#descansar en la seguridad de Dios
Explore tagged Tumblr posts
Text
Estar quietos y descansar...

Dios está con usted en todo momento; puede hablar con Él y descansar en su presencia siempre.
Salmo 46
El pasaje de hoy dice: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones... Estad quietos y conoced que yo soy Dios” (Salmo 46.1,10). Dios nos invita a estar quietos, pero eso no es fácil cuando nos sentimos estresados.
Todo el mundo experimenta estrés. A veces, la carga que soportamos es una lucha constante; otras veces, puede ser un exceso de cosas buenas que nos exigen más allá de nuestra capacidad. Con frecuencia, sin embargo, la vida es una mezcla de cosas que preferimos no abordar, y de otras que deseamos, como estudiar, tener un bebé, recibir un ascenso en el trabajo, etc... En medio de todo esto, ¿cómo podemos manejar el estrés de manera provechosa?
A menudo, lo que necesitamos es hacer una pausa para descansar en la presencia de Cristo. Es tentador pensar que solo podemos hacerlo cuando las condiciones son perfectas: el entorno, el tiempo o el momento del día. Pero recuerde que Dios está con nosotros en cada momento. Por eso, incluso el más breve descanso en nuestra apretada agenda puede dar lugar a un encuentro significativo con Él.
La próxima vez que sienta que su estrés aumenta, dese un momento para recuperarse. Ore, respire el aire que Dios le ha dado y descanse. Cuanto más a menudo lo haga, más de Él experimentará y menos preocupaciones tendrá.
(Ps. Charles Stanley).
3 notes
·
View notes
Text
Round and Round
[Pelle and Quorthon]
Se odian tanto que terminan cogiendo, historia basada en canciones de glam/hair metal.
1/?
También disponible en AO3!
Pensaba que los días tranquilos de la primavera de marzo del 91 eran eternos, con su aura de tranquilidad que se consumía en un romance desbocado, apasionado, de esos que te levantan y sacuden desde el interior, dejando un el cuerpo con un dolor placentero que con el tiempo era perfecto. Parecía tener todas las cartas a su favor, pues, el momento diurno era lo suficientemente corto para trabajar en su música y las noches largas para festejar su abrumante éxito, grandes celebraciones a su ego donde le encantaba llenar su sangre de alcohol dejando finalmente descansar a su cerebro apagado por unos momentos; al final había logrado su objetivo: Bathory era total y exclusivamente suyo, esa verdad lo hacía retorcerse de felicidad. El total control creativo de su amada banda era un delicioso deleite. El poder lo hacía sentir tan realizado, una sensación que no todos entendían, mucho menos comprende, su orgasmo terrenal. Tenía todo lo que alguna vez había deseado, por lo que su yo infantil del 83’ había estado luchando, algo suyo, propio, poseedor de: una banda exitosa, suficiente dinero para poder sustentar sus caprichos, amantes de todo tipo y amigos quienes cubrirán su espalda, todo un hito, una vida envidiable, por lo mínimo deseable, no tenía de que quejarse, para el 91 lo había logrado, a sus escasos 25 años podría afirmar con toda seguridad que su vida era buena, simple para una estrella de metal, respetable e imponente, donde su reputación le precedía, su nombre llevaba un gran peso, sus palabras eran solicitadas constantemente en busca de un buen consejo, podía hacerse sentir sin atacar, pues la indiferencia era una arma poderosa y él no era un tipo conflictivo ni mucho menos, su banda era su negocio, su vida y hasta cierto punto su amante, prefería mantenerlo tranquilo, simple, al margen, no necesitaba un gran postureo para seguir siendo una leyenda.
Era Quorthon, líder de Bathory, un proyecto tanto oscuro como orgulloso de sus raíces nórdicas, bebiendo desde el uso y costumbre de los pueblos escandinavos, su cosmovisión, el actuar, la herencia, que combina junto a la tradición, pero especialmente la raíz vikinga. Su herencia histórica le brindaba un cálido abrazo en la espalda que solo crecía cuando hablaba de la fuerza de la sangre nórdica. Siempre corriendo en círculos acerca de cómo los obligaban a abandonar su origen y doblegarse ante un Dios ajeno, pues no podía evitar correr en círculos acerca de lo mismo. Encontrando mil maneras diferentes de hablar de lo mismo, mutando en distintas formas, esa era su esencia, ese era todo su trabajo, su alma aplastada en el sentimiento del nacionalismo ferviente ante sus ancestros y tradiciones. Thomas Börje Forsberg como su propia persona, tenía su propia cruz que cargar, no lo podía negar, era un nerd, no de esos que saben de números y de largas operaciones algebraicas; a duras penas había terminado el instituto por presión de su padre. Era un nerd de la historia, especialmente la historia situada en la época posterior de la edad de hierro germánica comprendida en la modernidad entre los años 793 al 1100 y claramente su mitología correspondiente. Con este hecho ya cubierto era obvio inferir que él podría pasar horas hablando de cada suceso histórico. La emoción que desplegaba en su cuerpo cada vez que era capaz de poder vomitar labia histórica acerca de la vida en la antigua Escandinavia. Nadie entendería por completo como se extasiaba explicando a detalle la ópera de las Valkyrias de Wagner a quien quisiera escuchar, pero, viéndose totalmente obligado a ser honesto ante nuevamente, sí mismo: nadie lo quería hablar sobre cosas que a la multitud (incluyendo sus propios fans) realmente no les importaban tanto. Aunque esa verdad era una especie de puñalada, podría vivir con ese hecho, podría seguir hablando con el papel, la pluma y su colección de libros de Peter Foote y David M. Wilson. Sabía en cierto punto que la soledad era una buena amiga, algo pasajera, pero muy llevadera. Por el bien de su cuerpo y alma, Thomas, no se molestaría en suplicar a nadie para que lo escuchara. Debía admitir que su orgullo era su mayor defecto, pero no era uno tan letal o desagradable ante sus propios ojos merecía ser orgulloso, era un hombre joven, talentoso, guapo y un genio musicalmente hablando, tenía de donde presumir, no se avergonzaba de sí mismo, ni se escondía tras falsas identidades. Por eso supo, es más, ni siquiera lo supo. Se le enterró debajo de la piel el recuerdo hecho presencia como si fuera un ente espectral, dando honor a su piel pálida, donde sus venas azuladas resaltan como finas cuerdas que amarraban su delgado cuerpo en un bondage natural. Todo eso significaba la presencia de aquel cuervo de mal Agüero, de la muerte, como le gustaba llamarse así mismo, que solo había llegado a cagarse en su tienda, en su trabajo. Lo estaba esperando, en su mente había imaginado este día con tanta insistencia, en lo más profundo reconocía el momento de su reencuentro porque lo que se va viene aún con más fuerza.
En su silenciosa represalia mordió fuertemente el cigarrillo entre sus labios, llegando su boca del resto desagradable de tabaco tragando los grandes trozos de tabaco y más mierda, tragando raspando su garganta, en cualquier otro caso no le daba importancia a sus enemigos, porque por más que odiara ese concepto. Debía admitir que era algo real la enemistad entre bandas o integrantes de la misma banda quienes simplemente terminaba mal, prefería no hacer caso a esas peleas infantiles que tanto le agobiaba, pero este caso era totalmente particular fuera de cualquier compresión lógica como un sueño de cloroformo. No quería volver a correr en círculos, pero en la industria del metal underground es muy fácil llenarse de enemigos. Jodidos locos, alimentados por el cabrón que se hacía llamar la muerte cuando solo era un patético intento de hombre que ni siquiera podía llenar su propia ropa. Ahí estaba, el mito, la figura, la leyenda llena de mierda de Per Yngve Ohlin. Se encontraba, tan idiota y descarado, sin pizca de vergüenza a pesar de su pasado, ignorando su culpa que debería cargar como una triste mancha de vergüenza. Seguro no lo hacía, porque conociendo su espectáculo de porquería en mayhem sabía muy bien que no debería poseer el mínimo respeto por sí mismo ni por los demás y especialmente ante él. Finalmente, la mirada láser que lo seguía a través de la tienda surtió efecto y su tan aclamado deseo se cumplió. Sus ojos se conectaron, el azul de sus iris chocando, comiéndose entre sí en una danza silenciosa, ansiosa, que ambos lo pensaron que con solo verse podrían asesinarse. Él volvió a correr en círculos, no se sentía en necesidad de volver a explicarlo, prefería ignorarlo ante todos en un juego de poder y humillación. Prefería pensar que nunca lo conoció, que nunca lo tocó, que ni sus palabras, ni sus cuerpos alguna vez coincidieron, pero ante la plenitud de estar solos ante los discos, camisetas y demás mercancía de variados géneros de metal con la música de “RATT” de fondo. No encontró razón para seguir guardando silencio, porque era un tipo bastante relajado, pero tenía sus límites y la sola presencia de Per ya cruzaba todas sus líneas, pero así mismo le gustaba cruzar líneas.
— ¿Qué haces aquí? Pensé que no eras lo suficientemente bueno para la tienda de una estrella de rock mediocre y promedio en la ciudad llena de posers aspiracionistas como es Estocolmo.
Soltó divertidamente, mordiendo su lengua con la última frase. Para su sorpresa, el joven espectral ante él solo se mantuvo indiferente. Sus pies se movieron ruidosamente caminando un par de pasos por la tienda. “Como si se adueñara de mi espacio”, pensó Thomas golpeando el blando músculo cerebral dentro de su cráneo. Tan temprano en la mañana, al igual que la última vez, el mocoso de Västerhaninge llegaba a ser una maldita molestia. Podía verlo, más flacucho, con peor postura y un rostro de un hombre acabado, un patético retrato para alguien tan joven, pero él se lo había buscado, eso era lo que más le molestaba.
— Estás en mi tienda y no eres capaz de responder — murmuró aún más molesto. Todo en él le irritaba, su mala postura y solo repulsivo olor que delataban su mala higiene, y el cuerpo que alguna vez había encontrado fascinante, tan desgastado, se giró para verlo, sin ánimo. — ¿Qué quieres?
— Hoy vengo en labor de cliente. ¿Eres tan grosero con tus clientes siempre?
La pregunta cayó como hielo. Negó, bajando su cabeza. Era casi cómico, un mal chiste, ver aquel mocoso altivo, que lo había provocado, sacudido, como si tuviera cuernos y lo estuviera empujando como un juvenil macho cabrío. Suspiro, esta vez, volvió su mirada a él sosteniéndola, observando cómo tomaba un par de discos de variadas secciones, pavoneándose como si conociera ese lugar de memoria para luego acercarse al mostrador.
— ¿De veras no vienes para provocarme?
— Si lo quisiera hacer, hubiera meado en el ventanal de afuera mientras estabas perdido escribiendo tus tontas letras.
Solo pudo mantenerse en silencio. Miró los largos dedos del hombre al frente suyo, maltratados, llenos de cicatrices y desnutridos al punto de lo absurdo, podría ser mezquino y decir que eran como palillos chinos, pero siendo más honesto consigo mismo, parecían ser tallos de rosas con las espinas rotas. Seguramente en ese mismo estado se encontraba todo su cuerpo, posibles cicatrices que no le importó conocer en su momento, ese impacto era como la bilis amarga en su boca, ¿Cómo su círculo interno o sus fans podrían decir que lo querían o admiraban cuando disfrutaban viendo lo que le hacía a su cuerpo? Sentía pena por el muerto, y como sus ojos no tenían una leve pizca de esperanza, le hacía replantear su odio, pero no lo suficiente para impedirle ser un bastardo como el otro.
— Cinderella, excelente opción, “long cold winter”, es uno de mis discos favoritos hasta que aprendes algo de música, ¿eh?
La risa suave salió como una declaración de victoria por su parte, una forma de decir “he ganado”, pero Per no parecía enfadado por su provocación, sus ojos revelaban su verdad, realmente parecía muerto, sus orbes azules pálidos estaban cansados decorados con manchas oscuras y amarillentas a su alrededor, ¿había pasado por una muerte espiritual? No poseía la voluntad para discutir.
— Es para mi hermana — murmuró por lo bajo, su voz era distinta, como si su aliento poseían un aire frío, totalmente gélido, se notaba que no quería seguir hablando — ella siempre le ha gustado este tipo de cosas.
— Entonces ella tiene un increíble gusto — lástima que este era su territorio, el territorio de Quorthon que solo vivía para su propio hedonismo, por consecuencia solo se cumpliría su voluntad — no sabía que tenías hermanos.
— No hablamos tanto para que lo supieras — explico rápidamente un poco exasperado, pero igualmente derrotado — no me gusta juntar a mi familia con esto, supongo que es un poco vergonzoso para ellos, ya sabes todos en la escena son una bola de idiotas y falsos, empezaron con bromas acerca de mi madre, no quiero que vayan por mis hermanos.
