#descansar en la seguridad de Dios
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tetha1950 · 1 year ago
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Estar quietos y descansar...
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Dios está con usted en todo momento; puede hablar con Él y descansar en su presencia siempre.
Salmo 46
El pasaje de hoy dice: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones... Estad quietos y conoced que yo soy Dios” (Salmo 46.1,10). Dios nos invita a estar quietos, pero eso no es fácil cuando nos sentimos estresados.
Todo el mundo experimenta estrés. A veces, la carga que soportamos es una lucha constante; otras veces, puede ser un exceso de cosas buenas que nos exigen más allá de nuestra capacidad. Con frecuencia, sin embargo, la vida es una mezcla de cosas que preferimos no abordar, y de otras que deseamos, como estudiar, tener un bebé, recibir un ascenso en el trabajo, etc... En medio de todo esto, ¿cómo podemos manejar el estrés de manera provechosa?
A menudo, lo que necesitamos es hacer una pausa para descansar en la presencia de Cristo. Es tentador pensar que solo podemos hacerlo cuando las condiciones son perfectas: el entorno, el tiempo o el momento del día. Pero recuerde que Dios está con nosotros en cada momento. Por eso, incluso el más breve descanso en nuestra apretada agenda puede dar lugar a un encuentro significativo con Él.
La próxima vez que sienta que su estrés aumenta, dese un momento para recuperarse. Ore, respire el aire que Dios le ha dado y descanse. Cuanto más a menudo lo haga, más de Él experimentará y menos preocupaciones tendrá.
(Ps. Charles Stanley).
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rubimoon45 · 6 months ago
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Mildrith of Wealas (1/3)
Pairing: Sihtric Kjartansson x fam!reader
Sinopsis: la pacífica vida de Mildrith se ve interrumpida cuando un grupo de guerreros daneses llegan a la finca merciana donde reside con la pequeña princesa y la hija de uno de ellos.
Warnings: sangre, contenido adulto,
You can traslate the story and read it!
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-¿Por qué vuelan y nosotros no?
-Dicen que es por la gracia de Dios, porque los hizo así para sobrevivir.
La niña rubia y pálida frente a ella pareció pensárselo. Tenía los brazos sobre la mesa, y miraba a la jaula dorada donde estaba encerrado un pequeño pájaro que piaba como si se tratase de una canción. Las ventanas estaban cerradas, pero por los huecos que decoraban las contraventanas en forma del símbolo de Mercia entraba luz suficiente como para ver. Las puertas estaban cerradas a sus espaldas, obra de Stiorra, la única hija del segundo hombre de confianza de la reina Aethelflaed. Aquella mañana se había despertado de mal humor y lo había dejado claro golpeando las puertas, gruñendo respuestas y burlándose de los comentarios inocentes que hacía Aelfwynn.
Consciente de esa tensión, se había encerrado con la pequeña princesa en el comedor donde la tres comían a la espera de que la reina regresara. Había sido una semana larga, calurosa para la zona en la que estaban, y en la que el mar humor pagaba factura a los más jóvenes.
-Vuestro Dios es demasiado divertido -se había burlado.
-Stiorra -regañó, pero no dijo más.
Ella levantó los brazos en señal de rendición. La vio marcharse a la estancia central, la que daba directamente con la puerta del hogar. Se trataba de un edificio alto y de madera, con algunas secciones de piedra, pero que era relativamente nuevo por deseos de Lady Aethelflaed para ella y su hija. Había sido el primer edifico donde se había alojado como invitada de los reyes de Mercia, y al que hubo regresado tras lo ocurrido en el monasterio cuando huían del rey y sus planes para con la reina. Pero eso ya era pasado, y se había esforzado en perdonar aquel atentado y en olvidar las muertes que tantas noches la persiguieron. La ayuda de Dios la había sanado, consciente de que necesitaba descansar.
Su padre apenas había respondido a las cartas. Wealas estaba lejos, pero no tanto de la villa como para mandar a un mensajero que informara sobre los cambios de decisiones. La última había sido una advertencia a la reina sobre la seguridad de Mildrith, acompañada de una pequeña guarnición de guerreros galeses, todos vestidos de rojo y con el emblema de su Casa, y una amenaza con romper las relaciones con Mercia si volvía a cometerse un error estratégico como ese; se refería a lo sucedido en el monasterio, a raiz de las malas relaciones entre la reina y el rey. Ahora esos guerreros cuidaban de ellas, siempre apostados a las afueras de la residencia, en el interior de la muralla. Como solo hablaban galés, era difícil para los pocos soldados mercios comunicarse con ellos.
-No me gusta estar sola.
-No estás sola. Estás con nosotras -le indició, pero la duda aún reflejaba en los ojos claros de la niña. Casi le recordaron a los ojos de su madre, la reina, pero estos eran más inocentes y aún no conocían maldad.
-Pero no está mi madre.
Mildrith se apiadó de ella.
Semanas sin ver a su madre y encerrada todo el rato en aquella residencia volvería loco a todo el mundo. Su único consuelo había sido ese pájaro, y el niño que la reina había traído de Wessex que nunca se relacionaba con ellas. Hablaba unas pocas veces con ellas, sí, pero en general se escondía para leer en el piso de arriba o en los huecos más pequeños del edificio. Cuando Aelfwynn lo invitó una vez a jugar, este le había respondido que no se lo merecía y había vuelto los ojos hacia la estantería con los manuscritos religiosos que habían rodeado su vida temprana.
De repente, escuchó a Stiorra reír al otro lado de la puerta. Seguido de varias voces que ni eran las suyas por obvios motivos ni las de Aethelstan. La última vez lo había visto en el piso de arriba sentado en la cama con el libro abierto por la mitad, con el desayuno al lado.
-¿Aelfwynn? Tu madre está aquí.
La niña levantó la cabeza a la velocidad de una flecha, y una sonrisa apareció rápidamente en su rostro. Dudaba que fuera una broma porque ni siquiera Stiorra era tan cruel como para hacerle eso a una niña. Aelfwynn se levantó, abrió las pesadas puertas de la estancia y salió corriendo llamando a su madre. Hubo más voces que llegaban hacia donde estaba.
Mildrith observó un poco más al pequeño pájaro. Piaba y piaba encima del palo que la niña le había puesto para que tuviera un entretenimiento ahí dentro. Al final, Mildrith cogió la jaula y salió con ella entre los brazos para ponerla al sol; era una forma de que a Aelfwynn le diera el sol después de tanto tiempo dentro. En la estancia principal, Aelfwynn abrazaba con fuerza a su madre, la reina, que vestía un jubón de cuero por encima de la ropa formal; una imagen a la que ya estaba acostumbrada. Llevaba el pelo trenzado y visiblemente sucio, pero sonreía al tener en brazos a su hija... No supo cómo sentirse al respecto, dado que el único afecto que había recibido de su madre cuando era pequeña había sido una sonrisa y algunas palmaditas en la cabeza antes de entregársela a las monjas para sus clases religiosas. Entre ellas era tan diferente que costaba verlo sin sentirse inferior, pero le alegraba ver a la reina que la hospedaba en el reino a salvo.
Lo que sí le sorprendió no fue ver a su consejero, Aldelmo, con ella, sino a un hombre alto y fornido que imaginaba al otro lado del país o al servicio del rey de Wessex. La espada con el ámbar deslumbrante en la empuñadura le dijo todo.
-Está un poco lejos de su hogar, señor -dijo, en su dirección.
El hombre se dio la vuelta, como si no hubiera caído en su presencia, demasiado preocupado en atender los reclamos de su hija. Stiorra sonreía aún en brazos de su padre. Los ojos abiertos y las cejas arqueadas sobrepasaron su estoicidad.
-Debería sorprenderme de verla en Mercia, dama, pero no voy a actuar como si no supiera de su presencia cuando durante todo el viaje he soportado las quejas de mis hombres con verla.
-¿Han enfrentado a los daneses, señor? -quiso saber.
-Y visto la rabia de los galeses en campo abierto -respondió, cosa que la pilló por sorpresa. ¿Galeses?-. Los demás también están aquí.
-Y mi hermano monje también -añadió Stiorra, que recibió una palmada en la cabeza, señal para que marchase
Mildrith asintió, y apretó la jaula más contra su pecho. El pájaro aleteó, pero no salió volando en el pequeño espacio. Con un gesto, ya estaba camino al patio delantero donde varias figuras vestidas de negro y otras de rojo, que distinguió como sus guerreros, caminaban de un lado a otro. Al primero que distinguió fue al joven que trabajaba con un chico más pequeño y delgado, portador de un hacha afilada a su costado, con una cicatriz en la mejilla. Osferth y el que debía ser el hermano de Stiorra, en parte similar a ella por la forma de los ojos y de la nariz. Pero Stiorra se parecía más a su padre sin necesidad de un arma que el chico. Cuando la vio, hizo un gesto con la cabeza para mostrarle respeto, acompañado de un tierno sonrojo que sacó una risa en ella.
-¿La bruja viene con vosotros, guerrero?
Osferth se dio la vuelta. Su expresión se había suavizado, pero sus rasgos vuelto más adultos y curtidos en batalla. Seguía siendo alto y delgado, pero había ganado algo de masa.
-Dios nos hizo un favor con ella, señora -fue lo único que dijo, pero sonriendo y como una buena acción. Mildrith le devolvió la sonrisa, bajando los altos escalones con cuidado de no tropezar.
