#convalescencia
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...la infancia: construcción interna y errabundeo externo, convalescencia de la nada, verdad corporal contra mentira social, esperanza de goce contra decepción generalizada, la misa de los domingos, la persecución, tortura y muerte de langostas y sapitos entre los árboles del fondo, las noches espantosas bajo el crucifijo que cuelga de la cabecera de la cama adornado con ramas de olivo seco del último domingo de Ramos, los camisones blancos de tías, primas, abuelas, los tíos que toman cerveza fresca bajo los árboles, al atardecer, el silbato de los rápidos que atraviesa el pueblo llenándolo de trepidaciones, la infancia en la que ya Leto ha empezado a decirse, sin palabras ni conceptos, sin ni siquiera imágenes ni representaciones, ¿no?, "Esto no era lo que yo esperaba", "Todavía no es como yo pienso que debe ser", "No es posible que esto sea todo".
Juan José Saer, Glosa, Seix Barral, Buenos Aires, Argentina, 2021. p.71.
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Nos recibía la casa a oscuras
y andábamos a tientas los primeros días.
En el verano
la luz que apenas se trasmina
por las persianas de madera
es suficiente para andar por la casa
y guarda la frescura de los cuartos.
De noche rara vez nos alumbraba un foco,
era de luz aún cuando nos recogíamos
y cada día, en la mañana,
abríamos una ranura nueva
y, gota a gota, el suero de la luz
desentumía la casa,
hacía crujir los muebles,
reestablecía la suspensión del polvo.
Con una casa a oscuras tantos meses
se oye cómo sus muros se vertebran
al recibir los rayos que se filtran,
reacostumbrándose a la cada que revive,
y todos los crujidos son
crujidos de convalescencia,
hasta que un día,
con un tronido seco y lúgubre
que bien podía venir de los cimientos
o aun de más abajo, de un abajo
que daba escalofrío,
se despedían todos los ecos
y esa noche,
llenos de envidia los vecinos
se detenían junto a la verja
de nuestra casa iluminada.
Fabio Morábito
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Arcano XII: o Pendurado O Pendurado (ou Enforcado, como preferirem) é uma carta que basicamente nos remete à ideia de ter paciência, saber aguardar, ficar quieto.
#aguardando#aguardar#alextarologo#arcano#arcanosmaiores#arcanoXII#baralho#carta#cartadodia#cartomancia#cartomante#convalescencia#convalescente#emcompassodeespera#enforcado#esotérico#esoterismo#espera#espiritual#espiritualidade#exotérico#exoterismo#imagem#internado#intuição#intuir#intuitivo#invertido#jogada#jogo
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Tiempo de #convalescencia de recuperar fuerzas, y de mirar la ventana. #casadesalud #enfermeriasalesiana #beatoartemideszatti (en Colegio Salesiano Pio X Cordoba)
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El Huaso, parte 31: “Flu”
Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4, Parte 5, Parte 6, Parte 7, Parte 8, Parte 9, Parte 10, Parte 11, Parte 12, Parte 13, Parte 14, Parte 15, Parte 16, Parte 17, Parte 18, Parte 19, Parte 20, Parte 21, Parte 22, Parte 23, Parte 24, Parte 25, Parte 26, Parte 27, Parte 28, Parte 29, Parte 30.
Llegué a mi casa enfocado a juntar las cosas necesarias para acampar en la playa junto a mi pololo.
—¿Y a esta hora vienes llegando? —me preguntó mi papá con tono de reprobación al verme entrar a la casa.
—Si po, si les dije que me iba a quedar a dormir donde el Huaso —le respondí con naturalidad.
—¿Cómo estuvo el carrete? —me preguntó mi mamá, bajando un poco el tono a la severidad.
—Bueno… —respondí escuetamente—. Más tarde vamos a ir con los niños a acampar a la playa —les dije, como pidiéndoles permiso, pero mas bien estaba avisándoles.
—¿Y a quién le pediste permiso? —me preguntó serio mi papá.
—A ustedes, ahora —puse cara de gato con botas.
Mis papás accedieron a dejarme ir a acampar a la playa con “los niños”. Mi papá, que era el más reticente a dejarme ir, fue el que más me ayudó a reunir las cosas necesarias.
Pasé a buscar al Huaso a su casa, y sacamos las frazadas y almohadas de su cama (a escondidas de la señora Sonia), y partimos rumbo a Hornitos.
Llegamos a la playa, y estaba soleado, aunque corría un viento que daba frío. Eran cerca de las 5 de la tarde y ya habían un par de campistas por ser el inicio de la semana dieciochera. Nos pusimos a montar el campamento de inmediato (armamos la carpa e inflamos el colchón), y luego nos pusimos a pensar en qué hacer.
—Vamos a bañarnos —me decía el Huaso.
—¿Estay loco? Hace mucho frío.
—No hace tanto frío —me rebatía él—. Vamos, aprovechemos que aún hay sol.
—Bueno ya —accedí, de mala gana—. Pero si me da frío me abrazas —lo condicioné.
—Bueno —aceptó, pensándolo un poco.
Nos desvestimos y nos fuimos al agua, y apenas mis pies tocaron la arena húmeda pude sentir que estaba demasiado helada. El Huaso se metió como si nada, pero yo seguía en la orilla.
—¡Ya po, amor! —me gritó, aunque bajó la voz al decir la ultima palabra—, ¡apúrate!
Yo seguía de pie en la orilla de la playa, con el agua llegándome casi hasta las rodillas. El Huaso miró para todos lados, asegurándose que no había nadie mirando. El campamento más cercano estaba a unos cien metros de distancia, así que las probabilidades de que hubiera alguien mirándonos atentamente eran muy pocas.
El Huaso se acercó a mi y me dio un beso. Fue muy rápido, pero lo suficiente como para encender una llama en mí, no de calentura, sino de cariño. Sentir esa muestra de amor de parte de él, me dio la seguridad y valentía para poder aguantar las bajas temperaturas del agua.
Me tomó de la mano y yo caminé junto a él, adentrándonos más y más en el agua. Con cada ola que llegaba el agua me llegaba hasta más arriba, paralizándome casi por completo. Cuando el agua nos llegaba hasta el pecho, el Huaso se paró frente a mí, me tomó de las manos, y se sumergió bajo el agua. Yo me quedé ahí de pie sin saber que hacer, ya que no pensaba sumergirme aún.
Salió del agua, me soltó las manos y se corrió el pelo de la cara con las manos, para no tirarme agua sacudiéndose.
—¿Por qué no te sumergiste conmigo? —me preguntó sorprendido.
—Porque tengo frío —le respondí con la voz entrecortada.
—¿Mucho frio?
—Sí —le respondí, aún tiritando.
El Huaso miró hacia los lados, buscando gente que pudiera estar mirando. Al no encontrar a nadie, se acercó a mí.
—Y ahora, ¿sigues teniendo frío? —me preguntó abrazándome por la cintura.
—S-s-sí —tenía la voz entrecortada, aunque su abrazo me ayudaba a sobrellevarlo.
Mi pololo me tomó las piernas e hizo que las cruzara por detrás de su espalda. Me tenía soportado en sus brazos bajo el agua, y conmigo sujetado a él, comenzó a bajar de nivel, haciendo que el agua llegara más arriba de lo que había alcanzado hasta el momento.
—¿Está bien así? —me preguntó cuando el agua nos llegaba al cuello.
—Sí —le respondí con voz firme, aunque mi cuerpo aún temblaba.
—¿Quieres meter la cabeza? —me preguntó y yo me alejé un poco de él y lo miré a los ojos.
—¿Qué? —dije riéndome, por la mala elección de palabras.
—¡En el agua! —se explicó riendo conmigo—. ¿Quieres meter la cabeza en el agua? —yo seguía riéndome y no pude contestar—. ¿Eso es un si?, entonces tápate la nariz.
—¡No, no! —grité, tratando de zafarme.
—Ya, ya —me dijo tratando de tranquilizarme, abrazándome más fuerte, y levantándose hasta que el agua nos llegara al pecho nuevamente—, si era broma.
Me soltó y volvió a mirar alrededor, para asegurarse que aún nadie miraba. Me tomó de la mano y me acercó a el para besarme, y luego me soltó y volvió a sumergirse. Yo estaba temblando, con el viento congelando mi piel ya mojada por el agua, así que decidí sumergirme completamente. Mi atrevimiento me duró solo un par de segundos y me volví a levantar rápidamente.
A partir de ahí tomé mas confianza y pude comenzar a disfrutar un poco más del agua (no tanto como el Huaso). Después de un rato jugando en el agua, nos salimos.
Nos secamos y nos pusimos un poleron abrigado, pero yo no pude entrar en calor.
