#Poesía española del siglo XVIII
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José Joaquín Benegasi y Luján (1707-1770), un escritor jocoserio
José Joaquín Benegasi y Luján (1707-1770), un escritor jocoserio
No es mucho lo que se sabe de la vida de José Joaquín Benegasi y Luján, hijo del también escritor Francisco Benegasi y Luján, autor especialmente dado a lo jocoserio. Algunos detalles autobiográficos se desprenden de comentarios personales incluidos en sus propias obras. A modo de resumen, consignaré los datos biográficos que, junto con la semblanza de su carácter, ofrece José Herrera…
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#Descripción festiva de la suntuosa carrera#El fiambre de cuantos papeles han salido con motivo de las Reales Fiestas#Francisco Benegasi y Luján#Joaquín de Paz#Joaquín Maldonado#José Joaquín Benegasi y Luján#Juan Antonio Azpitarte#Juan del Rosal#Literatura de entresiglos#Literatura jocoseria#Metros diferentes#Motes diferentes en varios metros#Obras métricas#Papel nuevo. Benegasi contra Benegasi#Poesía española del siglo XVIII#Poesía jocoseria#Poesías líricas#Teatro español del siglo XVIII#Vida del glorioso San Dámaso#Vida del portentoso negro San Benito de Palermo
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La influencia de la literatura en la conquista de américa
NOMBRES:ISABELLA TOBAR, ZOE ENRÍQUEZ, FELIPE VILLAGÓMEZ,ERICK CUEVA, FRANCESCA ESPINOZA, JUAN ESTEBAN CADENA
CURSO: NOVENO “A”
PROFESOR: DAVID PALACIOS
Imperio Español:
España es rica en escritores, poetas y dramaturgos con talento... haznos caso, la lista es larga. Uno de esos maestros de la literatura es Miguel de Cervantes, creador del legendario Don Quijote, que ha sido usado en todos los aspectos de la cultura española. Lope de Vega es otro ejemplo de un maestro del Barroco.
La poesía es una fuerza poderosa en España, con muchos ejemplos que justifican esta afirmación. Qué mejor ejemplo que la Generación del 27, en la que se incluye la exquisita obra de Federico García Lorca, que había sido compañero de residencia universitaria de los genios surrealistas Salvador Dalí y Luis Buñuel. Si la Generación del 27 no te convence, ¿Qué tal la Generación del 98? Ya seas un apasionado especialista de la palabra escrita o un visitante de paso, seguro que hay algo que encienda tu creatividad en esta sección de Literatura Española.
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Imperio Inglés:
Existe una generalizada identificación entre el idioma inglés y su cuna, Inglaterra, con una posterior ampliación a los Estados Unidos. Sin embargo, es necesario comprender que la realidad geográfica de la lengua es mucho más compleja y necesita múltiples matizaciones. En primer lugar, conviene aclarar que el término Inglaterra es usado comúnmente para referirse a Gran Bretaña, entidad política que en el momento actual comprende cuatro regiones diferenciadas: Escocia, Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte. Adicionalmente, habría que mencionar entidades políticas singulares como la Isla de Man o las Islas del Canal (Jersey, Guernesey), vinculadas con la corona aunque no con el gobierno británico. Entre las colonias actuales del país habría que señalar las Islas Vírgenes, Caimán y Bermudas, en Norteamérica y el Caribe; las Malvinas en América del Sur; Gibraltar en Europa; y pequeños archipiélagos en el Índico y el Pacífico.
La gran expansión imperial de Gran Bretaña ha llevado la lengua y la cultura inglesas a todos los continentes. Entre las primeras colonias habría que señalar las establecidas en el este de los Estados Unidos. Después de más de un siglo de dominación, este país reclamó la independencia, que obtuvo después de un breve enfrentamiento militar a finales del siglo XVIII. Hoy en día, los Estados Unidos son el principal baluarte de la civilización de habla inglesa y han contribuido decisivamente a consolidar su status como idioma internacional. Otros países de habla inglesa son Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Nigeria, Uganda, Kenia (África); India, Singapur, Sri Lanka (Asia); Jamaica, Trinidad, Guyana, Sta. Lucía (Caribe); Malta (Europa).
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Imperio Portugués:
Los flujos textuales entre la cultura española y la cultura portuguesa se plasman en los siglos XVI y XVII a través de diversas fórmulas, como la circulación del texto original, la creación alófona en el idioma vecino, la autotraducción y la traducción alógrafa en sí. El propósito de la presente contribución es trazar un cuadro general referente a la utilización de las fórmulas mencionadas en los intercambios de ambas culturas. Para ello se tiene en cuenta especialmente la existencia de una relación de asimetría entre el español y el portugués en esta fase histórica.
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América y el sistema mundial:
Si bien esta interpretación ha sido ampliamente discutida, nos interesa destacar aquí que Fernández Retamar comprendió bien que la teoría literaria debe examinarse a partir de principios culturales propios. En el caso del intelectual cubano, su preocupación fue destacar la particularidad del fenómeno literario subcontinental para tratar de contrarrestar, en la esfera sociocultural, la hegemonía política y el dominio económico que el imperialismo y el colonialismo euroccidental ejercían y siguen ejerciendo sobre nuestra América. Es la suya una propuesta de descolonizar la forma en que entendemos la literatura y los métodos que empleamos para estudiarla, pero también un emplazamiento, que mantiene su vigencia, para reconsiderar políticamente nuestro quehacer intelectual en momentos en que la producción de conocimientos intenta ser direccionada por parámetros y estándares de investigación estadounidenses y europeos de corte capitalista en su corriente neoliberal, que fortalecen la dependencia mental latinoamericana y obstruyen el desarrollo de nuestra más amplia creatividad intelectual. Esta tensión entre literatura y política que con claridad percibió siempre Roberto Fernández Retamar en sus múltiples trabajos, ha sido asimismo una constante en la literatura latinoamericana desde la emancipación de nuestros países de las metrópolis imperiales. Bajo este marco, en esta breve presentación nos proponemos repensar lo literario y su impacto en lo político para problematizar algunos hitos y figuras que han marcado la cultura y la política latinoamericanas.
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Esta Noche- en Español. Ok Si, en BB's poesia, Spanglish. 😘 From the Feibu page de @tallahasseehispanictheater - “Hispanic Night at the Cottage” es un evento para festejar voces hispanas femeninas que han plasmado lo complejo y extraordinario de ser mujer. El Jubilee Cottage se llenará de poesía con la lectura de obras de poetas latinoamericanas, entre ellas la chilena Alicia Galaz Vivar, la hondureña Clementina Suárez y la mexicana Rosario Castellanos. THT también tendrá el honor de presentar a dos poetas locales: Terri Carrión y Samiri Hernández. Luego de la música en vivo y la poesía tendremos la presentación del monólogo Mary para Mary, donde la gran dramaturga española Paloma Pedrero, nos presenta a otra autora, Mary Wollstonecraft, que con gran lucidez habló sobre la condición femenina en el siglo XVIII. Acompáñanos a celebrar en una noche de poesía, música y teatro hispano en los hermosos espacios de Goodwood Museum and Gardens. El 7 y 9 de noviembre todo el evento será presentado en inglés y el domingo 10 de noviembre en español. Para más información visiten nuestra página web www.tallahasseehispanictheater.org (at Goodwood Museum & Gardens) https://www.instagram.com/p/B4sbC0oBNay/?igshid=7edsszlezdo2
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Sensini - Roberto Bolaño
La forma en que se desarrolló mi amistad con Sensini sin duda se sale de lo corriente. En aquella época yo tenía veintitantos años y era más pobre que una rata. Vivía en las afueras de Girona, en una casa en ruinas que me habían dejado mi hermana y mi cuñado tras marcharse a México y acababa de perder un trabajo de vigilante nocturno en un cámping de Barcelona, el cual había acentuado mi disposición a no dormir durante las noches. Casi no tenía amigos y lo único que hacía era escribir y dar largos paseos que comenzaban a las siete de la tarde, tras despertar, momento en el cual mi cuerpo experimentaba algo semejante al jet-lag, una sensación de estar y no estar, de distancia con respecto a lo que me rodeaba, de indefinida fragilidad. Vivía con lo que había ahorrado durante el verano y aunque apenas gastaba mis ahorros iban menguando al paso del otoño. Tal vez eso fue lo que me impulsó a participar en el Concurso Nacional de Literatura de Alcoy, abierto a escritores de lengua castellana, cualquiera que fuera su nacionalidad y lugar de residencia. El premio estaba divido en tres modalidades: poesía, cuento y ensayo. Primero pensé en presentarme en poesía, pero enviar a luchar con los leones (o con las hienas) aquello que era lo que mejor hacía me pareció indecoroso. Después pensé en presentarme en ensayo, pero cuando me enviaron las bases descubrí que éste debía versar sobre Alcoy, sus alrededores, su historia, sus hombres ilustres, su proyección en el futuro y eso me excedía. Decidí, pues, presentarme en cuento y envié por triplicado el mejor que tenía (no tenía muchos) y me senté a esperar. Cuando el premio se falló trabajaba de vendedor ambulante en una feria de artesanía en donde absolutamente nadie vendía artesanías. Obtuve el tercer accésit y diez mil pesetas que el Ayuntamiento de Alcoy me pagó religiosamente. Poco después me llegó el libro, en el que no escaseaban las erratas, con el ganador y los seis finalistas. Por supuesto, mi cuento era mejor que el que se había llevado el premio gordo, lo que me llevó a maldecir al jurado y a decirme que, en fin, eso siempre pasa. Pero lo que realmente me sorprendió fue encontrar en el mismo libro a Luis Antonio Sensini, el escritor argentino, segundo accésit, con un cuento en donde el narrador se iba al campo y allí se le moría su hijo o con un cuento en donde el narrador se iba al campo porque en la ciudad se le había muerto su hijo, no quedaba nada claro, lo cierto es que en el campo, un campo plano y más bien yermo, el hijo del narrador se seguía muriendo, en fin, el cuento era claustrofóbico, muy al estilo de Sensini, de los grandes espacios geográficos de Sensini que de pronto se achicaban hasta tener el tamaño de un ataúd, y superior al ganador y al primer accésit y también superior al tercer accésit y al cuarto, quinto y sexto. No sé qué fue lo que me impulsó a pedirle al Ayuntamiento de Alcoy la dirección de Sensini. Yo había leído una novela suya y algunos de sus cuentos en revistas latinoamericanas. La novela era de las que hacen lectores. Se llamaba Ugarte y trataba sobre algunos momentos de la vida de Juan de Ugarte, burócrata en el Virreinato del Río de la Plata a finales del siglo XVIII. Algunos críticos, sobre todo españoles, la habían despachado diciendo que se trataba de una especie de Kafka colonial, pero poco a poco la novela fue haciendo sus propios lectores y para cuando me encontré a Sensini en el libro de cuentos de Alcoy, Ugarte tenía repartidos en varios rincones de América y España unos pocos y fervorosos lectores, casi todos amigos o enemigos gratuitos entre sí. Sensini, por descontado, tenía otros libros, publicados en Argentina o en editoriales españolas desaparecidas, y pertenecía a esa generación intermedia de escritores nacidos en los años veinte, después de Cortázar, Bioy, Sabato, Mujica Lainez, y cuyo exponente más conocido (al menos por entonces, al menos para mí) era Haroldo Conti, desaparecido en uno de los campos especiales de la dictadura de Videla y sus secuaces. De esta generación (aunque tal vez la palabra generación sea excesiva) quedaba poco, pero no por falta de brillantez o talento; seguidores de Roberto Arlt, periodistas y profesores y traductores, de alguna manera anunciaron lo que vendría a continuación, y lo anunciaron a su manera triste y escéptica que al final se los fue tragando a todos. A mí me gustaban. En una época lejana de mi vida había leído las obras de teatro de Abelardo Castillo, los cuentos de Rodolfo Walsh (como Conti asesinado por la dictadura), los cuentos de Daniel Moyano, lecturas parciales y fragmentadas que ofrecían las revistas argentinas o mexicanas o cubanas, libros encontrados en las librerías de viejo del D.F., antologías piratas de la literatura bonaerense, probablemente la mejor en lengua española de este siglo, literatura de la que ellos formaban parte y que no era ciertamente la de Borges o Cortázar y a la que no tardarían en dejar atrás Manuel Puig y Osvaldo Soriano, pero que ofrecía al lector textos compactos, inteligentes, que propiciaban la complicidad y la alegría. Mi favorito, de más está decirlo, era Sensini, y el hecho de alguna manera sangrante y de alguna manera halagador de encontrármelo en un concurso literario de provincias me impulsó a intentar establecer contacto con él, saludarlo, decirle cuánto lo quería. Así pues, el Ayuntamiento de Alcoy no tardó en enviarme su dirección, vivía en Madrid, y una noche, después de cenar o comer o merendar, le escribí una larga carta en donde hablaba de ligarte, de los otros cuentos suyos que había leído en revistas, de mí, de mi casa en las afueras de Girona, del concurso literario (me reía del ganador), de la situación política chilena y argentina (todavía estaban bien establecidas ambas dictaduras), de los cuentos de Walsh (que era el otro a quien más quería junto con Sensini), de la vida en España y de la vida en general. Contra lo que esperaba, recibí una carta suya apenas una semana después. Comenzaba dándome las gracias por la mía, decía que en efecto el Ayuntamiento de Alcoy también le había enviado a él el libro con los cuentos galardonados pero que, al contrario que yo, él no había encontrado tiempo (aunque después, cuando volvía de forma sesgada sobre el mismo tema, decía que no había encontrado ánimo suficiente) para repasar el relato ganador y los accésits, aunque en estos días se había leído el mío y lo había encontrado de calidad, «un cuento de primer orden», decía, conservo la carta, y al mismo tiempo me instaba a perseverar, pero no, como al principio entendí, a perseverar en la escritura sino a perseverar en los concursos, algo que él, me aseguraba, también haría. Acto