El siguiente al que vio fue al irlandés que se había reído de las respuestas que hubo lanzado a la bruja rubia cuando esta la atacaba con su lengua bífida. Le había caído bien, y en su momento la protegió con fiereza para que los daneses no se la llevaran. Guardaba buenos recuerdos con él, y parece que la vida le sonreía si continuaba vivo. El último estaba de espadas, concentrado atando a los caballos y en cerrar las puertas de la muralla. Los guerreros galeses ayudaban en la tarea, seguramente por instinto al ver que los guerreros mercianos lo hacían. El pájaro aleteó más fuerte, golpeando esta vez las barras de la jaula, y casi fue como sus sentimientos saliendo a flote solo con verlo. La había salvado hacía unos años, después de que ella le dijera que si llegaban a capturarla le cortase el cuello para proteger el honor de su padre. Y nunca había llegado a disculparse por dejarle esa carga a un hombre que no conocía...y que había cuidado de ella la noche de antes.
-Finan -saludó, y él le devolvió la sonrisa y un gesto con la cabeza a modo de saludo. No dijo nada, pues siguió trabajando en las cuerdas que rodeaban sus manos y las de los caballos. El metal en forma de cruz centelleó en su pecho. Su compañero fue más reacio en responder, pero aún así supo que la había escuchado por la tensión en sus hombros y el casi invisible movimiento de sus orejas-. También es un placer verte, Sihtric. ¡Aethelstan, sal! Ven a saludar.
Bajó la cabeza, rodeando el hogar principal y dirigiéndose hacia la mesa improvisada con un tronco donde dejaba que Aelfwynn tomase el sol unos minutos cada día, tarde y noche. Fue ahí donde dejó la jaula, con el pájaro de nuevo relajado -un pequeño traidor- y espero pacientemente a que cierto niño moreno asomara la cabeza del libro. Obedientemente, no tardó en aparecer arrastrando los pies por la entrada y siguiendo la voz. Cuando vio a los guerreros desconocidos para él, recorrió a sus brazos sin expresión alguna en el rostro. Mildrith lo rodeó.
-¿Otro galés al que la reina de Mercia acoge? -preguntó burlándose Finan, a lo lejos.
-Algo como eso -respondió, entrelazando los dedos con la pequeña mano del niño-. Se llama Aethelstan y vive con nosotras desde hace un tiempo. Le vendrá bien relacionarse con hombres en vez de tener las narices metidas en los libros siempre.
Aethelstan alzó la cabeza para mirarla, como si le hubiera ofendido ese comentario. No dijo nada, sin embargo, más que pestañear un par de veces y bufar por lo bajo. Mildrith le revolvió el pelo.
-¿No le valen los valientes hombres de Wealas, señora? Los he visto luchar y son fieros como cabrones.
-A veces las lenguas son un impedimento, Finan, y Aethelstan es muy pequeño para aprender todo lo que dicen, y más si suena como trabalenguas.
Solo se encogió de hombros, pero dejó claro con ello que estaba de acuerdo con la decisión. Tampoco le quedaba otra opción. Eso, o enfrentarse a los doce galeses bien entrenados él solo. Finan volvió a su trabajo, acercándose a Osferth y al hijo de Uthred. Mildrith le dio un golpecito en el hombro a Aethelstan, quien obedientemente se marchó corriendo de nuevo al interior del hogar, de nuevo arrastrando los pies.
Sihtric también miraba hacia ellos. Había cambiado mucho, y ahora llevaba el pelo echado hacia un lado, rizado y desordenado, exponiendo la mitad de la cabeza que no llevaba el tatuaje. Los rizos le caían por la otra mitad, cubriendo las sombras del tatuaje de su cuello. También estaba muy cambiado.
Fue la primera vez que Sihtric la había mirado.
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-Tengo un mensaje de tu tío, nos lo encontramos en la batalla -anunció Lady Aethelflaed. Eso la sorprendió, en parte. Porque los britanos de Wealas y los sajones del oeste nunca se relacionaban y menos -. El rey Hywel vela por tu seguridad y ha mandado que llegado el momento regreses a Wealas, pero cuando las tensiones con los daneses hagan seguros los caminos.
Mildrith asintió, pero tuvo ganas de burlarse. Los caminos nunca eran seguros, pero aún así se habían arriesgado. Y la guerra solo había hecho que Mercia se enfrentase a las invasiones que llegaban de la costa oeste, o tenía entendido algo así. Wealas era capaz de repeler los ataques por su cuenta, pero Mercia... Al menos Lady Aethelflaed estaba sana y salva, y había regresado de la guerra más viva que nunca para asegurar a su hija y a ella en su residencia. Mildrith solo podía estar agradecida.
-Rezaré para que se cumpla, dama.
No hubo respuesta, puesto que la reina merciana decidió que debía resolver otros asuntos en el interior del hogar. Mildrith observó a Aethelstan a lo lejos buscando un juguete que había escondido ahí aposta para entretenerlo. Sentada en los escalones, escuchaba de fondo las voces de los daneses discutiendo con la reina, acompañado del suave tono de Stiorra. El sol ese día pegaba fuerte, más que en los días nublados y lluviosos de atrás, y a los niños les vendría bien salir y relacionarse aunque fuera entre ellos. Los hombres del interior no estaban ahí para entretenerlos, sino para discutir lo que pasaría. Según parecía, era un asunto serio.
-¿Cuándo vas a soltarlo? -le preguntó a Aelfwynn, que sentada de rodillas en la tierra silbaba intentando imitar a su pajarito. Había llevado la jaula con ella a donde estaban y ahora intentaba comunicarse con el animal.
Una brisa sacudió su pelo rubio echándolo a sus espaldas. Lo mismo pasó con la melena pelirroja de ella, que se sacudió y metió en los ojos. Mildrith se lo apartó como pudo, recogiéndoselo detrás de las orejas. La niña se mordía el interior de la mejilla.
-¿Tengo que hacerlo?
-Habrá -razonó. Los ojos de Aelfwynn bailaron entre ella y el pajarito- si queremos que pueda volar.
Aelfwynn se lo pensó. Miró la jaula como si fuera una encrucijada, y luego regresó los ojos a ella y se quedó mirándola con sus grandes ojos claros llenos de curiosidad, miedo e inocencia. Le recordaron a lo joven que había sido cuando su madre decidió abandonar el castillo y residir en una residencia aparte habiendo cumplido sus deberes como tal, pero Aelfwynn tenía la suerte de estar en contacto y vivir con su madre.
-Pero ya vuela, ¿no?
A veces se preguntaba si una niña de tan temprana edad podía ser consciente de lo que pasaba a su alrededor. De que, al igual que ese pájaro, viviría encarcelada por su seguridad y sin poder moverse libremente. La veía mirar divertida a los guerreros, pero temía acercarse a ellos y preguntar si podían jugar con ella; lo sabía porque la cogía de la mano, la apretaba, y seguido iba a abrazarla. Una niña sensible que no había heredado la confianza de su madre. Le recordaba tanto a ella... Mildrith la abrazaba con fuerza y dejaba que durmiera con ella si alguna pesadilla la atormentaba, la cogía de la mano y protegía.
-¿No quieres jugar con Aethelstan?
-Es un chico -respondió con un tono indignado-. No me gustan los chicos.
-Es guapo -afirmó. Aunque fuese un niño. Seguramente fuese un muchacho guapo solo por quién era su padre. ¿Por qué lo sabía? Lady Aelswith no era sigilosa hablando.
Finan pasó entonces por delante de ellas mordiendo una manzana y abrochándose los pantalones. Al verlas, le hizo un guiño a la niña que consiguió hacerla reír. Osferth apareció más tarde gritándole a Aethelstan que buscase césped más adentro. Se preguntó dónde estaría Sihtric, pero conociendo su actitud distante estaría escondido en algún lugar observando y vigilando si los otros estaban tan relajados. Mildrith se miró las puntas de los pies.
-¿Te gustan los chicos? -dejó de atender al canto del pajarito y la miró a los ojos.
-Algunos, sí.
Se encogió de hombros.
-Son tontos.
-No conoces a ninguno de tu edad -señaló al niño, que se había adentrado entre la maleza obedientemente-. Cuando lo hagas cambiarás de opinión.
No parecía muy convencida.
-¿Los chicos de tu reino son todos pelirrojos como tú?
Mildrith se rió suavemente.
-No todos, pero sí algunos. Al norte, en Escocia, dicen que también lo son -recordó los comentarios de los monjes que llegaban del norte buscando alianzas con un reino vecino de Wessex-. También dicen que son unos cerdos porque no se lavan.
La niña arrugó el ceño, visiblemente asqueada de que hicieran algo como eso. Tampoco es que ellos fueran los más limpios, claro, pero sí tenían más higiene que en el frío norte. Los deditos de Aelfwynn cogieron uno de los mechones pelirrojos de su melena.
-Me gusta mucho tu pelo.
-Y a mí el tuyo -lo cual era cierto.
Aelfwynn miró de nuevo a la jaula, manteniendo un ligero silencio antes de volver a abrir la boca.
-A él también le gusta.
Tampoco dijo a qué se refería con ello.
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Lady Aethelflaed y Aldelmo marcharon galopando tan rápido como lo anunciaron. Noticias desde la capital de Mercia, decían, donde se amenazaba la sucesión del reino. La asistencia de la reina era obligatoria en esos asuntos. Desde ese momento, Aelfwynn sollozaba y se limpiaba las lágrimas con las mangas del pequeño vestido con flores bordadas. Ella intentaba consolarla como podía, pero apenas podía sola. Stiorra prefería encerrarse en el ala de arriba y juzgar a todo aquel que subiera a hablarle, incluso a los niños. Su hermano, que se llamaba igual que su padre, fue al único que dejó entrar.
Los demás estaban en la planta de abajo. Uthred había marchado con la reina y su consejero, pero antes había ordenado que sus guerreros protegieran la residencia merciana de Saltwic. Se habían llevado a los guerreros con ellos, por lo que tendrían que haberse quedado los doce guerreros galeses a su servicio. Pero estos se habían dividido en dos bandos: uno volvería a informar al rey Hywel de lo que sucedía y otro marcharía con Aethelflaed como refuerzo. Les había parecido mal puesto que solo eran fieles a una persona de entre todos ellos, pero al final habían marchado con todos ellos.