La comprensión de esas palabras lo hizo formar una mueca en su rostro; no era completamente una sonrisa. Un gesto que lo hizo sentir, no tan presumido, algo dentro de su confusa conciencia lo incitó a actuar fuera de sí. Si fuera cualquier otro, él lo hubiera mandado a la mierda, se reiría en su cara y lo escupiría si pudiera, pero no era cualquiera. Tomó aire, se alejó un par de centímetros del mostrador, luego hizo un movimiento de cabeza como señal para que fuera a su lado atrás de la caja registradora. Per le miró algo desconcertado, tampoco entendía muy bien el comportamiento del hombre mayor, quien compartía su propio disgusto. Sabía a total plenitud que podría estar caminando hacia la boca del lobo, pero él no era un hombre con sentido común, un ser vivo que no tenía aprecio por sí mismo. Decidió obedecer como un perro, reconociendo a su viejo amo. Esta vez fue a su lado, sentándose encima de una caja de madera llena de importaciones cubierta con una bandera sueca.
— Eres un buen hermano…
Reconoció con un tono de voz conciliador que llevó a Per a un amargo sueño febril que decidió ignorar.
— No lo soy.
Aclaró rápidamente sin querer darle lugar a alguna confusión.
— Pareces serlo — volvió a señalar girando para verlo, tomó su lata de Pepsi y le dio un sorbo tragando el líquido para limpiar su boca como para darse fuerzas antes de volver hablar, aun sin saber cómo manejar la situación con todas sus capacidades — te seguí la pista — Admitió quitado de la pena para luego justificarse — aunque es imposible no hacerlo con su escándalo, lo habías estado logrando en Noruega ¿Por qué has vuelto?
La pregunta quedó en el aire, como un acertijo, una duda que por más que el menor quisiera responder, no sabía cómo abordar, algo tembloroso estiró su mano exigiendo de la bebida del mayor, quien solo se la entregó como medio de concilio.
— Porque no soy un buen hermano.
Concluyó de manera tajante, una conclusión que sonaba tan sencilla, pero tan mordaz a la vez, una frase que se vio obligado a beber un largo trago de ese líquido dulce color petróleo que tanto detestaba “pero al menos no es coca-cola” se consoló Per tragando como si su vida dependiera de eso, su primer alimento, este negó apoyando su rostro contra su mano.
— ¿Es todo?
La curiosidad genuina llenó el aire tenso, como si fuera una pecera que se inundaba del sentimiento recolectado por el par de suecos que apenas podían hablar sin saltar a sus yugulares, Per como respuesta se encogió de hombros, como si eso cubriera cualquier duda.
— Si crees que fracase en Noruega, que el tiempo que pase ahí fue una lucha inútil, totalmente estéril y no llegó a ningún lado… pues tienes razón, llevo cinco años desperdiciados, es todo.
— No diría que es un fracaso, para nada, aquellos, los idiotas que encuentran gusto a lo que sea que están haciendo, ellos te adoran.
— No quiero eso, no quiero ser adorado por los idiotas.
Aseguró mirando al suelo. Thomas por su parte mordió el interior de su mejilla, jugando con sus dedos en el probador, su postura dominante: con la espalda recta, pero relajada contra la madera negra finamente detallada, con sus largas piernas cubiertas del látex que se fundía con su carne, con sus elegantes apéndices cruzados una al frente de la otra, con las gafas de sol sobre su cabello castaño claro totalmente liso y brillante. Una imagen bien pulida y planeada contrastaba demasiado con la derrota del hombre que alguna vez fue llamado la escena del Black Metal noruego, tan triste.
— ¿Cuánto tiempo planeas quedarte?
Un débil sonido de duda escapó por la garganta del menor que no sabía cómo responder a eso, sus manos flacas viajaron hasta su cabello rubio, no muy bien cuidado, estaba grasoso y maltratado por los estragos de su acto, aun así jugueteo bastante entretenido con las fibras doradas entre sus dedos. Por unos momentos el movimiento repetitivo lo llevó a una especie de trance tan pacífico, la mirada perdida, no podía verlo.
— No lo sé, no lo he pensado lo suficiente, ¿quizás para siempre?, no en Estocolmo, no me gusta Estocolmo, esta ciudad me hace sentir enfermo, como, no lo sé, me siento sucio, como cuando Øystein ponía a Tangerine Dream en las mañanas.
— ¿Tangerine Dream?
Murmuró algo incrédulo ante esa revelación, nunca pensó que alguien de la naturaleza del “Euronymous” disfrutará de una banda con un nombre tan cursi, pero mucho menos imagino que Per lo revelará con tanta facilidad, era obvio que el chico había vuelto apuñalado, con la herida sangrante abriéndose para dejar escapar todo lo que alguna vez había guardado exclusivamente para sí, con su mirada fría levantándose ante él, esa declaración silenciosa “me conoces desde el principio” claro, lo hacía, conocía su repugnancia, pero no la sensibilidad de su alma.
— Es, umm, ya sabes, un proyecto de electrónica, yo odio la electrónica — titubeó en su discurso, la mirada de Quorthon en su pálido rostro que mostraba su clara incomodidad al hablar de aquella música, siempre haciéndolo cruzar líneas — Es como, ya sabes, soundtrack de películas y cosas así, me hace sentir rato, como si pudiera tocar colores, él solía poner el soundtrack de “Wavelength” por la mañana, lo odiaba, desde “Alien Voices” hasta “Mojave End Title Reprise”, también insistiría para ver esas tontas películas con mensaje filosófico y trasfondo indescifrable, no las entiendo prefiero la sangre, le gustaba “Blue Velvet” insistiría en ver aquella cinta una y otra vez, me cansaba la vista, ¿Y el soundtrack?, ¡Un asco!
Murmuró con sus ojos apagados, par de pozos hundidos en su piel blanca, cuál arena, Thomas comprendió que tenía al frente no a la muerte, sino un fantasma, pero lo que se va vuelve, y con mucha más fuerza.
— Lo odias tanto que pareces conocer cada detalle.
En ese instante aquel rostro inexpresivo soltó una chispa de vida, entendiendo la severidad de aquella puñalada, pero no retrocede, para nada, asintió con la cabeza más alta — para odiar algo debes conocerlo, yo odio mucho a Tangerine Dream, Pink Floyd, la estúpida filmografía de David Lynch y toda la mierda de sintetizador, me hace sentir mareado.
— Siempre has odiado que tengan poder y control sobre ti.
Señaló bastante jocoso de sus palabras, adoptando nuevamente una actitud de mierda, pero el rubio esta vez no se contentó escupiendo a sus pies. Las botas del mayor se llenaron de la saliva líquida sin gota de espesor en un reluciente tono amarillento, salida de los agrietados labios del menor, quien, molesto, se levantó para salir, sin querer dar más o para ser más preciso, brindarle más explicaciones.
— ¿Vuelves a huir?
Cuestionó Quorthon, ahora defensivo ante Per deseando asesinarlo en el acto, pero no queriendo que el otro se fuera, no de esa forma, no tan rápido. Per, no tenía más gana de hablar. La conciencia de Thomas golpeaba en su estómago hasta su cerebro, era su culpa, lo sabía, estaba tan orgulloso de poder verlo abrirse, como si aún fuera aquel chico nervioso quien se había presentado esa noche en “Heavy Sound Shop” hace apenas cuatro años, y lo había vuelto a cerrar de golpe, como un idiota.
— No odio el poder sobre mí, si piensas que lo hago no lo conoces, tú sabes bien lo que hiciste, no me conoces, ¿No?, no, para nada, pero siempre abres tu boca y lo jodes todo, no podías tratarme como un cliente — murmuró entre dientes, realmente molesto, pero Thomas estaba encantado, porque vio algo más que muerte en su mirada, porque lo prefería furioso, irritado como un demonio antes que frío como un muerto — No, nunca puedes ser real como todos los jodidos falsos que acolitas.
— ¿Lo que hice? ¿Qué hice? Dime Per, si fuiste tú quien se acercó a mí con todas esas palabras dulces y luego me mandaste al infierno como un bastardo, ¿Yo soy el malo aquí? — preguntó indignado, finalmente el peso del pasado cayendo como miles de agujas sobre sus cuerpos finos pedazos de metal que se enterraban bajo los músculos, lo que tanto había evitado por fin había regresado, por lo que se va vuelve y con mucha más fuerza — Yo realmente creía que tenías interés en mí, no en lo que podía darte.
La revelación sobresaltó al rubio, quien golpeó fuertemente su mano contra la madera haciéndola temblar. La mirada de Quorthon fue hasta su cara tensa, contraída en una expresión de mera frustración, roja de la ira, brillante como una bombilla de Navidad. Después de todo el intercambio, de sus idas y vueltas, de correr en círculos finalmente lo había alcanzado, como una ráfaga de agua salada que se metió hasta sus pulmones, ahogándose con sus propias palabras, atragantado a los compatriotas, hasta que finalmente pudo vomitar encima de él, las palabras venenosas acompañadas con riegos de saliva sobre su rostro.
— ¡Tú crees que lo que hice esa noche lo hice para sacar algo de ti!, eres, ¡eres un maldito cerdo egocéntrico! — las manos de Per temblaban de la pura rabia producida por el puro odio generado por aquella revelación que le sabía a puro veneno — ¡Crees que me deje emascular porque pensé que tendría algo de ti!
Las afirmaciones se derramaban por la habitación que ahora parecía carente de aire, solo se llenaba por los interminables insultos del hombre más joven, de aquella desesperada llamada al cerebro de Thomas que apenas pudo procesar lo que pasaba. Mordió su labio, sintiendo la vergüenza que ocultaba despertar en sus entrañas, recorriendo desde el estómago hasta el esófago, clavándose en su garganta, realmente había cruzado sus límites, pero cómo lo iba a saber si su palabra había sido ley, si nunca había escuchado la versión del rubio que ahora se desmoronó y reconstruyó cuál fénix ante sus ojos.
— Yo, yo nunca esperaba nada material de ti, solo estaba tan feliz de conocerte que mi fanatismo nubló mi visión, pero eres decepcionante — aceptó ante la verdad de frases, como si se arrancara una parte del esófago — ¡Siempre eres decepcionante! Una estrella de rock mediocre y promedio, un niño de papi que no sabe ganarse las cosas por sí mismo, por tu culpa me tuve que ir, tú me lanzaste a la desgracia, ¡si hubieras firmado a “Morbid” no me hubiera tenido que conformar con el infierno que es Noruega!
Las acusaciones sórdidas eran ya no eran agujas, eran puñales que solo desgarraban su conciencia, los ojos helados del hombre más delgado, su débil figura se alzaba imponente. Per, con la rabia de un hombre roto, volvió a escupir, pero esta vez cayendo su el rostro de Thomas, quien cerró sus ojos, apretó tanto sus puños como sus dientes. Ahora, Per estaba listo para pelear, lo estaba deseando, lo deseaba desde hace tanto, fantaseaba con este momento. No había llegado como este lo había deseado, cuando estuviera en la cima y todos reconocieran su nombre, él volvería por Quorthon, lo tomaría de los cuernos y arrastraría su cabeza contra el suelo, lo haría besar sus pies y lo pondría en su lugar, a la merced de la verdadera oscuridad. Ahora, bajo la sombra de su fracaso, no le importaban sus fantasías húmedas de venganza, los ojos de Quorthon encima de él lo excitaban, lo llevaban al estado primitivo del cerebro donde solo quedaba la respuesta de lucha o huida, y ya estaba cansado de huir, sus labios se apretaron acompañado el ceño fruncido, pero el mayor solo se alejó dándose la vuelta, buscando un pañuelo para limpiar su cara, otra vez decepcionante.
— No pienso hacer esto, ¿Siquiera te has mirado? — pregunto riendo ante el desconcierto de Per ante su reproche, poniendo las cosas a un extraño nivel, no necesitaba tantas palabras como el menor para lograr lastimar — pareces un cadáver, ¿Al menos tienes un trabajo con el cual solventar tus huesos?
Per negó lentamente en un arrebato de confusión ante la oleada de información sin entender el porqué de Quorthon, la duda ante su actuar era tan grande que parecía una sombra cuál Nosferatu — No, yo, no tengo nada por el momento, pensaba quedarme por la Pascua, pero ahora es definitivo, ya encontraré algo que hacer… ¿Qué te importa?
— ¿Tienes estudios adicionales? ¿Algún técnico luego de la escuela?
Cuestionó impactado por la nueva negativa del menor que solo se encogió de hombros, sin saber muy bien qué responder, la gente no solía cuestionar que tan bien letrado estaba, a la escena no le interesaban esas cosas, solo asumen un nivel de estudio. Por lo general decían que él era listo, personalmente prefería decir que solo tenía personalidad, en ese momento tomó nuevamente un actuar dócil dejando su postura defensiva, Per adoptó curioso la mirada de Quorthon.
