#capitán ahab
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O prometido é débeda. Aí as miñas fotos de expedicionario Franklin (ou de capitán Ahab, como me dixeron tamén, ou de pseudo Corto Maltés menos guapo)
Bonus* o anteollo de preto (e de fondo, difuminado para protexer a súa identidade, o meu rapás)
#my bf lowkey looks like ed little from the terror#the terror amc#disfrace#entroido#este ano foi chulirmo#a pipa levábaa el e a xente pola rúa e mailos coworkers dicíanlle que ía de sherlock holmes#que non#capitán ahab#ye damned whale#berro mentres axito o puño forte#a el tamén o chamaron capitán Haddock#se o chego a saber cóllome o xersei azul#e así xa teño para o ano que ven disfrace#btw a lata é un easter egg#porque os expedicionarios franklin morreron intoxicados polo chumbo das latas de comida que levaban#que eran defectuosas e estaban cheas de chumbo#the terror vibes#the terror
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¡Zarpa hacia la aventura con Moby Dick! ⚓
Este verano, sumérgete en las profundidades del océano con la edición especial de Moby Dick para pequeños lectores. Acompaña al capitán Ahab en su obsesiva búsqueda de la legendaria ballena blanca, en una historia llena de emoción, valor y la fuerza indomable de la naturaleza.
Esta adaptación, con textos e ilustraciones cautivadoras, acerca a los más jóvenes la obra maestra de Herman Melville, considerada la mayor aventura marítima jamás escrita.
¿Por qué elegir este libro?
Adaptación perfecta: Lenguaje sencillo y comprensible, sin perder la esencia de la historia original.
Ilustraciones vibrantes: Imágenes llenas de color que dan vida a los personajes y escenarios.
Valores y enseñanzas: Fomenta la curiosidad, el respeto por la naturaleza y la importancia de la perseverancia.
Ideal para el verano: Una lectura apasionante para disfrutar en la playa, la piscina o bajo la sombra de un árbol.
¡No pierdas la oportunidad de vivir esta increíble aventura!
Encuentra Moby Dick y muchos otros libros infantiles y juveniles en Librería Ofican. ¡Tenemos todo lo que necesitas para un verano lleno de lectura y diversión!
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#LosNiñosPrimero
#ElEscenarioDelMundo
🎭 Teatro Familiar: “MOBY DICK” 🌊🐋🙌✨
✍️ Autor: Herman Melville (Estados Unidos)
📝 Versión: Els Vandell
⌛️ Duración: 60 minutos
🗯 Argumento: ¿Qué pasa cuando invertimos la narrativa y le otorgamos voz a la majestuosa ballena blanca Moby Dick? ¿Te lo imaginas? Moby Dick realmente existió, fue vista por primera vez desde la isla Mocha en el sur de Chile, por lo que sus habitantes le dieron el nombre de Mocha.El mar trae corrientes de cambio y nuevas aventuras. ¿Qué tendría que hacer una joven mujer para cumplir su sueño de conocer a la famosa ballena blanca que aterra al mundo entero? Únete a nuestra divertida y sorprendente tripulación para embarcarnos en la nave del capitán Ahab, cuyo único fin es vengarse de Moby Dick.
¿Lograrán el mar, la ballena blanca, y la joven mujer cambiar la historia?. Desde el teatro, exploraremos una nueva visión para nuestro planeta y sus mares, transformando el lenguaje en una experiencia divertida y cautivadora que atrapará la imaginación de niños, niñas y sus familias. El clásico de Herman Melville llega al teatro para sumergirnos en una nueva aventura que nos hará reír y reflexionar sobre la visión de nuestro planeta. Una historia contada desde el alma del mar dirigida para toda la familia. 👥 Elenco: Grapa Paola, Rodrigo Sánchez Patiño, Roxana Rodríguez, Renato Rueda, Anneliese Fiedler, Emilram Cossío y Sergio Urrutia
📢 Dirección: Els Vandell
© Producción: La Plaza Joven
🔎 Auspicio: KFC, Pizza Hut, CARVIMSA y BCP.
📌 ESTRENO: Sábado 20 de Abril
📆 Funciones: Sábados y Domingos
🕟 4:00pm.
🎯 Temporada: Hasta el 05 de Mayo
🏪Teatro La Plaza (Malecón de la Reserva 610, interior 211 del C.C. Larcomar – Miraflores)
🎯 Entradas:
🎫 Adultos: S/.40
🎟 Jubilados y Niños: S/.34
🖱 Reservas: http://bit.ly/MobyDick2024
👀 A tener en cuenta: Obra apta para mayores de seis años (6+)
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Ismael es el narrador de esta historia, un joven marino que decide embarcarse en el ballenero Pequod, donde conoce al temperamental capitán Ahab, quien explica claramente a su tripulación el verdadero objetivo de su travesía: cazar a Moby Dick, un cachalote gigante que años atrás le había destruido una pierna. Para muchos, la novela es una alegoría del afán de venganza del capitán Ahab, quien arrastra y contagia en su obsesión a todos los tripulantes. Asimismo, como la obsesión del capitán termina siendo la de toda la tripulación (motivada, quizás, por la promesa de recompensa que Ahab les había hecho), Moby Dick de Herman Melville puede leerse también como una alegoría de la humanidad que, en sus diferencias, se une, pero no para trabajar por un mejor destino común, sino para dirigirse a su propia destrucción, movidos por el sentimiento común de odio y venganza.#mobydick de #hermanmelville 🍃🍃🪴🪴🪴🐈🐈🐈🐈🪴🪴🪴🪴🐈⬛🐈⬛🐈⬛🐈⬛🍃🍃🍃🍃 ENVÍOS Y FORMA DE ENTREGA 📦🚇🐈🪴 Te invitamos a visitar nuestra tienda en línea https://linktr.ee/Loslibrosdepolifema Entregas personales todos los martes, miércoles y sábados en estación revolución línea 2 del STCM #escritores #lecturas #megustaleer #escritor #bookstagram #libreria #instalibros #librosymaslibros #poema #librosjuveniles #instabooks #lecturasrecomendadas #librosenventa (en Mexico City, Mexico) https://www.instagram.com/p/CoyCW3NOKEA/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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Reseña: A la caza de la ballena. Martín Pomter
A la caza de la ballena. Lecturas de Moby Dick.
Martín Pomter
I.
Cada lectura es un mundo, seguramente.
Mi primera vivencia de "Moby Dick", la ballena, se dio a través de las estampas de una curiosa adaptación gráfica: se trataba de figuritas que, una vez cortadas de la planchuela troquelada en la que venían, debían pegarse secuencialmente al relato (cruelmente abreviado, como era de esperar) de la trágica historia del Pequod. Estas imágenes me atraían de una manera casi obsesiva, recuerdo, al punto de que frecuentemente sus detalles se me aparecían como el fantasma de alguno de mis sueños. ¿Cómo llegaron estas estampas a mis manos? No tengo memoria de ello. Igualmente, ¿cómo es que se fueron?… ¿las perdí, por casualidad? Y, si así fue, ¿cuándo, exactamente? Tampoco puedo recordarlo. Pero en algún momento dejé de tener conmigo este pequeño libro-álbum con la historia adaptada en figuritas. Los dibujos aquellos vinieron y, del mismo modo, luego se fueron, dejando una impresión enérgica e indeleble en mí…
…Porque no mentiría si dijera que estos dibujos a color fueron, si acaso, una motivación evocada —años más tarde— de camino hacia el sudeste asiático, embarcado en un viaje transoceánico que me llevó hacia otras aventuras, no menos fantásticas y terribles. Se ve que la idea del mar, así como la idea del misterio indomable del mar, se quedaron conmigo desde esa lectura infantil. No sé qué era lo que esperaba o buscaba, y de seguro emprendí aquel viaje por infinidad de razones. Pero sí sé que mi primer encuentro con esta trágica historia no fue inocente, ya que de seguro signó mi imaginario y mi sed de aventuras.
Durante la travesía fue algo decepcionante que ni una sola ballena de ningún tipo se cruzara con nosotros en nuestro camino a Indonesia, debo decir. Conjeturé batallas a muerte —eso sí— en las profundidades debajo de nosotros: los cachalotes de leyenda combatían para mí con monstruos abisales, en duelos sin fin. En la medida en la que la realidad de los cetáceos me eludía certeramente, supongo que la fantasía de la ballena calaba aún más hondo en mi mente.
No pude alejarme de "Moby Dick" por mucho, de todos modos. Entre las ricas experiencias de esos tiempos, entre las alocadas vivencias que caracterizaron mi estadía en tierras lejanas, el territorio de la ballena blanca no se encontraba lejos.
II.
Luego de aquellas lecturas infantiles, la imagen de la otra ballena, la cinematográfica — igualmente irreal, aunque menos inverosímil gracias a la suspensión del descreimiento un tanto más cómoda de la pantalla—, en efecto me llegó poco después del vasto océano, durante una tarde de lluvia en la que, hastiado de hachís y aburrimiento, me metí a una vieja y algo sórdida sala de cine en los suburbios de Yakarta. Si creyera en el azar, diría que el azar me llevó allí; prefiero pensar que la casualidad no existe, que estaba yo predestinado a sentarme en una de esas desvencijadas butacas de cuero bordó, a encender uno de esos cigarritos franceses que fumaba entonces, a apoltronarme ahí mismo colmado de ocio y de tedio, para presenciar la proyección de la película de John Huston doblada al malayo (lengua en la cual no hablaba yo ni una palabra).
