#Relaciones internacionales
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jgmail · 7 days ago
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Trump esta dejando de lado la guerra
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Por Alexander Dugin
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Trump empieza a darse cuenta poco a poco de que su forma de resolver el conflicto ucraniano y ponerle fin a la guerra ruso-ucraniana no es realista. Su modelo no funciona y él mismo propone condiciones (insistiendo en ellas con bastante rigidez) que son inaceptables para cualquiera de las partes: tanto para Rusia como para Ucrania y la Unión Europea.
Cuanto más insiste Trump en estas soluciones inaceptables, más claro queda que se encuentra en una posición de debilidad. Y esto es malo, porque Trump es un político fuerte y la confianza que recibe por parte del público es lo que lo proyecta como verdadero líder mundial. Si no puede resolver sus diferencias con Zelensky, que está bajo su amparo, entonces no es político fuerte. Y está claro que frente a una potencia nuclear soberana como lo es Rusia, ninguna conversación será fácil.
Trump probablemente se da cuenta de que todos sus planes para una solución rápida del problema ucraniano no eran más que retórica de campaña. No puede llevar a Putin al Despacho Oval y mucho menos sentarlo en una mesa de negociaciones (es un escenario completamente irreal). Por lo tanto, podemos afirmar que el proyecto de Trump de un cese de los ataques durante 30 días a la infraestructura, que Ucrania no observó ni un solo día ni una sola hora, ha fracasado de forma rotunda.
Así que Trump quiere retirarse de la guerra. Pero, en primer lugar, manteniendo los compromisos adquiridos por la administración anterior que inició esta guerra, es decir, no abruptamente, sino gradualmente. Y, en segundo lugar, sustituyendo inmediatamente su retirada de ciertos sectores de acción militar contra nosotros por sus socios europeos de la OTAN. Y aunque Trump critica a la UE y a la OTAN, en este sentido actúa de la misma manera que la administración anterior. Es decir, no toma ninguna medida drástica, y si el apoyo a los combatientes ucranianos se reduce en un área u otra, es inmediatamente reemplazado por los europeos de acuerdo con los Estados Unidos.
En otras palabras, EEUU se retira de esta guerra con mucho cuidado, gradualmente, para no darnos la oportunidad de aprovecharnos de este «cambio de opinión». Aparentemente, Trump acepta poner en marcha el «Plan B», que consiste en que si no le hicieron caso, que luchen entre ellos, a Estados Unidos no le importa y no necesita esta guerra, no es de ellos. Seguirá viendo la guerra desde las barricadas y dejará que todos los participantes en el conflicto se culpen a sí mismos de ahora en adelante.
Por supuesto, Trump está molesto con todos los participantes del conflicto y entrega le entrega este payaso sangriento a otros participantes. Son ahora los europeos quienes tienen que lidiar con esta rata ponzoñosa y agresiva. Sin embargo, creo que va a intentar restaurar gradualmente sus relaciones con Rusia dejando de lado a Ucrania y concentrándose en cuestiones todavía periféricas.
De hecho, Rusia no contradice en absoluto los intereses nacionales de Estados Unidos. Europa y otros países al servicio de los globalistas son mucho más peligrosos para Trump. Pero Trump aún no está dispuesto a reconocer que Rusia es un aliado. Por lo tanto, en un futuro próximo habrá desencuentros, descontento e irritación de su parte. Y de nuevo, amenazas, ya que este es el estilo característico de Trump. Pero todo se dirige a que EEUU se retirará de la guerra en Ucrania y será sustituido por la UE.
Por supuesto, la UE también es una fuerza bastante peligrosa. Nosotros, sin embargo, ya nos hemos enfrentado tanto a EEUU como a la UE al mismo tiempo. Ahora se retira la parte más importante de este conflicto contra nosotros. Y aunque la situación no se simplifique del todo, será mucho menos fatal. De hecho, la amenaza de un conflicto nuclear directo y de un apocalipsis nuclear con armas nucleares estratégicas se reduce enormemente. Sin embargo, la escalada del conflicto no sólo con el Occidente colectivo, sino específicamente con la Unión Europea, que ahora promueve el conflicto contra Rusia, continúa.
No debemos esperar que Trump se acerque pronto a nosotros, pero es obvio que esta cambiando su actitud ante el conflicto ucraniano para concentrarse en Groenlandia, Irán y una guerra de aranceles comerciales contra varios países. EEUU se está retirando de la guerra en Ucrania. Y cuanto antes ocurra, mejor. Aunque, según me parece, no deberíamos esperar que ocurra demasiado rápido.
Por lo tanto, seamos realistas: tenemos que confiar en nuestras propias fuerzas y prepararnos para una nueva ronda de confrontación. Esta vez será una confrontación militar con la Unión Europea, de la que ya hablan los políticos europeos. Y esto va en serio y para largo. Dios quiera, por supuesto, que este problema se disipe con el tiempo, aunque las posibilidades son muy escasas. Sí, hipotéticamente es posible imaginar que los líderes europeos renuncien a un conflicto con Rusia y se ocupen de problemas más importantes, pero difícilmente deberíamos contar con ello. Los milagros ocurren, pero no muy a menudo.
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mauriciomeschoulam · 10 days ago
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Guerra comercial de Trump: menos de comercio y más de Guerra Total
Hace casi un año, en entrevista para la revista Time, Steve Bannon, exasesor de Trump y una de las personas más influyentes en su pensamiento, ya nos había advertido que Trump venía en modo de “Guerra Total”. El argumento central de Bannon era que Trump sentía que en su gestión previa había sido “demasiado suave”, y que esta vez lo movía una “visión apocalíptica”. Esto último no puede faltar en las conversaciones sobre la guerra comercial que ese presidente ha desatado por todo el planeta. Porque frecuentemente, y con razón, se habla de las dimensiones económica, comercial y financiera de todo el tema arancelario. Pero hace falta hablar más acerca de la parte “guerra”, lo que pasa por comprender que, para ese presidente, la lucha está menos en los instrumentos, y mucho más en los fines que implica restaurar la grandeza de EU y colocar los intereses de ese país antes que los de cualquier otro: “America First” y “Make America Great Again”. En un mundo en el que todos los actores—aliados y adversarios por igual—se “aprovechan” de EU, le “sacan ventaja” y son “injustos” con ese país, solo la aplicación de la fuerza puede doblegar a las contrapartes. En este universo de la lucha de poderes, los criterios técnicos para la toma de decisiones son lo menos importante. Lo es mucho más el despliegue de fuerza, y la proyección de la determinación a usar esa fuerza a pesar de los costos que inevitablemente habrá que pagar. Así que es necesario entrar al tema desde esta otra dimensión.