— ¿Qué tiene?
— ¿Cómo pensabas comprar los álbumes?
Per se encogió de hombros nuevamente, como una especie de tic corporal, seguido por otro y otro, parpadeando repetidamente como revoloteos de mariposas y luego mordió un poco su lengua de manera algo juguetona, no se iba a lastimar — Tengo algo de dinero ahorrado, bueno, lo justo, quería darles algo lindo como disculpa, y bueno, le pedí a un amigo que viniera a ver los precios y me ajuste a eso…
Murmuró tímidamente. Thomas asintió sintiéndose extraño, una mezcla de pena y ternura, a veces olvidaba la naturaleza del mocoso, ciertamente era muy duro con él, lo sabía. En su defensa, había algo de empujarlo y ver su reacción que le atraía, su furia era algo embriagante, un tipo de placer casi adictivo al verlo rabiar, pero ahora su rostro parece más inocente, ingenuo, como la primera vez que lo conoció. Sus pálidos ojos tristes, llenos de dudas, tan tierno que no podía evitar la risa que salía de sus labios por más que lo intentará, no era malicioso, solo una reacción natural al verlo de esa manera.
— Per, ¿Qué tal si vienes a trabajar aquí? Estoy ocupado con la banda y necesito alguien que sepa de música y pueda manejar todo esto, ¿Crees qué puedas manejarlo?
La pregunta se quedó en el aire por un buen rato, Per miro al suelo dando golpes suaves contra el mostrador mientras golpeaba el suelo con sus sucios zapatos en una especie de baile extraño, ¿sería capaz?, No lo sabía. Cuando Øystein hablo de Helvète no estaba emocionado, ni en lo más mínimo, no podía verse como la mano derecha del noruego, ya no, no se miraba limpiando estanterías y estando en interminables charlas acerca de la escena, estaba cansado, tan cansado. La tienda de Quorthon no era como inner circle, para nada, era un lugar de posers y principiantes en el mundo del metal, muy relajado, nadie lo reconocería, lo que más deseaba, desaparecer en el mundo del metal como un tipo de leyenda urbana. Si se confundía con los falsos, los demás idiotas simplemente lo olvidarían, podrían hasta excluirlo y apartarlo como un sucio traidor, ese pensamiento era un alivio, entonces decidido tomó los discos, alzó su mirada hacia el hombre de cabello castaño quien aún inquieto esperaba su respuesta.
— ¿Entonces? Que dices Per, ¿Estás dentro?
— Supongo que si, te estás quedando calvo del estrés, si fuera tú revisaría esas entradas — apuntó descaradamente mientras sostenía los álbumes contra su pecho como si estuviera intentando fundir el plástico con su cuerpo, el rostro de Thomas se llenó de sangre tan rápidamente que no lo pudo controlar tocando su cabello ante tal señalamiento, pero no pudo responder, pues Per ya estaba listo — ¿Cuándo comienzo?
— Mañana, te quiero aquí a las 9, la jornada laboral es regular, se te darán todas las prestaciones de la ley junto al salario mínimo, ¿Te parece bien?
Preguntó irónico, pues, sabía que el otro no tenía nada más, no es que los empleos cayeron del cielo, más para alguien como Per. Per quien asintió retrocediendo con los álbumes aun contra su cuerpo como si se los fueran arrebatar en algún momento, Per de cuyos delgados labios solo un ruido parecido a un “Mañana nos vemos” salió de su cuerpo como última declaración antes de salir del local tan fantasmagórico como entró. Solo entonces Thomas comprendió que seguía siendo un descarado, en ensueño que solo las alarmas que sonaban como estruendos pudieron despertarlo, su cuerpo saltó aún confundido por lo que acababa de ocurrir, rápidamente apagó las alarmas para luego negar con su cabeza que se mantenía un poco en las nubes. Ni siquiera sabía lo que había hecho, ni siquiera iba a cuestionar el porqué de su decisión, pero sea como fuere, ahora debía probarlo. Era tiempo, debía volver a probar el analgésico efecto de unir su cuerpo con el psicótico hombre muerto, era todo, no tenía más consuelo, solo “RATT” a todo volumen a través de los parlantes de la tienda entendían sus sentimientos.
#black metal#true norwegian black metal#trve norwegian black metal#metal#mayhem#mayhem band#pelle ohlin#per yngve ohlin#oystein aarseth#quorthon bathory#quorthon#Thomas Börje Forsberg Quorthon#eurodead fanfic#fanfic#enemies to friends to lovers#enemies to enemies#hair metal#Spotify
10 notes
·
View notes
Text
Mildrith of Wealas (1/3)
Pairing: Sihtric Kjartansson x fam!reader
Sinopsis: la pacífica vida de Mildrith se ve interrumpida cuando un grupo de guerreros daneses llegan a la finca merciana donde reside con la pequeña princesa y la hija de uno de ellos.
Warnings: sangre, contenido adulto,
You can traslate the story and read it!
-¿Por qué vuelan y nosotros no?
-Dicen que es por la gracia de Dios, porque los hizo así para sobrevivir.
La niña rubia y pálida frente a ella pareció pensárselo. Tenía los brazos sobre la mesa, y miraba a la jaula dorada donde estaba encerrado un pequeño pájaro que piaba como si se tratase de una canción. Las ventanas estaban cerradas, pero por los huecos que decoraban las contraventanas en forma del símbolo de Mercia entraba luz suficiente como para ver. Las puertas estaban cerradas a sus espaldas, obra de Stiorra, la única hija del segundo hombre de confianza de la reina Aethelflaed. Aquella mañana se había despertado de mal humor y lo había dejado claro golpeando las puertas, gruñendo respuestas y burlándose de los comentarios inocentes que hacía Aelfwynn.
Consciente de esa tensión, se había encerrado con la pequeña princesa en el comedor donde la tres comían a la espera de que la reina regresara. Había sido una semana larga, calurosa para la zona en la que estaban, y en la que el mar humor pagaba factura a los más jóvenes.
-Vuestro Dios es demasiado divertido -se había burlado.
-Stiorra -regañó, pero no dijo más.
Ella levantó los brazos en señal de rendición. La vio marcharse a la estancia central, la que daba directamente con la puerta del hogar. Se trataba de un edificio alto y de madera, con algunas secciones de piedra, pero que era relativamente nuevo por deseos de Lady Aethelflaed para ella y su hija. Había sido el primer edifico donde se había alojado como invitada de los reyes de Mercia, y al que hubo regresado tras lo ocurrido en el monasterio cuando huían del rey y sus planes para con la reina. Pero eso ya era pasado, y se había esforzado en perdonar aquel atentado y en olvidar las muertes que tantas noches la persiguieron. La ayuda de Dios la había sanado, consciente de que necesitaba descansar.
Su padre apenas había respondido a las cartas. Wealas estaba lejos, pero no tanto de la villa como para mandar a un mensajero que informara sobre los cambios de decisiones. La última había sido una advertencia a la reina sobre la seguridad de Mildrith, acompañada de una pequeña guarnición de guerreros galeses, todos vestidos de rojo y con el emblema de su Casa, y una amenaza con romper las relaciones con Mercia si volvía a cometerse un error estratégico como ese; se refería a lo sucedido en el monasterio, a raiz de las malas relaciones entre la reina y el rey. Ahora esos guerreros cuidaban de ellas, siempre apostados a las afueras de la residencia, en el interior de la muralla. Como solo hablaban galés, era difícil para los pocos soldados mercios comunicarse con ellos.
-No me gusta estar sola.
-No estás sola. Estás con nosotras -le indició, pero la duda aún reflejaba en los ojos claros de la niña. Casi le recordaron a los ojos de su madre, la reina, pero estos eran más inocentes y aún no conocían maldad.
-Pero no está mi madre.
Mildrith se apiadó de ella.
Semanas sin ver a su madre y encerrada todo el rato en aquella residencia volvería loco a todo el mundo. Su único consuelo había sido ese pájaro, y el niño que la reina había traído de Wessex que nunca se relacionaba con ellas. Hablaba unas pocas veces con ellas, sí, pero en general se escondía para leer en el piso de arriba o en los huecos más pequeños del edificio. Cuando Aelfwynn lo invitó una vez a jugar, este le había respondido que no se lo merecía y había vuelto los ojos hacia la estantería con los manuscritos religiosos que habían rodeado su vida temprana.
De repente, escuchó a Stiorra reír al otro lado de la puerta. Seguido de varias voces que ni eran las suyas por obvios motivos ni las de Aethelstan. La última vez lo había visto en el piso de arriba sentado en la cama con el libro abierto por la mitad, con el desayuno al lado.
-¿Aelfwynn? Tu madre está aquí.
La niña levantó la cabeza a la velocidad de una flecha, y una sonrisa apareció rápidamente en su rostro. Dudaba que fuera una broma porque ni siquiera Stiorra era tan cruel como para hacerle eso a una niña. Aelfwynn se levantó, abrió las pesadas puertas de la estancia y salió corriendo llamando a su madre. Hubo más voces que llegaban hacia donde estaba.
Mildrith observó un poco más al pequeño pájaro. Piaba y piaba encima del palo que la niña le había puesto para que tuviera un entretenimiento ahí dentro. Al final, Mildrith cogió la jaula y salió con ella entre los brazos para ponerla al sol; era una forma de que a Aelfwynn le diera el sol después de tanto tiempo dentro. En la estancia principal, Aelfwynn abrazaba con fuerza a su madre, la reina, que vestía un jubón de cuero por encima de la ropa formal; una imagen a la que ya estaba acostumbrada. Llevaba el pelo trenzado y visiblemente sucio, pero sonreía al tener en brazos a su hija... No supo cómo sentirse al respecto, dado que el único afecto que había recibido de su madre cuando era pequeña había sido una sonrisa y algunas palmaditas en la cabeza antes de entregársela a las monjas para sus clases religiosas. Entre ellas era tan diferente que costaba verlo sin sentirse inferior, pero le alegraba ver a la reina que la hospedaba en el reino a salvo.
Lo que sí le sorprendió no fue ver a su consejero, Aldelmo, con ella, sino a un hombre alto y fornido que imaginaba al otro lado del país o al servicio del rey de Wessex. La espada con el ámbar deslumbrante en la empuñadura le dijo todo.
-Está un poco lejos de su hogar, señor -dijo, en su dirección.
El hombre se dio la vuelta, como si no hubiera caído en su presencia, demasiado preocupado en atender los reclamos de su hija. Stiorra sonreía aún en brazos de su padre. Los ojos abiertos y las cejas arqueadas sobrepasaron su estoicidad.
-Debería sorprenderme de verla en Mercia, dama, pero no voy a actuar como si no supiera de su presencia cuando durante todo el viaje he soportado las quejas de mis hombres con verla.
-¿Han enfrentado a los daneses, señor? -quiso saber.
-Y visto la rabia de los galeses en campo abierto -respondió, cosa que la pilló por sorpresa. ¿Galeses?-. Los demás también están aquí.
-Y mi hermano monje también -añadió Stiorra, que recibió una palmada en la cabeza, señal para que marchase
Mildrith asintió, y apretó la jaula más contra su pecho. El pájaro aleteó, pero no salió volando en el pequeño espacio. Con un gesto, ya estaba camino al patio delantero donde varias figuras vestidas de negro y otras de rojo, que distinguió como sus guerreros, caminaban de un lado a otro. Al primero que distinguió fue al joven que trabajaba con un chico más pequeño y delgado, portador de un hacha afilada a su costado, con una cicatriz en la mejilla. Osferth y el que debía ser el hermano de Stiorra, en parte similar a ella por la forma de los ojos y de la nariz. Pero Stiorra se parecía más a su padre sin necesidad de un arma que el chico. Cuando la vio, hizo un gesto con la cabeza para mostrarle respeto, acompañado de un tierno sonrojo que sacó una risa en ella.
-¿La bruja viene con vosotros, guerrero?
Osferth se dio la vuelta. Su expresión se había suavizado, pero sus rasgos vuelto más adultos y curtidos en batalla. Seguía siendo alto y delgado, pero había ganado algo de masa.
-Dios nos hizo un favor con ella, señora -fue lo único que dijo, pero sonriendo y como una buena acción. Mildrith le devolvió la sonrisa, bajando los altos escalones con cuidado de no tropezar.
