón.
— ¿Po-por qué de orgullo? No digo que esté mal saberlas, pero ninguna de esas cosas las hiciste tú ¡así que parece que sólo estas alimentando tu ego!—espeta Izuku y las orejas de Katsuki se oscurecen al mismo tiempo que su mandíbula se tensa.
—Conocer lo que hacía tu gente antes de ti es importante porque te ayuda a entender porque estas donde estás y te ayuda a no repetir sus errores.
—Sí, tienes razón en eso, pero no puedes culparme por no conocer a mis tíos.
Entonces Katsuki se remueve en su asiento, sin poder contradecirlo. —Me cuesta entenderlo porque nosotros aunque nos separemos por meses, e incluso cuando conformamos nuestra propia manada, siempre volvemos a nuestro origen. —murmura Bakugo mientras observa las flamas de la fogata difuminarse en el aire.
Para ellos, la sangre es más importante que la tierra, y más espesa que el agua que compartes con tu manada. Katsuki siempre lo supo desde niño, porque todos decían que se iría joven de su hogar. Masaru se encargó se explicarle cada noche de su infancia que el apellido es una insignia, el único legado que nunca puede transformarse. Son las raíces que impulsan los primeros pasos sobre la tierra, y que ese impulso debe ser pagado y retribuido con honor y méritos. Katsuki ha trabajado toda la su vida para honrar a su familia e incluso si a veces no es tan satisfactorio como pensó que sería…
—Mi casa siempre estuvo abierta para la familia Kacchan pero creo que ellos no estaban interesados en volver…— el tono de voz de Izuku se apaga, la melancolía se filtra mientras los ojos verdes parecen concentrados en un solo pensamiento. Habían vivido felices sin nadie más que ellos tres en casa, mientras la abuela y el abuelo fingían no estar preocupados o dolidos por la partida de sus hijos, de hecho, había un alivio extraño en la pareja mayor cuando hablaban de Inko y una felicidad casi desmedida por ser parte de la vida de sus nietos. Casi como si fueron los únicos, cuando eso no era posible.
Lo peor de todo es que ahora que está completamente sólo comprende lo inconcebible que fue eso. Incluso, cuando la guerra se avecino sobre ellos, todas las palabras que sus abuelos tuvieron al despedirse fueron para y por ellos, “Por que esa es nuestra familia” murmura una voz tras su cabeza.
—No creo que para ser parte de una familia baste con compartir apellidos o tener la misma sangre—sentencia mientras algo se revuelve en sus entrañas, como una masa espesa y desagradable, lanzando punzadas pequeñas en su vientre— Sé que hay muchos Midoriya y Kawakami por la región, pero ellos no son parte de mi familia
— ¿Por qué? A veces, para hacerte un nombre y honrar a tu familia tienes que dar pasos más lejos que nadie. Y que no estes presente todo el tiempo no debe ser un condicionante, todos siempre vuelven.
Entonces Izuku se ríe un poco, casi sin ganas mientras sigue dando forma a sus pensamientos—Mi padre habría dicho algo parecido, porque de hecho su apellido era el más antiguo de la región y literalmente ningún de sus antepasados se movió de la casa. Pero, pese a que todos sabían eso, mi familia no tenía un escudo o un emblema, sólo un libro con los nombres de los que se quedaban…
—Pero los demás omegas si tienen un emblema, saben de donde vienen, con el mismo detalle que yo—espeta mientras rebusca el suyo en sus bolsillos. — Esta bien, puede la vida que eligieron no les permitiera regresar, pero definitivamente se llevan esos recuerdos consigo…
—Pero no es de eso de lo que hablo. Si hubiera vuelto habría sido mi tío, pero no habría tenido el peso que tenía mi abuela o nuestra vecina.
