#arrojas poesía
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«Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios
Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo
Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos
Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre
Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.
Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada
Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue
¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?
¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?
El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual
Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde
Señor
Arroja los féretros de mi sangre
Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón
Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo»
El despertar
Poesía completa
Alejandra Pizarnik
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Palabras en llamas: la salvación en prosa
~
El hecho de poder plasmar cada delirio de mi caótico corazón en un espacio tangible, de poder describir en versos cada ilusión que mi alma romántica provoca y de poder dar forma a todo lo que se acumula en mi mente temeraria hasta el punto de estallar, me ha salvado la vida más de una vez.
Al hacerlo, puedo ser yo mismo en total libertad, puedo gritar lo que en silencio me ahoga y puedo escapar de la opresión que a veces me agobia. Esta es la razón por la cual necesito escribir, para sobrellevar todo lo que el mundo me arroja para derribarme o no caer en mi propia autodestrucción.
La poesía me levanta, me da fuerzas para seguir adelante, me hace volar por encima de la tormenta y me llena de paz, incluso cuando la realidad es completamente diferente. Por eso escribo, por eso existo en mis versos, por eso vivo en verdad cada vez que logro plasmar en una oración la coherencia ilógica que da vueltas en mi enrevesado corazón.
Seguiré escribiendo, letra a letra, verso a verso y poema tras poema, para salvar mi propia vida, para reinventarme y resurgir de las cenizas, porque la poesía es mi ungüento de vida, es mi forma de resistir y la única manera en la que realmente puedo existir.
— Confesión Poética 33 || @jorgema
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Dorothea Rockburne & Blanca Varela
Y éste ¿hacia dónde? Tan seco y tan distante que me detengo para oírlo volver a mi cuerpo, para sentir entrar la sangre que arrojaba al avanzar en círculos donde estuve parado, inmensamente triste con mis cosas, tan próximo a la jaula donde chilla mi papagayo rojo, mi hermoso cinturón del Norte (de Piura o de Chiclayo, no recuerdo).
Cuando niño di muchos, aquéllos cuentan hasta morir, los más puros y crueles. Aquél hacia la mariposa o hacia el gato que murió al poco tiempo, o aquél hacia la madre, para llorar sobre su oscura falda sin olores, sobre su vientre que amo todavía como mi casa, pecera, nido sombrío y fresco. Hay otros. Cada uno de ellos da dolor, de sed aquel que lleva al agua y el del amor es hueco, desdentado, alimento pesado que me arroja en el más negro llanto, en extrañas posturas de mono, riendo de los dientes afuera con la risa como una flor carnívora. Pero todos los pasos juntos, amándose y matándose, suman, son un hombre que camina, un peligroso instrumento contra la paz.
Unidos pueden mirar al cielo con paciencia.
Blanca Varela. de Canto villano. Poesía reunida 1949-1994 Fondo de Cultura Económica, 2017.
Dorothea Rockburne (1932) Parallelogram with two small squares (from Vellum Curve series), 1978. Mixed media, vellum, pencil, glue and varnish
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Ocho hechos que los comunistas ocultan sobre Marx
Aquí hay 8 hechos que debes saber sobre el hombre que sin duda hizo una gran mella en la historia humana.
1. Karl Marx fue un poeta, y bastante aterrador
De joven, Marx escribió bastante poesía. Sin embargo, solo han sobrevivido unos 40 poemas. Muchos de ellos están marcados por la violencia, una sensación de fatalidad, un universo maldito y pactos con el diablo. Muestra este extracto de su tragedia en verso Oulanen:
Deja que el ojo envenenado proyecte destrucción.
¿Arroja los mundos pesados que atan?
Atado en el miedo eterno, astillado y vacío,
Atado al mismo bloque de mármol del Ser,
¡Atado, atado para siempre, y atado para siempre!
Los mundos, lo ven y siguen rodando
Y aúlla la canción funeraria de su propia muerte.
¿Este hombre necesita terapia?
2. Jugaba en las bolsas de valores
Escribió a su tío (esposo de la hermana de la madre de Marx), el empresario holandés Lion Philips, en una carta fechada el 25 de junio de 1864: “He estado, lo que no le sorprenderá un poco, especulando en parte con fondos estadounidenses, pero más especialmente con acciones inglesas, que están surgiendo como hongos este año (en apoyo de todas las sociedades anónimas imaginables e inimaginables) se ven forzados a alcanzar un nivel bastante irrazonable y luego, en su mayor parte, colapsan. De esta manera, he hecho más de £ 400. Ahora que la complejidad de la situación política ofrece un mayor alcance, comenzaré de nuevo”.
3. Su primo hermano fundó el gigante de la electrónica Philips
El hijo de Lion Philips (ver arriba), Frederick, era banquero y fundó Philips Company en 1891 con su hijo Gerard Philips como empresa familiar. Gerard y su hermano menor Anton cambiaron el negocio a una corporación, Royal Philips Electronics NV en 1912, que ha crecido hasta convertirse en el gigante multinacional actual. Marx regularmente tomaba prestado dinero de Lion hasta que Lion perdió la paciencia y lo cortó.
4. Muchas de sus líneas más famosas no son suyas en absoluto
Fue Jean-Paul Marat, un líder de la Revolución Francesa quien escribió: “Los proletarios no tienen nada que perder excepto sus cadenas”. El líder sindical alemán Karl Schapper dijo por primera vez: “¡Trabajadores del mundo, uníos!”. Y fue el socialista francés Louis Auguste Blanqui quien primero pidió “una dictadura del proletariado”. Marx tomó prestadas todas estas líneas concisas para embellecer sus argumentos en sus escritos.
5. Falsificó datos sistemáticamente para probar sus puntos
En 1885, dos académicos de Cambridge, Joseph Robson Tanner y FS Carey, publicaron una monografía titulada Comentarios sobre el uso de los libros azules realizados por Karl Marx en el capítulo XV de Le Capital, en la que expusieron cómo Marx había citado incorrectamente, tergiversado y falsificado datos y información publicada en los informes del gobierno británico (los Libros Azules) para exponer sus puntos, mientras los cita como sus fuentes. Y, fíjate, es solo un capítulo que estudiaron.
Escribieron: “Usa los Libros Azules con una imprudencia que es atroz… para probar justo lo contrario de lo que realmente establecen”. Continuaron diciendo que su evidencia ciertamente mostraba “una imprudencia casi criminal en el uso de las autoridades” y justificaba tratar cualquier “otra parte de las obras de Marx con sospecha”.
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6. Marx era antisemita
Aunque nació judío, Marx desarrolló puntos de vista muy fuertes sobre el judaísmo. “¿Cuál fue la base profana del judaísmo?” el escribio. “Necesidad práctica. Interés propio. ¿Cuál es el culto mundano del judío? mercadillo. ¿Cuál es su Dios mundano? Dinero." Creía que los judíos, con su “codicia de dinero”, habían corrompido a los cristianos y los habían convencido de que “el mundo es una bolsa de valores”.
7. Tenía una higiene personal extremadamente pobre.
Un policía prusiano que investigaba a Marx en Londres en 1850 informó en su habitación: “Todo sucio y cubierto de polvo, de modo que sentarse se convierte en un asunto peligroso”. Otros relatos de contemporáneos hablan del hecho de que Marx casi nunca se bañaba o se lavaba mucho. Esta fue la causa de “una verdadera plaga de forúnculos” que padeció durante décadas. Estos forúnculos lo irritaron tanto que escribió a Engels: “Pase lo que pase, espero que la burguesía, mientras exista, tenga motivos para recordar mis ántrax”.
8. Fue el mayor explotador de trabajadores de Gran Bretaña.
Incluso Marx admitió que aunque su investigación encontró explotación a gran escala de los trabajadores en Gran Bretaña, nunca descubrió a un trabajador al que literalmente no se le pagara ningún salario. No necesitaba haber buscado muy lejos para encontrar esto. Helen Demuth vivió con la familia Marx como empleada doméstica desde 1845 hasta su muerte en 1890. Obtuvo su sustento, pero nunca le pagaron nada. Marx se acostó con ella y en 1851, incluso tuvo un hijo, registrado como Henry Frederick Demuth. Marx negó ser el padre y se negó a aceptar responsabilidad alguna.
El niño se crió en un hogar de acogida y Marx se negó a verlo alguna vez, insistiendo en que si Freddy tenía que encontrarse con su madre, tenía que entrar por la puerta trasera y encontrarse con ella solo en la cocina. Sin embargo, Engels, después de la muerte de Marx, reconoció que Marx era el padre de Freddy, al igual que la hija de Marx, Eleanor. Freddy trabajaba como ingeniero ferroviario y murió en 1929.
Fuente:
Bastón Swarajya, 6 de noviembre de 2017.
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Seguramente ya todos vieron este poema hasta el cansancio, pero la verdad es que muy poderoso y quiero compartirles algo de lo que me di cuenta. Viendo la traducción al inglés en esta imagen compartida por el propio autor en su cuenta de X, me di cuenta de que el último verso es ligeramente distinto: “the warplanes must be silent”. En otro post compartido por el poeta pero en facebook, aparece una traducción diferente del inglés (de Zeina Hashem Beck) en donde se lee: “the airplane must be silent”. Entonces quise saber la traducción palabra por palabra del original. Encontré que la palabra الطائرة significa avión, así nada más. Sin ninguna connotación de guerra. Supongo que la traducción del inglés a “warplane” y la más permisiva traducción al español como “bombardeo” (refiriéndose en ambos casos a un avión de ataque) es para enfatizar el hecho de que está hablando de aviones de combate, aviones de guerra. Pero lo más importante y bonito de todo, es que también me di cuenta que la palabra pájaro y avión en árabe tienen la misma raíz Pájaro se escribe طائر Y se lee como Tayir Avión se escribe طائرة Y se lee como Tayirat (en una pésima romanización que arroja el traductor) Así, el poema se vuelve más bonito, porque no sólo plantea la sensación de intranquilidad constante de la guerra, sino que también pone la figura del pájaro y del avión como la misma cosa (al menos fonética y metafóricamente similares) y que produce dos situaciones completamente opuestas: la guerra y la poesía. En resumen, es como si dijera �� debo escuchar a tayir pero para escuchar a tayir debo silenciar al tayirat (No estoy completamente familiarizado con la gramática del árabe. Puede haber errores en el análisis o en la interpretación. Por favor no compartan el post. Está hecho con fines apreciativos, no divulgativos.
Alonso Napoles en facebook
“In order for me to write poetry that isn’t political I must listen to the birds & in order to hear the birds the airplane must be silent”
— Marwan Makhoul, trans. Zeina Hashem Beck, via Gaza Poets Society (via bostonpoetryslam)
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Llega la primavera con un ARROJAS muy especial
El domingo 22 de septiembre a las 17 horas el festival colectivo estacional, itinerante e intermitente, Arrojas Poesía al Sur del Hemisferio, celebra el equinoccio del tránsito invierno-primavera en el Espacio Utaki del barrio de La Boca: Garibaldi 1675 (entre Rocha y B. Quinquela Martín), CABA.
Leen: Claudia Masin @claudiamasin1 Zulma Ducca Fabiana Jakubowicz @comounyuyobrota Ankoku Hikari @ankokuhikari Tocan: @lamontanaenelviento (Huayra Molina, Joel Costas) Dúo Ducca Boscariol (Zulma Ducca, Laura Boscariol) Perfo de @ciamagyganiko Kamishibai a cargo de María Eva Blotta, Diego Maxi Posadas y amigxs 📚 Mesa de libros 💣 libros objeto de @evafarji Registro 📸 @cauceaudiovisual Musicaliza: Diego Maxi Posadas @temporal.chas 🍸🍲Barra de Utaki con manjares dulces y salados x @huayra.molina y el auspicio de @gin_raices 🔥Fogón de los deseos para lo que haya que quemar!
Mapa https://maps.app.goo.gl/k3ADUetJLpCrDAVK7
Hay lugar para dejar 🚲 y se puede estacionar 🚗
Entrada: contribución a la gorra para apoyar a la cultura y la gestión independiente.
Organizan Marta Sacco @martamsacco, Zulma Ducca y y Espacio Utaki @espacioutaki
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ATENCION A LOS HUMANOS, Margarita García Alonso, plumilla sobre carton 300gr, coloreado en zonas al Oleo aguado. 50x70cms "Vosotros, a quienes no pude salvar, Escuchadme. Intentad entender estas simples palabras, ya que de otras me avergonzaría. Os juro que en ellas no hay hechicería. Os hablo en silencio como una nube, como un árbol.
Aquello que me fortaleció a mí, para vosotros fue mortal. Confundisteis el adiós a una época, con el advenimiento de una nueva -Odio confabulado de belleza lírica. Fuerza ciega de forma completa.
He aquí un valle polaco de ríos anémicos. Y un inmenso puente Perdiéndose en la niebla. He aquí una ciudad vencida, Y el viento arroja alaridos de gaviotas sobre vuestra tumba Mientras os hablo.
¿Qué clase de poesía es aquella que no salva Naciones o pueblos? Una conspiración de mentiras oficiales. Una tonadilla de borrachos cuyas gargantas serán cortadas de inmediato, Una conferencia para señoritas. He deseado la buena poesía sin saberlo, He descubierto, ya tarde, su saludable objetivo. En ella y sólo en ella, encuentro salvación.
