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Autoficção; Autofanfic; FACEBOOK; Autoficfoda-se.
OS 4 ESTÁGIOS DO ESCRITOR QUE SE CRIA EM REDE SOCIAL, mas ainda não vi superarem o Facebook.
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Estaba escuchando "Vivo por ella" y se me vino esto a la cabeza. No sé qué sea con exactitud, pero lo pondré para "el público" :p
Estaba muy oscuro. Ella no se sentía incomoda, pero tampoco estaba del todo tranquila. Las puntas de sus dedos estaban frías y podía suponer que eso era malo, mas no podía estar segura. Desde que tenía uso de memoria había sido así y no recordaba queja alguna.
A veces se preguntaba si así era en todas partes… Se preguntaba si había algo más en alguna parte. O si existía algo que pudiera ser “parte”.
Esas cosas se cuestionaba cuando la alcanzó la mano. Al principio no supo cómo reaccionar. Las únicas manos que había visto eran las suyas: blancas, pequeñas y regordetas, y la que apareció si bien era tan blanca como la suyas, también era delgada y sus dedos parecían poder alcanzar todos los puntos cardinales, así de largos. Eso sin contar las garras negras. Y aunque supo que el aspecto era amenazador, más cuenta se dio de que ante la aparición se sentía más tibia por dentro.
-Pequeña dama –dijo la voz del propietario de esa mano nueva-, venga conmigo. Un AU de Sailor Moon se está desarrollando y eso me dio la idea de que es momento que esto suceda.
La aludida “Pequeña dama” ladeó un poco la cabeza. Le hablaban con cariño. Quienquiera que estuviera hablando la conocía y la quería como si fueran algo…
-Quiero presentarte a tus padres. Quiero que se conozcan.
¿Padres?
Cuando ella tomó la mano, su propietario sonrió.
Lo siguiente que ocurrió es que todo se iluminó. Ya no estaban donde antes. Ella reconoció que ahora se encontraba en un pasillo, uno blanco, pulcro y bien iluminado. Eran oficinas.
-Este es el universo alterno “Maestros” –dijo el hombre a su lado, el dueño de la mano y a quien ya consideraba, indudablemente, su primer y único amigo–. Este universo es el más… posible para ustedes.
Una de las puertas se abrió y dos hombres en saco negro salieron. Iban hablando… Bueno, solamente uno hablaba; el otro lo escuchaba con seriedad, ni siquiera mirándolo. El que hablaba, no obstante, la atrapó por completo. Fue tan inevitable como la atracción de los imanes. Se lo dijeron esos ojos, ahora del color del caramelo derretido sobre las manzanas; se lo dijo ese pelo, tan oscuro como el de ella y como el del lugar en donde había estado hasta hacía unos momentos.
Ese era su padre.
–Aquí se llama también Elizandro Aguilar, aunque para sus amigos siempre es y será Lee –el demonio Seeley se rió de alguna broma privada–. Es un respetado profesor de Literatura y no sé de ningún alumno que se lo tome en son de broma.
Lo reconocería en cualquier parte. Aunque no tuviese los mismos ojos dorados ni el pelo largo y desarreglado. Era el mismo hombre al que su corazoncito buscaba cuando las noches traían pesadillas y tenía esas manotas que sabía que la podían cuidar.
Quiso correr hacia él, hacia ese hombre que de alguna manera jamás había conocido, pero al mismo tiempo, conocía.
Seeley la detuvo, sin sonrisa en el rostro, mas que la tatuada.
–Lo siento pero no. Si lo tocas te verá y esto se estropeará. Aquí no es el mismo y explicar el por qué estamos aquí destruiría toda esta trama.
La niña sintió su labio temblar.
Seeley la consoló con una sonrisa.
–Vamos a seguirlo. Se va a encontrar con tu mamá.
Los ojos oscuros de la infante se abrieron como platos. Mamá.
¿Mamá?
Mamá…
Su padre los condujo sin saberlo a una cafetería donde quedaban pocas personas y se reunió con una joven de cachetes rollizos, los mismos cachetes que tenía ella. También tenía unos ojos del color del grafito y sonreía como los ángeles debían de hacer.
Y fue cuando lo supo.
Sí era su madre.
Fue cuando supo que sí podrían existir días de excursiones familiares, momentos qué recordar en el parque, Navidades para los tres.
–No todos los universos cuentan una buena historia –susurró su nuevo amigo–. Espero que en este sí esté tu final feliz.
La niña no comprendió del todo las palabras, pero dijo un “Yo también” mientras observaba a su padre inclinarse sobre la mesa para besar en una delicada caricia los labios de esa mujer a la que veía por primera vez.
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