En verdad, todavía no había llegado a conocer la historia completa; tiempo después habría de saber que el film no era tan —digamos— infiel a la novela que lo inspiró, a pesar de las inconmensurables distancias entre ambos medios. Podía establecer entonces, sin embargo, que sí había una incongruencia entre este Capitán Ahab y el de mi memoria visual, el que me habían legado las estampas troqueladas. Aun a pesar de que nunca había leído el libro hasta ese momento, y aun cuando el film poseía para mí una innegable resonancia shakesperiana de dramática belleza, quizás yo ya intuía que el cine no podía jamás hacerle justicia a literatura tan compleja. (Al otro lado de mi vida futura, así como al otro lado del mundo, iría a encontrarme con las palabras del director, que llamaba tanto a su obra como a la de Melville una "blasfemia". Si consideramos mi fascinación, podríamos afirmar que yo ya era un creyente en los demonios que asolan el espíritu del hombre.) En cualquier caso, el pathos mismo del relato, aunado además a esa suerte de naturalismo pictórico de las escenas en pantalla, ciertamente me impresionaron. Posiblemente fue esta fuerte impresión —un juego de mi subconsciente, imagino— y, claro está, el alterado estado de mi percepción, lo que me transportó a una suerte de instante místico. Supongo que, como éramos varios los fumadores, el humo de tabaco que poblaba el recinto no ayudaba para nada. O que quizás ayudaba por demás. Sea como sea, la suma de tantos factores tan intensos había sido demasiado para mí.
Más mareado de lo que estaba al entrar, abandoné la sala y vomité en uno de los callejones cercanos. Poco después dejaría aquellas islas en las que cualquier semblanza de "Moby Dick" seguía escapándose de mí, para pasarme un año y medio en el Mekong, en donde sólo encontré grupos de delfines beluga de río, pero —claro— nunca una ballena.
III.
Muchísimo más tarde, cuando tenía ya unos treinta años, iba camino a una reunión con una amiga escritora que vivía en New York, cuando la equivocación al doblar una esquina hizo que terminara en una pequeña galería del SoHo, que en esos días montaba una pequeña muestra nada menos que sobre el tema de la novela de Melville. Allí vi por primera vez unas ilustraciones del argentino Leopoldo Durañona, una veintena de planchas en formato comic. Era mi primer encuentro con "Moby Dick" en blanco y negro, y confieso que no me causó tanta impresión frente al recuerdo de mis otras ballenas. (A esas alturas, estos dibujos ya tenían unas décadas de viajes propios, me contaron, y supe algunos años después que Enrique Breccia terminó el trabajo de Durañona, quizás con una maestría de estilo bastante más contundente.) Pero fue lo que vi en una de las paredes de la exhibición lo que marcó el despertar de mi viejo interés por la ballena imaginada: colgados allí, se encontraban varios de los grabados originales con los que Rockwell Kent urdió, convocándolo del modo más vigoroso y potente, el leviatán de Herman Melville. Todo con lo que yo había fantaseado, todas las imágenes que —dormidas, aletargadas— sin duda me habitaban todavía, habían sido indudablemente evocadas —y opacadas, al mismo tiempo— por estas ilustraciones tan poderosas. Salí de la galería alucinado.
En el curso de la semana siguiente, ya había conseguido mi copia original de la edición de 1930 del libro de Melville ilustrado por Kent. Podríamos afirmar que venía leyendo Moby Dick por años, aunque sin leerla, pero había tenido que esperar casi dos décadas desde mi primera ballena para encontrarme con el libro en cuestión. Ésta, curiosamente, era mi primera llegada a la novela en sí, al hipotexto completo en su original en inglés. Tener este volumen en mis manos fue leerlo inmediata y febrilmente en un par de noches de insomnio.
Desde entonces, nunca dejé que la novela descansara. La novela, a su vez, nunca dejó que tampoco descansara yo.
IV.
Estaba viviendo en Buenos Aires en el 2005 cuando el Malba presentó parte de la Serie "Moby Dick" del artista Frank Stella. Entre aquel lejano encuentro con la película de Huston, y mi descubrimiento de la relación de mágico embeleso que Stella ha sostenido siempre con la obra de Melville, ya había visto yo incontables encuentros de este libro con las artes. Pero la serie artística que el Museo ahora exhibía tuvo en mí un efecto similar al que, años antes, había tenido conocer la interpretación personal que de la obra había hecho Rockwell Kent: frente a la ballena cinematográfica, mi cabeza estalló en mil millones de pequeñas esquirlas; en esta oportunidad mi mente implosionó, por así decirlo, en una anagnórisis de millones de nuevas reflexiones. No podía creer que la interpretación personal pudiese recorrer este tipo de grandes distancias; la remake que Stella había realizado (porque eso era: una verdadera remake del original, aunque en otro lenguaje) era fresca, era inspiradora. Venía, no obstante, a reafirmar las mismas concepciones, a conjurar las mismas viejas nociones, que yo encontraba en la novela. Me acordé, riéndome para mí mismo, de la idea de Huston sobre la blasfemia; volví a estar en aquella sala de cine en Yakarta; me sentí intoxicado nuevamente, mareado de humo y de placer.
Con estas nuevas imágenes de “Moby Dick” volví —una vez más, como tantas veces antes— al texto de la novela. Fijé en mi mente la visión de una de las obras de Stella en particular (un grabado que recuerdo se llamaba “Jonah Historically Regarded”) y, una vez en casa, abrí mi copia del libro. Era el Capítulo 111, y esto es lo que decía allí:
“There is, one knows not what sweet mystery about this sea, whose gently awful stirrings seem to speak of some hidden soul beneath” (algo así como: “No se sabe qué dulce misterio hay en este mar, cuyos movimientos suaves y espantosos parecen hablar de algún alma que se esconde bajo la superficie”).
V.
La relectura tal vez sea una forma de homenaje, no lo sé. Tal vez sólo sea otra forma de la afinidad. Yo la practico cada vez que puedo, en especial con ciertos textos. Encuentro un placer infinito en la relectura de un libro que significó algo sólido y verdadero en mi experiencia de vida. Así, releer Moby Dick ha sido para mí uno de esos rituales que, cada dos o tres años, uno celebra como una costumbre, como una obligación, o si se quiere como una re-afiliación amistosa con alguien, o algo, a quien nunca conocimos personalmente, pero que sabemos tan cercano. Una afirmación ritualista de, digamos, nuestra identidad construida en el tiempo. O bien revisito la novela en su totalidad, o bien sólo releo algunos pasajes y partes fragmentarias —a veces dejando que el libro se abra con la disposición caprichosa del azar; otras veces eligiendo un pasaje con una finalidad específica especial, tomando la novela con la misma oracular disposición con la que uno consulta el I Ching—.
Es un alivio saber que la historia de esta lectura no ha concluido. Por caso, mis amigos traductores y yo reanudamos a menudo nuestra convicción común en el viejo dicho que reza “traduttore, traditore”: todavía, después de tantos años, aún discutimos no sin cierto fervor nerd cómo trasladar al castellano la famosa línea —tan íntima, tan peculiar—, que sigue diciéndome (a mí, a mí solo) “Call me Ishmael”.
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Martín Pomter
https://www.instagram.com/martin.pomter/
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El viejo y el mar, Ernest Hemingway
El viejo y el Mar, que Ernest Hemingway publicó en 1952, es la calma y la tempestad. Para los que buscan alejarse del ruido de la ciudad, aislarse, leer acerca de la soledad, la amistad, el arrepentimiento, sumergirse en lo profundo de un libro que plasma la sencillez de una adversidad que enriquece, esta es la lectura perfecta.
Insisto: la experiencia es inolvidable.
Después de una mala racha de pesca, un experimentado pescador se adentra en el mar. Su respeto infinito por la naturaleza y las criaturas con las que se enfrenta y entabla una relación mimética hicieron de este libro uno de mis favoritos; la personalidad serena y humilde de Santiago, el viejo, gana enseguida la simpatía del que lee, y sus razonamientos frente a posibles frustraciones resultan admirables, algo a lo que aspiro en el día a día. El mar es parte de este precioso personaje, es él, su amigo y su tormento; está en sus ojos y en su talante ¡Ojalá todos fuéramos como él!
Se ha comparado mucho esta obra con Moby Dick, de Herman Melville, por sus obvias similitudes: dos personajes que se adentran en el mar para combatir una criatura marina que los define de alguna forma. Sin embargo, ambos resultan radicalmente diferentes: Santiago parece imperturbable y sabio, mientras que el capitán Ahab es obsesivo y guarda el resentimiento que lo lleva a querer vengarse. Pronto estaré subiendo una reseña de este libro también, otra gran obra. A diferencia de esta, la que hoy recomiendo mantiene un lenguaje simple, omite información acerca de la profesión de los navegantes para centrarse en las vivencias del viejo, y pareciera describir escenarios más despejados, de horizonte y cielo interminables, que acentúan la soledad en que se halla sumido.
Este libro breve y sencillo -de oraciones cortas y narrativa tipo iceberg, que transmite al lector más de lo que se ve, característico de Hemingway- es como esos nubarrones luminosos y negros, y en una combinación exquisita entre lo diáfano y lo perturbador otorga sensaciones que no se pueden vivir más que leyéndolo.
Ventajas:
Es breve, sencillo e inolvidable
Deja una valiosísima enseñanza de forma imperceptible
Es inmersivo como pocos
Es sumamente accesible
Tiene su versión práctica Debolsillo
Cuestiones prácticas:
Título: El viejo y el mar
Autor: Ernest Hemingway
Fecha de publicación: Septiembre de 1952
Género: Novela
Idioma original: Inglés
Editorial recomendada: Círculo de lectores (Editorial Planeta)
Número de páginas: 159
Link para leer online: http://www.educando.edu.do/Userfiles/P0001/File/El%20viejo%20y%20el%20mar.pdf
#Novelas#Ernest#Hemingway#libro#leer#que-leer#autor#escritor#lectura#cita#quote#el viejo y el mar#mar#editorial#libreria#biblioteca#letras#literatura#siglo XX
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200 años Herman Melville #TalDíaComoHoy de 1819 nos dejaba #HermanMelville ✍️ Autor de Moby Dick 🐳 y su capitán Ahab #mobydick #capitanahab #captainahab #fernandovicente https://www.instagram.com/p/B0ncIrmCrWg/?igshid=19clnc7wbt5fa
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REFLEXIONES SOBRE EL CINE DE PIRATAS, CONTRABANDISTAS Y AVENTUREROS
En un mundo como el nuestro, de instintos encadenados, los "Hermanos de la Costa" adquieren un aspecto "surrealista", y si sus proezas resultan, a veces, indignantes, nunca dejan de ser portentosas.
