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Que medio de transporte no hemos cogido aún? El barco! Cogemos el ferry hacia Kadiköy en el lado asiático de Estambul.
Kadiköy es una zona muy vivaz llena de pop art, tiendas y restaurantes.
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Turquía está obstruyendo un esfuerzo para romper el asedio de Gaza por mar
İsmail Beheşti fue de camino a comprobar su barco, el Concienciaen el Puerto de Estambul. Eran finales de agosto y esperaba que el yate de pasajeros de 220 pies pronto estuviera cargado con ayuda y voluntarios, navegando hacia Gaza para romper el bloqueo ilegal de Israel. Pero cuando entró en el puerto, donde el barco había estado amarrado durante meses, lo detuvieron físicamente. “Las fuerzas de…
#Asunto: Mundo#Día: Viernes#Hora: 10.00#Idioma: Inglés#Medio#Socio: Factiva#Socio: Smart News#Socio: Social Flow#Tipo de artículo: Publicación de artículo#Tipo de página: Artículo#WC: 1000-1999
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Día 23: Estambul día 3, 2ª parte
Después del almuerzo hemos aprovechado que estábamos en el barrio y hemos visitado el Gran Bazaar.
Es una enorme estructura techada llena de comercios dispuestos en calles dispuestas en forma de cuadrícula.
La cantidad de comercios no siempre saca la cara más simpática de la gente.
Y eso, por no hablar de los alrededores del bazaar. En la práctica, las tiendas llegan hasta la Mezquita Nueva, al borde del mar.
Allí hemos llegado con la intención de coger un ferry a la Torre de la Doncella, una pequeña torre situada en un islote a pocos metros de la costa asiática de la ciudad.
En realidad, una excelente oportunidad de dar un paseo en barco por el Bósforo.
Hemos vuelto a casa a tiempo de ver la vida del barrio en su plenitud (incluídas las partidas de cartas y dominó que nunca paran).
Una cenita ligera para recuperar y el día está hecho…
Salvo que hemos visto que había una super luna y hemos salido a buscarla. Por desgracia, hoy no se veía ni una estrella ni nada remotamente parecido a la luna en el cielo de Estambul.
Eso sí, la callecita de los comercios estaba tan abarrotada como siempre.
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Cuando cierro los ojos para escapar, aparezco sentada en Estambul en una silla mirando el Bosforo, un puente gigante a mi lado, muchos barcos, atrás de mí aquella famosa ruina. Y solo me quedo ahí, viendo todo pasar.
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La vuelta al mundo en un crucero
Lleva casi dos años de empleada en MSC Cruceros. Entró en la compañía en junio de 2022, a bordo del Fantasía: “Estaba navegando durante la temporada de verano en el mar Adriático y teníamos escalas en Trieste, Bari, Ancona, Kotor, Corfú y Dubrovnik. A finales de septiembre, el itinerario cambió y visitamos ciudades como Estambul, Izmir y Pireus. A partir de octubre iniciamos la ruta rumbo Brasil y ahí me quedé navegando casi un mes y medio”. Su segundo buque fue el MSC Seashore: “Hice la temporada de verano también en el Mediterráneo, entre Italia, Francia y España”. Actualmente ejerce su labor en el MSC Poesía, con el que ha emprendido su primera vuelta al mundo. El puesto que la tinerfeña Natalia Rodríguez Correa desempaña se denomina International Hostess para la lengua española: “Una anfitriona, en definitiva. Dentro del barco nos encargamos de traducir, ya sea escrito u oral, comunicar y corregir informaciones o anuncios importantes. Tratamos de ofrecer un servicio personalizado a cada pasajero, ayudándole y guiándole en todo aquello que requiera”.
Ante esta experiencia, Natalia se muestra muy emocionada: “Por todas las ciudades y países que voy a conocer, así como su cultura o la gastronomía de los lugares. Y porque es muy interesante y enriquecedor en el plano profesional trabajar en un itinerario como este, ya que el tipo de pasajero es totalmente diferente al resto. Son cuatro meses prácticamente con los mismos pasajeros. Seguro que voy a enfrentar diversas situaciones de las aprenderé mucho”. No son pocas las experiencias y anécdotas que ha vivido: “Son muchas. De algunas ya casi ni me acuerdo. Aun así, de las más especiales es cuando me encuentro con pasajeros de Canarias y, aún mejor, con personas conocidas. Es verdad que el mundo es un pañuelo. Además, me emociona cada vez que me preguntan de qué parte de España y digo que de Tenerife. Quienes realmente conocen las islas siempre las elogian. Por tanto, no dudo ni un segundo en decir de dónde vengo y llevarlo con orgullo a cada rincón del planeta”. Se graduó en Dirección Internacional de Empresas de Turismo y Ocio por la Universidad Europea de Canarias y estudia un máster en Dirección de Recursos Humanos. Su carrera profesional la comenzó en el hotel Océano, en Punta del Hidalgo (La Laguna), además de la empresa familiar: “Un día me decidí por trabajar fuera y empecé a buscar a través de portales de empleo, lo que me llevó a esta situación. Desde el principio, ha sido camino lleno de aprendizajes tanto profesional como personalmente hablando y me queda mucho recorrido, espero. De momento no sé hasta dónde llegaré; pero estoy convencida, no albergo dudas, de que continuaré navegando por la vida, ya sea por tierra o por mar”.
Entre enero y abril (117 días), 173 españoles (de ellos, dos canarios) explorarán cincuenta destinos en más de treinta países. La fórmula flexible les permite optar por el itinerario completo o un segmento más corto. Este es uno de los viajes “más ambiciosos” de MSC Cruceros. Desde 2019, también con inicio en Barcelona, “más de 700 intrépidos se han animado a recorrer el mundo”. La aventura comenzó en el litoral español del Mediterráneo y recaló en Lanzarote para continuar por las costas África, cruzar el océano Atlántico hacia América. Rumbo a Nueva York, Nueva Escocia y Quebec, tras pasar por Zanzíbar, las Seychelles, Madagascar, Isla Mauricio o Ciudad del Cabo junto a una selección de ciudades del Norte de Europa, recalarán en el Caribe. El itinerario comprende la Amazonia brasileña, con paradas en Río de Janeiro, Salvador de Bahía y Belén, además de una travesía por el río Amazonas hasta Manaos, en el corazón de la selva tropical. En su regreso a Europa visitarán Groenlandia e Islandia.
La tarifa incluye once excursiones, con la oportunidad de reservar unas adicionales. Una panorámica por Reikiavik (bahía humeante, en islandés); Quebec y la cascada de Montmorency (30 metros más alta que las cataratas del Niágara), en Canadá, y Swakopmund y Bahía Walvis, en Namibia, son algunas.
El MSC Poesía combina “estilo y comodidad” en un “refinado entorno” con un “diseño elegante”. Como elementos característicos, una cascada en el vestíbulo, un jardín zen, un bar de sushi y un lujoso centro de bienestar estimulan los sentidos. Tres restaurantes, salones e instalaciones de ocio (canchas deportivas, gimnasio, minigolf, piscinas y bañeras de hidromasaje) son otros de sus encantos, con diversos servicios y un variado programa de actividades. La sede social de la división de cruceros del conglomerado de transporte y logística Mediterranean Shipping Company (Gianluigi Aponte; Nápoles, 1970) radica en Ginebra.
