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China se prepara a la par de las otras potencias para un conflicto armado al menos eso denota de su conflictividad interna sindical y de la creciente desigualdad social. La cual no para de crecer.
La única manera con que China acabará con la desigualdad social, será mediante la creación de un conflicto bélico en el cual la población sobrante y que peor vive en la actualidad vaya a luchar por esa ideología llamada “nacionalismo chino” según aseguran los expertos sobre política internacional. Cuando será ese conflicto, eso depende de las demás potencias económicas.
Podría ser en 4 años o en 8 eso está en debate según los analistas actuales que estudian la desigualdad social en china y la política exterior de este gigante asiático, que a pesar de ser capitalista económicamente hablando. Políticamente mantiene un sistema de gobierno de democracia indirecta y de partido único, el “Partido Comunista Chino”.
¿Por qué justifican esa salida bélica los expertos? Es simple, veamos que nos dicen los especialistas al respecto.
Un reciente estudio publicado por el China Labour Bulletin, se lo conoce por las siglas (CLB), un sitio web de Hong Kong que sigue el desarrollo del movimiento de trabajadores chinos, afirma que la desigualdad por regiones en este país “se está acelerando”. Claro está que este sitio lo hace porque quiere justificar desde el nacionalismo taiwanés de por qué o quieren ser parte de China. Pero a fines económicos podemos utilizar esos datos cuantitativos que la CLB nos da.
El CLB reproduce cifras de los salarios regionales de la Oficina Nacional de Estadísticas que muestran esta brecha de ingresos monetarios. Mientras que en Beijing, el salario medio anual en las empresas privadas es de en 65.881 yuanes, en la provincia de Jilin es menos de la mitad: 30.184 yuanes.
Y que esta diferencia se profundiza, el CLB lo ejemplifica así: “Los datos muestran que los salarios del sector privado en Beijing crecieron un 12,3% el año pasado, mientras que las regiones más pobres como Inner Mongolia y Ningxia sólo crecieron un 1,7% y 4,4%, respectivamente”. Pero eso no es algo nuevo en argentina, por ejemplo los docentes de Santa Cruz no ganan lo mismo que los docentes de la ciudad autónoma de Buenos Aires y podríamos seguir con más ejemplos de este tipo.
Esto está vinculado a la brecha salarial creciente entre los trabajadores urbanos y los rurales, y la diferencia entre las clases sociales, que se ha profundizado según el estudio de economistas como Thomas Piketty, Li Yang y Gabriel Zucman entre otros, quienes analizaron el período 1978-2015. Según estos autores analizando datos cuantitativos nos afirman que: “la proporción de ingresos del 10% superior subió del 27% al 41% del ingreso nacional entre 1978 y 2015, mientras que la participación del 50% inferior cayó del 27% al 15%”. Esto dará que en 5 años sea más grande la diferencia económica medida en calidad de vida. A pesar de que China tiene manufacturas de distinta calidad apuntada esa producción a ese sector de bajos ingresos de la población. Pero si ponemos una hipótesis de un escenario de conflicto bélico internacional.
A China ya no le será tan fácil tener tantas importaciones de materia prima desde al menos el continente americano (especialmente centro América y sur América) dado que esos países dependientes económicamente exportaran hacia los EEUU. No es un dato menor las recientes visitas de los mandatarios sudamericanos hacia Washington, o la gira del Vice-presidente Mike Pence que pasó hace poco por argentina, Chile, etc en definitiva por sur América.
Dado que hay cuestiones que no se pueden conversar telefónicamente, dado que hoy por hoy toda conversación que pase por los satélites puede ser interferida. De esta forma los EEUU ya se aseguraron el suministro de las materias primas alimenticias. Por lo tanto el eje ruso-Chino y Corea del Norte, no tendrá abastecimiento de esas materias primas. De esta forma las pocas materias primas que tenga el Estado Chino, será primeramente para la sociedad militar, luego en segundo grado para los ricos que puedan pagar el costo alto de alimentos (por motivos de oferta y demanda habrá una suba en los productos alimenticios) y en último lugar los alimentos que sobren serán para la clase trabajadora china más explotada.
Dice este estudio que desde 1978 -cuando se restauró el capitalismo en China al menos en el plano económico, porque sabemos que en el plano político sigue habiendo un solo partido político el cual es el Partido Comunista Chino, claro que no es comunismo eso, pero mantienen ese sistema de democracia indirecto con un partido único y ese es el nombre del Partido estatal, de esta forma, “el crecimiento medio anual del ingreso para el 50% inferior de la población era sólo 4.5% por año, mientras que el ingreso para el 1% superior creció al doble de esa tasa; Los súper ricos en el primer 0,001% vieron crecer los ingresos más rápido de todos, con un 10,4% anual”. Esto, en términos de la desigualdad de salarios urbanos y rurales, quiere decir que la brecha, que era del 200% en 1978, creció a 350% en 2015. ¿Pero ahora bien como hará China para superar este escollo de su población sobrante?
Es simple mediante el nacionalismo, y la creación de un conflicto bélico, se mandará a combatir a toda esa población obrera, sean hombres o mujeres. Que por el velo del nacionalismo chino saldrán a defender a su estado. No importa si el disparador del conflicto bélico sea la defensa de un archipiélago en algún mar, o el conflicto de occidente con Corea del norte, o las disputas territoriales con Japón, etc…
Eso será una excusa menor. En ocasiones analizar la creciente desigualdad económica del sector obrero nos permite ver las políticas que los distintos estados tomaran para ajustar sus tuercas y ganar dichos territorios económicos. Dado que en el siglo XXI los territorios como si ya no hace falta dominarlos sino tan solo se quiere dominar los mercados productivos y de consumo.
Por lo pronto en china aumentan los conflictos derivados de problemáticas sobre aumento de sueldos o mejorasen las condiciones de trabajo. Así vemos cómo crecen las huelgas en distintas provincias de la República Popular de China.
Si analizamos la misma página China “Labour Bulletin” (CLB), esta publica un “mapa de huelgas” en China que se mantiene actualizado con cifras del primer semestre del 2017, y que evidencia la resistencia de los trabajadores a esta creciente desigualdad. Aquí se indica que la rama de la construcción es la de mayor conflictividad, con un 40% de conflictos sobre el total. Lo siguen el sector del comercio minorista y servicios (22%), y el sector manufacturero orientado a la exportación (21%). En el caso de la construcción son el rubro que más muertes tienen por accidentes de trabajo.
En el sector industrial, las provincias con mayor cantidad de huelgas fueron en el 2016 Shandong y Guangdong (16 y 14 casos respectivamente). El CLB aclara que en “Shandong se centró en la industria pesada, mientras que las protestas en Guangdong fueron principalmente en empresas privadas de propiedad extranjera. La provincia de Jiangsu, en torno al delta del río Yangtze, se ubica en tercer lugar por su conflictividad”. Sin dudia los conflictos gremiales en China irán en aumento.
Desde el punto de vista de los reclamos de los trabajadores, la principal demanda es el atraso en el pago de los salarios, seguido de la falta de pago del seguro social, el rechazo a la reubicación o cierre de establecimientos, las demandas por aumento salarial, y por las pensiones no pagadas. El CLB concluye que esto muestra que en China no se cumplen los derechos laborales más elementales, ya que no existen en muchos casos ni siquiera convenios colectivos de trabajo.
Ulises Barreiro (Escritor)
#escritor#Ulises Barreiro#China#Guerra#EEUU#CBL#desigualdad#opinion#opinión#1978#2917#2017#pobreza#burguesias imperialistas#Irán#Corea del norte#Japón#Tailandia#Francia#Alemania#escritor Ulises Barreiro
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Quando estavas noutro dia a falar da posição do PCP em relação à guerra na Ucrânia, qual é a tua opinião (se quiseres partilhar, claro). Pergunto porque eu sou simpatizante do PCP apesar de não votar no partido, mas não sei o que pensar em relação a estas declarações
Opa, é muito complicado porque... eu vou tentar ser o mais clara possivel, que acho que isto é um assunto muito nuanciado.
Primeiro que tudo, o PCP evoluiu consideravelmene desde que o Jerónimo tomou o poder, e ainda mais desde que mais malta jovem meteu o pé no Comité Central. O PCP do Álvaro Cunhal era uma faca de dois gumes porque devemos indubitavelmente a eles muita da luta conduzida durante o fascismo, mas ao mesmo tempo viveram até 1989 presos à ideia de revolução = liberdade, e eram até certo ponto firmemente contra eleições porque as consideravam uma arma da burguesia. Isto tbm tem de ser visto no contexto de então: para eles, a União Soviética era uma realidade, era a prova palpável de que os ideais deles funcionavam, ao mesmo tempo que não se tinha bem a noção do que se passava lá (até certo ponto, claro, mas isto era uma coisa que vinha nos dois sentidos, que tanto o tio Salazar controlava a informação como a US controlava o que saía). Há ainda mais nuance aqui porque eu pessoalmente não ilibo o Cunhal, que viveu fugido em Paris e teve muito mais contacto com a realidade, mas o Cunhal não era o partido. A maioria dos que se juntaram naquele tempo tinham uma sólida razão para isso (o fascismo faz isto), por isso entende-se que viam aquele lado da cortina de ferro como um sonho tangível.
É óbvio agora porque é que depois de 1989 o sonho desfez-se, e de facto o partido adaptou-se consideravelmente. Mas de vez em quando sai-se com estas merdas. Tiveram uma tirada semelhante em relação à Coreia do Norte nao há muito tempo (uns anos, talvez), e se bem me lembro usaram argumentos semelhantes.
Aqui a questão, para mim, é que eles têm razão em muita da sua argumentação. Quando dizem que os EUA estão a usar esta situação como desculpa para fomentar uma guerra contra a Rússia, concordo plenamente. Que de certa forma, isto é como que criar uma força imperialista contra outra, não é de todo mentira. Mas um argumento não invalida o outro. Não são mutuamente excludentes. Podemos todos afirmar isto ao mesmo tempo que condenamos especificamente as acções do uma nação e do seu representante superior.
Eu não ando assim muito dentro do partido para perceber o raciocínio, mas de fora a mim parece-me duas coisas: que 1) o ódio do PCP ao imperialismo e os EUA é superior à necessidade de condenar as acções de um país que no outrora representou os seus mesmo ideais, e 2) deve haver divergências de opiniões no Comité Central em relação a este assunto e parece que isto foi uma espécie de compromisso entre partes? Oficialmente, em Parlamento, não votaram pela condenação das acções do Putin, mas se fores ler o comunicado no site deles, parece aquele sketch dos Gato Fedorento do Marcelo Rebelo de Sousa a tentar dar a sua opinião sobre o aborto. Condenamos, mas condenamos mais os outros, mas também condenamos o outro lado, mas devemos condenar ainda mais o imperialismo, é errado, mas é mais errado o outro lado, e guerra é feia, mas é mais feia quando... zé decidam-se.
Isto desilude-me um bocadinho mas no fundo não me surpreende, porque como disse, eles de vez em quando têm umas tiradas destas. Acho que o assunto é demasiado nuanciado para se falar em absolutos mas é perfeitamente possível afirmar coisas relativamente simples como "as acções deste líder e a sua nação são condenáveis". Eu considero o PCP (como todos os partidos de esquerda) fundamentais para o funcionamento democrático deste país, e por vezes gostava que, pronto, se deixassem de merdas.
E conquanto que eu concorde com eles quando afirmam que de facto há aqui interesses da parte dos EUA, perderam-me com "(...) nas declarações de Putin desta semana que constituem uma grosseira deformação da notável solução que a União Soviética encontrou para a questão das nacionalidades e o respeito pelos povos e suas culturas." Basta abrir UM livro de história para perceber porque é que "o respeito pelos povos e as suas culturas" é não só falso em muitas destas nações, como a Ucrânia é um particular exemplo disso.
Às vezes, parece que estes comunicados são lançados para desdizer a trapalhada que cuspiram no Parlamento (vou sempre parar ao Marcelo dos GF com o "é... mas não é"). O BE por exemplo condenou de imediato as acções do Putin mas foi bem claro na sua posição em relação à NATO, e a partir daí ou se concorda ou se discorda, é uma questão de debate contínuo.
Não sei, a minha opinião vale o que vale. Não tenho particularmente preconceitos nem problemas com o PCP (cresci numa cidade que foi comunista durante 42 anos e aqueles gajos sabem criar programas culturais como nenhum outro partido fdse, e não trocava a minha cidade por nada) mas estas tiradas fazem-me suspirar lmao
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Vovô não era nazista - versão brasileira
Na Alemanha Ocidental no pós-Segunda Guerra, tinha uma piada falando que "vovô não era nazista". A piada ironizava um tipo de memória social onde o nazista era só o Outro, alguém estranho ao corpo social, quase um extraterreste. A ironia era uma crítica a ocultação da ligação orgânica entre nazismo e sociedade alemã. Parecia que um belo dia, Hitler e seus amigos, sozinhos, subjugaram toda sociedade, enganaram todos, dominaram todos, todos foram vítimas de Hitler.
