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@teatro-magico-solo-para-locos
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Este interesante video nos muestra una parte del Fascismo Internacional a órdenes de Bannon y los AntiGlobalistas Trump y Putin.....
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Más allá de la izquierda y la derecha: el futuro del antiglobalismo
Brecht Jonkers
Buenas tardes,
"Más allá de la izquierda y la derecha, contra el globalismo" es un eslogan que puede encontrarse en las publicaciones de Phoenix. Un eslogan que no sólo deja claro a qué se opone la organización en la sociedad, sino que también lleva un mensaje que trasciende las divisiones tradicionales de nuestro panorama político.
Ahora bien, ¿por qué es esto algo que me atrae? Permítanme comenzar esbozando mis propios antecedentes políticos personales. Desde muy joven me ha fascinado la política y he participado activamente en círculos de izquierda, especialmente en círculos marxistas, durante muchos años. Dentro de esto, me he sumergido principalmente en los acontecimientos políticos internacionales y en lo que se conoce como geopolítica. La invasión de Libia por la OTAN y sus desastrosas consecuencias fueron para mí una gran motivación para dedicarme más al estudio del imperialismo, especialmente del papel de las alianzas occidentales como la OTAN en él. Para decirlo con palabras de Lenin, el imperialismo es la fase superior del capitalismo, y la contradicción entre el imperialismo y sus víctimas es la contradicción más importante a nivel mundial.
Al estudiar y evaluar las luchas de diferentes países y culturas por su individualidad y soberanía, a menudo me topé con la extraña contradicción entre las sociedades occidentales y el Sur Global. En la mayoría de los países, preservar y proteger la cultura propia es algo lógico, algo fundamental y evidente. En países como Bélgica, curiosamente, es muy distinto. ¿Qué sigue siendo en realidad nuestra propia cultura? A menudo ya no hay fundamentalmente mucha diferencia en la sociedad entre, digamos, Bélgica, Alemania, Inglaterra o incluso Estados Unidos. La globalización, especialmente el papel de EE.UU. en ella, ha puesto una especie de superestructura en nuestra sociedad, una de valores liberales de libre mercado y pensamiento unitario cosmopolita. En Europa, la idea de defender los valores tradicionales ha sido a menudo monopolizada por lo que se conoce como la derecha, pero de una forma que no suele ser demasiado profunda. En el lado de la derecha de la oposición tradicional, vemos a menudo un miedo exagerado a "lo extranjero", a los no nativos, a la gente de otros colores y a otras religiones. Pero a menudo se pasa por alto la cuestión: el hecho de que las tradiciones están siendo aplastadas bajo el sistema cosmopolita liberal-capitalista y los cambios socioculturales que vienen con él.
Por otra parte, la izquierda a menudo pasa por alto completamente este punto cultural. Los izquierdistas se atreven a cuestionar la naturaleza económica de este sistema y sus consecuencias antisociales, aunque incluso esto se ha atrevido a hacerlo cada vez menos fundamentalmente en los últimos 30 años. Pero la conexión con la singularidad de la cultura y la sociedad a menudo se pasa por alto por completo. Hacer preguntas sobre los valores tradicionales, las cuestiones éticas y la soberanía nacional de las naciones está casi fuera de lugar, porque estos son, después de todo, temas que se califican como "de derechas".
Este tipo de división rígida de temas no existe en absoluto en gran parte del mundo. Los cubanos partidarios de Castro tienden a ser extremadamente patrióticos, los comunistas chinos tienen fuertes valores tradicionales y respeto por las tradiciones confucianas y budistas de su país, y los políticos musulmanes conservadores de Malasia, por ejemplo, suelen tener programas económicos más izquierdistas que los que vemos en el socialdemócrata europeo medio. La obstinada adhesión al pensamiento izquierda-derecha que se remonta al siglo XVIII es perniciosa para poder nombrar correctamente los problemas y formular soluciones.
Los ejemplos que he citado son, por supuesto, sólo ilustrativos. No estoy defendiendo aquí la adopción de sistemas como si fueran un modelo para la sociedad belga. La cuestión es que es posible luchar simultáneamente contra conceptos "de derechas" como el libre mercado liberal, la política de austeridad, la obsesión privatizadora y las intervenciones imperialistas en el extranjero, así como contra ideas "de izquierdas" como la eliminación de la religión de la vida pública, la ideología de género, la excesiva atención a las identidades LGBT y la "ciudadanía global" sin raíces ni base tradicional o nacional.
De hecho, esto debería sobrar. De hecho, los propagandistas del capitalismo liberal y del globalismo ya combinan y promueven estos temas denominados "de derechas" y "de izquierdas". "Socialmente liberal pero económicamente conservador" suele llamarse esto: "capitalismo desenfrenado combinado con la "libertad" personal de buscar refugio en las drogas, el sexo o cualquier otra forma de distracción". Una sociedad que permite casi cualquier cosa con tal de que no toque los beneficios que pueden obtener los de arriba. Lo que hoy conocemos como derecha se ha apoderado con demasiada frecuencia de la oposición liberal "progresista" a las identidades tradicionales y a la religión organizada, y viceversa, la idea de una especie de modelo occidental superior que debe propagarse al resto del mundo incluso en contra de su propia voluntad está ahora también muy presente en la izquierda.
Contra esto, hay que crear una respuesta que vaya más allá de la vieja narrativa izquierda-derecha. El problema no reside en el migrante en sí, sino en el sistema que ha hecho de la migración un negocio multimillonario. Y el problema tampoco reside en el blanco heterosexual Fleming, sino en el sistema que le roba su seguridad laboral, sus sistemas de pensiones e incluso su seguridad básica. Los prejuicios que existen tanto en la izquierda como en la derecha se interponen en el camino de una solución fundamental a los problemas de la sociedad.
Debería ser posible combinar la justicia social y la humanidad económica con la preservación y la protección de los propios valores tradicionales y de la soberanía nacional del país. De hecho, así fue como trabajaron los partidos socialistas durante décadas, antes de dar paso a la vaga agenda progresista de las últimas décadas.
Vivimos en un mundo en cambio extremadamente rápido. La estructura de la política mundial establecida tras el final de la Guerra Fría se está desintegrando. En lugar de un modelo unipolar dominado por EEUU y apoyado por la OTAN, ha surgido un orden multipolar. Un mundo en el que cada civilización tiene la oportunidad de desarrollarse según su propia identidad y sus propias normas y valores. Los países de Europa también tienen ahora la oportunidad de hacer exactamente esto: volver a poner su individualidad en primer plano y alejarse de la visión desarraigada de la sociedad que nos impone la élite neoliberal. El consumismo capitalista y el individualismo cosmopolita no son la cultura de este país, ni siquiera de este continente. Es una estructura verticalista que puede, y debe, romperse.
Por eso me siento atraído por Phoenix y su mensaje "más allá de la izquierda y la derecha". La principal contradicción política es entre el imperialismo, ahora disfrazado de globalismo, y el resto del mundo. Esta lucha trasciende la anticuada oposición en la que nuestro sistema político sigue atascado con demasiada frecuencia.
Fuente: http://euro-synergies.hautetfort.com
Traducción: Enric Ravello Barber
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Dos caminos para la nueva derecha francesa
Por Mark Lilla
Fuentes: conversacionsobrehistoria.info La Conferencia del Conservadurismo Nacional que tuvo lugar a principios de febrero en Roma se celebró tan solo unos días después de que Marion Maréchal anunciase de forma oficial el lanzamiento de una sucursal del ISSEP, (Instituto de Ciencias Sociales, Políticas y Económicas, del que es fundadora) en Madrid. De considerar que España no estaba «madura», […]
La Conferencia del Conservadurismo Nacional que tuvo lugar a principios de febrero en Roma se celebró tan solo unos días después de que Marion Maréchal anunciase de forma oficial el lanzamiento de una sucursal del ISSEP, (Instituto de Ciencias Sociales, Políticas y Económicas, del que es fundadora) en Madrid. De considerar que España no estaba «madura», Marion Maréchal ha pasado a poner a nuestro país en cabeza de la expansión de su centro de estudios y proclamar su papel como punta de lanza en la creación de «un Visegrado Mediterráneo», en referencia al grupo de países más conservadores de la Europa del Este como Hungría y Polonia.
En su lucha nacionalista, la nieta de Jean-Marie Le Pen y sobrina de Marine Le Pen quiere expandir su proyecto de forma global en un cierto juego paradójico para alguien que se proclama contraria al globalismo. Una estrategia para la derecha que viene, la que acaricia el poder. La foto en la que quiere salir Vox. ( Eldiario.es 23 febrero)
Creemos que tiene interés recuperar este artículo de Mark Lilla autor de El regreso liberal. Más allá de la política de la identidad (Debate, 2018).
En febrero del año pasado el Congreso de Acción Política Conservadora (CAPC) celebró su convención anual en Washington D. C. Esta reunión es una especie de Davos de derechas donde insiders y aspirantes acuden a ver qué hay de nuevo. El orador inaugural, no tan nuevo, era el vicepresidente Mike Pence. La nueva oradora, muy nueva, era una estilosa francesa, todavía veinteañera, llamada Marion Maréchal-Le Pen.
Marion Marechal-Le Pen interviene en la Conservative Political Action Conference en Oxen Hill, Maryland, el 22 de febrero de 2018 (Foto: Jim Watson/AFP/Getty Images) Marion, como la llaman en Francia, es nieta de Jean-Marie Le Pen, fundador del partido de extrema derecha Frente Nacional, y sobrina de Marine Le Pen, su actual presidenta. Los franceses conocieron a Marion como niña, resplandeciente en los brazos de su abuelo, en los carteles de campaña, y nunca ha desaparecido de la escena pública. En 2012, a los veintidós años, entró en el Parlamento como la diputada más joven desde la Revolución francesa. Pero decidió no presentarse a la reelección en 2017, bajo el pretexto de que quería pasar más tiempo con su familia. En vez de eso, ha estado haciendo grandes planes.