5 abril de 2025
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12endigital · 3 months ago
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La Conselleria de Educación recibe a una delegación belga y alemana dentro del marco de relaciones internacionales entre regiones educativas
La Conselleria de Educación, Cultura, Universidades y Empleo ha recibido este viernes a una delegación flamenca (Bélgica) y alemana de 40 profesores, directores, consultores de necesidades especiales, asesores de política y arquitectos. Estos representantes educativos han realizado una serie de actividades en Valencia que ha culminado con la recepción en la Conselleria de Educación por parte del��
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sociotecnia · 1 year ago
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Política y Relaciones Internacionales
En el complejo entramado de la política global, las relaciones internacionales desempeñan un papel crucial en la configuración del orden mundial y en la interacción entre los Estados. Sin embargo, la dinámica de estas relaciones está intrínsecamente ligada a los procesos políticos internos de cada país, especialmente en lo que respecta a la democracia y la toma de decisiones políticas. En este…
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sobarx · 1 year ago
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Cápsula de Opinión
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bookish2bookish · 1 year ago
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La soberanía en evolución y su los gobiernos autoritarios en el mundo global
El término “soberanía” que a muchos les mencionaron en la secundaria o que quizás estudiaron en alguna carrera universitaria es muy distinto al término del mundo en que vivimos. La historia de este concepto se origina del término latino medieval “superus” que luego fue traducido por lso franceses como “souveraineté” y que se traduce como “poder supremo”. En este caso, el poder supremo o soberanía…
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jgmail · 27 days ago
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Sobre las negociaciones de Putin y Trump
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Por Alexander Dugin
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Las conversaciones telefónicas de ayer entre Trump y Putin son un acontecimiento muy importante. Los líderes de las dos grandes potencias discutieron muchos problemas entre ellos. Creo que no se trató solo de Ucrania, sino también de la arquitectura futura del mundo, sobre el orden de las grandes potencias que se está creando ante nuestros ojos y que no tiene nada que ver con el mundo liberal unipolar del globalismo o el orden mundial que fue impuesto a toda la humanidad por la anterior administración estadounidense y cuyos restos aún vemos en la Unión Europea.
En esta conversación Putin y Trump establecieron los lineamientos para la formación de una nueva arquitectura de las relaciones internacionales. Por supuesto, el diálogo continuará, pero lo más importante es que existe, que nuestros líderes están hablando entre sí, intercambiando puntos de vista para resolver ciertos problemas. Por lo tanto, el hecho mismo de esta conversación es difícil de valorar; de hecho, ya se ha convertido en un punto de inflexión en la historia reciente y el inicio del desescalamiento.
Sí, Trump sigue en guerra con Rusia, pero esta no es su guerra, él no la empezó y quiere acabarla cuanto antes. Otra cosa es que no sepa cómo hacerlo y tampoco entienda qué es Ucrania para nosotros. Al parecer, tiene una visión bastante simplista de las herramientas y las formas en que se puede poner fin a este conflicto. Pero, al mismo tiempo, tiene la firme voluntad de poner fin a esta guerra. Quiere detenerla o simplemente hacerla a un lado, dejándosela a los ucranianos y la Unión Europea.
Trump confía cada vez más en Putin y cada vez menos en Zelensky. Y el acuerdo de 30 días para detener los ataques a las infraestructuras energéticas resulta revelador. Rusia lo cumplió inmediatamente derribando sus propios vehículos aéreos no tripulados enviados para atacar instalaciones energéticas en territorios bajo el régimen de Kiev, mientras que Zelensky atacó una base energética en Stavropol. Y Trump ya ha visto quién cumple su palabra y quien no.
Zelensky no va a escuchar a Trump porque la única forma que tiene para conservar el poder durante mucho más tiempo es continuar la agonizante y desesperada guerra con Rusia. Zelensky se ha puesto a sí mismo en esta posición desesperada. Pero lo más importante es que está mostrando su total falta de respeto por Trump. En efecto, está escupiendo sobre los que brindan apoyo a la guerra que libran los ucranianos. Después de todo, estamos en guerra con los Estados Unidos.
Zelensky es sólo una herramienta, un rehén de la situación en la que se encontró cuando se convirtió en una marioneta en manos de los globalistas que estaban en el poder en los EE.UU. en ese momento. Pero ahora es otra gente con otra ideología, los patriotas, quienes están en el poder en los EE.UU.. Por cierto, Trump se llamó a sí mismo un nacionalista estadounidense en una entrevista de ayer, diciendo que está interesado principalmente en los intereses de Estados Unidos. Y es comprensible, se trata del realismo en las relaciones internacionales.
El panorama es claro. Trump no necesita esta guerra y se retirará de ella. Ve a Putin como un socio fiable con el que puede negociar y que cumple firmemente sus promesas. Y en este contexto, el comportamiento de Zelensky y de la UE contrasta fuertemente con el comportamiento de Trump: los globalistas son agresivos, fanáticos, irresponsables, rencorosos, mezquinos, poco fiables y mentirosos. En realidad, ellos son los enemigos de Trump y se han comportado mal con él todo el tiempo. En consecuencia, Trump, habiendo ganado su segundo mandato, está empezando poco a poco a ver en quién se puede confiar y en quién no. Quién no contradice los intereses estadounidenses y quién los debilita. Y poco a poco la situación irá cambiando.
Al mismo tiempo, Europa dice cada vez más que Trump ha traicionado al globalismo y al liberalismo. Pero para prepararse para una guerra con Rusia sin el apoyo de Estados Unidos, la UE necesita al menos tres años para formar un ejército europeo. Sin embargo, estos años deben tener lugar bajo un sistema político completamente diferente al que se ha desarrollado en la Europa moderna. El liberalismo es completamente inadecuado para una economía militarizada en plena movilización. Por consiguiente, este objetivo no es en absoluto realizable.