Aelfwynn silbaba con lástima a su pájaro, mirándolo con ojos llorosos y mirada ausente. Parecía un fantasma en vida. Alejarse de su madre en tan poco tiempo le suponía un gran impacto ahora que la había recuperado, pero así era la vida de una dama. Y más la de una princesa. Aethelstan se habría perdido por la residencia aprovechando que todos estaban ocupados. Cuando fue a buscarlo, descubrió que no estaba donde solía esconderse. Hasta que lo había visto practicando su escritura en pergamino al final de la sala donde Finan, Sihtric y Osferth descansaban -o hacían guardia-, la voz de Stiorra sonando de fondo a gritos.
-¿Me enseñas galés? -le había preguntado al corregirle el trazo de una "d" minúscula.
-No tienes por qué escribirlo -le respondió, un poco confundida por su repentino interés-. Y no es una lengua bonita que suela gustarle a los sajones. ¿Por qué quieres?
Solo se había encogido de hombros y mirando a la pluma.
-A mí me suena bien.
No sabía dónde había escuchado hablar más galés que a los guerreros, que normalmente se mantenía al margen de los niños. Porque ella no solía hablarlo estando a solas, solo pensaba en él. Lo habría visto escrito en las cartas intercambiadas con su padre, pero aún con esas era extraño que un niño mostrase interés por aprender una lengua como esa.
-Me gusta cuando lo cantas.
Miró a través de la ventana abierta, hacia donde la princesa silbaba entretenida con la pequeña ave. Mildrith se recogió entonces las faldas del vestido y salió de la estancia, caminando por los largos pasillos camino a su objetivo. Todavía escuchaba a Stiorra hablando en voz alta, y un cuchicheo que debía ser la de su hermano mayor. Sus pasaron resonaron por el eco del edificio.
-Osferth -llamó, entrando en la sala de descanso. Rápidamente lo vio, tumbado con un libro frente a la ventana y con una tímida sonrisa-, ¿puedes asegurarte de que Aelfwynn y Aethelstan sigan ocupados?
-Sí, señora.
Cabeceó una respuesta y caminó por la sala de descanso. La luz entraba clara por las altas ventanas, algunas cubiertas con cortinas de seda amarilla a juego con los muebles. Osferth ya estaba de pie cuando ella se fijó en el juego que Finan y Sihtric tenían entre manos. Finan movía tres vasos opacos de oro boca abajo, con tanta soltura que parecía haber nacido para aquello, el entretenimiento. Sihtric, tumbado y con los ojos fijos en ellos, bebía en silencio. Ninguno llevaba la ropa de cuero curtido, sino la ropa que iba por debajo de las armaduras de ese estilo, pero había una espada en el lado diestro de Finan que le hizo saltar las alarmas.
Estaban jugando a adivinar dónde estaba lo que fuera que tuvieran para esconder ahí abajo; su hermano le había enseñado a jugar, y siempre perdía porque su hermano hacía trampas para cabrearla. Cuando los separaron, ella siguió jugando por su cuenta con alguna de sus niñeras. Antes, de salir, se detuvo unos segundos en el umbral y miró por encima del hombro, hacia donde Finan sonreía por el malestar de Sihtric, sabiendo que iba a ganar.
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-Lo tiene en la boca -contestó. Ambos la miraron, pero lo que sucedió a continuación de eso no lo supo porque había entrado en la cocina.
La cocinera acababa de salir cuando ella entraba, cerrando las puertas tras de sí. No era un espacio muy iluminado, sino lo justo como para trabajar y no tener un accidente. Algunas velas estaban ya por la mitad en las zonas más oscura. Se dirigió a los armarios, consciente de que al otro lado de la cocina había movimiento y la risa de Finan atravesaba incluso la madera más dura. Mildrith abrió uno de ellos, cuyas provisiones se acumulaban en los estantes. Pero no estaba lo que buscaba. Así fue en los armarios siguientes, y en los posteriores.
Mildrith se dio la vuelta, y se encontró en la entrada a un Aethelstan algo desorientado, una mano sujetándose el hábito de pequeño monje, porque nunca había estado en esa parte del hogar y Sihtric. Este último llevaba un ramo de flores recién cogidas en una de las manos, puesto que la otra agarraba por instinto la empuñadura de una cuchilla a un costado. En otra ocasión, se habría sorprendido de encontrarse a solas con un hombre, más un pagano, pero con un niño la cosa cambiaba. Le daba en parte más seguridad, y más si se trataba del hombre que la había protegido esa noche en el monasterio y ahora estaba ahí para, sorprendentemente, lo mismo. Los ojos de Mildrith no se separaron de las flores ni un segundos.
-Son muy bonitas -dijo, con sinceridad y una sonrisa-. ¿Para quién son?
-Son para Lady Aelfwynn -dijo él, Sihtric, rápidamente, tendiendo las flores en su dirección. Ella las recogió, dándose cuenta del gran puñado que eran y que necesitaría dos jarrones-. El niño quería dárselas pero es muy cobarde.
Mildrith se sorprendió. Los ojos de Aethelstan estaban clavados en Sihtric, agarrado al final de su camisa roída. Supuso que ni siquiera los guerreros más poderosos tenían tiempo para cuidar su aspecto, ni el más hermoso a la vista.
-¿Aethelstan? Eso es muy generoso y de ser un caballero -respondió, y le hizo una señal para que se marchase.
Aethelstan obedeció y abandonó la cocina, ahora sí dejándolos a solas. Mildrith analizó las flores, claramente recién cogidas y del patio, las mismas que Aethelstan había golpeado con un palo para buscar el juguete como si no fueran nada. Y ahora se las estaba dado a Aelfwynn. Un gesto muy generoso por su parte y que tendría en cuenta.
-¿Te ha pedido que las cojas tú?
-Sí, señora.
-Eres muy amable. Se lo diré a la princesa -informó, a lo que él asintió sin hacer contacto visual, cabeceando una respuesta-. Seguramente lo habrá hecho para disculparse con ella por no querer jugar.
Se recogió las faldas rojas del vestido y se encaminó a la estantería más cercana en busca de dos jarrones, con suerte. Encontró uno, pero lo suficientemente grande como para almacenar todas esas flores. Mildrith lo hundió con una mano en el agua de un balde, y con la otra metió las flores con cuidado de no romperlas. Al acabar, sonrió. A Aelfwynn le daría una alegría ver unas flores tan bonitas decorando el comedor.
-Quería distraer a Aelfwynn con alguno de sus postres favoritos, pero me temo que la cocinera los ha guardado y no los encuentro -habló, entonces, a Sihtric. Él permanecía en la puerta con la cabeza alta y el cuerpo tenso, los brazos a sus espaldas como si esperase alguna orden-. Verlas le inundará el corazón de alegría. Tal vez la convenza de recoger alguna para que le haga una corona a Aethelstan.
Supuso que un hombre como él no entendería el significado de esos detalles, y más en el contexto de unos niños, pero ella se esforzó en explicárselo. Le contó que cuando era pequeña las monjas que la cuidaban le habían enseñado a hacer coronas de flores para intercambiarlas con otras niñas en las festividades de su tierra, de Wealas, siguiendo la tradición del reino. En ningún momento habló del cristianismo, pero sí del cristianismo celta y las celebraciones que todavía se llevaban a cabo en sus tierras.
Sihtric no había cambiado la expresión, y en cierto momento le recordó a la estoicidad de Aethelstan cuando se rodeaba de ellas y nunca abría la boca. En cierta parte, eso le molestó.
-Es muy bonito, señora.
Asintió. No supo qué más decirle, suponiendo que no eran dos personas conocidas y tenían ideas contrarias y discutibles. Lanzó una oración silenciosa por su seguridad y paciencia. Mildrith le sonrió con cierta tensión antes de darse la vuelta y tirar unos restos de comida a la basura al lado de la puerta trasera. La cocinera fuera estaba regañando a unos soldados mercianos que se reían de algo que la habría molestado. Volvió a mirar las flores, claramente arrancadas del patio, pero bien elegidas, y luego a Sihtric. Este permanecía en el umbral de la puerta en silencio, mirando al suelo.
Entonces a Mildrith se le ocurrió preguntarle por algo.
-¿Qué significan las pulseras?
Se refería a las pulseras que lo había visto llevar tanto el día que lo conoció hacía ya tiempo atrás como aquella mañana. Joyas que decoraban tanto antebrazos, dedos y muñecas, pero esta última apenas visible. Le habían llamado la atención porque no era el tipo de accesorios que un guerreros habría llevado para enfrentarse a otros peores, pero cuando vio que sus iguales, pero de bando contrario, también los llevaban supo que era un tipo de tradición entre los daneses. De oro o plata, materiales caros y ricos, bienes de lujo.
-Son recompensas -le respondió.
-¿Recompensas?
-Por mi trabajo con el señor Uthred -añadió, haciendo un amago de enseñarle una, para darse cuenta de que se había desprendido de ellas en el momento que se quitó la armadura. Su mano cayó de nuevo sobre la empuñadura-. Es una tradición entre los daneses, más o menos. Mi señor me los da como recompensa por una victoria, y con ellas a veces pagamos... -la sonrisa le desapareció del rostro tan pronto como se dio cuenta de lo que estaba diciendo, tan libremente frente a ella.
Mildrith iba a preguntarle a qué se refería con eso último cuando un grito hizo que pegase un bote en el sitio.