Su discurso en el CAPC fue inusual, y uno se pregunta qué pensaría de ella el madrugador público. A diferencia de su abuelo y su tía, que tienden a la exaltación, Marion siempre está calmada y contenida, parece sincera y tiene inclinaciones intelectuales. Con un acento francés leve y encantador, empezó contrastando la independencia de Estados Unidos con el “sometimiento” de Francia a la Unión Europea: como miembro de la UE, sostenía, no puede establecer su política económica o exterior o defender sus fronteras contra la inmigración ilegal y la presencia de una “contrasociedad” islámica en su territorio.
Pero luego se lanzó en una dirección sorprendente. Ante un público republicano de absolutistas de la propiedad privada y fanáticos de los derechos de las armas, atacó el principio del individualismo, proclamando que el “reino del egoísmo” estaba detrás de todos los males sociales. Como ejemplo señaló una economía global que convierte a los trabajadores extranjeros en esclavos y deja a los empleados locales sin trabajo. Luego cerró elogiando las virtudes de la tradición, con una máxima que a menudo se atribuye a Gustav Mahler: “La tradición no es el culto a las cenizas, es la transmisión del fuego.” No hace falta decir que esta era la única referencia de un orador del CAPC a un compositor alemán del siglo XIX.
Algo nuevo está ocurriendo en la derecha europea, e implica algo más que los estallidos xenófobos populistas. Se desarrollan ideas y se establecen redes transnacionales para diseminarlas. Los periodistas han tratado como un mero proyecto de vanidad los esfuerzos de Steve Bannon para unir a partidos y líderes populistas bajo el paraguas de lo que llama The Movement. Pero sus instintos, como en la política estadounidense, van acordes con los tiempos. (De hecho, un mes después de la aparición de Marion en el CAPC, Bannon habló en la convención anual del Frente Nacional.) En países tan diversos como Francia, Polonia, Hungría, Austria, Alemania e Italia, se están haciendo esfuerzos por desarrollar una ideología coherente que movilice a europeos enfadados por la inmigración, la deslocalización económica, la Unión Europea y la liberalización social, con la intención de que luego utilicen esa ideología para gobernar. Ahora es el momento de empezar a prestar atención a las ideas de lo que parece ser un Frente Popular en evolución y de derecha. Francia es un buen sitio para empezar.
Steve Bannon interviene ante el congreso del Front National el 10 de marzo de 2018 (foto: Sylvain Lefevre/Getty Images) La izquierda francesa, apegada a su laicismo republicano, nunca ha mostrado mucha sensibilidad hacia la vida católica y a menudo no se da cuenta de cuándo se cruza una línea. A comienzos de 1984 el gobierno de François Mitterrand propuso una ley que habría puesto a las escuelas católicas bajo mayor control gubernamental y presionado a sus profesores para que se convirtieran en empleados públicos. Ese junio un millón de católicos se manifestaron en París para protestar, y muchos más lo hicieron por todo el país. El primer ministro de Mitterrand, Pierre Mauroy, se vio obligado a dimitir, y la propuesta se retiró. Fue un momento importante para los católicos seglares, que descubrieron que pese al laicismo oficial del Estado francés seguían siendo una fuerza cultural, y a veces podían ser una fuerza política.
En 1999 el gobierno del presidente gaullista Jacques Chirac aprobó una ley que creaba un nuevo estatus legal, denominado pacte civil de solidarité (pacto civil de solidaridad, o PACS), para parejas que llevaran tiempo juntas pero no querían casarse, en torno a cuestiones de herencia y otros asuntos vitales. Los PACS, que llegaron poco después de la epidemia del vih/sida, se crearon en buena medida para ayudar a la comunidad gay, pero pronto se hicieron populares entre las parejas heterosexuales que querían un vínculo más fácil de disolver. El número de parejas heterosexuales que se registran como pacsées cadaaño se acerca al de las que se casan, y el acuerdo para gays y lesbianas carece de controversia.
A partir de ese éxito, en la campaña por la presidencia francesa en 2012 el candidato socialista François Hollande prometió legalizar el matrimonio del mismo sexo y extender los derechos de adopción, entre otros, para las parejas gays y lesbianas. Mariage Pour Tous –matrimonio para todos– era el eslogan. Una vez que estuvo en el cargo, Hollande trató de cumplir su promesa de campaña, pero repitió el error de Mitterrand y no anticipó la fuerte reacción de la derecha contra él. Poco después de su inauguración, una red de seglares, muchos de ellos venidos de grupos de oración católicos pentecostales, empezó a formarse. Se denominaron La Manif Pour Tous, la manifestación para todos.
En enero de 2013, justo antes de que el Parlamento aprobara el matrimonio gay, La Manif pudo reunir en París a más de trescientas mil personas en una manifestación en contra, para perplejidad del gobierno y de los medios. Lo que más les sorprendía era la atmósfera lúdica de la protesta, más parecida a un desfile del orgullo gay que a un peregrinaje a Santiago de Compostela. Había muchos jóvenes manifestándose, pero en vez de pancartas con los colores del arcoíris ondeaban otras de color rosa y azul que representaban a niños y a niñas. Los eslóganes de los carteles tenían un sabor a mayo del 68: “François, resiste; demuestra que existes.” Para colmo, la portavoz de La Manif era una cómica vestida con extravagancia conocida como Frigide Barjot y tocó en un grupo llamado los Dead Pompidou’s.
Manifestación contra el Mariage pour tous en los Champs Elysées, en febrero de 2013. En el centro, Frigide Barjot (foto: Thomas Coex/AFP) ¿De dónde salía toda esa gente? Después de todo, Francia ya no es un país católico, o eso nos han dicho. Aunque cada vez menos gente bautiza a sus hijos y asiste a misa, casi dos tercios de los franceses se siguen identificando como católicos, y en torno al 40% de ellos se declaran “practicantes��, sea lo que sea que eso signifique. Lo que es aún más importante es que, como mostraba un estudio de Pew el año pasado, los franceses que se identifican como católicos –especialmente los que asisten a misa de manera habitual– son significativamente más derechistas en sus opiniones políticas que los que no.
Esto es consistente con tendencias de Europa Oriental, donde el centro de investigaciones Pew encontró que la autoidentificación con la religión cristiana ortodoxa ha subido, junto al nacionalismo, frente a lo que se esperaba tras 1989. Eso puede indicar que la relación entre la identificación política y religiosa está cambiando en Europa: la afiliación religiosa ya no es lo que ayuda a determinar las opiniones políticas, sino que las opiniones políticas contribuyen a determinar si uno se identifica como religioso. Las condiciones para un movimiento nacionalista cristiano empiezan a encajar, como dice desde hace tiempo el primer ministro húngaro Viktor Orbán.
Fuera lo que fuese que motivaba a los miles de católicos que participaron en La Manif original y manifestaciones similares por toda Francia, pronto produjo frutos políticos.
Algunos de sus líderes formaron rápidamente un grupo de acción política denominado Sens Commun, que, aunque pequeño, estuvo a punto de contribuir a la elección de un presidente en 2017. Su candidato preferido era François Fillon, un tradicional ex primer ministro y católico conservador militante que apoyaba en público a La Manif y tenía estrechos vínculos con Sens Commun. Fue explícito sobre sus opiniones religiosas en las primarias de su partido, los Republicanos, a finales de 2016 –se oponía al matrimonio, la adopción y la gestación subrogada para parejas gays y lesbianas– y sorprendió a todo el mundo al ganar. Fillon salió de las primarias con cifras muy altas en las encuestas y, ante la profunda impopularidad del Partido Socialista tras los años de Hollande y la incapacidad del Frente Nacional para obtener el apoyo de más de un tercio del electorado francés, muchos lo consideraban el favorito.
Pero, justo cuando Fillon empezaba su campaña nacional, Le Canard Enchaîné, una revista que mezcla la sátira con el periodismo de investigación, reveló que su mujer había recibido más de medio millón de euros por sinecuras, y que él había aceptado varios favores de empresarios, incluyendo –a lo Paul Manafort– trajes que valían decenas de miles de euros. Para un hombre que se presentaba bajo el eslogan “El coraje de la verdad” era un desastre. Fue imputado y parte de su equipo lo abandonó, pero se negó a renunciar a la competición. Eso abrió un hueco para el vencedor final, el centrista Emmanuel Macron. Pero deberíamos tener en cuenta que, a pesar del escándalo, Fillon sacó el 20% de los votos en la primera ronda, frente al 24% de Macron y el 21% de Le Pen. Si no hubiera implosionado, había bastantes posibilidades de que fuera presidente y de que nos estuviéramos contando historias muy distintas sobre lo que está pasando en Europa hoy en día.
La campaña de la derecha católica contra el matrimonio igualitario estaba condenada al fracaso, y fracasó. Una gran mayoría de los franceses apoya el matrimonio gay, aunque solo unas siete mil parejas lo contraen al año. Pero hay muchas razones para pensar que la experiencia de La Manif podía afectar a Francia en el futuro.
La primera razón es que revelaba la existencia de un espacio ideológico entre los Republicanos mainstream y el Frente Nacional, que nadie estaba ocupando. Los periodistas tienden a presentar una imagen demasiado simple del populismo en la política europea contemporánea. Imaginan que una línea clara separa los partidos conservadores tradicionales como los Republicanos, que aceptan el orden europeo neoliberal, de los xenófobos populistas como el Frente Nacional, que derribaría la UE, destruiría las instituciones liberales y echaría a tantos inmigrantes, sobre todo musulmanes, como fuera posible.