seguido pasaba a preguntarme por los certámenes literarios que se «avizoraban en el horizonte», encomiándome que apenas supiera de uno se lo hiciera saber en el acto. En contrapartida me adjuntaba las señas de dos concursos de relatos, uno en Plasencia y el otro en Écija, de 25.000 y 30.000 pesetas respectivamente, cuyas bases según pude comprobar más tarde extraía de periódicos y revistas madrileñas cuya sola existencia era un crimen o un milagro, depende. Ambos concursos aún estaban a mi alcance y Sensini terminaba su carta de manera más bien entusiasta, como si ambos estuviéramos en la línea de salida de una carrera interminable, amén de dura y sin sentido. «Valor y a trabajar», decía. Recuerdo que pensé: qué extraña carta, recuerdo que releí algunas capítulos de Ugarte, por esos días aparecieron en la plaza de los cines de Girona los vendedores ambulantes de libros, gente que montaba sus tenderetes alrededor de la plaza y que ofrecía mayormente stocks invendibles, los saldos de las editoriales que no hacía mucho habían quebrado, libros de la Segunda Guerra Mundial, novelas de amor y de vaqueros, colecciones de postales. En uno de los tenderetes encontré un libro de cuentos de Sensini y lo compré. Estaba como nuevo —de hecho era un libro nuevo, de aquellos que las editoriales venden rebajados a los únicos que mueven este material, los ambulantes, cuando ya ninguna librería, ningún distribuidor quiere meter las manos en ese fuego— y aquella semana fue una semana Sensini en todos los sentidos. A veces releía por centésima vez su carta, otras veces hojeaba Ugarte, y cuando quería acción, novedad, leía sus cuentos. Éstos, aunque trataban sobre una gama variada de temas y situaciones, generalmente se desarrollaban en el campo, en la pampa, y eran lo que al menos antiguamente se llamaban historias de hombres a caballo. Es decir historias de gente armada, desafortunada, solitaria o con un peculiar sentido de la sociabilidad. Todo lo que en Ugarte era frialdad, un pulso preciso de neurocirujano, en el libro de cuentos era calidez, paisajes que se alejaban del lector muy lentamente (y que a veces se alejaban con el lector), personajes valientes y a la deriva. En el concurso de Plasencia no alcancé a participar, pero en el de Écija sí. Apenas hube puesto los ejemplares de mi cuento (seudónimo: Aloysius Acker) en el correo, comprendí que si me quedaba esperando el resultado las cosas no podían sino empeorar. Así que decidí buscar otros concursos y de paso cumplir con el pedido de Sensini. Los días siguientes, cuando bajaba a Girona, los dediqué a trajinar periódicos atrasados en busca de información: en algunos ocupaban una columna junto a ecos de sociedad, en otros aparecían entre sucesos y deportes, el más serio de todos los situaba a mitad de camino del informe del tiempo y las notas necrológicas, ninguno, claro, en las páginas culturales. Descubrí, asimismo, una revista de la Generalitat que entre becas, intercambios, avisos de trabajo, cursos de posgrado, insertaba anuncios de concursos literarios, la mayoría de ámbito catalán y en lengua catalana, pero no todos. Pronto tuve tres concursos en ciernes en los que Sensini y yo podíamos participar y le escribí una carta. Como siempre, la respuesta me llegó a vuelta de correo. La carta de Sensini era breve. Contestaba algunas de mis preguntas, la mayoría de ellas relativas a su libro de cuentos recién comprado, y adjuntaba a su vez las fotocopias de las bases de otros tres concursos de cuento, uno de ellos auspiciado por los Ferrocarriles del Estado, premio gordo y diez finalistas a 50.000 pesetas por barba, decía textualmente, el que no se presenta no gana, que por la intención no quede. Le contesté diciéndole que no tenía tantos cuentos como para cubrir los seis concursos en marcha, pero sobre todo intenté tocar otros temas, la carta se me fue de la mano, le hablé de viajes, amores perdidos, Walsh, Conti, Francisco Urondo, le pregunté por Gelman al que sin duda conocía, terminé contándole mi historia por capítulos, siempre que hablo con argentinos termino enzarzándome con el tango y el laberinto, les sucede a muchos chilenos. La respuesta de Sensini fue puntual y extensa, al menos en lo tocante a la producción y los concursos. En un folio escrito a un solo espacio y por ambas caras exponía una suerte de estrategia general con respecto a los premios literarios de provincias. Le hablo por experiencia, decía. La carta comenzaba por santificarlos (nunca supe si en serio o en broma), fuente de ingresos que ayudaban al diario sustento. Al referirse a las entidades patrocinadoras, ayuntamientos y cajas de ahorro, decía «esa buena gente que cree en la literatura», o «esos lectores puros y un poco forzados». No se hacía en cambio ninguna ilusión con respecto a la información de la «buena gente», los lectores que previsiblemente (o no tan previsiblemente) consumirían aquellos libros invisibles. Insistía en que participara en el mayor número posible de premios, aunque sugería que como medida de precaución les cambiara el título a los cuentos si con uno solo, por ejemplo, acudía a tres concursos cuyos fallos coincidían por las mismas fechas. Exponía como ejemplo de esto su relato Al amanecer, relato que yo no conocía, y que él había enviado a varios certámenes literarios casi de manera experimental, como el conejillo de Indias destinado a probar los efectos de una vacuna desconocida. En el primer concurso, el mejor pagado, Al amanecer fue como Al amanecer, en el segundo concurso se presentó como Los gauchos, en el tercer concurso su título era En la otra pampa, y en el último se llamaba Sin remordimientos. Ganó en el segundo y en el último, y con la plata obtenida en ambos premios pudo pagar un mes y medio de alquiler, en Madrid los precios estaban por las nubes. Por supuesto, nadie se enteró de que Los gauchos y Sin remordimientos eran el mismo cuento con el título cambiado, aunque siempre existía el riesgo de coincidir en más de una liza con un mismo jurado, oficio singular que en España ejercían de forma contumaz una pléyade de escritores y poetas menores o autores laureados en anteriores fiestas. El mundo de la literatura es terrible, además de ridículo, decía. Y añadía que ni siquiera el repetido encuentro con un mismo jurado constituía de hecho un peligro, pues éstos generalmente no leían las obras presentadas o las leían por encima o las leían a medias. Y a mayor abundamiento, decía, quién sabe si Los gauchos y Sin remordimientos no sean dos relatos distintos cuya singularidad resida precisamente en el título. Parecidos, incluso muy parecidos, pero distintos. La carta concluía enfatizando que lo ideal sería hacer otra cosa, por ejemplo vivir y escribir en Buenos Aires, sobre el particular pocas dudas tenía, pero que la realidad era la realidad, y uno tenía que ganarse los porotos (no sé si en Argentina llaman porotos a las judías, en Chile sí) y que por ahora la salida era ésa. Es como pasear por la geografía española, decía. Voy a cumplir sesenta años, pero me siento como si tuviera veinticinco, afirmaba al final de la carta o tal vez en la posdata. Al principio me pareció una declaración muy triste, pero cuando la leí por segunda o tercera vez comprendí que era como si me dijera: ¿cuántos años tenés vos, pibe? Mi respuesta, lo recuerdo, fue inmediata. Le dije que tenía veintiocho, tres más que él. Aquella mañana fue como si recuperara si no la felicidad, sí la energía, una energía que se parecía mucho al humor, un humor que se parecía mucho a la memoria. No me dediqué, como me sugería Sensini, a los concursos de cuentos, aunque sí participé en los últimos que entre él y yo habíamos descubierto. No gané en ninguno, Sensini volvió a hacer doblete en Don Benito y en Écija, con un relato que originalmente se titulaba Los sables y que en Écija se llamó Dos espadas y en Don Benito El tajo más profundo. Y ganó un accésit en el premio de los ferrocarriles, lo que le proporcionó no sólo dinero sino también un billete franco para viajar durante un año por la red de la Renfe. Con el tiempo fui sabiendo más cosas de él. Vivía en un piso de Madrid con su mujer y su única hija, de diecisiete años, llamada Miranda. Otro hijo, de su primer matrimonio, andaba perdido por Latinoamérica o eso quería creer. Se llamaba Gregorio, tenía treintaicinco años, era periodista. A veces Sensini me contaba de sus diligencias en organismos humanitarios o vinculados a los departamentos de derechos humanos de la Unión Europea para averiguar el paradero de Gregorio. En esas ocasiones las cartas solían ser pesadas, monótonas, como si mediante la descripción del laberinto burocrático Sensini exorcizara a sus propios fantasmas. Dejé de vivir con Gregorio, me dijo en una ocasión, cuando el pibe tenía cinco años. No añadía nada más, pero yo vi a Gregorio de cinco años y vi a Sensini escribiendo en la redacción de un periódico y todo era irremediable. También me pregunté por el nombre y no sé por qué llegué a la conclusión de que había sido una suerte de homenaje inconsciente a Gregorio Samsa. Esto último, por supuesto, nunca se lo dije. Cuando hablaba de Miranda, por el contrario, Sensini se ponía alegre, Miranda era joven, tenía ganas de comerse el mundo, una curiosidad insaciable, y además, decía, era linda y buena. Se parece a Gregorio, decía, sólo que Miranda es mujer (obviamente) y no tuvo que pasar por lo que pasó mi hijo mayor. Poco a poco las cartas de Sensini se fueron haciendo más largas. Vivía en un barrio desangelado de Madrid, en un piso de dos habitaciones más sala comedor, cocina y baño. Saber que yo disponía de más espacio que él me pareció sorprendente y después injusto. Sensini escribía en el comedor, de noche, «cuando la señora y la nena ya están dormidas», y abusaba del tabaco. Sus ingresos provenían de unos vagos trabajos editoriales (creo que corregía traducciones) y de los cuentos que salían a pelear a provincias. De vez en cuando le llegaba algún cheque por alguno de sus numerosos libros publicados, pero la mayoría de las editoriales se hacían las olvidadizas o habían quebrado. El único que seguía produciendo dinero era ligarte, cuyos derechos tenía una editorial de Barcelona. Vivía, no tardé en comprenderlo, en la pobreza, no una pobreza absoluta sino una de clase media baja, de clase media desafortunada y decente. Su mujer (que ostentaba el curioso nombre de Carmela Zajdman) trabajaba ocasionalmente en labores editoriales y dando clases particulares de inglés, francés y hebreo, aunque en más de una ocasión se había visto abocada a realizar faenas de limpieza. La hija sólo se dedicaba a los estudios y su ingreso en la universidad era inminente. En una de mis cartas le pregunté a Sensini si Miranda también se iba a dedicar a la literatura. En su respuesta decía: no, por Dios, la nena estudiará medicina. Una noche le escribí pidiéndole una foto de su familia. Sólo después de dejar la carta en el correo me di cuenta de que lo que quería era conocer a Miranda. Una semana después me llegó una fotografía tomada seguramente en el Retiro en donde se veía a un viejo y a una mujer de mediana edad junto a una adolescente de pelo liso, delgada y alta, con los pechos muy grandes. El viejo sonreía feliz, la mujer de mediana edad miraba el rostro de su hija, como si le dijera algo, y Miranda contemplaba al fotógrafo con una seriedad que me resultó conmovedora e inquietante. Junto a la foto me envió la fotocopia de otra foto. En ésta aparecía un tipo más o menos de mi edad, de rasgos acentuados, los labios muy delgados, los pómulos pronunciados, la frente amplia, sin duda un tipo alto y fuerte que miraba a la cámara (era una foto de estudio) con seguridad y acaso con algo de impaciencia. Era Gregorio Sensini, antes de desaparecer, a los veintidós años, es decir bastante más joven de lo que yo era entonces, pero con un aire de madurez que lo hacía parecer mayor. Durante mucho tiempo la foto y la fotocopia estuvieron en mi mesa de trabajo. A veces me pasaba mucho rato contemplándolas, otras veces me las llevaba al dormitorio y las miraba hasta caerme dormido. En su carta Sensini me había pedido que yo también les enviara una foto mía. No tenía ninguna reciente y decidí hacerme una en el fotomatón de la estación, en esos años el único fotomatón de toda Girona. Pero las fotos que me hice no me gustaron. Me encontraba feo, flaco, con el pelo mal cortado. Así que cada día iba postergando el envío de mi foto y cada día iba gastando más dinero en el fotomatón. Finalmente cogí una al azar, la metí en un sobre junto con una postal y se la envié. La respuesta tardó en llegar. En el ínterin recuerdo que escribí un poema muy largo, muy malo, lleno de voces y de rostros que parecían distintos pero que sólo eran uno, el rostro de Miranda Sensini, y que cuando yo por fin podía reconocerlo, nombrarlo, decirle Miranda, soy yo, el amigo epistolar de tu padre, ella se daba media vuelta y echaba a correr en busca de su hermano, Gregorio Samsa, en busca de los ojos de Gregorio Samsa que brillaban al fondo de un corredor en tinieblas donde se movían imperceptiblemente los bultos oscuros del terror latinoamericano. La respuesta fue larga y cordial. Decía que Carmela y él me encontraron muy simpático, tal como me imaginaban, un poco flaco, tal vez, pero con buena pinta y que también les había gustado la postal de la catedral de Girona que esperaban ver personalmente dentro de poco, apenas se hallaran más desahogados de algunas contingencias económicas y domésticas. En la carta se daba por entendido que no sólo pasarían a verme sino que se alojarían en mi casa. De paso me ofrecían la suya para cuando yo quisiera ir a Madrid. La casa es pobre, pero tampoco es limpia, decía Sensini imitando a un famoso gaucho de tira cómica que fue muy famoso en el Cono Sur a principios de los setenta. De sus tareas literarias no decía nada. Tampoco hablaba de los concursos. Al principio pensé en mandarle a Miranda mi poema, pero después de muchas dudas y vacilaciones decidí no hacerlo. Me estoy volviendo loco, pensé, si le mando esto a Miranda se acabaron las cartas de Sensini y además con toda la razón del mundo. Así que no se lo mandé. Durante un tiempo me dediqué a rastrearle bases de concursos. En una carta Sensini me decía que temía que la cuerda se le estuviera acabando. Interpreté sus palabras erróneamente, en el sentido de que ya no tenía suficientes certámenes literarios adonde enviar sus relatos. Insistí en que viajaran a Girona. Les dije que