—¿Estay bien? —me preguntó el Huaso, ya de noche mientras comíamos frente a la “fogata”.
—Sí —respondí, tratando de ocultar el hecho de que el cuerpo aún no se me abrigaba—, estoy bien, amor.
Mas tarde nos acostamos frente a frente en nuestro nidito de amor, y el Huaso me acarició el rostro, mirándome con enamoramiento.
—Te amo, ¿lo sabías? —me preguntó.
—Lo suponía… —le respondí haciéndome el tonto—. Yo también te amo.
Se acercó a besarme y bajó su mano desde mi cara, hacia mi hombro, mi brazo, y terminó posándola en mi cadera. Me acercó a él y me besó con más pasión, y yo le respondí sin ganas.
—¿Qué pasa? —me preguntó preocupado.
—Tengo frío. Mucho frío —respondí avergonado.
—¿Todavía? —me miró sorprendido, examinando mi rostro en la oscuridad buscando algún indicio de enfermedad.
—Sí…
—¿Tienes algo para tomar?
—Nada
—Durmamos entonces, quizás mañana amaneces mejor —me dijo, preocupado y me dio un beso de buenas noches—. Dése vuelta —me ordenó con amabilidad y yo le hice caso. Me volteé y él me abrazó, dándome todo su calor corporal. Me quedé dormido casi de inmediato.
A la mañana siguiente desperté sintiéndome peor. La garganta me dolía y tenía la nariz tapada. Eso sumado al calor infernal que había dentro de la carpa producto del sol que incluso a esas tempranas horas ya pegaba con fuerza.
El Huaso me preparó el desayuno, prendió un poco de carbón e hizo hervir la mini tetera que teníamos, mientras calentaba unos panes para ambos. Se sentó frente a mí, él fuera de la carpa y yo en la entrada de esta, sentado aún en el colchón.
—¿Cómo te sientes? —me preguntaba cada cierto rato.
—Masomenos —por dentro solo quería morir, pero tiendo a exagerar cuando me enfermo.
—Tomemos desayuno, esperamos un rato y de ahí nos vamos, ¿oka?
—Bueno —le respondí con una sonrisa, que me costó todas mis fuerzas.
Terminamos de comer y nos acostamos un rato en la carpa, con la “puerta” abierta, para no morir sofocados. Después de un rato nos volvimos a levantar y pusimos manos a la obra para desarmar el campamento. Yo invertí toda mi energía en la tarea de desarme, y por fortuna el Huaso andaba con su licencia, así que él se vino manejando hasta la ciudad. En condiciones normales yo soy muy reacio a pasarle el auto a alguien más para que lo maneje, pero en mi condición de convalescencia estuve mas que dispuesto a pasar la responsabilidad a alguien mas.
Me llevó hasta mi casa, me ayudó a bajar las cosas, y se quedó un rato conversando con mis papás.
—Nos vinimos temprano, porque se sentía mal, así que lo traje. Los demás se quedaron en la playa un rato más —le explicó él a mis padres.
—Gracias por traerlo sano y salvo —le decía mi madre—. Nos alegra saber que el Larry tiene un amigo como tu que se preocupa tanto por él.
—Para eso están los amigos, tia —respondió él con humildad.
—Por supuesto —concordó mi padre—. Nos habría gustado que pudieras ir con nosotros a San Pedro…
—A mi también me habría gustado ir con ustedes —intervino el Huaso, dándome una mirada reprobatoria—, pero no podía ir porque tenía que terminar un trabajo que no había hecho —agregó para no delatar mi mentira.
El Huaso se despidió de mis padres, y luego de mí, con un fuerte abrazo.
—Espero que lo hayas pasado bien, dentro de todo —me dijo al oído mientras me abrazaba.
—Sí —le respondí escuetamente al oído.
El Huaso se fue y me fui a acostar a mi cama. Mi mamá me dio todo tipo de remedios que se le pudieron ocurrir, pero ninguno funcionó.
Al día siguiente tuve que ir a trabajar, para recuperar los días que no pude ir porque estaba ocupado con la tesis. Llegué a la pega, casi arrastrándome del malestar general que sentía. A medio día apareció el Huaso, con una sonrisa de oreja a oreja para hacerme compañía.
—¡Sorpresa! —me dijo levantando las manos en señal de celebración—. ¿Cómo estas amor?
—Maaaal —respondí con exageración, tirándome al escritorio, sobre un montón de papeles y lápices.
—Amor, mira lo que te traje —me dijo sacando un termo de su mochila—. Ah no, espera, este no —dijo al abrirlo, pero lo volvió a cerrar y sacó otro termo, un poco mas grande—. Este sí. Te traje sopa de pollo. Te hará bien —despejó el escritorio y sacó un bowl de su mochila y virtió el contenido del termo.
—Gracias amor —le agradecí, tomando la cuchara que me estaba ofreciendo.
—La hice yo —agregó con una sonrisa de orgullo en la cara—. El otro termo es para que después a la tarde te tomes un té de algo —me dijo sacando de su mochila una caja con bolsitas de té, de distintos tipos, inseguro de cual me haría mejor para mi enfermedad.
El Huaso me fue a acompañar al trabajo todos los días, y todos los días me llevaba sopa de pollo y té para tomar. Al tercer día ya me sentía mucho mejor, gracias a sus cuidados especiales, ya que me permitía descansar en mi trabajo porque él atendía a los pocos clientes que llegaron.
El 18 de septiembre por fin volví a mi buen estado de salud de siempre, así que fuimos a las ramadas junto al Bryan, la Cata, el Victor y la Claudia. Nos pusimos a comer en una fonda, y la Claudia se motivó apenas escuchó la primera cueca (después de muchos temas de Américo).
—¿Bailemos? —le ofreció ella a mi pololo.
—¿Qué? —preguntó el confundido, mirándome a mí.
—Larry, ¿te lo puedo quitar un rato para una cueca? —me pidió permiso.
—Si, dale —accedí, sonriéndole a la Claudia (igual como le sonreí a la señora Sonia), y dándole una mirada severa a mi pololo para que no se sobrepasara.
—Y tu, ¿bailas conmigo? —me ofreció la Cata. No supe que responderle. Sabia bailar cueca, pero lo hacía mal, aparte todo me daba vergüenza, así que estuve a punto de rechazarla—, vamos —me dijo, tomándome de la mano y llevándome al frente sin que pudiera negarme.
Estuvimos bailando bastante rato. Con la Cata me pude relajar harto y desempolvar mis viejos pasos de cueca que ya hacía más de un lustro no usaba. Al rato aparecieron el Bryan con el Victor, bailando juntos como si no importara que un monton de homofóbicos conservadores vieran a dos hombres bailando juntos el baile patrio. En mi interior deseaba que la pareja de hombres bailando cueca ahí fuéramos el Huaso y yo, pero sabía que su paranoia (y un poco la mía, debo admitirlo) no lo permitiría, y eso me hacía envidiar un poco a mis amigos.
Después de un par de pies de cueca, con la Cata nos sentamos a descansar, mientras mirábamos a nuestros amigos bailando. Mi pololo se movía con tal gracia al ritmo de la música, como si hubiera sido criado bailando cueca (obviamente, así había sido, pero nunca habíamos hablado al respecto). Sus movimientos, tan sensuales y masculinos provocaron en mí sentimientos de admiración y excitación.
—¿Cómo están ustedes, Larry? —me preguntó la Cata.
—¿Nosotros?
—Si, ustedes. Tú y el Huaso —especificó ella.
—Bien, como siempre —le respondí escuetamente, haciéndome el tonto.
—Me alegro por ustedes. De verdad —me dijo ella, mirándome a los ojos y con una sonrisa en su rostro—. Me alegro que hayan podido superar lo de la tesis.
—Ah si —dije entendiendo a qué se refería—. Igual nos costó un poco… tu cachay como es el Huaso po.
—Si, es medio terco —se rió—. Debes tener una paciencia infinita.
—Si supieras… —me reí yo también.
—Lo peor de todo es que se podrían haber evitado todo el drama si no fuera por la Claudia —me dijo mirando hacia el piso.
—Sí, pero ya me dijo que fue un error y que se equivocó —comenté haciéndome el weon.
—Cierto —dijo ella arqueando las cejas, pensando quizás que no la estaba mirando.
—Oye ¿y tu? —le pregunté cambiando de tema después de unos segundos de silencio, aunque aún con ese gesto en la mente—, ¿Qué onda con el Bryan?
—El Bryan… —repitió con una sonrisa en la cara—. Es un niño el Bryan.
—¿Si? Yo lo veo bien grande —le comenté intentando que se explayara.