Essa narrativa, é claro, esconde o sucesso pré-nazista na cultura alemã (europeia e ocidental de forma mais geral) de teorias racistas e eugênicas, clamores imperialistas, a legitimidade de práticas antissemitas, os interesses econômicos e políticos em jogo. Nesse tipo de narrativa, o fato do nazismo representar os interesses da burguesia alemã e ter sido bem aceito por boa parte do sistema político, é ocultado. O processo histórico vira um mito incompreensível, uma loucura, uma falha temporária, obra de um único "louco".
Quem nunca leu ou assistiu um vídeo que especula sobre a psicologia individual de Hitler? Ou que busca explicar sua "maldade"? Quem não sabe que ele não foi aceito como pintor e, dizem as lendas, os avaliadores eram judeus e - mágica! - assim surgiu o antissemitismo nazista. A indústria cultural, ao menos nos últimos 40 anos, ganhou muito dinheiro transformando o nazismo em um mito, criando uma ideologia individualista em torno de Hitler que esconde o caráter de classe e os fundamentos político-econômicos do nazismo.
No Brasil, nesse momento, acontece o mesmo com o bolsonarismo. Vovô não era bolsonarista! O Bolsonarismo é descolado do lavajatismo, liberalismo econômico, racismo, violência policial, fundamentalismo religioso, interesses do imperialismo, latifúndio, contrarreformas etc. Bolsonaro vira só um indivíduo, louco, um burro, sádico, uma criança, um incompetente, um malvado. Nos próximos meses e anos, teremos muito material sobre a psicologia individual de Jair. Gente especulando a origem de sua "maldade" e ninguém, ninguém mesmo, foi bolsonarista.
Certa vez, muitos anos atrás, um grande pensador disse: não me importa se você é racista. Importa se você tem poder de oprimir a partir do racismo. Racismo é uma questão de poder e não consciência individual. Essa lógica serve bem para pensar o bolsonarismo. Não tenho dúvidas que Bolsonaro, individualmente, é um ser miserável, perverso, fascista. Mas a questão é que interesses políticos e econômicos, que classes sociais, que grupos de apoio, ofereceram condições para ele exercer seu projeto liberal de morte.
Bolsonaro odeia o Brasil e o povo trabalhador brasileiro desde sempre. Mas só recentemente ele teve condições políticas e institucionais para declarar guerra ao povo trabalhador. A partir de que condições, instituições e interesses isso foi operado? Essa é a questão. Transformar bolsonaro em um mito, fazer do processo histórico algo incompreensível, realizar o "culto negativo da personalidade" é a melhor forma de deixar nas sombras a burguesia, a classe dominante, que formou esse projeto e se lambuçou em sangue.
https://comments.app/view/kOhWYrwS
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O Museu Paraense entre o Império e a República
No nosso último encontro, a apresentação das(os) colegas Ambra Veronica, Maria Cecília e Ronaldo Milanez foi da obra escrita por Nelson Sanjad: “A coruja de minerva – O museu Paraense entre o Império e República (1866 – 1907)”. Atualmente, o museu é conhecido como Museu Emílio Goeldi, localizado em Belém, com mais de 150 anos de história. A pesquisa realizada pelo o autor da obra consistiu em refletir sobre a construção institucional do museu no contexto da transição entre os governos do Império Português e da República.
O Museu Emílio Goeldi, por estar próximo das ricas terras não desbravadas da floresta Amazônica, tornou-se foco das aplicações de recursos financeiros, uma aposta ao potencial econômico dos recursos naturais da região (principalmente, a borracha), e importante símbolo de identidade das elites brasileiras. O espaço representava um local referencial de estudo técnico para capacitar e formar novos pesquisadores e trabalhadores tanto diretamente ligados ao museu, quando indiretamente no desenvolvimento da cidade.
Dentre os principais diretores do museu, destacam-se dois para cada período: Domingos Soares Ferreira Penna (período Imperial) e Emílio Goeldi (período Republicano). Domingos era Secretário de Governo e ficou considerado como o iniciador do projeto de instituir o Museu Paraense, que, entretanto, não chegou a ser efetivado por razões políticas. Sua visão acerca do museu era conceder um papel político e pedagógico bem definido no conjunto das instituições determinadas a “reformar o povo”.
Já Emílio Goeldi era de origem suíça e um pesquisador dedicado ao campo da zoologia aplicada. Após alguns anos de experiência destacada no Museu Nacional do Rio de Janeiro com publicações de estudos, o governador do estado do Pará, Lauro Sodré, contratou-o para reformular o projeto do Museu Paraense.
O trabalho desenvolvido por Goeldi alcançou conquistas em diversos campos da ciência, em quantidade e qualidade inéditas no norte do país. A enorme produção científica e a grande diversidade de temas estudados pela equipe do museu agregaram conhecimentos únicos a agenda científica da instituição. No contexto de transição entre governos, os republicanos estavam convictos de que estavam instaurando um bem-estar social, distinto daquele proposto pelos imperialistas. Símbolo das elites locais, o museu tornou-se a extensão da educação e refinamento das massas dentro do projeto modernizante implementado pelos ideais iluministas da burguesia.
Um fato interessante ocorrido durante a atuação de Goeldi pelo museu foi a disputa intelectual contra Hermann Von Ihering, diretor do Museu Paulista na época, outro grande centro de pesquisa. Dessa forma, Goeldi precisou reafirmar sua posição como cientistas tanto para a Europa, quanto dentro do próprio país onde trabalhava. Os assuntos polêmicos da biologia foram as pautas que levaram os dois diretores a empenhar seus esforços no desenvolvimento por mais pesquisas a fim de afirmar-se como referência. Goeldi, também, atuou em conjunto aos interesses estatais que trouxeram respostas no campo da etimologia médica e da etiologia da febre amarela, ultrapassando o nível regional por abordar assuntos de interesses nacionais e internacionais. Nota-se a intensão de formar uma agenda científica a par das questões do Estado nacional, como a definição de fronteiras e saúde pública.
Portanto, a pesquisa desenvolvida acerca do atual Museu Emílio Goeldi é possível apreender a adaptação política frente aos interesses das classes para alcançar o voo da coruja de minerava em prol do avanço das ciências naturais e da qualidade de vida dos cidadãos na região norte do país.
“Um museu acabado é um museu morto”.
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Episódio #19 – Trotsky e o Exército Vermelho – Esquerda Marxista Em 1918, os bolcheviques cumpriram sua promessa de livrar a Rússia da guerra imperialista. No entanto, a burguesia estava disposta a invadir a nascente União Soviética e afogar em san… Fonte: Episódio #19 – Trotsky e o Exército Vermelho – Esquerda Marxista
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Um capitão, os generais... e o golpe
Jaime Cesar Coelho
[Alberto Giacometti]
As pesquisas mostram um dado importante, que contradiz opiniões que para mim sempre foram autocentradas e equivocadas. Equívocos, aliás, que nos levaram à grande derrota histórica que sofremos recentemente para a extrema-direita. As pesquisas mostram um bolsonarismo vitorioso na batalha da comunicação, mostram que as crises e ataques contra Bolsonaro foram revertidos em números positivos para ele, o que faz crer que a velocidade e a abrangência das respostas das redes bolsonaristas tem sido efetivas e eficazes. As pesquisas desdizem as afirmações reiteradas dos institutos próximos ao petismo de que o bolsonarismo estava crescentemente isolado e que o antipetismo era residual, que não passava de algo como 10% da população.
Tremendo erro de avaliação. O antipetismo é amplo e tem matizes. Parte dele pode ser revertido e parte não. O que não podemos é aceitar a cômoda ideia de que o antipetismo se confunde com a parte que não será revertida, ou seja, com aquele núcleo de extrema-direita que se organiza em torno do bolsonarismo, mas não só, também dos setores hoje dominantes nas forças armadas e na sociedade civil. Aliás, é bom não subestimar estes setores, pois muitos dos seus membros estão em postos de autoridade no aparato estatal: polícias, judiciário e carreiras típicas de Estado como fiscalização fazendária. Embora minoritário em termos estatísticos, este setor não pode ser confundido com as figuras irracionais e bizarras que muitas vezes os representam. Basta olhar para Moro, para Heleno. Longe de representarem figuras bizarras, são representativos de uma extrema-direita com poder de mando, e, no primeiro caso, com grande apoio popular.
As pesquisas nos dão pistas que a tática do bolsonarismo e da extrema-direita de um modo geral é, além da óbvia missão estratégica de forças auxiliares do imperialismo na destruição completa da esquerda, desacreditar dois poderes que podem impor contrapesos: STF e Congresso. Quando o governo está acuado, sofrendo ataques, eles apontam o dedo para o STF e o Congresso, bem como para o sistema de imprensa corporativo não-alinhado, e os acusam de sabotar o governo. Esta tática está dando certo, porque ambos poderes são anti-povo, elitistas e corruptos em sua essência e prática, ou alguém da esquerda vai dizer o contrário. Ficar para a esquerda a tarefa de defender estes poderes não é uma tarefa fácil. Além destes aspectos, a vitória bolsonarista conta com a proscrição factual, embora não formal, dos meios de comunicação de massa da única força capaz de contrapor uma oposição popular ao governo, o PT. Folha, Estadão, Globo e assemelhados fazem sim um ataque seletivo ao Bolsonaro e clã e ao grupo terraplanista/olavista, mas compactuam com o governo no desmonte do estado e nas políticas neoliberais. Folha, Estadão, Globo e assemelhados trabalharam e trabalham pela destruição da esquerda e não conseguem, juntos, aglutinar o povo em torno do projeto excludente que ela e seus políticos preferenciais, como o príncipe do entreguismo, FHC, defendem.
Para mim a questão militar continua sendo chave. Os militares sem o bolsonarismo teriam que encontrar uma figura com representação popular, já que não parece que eles venham a assumir o governo por uma via clássica de golpe de estado. Seria Moro, mas para isto seria preciso criar condições populares para um impeachment, coisa que no momento não aparece nas pesquisas e qualquer movimento em falso poderia abrir as portas para um avanço da esquerda e tudo poderia cair por terra. A economia não vai bem e Guedes é o homem certo para provocar uma fuga de capitais, aliás, esta é trajetória padrão dos ultraliberais em governos periféricos.
Isto nos coloca diante de um governo que ao contrário do padrão do discurso mercadista, que defende que governos devem produzir ambientes de estabilidade, produz instabilidade constante, seja pela postura beligerante de Bolsonaro, seja pelas políticas pró-cíclicas e seja pelo falastronismo de Guedes. É o paraíso do especulador. Guedes aponta para onde o cambio vai (pra cima), e o mercado chuta pra cima. Tem sido uma constante.
Ao que me parece Bolsonaro não tem compromisso com nada, a não ser com os interesses rasteiros de seu submundo de cupinchas e milicianos, que habitam momentaneamente o palácio do Planalto. Os militares sabem disso.
Chama a atenção, neste momento em que o Brasil aparece desnudo, como duas forças fundamentais do poder no Brasil, a corporação militar e a burguesia interna, aparecem sem projeto, sem perspectiva estratégica de país. As estratégias que carregam são individualistas, subordinadas aos interesses externos e que terão impacto regressivo do ponto de vista da renda e da riqueza, além de colocar o país na vanguarda do atraso em termos de inserção internacional. É uma repetição da lógica da servidão voluntária. São representações de um Brasil pequeno, patrimonialista, rentista e curto-prazista. Tudo isto somado ao total, aviltante e deplorável servilismo aos EUA. Parece um país em fim de ciclo, um país sem nação, com representações falsas de sua própria identidade, aliás, que está em profunda transformação com o ataque ao sincretismo religioso e o avanço do neopentecostalismo, que se converte em componente importantíssimo da formação do consenso em torno da atual coalizão de poder, em função do enraizamento popular que possui.
Estruturalmente hoje somos, desde uma perspectiva econômico setorial e classista: serviços, agronegócio, extrativismo e desigualdade de classes numa escala onde qualquer tipo de republicanismo é pura hipocrisia discursiva.
Nossa burguesia é de rendas, seja a renda que deita sobre a concentração da propriedade no campo e na cidade, seja as rendas obtidas nos empregos mais vantajosos do serviço público, seja na posse de dívidas contra o estado, ou na especulação financeira. Temos uma burguesia comercial, outra agrária, outra extrativista, outra bancária e financeira, e porque não dizer que temos uma pequena burguesia que vive como se aristocracia fosse, composta por altos funcionários do estado e prestadores de serviço especializados, por exemplo médicos.