Así que el hecho de que Putin y Trump estén negociando la paz sin Zelensky y sin los europeos es muy importante. Trump quiere poner fin a la guerra que heredó de sus enemigos. Y estamos avanzando en esa dirección, pero Rusia no comprometerá sus intereses nacionales. Y Putin lo ha dejado claro.
En general, el destino del mundo entero depende ahora de cómo se desarrollen las relaciones ruso-estadounidenses. Y aunque todavía estamos muy lejos de la distensión, ya se está produciendo una desescalada. Y esto es bueno, porque el mundo se está alejando gradualmente del abismo del apocalipsis nuclear, al borde del cual nos encontrábamos hasta hace muy poco. Un nuevo orden de las grandes potencias mundiales está tomando forma ante nuestros ojos. Y las conversaciones entre Putin y Trump son un hito importante en el camino hacia su realización. Una nueva imagen del orden mundial.
Por nuestra parte, Putin dirigió estas conversaciones de forma brillante. No transigió en ninguno de los puntos y al mismo tiempo demostró su disposición para la paz, además de su responsabilidad por las decisiones que tomó y que aplicó inmediatamente. Y eso es muy importante y positivo en el contexto de cómo Europa está cada vez más enfrentada a Trump.
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mauriciomeschoulam · 11 days ago
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“ES PATÉTICO”: lo que revela un chat de alto nivel en EU sobre política exterior.
Artículo publicado originalmente en El Universal: https://www.eluniversal.com.mx/opinion/mauricio-meschoulam/es-patetico-lo-que-revela-un-chat-de-alto-nivel-en-eu-sobre-politica-exterior/
En entrevista con el Daily del NYT, Jeffrey Goldberg se mostraba abiertamente sorprendido e incrédulo acerca de lo que acababa de vivir. Él, un periodista, había sido incluido, por error, en una conversación en la que se discutían temas de alto nivel de seguridad. La entrevista en buena medida, así como la mayor parte de lo que del tema se ha escrito, ha versado sobre la gravedad del error, sobre potenciales violaciones a los mecanismos para tener ese tipo de conversaciones acerca de temas de seguridad nacional o acerca de planes inminentes de guerras o ataques. Todo eso es fundamental. Pero me quiero concentrar por un momento en lo que en ese chat se revela pues nos dice mucho acerca del momento que viven EU y el mundo. Primero, el tema de los houthies en específico y el rol de EU en su combate. Segundo, el tema de la relación EU-Europa. Tercero, y de forma vinculada, el choque entre una visión aislacionista y la visión que busca conseguir “la paz a través de la fuerza”.
29 de marzo de 2025
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ortoysangre · 1 year ago
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myresenas · 1 year ago
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creeselsalvador · 2 years ago
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MESA REDONDA
"¿Cómo funciona la asistente humanitaria ante una crisis mundial?"
Con esta interrogante el alumnado de Práctica Profesional II de la Licenciatura en Relaciones y Negocios Internacionales de la Universidad Evangélica de El Salvador sostuvo un interesante conversatorio con
✅️ Raymundo Velásquez de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo AMEXCID
✅️Soad Alexandra Rumman, Diplomática de la Embajada de Palestina en El Salvador
✅️ Laura Colmenares del Comité Internacional de la Cruz Roja CICR
✅️ Erick Romero, de la firma consultora Jaque Mate
Con ellos el alumnado conversó acerca de los desafíos que enfrenta la asistencia humanitaria, el ciclo de los proyectos y los desafíos a futuro.
Muy agradecido con los ponentes por el tiempo concedido para compartir su conocimiento y muy orgulloso del nivel de profesionalismo con el cual el alumnado organizó y desarrolló la actividad.
#asistenciahumanitaria #aprenderhaciendo
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carlosjonguitud · 2 years ago
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Tuvimos la oportunidad de charlar de Ciberterrorismo junto al Dr. Abdiel Hernández Mendoza y Adamari Fragoso Torres, Nan.
Agradezco al equipo del Podcast #HorizontesInternacionales de la FES Aragón UNAM por la invitación.
¡No dejen de escucharlo!
https://open.spotify.com/episode/5HKGGOYp2YMOWdmbVvkfdN?si=0oOAHYi4QVutn7zikG_6zw
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ctvmundo · 2 years ago
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Venezuela detalla cómo avanzan las negociaciones con EEUU para levantar las sanciones
Venezuela detalla cómo avanzan las negociaciones con EEUU para levantar las sanciones
El viceministro de Exteriores de Venezuela para asuntos de América del Norte, Carlos Ron, respondió a una pregunta de Sputnik sobre las negociaciones con EEUU para reducir las sanciones contra el país latinoamericano. “Una vez más, se trata de conversaciones en curso, aún no hemos llegado a conclusiones. Creo que lo importante aquí es entender que Venezuela siempre ha estado abierta al diálogo,…
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jgmail · 1 month ago
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Etnocentrista, jacksoniano y soberanista. Las particularidades del nuevo gobierno de Donald Trump
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Fuentes: El Cohete a la Luna
El propio Trump, en su discurso de asunción, ofrece una pista del eje argumental de nuestro análisis cuando afirmó: “Mediremos nuestro éxito no solo por las batallas que ganemos, sino también por las guerras que terminemos y, lo que quizá sea más importante, por las guerras en las que nunca nos involucraremos”.
Un veloz repaso por los editoriales y notas de opinión de los medios más importantes del mundo permite detectar, de modo recurrente, el adjetivo “imperial” para referir al nuevo gobierno de Donald Trump. Desde su re-investidura el pasado 20 de enero, se puede apreciar una avalancha de títulos del tipo: “Trump Dreams of a New American Empire” (New York Times); “On a global stage, an imperial Trump offers some positive surprises” (Washington Post); “Trump, el emperador desaforado” (El País); “Donald Trump tente de mettre en place une présidence impériale aux Etats-Unis” (Le Monde), y la lista continúa.