—¿Y el Huaso sabe que andas viendo “bien grande” al Bryan? —me preguntó ella en doble sentido, riéndose.
—¡No me refería a eso! —dije riéndome—. ¡No pongas tus pensamientos pecaminosos en mis palabras!
—¡Ay! Me los imaginé —dijo tapándose los ojos y sonrojándose.
—Ya, suficiente —le advertí, aun riéndome—. Ya, en serio, dime ¿estas saliendo con alguien?
—Quizas… —respondió misteriosa ella.
—¿Pero no es el Bryan? —inquirí.
—No —dijo por fin poniéndose seria—. Con el Bryan nos dimos cuenta que era mejor seguir como amigos. Yo a él lo veo como un hermano, y estoy segura que él también me ve de la misma manera.
Nos quedamos un rato en silencio mirando como el resto bailaba. El Huaso seguía acaparando miradas por su talento en el baile, mientras el Bryan y el Victor las acaparaban por su falta de coordinación que compensaban con esfuerzo y humor. Al rato ellos volvieron a sentarse junto a nosotros, y más tarde, el Huaso con la Claudia se nos unieron.
Terminamos de tomarnos los terremotos y salimos a recorrer las ramadas. Nos subimos al zamba del “divertilandia”, y el Victor con la Claudia quedaron sentados en el medio del juego por no afirmarse bien.
Ya al terminar la noche nos dirigimos a tomar la locomoción. Embarcamos a la Cata y al Victor que debían tomar transporte, y el resto nos fuimos caminando. Me fui con el Huaso a su casa, y al llegar nos encontramos con la señora Sonia.
—Parece que voy a tener que cobrarle mensualidad a usted también —comentó con su habitual sonrisa.
—No se preocupe si casi ni duermo acá —le respondí haciéndome el amable también.
—¿Ah no? ¿Y qué viene a hacer siempre acá en las noches entonces? —me preguntó con rostro triunfal, como si acabra de obtener la respuesta que llevaba años buscando.
—No lo pesque señora Sonia, está un poco curado —intervino el Huaso, intentando ocultar su nerviosismo.
—Bueno usted sabrá que no puedo permitir que traiga borrachos a mi casa —se puso seria.
—No estoy borracho —dije ofendido. Ni siquiera se me trababa la lengua.
—Larry ándate a la pieza —me dijo mi pololo, serio—. Lo que pasa es que lo traje para darle un vaso con agua porque se sentía mal —continuó dirigiéndose a su hospedera—. Comió muchas cosas ahí en las ramadas, usted sabe…
No pude terminar de escuchar la conversación, ya que ingresé a la pieza del Huaso y cerré la puerta. Al rato el Huaso entró a la pieza con una mano en la frente.
—¿Cómo se te ocurre decirle esa wea? —me preguntó enojado, apenas cerró la puerta tras él.
—Perdona, no fue mi intención —me sentía mal por dejarlo expuesto.
—¿No vei que la vieja ya sospecha de nosotros? Ahora con lo que le dijiste prácticamente lo confirmaste —se paseaba a lo largo de la habitación, tapándose la cara con las manos.
—Ya, ¿pero qué tiene? —le pregunté sin entender tanto alboroto.
—¡Que me puede echar po! —me dijo enojado—. ¡Y le puede contar a mis viejos!
—¿Cómo le va a contar a tus viejos? —le pregunté incrédulo.
—¡Porque tiene su número en caso de emergencias po!
—¿No crees que estas exagerando? —le pregunté un poco molesto por su sobre reacción—. Y en caso de que te eche, ¿cual es el problema? ¿te complica tanto dejar de vivir en la casa de una vieja homofóbica?
—Tu no entiendes nada… —me dijo, respirando profundo.
—¡Explícame entonces! —le pedí.
El Huaso se acercó a la puerta de la pieza y la abrió de par en par.
—¡Qué bueno que ya te sientes mejor, Larry! —dijo en un volumen mas fuerte del necesario— ¡Nos vemos, cuídate!
Tuve una mezcla de emociones dentro de mí peleando por salir. Entre la pena y la rabia, mantuve mi orgullo, me acerqué al Huaso y le dije mirándolo a los ojos:
—Ni siquiera me diste un vaso de agua, aweonao —y salí de su habitación.
Salí de la casa y cerré la reja de la calle, y recién ahí, cuando comencé a caminar por las calles sin rumbo, dejé que las lágrimas cayeran como ríos por mis mejillas.
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Extractos de “El matadero” de Echeverría, buscar los dibujos de Enrique breccia
Parecía el amago de un nuevo diluvio. Los beatos y beatas gimoteaban haciendo novenarios y continuas plegarias. Los predicadores atronaban el templo y hacían crujir el púlpito a puñetazos. Es el día del juicio, decían, el fin del mundo está por venir. La cólera divina rebosando se derrama en inundación
Lo que hace principalmente a mi historia es que por causa de la inundación estuvo quince días el matadero de la Convalecencia sin ver una sola cabeza vacuna, y que en uno o dos, todos los bueyes de quinteros y aguateros se consumieron en el abasto de la ciudad. Los pobres niños y enfermos se alimentaban con huevos y gallinas, y los gringos y herejotes bramaban por el beef-steak y el asado.
No quedó en el matadero ni un solo ratón vivo de muchos millares que allí tenían albergue. Todos murieron de hambre o ahogados en sus cuevas por la incesante lluvia.
Algunos médicos opinaron que si la carencia de careo continuaba, medio pueblo caería en síncope por estar los estómagos acostumbrados a su corroborante jugo; y era de notar el contraste entre estos tristes pronósticos de la ciencia y los anatemas lanzados desde el púlpito por los reverendos padres contra toda clase de nutrición animal y de promiscuación en aquellos días destinados por la iglesia al ayuno y la penitencia. Se originó de aquí una especie de guerra intestina entre los estómagos y las conciencias, atizada por el inexorable apetito y las no menos inexorables vociferaciones de los ministros de la iglesia, quienes, como es su deber, no transigen con vicio alguno que tienda a relajar las costumbres católicas: a lo que se agregaba el estado de flatulencia intestinal de los habitantes, producido por el pescado y los porotos y otros alimentos algo indigestos.
Alarmose un tanto el gobierno, tan paternal como previsor, del Restaurador creyendo aquellos tumultos de origen revolucionario y atribuyéndolos a los mismos salvajes unitarios, cuyas impiedades, según los predicadores federales, habían traído sobre el país la inundación de la cólera divina.
Quizá llegue el día en que sea prohibido respirar aire libre, pasearse y hasta conversar con un amigo, sin permiso de autoridad competente.
El primer novillo que se mató fue todo entero de regalo al Restaurador, hombre muy amigo del asado. Una comisión de carniceros marchó a ofrecérselo a nombre de los federales del matadero, manifestándole in voce su agradecimiento por la acertada providencia del gobierno, su adhesión ilimitada al Restaurador y su odio entrañable a los salvajes unitarios, enemigos de Dios y de los hombres.
El matadero de la Convalescencia o del Alto, sito en las quintas al Sud de la ciudad, es una gran playa en forma rectangular colocada al extremo de dos calles, una de las cuales allí se termina y la otra se prolonga hacia el Este. Esta playa con declive al Sud, está cortada por un zanjón labrado por la corriente de las aguas pluviales, en cuyos bordes laterales se muestran innumerables cuevas de ratones y cuyo cauce, recoge en tiempo de lluvia, toda la sangrasa seca o reciente del matadero. En la junción del ángulo recto hacia el Oeste está lo que llaman la casilla, edificio bajo, de tres piezas de media agua con corredor al frente que da a la calle y palenque para atar caballos, a cuya espalda se notan varios corrales de palo a pique de ñandubay con sus fornidas puertas para encerrar el ganado.
se sienta el juez del matadero, personaje importante, caudillo de los carniceros y que ejerce la suma del poder en aquella pequeña república por delegación del Restaurador.
Un animal había quedado en los corrales de corta y ancha cerviz, de mirar fiero, sobre cuyos órganos genitales no estaban conformes los pareceres porque tenía apariencias de toro y de novillo…. El animal prendido ya al lazo por las astas, bramaba echando espuma furibundo y no había demonio que lo hiciera salir del pegajoso barro donde estaba como clavado y era imposible pialarlo…Es emperrado y arisco como un unitario. -Y al oír esta mágica palabra todos a una voz exclamaron: ¡mueran los salvajes unitarios!