Carmela y él tenían mi casa a su disposición, incluso durante unos días me obligué a limpiar, barrer, fregar y sacarle el polvo a las habitaciones en la seguridad (totalmente infundada) de que ellos y Miranda estaban al caer. Argüí que con el billete abierto de la Renfe en realidad sólo tendrían que comprar dos pasajes, uno para Carmela y otro para Miranda, y que Cataluña tenía cosas maravillosas que ofrecer al viajero. Hablé de Barcelona, de Olot, de la Costa Brava, de los días felices que sin duda pasaríamos juntos. En una larga carta de respuesta, en donde me daba las gracias por mi invitación, Sensini me informaba que por ahora no podían moverse de Madrid. La carta, por primera vez, era confusa, aunque a eso de la mitad se ponía a hablar de los premios (creo que se había ganado otro) y me daba ánimos para no desfallecer y seguir participando. En esta parte de la carta hablaba también del oficio de escritor, de la profesión, y yo tuve la impresión de que las palabras que vertía eran en parte para mí y en parte un recordatorio que se hacía a sí mismo. El resto, como ya digo, era confuso. Al terminar de leer tuve la impresión de que alguien de su familia no estaba bien de salud. Dos o tres meses después me llegó la noticia de que probablemente habían encontrado el cadáver de Gregorio en un cementerio clandestino. En su carta Sensini era parco en expresiones de dolor, sólo me decía que tal día, a tal hora, un grupo de forenses, miembros de organizaciones de derechos humanos, una fosa común con más de cincuenta cadáveres de jóvenes, etc. Por primera vez no tuve ganas de escribirle. Me hubiera gustado llamarlo por teléfono, pero creo que nunca tuvo teléfono y si lo tuvo yo ignoraba su número. Mi contestación fue escueta. Le dije que lo sentía, aventuré la posibilidad de que tal vez el cadáver de Gregorio no fuera el cadáver de Gregorio. Luego llegó el verano y me puse a trabajar en un hotel de la costa. En Madrid ese verano fue pródigo en conferencias, cursos, actividades culturales de toda índole, pero en ninguna de ellas participó Sensini y si participó en alguna el periódico que yo leía no lo reseñó. A finales de agosto le envié una tarjeta. Le decía que posiblemente cuando acabara la temporada fuera a hacerle una visita. Nada más. Cuando volví a Girona, a mediados de septiembre, entre la poca correspondencia acumulada bajo la puerta encontré una carta de Sensini con fecha 7 de agosto. Era una carta de despedida. Decía que volvía a la Argentina, que con la democracia ya nadie le iba a hacer nada y que por tanto era ocioso permanecer más tiempo fuera. Además, si quería saber a ciencia cierta el destino final de Gregorio no había más remedio que volver. Carmela, por supuesto, regresa conmigo, anunciaba, pero Miranda se queda. Le escribí de inmediato, a la única dirección que tenía, pero no recibí respuesta. Poco a poco me fui haciendo a la idea de que Sensini había vuelto para siempre a la Argentina y que si no me escribía él desde allí ya podía dar por acabada nuestra relación epistolar. Durante mucho tiempo estuve esperando su carta o eso creo ahora, al recordarlo. La carta de Sensini, por supuesto, no llegó nunca. La vida en Buenos Aires, me consolé, debía de ser rápida, explosiva, sin tiempo para nada, sólo para respirar y parpadear. Volví a escribirle a la dirección que tenía de Madrid, con la esperanza de que le hicieran llegar la carta a Miranda, pero al cabo de un mes el correo me la devolvió por ausencia del destinatario. Así que desistí y dejé que pasaran los días y fui olvidando a Sensini, aunque cuando iba a Barcelona, muy de tanto en tanto, a veces me metía tardes enteras en librerías de viejo y buscaba sus libros, los libros que yo conocía de nombre y que nunca iba a leer. Pero en las librerías sólo encontré viejos ejemplares de Ugarte y de su libro de cuentos publicado en Barcelona y cuya editorial había hecho suspensión de pagos, casi como una señal dirigida a Sensini, dirigida a mí. Uno o dos años después supe que había muerto. No sé en qué periódico leí la noticia. Tal vez no la leí en ninguna parte, tal vez me la contaron, pero no recuerdo haber hablado por aquellas fechas con gente que lo conociera, por lo que probablemente debo de haber leído en alguna parte la noticia de su muerte. Ésta era escueta: el escritor argentino Luis Antonio Sensini, exiliado durante algunos años en España, había muerto en Buenos Aires. Creo que también, al final, mencionaban Ugarte. No sé por qué, la noticia no me impresionó. No sé por qué, el que Sensini volviera a Buenos Aires a morir me pareció lógico. Tiempo después, cuando la foto de Sensini, Carmela y Miranda y la fotocopia de la foto de Gregorio reposaban junto con mis demás recuerdos en una caja de cartón que por algún motivo que prefiero no indagar aún no he quemado, llamaron a la puerta de mi casa. Debían de ser las doce de la noche, pero yo estaba despierto. La llamada, sin embargo, me sobresaltó. Ninguna de las pocas personas que conocía en Girona hubieran ido a mi casa a no ser que ocurriera algo fuera de lo normal. Al abrir me encontré a una mujer de pelo largo debajo de un gran abrigo negro. Era Miranda Sensini, aunque los años transcurridos desde que su padre me envió la foto no habían pasado en vano. Junto a ella estaba un tipo rubio, alto, de pelo largo y nariz ganchuda. Soy Miranda Sensini, me dijo con una sonrisa. Ya lo sé, dije yo y los invité a pasar. Iban de viaje a Italia y luego pensaban cruzar el Adriático rumbo a Grecia. Como no tenían mucho dinero viajaban haciendo autostop. Aquella noche durmieron en mi casa. Les hice algo de cenar. El tipo se llamaba Sebastián Cohen y también había nacido en Argentina, pero desde muy joven vivía en Madrid. Me ayudó a preparar la cena mientras Miranda inspeccionaba la casa. ¿Hace mucho que la conoces?, preguntó. Hasta hace un momento sólo la había visto en foto, le contesté. Después de cenar les preparé una habitación y les dije que se podían ir a la cama cuando quisieran. Yo también pensé en meterme a mi cuarto y dormirme, pero comprendí que aquello iba a resultar difícil, si no imposible, así que cuando supuse que ya estaban dormidos bajé a la primera planta y puse la tele, con el volumen muy bajo, y me puse a pensar en Sensini. Poco después sentí pasos en la escalera. Era Miranda. Ella tampoco podía quedarse dormida. Se sentó a mi lado y me pidió un cigarrillo. Al principio hablamos de su viaje, de Girona (llevaban todo el día en la ciudad, no le pregunté por qué habían llegado tan tarde a mi casa), de las ciudades que pensaban visitar en Italia. Después hablamos de su padre y de su hermano. Según Miranda, Sensini nunca se repuso de la muerte de Gregorio. Volvió para buscarlo, aunque todos sabíamos que estaba muerto. ¿Carmela también?, pregunté. Todos, dijo Miranda, menos él. Le pregunté cómo le había ido en Argentina. Igual que aquí, dijo Miranda, igual que en Madrid, igual que en todas partes. Pero en Argentina lo querían, dije yo. Igual que aquí, dijo Miranda. Saqué una botella de coñac de la cocina y le ofrecí un trago. Estás llorando, dijo Miranda. Cuando la miré ella desvió la mirada. ¿Estabas escribiendo?, dijo. No, miraba la tele. Quiero decir cuando Sebastián y yo llegamos, dijo Miranda, ¿estabas escribiendo? Sí, dije. ¿Relatos? No, poemas. Ah, dijo Miranda. Bebimos largo rato en silencio, contemplando las imágenes en blanco y negro del televisor. Dime una cosa, le dije, ¿por qué le puso tu padre Gregorio a Gregorio? Por Kafka, claro, dijo Miranda. ¿Por Gregorio Samsa? Claro, dijo Miranda. Ya, me lo suponía, dije yo. Después Miranda me contó a grandes trazos los últimos meses de Sensini en Buenos Aires. Se había marchado de Madrid ya enfermo y contra la opinión de varios médicos argentinos que lo trataban gratis y que incluso le habían conseguido un par de internamientos en hospitales de la Seguridad Social. El reencuentro con Buenos Aires fue doloroso y feliz. Desde la primera semana se puso a hacer gestiones para averiguar el paradero de Gregorio. Quiso volver a la universidad, pero entre trámites burocráticos y envidias y rencores de los que no faltan el acceso le fue vedado y se tuvo que conformar con hacer traducciones para un par de editoriales. Carmela, por el contrario, consiguió trabajo como profesora y durante los últimos tiempos vivieron exclusivamente de lo que ella ganaba. Cada semana Sensini le escribía a Miranda. Según ésta, su padre se daba cuenta de que le quedaba poca vida e incluso en ocasiones parecía ansioso de apurar de una vez por todas las últimas reservas y enfrentarse a la muerte. En lo que respecta a Gregorio, ninguna noticia fue concluyente. Según algunos forenses, su cuerpo podía estar entre el montón de huesos exhumados de aquel cementerio clandestino, pero para mayor seguridad debía hacerse una prueba de ADN, pero el gobierno no tenía fondos o no tenía ganas de que se hiciera la prueba y ésta se iba cada día retrasando un Poco más. También se dedicó a buscar a una chica, una probable compañera que Goyo posiblemente tuvo en la clandestinidad, pero la chica tampoco apareció. Luego su salud se agravó y tuvo que ser hospitalizado. Ya ni siquiera escribía, dijo Miranda. Para él era muy importante escribir cada día, en cualquier condición. Sí, le dije, creo que así era. Después le pregunté si en Buenos Aires alcanzó a participar en algún concurso. Miranda me miró y se sonrió. Claro, tú eras el que participaba en los concursos con él, a ti te conoció en un concurso. Pensé que tenía mi dirección por la simple razón de que tenía todas las direcciones de su padre, pero que sólo en ese momento me había reconocido. Yo soy el de los concursos, dije. Miranda se sirvió más coñac y dijo que durante un año su padre había hablado bastante de mí. Noté que me miraba de otra manera. Debí importunarlo bastante, dije. Qué va, dijo ella, de importunarlo nada, le encantaban tus cartas, siempre nos las leía a mi madre y a mí. Espero que fueran divertidas, dije sin demasiada convicción. Eran divertidísimas, dijo Miranda, mi madre incluso hasta os puso un nombre. ¿Un nombre?, ¿a quiénes? A mi padre y a ti, os llamaba los pistoleros o los cazarrecompensas, ya no me acuerdo, algo así, los cazadores de cabelleras. Me imagino por qué, dije, aunque creo que el verdadero cazarrecompensas era tu padre, yo sólo le pasaba uno que otro dato. Sí, él era un profesional, dijo Miranda de pronto seria. ¿Cuántos premios llegó a ganar?, le pregunté. Unos quince, dijo ella con aire ausente. ¿Y tú? Yo por el momento sólo uno, dije. Un accésit en Alcoy, por el que conocí a tu padre. ¿Sabes que Borges le escribió una vez una carta, a Madrid, en donde le ponderaba uno de sus cuentos?, dijo ella mirando su coñac. No, no lo sabía, dije yo. Y Cortázar también escribió sobre él, y también Mujica Lainez. Es que él era un escritor muy bueno, dije yo. Joder, dijo Miranda y se levantó y salió al patio, como si yo hubiera dicho algo que la hubiera ofendido. Dejé pasar unos segundos, cogí la botella de coñac y la seguí. Miranda estaba acodada en la barda mirando las luces de Girona. Tienes una buena vista desde aquí, me dijo. Le llené su vaso, me llené el mío, y nos quedamos durante un rato mirando la ciudad iluminada por la luna. De pronto me di cuenta de que ya estábamos en paz, que por alguna razón misteriosa habíamos llegado juntos a estar en paz y que de ahí en adelante las cosas imperceptiblemente comenzarían a cambiar. Como si el mundo, de verdad, se moviera. Le pregunté qué edad tenía. Veintidós, dijo. Entonces yo debo tener más de treinta, dije, y hasta mi voz sonó extraña.
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Obra Completa – Alfonso De Valdes
Título del Libro: Obra CompletaAutor: Alfonso De ValdesDescripción del Libro: Valdés atribuye, cargando las tintas, a un orden mundano, desleal al Emperador, y a una Iglesia reacia a reformarse, por lo que su clero corrupto es castigado por Dios. Mientras que el segundo diálogo parte de una base imaginaria sobre la comparecencia de una serie de […] http://dlvr.it/QFzxPl (Amor)
#Clasicos Españoles e Hispanoamericanos hasta el siglo XVIII#Libro de Alfonso De Valdes#Libro de Poesia#Narrativa Española e Hispanoamericana del XIX al XXI#Poesía
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Numerable Ceniza (premio De Poesia Consejeria De Cultura, 1999, C Antabria) – Nestor Carmona
[LIBRO de POESIA] Título del Libro: Numerable Ceniza (premio De Poesia Consejeria De Cultura, 1999, C Antabria)Autor: Nestor CarmonaDescripción del Libro: Libro de Nestor Carmona, Numerable Ceniza (premio De Poesia Consejeria De Cultura, 1999, C Antabria)Adquiere este maravilloso libro deNestor Carmona,Numerable Ceniza (premio De Poesia Consejeria De Cultura, 1999, C Antabria)cliqueando aquí. No hay etiquetas para este libro. http://dlvr.it/QCxygw
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El gaucho: Martín Fierro por José Fernandez
gaucho, gaucha
Cómo se pronuncia
nombre masculino
1.Hombre mestizo de sangre española e indígena que, en los siglos XVIII y XIX, habitaba las llanuras rioplatenses de Argentina, Uruguay y Río Grande del Sur (Brasil); era diestro en las tareas rurales y en montar a caballo, y usaba una vestimenta típica; se convirtió en personaje folclórico y sirvió de inspiración a numerosas corrientes literarias, entre ellas la poesía gauchesca."la mayoría de los gauchos participaron en las guerras de independencia"
----fuera de la ley
Texto Argentino con continuación (este se llama la ida y la vuelta). El poema es, en parte, una protesta en contra de la política del presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento de reclutar forzosamente a los gauchos para ir a defender las fronteras internas contra los indígenas.
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Junta esperencia en la vida hasta pa dar y prestar, quien la tiene que pasar entre sufrimiento y llanto; porque nada enseña tanto 125 como el sufrir y el llorar.
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Venía la carne con cuero, la sabrosa carbonada, mazamorra bien pisada los pasteles y el güen vino... 250 pero ha querido el destino, que todo aquello acabara.
Estaba el gaucho en su pago con toda siguridá: pero aura... ¡barbaridá! 255 la cosa anda tan fruncida, que gasta el pobre la vida en juir de la autoridá ----
Ansí empezaron mis males lo mesmo que los de tantos, si gustan... en otros cantos 285 les diré lo que he sufrido- después que uno está... perdido no lo salvan ni los santos.