Se solía esparcir millo o alpiste sobre las tumbas Para alimentar a los muertos que volvían disfrazados de pájaros. Aquí os dejo este libro, vosotros quienes alguna vez vivisteis Para que nunca más volváis. " Dedicatoria- Czeslaw Milosz, Varsovia 1945
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Réquiem por la catarsis
Blanca Lombana (1924-2002)
Blanca es una joven de corazón puro y espíritu soñador. A lo largo de su vida, ha demostrado ser compasiva, afectuosa y dedicada a su hermano Camilo y a su amiga Ana. Es inteligente y curiosa, lo que la lleva a buscar refugio en la imaginación. A pesar de las dificultades que enfrenta, mantiene un optimismo cautivador. Su devoción religiosa y su creencia en la liberación son aspectos fundamentales de su personalidad.
Blanca y su hermano Camilo han compartido una infancia feliz a pesar de ser huérfanos. Los cuentos y obras literarias que Camilo le ha leído han enriquecido su imaginación y han creado un lazo indestructible entre ellos. La llegada de Ana como una hermana adoptiva refuerza aún más su unidad familiar.
Un evento traumático en la adolescencia de Blanca, que la dejó emocionalmente herida, cambia radicalmente su perspectiva de la vida y la lleva a buscar la paz interior.
El noviciado es un intento de Blanca por encontrar una vía para sanar sus heridas emocionales y buscar la liberación a través de la religión. Su fe y su deseo de encontrar la paz interior son las fuerzas impulsoras detrás de su compromiso.
Blanca experimenta un conflicto interno constante debido a su noviciado, que siente que ha abrazado como un camino sin más opción. Además, el dolor del pasado y su preocupación por el bienestar de su hermano la atormentan.
Camilo Lombana (hermano de Blanca)
Camilo es un joven inteligente y apasionado por la literatura y la filosofía. Tiene una mente aguda y un amor por la lectura que comparte con su hermana Blanca y su amiga Ana. A pesar de las dificultades que enfrenta en la Colombia de la época, mantiene un espíritu valiente y un fuerte sentido de responsabilidad hacia Blanca y Ana.
Ha sido el protector y el mentor de Blanca desde que eran niños. Su dedicación a su hermana es evidente en la forma en que lee cuentos y obras literarias, y cómo juntos exploran conceptos filosóficos. Su amor por la literatura y la filosofía se convierte en una forma de escapar de la dura realidad que les rodea.
Camilo toca la puerta de la mayoría de edad y se ve forzado a extender sus alas lejos del convento-orfanato. La violencia, como sombra amenazante, le arroja a un escenario peligroso, y en la danza incierta de los días, lucha por forjar senderos seguros para Blanca, Ana y para sí mismo.
La tricolor parcela, testigo silencioso de sus pasos, se convierte en un telar donde entreteje sus esperanzas y temores. En cada callejón de los pueblos, la realidad cruda se disuelve en versos de desafío, mientras Camilo, como un trovador de sueños, busca melodías de oportunidad que resuene con seguridad para los corazones de los suyos.
Cansado de las sombras que han eclipsado su juventud, sus anhelos se elevan como plegarias hacia un cielo incierto. La vida, en su metamorfosis, se convierte en un cuaderno donde escribe ilusiones de mañanas que llegan con mucha paz. La esperanza, como una estrella en la noche, guía sus pasos, iluminando la oscuridad con destellos de un futuro anhelado.
Camilo, escritor de días imprecisos, entona sus esfuerzos en una sinfonía de amor filial. Anhela una partitura donde cada nota sea un refugio, donde cada acorde resuene con la promesa de un hogar seguro para aquellos que ha jurado proteger. Su viaje, en su poesía vital, se convierte en un canto de resistencia y determinación, una búsqueda tenaz de un horizonte donde la paz y la comodidad aguarden al final del sendero.
Su determinación y sacrificio pueden ser un elemento conmovedor en la trama, mostrando el poder del amor fraternal y la búsqueda de una oportunidad que pueda cambiar el destino.
Ana Echeverri (Mejor amiga de Blanca)
Ana creció en el mismo orfanato con Blanca y Camilo, es una mujer fuerte y compasiva, pero lleva consigo una carga emocional abrumadora debido a su doble vida como prostituta. Es una amiga confiable y siempre ha estado al lado de Blanca, compartiendo sus secretos y ofreciendo apoyo inquebrantable. A pesar de la tristeza y la lucha que siente dentro de sí, Ana es una persona inteligente y valiente que nunca ha dejado que las adversidades la derroten por completo.
Ana es lesbiana y ha mantenido esta parte de su vida en secreto durante años, incluso de su propia familia (la familia del convento). Blanca es la única persona que conoce su orientación sexual y la ha apoyado incondicionalmente en un mundo que a menudo es hostil hacia la diversidad sexual -y más en esa época-.
José Gaviria (Terrateniente)
José Gaviria nació en una familia acomodada en la región cafetera de Colombia a principios del siglo XX. Heredó una gran extensión de tierras de café que había estado en su familia durante generaciones. A medida que crecía, José se volvía ambicioso y ansioso por expandir su riqueza y poder. Alrededor de la década de 1920, se involucró en la remodelación de un orfanato cuyas tierras heredó de su padre y en el cual estaba ubicado en la zona central del país, muy cerca de la capital, en esas tierras había también un orfanato que estaba a cargo de su tía, Jorge estuvo allí por tres años, buscando la manera de sacar provecho de aquellas tierras y, a futuro, de aquellas personas a las que veía como mano de obra muy barata y productiva. Proyecto del que se alejó por un tiempo, pero solo en persona, ya que en ese orfanato tenía muchos intereses.
Tras largos años de ausencia regresaría a aquel orfanato, mostrando como siempre que era un hombre carismático y astuto, capaz de ocultar sus verdaderas intenciones detrás de una fachada amable y encantadora. Es un manipulador experto, capaz de ganarse la confianza de otros para luego traicionarlos sin piedad. Es un individuo violento y sin escrúpulos que no duda en utilizar la fuerza para lograr sus objetivos.
Laura Restrepo (la Lady)
Laura llegó en la adolescencia al mismo orfanato que Blanca, Ana y Camilo -cambiaba de orfanato varias veces porque era una niña inmanejable- su infancia estuvo marcada por su rebeldía, desobediencia y ambición desmedida. Con el paso de los días sintió una profunda atracción hacia Camilo debido a la compasión y el respeto que él le mostraba, lo que la llevó a desarrollar un amor obsesivo y posesivo hacia él. Sin embargo, también sintió celos de la atención que Camilo le daba a Blanca y Ana, lo que la llevó a manifestar su resentimiento de manera destructiva hacía las niñas.
Se convirtió en una persona manipuladora y malévola, utilizando tanto el maltrato físico como emocional para ejercer control sobre Blanca y Ana (ambas mucho menores que ella). Sus acciones aberrantes y crueles hacia ellas las atormentaron, pero ellas mantuvieron el secreto para no perturbar a Camilo.
Después de salir del orfanato, Laura se casó con hombres mayores que ella en busca de fortuna. Heredó riqueza de sus esposos anteriores, pero su carácter venenoso persistió. Incluso se involucró con un político corrupto y terrateniente que, además, estaba implicado en negocios ilícitos. Su secreto de aborto y la muerte sospechosa de su último esposo arrojan sombras sobre su pasado.
Llena de desprecio hacia otras mujeres y en un intento de ejercer aún más control sobre la vida de Ana y otras mujeres del pueblo, decide comprar y dirigir los prostíbulos locales. Esto la convierte en una figura temida y odiada en la comunidad.
A lo largo de su vida, Laura ha mantenido su obsesión con Camilo, prometiéndose a sí misma hacer cualquier cosa, tanto buena como mala, para tenerlo a su lado. Sus frases favoritas, "En el amor y la guerra todo vale" y "El fin justifica los medios", reflejan su falta de escrúpulos y su disposición para hacer cualquier cosa para obtener lo que desea.
El crucifijo de Plata
El encargo de limpiar el crucifijo de plata se convierte en un momento crucial en la historia. Blanca ve esto como una señal.
A medida que la historia avance, Blanca tendrá que enfrentar sus miedos, superar su conflicto interno y tomar decisiones significativas que afectarán su propio destino, el de su hermano Camilo y el de su amiga Ana. Su búsqueda de paz interior y redención serán elementos centrales en el desarrollo de su personaje a lo largo de la novela.
Capítulo 1
En plana crisis de los años 20 y en un escenario donde se percibía un olor a incienso que se mezclaba con la leña, ella lloraba -sus lágrimas eran enormes gotas de desconsuelo, que se escurrían por el rostro de la desesperanza- con profunda tristeza y resignación, porque sabía que se habían agotado todas sus posibilidades. Esta dolorosa y fría decisión le heló el alma y las vísceras con más intensidad que el viento gélido que arreciaba y se filtraba hasta sus huesos.
El reloj anunciaba las doce menos cuarto, y de pie ante esa puerta de madera envejecida se arrodilló y mirando tiernamente al niño le hizo la promesa de que al sostener por un tiempo corto la canasta, no habría más hambre, sería un lindo lugar y estaría muy feliz; todo eso, mientras acariciaba sus castaños cabellos… el niño hace un gesto de asombro que se convirtió rápidamente en uno angustia, ella lo consoló con un cálido beso en la frente y lo rodeó tiernamente con sus brazos. Dejó la cesta en el suelo y le dijo al niño que la sujetara muy fuerte y no la soltara, que recordara que en la cesta estaba el tesoro que siempre debía cuidar, él seguía sin entender lo que estaba sucediendo.
Ella se alejó del niño y en ese instante de confusión y en un intento fallido por recuperar algo de fuerza, limpió sus lágrimas, golpeó fuertemente aquella puerta y se alejó rápidamente de lugar.
A una distancia considerable, se detuvo y detrás de un gran sauce reprimió un grito de dolor, al ver al pequeño llorar de forma desconsolada aferrado al cesto.
Las puertas se abrieron, era una monja (de mediana edad con ojos cansados y piel canela, que emergió como una figura compasiva) quien rápidamente entró a los niños, llamó a otra de las novicias para que se hiciera cargo; y, mientras tanto, en la penumbra buscó respuestas, caminó por los alrededores, gritó y al no tener contestación alguna entró de nuevo al orfanato.
Mientras cuestionaron ciertos infortunios de la vida, en la cocina, las monjas, prepararon leche caliente y galletas, que fue un bálsamo para el alma del niño en duelo. Tila levantó la cobija de la cesta y encontró una nota que decía: «ellos son Camilo (3) y Blanca (06) se los encomiendo a Dios y a ustedes. Los padres de los niños murieron a causa de un conflicto bipartidista, soy su tía no tengo condiciones económicas y, por mi enfermedad, no puedo hacerme cargo de ellos».
Después de leer aquella revelación de semejante tragedia, Tila miró a su compañera con una mirada perdida, con las pupilas dilatadas, buscando respuestas en un horizonte invisible, incapaz de encontrar consuelo o solución a la desesperanza de su corazón, una mirada que, sin duda alguna, clamó con palabras que gritaron en silencio la desesperación que embargaba el alma pidiéndole ayuda al cielo.
Carmen, quien entendía el agobio de Tila, llevó de inmediato la nota a la hermana superiora quien les indicó que debían hacer el registro de los niños y adjuntar la nota al expediente. Las monjas llevaron a los niños a la habitación de los más pequeños, que estaba ubicada en el centro del orfanato, las paredes desgastadas y la pintura descascarada. Los adornos eran mínimos, si acaso algún dibujo descolorido y simple que intentaba añadir un toque de alegría a un entorno desprovisto de lujos.
En un rincón, se veían, las cunas desgastadas y simples que se alineaban con cubiertas y mantas raídas y viejas, testimonio de la escasez de recursos. Sobre ellas, juguetes donados por almas caritativas, aunque escasos y desgastados por el tiempo, ofrecían a los pequeños algo de consuelo y entretenimiento en medio de su desventura.
Las monjas cuidaron de ellos toda la noche, Camilo cayó en un sueño profundo y Blanca también.
Al día siguiente, Camilo fue el primero en despertar, se dirigió a Tila y le preguntó por su mamá, ella le dijo que vendría en unos días, pues sabía, por mucha experiencia, que esa era la respuesta que le daba un poco de tranquilidad a aquellos niños.
Con el pasar de los días, la memoria de Camilo desdibujó los detalles de lo que solía ser una familia, diluyó los recuerdos y generó un vacío que poco a poco fue llenándose por aquellas figuras que, sin saber, adoptó como maternas.
Capítulo 2
En el orfanato, entre sus muros de tierra y cielo, Pedro, el jardinero, con manos curtidas, y su hijo Santiago, de risa traviesa y alma noble, sembraban sueños entre coloridas flores, senderos y demás quehaceres.
De la cocina las cuatro alquimistas del fogón Sara, Matilde, Juana y Remedios, se encargaban de hacer magia con los escasos recursos que poseían;
Enredadas entre telas y susurros de la lavandería Carmen, Teresa, Alicia y Pilar, visten de limpio y cómodo cada dobladillo desgastado y sueñan con que los niños en un futuro vistan de seda.
Del cuidado de los niños, con delicadas manos y miradas compasivas Estela, Mercedes, Graciela, Tila y Socorro se hacían cargo cual ángeles de la guarda.