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León Magno Montiel @leonmagnom Observo una postal de la Torre de Leandro, con su imponente faro en medio de la pequeña isla rocosa abrazada por las aguas del Bósforo, ubicada en el estrecho que une el Mar Negro con el Mediterráneo. Es uno de los mayores símbolos de Estambul, permanente recordatorio del mito de amor, del esforzado Leandro por la bella Hera, la hija de Afrodita. Hera cada noche encendía su antorcha para guiar a su osado amante cruzando a nado las aguas encrespadas del Bósforo. Hasta que en una noche de tormenta, el viento apagó su lumbre y su amante se quedó sin orientación. Las aguas se tragaron al joven Leandro, vencido por el cansancio, la muerte lo sembró en lo profundo del mar. La Torre de Leandro es una creación del siglo XII, que ha sido modificada en varias ocasiones, pero su aspecto actual se diseñó hace doscientos años. Sus paredes son blanquecinas, con la bandera turca; roja de la media luna y la estrella flameando en lo más alto, alertando a los navegantes que llegan a esa capital ancestral, que encierra los misterios de dos mundos antípodas. Ese monumento milenario me recuerda a mi hermano Leandro Lenin Montiel, animador y cantante que nació en Maracaibo el 6 de junio de 1963, hijo de Luis Nemesio Montiel en Olga Josefina Villalobos. Mi padre, chofer de tráfico, pero además un poeta enamorado de la música y la historia que leía con asiduidad, pues representaba su mejor divertimiento. Le colocó su primer nombre en homenaje a Francisco de Miranda y el barco “Leander” donde realizó su travesía en 1806 desde Nueva York hasta La Vela de Coro. Y el segundo, por su admiración al líder bolchevique Vladimir Ilich Uliánov –el camarada Lenin-, máxima figura de la revolución de octubre en 1917. Leandro desde niño comenzó a militar en el canto, primero en la escuela “Gabriela Mistral” en el barrio Amparo, donde tuvo la orientación maternal de la maestra Carmen de Mora. Luego, en el conjunto de gaitas de la Cruz Roja que dirigía don Luis García Nebot, donde compartimos viajes con los amigos: Roberto Antonio (Merenguero), Carlos Brito, Amílcar del Villar y Hendrick Fernández. Siempre demostrando su gran carisma, una cercanía natural con la gente, que hacía sentir al auditorio consustanciado con el animador que recién conocían. Después comenzaron los días en el Colegio Gonzaga, las excursiones con el padre Duplá, Paco Percáz y Antonio Pérez-Esclarín. La amistad con Marisela Árraga, Aidé Devis, Evaristo Pérez, Madelis Rodríguez, quien sería su esposa y madre de sus hijos mayores: Diego Leandro y las mellizas Damelis y Damilé. Con ellos conformó el Grupo Compa, logrando actuar en “La Canción Bolivariana” organizada por Alí Primera en 1983 en el Estadio “Luis Aparicio”. Su carrera profesional como cantante y animador la inició con Zagales del Padre Vílchez, allí cultivó una profunda amistad con las hermanas Guerra, con los hermanos Quiroz en San Francisco. Comenzaba a destacar como solista y animador, es contratado por Gaiteros de Pillopo, con ellos impuso los temas: “El don de saber gaitear” de Neguito Borjas en 1990: “El don de saber gaitear no nace con todo el mundo hay que cantar con profundo sentido tradicional” (Borjas, 1990). “Total zulianidad” de Elías Hernández en 1996: “Cuando Dios hizo el mundo miró de frente hacia el Zulia tenemos el mejor ritmo grandeza de nuestro acervo le dio relámpago y lluvia lago y poetas fecundos se viste nuestro civismo en el corazón del pueblo con un gran regionalismo” (Hernández, 1996). Esa dupla Montiel-Hernández repitió con el éxito “Sabe a gaita” en 1997. En 1998 grabó el tema “Tres días de sol” de Wolfang Romero y Papi Zuleta: “Quisiera tres días de sol sin noches ni lunas, que quede seca tu cuna de tanto y tanto calor, que al cuarto día mi lago tu lecho llene la lluvia para que de nuevo fluya el cristalino zuliano”. (Romero y Zuleta). En 1999 ingresó a Las Estrellas del 2000, agrupación donde compartió escenarios con Astolfo Romero, Danelo Badell, Germán Ávila “El látigo”. Con ellos grabó el tema “La regadera” de Heriberto Molina.
Finalmente aceptó el llamado de los hermanos Gómez para formar parte de Gosugaita, fue la última divisa a la que perteneció. En paralelo a su carrera como gaitero Leandro hizo buena radio, como la había aprendido de Pedro Colina, a quien oía junto a nuestro padre a principios de los años 70. Colina realizaba una radio participativa, carismática, con contenido social y con peso cultural. Y ese fue el camino que siguió Leandro. En Radio Calendario 1020 AM animó el programa de salsa junto a Samuel Portillo, con asesoría de Rafael Valladares. En Sabor 106FM demostró su solvencia para animar en la Fonoplatea de los Éxitos; así como en las tarimas de la Feria de la Chinita, en los “Poliedrazos” junto a Ozías Acosta y Adolfo Ochoa. Leandro siempre brilló en los escenarios y cultivó el amor fraterno de sus compañeros en cada divisa que estuvo. Sólo vivió 43 años, la muerte sorprendió a Leandro Lenin Montiel Villalobos el 21 de enero de 2007, un infarto destrozó su corazón en ese mediodía. La noche anterior había actuado con Rondalla y Serenata junto a sus compañeros Huáscar Pacheco, Pedro Rossell y Ender Fuenmayor. Lo despedimos la tarde del 22 de enero, mientras sonaban las notas de sus gaitas preferidas en los jardines del sur, lo sepultamos justo al lado de la tumba de nuestro padre Luis Nemesio. Un momento doloroso, inédito, que en la distancia lo vemos como un adiós entre lágrimas y cantos, para un hombre que le dio su luz a esta tierra y sembró el amor a su paso. Fue mi hermano más querido. Una vez más, un Leandro caía entre las aguas turbulentas, tratando de cruzar el estrecho de la vida, para encontrase con su amada Hero, es decir: su gaita. Para recibir en tu celular esta y otras informaciones, únete a nuestras redes sociales, síguenos en Instagram, Twitter y Facebook como @DiarioElPepazo El Pepazo
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El cuerno de oro
El Cuerno de Oro (en turco, Haliç ) es un histórico estuario a la entrada del estrecho del Bósforo, que divide la ciudad turca de Estambul. Este emplazamiento, que forma un puerto natural espectacular, ha protegido a los griegos, romanos, bizantinos y otomanos y otros barcos durante miles de años. Fue primero acondicionado por los colonos griegos para formar la ciudad de Bizancio y bajo el Imperio bizantino los canteros navales construyeron en él un muro a lo largo de la costa para proteger la ciudad de los ataques navales.
Se trata de un estuario en forma de cimitarra que se une al Bósforo justo en el punto en que el estrecho entra en el mar de Mármara, que forma una península en cuya punta está la vieja Estambul (la antigua Bizancio y Constantinopla). Su nombre, en griego y español, significan lo mismo, pero a qué hace referencia la denominación "de oro" aún hoy es poco clara. Ha sido testigo de muchos incidentes históricos tumultuosos y sus espectaculares vistas han sido objeto de innumerables obras de arte.
El Cuerno de Oro es un estuario. Tiene 7,5 kilómetros de largo y 750 metros de ancho. Su profundidad máxima, donde se une al Bósforo, es de unos 35 metros. Está situado justo al inicio del Bósforo o estrecho de Estambul, el estrecho que comunica el mar de Mármara con el mar Negro, en la orilla europea del estrecho.
Hoy día es atravesado por 4 puentes, que son, de aguas arriba hacia la desembocadura en el Bósforo, los siguientes:
Puente Haliç, literalmente puente el Cuerno de Oro, (Kali Köprüsü 1974, 1996);
Puente Eski Gálata, literalmente viejo puente Gálata, cuando el antiguo puente de Gálata se trasladó aquí en piezas, fue reensamblado y restaurado después de que un incendio en 1992 lo dañase (el actual puente de Gálata, que lo reemplazó, fue terminado en 1994);
Puente de Atatürk (Atatürk Köprüsü), antiguo puente de Hayrat que se convirtió en el puente de Atatürk en 1939;
Puente de Gálata (Gálata Köprüsü 1845, 1863, 1875, 1912, 1994).
Un quinto puente está actualmente en construcción para conectar las líneas subterráneas del Metro de Estambul, en el norte y el sur del Cuerno de Oro.
El Cuerno de Oro es un profundo puerto natural formado por la península que lo separa del mar de Mármara. El Imperio bizantino tenía en él su cuartel general naval y se construyeron muros a lo largo del litoral para proteger la ciudad de Constantinopla de los ataques por mar. A la entrada del cuerno, había una gran cadena, tensada, al otro lado de Constantinopla, de la antigua torre de Gálata (que era conocida por los bizantinos por Megàlos Pyrgoss, en griego, la Gran Torre) en el lado norte, para impedir el paso de los barcos no deseados. Esta torre fue destruida en gran parte por los cruzados latinos durante la Cuarta Cruzada (1204), pero los genoveses reconstruyeron una torre nueva cercana, la ahora famosa torre Gálata (1348), que llamaron Christea Turris (la torre de Cristo).
La cadena fue rota o eludida tres veces:
En el siglo X, el Rus de Kiev llevó sus barcos del Bósforo para reflotarlos en el Cuerno alrededor del Gálata: los bizantinos los derrotaron con fuego griego.
En 1204, durante la Cuarta Cruzada, los barcos de Venecia fueron capaces de romper la cadena con un ariete.
En 1453, el sultán otomano Mehmet II, el Conquistador, copió las tácticas del Rus de Kiev durante el asedio de Constantinopla, con sus barcos alrededor del Gálata a flote en el estuario.
Después de la toma de Constantinopla el 29 de mayo de 1453 por Mehmet el Conquistador, los ciudadanos griegos, la iglesia ortodoxa griega, los judíos, los comerciantes italianos, y otros no-musulmanes comenzaron a vivir a lo largo del Cuerno en los distritos de Fener y Balat. Hoy en día, el Cuerno de Oro se encuentra a ambos lados, y hay parques en cada lado. La Cámara de Comercio de Estambul se encuentra también a lo largo de la costa, como los cementerios musulmanes, cristianos y judíos. El puente de Gálata conecta los distritos de Gálata y Eminönü. Otros dos puentes, el puente de Atatürk y el puente Halic se encuentran aguas arriba del Cuerno de Oro. Hasta la década de 1980 sus aguas estaban contaminadas por los residuos industriales, pero desde entonces ha sido limpiado y es una atracción turística popular en Estambul debido a su historia y belleza.