Cierto inglés, de vuelta de su saladero vadeaba este pantano a la sazón, paso a paso en un caballo algo arisco, y sin duda iba tan absorto en sus cálculos que no oyó el tropel de jinetes ni la gritería sino cuando el toro arremetía al pantano. Azorose de repente su caballo dando un brinco al sesgo y echó a correr dejando al pobre hombre hundido media vara en el fango
Una hora después de su fuga el toro estaba otra vez en el Matadero donde la poca chusma que había quedado no hablaba sino de sus fechorías. La aventura del gringo en el pantano exitaba principalmente la risa y el sarcasmo. Del niño degollado por el lazo no quedaba sino un charco de sangre: su cadáver estalla en el cementerio.
Mas de repente una voz ruda exclamó: aquí están los huevos, sacando de la barriga7 del animal y mostrando a los espectadores dos enormes testículos, signo inequívoco de su dignidad de toro. La risa y la charla fue grande; todos los incidentes desgraciados pudieron fácilmente explicarse. Un toro en el Matadero era cosa muy rara, y aun vedada. Aquél, según reglas de buena policía debió arrojarse a los perros; pero había tanta escasez de carne y tantos hambrientos en la población, que el señor Juez tuvo a bien hacer ojo lerdo.
Era este un joven como de 25 años de gallarda y bien apuesta persona (unitario)
¡Qué nobleza de alma! ¡Qué bravura en los federales!, siempre en pandilla cayendo como buitres sobre la víctima inerte.
-Degüéllalo, Matasiete -quiso sacar las pistolas-. Degüéllalo como al Toro.
-A ti te toca la resbalosa -gritó uno.
-Encomienda tu alma al diablo.
-Está furioso como toro montaraz.
-Ya le amansará el palo.
-Es preciso sobarlo.
-Por ahora verga y tijera.
-Si no, la vela.
-Mejor será la mazorca.
El joven, en efecto, estaba fuera de sí de cólera. Todo su cuerpo parecía estar en convulsión: su pálido y amoratado rostro, su voz, su labio trémulo, mostraban el movimiento convulsivo de su corazón, la agitación de sus nervios. Sus ojos de fuego parecían salirse de la órbita, su negro y lacio cabello se levantaba erizado8. Su cuello desnudo y la pechera de su camisa dejaban entrever el latido violento de sus arterias y la respiración anhelante de sus pulmones.
-¿Tiemblas? -le dijo el Juez.
-De rabia, por que no puedo sofocarte entre mis brazos.
-¿Tendrías fuerza y valor para eso?
-Tengo de sobra voluntad y coraje para ti, infame.
-La librea es para vosotros, esclavos, no para los hombres libres.
-A los libres se les hace llevar a la fuerza.
-Sí, la fuerza y la violencia bestial. Ésas son vuestras armas; infames. El lobo, el tigre, la pantera también son fuertes como vosotros. Deberíais andar como ellas en cuatro patas.
Abajo los calzones a ese mentecato cajetilla y a nalga pelada denle verga, bien atado sobre la mesa.
Apenas articuló esto el Juez, cuatro sayones salpicados de sangre, suspendieron al joven y lo tendieron largo a largo sobre la mesa comprimiéndole todos sus miembros.
-Primero degollarme que desnudarme; infame canalla.
Atáronle un pañuelo por la boca y empezaron a tironear sus vestidos. Encogíase el joven, pateaba, hacía rechinar los dientes. Tomaban ora sus miembros la flexibilidad del junco, ora la dureza del fierro y su espina dorsal era el eje de un movimiento parecido al de la serpiente. Gotas de sudor fluían por su rostro grandes como perlas; echaban fuego sus pupilas11, su boca espuma, y las venas de su cuello y frente negreaban en relieve sobre su blanco cutis como si estuvieran repletas de sangre.
-Átenlo primero -exclamó el Juez.
-Está rugiendo de rabia -articuló un sayón.
En un momento liaron sus piernas en ángulo a los cuatro pies de la mesa volcando su cuerpo boca abajo. Era preciso hacer igual operación con las manos, para lo cual soltaron las ataduras que las comprimían en la espalda. Sintiéndolas libres el joven, por un movimiento brusco en el cual pareció agotarse toda su fuerza y vitalidad, se incorporó primero sobre sus brazos, después sobre sus rodillas y se desplomó al momento murmurando: -Primero degollarme que desnudarme, infame canalla.
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Simbolismo Oculto de la Muerte
Desde que el hombre es tal, la muerte ha sido objeto de temor y de ritualidad. El hombre, cuando desarrolló la mente simbólica, comenzó a tomar consciencia del significado de la muerte, y eso ocurrió hace mucho tiempo. Pero como tales, las primeras sepulturas datan del Neolítico, hace 10.000 años. En ese período de tiempo, a los muertos se les asegura una estancia estable y protegida; se tapiaban las grutas en las que el cuerpo era depositado bajo túmulos, dólmenes o monumentos funerarios que son, en cierto modo, los primeros cementerios.
Para la mayoría de las religiones, la muerte es un proceso inevitable y natural que forma parte de la vida. Para los Esenios en particular, el cuerpo es corruptible mientras que el alma es inmortal e imperecedera. De este modo, la muerte libera el alma de la prisión material.
Judíos, cristianos y musulmanes, comparten la creencia en una supervivencia del alma después de la muerte. En la religión hindú. Los fieles de esta creencia están convencidos de la transmigración de las almas, cuando muere el cuerpo, el alma sigue con vida y encarna en otro mortal, planteando así el dogma de la rueda de reencarnaciones. Algo parecido ocurre en el budismo.
Los egipcios, hacían gala de un complejo ritual en relación a la muerte. Más apegados a lo material, sentían que era necesario proteger el cuerpo de forma minuciosa, razón por la cual desarrollaron el proceso de momificación. Así, se protegía al muerto de cara a un largo viaje para el cual, al finado le colocaban amuletos protectores.
En África, la muerte es vista como una etapa de renovación del hombre, un camino hacia el más allá, que es un lugar de tránsito. La mayoría de las tribus reconocen la transmigración; no retienen al difunto, sino que le autorizan a regresar a la tierra e iniciar un nuevo círculo vital.
Es sorprendente saber que sólo las comunidades cristianas, judías y musulmanas disponen de cementerios propios. En otras culturas se deshacen de las víctimas. Por ejemplo, en la India o en el Nepal, "arrojan las cenizas de los cuerpos que antes han incinerado al río Benarés". Por aquellos lugares, la cremación es una práctica común, síntoma quizá del desapego por lo material, quizá a consecuencia de la creencia en la transmigración de las almas. Si es así, qué importa el destino de lo material.
La humanidad comparte el concepto de la muerte como un proceso biológico natural que se manifiesta con el cese de las funciones vitales del ser humano, pero una visión más amplia nos permite concebirla también, como un proceso espiritual mediante el cual el espíritu abandona el cuerpo físico para continuar viviendo en otro plano o dimensión.
La muerte es sólo un paso más hacia una forma de vida en otra frecuencia.
la experiencia de la muerte es casi idéntica a la del nacimiento. Es un nacimiento en otra existencia... la muerte no es más que el abandono del cuerpo físico, es el paso a un nuevo estado de conciencia en el que se continúa experimentando, viendo, oyendo, comprendiendo, riendo y en el que se tiene la posibilidad de continuar creciendo.
Luego del desprendimiento del cuerpo, el alma o espíritu atraviesa un período de "convalescencia", para recuperar sus fuerzas de espíritu libre de la materia. La lucidez de las ideas y la memoria de su vida retornan muy lentamente, de acuerdo con su grado de superioridad espiritual o elevación. En este momento de "despertar" al mundo o plano espiritual, el espíritu nunca se encuentra solo: es asistido o recibido por su Ángel Guardián o Espíritu Protector y espíritus familiares a los que unió en vida el amor, clara expresión del cumplimiento de la Ley de Solidaridad Universal entre ambos planos. Sea cual sea la condición del espíritu, siempre se hallará contenido por esos seres espirituales que se encuentran ocupados y preocupados por su proceso evolutivo.
En este nuevo mundo o planos, siempre apoyado por otros espíritus más evolucionados que él, repasa su vida, analiza sus errores y sus aciertos, ve, oye y se comunica a través del pensamiento y del sentimiento en forma directa, trata de intuir y apoyar a aquellos seres que dejó en la materia, porque el amor y el afecto conquistado son vínculos que no se interrumpen o destruyen con la separación física. A este mundo espiritual podríamos definirlo como imponderable porque no es mensurable por lo humano o material y en él, el espíritu deberá aprender a desplazarse sin el peso del cuerpo o la atracción de la ley de gravedad.
A pesar de todo esto, el dolor ante la muerte de un ser querido es inevitable, porque implica una separación transitoria y el dejar de experimentar la sensación física de su presencia y ello, naturalmente, deja un hueco que lleva un tiempo poder recomponer. Conocer y saber más sobre este proceso común en la vida de todo ser humano puede ayudar a encarar el tema desde otra óptica, más amplía y evolucionista de la vida más allá de la muerte.