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Sólo queda al desgraciao lamentar el bien perdido. ----
Y es lo pior de aquel enriedo que si uno anda hinchando el lomo, se le apean como plomo... ¡quién aguanta aquel infierno! 430 Si eso es servir al Gobierno, a mí no me gusta el cómo ----
Y el indio es como tortuga 505 de duro para espichar, si lo llega a destripar ni siquiera se le encoje, luego sus tripas recoje y se agacha a disparar. ----
Si me atribulo, o me encojo, siguro que no me escapo: 590 siempre he sido medio guapo pero en aquella ocación, me hacía buya el corazón como la garganta al zapo. -----
Del sueldo nada les cuento 625 porque andaba disparando nosotros de cuando en cuando solíamos ladrar de pobres- nunca llegaban los cobres que se estaban aguardando. 630 Y andábamos de mugrientos que el mirarnos daba horror; le juro que era un dolor ¡ver esos hombres por Cristo! En mi perra vida he visto 635 una miseria mayor. ---
ya nos tenían medio loco la pobreza y los ratones. ----
¡Ah! hijos de una... la codicia ojalá les ruempa el saco; ni un pedazo de tabaco le dan al pobre soldao, 790 y lo tienen de delgao más lijero que un guanaco. ---
Era un gringo tan bozal, que nada se le entendía- ¡quién sabe de ande sería! Tal vez no juera cristiano; 850 pues lo único que decía es que era pa-po-litano.
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y eso sí, en lo delicaos, 905 parecen hijos de rico.
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Cuando llueve se acoquinan como el perro que oye truenos- ¡Qué diablos! sólo son güenos 915 pa vivir entre maricas- y nunca se andan con chicas para alzar ponchos ajenos. ----
Nunca jui gaucho dormido, siempre pronto, siempre listo- yo soy un hombre, ¡qué Cristo! que nada me ha acobardao, 970 y siempre salí parao en los trances que me he visto-. Dende chiquito gané la vida con mi trabajo, y aunque siempre estuve abajo 975 y no sé lo que es subir- también el mucho sufrir suele cansarnos- ¡barajo!
En medio de mi ignorancia conozco que nada valgo- 980 soy la liebre o soy el galgo a sigún los tiempos andan, pero también los que mandan debieran cuidarnos algo.
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Mas también en este juego, voy a pedir mi bolada- 1100 a naides le debo nada, ni pido cuartel ni doy- y ninguno dende hoy ha de llevarme en la armada. Yo he sido manso primero, 1105 y seré gaucho matrero- en mi triste circustancia aunque es mi mal tan projundo, nací, y me he criao en estancia, pero ya conozco el mundo. 1110 Ya le conozco sus mañas le conozco sus cucañas, sé cómo hacen la partida, la enriendan y la manejan-. Deshaceré la madeja 1115 aunque me cueste la vida. Y aguante el que no se anime a meterse en tanto engorro, o si no aprétese el gorro o para otra tierra emigre- 1120 pero yo ando como el tigre que le roban los cachorros. Aunque muchos cren que el gaucho tiene un alma de reyuno- no se encontrará ninguno 1125 que no lo dueblen las penas- mas no debe aflojar uno mientras hay sangre en las venas. - VII (SEGUIDO)- Aquí me pongo a cantar al compás de la vigüela, que el hombre que lo desvela una pena estraordinaria, como la ave solitaria 5 con el cantar se consuela. Pido a los Santos del Cielo que ayuden mi pensamiento, les pido en este momento que voy a cantar mi historia 10 me refresquen la memoria, y aclaren mi entendimiento. Vengan Santos milagrosos, vengan todos en mi ayuda, que la lengua se me añuda 15 y se me turba la vista; pido a mi Dios que me asista en esta ocasión tan ruda. Yo he visto muchos cantores, con famas bien obtenidas, 20 y que después de alquiridas no las quieren sustentar-: parece que sin largar se cansaron en partidas. Mas ande otro criollo pasa 25 Martín Fierro ha de pasar, nada lo hace recular ni las fantasmas lo espantan; y dende que todos cantan yo también quiero cantar. 30 Cantando me he de morir, cantando me han de enterrar, y cantando he de llegar al pie del Eterno Padre- dende el vientre de mi madre 35 vine a este mundo a cantar. Que no se trabe mi lengua ni me falte la palabra el cantar mi gloria labra y poniéndome a cantar, 40 cantando me han de encontrar aunque la tierra se abra. Me siento en el plan de un bajo a cantar un argumento- como si soplara el viento 45 hago tiritar los pastos- con oros, copas y bastos, juega allí mi pensamiento. Yo no soy cantor letrao, mas si me pongo a cantar 50 no tengo cuándo acabar y me envejezco cantando; las coplas me van brotando como agua de manantial. —4→ Con la guitarra en la mano 55 ni las moscas se me arriman, naides me pone el pie encima, y cuando el pecho se entona, hago gemir a la prima y llorar a la bordona. 60 Yo soy toro en mi rodeo y toraso en rodeo ageno, siempre me tuve por güeno y si me quieren probar, salgan otros a cantar 65 y veremos quién es menos. No me hago al lao de la güeya aunque vengan degollando, con los blandos yo soy blando y soy duro con los duros, 70 y ninguno, en un apuro me ha visto andar titubiando. En el peligro ¡qué Cristos! el corazón se me enancha pues toda la tierra es cancha, 75 y de esto naides se asombre, el que se tiene por hombre ande quiera hace pata ancha. Soy gaucho, y entiendanló como mi lengua lo esplica, 80 para mí la tierra es chica y pudiera ser mayor, ni la víbora me pica ni quema mi frente el Sol. Nací como nace el peje 85 en el fondo de la mar, naides me puede quitar aquello que Dios me dio lo que al mundo truje yo del mundo lo he de llevar. 90 Mi gloria es vivir tan libre como el pájaro del Cielo, no hago nido en este suelo ande hay tanto que sufrir; y naides me ha de seguir 95 cuando yo remonto el vuelo. Yo no tengo en el amor quien me venga con querellas, como esas aves tan bellas que saltan de rama en rama- 100 yo hago en el trébol mi cama, y me cubren las estrellas. Y sepan cuantos me escuchan de mis penas el relato que nunca peleo ni mato 105 sino por necesidá; y que a tanta alversidá sólo me arrojó el mal trato. Y atiendan la relación que hace un gaucho perseguido 110 que fue buen padre y marido empeñoso y diligente, y sin embargo la gente lo tiene por un bandido. - II - Ninguno me hable de penas 115 porque yo penando vivo- y naides se muestre altivo aunque en el estribo esté, que suele quedarse a pie el gaucho más alvertido. 120 Junta esperencia en la vida hasta pa dar y prestar, quien la tiene que pasar entre sufrimiento y llanto; porque nada enseña tanto 125 como el sufrir y el llorar. Viene el hombre ciego al mundo cuartiándolo la esperanza, y a poco andar ya lo alcanzan las desgracias a empujones; 130 ¡Jue pucha! que trae liciones ¡el tiempo con sus mudanzas! Yo he conocido esta tierra en que el paisano vivía. Y su ranchito tenía 135 y sus hijos y mujer... Era una delicia el ver cómo pasaba sus días. Entonces... cuando el lucero brillaba en el cielo santo 140 y los gallos con su canto la madrugada anunciaban, a la cocina rumbiaba el gaucho... que era un encanto. —5→ Y sentao junto al jogón 145 a esperar que venga el día, al cimarrón le prendía hasta ponerse rechoncho, mientras su china dormía tapadita con su poncho. 150 Y apenas el horizonte empezaba a coloriar, los pájaros a cantar, y las gallinas a apiarse, era cosa de largarse 155 cada cual a trabajar. Éste se ata las espuelas se sale el otro cantando, uno busca un pellón blando, éste un lazo, otro un rebenque, 160 y los pingos relinchando los llaman desde el palenque. El que era pión domador enderezaba al corral, ande estaba el animal 165 bufidos que se las pela... Y más malo que su agüela se hacía astillas el bagual. Y allí el gaucho inteligente en cuanto al potro enriendó, 170 los cueros le acomodó y se le sentó en seguida, que el hombre muestra en la vida la astucia que Dios le dio. Y en las playas corcobiando 175 pedazos se hacía el sotreta, mientras él por las paletas le jugaba las lloronas, y al ruido de las caronas salía haciéndose gambetas. 180 ¡Ah! ¡tiempos!... era un orgullo ver ginetiar un paisano- Cuando era gaucho vaquiano aunque el potro se boliase no había uno que no parase 185 con el cabresto en la mano. Y mientras domaban unos, otros al campo salían, y la hacienda recogían, las manadas repuntaban, 190 y ansí sin sentir pasaban entretenidos el día. Y verlos al caer la noche en la cocina riunidos con el juego bien prendido 195 y mil cosas que contar, platicar muy divertidos hasta después de cenar. Y con el buche bien lleno era cosa superior 200 irse en brazos del amor a dormir como la gente, pa empezar al día siguiente las faenas del día anterior. ¡Ricuerdo!... ¡Qué maravilla! 205 cómo andaba la gauchada, siempre alegre y bien montada y dispuesta pa el trabajo... pero hoy al presente... ¡barajo! no se le ve de aporriada. 210 El gaucho más infeliz tenía tropilla de un pelo, no le faltaba un consuelo y andaba la gente lista... tendiendo al campo la vista 215 sólo vía sino hacienda y cielo. Cuando llegaban las yerras, ¡cosa que daba calor! tanto gaucho pialador y tironiador sin yel-. 220 ¡Ah tiempos!... pero sin él se ha visto tanto primor. Aquello no era trabajo, más bien era una junción, y después de un güen tirón 225 en que uno se daba maña, pa darle un trago de caña solía llamarlo el patrón. Pues vivía la mamajuana siempre bajo la carreta, 230 y aquel que no era chancleta en cuanto el goyete vía, sin miedo se le prendía como güérfano a la teta. ¡Y qué jugadas se armaban 235 cuando estábamos riunidos! Siempre íbamos prevenidos pues en tales ocasiones, a ayudarles a los piones caiban muchos comedidos. 240 —6→ Eran los días del apuro y alboroto pa el hembraje, pa preparar los potajes y obsequiar bien a la gente, y ansí, pues, muy grandemente, 245 pasaba siempre el gauchage. Venía la carne con cuero, la sabrosa carbonada, mazamorra bien pisada los pasteles y el güen vino... 250 pero ha querido el destino, que todo aquello acabara. Estaba el gaucho en su pago con toda siguridá: pero aura... ¡barbaridá! 255 la cosa anda tan fruncida, que gasta el pobre la vida en juir de la autoridá. Pues si usté pisa en su rancho y si el alcalde lo sabe 260 lo caza lo mesmo que ave aunque su mujer aborte... ¡No hay tiempo que no se acabe ni tiento que no se corte! Y al punto dese por muerto 265 si el alcalde lo bolea, pues ay nomás se le apea con una felpa de palos-, y después dicen que es malo el gaucho si los pelea. 270 Y el lomo le hinchan a golpes, y le rompen la cabeza, y luego con ligereza ansí lastimao y todo, lo amarran codo con codo 275 y pa el cepo lo enderiezan. Ay comienzan sus desgracias, ay principia el pericón; porque ya no hay salvación, y que usté quiera o no quiera, 280 lo mandan a la frontera o lo echan a un batallón. Ansí empezaron mis males lo mesmo que los de tantos, si gustan... en otros cantos 285 les diré lo que he sufrido- después que uno está... perdido no lo salvan ni los santos. - III - Tuve en mi pago en un tiempo hijos, hacienda y mujer, 290 pero empecé a padecer, me echaron a la frontera, ¡y qué iba a hallar al volver! Tan sólo hallé la tapera. Sosegao vivía en mi rancho 295 como el pájaro en su nido- allí mis hijos queridos iban creciendo a mi lao... Sólo queda al desgraciao lamentar el bien perdido. 300 Mi gala en las pulperías era en habiendo más gente, ponerme medio caliente pues cuando puntiao me encuentro me salen coplas de adentro 305 como agua de la virtiente. Cantando estaba una vez en una gran diversión; y aprovechó la ocasión como quiso el Juez de Paz... 310 se presentó, y ahí no más hizo una arriada en montón. Juyeron los más matreros y lograron escapar- yo no quise disparar- 315 soy manso y no había por qué- muy tranquilo me quedé y ansí me dejé agarrar. Allí un gringo con un órgano y una mona que bailaba, 320 haciéndonos reir estaba cuando le tocó el arreo- ¡tan grande el gringo y tan feo! lo viera cómo lloraba. Hasta un Inglés sangiador 325 que decía en la última guerra, que él era de Inca la perra y que no quería servir, tuvo también que juir y guarecerse en la Sierra. 330 —7→ Ni los mirones salvaron de esa arriada de mi flor- fue acoyarao el cantor con el gringo de la mona- a uno sólo, por favor, 335 logró salvar la patrona. Formaron un contingente con los que del baile arriaron- con otros nos mesturaron que habían agarrao también- 340 Las cosas que aquí se ven ni los diablos las pensaron. A mí el Juez me tomó entre ojos en la última votación- me le había hecho el remolón 345 y no me arrimé ese día, y él dijo que yo servía a los de la esposición. Y ansí sufrí ese castigo tal vez por culpas agenas- 350 que sean malas o sean güenas las listas, siempre me escondo- yo soy un gaucho redondo y esas cosas no me enllenan. Al mandarnos nos hicieron 355 más promesas que a un altar- el Juez nos jue a ploclamar y nos dijo muchas veces: «muchachos a los seis meses »los van a ir a revelar». 360 Yo llevé un moro de número, ¡sobresaliente el matucho! Con él gané en Ayacucho, más plata que agua bendita siempre el gaucho necesita 365 un pingo pa fiarle un pucho. Y cargué sin dar más güeltas con las prendas que tenía, jergas, poncho, cuanto había en casa, tuito lo alcé- 370 a mi china la dejé media desnuda ese día. No me faltaba una guasca, esa ocasión eché el resto; bozal, maniador, cabresto, 375 lazo, bolas y manea... ¡el que hoy tan pobre me vea tal vez no crea todo esto! Ansí en mi moro escarciando enderesé a la frontera; 380 aparcero, si usté viera lo que se llama Cantón... Ni envidia tengo al ratón en aquella ratonera. De los pobres que allí había 385 a ninguno lo largaron; los más viejos rezongaron, pero a uno que se quejó en seguida lo estaquiaron y la cosa se acabó. 