El último párrafo de la "Advertencia" con que J. y F. Gall dan principio a su excelente estudio sobre El filibusterismo (1) nos sugiere una de las razones que pueden justificar la atracción indudable que, en estos tiempos —a cualquier altura de la vida, sea cual fuere el rumbo de nuestra existencia—, ejercen los piratas, bucaneros, filibusteros, tahúres, contrabandistas, impostores, vagabundos, conspiradores y demás aventureros más o menos anarquistas y tradicionalmente catalogados como villanos. Es muy probable que esta fascinación —que, partiendo de los justicieros proscritos como Robin Hood, El Zorro, Judex o Dick Turpin, descendía luego a lo largo de todo un escalafón de outlaws más o menos prestigiosos y legendarios, a menudo enmascarados, con frecuencia perseguidos o vilipendiados por aquellos mismos que ilegalmente defendían, hasta recaer incluso sobre algunos negreros, asesinos a sueldo, ratas de hotel, gángsters, "quinquis" o simples y oscuros rateros— tenga sus raíces en nuestras primeras lecturas infantiles y también en el hechizo que irradia todo lo misterioso, insólito, exótico, improbable o maravilloso por inalcanzable o irrepetible. No es raro encontrar niños con auténtica y profunda vocación de pirata, explorador, ballenero, buscador de tesoros o bandolero, y no resulta, pues, anormal que alguna huella de estas ensoñaciones quede indeleblemente grabada en su subconsciente, sobre todo cuando la vida cotidiana se hace rutinaria, ingrata, previsible, laboriosa e irremediablemente urbana.
Los Trópicos, los Mares del Sur, el Caribe, la península del Yucatán, la isla de la Tortuga, Maracaibo, Port-Royal, Porto Príncipe, el Cabo Hatteras, el de Hornos, el de Buena Esperanza, Casablanca, Orán, Basora, Bagdad, La Meca, Timbuktú, Madagascar, el Golfo de Bengala, Singapur, Java, Macao, Shanghai, Tahití, Alaska, San Juan de Capistrano, Veracruz, las Islas Encantadas, Hong Kong, el desierto de Gobi, el de Kalahari, el Sahara, Montenegro, Samoa, Haití, el Río Grande, el Amazonas, el Matto Grosso, el Volga, el Ganges, el Himalaya, etc., etc., constituyen el mapa imaginario de un universo mítico en el que reina la Aventura, un viejo y descolorido atlas que pudimos surcar a bordo de cien libros y películas, empujados —como el Buque Fantasma, como el Holandés Errante— por los vientos caprichosos que eternamente soplan en los Siete Mares de la Ficción. Buques zozobrados hace tiempo, que ahora flotan anclados al recuerdo, pero siempre dispuestos a desplegar de nuevo sus velas desgarradas y a enarbolar la negra enseña de los corsarios: el "Jolly Roger", las tibias cruzadas y la calavera. Patas de palo, garfios de abordaje, parches negros en el ojo tuerto, buitres y gaviotas, oscuras ensenadas, sangre y fuego...
Todos leímos de pequeños La isla del tesoro, 20.000 leguas de viaje submarino, Robinsón Crusoe, Los viajes de Gulliver, El lobo de mar, Alicia en el País de las Maravillas, Moby Dick, El Corsario Negro, Peter Pan, Las mil y una noches, Beau Geste, Rob Roy, La máquina del tiempo, Aventuras de A. Gordon Pym, El mundo perdido, El último de los mohicanos, Tarzán de los monos, Kim de la India, Huckleberry Finn, Los tres mosqueteros, El capitán Fracasa, Las aventuras de Arsenio Lupin, Rocambole, La Pimpinela Escarlata, Scaramouche, Cyrano de Bergerac, Dos años al pie del mástil, El Dr. Jekyll y Mr. Hyde, La flecha negra, El señor de Ballantry, Ivanhoe, Quentin Durward, El hombre invisible, La guerra de los mundos, Cinco semanas en globo, La vuelta al mundo en 80 días, Viaje al centro de la tierra, Los robinsones de los Mares del Sur, El libro de la jungla, La perla del Río Rojo, Los tigres de la Malasia, Yolanda, la hija del corsario, Honorata van Guld, Las aventuras de Tom Sawyer, Un yanqui en la corte del rey Arturo, y tantas otras novelas que nos hicieron conocer a Sherlock Holmes, el Dr. Watson y Moriarty, al padre Brown y Flambeau, a Lagardere y su hijo, a Ulises, a Elena de Troya, a Alí Babá y los cuarenta ladrones, al capitán Hornblower, a Guillermo Brown, a Gengis Khan y Marco Polo, personajes más o menos míticos a los que pronto se unirían —procedentes del cine, de los "tebeos", de la radio, de nuevos libros— Drake y Barbanegra, Drácula, Billy el Niño, Wyatt Earp, Jesse James, Búfalo Bill, el Dr. Frankenstein, el capitán Ahab, Sitting Bull, Gerónimo, Cochise, Caballo Loco, el general Custer, Svengali, Houdini, Don Quijote y Sancho, el comisario Maigret, Hércules Poirot, Juan Sin Tierra y Ricardo Corazón de León, Saladino, Atila, Jack el destripador, La Celestina, Don Juan Tenorio, el Lazarillo, el Buscón, el capitán Chimista, Pizarro, Nerón, Shanti Andía, Superman, Calígula, Cleopatra, Marco Antonio, Julio César, la pequeña Lulú, Diego Valor, Flash Gordon, Rip Kirby, Roberto Alcázar y Pedrín, Batman, Hamlet, Otelo, Romeo y Julieta, el capitán Trueno, Dillinger, Lord Jim, Fausto, Al Capone, Maquiavelo, Tirano Banderas, Jay Gatsby, Johnny Guitar, Shane, Espartaco, Fantomas, Lucky Luciano, Temple Drake, Sartoris, Monroe Starr, Sam Spade, Fu Manchú, Charlie Chan, Jonathan Wild, Philip Marlowe, Lew Archer, Abraham Lincoln, Catherine Barkley, Waldo Lydecker, Laura Manion, Norman Bates, Michel Poiccard, Pierrot le fou, Pike Bishop, el mayor Dundee, Nosferatu, King-Kong, Ethan Edwards, Gertrud, Lola-Lola, Antoine Doinel, Charles Foster Kane, el Barón de Arizona, Colorado Jim, la emperatriz Yang Kwai Fei o el Dr. Mabuse. Durante el largo trecho que separa la niñez de la adolescencia nos fue posible así el suplantar las "vidas imaginarias" o sublimadas de los más variopintos y exóticos personajes, y habitamos con ellos las más remotas épocas, parajes y latitudes. Llegamos, incluso, a conocer como la palma de la mano, guiados por la brújula de la fantasía, regiones oníricas o fabulosas como Yoknapatawpha County, Tombstone, Dodge City, Eldorado, Marienbad, Macondo, el Chicago de los años 30, el París de los americanos o el Mar de los Sargazos.
Ahora bien, remontándonos de nuevo a las fuentes que a la vez suscitaron y colmaron nuestra sed de ficciones y aventuras, resulta curioso observar que muy pocas personas sienten el deseo, una vez concluida esta etapa vital, de volver a leer aquellas novelas de viajes por el tiempo y el espacio, de héroes y rufianes, de traición y venganza, que tanto nos hicieron disfrutar. Se comete así una grave ingratitud y un tremendo error, pues no sólo se tiende a menospreciar aquello que tanto valoramos un día, sino que se priva uno del placer que estas novelas pueden proporcionar a cualquier edad. Es más, con frecuencia no sólo hemos olvidado aquellas románticas historias de "misterio, emoción e intriga" —consigna admirable y digna de André Bretón—, sino que, en realidad, nuestra falta de conocimientos y experiencia —cuando no traicioneras adaptaciones para niños— nos impidió muchas veces apreciar y comprender debidamente las peripecias y destinos que escritores curiosos —Maurice Leblanc, Salgari, Sabatini, Wren, Dana, E.R. Burroughs, Ponson du Terrail—, notables —Walter Scott, Swift, Barrie, Fenimore Cooper, Gautier—, excelentes —Verne, Defoe, Wells, Chesterton, Conan Doyle, Kipling, London— o geniales —Robert Louis Stevenson, Herman Melville, Mark Twain, Poe, Lewis Carroll— nos propusieron, tal vez con demasiado ingenio, sin duda con excesiva modestia. Novelas que en los últimos años han dejado de existir, como género, como forma de narrar, como espíritu; por eso, las raras excepciones —las de Gonzalo Suárez y Javier Marías, La ira de los justos de Raoul Walsh, La burla negra de José María Castroviejo, alguna de las de Ignacio Aldecoa— no han despertado otro eco que el de la desaprobación o el silencio, lo que sitúa a estos autores en la honrosa compañía de Víctor Hugo, Dumas, Ross Macdonald, James M. Cain, Raymond Chandler, Bret Harte, Joseph Conrad, Dashiell Hammett, J. Sheridan Le Fanu y tantos otros escritores de talento. Hace años que aconsejo a todo el mundo —y en especial a los cinéfilos— que relean, a ser posible en su versión original, La isla del tesoro, sin duda una de las más grandes creaciones de la lengua inglesa y una influencia capital en otros novelistas —Marcel Schwob, Jorge Luis Borges, Richard Hughes, John Meade Falkner— y en numerosas películas —como Moonfleet de Lang, The Night of the Hunter de Laughton, Viento en las velas de Mackendrick, Valor de ley y Círculo de fuego de Hathaway, por no abrumar con una nueva lista—; o Adventures of A. Gordon Pym, que influyó a Verne, a William Hope Hodgson (The Boats of the Glen Carrig), a Stevenson y a casi todos los escritores de ciencia-ficción, desde Wells hasta Bioy Casares, Bradbury o Cortázar.