-¡Están aquí! ¡Vienen hacia aquí! -gritaron desde fuera. Sihtric y ella salieron de la cocina siguiendo los gritos de Stiorra, cuyas pisadas a medida que se acercaba se hacía más pesadas.
Finan ya estaba de pie, con una mano empuñando su espada aún sin desenvainar, y Osferth entraba en la sala cogiendo la mano de Aethelstan. ¿Y Aelfwynn? Sus ojos las buscaron, nerviosos, e incluso se atrevió a acercarse a la ventana, solo para descubrir que no había nadie al otro lado. El joven Uthred llegó corriendo con una niña rubia de la mano, y casi le dieron ganas de echarse a llorar. Mildrith inspiró.
-¿Quién viene?
-Unos hombres bajando la colina vienen hacia aquí. Vienen armados.
-¿Quiénes son?
-No lo sé -respondió la joven-, pero vienen rápido.
Mildrith sintió el corazón latirle con fuerza.
La sucesión. El rey herido. Todo encajaba. Venían a por Aelfwynn por ser la única hija del rey Aethelred y su reina. La decisión de los condes dependería de todo al final por la sucesión, la razón por la que Aethelflaed había marchado para discutirlo, pero siempre facilitaba las cosas tener a los hijos del rey cerca en caso de plantearse una alternativa. Porque era una niña. Una joven capaz de heredar el trono y que necesitaría una regencia... O a un hombre.
-Aelfwynn -la niña fue corriendo a sus brazos sin decirle nada más, claramente temblando y con el rostro pálido sin comprender qué sucedía a su alrededor.
Tenía la piel fría, pero la ropa caliente. Cuando vio el hacha de Sihtric, Mildrith se alejó con la princesa entre sus brazos con temor a que por accidente le hiciera acabase golpeando a la niña. Sihtric las miró a ambas, pero sobre todo a ella; Mildrith le devolvió la mirada. No supo qué significaba o si le estaba diciendo algo con la mente. Finan ya estaba desenvainando la espada cuando Stiorra se adelantó en el acto.
-¡Esperad! Tenemos un plan.
Mildrith intentó descifrar a qué se refería Stiorra, cuando se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Había un plan, que ninguno de ellos conocía. Solo ella, y puede que por la sonrisa de Aethelstan él también tuviera algo que ver. Al final, él se movía por la residencia y conocía mejor que nadie dónde uno podía esconderse para no ser encontrado. El condenado niño que los salvaría a todos era el mismo que huía de la presencia de los demás. Aelfwynn tiró de la falda de su vestido llamando su atención.
-Toqué tu arco buscando mi escondite -le dijo, con ojos triste-, lo siento.
Mildrith le dio una palmadita, restándole importancia. Su atención se concentraba en los ojos astutos de la hija de Uthred, que explicaba el plan de forma comprensible y dictaminaba dónde cada uno debería estar para que funcionase correctamente. Finan se escondería en el hueco de una de las paredes, mientas que Osferth tenía la constitución perfecta para hacerlo en el arcón de la entrada, donde guardaban los juguetes y las mantas de los niños. Los niños, por otro lado, lo harían en el césped alto que crecía en el jardín aprovechando su tamaño. El joven Uthred los controlaría.
-Ella no -se refería a ella. Stiorra la detuvo cogiéndola del brazo-. Se te vería el pelo de lejos, por eso de tener el pelo rojo. Mejor en el dormitorio de arriba que hay más espacio.
-¿Y tú que harás?
-Alguien tiene que demostrar que Aelfwynn no está y que esto está vacío -respondió de forma astuta. Cada vez se demostraba más de quién era hija-. Si ven a la hija del rey de Wealas y que es mentira, intentarán también llevársela. Si no tienen órdenes de antes...
Así que así lo hicieron. Sihtric la cogió de la mano y ayudó a subir corriendo las escaleras por la dificultad de movimiento que había con vestido. Los demás se quedaron en la planta de abajo, y se escuchaba lo que estaban haciendo. Stiorra estaba diciéndole algo a Aethelstan que no atendió puesto que la madera crujía debajo de ellos. Una vez en la planta de arriba, la cama de Aelfwynn cubierta con pieles era el único mueble amplio.
-Aquí -señaló al armario empotrado en la pared, de madera y también decorado con los símbolos de Mercia-. ¿Dónde te esconderás?
Él no dijo nada, como era costumbre ya. Un hombre que vivía en su mundo y que iba por solitario como los lobos. Había dejado el hacha en el patio clavada a la mesa de madera, como algo casual, pero había cogido un cuchillo de su arsenal privado de armas.
Mildrith abrió las puertas del armario, por su parte, al mismo tiempo que él se agachaba frente a la cama y arrastraba. Sihtric desapareció debajo del mueble sin mediar palabra alguna, arrastrándose hasta que la madera crujió. ¿Qué estaba haciendo ahí abajo? Supuso que seguir el plan de esconderse como todos. A Mildrith se le calentaron las mejillas de rabia contenida, pero continuó con el plan de Stiorra porque una cosa no, pero estaba realmente bien planteado. Como si lo hubiese planeado por sí sola... Mildrith cerró las puertas del armario, y dejó que los ruidos metálicos inundaran sus oídos como si estuviera en el campo de batalla a su propia manera.
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El interior del armario era sofocante, la oscuridad apenas rota por las rendijas por las que se colaba la luz del exterior. Mildrith contenía la respiración, sus oídos atentos y despiertos a cualquier sonido que llegase de fuera. Sabía que su vida dependería del plan de Stiorra, pero jamás en su vida como princesa se habría imaginado escondida de aquella manera. Le tocaba ahora confiar en ella lo había calculado todo al milímetro, por mucho cambio que supusiera.
Los pasos resonaban entonces en el pasillo. Eran pesados y firmes, el tipo de pasos que no dejaban espacio para la duda a que buscaban algo. Solo una persona, con suerte. Cerró los ojos, tratando de calmar el frenético latido de su corazón. Las botas se detuvieron justo frente a las puertas del armario; la cota de malla deslumbraba amenazadoramente. El silencio siguió siendo ensordecedor, temiendo que la hubieran descubierto. Mildrith se mordió el labio inferior. Por un momento, el tiempo pareció detenerse.
Hasta que los pasos se alejaron, escuchándose el crujido de la madera por su peso y la señal de que estaba bajando las escaleras. Mildrith abrió entonces los ojos. La voz grave hablaba, seguida de otras y una que distinguió como la de Stiorra. Aprovechó el momento... Con un movimiento lento y cuidadoso, empujó ligeramente la puerta del armario. Esta se abrió con un leve chirrido que le heló la sangre. Pero no hubo reacción. Se deslizó fuera, sus pies cubiertos por las botas de cuero elegante apenas hicieron ruido sobre el suelo. Se movió, entonces, hacia el exterior, vacío. Mildrith salió dejando la puerta abierta, teniendo cuidado de por dónde pisaba.
Sihtric también decidió que era el momento de salir de su escondite. Al menos no había destrozado la habitación para averiguar dónde estaba la niña. La madera sonó bajo sus pies suavemente. Escuchó debajo de donde estaban los movimientos de los hombres a los que Stiorra entretenía. Sihtric se arrastró saliendo de su escondite, un pequeño cuchillo en boca y el colgante de siempre bailándole en el pecho. Mildrith se alejó de la barandilla todo lo que pudo, arrastrando los pies. A sus espaldas, escuchaba el sonido de la ropa de la otra persona para limpiarse el polvo.
Los ojos de Sihtric se lanzaron directamente hacia ella, inmóvil ahí donde el suelo crujió como una escena de terror. Ambos guardaron silencio, mirándose el uno al otro. Los ojos de Sihtric bailaron entre ella y el sitio donde había pisado. Hubo un silencio estremecedor que le congeló la sangre de tal forma que dejó de sentir a su alrededor.
-¡No, no subáis! ¡Se habrá colado un gato callejero!
Aunque el intento de Stiorra era bueno de corazón, no habría convencido ni al hombre más tonto del mundo. Sihtric y ella intercambiaron una mirada cómplice. Sin pensarlo dos veces, marcharon corriendo sin importarles el ruido -aunque fue poco el que hicieron, cosa que los alivió- hacia el mismo espacio donde ella se había ocultado antes y, con un tirón firme, Sihtric los metió a ambos cerrando la puerta tras de sí.
Dentro del armario, el espacio era aún más reducido con los dos compartiéndolo. Se apretó contra la pared, su respiración entrecortada y sudando miedo. Sihtric, pegado a ella, intentaba controlar la suya propia. Estaban cara a cara, con una marca diferencia de altura que a la distancia que solían dejar entre ambos apenas se notaba. Pero era enorme comparado con ella. Sihtric tenía que levantar un brazo y agarrarse a la barra del armario para dejarle espacio en el que colocarse.
-¿Gato?
El hombre estaba ahí. Los pasos se dirigieron hacia la habitación de donde habían salido. Mildrith contuvo la respiración, sintiendo el calor del cuerpo de Sihtric a su lado, su proximidad haciendo que el momento fuera aún más intenso. Y peor. Esa cercanía podría condenarlos a ambos si se descubría por la persona inadecuada. El hombre rebuscaba en la habitación, maldiciendo entre dientes. Ahora estaba enfadado, y nervioso. Buscaría en todos lados hasta darle caza a lo que había pasado por alto.
Un crujido resonó cerca de ellos, y Mildrith sintió el pánico crecer en su interior. Las sombras se movieron frente al armario y, por un momento, pareció que todo se detendría ahí. Mildrith cerró los ojos, rogando que no los descubriera. Estaba pegada a Sihtric, lo sentía, y a su calor. También sentía su respiración entrecortada resonando en la oscuridad, si bien él intentaba controlarla haciendo ejercicios. Mildrith podía sentir el calor del cuerpo de Sihtric junto al suyo, su proximidad, provocando una mezcla de nerviosismo y una creciente corriente eléctrica entre ambos. Podía olerlo, y no se parecía en nada a lo que hubiera imaginado; sudor, un aroma varonil que le ponía los pelos de punta, mezclado con algunos elementos más como el metal y lo que temía que fuera sangre.