390 En la lista de la tarde el Gefe nos cantó el punto diciendo: «quinientos juntos »llevará el que se resierte, »lo haremos pitar del juerte 395 »más bien dese por dijunto». A naides le dieron armas pues toditas las que había el Coronel las tenía, sigún dijo esa ocasión, 400 pa repartirlas el día en que hubiera una invasión. Al principio nos dejaron de haraganes criando sebo, pero después... no me atrevo 405 a decir lo que pasaba- Barajo... si nos trataban como se trata a malevos. Porque todo era jugarle por los lomos con la espada, 410 y aunque usté no hiciera nada lo mesmito que en Palermo, le daban cada cepiada que lo dejaban enfermo. Y ¡qué indios, ni qué servicio! 415 no teníamos ni Cuartel- Nos mandaba el Coronel a trabajar en sus chacras, y dejábamos las vacas que las llevara el infiel. 420 Yo primero sembré trigo y después hice un corral, corté adobe pa un tapial, hice un quincho, corté paja... ¡La pucha que se trabaja 425 sin que le larguen ni un rial! —8→ Y es lo pior de aquel enriedo que si uno anda hinchando el lomo, se le apean como plomo... ¡quién aguanta aquel infierno! 430 Si eso es servir al Gobierno, a mí no me gusta el cómo. Más de un año nos tuvieron en esos trabajos duros-, y los indios, le asiguro, 435 dentraban cuando querían: como no los perseguían siempre andaban sin apuro. A veces decía al volver del campo la descubierta, 440 que estuviéramos alerta que andaba adentro la indiada; porque había una rastrillada, o estaba una yegua muerta. Recién entonces salía 445 la orden de hacer la riunión- y cáibamos al cantón en pelos y hasta enacaos, sin armas, cuatro pelaos que íbamos a hacer jabón. 450 Ay empezaba el afán se entiende de puro vicio, de enseñarle el ejercicio a tanto gaucho recluta, con un estrutor... ¡qué bruta! 455 que nunca sabía su oficio. Daban entonces las armas pa defender los cantones, que eran lanzas y latones con ataduras de tiento... 460 las de juego no las cuento porque no había municiones. Y un sargento chamuscao me contó que las tenían, pero que ellos las vendían 465 para cazar avestruces; y ansí andaban noche y día dele bala a los ñanduces. Y cuando se iban los Indios con lo que habían manotiao, 470 salíamos muy apuraos a perseguirlos de atrás; si no se llevaban más es porque no habían hallao. Allí sí, se ven desgracias 475 y lágrimas y afliciones: naide le pida perdones al Indio, pues donde dentra roba y mata cuanto encuentra y quema las poblaciones. 480 No salvan de su juror ni los pobres anjelitos; viejos, mozos, y chiquitos los matan del mesmo modo- el indio lo arregla todo 485 con la lanza y con los gritos. Tiemblan las carnes al verlo volando al viento la cerda- la rienda en la mano izquierda y la lanza en la derecha- 490 ande enderieza abre brecha pues no hay lanzaso que pierda. Hace trotiadas tremendas dende el fondo del desierto- ansí llega medio muerto 495 de hambre, de sé y de fatiga, pero el indio es una hormiga que día y noche está dispierto. Sabe manejar las bolas como naides las maneja, 500 cuanto el contrario se aleja manda una bola perdida, y si lo alcanza, sin vida es siguro que lo deja. Y el indio es como tortuga 505 de duro para espichar, si lo llega a destripar ni siquiera se le encoje, luego sus tripas recoje y se agacha a disparar. 510 Hacían el robo a su gusto y después se iban de arriba, se llevaban las cautivas y nos contaban que a veces les descarnaban los pieses 515 a las pobrecitas vivas. ¡Ah! ¡si partía el corazón ver tantos males, canejos! los perseguíamos de lejos sin poder ni galopiar; 520 ¡y qué habíamos de alcanzar en unos bichocos viejos! —9→ Nos volvíamos al cantón a las dos o tres jornadas, sembrando las caballadas: 525 y pa que alguno la venda rejuntábamos la hacienda que habían dejao resagada. Una vez entre otras muchas tanto salir al botón, 530 nos pegaron un malón los Indios, y una lanciada, que la gente acobardada quedó dende esa ocasión. Habían estao escondidos 535 aguaitando atrás de un cerro ¡lo viera a su amigo Fierro aflojar como un blandiso! salieron como maíz frito en cuanto sonó un cencerro. 540 Al punto nos dispusimos aunque ellos eran bastantes, la formamos al istante nuestra gente que era poca, y golpiándose en la boca 545 hicieron fila adelante. Se vinieron en tropel haciendo temblar la tierra, no soy manco pa la guerra pero tuve mi jabón 550 pues iba en un redomón que había boliao en la sierra. ¡Que vocerío! ¡qué barullo! ¡qué apurar esa carrera! la Indiada todita entera 555 dando alaridos cargó- Jue pucha... y ya nos sacó como yeguada matrera. Qué fletes traiban los bárbaros como una luz de lijeros- 560 hicieron el entrevero y en aquella mescolanza, éste quiero, éste no quiero, nos escojían con la lanza. Al que le dan un chuzazo, 565 dificultoso es que sane, en fin para no echar panes, salimos por esas lomas, lo mesmo que las palomas, al juir de los gavilanes. 570 ¡Es de almirar la destreza con que la lanza manejan! De perseguir nunca dejan- Y nos traiban apretaos- si queríamos de apuraos 575 salirnos por las orejas. Y pa mejor de la fiesta en esta aflición tan suma, vino un indio echando espuma, y con la lanza en la mano 580 gritando «Acabau cristiano »metau el lanza hasta el pluma». Tendido en el costillar cimbrando sobre el brazo una lanza como un lazo 585 me atropeyó dando gritos- Si me descuido... el maldito me levanta de un lanzazo. Si me atribulo, o me encojo, siguro que no me escapo: 590 siempre he sido medio guapo pero en aquella ocación, me hacía buya el corazón como la garganta al zapo. Dios le perdone al salvaje 595 las ganas que me tenía... Desaté las tres marías y lo engatusé a cabriolas... Pucha... si no traigo bolas me achura el indio ese día. 600 Era el hijo de un cacique sigún yo lo averigüé- la verdad del caso jue que me tuvo apuradazo hasta que al fin de un bolazo 605 del caballo lo bajé. Ay no más me tiré al suelo y lo pisé en las paletas- empezó a hacer morisquetas y a mesquinar la garganta... 610 Pero yo hice la obra santa, de hacerlo estirar la geta. Allí quedó de mojón y en su caballo salté, de la indiada disparé, 615 pues si me alcanza me mata, y al fin me les escapé con el hilo de una pata. —10→ - IV - Seguiré esta relación aunque pa chorizo es largo: 620 el que pueda hágase cargo cómo andaría de matrero, después de salvar el cuero de aquel trance tan amargo. Del sueldo nada les cuento 625 porque andaba disparando nosotros de cuando en cuando solíamos ladrar de pobres- nunca llegaban los cobres que se estaban aguardando. 630 Y andábamos de mugrientos que el mirarnos daba horror; le juro que era un dolor ¡ver esos hombres por Cristo! En mi perra vida he visto 635 una miseria mayor. Yo no tenia ni camisa ni cosa que se parezca mis trapos sólo pa yesca me podían servir al fin... 640 No hay plaga como un fortín para que el hombre padezca. Poncho, jergas, el apero; las prenditas, los botones, todo, amigo, en los cantones 645 jue quedando poco a poco, ya nos tenían medio loco la pobreza y los ratones. Sólo una manta peluda era cuanto me quedaba- 650 la había agenciao a la taba y ella me tapaba el bulto yaguané que allí ganaba no salía... ni con indulto. Y pa mejor hasta el moro 655 se me jue dentre las manos- no soy lerdo... pero hermano vino el comendante un día diciendo que lo quería «pa enseñarle a comer grano». 660 Afigúrese cualquiera la suerte de este su amigo a pie y mostrando el umbligo, estropiao, pobre y desnudo, ni por castigo se pudo 665 hacerce más mal conmigo. Ansí pasaron los meses y vino el año siguiente, y las cosas igualmente, siguieron del mesmo modo- 670 adrede parece todo pa atormentar a la gente. No teníamos más permiso, ni otro alivio la gauchada, que salir de madrugada 675 cuando no había indio ninguno, campo ajuera a hacer boliadas desocando los reyunos. Y cáibamos al cantón con los fletes aplastaos- 680 pero a veces medio aviaos con plumas y algunos cueros- que pronto con el pulpero los teníamos negociaos. Era un amigo del Gefe 685 que con un boliche estaba, yerba y tabaco nos daba por la pluma de avestruz, y hasta le hacía ver la luz al que un cuero le llevaba. 690 Sólo tenía cuatro frascos y unas barricas vacías, y a la gente le vendía todo cuanto precisaba... algunos creiban que estaba 695 allí la proveduría. ¡Ah! pulpero habilidoso nada le solía faltar- ay juna y para tragar tenía un buche de ñandú, 700 la gente le dio en llamar «El boliche de virtud». Aunque es justo que quien vende algún poquito muerda, tiraba tanto la cuerda 705 que con sus cuatro limetas él cargaba las carretas de plumas, cueros y cerda. —11→ Nos tenía apuntaos a todos con más cuentas que un rosario, 710 cuando se anunció un salario que iban a dar, o un socorro- pero sabe Dios que zorro se lo comió al comisario. Pues nunca lo vi llegar 715 y al cabo de muchos días- en la mesma pulpería dieron una buena cuenta- que la gente muy contenta de tan pobre recebía. 720 Sacaron unos sus prendas que las tenían empeñadas, por sus deudas atrasadas dieron otros el dinero, al fin de fiesta el pulpero 725 se quedó con la mascada. Yo me arrecosté a un horcón dando tiempo a que pagaran, y poniendo güena cara estuve haciéndome el poyo, 730 a esperar que me llamaran para recibir mi boyo. Pero hay me pude quedar pegao pa siempre al horcón- ya era casi la oración 735 y ninguno me llamaba- la cosa se me ñublaba y me dentró comezón. Pa sacarme el entripao vi al Mayor, y lo fi a hablar- 740 Yo me le empezé a atracar y como con poca gana le dije: «tal vez mañana »acabarán de pagar». «-Qué mañana ni otro día» 745 al punto me contestó, «la paga ya se acabó, »siempre has de ser animal»-. Me raí y le dije: «-yo... »no he recebido ni un rial». 750 Se le pusieron los ojos que se le querían salir, y ay no más volvió a decir comiéndome con la vista: «-¿y qué querés recebir 755 »si no has dentrao en la lista?-». «-Esto sí que es amolar» dije yo pa mis adentros, «van dos años que me encuentro »y hasta aura he visto ni un grullo, 760 »dentro en todos los barullos »pero en las listas no dentro». Vide el plaito mal parao y no quise aguardar más... es güeno vivir en paz 765 con quien nos ha de mandar- y reculando pa trás me le empezé a retirar. Supo todo el Comendante y me llamó al otro día, 770 diciéndome que quería aviriguar bien las cosas- que no era el tiempo de Rosas, que aura a naides se debía. Llamó al cabo y al sargento 775 y empezó la indagación, si había venido al cantón en tal tiempo o en tal otro... y si había venido en potro en reyuno o redomón. 780 Y todo era alborotar al ñudo, y hacer papel, conocí que era pastel pa engordar con mi guayaca, mas si voy al Coronel 785 me hacen bramar en la estaca. ¡Ah! hijos de una... la codicia ojalá les ruempa el saco; ni un pedazo de tabaco le dan al pobre soldao, 790 y lo tienen de delgao más lijero que un guanaco. Pero qué iba a hacerles yo, charabón en el desierto, más bien me daba por muerto 795 pa no verme más fundido- y me les hacía el dormido aunque soy medio dispierto. —12→ - V - Yo andaba desesperao, aguardando una ocasión 800 que los indios un malón nos dieran y entre el estrago hacérmeles cimarrón y volverme pa mi pago. Aquello no era servicio 805 ni defender la frontera- aquello era ratonera en que sólo gana el juerte- era jugar a la suerte con una taba culera. 810 Allí tuito va al revés: los milicos son los piones, y andan por las poblaciones emprestaos pa trabajar- los rejuntan pa peliar 815 cuando entran Indios ladrones. Yo he visto en esa milonga muchos Gefes con estancia, y piones en abundancia, y majadas y rodeos; 820 he visto negocios feos a pesar de mi inorancia. Y colijo que no quieren la barunda componer para esto no ha de tener 825 el Gefe, que esté de estable, más que su poncho, y su sable, su caballo y su deber. Ansina, pues, conociendo que aquel mal no tiene cura, 830 que tal vez mi sepoltura, si me quedo iba a encontrar, pensé en mandarme mudar como cosa más sigura. Y pa mejor, una noche 835 que estaquiada me pegaron, casi me descoyuntaron por motivo de una gresca- Ay juna, si me estiraron lo mesmo que guasca fresca. 840 Jamás me puedo olvidar lo que esa vez me pasó-: dentrando una noche yo al fortín, un enganchao que estaba medio mamao 845 allí me desconoció. Era un gringo tan bozal, que nada se le entendía- ¡quién sabe de ande sería! Tal vez no juera cristiano; 850 pues lo único que decía es que era pa-po-litano. Estaba de centinela y por causa del peludo verme más claro no pudo 855 y esa fue la culpa toda- el bruto se asustó al ñudo y fi al pavo de la boda. Cuando me vido acercar: «Quen vivore»... preguntó 860 «Qué vívoras» -dije yo- «Ha-garto» -me pegó el grito: y yo dije despacito «más lagarto serás vos». Ay no más- ��Cristo me valga! 865 Martillar el jucil siento- me agaché, y en el momento el bruto me largó un chumbo- mamao, me tiró sin rumbo que si no, no cuento el cuento. 870 Por de contao, con el tiro se alborotó el abispero- los Oficiales salieron y se empezó la junción- quedó en su puesto el nación- 875 y yo fi al estaquiadero. Entre cuatro bayonetas me tendieron en el suelo- vino el Mayor medio en pedo y allí se puso a gritar 880 «pícaro, te he de enseñar »a andar declamando sueldos». De las manos y las patas me ataron cuatro sinchones- les aguanté los tirones 885 sin que ni un ¡ay! se me oyera, y al gringo la noche entera lo harté con mis maldiciones. —13→ Yo no sé por qué el Gobierno nos manda aquí a la frontera, 890 gringada que ni siquiera se sabe atracar a un pingo- ¡Si creerá al mandar un gringo que nos manda alguna fiera! No hacen más que dar trabajo 895 pues no saben ni ensillar, no sirven ni pa carniar, y yo he visto muchas veces, que ni voltiadas las reses se les querían arrimar. 