Con las películas que tienen su origen —o alguna afinidad de espíritu y de estilo— en estas novelas, la injusticia es mayor, y más difícil de reparar, ya que los libros se conservan o se suelen poder encontrar y releer, y en cambio es muy difícil volver a ver Todos los hermanos eran valientes, El hidalgo de los mares, El pirata Barbanegra, Robinsón Crusoe (el de Buñuel, por supuesto), El secreto del pirata, Los piratas de Capri, El capitán Panamá, Garras de codicia, Rumbo a Java, La casa grande de Jamaica, El hijo de la furia, El temible burlón, El cisne negro, El prisionero de Zenda, La máscara de hierro, Piratas del mar Caribe, Los bucaneros, La casa de los siete halcones, Fuego verde, Tambores lejanos, Fuego escondido, El ladrón de Bagdad, El halcón y la flecha, La mansión de Sangaree, La odisea del capitán Steve, La mujer pirata, Cita en Honduras, Las cuatro plumas, Huida hacia el sol, Ave del Paraíso, El tesoro del Cóndor de Oro, El capitán Blood, Tanganica, Mara Maru, Safari, Zarak, El bandido de Zhobe, La nave de los condenados, El zorro de los océanos, Los vikingos, Los piratas del Mississippi, El signo del renegado, Harry Black y el tigre, Cuando ruge la marabunta, John Silver el Largo, Los tres mosqueteros, Scaramouche, Arenas de muerte, El capitán King, Viaje al centro de la Tierra, El malvado Zaroff, El mundo en sus manos, Los gavilanes del Estrecho, Tres lanceros bengalíes, La jungla en armas, Calcuta, La carga de la brigada ligera, El crepúsculo de los dioses, Rebelión a bordo, El signo del Zorro, Jívaro, La venganza del bergantín, Norte salvaje, Las minas del rey Salomón, Mogambo, El caballero del Mississippi, Astucias de mujer, Revuelta en Haití, San Francisco Story, La legión del desierto, El espadachín, La isla de los corsarios, La reina de Cobra, Orgullo de raza, La sirena de las aguas verdes, La fuga de Tarzán, Martín el gaucho, Gentleman Jim, Maracaibo, El amo del mundo, a merced de la iniciativa —improbable, ya que no tendrían demasiado éxito ni serían consideradas de suficiente "mérito artístico"— de reponerlas de un distribuidor o del azar de los lotes y las programaciones de televisión. De hecho, los únicos films recientes que tienen algo que ver con el género aventurero —todas aquellas películas de aventuras que no constituyen un género en sí, como el western: jungla, piratas, bandoleros exóticos, candidatos posibles a la Historia Universal de la Infamia de Borges, o a las Vidas imaginarias de Schwob— han sido notables fracasos comerciales y críticos: Viento en las velas, El aventurero, Aoom, Al Diablo, con amor, La loba y la paloma, El último safari, Arma de dos filos, Judex. Circunstancia que no tiene nada de nuevo —la obra maestra del género y de su autor, el Moonfleet de Fritz Lang, sigue sin estrenar en España y va a cumplir los veinte años—, pero sí de grave, en unos tiempos como los que corren, en los que lo que más falta le haría al grueso del cine son precisamente dos de las virtudes descollantes del cine aventurero: la pasión y la fantasía. Es decir, la audacia rigurosa que requiere narrar con claridad y brío las más descabelladas, sorprendentes y portentosas tabulaciones que cabe imaginar (ya que este género, o agregado de subgéneros heteróclitos más bien, es mucho menos "realista" y tiene mucho menos "fundamento histórico" que, por ejemplo, el western o el cine negro).
Pero ya es tiempo, una vez evocado el mundo que sugieren y recrean en vivos y llamativos colores y en tenebrosos y retorcidos relatos este tipo de cine y sus antecedentes literarios, de aclarar que el propósito que guía estas páginas no es el de reavivar nostálgicos recuerdos infantiles o adolescentes, sino intentar reivindicar un espíritu de creación artesanal cinematográfica que encarna muy explícitamente —descaradamente, incluso— una serie de valores y actitudes que, personalmente, echo en falta en la gran mayoría de las películas actuales, sobre todo en las procedentes del país que en más alto grado llegó a poseerlas y dominarlas —Estados Unidos, claro está—, y que pienso que no convendría olvidar ni perder ni, mucho menos, rechazar y despreciar. Creo que los admiradores de Nicholas Musuraca, Robert Planck y Edward Cronjager; los que hayan visto Amazonas negras de Don Weis; los que sientan cierta debilidad por Jane Greer, Jean Peters, Debra Paget, Gene Tierney, Linda Darnell, Rhonda Fleming o Eleanor Parker; los que sólo por el título lamenten no haber visto nunca South of Pago Pago de Alfred E. Green; los que quisieran conocer mejor la obra de directores como Edward Ludwig, William A. Witney, Edgar G. Ulmer, Jacques Tourneur, Allan Dwan, Henry King, John English, Lewis R. Foster e incluso Joseph Inman Kane; los que consideren más apasionante una novela como Los tres impostores de Arthur Machen que cualquier debate estructuralista sobre la diegesis fílmica, comprenderán ya, sin duda, a qué me refiero y qué elementos son los que considero especialmente admirables en el cine de piratas, contrabandistas, prófugos de la justicia y genios del mal más o menos megalómanos.
SOBRE EL ARTE DE NARRAR
Los relatos de los marinos tienen una inmediata simplicidad; todo su significado cabría dentro de la cáscara de una nuez. Pero Marlow no era típico (si se exceptúa su propensión a tejer narraciones), y para él el sentido de un episodio no estaba en el interior, como una almendra, sino fuera, envolviendo el relato que lo hacía resaltar sólo como un arrebol destaca la neblina, a semejanza de uno de esos halos vaporosos que la iluminación espectral del rayo de luna hace visibles.
Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas.
La primera razón que puede explicar la escasa consideración que, a lo sumo, reciben estas películas, típicamente "menores", radica precisamente en su argumento, que suele considerarse pueril, ingenuo e inverosímil, desvinculado de la "realidad contemporánea" o de los "problemas trascendentales". En efecto, uno de los rasgos característicos de estas películas es, precisamente, su modestia, su falta de pretensiones, su rechazo de la pedantería. No se proponen testificar sobre el estado del mundo moderno, ni sobre las condiciones de vida de los limpiabotas italianos; su objetivo es mucho más modesto: procuran distraer, entretener, divertir, emocionar, intrigar y sorprender al espectador; en el fondo, disparar y liberar su fantasía, proyectarla a través del tiempo y del espacio, e incluso de las apariencias y la lógica; proponer nuevos mitos y revitalizar los ya existentes —tarea tan importante como la de desmitificar ciertas cosas, que no todas ni por principio—; y da lo mismo que estos artífices estén impulsados por el mero afán de hacer bien su trabajo o que se dejen llevar por el puro placer de narrar, o de dar forma a un relato, o de insuflar vida a unos personajes pintorescos, arquetípicos o excepcionales. El caso es que resulta mucho más difícil tejer una trama cuya coherencia no puede contrastarse con la realidad inmediata ni con los hechos históricos —es decir, una trama como la de Moonfleet de Lang, la de El hijo de la furia de John Cromwell, o la de El cisne negro de Henry King— que la de Umberto D, Ladrón de bicicletas o El caso Mattei. Que es mucho más compleja la dramaturgia de Scaramouche que la de Hiroshima mon amour, que la estructura rítmica de Los gavilanes del Estrecho es mucho más musical que la de Senso, que El temible burlón es mucho más inventiva que Las margaritas, y que el grado de elaboración plástica y sonora de cualquier película de Jacques Tourneur supera con mucho el de Fellini o Antonioni.
Además, como observó precisamente Joseph Conrad, el sentido de las mejores películas de este género no se encuentra en la peripecia dramática que relatan, sino que se puede percibir en filigrana, en la periferia de la acción, y así resulta que entre las películas que mejor han analizado el complejo mundo de la infancia —sin detenerse, además, en concepciones idealistas de la "inocencia" o la "pureza" de los niños— se cuentan varias adscribibles a este género, concretamente Moonfleet, The Night of the Hunter y las obras maestras de Alexander Mackendrick, Viento en las velas y Sammy, huida hacia el Sur, que no son películas "sobre la infancia" ni sobre "la visión del niño", pero que —a veces adoptando su punto de vista, como en el film de Lang— consiguen comunicarnos muy penetrantemente dicha visión del mundo, casi siempre a través de las aventuras o los viajes en que el niño se ve embarcado, o a través de sus relaciones con un hombre maduro que —como el John Silver de La isla del tesoro— representa al mismo tiempo el "ogro" y al padre ausente o fallecido, logrando así una ambivalencia que impide cualquier acercamiento convencional y sensiblero, como suele ocurrir con los verdaderos padres (el de Ladrón de bicicletas, por ejemplo) o con personajes menos ambiguos moralmente, más "inmaculados" o "angelicales" (como el Alan Ladd de Raíces profundas). Por eso, los personajes interpretados, respectivamente, por Stewart Granger, Robert Mitchum, Anthony Quinn y Edward G. Robinson —contrabandistas, falsos predicadores asesinos, piratas— confieren a las películas mencionadas una riqueza moral y una amplitud de perspectiva que en otros géneros, más codificados desde un punto de vista ético —a pesar de los recientes logros en este sentido que suponen Valor de ley y Círculo de fuego, de Hathaway , dentro del "western"—, serían inconcebibles o resultarían muy artificiales. Porque hay que destacar que este género ha sido el único —junto a las diversas variantes del policiaco— en que la figura dominante y más atractiva ha sido casi siempre un antihéroe.
Por otra parte, la misma "irrealidad" del género ha hecho posible que la narrativa de estas películas pueda prescindir de las inútiles escenas "explicativas" que entorpecen la marcha de casi todas las películas "realistas"; ha permitido llevar hasta sus últimas consecuencias las arbitrarias o inverosímiles premisas iniciales; ha consentido el empleo de todo tipo de metáforas sin que ello suponga una solución de continuidad; ha facilitado la violación de las convenciones morales —el castigo que debe recibir el criminal, por ejemplo—, comerciales —el obligatorio "happy end", negado enérgicamente por Moonfleet, Viento en las velas, The Night of the Hunter— y dramáticas que han oprimido al cine de serie durante los años 30, 40 y 50.
