#YO TAMBIÉN QUIERO CASARME CON TREMENDO HOMBRE ;;

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No tarda en sentir algo de culpa por hablar de esa forma sobre los territorios, quizás estaba siendo muy duro con sus palabras o era la soledad hablando por él, entendiendo que no podría apreciar los rayos del Sol por ahora.Los labios rojos de Perséfone se separan por un instante, dejando fluir una ligera risa por el prado ante la forma que se refiere a ambas dioses pero en especial a su madre y cómo parecía estar listo para luchar por él. “De seguro debe estar marchitando la vegetación a su alrededor… rara vez hemos discutido en voz alta pero siempre ha sido así. Las flores no tienen la culpa de las acciones de los dioses, pero supongo que ser testarudo y negar tus propios errores es algo que todos compartimos.” Deméter jamás asumiría que aislar a su hijo durante años estuvo mal (haya sido o no por su propio bien) y él, con su talento para hacer crecer nuevas y coloridas formas de vida a partir de tierra marchita, no dudaba en repoblar el bosque, su hogar. Su delicado corazón se estruja cuando presta atención cómo Hades se derrite ante el calor natural de alguien nacido entre la naturaleza y la sonrisa en su rostro se vuelve más notoria y no se opone cuando su mano es sujetada. Una piel llena de vida como la propia intenta reconfortar a una que ha pasado muchísimo tiempo alejada de la superficie. “Tu rostro y forma que hablas sin miedo me hacen comprender que dices la verdad. Confío en ti, señor, por favor cuida de mi durante este tiempo.” Quiere creer en las palabras del contrario y en la forma que su pecho da brincos cuando nuevas caricias son dejadas en su pálida tez, jalando del agarre para que se acerque un poco más ahora que están hablando sobre sentimientos y amor sin incomodidad de por medio. Lamenta un poco no poder hacer crecer algo con un pigmento llamativo para regalar, sin embargo eso no evitaría que una idea aparezca en la mente del dios de la primavera y que podía ser el inicio de un cambio tanto para Hades como para él. Perséfone libera ambas extremidades solo para cortar con cuidado un par de asfódelos, manteniendo el tallo intacto y entrelazándolos con rapidez y habilidad natural de una criatura acostumbrada a manejar la vegetación como si fuese una extensión de sí mismo. “Ella nunca ha hablado bien de alguien además de mí, me ha dicho que eres un dios cruel y frío y que por eso Zeus te mandó a gobernar sobre este sombrío lugar. Dice que todos los hombre son iguales, dioses o mortales sin discriminar, que debo mantenerme alejado de ambos o podría caer en las manos equivocadas. Pero quiero creer que existe algo dentro de ti que te hace único…” el tono de su voz se endulza mientras se inclina hacia adelante, pasando el improvisado adorno por el cabello ajeno y detrás de las orejas para que no pueda escaparse. Cuando regresa a su posición original es que acuna por completo el rostro del más alto, manteniendo solo una pequeña separación para perderse en esos orbes oscuros y donde puede ver reflejados los rosados propios. “Conquístame, Hades, descubramos si en este inframundo también puede florecer algo tan bello como el amor. Toma mi corazón por completo y para siempre, trátalo con gentileza, soy una pequeña e inocente rosa, después de todo.”