En 1502 Leonardo da Vinci realizó un dibujo de un puente sobre el Cuerno de Oro con un solo vano de 240 m, en el contexto de un proyecto de ingeniería civil para el sultán Beyazid II. Su visión fue resucitada en 2001 cuando un pequeño puente de Leonardo da Vinci fue construido cerca de Ås, en Noruega.
El 17 de mayo de 2006 se anunció que el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdoğan y el alcalde de Estambul, Kadir Topbaş habían decidido reactivar el proyecto del puente de Leonardo da Vinci. Los estudios de viabilidad y planificación del proyecto habían comenzado ya a principios de 1999. Después de cinco siglos, el proyecto del puente de Leonardo da Vinci de cruzar el Cuerno de Oro se convertiría en el primer proyecto arquitectónico del genio renacentista realizado a tamaño real, no maqueta.
El arquitecto turco a cargo de la construcción es Bülent Güngör, conocido por la restauración del palacio de Çırağan, el palacio de Yildiz y el monasterio de Sümela. El puente será una copia exacta del diseño de Leonardo da Vinci, con un solo vano de 240 m, una anchura de 8 metros y una altura sobre el Cuerno de Oro de 24 metros, como se muestra en los bocetos.
¿Qué significa el Cuerno de Oro?
En cuanto al nombre “Cuerno de Oro”, este se debe a su forma y a una vieja creencia. Por un lado, la palabra “cuerno” remite específicamente a la forma que tiene este estuario. Por el otro lado, se cree que, en el Imperio Bizantino solían arrojarse tesoros y riquezas al agua.
El Cuerno de Oro se llama Halic en turco, es una entrada en forma de cuerno en el Bósforo donde los barcos comerciales y la flota bizantina y otomana solían anclar.
El Cuerno de Oro de Estambul también separa el lado europeo de Estambul en la ciudad vieja y la ciudad nueva. Su nombre proviene de la luz dorada del sol que se refleja en el agua, y se llama Cuerno de Oro, y hoy en día lo rodean antiguos lados y parques.
Está situado como dije cerca del Puente de Gálata y del Mercado de las Especias, donde se ven los ferries que llevan personas a las islas de los príncipes y al lado asiático de Estambul. El lugar a la orilla del río sería un punto perfecto para experimentar la hermosa puesta de sol.
El Cuerno de Oro ha asumido un papel esencial en la evolución de Estambul como un puerto natural y notablemente vigilado, y a menudo se enfrentó a ataques porque no tenía mareas. De ahí que el Imperio Bizantino estableció su cuartel general en su larga ensenada.
1ra medida= Para proteger la ciudad de ataques navales letales, para seguridad implementadas primero es construir el muro a lo largo de la costa. 2da medida= Poner una enorme cadena de hierro desde Constantinopla hasta el Puente de Gálata. Hasta ahora, la cadena se ha roto o alterado solo en tres ocasiones. Esta ciudad presenció un movimiento masivo de judíos, griegos, armenios, comerciantes italianos y otros no musulmanes. Como resultado, el Cuerno de Oro jugó un papel vital en el desarrollo de la ciudad. Durante el comercio, los barcos solían descargar las mercancías en el Cuerno de Oro durante siglos. Luego, de manera constante, las fábricas y el sector industrial se despiertan y, lamentablemente, la producción industrial también tuvo un papel en la contaminación del agua del Cuerno de Oro.Hoy en día, el problema de la contaminación se ha abordado a medida que los barcos descargan en el Mar de Mármara.
Hay muchas cosas que hacer al llegar al Cuerno de Oro. Primero, puedes ver el área de Eminonu, donde puedes visitar el Bazar de las Especias y la Mezquita Yeni. Entonces, no querrán perderse la visita a la zona de Fener y Balat, ya que contiene historia antigua. Fener y Balat son algunos de los lugares turísticos más famosos. Hoy en día es popular entre los turistas y los lugareños. El área de Eyup y Sutluce también puede apaciguarlo allí, en la costa sur del Cuerno de Oro de Estambul.
El barrio de Haskoy es el área para visitar que tiene un patrimonio e historia antiguos. El área de Kasimpasa pasa por la región de Galata y es popular entre el Pabell��n Ayanlikavak. Esto se conoce como el área de descanso de los emperadores durante el período bizantino. La costa norte del Cuerno de Oro comienza con el área de Karakoy y Galata.
Golden Horn o Cuerno de oro en Estambul no tuvo ningún puente hasta el siglo XIX. En cambio, se utilizaron pequeñas embarcaciones para ayudar en el transporte entre las dos costas. El puente de Galata fue el primero en construirse y actualmente conecta Karakoy con Eminonu. El primer puente sobre la desembocadura del Cuerno de Oro fue construido en 1845. Varios años después, en 1863, la llegada de Napoleón III provocó que fuera sustituido por un puente de madera. Después de este se construyeron dos puentes más en 1875 y 1912, y en 1992 fue creado el puente que se puede ver en la actualidad. Después de eso, se construyó el segundo Puente Unkapani para controlar el flujo de tráfico masivo entre Beyoglu y Sarachane. El tercer puente se llama Puente Halic por el que pasa la carretera.
Además de constituir una parte importante del paisaje urbano de Estambul, el Puente de Gálata ocupa un gran espacio entre los mitos y leyendas y también en el corazón de los ciudadanos turcos.
El Cuerno de Oro solía ser un centro comercial de la antigua Estambul, y muchos visitantes pasaron por el Cuerno de Oro en Estambul. Y este siguió siendo el puerto principal de la ciudad durante siglos.
¿Por qué se llama o le dicen Cuerno de Oro?
Se llama Cuerno de Oro porque el color amarillo del sol se refleja en el agua y la hace dorada.
¿Qué representa el Cuerno de Oro?
Este solía ser un puerto donde los barcos descargaban las mercancías y anclaban. El Cuerno de Oro también separa el lado europeo de Estambul de la ciudad vieja y la ciudad nueva.
Sofy Sol ADM.
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Las noches de la Peste cap 38
Algunas familias adineradas que al principio no se habían tomado muy en serio el alcance de la epidemia ni las restricciones, y que habían vacilado en exceso a la hora de tomar la decisión de marcharse legalmente de la isla, ahora habían llegado a la conclusión (en parte también porque sus cocineros y criados habían muerto o huido de la ciudad) de que lo mejor sería escapar costara lo que costara. El gobernador sabía, por lo que le habían comunicado sus informadores, que los capataces de los barqueros exigían a esa gente cantidades astronómicas de dinero. Además, esos fugitivos desesperados por salvar sus vidas sabían que, al llegar a los barcos que los esperaban en altamar, tenían que volver a pagar por el «billete». Esos barcos solían pertenecer a pequeñas agencias griegas e italianas que ya habían cobrado la mitad del pasaje por adelantado y de forma clandestina en sus oficinas de la avenida Estambul. Cuando el gobernador se enteró de todo esto, empezó a pensar que, visto lo visto, convendría proteger a los barqueros musulmanes.
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2 Días Tour A Pamukkale Y Éfeso Desde Estambul
2 Días Tour A Pamukkale Y Éfeso Desde Estambul
2 Días Tour A Pamukkale Y Éfeso. Descubra lo que queda de una de las 7 antiguas maravillas del mundo, el Templo de Artemisa. Relájese en un vuelo temprano por la mañana a Izmir. Realice una visita totalmente guiada por las ruinas de Éfeso. Vea la última morada y la tumba de la Virgen María. Disfrute del almuerzo en un restaurante turco tradicional. Pase la noche en la hermosa ciudad de Kusadasi,…
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“Té de Estambul” On sale at @pictoclub Direct link above in my profile. Collage and pencil on 300 gram #Fabriano paper. 42 x 45 cm. Anyone who has ever visited the city of Istanbul and crossed the strait that separates the city in two by boat, has drunk a strong and intense black tea that vendors offer to passengers. The contrast between the bosphorus breeze and the hot tea seems like a perfect combination. I think it is the only place in the world apart from Japan where I have drunk more tea than coffee. Since my first visit, whenever I can, I buy and I always try to have a can of so pleasant and aromatic “Tomurcuck” Earl Gray Tea. “Té de Estambul” esta a la venta en @pictoclub Enlace directo arriba en mi perfil. Collage y lápiz en papel #Fabriano de 300 gramos. 42 x 45 cm Cualquiera que haya visitado la ciudad de Estambul y haya cruzado en barco el estrecho que separa la ciudad en dos, se ha bebido un té negro fuerte e intenso que los vendedores ofrecen a los pasajeros. El contraste entre la brisa del Bósforo y el té caliente parece una combinación perfecta. Creo que es el único lugar del mundo, aparte de Japón, donde he bebido más té que café. Desde mi primera visita, siempre que puedo, compro y trato de tener una lata del tan agradable y aromático “Tomurcuck” Earl Grey Tea. #Berlin#oscarrey#oscarangelreysoto#oscaratelier#art#arte#fineart#tea#estambul #contemporaryart#te#tea#painting#artgallery#contemporary#artcollector#artaddict#Malerei#Zeichnung#curator#fineart#istambul#artista#collage (hier: Berlin, Germany) https://www.instagram.com/p/Ce5bGZ1oxp7/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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NUESTROS OJOS ESTÁN EN LAS FLORES, NUESTRAS MANOS EN LAS RAMAS, NUESTRAS VOCES EN LA BRISA Y NUESTROS GRITOS SE AHOGAN EN EL SAUCE.