INVESTIGACIÓN FORMAL
Aunque sólo ocasionalmente hayan contribuido a este género directores de verdadera magnitud —Fritz Lang, Jacques Tourneur, Douglas Sirk, Raoul Walsh, Rouben Mamoulian, Ernest B. Schoedsack— y hayan sido, por lo general, películas de bajo presupuesto realizadas a toda velocidad por eficientes artesanos de la R.K.O., la Warner, la Fox, la Universal o la Republic —Curtiz, Ludwig, Witney, Maté, Pevney, Marton, etc.—, es frecuente que encontremos dentro de este tipo de cine obras formalmente muy cuidadas, con un uso matizado y pictórico del color, con iluminación de raíz expresionista, que prestan gran atención al decorado y al vestuario, que saben servirse expresivamente tanto de los escenarios naturales —el mar, la vegetación exuberante de los trópicos, los promontorios rocosos— como de las maquetas y las transparencias. Es un cine que tiende a las dimensiones "bigger than life" (2), que aspira a lograr un aliento épico, que permite improvisar a merced de los elementos meteorológicos (3), y no es por ello extraño que, los grandes estilistas —incluso Minnelli ha incidido en el género, a partir del musical, con El pirata, 1947—se hayan sentido atraídos por este tipo de películas, ni que los pequeños artífices cultos de la serie B hayan recogido estas aportaciones de los maestros y las hayan convertido en ingredientes fijos del género. Incluso algunos directores que, en ocasiones, pecan de solemnidad y de vulgaridad plástica —como Henry King o John Cromwell— se han sentido especialmente inspirados por películas que, como El hijo de la furia o El cisne negro, no les obligaban a respetar las biografías ejemplares ni las meticulosas reconstrucciones de época que acostumbraban a dirigir en las producciones "de prestigio", y que les permitían, en cambio, cuidar al máximo los aspectos formales y narrativos que otras veces se veían forzados a sacrificar. Estos guiones "intrascendentes" se convertían en un pretexto para experimentar con la iluminación y el color, en simples "temas" a partir de los cuales podían improvisar una serie de variaciones plásticas. Su rechazo del naturalismo y de la verosimilitud psicológica les permitía una mayor soltura en la dirección de actores, una narración más fluida y directa, unas transiciones y un montaje que permitían acelerar el ritmo de la acción, etc. Incluso un hecho aparentemente insignificante como el que estas películas estuviesen destinadas a un público principalmente infantil tuvo su influencia en el acusado formalismo del género "bucanero", ya que potenció —por razones de censura, o de "buen gusto"— el recurso a la elipsis sugerente y contribuyó a la deslumbrante plasticidad de sus imágenes, al inventivo empleo de los objetos, los decorados y el color, y a la pérdida de importancia del diálogo como vehículo del sentido del film. Son, por ello, películas enormemente sensoriales, con una dependencia expresiva de las imágenes casi total, lo que explica que reenlazasen con las complejas estructuras rítmicas y visuales de los últimos años del cine mudo.
Sin embargo, este énfasis en los aspectos "puramente" estéticos del cine de aventuras no debe hacer pensar que se trataba de meras fantasías abstractas y huecas. Por el contrario, como suele ocurrir en el interior de los géneros tradicionales y de las producciones de presupuesto limitado, estas películas se caracterizan por su absoluta funcionalidad, es decir, por la perfecta adecuación entre los recursos escasos disponibles y los objetivos fijados. Y no olvidemos que estos fines pueden resumirse en los siguientes principios básicos: llamar la atención —visualmente, sobre todo— y despertar la curiosidad —dramática y narrativamente— desde el comienzo de la película, explicitando inmediatamente las "reglas del juego" (es decir, las del género) para que nadie se pueda llamar a engaño ni adopte una actitud hipercrítica, incrédula o escéptica frente al espectáculo que va a presenciar, y, finalmente, narrar con la máxima claridad y de la forma más atractiva e interesante una historia llena de acción, de misterio, de sorpresas, de inesperados giros dramáticos, de pasión, de exotismo y de color, interpretada por actores más o menos populares y, a ser posible, que den por su sólo aspecto físico las características más relevantes del personaje — Alan Ladd, Errol Flynn, Gregory Peck, Douglas Fairbanks, Burt Lancaster, Kirk Douglas, Stewart Granger, Gary Cooper, Clark Gable, Tyrone Power, James Mason, Basil Rathbone, Jack Elam, Lee Marvin, John Carradine, Walter Brennan, Louis Jourdan, Anthony Quinn, Richard Widmark, Robert Mitchum, Charles Laughton, Gene Tierney, Arlene Dahl, Yvonne de Carlo, Virginia Mayo, John Wayne, Joel McCrea, Rhonda Fleming, Janet Leigh, Debra Paget, Royal Dano, Eleanor Parker, John Payne, Ray Milland, Deborah Kerr, Jane Greer, Jean Peters, Cornell Wilde, Jane Russell, Eva Bartok, Rita Gam, Katy Jurado, Ava Gardner, Dana Andrews, Glenn Ford, Terry Moore, Robert Ryan, William Holden, Robert Taylor, Rock Hudson, Cyd Charisse, Tony Curtis, Arthur Kennedy, Ann Blyth, Alan Hale, etc.—. Por lo que el esplendor polícromo de Amazonas negras, Scaramouche, El pirata Barbanegra, Moonfleet, El Cisne Negro o Rumbo a Java —o el contraste de luces y sombras de sus predecesores en blanco y negro— no es sino el estilo plástico más adecuado a los relatos románticos o postrománticos que sirven de base a la mayor parte de estas películas.
EL SECRETO DE LAS IMÁGENES
El cine es el más poderoso vehículo de la poesía, el medio más real de dar forma a lo irreal.
Jean Epstein
Durante los años 20, un grupo de directores y teóricos franceses, conocidos como "la primera vanguardia" —Louis Delluc, Jean Epstein, Abel Gance, Germaine Dulac, Marcel L'Herbier—, localizaron el tan famoso y buscado —pero nunca encontrado— "específico cinematográfico" en el concepto de fotogenia, concepto que nunca quedó muy claro y que, años después, pasó a designar un atributo que debían poseer los rostros de las actrices. Finalmente, la palabra cayó en desuso. Sin embargo, creo que debería ser readmitida en el vocabulario crítico para designar una virtud que puede tener la imagen cinematográfica y que está a punto de olvidarse, lo que significaría para el cine la pérdida de uno de sus recursos expresivos más complejos y poderosos, de un recurso que, además, no pertenece a ningún otro arte narrativo y que ni siquiera las artes plásticas pueden alcanzar en tan alto grado.
Desde que —con Méliés, Porter, Feuillade y Griffith— el cine dejó de limitarse a reproducir fotográficamente el movimiento para empezar a narrar historias, el objetivo de la cámara perdió su neutralidad y su inocencia. El rodaje en estudios, el maquillaje de los actores, la introducción de los diferentes tipos de planos y de su montaje, etc., dieron lugar al empleo de lentes y filtros diversos, a la colocación de focos, a la selección cuidadosa de los encuadres y a todo tipo de trucajes ópticos. Desde el momento en que la luz dejó de considerarse como un dato inmutable y autónomo, y empezó a ser utilizada como un recurso más a disposición de los directores, nació el arte de la fotografía cinematográfica. Más aún que los precursores mencionados, los cineastas alemanes que suelen calificarse como "expresionistas" y los franceses conocidos como "impresionistas" reivindicaron el cine como un arte y consideraron no sólo lícita, sino imprescindible, la intervención —a veces deformadora— del director en la "realidad" que se iba a filmar y el proceso de estilización de dicha "realidad" necesario para hacer una película. Se aprendió intuitivamente, por experiencia práctica, el efecto psicológico de los diferentes grados de luminosidad de las imágenes, el poder de sugestión de las sombras, las intenciones o el misterio que la luz y su distribución atribuyen a los rostros, etc. Durante los últimos años del cine mudo y la primera década del sonoro, al influjo germánico presente en directores como Stroheim o Sternberg se sumó el impacto de las sucesivas llegadas a Hollywood de una serie de importantes realizadores europeos: Sjöström, Stiller, Lubitsch, Murnau, Curtiz, Ulmer, Dieterle, Lang, etc., seguidos más tarde por Preminger, Sirk , Wilder, Tourneur, Ophüls, Renoir, Siodmak, Hitchcock, Brahm, De Toth, Laughton, etc., y numerosos directores de fotografía — Freund, Maté, Vorkapich, Perinal, Planck, Planer, Ruttenberg, Kaufman, Shuftan, etc.—, que contribuyeron a crear un estilo visual que unía la expresividad visual del cine mudo alemán con la objetividad técnica característica del cine clásico americano. Este estilo se desarrolló, especialmente, en cuatro géneros: el terrorífico y el "negro" (sobre todo en blanco y negro), por un lado, y el melodrama y el de aventuras (sobre todo en color), por otro. El tipo de organización visual de cada plano que fue madurando durante los años 30 y 40 empezó a hacerse esporádico con la llegada del cinemascope y la generalización del color y, a partir de los años 60, el empleo abusivo del "zoom" y del teleobjetivo, la influencia de Lelouch —virados, flous— y del montaje a lo Lester, la producción de película virgen ultrasensible y la práctica desaparición del cine en blanco y negro son hechos que, unidos a los crecientes costes de producción y a la sustitución de los viejos directores y fotógrafos por técnicos formados en la televisión, han provocado la paulatina y casi total decadencia de la cinematography o fotografía de cine como el arte de servirse de la luz. Actualmente, el 99 por ciento de las películas están correcta y uniformemente fotografiadas en color, y los directores de fotografía no son más que técnicos eficientes que, generalmente sin que el director se entere de lo que hace ni le dé instrucciones concretas al respecto, calculan la apertura de diafragma y el objetivo preciso para conseguir un mínimo de calidad, claridad y fidelidad cromática, sin que la iluminación y el color sirvan para expresar sutilmente parte del sentido de cada escena.