Títulos similares abundan en nuestro país: “Trump busca que todos se arrodillen ante su voluntad imperial” (La Nación); “Trump y la reconstrucción de la presidencia imperial” (Clarín); “Trumperialismo” (Página 12) y “El nuevo orden imperial” (Perfil, 23/2/25), entre otros. El estilo del personaje y la propia historia de expansionismo estadounidense favorecen la proclividad de los análisis a la caracterización imperial.
En efecto, las primeras declaraciones de Trump parecieran encajar a priori en esa trayectoria imperial. Enmarcado en un espíritu similar al del “Destino Manifiesto”, Trump ha postulado la eventual re-expansión de los Estados Unidos hacia su “afuera cercano”. De este modo, ha reinstalado discursivamente la proyección de poder hacia las “periferias inmediatas” (en una suerte de reedición 3.0 de la doctrina Monroe), al plantear cuestiones que en otro momento hubiéramos considerado distópicas: la compra de Groenlandia a Dinamarca, la anexión de Canadá o la expropiación del canal de Panamá.
En breve, si la política exterior de Trump pudiera ser definida a partir de una lectura en diagonal de los principales medios nacionales o internacionales, no dudaríamos en catalogarla como “imperial”. Sin embargo, en este artículo nos proponemos discutir esta aseveración. El propio Trump, en su discurso de asunción, ofrece una pista del eje argumental de nuestro análisis cuando afirmó: “Mediremos nuestro éxito no solo por las batallas que ganemos, sino también por las guerras que terminemos y, lo que quizá sea más importante, por las guerras en las que nunca nos involucraremos”.
Ni cosmopolita ni imperialista: etnocentrista
Dos décadas atrás, Samuel Huntington (1927-2008) publicó el último libro de su vida titulado ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense (Paidós, 2004). Considerado extremadamente polémico en los albores del siglo XXI, el trabajo del politólogo norteamericano —con dosis evidentes de subjetividad, aunque también minucioso desde el punto de vista empírico— no resultaría disruptivo en el actual contexto alt-right [1]
Huntington fue acusado de presentar una actitud etnocentrista hacia la inmigración, al advertir sobre los “peligros” de un Estados Unidos bifurcado, con dos idiomas —español e inglés— y dos culturas —angloprotestante e hispánica—. En su mirada, los valores latinos (la “falta de ambición” y la “aceptación de la pobreza” como virtudes “para entrar al cielo”) son antagónicos a los ideales de la cultura angloprotestante (el individualismo, la ética del trabajo y la obligación de crear un paraíso en la tierra).
Trump encarna, de manera desembozada, la internalización de los “desafíos a la identidad” advertidos por Huntington en 2004. Sin embargo, la radicalización de los tiempos que corren hace que, de modo inverosímil, la inmigración sea encuadrada en la categoría de “invasión”. Centenares de órdenes ejecutivas suscriptas por el magnate en su primer mes de gobierno se inscriben en esta lógica, lo que incluye la suspensión de la entrada de personas indocumentadas a los Estados Unidos bajo cualquier circunstancia; el relanzamiento del programa “Quédate en México”; la revocación de la figura de la ciudadanía por derecho de nacimiento consagrada en la 14ª Enmienda de la Constitución; la militarización del control migratorio bajo la antedicha figura de la “invasión”; la declaración de la “emergencia nacional”; y la eventual invocación de la Ley de Insurrección de 1807.
Huntington delineaba tres concepciones posibles para definir el tipo de relación que los Estados Unidos establecerían con el resto del planeta: “Los estadounidenses pueden aceptar el mundo (es decir, abrir su país a otros pueblos y culturas), pueden tratar de remodelar esos otros pueblos y culturas siguiendo los valores norteamericanos, o pueden mantener su propia sociedad y cultura diferenciadas de las de esos pueblos”. Se trata de tres opciones a las que denomina “cosmopolita”, “imperial” o “nacional” (a esta última, la renombramos “etnocentrista”).
La alternativa cosmopolita implicaría la recuperación de las tendencias predominantes con anterioridad a los atentados del 11 de septiembre de 2001. En ese escenario, “se da la bienvenida al mundo, a sus ideas, a sus productos y, lo más importante, a su gente”. Los Estados Unidos serían cada vez más multiétnicos, multirraciales y multiculturales, y estarían liderados por élites identificadas con las instituciones multilaterales y las normas globales. Resulta evidente que los Estados Unidos de Trump nada tendrán que ver con esta alternativa.
La segunda opción es el imperio global. A diferencia del cosmopolitismo, en donde “el mundo remodela a Estados Unidos”, el imperialismo supone la decisión estadounidense de rehacer el mundo. Se trata, en cierta forma, del tipo de potencia que cobró forma bajo la presidencia de George W. Bush (2001-2009), cuando se dejó atrás la vieja estrategia de contención/disuasión de los años de la Guerra Fría (1947-1991) en dirección a una nueva estrategia de primacía o neo-imperial. A pesar de la avalancha de artículos que —como hemos reseñado— recurren al término “imperio” para caracterizar el nuevo mandato de Trump, su gobierno no se ajustará según nuestra mirada a esa configuración del poder. La reciente decisión de paralizar toda la ayuda militar a Ucrania y presionar a Volodímir Zelenski para que entable conversaciones de paz con Rusia exhibe en parte lo que queremos significar.
Tanto el cosmopolitismo como el imperialismo procuran —a través de diferentes mecanismos— reducir o clausurar las diferencias sociales, políticas y culturales entre los Estados Unidos y el resto del mundo. Por el contrario, el etnocentrismo —la perspectiva nacional, según el eufemismo empleado por Huntington— supone exacerbar el nacionalismo con vistas a preservar y acentuar aquellas cualidades que han definido a la nación estadounidense desde los días de su fundación. Esta última es, desde nuestro punto de vista, una de las herramientas escogidas por Trump para llevar adelante su segunda presidencia.
La base está y es jacksoniana
Walter Russell Mead, autor del fenomenal Special Providence: American Foreign Policy and How It Changed the World (Routledge, 2002), recuerda que durante su primer mandato Trump colocó en el Salón Oval un retrato de Andrew Jackson (1767-1845), el séptimo Presidente de los Estados Unidos desde 1829 hasta 1837. Se trata de un dato aparentemente simbólico, pero relevante para nuestro argumento.