-Gato...Gatito... -se estaba burlando sabiendo que llevaba ventaja en ese juego. Sihtric se movió, y la madera crujió, y de repente los pasos del hombre se detuvieron. Mildrith se agarró a su brazo alzado, estirando la espalda en aquel minúsculo espacio.
Sihtric se inclinó ligeramente, intentando imitarla, solo para que la madera volviera a crujir. Lo vio cerrar los ojos con fuerza, tensar la mandíbula de forma que demostraba la incomodidad de estar ahí dentro y en esa situación. El armario, tan estrecho y opresivo, ahora se sentía como su propio universo. Un nuevo espacio. Mildrith se alejó de la puerta lo máximo que pudo, no fuera a llamar la atención sin quererlo. Para ello, tuvo que inclinarse un poco más sobre el cuerpo del hombre con el que compartía ese lugar. Su visión fue a parar sobre el amuleto que siempre colgaba de su cuello, a juego con el de su señor, y no pudo evitar contemplarlo desde cerca. Había sustituido el de madera por uno metálico oscurecido por la vida fuera de casa.
-No te muevas -susurró, lo suficientemente bajo como para que solo él la escuchara.
El sonido de los pasos continuó, la madera sonando de forma que el vellos de Mildrith se erizaba a cuanto más cerca se encontraba. Mildrith y Sihtric contuvieron la respiración como pudieron cuando la malla volvió a aparecer frente al armario. El silencio cayó sobre ellos, cargado de tensión. Mildrith inspiró como pudo, intentando calmarse y pensar con claridad. Pensó en Aelfwynn y en Aethelstan, ahí fuera ocultos con el joven Uthred, desprotegidos. Y en donde se hubieran escondido Finan y Osferth.
¿Y si los pillaban a los dos? Matarían a Sihtric. Pensarían que estaba ahí para secuestrarlas por su apariencia de danés o que obstaculizaba la tarea ordenada desde la capital, seguramente por los condes hasta el momento al cargo de la sucesión de Mercia. Y luego se la llevarían a ella por los pelos si descubrían quién era, lo cual era bastante sencillo solo con mirarla. Las lágrimas amenazaron con salir de sus ojos. Inspiró y exhaló, una y otra vez. El aire le oprimía. ¿Era así como se sentía el pájaro de Aelfwynn, sofocado por no encontrar la salida?
-Respira. No contengas el aire -el aire cálido de su aliento la golpeaba en las mejillas al hablar, pero también al intentar respirar. Mildrith sintió un tirón en el estómago, una especie de advertencia a que... No lo sabía. Pero no podía alejarse de él. De su calidez asfixiante.
-No puedo -balbuceó.
-Tienes qué hacerlo.
Pero Mildrith sacudió la cabeza. El pelo comenzaba a molestarle, así que se lo apartó del cuello echándoselo a un lado. Empezaba a sentirse mareada.
Más pasos. El sudor corría por su espalda, empapándola y enfriándole la piel como bien podía. Sihtric se removió, esta vez la madera no crujió. Ni cuando consiguió con la mano libre apartarle el pelo por completo de la cara. No supo si la estaba viendo, pues ella era incapaz de ver su rostro, pero sí imaginárselo. Se preguntó si él era capaz de eso. Otra vez los pasos. Más. La respiración de Mildrith se aceleró cuando sintió sus dedos recorrerle la piel de la nuca, la expuesta por el pelo. Mildrith se estremeció, pero no apartó. Sus ojos bailaron acostumbrados a la penumbra.
-Lo siento. Por haber pedido que me mataras en el convento. Lo siento, lo siento mucho...
-Eso es pasado -su voz sonó dura pese
-Pero importante para mí.
Apretó los labios. Con fuerza. Tanta que sintió las venas romperse contra sus labios y el sabor de la sangre en su lengua.
-¿Milli? -sonó una vocecita. Una luz en el camino. Un hueco por el que fuese capaz de arrastrarse y salir de ese espacio. Sihtric y ella respiraron finalmente.
La puerta se abrió, golpeada por ella. Primero sacó las piernas, y después el resto del cuerpo empapado en sudores fríos. Tosió, pero por el repentino aire frío de la habitación. Aethelstan esperaba fuera con los brazos a los costado y una postura relajada. Sonreía, pero no ampliamente como había visto antes. Era visible que estaba emocionado, pero se contenía de acuerdo a sus enseñanzas en el monasterio. Hubo movimiento a sus espaldas, mientras ella recuperaba el aliento.
Aethelstan salió corriendo escaleras abajo al escuchar a Stiorra llamarlo para que recogiera sus cosas. Hubo silencio entre los dos, solo roto por la voz relajada de Uthred, padre, en la planta de abajo, Debía de acabar de llegar evitando a los soldados mercianos. Una presión sobre el hombro la sorprendió.
Mildrith se alejó.
-Se han ido -anunció, y huyó como una cobarde de la escena.
Uthred ordenó que recogieran todo lo comestible y posible para abandonar la residencia. Cuando bajaron -de distintas formas: Sihtric saltando la barandilla y ella las escaleras-, ya todos estaban recogiendo y moviéndose. Al poco tiempo, habían cargado a los niños a un carro guiado por Osferth al frente y lo necesario en su interior. Uthred y Finan se posicionaron al frente, mientras que tras el carro iban los hijos de Uthred y ella atendiendo y vigilando que los niños estuvieran a salvo, con Sihtric cerrando la fila. No habían hablado más. ¿Para qué hacerlo?
Aelwynn había sacado el arco de madera del arcón de su dormitorio y puesto a su lado, abrazándolo con fuerza. No había dicho nada respecto a ello, y menos cuando Finan le había dado una mirada extraña.
Antes de marchar, Mildrith de Wealas, única hija del actual rey de Wealas, se permitió el lujo de darle un último vistazo al que había sido su residencia en los últimos años. Los altos muros de piedra, con un tejado tan bien trabajado que recordaba a las construcciones fronterizas que separaban Wealas de Mercia. El jardín donde Aelfwynn había liberado al pajarito llorando, y volado hacia su libertad, el mismo lugar donde habían jugado, hecho muñecos de nieve con ayuda de los soldados que se rendían a los pucheros de la princesa y comido con el buen tiempo. Huían de una guerra que envolvía a una extranjera con título de reina consorte, a su hija con sangre merciana con derecho propio al trono y a todo aquel que codiciaba el trono de un reino en guerra con los daneses. Y ella solo podía sentir lástima por lo que pasaría con ellos si eran capturados.
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extrvagancias · 24 days ago
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artemivsa.
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“ cléo, no eres tú. ” asevera con seguridad, expresión volviéndose algo complicado y lleno de culpa. no deseaba que contraria se sintiera responsable de su decisión, algo que no podía estar más alejado de la realidad. el único causante de su destrucción mutua era koen, que había sido demasiado cobarde para enfrentar la realidad anteriormente. “ nada de lo que hiciste estuvo mal. soy yo—y dios, sé lo cliché que suena, pero es verdad. ” una ola de valentía parece apoderarse de su cuerpo en ese momento, donde ladea el cuerpo volviéndose a ella y sus manos encuentran su rostro, al que rodean con la delicadeza y el cariño habitual. su mirada recorre facciones ajenas con lentitud, esperando que orbes se encuentren antes de entregar su mensaje. “ te mereces todo lo bueno del mundo. te mereces a alguien que te entienda y te quiera tal y como eres. ” porque ese era el problema, ¿no? todo el cariño que se tenían no era suficiente para darle seguridad en su relación, y era ese mismo comportamiento que terminaba apagando la llama dentro de rubia, que la obligaba a renunciar a su esencia, la misma que había capturado su atención en un principio. “ yo también te quiero, y es por eso que no podemos seguir juntos. porque estás dispuesta a hacer cualquier cosa por mí y el amor no debería ser así. ” de eso estaba totalmente convencido, porque esa era la idea de amor con la que había crecido toda su vida.
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lo que está ocurriendo en ese momento no le sorprende, no podría mentirle a nadie al respecto. era consciente de que conversación llegaría más temprano que tarde y es consciente de que es necesario, pero aún así, a pesar de todo lo que su razón le dice ( y de manera quizás sí un tanto inesperada ), no contaba con sentirse tan vulnerable, tan triste. porque no hay nada más poético o profundo en ese momento, lo único que siente es tristeza. sabe que koen menciona cada palabra con total honestidad, pero en el fondo, es consciente de que ella es la fruta podrida; quizás por eso cuando siente el contacto con su rostro se estremece, labios tiemblan en gesto que intenta controlar y no puede evitar su mirada por más de un instante. voz interior es instintiva, quiere gritar, preguntar, si acaso él no la quiere tal y como es, pero sabe que no es a lo que se refiere. diestra viaja al encuentro de mano contraria, aquella que descansaba sobre su rostro, no para apartarla sino para descansar allí, en suave caricia. “sé que no tengo una idea clara de lo que es el amor, no realmente,” admite, entre avergonzada y arrepentida. “ —pero también sé que nunca deseé tanto la felicidad de otra persona como lo hago contigo. quiero que seas feliz, más que nadie, incluso aunque sé que yo no puedo dártelo.” intenta una sonrisa, y la logra, pero es pequeña y da paso a lágrimas que amenazan con descender por sus mejillas. incapaz, como siempre lo fue, de sucumbir por completo a la angustia frente a un tercero, es que vuelve a hablar : “aún así… no vas a olvidarme, ¿verdad?” intenta bromear, comisura se estira apenas una vez más, aunque voz es ciertamente débil.