Esos periodistas han tenido problemas para imaginar que podría haber una tercera fuerza en la derecha que no está representada ni por los partidos del establishment ni por los populistas xenófobos. Esta estrechez de miras ha hecho difícil que incluso curtidos observadores entiendan a los que apoyan La Manif, que se movilizaron en torno a lo que los estadounidenses llaman “asuntos sociales” y piensan que no tienen un verdadero hogar político en la actualidad. Los Republicanos no tienen una ideología que los gobierne, más allá de una economía globalista y la adoración del Estado, y al mantener su herencia laica gaullista han tratado los asuntos morales y religiosos como cuestiones estrictamente personales, al menos hasta la anómala candidatura de Fillon. El Frente Nacional es casi igual de laico y todavía menos coherente en lo ideológico, tras haber servido más como refugio para el detritus de la historia –colaboracionistas de Vichy, pieds-noirs resentidos expulsados de Argelia, románticos de Juana de Arco, odiadores de judíos y musulmanes, skinheads– que como partido con un programa positivo para el futuro de Francia. Un alcalde que en el pasado había sido cercano al Frente la llama con acierto “la derecha de Dien Bien Phu”.
La otra razón por la que La Manif podría seguir importando es que fue una experiencia decisiva en términos de autoconciencia para un grupo de brillantes jóvenes intelectuales, sobre todo conservadores católicos, que se ven como la vanguardia de esta tercera fuerza. En los últimos cinco años se han convertido en una presencia mediática: escriben en periódicos como Le Figaro y semanarios como Le Point y Valeurs Actuelles, han fundado nuevas revistas y páginas web (Limite, L’Incorrect), publican libros y aparecen regularmente en televisión.
Es difícil saber si vendrá algo políticamente significativo de esta actividad, ya que las modas intelectuales en Francia cambian tanto como el plat du jour. El verano pasado dediqué algo de tiempo a leer y conocer a estos jóvenes escritores en París y descubrí algo más parecido a un ecosistema que a un movimiento cohesivo y disciplinado. Comparten dos convicciones: que un conservadurismo robusto es la única alternativa coherente a lo que llaman el “cosmopolitismo liberal de nuestro tiempo”, y que se pueden encontrar recursos para ese conservadurismo en ambos lados de la línea divisoria tradicional entre izquierda y derecha. Y, lo que todavía resulta más sorprendente, todos son fans de Bernie Sanders.
El ecumenismo intelectual de estos escritores resulta evidente en sus artículos, que vienen salpicados de referencias a George Orwell, la escritora y activista mística Simone Weil, el anarquista del siglo XIX. Pierre-Joseph Proudhon, Martin Heidegger y Hannah Arendt, el joven Marx, el filósofo católico exmarxista Alasdair MacIntyre y sobre todo el historiador estadounidense políticamente izquierdista y culturalmente conservador Christopher Lasch, cuyas ingeniosas observaciones –“la falta de arraigo lo desarraiga todo, salvo la necesidad de raíces”– se repiten como mantras. Como era previsible, rechazan la Unión Europea, el matrimonio igualitario y la inmigración masiva. Pero también rechazan los mercados financieros no regulados, la austeridad neoliberal, la modificación genética, el consumismo y AGFAM (Apple-Google-Facebook-Amazon-Microsoft).
Esta mélange puede parecernos extraña, pero es mucho más consistente que las posiciones de los conservadores estadounidenses contemporáneos. El conservadurismo continental que se remonta al siglo XIX siempre ha descansado en una concepción orgánica de la sociedad. Ve Europa como una sola civilización cristiana compuesta por diferentes países con distintas lenguas y costumbres. Esos países están compuestos por familias, que son organismos, también, con papeles y deberes diferentes pero complementarios para madres, padres e hijos. Según esta visión, la tarea fundamental de la sociedad es transmitir el conocimiento, la moralidad y la cultura a las generaciones futuras, perpetuando la vida del organismo civilizatorio. No debe servir como una aglomeración de individuos autónomos con derechos individuales.
La mayoría de los argumentos de esos jóvenes conservadores franceses reflejan esta concepción orgánica. ¿Por qué consideran que la Unión Europea es un peligro? Porque rechaza los cimientos culturales-religiosos de Europa e intenta fundarla en el interés económico de los individuos. Para empeorar las cosas, sugieren, la UE ha alentado la inmigración de personas procedentes de una civilización distinta e incompatible (el islam), estirando todavía más los viejos vínculos. Después, en lugar de alimentar la autodeterminación y una saludable diversidad entre los países, la UE ha dado un golpe de Estado en nombre de la eficiencia económica y la homogeneización, centralizando el poder en Bruselas. Finalmente, al presionar a los países para que se adapten a onerosas políticas fiscales que solo benefician a los ricos, la UE ha evitado que estos cuiden de sus ciudadanos más vulnerables y que mantengan la solidaridad social. Ahora, desde su punto de vista, la familia debe defenderse en un mundo económico sin fronteras, en una cultura que ignora voluntariamente sus necesidades. A diferencia de sus equivalentes estadounidenses, que celebran las fuerzas económicas que más ponen en tensión a “la familia” que idolatran, los jóvenes conservadores franceses también aplican su versión orgánica a la economía y argumentan que debe supeditarse a las necesidades sociales.
Lo más sorprendente para un lector estadounidense es el fuerte ecologismo de estos jóvenes escritores, que tienen la idea de que los conservadores deberían, bueno, conservar. Su mejor revista es un trimestral colorido y bien diseñado, Limite, subtitulado “Revista de ecología integral”, que publica críticas a la economía neoliberal y la degradación medioambiental más severas que cualquier cosa que puedas encontrar en la izquierda estadounidense. (No hay negacionismo del cambio climático aquí.) Algunos escritores defienden el decrecimiento; otros leen a Proudhon y defienden una economía descentralizada de colectividades locales. Otros han dejado la ciudad y escriben sobre sus experiencias llevando granjas orgánicas, mientras denuncian negocios agrícolas, cosechas modificadas genéticamente y la suburbanización que avanza. Todos parecen inspirarse en la encíclica del papa Francisco Laudato si’ (2015), una amplia declaración de enseñanza social católica sobre el medio ambiente y la justicia social.
Al surgir de La Manif, las opiniones de estos jóvenes conservadores sobre la familia y la sexualidad corresponden al catolicismo tradicional. Pero los argumentos que presentan son estrictamente laicos. Cuando defienden un regreso a las viejas normas señalan problemas reales: el descenso del número de familias que se forman, el retraso de la edad de tener hijos, el incremento de familias monoparentales, adolescentes que se educan en el porno y están confusos sobre su sexualidad, y padres e hijos agobiados que comen por separado mientras miran sus móviles. Todo esto, sostienen, es el resultado de nuestro individualismo radical, que nos ciega a la necesidad social de familias fuertes y estables. Lo que estos jóvenes católicos no pueden ver es que las parejas gays que se quieren casar y tener hijos quieren crear esas familias y transmitir sus valores a otra generación. No existe un instinto más conservador.
Varias mujeres jóvenes han estado promoviendo algo que llaman “alterfeminismo”, que rechaza lo que ven como el “fetichismo de la carrera” del feminismo contemporáneo, que sin pretenderlo refuerza la ideología capitalista que postula que ser esclava de un jefe es sinónimo de libertad. En modo alguno sostienen que las mujeres se deberían quedar en casa si no quieren hacerlo; más bien, piensan que las mujeres necesitan una imagen más realista de sí mismas que la que les dan el capitalismo y el feminismo contemporáneos. Marianne Durano, en su reciente Mon corps ne vous appartient pas (“Mi cuerpo no os pertenece”), escribe:
Somos las víctimas de una visión del mundo en la que se supone que debemos vivir la vida hasta los veinticinco, trabajar como locas entre los veinticinco y los cuarenta (la edad en la que estás al fondo del vertedero profesional), evitar los compromisos y tener hijos antes de los treinta. Todo esto va totalmente en contra del ritmo de las vidas de las mujeres.
Eugénie Bastié, otra feminista, ataca a Simone de Beauvoir en su libro Adieu mademoiselle. Elogia la lucha del feminismo de la primera ola para alcanzar la igualdad de derechos para las mujeres, pero critica a Beauvoir y a las siguientes feministas francesas por “descorporeizar” a las mujeres y tratarlas como criaturas que piensan y desean pero no se reproducen y que, en general, al final quieren tener maridos y familias.
Al margen de lo que uno piense de estas ideas conservadoras sobre la sociedad y la economía, forman una visión coherente del mundo. No se puede decir lo mismo sobre la derecha y la izquierda sistémicas en la Europa actual. La izquierda se opone a la fluidez incontrolada de la economía global y quiere controlarla por el bien de los trabajadores, mientras celebra la inmigración, el multiculturalismo y los roles fluidos de género que rechazan grandes cantidades de obreros. La derecha sistémica invierte estas posiciones: denuncia la circulación libre de personas por desestabilizar la sociedad, mientras promueven la libre circulación del capital, que hace exactamente eso. Los conservadores franceses critican la fluidez incontrolada en sus vertientes neoliberal y cosmopolita.
Pero ¿qué proponen exactamente en su lugar? Como los marxistas del pasado, que se mostraban imprecisos sobre lo que implicaba en concreto el comunismo, parecen menos preocupados por definir el orden que tienen en la cabeza que por trabajar para establecerlo. Aunque solo son un grupo pequeño sin seguimiento popular, ya se plantean grandes cuestiones estéticas. (El sentido de las revistas pequeñas es pensar en ellas a lo grande.) ¿Se podrían restaurar las conexiones orgánicas entre individuos y familias, familias y naciones, naciones y civilización? Si es así, ¿cómo? ¿A través de la acción política directa? ¿Buscando el poder político de forma directa? ¿O encontrando una forma de transformar lentamente la cultura occidental desde dentro, como un preludio para establecer una nueva política? La mayoría de esos escritores creen que primero necesitan cambiar mentes. Por eso no pueden pasar un artículo, o una comida, sin mencionar a Antonio Gramsci.