A los niños los ubicaban en tres grupos de la siguiente manera: ocho niños de tres meses a tres años (salón de cuna); once niños de cuatro años a siete (salón infantil); 13 niños de ocho a trece años (primaria) y 7 niños de catorce a diecisiete años (bachillerato).
Su cronograma de actividades estaba diseñado de la siguiente forma:
De lunes a viernes:
Mañana:
7:00 a. m. - 8:00 a. m. : despertar y aseo personal de los niños
8:00 a. m. - 8:30 a. m. : desayuno simple (pan y leche)
8:40 a. m. �� 9:00 a. m. : oración y momento de reflexión
9:00 a. m. - 12:00 p. m. : clases para los grupos de primaria y bachillerato
Mediodía:
12:00 p. m. - 12:30 p. m.: almuerzo Sencillo (arroz y granos)
12:30 p. m. - 1:30 p. m.: descanso y tiempo libre para los niños
1:30 p. m. - 2:30 p. m.: clases para los grupos de infantil y cuna
Tarde:
2:30 p. m.- 3:30 p. m. : actividades lúdicas y recreativas para todos
3:30 p. m.- 4:00 p. m. merienda básica (galletas y agua)
4:00 p. m.- 5:00 p. m. : tareas escolares y refuerzo académico para primaria y bachillerato
Noche:
5:00 p. m.- 6:00 p. m. tiempo libre y juegos para los Niños
6:00 p. m. - 6:30 p. m. cena sencilla (sopa y pan)
6:30 p. m.- 7:30 p. m. actividades (lecturas, cuentos, música)
7:30 p. m. - 8:00 p. m. preparación para dormir y aseo personal
Para el personal (rotando sus actividades cada semana excepto jardinería y limpieza):
Jardinería y limpieza: el jardinero y su hijo se encargan del mantenimiento del jardín y áreas exteriores.
Cocina: las monjas Sara, Matilde, Juana y Remedios preparan las comidas y meriendas con los recursos disponibles.
Lavandería: las monjas Carmen, Teresa, Alicia y Pilar se encargan del lavado y planchado de la ropa y al terminar esta actividad, ayudaban con la educación de los niños.
Cuidado de Niños: las monjas Estela, Mercedes, Graciela, Tila y Socorro supervisan y cuidan a los niños.
Administración y orientación: la madre superiora, Sofía, lidera la gestión general y brinda orientación espiritual.
Sofía (la madre superiora) en su momento se erguía como un pilar de disciplina y sabiduría, y cuya presencia fue como una partitura de normas que armonizaba cada rincón, con un carácter particularmente estricto como acorde firme de un maestro director, llevó la batuta de las vidas a su cargo con precisión y rigor. Era una mujer seria pero amable y, sobre todo, muy justa. Aprendió, entre sombras, a leer el crepúsculo de los corazones, la experiencia se convirtió en su bastón. Conforme pasaba el tiempo, iba notando en Camilo y Blanca un amor fraternal que traía a su memoria recuerdos de su infancia. Los niños la respetaban, sentían admiración por su sabiduría, ella era su influencia religiosa y se encargaba de enseñarles lectura y escritura.
Tila (hermana religiosa) con sus hábitos, como blancas alas de ángel -que simbolizaban la ternura con la que acoge las almas jóvenes en su refugio de amor-, se encargaba del rincón sagrado de las risas infantiles y era la guardiana de un edén terrenal. De gran tamaño en talla, no solo llevaba la majestuosidad en su estampa, sino que la extendía a través de gestos que emanaban afecto. Sus latidos se sincronizaban con la melodía de la compasión, y resonaba como una sinfonía que envolvía a los niños en una atmósfera de seguridad y confianza. Corpulenta, de gran tamaño en talla que se podría comparar con la grandeza de su valentía y un gran instinto, su figura, imponente pero acogedora, era un ápice de calidez maternal que cubría a los niños como un manto protector. La fortaleza de su espíritu, como un manantial inagotable, se derramaba en sonrisas cálidas y palabras amables. Tila era una mujer amada y amorosa, un pilar cuyo apoyo fue como la fortaleza de una montaña, pero con la delicadeza de una flor que despierta en primavera.
Se posaba bajo el cielo sereno de su juventud, Carmen (hermana religiosa), de veinte o veintitantos años, cuya piel canela, suave como el pétalo de una flor, dos hermosos hoyos en sus mejillas y un par de enormes ojos como dos luceros esperanzadores que reflejaban la pureza de su ser. Su hermosa voz suave y melódica, era como un cuento encantado que cobraba vida en la imaginación de los pequeños que atentos escuchaban los cuentos que les solía leer. También, relataba historias que transportaban a los niños a mundos lejanos y les susurraba palabras que nutrían sus almas. En el orfanato, su presencia más que una guía educativa; fue un abrazo maternal que envolvía a cada niño. Como una maestra de la vida, enseñaba no solo con libros, sino con la cotidianidad. Con paciencia y ternura, instruía a los pequeños en los quehaceres domésticos, revelando lo que yace en cada tarea diaria. El barrer, lavar trastes y hacer la cama se convertían en rituales de aprendizaje, donde la disciplina se mezclaba con el aroma dulce de la empatía y el respeto.
Entre las demás novicias, destacaba Socorro una mujer que entraba a los cuarenta años, quien por obligada por sus padres, tras comportamientos sin precedentes, tuvo que entrar en el convento a los 19 años, era pariente distante del alcalde de Ríos de Magdalena, quien era muy cercano a Sofía. Socorro era una mujer cuyos atributos físicos la hacían sentirse más segura de sí misma, tenía una personalidad extrovertida, era como una esfinge oculta entre rezos, su mirada era astuta, sus palabras parecían el sonido de una conspiración cínica y maquiavélica. Tenía una habilidad para generar lástima, sabía cómo inspirar compasión, una notable preferencia por los niños, ya que con las niñas era dura, tirana e injusta.
Pedro emergía como un susurro de nobleza y caridad, su alma como una rosa desplegaba sus pétalos de generosidad que siempre dispuesto a ayudar, muy trabajador, amable y siempre con una oportuna sonrisa que hacía reír a los demás. Adoraba a su hijo Santiago y así mismo sus otros hijos, como él mismo los llamaba, quienes eran beneficiarios de su amor paternal.
El tiempo en el orfanato pasaba entre las tareas domésticas y académicas, y en compañía de la hermanas.
Las monjas eran amantes del Rosario y lo rezaban con mucha devoción y constancia, lo que, con mucha disciplina, se instruía en los niños; además, porque, aprendían que quien leía el Rosario estaba alabando a la virgen María.
Capítulo 3
En el alba de la vida, un joven llamado Jorge y su madre, Beatriz, procedentes de un lugar de Colombia con un corazón verde que olía a café, desembarcaron en el orfanato, siguiendo los pasos de un camión azul que los llevaría directamente a su destino, la frente del camión parecía, en aquel entonces, un rostro de parrilla prominente y faros circulares, traía consigo un cargamento de vida: panela, maíz, avena, arroz, harina, plumajes de gallinas de todos los colores y una pareja de enormes cerdos -cuya hembra, posteriormente, habría parido una camada de 8 cerdos. También portaba ropa para los habitantes de aquel hogar, letras encantadas en libros y pequeños muebles que le ofrecieron comodidad al silencio.
Sofía, la madre superiora, recibió la caravana con música que coreaba gratitud con un canto entonado por los niños, para agradecer la solidaridad de quienes habían traído alegría al hogar.
Entre los muros que guardaban historias, Sofía le pidió a Socorro que guiara a Jorge por el orfanato y sus tierras. Aquel panorama, memoria del pasado, se volvió traslúcido a la percepción. Era la segunda vez que Jorge caminaba por esos pasillos, un sendero que evitó desde la infancia porque los recuerdos negativos, todavía lo acompañaban después de la última visita con su padre.
Socorro notó que algo no estaba bien en Jorge y le ofreció ir a buscar agua para que su semblante mejorara, mientras caminaba de vuelta al orfanato, pensó en lo atractivo que era Jorge, sus ojos verdes le parecían las más bellas esmeraldas y su cabello rizado hacia conjunto con el grosor de sus cejas, su espalada ancha, sus grandes manos, su olor y su voz, los pensamientos de socorro se tornaron pecaminosos.
Le dio el vaso de agua e inmediatamente, Jorge, suspiro, tomó las manos de Socorro y le agradeció por esa acción. Ella le preguntó si necesitaba algo más y él le dijo que no, que regresaran al orfanato que quería hablar con Sofía y su madre.
Jorge, en un laberinto de incertidumbre, cuestionó a su madre sobre la aparente falta de productividad en tan vasto territorio. Sofía, con la voz de la historia y el linaje, interrumpió la conversación para revelar el propósito sagrado de esas tierras. Jorge, comprendió la esencia: su padre, heredero temprano estas tierras y se las donó a su hermana Sofía para construir un refugio, un santuario donde las almas perdidas hallaran amparo. El legado, para Sofía, no era de cosechas, sino de ayudar a los más necesitados; sin embargo, Jorge tenía otras ideas en mente después de haber recorrido el lugar.
Jorge, quien había explorado los recovecos del alma de su padre, con mucha destreza, quedó absorto en sus pensamientos, y mirando el horizonte del tapiz de sus recuerdos, se asombró, para él esa generosidad desinteresada, era como un enigma. De esta manera, las raíces del orfanato, esta vez, se conectaron con su legado familiar y fue mucho más inquietante.
Beatriz, con su rostro sereno, extrajo a Jorge del mundo de sus pensamientos. En un tono suplicante, sus palabras se elevaron como plegarias: «Hijo, sé que has eludido este rincón del mundo durante años, pero existe una razón que supera las fronteras del entendimiento. Los niños aquí han atravesado tormentas que desafían la misma imaginación. Tu presencia, tu destreza y tu bagaje educativo y cultural pueden ser la luz que ilumine sus caminos». Le recordó que su travesía hacia este lugar había sido un exilio benevolente, alejándolo de las tierras del café donde sus acciones habían dejado un legado de tribulaciones menores; pero, estaba segura de que este viaje le serviría para dispersar su mente, enfocarse en otros asuntos y quizá adquirir alguna responsabilidad.
Capítulo 4
Después de la charla con su madre y su tía, se dirigieron al comedor, y en ese instante, hizo su entrada una niña de unos nueve o diez años, con una imagen que parecía esculpida por manos celestiales, con cabellos castaños que acariciaban la luz, ojos que abrazaban el universo, su pequeño cuerpo en la danza de la adolescencia, y un rostro como si el mejor pincel del firmamento lo hubiera delineado.
Jorge, interrogó a su tía sobre la identidad de esa criatura, y ella, convocando a Tila, desentrañó la historia de cómo aquella niña y su hermano encontraron refugio en el orfanato.
Tras el almuerzo, los niños protagonizaron nuevamente su espectáculo para los invitados de Sofía, pero esta vez, desplegaron una obra de teatro que representaba pasajes del nuevo testamento. Blanca, como un ángel en escena, ofreció lo mejor de sí, agradeciendo con inocencia y gratitud. Las ovaciones, desde los pequeños hasta las novicias, el personal de mantenimiento y, por supuesto, los dos invitados especiales, se difundieron a modo de reconocimiento.
La inquietud de Jorge lo llevó a solicitar, nuevamente, un recorrido por las entrañas del orfanato: habitaciones, baños, cocina y demás rincones. Su mirada aguda detectó las carencias, la ausencia de una biblioteca digna que podría hacer de aquel un mejor lugar ya que era amante de los libros. Luego de este recorrido, le dijo a su tía que él se encargaría de hacer una biblioteca. Sofía agradeció, ofreciendo contactos para la tarea, pero Jorge, con firmeza, expresó que él mismo asumiría la responsabilidad, pues recientemente había construido la de su casa.
Durante la cena, en la mesa compartida con su tía y madre, Jorge comunicó su decisión de quedarse en el orfanato por un tiempo. Su compromiso resonó en las palabras, decidido a dar una mano a su tía y a materializar las obras con las que ya se había comprometido. La noche era para tomar decisiones importantes, y Jorge, se vistió con la noble causa del orfanato.
Al concluir la cena, Jorge, con un suspiro de decepción, pronunció sus pensamientos: "Es una lástima la comida de este rincón". Me pregunto si estos pequeños sabrán el deleite de una presa de pollo o un trozo de lomo de vaca". Su tía, con el rostro de la tristeza en sus ojos, respondió con suavidad que hacían malabares con los escasos recursos que lograban obtener. En ese instante, la voz de Jorge, emocionada y vibrante, resonó con un compromiso audaz: él se encargaría de enseñar a esos niños el arte del buen comer, estaba seguro de que con las reformas que su intelecto había planeado, la calidad de vida de todos sería servida hasta en la mesa.
Sofía, mujer sabia y conocedora de las travesías de la vida, intuía en la mirada de Jorge algo más que la simple generosidad. Aunque no lo expresó abiertamente, la certeza danzaba en su mente. Sin embargo, se llenaba de emoción al contemplar la posibilidad de que él, con sus arrojadas promesas, pudiera transformar aquel humilde rincón en algo más digno y mejor. Con cada palabra de Jorge, el aire se impregnaba de un anhelo, y la promesa de un mañana diferente se asomaba en la penumbra del comedor, como un verso susurrado por el destino.