900 Y lo pasan sus mercedes lengüetiando pico a pico- hasta que viene un milico a servirles el asao- y eso sí, en lo delicaos, 905 parecen hijos de rico. Si hay calor, ya no son gente, si yela, todos tiritan- si usté no les da, no pitan por no gastar en tabaco-, 910 y cuando pescan un naco uno al otro se lo quitan. Cuando llueve se acoquinan como el perro que oye truenos- ¡Qué diablos! sólo son güenos 915 pa vivir entre maricas- y nunca se andan con chicas para alzar ponchos ajenos. Pa vichar son como ciegos, ni hay ejemplo de que entiendan, 920 ni hay uno solo que aprienda al ver un bulto que cruza, a saber si es avestruza, o si es ginete, o hacienda. Si salen a perseguir 925 después de mucho aparato, tuitos se pelan al rato y va quedando el tendal- esto es como en un nidal echarle güevos a un gato. 930 - VI - Vamos dentrando recién a la parte más sentida, aunque es todita mi vida de males una cadena- a cada alma dolorida 935 le gusta cantar sus penas. Se empezó en aquel entonces a rejuntar caballada, y riunir la milicada teniéndole en el cantón, 940 para una despedición a sorprender a la Indiada. Nos anunciaban que iríamos sin carretas ni bagajes, a golpiar a los salvajes 945 en sus mesmas tolderías- que a la güelta pagarían licenciándolo al gauchaje. Que en esta despedición tuviéramos la esperanza, 950 que iba a venir sin tardanza sigún el Gefe contó, un ministro o qué sé yo- que le llamaban Don Ganza. Que iba a riunir el Ejército 955 y tuitos los batallones- y que traiba unos cañones con más rayas que un cotín- Pucha... las conversaciones por allá no tenían fin. 960 Pero esas trampas no enriedan a los zorros de mi laya, que esa Ganza venga o vaya poco le importa a un matrero- yo también dejé las rayas... 965 en los libros del pulpero. Nunca jui gaucho dormido, siempre pronto, siempre listo- yo soy un hombre, ¡qué Cristo! que nada me ha acobardao, 970 y siempre salí parao en los trances que me he visto-. —14→ Dende chiquito gané la vida con mi trabajo, y aunque siempre estuve abajo 975 y no sé lo que es subir- también el mucho sufrir suele cansarnos- ¡barajo! En medio de mi ignorancia conozco que nada valgo- 980 soy la liebre o soy el galgo a sigún los tiempos andan, pero también los que mandan debieran cuidarnos algo. Una noche que riunidos 985 estaban en la carpeta empinando una limeta el Gefe y el Juez de Paz- yo no quise aguardar más, y me hice humo en un sotreta. 990 Me parece el campo orégano dende que libre me veo- donde me lleva el deseo allí mis pasos dirijo- y hasta en las sombras, de fijo 995 que donde quiera rumbeo. Entro y salgo del peligro sin que me espante el estrago, no aflojo al primer amago ni jamás fi gaucho lerdo-: 1000 soy pa rumbiar como el cerdo y pronto caí a mi pago. Volvía al cabo de tres años de tanto sufrir al ñudo, resertor, pobre y desnudo- 1005 a procurar suerte nueva- y lo mesmo que el peludo enderecé pa mi cueva. No hallé ni rastro del rancho, ¡sólo estaba la tapera! 1010 Por Cristo si aquello era pa enlutar el corazón- Yo juré en esa ocasión ser más malo que una fiera. ¡Quién no sentirá lo mesmo 1015 cuando ansí padece tanto! Puedo asigurar que el llanto como una mujer largué- ¡Ay! mi Dios si me quedé ¡más triste que Jueves Santo! 1020 Sólo se oiban los aullidos de un gato que se salvó; el pobre se guareció cerca, en una viscachera- venía como si supiera 1025 que estaba de güelta yo. Al dirme dejé la hacienda que era todito mi haber- pronto debíamos volver sigún el Juez prometía, 1030 y hasta entonces cuidaría de los bienes la mujer. [...] [...] [...] 1035 [...] [...] [...] Después me contó un vecino que el campo se lo pidieron- 1040 la hacienda se la vendieron en pago de arrendamientos, y qué sé yo cuántos cuentos, pero todo lo fundieron. Los pobrecitos muchachos 1045 entre tantas afliciones, se conchavaron de piones. ¡Mas qué iban a trabajar si eran como los pichones sin acabar de emplumar! 1050 Por hay andarán sufriendo de nuestra suerte el rigor: me han contado que el mayor nunca dejaba a su hermano- puede ser que algún cristiano 1055 los recoja por favor. ¡Y la pobre mi mujer, Dios sabe cuánto sufrió!- Me dicen que se voló con no sé qué gavilán- 1060 sin duda a buscar el pan que no podía darle yo. No es raro que a uno le falte lo que algún otro le sobre- si no le quedó ni un cobre, 1065 sino de hijos un enjambre, ¡qué más iba a hacer la pobre para no morirse de hambre! —15→ ¡Tal vez no te vuelva a ver prenda de mi corazón! 1070 Dios te dé su proteción ya que no me la dio a mí- y a mis hijos dende aquí les echo mi bendición. Como hijitos de la cuna 1075 andarán por ay sin madre- ya se quedaron sin padre y ansí la suerte los deja, sin naides que los proteja y sin perro que los ladre. 1080 Los pobrecitos tal vez no tengan ande abrigarse, ni ramada ande ganarse, ni rincón ande meterse, ni camisa que ponerse, 1085 ni poncho con que taparse. Tal vez los verán sufrir sin tenerles compasión- puede que alguna ocasión aunque los vean tiritando, 1090 los echen de algún jogón pa que no estén estorbando. Y al verse ansina espantaos como se espantan a los perros irán los hijos de Fierro 1095 con la cola entre las piernas, a buscar almas más tiernas o esconderse en algún cerro. Mas también en este juego, voy a pedir mi bolada- 1100 a naides le debo nada, ni pido cuartel ni doy- y ninguno dende hoy ha de llevarme en la armada. Yo he sido manso primero, 1105 y seré gaucho matrero- en mi triste circustancia aunque es mi mal tan projundo, nací, y me he criao en estancia, pero ya conozco el mundo. 1110 Ya le conozco sus mañas le conozco sus cucañas, sé cómo hacen la partida, la enriendan y la manejan-. Deshaceré la madeja 1115 aunque me cueste la vida. Y aguante el que no se anime a meterse en tanto engorro, o si no aprétese el gorro o para otra tierra emigre- 1120 pero yo ando como el tigre que le roban los cachorros. Aunque muchos cren que el gaucho tiene un alma de reyuno- no se encontrará ninguno 1125 que no lo dueblen las penas- mas no debe aflojar uno mientras hay sangre en las venas. - VII - De carta de más me vía sin saber a dónde dirme 1130 mas dijeron que era vago y entraron a perseguirme. Nunca se achican los males- van poco a poco creciendo, y ansina me vide pronto 1135 obligao a andar juyendo. ----
-«Negra linda»... dije yo, «¡Me gusta pa la carona!» 1170 Y me puse a champurriar esta coplita fregona: «A los blancos hizo Dios, »a los mulatos San Pedro, »a los negros hizo el diablo 1175 »para tizón del infierno». ---
Y dicen que dende entonces cuando es la noche serena suele verse una luz mala 1265 como de alma que anda en pena.
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Huésped y anfitrión: la poesía y el arte moderno; Esteban Pujals Gesalí
https://cla.umn.edu/sites/cla.umn.edu/files/hiol_21_1_pujals_0.pdf
La relación entre la poesía y las artes visuales siempre estuvo presidida por la paradoja y por eso no está de más dedicar unas palabras a explicar lo que quiero que signifique el título de estas páginas. Consideremos por un momento lo que sucedía en el Antiguo Régimen: una proporción alarmante de la crítica y de la teoría estética europea de los siglos XVI, XVII y XVIII aparece dedicada a la consideración de la relación entre la poesía y la pintura, a veces también la escultura, como “artes hermanas”, o incluso, “artes gemelas”. Sin embargo resulta evidente que esta percepción de la relación entre las artes es muy paradójica, pues de lo que se trata casi siempre es de apropiación y de rapiña: apropiación por parte de los pintores de los temas de la mitología grecorromana, de los asuntos de la historia sagrada y de momentos extraídos de las obras más memorables de los poetas de esos siglos; mientras que en la dirección opuesta, la “hermandad” entre las artes parece agotarse en la noción de la ékfrasis, la descripción en los versos de un poeta de una obra de arte visual real o, más a menudo, imaginaria, puesto que el precedente de todas las ékfrasis en la historia europea es la descripción del escudo de Aquiles en La Ilíada.
la poesía es en todo tiempo y lugar la más tradicional, o, por hablar con propiedad, la más reaccionaria, de las artes; pero sin entrar en más profundidades, cabe sospechar que este hecho se relacione con el de que la poesía comparta su base material, es decir, las lenguas, y, sobre todo, la modalidad escrita de las lenguas, con la ley y con los procedimientos de registro de la propiedad. La verdadera relación de parentesco entre la poesía y las artes plásticas, una relación de hermandad y además de hermandad incestuosa entre ellas, vendría con las hibridaciones del siglo XX entre las diferentes disciplinas artísticas, en los primeros quince años del siglo primeramente y, sobre todo, en los decenios de 1960 y 1970 con los movimientos de neo-vanguardia.
En 1897 la revista londinense Cosmopolis publicó el último poema que Mallarmé publicaría en vida, Un coup de dés jamais n’abolira le hazard.
Entre las expresiones que emplea Mallarmé en su prefacio para describir el modo de operación de su poema aparecen dos que llaman poderosamente la atención. Una de ellas es “une vision simultanée de la Page”1 , que encontraría un eco considerable entre los pintores parisinos de comienzos del siglo XX, especialmente en Delaunay y en su “simultaneismo”. Pero la que provoca un auténtico sobresalto en el conocedor de los cuadros cubistas tempranos de Braque y de Picasso es “subdivisions prismatiques de l’Idée” (Oeuvres complètes 392).2 En efecto, cuando uno lee la expresión resulta casi imposible no pensar que, en algún momento de 1904, cuando el Salón de Otoño expuso los cuadros de Cézanne que tan vivamente impresionaron a Picasso y a Braque, o poco después, uno de los dos pintores o los dos, probablemente orientados por Apollinaire, leyeron el prefacio de Mallarmé, se entusiasmaron con la expresión y la pusieron inmediatamente a trabajar.
Ser pintor dejó, pues, de identificarse con el logro de la excelencia en la práctica de una técnica muy bien conocida por haber venido desarrollándose desde hacía medio milenio y se convirtió en algo completamente diferente: de lo que tenía que ser capaz el pintor moderno era de imaginar nuevos modos de existencia para la pintura y de demostrar la insuficiencia de los antiguos, de los de sus predecesores y contemporáneos.
Después de la destrucción sin precedentes en la que consistió la Guerra Mundial, destrucción de vidas, de ciudades, de países, de costumbres y hasta de lenguas, el imperativo vanguardista de la destrucción creativa perdió gran parte del atractivo que había tenido hasta la guerra, y lo que se impuso fue eso a lo que los historiadores del arte suelen referirse como “el retorno al orden”, o “la llamada al orden”, adaptando el título del opúsculo crítico de Cocteau, Le rappel à l’ordre, publicado a mediados de los años 20.
Decía Pound que sus historiadores favoritos eran los historiadores chinos, perfectamente capaces de escribir cosas como que en un período de dos siglos y medio no hubo en China composición de poesía que mereciera registrarse. Yo no quiero hacer eso con la poesía española, entre otros motivos porque quienes empezamos a leer poesía en la última década del franquismo tenemos cada uno nuestros fetiches propios entre los poetas de los decenios de 1920, 1930, 1940 y 1950, como los tenemos entre los de las décadas de 1960 y 1970. Pero lo que sí quiero decir es que en la poesía española el retorno al orden viene durando cerca de cien años.
Es muy importante tener en cuenta que a principios del decenio de 1950 no había un registro ordenado de todo esto; quien sabía algo lo sabía por el boca a boca; no existían los libros más básicos sobre los artistas y sobre los escritores que habían protagonizado los movimientos de vanguardia que habían surgido a finales del siglo XIX y a comienzos del XX. Los protagonistas de lo que ahora llamamos los movimientos de neo-vanguardia que empezaron a aparecer en los años 50 pertenecían a la misma generación y a veces eran las mismas personas que los autores de los primeros estudios solventes sobre el cubismo, por ejemplo, o sobre dadá, o sobre el formalismo de Moscú y sobre los cubofuturistas de San Petersburgo y de Tiflis, o de las primeras monografías sobre Duchamp, sobre Rodchenko, sobre Schwitters, sobre Jlebnikov o sobre Maiakovsky.
Es muy fácil olvidarse hoy de que La época cubista, de Douglas Cooper, uno de los primeros libros de divulgación más o menos informada sobre el asunto, es de 1970 y no se publicó en español hasta 1984.
No es fácil caracterizar ni siquiera nombrar el tipo de arte fugado que emergió internacionalmente a lo largo del decenio de 1960 y alcanzó su máxima visibilidad en la primera mitad del de 1970. Los libros fundamentales sobre el asunto en España, el de Simón Marchán (1972) y el de Pilar Parcerisas (2007), utilizan la etiqueta “conceptual”, y con ello subrayan los aspectos más universalmente aceptables del conjunto de facetas que lo constituían. Pero cabe utilizar otras etiquetas, cabe, por ejemplo, darle importancia a la “desmaterialización” del objeto artístico que desarrollaron muchos artistas en este contexto, como hizo Lucy Lippard (1973), aunque también fue muy común que estos mismos artistas subrayasen la materialidad de la pieza al darle el aspecto del objeto de fabricación casera. El término que yo prefiero y vengo proponiendo para el conjunto de estas prácticas, diferentes entre sí pero emparentadas, es el de “prácticas anartísticas” (Pujals 306-317). Esta caracterización subraya tanto el hecho de que la mayoría de estos anartistas operasen sobre la base de lo que a veces se ha llamado “el movimiento anti-arte”, como su filiación duchampiana.