Esta burguesia está contida no Congresso e contém de certa forma o poder legislativo. Há contradições entre suas frações e também há algumas que se misturam, pois banqueiros também são fazendeiros, participam de grandes projetos de extração mineral, detém patrimônio comercial (participação em ações ou controle direto), para citar o exemplo mais eloquente do sistema de intersecções do capital. É uma burguesia antinacional, entreguista. Ela se irmana na corporação militar que parece enxergar no Brasil um país atrasado por razões raciais, que odeia qualquer projeto de inclusão popular, e ao que tudo indica, desistiu de uma perspectiva de construção nacional autônoma, se é que em algum momento já teve este projeto.
Os militares dão demonstrações de que já embarcaram no que seria a terceira guerra fria, optando em nome de todo o povo brasileiro por uma submissão total ao projeto imperialista estadunidense no cone sul. Ressuscitam velhas antinomias regionais com a Argentina, demonizam a perspectiva autonomista bolivariana e fazem na prática uma aliança com os EUA ao entregarem a base de Alcântara, a Embraer e se submeterem à ressuscitada quarta frota dos EUA no Atlântico Sul. Neste projeto está a entrega total do controle sobre a cadeia de hidrocarbonetos, com destaque para o pré-sal. É preciso estar atento ao que me parece ser o surgimento de um novo ciclo de expansão do complexo-industrial militar, que se estruturou nos anos 1970 e teve sua interrupção a partir da crise fiscal dos anos 1980 e do fim do ciclo ditatorial. Pelas informações que nos chegam pela imprensa, os militares estão muito ativos no fechamento de acordos com os EUA e na expansão de projetos para a produção de equipamentos de guerra.
A atual coalizão de poder encarna o velho sonho dos liberais pré-industrialização, que enxergavam o Brasil como vocacionado a ser uma grande fazenda. São os herdeiros de Eugenio Gudin. Aliás, é interessante observar como filhos, netos e parentes das velhas elites golpistas e oligárquicas estão assumindo postos-chave no comando das agências do Estado. Se parte das oligarquias nunca deixaram de abocanhar os melhores cargos do serviço, outra parte retorna com força ao topo do comando de decisão.
Temos aí uma combinação de castas, como o exército que se converteu numa força corporativa com interesses mesquinhos de elevação de soldos e privilégios, privilegiados por herança, gente que acede aos postos do Estado com maior remuneração e poder (autoridade), e uma burguesia rentista e parasitaria. É uma pátria cuja principal característica de suas elites dominantes é o parasitismo e o rentismo. Não nos esqueçamos: o rentismo á patrimonialismo, no sentido de que há um capitalismo patrimonial predominante. Este rentismo concentra propriedade nas mais diversas formas e compromete ainda mais a histórica desigualdade de riqueza. Concentra patrimônio na urbe e no campo e se converte em força política tentando barrar todas as formas de atenuação da desigualdade por meio da regulação da propriedade e da regulação sobre a distribuição do excedente.
Juntemos a isto um ingrediente novo, que é o poder do Estado “marginal”, ou seja, de grupos que dentro e fora do Estado exercem o poder à margem da lei ou deturpando a autoridade conferida, no caso as milícias. Perigosamente o parasitismo colocou no poder um ser do limbo da política e da vida social, Jair Messias Bolsonaro. É com este representante do “inferno”, das baixas hostes do substrato putrefato da sociedade brasileira, que a “elite”, os parasitas e rentistas, salvaram-se do progressismo light do PT, que num país campeão em desigualdade e violência, representava um perigo imenso aos olhos da mentalidade colonizada e escravocrata dos “bem-nascidos”.
Neste momento, em que Helenos e Jaires, que gorilas e fanfarrões, tentam espalhar o medo, chamar o golpe, convocar a plebe ignorante e interesseira das viúvas dos quarteis contra o Congresso Nacional, é que se aproxima a hora da verdade para as forças armadas. Qual o passo que elas tomarem, será o nosso destino imediato. Pode ser que Bolsonaro seja o cavalo de Tróia para elas tomarem o poder e dele se livrarem logo em seguida.
Pode ser... Mas uma coisa é certa, dificilmente os militares tomarão o poder sem uma aliança com o Congresso, levando adiante um impeachment ou forçando a renúncia do miliciano em chefe. Moro é a carta popular, porém ele é o tipo de figura que não resiste a um bom e duro debate, é uma figura sem carisma, cuja aura está intacta porque tem uma máquina midiática de proteção que pouco explora suas inconsistências. Quem tem carisma é o miliciano e quem tem liderança moral institucional é o exército, como apontam as pesquisas. Não parece que esta aliança possa se desfazer sem que haja alto risco para os interesses corporativos das forças armadas, ou mesmo, sem que isto possa representar um importante risco para o projeto proto-imperialista que está em execução pelo exército de ocupação em que se converteu o exército brasileiro.
Uma saída à francesa por parte da corporação militar teria que contar com uma enorme conciliação com as forças progressistas e ao mesmo tempo levaria estas forças a assumir como ganhos as prebendas já conquistadas pelos militares, a entrega estratégica do Brasil aos EUA e a destruição dos direitos da classe trabalhadora. Seria possivelmente abraçar um projeto semi-parlamentarista, sonho de FHC, mas nem tanto dos militares, que não toleram o Congresso e a ideia de um poder executivo sem mando. A ver, pois há quem na esquerda e no campo progressista se apresse em abraçar este projeto aliancista, que é sobretudo uma forma travestida de rendição a qualquer projeto nacional e popular.
O sonho do Messias é dar uma quartelada e botar para debaixo do tapete seus crimes, e provocar um estado de exceção com forte e ampla perseguição à esquerda. A realidade pode impor freios a esta sanha, mas por enquanto as pesquisas são favoráveis aos gorilas e fanfarrões, é por isto que temos que nos preparar para uma resistência de longa duração, que implica mais que o jus sperniandi. Esta resistência precisa ser pensada com o PT, mas para além do PT e do projeto que fez 40 anos. Para já, é preciso mobilizar forças que exponham claramente, nas ruas, a contrariedade contra o fechamento do regime. Fazer isto com sindicatos em frangalhos, com trabalhadores acuados, com a maior parte do mundo do trabalho dispersa no setor de serviços e em trabalhos eventuais e precários, não será fácil. Uma grande liderança se impõe, como a de Lula, mas a sua exposição é difícil, por razões óbvias. É alguém que está livre sob o “favor” das elites no jogo de contrapesos contra o Miliciano. Lula só saiu da cadeia não foi pela reação popular, mas porque era necessário ao Congresso e ao STF colocar Lula como uma carta na manga contra os excessos de Bolsonaro.
O que fazer? Resistir, mas resistir com mais vigor, pela via civil, sempre, pois não resta a mínima possibilidade de outra forma de resistência. Cercar o bicho bolsonarista pela exposição internacional. Criar mídia, muita mídia alternativa e construir uma frente, uma verdadeira frente, que possa rearticular práticas desde a base, sem o mandonismo de burocracias ossificadas e carcomidas. Sem trazer a juventude, os movimentos sociais, e dar oxigênio para um movimento de massas com uma simbologia nova, ficará difícil. Uma frente com identidade renovada, que traga os guetos para a praça e que não leve a praça para o gueto, é isto que precisaríamos. Os projetos partidários, tal qual se colocam hoje, com sentido de sobrevivência, sobrevivência de suas burocracias, não ajudam. Os projetos partidários que nascem à sombra do PT não conseguem afirmar-se, pois em certa medida repetem algumas falhas do petismo, com a desvantagem de não contarem com a base popular que fez emergir o PT. Contudo, simplesmente desconsiderar os partidos do campo progressista é um equívoco e uma impossibilidade. É preciso reconhecer que o PT é o partido que encontra maior base popular, que isto é fundamental, mas não é suficiente.
Em termos concretos, é preciso que Lula priorize o diálogo com os Gomes, que os setores não isolacionistas do PSOL sejam também protagonistas de um projeto de frente e que haja um projeto programático e não só pragmático. No PSOL se organizam algumas bandeiras contemporâneas da luta anti-capitalista, portadores de um significado fundamental para a construção de uma nova sociabilidade, e movimentos sociais com forte penetração da juventude que tratam da questão da mulher, da diversidade e da multiplicidade expressiva da sexualidade, do racismo e da questão ambiental. Neste projeto o MST e MTST tem muito a ensinar, muito a organizar. Um projeto nacional, anti-imperialista e popular, que coloque de forma firme a perspectiva socialista no horizonte concreto, da práxis. Em termos efetivos, este projeto deveria espalhar círculos populares de convivência por todo o país, em defesa dos direitos dos trabalhadores e de propagação de práticas anti-capitalistas. Verdadeiras oficinas de práticas alternativas, de difusão de ideias, por meio de cursos, de apresentações culturais. Também espaços de convivência, de festa, de convívio. Círculos autogeridos, como bases para um projeto coletivo na prática.
Encerro esta reflexão dizendo que só quebraremos o cerco que nos foi imposto se conseguirmos romper com nossos próprios aprisionamentos no campo da esquerda.
(9 de março de 2020.)
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O ovo da serpente
Editorial Volume 4 Número 2
Charge em jornal francês
Desde o golpe de estado de 2016, que derrubou a presidenta legítima do Brasil, Dilma Rousseff, eleita com 54 milhões de votos, por um movimento de direita liderado pela grande imprensa – sobretudo a Rede Globo de Televisão – e pelo Judiciário, teve início a implantação de um regime autoritário no Brasil, sustentado por grandes empresários, proprietários rurais, banqueiros, militares, pastores neoevangélicos e setores da classe média alta. A prisão sem provas do ex-presidente Lula, do Partido dos Trabalhadores (PT), e a vitória de Jair Bolsonaro, ex-capitão do Exército, defensor da tortura praticada na ditadura militar, nas eleições presidenciais de 2018, deram a esse regime autoritário uma coloração semifascista. É possível verificarmos várias afinidades entre os métodos violentos e o discurso de ódio de Jair Bolsonaro com os de Franco, Hitler ou Mussolini, mas há também diferenças importantes. Se a ideologia é similar – negação da diversidade sexual e dos direitos sociais, anticomunismo, antifeminismo, irracionalismo, afirmação da supremacia masculina, branca, cristã e heterossexual, defesa de valores tradicionais em relação à família e à religião, “nacionalismo” (ainda que caricatural) –��e também as práticas de intimidação violenta, o projeto econômico do líder autoritário brasileiro é muito diferente. Os regimes fascistas clássicos europeus estavam baseados no modelo do estado nacional forte, para fazer frente ao hegemonismo anglo-americano nos campos econômico, político, cultural e militar; havia intervenção estatal direta na economia e algumas concessões foram feitas aos trabalhadores, como a Carta del Lavoro, na Itália, em nome de uma unidade de classes em defesa da “raça” e da “nação” contra a “ameaça comunista”. Já o modelo bolsonazista vai em outra direção: defensor do “estado mínimo” neoliberal, pretende extinguir os direitos trabalhistas e previdenciários, permitir que as empresas privadas explorem os trabalhadores sem qualquer tipo de proteção legal aos assalariados, eliminar qualquer barreira protecionista, abrir o mercado brasileiro para o grande capital internacional, privatizar bancos públicos (responsáveis por programas sociais e projetos de desenvolvimento), entregar nossas riquezas naturais – como a Amazônia e as reservas de pré-sal – a investidores estrangeiros, cortar drasticamente os investimentos públicos em educação, saúde, ciência, tecnologia, esportes, além, é claro, de golpear fortemente os sindicatos, movimentos sociais e partidos de esquerda, até colocá-los na ilegalidade, utilizando para isso a bizarra lei antiterrorismo e a força policial-militar, incluindo os métodos da tortura e do assassinato de opositores. O obscurantismo do novo regime, cujo principal ideoleógo, o radialista e astrólogo Olavo de Carvalho (que se apresenta como “escritor” e “filósofo”), acredita que a terra é plana – inclui ainda a retomada das terras de índios e quilombolas para a atividade econômica, a legalização da posse de armas e da prática da caça, o desrespeito ao meio ambiente, a restrição xenofóbica à entrada de imigrantes no Brasil e a retirada do país de acordos internacionais em relação ao meio ambiente e ao clima (questões consideradas pelos novos detentores do poder como formas de “marxismo cultural”). No campo da educação, o novo regime defende a redução orçamentária, a privatização de universidades públicas, o fim das cotas para afrodescendentes, o ensino à distância desde o fundamental e ainda a extinção de cursos de humanidades, a censura aos professores, o fim da aplicação do método Paulo Freire, o controle ideológico da bibliografia educacional, a concessão de bolsas de mestrado e doutorado de acordo com o perfil político de cada estudante, entre outras práticas ditadoriais. A implementação desse projeto, evidentemente, só será possível pela destruição do estado democrático de direito e sua substituição por uma ditadura militar-policial. Claro, tudo com as bênçãos dos pastores neoevangélicos do chamado “sionismo cristão”, que colaboram com a disseminação de preconceitos contra negros, mulheres, gays, índios e outros setores sociais e fazem o proselitismo político direto pró-Bolsonaro em seus “templos” e emissoras de rádio e televisão. A brutalidade neofascista (ou semifascista) brasileira está a serviço de um neoliberalismo radical, com vestimenta messiânica, que abre mão da soberania do país, inclusive oferecendo nosso território para bases militares dos Estados Unidos, para atender aos interesses da grande burguesia imperialista. Neste sentido, o que se passa no Brasil está mais próximo do que ocorre no Leste Europeu, e em particular a Ucrânia, após a queda do bloco socialista e sua substituição por regimes autoritários de direita. Com os Estados Unidos liderados por um gorila como Donald Trump, Israel por Netanyahu, o Brasil por Bolsonaro e a possível vitória da Frente Nacional na França, o mundo viverá um longo período de trevas.