Russell Mead —profesor de la Universidad de Florida y columnista de The Wall Street Journal— elaboró en Special Providence uno de los estudios más conspicuos que conecta el terreno de la política exterior con el campo de la “historia de las ideas”. En su mirada, la política exterior de los Estados Unidos debe interpretarse a la luz de las coaliciones dominantes que surgen del cruce de cuatro tradiciones: la wilsoniana, la hamiltoniana, la jacksoniana y la jeffersoniana.
Los herederos de Wilson (28° Presidente desde 1913 hasta 1921) procuran alcanzar un orden global basado en la democracia, los derechos humanos y el imperio de la ley [2]. Los hamiltonianos (legatarios de Alexander Hamilton, padre fundador y primer secretario del Tesoro desde 1789 hasta 1795) se proponen organizar la política exterior en torno al liderazgo en el campo de las finanzas y el comercio internacionales. Los “populistas jacksonianos” descreen de las grandes cruzadas wilsonianas, aunque buscan disponer de unas Fuerzas Armadas vigorosas y de programas económicos orientados al bienestar material de la población. Por su parte, los jeffersonianos (continuadores de Thomas Jefferson, otro de los padres fundadores y tercer Presidente entre 1801 y 1809) diseñan la política exterior con el objetivo de limitar los compromisos externos de Washington.
Sintéticamente, la coalición globalista de hamiltonianos y wilsonianos que había estado en ascenso desde 1945 encontró en el fin de la Guerra Fría un fuerte espaldarazo a su cosmovisión, lo que consagró su dominio en el diseño de la política exterior estadounidense. Los años del “Nuevo Orden Mundial” de George H. W. Bush (1989-1993) y del “Engagement plus Enlargement” (Compromiso más Ampliación) de Bill Clinton (1993-2001) son un buen reflejo de ello. Washington decidió entonces que no se replegaría como lo había hecho después de 1920 y exhibió la voluntad de reconfigurar el sistema internacional, procurando propagar la economía de mercado y el pluralismo político.
Sin embargo, esta mirada entró en crisis con los atentados terroristas de septiembre de 2001 y los fracasos de las diversas guerras globales libradas a partir de entonces. Ya durante los gobiernos de Obama (2009-2017) se reintrodujeron algunas ideas jeffersonianas —debe recordarse que Obama fue electo por ciudadanos cansados de pagar con sangre e impuestos los reveses estratégicos de Washington—, las que cobraron mayor preponderancia luego del resultado de la intervención en Libia en 2011 e influyeron en la decisión de no entrar en la guerra siria en 2016. La llegada de Trump al poder en 2017 representó, según Russell Mead, el avance de una coalición nacionalista de jacksonianos y jeffersonianos que procura desterrar a la entente globalista de hamiltonianos y wilsonianos. Este proceso, no alterado por el interregno de Joseph Biden (2021-2025), es el que se profundizará en el próximo cuatrienio.
El trumpismo —como lo revela el retrato de Andrew Jackson en el Salón Oval— hunde sus raíces en el pensamiento y la cultura de quien fuera el primer Presidente “populista” de los Estados Unidos. Para los jacksonianos, el tan mentado excepcionalismo no se relaciona con el supuesto atractivo imbatible del soft power de las ideas norteamericanas o con su voluntad de transformación del mundo. Según Russell Mead, los jacksonianos creen que el papel de la Casa Blanca supone materializar el destino del país preservando la seguridad física y el bienestar económico fronteras adentro. Desde luego que, ante eventuales agresiones externas, los jacksonianos defenderían fervorosamente al país en una guerra. Sin embargo, la amalgama fundamental de su compromiso político reside en la identificación de los enemigos internos, sean estos los inmigrantes o la “casta política” de Washington.
La agenda jacksoniana anti-inmigración se anuda, en paralelo, con la cuestión del control de armas, toda vez que quienes abrevan en esta corriente conciben a la Segunda Enmienda como la más importante de la Constitución. Desde esta perspectiva, el establishment de Washington le ha dado la espalda a los valores nacionales fundamentales que arraigan en lo más profundo del pueblo estadounidense. Asimismo, los jacksonianos expresan escepticismo respecto de los compromisos de Washington con las alianzas estratégicas como la OTAN (esta mirada antieuropea fue expresada por el Vicepresidente, J. D. Vance, en la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich); con los organismos multilaterales como la ONU (sirve como ejemplo aquí la decisión de abandonar el Acuerdo de París); y con los acuerdos de libre comercio (lo que se expresa a través de la agresiva política de imposición de aranceles lanzada por Trump incluso para socios históricos en el NAFTA como Canadá y México).
Soberanistas (pero no aislacionistas)
La historiadora Jennifer Mittelstadt ha recuperado, en un interesante texto publicado en The New York Times, una categoría poco explorada por la teoría de las relaciones internacionales: el soberanismo. Tras repasar una serie de clasificaciones habituales (y que no ayudan a entender la política externa de Trump), Mittelstadt rescata un término cuyo origen debe rastrearse un siglo atrás: “La política soberanista estadounidense se originó en el momento de profunda crisis y posibilidad de 1919 (…). En medio de este dramático cambio surgió la propuesta de una nueva forma de gobierno supranacional: la Sociedad de Naciones (…). Los defensores del comercio y la migración globales, los movimientos de independencia colonial, los internacionalistas negros, los socialistas, los comunistas y los cristianos liberales aplaudieron la llegada del gobierno mundial (…) Pero muchos despreciaron la idea y ahí están los orígenes del movimiento soberanista estadounidense y de sus herederos modernos”.
En ese contexto de fines de la década de 1910 —periodo magistralmente retratado por Gore Vidal en su novela Hollywood—, se destaca el papel de un grupo de senadores conocido como los “irreconciliables”. En su mayoría compuesto por republicanos —aunque también por algunos demócratas—, el grupo lideró la oposición al Tratado de Versalles y logró bloquear en 1919 la adhesión de los Estados Unidos a la Sociedad de Naciones. Su base de sustentación estaba constituida por una compleja trama “soberanista” de organizaciones patrióticas, grupos de veteranos y fundamentalistas protestantes. Estos soberanistas consideraban —casi un siglo antes de la decisión de Trump de cerrar la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID)— la cooperación internacional como una amenaza a la soberanía.