Capítulo 5
Al día siguiente, Jorge, en diálogo con su madre, expresó su sentir, quizás Dios lo había hecho reflexionar sobre la opulencia que había marcado su vida ya que había gozado de cada deseo, sin conocer la escasez, y ahora, ante el escenario de los niños necesitados, sintió la llamada de la gratitud.
Las palabras de su hijo, cargadas de un propósito, al parecer genuino, penetraron su ser. De tal manera, que le ofreció su apoyo incondicional, dispuesta a quedarse a su lado en el orfanato extendiendo su generosidad.
Posteriormente, los niños fueron llamados a formar en el patio del orfanato que era un área abierta y descubierta, con suelo de adoquines desgastados por el uso constante, bancos y mesas hechos a mano, utilizando madera reciclada, se podía ver alguna que otra planta, algunos arbustos que vivían sin necesidad de mucha atención y cuidado, un espacio simple, pero funcional.
Sofía les anunció a los niños que los visitantes se iban a quedar y que los iban a ayudar en lo que fuera necesario. Jorge tomó la palabra y con un muy buen discurso -que evidenciaba su educación- llenó de esperanza los corazones de todas las personas que dependían de ese lugar.
Aquel discurso, aplaudido y alabado por todos, estaba lleno de una retórica persuasiva, gestos amables, tonos cálidos, promesas grandilocuentes y soluciones simplistas a problemas complejos.
En el comienzo de su misión, Jorge, extrajo de su bolsillo el dinero que les daría la oportunidad tener una experiencia nueva. Encomendó a Santiago investigar en el pueblo y adquirir frutas, verduras, carnes y demás desconocidos para los niños. En ese gesto, sembraba la semilla de la credulidad, él conocía perfectamente el arte de la manipulación. Todos quedaron maravillados ante tal generosidad pero la mirada penetrante de Socorro apuntaba todo el tiempo en la diana de las pupilas de Jorge con un carácter coqueto y seducción.
Al llegar del pueblo, Santiago dejó en la cocina aquellos ingredientes para que Beatriz, quien estaba dotada por manos mágicas que hacían los manjares más deliciosos y especiales, junto con las demás novicias de la cocina dieran a conocer los exquisitos sabores que regalaron a esos pequeños paladares la fantasía y sensación de lo inexplorado y lo desconocido.
Unas tres horas después, aquellos olores que emanaban de la cocina fascinaban a todos los habitantes del lugar. Invadidas por la curiosidad, Blanca y Ana, su amada amiga, corrieron hacía la concina para pedirle a Beatriz que las dejara ver lo que estaba haciendo, ella, de manera amable, las dejó ver cada preparación y les indicó de que estaban hechas. También, les sirvió una pequeña porción como entrada para aquel banquete, se llevaron el plato y buscaron a Camilo quien quedó maravillado con aquella mezcla de olores, sabores y colores. Regresaron a la cocina y le preguntaron a Beatriz que cuál era el nombre del exquisito plato, ella les respondió que era el famoso Ajiaco.
Todos quedaron maravillados con el delicioso sabor del ajiaco y entre besos y abrazos se le fueron encima a Beatriz, quien se sintió satisfecha con aquellas muestras de gratitud.
Capítulo 6
Pasadas dos semanas, Jorge inició la construcción de la biblioteca, un granero y un corral, con maestría y buenos materiales, implementó sueños en tierras baldías que sus ojos, en su primer recorrido, habían vislumbrado. Luego, llamó a sus amistades prestigiosas, maestros y eruditos, para que trazaran con tinta de sabiduría una lista de libros (educación primaria, secundaria, literatura agrícola, filosofía, literatura y otros géneros) con los que, posteriormente, llenó aquella biblioteca.
Jorge se había acercado a los niños para enseñarles latín, literatura y matemáticas. Entre los brotes de la mente infantil, descubrió que Camilo y Blanca eran como mariposas de la curiosidad, danzando un poco más alto que los otros niños, sus almas ansiosas por absorber el néctar de la sabiduría.
Al terminar una de sus clases llamó a Camilo y, como maestro a su aprendiz, le dijo que cuando llegaran los libros que había pedido, lo invitaba para que lo ayudara a clasificarlos y a acomodarlos en la nueva biblioteca -cosa que alegró mucho a Camilo-.
Entre mesas de roble, sillas blancas y estantes hechos con esmero, nació la biblioteca, un santuario de luz y conocimiento. Paredes con tonos que narraban historias diferentes, una alfombra que parecía una enorme cama roja, y la promesa de que en este salón, la imaginación de los niños encontraría su camino.
En un río de emociones, Jorge corrió hacia Sofía para compartir la noticia. Juntos caminaron desde el orfanato hasta la biblioteca, y en el trayecto, Jorge le aseguró que esa sería la llave mágica para el crecimiento intelectual de los niños, un camino donde podrían explorar mundos desconocidos y aprender sobre lo que les rodea.
Sofía, con el tacto a flor de piel y llena de admiración, quedó muda ante la belleza y utilidad de la biblioteca. Aquel espacio evocaba recuerdos de su infancia, un lugar donde los libros eran tesoros que guiaban sus pensamientos. Con voz temblorosa de alegría, pidió a Jorge que trajera a Carmen, Camilo, Blanca y Ana.
Blanca, al entrar, dejó que la curiosidad y el asombro pintaran su rostro. Cauta y respetuosa, ingresó a ese santuario de conocimiento, donde montañas de libros se alzaban como cimas que rozaban el cielo. El aroma del papel, embriagador y único, llenaba el aire, y sus dedos danzaban delicadamente sobre los lomos de los libros, como si acariciara historias aún no contadas.
Blanca intuía que aquel rincón se convertiría en su refugio mágico, en un universo sin límites ni carencias.
Camilo, ansioso por contribuir, solicitó a Jorge la participación de su hermana Blanca y de su amiga Ana en la organización de la biblioteca. Jorge, aplaudiendo la iniciativa, aceptó de buen grado.
Entre los cinco, guiados por las recomendaciones de los maestros y la sabiduría de Jorge, los libros encontraron su lugar en los estantes. Blanca, feliz amante de la literatura, atrajo la atención de Jorge, quien, entre sus tesoros, eligió "Moby Dick" para regalárselo. Con dudas y agradecimientos, Blanca selló el gesto con un abrazo, consciente de que aquel libro era un pasaporte a un mundo infinito de imaginación y posibilidades.
Capítulo 7
Jorge compartió sus anhelos con Sofía, revelando el particular interés de Camilo (doce), Blanca (nueve) y Ana (ocho) por los libros y la literatura. Camilo, con sus lecturas a las niñas, ya señalaba un camino distinto, un léxico que les confería singularidad. La propuesta de Jorge de estudiar literatura con ellos tres resonó en Sofía, y les concedió una hora de su cronograma para tan noble labor. Carmen, la novicia amante de la literatura, se uniría al agasajo de conocimientos, fusionando sus pasiones y aprendizajes.
En la tarde, cuando los deberes del día cedían, Jorge guiaba a los niños a la biblioteca. Allí, entre las estanterías y con la ayuda de Carmen, se sumergían en mundos inexplorados de autores y géneros literarios. Las clases, intensas y maravillosas, se convertían en puentes entre la realidad y la fantasía.
Blanca, en su timidez, desgranaba las primeras páginas de "Moby Dick". La historia de Ismael, un hombre que, sintiéndose triste y solitario, se embarca en una búsqueda en un puerto lejano. Aquella búsqueda fue un eco de sus propias emociones.
Días tras día, las clases con Jorge y Carmen se intensificaban. Ejercicios de lectura revelaban en Blanca una destreza que destacaba entre los demás.
Así, entre la danza de libros, las lecciones de agricultura, los rezos y los acordes musicales, los días discurrían en el orfanato. Seis meses después de las reformas, Jorge se volvía un vínculo imprescindible para los niños.
Un domingo, después de la misa, Jorge buscó al sacerdote del pueblo ausente por un año, compartiéndole los progresos y el talento excepcional de Camilo, Blanca y Ana. El sacerdote, emocionado por las nuevas historias que Jorge le contaba, prometió visitar el convento y atestiguar por sí mismo esos cambios tangibles e intangibles.
Al día siguiente, el sacerdote llegó al orfanato. La metamorfosis del lugar lo sorprendió. El camino, delineado por piedras de colores, llevaba a una fachada reformada y pintada. La puerta se abrió a un patio diferente, donde una pequeña huerta florecía, un nuevo adoquín, sillas, mesas y macetas decoraban el espacio.
Jorge saludó al sacerdote, quien, besándolo en la frente, afirmó que con esa obra, Jorge tenía asegurado el cielo. Con una sonrisa, Jorge lo guio a través de las habitaciones renovadas, la cocina reluciente y el granero que emanaba vitalidad. Las palabras del sacerdote eran un bálsamo, reconociendo en Jorge la semilla de un edén terrenal.
Jorge habló con Sofía y le comentó que había un interés particular de Camilo (12), Blanca (9) y Ana (8) por los libros y la literatura. Sofía le dijo que lo había notado, ya que Camilo solía leerles mucho a las niñas y que eso los hacía diferentes, ya que su léxico era mejor que el de los otros niños. Jorge asintió y le dijo que él quería estudiar literatura con ellos tres, a Sofía le pareció una excelente idea y le dijo que le daría una hora al día para que lo hiciera, agregó que la novicia Carmen era una excelente lectora y que le encantaba la literatura también y, sin duda, lo podría ayudar y de paso aprender más. Jorge aceptó y salió emocionado a buscar a Camilo para darle la buena nueva.
Durante el día Jorge seguía pendiente de las obras y las mejoras de todo el lugar, y en la tarde, después de que los niños ya habían terminado sus deberes los llevaba a la biblioteca y junto con Carmen les leían y les enseñaban nuevos autores y géneros literarios.
Al terminar la clase, Jorge aborda a Blanca y le pregunta por Moby Dick, a lo que blanca le responde algo tímida: voy en el primer capítulo, se llamaba "Llamadme Ismael", Ismael es un hombre que se siente un poco triste y solitario. Así que decide salir a explorar el mundo y se va a un lugar lejano, un puerto. Allí, busca un barco en el que pueda unirse como marino, era un hombre que se siente un poco triste y solitario.
Camilo, Blanca y Ana seguían asistiendo a las clases con Jorge y Carmen, cada día eran más intensas y maravillosas, hacían ejercicios de lectura en los cuales Blanca destacaba sobre los demás.
Así, entre libros, actividades de agricultura, actividades religiosas y musicales, pasaban los días en el orfanato. Seis meses después de aquellas reformas Jorge se hacía más y más indispensable para los niños, en verdad lo apreciaban.
Un domingo, después de la misa, Jorge se acercó al sacerdote del pueblo (quien llevaba un año fuera del pueblo) se presentó y le contó sobre los avances que se habían realizado en el orfanato, también sobre aquellos tres niños a los que les auguraba un brillante futuro ya que tenían actitudes muy diferentes a las de los demás. El sacerdote estaba emocionado por los avances que le estaba contando Jorge -tangibles e intangibles-, le aseguró a Jorge que iría al convento a ver por sí mismo todo esto que él le había descrito.
Al día siguiente llegó el sacerdote al orfanato, se sorprendió por todos los cambios que encontró, el camino tenía piedras de colores que delineaban la entrada, la fachada estaba totalmente reformada y pintada. Golpeo en la enorme puerta y cuando Tila le abrió la puerta sintió que estaba en un lugar desconocido y nuevo, el patio era diferente, habían hecho una pequeña huerta en la cual los pequeños aprendían a sembrar, el adoquín lo habían cambiado por uno nuevo, tenía sillas nuevas, mesas y macetas con muchas flores que adornaban todo el patio.
Jorge llegó a saludar al sacerdote, éste lo besó en la frente y le dijo: hijo, con esta maravillosa obra tienes asegurado el cielo. Jorge le respondió con una enorme sonrisa y lo invitó a ver el resto del orfanato, las habitaciones tanto de los niños como del personal estaban pintadas, las camas nuevas y los muebles también, la cocina en perfecto estado-también muebles y enseres nuevos-.
Luego de ver esto, lo invitó al granero que se erguía con elegancia en medio del campo, emanando frescura y vitalidad. Su estructura de madera relucía con un tono natural, sin las marcas del tiempo que suelen adquirir las construcciones antiguas. Las paredes, pintadas en un rojo intenso y uniforme, destacaban entre el verde del entorno, mostrando la impecabilidad de su acabado. El tejado, cubierto por tejas de un color terracota brillante, reflejaba la luz del sol con un brillo recién estrenado. Las líneas rectas y simétricas del granero conferían una sensación de orden y precisión, evidenciando la atención minuciosa que se había prestado a su construcción. Las puertas, de madera pulida y herrajes relucientes, se abrían suavemente con un crujido apenas perceptible, revelando un interior impecable y bien organizado. El suelo de madera recién instalado daba la bienvenida con su aroma fresco, sin rastro alguno de polvo o desgaste.
A pesar de su tamaño compacto, el granero nuevo irradiaba una sensación de promesa y posibilidades. Su frescura y orden sugerían un espacio listo para acoger las cosechas por venir, manteniendo la esencia de un edificio nuevo que aguardaba para convertirse en un pilar esencial de una vida rural.