Isla que respira, siente y te abraza, convirtiéndose en una contigo misme. No te preocupes, acá no debes ocultarte, idílico lugar se manifiesta a tu alrededor y por primera vez te sientes realmente en casa. Pero vientos traen consigo alertas constantes, resguardo siendo privilegio que isla busca mantener por mucho tiempo, secreto del cual ahora serás parte y, por ello, antes de recibirte, ÖMER DÜVENCI, ¿jurarás no revelar el paradero de Svalbarö y velar por la seguridad de su gente?
PETUNIA, ¡Bienvenide a Siete Maravillas! Te agradecemos por acompañarnos en este viaje y esperamos que permanezcas por mucho tiempo a nuestro lado. Desde este momento cuentas con 24 horas para enviar la cuenta de tu personaje, ¡disfruta!
fuera de personaje
pseudónimo : petunia
pronombres : femeninos
edad : 24
país o zona horaria : cst
nivel de conexión del uno al diez : cinco
triggers : ninguno.
¿algo que añadir? : 🌹🌹🌹
dentro de personaje
nombre : ömer düvenci
pronombres : masculinos
faceclaim : alp navruz
edad y fecha de nacimiento : 30. 7marz96
ocupación : pescador / cocinero en el mitz
cupo y a qué aquelarre pertenece : t / omashu
personalidad : ( + ) disciplinado. protector. perspicaz. ( - ) reservado. aparentemente indiferente. materialista.
¿siempre ha vivido en la isla o es extranjerx?: se mudó a los quince años desde turquía.
¿qué poderes posee? transmutación ( 3 ) + vitum vitalis ( 1 ) / brujería de cocina + atmokinesis + herbolaria
¿cómo fue la primera vez que desarrolló uno de sus poderes?
días malos en la pesca hacían la competencia mas alta entre barcos familiares en la misma costa de estambul. una mañana, ömer & su tío tenían otro día malo desde tempranas horas, & mientras otro ya iba de vuelta a la costa, un joven ömer de quince años comenzó a maldecir a su competencia, tan enfadado & frustrado que fue mas claro que en una mañana tan clara & pacífica como esta, que un rayo cayera sobre la otra embarcación, no fuese natural. su tío, conocía ese tipo de magia, ya que la poseían sus abuelos ya fallecidos.
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100 cosas antes de morir.
100 cosas antes de morir.
1. Tener una cena familiar en familia.
2. Estar cuando mi hermana comience a tomar decisiones.
3. Terminar mi carrera
4. Conseguir un trabajo el cual me llene y me dé para vivir.
5. Conocer el amor de mi vida.
6. Reír a carcajadas hasta olvidarse de que hay problemas.
7. Construir mi casa.
8. Aprender inglés e italiano.
9. Ser maestro de preparatoria.
10. Casarme en la playa.
11. Dar servicio de caridad en un orfanato.
12. Conocer Cozumel.
13. Conocer a mi familia por parte de mi papa biológico.
14. Caminar por el gran cañón.
15. Bajar 10kg y tonificar mi cuerpo.
16. Correr bajo la lluvia junto a mi pareja y besarnos.
17. Adoptar un perro.
18. Entrar a un grupo de ciclismo.
19. Comprar una moto chopper.
20. Subir a una rueda de la fortuna.
21. Ver una aurora boreal.
22. Tocar un panda.
23. Tener una niña.
24. Ver una lluvia de estrellas en el campo con telescopio.
25. Crear ni libro de vivencias parecido al libro de vive aprende y compártelo.
26. Ayudar a un joven becándolo para que estudie la universidad.
27. Comprar una cámara profesional.
28. Tomar un curso de fotografía.
29. Amanecer en un mirador.
30. Bailar sin miedo.
31. Pedir perdón.
32. Aprender a manejar estándar.
33. Jugar hockey.
34. Esquiar en la nieve.
35. Reconciliarme al 100% con mi familia.
36. Ver algo majestuoso.
37. Ver el atardecer en el lugar más alto que exista.
38. Mantener una actitud positiva.
39. Entender que jamás es tarde.
40. Hacer un viaje a la playa con mis amigos.
41. Manejar una pulmonía.
42. Emprender un negocio de renta de casas.
43. Conocer los hijos de mi hermana.
44. Cuidar de mi abuela cuando este grande.
45. Que mi mama se sienta orgullosa de mí de nuevo.
46. Conocer Bogotá y Cartagena, lugares donde se grabó Betty la fea.
47. Hacer un viaje en auto, para conocer la república.
48. Ir a un concierto de Coldplay.
49. Enseñarle a mi hermana a andar en bicicleta.
50. Pasear en barco.
51. Viajar en moto a otro estado.
52. Aventarme en paracaídas.
53. Hacerme un tato con mis dos amigas.
54. Surfear.
55. Escalar.
56. Entrar a un submarino.
57. Aprender a ser sushi.
58. Ir a una escuela italiana de comida.
59. Conocer toscana.
60. Caminar por la muralla china.
61. Tomar el fresco en Machu Picchu.
62. Quedarme en una tienda de campaña en el bosque.
63. Comerme un coco en una selva.
64. Conocer las amazonas.
65. Sobresalir en mi trabajo.
66. No perder la capacidad de soñar.
67. Conocer un coala.
68. Conocer una ballena.
69. Acariciar un delfín.
70. Obtener un reconocimiento por encontrar un hallazgo.
71. Estudiar sobre el espacio sideral.
72. Conocer las instalaciones de la nasa.
73. Dormir en una hamaca en Acapulco.
74. Aprender a tocar violín.
75. Vivir en monterrey.
76. Tener un carro sacado de la agencia.
77. Ir a una orquesta a escuchar una sinfonía.
78. Comer pan recién hecho artesanal.
79. Visitar un museo de historia universal.
80. Viajar en globo aerostático.
81. Enseñar a mi gorda a manejar.
82. Conocer la imprenta de la sep.
83. Ir a un museo con las pinturas de Rufino Tamayo.
84. Conocer la casa de Frida Kahlo.
85. Tomar cerveza de barril.
86. Ir a un concierto de One Republic.
87. Ser un líder mas no un jefe.
88. Crear un sistema de capacitación eficiente.
89. Leer 50 libros.
90. Hacer un viaje familiar.
91. Comer comida exótica en china.
92. Dormir en un techo muy alto.
93. Viajar en avión a Italia.
94. Pasear en bicicleta por Estambul.
95. Ver crecer a mi niña.
96. Estar en su graduación de preparatoria.
97. Educar a mi hija.
98. Manejar un Ferrari.
99. Andar en una avioneta.
100. Morir tranquilo, de manera que no sienta que vaya a morir, haber tenido la oportunidad de quedar bien, pedir perdón y hacer algo que mi familia y amigos me recuerden con cariño.
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NAVEGA POR EL Álbum "CINE FRANCÉS”
Para ver el Álbum Completo HAZ CLIC AQUÍ https://www.facebook.com/media/set?vanity=104354084847569&set=a.115361987080112
ENLACE PARA VER EL FILM █ https://ok.ru/video/1557688224457 █ FILM █ "Djam" (2007) - NOTA 7,00/10
Notas // Pasable=5 - Interesante=6** - Buena=7 - Notable=8
Original: Djam (Francia) Un film de Tony Gatlif.
Reparto: Daphne Patakia, Simon Abkarian, Maryne Cayon. Género: Drama, una joven de espíritu libre █ TRAILER █ https://fb.watch/2WyAdFWxey/ VER Sinopsis --- Djam es una joven griega que se marcha a Estambul, enviada por su tío Kakourgos, un antiguo marino y entusiasta de la música rebética, para buscar una pieza única que le falta a su barco. En Turquía, la joven griega conoce a Avril, una chica francesa de diecinueve años que está sola y sin dinero y que ha venido a Turquía como voluntaria para ayudar a los refugiados. Djam, joven generosa, insolente, imprevisible y libre, decide ocuparse de la chica hasta llegar a Mytilène. Empieza un viaje lleno de encuentros, música, camaradería e ilusión. . País: Francia Década: 2010 .
