#aiudaquevoyallorar
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asyfrank · 5 years ago
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Esta es mi historia
Crecí en una familia cristiana, desde que era muy pequeña me criaron en el evangelio y me enseñaron cada una de las cosas importantes que un cristiano debe conocer. Nací en una familia llena de amor y de cariño, y de la cual nunca podría tener las palabras suficientes para agradecer a Dios el habérmelos prestado por el tiempo que he estado aquí. Sin embargo, y a pesar de haberlo tenido todo, cometí muchos errores y aprendí a valorar las cosas mucho tiempo después del que me hubiera gustado haberlo hecho. Y ese testimonio es el que quiero compartir.
Tengo 22 años y nunca he tenido novio. Nunca he tenido una cita real. Sin embargo, puedo admitir, ahora sin vergüenza de mi pasado, que lo intenté alguna vez. Y salió mal. 
Conocí un chico hace algunos años, el chico “perfecto”, líder de alabanza, de célula, músico, cristiano y que estudiaba medicina, igual que yo. Querido por todos, incluyéndome. Creí que era lo que yo necesitaba, así que permití que se acercara más a mí, le abrí las puertas de mi casa y de mi familia. Dejé que conociera tal cual quién era yo y lo que más amaba hacer, le compartí las cosas que más me gustaban y dejé que hiciera lo mismo conmigo. 
Pero, a pesar de ser todo tan perfecto por un tiempo, algo no cuadraba. Dios me lo advirtió y yo no quise escuchar. Y me equivoqué. 
Mis papás no estaban de acuerdo pero yo no entendía por qué. Sabía que tenía que concentrarme en mi carrera, pues estaba en un punto importante, y la única solución para quedarme con él era pedirle que me esperara, así que lo hice. Y oh, sorpresa, no quiso hacerlo, me dijo que había perdido su tiempo conmigo y que él no esperaba por nadie, que era mucho tiempo y que no podía hacerlo. Sentía tanto cariño por él (cegadamente) que pensé que mis padres no me entendían, así que tomé una decisión y lo seguí.
Él y yo jamás fuimos novios y, sin embargo, las cosas parecían como si lo fueran, pero claro, sin el compromiso “real”. Las cosas parecían ir bastante bien, por un tiempo, hasta que los problemas comenzaron. Empezó a celarme y a intentar controlar mi vida a un punto tan increíblemente grande que dejé de tener amigos, dejé de hablar con muchas personas y bajé mucho de peso debido a mis problemas de ansiedad y depresión a causa de él. Siempre me culpó por un pasado que yo no tenía, por novios que jamás había tenido y por mi manera de ser. No estudiaba, mi mente había sido absorbida por los problemas que teníamos y pasaba más tiempo llorando entre clases que poniendo atención. Reprobé exámenes. Jamás me hizo daño físicamente, pero sí emocional y psicológicamente. Para él, yo no sabía de música ni de medicina, no era inteligente y tampoco valiosa. Para él, yo era como cualquier otra chica que solo buscaba con quién salir y le prestara atención para pasar un rato, a espaldas de él. Mi corazón empezó a dañarse tanto que me alejé de mi familia y de Dios. Me sentía sucia, me sentía perdida y sola. Sentía que no merecía que Dios me escuchara porque había decidido irme y ya no debería regresar. La relación con mi familia, y especialmente con mi mamá, se fragmentó. Dejé de escribir por todo ese tiempo, y de componer canciones, y de hacer muchas cosas que me gustaban porque si yo tenía contacto con hombres entonces buscaba algo más. Y mi necesidad de defender mi integridad y mi dignidad era tan grande que decidía mejor no hacer nada de eso.
Fueron dos años. Dos años de maltrato emocional que terminaron por hacerme pedazos al punto en el que me veía a mí misma como nadie. Hasta que Dios me sacó de ahí. Y me dolió. Me dolió porque tenía miedo del cambio, porque tenía miedo de sentirme tan frágil todo el tiempo que sentía que jamás podría volver a ser yo. Me sentía como una muñeca de trapo que había sido pisoteada tanto tiempo que nadie querría tenerla en sus manos de nuevo. 
Fue entonces cuando Dios me empezó a moldear. De ese barro fragmentado creó una vasija nueva, limpia, sin heridas y con amor. Me mostró lo que realmente significaba yo para Él, me mostró gracia y misericordia, me enseñó a perdonar. Pero fue un proceso duro y constante que me costó tiempo y oración. Y mucho, pero mucho amor. Jamás había sentido tanto Su presencia como en ese tiempo que sanó mi corazón. Me sentía como una niña que no sabe a dónde ir, y que solo busca la mano de su padre para que la guíe el resto del camino. De hecho, aún soy esa niña. 
Ahora entiendo que tuve que pasar por ese proceso para crecer y madurar, para entender muchas cosas que antes no entendía y para ser ayuda a alguien más. Porque sé que lo fui. Para mostrarles que se puede salir y seguir adelante, aunque en ese momento sientas que te encuentras en el hoyo más profundo del cual jamás podrás salir. Pero se puede. Yo lo hice. 
Tengo muchos defectos y he cometido muchos errores, y me veo a mí misma como un capullo que aún intenta florecer. Sé que no soy perfecta y que a veces fallo, o me equivoco o peco, pero Dios vino por los pecadores y los que están rotos, y sé que Su amor por mí es suficiente para cubrir cada error. Sé que me falta mucho camino por recorrer y mucho por aprender, y también sé que un día podré florecer completamente, mientras mis raíces sean firmes y mientras tenga a Dios para regarme.
Si tú estás pasando o pasaste por algo similar, quiero decirte que el mundo no se termina ahí, que hay cosas muy hermosas esperándote, pero necesitas soltar lo que te está lastimando para que, con tus manos vacías, puedas recibir la bendición. Un corazón roto no dura para siempre.
Gracias por leer. <3
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