Claudio Daniel
Links com exemplos da violência praticada no país pelos adeptos de Bolsonaro:
CAPOEIRISTA é morto com 12 facadas por eleitor de bolsonaro
PROFESSOR é ameaçado de morte por eleitores de bolsonaro
GAY é morto em Curitiba por eleitor de bolsonaro
JORNALISTA é agredida e ameaçada de estupro, por eleitores de bolsonaro
ELEITORES de bolsonaro postam fotos com armas nas urnas
IRMÃ DE MARIELLE É AGREDIDA, COM A FILHA, por eleitores de bolsonaro
JOVEM É AGREDIDO por estar vestindo vermelho, por eleitores de bolsonaro
MILITANTE é agredida por eleitor de bolsonaro
FUNCIONÁRIA da campanha de Boulos é amaçada com arma por simpatizantes de bolsonaro
CACHORRO é morto em carretata, por eleitores de bolsonaro
JOVENS SÃO EXPULSOS de condomínio por eleitores de bolsonaro
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Um meme aqui passando pra lembrar que as posições adotadas por Putin, apesar de terem um caráter defensivo e que vem se arrastando por décadas desde a queda da URSS, não são posições realizadas por um socialista ou alguém anti-imperialista! Vamos lembrar turma, igual a profa Maria Lourdes ensinou pra gente no 7º ano: o imperialismo é derivado do sistema global do capitalismo monopolista e que tende, inevitavelmente, a guerras internacionais de disputa entre burguesias nacionais de diferentes países. . Como assim : a Prof Lourdes não disse isso pra vocês? #repost @historiacabeluda #stopwar #ukraine #russia #otan #nato #ucrania #imperialismo #essaguerraénossa https://www.instagram.com/p/CakjmjWlZ_6/?utm_medium=tumblr
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Como o "Acordo da Burguesia" enriqueceu o mundo
O livro Leave Me Alone and I'll Make You Rich: How the Bourgeois Deal Enriched the World (Deixe-me em paz e eu enriquecerei você: como o Acordo da Burguesia tornou o mundo mais rico), escrito por Deirdre N. McCloskey e Art Carden, é um notável esforço para explicar aquele que é um dos mais impressionantes e misteriosos fatos da história do mundo.
Até o ano 1800, praticamente todos os indivíduos viviam na mais abjeta pobreza. E então, como que por milagre, a partir do ano 1800, começou a haver um rápido e intenso aumento no padrão de vida médio ao redor do mundo.
Este famoso gráfico em forma de "bastão de hockey", do projeto Our World in Data, sobre a prosperidade humana, mostra esse fenômeno por meio da evolução do PIB real per capita para vários países e para o mundo, desde o ano 1.000.
Até então, nunca havia sido apresentada uma teoria definitiva sobre este fenômeno.
Os autores rotulam esta súbita reviravolta de O Grande Enriquecimento. "O Enriquecimento foi realmente muito muito 'grande': três mil por cento por pessoa".
Os autores apresentam uma tese original. Segundo eles, "Foi a liberdade humana — e não a coerção, ou os investimentos ou mesmo a própria ciência — o que possibilitou o Grande Enriquecimento, de 1800 até hoje".
O livro é um condensado, feito por Carden, de três amplos volumes escritos por McCloskey (veja o primeiro, o segundo e o terceiro volumes). McCloskey é uma das principais historiadoras econômicas do mundo, especialmente conhecida por sua notável obra sobre a economia britânica do século XIX.
O melhor do livro está nas refutações a várias teorias já apresentadas para este Grande Enriquecimento.
De acordo com o marxismo, o capitalismo surgiu e se expandiu por meio do esbulho e da escravidão. McCloskey e Carden rebatem com esta devastadora objeção:
A exploração imperialista foi a ação menos original que os europeus fizeram após 1492. Escravidão e impérios já eram coisas corriqueiras e comuns à época; no entanto, nunca haviam produzido nenhum Grande Enriquecimento. O comércio de escravos ao longo da costa leste da África, que enviava escravos negros para os mercados do Cairo e de Constantinopla/Istambul, era tão amplo quanto o da costa oeste. … E, ainda assim, o comércio oriental não tornou o Egito ou os Impérios Otomano e Bizantino ricos. Não houve nada nem sequer minimamente comparável ao que ocorreu com o Grande Enriquecimento. (p.85)
Os autores reiteram este ponto vital em outra passagem essencial:
O que estamos dizendo, para sermos bem precisos, é que guerras, escravidão, imperialismo e colonialismo foram, como um todo, medidas economicamente estúpidas.
Suponha que matar pessoas, confiscar suas propriedades e estabelecer impérios sejam medidas capazes de criar uma "acumulação de capital original", a qual irá gerar o "modo capitalista de produção", e consequentemente criar um Grande Enriquecimento. Se fosse assim, […] tudo já teria acontecido há muito tempo, e não ocorreria apenas no noroeste da Europa. Imperialismo não é e nem nunca foi uma ideia nova. (pp. 118-19)
Se o imperialismo não criou o capitalismo, tampouco ele o sustentou.
O economista Lance Davis e o historiador Robert Huttenbach já demonstraram há muito tempo, e de maneira decisiva, que mesmo o tão alardeado Império Britânico […] representou um fardo sobre a renda britânica. Benjamin Disraeli, antes de sua conversão ao imperialismo em 1872, havia reclamado, em 1852, que "essas colônias miseráveis e desgraçadas … são uma pedra em volta de nosso pescoço". Ele estava certo em 1852 e errado em 1872. (p.85)
O que, então, criou o Grande Enriquecimento?
McCloskey e Carden afirmam que foi o surgimento de novas ideias.
Estamos argumentando … que os britânicos enriqueceram — e em seguida os Ocidentais e então boa parte do resto do mundo, e todos os humanos nas gerações seguintes — por causa de uma mudança na ética, na retórica e na ideologia. […]
Lucros rotineiros ou o contínuo esbulho de terceiros não podem tornar todo o mundo mais rico. Tem de haver algo diferente. No caso, o surgimento de uma nova ideia que eleve a recompensa de todos. E tem de haver milhares de novas ideias.
Estamos afirmando que a fonte desta revolução foi a então inédita "permissão para se ter uma chance", a qual foi inspirado naquela até então espantosa novidade ética, retórica e ideológica: o liberalismo. Dê às pessoas comuns o direito à vida, à liberdade e à busca pela felicidade — contra a antiga e vigente tirania — e elas começarão a pensar em todos os tipos de novas ideias. […]
Neste novo liberalismo, as pessoas começaram a conversar entre si de maneira distinta. Igualdade de iniciativa, de permissão e de direitos legais passou a ser a nova teoria, em oposição à hierarquia que vigorou em todos os períodos anteriores (pp.86-87).
Em termos simplificados, os autores argumentam que houve uma mudança radical na mentalidade das pessoas. Houve uma mudança na atitude das pessoas em relação ao empreendedorismo, ao sucesso empresarial e à riqueza em geral.
O Acordo da Burguesia
Em termos sucintos, eis o cerne da teoria do livro.
Antes desta mudança no modo de pensar, havia honra em apenas duas opções: ser soldado ou ser sacerdote. A honra estava apenas em estar ou no castelo ou na igreja. As pessoas que meramente compravam e revendiam coisas para sobreviver, ou mesmo as que inovavam, eram desprezadas e escarnecidas como trapaceiras pecaminosas.
E então algo mudou. Primeiro na Holanda, quando a população se revoltou contra o controle espanhol do país. Depois na Inglaterra, com sua revolução, a qual é considerada a primeira revolução burguesa da história.
As revoluções e reformas da Europa, de 1517 a 1789, deram voz a pessoas comuns fora das hierarquias de bispos e aristocratas. As pessoas passaram a admirar empreendedores. A classe média, a burguesia, passou a ser vista como boa e ganhou a autorização para enriquecer.
De certa forma, as pessoas assinaram o 'Acordo da Burguesia', o qual se tornou uma característica dos lugares que hoje são ricos, como a Inglaterra, a Suécia ou Hong Kong: "Deixe-me inovar e ganhar dinheiro no curto prazo como resultado dessa inovação; e então, eu o tornarei rico no longo prazo".
E foi isso que aconteceu. Começou no século XVIII com o pára-raios de Franklin e a máquina a vapor de James Watt. Isso foi expandido, nos anos 1820 (século XIX), para uma nova invenção: as ferrovias com locomotivas a vapor. E então vieram as estradas macadamizadas criadas pelo engenheiro escocês John Loudon McAdam. Depois surgiram as ceifadeiras, criadas por Cyrus McCormick, e as siderúrgicas, criadas por Andrew Carnegie.
Tudo se intensificaria ainda mais no restante do século XIX e aceleraria fortemente no início do século XX. Consequentemente, o Ocidente, que durante séculos havia ficado atrás da China e da civilização islâmica, se tornou incrivelmente inovador. As pessoas simplesmente passaram a ver com bons olhos a economia de mercado e a destruição criativa gerada por suas lucrativas e rápidas inovações.
Deu-se dignidade e liberdade à classe média pela primeira vez na história da humanidade e esse foi o resultado: o motor a vapor, o tear têxtil automático, a linha de montagem, a orquestra sinfônica, a ferrovia, a empresa, o abolicionismo, a imprensa a vapor, o papel barato, a alfabetização universal, o aço barato, a placa de vidro barata, a universidade moderna, o jornal moderno, a água limpa, o concreto armado, os direitos das mulheres, a luz elétrica, o elevador, o automóvel, o petróleo, as férias, o plástico, meio milhão de novos livros em inglês por ano, o milho híbrido, a penicilina, o avião, o ar urbano limpo, direitos civis, o transplante cardíaco e o computador.
O resultado foi que, pela primeira vez na história, as pessoas comuns e, especialmente os mais pobres, tiveram sua vida melhorada.
Nada disso pode ser explicado pela exploração de escravos ou de trabalhadores. Tampouco pelo imperialismo. Os números são grandes demais para ser explicados por um roubo de soma zero.
Também não foram, argumentam os autores, os investimentos ou mesmo as instituições já existentes. Os autores reconhecem que é necessário ter capital e instituições para implantar e incorporar as idéias; mas capital e instituições são causas intermediárias e dependentes, e não a raiz. Idéias sobre a dignidade humana e a liberdade foram as grandes responsáveis. O mundo moderno surgiu quando se começou a tratar as pessoas com mais respeito, concedendo a elas mais liberdade.
O que causou o Grande Enriquecimento, portanto, foi uma mera mudança de mentalidade, uma mera mudança de atitude. Em uma palavra, foi o liberalismo. Dê às massas de pessoas comuns igualdade perante a lei e igualdade de dignidade social, e então deixe-as em paz. Faça isso e elas se tornam extraordinariamente criativas e energéticas.
A ideia liberal, segundo os autores, foi gerada por uma feliz coincidência de acontecimentos no noroeste europeu de 1517 a 1789: a Reforma, a Revolta Holandesa, as revoluções na Inglaterra e na França, e a proliferação da leitura. Estes acontecimentos, conjuntamente, libertaram as pessoas comuns, dentre elas a burguesia e sua livre iniciativa.
Em termos sucintos, segundo os autores, o Acordo da Burguesia é este: primeiramente, deixe-me tentar este ou aquele aprimoramento. Ficarei com os lucros. Em um segundo ato, no entanto, estes lucros servirão de chamariz para aqueles importunos concorrentes, os quais irão também entrar no mercado, aumentar a oferta de bens e serviços, pegar parte da minha clientela e, consequentemente, erodir esses meus lucros. Já no terceiro ato, após todos os aprimoramentos e melhorias que criei terem se espalhado, eles farão com que você melhore de vida substantivamente e fique rico.
Possíveis objeções
Há muita coisa condensada em tudo isso, mas a teoria de McCloskey parece ainda aberta a objeções. Ou, no mínimo, a qualificações.
Como os autores corretamente observam, o Grande Enriquecimento se espalhou por todo o mundo, inclusive para a China, mas o alto crescimento econômico naquele país não foi acompanhado de liberalismo político. E isto não é meramente uma questão de a inércia do passado ser incapaz de acompanhar a teoria professada naquele país pelos defensores de reformas pró-mercado. Ao contrário: aqueles que abriram a economia chinesa jamais renunciaram à ditadura do Partido Comunista.