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27 de febrero de 2021
Sobre Yemen, Arabia Saudita y los retos de Biden
Estados Unidos no solo proveía de armas a Arabia Saudita para su guerra en Yemen, sino que le apoyaba logísticamente para operarlas. Mecánicos estadounidenses se encargaban de que cada uno de los aviones estadounidenses que empleaban los saudíes para sus bombardeos, funcionaran adecuadamente. Personal de la CIA aportaba blancos basados en sus análisis satelitales y de tierra. La alianza estratégica entre Washington y Riad se dejaba sentir en el campo de batalla y en el campo diplomático. No se trata de un asunto de Trump. La guerra de Yemen, que se ha convertido en una de las mayores crisis humanitarias de nuestros tiempos, inició bastante antes de la gestión de ese presidente. En efecto, las personalidades cuentan, y esa alianza que existe entre Arabia Saudita y EEUU se fortaleció con Trump de un lado y el príncipe heredero Mohammed Bin Salman del otro. Pero hoy, cuando Biden necesita mostrar distancia y proyectarse como un gobernante diferente, los intereses de fondo que han impulsado esta alianza de décadas, sobreviven. Ese es justo su reto. ¿En qué consiste el conflicto de Yemen? ¿Por qué los intereses de Washington y Riad se han alineado cada vez más y por qué ahora Biden quiere distanciarse?
La guerra en Yemen exhibe la peligrosa confluencia de al menos cinco elementos que tras la Primavera Árabe (2011) se fueron repitiendo en diversos países de la región: (1) la persistencia de uno o varios conflictos locales de carácter político, (2) dichos conflictos políticos se entretejen con añejas hostilidades sectarias o tribales, las cuales afloran con las condiciones de inestabilidad generadas tras la dimisión o debilitamiento del líder o dictador, (3) en mayor o menor grado, diversas potencias regionales se involucran, ya sea apoyando, financiando, y/o armando a alguno de los actores, o bien, a través de acciones militares directas, (4) el involucramiento directo o indirecto de una o varias potencias globales, (5) el aprovechamiento de las condiciones de caos por parte de grupos terroristas, muchos de ellos ligados al jihadismo global, con el fin de establecer o incrementar su influencia en la zona.
Considere estos eventos ocurridos, todos en Yemen, durante una misma semana del 2015: (a) Una serie de atentados contra mezquitas chiítas, reivindicados por ISIS, terminaron con la vida de más de 130 personas, (b) Grupos afiliados a Al Qaeda extendieron su zona de control atacando la capital provincial al-Houta, al sur del país, (c) Los rebeldes Houthies, quienes ya controlaban la capital del país, Sanaa, lanzaron una nueva ofensiva de expansión amenazando ahora a Adén, ciudad a donde tuvo que huir el gobierno formalmente reconocido.
Uno de los actores fundamentales de este conflicto han sido los grupos rebeldes Houthies pertenecientes a una subsecta del Islam chiíta, llamada zaidi, apoyados por Irán, el principal bastión del Islam chiíta en la región y gran adversario de Arabia Saudita en la lucha por el poder regional. El tema se complicaba porque a los Houthies no solo los apoyaba Irán, sino el exdictador Saleh, aquél que tuvo que dejar la silla a raíz de la Primavera Árabe y que ahora regresaba para intentar recuperar parte de lo que consideraba le fue arrebatado.
Por consiguiente, hacia ese momento del 2015, Arabia Saudita consideró que su intervención militar era ineludible y decidió iniciar ataques aéreos contra los Houthies formando una coalición internacional compuesta por 10 países de la región, apoyada por EEUU, potencia que tenía sus objetivos claramente ubicados del lado de Riad y sus aliados.
Más allá de toda la complicada problemática interna—entre otras cosas, Saleh terminó siendo liquidado por los propios Houthies—transcurridos los años, hay varios factores que se van complejizando y que terminan por alinear más aún los intereses de Arabia Saudita y Washington.
Es decir, en 2015 el caso de Yemen exhibía un comportamiento paradójico de la administración Obama. Por un lado, en ese mismo año, Washington e Irán negociaban y firmaban un pacto nuclear—el cual, se sabía, iba a llenar las arcas de Teherán con dinero y contratos frescos—y por el otro lado, esos dos mismos países estaban chocando de manera directa en Yemen en donde sus objetivos estaban visiblemente enfrentados. Sin embargo, cuando Trump asume la presidencia, y especialmente a partir de que abandona aquel pacto nuclear, y reactiva e incrementa las sanciones contra Irán, el conflicto en Yemen se va a entretejer más aún con todos los otros factores que enfrentan a Washington con Teherán.
Hasta antes de ese punto, el apoyo iraní a los Houthies era importante, pero limitado. A medida que crece la conflictiva entre Irán y la Casa Blanca, los Houthies se vuelven una pieza clave de la estrategia de Teherán para ejercer presión contra Washington y sus aliados con el objetivo último de orillar a Trump a flexibilizar su postura. Entrenados y armados por las Guardias Revolucionarias Iraníes o por milicias aliadas de Teherán como Hezbollah, y empleando misiles, drones y armamento de última tecnología, los Houthies fueron incrementando sus ataques contra el reino saudí, pero también contra buques que cruzaban por el Golfo Pérsico. Los Houthies amenazaban directamente las posiciones de Washington y de sus aliados en la región. Asimismo, para generar confusión, los Houthies se atribuían ataques contra barcos o instalaciones petroleras saudíes, los cuales, según investigaciones, eran cometidos directamente por Irán. En fin, es imposible entender los acontecimientos de los últimos años, incluidos los factores que estuvieron a punto de llevar a Washington y Teherán a un conflicto armado, sin incorporar el rol de los Houthies en toda esta problemática. Por consiguiente, la Casa Blanca tenía que seguir apoyando a Riad en su combate contra estos rebeldes.
No obstante, de manera paralela, se fue generando un consenso bipartidista en EEUU de que el apoyo incondicional a Arabia Saudita, y especialmente al príncipe heredero, era insostenible bajo las condiciones existentes. Los bombardeos saudíes frecuentemente golpeaban objetivos civiles causando muertes inocentes por docenas. Las violaciones a derechos humanos cometidas por el reino—de las cuales lo más sonado fue el brutal asesinato del periodista Khashoggi en el consulado saudí en Estambul—no podían continuar sin consecuencias. El control del reino a manos de Bin Salman, a quien apodan “Mr. Everything” (el Señor Todo), le convertía en un personaje intocable como para poder negociar con cualquier otro actor, incluso su padre el Rey Salman. Trump eligió mirar siempre al otro lado y conservar la alianza intacta, a pesar de la oposición bipartidista que en el Congreso había al respecto.
Biden, por supuesto, desde su campaña, prometió que todo eso cambiaría. Hace unos días la vocera de la Casa Blanca lo puso en estos términos: “planeamos recalibrar nuestra relación con Arabia Saudita”. En ese sentido, una de las primeras medidas del nuevo presidente fue suspender contratos de armas y todo el apoyo logístico que brinda a los saudíes para su combate en Yemen. Ayer mismo, la inteligencia de EEUU desclasificó un reporte que indica que el príncipe Bin Salman aprobó y muy probablemente ordenó el asesinato del periodista Khashoggi, lo que catapultó ya una serie de sanciones sobre 76 saudíes por parte del Departamento de Estado.
El reto para Biden, sin embargo, consiste en equilibrar esos mensajes con los intereses fundamentales de la superpotencia en la región. Esta administración entiende bien que no puede simplemente reactivar el acuerdo nuclear con Irán ignorando eternamente sus mayores debilidades. Y una de esas debilidades tiene que ver con haber dejado fuera de las negociaciones el apoyo iraní a milicias y actores (como los Houthies) en toda su región que luchan contra intereses de Washington y sus aliados.
En otras palabras, si por un lado EEUU revive su acuerdo nuclear con Irán, elimina las sanciones a Teherán—lo que le permitirá reactivar su economía y sus flujos de inversión—por el otro lado nuevamente se deja fuera de las negociaciones el financiamiento, armamento y entrenamiento de Irán a actores como los Houthies, y por último se abandona a Arabia Saudita en Yemen, entonces la Casa Blanca tendrá que asumir consecuencias que operan contra sus propios intereses. Ejemplos: (a) Irán afianzará su posición en esa zona estratégica amenazando a distintos aliados de Washington en el Golfo mediante una amplia diversidad de instrumentos (lo que vuelve improbable el final del conflicto en Yemen); (b) Arabia Saudita buscará fuentes alternativas de apoyo y no hay que descartar el interés que Rusia y China han mostrado para llenar el vacío que deje Washington; y (c) será difícil evitar que otros enemigos de Washington como ISIS o Al Qaeda, se aprovechen de las circunstancias que podrían producirse.
No está simple y esta es apenas una muestra de los retos de Biden en temas de política exterior. Es verdad que Trump llevó muchos de esos temas al extremo y que es para Washington indispensable revertir la dirección. Pero también es verdad que la administración Obama, de la que Biden formó parte, cometió errores y dejó vacíos que generaron importantes consecuencias que la superpotencia ha tenido que enfrentar. ¿Cómo lograr el balance?
Twitter: @maurimm
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«Historia de la mano cortada», Wilhelm Hauff.