Gramsci, uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano, murió en 1937 tras un largo encarcelamiento en las prisiones de Mussolini, y dejó montones de cuadernos con pensamientos fértiles sobre la política y la cultura. Se le recuerda especialmente por el concepto de “hegemonía cultural” –la idea de que el capitalismo solo se sostiene por la relación de fuerzas de producción, como pensaba Marx, pero también por asunciones culturales que sirven como habilitadores, socavando la voluntad de resistencia–. Su experiencia con los trabajadores italianos lo convenció de que si no eran liberados de las creencias católicas sobre el pecado, el destino y la autoridad, nunca se alzarían y llevarían a cabo la revolución. Eso requería una nueva clase de intelectuales comprometidos que actuaran como fuerza contrahegemónica para socavar la cultura dominante y dar forma a una alternativa a la que pudiera migrar la clase trabajadora.
No parece que estos jóvenes escritores hayan leído todos los volúmenes de Cuadernos de la cárcel de Gramsci. Más bien se le invoca como una especie de talismán conversacional para señalar que la persona que escribe o habla es un activista cultural, no solo un observador. Pero ¿qué requeriría de verdad la contrahegemonía? Hasta ahora he retratado a estos jóvenes conservadores, quizá de manera demasiado pulcra, como si compartieran una perspectiva general y un conjunto de principios. Pero en cuanto surge la vieja pregunta de Lenin –¿Qué hacer?– resulta evidente que hay divergencias importantes y decisivas. Dos estilos de compromiso conservador parecen desarrollarse.
Si lees una revista como Limite, tienes la impresión de que la contrahegemonía conservadora implicaría dejar la gran ciudad e irse a una ciudad pequeña o un pueblo, implicarse en el colegio local, la parroquia y las asociaciones de protección del medio ambiente, y sobre todo educar a los hijos en valores conservadores: en otras palabras, convertirse en ejemplo de una forma de vida alternativa. Este conservadurismo ecológico parece abierto, generoso y arraigado en la vida cotidiana, así como en las enseñanzas sociales tradicionales del catolicismo.
Pero si lees publicaciones como el diario Figaro, Valeurs Actuelles y especialmente el combativo L’Incorrect, te llevas una impresión totalmente distinta. Ahí el conservadurismo es agresivo, desdeñoso de la cultura contemporánea y se centra en librar una Kulturkampf contra la generación de 1968, una obsesión particular. Como Jacques de Guillebon, el editor de 39 años de L’Incorrect, escribe en su revista: “Los herederos legítimos del 68 […] terminarán cayendo en las letrinas del aburrimiento poscisgénero, transracial y con el pelo azul. […] El final está cerca.” Para que esto ocurra, sugería otro escritor, “necesitamos una derecha con un proyecto real que sea revolucionario, identitario y reaccionario, capaz de atraer a las clases medias y trabajadoras”. Este grupo, aunque no abiertamente racista, muestra una profunda desconfianza hacia el islam, que los escritores de Limite nunca mencionan. No solo hacia el islamismo radical, o hacia el trato que dan los hombres musulmanes a las mujeres musulmanas, o hacia el rechazo por parte de algunos alumnos musulmanes a estudiar la evolución –todos asuntos de importancia genuina–, sino incluso hacia el islam moderado y asimilado.
Toda esta palabrería grandilocuente sobre una guerra cultural abierta apenas merecería ser tomada en serio si no fuera porque el ala combativa del grupo tiene ahora la atención de Marion Maréchal. Marion era más difícil de situar en el espectro ideológico. Era socialmente más conservadora que los líderes del Frente Nacional pero más neoliberal en la economía. Eso ha cambiado. En su discurso en el CAPC habló de la cultura en términos bélicos, y presentó La Manif como un ejemplo de la disposición de los jóvenes conservadores franceses a “recuperar su país”. Y describió sus objetivos usando el lenguaje del organicismo social:
Sin la nación, sin la familia, sin los límites del bien común y la moralidad colectiva desaparecen a medida que el reino del egoísmo continúa. Hoy hasta los niños se han convertido en mercancía. Oímos en los debates públicos que tenemos derecho a encargar un hijo por catálogo, tenemos derecho a alquilar el útero de una mujer (…) ¿Es esta la libertad que queremos? No. No queremos un mundo atomizado de individuos sin género, sin padres, sin madres y sin nación.
Luego continuó en un tono gramsciano:
Nuestra lucha no puede tener lugar solo en las elecciones. Necesitamos transmitir nuestras ideas a través de los medios, la cultura y la educación para detener la dominación de los liberales y los socialistas. Tenemos que formar a los líderes del mañana, los que tendrán el coraje, la determinación y las habilidades para defender los intereses de su pueblo.
Luego sorprendió a todo el mundo en Francia anunciando a un público estadounidense que, para lograr ese objetivo, iba a crear una escuela privada de posgrado. Tres meses después abrió su Instituto de Ciencias Sociales, Económicas y Políticas en Lyon, con el objetivo, dijo Marion, de desplazar la cultura que domina nuestro “sistema nómada, globalizado y neoliberal”. Es básicamente una escuela de negocios pero se supone que ofrecerá cursos sobre grandes libros de filosofía, literatura, historia y retórica, así como otros prácticos sobre management y “combate político y cultural”. La persona responsable de establecer el currículum es Jacques de Guillebon.
No muchos de los escritores y periodistas franceses que conozco se toman estos fenómenos culturales muy en serio. Prefieren presentar a estos jóvenes conservadores y sus revistas como soldados conscientes e inconscientes en la campaña de Marine Le Pen para “desdemonizar” al Frente Nacional, más que como una tercera fuerza potencial. Creo que se equivocan al no prestar atención, del mismo modo en que se equivocaron al no tomar en serio la ideología de libre mercado de Reagan y Thatcher en los años ochenta. La izquierda tiene la mala costumbre de infravalorar a su adversario y reducir sus ideas a un mero camuflaje para actitudes y pasiones despreciables. Esas actitudes y pasiones pueden estar ahí, pero las ideas tienen un poder autónomo para darles forma y canalizarlas, para moderarlas o inflamarlas.
Y esas ideas conservadoras podrían tener repercusiones más allá de las fronteras de Francia. Una posibilidad es que un conservadurismo renovado, más clásico y orgánico, pudiera servir como fuerza moderadora en las democracias europeas actualmente en tensión. Hay muchos que se sienten zarandeados por las fuerzas de la economía global, frustrados por la incapacidad de los gobiernos a la hora de controlar el flujo de la inmigración ilegal, resentidos ante las reglas de la UE e incómodos frente al rápido cambio de códigos con respecto a asuntos como la sexualidad. Hasta ahora estas preocupaciones solo han sido abordadas, y luego explotadas, por populistas y demagogos de extrema derecha. Si hay una parte del electorado que simplemente sueña con vivir en un mundo más estable, menos fluido tanto desde el punto de vista económico como cultural –gente que no se mueve ante todo por el antielitismo xenófobo–, un movimiento conservador moderado podría servir como dique contra las furias de la alt-right subrayando la tradición, la solidaridad y la preocupación por la tierra.
Populismo antielitista en un anuncio promocional del lanzamiento de L’Incorrect En otro escenario, la forma agresiva de conservadurismo que también vemos en Francia podría servir como poderosa herramienta para construir un nacionalismo cristiano reaccionario paneuropeo, siguiendo las líneas que trazó Charles Maurras, el campeón francés antisemita que defendía el “nacionalismo integral” y se convertiría en el principal pensador de Vichy. Una cosa es convencer a los líderes populistas en Europa Occidental y del Este de que tienen intereses prácticos comunes para trabajar juntos, como intenta hacer Steve Bannon. Otra cosa, más amenazadora, es imaginar a esos líderes con una ideología desarrollada a su disposición para reclutar a cuadros y élites culturales jóvenes y conectarlos a nivel continental para realizar una acción política conjunta.
Si no todas las miradas francesas se concentran en Marion, deberían hacerlo. Marion no es su abuelo, aunque lo defiende en una familia salida de un culebrón. No es su tía, que es tosca y corrupta, y cuyos esfuerzos por poner un nuevo pintalabios en el partido de la familia han fracasado. Tampoco creo que sus fortunas estén atadas a las del Rassemblement National né Front National. Emmanuel Macron ha mostrado que un “movimiento” que desdeñe los partidos principales puede ganar las elecciones en Francia (aunque quizá no gobernar ni lograr la reelección). Si Marion fuera a lanzar un movimiento y hacerlo girar en torno a sí, como ha hecho Macron, podría reunir a la derecha y a la vez trascenderla en apariencia. Luego se pondría a trabajar de forma concertada con partidos de derecha que gobiernen en otros países.
La historia moderna nos ha enseñado que las ideas promovidas por intelectuales desconocidos que escriben en pequeñas revistas consiguen escapar a las intenciones a menudo benignas de sus defensores. Hay dos lecciones que podemos sacar de la historia cuando leemos a los nuevos jóvenes intelectuales franceses de derecha. Primero, desconfía de los conservadores que tienen prisa. Segundo, repasa tu Gramsci.
Mark Lilla (Detroit, 1956), renombrado ensayista, historiador de las ideas y profesor de la Universidad de Columbia, es colaborador frecuente de The New York Review of Books y The New York Times. Su libro más reciente es El regreso liberal. Más allá de la política de la identidad (Debate, 2018).
_____________________
Traducción del inglés de Daniel Gascón.
Publicado originalmente en The New York Review of Books.