Otro punto de conexión entre los soberanistas precursores y los actuales viene dado por el papel que los primeros, allá por 1940, desempeñaron en la conformación del America First Committee (AFC), un lobby que procuraba evitar la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Lejos de la prescindencia o del aislacionismo, el America First de la década de 1940 constituye —con su apoyo a la Alemania nazi, a la Italia fascista y al falangismo español— un antecedente insoslayable de las simpatías de los soberanistas actuales con los movimientos neonazis y neofascistas europeos.
Después de 1945, los soberanistas destinaron sus mayores esfuerzos a combatir el orden global estructurado en torno al sistema de Naciones Unidas. Hacia fines de la década de 1950 se produce el nacimiento de la John Birch Society (JBS), organización fundada por Robert Welch Jr., que jugó un papel determinante en materia anti-internacionalista, con una abierta oposición a la participación estadounidense en la Corte Internacional de Justicia, la OTAN y el GATT (antecesor de la OMC). Según Mittelstadt, la perspectiva soberanista de la JBS consideraba que “los pactos y organismos de la ONU socavaban la autoridad civilizadora de las naciones blancas y cristianas al ofrecer la afiliación e influencia a comunistas, asiáticos y africanos”.
Las similitudes con el soberanismo actual no se reducen a los ejemplos mencionados. Durante la década de 1960, los soberanistas fueron los abanderados de la lucha contra la Ley de Inmigración y Nacionalidad de 1965; en la de 1970 encabezaron la oposición a los Tratados Torrijos-Carter, que garantizaron que Panamá recuperara el control del canal homónimo después de 1999; en la de 1980 apoyaron al régimen del apartheid sudafricano frente a las sanciones de la ONU —algo que seguramente debió haber despertado la admiración de Elon Musk, hijo y nieto de simpatizantes del gobierno afrikaner—; y en la de 1990 fueron una voz solitaria en contra de los acuerdos comerciales multilaterales del nuevo consenso neoliberal, y se opusieron tenazmente al liderazgo global estadounidense en la imposición de la paz (por ejemplo, en Somalia y en los Balcanes).
En esta “resistencia” soberanista de casi un siglo de trayectoria anida otra de las bases de sustentación del trumpismo y su cruzada anti-globalizadora.
Reflexión final: más allá del imperio
Lejos del recurso habitual al término “imperialismo” para referir al papel internacional de los Estados Unidos entre los siglos XIX y XXI, el segundo gobierno de Trump demandará un mayor esfuerzo de los analistas en su ejercicio de categorización. Esto no significa que la administración trumpista descarte el intervencionismo militar —real o potencial— o que pueda apelar en algún momento al imperialismo comercial. Sin embargo, para entender algunos de sus rasgos salientes, conviene evitar la tentación automática de la caracterización imperial. Detenerse en aspectos identitarios como el etnocentrismo o hurgar en la trayectoria de las ideas asociadas al jacksonianismo y al soberanismo puede ofrecer mejores resultados a la hora de comprender lo que cabe esperar de los Estados Unidos en la nueva era Trump.
Notas:
[1] La derecha alternativa (alt-right) es un conjunto heterogéneo de movimientos de extrema derecha y supremacistas blancos originado en los Estados Unidos en 2010.
[2] Esta aproximación global contrasta con el intervencionismo imperial desplegado por los gobiernos de Wilson (1913-1921) en América Latina y el Caribe. En efecto, bombardeos, ocupaciones e intervenciones de los marines tuvieron lugar durante sus presidencias en México (1914), Haití (1915), República Dominicana (1916) y Panamá (1918).
Luciano Anzelini es doctor en Ciencias Sociales (UBA) y profesor de Relaciones Internacionales (UBA-UNSAM-UNQ-UTDT).
Fuente: https://www.elcohetealaluna.com/etnocentrista-jacksoniano-y-soberanista/
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mauriciomeschoulam · 13 days ago
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La hipótesis de un gran conflicto armado: recuperando una visión del 2021 en Francia
Publicado originalmente en El Uiversal en este link https://www.eluniversal.com.mx/opinion/mauricio-meschoulam/
Hace un año, la revista Foreign Policy publicó un texto que tenía por título: “Escandinavia se está preparando para una guerra”, una guerra mayor con Rusia para ponerlo de forma clara. De manera similar y antes de la invasión rusa a Ucrania de gran escala, The Economist reportaba en 2021 que las fuerzas armadas francesas se estaban preparando para una guerra de alta intensidad. Es decir, el liderazgo militar francés ya desde un año antes de dicha intervención rusa, preveía que en los siguientes años se viviría un conflicto internacional de escala mayor con una “cantidad de muertes que no hemos visto desde la Segunda Guerra Mundial”, y estaba modificando sus estrategias para enfrentar esa posibilidad. Cuatro años después, en estos precisos momentos y frente a todo lo que está sucediendo con Trump, justamente Francia es quien está siendo contemplada para liderar la defensa europea, lo que incluye un paraguas de protección nuclear que, hasta ahora, Washington proveía.
Lo interesante es que, en teoría, hasta hace pocos años, estábamos viviendo los tiempos más pacíficos de la historia. Las gráficas y los datos estadísticos, como los publicados por Steven Pinker de Harvard, en su libro del 2011: Los mejores ángeles de nuestra naturaleza. ¿Por qué ha disminuido la violencia?, o más recientemente, en 2015 por Max Roser, un economista de Oxford, demostraban que, tras 600 años de conflictos armados de distinta naturaleza, después de los años 80 y muy notablemente después del 2000, las caídas en las cifras de estos conflictos y en las muertes a causa de ellos, eran brutales. Pinker incluso argumentaba que la disminución en la conflictividad se debía al ascenso de la democracia, el capitalismo, la civilización industrial e instituciones internacionales como la ONU.