Duchamp, un hombre que siempre reconoció y agradeció su buena estrella, tuvo el tino de morir en octubre del 68. Tal vez hubiera mostrado un mayor grado de justicia poética viviendo otros tres meses para morir en el 69, pero lo cierto es que en las últimas dos décadas de su vida tuvo una semi-presencia en el ámbito artístico internacional, participando en mesas redondas y haciendo declaraciones breves y puntuales en consonancia con lo que habían sido los hitos de su recorrido artístico, un recorrido demoledor para el arte fundado en el talento.
cabe distinguir al menos dos líneas principales, que yo identificaría como, por una parte, la de los grupos que generarían el movimiento internacional de la poesía concreta, y, por otro, los grupos que desarrollarían una perspectiva visionaria del futuro del arte como la reorientación hacia la vida cotidiana y la práctica de un activismo que se proponía redefinir el arte para cambiar la sociedad.
lo que proponían los poetas concretos Eugen Gomringer desde Ulm y Décio Pignatari y los hermanos Augusto y Haroldo De Campos desde Sao Paulo, era una escritura que, no obstante su ruptura con la poesía tal y como se la había entendido siempre y especialmente tras el retorno al orden, se presentaba como una indagación hacia adentro del acto de inscripción, una búsqueda reductiva en la que los poetas concretos aparecían como los descubridores de la naturaleza esencial de la escritura, ese sine qua non irreductible que cifraban en el signo tipográfico. En el contexto de la reconstrucción europea, tras la Segunda Guerra Mundial, esta noción de una escritura esencializada coincidía perfectamente con la expansión del diseño gráfico como necesidad del capitalismo internacionalizado y con su auge como disciplina profesional y como categoría curricular en instituciones académicas que hasta entonces no habían conocido la enseñanza artística sino desde la perspectiva de las bellas artes.
Como ya he dicho, lo que de verdad ocupaba las salas de exposiciones, las galerías y el mercado del arte en España durante los decenios de 1950, 1960 y 1970 era la pintura informalista, e internacionalmente sucedía algo muy parecido: el expresionismo abstracto, por ejemplo, y los demás estilos, enfáticamente pictóricos, que habían aparecido en los decenios de 1930 y 1940 dominaron el panorama del arte profesional por lo menos hasta mediados del de 1970.
A España todo esto llegó desde afuera. En España había habido poca vanguardia y la que había habido no se adaptaba bien a los aires que ahora soplaban. La onda que antes llegó a Cataluña, a finales de los 50, fue la de la poesía concreta, que trajo Joao Cabral de Melo Neto, poeta y vicecónsul de Brasil en Barcelona. Cabral puso a Joan Brossa al corriente de la propuesta noigandres y Brossa se convirtió inmediatamente en el campanario para Cataluña de una versión peculiar de la poesía concreta, desviada de su vocación de autonomía y aclimatada al suelo patrio, o más bien, teñida de nacional-surrealismo catalán
El desarrollo del anartismo, o del arte conceptual, si se prefiere, es hoy bien conocido. Lo contó Simón Marchán casi en directo y lo ha vuelto a contar, ya en perspectiva, Pilar Parcerisas. Las acciones de Zaj, los trajines del Grup de Treball, las plaquettes de los poetas del grupo de Gran de Gràcia, los afanes de músicos, poetas y artistas en el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid, antes de que fuese rebautizada como Universidad Complutense, los Encuentros de Pamplona en 1972 y la conversión de los artistas más jóvenes al arte de la fuga.
Pero hay un caso que llama poderosamente la atención y es el de Isidoro Valcárcel Medina. Valcárcel Medina es atípico entre los anartistas de su generación por haber entrado en el ámbito de las artes fugadas aún más tarde que casi todos los demás. Lo de Isidoro Valcárcel Medina fue una caída del caballo que, como ha dicho él siempre en entrevistas,3 le sucedió en 1972 durante los Encuentros de Pamplona. Converso de golpe a la manera contraria o inversa de entender el arte, se ha mantenido rigurosamente fiel a su visión añadiendo, puliendo, corrigiendo y precisando todo lo que en el momento crucial de 1972 aparecía desdibujado, formulado de manera tosca, aproximativa o imprecisa, un caso de prueba y error donde los haya. Su recorrido ilustra, pues, un proceso de refinamiento del anartismo de entonces mediante el contraste con la práctica, una práctica sutil, paciente y dedicada, que ha venido desarrollando tenazmente durante los últimos 45 años. En tiempos recientes, a tenor del interés que han empezado a despertar las prácticas artísticas fugadas y las maneras de pensar el arte que las impulsaban, su labor ha ido adquiriendo algo parecido a la visibilidad que le corresponde, aunque él nunca la haya buscado.
En efecto, ¿acaso no es todo lo que queda de esa labor de 45 años verbal, aparte de un pequeño cartapacio de dibujos y bocetos? ¿No ha demostrado Valcárcel Medina un cariño y un respeto por la lengua, un cuidado sabio por sus registros, por sus recovecos y caprichos, por sus maneras de existir y de recordar del que pocos poetas en verso, en verso libre, en Verso Internacional Libre, como lo llama Jaques Roubaud (40), han dado muestras? ¿Y no lo ha hecho por fin, por primera vez en la poesía española desde hace cien años, de una manera que no es imitativa de lo que hacían sus mayores, en una forma que no es ni verso ni libre, sino lengua trabajada en habla y escritura, lengua presentada con la rareza con la que presentan los grandes poetas sus palabras? Como ha escrito Valcárcel Medina, “componer versos ya no es la manera adecuada de convertirse en poeta” (49).
La poesía española lleva sudando en la bicicleta fija desde los tiempos de Machado, de Unamuno y de Valle-Inclán, y no es culpa de los poetas, que hacen lo que pueden con su talento, con su escritura y con el contexto en el que tienen que operar, sino de la crítica de poesía. La crítica de poesía en España está abducida por un dogma: el de que el tiempo, la historia, se ordena en generaciones; que cada generación contiene siempre entre cinco y diez grandes poetas, y que la labor del crítico consiste en buscarlos e identificarlos. ¿Y cómo procede el crítico para encontrarlos? Pues buscando en donde han buscado los críticos desde siempre, desde hace cien años, en el premio Adonais, en las revistas de poesía que hacen los poetas jóvenes y que duran uno o dos números, hablando con otros críticos de poesía, a veces hablando con los poetas, los más jóvenes y los más viejos. Y lo que encuentran diligentemente es la próxima generación, la próxima antología.
Es decir, encontró la manera de presentar los pedazos de lengua que elegía como materiales en inglés, en italiano, en francés, alemán, griego, latín o chino, pedazos de lengua que aparecían en sus Cantares sin sugerir arbitrariedad pero colisionando los unos con los otros paratácticamente de modo que resaltaran por contraste. Y por ese camino le siguieron los poetas más lúcidos de Europa y de América en los años 40, 50 y 60. Por poner de una vez cinco ejemplos, los excelentes poetas italianos que integraban la antología de Alfredo Giuliani, I novissimi, publicada en 1961. Me refiero al propio Giuliani, a Nanni Balestrini, a Edoardo Sanguineti, a Antonio Porta y a Elio Pagliarini. En España la obsesión por las generaciones, la obsesión por provocar la existencia a capón de una generación a finales del decenio de 1960, empujó a José María Castellet a calcar el título de la antología de Giuliani con la evidente intención de sugerir para España el tipo de corte vanguardista que sin duda significaba la antología I novissimi para la poesía italiana. La comparación entre las dos antologías revela que nada tienen en común (Benéitez Andrés 551- 566), excepto el superlativo del título, un título que miente más que habla para la antología española de 1970, pero que sí había tenido todo el sentido de una posición crítica, de vanguardia, en el caso de la de los italianos de 1961, pues estos poetas no sólo adoptaron y dominaron la técnica poundiana del collage, sino que la reinterpretaron novedosamente en términos de un marxismo lingüístico heterodoxo, un poco a la manera de los situacionistas. Convertían así la escritura en parte de una guerra de guerrillas contra el sistema corporativo internacionalizado que monopolizaba la información; con sus procedimientos collagistas, I novissimi ponían al descubierto la lengua como material, sus costuras, sus rugosidades, su labilidad, la dureza de ángulos y esquinas que presentaba al aparecer de manera fragmentada en el texto del poema.
Exactamente lo contrario de lo que hacían los textos de José María Álvarez, de Guillermo Carnero, de Pere Gimferrer y de los demás antologados por Castellet. Llama la atención en la antología española hasta qué punto los poemas se adaptan al modelo del monólogo lírico en primera persona, una primera persona que es apenas un disfraz del propio autor; un monólogo lírico sin otro objetivo que permitirle al autor hacer alarde de sus privilegios, de sus títulos universitarios y de sus lecturas, esto es, de su pertenencia a un grupo social entonces en ascenso.
Uno encuentra en las reseñas de entonces expresiones que los críticos que han venido detrás reproducen fielmente como si hubieran sido justas en su momento y lo fueran para siempre: “modernidad”, “ruptura”, “collage” y hasta “vanguardia”. Como si la poesía de los nueve no ejemplificase a la perfección el retorno al orden de hace noventa años y la perseverancia en él desde entonces. Entre esas expresiones llama la atención la referencia a que los nueve de Castellet practican el collage, pues uno recorre la antología buscando ejemplos de uso del procedimiento clásico del momento vanguardista y termina preguntándose si los críticos se refieren a los mismos textos que está uno leyendo. Finalmente, uno llega a la conclusión de que por collage los críticos entienden el uso de un vocabulario correspondiente a áreas diversas de la experiencia en un texto perfectamente discursivo, algo que vienen haciendo, no ya los poetas, sino los hablantes desde que los humanos accedieron a la doble articulación del lenguaje.
Pero lo voy a dejar aquí, insistiendo en mi propuesta de concesión del Premio Nacional de Poesía para Valcárcel Medina, no por Valcárcel Medina, a quien le dan lo mismo los premios, sino por la poesía española, que lo necesita muy mucho por su propio bien.
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La poesía festiva de José Joaquín Benegasi y Luján
La poesía festiva de José Joaquín Benegasi y Luján
Dado el considerable número que suman las poesías de José Joaquín Benegasi y Luján, mi acercamiento a este corpus suyo en estas entradas habrá de ser, a la fuerza, parcial y selectivo. No pretendo un análisis sistemático del conjunto de su producción poética, sino hacer tan solo algunas calas[1] que puedan servir para ejemplificar los principales temas, motivos y procedimientos estilísticos…
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Numerable Ceniza (premio De Poesia Consejeria De Cultura, 1999, C Antabria) – Nestor Carmona
Título del Libro: Numerable Ceniza (premio De Poesia Consejeria De Cultura, 1999, C Antabria)Autor: Nestor CarmonaDescripción del Libro: Libro de Nestor Carmona, Numerable Ceniza (premio De Poesia Consejeria De Cultura, 1999, C Antabria)Adquiere este maravilloso libro deNestor Carmona,Numerable Ceniza (premio De Poesia Consejeria De Cultura, 1999, C Antabria)cliqueando aquí. No hay etiquetas para este libro. http://dlvr.it/QCxygf (Amor)
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Los Cien Mejores Poemas De Amor De La Lengua Castellana – Varios Autores
[LIBRO de POESIA] Título del Libro: Los Cien Mejores Poemas De Amor De La Lengua CastellanaAutor: Varios AutoresDescripción del Libro: Libro de Varios Autores, Los Cien Mejores Poemas De Amor De La Lengua CastellanaAdquiere este maravilloso libro deVarios Autores,Los Cien Mejores Poemas De Amor De La Lengua Castellanacliqueando aquí. No hay etiquetas para este libro. http://dlvr.it/PLcFBY
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Página Musical N° 192. Gaetano Donizetti. Elíxir de Amor. Una furtiva lágrima
La felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos.
Marco Aurelio.
Estimados amigos:
A todos nos enseñaron en el colegio que las artes eran la arquitectura, la escultura, la pintura, la música, la poesía/ literatura y la danza, a la que últimamente se agregó el cine como séptimo arte. Así nos enseñaron. Curioso resulta constatar que entre ellas no se encuentre el teatro, en circunstancias que los actores han existido siempre. Por naturaleza, los chamanes, los padres, las madres, las cuidadoras, etc., han relatado cuentos, tanto bellos como terribles, y fantasías a los niños para educarlos y transmitirles valores, conocimientos de supervivencia y de convivencia y pertenencia a su comunidad. Obviamente, tal como hoy lo hacen toscamente padres, madres y especialmente las abuelas de nuestros tiempos, frecuentemente estos relatos son enfatizados con sonrisas, caras de pena , de inquietud o de ogro, gesticulaciones más o menos tiernas o amenazantes y ruidos, según lo que se quiera destacar. Aunque sea de forma muy elemental, esto es pura y simplemente actuación teatral. Aunque el término “teatro” no sea el más adecuado etimológicamente hablando, desde tiempos inmemoriales las comunidades humanas han recurrido, en mayor o menor medida, a lo que hoy se llama las “artes de la representación”.
Desde la prehistoria en adelante, la evolución de las artes ha ido aparejada con la evolución cultural, llegándose a veces a grandes sofisticaciones. Con todo, el arte siempre ha estado al alcance del público puesto que sin artistas pasivos, que logren desfrutar de la ejecución de una buena creación artística, los artistas creativos serían absolutamente desconocidos y sus creaciones habrían perecido en el más profundo olvido.
En este orden de ideas, hagamos un gran salto hasta comienzos del siglo XVIII, momento en que se desarrolla en Italia lo que se ha dado en llamar la Ópera Buffa, similar a la Zarzuela española y a la Opéra-comique francesa. La idea era acercar técnicas de música seria a ambientes más accesibles a todos los músicos y al público, con textos de temas cotidianos y más bien livianos, accesibles y de fácil comprensión para todo el mundo.
La joyita musical de hoy está extraída de la Opera Bufa, Elíxir de Amor, de Gaetano Donizetti. En síntesis, el argumento cuenta que un pobre e inocente campesino se enamora de una rica terrateniente, totalmente fuera de su alcance. Pero un charlatán le ofrece un mágico elíxir de amor, el que resulta ser un vino de Bordeaux. No viene al caso contar todo el cuento (que termina bien), pero en el trozo que les ofrezco, el campesino reflexiona acerca de que su amor inalcanzable en un momento derramó una lágrima por él.
Es un verdadero tour de force. Me explico: cuando uno canta, es muy fácil perderse en el tono, de manera que no cuenta nada iniciar el canto en un tono y al poco rato estar uno o dos tonos más bajo. Un acompañamiento instrumental u orquestal es siempre bienvenido, si es que no, necesario. Pues bien, en este caso, al final, el solista no sólo canta a capella, sino que, además, la partitura exige insertar largos y elocuentes silencios, luego de lo cual el solista retoma, junto con la orquesta, exactamente en el mismo tono sin un dejo de desafinación. Magistral.
Todo lo anterior, al margen de una interpretación llena de puro, sano y profundo sentimiento, con un manejo del forte – piano en la expresión de los sentimientos que francamente acongoja y recoge el alma.