El siguiente al que vio fue al irlandés que se había reído de las respuestas que hubo lanzado a la bruja rubia cuando esta la atacaba con su lengua bífida. Le había caído bien, y en su momento la protegió con fiereza para que los daneses no se la llevaran. Guardaba buenos recuerdos con él, y parece que la vida le sonreía si continuaba vivo. El último estaba de espadas, concentrado atando a los caballos y en cerrar las puertas de la muralla. Los guerreros galeses ayudaban en la tarea, seguramente por instinto al ver que los guerreros mercianos lo hacían. El pájaro aleteó más fuerte, golpeando esta vez las barras de la jaula, y casi fue como sus sentimientos saliendo a flote solo con verlo. La había salvado hacía unos años, después de que ella le dijera que si llegaban a capturarla le cortase el cuello para proteger el honor de su padre. Y nunca había llegado a disculparse por dejarle esa carga a un hombre que no conocía...y que había cuidado de ella la noche de antes.
-Finan -saludó, y él le devolvió la sonrisa y un gesto con la cabeza a modo de saludo. No dijo nada, pues siguió trabajando en las cuerdas que rodeaban sus manos y las de los caballos. El metal en forma de cruz centelleó en su pecho. Su compañero fue más reacio en responder, pero aún así supo que la había escuchado por la tensión en sus hombros y el casi invisible movimiento de sus orejas-. También es un placer verte, Sihtric. ¡Aethelstan, sal! Ven a saludar.
Bajó la cabeza, rodeando el hogar principal y dirigiéndose hacia la mesa improvisada con un tronco donde dejaba que Aelfwynn tomase el sol unos minutos cada día, tarde y noche. Fue ahí donde dejó la jaula, con el pájaro de nuevo relajado -un pequeño traidor- y espero pacientemente a que cierto niño moreno asomara la cabeza del libro. Obedientemente, no tardó en aparecer arrastrando los pies por la entrada y siguiendo la voz. Cuando vio a los guerreros desconocidos para él, recorrió a sus brazos sin expresión alguna en el rostro. Mildrith lo rodeó.
-¿Otro galés al que la reina de Mercia acoge? -preguntó burlándose Finan, a lo lejos.
-Algo como eso -respondió, entrelazando los dedos con la pequeña mano del niño-. Se llama Aethelstan y vive con nosotras desde hace un tiempo. Le vendrá bien relacionarse con hombres en vez de tener las narices metidas en los libros siempre.
Aethelstan alzó la cabeza para mirarla, como si le hubiera ofendido ese comentario. No dijo nada, sin embargo, más que pestañear un par de veces y bufar por lo bajo. Mildrith le revolvió el pelo.
-¿No le valen los valientes hombres de Wealas, señora? Los he visto luchar y son fieros como cabrones.
-A veces las lenguas son un impedimento, Finan, y Aethelstan es muy pequeño para aprender todo lo que dicen, y más si suena como trabalenguas.
Solo se encogió de hombros, pero dejó claro con ello que estaba de acuerdo con la decisión. Tampoco le quedaba otra opción. Eso, o enfrentarse a los doce galeses bien entrenados él solo. Finan volvió a su trabajo, acercándose a Osferth y al hijo de Uthred. Mildrith le dio un golpecito en el hombro a Aethelstan, quien obedientemente se marchó corriendo de nuevo al interior del hogar, de nuevo arrastrando los pies.
Sihtric también miraba hacia ellos. Había cambiado mucho, y ahora llevaba el pelo echado hacia un lado, rizado y desordenado, exponiendo la mitad de la cabeza que no llevaba el tatuaje. Los rizos le caían por la otra mitad, cubriendo las sombras del tatuaje de su cuello. También estaba muy cambiado.
Fue la primera vez que Sihtric la había mirado.

-Tengo un mensaje de tu tío, nos lo encontramos en la batalla -anunció Lady Aethelflaed. Eso la sorprendió, en parte. Porque los britanos de Wealas y los sajones del oeste nunca se relacionaban y menos -. El rey Hywel vela por tu seguridad y ha mandado que llegado el momento regreses a Wealas, pero cuando las tensiones con los daneses hagan seguros los caminos.
Mildrith asintió, pero tuvo ganas de burlarse. Los caminos nunca eran seguros, pero aún así se habían arriesgado. Y la guerra solo había hecho que Mercia se enfrentase a las invasiones que llegaban de la costa oeste, o tenía entendido algo así. Wealas era capaz de repeler los ataques por su cuenta, pero Mercia... Al menos Lady Aethelflaed estaba sana y salva, y había regresado de la guerra más viva que nunca para asegurar a su hija y a ella en su residencia. Mildrith solo podía estar agradecida.
-Rezaré para que se cumpla, dama.
No hubo respuesta, puesto que la reina merciana decidió que debía resolver otros asuntos en el interior del hogar. Mildrith observó a Aethelstan a lo lejos buscando un juguete que había escondido ahí aposta para entretenerlo. Sentada en los escalones, escuchaba de fondo las voces de los daneses discutiendo con la reina, acompañado del suave tono de Stiorra. El sol ese día pegaba fuerte, más que en los días nublados y lluviosos de atrás, y a los niños les vendría bien salir y relacionarse aunque fuera entre ellos. Los hombres del interior no estaban ahí para entretenerlos, sino para discutir lo que pasaría. Según parecía, era un asunto serio.
-¿Cuándo vas a soltarlo? -le preguntó a Aelfwynn, que sentada de rodillas en la tierra silbaba intentando imitar a su pajarito. Había llevado la jaula con ella a donde estaban y ahora intentaba comunicarse con el animal.
Una brisa sacudió su pelo rubio echándolo a sus espaldas. Lo mismo pasó con la melena pelirroja de ella, que se sacudió y metió en los ojos. Mildrith se lo apartó como pudo, recogiéndoselo detrás de las orejas. La niña se mordía el interior de la mejilla.
-¿Tengo que hacerlo?
-Habrá -razonó. Los ojos de Aelfwynn bailaron entre ella y el pajarito- si queremos que pueda volar.
Aelfwynn se lo pensó. Miró la jaula como si fuera una encrucijada, y luego regresó los ojos a ella y se quedó mirándola con sus grandes ojos claros llenos de curiosidad, miedo e inocencia. Le recordaron a lo joven que había sido cuando su madre decidió abandonar el castillo y residir en una residencia aparte habiendo cumplido sus deberes como tal, pero Aelfwynn tenía la suerte de estar en contacto y vivir con su madre.
-Pero ya vuela, ¿no?
A veces se preguntaba si una niña de tan temprana edad podía ser consciente de lo que pasaba a su alrededor. De que, al igual que ese pájaro, viviría encarcelada por su seguridad y sin poder moverse libremente. La veía mirar divertida a los guerreros, pero temía acercarse a ellos y preguntar si podían jugar con ella; lo sabía porque la cogía de la mano, la apretaba, y seguido iba a abrazarla. Una niña sensible que no había heredado la confianza de su madre. Le recordaba tanto a ella... Mildrith la abrazaba con fuerza y dejaba que durmiera con ella si alguna pesadilla la atormentaba, la cogía de la mano y protegía.
-¿No quieres jugar con Aethelstan?
-Es un chico -respondió con un tono indignado-. No me gustan los chicos.
-Es guapo -afirmó. Aunque fuese un niño. Seguramente fuese un muchacho guapo solo por quién era su padre. ¿Por qué lo sabía? Lady Aelswith no era sigilosa hablando.
Finan pasó entonces por delante de ellas mordiendo una manzana y abrochándose los pantalones. Al verlas, le hizo un guiño a la niña que consiguió hacerla reír. Osferth apareció más tarde gritándole a Aethelstan que buscase césped más adentro. Se preguntó dónde estaría Sihtric, pero conociendo su actitud distante estaría escondido en algún lugar observando y vigilando si los otros estaban tan relajados. Mildrith se miró las puntas de los pies.
-¿Te gustan los chicos? -dejó de atender al canto del pajarito y la miró a los ojos.
-Algunos, sí.
Se encogió de hombros.
-Son tontos.
-No conoces a ninguno de tu edad -señaló al niño, que se había adentrado entre la maleza obedientemente-. Cuando lo hagas cambiarás de opinión.
No parecía muy convencida.
-¿Los chicos de tu reino son todos pelirrojos como tú?
Mildrith se rió suavemente.
-No todos, pero sí algunos. Al norte, en Escocia, dicen que también lo son -recordó los comentarios de los monjes que llegaban del norte buscando alianzas con un reino vecino de Wessex-. También dicen que son unos cerdos porque no se lavan.
La niña arrugó el ceño, visiblemente asqueada de que hicieran algo como eso. Tampoco es que ellos fueran los más limpios, claro, pero sí tenían más higiene que en el frío norte. Los deditos de Aelfwynn cogieron uno de los mechones pelirrojos de su melena.
-Me gusta mucho tu pelo.
-Y a mí el tuyo -lo cual era cierto.
Aelfwynn miró de nuevo a la jaula, manteniendo un ligero silencio antes de volver a abrir la boca.
-A él también le gusta.
Tampoco dijo a qué se refería con ello.

Lady Aethelflaed y Aldelmo marcharon galopando tan rápido como lo anunciaron. Noticias desde la capital de Mercia, decían, donde se amenazaba la sucesión del reino. La asistencia de la reina era obligatoria en esos asuntos. Desde ese momento, Aelfwynn sollozaba y se limpiaba las lágrimas con las mangas del pequeño vestido con flores bordadas. Ella intentaba consolarla como podía, pero apenas podía sola. Stiorra prefería encerrarse en el ala de arriba y juzgar a todo aquel que subiera a hablarle, incluso a los niños. Su hermano, que se llamaba igual que su padre, fue al único que dejó entrar.
Los demás estaban en la planta de abajo. Uthred había marchado con la reina y su consejero, pero antes había ordenado que sus guerreros protegieran la residencia merciana de Saltwic. Se habían llevado a los guerreros con ellos, por lo que tendrían que haberse quedado los doce guerreros galeses a su servicio. Pero estos se habían dividido en dos bandos: uno volvería a informar al rey Hywel de lo que sucedía y otro marcharía con Aethelflaed como refuerzo. Les había parecido mal puesto que solo eran fieles a una persona de entre todos ellos, pero al final habían marchado con todos ellos.
Aelfwynn silbaba con lástima a su pájaro, mirándolo con ojos llorosos y mirada ausente. Parecía un fantasma en vida. Alejarse de su madre en tan poco tiempo le suponía un gran impacto ahora que la había recuperado, pero así era la vida de una dama. Y más la de una princesa. Aethelstan se habría perdido por la residencia aprovechando que todos estaban ocupados. Cuando fue a buscarlo, descubrió que no estaba donde solía esconderse. Hasta que lo había visto practicando su escritura en pergamino al final de la sala donde Finan, Sihtric y Osferth descansaban -o hacían guardia-, la voz de Stiorra sonando de fondo a gritos.
-¿Me enseñas galés? -le había preguntado al corregirle el trazo de una "d" minúscula.
-No tienes por qué escribirlo -le respondió, un poco confundida por su repentino interés-. Y no es una lengua bonita que suela gustarle a los sajones. ¿Por qué quieres?
Solo se había encogido de hombros y mirando a la pluma.
-A mí me suena bien.
No sabía dónde había escuchado hablar más galés que a los guerreros, que normalmente se mantenía al margen de los niños. Porque ella no solía hablarlo estando a solas, solo pensaba en él. Lo habría visto escrito en las cartas intercambiadas con su padre, pero aún con esas era extraño que un niño mostrase interés por aprender una lengua como esa.
-Me gusta cuando lo cantas.
Miró a través de la ventana abierta, hacia donde la princesa silbaba entretenida con la pequeña ave. Mildrith se recogió entonces las faldas del vestido y salió de la estancia, caminando por los largos pasillos camino a su objetivo. Todavía escuchaba a Stiorra hablando en voz alta, y un cuchicheo que debía ser la de su hermano mayor. Sus pasaron resonaron por el eco del edificio.
-Osferth -llamó, entrando en la sala de descanso. Rápidamente lo vio, tumbado con un libro frente a la ventana y con una tímida sonrisa-, ¿puedes asegurarte de que Aelfwynn y Aethelstan sigan ocupados?
-Sí, señora.
Cabeceó una respuesta y caminó por la sala de descanso. La luz entraba clara por las altas ventanas, algunas cubiertas con cortinas de seda amarilla a juego con los muebles. Osferth ya estaba de pie cuando ella se fijó en el juego que Finan y Sihtric tenían entre manos. Finan movía tres vasos opacos de oro boca abajo, con tanta soltura que parecía haber nacido para aquello, el entretenimiento. Sihtric, tumbado y con los ojos fijos en ellos, bebía en silencio. Ninguno llevaba la ropa de cuero curtido, sino la ropa que iba por debajo de las armaduras de ese estilo, pero había una espada en el lado diestro de Finan que le hizo saltar las alarmas.