Capítulo 8
Dos meses después, tras concluir las reformas que embellecieron el orfanato y sus tierras, Jorge recibió la inesperada visita de un antiguo amigo de su padre. Este, con la seriedad que solo el tiempo y el peso de los años confieren, le propuso un pacto singular: la mano de su única hija en matrimonio, a cambio de una dote que venría muy bien a sus propósitos. Con una solemnidad anticipada por la sombra de una enfermedad terminal, el amigo confió a Jorge la responsabilidad de velar por la suerte de la joven, su joya más preciada en el ocaso de su vida.
Jorge, reflejando sorpresa, accedió a la petición del amigo que llevaba consigo la nostalgia de un tiempo compartido. Tras esa conversación, el destino halló su curso. Tres semanas después, las puertas del orfanato se abrieron para recibir a una novia que llegaría acompañada por la incertidumbre y el compromiso. El recién reformado patio central se convirtió en el ambiente de una boda íntima, entre las risas de los niños y las sonrisas del personal. Los cantos infantiles, seleccionados por la astucia de Sofía, crearon una música celestial que armonizó el enlace, mientras los pequeños se deleitaban con danzas y risas, sellando así un día de felicidad que, con la caída de la tarde, se rendía al reposo.
En la aurora siguiente, Jorge y Celeste compartieron el desayuno en el comedor de «La comunidad de María», título que la hermandad conventual les había concedido. La pareja, acompañada de Carmen, inició un recorrido por el lugar, donde Celeste, con curiosidad, deseaba conocer cada rincón que Jorge, en la noche previa lleno de ilusión, orgullo y alegría, le había narrado.
Maravillada ante las huellas del amor materializadas en las renovadas estancias, y sobrecogida por la transformación que tales cambios habían insuflado a las vidas infantiles, Celeste se sintió dichosamente casada. En ese instante, la elección de su padre parecía un buen acierto, y Jorge, su esposo, un maestro arquitecto de sueños. Así, "La Comunidad de María" floreció como un testimonio tangible de la unión entre la caridad y la humanidad.
Luego de aquellos momentos Celeste le dijo a Sofía que ella podría enseñar música a los niños.
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Alejandra Martínez, Al cuerpo de una mujer
Poemario terminado. Pienso en una conversación que tuve hace varios días sobre cómo encumbramos obras egocéntricas y las llamamos intimistas. Obras ombligo de ombligos cansados, dañados y pesimistas, y las llamamos intimistas. Sí, esos nombres esos libros de siempre, de últimamente, cuya mercantilización suele ir más allá de la voluntad sus autoras y autores. Qué sintomática esta moda del tiempo que nos ha tocado vivir (¡y qué poco agitadora!).
En este libro, claro, reconozco dolores que no son solo míos y eso siempre es confortante. [De repente recuerdo el título de René Ménard «La poesía no sabe de confort»]. En fin, una encuentra pequeños espacios de reconocimiento en la intimidad de estas obras. Cada una, supongo, se sentirá íntimamente interpelada por aquello que más le ha costado o cuesta comunicar. Por encontrar las formas, al menos a mí me pasa. En este libro en concreto, en mi caso concreto, serían versos y parrafadas sobre el desapego a la familia de sangre, sobre complejos en un cuerpo sano, sobre complejos en un cuerpo enfermo, sobre deseo sexual, sobre sexualidad infantil, sobre el rechazo y sobre la culpa. Pero quiero decir, digo, que todos los miedos que de estos derivan causando dolor, no nacen en una misma, sino que los aprendemos de nuestros entornos.
Siempre me parece interesante expresar y (en este caso) leer todas las experiencias honestas, las que más fácilmente compartimos y las que menos, pero también siento la necesidad de explicitar su naturaleza colectiva. Explicitarlos en sí mismos sin explorar lo que los rodea me sabe a poco.
Luego la poesía no ha de cumplir función alguna más que para quien la escribe o practica. Yo misma escribo cosas destructivas e insanas a menudo y (aquí la parte crítica) a menudo las publico. Yo misma he escrito en el buscador de este lugar dolores, esperando encontrar textos más o menos burdos en los que regocijarme. Y la experiencia me ha dejado claro (a mí, ahora, repito) que suele ser más dañino que refugio. Eso también soy he sido yo, pero no quiero quedarme solo en Eso. Que la luz se arroja desde otros lugares.
Como mujer y como persona menstruante -pues Alejandra también escribe sobre ello- me parece potente hablar de experiencias que siguen siendo tabú y objeto de estigmatización en muchos lugares (macros y micros). También más allá del género y el sexo me lo parece. Siempre se ha hecho, siempre hay que seguir haciéndolo. Luego también me parece necesaria una autocrítica, más, o menos implícita.
En ese sentido quería añadir una frase sobre la absurdidad de la crítica en poesía que leí de Juarroz, pero ahora mismo no la encuentro. Hasta aquí otra publicación vomitona. bla bla bla ser constructivas bla bla bla ¿acaso esto lo es?
Último melón: ¿superar el patriarcado o superar el género? ¿superar ambos, de forma lineal? (Melón teórico 🍈 En la praxis es todo más complejo e intuitivo; va de cuidarnos).
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METEOROS
I
Sombría, ella está en el vacío. Su dedo despierta, titubea, después se convierte en pez. Todo su cuerpo se ilumina. Es la niebla, piensa ella.
II
Pesada, en el remolino, ella es sólo una herida. Un grito entreabre su boca pero los dedos de sus pies son mariposas que levantan vuelo. Es el rayo, piensa ella.
III
Roja, ella se asombra: ya no son escamas las que recubren su cuerpo sino labios minúsculos, innumerables. Se envuelve con una sábana blanca. Es la nieve, piensa ella.
IV
Temblorosa, avanza hacia el abismo, aunque quisiera alejarse. No es un abismo sino un buitre el que se precipita hacia la punta desnuda de su seno. Ella se echa a reír. Es el espejismo, piensa ella.
V
Ciudadana, posee el secreto de abrir las jaulas. Junto con el primer tigre, desciende las escaleras del metropolitano. Muy pronto se encuentran en el desierto. Las lámparas se apagan, pero en la oscuridad no tardarán en encenderse dos ojos verdes. Es el eclipse, piensa ella.
VI
Jadeante, acaba de alcanzar la cima del más alto acantilado. De pronto, detrás de una roca, divisa un ojo y después otro: millares de pupilas ávidas están fijas en ella. Rápido, comienza a desvestirse. Desnuda al fin, avanza hacia la abrupta pendiente cubierta de hierba y desciende hacia la llanura saltando sobre las manos. Es el ciclón, piensa ella.
VII
Nocturna, en el musgo descubre las estrellas, los rastros de un ciervo y finalmente una fuente. Un armiño en fuga se oculta en su axila. Es el cometa, piensa ella.
VIII
Celosa, ve la espalda de un desconocido que se contempla en el espejo. Ella toma un hacha de debajo de la almohada y la arroja hacia la fría superficie para aniquilar su engañosa profundidad. El desconocido se vuelve y la examina para ver quizá su nueva imagen. No. Es el terremoto, piensa ella.
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Radovan Ivšić en Boite Alerte. Catálogo de la Exposición Surrealista de 1959-1960, incluido en Antología de la poesía surrealista de lengua francesa. Fabril Editora, Buenos Aires, 1961, seleción y traducción de Aldo Pellegrini.
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Gabriela Mistral: El amor vuela libre en el viento
Sobre la poeta chilena se ha contado una historia en esencia falsa, aunque no exenta de cierto encanto: una joven profesora que fue incapaz de entregarse a un hombre. Presentamos un nuevo retrato que derrumba el viejo mito de Gabriela Mistral, quien entre 1922 y 1924 vivió un periodo de sosiego en México, a invitación de José Vasconcelos.
Por Pável Granados
Gabriela Mistral es un personaje que se está desmontando para volver a construirse por completo. Ganó el premio Nobel de Literatura en 1945, el primero después de la Segunda Guerra, aunque su nombre era célebre desde bastante tiempo antes. No sé si la misoginia o la ignorancia nos han entregado una imagen endulzada y agradable de esta escritora frecuentemente despreciada. Cuánta prisa existe en dar un juicio apresurado ante la mayor cantidad de cosas para poder desembarazarse de ellas. Aquel que la inmovilizó dice más o menos: la gran escritora de poemas que no fue dichosa en el amor, que expresó poéticamente su desamor, la mujer que no pudo ser madre y decidió entregar su cariño a la infancia a través de la poesía y la misión educativa… Una imagen que ella odiaba tanto como los críticos que la despreciaban.
La Asociación de Academias de la Lengua publicó, no hace mucho (2010), antologías de los dos grandes poetas chilenos, Pablo Neruda y la Mistral. Los cuestionamientos sobre la obra de Neruda se han centrado en la incomodidad que suscita que sus Veinte poemas de amor… sean tan populares y en los desacuerdos ideológicos que despiertan sus ideas políticas (al grado de llegar a cuestionar largos periodos creativos). Aunque nunca se ha cuestionado el valor general de su obra. Con la Mistral es completamente distinto, pues se trata de una incomprensión total de su obra y de su personalidad. Una incomprensión que ha cuestionado violentamente la totalidad de su trabajo literario. Con esta edición de la Academia, Gabriela Mistral en verso y prosa, comienza a revelarse la complejidad de su poética y a disipar las inercias críticas. No por completo: todavía hay quienes la consideran una religiosa convencida, mística, plácida.
Durante su estancia en México, la poeta chilena ofreció su experiencia pedagógica para resolver los problemas educativos del país y se acercó a la poesía de Sor Juana./Archivo EL UNIVERSAL
El mayor prejuicio que la ha seguido es el que dice que su obra es el reflejo fiel de su vida. En 1907, la Mistral había conocido en Elqui a un ferrocarrilero, Romelio Ureta, con el que había tenido un romance. Por entonces, él le dijo que iba a trabajar en las minas del norte para poder reunir dinero para la boda. Poco después de su regreso, la relación terminó y Romelio se fue a un pueblo donde contrajo matrimonio con otra mujer. Dos años más tarde, un amigo le pidió dinero prestado a Ureta; como no tenía esa cantidad, decidió tomarlo de la caja. Se supone que el amigo no pudo pagar la deuda y huyó, así que Romelio se suicidó al ver que no podría reponer el dinero que tomó de su trabajo. Gabriela, quien ya no tenía ninguna relación con el suicida, se enteró por los diarios que Ureta tenía en su cartera una foto de ella. Tres años después, ella comenzó a escribir unos “Sonetos de la muerte” que sólo se decidiría a presentar en un concurso en 1914. Con ellos obtuvo el primer lugar y cierta notoriedad en su país: la profesora rural que escribía unos sonetos inspirados en la muerte de su prometido…
Sólo que esos poemas no tratan ese tema: es la historia de una mujer que termina de enterrar a su amado y arroja polvo y pétalos sobre su tumba con el deseo de tenerlo exclusivamente para ella. Pero al quedarse sola, canta sus “hermosas venganzas”, pues finalmente él será su posesión. Se trataba de un amado que fue infiel, que decidió dejarla, de pronto, en medio de su felicidad. Cuando ella muera, dice en el segundo soneto, será enterrada con él, y cuando eso ocurra le podrá explicar por qué tuvo que morir tan joven: le revelará que fue ella quien le pidió a Dios que lo matara: “Se detuvo la barca rosa de su vivir”.
Como se deduce, el amado de los sonetos no se suicidó. Fue, más bien, víctima de la justicia divina. La mujer que le habla a ese muerto tiene poderes sobre la vida y la muerte, tiene injerencia en los designios de Dios, vive aferrada a un rencor que se mantiene vivo hasta en la tumba. La voz poética sólo puede pertenecer a una loca o a una hechicera. Tiene poder o cree tener poder. Pero por alguna razón, en su tiempo sólo se vio a una profesora rural que tuvo un novio suicida, que inspirada en su tragedia tomó a la poesía como un desahogo.
El jurado le dio el primer lugar a Lucila Godoy Alcayaga, profesora del valle de Elqui. Pero quien habla en esos sonetos es su seudónimo: Gabriela Mistral, eco de Gabriele D’Annunzio, el conocedor de la locura, y de Frédéric Mistral, el poeta provenzal, autor de la Mireya, la joven que exprimió “la fruta ensangrentada del amor”. Un seudónimo: la máscara que, según Oscar Wilde, se necesita para decir la verdad. Pero en este caso, era el personaje creado para mentir, para fingir, para negar. Bajo el nombre de Gabriela Mistral hablan muchas voces: voces de hijas, voces de madres, voces de hechiceras, voces de poetas, las almas sueltas por el viento, la voz antigua de la Biblia… Gabriela Mistral es la voz tensa que contiene las contradicciones, impidiendo que se destruyan entre sí. Una voz que sujeta fuertemente un hato de voces. Una tensión que bien puede desembocar en la locura, ciertamente. Pues existe cierto tono de locura entre su obra; en ocasiones, con la voz de Gabriela Mistral hablan mujeres que no alcanzan a distinguir su realidad, que se les escapa el mundo y cuya mirada se va cubriendo de niebla.
Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, originaria de Vicuña, mejor conocida como Gabriela Mistral./Archivo EL UNIVERSAL
A ella misma, la vida se le fue ocultando detrás de una niebla el día en que Yin-Yin se suicidó, a los 18 años, ingiriendo arsénico: Yin-Yin (Juan Miguel Godoy) era su hijo, pero ella se lo ocultó y por alguna razón siempre le dijo que era adoptivo (o quizás fue un secreto guardado entre los dos). Lo ocultó a todo el mundo. Sólo en 1999, Doris Dana, la acompañante de sus últimos años reveló que el pretendido sobrino se trataba en realidad de su hijo. Existe una carta, breve, con la que él se despidió, con la que anunció su misteriosa decisión: “Querida mamá, creo que mejor hago en abandonar las cosas como están. No he sabido vencer. Espero que en el otro mundo exista más felicidad; cariñosamente Yin-Yin”. Gabriela sufrió un colapso al enterarse de su muerte: al día siguiente, se levantó en el hospital. “¿Quién era la mujer que gritaba anoche?”, le preguntó a la enfermera. “Era usted”.
Acerca de si se debe de atender el llamado del amor
Como se sabe, el amor no puede ser evadido; si se le evade, se va, pero regresa para hacer sufrir terribles dolores, pues suele ser vengativo. Hipólito, hace muchos siglos, ya se sabe… su indiferencia al amor, el suicidio de Fedra, su madrastra, y Afrodita, la terrible diosa aleccionando con la muerte a los que se niegan a dar su respectivo sacrificio por ella. Todo eso son las enseñanzas de la literatura en torno a su poderío. Es demandante, caprichoso, inconstante, puede irse y volar –revolotear más bien: en realidad, el amor no tiene grandes vuelos, se cansa rápido, tiene que volver a alimentarse de la persona que lo ha recibido. Mientras bebe sangre es valiente y todopoderoso. Y se arriesga. Pero no puede alejarse demasiado. Es una sombra peligrosa. No habrá terreno que se pise sin pisar el amor, en realidad. Ninguna teoría está completa sin esta variable. Puede tomar las formas más monstruosas. Aunque, hasta aquí, venía figurándomelo como un pequeño mosco incómodo… un zumbido constante y una molestia ciertamente cambiante. Como adopta muchos modos, difícilmente se le puede huir. O cazar. De todas formas, ya regresará a hacerle comer todas sus palabras al que lo niegue. O al que lo acepte. También es inútil apresarlo, pues se deshace entre las manos, por más que se le quiera retener. Si ha decidido irse, se irá. Tiene la última palabra. Y por esa precisa causa, puede volver sin anunciarse. En realidad, somos sus objetos. Si hablamos de él, es porque queremos conocerlo y saber cómo es aquel que mueve nuestras manos, que nos obliga a ir cuando debemos de ir, a callar cuando debemos de callar. Ah, siempre el método indirecto con él. Esperando que aparezca para que lo podamos contemplar. No aparecerá. No de la forma que queremos. Siempre sorprenderá. Por más previsible que sea.
Diré ahora, pero no con mis palabras, lo que es. Son las palabras de Gabriela Mistral. Pues es que ella lo tomó de una manera un tanto ambigua. Fíjense ustedes: esta mujer sale de su casa un día, baja a la cañada, se atraviesa con el amor y, al volver, no reconoce nada, ni nada la reconoce a ella. Apenas en la mañana había visto ese camino y no lo reconoce. Y mañana, al despertar, va a ser llamada por su nombre, y no lo va creer. Cuando se percate de que es ella a quien sorprendió la dicha, va llorar. Todo es nuevo, porque el amor le ha hecho olvidar toda la vida. Es que la persona que le ha dicho que la ama y que pasará toda la vida con ella, le dio la felicidad de forma tan repentina, como una puñalada. Si no se está preparado para la dicha, puede no soportarse. Ahora escuchen este otro ejemplo: dice la escritora que el amor vuela libre en el viento, que puede usar una voz tímida lo mismo que una voz imperativa, que tiene fuerza para hendir el hielo del glaciar, tú no le puedes oponer una excusa. Se le tiene que escuchar y se le tiene que hospedar. Y aunque mienta, se le tiene que creer. Y se le sigue aunque se tenga la seguridad de que es una ruta que lleva a la muerte.
Todo esto palpita con fuerza dentro del poema… Desafortunadamente, no llega hasta el rostro de la poeta, inconmovible. Este sentimiento intenta salir de ella, pero choca contra sus propias paredes y se desploma. ¿Es que es más fuerte ella que el amor? Porque han llegado hasta nosotros dos versiones distintas de lo mismo: una escritora ajena a ese llamado y una obra literaria que se ha quemado en el amor hasta el grado de reducirse al silencio antes que volver a tocar ese tema… No es más que una simple pregunta concreta: si se puede explicar lo que en realidad pasaba con esta escritora llena de fuerza y de debilidad. Hasta ahora no; la crítica acerca de la Mistral ha seguido con mucha seguridad y por mucho tiempo en un camino que ha debido de desandar. Volver atrás y comenzar de nuevo. Los presupuestos para hablar de ella eran falsos, lo que significa que no ha sido comprendida, pero no que haya sido incomprendida. Es sólo que hay muy poco en ella de lo que los críticos han supuesto que hay. Han contado una historia en esencia falsa, aunque no exenta de cierto encanto: una joven profesora que fue incapaz de entregarse a un hombre, que fue siempre insatisfecha en el amor. Así es que luego de algunas relaciones fracasadas, decidió mantenerse lejos del amor. Exactamente lo contrario de lo que sugería en sus poemas, cuando afirmaba que no se le puede huir al amor.
La historia de las mujeres de Mistral apenas se comienza a contar. Aquí, con una amiga no identificada. Las marcas de pintura corresponden a una antigua técnica de edición./Archivo EL UNIVERSAL
El día en que se premió sus “Sonetos a la muerte”, en Santiago de Chile, la Mistral acudió sin que nadie supiera que se trataba de la ganadora. Se sentó anónimamente, entre el público. Si estaba allí no era porque quisiera recibir nada, ni porque deseara ver lo que se opinaba de su trabajo. Ella confesó otra cosa: que iba sólo a ver en persona a uno de los jurados, el poeta Manuel Magallanes Moure, con quien había comenzado desde poco tiempo antes una intensa correspondencia. Magallanes: poeta, casado, refinado, hombre imposible, distante. Ah, y un aspecto importante que señala Volodia Teitelboim, en su biografía de la escritora: un alma “no viril” (lo que quizá encubre la homosexualidad de algunos enamorados). Los aspectos de la personalidad de los hombres con los que se relacionó. El interlocutor perfecto con el que se podría mantener un intercambio epistolar abundante en papel y escaso en resultados. De 1914 a 1922, cientos de cartas entre ellos y ni un solo encuentro; una relación que duró ocho años, de la que se conservan 38 cartas, pero de la cual no es posible decir mucho: todo serían palabras obsesivas para caracterizar a la Mistral, para delinear su violencia psicológica y para ver cómo juega con la entrega sin realizarla jamás. Nueve años de hablar de amor y de entretenerse con la posposición. Bueno, con cierta interrupción, pues durante un tiempo la Mistral fue enviada al sur del país a intentar la “chilenización” de la ciudad de Punta Arenas. A su regreso, volvió a buscar a Manuel, sólo para decirle: regresé pura, tú no fuiste capaz de esperarme con la misma nobleza, mírame para que envejezcas… Con sus reproches, Gabriela intentaba que Magallanes le dijera que la quería, pero parece que en el alma del interlocutor crecía la idea de no dejar todo por ella. Así que esta relación se convirtió en una guerra de destrucción psicológica. La Mistral, en una de sus últimas cartas, le reprocha la manera en que trató su amor durante ocho años: ¿Crees que tu alma es de las mejores, cuando has tirado mi amor, mi vida, como un trapo miserable? Pudo haber un encuentro, una cita en un hotel, pero quien decidió no acudir fue ella. En 1922, ella fue invitada a México por José Vasconcelos. Manuel Magallanes murió dos años más tarde. Hubo otro caso parecido, otro amado refinado y de “maneras femeniles”, Alfredo Videla, con quien se escribió entre 1905 y 1906. Con él ocurrió lo mismo: que no quiso acudir a la única cita y le sugirió encontrarse mejor en el teatro o en el parque pero no en el hotel. Éste es el estilo de los críticos que se han enfrentado a estas situaciones incómodas, en las que la Mistral prefirió mantener su pureza: “No cabe duda que Alfredo intentó seducirla, y si no logró su objetivo, fue porque se estrelló con la fortaleza moral de la joven maestra rural” (Sergio Fernández Larraín).
Acerca de la pureza, quisiera decir unas palabras, pues me imagino que la Mistral se refiere a lo que antes se le llamaba de esta manera y que no era más que la impureza de la castidad impuesta por la moralidad. Pero ni en ese terreno la imagino constante, pues fue acompañada al Sur por una joven escultora, Laura Rodig, poseedora de los secretos de la escritora, quizá su amante, a la que llevó después a México y a Europa. Y luego, la relación escondida con Doris Dana, a la que conoció en 1948, ya con la celebridad del Nobel y con el peso del suicidio de Yin-Yin. El amor que la acompañó hasta el final. Doris Dana, que a la muerte de Gabriela se refugió en su casa, cuidó la biblioteca de la escritora, sus inéditos, sus cartas, su legado, y que al morir ella, fue a dar a la Biblioteca Nacional de Chile. La historia de sus mujeres, soterrada, apenas se comienza a contar. Una historia que por otra parte, negó la propia Mistral. Y ciertamente, también Doris Dana, hasta el final, furiosa por cualquier sugerencia de un “amor” entre ellas. Dos mujeres que negaron el nombre de su amor, constantemente. Sólo para que en Chile se editaran en 2009 las cartas entre ellas, las cuales destruyeron de inmediato el duro caparazón que tan cuidadosamente habían construido para preservar su amor, y para –de pronto– enfrentarlas a un mundo nuevo que no las mira con extrañeza. No deja de tener su encanto que nuestras miradas se encuentren con las de ellas. El azoro de ellas confrontado con nuestra admiración.
La extranjera
Aún me falta algo que decir para terminar de delinear a Gabriela Mistral. No quedaría esbozado un retrato más o menos entero sin su personalidad pública, la cual parece más fácil de dibujar que sus precipicios interiores. Pero desafortunadamente tampoco es sencillo, pues básicamente su vida social dependió de negar su sexualidad, de que los demás tuvieran de ella una percepción enigmática. La mujer alta e imponente, de ojos verdes, que, con sus grandes faldas, parecía una montaña impasible. Caminando por las calles de los pueblos con una verticalidad inapelable. Por más que ella se sintiera vulnerable. Aunque no sabría decir si esa forma exterior era una forma de su vulnerabilidad. Pero de nuevo: esa existencia pública comenzó con el premio ganado en 1914. De ahí en adelante los chilenos la tomaron en cuenta; no importa que la hayan tomado en cuenta para despreciarla y ocultarla, de todas maneras ésa ya es una forma de existir. Ya desde antes, en la Escuela Normal de La Serena, en donde había trabajado desde 1905, se le humilló, reprobándola en el momento de presentar sus exámenes. Un profesor de Religión encabezó una conspiración ya que consideraba nocivas las ideas de la Mistral en torno a la educación de la mujer, su pensamiento anticlerical y el extraño uso de la palabra “socialismo” en los artículos periodísticos que ya por entonces publicaba. También desde entonces, las autoridades educativas con las que debía de tratar le recriminaban que le quitara tiempo a sus actividades docentes para dedicarlo a escribir poemas.
Ya con el oro de la Flor de Oro que ganó los Juegos Florales 1914, fue enviada a Magallanes a dirigir una escuela. Pero pronto se dio cuenta que ese oro no era “suficientemente aurífero” y que los habitantes del extremo sur la miraban con desconfianza, que no soportaban su manera de fumar ni los “vocablos tremendos en boca de dama” que la caracterizaban. Ahí comenzó a escribir artículos denunciando la desigualdad social de la región y el drama del trabajo estacionario que hacía que los trabajadores tuvieran nueve meses de desempleo. Sus preocupaciones no estaban desencaminadas pues por la época en que se encontraba ella en el sur ocurrió la matanza de obreros en Puerto Natales (enero de 1919). Una represión que se desató luego de que los obreros de un frigorífico pidieran mejores condiciones de trabajo, y por la que resultaron cuatro trabajadores muertos y treinta heridos. Tuvo gestos con la población de Magallanes que le fueron tomados como una “burla” a su situación, ocultó a un anarcosindicalista perseguido por la policía en el liceo que dirigía. Años después le confesaría al periodista hondureño Rafael Heliodoro Valle: “La clase dentro de la cual me siento, aquella de la que espero más y a la que amo de corazón, es la clase obrera”. No debe olvidarse el compromiso político de la autora: por entonces también escribió un texto titulado “Los derechos de los niños”, que el comunista peruano José Carlos Mariátegui publicó en su revista Amauta (febrero de 1928), un texto de compromiso inmediato, pues Gabriela opinaba que con los niños no se puede usar la palabra “mañana”: el niño se llama Ahora.
