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Amor cortés
El amor cortés (Amour Courtois) es un innovador género literario de la Alta Edad Media (1000-1300 d.C.) que elevó la posición de la mujer en la sociedad y estableció los temas del género romántico reconocibles en la actualidad. La poesía de amor cortés presentaba a una dama, normalmente casada pero siempre inaccesible de algún modo, que se convertía en objeto de la devoción, el servicio y el sacrificio de un noble caballero. Antes del desarrollo de este género, las mujeres aparecían en la literatura medieval como personajes secundarios y posesiones de sus maridos o padres; después, las mujeres ocuparon un lugar destacado en las obras literarias como individuos claramente definidos en las obras de autores como Chrétien de Troyes, María de Francia, John Gower, Geoffrey Chaucer, Christine de Pizan, Dante Alighieri, Giovanni Boccaccio y Thomas Malory.
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Hoy 19 de diciembre de 2023 se cumplen 15 años de la muerte de Tomás José Sanabria. Con 86 años dejó como legado de su maestría arquitectónica obras como El Foro Libertador, los edificios del BCV y del Inces de la Nueva Granada...aunque el más emblemático --por el reto que supuso en su momento--, es el hotel Humboldt, alzado en la cima del cerro protector de Caracas. Una edificacion que, en honor a la verdad, nunca ha sido disfrutada a plenitud por el pueblo de a pie. Siempre estuvo a la orden de los más pudientes. Tomás José Sanabria.-Foto cortesía Efrén-Hernández_El-Nacional-2007. Luis Carlucho Martín Lo que desde su concepción se visualizó como un búnker de protección territorial durante la Guerra Fría, luego materializado en el primer hotel cinco estrellas del país, erigido en la cima del Guaraira Repano, hoy y desde hace rato, es una muestra del desinterés político, social y ciudadano. Se trata del Hotel Humboldt, nombre en honor a Alejandro Humboldt, el sabio alemán que aportó de manera especial a los adelantos científicos y tecnológicos de este país; tanto que incluso el quinto reloj de la Catedral de Caracas, llamado el Reloj de Bolívar, (porque fue el que coincidió con los días de Simón niño creciendo en los alrededores de la entonces Plaza Mayor), cada vez que se retrasaba era calibrado por un reloj de sol ideado por el genio teutón. “Si esto fuese en otro país, seguro lo tendrían cuidadito”, dijo Elena Ruiz, una joven estudiante de arquitectura mientras fue a conocer el sitio. “Lo único barato y que funciona bien es el teleférico: con cinco mil quinientos basta; lo demás es para millonarios y el hotel para fantasmas, porque está cerrado, así como su famosa pista de patinaje sobre hielo”, se lamentó la bella dama. Tristemente, ella y el resto de los que han trepado a esas alturas pueden comprobar cómo el sitio se pobló de artesanos (eso está bien) y de miniempresarios emprendedores (también lo aprobamos) que a manera de subsistir ofrecen en venta, cualquier cosa, a costos inaccesibles y en dólares. “Y lo que es en bolívares, me parece una grosería”, replicó la universitaria: “Un chocolate caliente, pequeño, 10 mil; unos alfajores en 17 mil, una mermelada miniatura en 24 mil y unas galleticas en 24 mil. Un trabajador de sueldo mínimo, padre de dos hijos, ¿cómo hace para disfrutar de ese paseo?” , se preguntó algo alterada, y con razón. Sobre el nivel del mar El icónico hotel fue construido a un poco más de dos mil metros de altura (2.140, pasando un poquito la cota 2000) sobre el nivel del mar, en apenas siete meses de labores, en el marco del Nuevo Ideal Nacional de Marcos Pérez Jiménez, para promover la modernización urbanística del país en la década de los 50. La tarea fue ejecutada por el arquitecto Tomás José Sanabria y los ingenieros Oscar Urreiztieta y Gustavo Larrazábal, a manera de torre cilíndrica con 60 metros de altura y una visión periférica de 360° que abarca toda Caracas así como el litoral central. El paisajismo lo realizó Roberto Murle Marx, el mismo del Parque del Este, ahora llamado Miranda. En su momento, esta joya de la arquitectura fue, junto al Tamanaco y el Guaicamacuto (en construcción en esos días; luego Macuto Sheraton) referencia obligatoria como grandes hoteles de la nueva era, y del que lamentablemente hoy queda, solo a manera de envoltorio, su impresionante visión exterior. En constantes altibajos El inexplicable e inescrupuloso abandono al que ha sido sometida esta llamativa obra de la arquitectura moderna, no es exclusividad de estos días. Desde sus inicios, el 29 de diciembre de 1956, se desvirtuó su uso: era escenario de grandes faenas festivas y eventos de orden social para la high society del momento, lo que conllevó a descuidar sus funciones de hospedaje. Con la caída de Pérez Jiménez cayeron muchas cosas. Los gobiernos cuartorrepublicanos despilfarraron y poco dedicaron a la industria turísitica; aunque con este monstruo avileño hubo excepciones, pero sin aciertos. A la dejadez
de las esferas de poder del momento se sumó la falta de empeño de la cadena Sheraton (encomendada para labores de mantenimiento y refacción. Solo funcionaban 18 de las 70 habitaciones y la discoteca). También incidieron los efectos erosivos del terremoto de 1967. Ello aceleró la crisis de gerencia que declaró el cierre total en 1969. De 1974 a 1976, a pesar de la activación de Incatur, fracasan los intentos para darle forma de escuela hotelera. Como colofón, en 1977 ocurre un accidente en el teleférico que conduce al total abandono. Igual que lo ocurrido entre 1986 y 88. Hubo hasta fiestas especiales y secretas para periodistas y gente allegada a los gobiernos de turno, todo ajeno a la actividad hotelera, refacción y cuidado de la infraestructura ideada para el disfrute de todos. Correctivos para el turismo “¿Qué opina usted --continuó Elena Ruiz-- acerca del supuesto contrato a 30 años que asumió la Inversora Turística de Caracas para los proyectos como Ávila Mágica, la restauración del hotel, del teleférico hasta La Guaira y la apertura de un Casino? A mí me parece que se copiaron de la cuarta República. Debe haber algún responsable ¿Quién le pondrá el cascabel al gato?”, se preguntó, algo inquieta. Sea como sea, la mole del Hotel Humboldt figura como un monstruo en las alturas, reclamando mayor atención y serias políticas de inversión para rescatarlo y ponerlo al servicio de toda la ciudadanía y así darle vida a la industria turística interna y foránea... Para recibir en tu celular esta y otras informaciones, únete a nuestras redes sociales, síguenos en Instagram, Twitter y Facebook como @DiarioElPepazo El Pepazo
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Suave matria. El machismo encubierto en las provocaciones a Beatriz Gutiérrez Müller.
Beatriz Aldaco.
Lo inédito es una categoría de la vanguardia.
Lo inédito implica una ruptura con prácticas del pasado, pero lo verdaderamente relevante de esa categoría es el propósito, la intención y las nociones puestas en juego en la ejecución de lo novedoso.
Ciertas decisiones que ha tomado Beatriz Gutiérrez Müller (BGM), esposa del presidente Andrés Manuel López Obrador, se inscriben en la concepción que sobre lo inédito perfiló alguna vez el novelista argentino Ricardo Piglia: “Lo inédito es una gran categoría de la vanguardia”.
La renuncia a asumir el rol de primara dama.
La figura protocolaria de la “Primera dama”, no contemplada ni reconocida en la Constitución mexicana, no había sido seriamente cuestionada y menos se había puesto en tela de juicio su eliminación sino hasta el periodo electoral de 2018. Antes de ese momento predominó la costumbre, el apego a la tradición y lo que ésta entraña en forma de visión del mundo, juicios y prejuicios en torno a ese rol.
Las razones que dio BGM para renunciar a ese rol, fueron:
- “En México no hay mujeres de primera ni de segunda”, es decir, todas las mujeres son iguales en términos de jerarquía social y política;
- “El poder presidencial no debe ser de una familia o de un matrimonio”, es decir, los ciudadanos eligieron a un presidente, no al presidente y a su familia; mucho menos a una “pareja presidencial”;
- “Decir ‘primera dama’ es clasista”, es decir, el matrimonio no otorga a la mujer un estatus de clase.
En virtud de que nada la obligaba a asumir el papel de primera dama, BGM hizo uso de su libertad individual de decidir y resolvió deslindarse del protocolo y afirmarse como una mujer independiente y no subordinada ni accesoria a las actividades de su esposo.
Acorde con su formación profesional aceptó un cargo honorario en la Coordinación Nacional de Memoria Histórica, y se le ha visto participar periódicamente en actividades académicas, artísticas y literarias.
La resistencia a una decisión que rompe paradigmas.
Pero ejecutar una acción de ruptura no significa que ésta sea asimilada y aceptada por todos. La decisión de BGM se enmarca en el espíritu de la Cuarta Transformación y quien no comprenda ni comparta los propósitos de ésta no entenderá ni aceptará tampoco la resolución tomada.
Y aun independientemente de que se esté o no de acuerdo con la 4T, suele haber inercias y rechazos, conscientes o inconscientes, con respecto a nuevas formas y maneras desacordes con la tradición, sobre todo cuando la tendencia es romper paradigmas.
Los costos de nuevas formas apegadas a la legalidad.
Que un individuo haya podido confrontar cara a cara a BGM en un vuelo comercial es una consecuencia directa de la elección de ésta de mantenerse libre e independiente, es una consecuencia de su entereza y valentía. Quien la abordó aprovechó que ella no utiliza bienes y servicios que no le corresponden, por lo que viajaba sola, sin acompañantes, sin escolta, sin equipo de seguridad, ni siquiera con alguien que de lejos haya tenido la misión de cuidar y proteger su integridad.
Difícilmente eso hubiera sido posible durante alguno de los múltiples traslados de las primeras damas de los sexenios anteriores, quienes utilizaban recursos del erario no contemplados en la ley. Los ostentosos aparatos de seguridad destinados a ellas las convertía en inaccesibles al común de los mortales.
El machismo encubierto.