Pues bien, estos géneros "menores" —el melodrama y el "aventurero"— han sido el último reducto de la experimentación visual dentro del cine americano, hasta que, finalmente, han acabado por desaparecer como géneros, dentro del proceso de desintegración industrial y artística que viene padeciendo el cine desde 1960. Hoy las muestras de auténtica visualización y estilización, las películas con fotogenia, constituyen auténticas excepciones, más frecuentes en Europa —las primeras películas de Godard, Franju, Resnais, El espíritu de la colmena de Erice— que en América. Gracias a esta dinámica interna —no sólo plástica, puesto que también contribuían a ella la dirección de actores, el uso del decorado y, sobre todo, la planificación—, los cineastas americanos del auténtico talento fueron capaces de convertir en obras personales y relevantes las historias más absurdas y más opuestas o ajenas a su visión del mundo. Por eso un "encargo" como Moonfleet puede ser considerado la obra maestra de un director tan genial y de tan larga carrera como Fritz Lang; por eso La mujer pirata y El halcón y la flecha no son divertidas e infantiles peripecias sin sentido, sino exponentes admirables del estilo y de las preocupaciones de Jacques Tourneur; por eso El signo del Zorro supera a otras obras, más ambiciosas y explícitas, de Rouben Mamoulian; por eso cualquier serie B de la Republic, dirigida por artesanos tan poco distinguidos como L.R. Foster o Witney supera en elaboración y expresividad visual a las grandes producciones de lujo de la Metro; por eso no debe extrañarnos encontrar entre el equipo técnico de Amazonas negras de Weis a Gene Aleen, uno de los colaboradores básicos de George Cukor, ni que numerosas películas de este género hayan recibido el Oscar a la mejor fotografía o hayan estado a punto de conseguirlo. No cabe duda de que una ensenada al anochecer, una tormenta en alta mar, una isla deshabitada en medio del Pacífico, un oasis o un desierto o la intrincada vegetación tropical de una jungla "de estudio", o una guarida de contrabandistas, un burdel, un bar portuario o un velero constituyen "motivos" visuales llenos de sugerencias y de atractivo, pero hay que tener en cuenta que no basta con mostrar semejantes escenarios para lograr una película de piratas o de legionarios del desierto digna de tal nombre, sino que es preciso organizar esas imágenes, esos "iconos", y estructurarlos dramáticamente en una narración; tarea que, como demuestran las torpes tentativas de algunos funcionarios del cine italiano perpetradas en los años 60 y 70, no está al alcance de cualquiera.
NECESIDADES DEL MITO
La desmitificación a ultranza trae un riesgo: el vacío, lo inerte. Era aquel hombre que decía que una mujer era pelo, brazos, cara, aparato respiratorio, circulatorio y digestivo, órgano sexual y piernas. Evidentemente había desmitificado. Su definición era analíticamente correcta. ¿Es suficiente lo correcto? La disección exige la muerte. ¿Debe ser el cine (y por consecuencia la crítica de cine) un taller de taxidermia? ¿Se debe suprimir el verbo para que haya calificativo? Es indudablemente posible una crítica de la vida sin disecarla, sin prescindir de los elementos motores.
Manolo Marinero (4).
Los mitos no preexisten al hombre, no se encuentran en la naturaleza. Un mito es una creación —o una creencia— de los hombres y es, por tanto, una aportación al mundo, a la vida y a la historia. Pero no cualquier idea, personaje, relato o hipótesis sobre lo desconocido es un mito. No basta con que se le ocurra a alguien, ni con que alcance un cierto grado de difusión. Es preciso que llegue a ser conocido y aceptado por la mayoría, que corresponda a un estado de opinión o a una época, que forme parte —de algún modo— del inconsciente colectivo de una sociedad o de una civilización. Si se tiene consciencia de que un mito es un mito, y no una realidad, una verdad científica o un hecho histórico, el mito supone un enriquecimiento del mundo. En ese sentido, un mito no tiene nada de despreciable, y puede compararse a las grandes creaciones artísticas —que suelen convertirse en mitos: ¿no lo son Romeo y Julieta, Otelo, Hamlet, Don Quijote, Don Juan Tenorio, Edipo, Fausto, Jekyll y Hyde o Moby Dick, hasta tal punto que se dan por sabidos incluso cuando se desconocen las obras que les dieron forma? —. Por eso, no parece necesario, ni oportuno, ni conveniente intentar —vanamente— destruirlos. Hay también mitos menores, narraciones amenas y distraídas, llenas de sabor y de sabiduría. Entre ellos pueden contarse muchas películas, cuyas imágenes tienen un mayor poder de persistencia que las palabras, y que tampoco vale la pena tratar de desmitificar.
Miguel Marías
(1) L'Essai Anarchiste des "Fréres de la Cote". Fondo de Cultura Económica.
(2) Declaraciones de Richard Fleischer sobre Los vikingos, en Film Ideal n. 139.
(3) Comentarios de Raoul Walsh a Los gavilanes del Estrecho, en Cahiers du Cinéma n. 154.
(4) Las joyas del opar, en Film Ideal n. 193.
Dirigido por… nº19, enero 1975
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#objio
Hahaha 🤣
EN TIEMPOS DE GOOGLEAR
Para que puedas comprender,
y quizás entender, de modo,
que hables con propiedad.
Es decir, utilización correcta
del conocimiento, exacto.
Veremos este único ejemplo,
que resulta ser proverbial - Haiga
es una palabra, usada en la España
de la postguerra.
Y muy relacionado con la obtención
de un coche de alta gama
y dicho personaje ostentoso
pedía el coche mejor que Haiga.
En la actualidad a esta palabra
sé le ha dado un excesivo uso
Y es muy común, quizás esto motivó,
a la real academia de idiomas a recibirla
como válida.
Ojalá la Real Academia Española haiga respondido si se puede decir "haiga".
Pues lo hizo. Y sí, esa primera oración
es incorrecta, pero no la palabra en sí.
En los últimos días, varios usuarios
de Twitter han consultado
a la cuenta oficial de la RAE
si el presente de subjuntivo del verbo "haber" puede conjugarse "haiga"
en la primera y tercera persona del singular.
La respuesta de la academia en todos
los casos fue la misma: "Formas como" haiga"," hicistes" o" naiden" no son válidas
y se consideran sin duda ajenas
a la norma culta".
En otras palabras,
la forma "culta" de decir la primera oración sería: "Ojalá la Real Academia Española
haya respondido si se puede decir" "haiga"
Lo que omitió la RAE en su explicación
es que la palabra "haiga"
sí está en su "Diccionario de la lengua española".
Pero no es un verbo sino un sustantivo
y designa, de manera coloquial e irónica,
un tipo de automóvil.
De acuerdo a Ciertos regionalismos.
Frases idiomáticas
Y otras deformidades que, eventualmente,
ha sufrido el idioma de Cervantes.
Y la profunda disociación de la cultura seglar de una parte importante de la comunidad mundial ha parido otra especie
de idioma y sub idiomas.
Tales como spanglish
y sus correspondientes
detractores idiomáticos aseglarizados
en un sub plano dentro del derecho
a ser palurdo u desear permanecer
quizás continuar en estado
de neófitos seculares
Con la consabida negligencia
de Pretender que todo está bien.
En tanto nos podamos entender.
Es inevitable ver morir
un idioma donde la población hispana parlante escriba SIP =si
Y no sepan la diferencia entre
SIP - si - sí.
En tanto, KLk y sus exclamaciones
Post generacionales sean cautivados
por un léxico carente del romance gramatical,
añadida por una simple virgulilla.
Estaremos avanzando
al smart Game donde la bitácora
del capitán ahab,Sé confundió con el diario
de Navegación de nemo
en 80 días para dar la vuelta
al mundo.
Sin conocer a Verne
sin llegar a las profundidades del mar
en el nautilus.
Y todos los viajes de la Star ship enterprise
en un libro de condorito.
Educar es sonreír más allá
de lo risible de la realidad,
soñando con viajar en las alas
del Ícaro del conocimiento
que se revela en las páginas
de algún LIBRO.
ObjioWillianbautista 🦀
27/03/2020🇩🇴
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«Siguiendo a Moby Dick», de Emili Olcina (ed.)
Las dos principales fuentes en las que se basó Herman Melville para escribir su «magnum opus» se reúnen en este libro. Además de informativo por las notas y los apéndices que el editor agregó, los dos textos que aparecen en Siguiendo a Moby Dick resultaron siendo muy entretenidos. Tanto me entusiasmaron que al terminar el libro volví a ver la adaptación cinematográfica de la novela dirigida por John Huston y protagonizada por Gregory Peck y Richard Basehart (como Ahab e Ismael, respectivamente), en la que también aparece Orson Welles haciendo un personaje secundario. A su vez, lo buena que es la película hizo que terminase con ganas de volver a leer la novela, así que seguramente empiece con ella pronto.
“Narración del muy extraordinario y desdichado naufragio del ballenero Essex; que fue atacado y finalmente destruido por un gran cachalote”
Nadie sabe a qué extremos de dolor y de desdicha puede encararse la mente humana cuando se retuerce en la ansiedad de la preservación, ni qué angustias y flaquezas es capaz de soportar el cuerpo hasta que las padece, y cuando por fin llega la salvación, cuando el sueño de la esperanza se hace realidad, una gratitud indecible se apodera del alma y las lágrimas de alegría ahogan las palabras. Es en la escuela del sufrimiento, la privación y la desesperación extremas donde aprendemos la gran lección de nuestra constante dependencia de la generosidad y la misericordia omnipotentes.
Este libro está lejos de ser una simple descripción de los hechos: es una narración que, aunque veraz, logra ser literariamente atrayente y emocionante. Por esto no es de sorprender que causara influencia en Melville, quien quedó tan impresionado al leerlo que terminó por admirar y ver en los supervivientes del ''Essex'' a verdaderas leyendas.
En la obra, Owen Chase relata con detalle los tres meses de completa privación que tuvieron que vivir los tripulantes luego de que su barco resultase hundido. Salvo los pocos días en los que recalaron en una isla, todo el tiempo lo pasaron en un precario bote que apenas podía ser conducido debido al mal tiempo y a los cambios del viento. Para alguien como yo —que entre sus muchas fobias se encuentra el mar—, los hechos que describe resultan verdaderamente acongojantes:
El aspecto del cielo era oscuro y tétrico, y la negrura que se había derramado sobre la superficie del agua siniestra hasta lo indecible. Las fuertes rachas de viento, que se sucedían con rapidez, iban precedidas de bruscos fogonazos de rayos que parecían envolver en llamas nuestra pequeña embarcación. El oleaje se alzó hasta unas alturas espantosas, y cada ola que se nos acercaba parecía la última que se necesitaba para nuestra destrucción.