Gabriela Mistral se sumó al proyecto educativo de José Vasconcelos. En la imagen, la autora de Desolación, Tala y Ternura durante una visita a Texcoco, Estado de México. Circa 1922-1924./Archivo EL UNIVERSAL
En marzo de 1920 fue trasladada a Temuco, en el Centro del país, la ciudad en donde un joven poeta, Pablo Neruda, se acercó a ella para pedirle opinión acerca de sus poemas. Él se sentó frente a ella, en su oficina, mientras leía los textos; luego, ella lo vería con entusiasmo y le recomendaría que siguiera escribiendo y que leyera a los novelistas rusos. Tiempo después, Neruda la recordaría: “En su rostro tostado en que la sangre india predominaba como en un bello cántaro araucano, sus dientes blanquísimos se mostraban en una sonrisa plena y generosa que iluminaba la habitación”.
Gabriela Mistral vino a México en 1922. Ante el extrañamiento de los mexicanos y los chilenos. El extrañamiento de los chilenos se debía a la larga historia de desprecio que se le tuvo en su propio país. Ya una adversaria en el proceso para dirigir el Liceo Número Seis de Niñas, en Santiago, le había escrito: “No abuse de su gloria”. Y la Mistral había respondido: “No la tengo, mi distinguida compañera. Si la tuviera no se me negaría el derecho a vivir, porque una gloria literaria es tan digna de la consideración de mi país como una gloria pedagógica, y los pueblos cultos saben estimarla como un valor real y saben defender a quien la tiene del hambre y del destierro”. Pero estaba a punto de darse cuenta de que su propio gobierno iba a desconocer esa gloria, pues cuando le llegó la invitación de José Vasconcelos para viajar a México, el Congreso le negó dinero para ayudarla en los gastos del viaje, por más que Luis Emilio Recabarren, el sindicalista chileno, pidiera que la escritora recibiera ayuda económica. Pero Vasconcelos cargó con los gastos de viaje y le asignó sueldo a la escritora, así como a Laura Rodig, su acompañante.
Fue recibida con grandes honores; Vasconcelos, convencido de su inteligencia, pidió que se le dejara ver todo, que diera su opinión de todos los asuntos educativos de México. Por entonces, Vasconcelos viajó a Chile y, ahí, un ex Presidente le preguntó: “¿Para qué invitaron ustedes a la Mistral habiendo aquí tantas mujeres más interesantes que ella?” Desde su llegada a México se interesó en la educación de las mujeres y fundó escuelas rurales inspirada en las ideas educativas de Tagore y Tolstoi. Gabriela siguió el proyecto de Vasconcelos, a quien describía como un “mal orador, hombre de estudio honesto y opaco, lo menos tropical de este mundo en la conversación…” Tenía por él una admiración inteligente, que le permitió hacerle críticas puntuales a su desempeño político, con la sinceridad que por otra parte él le había pedido. La fuerza del pensamiento de la Mistral se puede sentir en estas pocas líneas que extraigo de una carta que le mandó a Vasconcelos: “Tengo la honra de no haberlo adulado jamás. Debiéndole, como le debo, los años de sosiego en México, mi gratitud no me venda los ojos para contemplarle en toda su reciedumbre de intelectual y en toda su fragilidad de seudo líder. En lo primero es un bronce insigne, en lo segundo, un embeleco. Y Ud. se menoscaba al consentirse el embeleco”.
No dejó en México ninguna semilla poética, quizá porque en los dos años que permaneció en el país prefirió viajar por el campo que permanecer en la ciudad y conocer de primera mano los problemas de la educación. Viajó en tren y en camiones de la Secretaría por Hidalgo, Morelos, Puebla, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Jalisco, Querétaro y Veracruz… En cada uno de estos sitios dio conferencias, habló con los profesores sobre el sentido de las clases, sobre el material de enseñanza, sobre el uso de las bibliotecas y el aprendizaje de la Historia y la Geografía. Como en Chile, al margen de su trabajo, destinaba tiempo para la poesía. Escribió sobre la artesanía indígena, las montañas mexicanas y el paisaje. Uno de sus descubrimientos literarios en México fue sor Juana Inés de la Cruz, a quien se refirió en varias ocasiones –una de las primeras lectoras modernas de la monja.
Vasconcelos decidió inaugurar la Escuela Gabriela Mistral para mujeres, en Sadi Carnot 63, en la colonia San Rafael. Para apoyar las clases, se le pidió a la escritora que compilara un libro que apareció con el título Lecturas para mujeres (Secretaría de Educación Pública, 1924) en un tiraje de 20 mil ejemplares. Era una serie de textos fundamentalmente literarios de autores americanos y europeos. Pero tantos honores y homenajes despertaron comentarios xenofóbicos contra su trabajo pedagógico. Las personas que la rodeaban intentaron evitar que ella se enterara, pero finalmente, lo supo. Apenas escuchó esos comentarios, decidió dejar México, pero no sin escribir el prólogo a sus Lecturas para mujeres. Como una especie de venganza, o una muestra de su rencor, no firmó el prólogo, sólo lo tituló: “Palabras de la extranjera”. Para que se supiera que se trataba de una extranjera, sin tierra, como a partir de entonces lo sería, una extranjera en el país de la ausencia: “Nombre suyo, nombre, nunca se lo oí, y en ese país sin nombre me voy a morir”. La niebla distante, la que se ve en la altura de las montañas, la niebla que de pronto pasa como trapos rotos, comenzaba a cercarla. Al final, la envolvió completamente, se convirtió en su país, la niebla formada de incertidumbre: “Desde que soy criatura vagabunda, desterrada voluntaria, parece que no escribo sino en medio de un vaho de fantasmas”.
Cuando se hizo la primera edición de su poesía en francés, Paul Valéry escribió un prólogo que la autora rechazó por no sentirse comprendida. El mismo valor debió de tenerlo la Asociación de Academias de la Lengua, que debería de haber rechazado el terrible prólogo de Gonzalo Rojas en la edición que ahora circula de la obra de la Mistral, que comienza: “¡Si sabremos Gabriela y yo de la maleza venenosa del chismerío y del rencor!” Yo quisiera seguir diciendo más sobre la Mistral, pues apenas estoy abriendo la cáscara del asunto. Pero lo mejor sería para cualquier lector, atender el trabajo de crítica y descubrimiento de documentos que encabeza Pedro Pablo Zegers en el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Chile, en donde se resguardan los textos que pronto dejarán de ser inéditos.
FOTO: La poeta chilena Gabriela Mistral (izquierda) de paseo en el Bosque de Chapultepec con la escultora Laura Rodig. Circa. 1922-1924. Archivo EL UNIVERSAL
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“Pero la burla ufana del diputado Rufián contiene otro signo de esperanza todavía mayor. Es la burla propia de una persona que no distingue el sentido del lenguaje figurado, que no entiende el valor de la poesía. Y Cristo, como nos enseña Oscar Wilde, fue ante todo un poeta de imaginación «intensa y flamígera» que supo hacer de «su vida entera el más maravilloso de los poemas».
Para entender la belleza de esa vida y la luz radiante que arroja sobre las nuestras hay que tener un espíritu y un temple poético que aúne el estremecimiento más hondo (serpientes que hablan) y la dulzura más cándida (palomas que embarazan), la magia discreta de un encantamiento (mujeres que nacen de una costilla) y el aliento brioso de una tragedia griega (lluvias de fuego que queman). Sólo con un espíritu poético se puede seguir a aquel Cristo que hablaba con parábolas tan subyugadoras que quienes lo escuchaban se olvidaban de su hambre, de su sed y de las preocupaciones mostrencas de este mundo. Y esas personas inundadas de poesía derrotaron a todo un Imperio con su estilo de vida, a la vez sobrio y apasionado, a la vez sufrido y esperanzado, que acabó rindiendo a una generación sin pasión ni sobriedad que había perdido la capacidad para resucitar la esperanza y soportar el sufrimiento”.
— Juan Manuel de Prada: “Serpientes que hablan”
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Improvisación absoluta, sonido ambient por todas partes. Viajaba esta mañana con David y este ha sido nuestro recorrido desde hace cientos de años. Ir de Los Reyes a Pantitlán y de Pantitlán a Tacubaya. Un sonido que solo altera mis nervios. Mientras el tren atraviesa Ignacio Zaragoza, me interno en las dunas del pasado, puedo ver horizontes color naranja aunque apenas sean las siete y haya oscuridad. Toda la noche llovió, el aire ahora es fresco, la gente viene apagada, puedo sentir la pesadilla. Llego a Ciudad Deportiva, veo el Palacio de los Deportes y después sigue Velódromo. Aquí fue donde vino a orar Thom, aquí es donde en pedazos yace el arco iris, noche en que florecieron los últimos besos al estallar el ultimo bastión de la locura.
Saul y el sueño, Martha y su sonrisa, Robert y sus letras. Cuando cierro los ojos puedo sentir el planeta girar en espiral. El juego consiste en saltar tan alto como se pueda y mantenerse en el aire tanto como sea posible, moviéndose en cámara lenta, echando los dados a girar, intentando que el café y el azar y las madrugadas y el hambre y la soledad impregnen su matiz azul sobre la partitura. Julio y Bolaño entienden perfectamente de que hablo, aunque desde luego yo sigo en el fondo del océano, calamar huraño y escurridizo. La poesía no podía ser otra cosa que una trinchera abandonada, la guerra nunca se decide en el ultimo asalto.
Luna de plata atenta a nuestras paginas, sepultados en desérticos páramos, cielo atolondrado sin nubes. Chabacano y Eliza o Yahel jugando a tirarse a las vías del metro. Música para Aeropuertos, Bajo Perfil, ni Heroes, ni capos, ni mártires. Desintegración conjunta. Los libros de nuestra juventud, la marea de cuerpos empujándose sobre los andenes a hora pico mientras que a mí los fantasmas me siguen vigilando desde la distancia. Argel envuelto en humo verde, Valdemar tirado en las escaleras, Selene llorando sobre su cama de agua. Universo de frases chocando en Centro Medico, conexión de alientos, fugas bachianas, alguna vez tomados de la mano fuimos corriendo en dirección contraria, alguna otra tarde nos alejamos diluidos en fastidio.
Recuerdo cuando llegaste con el disco "No Pussyfooting" bajo el brazo, un disco que estaba a punto de irse a la basura, con la cubierta arrugada y oliendo a orines o a humedad. "Éste álbum es como la botella que alguien arroja al mar teniendo la mínima esperanza de ser hayada. Brian Eno y Robert Fripp ofician". Lorenzo sabe muy poco de lo que hablo. Tacubaya siempre fue la frontera, el paradero laberíntico, los túneles siniestros que cuando llovía siempre se inundaban, ya luego apareció el metrobus, entonces llego Ana, después Demóstenes, finalmente Andrea y las caminatas de media noche. Como ríos de lava los callejones de Santa Fe. Nadie estaba a salvo, nadie sabia que despertaríamos viejos y olvidados... Sin evasivas.
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Búsqueda y celebración de Amanda Berenguer
Amanda Berenguer nació en Montevideo el 24 de junio de 1921, en el día de San Juan. Junto con su esposo José Pedro Díaz fueron parte de la generación del 45 e hicieron de su casa en la calle Mangaripé, el epicentro de un gran movimiento cultural del que participaron entre muchos otros Mario Arregui, Ida Vitale, Ángel Rama y también visitas ilustres como Juan Ramón Jiménez, Jorge Luis Borges o José Bergamín con quien los unió una profunda amistad.
Recién casados, Amanda y José Pedro, compraron una imprenta Minerva y fundaron el sello La Galatea en donde se publicó la primera obra de Amanda; Elegía por la muerte de Paul Válery en 1945.
Luego coordinarían junto a los hermanos Rama el mítico sello Arca en donde se publicaría la mayor parte de su obra.
Tomando como lema el ostinato rigore de Leonardo Da Vinci, Amanda exploró los límites del lenguaje poético. Experimentó con las formas clásicas, con la poesía visual y con las modulaciones de su voz en su trabajo Dicciones (1973).
También escribió sobre su propia poética y se han reunido muchas de sus entrevistas en El monstruo incesante.
Acerca de Identidad de ciertas frutas, Amanda dice:
Las frutas estaban ahí sobre la mesa del comedor, tan a mano, tan calladas, tan misteriosas, tan sencillas, tan luminosas, tan atrayentes. Estaban y no estaban. Yo traté de encontrarlas. Ese fue mi propósito. Quise saber quiénes eran. Buscaba la "Identidad de Ciertas Frutas". Y en esta búsqueda me buscaba a mí misma, ¿a mí misma?
Llegamos a la poesía de Amanda hace casi veinte años, fuimos consiguiendo sus libros en pacientes búsquedas a una y otra orilla del Río de la Plata.
Cumplimos con esta edición un deseo largamente acariciado.
Nuestra inmensa gratitud con la poeta María Laura Blanco que nos posibilitó el encuentro con Álvaro Díaz Berenguer, quien se sumó a este proyecto con generosidad y entusiasmo.
Esta es la primera vez que la obra de Amanda Berenguer se edita en Argentina; celebramos entonces el centenario de su nacimiento con estas páginas que abren la colección de poesía de La Ballesta Magnífica.
XI
( la sandía )
Yo buscaba sin saber bien
qué era repartir aquella extensa fruta.
Repartir la sandía – me dije –
y sacrificamos en tajadas
su fresca encarnadura.
Quedó abierta sobre la mesa mostrando el corazón.