El tipo que confrontó a Beatriz Gutiérrez Müller lo hizo porque se topó con una mujer sola. No lo habría hecho si ella hubiera estado acompañada de un varón. El machismo en el proceder del sujeto se puede advertir por lo menos en cinco gestos:
a) Abordó a la esposa del presidente porque viajaba sola;
b) En su reclamo, desestimó e ignoró el derecho que tiene una mujer-madre de exigir públicamente respeto para su hijo menor de edad que ha sido objeto de burlas y discriminación;
c) Por hacer uso de su derecho como mujer-madre, y como si el tipo fuera portavoz no sólo de los millones que dijo falsamente representar sino de un tribunal de la Inquisición, la culpó de “poner en riesgo la libertad de expresión y la democracia” en México;
d) Lejos de tener la entereza y la valentía para confrontar al presidente cara a cara, pretendió utilizar a la esposa de éste como intermediaria o recadera (“Si es tan amable de pasar este mensaje al señor presidente”);
e) La englobó en el concepto de una “familia presidencial”, precisamente contra lo que BGM se ha manifestado, con esta frase: “y en 2022 USTEDES se van a ir”
La provocación en Twitter.
Tener abierta su cuenta de twitter era otra de las maneras como BGM se mostraba acorde con su deseo de participar en la vida social, en este caso en las redes, como ella misma y no como esposa del presidente.
Contra esa postura, la pregunta que se le hizo fue una provocación, pues es ampliamente conocido que ella no es funcionaria de la Secretaría de Salud ni encabeza el Sistema Nacional DIF. Esconde también una concepción de la mujer según la cual ella está obligada a realizar ciertas actividades no remuneradas, sólo por el hecho de ser esposa de quien es.
Una respuesta más difundida que una pregunta dolosa y que una disculpa.
¿Que su respuesta no fue la adecuada? No, no fue la contestación diplomática que se hubiera esperado (aunque sin razón porque BGM no es funcionaria, pero concedamos) y por eso, pasado un rato del intercambio de tweets, pidió disculpas públicas.
Está circulando a borbotones la respuesta de BGM (la disculpa no tanto) pero son muy pocos los que se detienen a analizar los pormenores de la pregunta. La parte no escrita del cuestionamiento “¿cuándo atenderá personalmente a los padres de niños con cáncer?” tiene que ver con una percepción bastante nublada: la desatención por parte del gobierno federal de niños enfermos de cáncer. Analicemos.
a) Quien pregunta lo hace desde una posición autoritaria, que no sería un despropósito si se tratara de un ciudadano exigiendo a un funcionario cumplir con sus obligaciones;
b) Quien pregunta es doblemente desalmado: utiliza no sólo a niños para provocar a alguien que no tiene nada que ver con el problema, sino a niños enfermos de cáncer.
Las redes erigidas como tribunales inquisitoriales.
Tras haberse erigido una especie de tribunal inquisitorial, se habla de “la bruja de palacio”, como si de una respuesta desafortunada o inédita o no esperada fuera obligado inferir que a BGM no le importan los niños con cáncer y que por lo tanto es una malvada. ¿A alguien le constan esas barbaridades? ¿Cómo se puede insultar de esa manera sin pruebas, valiéndose de unas cuantas frases que no son el espejo del interior de una persona, máxime que en una disculpa ésta refrendó su deseo del bien para todos?
¿A quién le consta que BGM visita o no a los niños con cáncer o a los padres de éstos? ¿Están algunos todavía tan apegados y quizá nostálgicos por los tiempos en que las primeras damas se iban a tomar la foto con los más desprotegidos y en estado más crítico, para dar la idea de que se les estaba haciendo un bien mientras sus esposos robaban, desmantelaban al país y se aliaban con el crimen organizado? ¿Así de dañados dejó a algunos la cultura del espectáculo tipo Televisa, el glamour que encierra tanta hipocresía?
Lo que BGM no tenía por qué contestar.
Se ha explicado muchas veces en las conferencias de prensa tanto matutinas como vespertinas sobre las dificultades que el gobierno ha enfrentado con los proveedores de medicamentos, en particular los oncológicos; sobre cómo la producción de éstos se había concentrado en una sola compañía; sobre los chantajes a los que han recurrido algunos fabricantes y distribuidores; sobre el desabasto mundial y no sólo en México; sobre el freno en la producción de los principales fabricantes, China e India, a causa de la pandemia; sobre las malas prácticas heredadas de administraciones pasadas en la entrega de medicamentos a los hospitales.
Recientemente se anunció que los fármacos oncológicos se han comprado a empresas de Argentina, Alemania, Cuba, Brasil e India. Es decir, lejos de desconocer que el problema existe, se ha estado atendiendo y se han ido dando soluciones.
Preguntas finales.
¿Estamos ante lo que el maestro Alejandro Rozado llama “resistencia a entrar en el ciclo histórico de la modernidad”, es decir, el no aceptar que una mujer, desde su posición de esposa de un presidente, se incline por primera vez a practicar los valores de la libertad, la igualdad, la justicia y la transparencia?
¿No sería oportuno que esta coyuntura, la de que la esposa del presidente no puede ejercer su derecho de libre tránsito sin que su espacio vital, esa zona íntima y personalísima, sea invadido por el primer hombre que tenga algo que decirle a su esposo, fuera retomada por el feminismo, para el que todas las mujeres son iguales en sus derechos y obligaciones (o no obligaciones)?
¿Cuál sería la propuesta? Seguramente no el regresar a la figura decorativa de la primera dama sólo porque ciertos miembros de la sociedad no están listos para tolerar roles más propios de la modernidad que de las añejas costumbres. ¿O sí?
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Anomalie.
❝ Yo te amaré en silencio… como algo inaccesible, como un sueño que nunca lograré realizar y el lejano perfume de mi amor imposible rozará tus cabellos… y jamás lo sabrás ❞ —José Ángel Buesa.
Tenía que ser honesto, al principio fue bastante rudo con ella pensando que se trataba de un monstruo. Estos seres no le desagradaban porque había algunos que eran muy benévolos y sería incorrecto tacharlos a todos de malvados sólo por tener rencor hacia uno, mas con ella fue distinto, la juzgó antes de conocerla a fondo; primero la vio como un monstruo por aquella reacción tan particular que el monstruo de la mantis tuvo con el contacto de su sangre, después la fémina le confirmaría que sus padres eran humanos y le permitió bajar la guardia con respecto a su persona al imaginar que no habría peligro en estar junto a ella, haciéndose de la vista gorda sobre el asunto de la mantis reaccionando a su sangre, puesto que Nanoka defendía hasta el cansancio que era una supuesta humana indefensa. Fue cuestión de tiempo para que esta opinión volviera a cambiar en su encuentro con aquella mujer araña, primero creyendo otra vez que era un monstruo y posteriormente llegando a la conclusión de que eran similares cuando blandió su propia espada para salvarle la vida.
No negaría que tuvo miedo de que corriera el trágico destino de las personas y demonios que tocaban y usaban su espada, aunque creyera que era un ser demoníaco habían entablado una que otra palabra por lo que de haber muerto se hubiese quedado con un mal sabor de boca después de que ella se mostrara sin temor o recelo por la condición en la que estaba viviendo, puesto que no iba a negar que Nanoka fue la única persona aparte de Tenko enterada de su condición que no lo vio como un individuo repulsivo, siguió tratándolo como a una persona común aún a sabiendas de la suerte que cargaba encima. Por eso el pavor le invadió ligeramente al percatarse de que había utilizado su espada, pero las sorpresas no se acababan, ese temor pronto se volvió una esperanza al verla ilesa. Fue como si el cielo nublado se volviera súbitamente un cielo despejado; pudo divisar un pequeño atisbo de esperanza que en ese largo recorrido no había encontrado de ningún modo. ¿Verdaderamente existía alguien como él en ese mundo ruin? Era tan bueno para ser algo real que alguien pudiera compartir su condición, claro está que la castaña no estuvo consciente de esto hasta que él lo mencionó y explicó.
Nanoka lo entendió mejor de lo esperado y lo tomó con una madurez increíble, lo que le hizo admirarla.
Pronto ambos empezaron a trabajar juntos y sin darse cuenta ella se unió al dúo que formaba anteriormente con Otoya, ayudándoles en algunos trabajos como cuando ocurrió lo de la psíquica que controlaba la esperanza de vida de las personas, un trabajo en el que se hizo pasar por una estudiante de la época. Bien, tenía que admitirlo, verla con vestimentas de esa época le hizo encontrarla sumamente hermosa como si se tratase de una camelia mostrando todo su encanto en un bello jardín, deleitando con sus colores y su belleza, haciendo morir a las demás flores de envidia por la exquisita belleza que desprendía de sus delicados pétalos. No era precisamente un hombre que se destacara por ser expresivo o tener suerte con las mujeres, de hecho hasta Tenko sabía que él prefería estar en solitario y no involucrarse en ningún romance con nadie, sin embargo con esa jovencita fue diferente, no le dijo directamente un cumplido pero si la encontró sumamente atractiva con esas prendas que debería estar acostumbrado de ver por ser ropas típicas de la época donde actualmente residía. Bueno, en realidad siempre la había encontrado atractiva, desde que la vio pensó que era peculiar y una joven bella a comparación de él que simplemente era un sujeto extraño que jamás podría tener una oportunidad con alguien como lo era Nanoka.
—Te ves muy pensativo —dijo sin más, observándolo fijamente.
Su melodiosa voz le devolvió los pies a la tierra. Ladeó la cabeza para dedicarle su total atención a la que ahora era su compañera y sonrió para sí al verla con aquellas ropas extravagantes que a las personas de ese tiempo les resultaban escandalosas. Él en lo personal pensaba que ella se veía preciosa con esas ropas, pero bueno, no era como si se lo fuera a decir, lamentablemente no podría decirle jamás a Nanoka lo que estaba sintiendo por ella, está bien, ya llevaba mucho tiempo conociéndola, había pasado aproximadamente un año desde que se habían conocido, empero él y ella no estaban como para perder el tiempo en romances cuando tenían que encontrar a ese demonio gato y librarse de los males que les había traído ese monstruo. Por eso Nanoka jamás conocería sus sentimientos hacia ella.
—No es nada, sólo estoy pensando en cosas triviales —mencionó.