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crecimiento-espiritual · 4 months ago
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7 DE AGOSTO: DUERME EN PAZ
Escucha:
En paz me acuesto y me duermo, porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado.
(Salmo 4:8)
Piensa:
David pasó por una gran cantidad de momentos difíciles en su vida. Tuvo que enfrentar fieras, al gigante Goliat, ejércitos, al rey Saúl, y hasta llegó a ser perseguido por su propio hijo, Absalón.
Y nosotros, ¿cuáles son las actitudes que revelamos normalmente cuando atravesamos por fases difíciles? ¿Perdemos el sueño? ¿Nos desanimamos y nos frustramos? ¿Nos desesperamos?
David revela en este salmo una actitud completamente diferente. Delante de grandes dificultades, frente a problemas graves o enemigos amenazadores, él descansaba en Dios. El corazón de David se desbordaba de paz y seguridad porque confiaba plenamente en el Señor que tiene el control de todas las cosas. Así es como él conseguía dormir en paz y tranquilidad.
¿Cómo lograr dormir en paz hoy?
Ora y entrégale al Señor tus preocupaciones, tus problemas y dificultades.
Cree que solo Dios puede garantizarte una vida segura.
Lee la Biblia y descubre la protección permanente de Dios sobre sus hijos.
Ten fe y la confianza de que Jesús cuida de ti.
Ora:
Señor, muchas gracias por tu cuidado y protección en este día. Confío que estoy seguro contigo porque tú eres más grande que todas las amenazas y problemas que surgen. Ayúdame a descansar y a reposar en paz, creyendo que cuidas de mí todo el tiempo. Amén.
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mosslikesrum · 2 years ago
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DOORKEAY
Divergencia del Canon: Gerry y Michael se conocían.
Ubicación: Medio año después de que Gerry fuera hospitalizado por las quemaduras de su encuentro con La Flama.
Headcanon: Él perdió su melena pero la está haciendo crecer de a poco. Sigue tiñéndose mal el pelo, jaja
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”Nunca estuve asustado de la oscuridad. Tuve miedo de muchas otras cosas, y al crecer uno sólo conoce nuevos miedos pero difícilmente se asusta de algo que le causa seguridad.
ㅤㅤ
Pero, sí, la oscuridad... la veía como si llevara puesta una venda o caminara con los ojos cerrados por mi casa, conociendo de memoria los muebles y las maderas que crujen; un blueprint mental. No necesitaba ver lo que ya sabía ubicar espacialmente, claro, así que la ausencia de luz no me molestaba particularmente.
Podría decirse que veía el mundo a través de mi mente.
ㅤㅤ
Y además, nunca hay total oscuridad, ¿no es así? Uno... uno siempre tiene la luna, un farol colándose por la ventana.
ㅤㅤ
Dos cosas sucedieron.
ㅤㅤ
Hubo un corte masivo de luz en toda la ciudad; incluso el cielo se había apagado. No me preocupé, tenía mi mapa mental para guiarme por la casa.
ㅤㅤ
Sigh.
ㅤㅤ
Excepto que no había iluminación en mis recuerdos tampoco. Me encontré en plena oscuridad tanto dentro de mí como fuera. Los ojos se me secaron y lloraron del esfuerzo que hice por encontrar algo de lo que colgar la vista.
ㅤㅤ
Era extraño, sí, pero también había sido un día agotador. Mary me había pagado una visita, Dios sabe cómo carajos me encontró, ésa arpía... Sí, no me importa que sea mi madre, tú sabes como es ella, Gertrude, y sabes que tengo todo el derecho de faltarle el respeto tanto como se me dé la gana.
ㅤㅤ
Entonces.
No me asustó, un poco extraño, tal vez, pero nada de lo que preocuparse; sólo debía caminar hasta chocar contra algo y al sentir su estructura, me daría cuenta de mi ubicación en el piso.
ㅤㅤ
Caminé con las manos hacia adelante, arrastrando los pies, con cuidado, durante... tal vez dos, tres minutos. Es un departamento pequeño.
ㅤㅤ
Creí que había caído en algún plan mal armado de El Oscuro, raro, teniendo en cuenta mi alineación con El Ojo. Así que no me preocupé. Sabía que no me pasaría nada particularmente malo. Es decir, ya me quemé con La Flama y perdí toda mi melena, el record está muy alto para la competencia.
ㅤㅤ
Supuse que si hacía algo imprudente las cosas cambiarían; eché a correr y, Gertrude, corrí hasta que me quemaron las rodillas, ¿sabes?, sin toparme con absolutamente nada.
ㅤㅤ
Por un momento recordé que tal vez había caído presa de un ritual, jaja, pero éso lo debo a nuestras charlas recientes que me dejaron con un ojo alerta. De nada.
ㅤㅤ
Creo... creo que me dormí cuando me recosté para descansar las piernas, difícil de decir, no podía diferenciar entre el delante y el detrás de mis ojos.
ㅤㅤ
ㅤㅤ
De la nada, vi una línea en el horizonte encenderse en luz cálida. Corrí hacia ella pero me golpeé la nariz contra algo duro. Sombras se desplazaban a lo largo de la línea...
Cuando me di cuenta de que estaba viendo la rendija de una puerta, y que estaba con la mejilla en el suelo, fue demasiado tarde.
ㅤㅤ
Habían forzado la entrada a mi piso.
ㅤㅤ
De a poco todo se iluminó, la luz construyendo lo que la oscuridad había convertido en vacío y- y justo en el medio, haciendo una reverencia—
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Estaba él, Gertrude. Era Michael. Era Michael. Corrí a abrazarlo y lo que sentí fue plena euforia. Él estaba en mis brazos, podía tocarlo, podía sentirlo latir contra mi pecho.
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Y ahí comencé a darme cuenta de que algo no estaba bien porque- porque eran dos latidos. Dos latidos y ninguno, y la sensación de tantos dedos acariciando mi cabello que parecía tener un ciempiés corriéndome por encima.
ㅤㅤ
«¿Ya estás un poco asustado, Gerard Keay?»
ㅤㅤ
Y lo articuló de manera tan—, como un extraño, como si nosotros nunca... Él nunca me llamó así.
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Y su risa. Luego de éso rió. Era la voz de Michael distorsionada a través de un caleidoscopio.
ㅤㅤ
ㅤㅤ
Gertrude, ¿qué le hiciste?”
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📌No importa cuáles sean las dificultades, Dios todavía tiene el control y los creyentes pueden descansar con seguridad sobre el fundamento de su promesa segura. Ser sacudido por amenazas, calumnias y peligros, ceder a la depresión, el miedo y la debilidad no debe tener lugar en la vida del creyente (Josué 1:8-9; 1 Cor 15:58).
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apesoformythoughts · 22 days ago
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Confianza para volar
«Ayer tuvimos una visita de una familia con niños. Hubo un momento en que el padre cogió a la más pequeña, la levantó en el aire y, jugando, hacía que la lanzaba. La niña se reía sin parar cada vez que su padre lo hacía.
Me impresionó ver la escena. La pequeña no se planteaba nada, simplemente confiaba. No se paró a pensar si su padre sería capaz o no de sujetarla, de velar por su seguridad. La confianza de un niño viene de saber que su padre le ha sujetado una y otra vez, la certeza de que “papá es el más fuerte” y puede dejarse caer en sus manos sin poner ningún tipo de defensa.
Sin embargo, tú has crecido y has vivido circunstancias a lo largo de la vida que no te dejan confiar, descansar del todo. Puedes sentirte en el aire, pero, por si acaso, te agarras fuerte en aquello que te da seguridad, sin poder disfrutar del “vuelo”. Temes ser herido de nuevo y tiendes a protegerte.
Cristo está a tu lado para reconstruirte, para mostrarte que puedes confiar en Él y es ahí donde está la seguridad que necesitas para volver a descansar. Vivir de Cristo te va a dar la certeza de que no estás solo; de que todo un Dios te va a sujetar en todo momento y, cuando te sientas en el aire, podrás reírte porque vivirás de la certeza de que Sus brazos te sujetan y, por mucho que haya circunstancias que pretendan herirte, Cristo, tu punto de apoyo, te hará mantenerte ileso.
Hoy el reto del amor es que, si te sientes “en el aire”, mires hacia abajo y recuerdes que todo un Dios te sujeta con fuerza. Si tienes posibilidad, coge un niño en brazos u observa a un padre, a una madre que tengan uno; ora con la escena. Que hoy tú seas ese niño... Descansa sabiendo que no depende todo de ti».
— Dominicas de Lerma
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prettycatharsis28 · 2 months ago
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en mis memorias, estará tu nombre
Aún me mantengo pensando en la misma idea: si aún hubieras sostenido fuertemente mi mano, si tu corazón no hubiera dejado de latir por este hogar… Tu ida despidió a tantos seres queridos que te valoraban, dejaste a aquellos perplejos por tu decaída. En mis memorias, y las de ellos, abandonaste un espacio que nadie reemplazará.
El día de hoy se incendió la iglesia que solías frecuentar. Entonces, el recuerdo de ti me cegó. Dudaba si en realidad pude sobrevivir a "la despedida". Ver tu cuerpo helado en ese cuarto, ese pequeño camino repulsivo, marcado de escarabajos que quisieron tomar ventaja de tus esfuerzos en vida, destrozó mi alma.
Verte en ese cajón tan hermético, en una esquina del centro de la ciudad… Un par de escalones daba la bienvenida a una sala helada, todos los invitados tan apartados, los vidrios de las ventanas tan sucios por las mentiras, miradas que nadie chocó, palabras vacías, y apretones de manos con un supuesto pésame que todos falsificaron.