—No estoy entiendo
—Mi madre murió y no había primos o tíos a los que pedir ayuda, como si los tenía todo el pueblo…Mi padre se arrodilló dos días sobre el kimono de mamá y nadie vino para despertarlo de esa pesadilla, salvo la señora Iwa, nuestra vecina...La casa se cayó a pedazos Kacchan y sólo éramos nosotros tres con los abuelos. Y ahora es raro, pero incluso ella desaparece…
La voz de Izuku se desvanece, pero no hay lágrimas ni dolor, tampoco ira o frustración. Sólo un profundo vacío. Tan franco y realista que estremece la piel, sofocando incluso sus propios pensamientos. Los omegas tienen ese poder dice su instinto, pero Katsuki está demasiado ocupado luchando con la sensación y la culpa. Izuku no es una hoja en blanco y ha luchado con la vida mucho antes de la guerra. La herida que dejó su madre fue profunda y cruenta, pero arrastra esa cicatriz sin miedo o desorientación, algo que muy pocos pueden hacer.
Así que ahora lo entiende mejor. Deku teme que Kota desaparezca cuando tengan que separarse, pero hay algo no entiende y es porque un niño que no esperaba podría haber ocupado un lugar tan profundo en su corazón. Siempre pensó que los omegas querían ser madres o no querían y aunque es claro que Deku no estaba preparado para serlo, se aferró a ese lazo con uñas y dientes. No lo dejará ir sin luchar y Katsuki se pregunta entonces como es que nace el amor.
Le gusta Izuku porque es fuerte y determinado, lo atrae su olor dominante y la chispa combativa que a veces sale a relucir en sus peleas. Su alfa lo eligió y puede sentir la resonancia casi perfecta de sus instintos, pero en el fondo sabe que todo eso es una ilusión si no encuentra algo que los conecte más allá del destino. Algo que pueda ser tanto o más fuerte que el niño. Y es desolador comprender cada noche que en realidad no tienen nada en común.
—¿Ese es tu emblema? —pregunta sorpresivamente Izuku y Katsuki se la entrega casi sin pensar, sólo que Izuku se apega más hacia su costado donde la luz del fuego es más potente.
Los ojos verdes toman la insignia con cuidado, como si en vez de una pieza de metal estuviera manipulando un libro viejo y quebradizo. Cada detalle es claro como el agua aunque ninguna de esas letras pertenece a su idioma. Envalentonado por la genuina curiosidad del omega, Katsuki entonces lee cada inscripción mientras sus manos se rozan de esa forma tímida que sólo Izuku podría inspirar.
—Los mirlos de la diosa Eutuken, representan a la gente de la tribu del este y son tres por las tres grandes rutas, aunque la ruta del este no existe desde hace muchos siglos.
—Si son azules —murmura Izuku de forma distraída.
—Sí y tal vez para ti sea un trozo de metal, sin valor, pero Deku cuando los cachorros se van, porque siempre lo hacen, esto es lo que nos da valor para volvernos fuertes, esto nos trae recuerdos porque es un trozo de tu hogar.
Entonces, los ojos verdes lo observan directamente con la pregunta casi tatuada en su frente. —Para evitar rivalidades entre nosotros, formamos manadas y nos emparejamos con omegas y betas de distintas tribus. La medalla te la dan cuando estás listo para incorporarte a una nueva tribu, yo fui el alfa más joven en ganarla —declara hinchando el pecho, mientras resopla lleno de orgullo infantil.
—¿Incluso ahora? Quiero decir, tu padre está aquí
—Sí, pero se siente raro salir de mi guarida y no tenerlo encima…
—¿Raro?— pregunta Izuku con una sonrisa pequeña, sin una pizca de burla.
—Raro —confirma mientras su piel hormiguea con intranquilidad al ver como Izuku parece alejarse con su medalla.
Peor, realmente no quiere devolverla y casi como si eso fuera un detonador abrasivo Katsuki lo maldice mientras intenta derribarlo, solo para que esa risa melodiosa lo aturda al mismo tiempo que empuja lejos la bruma espesa que se había instaurado entre ellos.
Dioses, ¿En qué momento le dio tanta confianza?