Volvió su vista al escritorio frente a su asiento en un intento por parecer que estaba inmerso en los documentos apilados ahí que esperaban por recibir su firma y sello, a pesar de que la verdad era que estaba mirándola por el rabillo de sus orbes achocolatados, apreciándola, lamentándose por no ser un hombre digno de su persona.
—Ya veo, estás muy ocupado. Puedo volver más tarde si ese es el caso —dijo haciendo ademán de irse.
En ese momento se sintió como un idiota, no quería que ella se fuera por su culpa, deseaba pasar todo el tiempo que pudiera con ella antes de que aconteciera la batalla final o algo más ocurriera. Jamás se sabía cuando el tiempo podría arrebatarte algo y él lo sabía de primera mano, lo mejor era aprovechar los espontáneos momentos de tranquilidad al máximo.
—No, no te preocupes. No es importante, puedo arreglar esto más tarde —respondió, volteándose totalmente en su dirección para verla a los ojos—. ¿Qué necesitabas, Nanoka?
—Sólo pasaba a verte a ti y a Otoya-kun, he preparado el almuerzo y quería compartirlo con ustedes.
¿Quería compartir el almuerzo con él y Otoya? Bien, no es como si fuera algo nuevo que ella llevara un refrigerio de su época para compartirlo, mas ella optaba por llevar alimentos preparados que eran comprados en tiendas por lo que mencionó, alegando que no era una aficionada a cocinar, algo que él podía entender a la perfección puesto que también era mejor preparando medicinas que comida y prefería la cómoda opción de comprar comida en restaurantes cuando podía permitírselo. Aun así, la sola idea de que Nanoka se hubiese tomado la molestia de cocinar para él y para Otoya le hacía feliz, era un buen detalle que no pasaba por alto para el ocultista.
—Pensaba que no te gustaba cocinar —comentó, incorporándose de su asiento para ir con ella a la mesa ratonera donde comerían.
—No me gusta, pero eso no significa que lo haga mal —puntualizó.
Ella enseguida sacó unas cajas de bento que por su composición parecían ser de lujo, dejando ver los alimentos, algunos que eran desconocidos para él y otros que le resultaban familiares a la vista. Todo se veía delicioso y estaba acomodado de una forma muy estética que daba un sentimiento agradable a quien lo viera. Se notaba que Nanoka era alguien bastante cuidadosa con esos aspectos, que podían ser insignificantes para la mayoría pero no para él que sin proponérselo se empeñó en darse cuenta de actitudes que seguro hasta la propia Nanoka desconocía de sí misma.
Empezaron a comer cuando ella terminó de acomodar todo y le entregó un par de palillos. Otoya no estaba porque lo había mandado hace horas a realizar algunos encargos, lo que los dejaba a ambos solos degustando la comida preparada por la mujer que lo acompañaba y sin saberlo había logrado hacerle sentir algo profundo que no estaba dispuesto a revelar nunca. Nanoka no merecía estar con un hombre como él, alguien que era mayor que ella por siglos, era poco caballeroso y estaba maldito, ella merecía a alguien normal como ese tal Shiraha del que en ocasiones le hablaba, alguien que fuera normal, que tuviera su edad y la tratara como la dama que era. Mao no tenía nada que ofrecerle, no podía ser egoísta y pedirle que abandonara todo para vivir con él, por mucho que quisiera debía prever lo que era mejor para la dueña de sus afectos ignorando totalmente sus propios deseos. Al fin y al cabo él estaba condenado a pasar el resto de sus días solo, ninguna otra mujer podría estar a su lado y tampoco es como que quisiera eso si la única a la que quería para ocupar ese lugar era a la jovencita que era su compañera.
—¿De verdad te sientes bien? Hoy estás más distante de lo normal.
—Oh ignórame, no es nada.
—¿Por qué hay algo que impide que te crea? —cuestionó mirándolo fijamente a los ojos—, somos compañeros Mao, puedes decirme lo que te preocupe.
—Agradezco tu intención pero no es necesario que estés tan angustiada por mí. Yo estoy bien —contestó, indispuesto a dar su brazo a torcer.
Ella hizo un puchero que le pareció tierno y por un momento pensó que se había resignado y la comida continuaría en total silencio, sin embargo nuevamente había hecho conjeturas equivocadas. Nanoka en lugar de resignarse atrajo su atención levantándole el rostro y obligándolo a observarla. Mao estaba demasiado abochornado y patidifuso por esa acción, pero afortunadamente y a juzgar porque no sentía cálidas las mejillas no compartió el rubor que la fémina a su lado tenía, un rubor que la hacía ver tan tierna e indefensa, tan diferente a cómo se mostraba habitualmente.
—¿Cómo puedes pedirme que no me preocupe por ti? Siempre aparentas estar bien y ser alguien fuerte, pero ambos sabemos qué hay ocasiones en las que no estás bien —habló Nanoka, después de mucho tiempo en silencio.
El hombre de cabello bicolor se quedó sin vocablo alguno que articular. ¿Qué podía hacer, negar que era verdad? Ella lo dijo todo, ambos sabían que no mentía y que sus palabras tenían un tinte de verdad absolutos. Habían veces en las que se sentía tan miserable aunque ya no tanto por la maldición, sino por el hecho de no poder expresarle lo que estaba escondiendo tan celosamente en su corazón, esos sentimientos que estaba encerrando en su interior por miedo a no ser como el tal Shiraha, por miedo a no ser suficiente para ella, por miedo a que lo rechazara.
Mao el hombre encuánime que sólo se interesaba por su maldición, encontrar al byōki y darle muerte estaba irremediablemente enamorado de su compañera, una mujer que pese a la maldición podía vivir con normalidad. Él no quería arrebatarle más esa normalidad que todavía existía en su vida, no quería ceder a sus deseos egoístas de tenerla por siempre a su lado y evitar la larga espera de diez días para volverla a ver. Sólo quería estar con ella y no dejarla ir nunca.
—Nanoka, soy un monstruo. No deberías ni siquiera tocarme —sentenció con un tono bastante deprimente.
La susodicha desde luego no le hizo caso, en su lugar lo observó con algo que parecía ser una mezcla entre dulzura y enfado, aparte de proporcionar caricias a su mejilla izquierda con ayuda del dorso de la mano que anteriormente sujetaba con firmeza su rostro, provocando en Mao una reconfortante calidez en el pecho y un tenue rubor en las mejillas.
—Nanoka, tú...
—No eres un monstruo, Mao. Y si estás tan convencido de que eres un monstruo entonces yo también lo soy —afirmó muy segura de sí—. Tanto tú como yo somos iguales, ya no estás solo en esto, tienes a Otoya, me tienes a mí y yo te tengo a ti también.
—Ese no es el problema, agradezco tus palabras pero no me siento solo, a este punto tampoco me importa la maldición. Sólo quiero que vivas tu vida con normalidad y seas feliz, no quiero arrebatarte ese derecho que todavía posees por mi egoísmo.
Barajó la posibilidad de que se hubiese quedado sin argumentos por la abrupta pausa de las caricias y el silencio que siguió a sus palabras, un silencio al que le tuvo miedo por la respuesta que fuera a darle Nanoka. Dentro de sí no deseaba que ella quisiera apartarse para continuar con su vida del otro lado del portal, no quería perderla, era tan reacio a aceptar la idea de tenerla lejos, era un monstruo que se regía por sus ambiciones egoístas, Nanoka no podía estar con alguien de su calaña que era incapaz de verla feliz y sana con otro hombre más amable y en otro lugar más normal y seguro que esa época donde moraba, lo más saludable que ella podría hacer sería continuar su vida normal y apartarse.
—No soy alguien normal, Mao, no sé de donde sacaste la idea de que lo era porque en lo absoluto soy normal. Tú y yo somos dos anormales independientemente de la época en la que habitemos, ¿pero sabes qué? Está bien, porque yo quiero ser alguien anómala contigo.
Esos vocablos provocaron una chispa que encendió su fuego interno, en consecuencia tomó más confianza y fue ahora él quien alzó su mano y la posó sobre la faz femenina que tanto adoraba, acariciando la tersa mejilla que daba cobijo a su mano con el pulgar. Ahora Nanoka era quien estaba abochornada y perpleja por las acciones de Mao, un hombre que era amante de la soledad y tenía poco tacto con las mujeres, un hombre que conoció por azares del destino y acabó sembrando confort y afabilidad en su corazón, a tal punto que se volvió un sentimiento tan fuerte e imposible de ser retenido por más tiempo.
—Entonces quédate conmigo por favor, no te pido que abandones lo que tienes del otro lado del portal, lo único que quiero es que me dejes ser parte de tu vida —dijo Mao, sin detener en ningún punto las caricias.
—Ya eres parte de mi vida, no podría alejarme de ti aunque así lo quisiera. Siempre estaré contigo, siempre vamos a estar juntos aun si la maldición se va. Lo prometo.
El varón frenó las caricias y dejó inmóvil su mano sobre la mejilla de la fémina mientras ambos se dedicaban recíprocas miradas cargadas de amor. Tanto él como ella estarían siempre juntos, se habían conocido para estar juntos y era un destino que estaban gustosos de aceptar por el amor silencioso y la maldición que los unía.
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Eres como una hermosa flor , que todas las madrugadas abre sus pétalos para recibir el rocío de la mañana y los primeros rayos de sol .
Eres como una hermosa en un risco , en un lugar inaccesible , hay donde las inclemencias del clima son más extremos , pues son ellos , el fuerte aire , la lluvia , la sequía , son los que te an hecho que se fortalezcan tus raíces , una hermosa flor tan delicada , pero con una fortaleza , que todos admiran.
Eres una hermosa flor , que con solo abrir sus pétalos , es digna de admiración , por su belleza , por sus hermosos sueños , por sus anhelos , por su gran corazón .
Es usted mi bella dama , como una flor fragil y delicada , pero la vida la a hecho ser fuerte como un roble , es una hermosa flor .
Eres como una hermosa flor , tan delicada , de una belleza , un hermosa alma , de un gran corazón , es usted mi bella dama , una mujer fuerte , pero que en ocasiones necesita comprensión y amor , es usted mi bella dama , una gran mujer , la gran mujer que amo yo .
Ho
Autor:Ho
Fecha: viernes 23 de agosto de 2019
País: México .