La muerte es un tema eludido, soslayado, negado por nuestra sociedad moderna, que ha hecho un culto de la juventud. Olvidamos que es una parte de la existencia, como el nacer y que también en esa etapa final puede haber crecimiento y desarrollo. No es una enfermedad ni una prisión de la que debemos escapar. Los que han tenido la fortuna de que la muerte les avisara su llegada por anticipado, tuvieron una posibilidad más de llegar a ser, en esos postreros momentos, plenamente humanos.
El conocimiento espiritual comparte con otros saberes y doctrinas, la seguridad de que el espíritu es inmortal y que guarda en sí todos los sentimientos cultivados en la vida material, porque estos no conocen de fronteras y límites terrenos.
Sin dudas, nos sentiremos más tranquilos y serenos al saber que cuando el espíritu recobre sus fuerzas en el mundo espiritual, podrá asistirnos mediante la intuición, la fortificación a nuestras luchas, acompañando nuestros pensamientos y sentimientos, siempre que nos predispongamos en la reflexión serena a recibir su ayuda. Podremos percibirlos entonces, de otra manera, y la calma y la conformidad que vayamos logrando a medida que transcurra el tiempo nos ayudará y ayudará también al ser que dejó el plano material a conseguir la suya.
La fe en Dios y en la misericordia de sus leyes que nos guían y protegen, aunque no siempre podamos razonarlas, nos darán más serenidad y entrega para saber que la muerte es sólo el comienzo de otra vida más plena, donde nos reencontraremos, en algún momento, con quienes luchamos, vivimos y amamos, para seguir aprendiendo y progresando.
La certeza de la supervivencia del espíritu luego de la muerte del cuerpo físico, constituye una realidad trascendente al aportar conocimientos sobre la inmortalidad del alma y lleva serenidad y confianza en los procesos de la evolución. Así lo expresa, la primera de las máximas de LAS TRES GRANDES VERDADES DEL MASÓN: "El Alma del hombre es inmortal y su porvenir es el destino de algo cuyo crecimiento y esplendor, no tiene limites".
Significando lo anterior, que para el Masón, la MUERTE, como fin material de todos los Seres, en el plano de existencia material–terrenal, da origen al NACIMIENTO de una NUEVA VIDA; es decir, de una Esencia Espiritual que JAMÁS DESAPARECE, y además es susceptible de continuar progresando, de conformidad con el nivel de los planos en cuyo medio se desarrolla.
La palabra muerte, debe ser entendida en su sentido más general, como un cambio de estado, cualquiera que sea, es a la vez una muerte y un nacimiento, según que se considere por un lado o por el otro: muerte en relación al estado antecedente, nacimiento en relación al estado consecuente. En la iniciación masónica, que es una muerte iniciatica, se describe como un segundo nacimiento, lo que es en efecto; pero este segundo nacimiento, implica necesariamente la muerte al mundo profano. Esta muerte simbólica, es como una suerte de recapitulación de los estados antecedentes, por la que las posibilidades que se refieren al estado profano serán definitivamente agotadas, a fin de que el ser pueda desarrollar desde entonces libremente las posibilidades de orden superior que lleva en él, y cuya realización pertenece propiamente al dominio iniciático. Muerte y nacimiento, permite el paso del orden profano al orden iniciático.
Esto puede ser entendido como una regeneración psíquica; y es en efecto en el orden psíquico, es decir, en el orden donde se sitúan las modalidades sutiles del estado humano, donde deben efectuarse las primeras fases del desarrollo iniciático; pero éstas no constituyen una meta en sí mismas, y no son todavía más que preparatorias en relación a la realización de posibilidades de un orden más elevado, queremos decir, del orden espiritual en el verdadero sentido de esta palabra.
El neófito muere a la vida profana para renacer a una nueva existencia, santificada, renace igualmente a un nuevo ser que hace posible el conocimiento, la conciencia y la sabiduría. El iniciado no es solamente un recién nacido: es un hombre que sabe, que conoce los misterios, que ha tenido revelaciones de orden metafísico. Muere a viejos rencores, odios y otros vicios, adaptándose a los cambios, renunciando al ego. Al igual que en la muerte física, se entregan a la gracia de lo superior, constantemente, para renacer.
Dejan lo viejo sin dolor y toman lo nuevo con naturalidad. Viven en el reino de la razón y la actividad mental. Tienen capacidad de conectarse con energías ancestrales para esclarecer situaciones. Son serviciales, muy responsables y exigentes consigo mismos, con gran capacidad de perdón, de olvido, de transformación y auto sacrificio, poseen una gran sensibilidad, seguridad consciente y conciencia de comunidad.
La muerte simbólica, atiende el llamado, a la entrega, y al de dejar ir las cosas. La entrega es lo opuesto al abandono, es liberarse del deseo de querer controlar las cosas, y dejar ir tus ideas y esquemas del pasado que limitan las posibilidades. La entrega es liberarse de las ataduras de la acción preconcebida para que puedas vivir una vida más inspirada, sin creencias limitadoras. La muerte simbólica revela el ser, el verdadero ser, al podar las partes innecesarias. Busca nuevas maneras de ser, nuevas ideas y nuevas direcciones que ocupen el vacío que has creado con tu entrega y liberación. Siente el bálsamo de perdonar que es intrínseco con el reino de la muerte. Deja ir las cosas, y en acto de dejarlas ir, el universo te renueva con nueva Vida.
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Este es un entrenamiento inicial para personas mayores o en post convalescencia.
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Propuesto para el tratamiento sintomático de astenia funcional, situaciones de stress, bajó peso, síndrome de sobrecarga física y mental, agotamiento físico y disminución de la capacidad intelectual, pérdida de la memoria, flojedad sexual y convalescencia post-quirúrgica y post-infecciosa. Posología. Adultos: 2-3 viales al día por vía oral antes de las comidas. Estas posologías pueden cambiarse a criterio del médico. NO SE CUANTO CUESTA NI DÓNDE LO VENDEN. (en San Francisco de Macorís) https://www.instagram.com/p/B0lT4HNHs6F/?igshid=9c1srlnh3wi8
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Besos
Mis besos lloverán sobre tu boca oceánica primero uno a uno como una hilera de gruesas gotas anchas gotas dulces cuando empieza la lluvia que revientan como claveles de sombra luego de pronto todos juntos hundiéndose en tu gruta marina chorro de besos sordos entrando hasta tu fondo perdiéndose como un chorro en el mar en tu boca oceánica de oleaje caliente besos chafados blandos anchos como el peso de la plastilina besos oscuros como túneles de donde no se sale vivo deslumbrantes como el estallido de la fe sentidos como algo que te arrancan comunicantes como los vasos comunicantes besos penetrantes como la noche glacial en que todos nos abandonaron besaré tus mejillas tus pómulos de estatua de arcilla adánica tu piel que cede bajo mis dedos para que yo modele un rostro de carne compacta idéntico al tuyo y besaré tus ojos más grandes que tú toda y que tú y yo juntos y la vida y la muerte del color de la tersura de mirada asombrosa como encontrarse en la calle con uno mismo como encontrarse delante de un abismo que nos obliga a decir quién somos tus ojos en cuyo fondo vives tú como en el fondo del bosque más claro del mundo tus ojos llenos del aire de las montañas y que despiden un resplandor al mismo tiempo áspero y dulce tus ojos que tú no conoces que miran con un gran golpe aturdidor y me inmutan y me obligan a callar y a ponerme serio como si viera de pronto en una sola imagen toda la trágica indescifrable historia de la especie tus ojos de esfinge virginal de silencio que resplandece como el hielo tus ojos de caída durante mil años en el pozo del olvido besaré también tu cuello liso y vertiginoso como un tobogán inmóvil tu garganta donde la vida se anuda como un fruto que se puede morder tu garganta donde puede morderse la amargura y donde el sol en estado líquido circula por tu voz y tus venas como un coñac ingrávido y cargado de electricidad besaré tus hombros construidos y frágiles como la ciudad de Florencia y tus brazos firmes como un río caudal frescos como la maternidad rotundos como el momento de la inspiración tus brazos redondos como la palabra Roma amorosos a veces como el amor de las vacas por los terneros y tus manos lisas y buenas como cucharas de palo tus manos incitadoras como la fiebre o blandas como el regazo de la madre del asesino tus manos que apaciguan como saber que la bondad existe besaré tus pechos globos de ternura besaré sobre todo tus pechos más tibios que la