Estaban jugando a adivinar dónde estaba lo que fuera que tuvieran para esconder ahí abajo; su hermano le había enseñado a jugar, y siempre perdía porque su hermano hacía trampas para cabrearla. Cuando los separaron, ella siguió jugando por su cuenta con alguna de sus niñeras. Antes, de salir, se detuvo unos segundos en el umbral y miró por encima del hombro, hacia donde Finan sonreía por el malestar de Sihtric, sabiendo que iba a ganar.
-Lo tiene en la boca -contestó. Ambos la miraron, pero lo que sucedió a continuación de eso no lo supo porque había entrado en la cocina.
La cocinera acababa de salir cuando ella entraba, cerrando las puertas tras de sí. No era un espacio muy iluminado, sino lo justo como para trabajar y no tener un accidente. Algunas velas estaban ya por la mitad en las zonas más oscura. Se dirigió a los armarios, consciente de que al otro lado de la cocina había movimiento y la risa de Finan atravesaba incluso la madera más dura. Mildrith abrió uno de ellos, cuyas provisiones se acumulaban en los estantes. Pero no estaba lo que buscaba. Así fue en los armarios siguientes, y en los posteriores.
Mildrith se dio la vuelta, y se encontró en la entrada a un Aethelstan algo desorientado, una mano sujetándose el hábito de pequeño monje, porque nunca había estado en esa parte del hogar y Sihtric. Este último llevaba un ramo de flores recién cogidas en una de las manos, puesto que la otra agarraba por instinto la empuñadura de una cuchilla a un costado. En otra ocasión, se habría sorprendido de encontrarse a solas con un hombre, más un pagano, pero con un niño la cosa cambiaba. Le daba en parte más seguridad, y más si se trataba del hombre que la había protegido esa noche en el monasterio y ahora estaba ahí para, sorprendentemente, lo mismo. Los ojos de Mildrith no se separaron de las flores ni un segundos.
-Son muy bonitas -dijo, con sinceridad y una sonrisa-. ¿Para quién son?
-Son para Lady Aelfwynn -dijo él, Sihtric, rápidamente, tendiendo las flores en su dirección. Ella las recogió, dándose cuenta del gran puñado que eran y que necesitaría dos jarrones-. El niño quería dárselas pero es muy cobarde.
Mildrith se sorprendió. Los ojos de Aethelstan estaban clavados en Sihtric, agarrado al final de su camisa roída. Supuso que ni siquiera los guerreros más poderosos tenían tiempo para cuidar su aspecto, ni el más hermoso a la vista.
-¿Aethelstan? Eso es muy generoso y de ser un caballero -respondió, y le hizo una señal para que se marchase.
Aethelstan obedeció y abandonó la cocina, ahora sí dejándolos a solas. Mildrith analizó las flores, claramente recién cogidas y del patio, las mismas que Aethelstan había golpeado con un palo para buscar el juguete como si no fueran nada. Y ahora se las estaba dado a Aelfwynn. Un gesto muy generoso por su parte y que tendría en cuenta.
-¿Te ha pedido que las cojas tú?
-Sí, señora.
-Eres muy amable. Se lo diré a la princesa -informó, a lo que él asintió sin hacer contacto visual, cabeceando una respuesta-. Seguramente lo habrá hecho para disculparse con ella por no querer jugar.
Se recogió las faldas rojas del vestido y se encaminó a la estantería más cercana en busca de dos jarrones, con suerte. Encontró uno, pero lo suficientemente grande como para almacenar todas esas flores. Mildrith lo hundió con una mano en el agua de un balde, y con la otra metió las flores con cuidado de no romperlas. Al acabar, sonrió. A Aelfwynn le daría una alegría ver unas flores tan bonitas decorando el comedor.
-Quería distraer a Aelfwynn con alguno de sus postres favoritos, pero me temo que la cocinera los ha guardado y no los encuentro -habló, entonces, a Sihtric. Él permanecía en la puerta con la cabeza alta y el cuerpo tenso, los brazos a sus espaldas como si esperase alguna orden-. Verlas le inundará el corazón de alegría. Tal vez la convenza de recoger alguna para que le haga una corona a Aethelstan.
Supuso que un hombre como él no entendería el significado de esos detalles, y más en el contexto de unos niños, pero ella se esforzó en explicárselo. Le contó que cuando era pequeña las monjas que la cuidaban le habían enseñado a hacer coronas de flores para intercambiarlas con otras niñas en las festividades de su tierra, de Wealas, siguiendo la tradición del reino. En ningún momento habló del cristianismo, pero sí del cristianismo celta y las celebraciones que todavía se llevaban a cabo en sus tierras.
Sihtric no había cambiado la expresión, y en cierto momento le recordó a la estoicidad de Aethelstan cuando se rodeaba de ellas y nunca abría la boca. En cierta parte, eso le molestó.
-Es muy bonito, señora.
Asintió. No supo qué más decirle, suponiendo que no eran dos personas conocidas y tenían ideas contrarias y discutibles. Lanzó una oración silenciosa por su seguridad y paciencia. Mildrith le sonrió con cierta tensión antes de darse la vuelta y tirar unos restos de comida a la basura al lado de la puerta trasera. La cocinera fuera estaba regañando a unos soldados mercianos que se reían de algo que la habría molestado. Volvió a mirar las flores, claramente arrancadas del patio, pero bien elegidas, y luego a Sihtric. Este permanecía en el umbral de la puerta en silencio, mirando al suelo.
Entonces a Mildrith se le ocurrió preguntarle por algo.
-¿Qué significan las pulseras?
Se refería a las pulseras que lo había visto llevar tanto el día que lo conoció hacía ya tiempo atrás como aquella mañana. Joyas que decoraban tanto antebrazos, dedos y muñecas, pero esta última apenas visible. Le habían llamado la atención porque no era el tipo de accesorios que un guerreros habría llevado para enfrentarse a otros peores, pero cuando vio que sus iguales, pero de bando contrario, también los llevaban supo que era un tipo de tradición entre los daneses. De oro o plata, materiales caros y ricos, bienes de lujo.
-Son recompensas -le respondió.
-¿Recompensas?
-Por mi trabajo con el señor Uthred -añadió, haciendo un amago de enseñarle una, para darse cuenta de que se había desprendido de ellas en el momento que se quitó la armadura. Su mano cayó de nuevo sobre la empuñadura-. Es una tradición entre los daneses, más o menos. Mi señor me los da como recompensa por una victoria, y con ellas a veces pagamos... -la sonrisa le desapareció del rostro tan pronto como se dio cuenta de lo que estaba diciendo, tan libremente frente a ella.
Mildrith iba a preguntarle a qué se refería con eso último cuando un grito hizo que pegase un bote en el sitio.
-¡Están aquí! ¡Vienen hacia aquí! -gritaron desde fuera. Sihtric y ella salieron de la cocina siguiendo los gritos de Stiorra, cuyas pisadas a medida que se acercaba se hacía más pesadas.
Finan ya estaba de pie, con una mano empuñando su espada aún sin desenvainar, y Osferth entraba en la sala cogiendo la mano de Aethelstan. ¿Y Aelfwynn? Sus ojos las buscaron, nerviosos, e incluso se atrevió a acercarse a la ventana, solo para descubrir que no había nadie al otro lado. El joven Uthred llegó corriendo con una niña rubia de la mano, y casi le dieron ganas de echarse a llorar. Mildrith inspiró.
-¿Quién viene?
-Unos hombres bajando la colina vienen hacia aquí. Vienen armados.
-¿Quiénes son?
-No lo sé -respondió la joven-, pero vienen rápido.
Mildrith sintió el corazón latirle con fuerza.
La sucesión. El rey herido. Todo encajaba. Venían a por Aelfwynn por ser la única hija del rey Aethelred y su reina. La decisión de los condes dependería de todo al final por la sucesión, la razón por la que Aethelflaed había marchado para discutirlo, pero siempre facilitaba las cosas tener a los hijos del rey cerca en caso de plantearse una alternativa. Porque era una niña. Una joven capaz de heredar el trono y que necesitaría una regencia... O a un hombre.
-Aelfwynn -la niña fue corriendo a sus brazos sin decirle nada más, claramente temblando y con el rostro pálido sin comprender qué sucedía a su alrededor.
Tenía la piel fría, pero la ropa caliente. Cuando vio el hacha de Sihtric, Mildrith se alejó con la princesa entre sus brazos con temor a que por accidente le hiciera acabase golpeando a la niña. Sihtric las miró a ambas, pero sobre todo a ella; Mildrith le devolvió la mirada. No supo qué significaba o si le estaba diciendo algo con la mente. Finan ya estaba desenvainando la espada cuando Stiorra se adelantó en el acto.
-¡Esperad! Tenemos un plan.
Mildrith intentó descifrar a qué se refería Stiorra, cuando se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Había un plan, que ninguno de ellos conocía. Solo ella, y puede que por la sonrisa de Aethelstan él también tuviera algo que ver. Al final, él se movía por la residencia y conocía mejor que nadie dónde uno podía esconderse para no ser encontrado. El condenado niño que los salvaría a todos era el mismo que huía de la presencia de los demás. Aelfwynn tiró de la falda de su vestido llamando su atención.
-Toqué tu arco buscando mi escondite -le dijo, con ojos triste-, lo siento.
Mildrith le dio una palmadita, restándole importancia. Su atención se concentraba en los ojos astutos de la hija de Uthred, que explicaba el plan de forma comprensible y dictaminaba dónde cada uno debería estar para que funcionase correctamente. Finan se escondería en el hueco de una de las paredes, mientas que Osferth tenía la constitución perfecta para hacerlo en el arcón de la entrada, donde guardaban los juguetes y las mantas de los niños. Los niños, por otro lado, lo harían en el césped alto que crecía en el jardín aprovechando su tamaño. El joven Uthred los controlaría.
-Ella no -se refería a ella. Stiorra la detuvo cogiéndola del brazo-. Se te vería el pelo de lejos, por eso de tener el pelo rojo. Mejor en el dormitorio de arriba que hay más espacio.
-¿Y tú que harás?
-Alguien tiene que demostrar que Aelfwynn no está y que esto está vacío -respondió de forma astuta. Cada vez se demostraba más de quién era hija-. Si ven a la hija del rey de Wealas y que es mentira, intentarán también llevársela. Si no tienen órdenes de antes...
Así que así lo hicieron. Sihtric la cogió de la mano y ayudó a subir corriendo las escaleras por la dificultad de movimiento que había con vestido. Los demás se quedaron en la planta de abajo, y se escuchaba lo que estaban haciendo. Stiorra estaba diciéndole algo a Aethelstan que no atendió puesto que la madera crujía debajo de ellos. Una vez en la planta de arriba, la cama de Aelfwynn cubierta con pieles era el único mueble amplio.
-Aquí -señaló al armario empotrado en la pared, de madera y también decorado con los símbolos de Mercia-. ¿Dónde te esconderás?
Él no dijo nada, como era costumbre ya. Un hombre que vivía en su mundo y que iba por solitario como los lobos. Había dejado el hacha en el patio clavada a la mesa de madera, como algo casual, pero había cogido un cuchillo de su arsenal privado de armas.
Mildrith abrió las puertas del armario, por su parte, al mismo tiempo que él se agachaba frente a la cama y arrastraba. Sihtric desapareció debajo del mueble sin mediar palabra alguna, arrastrándose hasta que la madera crujió. ¿Qué estaba haciendo ahí abajo? Supuso que seguir el plan de esconderse como todos. A Mildrith se le calentaron las mejillas de rabia contenida, pero continuó con el plan de Stiorra porque una cosa no, pero estaba realmente bien planteado. Como si lo hubiese planeado por sí sola... Mildrith cerró las puertas del armario, y dejó que los ruidos metálicos inundaran sus oídos como si estuviera en el campo de batalla a su propia manera.
El interior del armario era sofocante, la oscuridad apenas rota por las rendijas por las que se colaba la luz del exterior. Mildrith contenía la respiración, sus oídos atentos y despiertos a cualquier sonido que llegase de fuera. Sabía que su vida dependería del plan de Stiorra, pero jamás en su vida como princesa se habría imaginado escondida de aquella manera. Le tocaba ahora confiar en ella lo había calculado todo al milímetro, por mucho cambio que supusiera.
Los pasos resonaban entonces en el pasillo. Eran pesados y firmes, el tipo de pasos que no dejaban espacio para la duda a que buscaban algo. Solo una persona, con suerte. Cerró los ojos, tratando de calmar el frenético latido de su corazón. Las botas se detuvieron justo frente a las puertas del armario; la cota de malla deslumbraba amenazadoramente. El silencio siguió siendo ensordecedor, temiendo que la hubieran descubierto. Mildrith se mordió el labio inferior. Por un momento, el tiempo pareció detenerse.