Mesmo quando aplicada ao exemplo-modelo da Grã-Bretanha, a teoria de McCloskey tem de ser modificada. Será que os liberais clássicos britânicos reivindicaram ter o mesmo status legal da Coroa e da aristocracia? É fato que eles afirmaram possuir direitos legais que a Coroa não poderia abolir, mas, com algumas exceções, eles não foram tão longe ao ponto de reivindicar a posição que McCloskey atribui a eles.
Se, no entanto, não podemos aceitar completamente a teoria de McCloskey, temos de reconhecer seus consideráveis méritos, os quais são baseados em seu profundo conhecimento de história econômica. Infelizmente, isso não é o bastante para ela, de modo que ela se aventura em disciplinas como a história do pensamento político, na qual ela demonstra uma postura menos segura do que a que exibe na história econômica.
Ela afirma que
a visão, em 1651, do filósofo inglês Thomas Hobbes era a de que sem um rei todo-poderoso, haveria uma guerra de "todos contra todos". Falso. Não mesmo. Hobbes suponha que, quando as pessoas são deixadas em paz, tendo de se virar por conta própria, elas se tornam cruéis, egoístas e incapazes de se auto-organizarem voluntariamente. Para domá-las, seria necessário haver um 'Leviatã', como ele o rotulou no título de sua obra de 1651 — ou seja, uma grande besta chamada governo. Somente um rei com mãos de ferro seria capaz de manter a paz e proteger a civilização. (pp. 3-4)
Contrariamente ao que ela aqui sugere, o estado da natureza, para Hobbes, é o de uma sociedade sem governo nenhum, e não o de uma sociedade sem um monarca absolutista.
Pessoas vivendo sob as monarquias limitadas da Idade Média — embora sua situação fosse insatisfatória para Hobbes — não estavam no estado da natureza.
Adicionalmente, embora realmente seja verdade que Hobbes preferisse uma monarquia às outras formas de governo, ele reconhecia outros tipos de governo como legítimos. E, embora isso ainda seja motivo de debate, ele parece ter aceitado o reinado de Cromwell após ter retornado à Inglaterra.
Sua abordagem sobre Rousseau é igualmente falha.
Ela afirma que Rousseau "imaginava que o direito de um indivíduo livre e digno de dizer 'não' pode ser sobrepujado por uma misteriosa 'vontade geral', a qual Rousseau, especialistas similares e burocratas do Partido Comunista seriam facilmente capazes de distinguir e impor a terceiros por meio de medidas coercitivas" (p. 180).
Embora McCloskey esteja correta em afirmar que Rousseau se opunha aos direitos individuais nos moldes defendidos pelos liberais clássicos, ela gravemente deturpou a 'vontade geral', a qual é estabelecida pelo voto popular sob determinadas condições, e não imposta por especialistas.
Em uma valiosa discussão, McCloskey afirma que "a palavra 'honesto' foi transferida de honra aristocrática para honra burguesa" (p. 149). Em seu sentido aristocrático, "honesto tinha o intuito de significar uma pessoa 'digna e apta para estar no topo', e a honestidade era uma questão de posição social. […] A moderna acepção da palavra honestidade para alguém 'que diz a verdade e que mantém sua palavra' aparece no inglês pela primeira vez em 1500, mas o significado "honorável por virtude de seu alto status social" domina seu uso até o século XVIII" (p. 150).
Este, repetindo, é um ponto válido, mas se a intenção era sugerir, como parece ser o caso, que os aristocratas de antes da era burguesa teriam se sentido livres para mentir em suas negociações diárias, já que fazê-lo não macularia sua honra, tal afirmação é extremamente dúbia. Os ensinamentos da Igreja, explicados por Santo Agostinho e Santo Tomás de Aquino, eram o de que mentir era absolutamente proibido.
Para concluir
Em Leave Me Alone and I'll Make You Rich, McCloskey e Carden nos ajudam a entender o Grande Enriquecimento, um fato central na história do mundo. Eles corretamente enfatizam a importância que as ideias sobre liberdade e livre mercado tiveram em permitir e estimular esse desenvolvimento. E eles decisivamente refutam mitos marxistas e demais sobre a história econômica.
Em minhas breves considerações acima, aventurei-me em fazer algumas poucas críticas ao livro. Ao final, não posso reclamar: eu os deixei em paz, e eles me tornaram mais rico (em conhecimento).
David Gordon
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A Igreja e a ação dos Jesuítas nos primórdios
Diretamente de Lisboa em Portugal, vindos da antiga Sede da Companhia de Jesus, saíram os primeiros padres jesuítas em direção ao Brasil. Eles eram seguidores da ordem religiosa que mais teve influência no país, o cristianismo. Os jesuítas foram responsáveis pelo ensino brasileiro por 210 anos e atualmente ainda há discussões sobre quais eram os seus objetivos, visto que eles chegaram junto dos colonizadores portugueses.
Jorge Couto da Universidade de Lisboa - Faculdade de Letras é um historiador português que estuda a influência dos jesuítas no Brasil e no mundo, portanto, acredita-se que o projeto inicial era pela catequização e conquista de almas, então, a questão educacional surgiu posteriormente, pelo fato do fundador da Companhia de Jesus ter um nível intelectual elevado, o que causava diferenciação da generalidade das demais ordens religiosas existentes na época.
Ademais, após muita insistência e pressão das elites católicas europeias é que conseguiram fazer com que a Companhia de Jesus também se dedicasse ao ensino. Entretanto, os jesuítas educavam catequizando e catequizavam educando somente os índios.
Na educação com os indígenas, os padres aprenderam as línguas tupi-guarani e assim, estabeleceram uma conexão maior com os povos e conquistaram mais êxito no ensino. Dessa forma, também ensinavam essa língua aos portugueses que chegavam seguidamente. Portanto, os padres eram pragmáticos e sensitivos e para fortalecerem os vínculos atrativos ao ensino, consideravam elementos que os educandos eram familiarizados, ou seja, eles adoravam cantar, assim, utilizavam diversos cantos nas missas, entre outros aparatos.
Logo ao desembarcarem no Brasil, os jesuítas fundaram suas residências e conventos, que eram chamados de Colégio e funcionavam para o domínio das almas. Foram fundados a pedidos das elites locais que contribuam financeiramente e apresentavam os seus bens e os rendimentos para custear o Colégio.
As pessoas que tinham acesso a esses ambientes eram a elite local, os filhos de portugueses ou de donos de engenho, ou seja, a burguesia.
Entretanto, há pouca documentação que refira que os índios participavam desses colégios considerados de Grau Superior, sendo que nas aldeias, o ensino era generalizado. Portanto, havia dois tipos de ambientes escolares, os aldeamentos que se dedicavam a catequização e a educação dos índios e os colégios que cuidavam da educação dos filhos de imperialistas.
Além disso, evangelizar era a missão em relação aos povos indígenas e a educação foi uma forma para atingir esse objetivo, então, se o colégio deixa a proposta da evangelização, ele se descaracteriza como um colégio jesuíta.
Era característico dos padres adentrarem a cultura, para conhecê-la e observarem seus valores, para posteriormente, poderem introduzir os valores cristãos.
O método pedagógico era organizado em um conjunto de normas, chamado Studiorum, que foram preceitos estabelecidos por Santo Inácio, (reformado algumas vezes) e determinavam a forma como a educação jesuíta deveria ser efetuada, sendo seguida estritamente em todos os colégios do mundo.
Um ponto positivo foi que os padres conseguiram convencer os europeus que os índios eram humanos e tinham alma, já que esses os julgavam como se eles não tivessem.
Consoante a isto, não foi fácil evangelizar os índios ao cristianismo, porque também acreditavam que eles não possuíam religião e por mais que houvesse falta de resistência aos meios educacionais, em alguns casos, podemos considerar que não ocorreu aprendizado verdadeiro, já que não lhes era introduzido o aprendizado interiormente e de maneira concreta.
A sede dos jesuítas em Roma tinham frentes de expansão em muitos países, como China, Japão, Brasil, Vietnã, Índia, América do Norte, ou seja, eles estavam dissolvidos num mundo imenso onde pouco era conhecido e, sendo assim, compreenderam a importância das transmissões de experiências, podendo ser considerado um dos marcos iniciais da comunicação em longa distância.
As cartas informavam sobre as diversas sociedades, culturas, formas e dificuldades da conversão cristã, a constituição de cada uma das missões e essas são as bases de conhecimento do que possuímos perante a colônia brasileira.
Todavia, Gilberto Freire considerava os jesuítas como agentes europeus de desintegração de valores nativos, com o poder de destruição cultural.
Cabe salientar que há divergentes opiniões sobre a atuação dos padres, mas há afirmações inegáveis, visto que eles inauguraram a primeira fase da historia da educação brasileira, consequências que dela resultou em diversos questionamentos para a nossa civilização e cultura: Os jesuítas eram educadores ou destruidores culturais?
Os debates sobre o papel dos padres jesuítas é atual, mas a trajetória traçada na educação guarda um consenso de que ninguém é sempre inovador, já que o tempo passa, as concepções mudam e do posto de vista da modernidade dos sistemas de ensino, a catequização e os meios tradicionais, felizmente, estão declinando.
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Walter Benjamin, Rua de Mão Única
- “A atividade literária não pode ter a pretensão de se desenvolver num âmbito (...). A eficácia literária significativa só pode nascer de uma rigorosa alternância entre ação e escrita”
- “o sonho é queimado pelo trabalho matinal intenso”
- “caráter da casa burguesa que se estremece ao pensar no assassino anônimo”
- “Ninguém pode agarrar-se àquilo que “sabe fazer”. O trinfo é a improvisação”
- “Como é fácil amar aqueles que se despedem! É que a chama que arde pelos que se afastam é mais pura”
- “A posteridade esquece ou inaltece.”
- “Quer a burguesia ganhe, quer ela perca essa luta, ela está condenada a sucumbir às contradições internas que se tornaram fatais ao longo de sua evolução (...), ela se afundará por si própria ou pela ação do proletariado.”
- “A convivência se torna crítica sem refeição. (...) Quando se oferece alguma coisa para comer e beber, nivelam-se e unem as pessoas”
- “As cartas que ficaram muito tempo a serem abertas adquirem algo de brutal”
- “A cidade não é visitada, mas comprada.”
- “Nada distingue mais o homem antigo do moderno do que sua entrega a experiência cósmica que esse último mal conhece”
- “Dominação da natureza, dizem os imperialistas, é a finalidade de toda técnica”
- “Geração mais nova. Para essa, ele [o telefone] era o consolo da solidão”
- “Ser feliz é poder tomar consciência de si sem susto”
- “O primeiro império cultural do ocidente ostentará um dia no seu centro o monumento que recorda seu domínio”
É proibido afixar cartazes! A técnica do escritor em treze teses
I – Quem quiser lançar-se a escrever uma obra de fôlego, instale-se comodamente e conceda a si próprio ao fim de cada dia de trabalho tudo aquilo que não prejudique a sua continuação.
II – Fale do que escreveu, se quiser, mas não leia nada a ninguém enquanto o trabalho estiver em curso. Toda a satisfação que daí possa retirar retardará o seu ritmo. Seguindo esse regime, o desejo crescente de comunicação acabará por ser um estímulo à conclusão.
III – Quanto às condições de trabalho, procure fugir à mediocridade da vida cotidiana. O meio sossego, acompanhado de ruídos pouco estimulantes, é degradante. Já o ruído de fundo de um estudo musical ou da confusão de vozes pode ser tão importante para o trabalho quanto o silêncio tangível da noite. Se este afina o ouvido interior, aqueles se tornam pedra de toque de uma dicção cuja riqueza consegue absorver em si até esses ruídos excêntricos.
IV – Evite servir-se do primeiro instrumento de trabalho que tenha à mão. É útil o apego pedante a determinados tipos de papel, canetas, tintas. Sem luxos, mas com a indispensável abundância desses utensílios.
V – Não deixe que nenhum pensamento passe por você incógnito, e use o seu bloco de notas com o mesmo rigor com que os serviços oficiais fazem o registro dos estrangeiros.
VI – Torne a sua caneta avessa à inspiração, e ela a atrairá a si com a força de um ímã. Quanto mais refletir antes de passa a escrito uma intuição, tanto mais amadurecida ela se te oferecerá. A fala conquista o pensamento, mas a escrita domina-o.
VII – Nunca deixe de escrever pelo fato de não o ocorrer mais nada. Um dos mandamentos da honra literária é o de interromper a escrita apenas quando há de respeitar uma hora marcada (uma refeição, um encontro) ou quando damos o trabalho por terminado.
VIII – Preencha os momentos de falta de inspiração passando a limpo o que já escreveu. Entretanto, a inspiração despertará.
IX – Nulla dies sine linea – mas semanas sim.
X – Nunca dê uma obra por acabada sem ter mergulhada nela uma vez mais, desde o serão até o nascer do dia.