¿De la tarde? ¿De la casa? ¿Del silencio?
Repartir la sandía – me dije-
es repartir una siesta de verano
una estación con vidrieras rojas
y desierta
una cueva verde habitada por la sed.
XIX
( el coco )
Un solo coco se ha instalado
en el comedor.
Me acerco a un circo de mi niñez.
Un cachorro leonado? Tiene
pelo áspero y duro
como el tronco de la canela.
Un mono amaestrado
se arroja en mitad de la arena
desde un altísimo trapecio.
En la palmera que da los cocos
hay una calesita.
Doy vueltas sobre un caballo blanco.
Ese caballo blanco era de leche
Y estaba dentro del coco.
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El peso de la levedad
Lecturas lentas para hablar de los que se han ido y del dolor de su ausencia.
Llega Noviembre y a mí me pide el cuerpo llorar a los que yacen. La última persona querida que se marchó lo hizo en noviembre, después de eso, las muertes han sido tantas que parecen haber suscitado una vacuna antipesadumbre.
Perdóneme que quiera pararme hablar una vez más de la hermana muerte.
Traigo una selección extraña de libros para adultos y libros para la infancia. Libros sutiles como una pluma y libros dolorosamente desgarradores. Así se viene el recuerdo de nuestros muertos. Unas veces como una caricia, otras como una navaja fría sobre la carne de la memoria.
Pasen y lean.
Desalojos. Miriam Reyes. Hiperión. Miriam Reyes fue uno de los primeros autodescubrimientos lectores. Ensimismada en la lectura, escondida en rincones libreros aterricé en la contundencia de esta poeta. Cuando conocí «Desalojos» ya la había leído antes y me agradó el tono sosegado con el que recibía una muerte tan dolorosa.
Cómo podría mirar tu cuerpo detenido grabar para siempre tu cuerpo sin sonidos convertir tu cuerpo en una imagen del silencio matarlo en mi memoria.
Tierra Leve. Pedro Sevilla. Renacimiento. Un poemario triste y a la vez luminoso. El ahogo de la noche y la hermandad con la muerte. Un poemario de repaso del ayer y en espera de ese mañana que se acaba. Si no conocéis al autor, os recomiendo también encarecidamente «La fuente y la muerte».
Dos de noviembre
Como estas rosas prometidas,
que han surgido, también, de los escombros
de noviembre y brillan con luz propia
sobre el mármol,
así mi corazón,
al frecuentar las tumbas conocidas,
las cenizas que ama,
siente cómo se enciende de hermosura,
cómo arde en la hoguera barroca de la vida
esta tarde borrosa
de visita obligada y crisantemos.
Un año en la otra vida. José Mateos. Pre-Textos. Me atrevo a decir que es fácil presumir de poesía andaluza con todos estos maestros. La poesía gaditana contemporánea cuenta con los mejores en sus filas. El universo de José Mateos es para mí aun demasiado desconocido. Esa suerte de cosas que la vida aún te depara. Poder conocer autores nuevos que irrumpen en tu vida para cambiarla para siempre. Este libro autobiográfico, escrito a modo de diario está lleno de gotitas de rocío que calan despacito e iluminan mucho. Gotitas como las que hacen perceptible el misterio de la tela de araña. Una prosa poética con el tiempo dentro.
«Tardé algún tiempo en darme cuenta que estaba muerto», me dijo. «Yo seguía como siempre: estaba en la piscina, estaba en la casa, comía, escribía... Es verdad que había algo raro en todo: podía estar en los sitios pero nunca iba a ellos, nunca me desplazaba. Como si se hubieran anulado las transiciones. Fue un aprendizaje lento. Pero no te apures: no es nada complicado. Ni amargo, ya verás. No se trata de creer o no creer. Se trata de aceptar. Un la vez que lo aceptas es más fácil. Y después, cuando te acostumbras, ya verás, el no tener necesidad de morir te vuelve ligero, ligero. Ya verás».
Te me moriste. José Luis Peixoto. Minúscula. Esta joya de corona, pequeña y concentrada ha de beberse en sorbo lento. Una carta de despedida póstuma al padre, hermosa y sincera. Poética y cósmica. El mundo cabe en este libro tan pequeño y tierno. Es un libro y sin embargo parece un río de Manrique.
«El atardecer, con oleadas de luz, se extiende por la tierra que te acogió y te conserva. Llora llueve brillo albor sobre mí. Y oigo el eco de tu voz, de tu voz que nunca más podré oír. Tu voz callada para siempre. Y, como si te durmieses, te veo cerrar los párpados sobre los ojos que nunca abrirás. Tus ojos cerrados para siempre. Y, de una vez, dejas de respirar. Para siempre. Para nunca más. Padre. Todo lo que te ha sobrevivido me asalta».
La ridícula idea de no volver a verte. Rosa Montero. Seix Barral. Algo que nace como un homenaje y confluye de tal manera que irrumpe la vida. Rosa Montero y Marie Curie emparentadas por el dolor de la pérdida del compañero de vida. Ambas atraviesan el duelo con un cuaderno de bitácora anegado por el torrente irrefrenable del desconsuelo. Un libro como una tabla de salvación para acompañarse en la soledad de la viudez.
“En el origen de la creatividad está el sufrimiento, el propio y el ajeno. El verdadero dolor es inefable, nos deja sordos y mudos, está más allá de toda descripción y todo consuelo. El verdadero dolor es una ballena demasiado grande para poder ser arponeada. Y sin embargo, y a pesar de ello, los escritores nos empeñamos en poner palabras en la nada. Arrojamos palabras como quien arroja piedrecitas a un pozo radiactivo hasta cegarlo.
Yo ahora sé que escribo para intentar otorgarle al Mal y al Dolor un sentido que en realidad sé que no tienen. Clapton y Allende utilizaron el único recurso que conocían para poder sobrellevar lo sucedido.
El arte es una herida hecha luz, decía Georges Braque. Necesitamos esa luz, no sólo los que escribimos o pintamos o componemos música, sino también los que leemos y vemos cuadros y escuchamos un concierto. Todos necesitamos la belleza para que la vida nos sea soportable. Lo expresó muy bien Fernando Pessoa: «La literatura, como el arte en general, es la demostración de que la vida no basta.» No basta, no. Por eso estoy redactando este libro. Por eso lo estás leyendo.”
Aquí yacen. Eusebio Calonge. Pepitas de calabaza. La literatura dramática es una de las grandes olvidadas en los foros de lectura. Cualquiera que ha visto a La Zaranda en escena, sabe de sobra que existen pocas literaturas tan vivas como la que encarnizan los personajes de la compañía jerezana a través de sus diálogos. Este libro es una maravillosa rareza de homenaje a los personajes que nacen y mueren. Y a su vez, a la vida y a la muerte. Sobre todo a la muerte.
«Como todo cementerio, este estuvo a las afueras, sobre una suave loma. Antiguamente se llegaba por un camino de grabado romántico, escoltado por los inevitables cipreses. El crecimiento de la ciudad lo dejó aislado, entre tierras removidas por excavadoras y grandes tubos de acometida abandonados, rodeado por una urbanización de adosados que no llegó a terminarse. Sin más árboles que los que quedaron dentro del recinto. Unos álamos que asoman sus ramas por las tapias y la reliquia de aquellos viejos cipreses, dispersos entre panteones y las tumbas que asoman con sus cruces de granito».
La madre y la muerte. Alberto Laiseca y Nicolás Arispe. Fondo de Cultura. De todas las recomendaciones de este post, para mí, esta es la más desgarradora. No recuerdo dónde leí que la pérdida es un dolor tan fuerte para el que ni siquiera se inventó nombre como si sucede con orfandad o viudez. Esta historia con claros tintes de literatura tradicional abre una llaga en la herida de la pérdida para pasar al lugar de la aceptación. Un texto que de tan sencillo resulta de una crudeza brutal, acompañado además, con unas ilustraciones soberbias.
«Un día apareció la muerte tal como la imaginamos: flaca, apergaminada y huesuda».
El libro de las muertes extraordinarias. Cecilia Ruiz. Avenauta. Como todo proceso de duelo, cuando se toma la distancia necesaria, es posible hablar con humor de la muerte. Este libro me encanta. Convertir en ridículo algo tan solemne como el morirse, es un ejercicio de desapego también necesario para tenerla presente en nuestra vida. Y si no que se lo cuenten al maravilloso señor que ideó la broma para su familia, el día de su funeral: https://www.youtube.com/watch?v=aQ6Gqsnu7gU
Dracón - Siglo VII a.C
«Tras un discurso a los ciudadanos de Egina, Dracón - el ilustre legislador ateneiense- se asfixió bajo un montón de túnicas que le lanzaron como regalo en señal de gratitud y admiración».
Parco. Alex Nogués y Guridi. Akiara books. Parco es un libro cocido a fuego lento. Se nota en lo sabroso de cada palabra, en la intensidad de cada frase, en el ritmo de cada página. Un libro para que vivan en paz en nuestra memoria aquellos que yacen lejos del silencio.
¡Descanse en paz, dijeron! Y hasta los pájaros mintieron.
Y ahora, un poco de autobombo: https://www.youtube.com/watch?v=D3OVmctmRhE&t=79s
Lejos. Pablo Albo y Aitana Carrasco. Algar. Un álbum que traza un recorrido poético por la toma de conciencia de la pérdida, y también por la ganancia del recuerdo y la vivencia. Las ilustraciones de esta increíble mujer, merecen la pena por si solas. Una historia suave, como el viento que acaricia y que despeina el alma.
«Lejos, Alberto. La tía Marta se ha ido muy lejos. Lo más lejos que uno puede irse. Allá de donde no se vuelve»
La caricia de la mariposa. Christian Voltz. Kalandraka. Ya lo sé. Hay mil álbumes sobre la muerte y que además son magníficos, como «El pato y la muerte», pero hay otros que son tiernos y sencillos y son poco conocidos como este. Un libro blandito, que resplandece como una mariquita en un día de tormenta.
- Dime, abuelo, ¿dónde está la abuela?
- Bueno, hijo, verás... Unos dicen que está bajo tierra, con los gusanos y las lombrices...
Dos Alas. Cristina Ballemo y Maria Chiara di Giorgio. Combel. Lo cierto es que esta alegoría no me pareció un libro sobre finales. Sin embargo, a la décima lectura, de repente encontré en el una bonita forma de ver la despedida de la vida. Luego descubrí que yo no era la única que tenía esta percepción. Tal como lo pinta la editorial, y no sé si las autoras lo concibieron así, parece haber sido construido pensando en el cierre del círculo vital. Al igual que para muchos tiene sentido la idea de “irse al cielo” o para otros “es ahora una estrella”, “forma parte del mar”, creo que este libro ayuda a dar lugar a la muerte de una forma poética.
Sigo aquí. Maggie O´Farrell. Libros del asteroide. Y a pesar de todo, sobrevivirse. Este libro recoge 17 roces con la muerte. Elaborados como relatos independientes, van forjando uno a uno un bosque sobre la vida y nuestro amor por ella. Amo este libro porque gracias a él sobreviví al encierro. Fue genial tenerlo cerca, pero sobre todo fue genial compartirlo. Cada día, grababa un capítulo leído en voz alta y lo compartía con las compañeras de tertulia lectora a las que no le dio tiempo a recoger su ejemplar en la librería. Un hilo de voz que nos mantenía interconectadas, un hilo que parecía decirnos a las unas y a las otras “Sigo aquí”.
«Cuando engendramos una vida nos abrimos al peligro, al miedo. Al coger a mi hijo en brazos me daba cuenta de lo vulnerable que era yo a la muerte: fue la primera vez que eso me asustó. Sabía demasiado bien lo fina que es la membrana que nos separa de ese lugar y la facilidad con la que puede perforarse».
Y hasta aquí puedo leer. He procurado reseñar lo que no había sido mencionado ni recogido por mi parte en otras redes. Dar luz a libros que han sido sepultados entre las continuas novedades, y a los que merece la pena volver ante la insoportable ausencia de los seres a los que amamos tanto.
Me reservo en la retaguardia «El año del pensamiento mágico» para cuando el peso de la levedad vuelva a caer sobre mis hombros.
P.D.1. Si queréis más información sobre cada libro, solo tenéis que pinchar sobre ellos.
P. D.2. Los libros recomendados han sido elegidos libremente y todos comprados por placer a lo largo de una década, salvo el de José Mateos y el de Pedro Sevilla, prestados por mi querido compañero de vida y el de Peixoto, regalado por mi querida amiga Sonia. Ningún autor ni editorial me regaló ninguno de estos libros. Lo que más me gusta, es que recuerdo el momento y cada una de las librerías en que fueron comprados.
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Arrojas Poesía al Sur vuelve al museo Benito Quinquela Martín
El Jueves 21 de Marzo, el ciclo "Arrojas Poesía al Sur" vuelve al museo Benito Quinquela Martín.
A partir de las 18.45 hs. en La Boca, Ciudad de Buenos Aires, Arrojas recibirá el Equinoccio de Otoño celebrando al gran artista y gestor cultural de La Boca en el Día Mundial de la Poesía, con la participación de 14 artistas.
La cita es en Av. Pedro de Mendoza 1835, con entrada libre y gratuita.
Más información: https://www.facebook.com/events/290674170712893?active_tab=about
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