convalescencia más verdaderos que el rayo y que la soledad y que pesan en el hueco de mi mano como la evidencia en la mente del sabio tus pechos pesados fluidos tus pechos de mercurio solar tus pechos anchos como un paisaje escogido definitivamente inolvidables como el pedazo de tierra donde habrán de enterrarnos calientes como las ganas de vivir con pezones de milagro y dulces alfileres que son la punta donde de pronto acaba chatamente la fuerza de la vida y sus renovaciones tus pezones de botón para abrochar el paraíso de retoño del mundo que echa flores de puro júbilo tus pezones submarinos de sabor a frescura besaré mil veces tus pechos que pesan como imanes y cuando los aprieto se desparraman como el sol en los trigales tus pechos de luz materializada y de sangre dulcificada generosos como la alegría de aceptar la tristeza tus pechos donde todo se resuelve donde acaba la guerra la duda la tortura y las ganas de morirse besaré tu vientre firme como el planeta Tierra tu vientre de llanura emergida del caos de playa rumorosa de almohada para la cabeza del rey después de entrar a saco tu vientre misterioso cuna de la noche desesperada remolino de la rendición y del deslumbrante suicidio donde la frente se rinde como una espada fulminada tu vientre montón de arena de oro palpitante montón de trigo negro cosechado en la luna montón de tenebroso humus incitante tu vientre regado por los ríos subterráneos donde aún palpitan las convulsiones del parto de la tierra tu vientre contráctil que se endurece como un brusco recuerdo que se coagula y ondula como las colinas y palpita como las capas más profundas del mar oceáno tu vientre lleno de entrañas de temperatura insoportable tu vientre que ruge como un horno o que está tranquilo y pacificado como el pan tu vientre como la superficie de las olas lleno hasta los bordes de mar de fondo y de resacas lleno de irresistible vértigo delicioso como una caída en un ascensor desbocado interminable como el vicio y como él insensible tu vientre incalculablemente hermoso valle en medio de ti en medio del universo en medio de mi pensamiento en medio de mi beso auroral tu vientre de plaza de toros partido de luz y sombra y donde la muerte trepida suave al tacto como la espalda del toro negro de la muerte tu vientre de muerte hecha fuente para beber la vida fuerte y clara besaré tus muslos de catedral de pinos paternales practicables como los postigos que se abren sobre lo desconocido tus muslos para ser acariciados como un recuerdo pensativo tensos como un arco que nunca se disparará tus muslos cuya línea representa la curva del curso de los tiempos besaré tus ingles donde anida la fragilidad de la existencia tus ingles regadas como los huertos mozárabes traslúcidas y blancas como la vía láctea besaré tu sexo terrible oscuro como un signo que no puede nombrarse sin tartamudear como una cruz que marca el centro de los centros tu sexo de sal negra de flor nacida antes que el tiempo delicado y perverso como el interior de las caracolas más profundo que el color rojo tu sexo de dulce infierno vegetal emocionante como perder el sentido abierto como la semilla del mundo tu sexo de perdón para el culpable sollozante de disolución de la amargura y de mar hospitalario y de luz enterrada y de conocimiento de amor de lucha a muerte de girar de los astros de sobrecogimiento de hondura de viaje entre sueños de magia negra de anonadamiento de miel embrujada de pendiente suave como el encadenamiento de las ideas de crisol para fundir la vida y la muerte de galaxia en expansión tu sexo triángulo sagrado besaré besaré besaré hasta hacer que toda tú te enciendas como un farol de papel que flota locamente en la noche. Tomás Segovia (España, 1927) #TomásSegovia #LenguaErótica #JuanGustavoCoboBorda
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FRIDA KAHLO (3) Aunque no tenía la seria intención de convertirse en una artista, Frida empezó a pintar durante esos días de su juventud. Sus trabajos consistieron mayormente en autorretratos y retratos de su familia y de algunos amigos. Algunas de esas primeras obras fueron destruidas por la propia Frida y de otras que sobrevivieron no se sabe el paradero. Hasta 1925, Frida contó solamente con el apoyo de uno de los amigos de su padre, Fernando Fernández, un respetado impresor. Fernando contrató a Frida como aprendiz con sueldo para copiar grabados de Anders Zorn, un impresor sueco y le enseño a dibujar ya que estaba impresionado con su talento. En 1925, Frida sufrió un accidente que cambiaría el resto de su vida e influiría significativamente en su trabajo. El 17 de Septiembre, Frida y su novio, Alejandro se subieron a un autobús que los llevaría de la escuela a casa. De camino, el atestado autobús fue embestido lateralmente por un tranvía y varias personas murieron. Frida sufrió múltiples heridas y los médicos no estaban seguros de que pudiera sobrevivir. Después de pasar un mes en el hospital, fue enviada a casa y tuvo que guardar cama durante 3 meses. Después de lo que parecía una recuperación completa, Frida empezó a sufrir dolores en la columna vertebral y en el pie derecho, y se sentía siempre cansada y enferma. Un año más tarde, tuvo que ingresar en el hospital de nuevo. En el momento del accidente, los doctores no tomaron rayos X de su columna, pero ahora se dieron cuenta de que varias vértebras se habían desplazado. Durante los siguientes nueve meses, Frida guardó cama y tuvo que llevar corsés de escayola. Fue durante esta convalescencia cuando Frida empezó a pintar en serio. Sus padres hicieron construir un caballete especial que se apoyaba en la cama y aguantaba los lienzos en los que Frida pintaba. También hicieron instalar un espejo bajo el dosel de su cama, el cual permitió a Frida el verse y convertirse en modelo para sus cuadros. https://www.instagram.com/p/CFkj2THDb2z/?igshid=1dbeany0g3r53
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Tonovan NF Distribuye Jose Montero. 0414 6687506/ 0263 4511154/ 0261 4150505 Instagram: @josegmonteroz / @ganaderiadelsol Twitter: jgmonteroz Email: [email protected] [email protected] es una combinación en solución inyectable estable de cuatro minerales indispensables: Fósforo, selenio, yodo y zinc más vitamina B12, los cuales están presentes en los procesos metabólicos, productivos, de crecimiento, convalescencias de enfermedades y en aquellos estrechamente relacionados con los trastornos de la reproducción, incluyendo estro (celo), el parto, la gestación y la lactancia. TONOVAN NF está indicado como regulador del metabolismo en general y para el tratamiento de los trastornos agudos y crónicos causados por la deficiencia de fósforo y los elementos adicionados a la fórmula, como el yodo, zinc y selenio, cuyas patologías pueden presentarse solas o asociadas a trastornos reproductivos. Formula: Fosforo 130 mg, sulfato de zinc 9.3 mg, Yoduro de Potacio 20 mg, Selenio 0,219 mg, Vit B12 50 mcg. Presentacio: 500 ml Laboratorio Colvet Distribuye Jose Montero. 0414 6687506/ 0263 4511154/ 0261 4150505 Instagram: @josegmonteroz / @ganaderiadelsol Twitter: jgmonteroz Email: [email protected] [email protected]
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El Huaso, parte 31: Flu
Lista de capítulos
Llegué a mi casa enfocado a juntar las cosas necesarias para acampar en la playa junto a mi pololo.
—¿Y a esta hora vienes llegando? —me preguntó mi papá con tono de reprobación al verme entrar a la casa.
—Si po, si les dije que me iba a quedar a dormir donde el Huaso —le respondí con naturalidad.
—¿Cómo estuvo el carrete? —me preguntó mi mamá, bajando un poco el tono a la severidad.
—Bueno… —respondí escuetamente—. Más tarde vamos a ir con los niños a acampar a la playa —les dije, como pidiéndoles permiso, pero mas bien estaba avisándoles.
—¿Y a quién le pediste permiso? —me preguntó serio mi papá.
—A ustedes, ahora —puse cara de gato con botas.
Mis papás accedieron a dejarme ir a acampar a la playa con “los niños”. Mi papá, que era el más reticente a dejarme ir, fue el que más me ayudó a reunir las cosas necesarias.
Pasé a buscar al Huaso a su casa, y sacamos las frazadas y almohadas de su cama (a escondidas de la señora Sonia), y partimos rumbo a Hornitos.
Llegamos a la playa, y estaba soleado, aunque corría un viento que daba frío. Eran cerca de las 5 de la tarde y ya habían un par de campistas por ser el inicio de la semana dieciochera. Nos pusimos a montar el campamento de inmediato (armamos la carpa e inflamos el colchón), y luego nos pusimos a pensar en qué hacer.
—Vamos a bañarnos —me decía el Huaso.
—¿Estay loco? Hace mucho frío.
—No hace tanto frío —me rebatía él—. Vamos, aprovechemos que aún hay sol.
—Bueno ya —accedí, de mala gana—. Pero si me da frío me abrazas —lo condicioné.