XI – Não escreva a conclusão do trabalho no lugar onde habitualmente trabalha. Aí, perderia a coragem de fazê-lo.
XII – Graus da elaboração da obra: pensamento – estilo – escrita. A finalidade do pasar a limpo é a de que agora toda a atenção se concentre na caligrafia. O pensamento mata a inspiração, o estilo aprisiona o pensamento, a escrita recompensa o estilo.
XIII – A obra é a máscara mortuária da sua concepção.
BENJAMIN, Walter. Rua de mão única: infância berlinense: 1900. Belo Horizonte: Autêntica Editora, 2013.
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O livro de sangue de Cormac McCarthy
Nossos parâmetros mudam com a experiência, e isso inclui a experiência literária. “O Coração das Trevas”, de Joseph Conrad, teria tudo para ser o romance mais sinistro do século 20, até o aparecimento de “Meridiano de Sangue”, de Cormac McCarthy: o livro, nos domínios da alta literatura, mais diabólico que existe.
As duas obras guardam uma semelhança fundamental: são baseadas no encontro (que resulta em choque traumático) entre aquilo que o pensamento colonialista da era liberal designou de “civilização e barbárie”. Lá, europeus que invadiram o Congo; aqui, norte-americanos que invadiram as terras mexicanas e indígenas.
De lá para cá os conceitos mudaram, mas o contexto é aquele mesmo de um século e meio atrás, apesar de “Meridiano” ter sido escrito em 1985. No caso de McCarthy, ao contrário de tantas versões romantizadas, não é uma visão idílica da expansão americana em direção ao Pacífico. É uma visão de terror, em que os yankees são os terroristas da vez: tão perversos quanto os seguidores de Abu Bakr al-Baghdadi, líder do Estado Islâmico. Muitos árabes e palestinos talvez gostariam de jogar essa visão na cara dos judeus e de seus defensores do Ocidente: é ficção, mas possui incômodas analogias históricas. Diga-se a verdade, é inspirado na História.
Falar em expansão sugere movimentos de massa como objetivos sedentários. Pioneirismo, sob cujo estandarte avançaria também o progresso material e espiritual. É de outra coisa, em regra associada a tais fluxos, que falamos; por assim dizer, da face mais obscura dessas grandes aventuras que normalmente classificamos de “heroicas”, típicas do Novo Mundo. A publicidade e o cinema americano nos deram versões bonitinhas daqueles carroções cheios de corajosas famílias puritanas sendo atacadas por índios maus, de pele vermelha. Nem sempre ficou claro que era uma inversão de valores, para justificar uma invasão em massa: os sem-terra da burguesia ascendente invadindo a propriedade dos nativos. A História é cheia dessas ironias instrutivas.
Limpeza étnica era política de Estado dos governos norte-americanos no século 19. A desculpa de sempre, nas disputas territoriais visando à demarcação de fronteiras: os aborígenes (Apaches, Sioux, Cherokees, Comanches, Iroqueses, Gilenos etc.) representavam um obstáculo para o progresso econômico capitalista e à integração nacional do país, que agregou também o Sul agrário, muito semelhante ao Brasil colonial. Estima-se que, em seu movimento para o Oeste, 23 milhões de índios foram dizimados: três vezes o número de judeus mortos pelos nazistas, na Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Além do componente econômico pesava, ainda, a variável cultural do racismo, uma vez que a miscigenação — ao contrário do que aconteceu largamente no Brasil — estava fora de questão para o invasor: brancos judaico-cristãos oriundos da Nova Inglaterra (atual costa Oeste dos Estados Unidos). Uma espécie de “pessoas de bem”, daquela época.
A política anti-indigenista tornou-se abertamente agressiva com um dos mais respeitados presidentes do país, o democrata Andrew Jackson (1829-1837), que mereceu de André Maurois, biógrafo francês, o seguinte retrato: “Mal grado seus duelos, suas pragas pitorescas e seus acessos de cólera, lia a Bíblia e tinha a dignidade e as maneiras cavalheirescas do Sul”. Conhecemos bem o tipo, mas nada disso adiantou muito ao cidadão exemplar do Tennessee. A promulgação do “Indian Removal Act”, de 1830, permitiu a este homem do povo segregar mais de 16 mil índios do Sul no estado de Oklahoma, a Oeste do Rio Mississippi. Tais deslocamentos populacionais ficaram conhecidos como Trail of Tears (Rastro de Lágrimas).
Milhares de nativos morreram de doenças e de esgotamento, nessas longas jornadas excruciantes, sob a vigilância do Estado, que contava não apenas com o exército regular para fazer cumprir a lei. Também milícias contratadas por governos estaduais, com a finalidade de matar os nativos, eram comuns no Velho Oeste. Eis o cenário montado para que a gangue de Glanton (bando sanguinário de “Meridiano de Sangue”) entrasse em ação, à cata de escalpes: couro cabeludo arrancado de forma violenta.
O livro de Cormac McCarthy está perfeitamente contextualizado, não só porque a história narrada reflete o Terrorismo do século 19, nos EUA, mas também porque o Terrorismo continua traumático, na História do século 21. Como um profeta, o romancista ligou as duas pontas e colocou seu país diante do espelho.
Os bárbaros de Cormac McCarthy
Não há, é claro, registro, na História norte-americana, de uma tal gangue de Glanton. É uma invenção de McCarthy, cheia de personagens perfeitamente individualizados: Toadvine, Padre Tobin, Jackson Negro, Webster, o próprio Glanton, o chamado “rapaz” (Kid) e juiz Holden. Os três últimos são centrais à trama, em especial Kid e Holden: o romance começa com a fuga sem rumo daquele e com a perseguição que este lhe impõe, até matá-lo. O centro da história pode ser essa perseguição, e a pergunta essencial talvez seja: o que os dois representam, afinal?
É até possível identificar a conjuntura política em que atuam: estamos em meados do século 19 nos EUA, no Velho Oeste, em algum momento entre os governos de James Polk e Abraham Lincoln, quando o estado mexicano de Chihuahua, fronteiriço ao Texas, foi de fato governado por Angel Trias, personagem histórico com quem os caçadores de escalpe brindam, no capítulo 13.
Contratada para matar os nativos, a “sociedad de guerra” ou “alma comunitária” — assim a define Mccarthy, em dois momentos — vaga pelos confins de um vasto território que, tendo constituído a maior parte do México, passara as mãos dos Estados Unidos sob o governo anexionista do então presidente James Polk. Foi quando o Rio Grande constituiu oficialmente a fronteira entre os dois países, chancelada pelo tratado de Guadalupe-Hidalgo (1846-1848).
Os Estados Unidos estavam, ainda, longe de tornar-se uma potência — 1890 é a década de virada, e levaria ainda meio século para sobrepujarem o Império Britânico —, mas já tinham ambições desmedidas, claramente imperialistas, em pleno acordo com uma tendência mundial crescente, que incluía outros países da Europa e o Japão.
O arcabouço ideológico vinha-se sedimentando desde a independência, no século anterior, e fora recrudescida por uma expressão criada pelo jornalista John L. O’Sullivan no “New York Morning News”, em dezembro de 1845, e antes pela Doutrina Monroe, de 1823. Segundo a mãe de todas as doutrinas de Estado norte-americanas, nosso continente, do Alasca à Terra do Fogo, devia se submeter aos interesses geopolíticos daquele país, livre da ingerência europeia. Desde então a América Latina tem sido tratada como quintal dos Estados Unidos — a começar pelo México.
Havia um conteúdo profundamente racista nessa convicção, segundo o qual os nativos americanos, e mesmo os mestiços com espanhóis, eram incapazes de se autogovernar, dada a sua “inferioridade” genética frente aos invasores de origem anglo-saxônica, supostamente escolhidos, nas palavras do exaltado periodista O’Sullivan, pela Divina Providência. Grécia e Roma, como nos tempos antigos, foram reeditadas por uma civilização do século 19, em sua presunção de modelar a alteridade conforme seus valores, costumes e paradigmas de organização social. Em “Meridiano de Sangue”, essa ambição, com todas os seus preconceitos, é expressa por um certo capitão White, no capítulo 3. A História é um personagem central do romance.
Considerando os mexicanos, eis o que diz o chefe militar da primeira expedição — uma espécie de Salvador — na qual Kid se integra: “Estamos em presença de um povo manifestamente incapaz de si governar a si próprio. E sabe o que acontece aos povos que não conseguem governar a si próprios? Nem mais. Vêm povos de fora governá-los”. Ou ainda: “Nós seremos os instrumentos de libertação numa terra sombria e turbulenta”. Um importante historiador equatoriano, Jorge Nuñez Sanchez, chamou essa postura de “negativo ideológico” da consciência social norte-americana.
Mas quem seriam os bárbaros, nessa tragédia de feições épicas? Aqui a coisa se complica, já que nenhuma versão fica de fora, ainda que nos simpatizemos com a última. Para White e seus comandados, são os mexicanos. Para a expedição punitiva liderada por Glanton, em seguida, são os aborígenes. E para o narrador (McCarthy?) é o homem branco, vindo das ilhas britânicas em direção à Nova Inglaterra, deixando atrás de si, sempre a caminho do Ocidente, uma impressionante trilha de sangue.
Os horrores que essas disputas territoriais causaram desafiam a linguagem, mas McCarthy não se intimidou. Por mais sádico que pareça, de sua parte, “Meridiano de Sangue” é uma tentativa de imprimir na memória comum algo que não pode jamais ser esquecido: a maldade humana. E como esquecer quando a arte é tão precisa?
Da História ao coração do homem
A violência contra animais e pessoas é uma regra do livro. Exemplos (e todos são extremos): a matança das mulas num despenhadeiro, o descarnamento de milhares de bisões nas pradarias do Texas, a degola de Jackson Branco por Jacson Negro, e por aí vai, a cada dez páginas ou menos. Não é um livro para pessoas delicadas.
De toda a sequência, talvez o episódio mais nauseante seja este (edição portuguesa, tradução de Paulo Faria): “Na terceira noite agacharam-se atrás das velhas muralhas esfareladas de adobe, com as fogueiras do inimigo a menos de uma milha de distância no deserto. O juiz sentou-se diante do fogo com o garoto Apache e brincou com ele e fê-lo rir e deram-lhe carne curada e ele quedou-se acocorado a mastigá-la e a observar gravemente as figuras que passavam à sua beira. Cobriram-no com uma manta e de manhã o juiz estava a baloiçá-lo num joelho enquanto os homens selavam os cavalos”.
Na sequência, McCarthy usa um truque narrativo infalível, ao quebrar a expectativa com uma conjunção adversativa e surpreender o leitor, e de forma absolutamente perversa: “Toadvine viu-o [ao juiz] com o garoto ao passar com a sela nas mãos mas quando regressou dez minutos depois a conduzir o cavalo pela arreata o garoto estava morto e o juiz escalpara-o”.
É uma cena tão chocante que até mesmo Toadvine, mercenário e assassino profissional, reage de forma inesperada: “Toadvine encostou o cano da pistola à grande cúpula da cabeça do juiz.
“Diabos te levem, Holden.” “Ou disparas ou tira isso daí. Decide-te.” “Toadvine enfiou a pistola no cinto. O juiz sorriu e limpou o escalpe à perna das calças e pôs-se de pé e virou as costas.”
Pela chave interpretativa que propomos, o juiz Holden bem pode ser símbolo daquela maldade, que justifica o Terrorismo e não se consegue eliminar da História humana. É disso que trata o livro, em parte. Certas reflexões contidas na obra nos levam a essa conclusão. Senão vejamos.
No início de sua longa deambulação em direção ao Texas, Kid encontra-se no deserto com um eremita, que lhe dá abrigo. Enquanto conversam sob a tenda, à noite, outro símbolo aparece, das mãos do velho: “Virou-se e remexeu no meio das peles e estendeu ao rapaz, por cima das chamas, um objeto pequeno e escuro. O rapaz fez girar o objeto entre os dedos. Um coração humano, seco e enegrecido”.
Pouco depois o mesmo dirá, sobre o homem: “Pode entender o próprio coração, mas não quer. E faz muito bem. O melhor é nem espreitar lá dentro. Não é o coração de uma criatura que esteja no caminho que Deus lhe traçou. Encontra-se a ruindade na mais mesquinha das criaturas, mas quando Deus criou o homem tinha o diabo à sua ilharga. Uma criatura capaz de tudo, capaz de criar uma máquina e uma máquina para criar a máquina. E maldade que se perpetua sozinha durante um milhar de anos, sem ser preciso alimentá-la”.
O tema é novamente referido adiante, em forma de parábola, quando Kid cruza com um velho correeiro dos Alleghenies: “O viajante concluiu dizendo ao velho que ele estava perdido para Deus e para os homens e que assim continuaria até que o seu coração acolhesse o seu semelhante com o mesmo calor com que se acolheria a si próprio caso desse consigo mesmo na penúria, à deriva nalgum lugar deserto do mundo”.
