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A veces regreso, 

Me abandono al vacío, y he borrado con mis pasos los rezos intrínsecos, si  hablo demasiado es que escondo ciertos miedos, sé que ya no soy una chiquilla que despierta sudorosa en medio de un mal sueño. Desastrosa, con una especie de gripe emocional, rodeada de sonidos agudos y temblores internos, he decidido abrir la puerta lógica, y dejar que entren mariposas a mordisquear mis fallos, sé que estás caminando conmigo, detrás o justo al lado, no te elegí, tú me encontraste, y en verdad no sé como agradecer(te), a tu cuidado me he prometido no soltarme a mi misma si no es para renacer, como cada ciertos años, comenzar de cero.

 ¡Qué difícil llevarte en secreto!, a veces no revelo tu nombre, porque los demás no se deben de enterar, pero quisiera gritarlo, y decir “creo en ti”. Cuando estuve a punto de desistir, me regresaste de entre libélulas muertas, me había hundido entre un pantano de sapos venenosos, intentando no respirar, tan fácil cómo eso, y ahí estabas tú, mi santo, mi ángel, mi padre, mi fe, la risa y el brillo del sol acariciando, similar a cuando aprendes a caminar, y te sostienen con una mano para no caer. He vuelto, y no tengo más felicidad que eso, a ratos puedo llorar, porque sé que ya no será el fin.

Ya no es el fin.