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Konstantin Somov (1869-1939)
DAMA DE AZUL
1897-1900
Tamaño - 103x103
Material - lienzo
Técnica - óleo
Número de inventario - Inv.1574
Adquirido por el Consejo de la Galería Tretyakov del autor. 1903
Elizaveta Mikhailovna Martynova (1868-1905) - artista, amiga de Somov. Ingresó a la Academia Imperial de las Artes en 1890, cuando a las mujeres se les permitió estudiar en la Academia. Murió en 1905 de tisis.
Miembro de la asociación artística "World of Art", Konstantin Somov se inspiró en la pintura de los viejos maestros, y especialmente en el siglo XVIII y el estilo rococó. Para el retrato, iniciado en 1897 mientras estudiaba en la Academia de las Artes, elige un formato cuadrado, remitiendo al espectador al siglo XVIII, armonioso y al mismo tiempo esforzándose por lo estático. El género de "Damas con vestido azul" es un retrato de vestuario: la heroína está vestida con un vestido de la época romántica, pero está representada contra el fondo de un parque francés normal, que podría haber sido diseñado en el 17 o 18. siglo.
La figura de Martynova está lo más cerca posible del borde frontal del lienzo, pero la mirada que atraviesa el espectador, la piel pálida y el color azul frío del vestido, que visualmente nos quita la imagen, la hacen distante e inaccesible. Con un gesto de mano apretada contra su pecho (y al mismo tiempo siendo el centro de la composición), se aísla del espectador. El vestido escotado de muselina azul adornada con encaje hace referencia a una época en la que la cintura enfatizada por un corsé, combinada con una exuberante crinolina, debía acentuar la fragilidad de la figura femenina. Al mismo tiempo, el peinado de Elizaveta Martynova es muy sencillo y nos traslada a finales del siglo XIX. Así, Somov combina modernidad y retrospectivismo. Otro tema del retrato es la poesía: en su mano derecha, la heroína sostiene un volumen de poesía.
El fondo de la pintura se asemeja a un tapiz con un esquema de colores apagados y un efecto decorativo. El arbusto recortado es una pantalla, nuevamente cerca, separa a la dama de azul de los personajes en el fondo. Entre ellos se encuentra el propio Somov con frac y bastón. Los amantes en un banco tocan flautas y la puesta de sol cae sobre el parque, lo que enfatiza la atmósfera de exquisita melancolía inherente al arte de finales del siglo XIX y XX.
Información e imagen de la web de la Galería Tretyakov.
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Capítulo 20 ♡❣⥼ASTA⥽❣♡
Capítulo 20: Pasan junto a una pantalla de diseño europeo con antojos florales blancos. Una hermosa araña de cristal cuelga del techo en el medio del salón. El gran salón está amueblado con muebles caros pero de buen gusto. Una dama elegante se sienta en una pequeña mesa redonda en medio del salón. Yin Ziqi lleva un vestido rojo sin tirantes. Hermosa, sexy, pero parece inaccesible y no muy…
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Fantroll 3 - Metiss Galaxy
“(⌒.−)=★ Aunque mi vida vaya en ello, la rescataré”
Biografía
“Insertar Nombre ==> Pequeña Inocentona✖ probemos otra vez… ==> Metiss Galaxy✔”
Una muy curiosa troll sangre oliva, fascinada por las estrellas desde su nacimiento, siempre le encanto la idea de viajar al espacio para estudiarlas, sin embargo muy desconfiada de si misma jamas se atrevió a dar el primer paso para lograrlo.
Siempre fue acompañada de su lusus siempre que salia a la playa para observar con mayor claridad las estrellas, las cuales le hacían caer profundamente dormida cuando esta no podía.
Cuando comenzó a jugar Sgrub con unos amigos, esta cometió un horrible error y decidió armarse de valor y confianza en si misma para poder ayudar a sus compañeros de Equipo.
Diseño del personaje
“╮(╯▽╰)╭ Es fascinante, las ranas se postran ante ella”
Metiss es una troll de sangre oliva de una altura media (1′57m) con un físico bastante atlético, su cabello es corto con un pequeño flequillo, además de ello porta una cola blanca de mentira en su cintura, la cual es sustituida por la de su lusus como una prótesis al llegar a God Tier.
Usualmente Metiss viste una camiseta sin mangas con su símbolo en el pecho, además de llevar una chaqueta vaquera de color verde oliva la cual suele llevar amarrada a la cintura, unos pantalones largos de color amarillo mostaza, los cuales son del mismo color que los guantes largos (sin dedos) que esta lleva.
Símbolo
El símbolo de Metiss es el de la diosa de mismo nombre (Metis) la titanide la cual representa la prudencia. Aparte de la obvia referencia por su nombre, el símbolo de la diosa Metis también esta relacionada con la perfidia, un método de engaño que se usa en las guerras, lo cual se relaciona con la actitud pérfida de esta mientras caza cuervos.
Etimología del nombre
El nombre Metiss, como ya se explico anteriormente, esta relacionado con la titanide de la prudencia y la perfidia, Metis, una oceanoide hija de Océano y Tetis.
Galaxy viene de la palabra en ingles Galaxia, lo cual es una pequeña unidad del universo que posee las estrellas que Metiss tanto ama.
Personalidad
“(≧∇≦)/ ¡Hey, volvamos a jugar algún día juntos!”
Metiss es una troll la cual aparentemente siempre esta alegre, pero a pesar de su optimismo, esconde una gran falta de confianza. Al jugar Sgrub con los demás Metiss fue manipulada por Paizur y su Moirail para usar sus recién descubiertos poderes del espacio para enviar a la jugadora del tiempo de su sesión a un lugar apartado de la misma y inaccesible para los jugadores que no fueran del espacio, estando en modo Grimdark.
Tras este suceso, y tras su muerte y ascenso a manos de Tatsua, Metiss empezó a tener más confianza en si misma, proponiéndose terminar su búsqueda como God Tier para poder reunir a todo el grupo y salvar la sesión.
Tras rescatar a la jugadora del tiempo tras volverse una Dama del Espacio exitosa, Metiss se volvió una troll con confianza en si misma la cual pudo dar apoyo al equipo para crear la rana génesis y el nuevo universo.
Gustos y Disgustos
Metiss pasaba la mayor parte de su tiempo mirando las estrellas antes de comenzar Sgrub. Junto a su pasión por las estrellas, se encontraba el hecho de que la colmena de esta poseía un telescopio, el cual le permitía estudiar las estrellas con mayor facilidad. También le gusta cazar cuervos, no hay un porque claro, solo va a matarlos impulsivamente, cosas de gatos.
Por otra parte, Metiss no soporta el mar, no es porque no le guste el agua, es más que nada por un miedo que le tiene a los peligros que este trae. Esto se ve reforzado por un pequeño trauma en el que casi pierde a su lusus Byakko por culpa de las olas.
Colmena
La colmena de Metiss es un pequeño piso a un para de Kilómetros de la playa cerca de una colina donde suele subir a observar las estrellas. El pequeño edificio de dos pisos cuenta con una sala superior con un telescopio desde el cual Metiss observa y estudia las estrellas.
Este mismo telescopio le fue de mucha Ayuda durante su búsqueda en Sgrub ya que pudo localizar las puertas con ellas y saber a donde conducía cada una.
Lusus
El lusus de Metiss es el tigre blanco, Byakko, el cual es una de las bestias divinas que representa los puntos cardenales, además de ser el nombre de uno de los cuatro símbolos de las constelaciones chinas.
Byakko siempre solía llevar a Metiss a la playa para que pudiera observar las estrellas, sin embargo, uno de los habitantes de mar intento ir a por Metiss a lo que este respondió atacando al ser en cuestión, casi muriendo ahogado en el Mar, lo cual dejo traumas a Metiss, decidiendo alejarla del mar porque lo consideraba un lugar peligroso para ella.
Tras comenzar a jugar Sgrub, Byakko murió aplastado por un meteorito que iba a caer sobre Metiss muriendo protegiéndola y siendo prototípado por Raiden posteriormente formando el ByakkoSprite.
Dancestor
Athena Galaxy
Ancestor
The DreamWalker
“N0 deberíais c0fiar0s tant0, la luna h0y es nueva”
La Sonambula era una adivina pagana de la vieja alternia la cual podía saber con mayor o menor claridad los sucesos que ocurrirían durante la noche dependiendo de las fases de la luna.
Ella mantuvo en secreto una relación romántica de un ciclo lunar con El Demonio De Las Dos Sangres, siendo visitada por este cada vez que la luna se posaba en una nueva fase.
La Sonámbula murió por razones desconocidas tras entrar en un coma al haberse ido a dormir una noche de eclipse lunar.
Ejemplar de conflictos
Durante toda la aventura, Metiss siempre uso un “DualKind” el cual consistía en:
• ClawKind: Unas garras que desplegaba desde sus guantes para acabar con sus enemigos en enfrentamientos de cuerpo a cuerpo.
• BlunderKind: Un trabuco el cual llevaba a la espalda y usaba para atacar a enemigos a distancia y dañarlos de gravedad.
Sylladex
El ‘’Moon Type’’ de Metiss le permitía capchalogar objetos en cartas capchalogas las cuales esta podía descapchalogar el objeto acertando la fase de la luna en la que se encuentra.
Algo curioso de su Sylladex es que cuando su yo del sueño capchalogaba algo, su Sylladex le preguntaba en que luna se encontraba, haciendo alusión a Prospit y Derse.
Soñador de Prospit
Metiss era una soñadora de prospit. Ella solía pasar su tiempo en Prospit explorando el lugar y observando las nubes de alternia además de buscar información sobre Prospit, también solía pasar mucho tiempo con Tatsuajugando juntos.
God tier
La dama es alguien que se alimenta de su aspecto, también usandolo a modo de protección, son una clase que se dedica a reparar, crear y mantener en orden los campos de su respectivo aspecto, las damas usan su poder tanto para ayudarse a si misma cómo a otros, su desafío es aprender a confiar en si mismas.