Praticamente não há sinais de bondade ou solidariedade em “Meridiano de Sangue”, mas a fala, acima, é muito assertiva. Parece um recado ao leitor, acerca do único caminho possível para nos livrar do torvelinho de coisas ruins que assola nossa existência coletiva. Outra evidência, além do coração: em sua passagem por um vilarejo, Kid entra de casa em casa, numa das quais encontra coisas coladas à parede. Uma delas é “uma carta de tarot que era o quatro de copas”. Ao pesquisar a respeito, fica-se sabendo que a mensagem desse arcano é: “repensar a própria vida”.
É como se McCarthy transitasse da História ao coração do homem, a fim de esconjurar a seguinte afirmação do diabólico juiz Holden: “A verdade acerca do mundo (…) é que tudo é possível”. É uma sentença vulgar, porém verdadeira.
Depois do genocídio dos nativos norte-americanos no século 19, do Holocausto dos Judeus e do 11 de Setembro, quem duvida dela? Que horrores ainda vamos ver no curso da História, se não repensamos nossa vida?
O livro de sangue de Cormac McCarthy publicado primeiro em https://www.revistabula.com
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Fascismo ou não fascismo? Os delírios dos bolsonaristas.
Afinal, Jair Bolsonaro pode, rigorosamente falando, ser chamado de fascista? Vários juízes eleitorais, ao proibir discussões sobre fascismo em universidades públicas, na prática, já deram uma clara resposta a esta questão, mesmo antes do nosso abominável ex-capitão ser eleito. Mas, evidentemente, esta resposta não pode ser considerada satisfatória de um ponto de vista conceitual. E, por mais estranho que pareça, é justamente sob este ponto de vista conceitual que os asseclas de Bolsonaro procuram demonstrar que ele, e o tipo de governo que ele está implantando, não podem ser caracterizados como fascistas.
Uma das exposições mais claras dos argumentos dos bolsonaristas para alegar que não são fascistas foi expressa em um debate transmitido ao vivo em 03/07/2019 pela TV Horizonte, de Belo Horizonte entre Rudá Ricci, professor cientista político, e Victor Lucchesi, presidente do PSL Jovem de Minas Gerais. Na ocasião, este último alegou três motivos que demonstrariam que o governo Bolsonaro não era fascista. Segundo o jovem líder, o fascismo se caracteriza, em primeiro lugar, por ser coletivista, enquanto que o governo Bolsonaro, pasmem, seria um ferrenho defensor da liberdade individual; em segundo lugar, por ser centralizar o poder no Estado, em contraste com o governo Bolsonaro que seria “liberal” economicamente; e, em terceiro lugar, por ser sindicalista, enquanto o governo Bolsonaro é contra os sindicatos. No decorrer do programa, Rudá Ricci acabou perdendo a paciência e, infelizmente, abandonou o debate, o que, num certo sentido, pode ser interpretado como uma vitória do bolsonarismo, que tem justamente na sua capacidade de irritar seus adversários com argumentos absurdos uma das suas maiores armas.
O que define o fascismo, porém, não são as características, meramente conjunturais, enunciadas por Lucchesi. A natureza do fascismo reside na sua radical aversão à Modernidade. Explico-me. Os primórdios da Modernidade podem ser identificados na Renascença europeia, iniciada no século XIV, que consistiu em um amplo movimento de revalorização da Antiguidade Clássica, com o consequente abrandamento do dogmatismo religioso e o misticismo que caracterizam o pensamento medieval. A partir deste movimento, aos poucos, foi afirmando-se a possibilidade de uma compreensão racional do mundo, o que abriu caminho para o desenvolvimento da ciência e das técnicas a partir dela desenvolvidas. Da compreensão racional do mundo deriva, também, a ideia de progresso, não apenas no âmbito da produção material, mas também em relação às próprias estruturas sociais. Inicia-se, assim, no plano das ideias, uma lenta transformação das sociedades feudais que teve como resultado uma fundamentação ideológica totalmente nova para a legitimação das sociedades modernas. Enquanto a estrutura social medieval era baseada no direito divino, que assegurava o poder à nobreza e ao clero, as sociedades modernas têm como fundamento um contrato social baseado na noção de que o poder deve emanar do povo. É importante salientar, porém, o significado atribuído ao termo “povo”. A necessidade de um contrato social implica que o “povo” constitui-se de uma comunidade de indivíduos autônomos, e não como um conjunto indivisível, que se expressaria por uma “cultura” que poderia representá-lo como um todo. É, portanto, nas sociedades modernas que a individualidade humana passa a ser reconhecida, devendo este reconhecimento refletir-se nas suas instituições. Surge assim, no lugar do súdito medieval, com privilégios e obrigações definidos segundo uma rígida hierarquia social, a figura do cidadão, membro de uma sociedade em que todos devem ser iguais perante a lei. A república, surgida na Grécia antiga, é retomada e aperfeiçoada para se tornar o sistema de governo típico das sociedades modernas (as monarquias existentes em sociedades modernas praticamente não possuem poder político).
Na república moderna, o poder divide-se entre Executivo, Legislativo e Judiciário, os quais possuem funções distintas que devem ser exercidas com autonomia. Os representantes da sociedade que exercem o poder legislativo fazem as leis, os representantes da sociedade que ocupam, sempre temporariamente, o Executivo (ou seja, o “governo”) as executa, e cabe aos profissionais do Judiciário, apoiados em um aparato coercitivo (a polícia), assegurar que as leis sejam respeitadas por todos os cidadãos. Há, portanto, uma clara distinção entre governo e Estado. É importante salientar que a igualdade de todos os cidadãos perante a lei implica em definir de forma clara e explícita os direitos que asseguram às pessoas as condições mínimas para a sua existência, assim como o pleno exercício da sua individualidade, com o respeito às suas crenças, costumes e culturas (desde que exercidas no âmbito legal). O Estado moderno, portanto, é laico pois, para poder respeitar a todas as religiões, não pode privilegiar qualquer uma delas.
Impondo-se à ordem social feudal apoiando-se nos valores da modernidade, por meio dos quais procura legitimar a sua hegemonia política, o capitalismo, porém, mostra-se fundamentalmente incompatível com tais valores. Como afirmava Hegel, e como mais tarde salientou Marx, nas sociedades modernas há uma contradição fundamental entre Estado e sociedade civil, entre cidadão e burgues. Ocorre que o Estado de Direito Moderno representa uma sociedade ideal, frequentemente em contradição com os interesses econômicos dos capitalistas. Desta contradição surge a democracia burguesa, que só pode funcionar segundo os princípios da Modernidade desde que tal funcionamento não ameace as relações sociais capitalistas. Este funcionamento é tanto mais instável quanto maior é a dificuldade da sociedade em assegurar uma vida digna a sua população, de acordo como os princípios da cidadania. A Modernidade, assim, dificilmente medra em sociedades pobres, com economias pouco desenvolvidas, o que é agravado pelas profundas desigualdades socioeconômicas que lhe são características. E se a democracia burguesa é estruturalmente instável, sua existência é ainda mais problemática quanto mais pobre e, principalmente, desigual, for o país.
Por esta razão é que a estagnação, quando não a depressão, da economia e o vertiginoso aumento das desigualdades provocados pelas crises estruturais do capitalismo criam enormes dificuldades para a burguesia para legitimar o seu poder político por meio das instituições de um Estado moderno. São nestes momentos históricos que a burguesia recorre a negação da Modernidade, isto é, ao fascismo, para promover o aprofundamento das relações sociais capitalistas. E é claro que o fascismo assume os interesses capitalistas prevalecentes em cada momento histórico e de acordo com as características de cada país. O fascismo de uma Alemanha derrotada na Primeira Guerra Mundial que por meio de um exacerbado populismo exaltava o povo alemão como uma totalidade racial “superior”, a ser representada por um forte aparelho estatal, como forma de promover uma guerra imperialista total; assim como o fascismo de uma Itália que, mesmo tendo participado da aliança vencedora da Primeira Guerra Mundial, enfrentava grandes dificuldades de conciliar seus interesses imperialistas com um capitalismo frágil e incapaz de assegurar certa estabilidade social (dai a ideologia de um sindicalismo corporativista como base social do seu Estado imperialista colonial), não podem ser comparados ao fascismo contemporâneo. Mesmo que nos países capitalistas ricos as tradições fascistas ligadas ao imperialismo nacionalista, com veleidades protecionistas e forte apelo populista, ainda seja a forma mais comum de manifestação do fascismo.
É nos países dominados pela potência imperialista atualmente hegemônica, os Estados Unidos, como o Chile de Pinochet e o Brasil de Bolsonaro, que o fascismo contemporâneo se manifesta em sua forma mais pura. Tal fascismo é furiosamente ultraliberal, antiestatal e antipopular, exatamente como o líder do PSL Jovem de Minas Gerais descreve o governo Bolsonaro.
O fascismo, em todas as suas formas, é repugnante, mesmo para a burguesia que o promove. Assim, raramente são os próprios representantes da burguesia que o protagonizam abertamente. Esta tarefa é deixada para indivíduos, em geral com uma trajetória pessoal marcada pelo fracasso e a mediocridade, cuja degradação moral os leva a negar cinicamente os mais elementares princípios de civilidade, na medida em que certa neutralização de tais princípios é uma condição necessária para a implantação do fascismo. Este é o perfil típico dos mais convictos apoiadores do atual governo brasileiro. Mas nisto certamente nenhum deles supera o “mito” (sic!) Jair Bolsonaro, que é não apenas fascista, mas também um dos mais toscos e grotescos representantes que este movimento já teve ao longo da sua história.
(escrito em 24/07/2019)
(Para ESMAGAR O FASCISMO precisamos compreendê-lo! Se você acha que esta crônica pode contribuir para isto, compartilhe-a entre seus amigos e/ou assinale um “like”.)
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Vânia, Virgínia e Leda: Três marxistas brasileiras
Texto publicado originariamente em vários meios digitais, em agosto de 2016.
Já noutras ocasions tenho escrito neste mesmo espaço algumha resenha dedicada a autores marxistas situados na nossa área lingüística internacional, com um duplo objetivo: recomendar a sua obra polo interesse real dela e, também, lembrar a necessidade de quebrarmos o espaço simbólico que tanto nos fai depender de referentes espanhóis ou do mundo hispano. Incluída aí a maior parte da suposta elite inteletual galega, tantas vezes incapaz de retirar a vista da última moda madrilena.
Queria desta vez recomendar três inteletuais brasileiras que trabalhárom ou trabalham em áreas sociais com perspetiva marxista. Duas delas som economistas e a terceira historiadora.
Comecemos por Vânia Bambirra. Economista falecida recentemente (2015), ela fai parte de umha plêiade de economistas-militantes da esquerda revolucionária brasileira, que a partir dos anos 60 do século passado elaborárom a que ficou conhecida como “Teoria Marxista da Dependência”. Destacam, junto a Vânia Bambirra, o já falecido Ruy Mauro Marini e o ainda ativo Theotônio dos Santos, entre outros. Todos eles, e também Vânia, desenvolvêrom a sua atividade inteletual e política fora do Brasil, ao terem que abandonar o país logo no início da ditadura militar de 1964, daí boa parte da obra ter sido editada só ou em primeiro lugar em espanhol, a partir do exílio chileno e mexicano, no caso de Bambirra.
Para quem nom a conhecer (porque na Galiza pouco se tem falado no assunto), a teoria marxista da dependência tenta explicar o desenvolvimento desigual que carateriza o capitalismo mundial a partir das posiçons de privilégio dos estados centrais em relaçom às periferias surgidas dos espólios coloniais. Umha teoria que, com as suas potencialidades e falhas, tem muito para ensinar na compreensom da posiçom histórica ocupada pola Galiza no capitalismo mundial.
Só para referir aquilo que dela já lim sobre a teoria marxista da dependência, recomendo muito as obras Teoria de la dependencia: una anticrítica (publicada no México em 1977) e A teoria marxista da transição e a prática socialista (publicada no Brasil em 1994). Já sobre um tema clássico da história política do marxismo, ficou célebre o seu “Estratégia y táctica socialistas de Marx y Engels a Lenin", elaborado junto a Theotônio dos Santos em 1981.
A segunda autora que gostava de resenhar é Virgínia Fontes, historiadora dedicada ao estudo do imperialismo e do papel do Brasil contemporáneo com Marx, Lenine e Gramsci como principais áncoras ou referentes teóricos. A sua obra mais bem conhecida é O Brasil e o capital-imperialismo, Teoria e história. Nela analisa a sociedade civil e as particularidades da burguesia brasileira, com umha perspetiva claramente anti-imperialista e socialista. Além desse ensaio, numerosos artigos e entrevistas podem ser facilmente encontradas e visualizadas a partir de umha simples pesquisa na internet.