¿Qué significó todo esto? Hubo una causa por la que derramaron sangre y lágrimas, haberte robado toda tu gloria, quienes aparecieron al último momento. Jamás te abrazaron ni lamentaron tu muerte. Ellos fueron tan capaces de desgarrar a toda una familia. Solo tengo mis brazos cruzados, puedo observar y pensar en ti. ¿Qué hubieras hecho? Sabiamente, habrías resuelto todo en unos días.
Cometiste buenas acciones, siempre sonreíste a quienes te lastimaron. Reías frente a la gente maliciosa y solo te dedicabas a construir los edificios más altos de esta ciudad. Tuviste riqueza en tus bolsillos; no obstante, regalaste una de las cosas más preciadas: un amor sincero y protector, alegría y empatía a los más necesitados.
Alguien tan noble y bueno, cuya vida fue arrebatada por una enfermedad. Reposaste cansado en la camilla, al no tolerar más el dolor en tus huesos. En el pasado, cuando tenías juventud y tanto vigor, abrazaste a mi madre cuando todos la desampararon. Le dijiste que la ibas a cuidar, y a quién estaba en camino también. Fuiste el guía de tantas personas en esta ciudad. Eras alguien formidable y admirable.
Nadie pudo corromper esa luz interior que tuvo tu valiente mente. Confrontaste toda situación y alejaste las nubes de esta problemática. Pensaba para mí misma, en el silencio y la seguridad, bajo mis sábanas, que deseaba sentir ese cariño por unos años más, mientras mis lágrimas mojaban mis mejillas.
Vi cómo tu hijo se perdía entre su ira e impulsos. Insultó a quien le dio la vida, convirtió tu querida casa en un infierno en cinco meses. No podía hacer nada más que recordar tus palabras, tan armoniosas al verme lograr mis pequeños triunfos. Fuiste el único que le dolió tanto al verme llorar, y sentirme tan sola en esta gran casa, llena de cariño artificial.
No lamento el momento en que te fuiste; fue el destino, ya tenías que descansar. Tus manos estaban tan dañadas, y tu cuerpo, lánguido debido a tu labor. Siempre te veía reposar en ese sillón viejo de tu cuarto. Todos deseamos verte, disfrutar en la playa, o acompañarme al cine.
Aun sí hago el esfuerzo, puedo ver con claridad los días en que yo era tu pequeña niña. Me sonreías cuando te decía cosas graciosas. No pude ser más feliz. Esa casita de madera, los árboles de naranjas y mangos, ese olor tan natural, y el sentido de pertenencia en tu cariño... Lo único que podía desear era sentir ese apoyo incondicional.
Te extraño mucho, vives entre mi pasado. No tuvimos las mismas facciones ni los mismos genes. Conocidos te preguntaban a ti quién era, y sin vergüenza dijiste que yo era tu hija. Sabíamos que era una mentira, pero aun así me acogiste tan tiernamente. Creaste un hogar tan hermoso con tu mera presencia.
Enfrentar esta tormenta de recuerdos tan dolorosos es como vidrios rompiéndose nuevamente. Los retratos que colgamos de ti caen por los temblores. Solo debo limpiar las lágrimas, levantarme, y conseguir el futuro que siempre te prometí. En ocasiones veía cómo tus ojos se iluminaban al ilusionarte con mi próximo camino. Debo huir de este profundo dolor atrapado en mi pecho; de lo contrario, nunca lo conseguiré.
Mire hacia el suelo o el cielo, o en la oscuridad de tu cuarto, en el oasis al que siempre te escapabas los fines de semana. Tu diminuta radio favorita o el sonido de tu bicicleta, gastada de tantas calles recorridas… Sea donde sea en este plano físico, recordaré el sonido de tu voz, cómo te reías y amabas contar tus historias de infancia.
Te amaré hasta la muerte, espero que lo puedas saber. Te extrañaré, y espero algún día reencontrarme con tu familiar calidez. Adiós. Te deseo descansar en paz. Jamás olvidaré cómo marcaste con huellas de oro mi corta y valiosa infancia.
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polohubes · 3 months ago
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¿Puede una piedra ser una almohada?
Versículos de la Biblia.
Génesis 28:11 Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar.
1 Pedro 2:4 Acercándoos a Él, piedra viva, desechada por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa.
Vimos que Jacob tomó una piedra y la puso por cabecera. Durante años no entendía qué significaba eso. Aunque no podemos entenderlo según lo dicho externamente, sí lo podemos entender conforme a nuestra experiencia interior. Antes de ser salvos, no teníamos reposo. Siempre sentíamos que estábamos en el aire o en el fondo del mar. No había nada firme que nos sostuviera o nos mantuviera. Por muy rico que usted haya sido, su dinero no pod��a apoyarlo. Por el contrario, lo privaba de la paz y del descanso. Antes de ser salvos, no teníamos un apoyo sólido, independientemente de si éramos viejos o jóvenes, hombres o mujeres. Sin embargo, un día fuimos salvos y algo sucedió dentro de nosotros. Lo que hemos experimentado en lo profundo de nuestro ser produjo algo que se convirtió en nuestro sólido apoyo. Quizá hayamos pasado por dificultades después de ser salvos. No obstante, en lo profundo de nuestro ser, sentimos la seguridad de que había una roca sólida sobre la cual podíamos descansar. Esta roca sólida es la naturaleza misma, el elemento mismo, de Cristo, forjado en nuestro ser.
Ninguno de nosotros encontró descanso antes de ser salvo. En aquel día, algo divino, algo de Cristo, fue forjado en nosotros y se convirtió en el apoyo sólido dentro de nosotros. Este es nuestro descanso, nuestra almohada. Nuestra almohada es el elemento divino, Cristo mismo, forjado en nuestro ser.
Génesis 28:10-12 RVR1960
Salió, pues, Jacob de Beerseba, y fue a Harán. Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella.
Esta almohada te conecta con el cielo y te mantiene en comunicación directa, no te detengas, resiste.
2 Corintios 4:17 NVI
Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento.
R. P. H.
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conexion7189 · 5 months ago
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27 DE JUNIO: COMENZANDO BIEN EL DÍA
Escucha:
Por la mañana, Señor, escuchas mi clamor; por la mañana te presento mis ruegos, y quedo a la espera de tu respuesta.
(Salmo 5:3)
Piensa:
Muchas veces nos levantamos con prisas, tomamos un café corriendo y nos arreglamos para enfrentar un día más de batalla. Cuando por fin nos paramos a pensar, ya vamos camino al trabajo. Pero existe una forma más saludable de comenzar el día: ¡orando!
Cuando oramos organizamos nuestra mente. Podemos compartir nuestras expectativas y objetivos del día con Dios. Así recibimos ánimo al despertarnos y nos será más fácil enfrentar el día con fe y determinación. El Señor oye nuestra oración. Él es fiel y nos quiere bendecir, guiarnos y marcar una diferencia en nuestros días.
Crea el hábito de orar tan pronto te levantas. No tiene que ser algo largo sino un momento sincero con Dios donde puedas darle gracias por poder abrir los ojos y comenzar un nuevo día.
¡Buenos día, Papá!
Haz una oración al levantarte agradeciendo a Dios por el comienzo del nuevo día y pidiendo su dirección y orientación para aquellas cosas que ocupan tu corazón.
De la misma forma en que comienzas a orar por la mañana, acostúmbrate a orar al acostarte para dar gracias a Dios por lo que aconteció durante el día y por la dicha de tener un lugar donde descansar.
Este ciclo de oración te traerá más intimidad con Dios. Si estás casado o tienes hijos puedes involucrar a tu familia en este hábito espiritualmente saludable.
Ora:
Padre, gracias por este nuevo día. Gracias porque me concedes abrigo, salud y atención. Guíame durante mis quehaceres y guárdame con seguridad. En el nombre de Jesús, amén.
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tetha1950 · 6 months ago
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Rendirse a la soberanía de Dios...
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Texto Bíblico:
Isaías 55:8-9 (RVR60): 8 "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. 9 Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos."
Reflexión:
Estos versículos nos recuerdan la inmensidad y la trascendencia de Dios en comparación con nuestra limitada comprensión humana. A menudo, nos enfrentamos a situaciones y decisiones que no entendemos completamente. Podemos sentirnos frustrados cuando nuestros planes no se realizan como esperábamos o cuando enfrentamos dificultades que parecen insuperables.
Sin embargo, Isaías 55:8-9 nos invita a confiar en la sabiduría y el propósito de Dios, reconociendo que Su perspectiva y Su plan son infinitamente superiores a los nuestros. Su visión abarca la totalidad de la creación y la eternidad, mientras que la nuestra está limitada por nuestra experiencia y comprensión humanas.
Este pasaje nos llama a rendirnos a la soberanía de Dios, confiando en que Él está trabajando para nuestro bien incluso cuando no podemos ver o entender Su plan. Nos anima a dejar de lado nuestra propia comprensión limitada y a descansar en la seguridad de que los caminos y pensamientos de Dios son perfectos y siempre buscan lo mejor para nosotros.
En momentos de incertidumbre o dificultad, podemos encontrar paz al recordar que Dios tiene el control y que Su sabiduría supera cualquier cosa que podamos imaginar. Esto nos ayuda a cultivar una fe más profunda y una mayor confianza en Su amor y cuidado por nosotros.
Oración:
Padre amado, reconocemos que Tus pensamientos no son nuestros pensamientos y que Tus caminos no son nuestros caminos. Ayúdanos a confiar plenamente en Tu sabiduría y en Tu plan para nuestras vidas. Aunque no siempre entendamos Tus propósitos, sabemos que Tus caminos son más altos y perfectos. Danos la fe para descansar en Tu soberanía y la paciencia para esperar en Tu tiempo. Gracias por guiarnos y por amarnos con un amor tan profundo e incomprensible, en el nombre de Jesús, amén.