En el fondo, hay un problema conceptual: el artículo en que se publicó la gráfica de Roser se titula: “600 años de guerra y paz”, asumiendo que cuando no hay conflictos o muertes por conflictos armados, entonces se puede hablar de años de paz. Ese es uno de los mayores malentendidos existentes puesto que la paz no es únicamente la ausencia de guerra o violencia, sino muchas otras cosas. Entre otros temas, el miedo a la violencia no solo nos produce una “sensación” o “percepción” de falta de paz, sino que el miedo a la violencia es en sí mismo parte constitutiva de la falta de paz. La investigación ha demostrado que el miedo nos hace reaccionar de maneras peculiares. Cambiamos nuestras conductas. Sospechamos del vecino. Buscamos de dónde agarrarnos para proteger nuestra seguridad vulnerada. Cambiamos nuestras leyes. Apoyamos iniciativas o políticas de mano dura. Nos volvemos más intolerantes. Odiamos más y cometemos más crímenes por ello. Y sí, también nos preparamos para la guerra.
Cuando las potencias deciden entrenarse, armarse y alistarse para un conflicto armado mayor, no estamos en condiciones de paz. La paz armada no es una paz de raíz, sino una potencial antesala para la guerra, que depende no solo de las muy débiles voluntades humanas, sino de circunstancias que frecuentemente escapan a ellas. Cuando hacemos que la “paz” se sostenga en proyectar fuerza y poder, en realidad estamos descansando sobre la base de lograr que los rivales nos tengan miedo. Y nuevamente, cuando nuestras relaciones se basan en el miedo, no estamos en paz. Esto último, repito, no es una opinión, sino una afirmación basada en amplia investigación efectuada a lo largo de décadas.
En concreto, el texto de Foreign Policy que señalo analiza el cambio de postura de la región escandinava hacia la preparación militar en medio de tensiones crecientes tras la invasión a gran escala de Rusia en Ucrania. Suecia y Finlandia, tradicionalmente neutrales, han formalmente reconsiderado sus posiciones recientemente uniéndose a la OTAN. Este cambio refleja una tendencia más amplia en la región hacia la militarización y la alineación con las potencias occidentales. Las acciones de Rusia en Ucrania han destruido la noción de estabilidad en el Ártico, lo que ha llevado a un aumento en la acumulación militar y preocupaciones sobre un posible conflicto en la región. Aunque los análisis más expertos consideran que una guerra total en el norte es poco probable, las tensiones están en su punto más elevado desde tiempos de la Guerra Fría, con tácticas de guerra híbrida siendo implementadas ya en el presente, y, sobre todo, con el potencial de cálculos erróneos que plantean riesgos significativos. La importancia estratégica del Ártico, particularmente en términos de las capacidades militares de Rusia, subraya la necesidad de una vigilancia continua y esfuerzos diplomáticos para evitar la escalada.
Esto cobra aún más relevancia cuando alguien como Trump emite amenazas que cuestionan el rol de la superpotencia ante la OTAN.
Ahora bien, si miramos el plano mayor, es notable la evolución del conflicto armado como era visualizado, ya desde 2021 o incluso antes, por las fuerzas armadas francesas. Se trataba, indicaba The Economist, de una transformación generacional. Hace 35 años, el ejército francés se dedicaba mayormente a labores de “mantenimiento de paz”. Durante la década del 2010 al 2020, las mismas fuerzas armadas estuvieron entrenándose principalmente para combate de contrainsurgencia, lo que pusieron en práctica en regiones como el Sahel en África. Pero en su visión estratégica para la siguiente década, la dirección militar en Francia estaba decidiendo prepararse para conflictos entre estados, guerras de mayor escala que no solo contemplaban posibles enfrentamientos con Rusia, sino con otros países como Turquía. Este escenario ya tenía incluso su propio acrónimo: HEM (Hypothèse d'engagement majeur—Hipótesis de enfrentamiento mayor).
La visión francesa en realidad exhibe la propia evolución del conflicto armado en los últimos años. Después de la Guerra Fría, a pesar de una cantidad de conflictos locales que persistieron, en lo general, el planeta aparentaba encaminarse hacia un mayor estado de paz. Unos años después, sin embargo, hubo un crecimiento en el número y las capacidades de distintos actores no-estatales de carácter violento (tales como organizaciones terroristas o criminales), los cuales han formado parte de varios de los conflictos armados que aún experimentamos en nuestros días. Piense en los ataques terroristas del 2001 y las intervenciones militares que le sucedieron, en las guerras en Siria, Libia o Yemen, o en el caso de un país como México, un caso muy diferente, pero igualmente violento.
Sin que esas circunstancias se hayan esfumado, ahora estamos viviendo nuevamente el escalamiento de la rivalidad y confrontación entre las superpotencias, salvo que, para enfrentar esta rivalidad multipolar, hoy las potencias cuentan con capacidades tecnológicas sin precedentes. Esto se manifiesta desde rubros como la ciberguerra o la guerra informativa, hasta muchos otros como las guerras comerciales y tecnológicas, las sanciones, la competencia y conflicto por espacios geográficos y esferas de influencia, o la carrera armamentista que se encuentra otra vez, completamente desatada. La guerra en Ucrania es, lamentablemente, uno de los resultados de esa serie de factores pues a pesar de que es alimentada por factores locales y regionales, es imposible de entenderse sin valorar la rivalidad global que viene creciendo y que, ya desde el 2021, podía revisarse en los planteamientos de Francia que estoy ahora recuperando.
Las lecciones pasan por comprender que las verdaderas condiciones de paz no se limitan a la disminución de la guerra o la violencia visible, o una reducción en las muertes o daños materiales por los conflictos que explotan. Cuando explotan, ya estamos tarde. Mucho antes, y sobre todo cuando las potencias anuncian estarse preparando para la guerra, se necesita construir actitudes, instituciones y estructuras que no solo propicien esa paz, sino que la sostengan (IEP, 2024). Tomar conciencia de ello es fundamental si queremos un planeta distinto.