La privación de alimentos por la que tuvieron que pasar fue total: su ración consistía en pan y agua en cantidades que apenas permitía tener la energía suficiente como para realizar las tareas necesarias en el bote. Chase no omite, a diferencia del relato de otro superviviente, el hecho de haber llegado hasta el punto de canibalizar a uno de los tripulantes que había muerto de hambre. La descripción es bastante detallada, pero más angustiante son sus impresiones sobre el hecho:
Así dispusimos de nuestro compañero de sufrimientos, y ahora el recuerdo trae a mi mente algunas de las ideas más desagradables y repulsivas que es capaz de concebir. No sabíamos quién sería el próximo a quien le tocaría morir o ser sacrificado y comido como el desdichado que acabábamos de despachar. La humanidad ha de estremecerse ante la horrible escena.
En el otro bote la situación fue todavía peor, porque en lugar de alimentarse con un compañero ya muerto debido al hambre o la enfermedad tuvieron que encargarse ellos mismos de acabar con su vida:
El 1. ° de febrero, después de consumir el último bocado, el capitán y los otros tres hombres que quedaban con él se vieron reducidos a la necesidad de echar suertes. Correspondió morir a Owen Coffin, el cual, con gran entereza y resignación, se sometió a su destino. Echaron a suertes quién lo mataría; él se plantó con firmeza a recibir su muerte, y de inmediato le disparó Charles Ramsdell, a quien correspondió la cruel fortuna de ser su verdugo.
Pero además de los terribles hechos en sí mismos, son sus sentimientos y reflexiones los que impresionan y casi hacen sentir aquello por lo que estaba viviendo. Por ejemplo, cuando después de semanas soportando una sed extenuante por fin logra encontrar agua:
La sensación que tuve fue realmente extraña, tanto que nunca la olvidaré. En un momento dado sentía tanta alegría que casi me asfixiaba, y al instante siguiente me apetecía el alivio de un fuerte llanto.
O esta situación que casi logra transmitir el extremo hambre por el que pasaba:
Me tendí por la noche en busca de unos instantes de olvido en el sueño, pero enseguida se disparó mi fantasía famélica. Soñé que estaba delante de un banquete rico y espléndido, con todo lo que podía desear el apetito más refinado, y esperaba entre sensaciones de deleite extático el momento de comer, pero, justo cuando estaba a punto de llegar, desperté de repente a la fría realidad de mi mísera situación. Nada hubiera podido abatirme tanto. Me metió en la cabeza un anhelo tal de alimentos que sentí como si pudiera desear que el sueño continuase para siempre, no despertar nunca más de ��l. Arrojé al bote una mirada vacía hasta que se clavó en un trozo de duro cuero de vaca atado a uno de los remos. Lo agarré con ansia y me puse a masticarlo, pero no había en él sustancia, y solo conseguí cansar mis débiles mandíbulas y empeorar mis dolores corporales.
Recuerdo haber escuchado en un programa de televisión chileno que el hundimiento del ''Essex'' fue provocado por Mocha Dick, el famoso cachalote, pero la verdad es que no parecen tener ninguna relación. Chase, quien pudo ver al cachalote a muy poca distancia cuando embistió el barco, no lo describe con ninguna de las características que parece haber tenido la otra ballena (moluscos en la cabeza, arpones incrustados, particularidad en la forma exhalar por el espiráculo); el ''Essex'', además, fue atacado en las costas de Ecuador y no en las de Chile. Pero la prueba más clara y obvia de que eran cachalotes distintos es el color: la ballena que hundió el barco donde iba Chase no era albina. Esto se sabe no solo porque él nunca la describe así, sino también por un dibujo que se conserva de Thomas Nickerson (quien fuera otro de los supervivientes del barco) en el que aparece claramente pintada. Aunque incluir a Mocha Dick en el naufragio del ''Essex'' le da más epicidad, ambos no tuvieron nada que ver.
“Mocha Dick o la ballena blanca del Pacífico: una hoja de un diario manuscrito”
El relato de J. N. Reynolds es el escrito fundamental (y el único directo hasta donde he podido averiguar) en el que se basa la existencia de Mocha Dick como un cachalote realmente diferenciado. A pesar de que Melville nunca se refiere a él directamente, su influencia en Moby Dick es clara: el nombre y las características físicas son casi las mismas; otros detalles, como la pregunta que le hace Ahab a los marineros de los barcos con los que se encuentra, también lo recuerda fuertemente.
Aunque este artículo parece narrar un encuentro real, la forma en que está escrito y la personalidad de quien dice oír la historia lo hace parecer más una novela. El arrojo y la exaltación que demuestra el ballenero cuando se encuentra con la ballena le hace competencia (aunque más bien habría que decir que sirvió de inspiración) a Ahab con su «abofetearía al sol si me insultara»:
Cuando estuvo cerca, con su largo lomo curvo asomándose a veces a la superficie de la efervescencia, vimos que era blanco como la espuma que lo envolvía, y los hombres se miraron unos a otros, sobrecogidos, mientras pronunciaban, en tono sofocado, el nombre aterrador de Mocha Dick. —Sea Mocha Dick o el diablo —dije—, este bote no huye nunca de nada con forma de ballena. Remad con calma, simplemente dejadle sitio para que pase.
Debido a una impericia del arponero («¡Inútil! ¡Negado! —grité, con la voz ronca por la furia—. ¿Tú, un ballenero? ¡Tú sólo sirves para arponear anguilas!», fue la sutil reprimenda que le mereció) Mocha Dick logra escapar, pero pronto el barco logra dar de nuevo con ella cuando matan a una cría que nadaba junto a un grupo de ballenas. Otra vez, la gallarda (llegando a ser cómica) personalidad del ballenero se hace notar:
¡El viejo bribón descansa! —grité, entusiasmado—. ¡Adelante, chicos! ¡Un salto más y es nuestro! ¡Toda mi ropa, mi tabaco, todo lo que tengo es vuestro si me ponéis al lado de esa ballena antes de que llegue otro bote! ¡Mierda! ¡Qué joroba! ¡Pero mirad los hierros en su lomo! ¡No, no miréis… REMAD! Ahora, chicos, si os importa ver a la novia en Nantucket, si queréis a Yanquilandia, si me queréis, ¡remad! ¿Lo haréis? ¡A los bancos! ¡Fuerte, muchachos! ¡Ahora os entiendo, amigos! ¡De proa a por ella! ¡Solo a cinco olas de distancia! ¡No, ni a cinco olas! ¡A un minuto, a medio minuto más! Cuidado… sin ruido. ¡Suave con los remos! Así ya vale.
El primer oficial cuenta finalmente cómo la mata y describe sus características:
Mocha Dick era la ballena más larga que yo hubiese visto. Medía más de setenta pies desde el morro hasta la punta de la cola y dio cien barriles de aceite claro y una cantidad proporcionada de “material de cabeza”. Puede decirse que, sin lugar a duda, “las cicatrices de sus viejas heridas estaban cerca de las nuevas”, porque sacamos de su lomo nada menos que veinte arpones, oxidados recordatorios de muchas batallas feroces.
Parecería entonces que la historia de la imponente ballena terminaría en su primer y último relato, pero no fue así. No se sabe cómo (tal vez no era la ballena que mató o el relato fue completamente inventado), pero Mocha Dick siguió avistándose por bastantes décadas más hasta que la fama de la imaginada por Melville terminó por sustituirla.
A pesar de que conocí el relato de J. N. Reynolds por este libro y cité su versión, creo que la traducción española le hace perder bastante gracia. Aquí está la versión en inglés.
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Comienza alterando tu concepto mismo de creatividad y tratando de verlo desde un nuevo ángulo. Muy a menudo la gente asocia creatividad con algo intelectual, una particular manera de pensar. Lo cierto es que la actividad creativa implica todo el ser: nuestras emociones, niveles de energía, carácter y mente. Para hacer un descubrimiento, para inventar algo que atraiga a la gente, para producir una obra de arte significativa inevitablemente se requiere tiempo y esfuerzo. Esto suele suponer años de experimentación, varios reveses y fracasos y la necesidad de mantener un alto nivel de concentración. Debes tener paciencia y fe en que lo que haces rendirá algo importante. Podrías tener la mente más brillante, pletórica de conocimientos e ideas; pero si eliges el tema o problema equivocado por abordar, podrías quedarte sin energía e interés. En este caso, todo tu talento intelectual será inútil. La tarea en la que decidas trabajar debe tener un elemento obsesivo. Al igual que tu tarea en la vida, debe relacionarse con algo muy profundo dentro de ti. (En el caso de Mozart, no era simplemente la música, sino la ópera la que en verdad le atraía.) Debes ser como el capitán Ahab en Moby Dick, de Melville, quien estaba obsesionado con atrapar a la gran ballena blanca. Con un interés tan arraigado, podrás soportar reveses y fracasos, los días de penuria y el trabajo intenso que siempre forman parte de la acción creativa. Puedes ignorar a los escépticos y los críticos. Te sentirás personalmente comprometido a resolver el problema y no descansarás hasta hacerlo.
Maestría - Robert Greene
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Esta obra sí que es una novela de aventuras y como tal la leímos en mil versiones juveniles. De pronto un día ves en la mesa de la librería la versión sin adaptar, y te la compras. Llegas a casa y miras con desprecio el libro de la editorial El Molino que tantas alegrías te dio en la infancia. Porque ya te sientes todo un hombre a pesar de tener solo catorce años.
La obsesión del capitán Ahab y su mítica persecución de la enorme ballena ha traspasado fronteras, y se considera una de las obras maestras de la literatura universal. Sin embargo, sus setecientas páginas a veces desmoralizan al lector, sobre todo si es muy joven. Para quien quiera iniciarse con Melville pero se sienta apabullado por tanta página, le recomiendo que empiece porBartleby, el escribiente, la historia de un peculiar copista que trabaja en una oficina de Wall Street y un día, de repente, deja de escribir amparándose en su famosa fórmula: "Preferiría no hacerlo".