Hasta que los pasos se alejaron, escuchándose el crujido de la madera por su peso y la señal de que estaba bajando las escaleras. Mildrith abrió entonces los ojos. La voz grave hablaba, seguida de otras y una que distinguió como la de Stiorra. Aprovechó el momento... Con un movimiento lento y cuidadoso, empujó ligeramente la puerta del armario. Esta se abrió con un leve chirrido que le heló la sangre. Pero no hubo reacción. Se deslizó fuera, sus pies cubiertos por las botas de cuero elegante apenas hicieron ruido sobre el suelo. Se movió, entonces, hacia el exterior, vacío. Mildrith salió dejando la puerta abierta, teniendo cuidado de por dónde pisaba.
Sihtric también decidió que era el momento de salir de su escondite. Al menos no había destrozado la habitación para averiguar dónde estaba la niña. La madera sonó bajo sus pies suavemente. Escuchó debajo de donde estaban los movimientos de los hombres a los que Stiorra entretenía. Sihtric se arrastró saliendo de su escondite, un pequeño cuchillo en boca y el colgante de siempre bailándole en el pecho. Mildrith se alejó de la barandilla todo lo que pudo, arrastrando los pies. A sus espaldas, escuchaba el sonido de la ropa de la otra persona para limpiarse el polvo.
Los ojos de Sihtric se lanzaron directamente hacia ella, inmóvil ahí donde el suelo crujió como una escena de terror. Ambos guardaron silencio, mirándose el uno al otro. Los ojos de Sihtric bailaron entre ella y el sitio donde había pisado. Hubo un silencio estremecedor que le congeló la sangre de tal forma que dejó de sentir a su alrededor.
-¡No, no subáis! ¡Se habrá colado un gato callejero!
Aunque el intento de Stiorra era bueno de corazón, no habría convencido ni al hombre más tonto del mundo. Sihtric y ella intercambiaron una mirada cómplice. Sin pensarlo dos veces, marcharon corriendo sin importarles el ruido -aunque fue poco el que hicieron, cosa que los alivió- hacia el mismo espacio donde ella se había ocultado antes y, con un tirón firme, Sihtric los metió a ambos cerrando la puerta tras de sí.
Dentro del armario, el espacio era aún más reducido con los dos compartiéndolo. Se apretó contra la pared, su respiración entrecortada y sudando miedo. Sihtric, pegado a ella, intentaba controlar la suya propia. Estaban cara a cara, con una marca diferencia de altura que a la distancia que solían dejar entre ambos apenas se notaba. Pero era enorme comparado con ella. Sihtric tenía que levantar un brazo y agarrarse a la barra del armario para dejarle espacio en el que colocarse.
-¿Gato?
El hombre estaba ahí. Los pasos se dirigieron hacia la habitación de donde habían salido. Mildrith contuvo la respiración, sintiendo el calor del cuerpo de Sihtric a su lado, su proximidad haciendo que el momento fuera aún más intenso. Y peor. Esa cercanía podría condenarlos a ambos si se descubría por la persona inadecuada. El hombre rebuscaba en la habitación, maldiciendo entre dientes. Ahora estaba enfadado, y nervioso. Buscaría en todos lados hasta darle caza a lo que había pasado por alto.
Un crujido resonó cerca de ellos, y Mildrith sintió el pánico crecer en su interior. Las sombras se movieron frente al armario y, por un momento, pareció que todo se detendría ahí. Mildrith cerró los ojos, rogando que no los descubriera. Estaba pegada a Sihtric, lo sentía, y a su calor. También sentía su respiración entrecortada resonando en la oscuridad, si bien él intentaba controlarla haciendo ejercicios. Mildrith podía sentir el calor del cuerpo de Sihtric junto al suyo, su proximidad, provocando una mezcla de nerviosismo y una creciente corriente eléctrica entre ambos. Podía olerlo, y no se parecía en nada a lo que hubiera imaginado; sudor, un aroma varonil que le ponía los pelos de punta, mezclado con algunos elementos más como el metal y lo que temía que fuera sangre.
-Gato...Gatito... -se estaba burlando sabiendo que llevaba ventaja en ese juego. Sihtric se movió, y la madera crujió, y de repente los pasos del hombre se detuvieron. Mildrith se agarró a su brazo alzado, estirando la espalda en aquel minúsculo espacio.
Sihtric se inclinó ligeramente, intentando imitarla, solo para que la madera volviera a crujir. Lo vio cerrar los ojos con fuerza, tensar la mandíbula de forma que demostraba la incomodidad de estar ahí dentro y en esa situación. El armario, tan estrecho y opresivo, ahora se sentía como su propio universo. Un nuevo espacio. Mildrith se alejó de la puerta lo máximo que pudo, no fuera a llamar la atención sin quererlo. Para ello, tuvo que inclinarse un poco más sobre el cuerpo del hombre con el que compartía ese lugar. Su visión fue a parar sobre el amuleto que siempre colgaba de su cuello, a juego con el de su señor, y no pudo evitar contemplarlo desde cerca. Había sustituido el de madera por uno metálico oscurecido por la vida fuera de casa.
-No te muevas -susurró, lo suficientemente bajo como para que solo él la escuchara.
El sonido de los pasos continuó, la madera sonando de forma que el vellos de Mildrith se erizaba a cuanto más cerca se encontraba. Mildrith y Sihtric contuvieron la respiración como pudieron cuando la malla volvió a aparecer frente al armario. El silencio cayó sobre ellos, cargado de tensión. Mildrith inspiró como pudo, intentando calmarse y pensar con claridad. Pensó en Aelfwynn y en Aethelstan, ahí fuera ocultos con el joven Uthred, desprotegidos. Y en donde se hubieran escondido Finan y Osferth.
¿Y si los pillaban a los dos? Matarían a Sihtric. Pensarían que estaba ahí para secuestrarlas por su apariencia de danés o que obstaculizaba la tarea ordenada desde la capital, seguramente por los condes hasta el momento al cargo de la sucesión de Mercia. Y luego se la llevarían a ella por los pelos si descubrían quién era, lo cual era bastante sencillo solo con mirarla. Las lágrimas amenazaron con salir de sus ojos. Inspiró y exhaló, una y otra vez. El aire le oprimía. ¿Era así como se sentía el pájaro de Aelfwynn, sofocado por no encontrar la salida?
-Respira. No contengas el aire -el aire cálido de su aliento la golpeaba en las mejillas al hablar, pero también al intentar respirar. Mildrith sintió un tirón en el estómago, una especie de advertencia a que... No lo sabía. Pero no podía alejarse de él. De su calidez asfixiante.
-No puedo -balbuceó.
-Tienes qué hacerlo.
Pero Mildrith sacudió la cabeza. El pelo comenzaba a molestarle, así que se lo apartó del cuello echándoselo a un lado. Empezaba a sentirse mareada.
Más pasos. El sudor corría por su espalda, empapándola y enfriándole la piel como bien podía. Sihtric se removió, esta vez la madera no crujió. Ni cuando consiguió con la mano libre apartarle el pelo por completo de la cara. No supo si la estaba viendo, pues ella era incapaz de ver su rostro, pero sí imaginárselo. Se preguntó si él era capaz de eso. Otra vez los pasos. Más. La respiración de Mildrith se aceleró cuando sintió sus dedos recorrerle la piel de la nuca, la expuesta por el pelo. Mildrith se estremeció, pero no apartó. Sus ojos bailaron acostumbrados a la penumbra.
-Lo siento. Por haber pedido que me mataras en el convento. Lo siento, lo siento mucho...
-Eso es pasado -su voz sonó dura pese
-Pero importante para mí.
Apretó los labios. Con fuerza. Tanta que sintió las venas romperse contra sus labios y el sabor de la sangre en su lengua.
-¿Milli? -sonó una vocecita. Una luz en el camino. Un hueco por el que fuese capaz de arrastrarse y salir de ese espacio. Sihtric y ella respiraron finalmente.
La puerta se abrió, golpeada por ella. Primero sacó las piernas, y después el resto del cuerpo empapado en sudores fríos. Tosió, pero por el repentino aire frío de la habitación. Aethelstan esperaba fuera con los brazos a los costado y una postura relajada. Sonreía, pero no ampliamente como había visto antes. Era visible que estaba emocionado, pero se contenía de acuerdo a sus enseñanzas en el monasterio. Hubo movimiento a sus espaldas, mientras ella recuperaba el aliento.
Aethelstan salió corriendo escaleras abajo al escuchar a Stiorra llamarlo para que recogiera sus cosas. Hubo silencio entre los dos, solo roto por la voz relajada de Uthred, padre, en la planta de abajo, Debía de acabar de llegar evitando a los soldados mercianos. Una presión sobre el hombro la sorprendió.
Mildrith se alejó.
-Se han ido -anunció, y huyó como una cobarde de la escena.
Uthred ordenó que recogieran todo lo comestible y posible para abandonar la residencia. Cuando bajaron -de distintas formas: Sihtric saltando la barandilla y ella las escaleras-, ya todos estaban recogiendo y moviéndose. Al poco tiempo, habían cargado a los niños a un carro guiado por Osferth al frente y lo necesario en su interior. Uthred y Finan se posicionaron al frente, mientras que tras el carro iban los hijos de Uthred y ella atendiendo y vigilando que los niños estuvieran a salvo, con Sihtric cerrando la fila. No habían hablado más. ¿Para qué hacerlo?
Aelwynn había sacado el arco de madera del arcón de su dormitorio y puesto a su lado, abrazándolo con fuerza. No había dicho nada respecto a ello, y menos cuando Finan le había dado una mirada extraña.
Antes de marchar, Mildrith de Wealas, única hija del actual rey de Wealas, se permitió el lujo de darle un último vistazo al que había sido su residencia en los últimos años. Los altos muros de piedra, con un tejado tan bien trabajado que recordaba a las construcciones fronterizas que separaban Wealas de Mercia. El jardín donde Aelfwynn había liberado al pajarito llorando, y volado hacia su libertad, el mismo lugar donde habían jugado, hecho muñecos de nieve con ayuda de los soldados que se rendían a los pucheros de la princesa y comido con el buen tiempo. Huían de una guerra que envolvía a una extranjera con título de reina consorte, a su hija con sangre merciana con derecho propio al trono y a todo aquel que codiciaba el trono de un reino en guerra con los daneses. Y ella solo podía sentir lástima por lo que pasaría con ellos si eran capturados.

19 notes
·
View notes
Text
artemivsa.
“ cléo, no eres tú. ” asevera con seguridad, expresión volviéndose algo complicado y lleno de culpa. no deseaba que contraria se sintiera responsable de su decisión, algo que no podía estar más alejado de la realidad. el único causante de su destrucción mutua era koen, que había sido demasiado cobarde para enfrentar la realidad anteriormente. “ nada de lo que hiciste estuvo mal. soy yo—y dios, sé lo cliché que suena, pero es verdad. ” una ola de valentía parece apoderarse de su cuerpo en ese momento, donde ladea el cuerpo volviéndose a ella y sus manos encuentran su rostro, al que rodean con la delicadeza y el cariño habitual. su mirada recorre facciones ajenas con lentitud, esperando que orbes se encuentren antes de entregar su mensaje. “ te mereces todo lo bueno del mundo. te mereces a alguien que te entienda y te quiera tal y como eres. ” porque ese era el problema, ¿no? todo el cariño que se tenían no era suficiente para darle seguridad en su relación, y era ese mismo comportamiento que terminaba apagando la llama dentro de rubia, que la obligaba a renunciar a su esencia, la misma que había capturado su atención en un principio. “ yo también te quiero, y es por eso que no podemos seguir juntos. porque estás dispuesta a hacer cualquier cosa por mí y el amor no debería ser así. ” de eso estaba totalmente convencido, porque esa era la idea de amor con la que había crecido toda su vida.
lo que está ocurriendo en ese momento no le sorprende, no podría mentirle a nadie al respecto. era consciente de que conversación llegaría más temprano que tarde y es consciente de que es necesario, pero aún así, a pesar de todo lo que su razón le dice ( y de manera quizás sí un tanto inesperada ), no contaba con sentirse tan vulnerable, tan triste. porque no hay nada más poético o profundo en ese momento, lo único que siente es tristeza. sabe que koen menciona cada palabra con total honestidad, pero en el fondo, es consciente de que ella es la fruta podrida; quizás por eso cuando siente el contacto con su rostro se estremece, labios tiemblan en gesto que intenta controlar y no puede evitar su mirada por más de un instante. voz interior es instintiva, quiere gritar, preguntar, si acaso él no la quiere tal y como es, pero sabe que no es a lo que se refiere. diestra viaja al encuentro de mano contraria, aquella que descansaba sobre su rostro, no para apartarla sino para descansar allí, en suave caricia. “sé que no tengo una idea clara de lo que es el amor, no realmente,” admite, entre avergonzada y arrepentida. “ —pero también sé que nunca deseé tanto la felicidad de otra persona como lo hago contigo. quiero que seas feliz, más que nadie, incluso aunque sé que yo no puedo dártelo.” intenta una sonrisa, y la logra, pero es pequeña y da paso a lágrimas que amenazan con descender por sus mejillas. incapaz, como siempre lo fue, de sucumbir por completo a la angustia frente a un tercero, es que vuelve a hablar : “aún así… no vas a olvidarme, ¿verdad?” intenta bromear, comisura se estira apenas una vez más, aunque voz es ciertamente débil.