Para concluir esta breve e tripla resenha, queria recomendar a economista Leda Paulani. Se Vânia Bambirra e Virgínia Fontes tenhem um perfil marcadamente militante e vinculado à luita social, o de Leda Paulani é mais académico, se bem chegou a participar na área económica de um governo municipal do PT em São Paulo, a sua cidade. Ela é muito boa explicando questons relativas à economia política, tais como a acumulaçom, a renda, a crise ou a financeirizaçom em curso. Só lim alguns artigos dela, com destaque para o magnífico “Acumulação e rentismo: resgatando a teoria da renda de Marx para pensar o capitalismo contemporâneo”.
Nos três casos (Vânia Bambirra, Virgínia Fontes e Leda Paulani), é fácil localizar e visualizar vídeos com entrevistas e exposiçons didáticas sobre temas de marxismo, economia política e ciências sociais. Através deles, e além de aprender, aprender e aprender sempre, dá para melhorarmos a competência na nossa própria língua através da preciosa variante brasileira.
Todas as obras acima referidas som facilmente localizáveis online. Quem tiver interesse e dificuldade para as encontrar, é só dizer e fico a dispor para enviar.
Publicado em Sermos Galiza, Diário Liberdade e Galicia Confidencial.
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Um governo escargot para uma esquerda caviar
As eleições de 2018 para a presidência do país movimentou as posições político-ideológicas dos diversos partidos. Não foram poucos os que tentaram se desvencilhar dos termos “direita” e “esquerda”. Partidos, reconhecidamente, de direita como o MDB (Movimento Democrático Brasileiro), DEM (Democratas) e PSDB (Partido da Social Democracia Brasileira) buscaram rejeitar seu posicionamento ideológico, na medida em que se declararam partidos de “centro”. Na verdade, tais partidos lançaram candidatos senão fracos, ao menos desgastados no cenário político atual junto à opinião pública. Nomes como Henrique Meirelles e Geraldo Alkmin eram representantes da velha política e apenas ajudaram a pulverizar ainda mais o processo eleitoral. Dessa forma, a neutralidade dos seus partidos foi estratégica. E demonstrou o interesse dos mesmos em participar, seja à direita ou à esquerda do espectro político, do novo Governo que estava à vias de se formar.
Com o esvaziamento político petista, atrelado à impugnação de Lula na corrida eleitoral, a esquerda ficou temerosa. Nesse sentido, partidos como o PDT (Partido Democrático Trabalhista) tentaram assumir o hiato deixado pelo PT (Partido dos Trabalhadores). O problema é que o partido e o candidato pedetista, Ciro Gomes, não contavam com a transferência de votos de Lula para o seu vice, Fernando Haddad. Tal fato acabou por dividir a esquerda. Consequentemente, essa fragmentação a enfraqueceu e abriu caminho para a vitória de Jair Bolsonaro no pleito, que se utilizou do mesmo discurso que culminou no golpe de Estado, em 1964: o combate à corrupção e ao socialismo.
Mas será que existem semelhanças entre o governo de Bolsonaro e o dos militares? Será que pode vir a ter? Achamos improvável por causa do comportamento das esquerdas nas duas situações.
Nos anos de 1960, o então presidente João Goulart, passou a defender uma série de reformas que ficaram conhecidas como “Reformas de Base”. O seu partido, o PTB (Partido Trabalhista Brasileiro), buscava superar o atraso e a pobreza dentro de um quadro geral capitalista, mas não tinha a intenção de quebrar a hierarquia de classes. A luta pelas reformas, portanto, não possuía caráter revolucionário e muito menos socialista. Porém, isso não impossibilitou a aproximação do PTB com partidos comunistas, tal qual o PCB (Partido Comunista Brasileiro) que havia sido colocado, desde 1947, na clandestinidade.
Segundo Octavio Ianni, no livro “O Colapso do populismo no Brasil”, certas esquerdas não praticavam uma “política de classes”, mas sim uma “política de massa” própria do populismo. Tal postura gerou alas dissidentes dentro do próprio partido que combatiam essa linha colaboracionista do PCB. Essa rejeição ao enfrentamento acabou levando-os a emancipação e formando grupos autônomos.
Em contrapartida, em 1964, o quinzenário clandestino A Classe Operária, vinculado ao PC do B (Partido Comunista do Brasil), se posicionava de forma contrária ao governo de João Goulart, pregando em seus editoriais sua derrubada violenta. Se o periódico tivesse expressividade dentro da sociedade brasileira da época, teria contribuído para o golpe de 1964.
Após a promulgação do Ato Institucional nº 5 (AI-5), em dezembro de 1968, o combate às esquerdas passaram a fazer parte de uma política oficial de segurança do Estado brasileiro. Ele foi o quinto de dezessete atos institucionais decretados entre os anos de 1964 e 1985. Além da institucionalização da censura oficial aos veículos de informação, parlamentares contrários ao Governo perderam mandatos; o Governo Federal, sob o pretexto de “segurança nacional”, passou a intervir em estados e municípios; foi imposto toque de recolher; o habeas corpus por crime de motivação política foi suspenso; o Presidente poderia destituir sumariamente qualquer funcionário público; suspendeu direitos políticos de cidadãos considerados subversivos; qualquer ação baseada em um ato institucional não estaria sujeita à revisão judicial.
A intensificação dos movimentos de resistência armada serviu de base retórica para a legitimação do uso de força contra esses grupos. Que receberam alcunha de terroristas e subversivos. Tal fato acabou estendendo a sustentação discursiva que mantinham os militares no poder. Convém mencionar que vivíamos tempos de Guerra Fria. Tendo, portanto, o Estado brasileiro como baluarte ideológico os valores liberais, as ideias socialistas deveriam ser eliminadas. As diversas linhas políticas, a falta de união e a defesa da tese de que as contradições no nosso cenário político, por si só, traria o apoio necessário da sociedade brasileira, levaram a derrota do movimento de resistência armada na década de 1970.
Ainda hoje as esquerdas carregam semelhanças com as do período da ditadura militar. A questão é que as esquerdas atuais arrancaram os elementos classistas das ideias progressistas como a defesa dos direitos da mulher, dos homossexuais, dos negros, enfim, dos direitos humanos como um todo. Essa maneira de enxergar estas questões, desvinculando-as das bases econômicas, veio à tona após a queda da União Soviética no início dos anos de 1990.
É fato que uma das principais características da esquerda é ser disforme e fragmentada, mais o maior problema é que enquanto a direita nunca abandonou os interesses burgueses, a esquerda abandonou os interesses dos trabalhadores.
O apoio do PC do B, recentemente, à candidatura de Rodrigo Maia (DEM) à presidência da Câmara dos Deputados, evidencia outra característica da esquerda atual: o desejo inconsequente de participar do poder. Não importa à que custo. Percebemos, portanto, semelhanças da mesma com a direita. Pois, as esquerdas alinham-se muitas vezes, politicamente, à direita. E se eu te disser que existem grupos de esquerda que defendem o fim do estatuto do desarmamento? Da mesma forma, e se eu te disser que existem grupos de direita que defendem a liberação do uso da maconha? Se eu te disser que a base filantrópica de programas sociais – muito defendidas pelo PT enquanto governo – possui raízes liberais?
As diferenças entre esquerda e direita, atualmente, são sutis. Esses posicionamentos são móveis. Não existe um modelo ou fórmula. A questão, portanto, é que o governo de direita se constitui em referência ao comportamento da esquerda. Já o governo de esquerda se constituiu em aliança com a direita. A esquerda de hoje é muito mais vendida ao grande capital.
A partir desses elementos podemos entender a investida da direita em cada uma das épocas, pelo menos em 1964 e em 2016. Em 1961, o golpe tirou um presidente. E depois tirou o vice, em 1964. Em 2016, só precisou colocar o vice. O grande empresariado, em conluio com os militares e com o capital estrangeiro, aprenderam que é melhor ter um presidente de esquerda que um vice. E o PT sabia disso. Ninguém foi enganado.
Mas, existem elementos que separam a esquerda de hoje da esquerda dos anos de 1960. A divergência entre a esquerda daquela época era porque havia um socialismo na China, outro em Cuba, outro na Rússia… Hoje em dia, a divergência é por interesses políticos, apenas uma maneira de encontrar o poder. Hoje a esquerda é mais maquiavélica que ideológica. As esquerdas de “Lamarcas” e “Marighelas” eram mais revolucionárias, menos negocistas. Até porque havia a fé em um socialismo real, com base na União Soviética e nas revoluções que aconteciam em diversos continentes.
Com o fechamento da ditadura a partir do AI-5, como já dito, surgiram vários grupos de resistência armada. Hoje seria muito improvável o nascimento de guerrilhas mesmo com um golpe militar. O cenário mundial é outro. Àquela época, o medo da América Latina era Cuba, de fato comunista, com distribuição de terras, fim da herança etc. Hoje, o medo é a Venezuela que, por sua vez, não passou por nenhuma revolução socialista de fato. E o apoio de potências como a Rússia não muda a estrutura de dominação burguesa. Até porque a Rússia do século XXI possui interesses imperialistas muito similares aos dos Estados Unidos.
A burguesia de hoje não tem medo dessa esquerda. Uma esquerda que se alia a ela para chegar ao poder, como fez o PT, em 2002. Quando o governo militar criou o FGTS, por exemplo, ele o fez para retirar a estabilidade do trabalhador. Na ocasião eclodiram inúmeras manifestações. Em especial, a Greve de Osasco (1968), em São Paulo, liderada pelo sindicato da cidade. Atualmente, diante da extinção do Ministério do Trabalho e a defesa do Presidente Jair Bolsonaro de que a geração de empregos estaria atrelada à perda de direitos trabalhistas, a esquerda se cala ou se mobiliza por “memes” pelas redes sociais. Fernando Haddad virou o líder da oposição pelo Twitter.
Por isso, não há necessidade de uma ditadura, não há necessidade de um AI-5. Pois as críticas ao governo de Bolsonaro estarão muito mais ligadas a questões éticas e morais, tais quais as liberdades individuais, os direitos das minorias, entre outros. A mídia fará o seu papel divulgando em demasia tais questões, parecendo até que faz oposição ao governo. E assim defenderá a liberdade de expressão. A crítica às reformas, como a da Previdência, ficará para a mídia de esquerda que não tem o mesmo alcance dos grandes conglomerados.
Esse é um fenômeno mundial, pois, do mesmo modo, não foi preciso uma ditadura para tirar Cristina Kirchner na Argentina, não precisaria de um Salazar para tirar o PSP e não precisou de um Mussolini para levar a extrema direita ao poder na Itália. Não é preciso ditaduras para enfrentar uma esquerda liberal.
Não há, dessa forma, a necessidade de um endurecimento das instituições. O governo de Bolsonaro usou a ditadura e o combate ao socialismo como referência e mera enganação. A ideia era seduzir os saudosistas e excitar os moralistas. Deu certo! Mas, seu governo nunca será como o dos militares. Isso se dá, provavelmente, porque havia uma esquerda mais interessada nos direitos trabalhistas que a de hoje, extremamente voltada à pautas identitárias. Do jeito que a banda toca, é mais fácil a direita ceder a pressões ligadas à causa homossexual do que a questões trabalhistas.
Em toda sua trajetória no Congresso brasileiro, Jair Bolsonaro buscou associar sua visão política a dos militares. O governo atual usou a imagem de algo forte como os militares de 1964, mas é muito mais frouxo que o daquela época. Até a questão de mandar embora funcionários por questão ideológica se difere do período da ditadura, pois à época um funcionário concursado poderia ser demitido caso fosse contrário aos ideais do governo.
É lógico que os militares também eram meras marionetes dos interesses dos EUA, mas pelo menos não fizeram do Brasil uma mera cópia dos “yankes”. Os generais presidentes de 1964 não venderam as riquezas do país. Pelo contrário! Foi nesse período que a estatização da economia experimentou seu maior incremento, com a criação, pelos governos federal e estadual, de um grande número de empresas estatais, que, por sua vez, criavam subsidiárias. Já Bolsonaro busca enxugar a máquina pública com um governo que lembra mais Pinochet do que Costa e Silva. Além, é claro, de ser capacho dos Estados Unidos. Até mesmo a inspiração vem de fora.
Da mesma forma, podemos dizer que as esquerdas de hoje são muito menos combativas e se afastaram da militância. Na medida em que se mostram muito mais dispostas a se alinhar aos interesses do capital. “Com uma esquerda dessas não é preciso de direita”, disse o filósofo Slavoj Zizek. Por isso a direita teve que pintar a esquerda como se fosse um diabo. Inventar um inimigo para poder existir. A esquerda estava liberal demais, fazendo o papel que deveria ser de um partido liberal. Será que, enquanto a ditadura desencadeou uma série de guerrilheiros, a chegada de Bolsonaro possivelmente ampliará os movimentos feministas, LGBTQI, ambientalistas, veganos etc? Tudo indica que sim!
Fonte: Por Raphael Silva Fagundes para o Le Monde
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