Nací en Constantinopla: mi padre era dragomán (intérprete) en la corte turca y además comerciaba en una escala bastante considerable con olorosas especias y sedas. Me dio una buena educación, en parte enseñándome él mismo y en parte poniéndome bajo la dirección de uno de nuestros sacerdotes. En principio me destinó a continuar con sus negocios, pero, al dar muestras de mayor capacidad de lo que había esperado, por consejo de sus amigos me orientó a la medicina, en la idea de que un médico que ha aprendido algo más que las charlatanerías habituales puede hacer fortuna en Constantinopla. Frecuentaban nuestra casa muchos francos y uno de ellos convenció a mi padre para que me permitiera viajar a su patria, a la ciudad de París, donde tales cosas se podían aprender gratuitamente y de manera inmejorable. Él mismo se ofreció a llevarme con él a su vuelta sin ningún gasto. Mi padre, que también había viajado en su juventud, accedió; el franco me dijo que en tres meses debía estar listo. Estaba fuera de mí por la alegría de ver lejanas tierras y esperaba con impaciencia el momento de embarcarnos. Por fin el franco cerró sus negocios y estuvo dispuesto para el viaje. La víspera de la partida, mi padre me llevó a su dormitorio, donde vi sobre la mesa hermosos trajes y armas. Pero sobre todo atrajo mis miradas un gran montón de oro, pues nunca había visto tanto reunido. Mi padre me abrazó y dijo:
—Mira, hijo mío, te he procurado trajes para el viaje. Estas armas son las que tu abuelo me dio cuando viajé al extranjero: ahora son tuyas. Sé que tú puedes llevarlas, pero no las uses más que cuando seas atacado: entonces te aconsejo ser valiente con ellas. Mi capital no es grande: como ves, lo he repartido en tres partes, una es tuya, otra será mi sustento y mi reserva, y la tercera será un bien intocable, porque te servirá en la hora de la necesidad.
Así habló mi anciano padre, y sus ojos se llenaron de lágrimas, tal vez por la sospecha de lo que sucedería, pues nunca volví a verlo.
El viaje transcurrió sin contratiempos y pronto llegamos a la tierra de los francos; después de seis jornadas, llegamos a la gran ciudad de París. Mi amigo franco alquiló para mí una habitación y me aconsejó que gastara juiciosamente mi capital, que en total ascendía a dos mil táleros. Tres años viví en aquella ciudad y aprendí lo que ha de saber un buen médico, pero mentiría si dijera que estuve a gusto allí, pues las costumbres de ese pueblo no me agradaron; sólo tenía unos cuantos amigos, si bien éstos eran jóvenes nobles.
La añoranza de mi patria se hizo fuerte en mí. En todo el tiempo no había noticias de mi padre y por ello aproveché una oportunidad para volver a casa.
Una embajada del país de los francos se dirigía a la Corte. Me uní a la comitiva como médico de la embajada y regresé feliz a Estambul. Encontré cerrada la casa de mi padre, y los vecinos se asombraron al verme y me dijeron que mi padre había muerto hacía dos meses. El sacerdote que me había enseñado en mi juventud me trajo la llave; solo y desamparado entré en la casa. Encontré aún todo como mi padre lo hab��a dejado, pero faltaba el oro que prometió dejarme. Pregunté por él al sacerdote y éste se inclinó y dijo:
—Vuestro padre ha muerto como un santo, pues ha legado su oro a la Iglesia.
Esto me resultó incomprensible, pero ¿qué podía hacer? No tenía ningún testigo contra el sacerdote y aún debía alegrarme de que no hubiera considerado también como herencia la casa y las mercancías de mi padre. Ésta fue la primera desgracia que me afligió, pero desde entonces los golpes se sucedieron. Mi fama como médico no acababa de propagarse, porque me avergonzaba actuar como un pregonero de mercado y me faltaba la recomendación de mi padre, que me habría introducido entre los ricos y poderosos, que ahora ya no pensaban en el pobre Zaleuco. Tampoco las mercancías de mi padre hallaban salida, pues los clientes se habían esfumado después de su muerte y sólo poco a poco se adquieren otros nuevos. En una ocasión en que reflexionaba desconsolado sobre mi situación, recordé que entre los francos había visto hombres de mi pueblo que recorrían el país mostrando sus mercancías en los mercados de las ciudades; recordé que se les compraba con gusto, porque venían de lejanas tierras, y que en este comercio se podía ganar el cien por cien. Inmediatamente tomé la decisión. Vendí la casa de mi padre y di una parte del dinero conseguido a un amigo para que me lo guardara: con el resto compré cosas que escasean entre los francos, como chales, sedas, ungüentos y aceites; busqué lugar en un barco e inicié mi segundo viaje. Pareció como si la fortuna se me hiciera otra vez favorable en cuanto pasé el estrecho de los Dardanelos. Nuestro viaje fue corto y feliz. Atravesé ciudades grandes y pequeñas de los francos y en todas partes encontré gente dispuesta a comprar mis mercancías. Desde Estambul, mi amigo me enviaba de vez en cuando nuevas existencias y yo me hacía más rico de día en día. Cuando hube ahorrado tanto que creí poder emprender un negocio mayor, me trasladé con mis mercancías a Italia. He de reconocer que mis conocimientos de medicina me proporcionaron no pocas ganancias. Al llegar a una ciudad, anunciaba que se encontraba en la ciudad un médico griego que había curado ya a muchos; y de hecho mis bálsamos y medicinas me aportaron bastantes cequíes. Así llegué a la ciudad de Florencia, en Italia. Decidí permanecer más tiempo en esta ciudad, en parte porque me encontraba muy bien allí y en parte porque quería descansar de las fatigas de mis andanzas. Alquilé una tienda en el barrio de Santa Croce y, en una hospedería no lejana, unas hermosas habitaciones que daban a una galería. Enseguida hice circular anuncios que me dieran a conocer como médico y comerciante. Apenas había abierto mi tienda, los compradores acudieron, y aunque había puesto precios un tanto elevados, vendía más que otros por ser amable y complaciente con mis clientes. Había pasado ya cuatro días gratos en Florencia, cuando una tarde, después de haber cerrado mi tienda y revisado las existencias en mis cajas de ungüentos, como era mi costumbre, encontré un mensaje en una cajita que no recordaba haber traído. Lo abrí y encontré la siguiente invitación: «Esta noche, a las doce en punto, en el llamado Ponte Vecchio». Pensé mucho tiempo quién podía ser el que me convocaba allí, pero, como no conocía a nadie en Florencia, consideré que tal vez quisieran llevarme en secreto junto a algún enfermo, como había ya sucedido a menudo. Decidí por tanto acudir, aunque, por precaución, me ceñí el sable que mi padre me había regalado.
Cuando era ya casi la medianoche, me encaminé al Ponte Vecchio y pronto estuve allí. Lo encontré desierto y decidí esperar hasta que apareciera el que me había llamado. Era una fría noche; la luna brillaba y yo contemplaba las ondas del Amo, que resplandecían al reflejarse su luz en ellas. En las iglesias de la ciudad dieron las doce; me volví, y delante de mí se hallaba un hombre totalmente envuelto en una capa roja y con uno de sus extremos tapándole la cara.
Al principio me sobresalté un poco por su repentina aparición, pero me recobré enseguida y dije:
—Decidme qué deseáis para haberme hecho venir hasta aquí.
La capa roja se movió y dijo lentamente:
—Sígueme.
No me resultaba nada grato ir solo con el desconocido, me quedé parado y dije:
—No sin que me digáis primero adónde, querido señor; podríais mostrar vuestro rostro para que vea si tenéis buenas intenciones conmigo.
Él no pareció prestar atención:
—Si no quieres, Zaleuco, quédate —respondió continuando su marcha.
Mi cólera estalló y exclamé:
—¿Creéis que un hombre como yo permite que cualquier loco se burle de él y le haga esperar para nada en medio de la fría noche?
Le alcancé con un par de zancadas, le tiré de la capa y grité aún más alto cogiendo con la mano el sable; en la otra quedó la capa, pero el desconocido había desaparecido por la primera esquina. Mi indignación se fue aplacando: tenía además la capa, que me daría la clave de mi extraña aventura. Me la colgué y me dirigí a casa. Apenas me había alejado cien pasos, alguien pasó a mi lado y me dijo:
—Tened cuidado, conde, esta noche no se puede hacer nada.
Antes de que pudiera mirar a mi alrededor, ya había pasado el que me habló y sólo vi desaparecer una sombra entre las casas. Comprendí que sus palabras iban dirigidas al de la capa y no a mí, pero esto no arrojó ninguna luz sobre el asunto. A la mañana siguiente andaba yo reflexionando sobre qué hacer. Al principio estaba resuelto a anunciar la capa como que la había encontrado, pero el desconocido podía enviar a buscarla a un tercero y yo perdería mi conexión con el asunto. Mientras pensaba, miré la capa con más detenimiento. Era de grueso terciopelo genovés, color rojo púrpura, orlada con piel de astracán y ricamente bordada en oro. La contemplación de la lujosa capa me dio una idea que decidí poner en práctica. La llevé a mi tienda y la puse en venta, pero a un precio tan alto que estaba seguro de no hallar comprador. Mi intención era mirar bien a los ojos a quien se interesara por la piel, pues estaba seguro de reconocer entre mil la figura del desconocido, que percibí aunque fugazmente al perder su capa. Hubo muchos que se interesaron por la prenda, cuya extraordinaria belleza atraía todas las miradas, pero ninguno se parecía ni de lejos al desconocido, ni estaba dispuesto a pagar por ella el alto precio de doscientos cequíes. Me llamó la atención que, al preguntar a unos y otros si en Florencia se encontraban capas así, todos me respondían negativamente y aseguraban no haber visto jamás un trabajo tan magnífico y elegante.