Al ascender a God Tier tras ser asesinada por Tatsua, tras atacarle en modo Grimdark, Metiss se propuso a si misma convertirse en una dama del espacio exitosa y poder salvar a la jugadora del tiempo de su sesión y ayudar a los demás a poder reparar su terrible error. Tras comenzar a explorar su planeta por si sola y ayudarse de los consortes para hayar a Equidna, quien le propuso que si lograba traerle una rana hecha de estrellas, le ayudaría a rescatar a su amiga. Tras recuperar la confianza en si misma y cumplir la misión de Equida, Metiss rescato a la sílfide del tiempo de su sesión, quien posteriormente se convertiría en su Matesprite, y comenzo a crear a la rana génesis para el nuevo universo.
Grimdark
Metiss se transformo en modo Grimdark cuando Paizur uso los poderes de la rabia para que esta perdiera la cordura y fuera engullida por los horroterrors, en este modo Metiss atrapo a la Sílfide del tiempo en un espacio inaccesible para los jugadores de la sesión gracias a la capacidad de usar sus poderes del espacio por el Grimdark.
En modo Grimdark, la apariencia de metis cambia radicalmente, su cabello se torna blanco y sus ojos se iluminan completamente en blanco también, su piel se vuelve aun más oscura y además esta expulsa un aura negra en la cual se pueden distinguir algunas estrellas.
Tierra
1.Nombre
El nombre de su planeta, tierra de Ranas y Estrellas (Stars and Frogs) es sencillo de explicar ya que ambas palabras están relacionadas con la misión, búsqueda y aspecto de Metiss, la creación de la rana genesis.
2.Apariencia
El planeta de Metiss es similar a un gran bosque con pantanos y lagos donde las ranas habitan, este lugar también esta lleno de chozas donde viven los consortes del planeta y un gran templo en el que reside Equidna el cual es solamente Accesible cuando Metiss encontrara en el cielo las cuatro constelaciones que abrirían el portal a esta.
3.Denizzen
El Denizzen de Metiss es el Denizzen por defecto de los jugadores del espacio, Equidna, el cual reinaba el planeta de Metiss habiendo apagado las estrellas tras irse a dormir.
Tras encontrarse con Metiss, esta le propuso que si era capaz de mostrarle a la rana hecha de estrellas, le ayudaría a rescatar a su amiga.
Aunque al principio, algo confusa, Metiss penso que debía traerle a una rana hecha de estrellas, más tarde descubrió que debía usar sus poderes del espacio para encender las estrellas formando una bella constelación con forma de rana.
⚠Headcanons⚠
- Metiss a pesar de ser una troll sangre oliva y relacionarse con los felinos, nunca presento una actitud muy volcada con estos.
- A pesar de que no fue Metiss la atacada, esta desarrollo una fobia al mar tras ver casi morir a Byakko en este.
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Hola ,cómo estás? Dijo él...
Sintiendo que su corazón estallaba dentro de su pecho, ella le contestó:
¿Cómo te imaginas que estoy, después de haber confiado en el amor,y que otra vez me hayan fallado?...
-Él dijo: Perdón, no era mi intención,
Estoy un poco confundido, sólo quiero saber
Que estarás bien y ayudarte,como alguna vez tú lo hiciste conmigo, estoy en deuda contigo por éso .
Ella, con voz quebrada, pero con decisión le contestó:
No tiene deuda alguna conmigo, no se preocupe,yo estaré bien ,hoy más que nunca
Me siento lista para superarlo, conozco perfectamente el camino para lograr de nuevo mi recuperación.
Preocupese por usted,que ahora se quedará sin mí ,una dama que estuvo dispuesta a dejar
Atrás miles de cosas por usted,
Una persona que lo acompañaría en sus noches de soledad, y cuando sintiera frío en su corazón, yo estaba dispuesta a cubrirselo con mi propia piel si fuera necesario.
Preocupese por usted,porque ya no seré más su amiga,ni su confidente, ya no estaré para dedicarle canciones en la madrugada,
Ni para sacarle una sonrisa a su apagado corazón después de un día difícil.
Eso de " Estoy confundido" son palabras baratas que se dicen para no aceptar que sus sentimientos hacia mí, han cambiado, le pido que no sienta pena por mí, yo lo siento mucho por usted.
No aceptaré sus llamadas por compasión,
Ahorrese su lástima...No la necesito,
Reconozco que me duele hasta el alma lo sucedido,pero será una lección más para no seguir buscando agua en el desierto,ni tesoros en lugares inaccesibles .
Déjeme vivir mi duelo sólo un tiempo,
Aléjese ,y pídale a Dios sabiduría para no volver a comportarse así con alguien que esté dispuesta a Compartir su camino con usted,
Con sus defectos y virtudes , así lo amaba...
Escuchó usted bien. .."Lo amaba "
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el amor en la edad media
En la Edad Media existían diferentes tipos de amor El amor entre los esposos en la Edad Media es más bien una excepción a la regla porque los matrimonios eran meramente contractuales. Los sentimientos fuertes se buscaban fuera del mismo. Y, por norma habitual, entre personas con un estatus social diferente. Amor cortés. En los siglos XI-XII, en Provenza, nació un nuevo ideal de relaciones entre ambos sexos: el culto a una bella dama. Este se basaba en el culto a la Virgen María, cuyas inmaculadas características fueron transferidas a la esposa del rey, duque o conde. El caballero vasallo servía fielmente a la esposa inaccesible de su señor. Como regla general, este tipo de amor era exclusivamente platónico. Enloqueciendo por un sentimiento desconocido, la nobleza comenzó a inventar normas que debería seguir un amor cortés. Por ejemplo, “De amore (Sobre el amor)”, también conocido como “El arte del amor cortés”, de Andrés el Capellán, es un tratado científico que afirma que un verdadero enamorado siempre es tímido y no puede tener dos musas al mismo tiempo. Después de este código de normas, comenzaron a aparecer los “tribunales del amor” que podían castigar a un caballero muy osado o a una dama excesivamente intratable en los asuntos del corazón
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Hecho:
Se me subió el 4 a la cabeza, no supe ni porqué, y empecé a decir y a hacer tarugadas con ese eterno sentir de que ya no me quieren. Hubo reclamos, una escena de celos y algunos resbalones con mis interacciones del diario. Ahora creo que voy a perder a dos amigas, o en el mejor de los casos, creo que las cosas ya no estarán igual de bien con ellas.
Respuesta:
Yo tampoco pude determinar qué fue lo que detonó el cambio en tu estado de ánimo que te llevó a comportarte como lo hiciste durante estas dos últimas semanas. De lo que sí me di cuenta fue de que durante todos estos meses pusiste tu alegría en las manos de esas dos amigas.
Recuerda que no tienes qué demostrarle nada a nadie, y que lo más importante es que tú te sientas bien contigo mismo. Tu felicidad está antes que todo lo demás, y quien se sienta atraído por lo que eres y lo que haces por ti mismo, así como por la buena onda que pudieras traer, bienvenido sea. Tú sigue en lo tuyo y trata de disfrutar todos los momentos.
Mis consejos para mejorar las cosas a corto plazo y empezar la sanación son los siguientes:
1.- Aguántate y no hables. No digas absolutamente nada al menos durante esta semana (27/05 al 31/05), aunque te cueste demasiado trabajo y aunque te sientas segregado. Y esto vale para todo: no empieces ninguna charla proactivamente. Sé que va a ser muy difícil y puede ser que termines pareciendo inaccesible para los demás, y de hecho vas a estar en peligro de que Andobas te tiente a activar El Muro, pero al menos hay qué dejar que el tiempo ponga las cosas en su lugar. De cualquier manera, si alguien se dirige a ti, trata de ser amable, aunque sea alguna de las dos damas en cuestión.
2.- Vigila tus posturas y modula tu voz.
3.- En lo que vas a centrar toda tu atención de ahora en adelante es en dedicarte a lo tuyo.
Haz bien tu trabajo en la oficina, de preferencia haciendo un poco más de lo que tienes qué hacer ahora que tienes tiempo.
Sigue saliendo a tomar fotos, pero experimentando mucho con nuevos estilos.
Préstale atención a tu blog escribiendo sobre cualquier cosa que atrape tu interés.
Concreta esos proyectos de revivir a AcaJoe y de escribir tus cuentos.
Ah, y no sólo te dediques a navegar sin sentido entre Facebook, Twitter y Tumblr. Investiga más. Atrapa noticias y reflexiones, digiérelas, y escribe tus opiniones en tu blog. Tener cosas qué hacer ya es una aventura.
4.- Haz un plan para empezar la dieta que desinflamará tu intestino, y sigue yendo al gimnasio. No importa que sigas haciendo puro cardio, lo importante es que sigas moviéndote, pero súbele del 5.0 - 5.0 para que sientas cómo te agitas.
5.- Cómprate un cinturón nuevo, unos zapatos nuevos y unos tenis nuevos. De hecho, trata de comprar como mínimo una prenda por quincena.
6.- Sigue escuchando música. Tanta como te sea posible.
En cuanto al plan para hacer las mejoras definitivas, vamos a seguir este lineamiento:
No hagas nada sin planear. De ahora en adelante, tu esfuerzo consistirá en darte un tiempo para planear cada cosa, y luego hacerla. Si te viene algo a la mente, medítalo primero y planéalo después. Recuerda que lo que más urge es que pongas los pies en la tierra, pues si quieres triunfar, tienes qué estar bien pegado al piso, y lo que parece que funcionará mejor para ti es meditar-planear-hacer.
Meditar-planear-hacer.
Recuerda que todo acto de mejora requiere esfuerzo. Acostúmbrate a esforzarte.
Y reitero: mándame todas las preguntas que desees.