Fuente: https://www.letraslibres.com/espana-mexico/revista/dos-caminos-la-nueva-derecha-francesa
Ilustraciones: Conversación sobre la Historia
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Antiglobalismo: el riesgo de que se repita la trampa del antifascismo y el anticomunismo
Antiglobalismo: el riesgo de que se repita la trampa del antifascismo y el anticomunismo
El putinismo está utilizando ese «anti» para captar a incautos en Occidente Como ya se habrán dado cuenta los lectores de Contando Estrelas, en estas páginas casi nunca utilizo una palabra que hoy en día es muy habitual: “globalismo”. Ni con Putin ni con Soros: algunos datos que ciertas personas de derechas parecen ignorar El ideólogo ruso Dugin llamó a «destruir el catolicismo» y «organizar…
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Dificílimo não gostar de um antiglobalismo. https://www.instagram.com/p/CbcSaXCu2it/?utm_medium=tumblr
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Biden confirma nomes do seu gabinete, mas não comenta escolha para Tesouro
O presidente eleito dos Estados Unidos, Joe Biden, e sua vice-presidente, Kamala Harris, apresentaram nesta terça-feira (24/11) os primeiros nomes para compor o Gabinete da Casa Branca a partir de 2021. Eles, entretanto, não fizeram menção à escolha para o Tesouro, que segundo fontes ficará sob o comando da ex-presidente do Federal Reserve, Janet Yellen.
Para secretário de Estado, cargo responsável por comandar as relações exteriores norte-americanas, foi confirmada a escolha de Antony Blinken. A decisão indica que a política externa dos EUA retornará ao multilateralismo, em contraste com o perfil combativo do atual secretário de Estado, Mike Pompeo.
Ainda no âmbito da diplomacia, a chapa Biden-Harris indicou Linda Thomas-Greenfield ao cargo de embaixadora norte-americana na Organização das Nações Unidas.
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Biden e Harris também confirmaram a criação do cargo de Enviado Presidencial do Clima, sinalizando a maior importância que terá o debate ambiental durante a nova gestão.
O escolhido foi o ex-secretário de Estado John Kerry, que durante discurso após sua indicação afirmou que, para enfrentar a mudança climática, “não será suficiente que os EUA apenas voltem ao Acordo de Paris”.
Segurança nacional
Para as posições da segurança nacional dos EUA, os indicados foram o ex-diretor do Serviço de Cidadania Americana e Imigração Alejandro Mayorkas, que chefiará a Secretaria de Segurança Nacional, Avril Haines, que será diretora de Inteligência Nacional, e Jake Sullivan, que ocupará o cargo de Conselheiro de Segurança Nacional.
Todas as indicações deverão passar por sabatina no Senado americano antes de tomar posse.
Joe Biden
O democrata Joe Biden disse que lidar com a pandemia será uma das principais batalhas do governo Drew Angerer/Getty Images
Joe Biden
Win McNamee/Getty Images)
Joe Biden e Jill Biden
Joe Biden e Jill Biden Drew Angerer/Getty Images
joe biden eleito presidente
Biden é o 46º presidente dos Estados Unidos da América. Kamala, eleita vice-presidente, é a primeira mulher a assumir a posição
candidato joe biden durante pronunciamento
Justin Sullivan/Getty Images
candidato joe biden durante pronunciamento
Biden escolheu Antony Blinken para ser secretário de Estado Drew Angerer/Getty Images
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Com Mourão à frente, Governo Bolsonaro é cada vez mais tutelado por militares
Os militares definitivamente voltaram para as principais manchetes dos jornais, que não raro informam sobre como os oficiais que compõem o Governo Jair Bolsonaro se articulam nos bastidores para mediar conflitos, apagar incêndios, aconselhar o presidente e expressar discordância com a postura beligerante de seus filhos. Eles vêm ocupando cada vez mais espaço no Executivo Federal, influenciando e até tutelando o governo em áreas como a de política externa, conforme evidenciou a ida do vice-presidente, o general da reserva Hamilton Mourão, para a reunião do Grupo de Lima em Bogotá para discutir a crise na Venezuela. Além de Mourão, se destaca como homem forte do Governo o general da reserva Augusto Heleno, chefe do Gabinete de Segurança Institucional (GSI) e uma espécie de conselheiro e guru de Bolsonaro.“O Brasil não fará nenhuma ação agressiva contra a Venezuela”, garantiu Heleno nesta manhã, contando que o Governo Bolsonaro criou um gabinete de crise para lidar com a ajuda humanitária que está chegando à fronteira.
Heleno seguiu a mesma linha das colocações de Mourão, mostrando o protagonismo de ambos para falar do conflito que alarma os brasileiros desde o fechamento da fronteira, determinada por Nicolás Maduro, nesta sexta. A ida do vice-presidente a Bogotá vem sendo interpretada como mais um sinal de que os militares estão cautelosos com relação ao ministro Ernesto Araújo. O chanceler assinou um documento do Grupo de Lima que prevê a suspensão da cooperação militar com o regime de Nicolás Maduro, mas não teria consultado os militares, segundo informou a Folha de S. Paulo. Isso teria desagradado o setor de inteligência do Exército, que se mantém informado sobre o Governo chavista a partir de seus contatos com os militares venezuelanos. Coube a Augusto Heleno e outros militares do Governo mediar o conflito com a corporação.
Os militares, com Mourão à frente, vêm tentando fazer um contraponto ao antiglobalismo de Araújo, ligado ao guru da extrema direita Olavo de Carvalho, com quem o vice-presidente já teve desavenças públicas. Apesar de ser o principal investidor externo e parceiro comercial do Brasil, a China já foi alvo de fortes críticas tanto de Bolsonaro quanto de Araújo, que já indicou querer se aproximar incondicionalmente dos Estados Unidos e isolar o país asiático, inclusive dos BRICS. Mais pragmático, o vice-presidente vem apaziguando as declarações e, nesta semana, anunciou em seu perfil do Twitter ter ficado responsável pela coordenação das comissões bilaterais com China, Rússia e Nigéria. Outra promessa de campanha que os militares vem agindo para postergar é uma possível mudança da embaixada brasileira em Israel de Tel Aviv para Jerusalém. Mourão chegou a receber representantes da Câmara de Comércio Árabe-Brasileira e o embaixador palestino para, mais uma vez, apaziguar os temores. A mudança poderia gerar retaliação dos países árabes que importam produtos brasileiros, principalmente o frango Halal, além de colocar o Brasil na rota do terrorismo internacional.
Além de Mourão, que busca ter uma voz própria na vice-presidência, já são cerca de 50 militares ocupando o primeiro e segundo escalão. O último a integrar o time do Governo foi o general da reserva Floriano Peixoto Neto, que substituiu Gustavo Bebianno na Secretaria-Geral da Presidência da República nesta semana. A crise envolvendo Carlos e Jair Bolsonaro, que chamaram Bebianno de mentiroso nas redes sociais, também acabou envolvendo os militares, que tentarem interceder a favor do ex-ministro. Ao ficar claro que não havia maneira de retomar a normalidade, conseguiram emplacar o Peixoto Neto no posto. Ele foi chefe de operações das Forças de Paz da ONU no Haiti, na época comandada por Heleno, o principal patrocinador de sua recém nomeação.
Além de Heleno e Peixoto Neto, também fazem parte da equipe ministerial o outros seis militares: o general Fernando Azevedo e Silva (Defesa), o general Carlos Alberto dos Santos Cruz (Secretaria de Governo), o tenente-coronel Marcos Pontes (Ciência e Tecnologia), o almirante Bento Costa Lima (Minas e Energia), o capitão da reserva Wagner Rosário (Controladoria-Geral da União) e o capitão da reserva Tarcísio Freitas (Infraestrutura). Com a saída de Bebianno, o único civil que despacha do palácio do Planalto é Onyx Lorenzoni, ministro da Casa Civil.
"Existe uma diferença entre militares que participam do governo e governo dos militares. Um governo dos militares significaria que a instituição militar estaria governando. Não é esse o caso, são militares convidados como indivíduos", alerta o cientista político Eurico de Lima Figueiredo, diretor do Instituto de Estudos Estratégicos da Universidade Federal Fluminense (UFF). O historiador Carlos Fico, professor da Universidade Federal do Rio de Janeiro (UFRJ), concorda que não se trata de uma "militarização do Governo". Contudo, a relevância que os militares vêm ganhando reflete "a falta de quadros no entorno de Bolsonaro", uma vez que o presidente chegou ao poder sem "projeto ou plano" e não conta com "um partido que tenha um instituto de reflexão sobre os problemas do país". Essa direita "xucra e despreparada", explica o historiador, "depende dos militares porque são o grupo conservador mais bem preparado, apesar de possuir uma visão muito limitada da realidade pela perspectiva militar".
Para ambos os especialistas, o risco é que Bolsonaro acabe sendo cada vez mais tutelado por esses membros oriundos do meio militar. E que a fronteira entre Governo e as Forças Armadas seja cada vez mais difusa aos olhos da sociedade. "O senso comum não faz essa distinção entre Forças Armadas e membros militares no Governo. E muitos eleitores do Bolsonaro acham que esses personagens vão resolver todos os problemas, o que é uma perspectiva muito preocupante", opina Fico. O resultado, acrescenta, é uma mistura de "inexperiência e autoritarismo".
O cientista político Figueiredo enxerga Mourão e Heleno como as duas figuras mais fortes do Governo, responsáveis pela nomeação dos demais militares. "Essa presença faz com que a forma de mundo dos militares esteja no governo. E isso é ruim para a instituição militar, porque liga o destino do governo ao destino da própria corporação. Se der certo, há uma legitimação. E se não ocorrer? Como é que fica?", questiona.
Ele também opina que a fronteira entre a corporação e o Governo vai ficando "perigosamente fluida", algo que, ele insiste, é ruim para as próprias Forças Armadas. "Vejo a possibilidade de uma osmose perigosa, de uma absorção dos militares pelo governo. (...) Quando temos generais fazendo parte da conversa dos cidadãos, algo não está certo", acrescenta. O especialista acredita, contudo, esse cenário não represente o interesse das próprias corporações militares, uma vez que isso cria "o perigo da partidarização e da luta interna" dentro das Forças Armadas. "E os militares querem principalmente o fundamental, que é a manutenção da hierarquia, sem o que eles deixam de existir como instituição", explica Figueiredo.