#artemivsa#🌙 ── cléo vekemans : diálogos.#cléo con koen.#me duele el corazón sofía basta de esta torturaaaa#los amo
5 notes
·
View notes
Text
7 DE AGOSTO: DUERME EN PAZ
Escucha:
En paz me acuesto y me duermo, porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado.
(Salmo 4:8)
Piensa:
David pasó por una gran cantidad de momentos difíciles en su vida. Tuvo que enfrentar fieras, al gigante Goliat, ejércitos, al rey Saúl, y hasta llegó a ser perseguido por su propio hijo, Absalón.
Y nosotros, ¿cuáles son las actitudes que revelamos normalmente cuando atravesamos por fases difíciles? ¿Perdemos el sueño? ¿Nos desanimamos y nos frustramos? ¿Nos desesperamos?
David revela en este salmo una actitud completamente diferente. Delante de grandes dificultades, frente a problemas graves o enemigos amenazadores, él descansaba en Dios. El corazón de David se desbordaba de paz y seguridad porque confiaba plenamente en el Señor que tiene el control de todas las cosas. Así es como él conseguía dormir en paz y tranquilidad.
¿Cómo lograr dormir en paz hoy?
Ora y entrégale al Señor tus preocupaciones, tus problemas y dificultades.
Cree que solo Dios puede garantizarte una vida segura.
Lee la Biblia y descubre la protección permanente de Dios sobre sus hijos.
Ten fe y la confianza de que Jesús cuida de ti.
Ora:
Señor, muchas gracias por tu cuidado y protección en este día. Confío que estoy seguro contigo porque tú eres más grande que todas las amenazas y problemas que surgen. Ayúdame a descansar y a reposar en paz, creyendo que cuidas de mí todo el tiempo. Amén.
Hola, me gustaría compartir esta maravillosa aplicación contigo:
https://play.google.com/store/apps/details?id=com.innovapps.vidaconproposito
2 notes
·
View notes
Text
📌No importa cuáles sean las dificultades, Dios todavía tiene el control y los creyentes pueden descansar con seguridad sobre el fundamento de su promesa segura. Ser sacudido por amenazas, calumnias y peligros, ceder a la depresión, el miedo y la debilidad no debe tener lugar en la vida del creyente (Josué 1:8-9; 1 Cor 15:58).
2 notes
·
View notes
Photo

Madre clama justicia tras trágica muerte de su hijo en accidente de moto
Una madre desconsolada exige justicia después de que su hijo ingeniero, Fredy cesar Ramos (33), perdiera la vida en un atropello, la señora Luisa Puma Cutipa relató con profunda angustia cómo su hijo fue víctima de un accidente de moto en el centro de la ciudad de Puno. El incidente ocurrió la madrugada del sábado, cuando una motocicleta de tres ruedas lo atropelló violentamente mientras esperaba un taxi, dejando un vacío irreparable en su familia.
Luisa Puma Cutipa, la madre de la víctima, narró que su hijo, ingeniero mecánico eléctrico, regresaba a su domicilio cuando fue embestido por una moto de carga azul. Vecinos presenciaron el hecho y auxiliaron al joven, pero lamentablemente no quieren declarar por temor, las personas que vendían cerca del lugar confirmaron que la moto se dio a la fuga hacia el mercado.
La afligida madre explica que, a pesar de haber sido trasladado al hospital, su hijo no recibió atención médica inmediata debido a la falta de un familiar presente, esta falta de atención la llenó de pesar porque estaba dispuesta a pagar cualquier costo por la salud de su hijo que tenía muchas metas y era el ejemplo de sus hermanos.
La señora Puma Cutipa expresó su frustración ante la inacción de las autoridades, ella manifestó que la policía le indicó que presente una solicitud en el municipio, pero no se ha avanzado en la investigación. La empresa Curacao, ubicada entre el jirón Cahuide y Alfonso Ugarte, no tiene cámaras de seguridad lo que dificulta la identificación del responsable.
La madre, en su desesperación, pide a cualquier persona que haya presenciado el accidente, o que tenga fotos o videos de la moto, que se comuniquen con ella de forma anónima, para que su hijo pueda descansar en paz. Ella proporcionó su número telefónico, 985 473 79, para recibir cualquier información relevante que contribuya al esclarecimiento de los hechos.
La impotencia se hace evidente en las palabras de Luisa Puma Cutipa, quien lamenta la falta de acción de las autoridades y el silencio de los testigos que prefieren no involucrarse, ella considera que el responsable debe presentarse ante la justicia por lo que le hizo a su hijo.
La angustiada madre también hizo un llamado a la conciencia del conductor de la moto, expresando su esperanza de que el peso de lo sucedido lo impulse a entregarse ante la justicia, pues su hijo no lo dejará dormir tranquilo. Ella clama justicia para que la memoria de su hijo sea honrada, ya que deja una niña huérfana.
Luisa Puma Cutipa concluye su llamado con un grito de «Justicia para mi hijo». La población está a la espera de que la verdad salga a la luz y se haga justicia por esta trágica pérdida, y así la familia encuentre un poco de consuelo.
Puno
via https://pachamamaradio.org/madre-clama-justicia-tras-tragica-muerte-de-su-hijo-en-accidente-de-moto/
0 notes
Text
DIOS HABLA A NUESTRAS VIDAS: (21125) LOS VALLES EN LA VIDA SALMOS 23 “Jehová es mi pastor, nada me faltará. 2 En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. 3 Confortará mi alma. Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. 4 Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. 5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. ” Donde hay montañas, también tiene que haber valles; es una simple realidad. Lo mismo ocurre en nuestra vida espiritual. Para llegar al lugar donde DIOS nos está dirigiendo, a veces tenemos que atravesar "el valle de sombra de muerte". Las cumbres espirituales son lugares maravillosos para descansar por algún tiempo. En esos momentos nos sentimos cerca de DIOS y seguros de su amor. Pero llegamos a esos lugares altos después de atravesar con mucho trabajo el valle, donde descubrimos Su carácter, la verdad de Sus promesas, y nuestra propia debilidad. Hay aspectos del SEÑOR que solo vemos a medida que viajamos a través de la sombra.. DIOS es un pastor celoso; el SEÑOR quiere que Sus seguidores confíen plenamente en ÉL. Nos hace pasar por valles para eliminar toda práctica o manera de pensar que usamos en vez de confiar en ÉL. En los lugares bajos todo eso parece de repente inadecuado. Allí descubrimos si nuestra fe, valentía y sabiduría, proceden de nosotros, o vienen del SEÑOR. Aún cuando andar en los valles es parte inevitable de la vida, los creyentes no son abandonados sin consuelo. El versículo 5 del Salmo 23 habla de necesidades satisfechas, entre ellas el deseo de ser aliviados. Aquí tenemos la imagen de un tierno pastor frotando aceite sobre la piel rasgada de un animal. DIOS promete certidumbre, sanidad y seguridad en la adversidad. Los creyentes pueden gritar: ¡"confío en DIOS"!, en la montaña, porque han aprendido a vivir por fe en el valle. Andar en la sombra del mal es algo difícil y aterrador. Pero cuando nos rendimos a todo lo que el SEÑOR quiere enseñarnos en este oscuro lugar, nuestro espíritu se tranquiliza y nuestra fe se fortalece. OREMOS: SEÑOR, te estoy agradecido por ser mi Buen Pastor, por amarme y cuidarme. Siempre que tenga temor al atravesar los valles tenebrosos, ayúdame a confiar en Ti. Sé que no deseas que transcurra mi existencia impulsado por el temor al enfrentar pruebas y situaciones difíciles que lleguen a mi vida, sino que deseas que descanse en Ti. Recuérdame que todo lo que ocurre en mi vida obrará para bien, pues Tú eres mi protector LOS VALLES EN LA VIDA y mi guía y me llevarás a salvo por Tu senda. En CRISTO JESÚS., amén.
0 notes
Text
Las orillas del amor
Ilusión una vez se encontró sola. Pensaba que iba a convertirse en desesperanza. No encontraba un lugar donde se sintiera cómoda , feliz y segura de ser.
Sentada en la orilla del mar del amor vio a lo lejos una luz que se hacía cada vez más grande, era radiante y de un color que jamás había visto nadie en la vida.
Poco a poco se fue divisando , a lo lejos que la que venía en una balsa desecha era la esperanza, llorando y media rota pero disimulando su agonía.
Ilusión ayudo a esperanza a bajar de aquella balsa de inseguridades y dolor , la arropo con cariño, le dio fuerza y valor para alimentar su interior hambriento, acaricio sus heridas y la ayudo a descansar entre seguridad y paciencia. Esperanza estába tan asustada , había pasado por tanto dolor , tanta angustia y tanta oscuridad que no podía creer que ilusión la estaba ayudando a sanar .
Ilusión la espero días y noches , la cuido cada momento , seco cada uno de sus recuerdos lagrimosos y con amor y compasión la levantaba en cada tropiezo con las tristezas .
Pronto esperanza volvió a caminar en la orilla del amor , se animó a remojar sus pies en el , cerro sus ojos para escuchar la brisa de la relisiliencia hablarle al oído , y cuando logro volver a sonreír empapada de amor y llena de alegría, dio vuelta su cabeza y la vio a ella , emocionada , feliz y enamorada; ilusión como el primer día .
Esperanza salió del mar , sacudió sus brazos llenos de recuerdos dejando en el mar del a amor que se ahogaran para siempre , y solo pudo ver en sus ojos la única cosa que siempre estuvo ahí y jamás la dejo caer, la ilusión .
Abrazándola fuerte se fundieron en un beso , y el mar se torno de dos colores más, el de la esperaranza y el de la ilusión. y ahí comprendieron que que aunque a veces pierda fuerza la esperanza del otro lado de la tristeza siempre habrá una ilusión para volver a amar.
Fin .
0 notes
Text
Dios responde al clamor
“Yo Te he invocado, oh Dios, porque Tú me responderás; Inclina a mí Tu oído, escucha mi palabra.” (Sal 17:6, NBLH)
Dios siempre escucha a quienes le buscan sinceramente. Esta oración refleja fe en un Dios cercano, que no solo oye, sino que responde con amor y fidelidad. Cuando invocamos Su nombre con un corazón humilde, podemos descansar en la seguridad de Su atención divina. Hoy, presenta tus peticiones al Señor, confiando en Su poder y Su disposición para responder a tu clamor. Él inclina Su oído y escucha tu voz.
0 notes
Text
Rendirse a la soberanía de Dios...

Texto Bíblico:
Isaías 55:8-9 (RVR60): 8 "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. 9 Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos."
Reflexión:
Estos versículos nos recuerdan la inmensidad y la trascendencia de Dios en comparación con nuestra limitada comprensión humana. A menudo, nos enfrentamos a situaciones y decisiones que no entendemos completamente. Podemos sentirnos frustrados cuando nuestros planes no se realizan como esperábamos o cuando enfrentamos dificultades que parecen insuperables.
Sin embargo, Isaías 55:8-9 nos invita a confiar en la sabiduría y el propósito de Dios, reconociendo que Su perspectiva y Su plan son infinitamente superiores a los nuestros. Su visión abarca la totalidad de la creación y la eternidad, mientras que la nuestra está limitada por nuestra experiencia y comprensión humanas.
Este pasaje nos llama a rendirnos a la soberanía de Dios, confiando en que Él está trabajando para nuestro bien incluso cuando no podemos ver o entender Su plan. Nos anima a dejar de lado nuestra propia comprensión limitada y a descansar en la seguridad de que los caminos y pensamientos de Dios son perfectos y siempre buscan lo mejor para nosotros.
En momentos de incertidumbre o dificultad, podemos encontrar paz al recordar que Dios tiene el control y que Su sabiduría supera cualquier cosa que podamos imaginar. Esto nos ayuda a cultivar una fe más profunda y una mayor confianza en Su amor y cuidado por nosotros.
Oración:
Padre amado, reconocemos que Tus pensamientos no son nuestros pensamientos y que Tus caminos no son nuestros caminos. Ayúdanos a confiar plenamente en Tu sabiduría y en Tu plan para nuestras vidas. Aunque no siempre entendamos Tus propósitos, sabemos que Tus caminos son más altos y perfectos. Danos la fe para descansar en Tu soberanía y la paciencia para esperar en Tu tiempo. Gracias por guiarnos y por amarnos con un amor tan profundo e incomprensible, en el nombre de Jesús, amén.