Tu amigo El hombre del pit lane
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La dama de bronce
Apareció súbitamente, tan radiante como el sol que despuntaba apenas entre un vergel de nubes color escarlata; como el despertar de una diosa entre cientos de caracolas marinas, entre conchas azules y corales de fuego, entre milenarios sargazos de jade, mucho antes de que los feroces escualos plateados del estero volvieran hambrientos; antes de que olas lascivas lamieran su vientre bruñido de espuma salada; antes, incluso, de que las simas del océano inmenso emergieran furiosas para dominar la Tierra. Desde ese día y durante un tiempo, demasiado fugaz, fuimos dos almas entrelazadas en un solo cuerpo. Después la perdí en el breve instante que dura un latido, en el estruendo del caos y del miedo, como se pierde un recuerdo borrado entre la bruma del tiempo. El marfil de sus dedos, suave y escurridizo, turgente como un tallo de alabastro, resbaló entre mis manos que habían olvidado atraparla en su vuelo; quedó sepultada entre la lava y la roca en el abrupto infierno de un volcán siniestro. Cayó sin un grito, sigilosa, como el animal que intuye un final sombrío, como si por centurias esperara el momento de ser devorada por las fauces del aquel pozo negro. Y entonces, silenciosamente, se precipitó hacia las profundidades de ese oscuro averno sin apartar su mirada serena de mi rostro demudado en la máscara misma del desconsuelo. Siglos después, diluido el aliento de cualquier esperanza, en la frontera incierta de los sueños, en el vacío insospechado de la nada, la encontré de nuevo, fría, erguida, distante, tan hermosa e incorruptible, igual que una sirena esculpida en la inaccesible fragua de los dioses sobre un bronce helado, inmaterial y eterno.
Emilio Castelló Barreneche (Barcelona, jueves, 8 de junio de 2017)
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FLORES PARA SOLEDAD
Coqueta, inteligente, simpática, de mirada encantadora y una boca que hechizaba hasta al más cauto, invitándole a probar lo inalcanzable. Soledad parecía ser la encarnación de la más hermosa de las Diosas; de piel delicada, formas perfectas, e igual de inaccesible que ellas; como una flama que atrae y quema, como el viento que se escapa sin avisar, o la noche que se marcha entre destellos de madrugada.
Día a día un hermoso arreglo de flores rojas, blancas y amarillas, llegaba a la puerta de su hogar, el cual era recibido por ella como el más preciado de los tesoros, provocando el celo de los hombres, que sólo se limitaban a sospechar la identidad del afortunado remitente, y la envidia de las damas, que soñaban con recibir un presente semejante, al menos una vez en sus vidas.
No faltó el soñador, incauto, poeta y atrevido que se aventuró a tocar a su puerta, pero ella jamás le abrió a nadie que no trajese sus preciadas flores. Nadie sabía cómo, pero si alguien más trataba de entregarle un arreglo que no fuese el que ella esperara, Soledad lo distinguía de inmediato y no atendía al llamado de la puerta.
Le dedicaron centenares de versos, melodías, esculturas, retratos, pero ningún arte parecía ser suficiente para ella. Diariamente le ofrecían joyas, propiedades, autos, vidas, pero la respuesta era la misma; el silencio y una puerta que no se abría.
Era una Diosa que, como tal, sólo podía ser venerada, pero jamás poseída; como la más bella de las lunas; eterna y brillante, hasta que un mal día se le encontró muerta, y al igual que nuestra Luna, completamente sola.
Sólo entonces supieron la identidad de su amante, aquél que cada día le iluminara la vista con sus detalles, opacara y enardeciera al resto de los hombres, al tiempo que alimentara la curiosidad sinfín de las mujeres: “Nadie”. Porque nadie, más que ella misma, era quien se enviaba diariamente esas flores rojas, blancas y amarillas.
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“Mar, mar, enemigo” Guillermo Cabrera Infante
En oleadas sucesivas, como una continuación de las olas formadas en el mar, le llegó la brisa, fresca, húmeda, evanescente, y con ella vino el rumor del mar y el picante olor a salitre: todo le llegaba del mar, hasta la espera. Y ella odiaba al mar, porque sabía que le era hostil. El mar debe ser una mujer, pensó.
—Sólo una mujer puede ser tan dura con las mujeres y tan blanda con los hombres —dijo y recordó que alguien dijo que al mar debía llamársele la mar porque también lo afectaba la luna; no podía recordar quién lo dijo: —Pero debe ser una mujer —dijo.
Más que nada lo odiaba por la misma razón que se maldice al cartero que pasa de largo: porque el mar era un medio de comunicación entre ella y él y ahora le negaba toda noticia. El dijo: «Mira al mar. Míralo siempre y sabrás si vuelvo o no. El te dirá», pero él no había contado con el mar, de donde el mar era un mensajero sin saberlo. Nadie contaba con él y todos querían que fuese el recadero perfecto. Se despachaban embarcaciones, se echaban botellas llenas de mensajes, se tendían cables, y todos querían que las noticias llegaran pronto y sin novedad y con precisión al punto de destino. Y ahora ese hombre, ese marino misterioso, envuelto en sombras, ocupado en raros trajines, que utilizaba el mar y la noche como cómplices, no decía más que «Mira al mar: él te dirá» y dejaba el resto (la improbabilidad, el error, la mala fortuna) al azar, y esta mujer odiaba al mar porque el mar, siempre sin saberlo, demoraba en decir que sí o que no.
Se recostaba a una de las delgadas varas de ocu je que servían de columnas al soportal, parada allí, cuello y espalda envueltos en un rebozo negro, mirando a la distante y extensa llanura del mar, las blancas y móviles costras de espuma como algodoneros florecidos sembrados por error en un campo de espartillo iluminado por la luna,- buscando con los ojos inútilmente el punto luminoso, la señal.
La mujer (que no es de ahí, que no vive en ese lugar, que ha llegado al atardecer en una camioneta silenciosa como la noche) es todavía joven pero ya ha pasado los años de la primera juventud y guarda la serena belleza de la mujer que sabe que sus años de frenesí y ajetreo, los años para malgastar han pasado. Sabe que son los años de la sonrisa, no de la risa; los años del reverso, de las sombras, del eco: más que el tiempo de la guerra, el de la paz; el tiempo de la tregua con la vida. La mujer aunque ha nacido en el país, ha vivido tanto tiempo en el extranjero que hay que considerarla una extranjera. Habla y viste como extranjera, no una extranjera de un lugar determinado, sino de cualquier parte, o mejor de ninguna parte.
La otra mujer (que tampoco es de ahí y que también ha llegado sin ruido, es tan silenciosa que su compañera a veces comienza a buscarla en su memoria, porque cree que la ha dejado olvidada en el camino o en el lugar de donde vino), porque hay otra mujer dentro de la casa, no es una mujer, sino algo remoto, y desvaído, algo de otra época y otra civilización enquistado en aquella casucha, ajena a lo que la rodea y sin embargo alerta: parece dormitar y siempre se la ve presente en todo, participando en el menor suceso con una prisa detenida, o más bien: disparándose lentamente, llegando siempre al objetivo en el momento preciso, pero haciendo ver como si desde el principio de la acción ésta sería inútil porque llegaría demasiado tarde. Era una india y se vestía como india: con un amplio sayo de una sarga de un gris indefinido, sus grandes y sucios pies calzados en unos huaraches estropeados por el uso y penetrados de ese molesto y repelente olor que despide el cuero mojado, y sus negros cabellos peinados en una trenza de la nuca a la cadera. Era una india y se sentaba como las indias: acurrucada, su cuerpo recogido sobre sí mismo en un taburete ridiculamente pequeño, que está arrumbado en uno de los rincones de la casa. Era una india y sabía (no era presentimiento sino conocimiento) que la espera era inútil. Era una india y parecía una india.
La casa, porque de alguna manera hay que llamarla, era un bohío. Menos que eso: una choza abandonada, construida de yaguas y con techo de guano y en la que el único detalle importante es ese portal de varas de ocuje (¿traídas desde lejos, por un raro capricho del constructor, o encontradas en la playa, varadas, como náufragos?) que da al mar: un lujo inútil en aquella región y que le confiere la inquietante apariencia de una casa de playa construida por indigentes, quizá el hogar de carboneros de la Ciénaga o la cabaña de un pescador, y no tiene más que una espaciosa habitación de piso de tierra y sin ventanas, con una puerta al frente y otra detrás, las dos sin hojas, no sólo para permitir la ventilación sino para dar salida a una casita casi de juguete, también de guano y yaguas, que es el retrete, construidas ambas en una elevación de la costa que le sirve de protección y de atalaya, medio confundidas entre la profusión de caletas y la grava oscura sembrada de hicacos y salvia marina, y un poco detrás las canas, las palmas canas secas y amarillosas y la yana, dura, recia, las pocas que quedan, las que no talaron los carboneros, resisten al sol y al mar y al viento; más allá, al otro extremo de la playa, de arenas prietas, está el estero y dentro la impenetrable vegetación de los mangles, extendiéndose, como una gangrena verde, de las arenas negras del playazo a las mansas aguas sepias, coloreadas por el tanino: el manglar, dilatado, misterioso y fascinante, un monstruo vegetal que usa zancos para cruzar el agua.
Lo conoció cuando un día del colegio las llevaron al circo (entonces ella no tenía más de dieciséis años) y él trabajaba en él, no de estrella principal, ni siquiera de segunda figura, sino que era uno de los seis cuidadores que salían con los elefantes, y era el más insignificante de ellos, casi enano entre los seis elefantes y los cinco americanos enfundados en amplios monos azules, pero se distinguía por ser el que mejor gobernaba su elefante, blandiendo el bastón de hierro y pegando duro sobre la trompa, el pobre animal hurtando su costrosa corpulencia, temeroso de los golpes. El no era más que eso: un cuidador, un tarugo, uno (el menos significado) entre todos los que salían a la pista, pero ella lo vio y no miró más a los trapecistas, ni al domador de leones, ni al jinete español y su alazán, que tanto le gustaban. El también la vio a ella.
En el circo no eran sólo los animales los que le temían y cuando propinó una terrible paliza al que tenía a su cuidado, lo despidieron. El amenazó de muerte al domador de elefantes, pero al mes el circo marchó a la Elorida, y sus amenazas no sabían nadar.
Volvió a trabajar como chofer (porque tenía el inexplicable atractivo de los gigolós para las damas ricas) para una viuda adinerada, que trataba de esa manera de justificar el dinero que le daba, aunque sus manos pocas veces las puso en el timón. Como se veía bien en su uniforme azul pizarra, pronto visitaba por las noches el cuarto de la sirvienta y también entraba en el cuartuco junto a la cocina a morderle la oreja a la negra cocinera, en ambos lados furtivamente, porque la señora siempre estaba mirando a través de las persianas para las ventanas de la habitación sobre el garaje, hasta que la luz de allá se apagaba o hasta que Chani apagaba la luz de acá. Y por encima de estas turbias aventuras, o más bien: echándolas a un lado, estaban las vueltas al colegio, para ver de lejos a Elorencia, que acudía al portón enrejado a verlo pasar en su máquina —esas veces sin uniforme. Y él sabía que aquella estampa de la niña estrujando su cara contra los barrotes de hierro, le ponía algo ajeno dentro, no honradez ni pureza, porque esas palabras no entraban en sus planes, sino algo nuevo, diferente, no sentido hasta ahora, un objeto tangible pero impalpable que se colaba dentro, desplazando sus entrañas y poniendo en su lugar una nada que se desbordaba por cada hoyo del cuerpo, inagotablemente: algo como una enfermedad, como una gripe del alma, un estado de sensualidad y fiebre que desde el principio él no pudo o no quiso diagnosticar como amor.