Que militares ocupem essas áreas significa levar todo um know-how técnico adquirido em academias e instituições militares, algumas delas conhecidas pela opinião pública por sua excelência, como o Instituto Militar de Engenharia (IME) e o Instituto Tecnológico de Aeronáutica (ITA). "Possuem personalidades muito marcadas pelo ethos militar, e é impossível que abandonem essa perspectiva. O que se coloca é uma série de propostas de viés muito autoritário. Inclusive em campos que não são próprios das carreiras militares", argumenta o historiador Fico.
Mas a influência deles não se limita a esse círculo de ministros próximos a Bolsonaro e se estende a diversas áreas que não necessariamente são comandadas por eles diretamente. No ministério da Justiça de Sergio Moro, por exemplo, o general Guilherme Teophilo é o responsável pela área de segurança pública. Na área do Meio Ambiente do ministro Ricardo Salles (NOVO), ao menos 20 superintendentes estaduais do Ibama serão substituídos por militares, segundo informou a coluna de Eliane Cantanhêde no Estado de S. Paulo. “Não se pode brincar com isso, os superintendentes é que concedem licenças e alvarás e eu não sou obrigado a conhecer gente confiável em todos os Estados, no Amapá, no Acre, em tantos lugares em que nunca fui”, disse Salles. A própria escolha do ministro teve de passar pelo crivo dos militares ligados a Bolsonaro.
Com a falta mão de obra no serviço público, mas também dinheiro para abrir novos concursos e remunerar novos servidores, o Governo também prepara uma mudança legislativa para que militares da reserva possam ser aproveitados em atividades civis de órgãos públicos. Assim, além de uma pensão de reservista, receberiam uma gratificação ou abono, segundo noticiou o Estado de S. Paulo. A medida, presente em uma minuta da Reforma da Previdência à qual o jornal teve acesso, inundaria o serviço público de militares reservistas, que hoje só podem exercer funções militares ou cargos de confiança. O Governo Bolsonaro ainda não apresentou um projeto de reforma da previdência dos militares, que representam uma importante fatia das despesas do país. A promessa é que um plano será enviado ao Congresso em um mês, durante as discussões das mudanças na aposentadoria dos civis.
Os tentáculos se estendem também à área de Educação. Durante a campanha, o general Aléssio Ribeiro Souto foi um dos responsáveis pelas diretrizes para as políticas do setor e chegou a dizer em uma entrevista que "os livros de história que não dizem a verdade [sobre o golpe militar] devem ser eliminados". Os militares não conseguiram emplacar um ministro militar para a pasta de Educação, mas o ministro Ricardo Vélez, ligado a Olavo de Carvalho, já prometeu a volta da disciplina de moral e cívica, predominante na época da ditadura militar. "No dia 31 de março haverá divulgação de filme defendendo o golpe. E o ministro vai fazer propostas nesse sentido com material didático", aposta Fico.
Além disso, Bolsonaro sempre explicitou que sua referência na área eram as escolas militares, tanto por sua reconhecida excelência como pela disciplina. "É uma perspectiva ingênua e equivocada achar que as escolas militares têm melhor desempenho por causa da presença de militares ou aquelas bobagens cívicas de ordem, cantar hino e hastear bandeira", explica Fico. "Esquecem de verificar que gastam muito mais, têm recursos, instalações, equipamento, material didático, professor com dedicação exclusiva, bons salário, diretores que não são indicação política.... E o Brasil obviamente não tem condições de financiar uma estrutura dessa em escala nacional".
Seja como for, o novo paradigma já começa a se disseminar. No Distrito Federal, o governador Ibaneis Rocha anunciou no mês passado um convênio entre as pastas de Educação e Segurança para transformar quatro escolas estaduais em militares. A ideia é expandir o modelo para outros 36 centros de ensino até o fim do ano e criar uma espécie de gestão de compartilhada, em que policiais militares e bombeiros da reserva ficariam responsáveis por levar mais disciplina e valores morais. "Precisamos levar disciplina para dentro da educação. Temos de retornar os valores cívicos para as nossas crianças", disse. No Rio de Janeiro, o governador Wilson Witzel anunciou duas novas escolas militares em equipamentos públicos hoje desocupados.
· Turma do Haiti e segurança pública
O setor militar mais próximo de Bolsonaro é composto principalmente por militares que lideraram as tropas da ONU no Haiti. O principal deles é, uma vez mais, o general Heleno. Sob sua influência foi nomeado recentemente o general Floriano Peixoto Neto, que participou da missão de paz no país como oficial de operações e depois como comandante das forças militares. Também esteve no Haiti o general e ministro da Defesa Fernando Azevedo e Silva, que serviu como chefe de operações subordinado a Heleno. Já o ministro da Infraestrutura, Tarcísio Freitas, foi engenheiro militar sênior da ONU no Haiti. E o general Carlos Alberto dos Santos Cruz, da Secretaria de Governo, liderou as tropas em 2007. Por fim, o atual comandante do Exército, o general Edson Leal Pujol, também foi comandante das Forças de Paz no país.
O historiador Fico destaca a experiência desses oficiais no Haiti como fonte de inspiração para lidar com o problema da segurança pública no Brasil. "Esses generais tiveram experiências que são muito caras ao presidente Bolsonaro. Representam essa visão de que os problemas da seguranca pública podem ser resolvidos por meio de ocupação de favelas e coisas assim", explica.
Fonte: El País
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Un hombre fuerte tiene valores sólidos y los valores sólidos construyen familias fuertes...
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Antiglobalização
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Antiglobalização (ou antiglobalismo) foi um conceito amplo criado na década de 1990 para designar a luta de diversos movimentos contra […]
O texto Antiglobalização foi publicado primeiro no InfoEscola.
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Entrevista a Diego Fusaro: “Muchos tontos de izquierda combaten un fascismo inexistente y aceptan el mercado”
Esteban Hernández
Diego Fusaro es uno de los intelectuales más polémicos de Italia, ya que ocupa una posición ideológica que aúna posiciones conservadoras y de izquierda. Es marxista, y sus referentes son Gramsci, Pasolini y Costanzo Preve, al mismo tiempo que antiglobalista y soberanista, y eso le ha llevado a sostener posiciones con las que muchos salvinistas no están en desacuerdo. Varios libros suyos han sido editados en España, tanto por editoriales ligadas a la izquierda, como ‘Antonio Gramsci, la pasión de estar en el mundo’ (Ed. Siglo XXI) o ‘Todavía Marx’ (Ed. El Viejo Topo), o a la derecha, como el recién publicado ‘El contragolpe’ (Ed. Fides). El de Fusaro es un pensamiento heterodoxo, que está destinado a recibir críticas de un lado y de otro, y en no pocas ocasiones ha sido tildado de rojo y de fascista, como también se ha hecho con quienes le han entrevistado, a quienes acusan de blanqueamiento. Pero aquí asumimos gustosos ese riesgo, porque las ideas del filósofo de moda en la política italiana también merecen ser conocidas.
PREGUNTA. Acaba de publicar ‘La notte del mondo’. Explíqueme, por favor, por qué estamos en una noche oscura, en qué punto se cruzan Marx y Heidegger.
RESPUESTA. Mi libro ‘La notte del mondo. Marx, Heidegger e il tecnocapitalismo’ (UTET, 2019) es un intento de razonar según las categorías de Marx y Heidegger sobre lo que Heidegger mismo, con los versos de Hölderlin, define “La noche del mundo”. La noche del mundo es una época en la que la oscuridad está tan presente que ya ni siquiera vemos la oscuridad en sí y, por lo tanto, no somos conscientes de esa oscuridad. Heidegger lo expresa diciendo que “es la noche de la huida de los dioses”, en la que ya ni siquiera somos conscientes de la pobreza y la miseria en las que nos encontramos. Esta es una situación de máxima emergencia. Por su parte, Marx en los ‘Grundrisse’ decía que “el mundo moderno deja insatisfecho, o si en algo satisface es trivialmente”. Es otra manera de decir que estamos efectivamente en la noche del mundo, donde ni siquiera vemos el enorme problema en el que nos encontramos. En el libro empleo las categorías de dos autores muy diferentes, como Marx y Heidegger, para tratar de poner de manifiesto cuáles son las contradicciones de nuestro presente en el que todo el mundo calcula y nadie piensa. En el que la razón económica y técnica, técnico-científica, se ha impuesto como la única razón válida, y pretende reemplazar a todas las demás.
P. Insiste en que el eje político no debe ser izquierda y derecha, sino los de arriba y los de abajo. Y que ideológicamente hay que ser conservadores en cuanto a los valores (arraigamiento, lealtad, familia, eticidad, patria) y de izquierdas (emancipación, socialismo democrático, dignidad del trabajo). ¿Es esa la forma de ser marxista hoy?
R. Sí, creo que la geografía de la política actual ha cambiado profundamente. Hoy hay una especie de totalitarismo liberal que nos permite ser liberales de derecha, liberales de izquierda, liberales de centro, siempre y cuando seamos liberales, siempre, y, por lo tanto, izquierda y derecha se convierten en dos formas diferentes de ser liberales o, precisamente, en liberalismo político y económico, en práctica libertaria en las costumbres y, por supuesto, en atlantista en la esfera geopolítica. Creo que hoy debemos replantearnos una recategorización de la realidad política según la dicotomía alto/bajo o la categoría élite/pueblo, que a veces se utiliza como sinónimo. Esto implica que si la élite, el Señor globalista, es precisamente cosmopolita, a favor de la apertura ilimitada de la libre circulación, el siervo, en cambio, debe luchar por la soberanía nacional-popular como base de la democracia de los derechos sociales. Hoy es preciso restablecer el vínculo entre el Estado nacional y la revolución socialista. Este es el punto fundamental.
P. ¿Cuál va a ser el futuro de la UE? ¿Se romperá? ¿Qué opciones se abrirían? ¿Cree posible una alianza de los países del norte, como Alemania, Países Bajos, Suecia y demás y otra de los países del sur? ¿Cómo se recompondrá el orden internacional si la UE se hace más débil aún o si se rompe?