Honestamente,  le  duele  escucharlo  tan  frustrado  con  estar  encerrado  en  la  oscuridad,  porque  hubo  un  tiempo  donde  el  mismo  Hades  pensaba  lo  mismo.  Pero  fue  el  paramo  de  tierra  que  sus  hermanos  le  “heredaron”  para  gobernar  y  con  el  paso  de  los  milenios,  las  cosas  se  volvieron  más  agradables  para  él.  El  silencio,  la  serenidad  que  traía  la  muerte  y  sus  pocos,  pero  confiables  amigos  hicieron  todo  mucho  más  llevadero.  -  —Lo  sé,  lo  siento.  No  puedo  ofrecerte  otro  tipo  de  aposentos  puesto  que  este  es  mi  territorio…  —  -no  va  a  mencionarle  como  podría  cortejarle  entre  el  sol  y  las  flores,  pero  su  madre  nunca  se  lo  permitiría.  Deméter  y  él  han  tenido  problemas  desde  que  convivieron  como  hermanos,  ahora  su  relación  estaría  completamente  acabada  por  la  abducción  de  su  hijo.  Que  no  se  aleje  y  el  color  que  pinta  esa  bella  cara,  le  dan  un  rayo  de  esperanza  en  la  oscuridad,  sintiendo  su  propio  corazón  latiendo  de  forma  desenfrenada  cuando  Perséfone  menciona  con  todas  sus  letras,  lo  que  realmente  sentía.  -  —Estoy  enamorado  de  ti  —  -es  liberador  poder  decirlo,  mientras  un  gentil  resoplido  escapa  de  entre  sus  labios.  -  —La  ira  de  Afrodita  no  se  asemeja  a  la  ira  de  Deméter  luego  de…  todo  esto,  por  ti,  no  le  temo  a  ninguna  de  las  dos  —  -el  toque  de  sus  manos  que  huelen  a  flores  y  rocío  de  la  mañana,  le  hacen  inhalar  y  quedarse  con  el  oxigeno  en  sus  pulmones.  Es  la  primera  vez  que  alguien  le  toca  de  esa  forma,  Hécate  no  contaba  puesto  que  sus  caricias  nunca  fueron  gentiles  como  aquellas,  así  que  se  enfrasca  en  el  calor  que  emana  y  la  energía  propia  de  un  dios  de  arriba.  Perséfone  no  es  tan  fuerte  como  sus  pares,  porque  su  madre  lo  ha  sobreprotegido  y  lo  alejó  del  Olimpo  —junto  con  el  rechazo  de  los  mismos  por  no  ser  parte  de  su  panteón—,  pero  para  Hades  su  energía  entera  era  tan  fuerte  como  el  sol  mismo.  Escucha  y  no  interrumpe,  dejando  salir  un  suspiro  mientras  cerraba  los  parpados  cuando  es  tocado  más  directamente,  su  mejilla  se  aprieta  en  contra  de  la  palma  y  su  mano  libre  se  alza  para  sostener  la  extremidad  en  contra  de  su  rostro.  -  —No  tienes  que  amarme  ahora,  Perséfone.  No  me  conoces,  no  sabes  quien  soy,  me  sorprendería  que  dijeras  que  tienes  sentimientos  por  mi…  no  quiero  presionarte.  Traerte  aquí  en  contra  de  tu  voluntad,  es  la  primera  y  ultima  cosa  que  haré  sin  tu  consentimiento,  ¿puedes  confiar  en  mi  con  eso?  —  -cuestiona,  devolviendo  sus  ojos  negros  como  la  noche  hasta  los  contrarios,  decidiendo  tomar  ambas  manos  del  otro  y  poder  juntarlas  entre  las  suyas,  besando  los  nudillos  una  vez  más.  -  —No  soy  como  el  resto  de  dioses  de  los  cuales  tu  madre  te  ha  advertido,  que  seguramente  voy  incluido  en  el  saco.  No  sé  que  concepto  tienes  de  mí,  pero  te  prometo  que  conseguiré  que  te  enamores  de  mí,  que  te  cases  conmigo.  Puedo  darte  todo  esto,  hacerte  mi  reina,  gobernante  y  juez  supremo  de  los  muertos…  —  -no  sabe  que  tan  “buen  premio”  sería  eso,  si  Perséfone  le  temía  el  inframundo  justo  ahora.  Pero  es  porque  no  lo  conocía,  porque  no  había  visto  a  la  gente  que  pasaría  toda  la  eternidad  ahí  y  claro,  a  los  habitantes  más  destacados.  -  —Dame  una  oportunidad…  es  lo  único  que  te  pido.  Te  prometo  que  yo  mismo  te  llevaré  a  casa  si  no  he  logrado  tocar  tu  corazón,  su  tu  alma  no  se  entrelaza  con  la  mía.