#rendirnos a la soberanía de Dios#la voluntad perfecta de Dios#la paz de permanecer en Cristo Jesús#confiar en los planes de Dios en nuestra vida
4 notes
·
View notes
Text
Confianza para volar
«Ayer tuvimos una visita de una familia con niños. Hubo un momento en que el padre cogió a la más pequeña, la levantó en el aire y, jugando, hacía que la lanzaba. La niña se reía sin parar cada vez que su padre lo hacía.
Me impresionó ver la escena. La pequeña no se planteaba nada, simplemente confiaba. No se paró a pensar si su padre sería capaz o no de sujetarla, de velar por su seguridad. La confianza de un niño viene de saber que su padre le ha sujetado una y otra vez, la certeza de que “papá es el más fuerte” y puede dejarse caer en sus manos sin poner ningún tipo de defensa.
Sin embargo, tú has crecido y has vivido circunstancias a lo largo de la vida que no te dejan confiar, descansar del todo. Puedes sentirte en el aire, pero, por si acaso, te agarras fuerte en aquello que te da seguridad, sin poder disfrutar del “vuelo”. Temes ser herido de nuevo y tiendes a protegerte.
Cristo está a tu lado para reconstruirte, para mostrarte que puedes confiar en Él y es ahí donde está la seguridad que necesitas para volver a descansar. Vivir de Cristo te va a dar la certeza de que no estás solo; de que todo un Dios te va a sujetar en todo momento y, cuando te sientas en el aire, podrás reírte porque vivirás de la certeza de que Sus brazos te sujetan y, por mucho que haya circunstancias que pretendan herirte, Cristo, tu punto de apoyo, te hará mantenerte ileso.
Hoy el reto del amor es que, si te sientes “en el aire”, mires hacia abajo y recuerdes que todo un Dios te sujeta con fuerza. Si tienes posibilidad, coge un niño en brazos u observa a un padre, a una madre que tengan uno; ora con la escena. Que hoy tú seas ese niño... Descansa sabiendo que no depende todo de ti».
— Dominicas de Lerma
1 note
·
View note
Text
en mis memorias, estará tu nombre
Aún me mantengo pensando en la misma idea: si aún hubieras sostenido fuertemente mi mano, si tu corazón no hubiera dejado de latir por este hogar… Tu ida despidió a tantos seres queridos que te valoraban, dejaste a aquellos perplejos por tu decaída. En mis memorias, y las de ellos, abandonaste un espacio que nadie reemplazará.
El día de hoy se incendió la iglesia que solías frecuentar. Entonces, el recuerdo de ti me cegó. Dudaba si en realidad pude sobrevivir a "la despedida". Ver tu cuerpo helado en ese cuarto, ese pequeño camino repulsivo, marcado de escarabajos que quisieron tomar ventaja de tus esfuerzos en vida, destrozó mi alma.
Verte en ese cajón tan hermético, en una esquina del centro de la ciudad… Un par de escalones daba la bienvenida a una sala helada, todos los invitados tan apartados, los vidrios de las ventanas tan sucios por las mentiras, miradas que nadie chocó, palabras vacías, y apretones de manos con un supuesto pésame que todos falsificaron.
¿Qué significó todo esto? Hubo una causa por la que derramaron sangre y lágrimas, haberte robado toda tu gloria, quienes aparecieron al último momento. Jamás te abrazaron ni lamentaron tu muerte. Ellos fueron tan capaces de desgarrar a toda una familia. Solo tengo mis brazos cruzados, puedo observar y pensar en ti. ¿Qué hubieras hecho? Sabiamente, habrías resuelto todo en unos días.
Cometiste buenas acciones, siempre sonreíste a quienes te lastimaron. Reías frente a la gente maliciosa y solo te dedicabas a construir los edificios más altos de esta ciudad. Tuviste riqueza en tus bolsillos; no obstante, regalaste una de las cosas más preciadas: un amor sincero y protector, alegría y empatía a los más necesitados.
Alguien tan noble y bueno, cuya vida fue arrebatada por una enfermedad. Reposaste cansado en la camilla, al no tolerar más el dolor en tus huesos. En el pasado, cuando tenías juventud y tanto vigor, abrazaste a mi madre cuando todos la desampararon. Le dijiste que la ibas a cuidar, y a quién estaba en camino también. Fuiste el guía de tantas personas en esta ciudad. Eras alguien formidable y admirable.
Nadie pudo corromper esa luz interior que tuvo tu valiente mente. Confrontaste toda situación y alejaste las nubes de esta problemática. Pensaba para mí misma, en el silencio y la seguridad, bajo mis sábanas, que deseaba sentir ese cariño por unos años más, mientras mis lágrimas mojaban mis mejillas.
Vi cómo tu hijo se perdía entre su ira e impulsos. Insultó a quien le dio la vida, convirtió tu querida casa en un infierno en cinco meses. No podía hacer nada más que recordar tus palabras, tan armoniosas al verme lograr mis pequeños triunfos. Fuiste el único que le dolió tanto al verme llorar, y sentirme tan sola en esta gran casa, llena de cariño artificial.
No lamento el momento en que te fuiste; fue el destino, ya tenías que descansar. Tus manos estaban tan dañadas, y tu cuerpo, lánguido debido a tu labor. Siempre te veía reposar en ese sillón viejo de tu cuarto. Todos deseamos verte, disfrutar en la playa, o acompañarme al cine.
Aun sí hago el esfuerzo, puedo ver con claridad los días en que yo era tu pequeña niña. Me sonreías cuando te decía cosas graciosas. No pude ser más feliz. Esa casita de madera, los árboles de naranjas y mangos, ese olor tan natural, y el sentido de pertenencia en tu cariño... Lo único que podía desear era sentir ese apoyo incondicional.
Te extraño mucho, vives entre mi pasado. No tuvimos las mismas facciones ni los mismos genes. Conocidos te preguntaban a ti quién era, y sin vergüenza dijiste que yo era tu hija. Sabíamos que era una mentira, pero aun así me acogiste tan tiernamente. Creaste un hogar tan hermoso con tu mera presencia.
Enfrentar esta tormenta de recuerdos tan dolorosos es como vidrios rompiéndose nuevamente. Los retratos que colgamos de ti caen por los temblores. Solo debo limpiar las lágrimas, levantarme, y conseguir el futuro que siempre te prometí. En ocasiones veía cómo tus ojos se iluminaban al ilusionarte con mi próximo camino. Debo huir de este profundo dolor atrapado en mi pecho; de lo contrario, nunca lo conseguiré.
Mire hacia el suelo o el cielo, o en la oscuridad de tu cuarto, en el oasis al que siempre te escapabas los fines de semana. Tu diminuta radio favorita o el sonido de tu bicicleta, gastada de tantas calles recorridas… Sea donde sea en este plano físico, recordaré el sonido de tu voz, cómo te reías y amabas contar tus historias de infancia.
Te amaré hasta la muerte, espero que lo puedas saber. Te extrañaré, y espero algún día reencontrarme con tu familiar calidez. Adiós. Te deseo descansar en paz. Jamás olvidaré cómo marcaste con huellas de oro mi corta y valiosa infancia.
0 notes
Text
¿Puede una piedra ser una almohada?
Versículos de la Biblia.
Génesis 28:11 Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar.
1 Pedro 2:4 Acercándoos a Él, piedra viva, desechada por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa.
Vimos que Jacob tomó una piedra y la puso por cabecera. Durante años no entendía qué significaba eso. Aunque no podemos entenderlo según lo dicho externamente, sí lo podemos entender conforme a nuestra experiencia interior. Antes de ser salvos, no teníamos reposo. Siempre sentíamos que estábamos en el aire o en el fondo del mar. No había nada firme que nos sostuviera o nos mantuviera. Por muy rico que usted haya sido, su dinero no podía apoyarlo. Por el contrario, lo privaba de la paz y del descanso. Antes de ser salvos, no teníamos un apoyo sólido, independientemente de si éramos viejos o jóvenes, hombres o mujeres. Sin embargo, un día fuimos salvos y algo sucedió dentro de nosotros. Lo que hemos experimentado en lo profundo de nuestro ser produjo algo que se convirtió en nuestro sólido apoyo. Quizá hayamos pasado por dificultades después de ser salvos. No obstante, en lo profundo de nuestro ser, sentimos la seguridad de que había una roca sólida sobre la cual podíamos descansar. Esta roca sólida es la naturaleza misma, el elemento mismo, de Cristo, forjado en nuestro ser.
Ninguno de nosotros encontró descanso antes de ser salvo. En aquel día, algo divino, algo de Cristo, fue forjado en nosotros y se convirtió en el apoyo sólido dentro de nosotros. Este es nuestro descanso, nuestra almohada. Nuestra almohada es el elemento divino, Cristo mismo, forjado en nuestro ser.
Génesis 28:10-12 RVR1960
Salió, pues, Jacob de Beerseba, y fue a Harán. Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella.
Esta almohada te conecta con el cielo y te mantiene en comunicación directa, no te detengas, resiste.
2 Corintios 4:17 NVI
Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento.
R. P. H.
0 notes
Text
Devocionales cristianos
En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. (Salmos 23:2) Rompe el silencio el tronar como de caballos en desbandada, las aguas turbulentas que amenazan violar las fronteras de la seguridad y resquebrajar el canal firme que limita el río. Mi mente se confunde, mi espíritu se estremece y mi alma retrocede. Y allí en la esquina olvidada de mi existencia él habla a mi corazón para decirme que aunque ruja la tormenta, él está listo para llevarme a aguas de reposo. ¿Qué son aguas de reposo? Son aguas quietas que invitan a reposar. Aguas intermedias entre tormentosas y estancadas. Hay un poder escondido en el sonido de las aguas. Cuando son tormentosas asustan y persiguen. Cuando el dulce correr de ellas entre las rocas traen a mi alma un remanso de paz e indescriptible descanso es diferente. Dios tiene hoy, aguas de reposo para acariciar tu ser interno y reanimarme. Cuando el salmista dice que el Señor me lleva o me conduce usa la palabra en Hebreo Nahal que significa Producir descanso, Guiar con cuidado, dar descanso, Refrescar. La Dirección de Dios siempre está dirigida a aguas de reposo. Todo Padre genuino quiere proveer dirección a sus hijos hacia las metas del descanso. Nunca llevaría a un hijo a aguas turbulentas. Cuanto más Dios en su divina paternidad. Hoy es un buen día para experimentar esta dirección divina hacia un encuentro con su presencia, su descanso, su paz y el encuentro en el oasis de la eternidad. Por qué te turbas oh alma mía y te abates dentro de mi? Espera en Dios porque aún he de alabarle y en su alabanza encontraré las aguas de reposo que confortarán mi alma. Salmo 42:5.
2 notes
·
View notes
Text
27 DE JUNIO: COMENZANDO BIEN EL DÍA
Escucha:
Por la mañana, Señor, escuchas mi clamor; por la mañana te presento mis ruegos, y quedo a la espera de tu respuesta.
(Salmo 5:3)
Piensa:
Muchas veces nos levantamos con prisas, tomamos un café corriendo y nos arreglamos para enfrentar un día más de batalla. Cuando por fin nos paramos a pensar, ya vamos camino al trabajo. Pero existe una forma más saludable de comenzar el día: ¡orando!
Cuando oramos organizamos nuestra mente. Podemos compartir nuestras expectativas y objetivos del día con Dios. Así recibimos ánimo al despertarnos y nos será más fácil enfrentar el día con fe y determinación. El Señor oye nuestra oración. Él es fiel y nos quiere bendecir, guiarnos y marcar una diferencia en nuestros días.
Crea el hábito de orar tan pronto te levantas. No tiene que ser algo largo sino un momento sincero con Dios donde puedas darle gracias por poder abrir los ojos y comenzar un nuevo día.
¡Buenos día, Papá!
Haz una oración al levantarte agradeciendo a Dios por el comienzo del nuevo día y pidiendo su dirección y orientación para aquellas cosas que ocupan tu corazón.
De la misma forma en que comienzas a orar por la mañana, acostúmbrate a orar al acostarte para dar gracias a Dios por lo que aconteció durante el día y por la dicha de tener un lugar donde descansar.
Este ciclo de oración te traerá más intimidad con Dios. Si estás casado o tienes hijos puedes involucrar a tu familia en este hábito espiritualmente saludable.
Ora:
Padre, gracias por este nuevo día. Gracias porque me concedes abrigo, salud y atención. Guíame durante mis quehaceres y guárdame con seguridad. En el nombre de Jesús, amén.
Hola, me gustaría compartir esta maravillosa aplicación contigo:
https://play.google.com/store/apps/details?id=com.innovapps.vidaconproposito
0 notes