R. Debemos ser muy claros al dar una definición de la Unión Europea. La Unión Europea es la unión de las clases dominantes europeas contra las clases trabajadoras y los pueblos de Europa. Es la victoria post-1989 de un capitalismo que se realiza completamente disolviendo los últimos bastiones de resistencia: los Estados soberanos nacionales con el primado de lo político y de la democracia sobre el automatismo total del tecnocapitalismo. Esta es la Unión Europea. Un proceso de globalización, de despolitización de la economía y de imposición del interés del capital cosmopolita contra los intereses de las comunidades nacionales. Por eso, la lucha contra el capitalismo en nuestro continente hoy no puede dejar de ser una lucha contra la Unión Europea. La tragedia es que la izquierda ha abandonado esta lucha, en la medida en que ha pasado del internacionalismo proletario al cosmopolitismo liberal y, por lo tanto, deja que la lucha contra la Unión Europea, contra la globalización capitalista, la lleven a cabo fuerzas que, muy a menudo, no quieren la emancipación humana ni la solidaridad de los trabajadores, tratan simplemente de reaccionar mirando hacia un pasado que ya no existe.
P. ¿Cómo deberían actuar los países de Europa frente a EEUU y China?
R. Creo que Europa puede salvarse solo si recupera, por una parte, sus propias identidades culturales y su pluralidad estructural y, por otra parte, si se libera de la dictadura llamada Unión Europea, que es la dictadura del capital, de los mercados contra los trabajadores y los pueblos, y si se libera del yugo mortal del atlantismo de Washington. Tenemos que apuntar a un eje euroasiático que vaya desde la Rusia de Putin hasta China en función antiatlantista. Debemos liberarnos de esto y cambiar nuestro punto de vista.
P. Insiste en que hay combatir el globalismo, pero tampoco hay que apoyar el nacionalismo. ¿Cuál es la opción?
R. Creo que hoy debemos ir más allá del globalismo y del nacionalismo. Al fin y al cabo, el globalismo no es más que el nacionalismo estadounidense que se ha hecho mundo y, por lo tanto, es una forma de nacionalismo llevado a su máximo desarrollo. Creo que es necesario hacer valer, contra estos dos opuestos, un modelo de internacionalismo entre Estados soberanos solidarios, basados en la democracia, el socialismo y los derechos de las clases más débiles y, en consecuencia, una especie de soberanía internacionalista, democrática y socialista, alejada tanto del cosmopolitismo que destruye a las naciones, como del nacionalismo que es un egoísmo pensado a nivel de la propia nación individual.
P. El Estado es el primado de lo político sobre lo económico. ¿Por eso el mundo global quiere acabar con los Estados?
R. Los Estados nacionales soberanos, en la modernidad, no han sido solo los lugares del imperialismo, del nacionalismo y de las guerras, como repite el orden del discurso dominante, que quiere destruir a los Estados para imponer el primado del capital globalista, donde los Estados se convierten únicamente en los mayordomos del capital. Esta es la visión liberal del Estado. En realidad, los Estados nacionales soberanos también han sido los lugares de las democracias y de las conquistas salariales de las clases débiles. Y es por esta razón que hoy el capital quiere destruirlos, ciertamente no para evitar las guerras o el imperialismo que, de hecho, prosperan más que nunca en el marco posnacional. Hoy el Estado puede representar el único vector de una revolución opositora contra el capital mundialista, tal y como demuestran perfectamente los acontecimientos de los países bolivarianos, como Bolivia, Venezuela o Ecuador que, a pesar de sus límites estructurales, están creando formas de populismo soberanista, socialista, patriótico, anti-globalista e identitario.
P. Por ideas como estas, a usted se le ha llamado fascista. Sus posturas políticas asustan más a la izquierda que a la derecha. ¿Por qué? En esa demonización, ¿qué papel juegan los medios de comunicación y la Academia?
R. Por supuesto, hoy en día la categoría de ‘fascismo’ se usa de manera completamente deshistorizada y descontextualizada, para demonizar simplemente al interlocutor. Hoy quien reafirma la necesidad de controlar políticamente la economía y, por lo tanto, reintroducir la soberanía contra la apertura cosmopolita, es vilipendiado y tachado inmediatamente de ‘fascista’, ‘rojipardo’ y ‘estalinista’. La categoría de fascismo está, pues, completamente deshistorizada, solo sirve para ocultar el verdadero rostro de lo que Pasolini ya había identificado como el verdadero fascismo de hoy: el de la sociedad de mercado, el totalitarismo de los mercados y de las bolsas de valores especulativas. Este es el verdadero rostro del poder hoy en día, y muchos tontos que se hacen llamar ‘de izquierda’ luchan contra el fascismo, que ya no existe, para aceptar plenamente el totalitarismo del mercado. Estos últimos son los que luchan en Francia contra Le Pen para aceptar de buena gana a Macron. Luchan contra un fascismo que ya no existe para poder aceptar la nueva porra invisible de la economía de mercado. Y, por supuesto, la clase intelectual, el circo mediático y el clero intelectual desempeñan un papel fundamental en este proceso; la tarea de la clase intelectual, académica y periodística es garantizar que los dominados acepten el dominio de la clase dominante en lugar de rebelarse. De modo que, como en la caverna de Platón, amen sus propias cadenas y luchen contra cualquier libertador.
P. Ha insistido en que con una mano nos dan derechos civiles y con otra nos quitan derechos sociales. ¿En esto consisten las llamadas políticas de la diversidad?
R. Los llamados ‘derechos civiles’ hoy en día son, en realidad, ni más ni menos, los derechos del ‘bourgeois’, que Marx había descrito en ‘La cuestión judía’. En otras palabras, son los derechos del consumidor, como diríamos hoy, los derechos del individuo que quiere todos los derechos individuales que puede comprar concretamente. Estoy pensando en los vientres de alquiler, por ejemplo, en la custodia de los niños según el coste del consumidor. Pues bien, hoy estamos asistiendo a un proceso mediante el cual el capital nos quita los derechos sociales, que son derechos vinculados al trabajo, a la vida comunitaria en la polis; anula estos derechos y, en cambio, aumenta los derechos del consumidor, siempre vinculados a un consumo que se lleva a cabo de manera individual, sin cuestionar nunca el orden de la producción y que, de hecho, terminan fortaleciendo el sistema capitalista en lugar de debilitarlo.
Además, crean una especie de microconflictualidad generalizada que actúa como un arma de distracción masiva y, también podríamos decir, como un arma de división masiva permanente. Por un lado, distrae de la contradicción capitalista que ya ni siquiera se menciona, y por otro lado, por así decirlo, divide a las masas en homosexuales y heterosexuales, musulmanes y cristianos, veganos y carnívoros, fascistas y antifascistas, etcétera. Y mientras esto ocurre de manera natural, el capital deja que las personas salgan a la calle por el orgullo gay, por los animales y por todo, pero ¡qué no se atrevan a echarse a las calles para luchar contra la esclavitud de los salarios, contra la precariedad o contra la economía capitalista! De ser así, ahí está la represión, como sucedió en Francia con los chalecos amarillos.
P. Señala que los lazos estables, representados en el matrimonio, se han convertido hoy en revolucionarios. ¿Por qué? ¿Cómo han cambiado las cosas para que algo radicalmente frecuente en la Historia se convierta hoy en revolucionario? ¿En qué consiste el consumismo erótico?
R. El capitalismo actual es flexible y precarizador. Disgrega a toda comunidad humana y quiere ver en todas partes al individuo sin identidad y sin vínculos, al consumidor que entabla relaciones desechables basadas en el consumo. Por eso, el capitalismo hoy ha declarado la guerra a lo que yo, en mi libro ‘Storia e coscienza del precariato. Servi e signori della globalizzazione’ (Bompiani, 2018) llamo las raíces éticas en el sentido hegeliano; es decir, aquellas formas comunitarias de solidaridad que van desde la familia a los organismos públicos como los sindicatos, la escuela, la universidad, hasta completarse en el Estado. Tiene como objetivo romperlas para reducir el mundo a un mercado único, como dijo Alain de Benoist: la sociedad se convierte en un único mercado global. Esta es la razón por la cual hoy en día la reetización de la sociedad, es decir, la revalorización de las raíces éticas en el sentido hegeliano es un gesto revolucionario.
P. Afirma que hay que recuperar a Gramsci y apartarlo de las izquierdas liberal-libertarias que hoy dominan y que son quienes más lo han utilizado últimamente y que encarnan bien lo que Gramsci combatió. ¿Definiría también, por ir al caso español, a Pablo Iglesias o Íñigo Errejón, y a Podemos en general, como un fenómeno cultural de glorificación del capitalismo globalizado?
R. Sí, en lo esencial, Gramsci es todo lo opuesto de lo que está haciendo la izquierda en Italia y en gran parte de Europa, las izquierdas ya no son rojas sino fucsias, ya no son la hoz y el martillo, sino el arco iris. Luchan por el capital y no por el trabajo, luchan por el cosmopolitismo liberal y no por el internacionalismo de las clases trabajadoras. El caso específico de Podemos en España me parece bastante interesante, porque comenzó como fuerza soberanista y socialista, más allá de la derecha y la izquierda, pero me parece que últimamente está entrando cada vez más en el frente único del partido único del capital, y es realmente una lástima porque el partido Podemos originariamente parecía ser un partido de ruptura.