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acapulcopress · 7 months ago
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Evelyn Salgado asiste a toma de posesión de nuevo Comandante de la Guardia Nacional Acapulco
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ACAPULCO * Abril 23, 2024. ) Especial “No queremos ganar una guerra, queremos conquistar la paz", expresó la gobernadora
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Evelyn Salgado Pineda durante la Ceremonia de toma de posesión del mando y protesta de bandera del comisario jefe Lucio Vergara Gómez, como comandante del mando especial de la Guardia Nacional Acapulco. En el evento realizado en las instalaciones de esa corporación, ubicadas en la comunidad de El Salto, la mandataria estatal destacó todo el trabajo y coordinación que se ha impulsado con la Guardia Nacional y las Fuerzas Armadas, a la vez que reconoció su labor invaluable, no sólo en las tareas de seguridad, sino también en todas las acciones que se han generado, para salvaguardar la vida y la integridad de las y los guerrerenses. "No tengo duda que vamos a seguir trabajando muy de cerca, como lo hemos hecho, en
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perfecta coordinación, para seguir dando resultados a las familias de este hermoso puerto", dijo. Con la presencia del Comisario General de la Guardia Nacional, David Córdova Campos, así como los representantes de los Poderes Legislativo y Judicial, la gobernadora expresó su beneplácito ante este nombramiento y dio la bienvenida al comandante Lucio Vergara. "Sepan que tienen una aliada, que no va a descansar hasta consolidar el estado con el que soñamos; un estado en paz, con justicia y con bienestar social", añadió. Como parte del protocolo, el Comandante General de la Guardia Nacional, llevó a cabo la Toma de Protesta al comandante Lucio Vergara Gómez y se realizó la presentación oficial de los contingentes. Además, dio lectura de la orden extraordinaria del mando especial de
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la Guardia Nacional en Acapulco, donde se hace de conocimiento a todo el personal del nombramiento. l comandante Lucio Vergara Gómez, nació el 13 de diciembre de 1969 y es originario del estado de Michoacán. Cuenta con 39 años de servicio en el Ejército Mexicano; se ha desempeñado en diversas labores como Jefe de Sección Segunda y Sección Primera del Estado Mayor, en la Novena Zona Militar; Jefe de la Sección Tercera del Estado Mayor de las 12 Región Militar; Jefe de la Sección de Transferencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental de la Oficialía Mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional; Subjefe del Estado Mayor de Sexta y Onceava Zona Militar; Jefe del Estado Mayor de la Treceava Zona Militar; Subjefe Operativo del Estado Mayor de la Novena Región Militar; Comandante del
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75 Batallón de Infantería en Petatlán; Comandante del Doceavo Batallón de Policía Militar del Apodaca, Nuevo León; Coordinador Estatal de la Guardia Nacional en Durango; Coordinador Estatal de la Guardia Nacional en Oaxaca, entre otros. Asistieron a este evento el fiscal general del estado, Zipacná Jesús Torres Ojeda; el presidente del TSJ de Guerrero, Raymundo Casarrubias Vázquez; el comandante de la Novena Región Militar, Enrique Martínez López; el representante de la Décimo Segunda Región Naval, Marco Antonio Peyrot Solís; el comandante de la 27 Zona Militar, Martín Gerardo Franco Flores; la diputada presidenta de la Mesa Directiva del Congreso Local, Leticia Mosso Hernández; el Coordinador Estatal de la Guardia Nacional en Guerrero, Víctor Fernández Mondragón; el comisario Carlos Rodríguez; el director de la Policía Municipal Preventiva, Elías Bautista Torres, entre otros.
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seguirsuspisadas · 8 months ago
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𝐓𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐢𝐧𝐜𝐞𝐫𝐭𝐢𝐝𝐮𝐦𝐛𝐫𝐞: 𝐇𝐚𝐥𝐥𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐫𝐞𝐟𝐮𝐠𝐢𝐨 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐟𝐞.
“No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día,” (𝐒𝐚𝐥𝐦𝐨 𝟗𝟏:𝟓 | 𝐍𝐁𝐋𝐀)
David, enfrentando la devastación del pecado y la hostilidad de sus enemigos, halló consuelo en el amor y la protección de su Dios. Aunque los peligros acechaban, confiaba en que su refugio no lo abandonaría ni de día ni de noche. ¿Dónde buscas seguridad en tiempos difíciles? Reconoce en la presencia divina un refugio sólido y eterno. En cada desafío, en cada incertidumbre, recuerda que tienes un lugar donde descansar en paz. 🙏✨
𝒟ℯ𝓋ℴ𝒸𝒾ℴ𝓃𝒶𝓁 ℯ𝓃 𝒮𝒶𝓁𝓂ℴ𝓈
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crecimiento-espiritual · 2 years ago
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Devocionales cristianos
En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. (Salmos 23:2) Rompe el silencio el tronar como de caballos en desbandada, las aguas turbulentas que amenazan violar las fronteras de la seguridad y resquebrajar el canal firme que limita el río. Mi mente se confunde, mi espíritu se estremece y mi alma retrocede. Y allí en la esquina olvidada de mi existencia él habla a mi corazón para decirme que aunque ruja la tormenta, él está listo para llevarme a aguas de reposo. ¿Qué son aguas de reposo? Son aguas quietas que invitan a reposar. Aguas intermedias entre tormentosas y estancadas. Hay un poder escondido en el sonido de las aguas. Cuando son tormentosas asustan y persiguen. Cuando el dulce correr de ellas entre las rocas traen a mi alma un remanso de paz e indescriptible descanso es diferente. Dios tiene hoy, aguas de reposo para acariciar tu ser interno y reanimarme. Cuando el salmista dice que el Señor me lleva o me conduce usa la palabra en Hebreo Nahal que significa Producir descanso, Guiar con cuidado, dar descanso, Refrescar. La Dirección de Dios siempre está dirigida a aguas de reposo. Todo Padre genuino quiere proveer dirección a sus hijos hacia las metas del descanso. Nunca llevaría a un hijo a aguas turbulentas. Cuanto más Dios en su divina paternidad. Hoy es un buen día para experimentar esta dirección divina hacia un encuentro con su presencia, su descanso, su paz y el encuentro en el oasis de la eternidad. Por qué te turbas oh alma mía y te abates dentro de mi? Espera en Dios porque aún he de alabarle y en su alabanza encontraré las aguas de reposo que confortarán mi alma. Salmo 42:5.
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ka1rosnan · 8 months ago
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꧁Su paz꧂
28 mar 2022
La Biblia en un año: Jueces 4–6; Lucas 4:31-44
Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado (v. 3).
Lee por favor: Isaías 26:3-7
“La paz de Dios no es ausencia de conflictos sino una profunda sensación de seguridad aun en la aflicción”, entender esto no es fácil, pero Dios, en su infinita misericordia nos ayudará a entenderlo y cuando eso suceda, cuando lo entendamos entonces estaremos preparados para vivir como Mowli, Baloo, timón y Pumba “Sin preocuparse es como hay que vivir…” (Mateo 6:25), que tengas un hermoso día y que Dios siga bendiciendo tu vida y tu casa, shalom!
Reflexiona y ora:
¿Qué haces para experimentar paz?
¿En qué áreas de tu vida necesitas confiar en Dios y descansar en Él?
Padre, ayúdame a tener una mente perseverante en ti. Gracias por la paz perfecta que experimento cuando decido confiar en ti.
Te invito a leer la reflexión completa y otras más en nuestras redes sociales y en nuestro sitio web
https://iglesiakayros.es.tl/
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crazycroack · 10 months ago
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Tdh
Estaba cansada de tanto rodeo, quería algo rápido y fugaz, quería algo de un par de días, solo placer… pero tenías que aparecer, porque la vida se encarga de ponerme a personas igual de rotas que yo en mi camino, justo tu la persona más rota y miserable, la persona con mil trastornos, vicios y manías justo tú quien no le importa mentir y usar, justo tú quien tenía la palabra PELIGRO en la frente.
Pero aun así me lance, pensé que ya no caería en juegos así, ya conocía todos los trucos, pero para mi sorpresa no era así, no conocía los trucos de atención, de palabras de seguridad, de cariño y de comida, no conocía que te podían conquistar con una llamada en medio de la ansiedad, con una imagen en medio de la noche, no sabía que las cosas buenas eran también malas en personas equivocadas, caí en cuestión de dos semanas, caí rendida a ti y ante tanto sentimiento decidí correr, ya había un letrero de NO RETORNO, así que salí corriendo, pero para mi sorpresa presione el freno de mano y regrese a buscarte, lastimosamente ya habías tomado la decisión de irte también, así que quede ahí con las ganas y el arrepentimiento, siendo ignorada para siempre y con un recuerdo casi perfecto, pero doloroso, en donde no tengo nada malo para decir, pero todo estaba mal, en donde la ansiedad me consume a tope y me da malestar por días, pero que si te volviera a ver seguro me dolería la cabeza, que difícil eso, nunca dejaré de caer en las trampas del amor? ¿Cuántas más me faltan.... alguno alguna vez se quedará conmigo y no termine yo en un rincón arrancándome las uñas, habrá alguien que apreté el freno de mano y se devuelva por mi? ....
Necesito descansar , no puedo usar más, mi corazón está totalmente roto, esta vez tardaré más, ya no seran un par de meses o medio año, esta vez costará más, la parte que pensé que no se rompería esta totalmente destruida, sé que nunca regresan a mí, pero esta vez he orado tanto para que así sea, para volver a escuchar tu voz, esta vez le pido a la vida u a Dios que me ayuden que yo no puedo mas.
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