¿Y la niña? Bien, aunque la piel de la niñez la dejó en diciembre, en el circo, como algo que ya no necesitaba. Sentía que todo cambiaba, que el colegio no era más un hogar, sino una casa, casi una prisión, y veía los hierros del portón no como antes, sino como barrotes que aprisionaban su carne, y el mismo portón no era una entrada sino la salida a un mundo que la llamaba, a una vida que le pertenecía y sin embargo le estaba prohibida, como el monte para un pájaro enjaulado.
El pájaro escapó. Primero fueron salidas breves, vueltas a la manzana cuando ya había sonado la queda, después se extendieron al barrio y al centro de la ciudad, por último ella se quedó toda la noche fuera y al amanecer, cuando regresaba a su cama, se encontró una comitiva de espera, con la superiora al frente. Oyó adjetivos que nunca había oído y que jamás olvidaría, y después de una semana de confesiones, arrepentimiento y padrenuestros, vinieron a buscarla de su casa, por lo que ella, que creía que el perdón religioso lo arreglaba todo, encontró inútiles, con rencor, los ejercicios de purgatorio a que la habían sometido. Fue enviada por la familia a una finca lejana de la que ella había oído hablar como de algo remoto e inaccesible que asociaba con Constantinopla, y mantenida allí como en cuarentena. Pero su mal no era de la calidad efímera de las epidemias, sino una enfermedad crónica, incurable, que había hecho de su cuerpo campo de cultivo.
Chani (el hombre se llamaba Chani Picahia) encontró el escondite y la rescató o la raptó y le contó cómo había tenido que robar a la señora dinero y el auto, que pronto convertiría también en dinero, y cómo escaparían en una goleta anclada en un puerto de la costa sur. Él no habló de cambiar aquella vez pero, por si tratara de hacerlo, ella le dijo; «No me digas nada de cambiar o cosa parecida. No te quiero reformado, sino formado como estás. Quizá te quiero porque eres el reverso de la medalla del bien. Porque eres justamente lo contrario a todas esas prédicas que me han metido en la cabeza a la fuerza, sin dejarme decir si las quería o no, si las necesitaba o sobraban.» Él respondió que estaba bien, que eso lo hacía todo más fácil, pero que, sobre todo, no quería discursos.
Así comenzó. Y continuó por espacio de diez a quince años, durante los cuales el hombre participó en confusas, riesgosas aventuras, y la mujer, siempre junto a él a veces, le ayudó. Como ahora.
Dijo: «Éste es un gran golpe. No puede fallar.» Lo había madurado desde el principio. «Será un doble juego perfecto. Claro que los riesgos serán dobles también. Pero lo tengo todo tan bien planeado. Qué va; no puede fallar.» Y le dio a ella sus instrucciones: vendría a la isla, al cuartel de la ciénaga, como ellos le llamaban al bohío; porque no sabía el camino vendría con la india, alquilaría un carro, preferiblemente un pisicorre, y esperaría su señal en la noche o la madrugada, seguidamente, si todo salía bien, traerían el cargamento a la capital, donde lo venderían. Con ese dinero se marcharía bien lejos, a ponerlo en algún nuevo negocio no mucho más limpio, pero sí más productivo y menos peligroso. Habló también de lo que debía hacer si no veía la señal: «Oye, Flor, si a las tres no hay candela, te vas a escape, y esperas un día o dos en Aguada. Si no regreso en ese tiempo vuelves a la capital o vas a casa de los viejos, como quieras. Si no sabes más de mí, puedes imaginar lo más heroico, lo más espectacular, lo más literario. Que será todo lo contrario.» Y la besó larga y fuertemente, tanto que aún le duele. Después, ya yéndose, fue que dijo lo del mar.
Ahora, diez, quince años después, se ve de regreso a la isla, que ha sido siempre el accidente geográfico que más ha aborrecido, una porción de tierra más o menos limitada, rodeada de agua por todas partes, menos por arriba, excepto cuando llovía: una roca miserable, un escollo, una balsa inmóvil, una astilla del naufragio de la tierra firme aislada por el mar, una jaula de agua: una prisión. Ahora frente al mar, hosco, iluminado por una luna irreal e inútil y por eso oscuro, engañoso, con leves rizos en la superficie y dentro sólido, un bloque, no estático como la tierra sino una mole que avanza y se retira incesantemente siempre agresivo y sin embargo tranquilo, manso, acostado, con un rumor de gatos que roncan, un ronroneo que invita peligrosamente a tenderse y dormir, confiado, sabiendo que tiene a la tierra a su merced y que siempre que ataque saldrá vencedor, laso, reposante en su lecho, pero atento, vigilante y presto a saltar y golpear: el mar es un gallo negro de crestas blancas de espuelas de olas, enfuriado y pasivo a la vez: es un cuervo de alas de agua y de la negrura de su plumaje entresalen blancos plumones: es un caballo-loco, negro y salvaje, que atado sin embargo cabalga con furia dentro de un hoyo, sus dispersas crines blancas al viento, la boca babeando blanca espuma, el belfo que arrastra con ruido de resaca los guijarros de la orilla, bufando locamente mientras con tenacidad piafa, sus cascos golpeando obstinadamente la arena de la playa: cuervo de malagüero, gallo negro y caballo-loco, adversarios, rivales, enemigos de aquella mujer que, también con hostilidad, lo espía confiando salir triunfante porque conoce sus secretos y porque aguardar para ella es una segunda naturaleza y porque a la larga ha aprendido que su hombre es un vencedor, no un guerrero medieval ni un caballero andante, sino un contrario agazapado, traidor pero, hasta hoy, siempre ganador.
Pero algo dentro de ella susurra: El mar no es un elefante.
Se vuelve, atraviesa el portal y penetra en la casa, con paso largo y suelto, pero según traspasa la puerta, se detiene, parada en seco porque en el suelo y a la poca luz del quinqué ha visto una mancha oscura, un nudo de pelos, una axila, la sombra de una mano, y supo al tiempo que la veía que era una araña. Siente que las piernas le flaquean a pesar de que todo su cuerpo está rígido por la sorpresa y el miedo. Trata a la vez de llamar, de correr afuera, de aplastarla con el pie, pero está fascinada por aquella pequeña alimaña que ahora está segura que la mira desde su minúscula cabeza barbada.
No la vio saltar pero sintió el leve golpe en un seno y se dio cuenta que la araña había caído justamente encima del rebozo y aunque no se atrevía a mirar, por sobre el párpado inferior, por debajo de la rosada y difusa línea de la boca podía distinguir la mancha más negra como estampada en la tela negra y, cuando trató de llamar a la india, de su boca no salió más que un «¡ Aa!», que era mitad ah y mitad ay. Pero la india, un instante antes de dar el salto la araña, se había disparado hacia la puerta, una mano, la derecha, en alto y la otra levantando el extremo de su larga y ancha enagua, cubriendo en tres pasos la distancia que la separaba de la puerta, los labios apretados y sus ojos fijos en la araña, toda su cara estirada como una flecha que indicara el bicho, la nariz y la barbilla formando las aristas convergentes, ella veloz e infalible como saeta que no yerra, arrancó decididamente la araña de la tela, en su cara (ya una flecha encajada, en reposo) una mezcla de disgusto y placer, y la aplastó contra la pared.
La mujer al fin pudo hablar:
—¿No te mordió?
—No más en la mano niña. Pero...
—Vaya. Qué suerte.
—Dejó su figa en las cachazas. ¿Ya usté niña?
—Nada más el susto. Anastasia —dijo la mujer.
—No estaba de Dios —dijo la india.
—Gracias a ti.
—Yo no hice na niña. No estaba de Dios no más.
—Son unos animales repugnantes —dijo la mujer.
—Tienen que vivir niña. Son como los cristianos, niña, que pa vivir unos tienen que matar a otros —dijo la india, hablando palabra a palabra.
«¿Por qué tendrá que hablar tan despacio?», pensó irritada Florencia, la mujer, y dijo: —Gracias de todas formas.
—De nada niña. No estaba de... —comenzó la india, pero la mujer, volviendo la espalda, saliendo al portal, cortó:
—Bueno, ya ya ya ya.
—Como mande, niña —dijo la india.
«Tenía que salir», tenía que salir a respirar aire puro, a bañarse en la brisa del mar, a que el salitre le quitara el miedo y el hedor, «si no, me ahogaba».
—Es mejor encarar al mar —dijo, detenida en el portal, mirando a un punto imposible entre el mar y el cielo. De seguida recordó el incidente de la araña y pensó que le debía a aquella mujer, a quien nunca había considerado una mujer, un gran favor, y se sintió encadenada a ella.
—La gratitud es la peor forma de servidumbre —dijo y se dijo que debía encontrar la manera de devolver aquel favor con uno mayor, no por la india sino por ella.
Una hora, una o dos: ella diría diez, antes había visto salir la luna, una luna mal hecha, chafada por los bordes como una canica estropeada, que emergió de entre unos rabos de nubes por sobre el horizonte; luego aquella caricatura de la luna logró desprenderse de los harapos de nube y brillar con intensidad, alumbrando el mar y la costa, y la mujer había pensado que una luna tan luminosa lo hacía todo más difícil. Ahora la luna se había ocultado y la mujer se sintió más tranquila.