Iba ya a anochecer, cuando al fin llegó un joven que había acudido otras veces y que también hoy había ofrecido mucho por la capa. Arrojó sobre la mesa una bolsa con monedas y exclamó:
—¡Dios mío, Zaleuco, tengo que conseguir tu abrigo aunque me cueste convertirme en mendigo!
Inmediatamente empezó a contar sus monedas de oro. Me vi en grave aprieto, porque sólo había expuesto la capa con objeto de atraer al desconocido, y ahora venía un joven insensato a pagar aquel precio disparatado. ¿Pero qué otro remedio me quedaba? Acepté, pensando en el otro aspecto de la situación, el de ser tan espléndidamente compensado por mi aventura nocturna. El joven se puso el abrigo y se marchó, pero en el umbral se volvió despegando un papel que estaba adherido a la capa, y me dijo tendiéndomelo:
—Aquí hay algo, Zaleuco, que no es de la capa.
Miré con indiferencia la hojita, pero vi lo que llevaba escrito: «Esta noche, a la hora que sabes, trae la capa al Ponte Vecchio: te esperan cuatrocientos cequíes». Quedé como fulminado por un rayo. ¡Así que yo mismo había echado a perder mi fortuna y había errado por completo mi blanco! Sin embargo, no lo pensé dos veces, recogí los doscientos cequíes, alcancé al comprador de la capa y le dije:
—Tomad vuestros cequíes, amigo mío, y devolvedme el abrigo: me es imposible vendéroslo.
Al principio tomó el asunto a broma, pero, al advertir que iba en serio, se encolerizó por mi pretensión, me trató de loco y finalmente llegamos a las manos. Conseguí arrebatarle la capa y ya me disponía a irme, cuando el joven llamó en su ayuda a la policía y me llevó a los tribunales. El juez estaba muy sorprendido por la acusación y adjudicó a mi contrario la capa. Pero ofrecí al joven veinte, cincuenta, ochenta, hasta cien cequíes, además de los doscientos suyos, si me entregaba la capa. Lo que no lograron mis ruegos lo consiguió el oro. Tomó mis monedas y yo me marché triunfante con la capa, exponiéndome a que en toda Florencia me tuvieran por loco. La opinión de la gente me era indiferente, sabía mejor que ellos que había ganado con el asunto.
Esperé con impaciencia la noche. A la misma hora que el día anterior me dirigí al Ponte Vecchio con la capa bajo el brazo. Al sonar la última campanada del reloj vino hacia mí la figura de la noche anterior. Sin duda era el mismo hombre.
—¿Tienes la capa? —me preguntó.
—Sí, señor —respondí yo—, pero me ha costado cien cequíes en efectivo.
—Lo sé; pero mira, aquí hay cuatrocientos.
Contó conmigo las monedas de oro: eran cuatrocientas, en efecto. Brillaban magníficas a la luz de la luna y su resplandor alegraba mi corazón, sin sospechar, ¡ay!, que ésa sería su última alegría. Metí el dinero en la bolsa; quería ver bien al desconocido benefactor, pero llevaba un antifaz detrás del cual me escrutaban agudamente unos ojos negros.
—Os agradezco vuestra bondad, señor —le dije—, pero ¿qué queréis ahora de mí? De antemano os prevengo que no puede ser nada malo.
—Preocupación innecesaria —dijo, poniéndose la capa sobre los hombros—. Necesito vuestra ayuda como médico no para un vivo, sino para un muerto.
—¿Cómo puede ser eso? —pregunté lleno de asombro.
—He venido con mi hermana de tierras lejanas —me contó haciéndome al mismo tiempo una señal para que le siguiera—. Vivía aquí con ella, en casa de un amigo de mi familia. Mi hermana murió ayer repentinamente de una enfermedad y los parientes quieren enterrarla mañana. Sin embargo, según una antigua costumbre de nuestra familia, todos han de reposar en el mausoleo del padre. Muchos de los que mueren en el extranjero, reposan allá embalsamados. A mis parientes les concedo sólo el cuerpo, pero he de llevar a mi padre al menos la cabeza de su hija para que la pueda ver siquiera una vez más.
Esta costumbre de cortar la cabeza de los seres queridos me pareció un tanto siniestra, pero no me atreví a objetar nada por miedo a ofender al desconocido. Por ello le dije que podía encargarme de embalsamar el cadáver y le pedí que me condujera junto a la fallecida. No pude resistir el deseo de preguntar por qué había de ser todo tan secreto y en medio de la noche. Me respondió que sus parientes, que consideraban cruel su propósito, se lo impedirían de día, pero, una vez cortada la cabeza, no tendrían mucho más que decir. Habría podido traerme él la cabeza, pero un sentimiento natural le impedía cortarla con sus propias manos.
Entretanto habíamos llegado a una soberbia mansión. Mi acompañante me la señaló como meta de nuestro paseo nocturno. Pasamos junto a la entrada principal y penetramos por una pequeña entrada, que el desconocido cerró cauteloso tras de sí, y subimos en la oscuridad por una estrecha escalera de caracol. Conducía a un pasillo escasamente iluminado, por el que se llegaba a una habitación que alumbraba una lámpara fijada en el techo.
En esta estancia había una cama en la que yacía el cadáver. El desconocido volvió su rostro pareciendo querer ocultar sus lágrimas. Me señaló el lecho y me ordenó cumplir mi cometido correctamente y con presteza, y se dirigió de nuevo a la puerta.
Saqué el cuchillo, que como médico llevaba siempre conmigo, y me aproximé a la cama. Sólo era visible la cabeza del cadáver, pero era tan hermosa que involuntariamente se apoderó de mí la más profunda compasión. El cabello negro se repartía en largas trenzas; tenía la cara pálida, los ojos cerrados. Primero hice un corte en la piel, al modo de los médicos cuando quieren seccionar un miembro. Tomé rápidamente mi cortante cuchillo y de un solo tajo desprendí la cabeza. Pero ¡horror!, la muerta abrió los ojos y los cerró de inmediato, pareciendo que era entonces cuando en el sollozo exhalaba su último suspiro. De la herida saltó un chorro de sangre caliente. Me convencí de que era entonces cuando yo había matado a la desdichada, pues no cabía ninguna duda de que estaba muerta, ya que no hay salvación posible de una herida así. Permanecí unos minutos en una angustiosa consideración de lo que había sucedido. ¿Me había engañado el de la capa roja, o tal vez su hermana estaba muerta sólo en apariencia? Esto último me pareció más verosímil, pero no debía decir al hermano de la difunta que tal vez un corte menos precipitado la habría despertado sin matarla, y por ello quise desprenderle por completo la cabeza; pero la moribunda gimió una vez más, se agitó por el dolor y murió. Me quedé sobrecogido y me precipité horrorizado fuera de la estancia. El corredor estaba oscuro, pues la lámpara se había apagado. No descubrí ni rastro de mi acompañante y hube de avanzar en la oscuridad guiándome por la pared para llegar a la escalera de caracol. Por fin la encontré y descendí cayendo y resbalando. Tampoco abajo había ni un alma. La puerta la encontré sólo entornada y respiré más libremente al hallarme en la calle, pues el interior de la casa me resultaba insoportable. Espoleado por el terror, corrí a mi casa y me hundí en las almohadas de mi lecho para olvidar el horror que había vivido. Pero el sueño había huido y sólo al amanecer se apoderó de mí. Me parecía probable que el hombre que me había inducido a aquel crimen atroz, que es como entonces lo consideraba, no me denunciara. Decidí dirigirme a mi tienda y continuar en mi negocio, con aspecto despreocupado en la medida de lo posible. Pero ¡ay!, sólo entonces caí en la cuenta de una circunstancia que aumentó todavía más mi preocupación. Me faltaban mi gorra y mi cinturón, así como el cuchillo, y no estaba seguro de si los había dejado en la habitación de la muerta o los había perdido en mi huida. Por desgracia, lo primero me parecía más verosímil y por tanto me podrían descubrir.
Abrí el almacén a la hora acostumbrada. Como solía hacer todas las mañanas, acudió mi vecino, que era un hombre hablador:
—¿Y qué me decís del espantoso suceso —comenzó— que ocurrió anoche?
Hice como si no supiera nada.
—¿Cómo podéis no haberos enterado, si toda la ciudad no habla de otra cosa? ¿No sabéis que esta noche ha sido asesinada Bianca, la más hermosa flor de Florencia, la hija del gobernador? ¡Ah! La vi ayer, tan feliz aún, recorrer las calles con su prometido, ya que hoy debían celebrar sus bodas.