P. ¿Qué papel debe jugar el intelectual en este escenario?
R. En mi opinión, el intelectual de hoy debe restablecer lo que Gramsci llamaba la “conexión sentimental con el pueblo-nación”, es decir, debe volver a conectar el pueblo a la política, a la intelectualidad misma, para que el pueblo salga de la pasividad y se transforme en subjetividad activa, como ya está sucediendo, en la medida en que el pueblo está rebelándose contra la élite cosmopolita. Lo hace votando por el Brexit, lo hace votando por Trump, lo hace votando en Italia contra el referéndum constitucional, lo hace votando en Grecia por el referéndum contra la austeridad de la Unión Europea. Pero el pueblo, dice Gramsci, debe ser ‘interpretado’, necesita de una filología viva, el pueblo es un texto que debe ser interpretado y no dirigido de manera unívoca. Hay que escuchar sus necesidades, sus exigencias, lo que la izquierda hoy no está haciendo; la izquierda es demofóbica, es decir, odia al pueblo, odia al pueblo porque el pueblo se le escapa de las manos, ya no se siente representado por una izquierda amiga del capital y de los amos, en lugar de los trabajadores y del pueblo.
P. Propone recuperar la utilización del italiano frente al inglés, y además de un italiano bien hablado o escrito. Lo entiende como una batalla cultural imprescindible. ¿Por qué?
R. Sí, yo propongo, en contra de la neolengua de los mercados que habla el inglés del ‘spread’, de la ‘spending review’, de la ‘austerity’ y de la ‘governance’, una veterolengua basada en la recuperación del italiano con toda su riqueza, el italiano de Dante y Maquiavelo. Es una batalla cultural de resistencia a la globalización y a ese ‘genocidio cultural’, como lo llamaba Pasolini, que la globalización está llevando a cabo destruyendo las culturas en nombre del único modelo permitido: el consumidor de mercancías, apátrida, posidentitario, que habla el inglés anónimo de los mercados financieros apátridas.
Fuente: El Confidencial
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♲ Renata Nagamine ([email protected]) 2019-06-28 16:58:27:
Coincidência infeliz: no momento em que o governo brasileiro consolida seu antiglobalismo/anti-humanismo na ONU, fecha-se acordo comercial. É Mercosul, @bollemdb o comentou em tuítes hj, mas a leitura será: a chancelaria pode falar suas bobagens pois o que interessa está andando.
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El TPP está muerto. ¡Viva el TPP!
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En concordancia con su antiglobalismo a ultranza, Donald Trump anunció el 23 de enero de 2017 el retiro definitivo de Estados Unidos del TPP, con lo cual se hace virtualmente imposible su entrada en funcionamiento tal como estaba planeada. Ahora se buscan nuevos socios. La Alianza para el Pacífico –conformada por Chile, Colombia, México y Perú– se reunió el 14 y 15 de marzo en Viña del Mar con el…
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Bolsonaro x everybody
O que Bebianno sabe que agiliza sua saída ou o mantém no cargo? Para muitos, ele sabe de segredos da campanha presidencial de 2018, cuja divulgação seria um misto concentrado de Mensalão com Petrolão. Mas pode ser muito bem que tenha descumprido acordos de informar e regular a gestão de recursos do fundo partidário estatal em nome do presidente, para evitar justamente a situação do “laranjal”. Isso pode ser tão “abobrinha” quanto ter imaginado, há um ano atrás, que seria eleito para tomar praça do Palácio do Planalto. Ou dizer que o segundo turno não seria PT x PSDB.
Ao bater o martelo pela saída de Gustavo Bebianno, o presidente deixou claro a sua adesão à ala política dos filhos. É um engano tratar os filhos do presidente como parentes a se meter nos negócios do pai ou, pior, nos assuntos do Poder Executivo só porque o pai é o chefe dele. Os “recrutas” compõem uma das alas mais estruturantes do bolsonarismo, que é a associação à Internacional Populista alt-right (The Movement, de Steve Bannon) e são novíssimos e impactantes players da nova cena política brasileira e latino-americana. Quiçá, a massa que dá suporte ao presidente nas redes sociais seja patrimônio desta ala.
O grosso dos votos que elegeram os deputados, senadores e governadores do PSL (e muitos outros para tais cargos dentro de diversos partidos, como o PSDB e o DEM). Antiglobalismo, anti-marxismo cultural mundial, nova governabilidade (bancadas transversais e frentes temáticas), antiestablishment, conservadorismo nos costumes, anarco-capitalismo, anticorrupção, comunicação direta são alguns termos-chave para entender. É esta ala que navega nos mares do divórcio entre o establishment e a sociedade.
A ameaça da vez à Reforma da Previdência é a crise envolvendo Bebianno, um querido do sistema político tradicional, do Jogo de Brasília e das articulações com as cortes superiores, que dariam sinal verde para o liberalismo econômico e vermelho para a agenda de costumes e da lei e da ordem. A turma do deixa disso trabalha para enquadrar Bolsonaro no padrão Lula 01, à direita, o que esterilizaria o projeto consagrado no comandante-em-chefe. O que não se diz é que, aparentemente, a melhor forma de garantir as mudanças previdenciárias é Bolsonaro ser o que é.
Se agitar a agenda dos costumes e da lei e da ordem – que não precisam ser aprovadas, apenas ministradas – e ceder a subsídios da agricultura (não precisa de outros ramos), as frentes temáticas e bancadas transversais ideologicamente convergentes com o governo poderão contemplar suas bases e aceitar, por isso, desgastes com assuntos tidos e havidos como impopulares. É o caso de aprovar a Previdência. No mais, trocar a distribuição de dividendos políticos e institucionais a chefes partidários, que controlam os repasses de tais benefícios a seus liderados, por fazê-lo por temas e seus líderes orgânicos gera mais coesão programática, estruturante, do que o infindável ciclo (e risco) de “toma lá, dá cá” à moda antiga. É o atalho mais dinâmico para implementar a agenda econômica, permitir aos militares terem a chance de provar seu valor no regime civil e colocar a renovação das duas casas em marcha ordenada para aprofundar a Lava Jato, em consonância com as respetivas redes.
“Bolsonaro x everybody” funcionou na campanha e pode funcionar agora.
No suposto pronunciamento em cadeia nacional que o capitão dará na quarta-feira, anunciando a Reforma, marca um gol se focar nos privilégios, em como sem ela a segurança pública fica comprometida e não se deve permitir que os políticos imponham o padrão Nova República para votar em algo que eles próprios verbalizam como imprescindível para o País.
Ø Caso Bebianno encolhe Bolsonaro. Por Andrei Meireles
Por seu histórico nas redes sociais, o clã Bolsonaro sempre foi adepto de teorias da conspiração. A tentativa em setembro de assassinar Jair Bolsonaro no atentado em Juiz de Fora multiplicou por ene vezes a desconfiança de sua família em relação a adversários e até a aliados. “A morte de meu pai não interessa somente aos inimigos declarados, mas principalmente aos que estão muito perto, principalmente após sua posse”, postou Carlos Bolsonaro no Twitter no começo de dezembro.
A leitura na própria equipe de transição de que o alvo desse tuíte seria o vice-presidente Hamilton Mourão só não virou crise porque prevaleceu a avaliação de que Carlos Bolsonaro, o 002, era apenas um filho mais complicado, ainda deslumbrado pelo sucesso de sua atuação nas redes sociais durante a campanha eleitoral.
Com seu dedo digital nervoso, Carlos continuou atirando em aliados, e virou um incômodo fora do mundinho familiar – um filho ciumento capaz de reações intempestivas a qualquer suposta ameaça ao pai. Assim, seguiu armado na traseira do Rolls Royce presidencial no desfile pela Esplanada dos Ministérios em Brasília, e permaneceu em vigília durante a internação de Jair Bolsonaro no Hospital Albert Einstein, em São Paulo. Parecia uma paranoia pessoal.
A longa agonia no entorno de Jair Bolsonaro no processo de demissão do ministro Gustavo Bebianno mostrou que Carlos não é o fio desencapado. Pelo menos não é o único. Todo o clã Bolsonaro, inclusive o presidente, participou de um disse me disse que expôs fraquezas e paranoias inacreditáveis.
Pelas versões atribuídas ou compartilhadas pela família, mesmo tendo apostado em Jair Bolsonaro quando sua candidatura era considerada uma zebra monumental, Gustavo Bebianno há tempos conspira contra seu sucesso. No sábado, o deputado Eduardo Bolsonaro entrou na briga e compartilhou em suas redes sociais um post de Allan dos Santos que atribui a Bebianno sabotagem à candidatura do príncipe Luiz Philippe de Orleáns e Bragança a vice-presidente de Bolsonaro.
Nessa mesma toada, os Bolsonaro estariam incomodados com supostos movimentos de Gustavo Bebianno para fortalecer o vice Hamilton Mourão em uma eventualidade que tenha de suceder Jair Bolsonaro. Nesse sentido, pipocam versões como supostas conversas sigilosas com o Grupo Globo. Verdade ou não, parece o suficiente para detonar as ações de bombeiros empenhados em baixar o fogo da crise política.
Nesse estranho processo de demissão a prazo de um ministro instalado no Palácio do Planalto, Bebianno deitou e rolou nesse vácuo político. Deu algumas respostas, quase todas monossilábicas, mas “a interlocutores” manteve-se nas manchetes dos sites com fortes mordidas e leves assopradas. Só desmentiu as que algum de seus interlocutores teria dado ao colunista Lauro Jardim: “O problema não é o pimpolho. O problema é o Jair. Ele usa o Carlos como instrumento, é assustador”; “Perdi a confiança no Jair. Tenho vergonha de ter acreditado nele. É uma pessoa louca, um perigo para o país”.
Nesse domingo, cada site publicou relato de algum “interlocutor” de Gustavo Bebianno. O único a se identificar foi o empresário Paulo Marinho, suplente de Flávio Bolsonaro no Senado. Ele negou qualquer espírito de vingança do amigo Bebianno com sua demissão prevista para esta segunda-feira. “Do lado de cá, a gente não tem esse sentimento. Estamos tranquilos e serenos”.
Nessa troca de farpas, todos os envolvidos foram atingidos. O tiroteio previsto para as próximas horas pode agravar as feridas. Jair Bosolnaro, que tenta se esquivar das balas, pode ser o mais alvejado.
A conferir.
Fonte: Por Leopoldo Vieira, em Os Divergentes
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