Arriba, los puntos luminosos de las estrellas cobraron brillantez y abundaron, y la mujer pensó con agrado que el cielo era un espejo que reflejaba una ciudad lejana. Desde los mapas del cielo del atlas, los hermosos mapas negros con la línea del reloj de arena dibujados en ellos, vistos en la niñez cuando estudiaba geografía universal, de la voz cómicamente aflautada de Sor Circuncisión, llegaba a este mapa del cielo dibujado en el cielo, la lección:
«etcétera. Las más brillantes se llaman de primera magnitud, las que siguen a éstas en resplandor, de segunda magnitud, y así se conviene en que hay estrellas de cuarta, de quinta magnitudes, etcétera. El tamaño que para nosotros tiene una estrella depende no sólo de su volumen real, sino sobre todo de la distancia. Son estrellas de primera magnitud: Sirio, que es la estrella más brillante, Arturo, Vega, Aldebarán, Antares, etcétera: de segunda; las de la constelación de la Osa Mayor o Carro de David; de tercera; las de la Osa Menor, etcétera. Aquí encontramos la estrella Polar, que marca el Norte siempre, y que, por tanto, sirve para la orientación. El firmamento está plagado de soles, satélites, planetas, etcétera, mayores y menores que nuestros familiares Sol, Marte, etcétera, pero sólo la Tierra ha sido escogida por el Sumo Creador, Dios, para habitación del hombre, perros, caballos, etcétera y los demás animales de la Creación. El firmamento es brillante, pero su brillo, como la vanidad humana, es cosa efímera, pues el día del Juicio Final, lo ha dicho el Apóstol San Juan en su Apocalipsis, todas las estrellas se han de apagar».
—Esa de ahí es Sirio. Aquélla es la constelación de Orion. Osa Mayor, Can Menor, Osa Menor, Can Mayor. ¿Se apagará también la hermosa Betelgeuse, mi buena e ignorante Sor etcétera?
«La estrella Polar que marca el Norte, siempre sirve para orientarse», pensó.
Sus ojos descendieron desde el brillante punto solitario hasta la raya que marcaba el horizonte y sin notarlo se halló buscando en la inerte masa oscura que tenía delante, extendida a izquierda y derecha de los ojos, un indicio, una señal.
Llamó fuertemente:
—¡Anastasia, ven acá!
La india se acercó presurosa y callada, sólo su enagua produjo algún sonido al rozar el marco de la puerta.
—Mande, niña —dijo.
La mujer, de espaldas, andando hacia la playa, habló:
—Acompáñame.
Echaron a caminar hasta la orilla del mar, la india detrás de Florencia, cumpliendo aquel acuerdo tácito que convertía a la primera en criada y guardaespaldas de la última. Descendieron el ribazo, sembrado aquí y allá de hicacos y salvia marina y caminaron sobre los guijarros sueltos de más abajo. Oyen aletear, muy cerca del agua, un pájaro que vuela rápido a lo largo de la costa y se pierde entre el rurnor de la resaca. La arena es muy suelta al principio y los pies de las dos mujeres se hunden suavemente, haciendo la marcha titubeante y lenta; luego, más próximo al mar, el agua la solidifica y los zapatos van dejando una huella bien impresa y efímera, porque la próxima ola, más larga, cubrirá de agua el molde de la huella y después la borrará. La mujer siente que un menudo roción moja su cara, los pequeños puntos salobres picando en su labio como leves mordidas, y la brisa le despeja la frente, llevando hacia atrás su cabellera y, como lo considera un regalo del mar, se aparta de su lado y vuelve a caminar sobre la arena suelta, casi en las faldas del ribazo. Siempre en fila, vadearon cuidadosamente algunos charcos dejados por la marea en su retirada y recorrieron la desolada playa una y otra vez, la mujer delante, oteando con obstinación al mar, la india detrás caminando lentamente, mirando al suelo, el andar pausado, quedo, la cabeza gacha, su enagua y su pelo tan negros que dejan su cetrino rostro suspendido, en toda ella un misterioso aire de caminar dormida o más bien; indiferente a todo.
Al cabo, la mujer se detuvo y llamó:
—¡Anastasia, ven acá!
La india se adelantó hasta ella, escurridiza, silenciosa, como resbala una gota de aceite sobre la mano mojada.
—Mande niña —dijo.
La mujer aguardó para mandar, como si esperase que la otra mujer acomodara sus ojos al cuarto oscuro de la noche.
—Anastasia, ¿qué ves?
La india se quedó callada.
—¿Puedes ver tú la señal?
No tenía que esperar para contestar, pero se demoró mucho en hacerlo, quizá dando tiempo para que la respuesta fuese acatada, quizá porque era india, pero nunca porque guardase la esperanza de ver la señal.
—Nada niña. Ni asomo.
La mujer no tuvo que decirle a la india que volviesen a la casa.
—¿Por qué no pasa adentro? Aquí se va jelar —dijo la india, como la viese sentada mucho rato en la tierra apisonada del portal, mirando a lo lejos.
—Estoy bien aquí.
—Al menos le traigo en qué sentarse.
—No te molestes —dijo la mujer.
—No es nenguna —dijo la india.
—Como quieras.
—Es que habrán bichos por ahí —dijo la india.
—Está bien. Trae un taburete —dijo la mujer.
—Le trairé un taurete.
En este momento, la mujer sentada en un viejo taburete de cuero, su cabeza recostada contra uno de los postes, mira al mar y a las estrellas, tratando de encontrar la contraparte de alguna de ellas en el mar. La oscuridad y el esfuerzo le forman puntos luminosos que ella ve brillar con sorpresa repetidamente, hasta que pestañeando logra borrarlos, como a engañosos puntos de tiza en la pizarra del mar. Arriba pasa graznando con sonido de tijeras de podar, una lechuza. La oscuridad se hace tan extrema, ahora que la india por orden suya ha apagado el quinqué, que los oídos le zumban y siente que se va a desmayar. La negrura le entra por los huecos de la cara como un líquido baboso. Piensa que ya es de madrugada y por primera vez tiene sueño. Sosegadamente, adormilada por el distante rumor del mar, soñando que está despierta, duerme.
Despierta sobresaltada y mira al cielo. Una lluvia de estrellas cae sobre el mar. Todas las estrellas se desprenden y caen, una a una, y bajan flotando, sin prisa, luminosas como bengalas, y luego quedan ardiendo sobre el mar, soltando un humo blanco y espeso, y permanecen como puntos de luz, como señales acordadas. Una se disparó hacia arriba como el cohete de auxilio de un buque que se hunde. Del cielo siguieron cayendo las estrellas, hasta que la concha de arriba quedó a oscuras y la comba de abajo se sumió en una oscuridad aún mayor, después que la última señal se apagó.
Sintió que en la oscuridad alguien le echaba encima una manta y un calor confortable la hundió más en el hueco del sueño.
La india la tocó suavemente por un hombro y la mujer entreabrió los ojos y vio que ya era de día. La india ensayaba muy cerca de su cara lo que a duras penas podía llamarse una sonrisa. Tenía dientes amarillos y cariados.
—Buen día niña —dijo.
—¿Qué hora es, Anastasia?
—-Temprano niña.
—No debiste haberme dejado dormir —dijo la mujer, con reproche.
—Usté dormía y yo miraba niña. No podía con el sueño.
—¿Viste algo? —preguntó la mujer.
—No más que el fegofato de los pejes.
La india entró en la casa y luego regresó con una vasija de esmalte en las manos.
—Hice café pa usté niña.
—¿Y este jarro? —preguntó, desconfiada, la mujer.
—Lo traje niña.
—No quiero ese café.
—Tómelo no más niña. Verá que le hace bien —dijo la india.
—No quiero, te he dicho.
La india se encimó más sobre la mujer y trató de ponerle el vaso en las manos.
—Está limpio niña —dijo.
La mujer tomó el vaso en sus manos y lo arrojó lejos. La india no dijo nada.
—Te dije que no quería —dijo la mujer, fuera de sí.
—Usté manda niña —dijo la india.
Florencia echó a un lado la fra2ada y se dirigió a la playa. Cuando descendía el ribazo vio a la india recoger el jarro del suelo y limpiarlo en la falda.
Caminó por la playa mirando alternativamente al mar y a la sinuosa línea de costa que marcaban las olas. El crujido de sus pies oprimiendo con fuerza la arena, hizo que una cayama, que daba breves saltos en la arena emprendiera el vuelo a lo largo de la playa hasta perderse en el bosque de mangles, a lo lejos. Se detuvo frente al mar: estaba liso y cubierto de un gris plomizo hasta la mitad, de ahí en adelante tenía una suave coloración azul cobalto, con manchas blancas que se levantaban y desaparecían y, a veces, corrían de izquierda a derecha, saltando, como marsopas de espuma. Par algún lado, el sol, que ahora brillaba fuerte, hacía reverberar el cielo sin nubes. Siguió su camino, que era incierto e inútil.
Cerca del ribazo, entre una profusión de chinas pelonas batidas por las olas, encontró una botella verde llena de agua hasta la mitad. Sin saber por qué, se vio llorando frente al mar.
Cuando regresó halló a la india agachada sobre un plantío de hicacos, comiéndolos despaciosamente.
—Nos vamos —le dijo.
—Sí niña —dijo la india.
Detuvo la camioneta junto a la casa.
—Anoche soñé con una lluvia de estrellas, Anastasia —dijo la mujer, aferrando con sus manos el timón—. El cielo se quedó sin ninguna y luego una de ellas quiso regresar al lugar de donde había venido.
—Es un sueño raro niña.
Miró al mar por última vez y lo sintió tan hostil como cuando había llegado el día anterior, al atardecer, y pensó que nada se parece tanto al alba como el ocaso.
—Sí, fue un sueño raro. ¿Qué querrá decir, Anastasia?
—No sé niña.
Se miró las manos y las vio ajenas y hostiles como el mar. Ahora sabía que no tendría que buscar más nada en el mar.
—Dime, Anastasia, ¿es buena o mala suerte? —preguntó la mujer.
—No puedo decirle niña —dijo la india.
Ella miró a la india, a sus ojos amarillos como las cuencas de los ojos de las aves disecadas.
—Pero tu gente... sabe —dijo la mujer.
—No saben niña. Mi gente no sueña con estrellas que llueven.
—Tú sabes —dijo con reticencia la mujer.
—No sé niña. Se lo juro.
La mujer comprendió que nunca sabría nada de aquella otra mujer.
—Fue un sueño raro, Anastasia -—dijo.
—Sí niña —dijo la india
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