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Orden: en el mundo entero se condenan delitos, faltas, o infracciones, hay pena de muerte, o cadena perpetúa, para quien comete delitos faltas o infracciones o FALSAS ACUSACIONES, O DEMANDAS INJUSTIFICADAS O SIN RESPALDO LEGAL.... HACER EL RANKING DE QUIEN COMETE DELITOS FALTAS O INFRACCIONES, PORQUE ATACAR JODER FASTIDIAR A INOCENTES.... CUANDO DE FORMA LEGAL, PUEDEN CONDENAR VERDADEROS CULPABLES... Incluidos a los que por pedir cometen falsas acusaciones. Que desproporción los delincuentes o quienes tienen antecedentes viviendo felices y nosotros sin cometer delitos faltas o infracciones o sin antecedentes aquí o en el extranjero sufriendo. CONDENAR A TODOS A TODAS QUIENES COMETEN FALSAS ACUSACIONES......
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Diastema se refiere a un espacio o espacio entre dos dientes, que a menudo se nota cuando ocurre entre los dientes frontales superiores. Esta condición puede afectar tanto a niños como a adultos y puede variar en tamaño. Varios factores pueden contribuir al desarrollo de un diastema: Crecimiento natural: en los niños, el diastema a menudo ocurre como una parte natural del desarrollo de la mandíbula y puede cerrarse cuando salen los dientes permanentes. Tamaño de los dientes y la mandíbula: la desproporción entre el tamaño de los dientes y la mandíbula puede generar espacio adicional, lo que resulta en espacios. Crecimiento excesivo del tejido de las encías: un frenillo labial grueso o de gran tamaño (el tejido que conecta el labio con la encía por encima de los dientes frontales superiores) puede crear un espacio. Hábitos: Ciertos hábitos como chuparse el dedo o un reflejo incorrecto de deglución (empujar la lengua) pueden empujar los dientes hacia adelante, provocando espacios. Pérdida o desplazamiento de dientes: los dientes faltantes o de tamaño insuficiente pueden provocar el desplazamiento de los dientes adyacentes, creando espacios. Enfermedad periodontal: la enfermedad avanzada de las encías puede debilitar la estructura de soporte de los dientes, provocando desplazamientos y espacios. En muchos casos, el diastema es más una preocupación cosmética que un problema de salud. Sin embargo, si es causada por una enfermedad de las encías u otros problemas de salud bucal, es necesario un tratamiento para prevenir mayores complicaciones dentales. Las opciones de tratamiento varían según la causa y pueden incluir aparatos ortopédicos, adhesivos dentales, carillas o cirugía (como frenectomía para un frenillo labial grande). Es importante consultar con un profesional dental para determinar el mejor curso de acción para cada caso individual. Formas Efectivas de Prevenir el Diastema Prevenir el diastema, o espacios entre los dientes, implica abordar los diversos factores que pueden contribuir a su desarrollo. Si bien no todos los casos de diastema se pueden prevenir, especialmente aquellos debidos a la genética o al desarrollo natural, aquí hay algunas estrategias para reducir el riesgo: Mantenga una buena higiene bucal: el cepillado regular y el uso de hilo dental ayudan a prevenir la enfermedad periodontal, que puede provocar el desplazamiento de los dientes y el desarrollo de espacios. Atención dental temprana: los chequeos dentales regulares desde una edad temprana pueden ayudar a controlar y controlar el crecimiento y el espaciamiento de los dientes. Los dentistas pediátricos pueden identificar problemas potenciales desde el principio y recomendar intervenciones si es necesario. Abordar los hábitos nocivos: hábitos como chuparse el dedo o el uso prolongado de chupetes en los niños pueden ejercer presión sobre los dientes y provocar espacios. La intervención temprana para detener estos hábitos puede prevenir o minimizar el Causas del diastema. Evaluación de ortodoncia: si hay signos tempranos de tamaño desproporcionado de la mandíbula o los dientes, una evaluación de ortodoncia puede ayudar. Los ortodoncistas pueden realizar intervenciones como aparatos ortopédicos para alinear los dientes y cerrar espacios. Controle los hábitos bucales: en los adultos, hábitos como empujar la lengua (empujar la lengua contra los dientes al tragar) pueden provocar Tipos de diastema. Las terapias conductuales o las soluciones de ortodoncia pueden ayudar a controlar estos hábitos. Restauración dental adecuada: en casos de pérdida o extracción de dientes, una restauración dental adecuada, como implantes o puentes, puede evitar que los dientes adyacentes se muevan, evitando así espacios. Uso de retenedores después del tratamiento de ortodoncia: después de someterse a un tratamiento de ortodoncia para cerrar un espacio, usar retenedores según lo prescrito es crucial para evitar que los dientes se muevan hacia atrás. Es