Cada palabra de mi vecino era como un pinchazo en el corazón. ¡Y cuán a menudo se repitió mi tormento, ya que todos los clientes me contaban la historia, más espantosa cada vez, pero que en ningún caso podía decir todo el horror que yo mismo había presenciado! Alrededor de mediodía se presentó un hombre del juzgado en mi almacén y me pidió que despidiera a la gente.
—Signore Zaleuco —dijo mostrando los objetos que yo había perdido—, ¿os pertenecen estas cosas?
Consideré si no debía negarlo por completo, pero vi a través de la puerta entreabierta a mi patrón y a varios conocidos que podían testificar contra mí y decidí no empeorar más el asunto con una mentira, reconociéndome dueño de los objetos que me mostraban.
El alguacil me ordenó seguirle y me condujo a un gran edificio, que pronto reconocí como la cárcel. Allí se me asignó por el momento una celda.
Mi situación me pareció desesperada cuando, al quedarme solo, me puse a reflexionar. Una y otra vez me venía la idea de haber cometido un asesinato, aunque involuntario. Tampoco podía engañarme: el brillo del oro me había deslumbrado, porque en caso contrario no habría caído tan fácilmente en la trampa. Dos horas después me sacaron de la celda. Descendimos varias escaleras y llegué a una gran sala. En torno a una mesa larga, cubierta con un paño negro, estaban sentados doce hombres, en su mayoría ancianos. A los lados de la sala había bancos ocupados por los próceres de Florencia; en las galerías que se hallaban en la parte alta se apiñaban los espectadores. Cuando llegué ante la mesa negra, se levantó un hombre de aspecto abatido y sombrío, el gobernador. Dijo a los reunidos que, siendo el padre, no quería ser juez en este asunto y que en esta ocasión cedería su lugar al más anciano de los senadores. Era éste un anciano de noventa años por lo menos; caminaba encorvado, y sus sienes estaban orladas de escasos cabellos blancos; pero sus ojos brillaban todavía llenos de viveza y su voz era fuerte y segura. Comenzó preguntándome si me confesaba culpable del crimen. Pedí la palabra y relaté sereno y con voz clara lo que había hecho y lo que sabía. Observé que, mientras hablaba, el gobernador tan pronto empalidecía como enrojecía y, cuando terminé, exclamó encolerizado:
—¡Ah, miserable! ¿Conque quieres cargar sobre otro un crimen que has cometido por codicia?
El senador le censuró la interrupción, ya que había renunciado voluntariamente a su derecho y tampoco estaba probado que yo hubiera cometido un delito por codicia, pues, según su propia afirmación, no le habían robado nada a la difunta. Continuó diciendo que debía informar sobre la vida que había llevado su hija, pues sólo así podía averiguarse si yo había dicho la verdad o no. Después levantó la sesión por ese día para, según dijo, investigar en los papeles de la joven que el gobernador iba a entregarle. Me devolvieron a mi celda, donde pasé un día triste con el ardiente deseo de que se pudiera descubrir alguna relación entre la muerta y el hombre de la capa roja. Al día siguiente entré en la sala del tribunal lleno de esperanza. Había varias cartas sobre la mesa; el viejo senador me preguntó si la letra era mía. Las miré y encontré que debían ser de la misma mano que los dos mensajes que yo había conservado. Así se lo manifesté a los senadores, pero no parecieron prestar atención y respondieron que yo mismo podía haberlos escrito y así habría sido, puesto que la firma de las cartas era evidentemente una Z, la inicial de mi nombre. Las cartas contenían amenazas a la muerta por el matrimonio que quería contraer.
Parecía que el gobernador les había proporcionado informaciones particulares en relación con mi persona, pues ese día se me trató con más desconfianza y severidad. Para justificarme, me referí a los papeles, que debían hallarse en mi habitación, pero se me dijo que los habían buscado y no habían encontrado nada. Así se desvaneció toda esperanza para mí y, cuando al tercer día fui conducido a la sala, me leyeron la sentencia: probado que había cometido el crimen de que se me acusaba, era condenado a muerte. A eso había llegado: abandonado por todo lo que en la tierra me era aún querido, lejos de mi patria, debía ser ajusticiado a pesar de ser inocente y estar en la flor de mi juventud.
En la tarde de aquel día aciago en que se había decidido mi destino, estaba sentado en mi celda solitaria, desvanecidas mis esperanzas y con mis pensamientos dirigidos a la muerte, cuando inesperadamente se abrió la puerta y entró un hombre que me contempló largo rato en silencio.
—Así que te vuelvo a encontrar, Zaleuco —dijo.
Al débil resplandor de mi lámpara no le había reconocido, pero el sonido de su voz despertó en mí viejos recuerdos: era Valetty, uno de los pocos amigos que hice en la ciudad de París cuando estudiaba allí. Dijo que casualmente había venido a Florencia, donde vivía su padre, hombre respetado, y había oído mi historia, por lo que había venido para verme una vez más y oír directamente de mí cómo había podido ponerme en tan tremenda situación. Le conté toda la historia. Pareció muy asombrado y me exhortó a confesarle todo a él, a mi único amigo, y a no morir con una mentira sobre mi conciencia. Le juré con la mayor solemnidad que había dicho la verdad y que no pesaba sobre mí más culpa que la de, cegado por el brillo del oro, no haber reconocido la falsedad del relato del desconocido.
—¿Así es que no conocías a Bianca? —me preguntó.
Le aseguré que jamás la había visto. Valetty me contó entonces que había en el asunto un grave secreto, que el gobernador había precipitado mi juicio y se había extendido entre la gente el rumor de que yo conocía a Bianca hacía tiempo y que, para vengarme de su matrimonio con otro, la había asesinado. Le hice observar que todo esto cuadraba bien al poseedor de la capa roja, pero que su participación en el hecho no podía probarse con nada. Valetty me abrazó llorando y me prometió hacer todo lo posible al menos para salvar mi vida. Tenía poca esperanza, pero sabía que Valetty era un hombre sabio y conocedor de las leyes y que haría lo que fuera por salvarme. Pasé dos largos días en la incertidumbre, al cabo de los cuales apareció Valetty.
—Traigo un consuelo, aunque doloroso. Vivirás y quedarás libre, pero perderás una mano.
Conmovido, di las gracias a mi amigo. Éste me explicó que el gobernador se había mostrado implacable en cuanto a investigar otra vez el asunto, pero que finalmente había concedido, para no parecer injusto, que, si en los libros de la historia de Florencia se hallaba un caso semejante al mío, mi pena se ajustaría a la que allí se impusiera. Su padre y él habían buscado día y noche en los viejos libros y habían terminado por encontrar un caso muy parecido al mío. La sentencia era que al culpable se le cortaría la mano izquierda, se le requisarían sus bienes y sería desterrado para siempre. Así era también mi condena y debía por tanto prepararme para la dolorosa hora que me esperaba. No quiero hablaros de esos terribles momentos, en que, en medio de la plaza del mercado, puse mi mano para recibir el tajo, y mi propia sangre se derramó abundantemente sobre mí.
Valetty me acogió en su casa hasta que estuve restablecido y luego me surtió generosamente de dinero para el viaje, ya que todo lo que con tanto esfuerzo había conseguido quedó en poder del juzgado. Viajé de Florencia a Sicilia y de allí a Constantinopla en el primer barco que encontré. Mi esperanza estaba en la suma que había entregado a mi amigo, al que también pedí que me alojara en su casa. Pero cuál no sería mi sorpresa cuando éste me preguntó por qué no me instalaba en mi casa. Me dijo que un extranjero había comprado una casa a nombre mío en el barrio de los griegos, diciendo al vecino que yo llegaría pronto. Inmediatamente me dirigí allí con mi amigo y fui recibido con alegría por todos mis vecinos. Un viejo mercader me entregó una carta que había dejado para mí el hombre que compró la casa.
La carta decía así:
Zaleuco:
Hay dos manos dispuestas a hacer que tú no sientas la pérdida de una. La casa que ves y todo lo que hay dentro es tuyo, y todos los años se te entregará lo suficiente para que te cuentes entre los ricos de tus conciudadanos. ¡Ojalá puedas perdonar a quien es más desgraciado que tú!
Podía suponer quién lo había escrito, pero además el mercader respondió a mis preguntas que había sido un hombre que le pareció un franco, vestido con una capa roja. A decir verdad, sabía de sobra que el desconocido no estaba desprovisto de algún noble propósito. En mi nueva casa encontré todo dispuesto de la mejor manera posible y un almacén con mejor mercancía de la que yo nunca había tenido. Diez años han pasado desde entonces; más por la vieja costumbre que por necesidad, continuó mi comercio, pero nunca he vuelto a ver aquella tierra en la que fui tan desgraciado. Desde entonces recibo cada año mil monedas de oro, pero, aunque me complace saber noble a aquel desdichado, no puede el dinero redimir el dolor de mi corazón, pues vive eternamente en mí la espantosa imagen de Bianca muerta.
Autor: Wilhelm Hauff
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