—Bueno —aceptó, pensándolo un poco.
Nos desvestimos y nos fuimos al agua, y apenas mis pies tocaron la arena húmeda pude sentir que estaba demasiado helada. El Huaso se metió como si nada, pero yo seguía en la orilla.
—¡Ya po, amor! —me gritó, aunque bajó la voz al decir la ultima palabra—, ¡apúrate!
Yo seguía de pie en la orilla de la playa, con el agua llegándome casi hasta las rodillas. El Huaso miró para todos lados, asegurándose que no había nadie mirando. El campamento más cercano estaba a unos cien metros de distancia, así que las probabilidades de que hubiera alguien mirándonos atentamente eran muy pocas.
El Huaso se acercó a mi y me dio un beso. Fue muy rápido, pero lo suficiente como para encender una llama en mí, no de calentura, sino de cariño. Sentir esa muestra de amor de parte de él, me dio la seguridad y valentía para poder aguantar las bajas temperaturas del agua.
Me tomó de la mano y yo caminé junto a él, adentrándonos más y más en el agua. Con cada ola que llegaba el agua me llegaba hasta más arriba, paralizándome casi por completo. Cuando el agua nos llegaba hasta el pecho, el Huaso se paró frente a mí, me tomó de las manos, y se sumergió bajo el agua. Yo me quedé ahí de pie sin saber que hacer, ya que no pensaba sumergirme aún.
Salió del agua, me soltó las manos y se corrió el pelo de la cara con las manos, para no tirarme agua sacudiéndose.
—¿Por qué no te sumergiste conmigo? —me preguntó sorprendido.
—Porque tengo frío —le respondí con la voz entrecortada.
—¿Mucho frio?
—Sí —le respondí, aún tiritando.
El Huaso miró hacia los lados, buscando gente que pudiera estar mirando. Al no encontrar a nadie, se acercó a mí.
—Y ahora, ¿sigues teniendo frío? —me preguntó abrazándome por la cintura.
—S-s-sí —tenía la voz entrecortada, aunque su abrazo me ayudaba a sobrellevarlo.
Mi pololo me tomó las piernas e hizo que las cruzara por detrás de su espalda. Me tenía soportado en sus brazos bajo el agua, y conmigo sujetado a él, comenzó a bajar de nivel, haciendo que el agua llegara más arriba de lo que había alcanzado hasta el momento.
—¿Está bien así? —me preguntó cuando el agua nos llegaba al cuello.
—Sí —le respondí con voz firme, aunque mi cuerpo aún temblaba.
—¿Quieres meter la cabeza? —me preguntó y yo me alejé un poco de él y lo miré a los ojos.
—¿Qué? —dije riéndome, por la mala elección de palabras.
—¡En el agua! —se explicó riendo conmigo—. ¿Quieres meter la cabeza en el agua? —yo seguía riéndome y no pude contestar—. ¿Eso es un si?, entonces tápate la nariz.
—¡No, no! —grité, tratando de zafarme.
—Ya, ya —me dijo tratando de tranquilizarme, abrazándome más fuerte, y levantándose hasta que el agua nos llegara al pecho nuevamente—, si era broma.
Me soltó y volvió a mirar alrededor, para asegurarse que aún nadie miraba. Me tomó de la mano y me acercó a el para besarme, y luego me soltó y volvió a sumergirse. Yo estaba temblando, con el viento congelando mi piel ya mojada por el agua, así que decidí sumergirme completamente. Mi atrevimiento me duró solo un par de segundos y me volví a levantar rápidamente.
A partir de ahí tomé mas confianza y pude comenzar a disfrutar un poco más del agua (no tanto como el Huaso). Después de un rato jugando en el agua, nos salimos.
Nos secamos y nos pusimos un poleron abrigado, pero yo no pude entrar en calor.
—¿Estay bien? —me preguntó el Huaso, ya de noche mientras comíamos frente a la “fogata”.
—Sí —respondí, tratando de ocultar el hecho de que el cuerpo aún no se me abrigaba—, estoy bien, amor.
Mas tarde nos acostamos frente a frente en nuestro nidito de amor, y el Huaso me acarició el rostro, mirándome con enamoramiento.
—Te amo, ¿lo sabías? —me preguntó.
—Lo suponía… —le respondí haciéndome el tonto—. Yo también te amo.
Se acercó a besarme y bajó su mano desde mi cara, hacia mi hombro, mi brazo, y terminó posándola en mi cadera. Me acercó a él y me besó con más pasión, y yo le respondí sin ganas.
—¿Qué pasa? —me preguntó preocupado.
—Tengo frío. Mucho frío —respondí avergonado.
—¿Todavía? —me miró sorprendido, examinando mi rostro en la oscuridad buscando algún indicio de enfermedad.
—Sí…
—¿Tienes algo para tomar?
—Nada
—Durmamos entonces, quizás mañana amaneces mejor —me dijo, preocupado y me dio un beso de buenas noches—. Dése vuelta —me ordenó con amabilidad y yo le hice caso. Me volteé y él me abrazó, dándome todo su calor corporal. Me quedé dormido casi de inmediato.
A la mañana siguiente desperté sintiéndome peor. La garganta me dolía y tenía la nariz tapada. Eso sumado al calor infernal que había dentro de la carpa producto del sol que incluso a esas tempranas horas ya pegaba con fuerza.
El Huaso me preparó el desayuno, prendió un poco de carbón e hizo hervir la mini tetera que teníamos, mientras calentaba unos panes para ambos. Se sentó frente a mí, él fuera de la carpa y yo en la entrada de esta, sentado aún en el colchón.
—¿Cómo te sientes? —me preguntaba cada cierto rato.
—Masomenos —por dentro solo quería morir, pero tiendo a exagerar cuando me enfermo.
—Tomemos desayuno, esperamos un rato y de ahí nos vamos, ¿oka?
—Bueno —le respondí con una sonrisa, que me costó todas mis fuerzas.
Terminamos de comer y nos acostamos un rato en la carpa, con la “puerta” abierta, para no morir sofocados. Después de un rato nos volvimos a levantar y pusimos manos a la obra para desarmar el campamento. Yo invertí toda mi energía en la tarea de desarme, y por fortuna el Huaso andaba con su licencia, así que él se vino manejando hasta la ciudad. En condiciones normales yo soy muy reacio a pasarle el auto a alguien más para que lo maneje, pero en mi condición de convalescencia estuve mas que dispuesto a pasar la responsabilidad a alguien mas.
Me llevó hasta mi casa, me ayudó a bajar las cosas, y se quedó un rato conversando con mis papás.
—Nos vinimos temprano, porque se sentía mal, así que lo traje. Los demás se quedaron en la playa un rato más —le explicó él a mis padres.
—Gracias por traerlo sano y salvo —le decía mi madre—. Nos alegra saber que el Larry tiene un amigo como tu que se preocupa tanto por él.
—Para eso están los amigos, tia —respondió él con humildad.
—Por supuesto —concordó mi padre—. Nos habría gustado que pudieras ir con nosotros a San Pedro…
—A mi también me habría gustado ir con ustedes —intervino el Huaso, dándome una mirada reprobatoria—, pero no podía ir porque tenía que terminar un trabajo que no había hecho —agregó para no delatar mi mentira.
El Huaso se despidió de mis padres, y luego de mí, con un fuerte abrazo.
—Espero que lo hayas pasado bien, dentro de todo —me dijo al oído mientras me abrazaba.
—Sí —le respondí escuetamente al oído.
El Huaso se fue y me fui a acostar a mi cama. Mi mamá me dio todo tipo de remedios que se le pudieron ocurrir, pero ninguno funcionó.
Al día siguiente tuve que ir a trabajar, para recuperar los días que no pude ir porque estaba ocupado con la tesis. Llegué a la pega, casi arrastrándome del malestar general que sentía. A medio día apareció el Huaso, con una sonrisa de oreja a oreja para hacerme compañía.
—¡Sorpresa! —me dijo levantando las manos en señal de celebración—. ¿Cómo estas amor?
—Maaaal —respondí con exageración, tirándome al escritorio, sobre un montón de papeles y lápices.
—Amor, mira lo que te traje —me dijo sacando un termo de su mochila—. Ah no, espera, este no —dijo al abrirlo, pero lo volvió a cerrar y sacó otro termo, un poco mas grande—. Este sí. Te traje sopa de pollo. Te hará bien —despejó el escritorio y sacó un bowl de su mochila y virtió el contenido del termo.
—Gracias amor —le agradecí, tomando la cuchara que me estaba ofreciendo.