importante tener en cuenta que algunos casos de Causas del diastema pueden no requerir prevención o tratamiento, especialmente si no afectan la salud o la función bucal. Sin embargo, para aquellos preocupados por la estética o posibles problemas de salud bucal, es recomendable consultar con un profesional dental. Pueden proporcionar asesoramiento personalizado y planes de tratamiento basados en las necesidades y condiciones individuales. Causas Del Diastema Diastema se define como el espacio o espacio entre los dientes. En algunas personas, esta afección puede estar asociada con una predisposición genética resultante de antecedentes familiares. Es decir, los genes de separación de dientes de los padres también pueden contribuir a la formación de Causas del diastema en los niños. El tamaño de los dientes varía según la estructura de la boca. Si los dientes de una persona son más pequeños que el espacio disponible en la mandíbula de la boca, esto puede provocar que se formen espacios entre los dientes. Es decir, si el tamaño del diente y la estructura de la boca son incompatibles, se puede desarrollar un Tipos de diastema. La falta de dientes también puede ser una causa de diastema. Se sabe que si faltan uno o más dientes, esta deficiencia provoca el desplazamiento de otros dientes y la formación de espacios entre los dientes vecinos. Excelencia en el tratamiento de diastemas Clínica Dental Lema En Lema Clínica Dental Turquía nuestro enfoque en el tratamiento del Causas del diastema destaca por su eficacia y atención centrada en el paciente. El éxito de Lema Dental Clinic en el manejo de los espacios entre dientes se basa en una combinación de tecnología avanzada, odontólogos expertos y planes de tratamiento personalizados. Lema Clínica Dental Turquía emplea tecnologías dentales de última generación para diagnosticar y tratar el diastema. Desde imágenes digitales para una medición precisa de los espacios hasta las últimas técnicas de ortodoncia para el cierre de espacios, nos aseguramos de que nuestros tratamientos sean eficientes y efectivos. Nuestro equipo de profesionales dentales se especializa en diversos métodos, incluidos aparatos ortopédicos, alineadores transparentes y soluciones cosméticas como carillas, para satisfacer las necesidades y preferencias únicas de cada paciente. Lema Clínica Dental Turquía también es reconocida por sus servicios VIP, diseñados para brindar una experiencia de atención dental incomparable. Estos servicios incluyen: Suites de consulta privada: Ofreciendo un ambiente cómodo y confidencial para discusiones y tratamientos. Programación flexible: Nos adaptamos a los estilos de vida ocupados de nuestros pacientes con horarios de citas flexibles, incluidos servicios fuera del horario de atención. Servicios de conserjería: desde la organización del viaje hasta el alojamiento, nuestro servicio de conserjería garantiza una experiencia sin complicaciones para nuestros pacientes locales ocupados y fuera de la ciudad. Atención post-tratamiento: Brindamos atención de seguimiento integral, que incluye planes de mantenimiento personalizados y respuesta rápida ante cualquier inquietud. Nuestro compromiso con la excelencia tanto en la atención dental como en la experiencia del paciente ha establecido a Lema Clínica Dental Turquía como líder en tratamiento de diastema y servicios dentales de lujo. Ya sea que esté buscando un tratamiento eficaz para los espacios entre dientes o atención dental de primer nivel en un entorno de lujo, nuestra clínica está equipada para satisfacer y superar sus expectativas.
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Decálogo para el manejo situacional de las asimetrías
Por Alberto Ray, AlbertoRay.com Enfrentar a un adversario (o amenaza) cuando existe una desproporción significativa de poder a su favor puede ser un desafío complicado, pero no imposible. Las asimetrías del poder, así como generan unas brechas enormes, producen igualmente, oportunidades derivadas de ser más “pequeño”. El relato de David contra Goliat puede servir como metáfora para ilustrar…
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