Y después, eso sí, a por la ballena blanca, que setecientas página no es nada cuando ya tienes bien afianzado el hábito de la lectura.
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Extractos del discurso del Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa: "Elogio de la lectura y la ficción". "(...) Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión. Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo acechan en el mundo real. Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor. La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan. Cuando la gran ballena blanca sepulta al capitán Ahab en el mar, se encoge el corazón de los lectores idénticamente en Tokio, Lima o Tombuctú. Cuando Emma Bovary se traga el arsénico, Anna Karenina se arroja al tren y Julián Sorel sube al patíbulo, y cuando, en El Sur, el urbano doctor Juan Dahlmann sale de aquella pulpería de la pampa a enfrentarse al cuchillo de un matón, o advertimos que todos los pobladores de Comala, el pueblo de Pedro Páramo, están muertos, el estremecimiento es semejante en el lector que adora a Buda, Confucio, C https://www.instagram.com/p/CFU28o4KozH/?igshid=1ft2fokn8yfeq
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Moby Dick ¿Te has preguntado cómo es la vida de los marineros que se van por una larga temporada al mar? Entonces no te pierdas las aventuras de Ismael, un joven cazador de ballenas; también conoce al capitán Ahab, quien desesperadamente persigue a Moby Dick, la ballena que le arrancó una pierna. Súbete al Pequod, este barco te hará navegar entre caníbales, polizontes y esclavos. Herman Melville nació en la ciudad de Nueva York en 1819. Fue un marinero que disfrutaba escribir sobre las aventuras que tenía a bordo de barcos balleneros. Falleció en su ciudad natal en 1891. Melville escribió otras novelas, Moby Dick, su obra cumbre, desde su publicación en 1851 se convirtió en la más grande obra de aventuras marítimas. #mobydick 🥮🥮🍂🍂🍂🦊🦊🦊🦊🦊🍁🍁🍁🍁🍁📖📖📖 ENVÍOS Y FORMA DE ENTREGA 📦🚇🐈🪴 Te invitamos a visitar nuestra tienda en línea https://linktr.ee/Loslibrosdepolifema Entregas personales todos los martes, miércoles y sábados en estación revolución línea 2 del STCM #escritores #lecturas #megustaleer #escritor #bookstagram #libreria #instalibros #librosymaslibros #poema #librosjuveniles #instabooks #lecturasrecomendadas #librosenventa (en Mexico City, Mexico) https://www.instagram.com/p/ClPkhjPuxSP/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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#UnDíaComoHoy: 18 de octubre en la historia
El 18 de octubre es el día 290.º día del año. Quedan 74 días para finalizar el año. Estos son algunos de los eventos más destacados que ocurrieron un día como hoy 18 de octubre.
-1519: ocurre la Matanza de Cholula, ataque realizado por Hernán Cortés en su trayectoria a la ciudad de México-Tenochtitlan. De acuerdo a los cronistas y al propio Hernán Cortés, se trató de una acción preventiva por la sospecha de una posible emboscada dentro de la ciudad de Cholula. El resultado fue la muerte de 5.000 o 6.000 mil cholultecas, en su mayoría civiles desarmados. Los cholultecas habían sido fieles tributarios de los mexicas (eran una de las tribus nahuas, y cuando llegaron al valle de México, traían sus propios dioses), después de la acción militar, fueron sometidos y se volvieron aliados de los conquistadores españoles. Los sobrevivientes pidieron clemencia a Cortés, explicando que cumplían órdenes de los mexicas. De esta forma las hostilidades cesaron, Cortés se reunió con los dirigentes que habían sobrevivido y pactó con ellos, les pidió dejar de realizar sacrificios y actos de canibalismo, así como dejar su religión para convertirlos al cristianismo. Al principio rehusaron la idea de destruir a sus ídolos, pero finalmente se convirtieron en aliados de los españoles. Los prisioneros capturados por los tlaxcaltecas fueron puestos en libertad. Cinco días más tarde, la ciudad regresó a su actividad normal como si nada hubiera sucedido. Los 20.000 guerreros mexicas nunca asistieron al lugar, ni tuvieron contacto con los españoles durante el resto de la trayectoria hacia Tenochtitlan.
-1851: en Estados Unidos, Herman Melville publica por primera vez Moby Dick. Esta novela narra la travesía del barco ballenero Pequod, comandado por el capitán Ahab, en la obsesiva y autodestructiva persecución de una gran ballena blanca (cachalote). Al margen de la persecución y evolución de sus personajes, el tema de la novela es eminentemente enciclopédico al incluir detalladas y extensas descripciones de la caza de las ballenas en el siglo XIX y multitud de otros detalles sobre la vida marinera de la época. Quizá por ello la novela no tuvo ningún éxito comercial en su primera publicación, aunque con posterioridad haya servido para cimentar la reputación del autor y situarlo entre los mejores escritores estadounidenses.
-1859: nace Henri Bergson, escritor y filósofo francés, ganador del Premio Nóbel de Literatura en 1927, elaboró una teoría de la evolución basada en la dimensión espiritual de la vida humana que tuvo una gran influencia en múltiples disciplinas.
-1867: Estados Unidos compra a Rusia el territorio de Alaska por 7,2 millones de dólares. Este día se celebra como el «Día de Alaska». Alaska es un estado de los Estados Unidos, situado en el extremo noroeste del continente americano, con capital en Juneau. Fue el penúltimo en incorporarse a los Estados Unidos, cuando este último compró el territorio el 18 de octubre de 1867 por la suma de 7 millones de dólares. Se halla rodeado por los océanos Ártico y Pacífico, comparte frontera con Canadá, y está separado de Rusia por el estrecho de Bering (es un brazo de mar que separa el extremo oriental de Asia del extremo occidental de América del Norte, entre Alaska y Liberia). El descubrimiento de importantísimos yacimientos petrolíferos ha permitido un enorme crecimiento económico en Alaska durante las últimas décadas, pese al aislamiento geográfico y a las duras condiciones de vida. Pero el petróleo también ha sido el origen de ciertos desastres, como el accidente ocurrido en 1989 cuando el superpetrolero Exxon Valdez encalló en las aguas de Alaska y provocó una marea negra que ha sido calificada como uno los mayores desastres ecológicos de la historia.
-1926: nace Chuck Berry, cantautor y guitarrista estadounidense. Es una figura influyente y uno de los pioneros del rock and roll. En la década de los 50, Berry interpretó canciones como “Roll Over Beethoven”, “Rock and Roll Music”, “Route 66” de Bobby Troup, “Johnny B. Goode” y “Maybellene”. La revista Rolling Stone lo presenta como el intérprete n.º 5 de toda la historia en su lista “The Immortals” superado solo por The Beatles, Bob Dylan, Elvis Presley y The Rolling Stones.
-1929: en Canadá, una ley declara que las mujeres son personas. El 18 de octubre de 1929, las mujeres canadienses alcanzaron la consideración de personas. Por esta razón, todo el mes de octubre es el Women’s History Month, y 18 de este mes es el día de las personas. El British North America Act de 1867 (la “constitución canadiense” hasta que alcanzó completa soberanía legislativa con la aprobación de la Constitución de Canadá de 1982) utilizaba la palabra “personas” cuando se refería a más de una persona y la palabra “él” cuando se refería a una única. Muchos argumentaban que la Ley estaba diciendo en realidad que sólo un hombre podía ser una persona, lo que impedía a las mujeres participar plenamente en la política o los asuntos de Estado.
-1931: muere en West Orange (EE.UU.) el inventor estadounidense Thomas Alva Edison, que estableció un récord mundial al presentar 1.093 registros de patentes, y desempeñó un papel fundamental en la introducción de la electricidad en todos los ámbitos de la vida con su lámpara de filamento incandescente. Otro invento destacado fue el fonógrafo, que permite grabar y reproducir sonidos.
-1939: en España, se cambia la capitalidad de Burgos a Madrid.
-1945: en Venezuela, un grupo de militares liderados por Marcos Pérez Jiménez derrocan al presidente Isaías Medina Angarita.
-1946: nace Howard Shore, compositor de bandas sonoras de cine (El silencio de los inocentes, El Señor de los Anillos).
-1949: nace Gary Richrath, músico estadounidense (REO Speedwagon).
-1954: en Estados Unidos, Texas Instruments anuncia su primer transistor.
-1955: muere José Ortega y Gasset, profesor, filósofo y ensayista español perteneciente a la Generación del 14 y considerado como uno de los mejores ensayistas de España. Escritor elegante y bien informado, José Ortega y Gasset es el maestro del ensayo, planteando grandes temas de la filosofía y el pensamiento de su época con hondura y sagacidad.
-1960: nace Jean-Claude Camille François Van Varenberg, conocido en el mundo del espectáculo como Jean-Claude Van Damme es un actor de cine y experto en artes marciales. Debido a su lugar de origen y su físico, es apodado “Los Músculos de Bruselas” (en Inglés “The Muscles from Brussels”).
-1968: el Comité Olímpico de Estados Unidos, suspende a 2 atletas afroamericanos por hacer el saludo ‘black power’ en Juegos Olímpicos México 68. Cuando “The Star-Spangled Banner” sonó, Tommie Smith y John Carlos bajaron la cabeza, cerraron los ojos y realizaron el saludo, un gesto que copó las portadas de todos los medios de comunicación del mundo. Cuando se marcharon del podio fueron abucheados por la multitud. Posteriormente Smith dijo: “Si gano, soy americano, no afroamericano. Pero si hago algo malo, entonces se dice que soy un negro. Somos negros y estamos orgullosos de serlo. La América negra entenderá lo que hicimos esta noche”.
-1968: en Inglaterra, una redada policial encuentra en el apartamento de John Lennon y Yoko Ono 168 gramos de marihuana.
-1973: muere Leo Strauss, filósofo estadounidense.
-1987: nace Zac Efron, actor y cantante estadounidense. Comenzó su carrera al aparecer como invitado en programas de televisión en durante los años 2000, y desde entonces ha aparecido en películas donde interpreta roles cómicos, dramáticos y musicales. Es conocido por su interpretación del estudiante Troy Bolton en la película original de Disney Channel High School Musical y sus respectivas secuelas.
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