—La hice yo —agregó con una sonrisa de orgullo en la cara—. El otro termo es para que después a la tarde te tomes un té de algo —me dijo sacando de su mochila una caja con bolsitas de té, de distintos tipos, inseguro de cual me haría mejor para mi enfermedad.
El Huaso me fue a acompañar al trabajo todos los días, y todos los días me llevaba sopa de pollo y té para tomar. Al tercer día ya me sentía mucho mejor, gracias a sus cuidados especiales, ya que me permitía descansar en mi trabajo porque él atendía a los pocos clientes que llegaron.
El 18 de septiembre por fin volví a mi buen estado de salud de siempre, así que fuimos a las ramadas junto al Bryan, la Cata, el Victor y la Claudia. Nos pusimos a comer en una fonda, y la Claudia se motivó apenas escuchó la primera cueca (después de muchos temas de Américo).
—¿Bailemos? —le ofreció ella a mi pololo.
—¿Qué? —preguntó el confundido, mirándome a mí.
—Larry, ¿te lo puedo quitar un rato para una cueca? —me pidió permiso.
—Si, dale —accedí, sonriéndole a la Claudia (igual como le sonreí a la señora Sonia), y dándole una mirada severa a mi pololo para que no se sobrepasara.
—Y tu, ¿bailas conmigo? —me ofreció la Cata. No supe que responderle. Sabia bailar cueca, pero lo hacía mal, aparte todo me daba vergüenza, así que estuve a punto de rechazarla—, vamos —me dijo, tomándome de la mano y llevándome al frente sin que pudiera negarme.
Estuvimos bailando bastante rato. Con la Cata me pude relajar harto y desempolvar mis viejos pasos de cueca que ya hacía más de un lustro no usaba. Al rato aparecieron el Bryan con el Victor, bailando juntos como si no importara que un monton de homofóbicos conservadores vieran a dos hombres bailando juntos el baile patrio. En mi interior deseaba que la pareja de hombres bailando cueca ahí fuéramos el Huaso y yo, pero sabía que su paranoia (y un poco la mía, debo admitirlo) no lo permitiría, y eso me hacía envidiar un poco a mis amigos.
Después de un par de pies de cueca, con la Cata nos sentamos a descansar, mientras mirábamos a nuestros amigos bailando. Mi pololo se movía con tal gracia al ritmo de la música, como si hubiera sido criado bailando cueca (obviamente, así había sido, pero nunca habíamos hablado al respecto). Sus movimientos, tan sensuales y masculinos provocaron en mí sentimientos de admiración y excitación.
—¿Cómo están ustedes, Larry? —me preguntó la Cata.
—¿Nosotros?
—Si, ustedes. Tú y el Huaso —especificó ella.
—Bien, como siempre —le respondí escuetamente, haciéndome el tonto.
—Me alegro por ustedes. De verdad —me dijo ella, mirándome a los ojos y con una sonrisa en su rostro—. Me alegro que hayan podido superar lo de la tesis.
—Ah si —dije entendiendo a qué se refería—. Igual nos costó un poco… tu cachay como es el Huaso po.
—Si, es medio terco —se rió—. Debes tener una paciencia infinita.
—Si supieras… —me reí yo también.
—Lo peor de todo es que se podrían haber evitado todo el drama si no fuera por la Claudia —me dijo mirando hacia el piso.
—Sí, pero ya me dijo que fue un error y que se equivocó —comenté haciéndome el weon.
—Cierto —dijo ella arqueando las cejas, pensando quizás que no la estaba mirando.
—Oye ¿y tu? —le pregunté cambiando de tema después de unos segundos de silencio, aunque aún con ese gesto en la mente—, ¿Qué onda con el Bryan?
—El Bryan… —repitió con una sonrisa en la cara—. Es un niño el Bryan.
—¿Si? Yo lo veo bien grande —le comenté intentando que se explayara.
—¿Y el Huaso sabe que andas viendo “bien grande” al Bryan? —me preguntó ella en doble sentido, riéndose.
—¡No me refería a eso! —dije riéndome—. ¡No pongas tus pensamientos pecaminosos en mis palabras!
—¡Ay! Me los imaginé —dijo tapándose los ojos y sonrojándose.
—Ya, suficiente —le advertí, aun riéndome—. Ya, en serio, dime ¿estas saliendo con alguien?
—Quizas… —respondió misteriosa ella.
—¿Pero no es el Bryan? —inquirí.
—No —dijo por fin poniéndose seria—. Con el Bryan nos dimos cuenta que era mejor seguir como amigos. Yo a él lo veo como un hermano, y estoy segura que él también me ve de la misma manera.
Nos quedamos un rato en silencio mirando como el resto bailaba. El Huaso seguía acaparando miradas por su talento en el baile, mientras el Bryan y el Victor las acaparaban por su falta de coordinación que compensaban con esfuerzo y humor. Al rato ellos volvieron a sentarse junto a nosotros, y más tarde, el Huaso con la Claudia se nos unieron.
Terminamos de tomarnos los terremotos y salimos a recorrer las ramadas. Nos subimos al zamba del “divertilandia”, y el Victor con la Claudia quedaron sentados en el medio del juego por no afirmarse bien.
Ya al terminar la noche nos dirigimos a tomar la locomoción. Embarcamos a la Cata y al Victor que debían tomar transporte, y el resto nos fuimos caminando. Me fui con el Huaso a su casa, y al llegar nos encontramos con la señora Sonia.
—Parece que voy a tener que cobrarle mensualidad a usted también —comentó con su habitual sonrisa.
—No se preocupe si casi ni duermo acá —le respondí haciéndome el amable también.
—¿Ah no? ¿Y qué viene a hacer siempre acá en las noches entonces? —me preguntó con rostro triunfal, como si acabra de obtener la respuesta que llevaba años buscando.
—No lo pesque señora Sonia, está un poco curado —intervino el Huaso, intentando ocultar su nerviosismo.
—Bueno usted sabrá que no puedo permitir que traiga borrachos a mi casa —se puso seria.
—No estoy borracho —dije ofendido. Ni siquiera se me trababa la lengua.
—Larry ándate a la pieza —me dijo mi pololo, serio—. Lo que pasa es que lo traje para darle un vaso con agua porque se sentía mal —continuó dirigiéndose a su hospedera—. Comió muchas cosas ahí en las ramadas, usted sabe…
No pude terminar de escuchar la conversación, ya que ingresé a la pieza del Huaso y cerré la puerta. Al rato el Huaso entró a la pieza con una mano en la frente.
—¿Cómo se te ocurre decirle esa wea? —me preguntó enojado, apenas cerró la puerta tras él.
—Perdona, no fue mi intención —me sentía mal por dejarlo expuesto.
—¿No vei que la vieja ya sospecha de nosotros? Ahora con lo que le dijiste prácticamente lo confirmaste —se paseaba a lo largo de la habitación, tapándose la cara con las manos.
—Ya, ¿pero qué tiene? —le pregunté sin entender tanto alboroto.
—¡Que me puede echar po! —me dijo enojado—. ¡Y le puede contar a mis viejos!
—¿Cómo le va a contar a tus viejos? —le pregunté incrédulo.
—¡Porque tiene su número en caso de emergencias po!
—¿No crees que estas exagerando? —le pregunté un poco molesto por su sobre reacción—. Y en caso de que te eche, ¿cual es el problema? ¿te complica tanto dejar de vivir en la casa de una vieja homofóbica?
—Tu no entiendes nada… —me dijo, respirando profundo.
—¡Explícame entonces! —le pedí.
El Huaso se acercó a la puerta de la pieza y la abrió de par en par.
—¡Qué bueno que ya te sientes mejor, Larry! —dijo en un volumen mas fuerte del necesario— ¡Nos vemos, cuídate!
Tuve una mezcla de emociones dentro de mí peleando por salir. Entre la pena y la rabia, mantuve mi orgullo, me acerqué al Huaso y le dije mirándolo a los ojos:
—Ni siquiera me diste un vaso de agua, aweonao —y salí de su habitación.
Salí de la casa y cerré la reja de la calle, y recién ahí, cuando comencé a caminar por las calles sin rumbo, dejé que las lágrimas cayeran como ríos por mis mejillas.
Siguiente Capítulo: El Escritorio
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#NowPlaying Convalescencia En Valencia by Bersuit Vergarabat
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convalescencia
mi sueño es un mar espeso del que no puedo salir - y el teléfono suena - lo escucho pero mis manos están atrapadas y no pueden contestar - mis sentidos escuchan pero mi mente está atrapada - la luz lechosa de la lámpara me ciega - mi sueño profundo es un mar espeso - la fiebre me ha dejado atrapado en este mar de sueños.
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Sofía cuidando a Papá #laenfermera #convalescencia
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