Instagram: @mauriciomesch
Twitter: @maurimm
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profesorjeanpier · 3 years ago
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La Ciencia de las Relaciones Internacionales
Todo el mundo opina de todo. La sobredosis de Información disponible gracias al internet y, dentro de ellas, las redes sociales y la cada vez mayor interacción internacional, a generado una mayor cantidad de opiniones y opinadores en ese aspecto, llegando a incluso ser común escuchar recomendaciones de Política Exterior por parte de, básicamente, cualquier persona. Y aunque todos tenemos derecho a la libertad de expresión y todos vivimos las consecuencias de  las relaciones entre estados, no cualquier consejo en ese aspecto debe ser tomado en serio, de la misma manera que no puedes escuchar un consejo medico de alguien sencillamente porque “también tiene un cuerpo”. 
Al igual de la historia, la medicina, la biología y la medicina, que sufren de problemas similares, Las Teoría de las Relaciones Internacionales, es una disciplina científica, que como tal exige determinada rigurosidad y está atada a ciertas normas y para ello debo también hablar de lo que no es: Los Estudios Internacionales o Teoría de las Relaciones Internacionales, no se encargan de documentar y difundir los eventos relacionados con el accionar estatal, lo cual es tarea de los periodista especializados en la fuente internacional, tampoco se encarga de escudriñar los antecedentes de un evento con el fin de elaborar una cronología de un hecho y posteriormente documentarla, lo cual es tarea de los historiadores, ni tampoco es la de analizar el conjunto de principios que se establecen en los acuerdos internacionales, lo cual es el área del Derecho Internacional, ni tampoco la capacidad de poder recitar todos los ríos y las capitales de  todos los estados del mundo, aunque si de tener conocimiento de todos estos aspectos, no es su tarea especifica tener todas esas cualidades. De la misma manera que un medico debe conocer los efectos de un fármaco en el cuerpo humano para poder usarlo en un tratamiento, la elaboración y desarrollo del medicamento corresponde al farmaceuta, que el profesional preparado para esta tarea.
En ese caso ¿Qué hace un internacionalista? El internacionalista o científico de las relaciones internacionales, tiene la capacidad de comprender el funcionamiento del sistema internacional y sobre la base de esta comprensión desarrollar  herramientas para buscar influir en este sistema para obtener  las mayores ventajas posibles.
Como en toda ciencia, el objetivo de la Teoría de las Relaciones Internacionales es el de elaborar leyes que expliquen el fenómeno, permitiendo prever eventos y tomar medias que nos dirijan a las consecuencias deseadas.
Uno de los principios fundamentales de la Teoría, expresa que los estados utilizarán la mayor de sus capacidades para el logro de sus objetivos nacionales, siendo el primer objetivo su propia existencia. De esta manera, Nos permitirá generar escenarios para adelantarnos a las acciones de un tercer estado (o del propio nuestro) ante un determinado evento, entiendo que la respuesta será proporcional a la amenaza de existencia percibida. Pudiendo, es este caso tomar acciones que modifiquen estas percepciones impulsando a que las otras partes actúen de la manera que me interese. No obstante, este conjunto de preceptos, van a  ocurrir sobre una base material. Un estado, según los recursos disponibles puede optar buscar una mayor influencia en el sistema con los recursos disponibles (posición comercial, disponibilidad de materias primas, capacidad de de coerción, etc) o puede optarse por minimizar la influencia externa en la toma de decisiones (Utilizar la posición comercial para evitar el ingreso a tu mercado, aumentando tu arsenal militar o desarrollando nuevas armas)
Uno de los casos más recientes (estoy escribiendo en julio de 2022) de irrespeto por parte de los actores estatales hacia los científicos de las relaciones internacionales, es la ocupación militar rusa a Ucrania. ABSOLUTAMENTE todos los autores Renombrados en Teoría de las Relaciones que han tenido una influencia tanto en la academia y en el Gobierno de Estados Unidos, recomendaron a los Estados Unidos, realizar todas las acciones posibles para prevenir una guerra entre Ucrania y Rusia y, óigase bien: este conjunto de recomendaciones estaba dirigido a los tomadores de decisión de Estados Unidos, ya que el estallido de un conflicto iba a hacer más difícil la situación para los miembros Europeos de la OTAN y arrastria a Rusia  como un socio estratégico de China, es el verdadero competidor de los Estados Unidos.
Tales recomendaciones fueron ampliamente ignoradas, teniendo como resultado perdida del territorio ucraniano, miles de muertos y heridos y crisis económica, que se hubiera podido realizar con un compromiso entre ambas partes, garantizados ante terceros y que permitiera satisfacer a Ambas partes, pero la respuesta fue enviar más armas, negar el acceso a Rusia al sistema financiero internacional, creando una crisis energética inimaginable hace poco tiempo, sin lograr ni si quiera cambiar la intención de Rusia de actuar de otra manera.
El comportamiento de los  Estados Unidos y la Otan, dió elementos al Presidente Ucraniano para pensar que podía incumplir los acuerdos de Minsk pactados con Rusia y conseguir un apoyo en caso de un conflicto, lo que terminó realizándose menos que a medias, teniendo como consecuencia una importante perdida del territorio Ucraniano,  desplazamientos forzados y perdida de vidas. En otras palabras, las acciones ucranianas, no fueron diseñadas racionalmente para proteger la existencia del estado ucraniano, sino para hacerse más vulnerables a la agresión aumentando las estímulos rusos para iniciar el ataque, lo que al final ocurrió.
Y es que la propia teoría de la relaciones internacionales, que pone una parte los estados tiene la obligación de armarse para la defensa de su soberanía, la conclusión lógica y racional, consiste en evitar el conflicto bélico a toda costa. Salvo que  puedas ganarla de manera indiscutida, o que los beneficios de iniciarla sean mayores que los costos de pelearlas, lo que presumimos que fue el calculo hecho por Rusia antes de iniciar la que ellos denominan “operación Especial” cuyos resultados aun están por verse.
Pero la ciencia no sólo debe analizar, sino también prever los escenarios: La política de aislamiento planteada por Europa a Rusia  a impulsado a éste país a fortalecer sus relaciones con China, quien representa una amenaza verdadera para Estados Unidos en cuanto a influencia global, por lo no podemos destacar acciones por parte de Estados Unidos para involucrar a China en otro conflicto bélico que comprometa la economía del gigante asiático y, como consecuencia, su capacidad de influencia. 
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