Ojalá que en 05:07 minutos, disfruten de esta joyita musical
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Que tengan un buen fin de semana,
Francisco Sève Allamand
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LA PROTOFEMINISTA ESPAÑOLA
MARÍA DE ZAYAS
“Si a las mujeres les dan libros y profesores en lugar de tela, bastidores y almohadones estarían tan capacitadas como los hombres para ocupar puestos de gobierno y cátedras universitarias y quizás incluso más”. Si estas palabras las escuchamos hoy de boca de una mujer o las leemos en un artículo periodístico no nos llamarían la atención; lo sorprendente es que estas palabras fueron escritas por una mujer, María de Zayas, en los primeros años del siglo XVII, una mujer excepcional en la historia de España y que ha sido olvidada por la historiografía oficial hasta que en los comienzos del siglo XX se comenzó a reivindicar su memoria.
María de Zayas nació en Madrid en 1590 y no se sabe exactamente la fecha de su muerte, aunque parece que fue en la década 1660-70. Pertenecía a una familia adinerada lo que le permitió mantenerse al margen de la obligatoriedad de un casamiento acordado, que era lo habitual en esa época, en general por necesidades económicas. De hecho, María no se casó nunca, lo que era algo excepcional en esos años. Poco más se sabe de su vida privada. Algunos de los personajes femeninos de María terminan entrando en un convento y hay quien cree que ese pudo ser el destino final de la escritora. Lo que conocemos de María de Zayas es lo que entrelíneas se puede leer en sus textos.
La aportación de María de Zayas a la literatura española fue en forma de algunas comedias, poesías y sobre todo en forma de novelas cortas.
Lo primero que publicó en forma de diez novelas cortas fueron las Novelas ejemplares y amorosas, también llamadas el Decamerón español. Fueron publicadas en Zaragoza en 1637; diez años después y en Barcelona publica otra serie, Novelas y saraos y dos años después Parte segunda del Sarao y entretenimientos honestos también conocidos como Desengaños amorosos. Si sus primeros textos se podían calificar como novelas cortesanas, paulatinamente el contenido va aumentando en episodios escabrosos no exentos de erotismo y sobre todo de reivindicación femenina.
María denuncia en el siglo XVII la discriminación que sufren las mujeres especialmente por los abusos de los hombres. Denuncia las injusticias sociales que se derivan del desigual trato que reciben hombres y mujeres; lo más curioso es que no exime los textos de libertad expresiva en las relaciones sexuales de las mujeres. Todo lo expone con un fin moralizante y como denuncia de la situación. Una de sus frases más conocida es la que reivindica la igualdad intelectual entre hombres y mujeres: “Porque las almas no son hombres ni mujeres ¿qué razón hay para que ellos sean sabios y nosotras no podamos serlo?”.
María analiza el sentimiento amoroso como algo real y no como transacción entre familias utilizando a la mujer como moneda de cambio. Denunció la violencia de género y sobre todo que no se contemplara castigo para los crímenes pasionales. Criticó a las mujeres de su propia clase social por falsas y livianas, aunque no llegó a entrar en las causas sociales de la desigualdad (evidentemente faltaban aún dos siglos para que se formularan la teoría de la lucha de clases). Para María la decadencia de un país estaba en la corrupción de las costumbres sociales y en la falta de respeto hacia las mujeres. Exigía que se educase a las niñas y que se les enseñase a valerse por sí mismas, así como el derecho a la libre elección de marido.
Por lo tanto, estamos ante una feminista avant la lettre que sufrió, ante el éxito de sus textos, la prohibición postmorten de sus libros por parte de la Inquisición, en el siglo XVIII. Sus obras se siguieron conociendo al estilo Farenhait 451, por transmisión oral, y las mujeres, sobre todo jóvenes, realizaban ediciones clandestinas dándole otros títulos a sus novelas y editándolas en una especie de libros de bolsillo. Coetáneos suyos alabaron sus obras entre ellos Lope de Vega y Alfonso Castillo Solórzano que en La Garduña de Sevilla la llama la Sibila de Madrid y le dedica estas palabras: “En estos tiempos luce y campea con felices lauros el ingenio de doña María de Zayas y Sotomayor, que con justo título ha merecido el nombre de Sibila de Madrid, adquirido por sus admirables versos, por su felice ingenio y gran prudencia, habiendo sacado de la estampa un libro de 10 novelas que son 10 asombros para los que escriben deste género, pues la meditada prosa, el artificio dellas y los versos que interpola, es todo tan admirable, que acobarda las más valientes plumas de nuestra España”.
Ya en el siglo XX María de Zayas sería reivindicada por Emilia Pardo Bazán dando a conocer textos como el siguiente: “En la era que corre estamos con tan adversa opinión con los hombres, que ni con el sufrimiento los vencemos ni con la conciencia los obligamos. (...) ¿Por qué, vanos legisladores del mundo, atáis nuestras manos para la venganza, imposibilitando nuestras fuerzas con vuestras falsas opiniones, pues nos negáis letras y armas? ¿Nuestra alma no es la misma que la de los hombres? (...) Por tenernos sujetas desde que nacimos, vais enflaqueciendo nuestras fuerzas con temores de la honra, y el entendimiento con el recato de la vergüenza, dándonos por espadas ruecas, y por libros almohadillas”.
La radicalidad feminista de María de Zayas queda expuesta con toda claridad en este otro fragmento de sus obras: “Fue la pretensión de Lisis en esto [que solo mujeres narren historias verídicas] volver por la fama de las mujeres (tan postrada y abatida por su mal juicio, que apenas hay quien hable bien de ellas). Y como son los hombres los que presiden en todo, jamás cuentan los malos pagos que dan, sino los que les dan; y si bien lo miran, ellos cometen la culpa, y ellas siguen tras su opinión, pensando que aciertan; que lo cierto es que no hubiera malas mujeres si no hubiera malos hombres”.
Su figura es hoy el testimonio de las primeras luchas de las mujeres por la emancipación y la igualdad.
21/7/2018
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La poesía seria de José Joaquín Benegasi y Luján
La poesía seria de José Joaquín Benegasi y Luján
En ocasiones, José Joaquín Benegasi y Luján (Madrid, 1707-Madrid, 1770) se acerca en su poesía a una temática seria, como en el soneto «Glosando “que lo demás es polvo, sombra, nada”», donde vuelve sobre el motivo tradicional de la caducidad de todo lo terreno: Yo sé que he de morir, pero ignorandoestoy el cuándo, para disponerme;con que, para lograr el no perderme,dispuesto vivo, pues ignoro el…
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#¡Vanidad! ¡Vanidad! ¿No me respondes?#Como sé que he de morir#Glosando que lo demás es polvo sombra nada#Hablando con la vanidad y sin ella#José Joaquín Benegasi y Luján#Literatura de entresiglos#Pecador mira lo eterno#Poesía española del siglo XVIII#Reflexionando en la muerte#Sin Dios todo va perdido#Yo sé que he de morir pero ignorando
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Novohispano - Colonial
El arte barroco en Nueva España permitió a los artistas novohispanos experimentar en la creación de formas expresivas, contrastantes y realistas, creando manifestaciones artísticas que tuvieron gran aceptación entre la sociedad novohispana.
Destacan, por una parte, esculturas talladas y policromadas que además de mostrar las habilidades técnicas de los artesanos, reflejan la expresividad y los contrastes de color propios del barroco novohispano.
Dos columnas que formaron parte de algún retablo, muestran los rasgos característicos de las modalidades del barroco en la arquitectura novohispana: el salomónico, desarrollado a partir de mediados del siglo XVII y el estípite que comenzó a difundirse a partir de los primeros años del XVIII
Una maqueta de la Catedral de Puebla, representa la magnificencia de las obras arquitectónicas de Nueva España. Un libro de coro, acompañado de un clavicordio del siglo XVIII, destacan la importancia que tuvo la música para la sociedad novohispana del periodo barroco en México.
En la pintura tenemos a grandes artistas, cuyas obras se encuentran en museos, como el Museo del Virreinato en Nezahualcoyotl Museo de El Carmen en San Ángel, CDMX. Museo de Santa Mónica en Puebla, en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, entre otros lugares. Los pintores que más destacan son:
Sabino Cruz
Juan Correa
Cristóbal de Villalpando
Simón Pereyns
Miguel Cabrera
Cada quien tenía un estilo, Miguel Cabrera era muy solicitado en su estudio, donde llegaban peticiones de cuadros para conventos, iglesias, palacios, casas de nobles y más.
Antecedentes
Cristóbal de Villalpando
Cristóbal de Villalpando, sus primeros trabajos localizados se remontan al año de 1675 en el retablo mayor del convento franciscano de San Martín de Tours de Huaquechula donde se encuentran 17 pinturas suyas; sin embargo no debe tomarse esa fecha como el inicio de su trayectoria artística. Aunque no se tiene la certeza, se puede inferir que el pintor nace en la Ciudad de México en el año de 1649. Poco es lo que se conoce acerca de su infancia y adolescencia, siendo los primeros datos conocidos la fecha de su boda en el año de 1669 (de donde se hace un cálculo de su fecha de nacimiento de acuerdo a la edad que podría tener al momento de contraer nupcias). Se casa con María de Mendoza con quien tendría cuatro hijos.
Sin lugar a dudas, Villalpando fue uno de los pintores de la ciudad de México más destacado durante los últimos años del siglo XVII, prueba de ello es el ciclo de pinturas triunfalistas que le fueron encargadas por el cabildo de la Catedral de México, para decorar los muros de la sacristía de dicho templo. Los lienzos que ejecutó para esa ocasión fueron: El triunfo de la Iglesia católica, El triunfo de san Pedro, El triunfo de san Miguel (conocido como La mujer del Apocalipsis) y La aparición de san Miguel en el Monte Gárgano. Lamentablemente y a causa quizá de fallas tectónicas en las bóvedas del edificio, Villalpando no pudo concluir el ciclo de seis lienzos, mismos que completó Juan Correa.
Con motivo de la interrupción de los lienzos catedralicios mexicanos, Villalpando se trasladó a Puebla de los ángeles, ciudad donde asimismo intervino en la Catedral. Allí realizó el óleo conocido como Glorificación de la Virgen, en la bóveda de la Capilla de los reyes, ubicada en el testero del templo metropolitano. También es digno de mención la cantidad de obra suya que se encuentra en el templo de la Profesa en la ciudad de México. Fue reconocido por el gremio de pintores como un elemento importante, y en un par de ocasiones encabezó la agrupación. Llegó a la vejez siendo un personaje renombrado y aún realizó algunos encargos en la última década de su vida. Se reconoce la influencia estilista en generaciones posteriores. Es considerado uno de los últimos autores de la pintura barroca novohispana, posterior a su muerte y a lo largo de todo el siglo XVII, toda la plástica novohispana tomaría un camino distinto.
Escritura y filosofía
Sor Juana Inés de la Cruz
Comenzamos con la Décima musa, Sor Juana Inés de la Cruz, quien nació en San Miguel Nepantla, el día de 12 de noviembre de 1651 y muerta en la Ciudad de México el 17 de abril de 1695, fue una de las más grandes escritoras, durante el Siglo de Oro. Comenzó su pasión por las letras desde niña, pero por ser mujer, no pudo ingresar a la universidad, por lo que ella dijo “disfraz de monja”, de tal manera podría, escribir sus poesías, conciertos, sonetos, décimas y libros. Entró primero con las carmelitas, pero por su disciplina decidió cambiarse con las Jerónimas en el Convento de San Jerónimo, actual Universidad del Claustro de Sor Juana.
Por mencionar algunas obras, Redondillas, Al que ingrato me deja, Amor es más laberinto, Los empeños de una casa, Primero sueño, y una de las famosas Respuesta a Sor Filotea de la Cruz. De conciertos, podemos mencionar un poema convertido en villancico, llamado Ah de las mazmorras, entre otros más. Estuvo al borde de la condena por la Inquisición Española, ya que en aquel tiempo se pensaba la mujer no estaba hecha para filosofar. Se presume una relación lésbica entre Sor Juana y la Virreina María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga. Aunque no hay pruebas ciertas. También se dice fue feminista, por sus acusaciones contra hombres, y poemas, como los antes mencionados: Redondillas y Al que ingrato me deja.
Al final Sor Juana, se retiró de las letras para dedicarse a sus labores como religiosa. Categorizada por una frase célebre “yo, la peor de todas”. En 1695 una epidemia de la Peste afecta la capital de la Nueva España, incluyendo el Convento de San Jerónimo. Sor Juana ayudaba a cuidar a las enfermas, por lo que cayó contaminada
Música
Manuel de Sumaya
Manuel de Sumaya, compositor y organista, originario de la Ciudad de México en 1678 y fallecido en Oaxaca al año de 1755. Suele ser considerado el mayor exponente de la Música Barroca novohispana, con “Albricias Mortales”, “Angélicas Milicias” y la mayor de todas “Celebren, Publiquen”, que es una de las mayores obras de aquellos tiempos, por su forma de manejar los instrumentos, las voces y dirección. Compuso, Lamentaciones, Villancicos, Salmos e Himnos.
Fue Maestro de Capilla de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.
Sus obras siguen sonando, y se preservan en el Conservatorio de Música de México, junto con obras de otros grandes compositores como Joseph de Torres, Sor Juana Inés de la Cruz, entre otros.
José de Torres
José de Torre (Llamado a veces José de Torres Martínez y Bravo u José de Torres y Vergara) Madrid alrededor de 1670, finado en 1738. Gran organista y compositor de la Nueva España, con mucho talento, compuso Batallas, Obras de tonos, y acompañamientos. Creo la famosa Batalla de Torres, la Obra de 7 Tono, Obra de Mano derecha entre otras más.
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Arquitectura
España tuvo su nuevo estilo del barroco, el cual edificio retablos con columnas Estípites o salomónicas, este estilo se usó para decorar principalmente iglesias, tal es el caso de la Catedral de Santa María de la Sede de Sevilla, la Iglesia del Espíritu Santo La Clerecía (Salamanca), o la Catedral de Santa Eulalia de Barcelona. Después de la conquista de la Nueva España, artistas como Jerónimo de Balbas, decoraron iglesias o fachadas con una mezcla de estípites, geométricas, y retablos, ahí nació el Barroco Novohispano.
Como anteriormente mencionado, las estípites eran un papel crucial en la decoración de retablos, un máximo exponente del estípite es el Retablo de los reyes en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México construido y tallado a mano por Jerónimo de Balbas en 1736. En la misma catedral encontramos el Altar del Perdón, también construido por Jerónimo de Balbas, 1735, el original se destruyó en un incendio en 1965, el actual es una réplica exacta.
Templo de Santa Prisca de Taxco.
Otra iglesia exponente es el Templo de Santa Prisca en Taxco, que cada retablo aparenta ser una capilla, exageradamente cargados de detalles, querubines, santos y más. La iglesia está completamente decorada por estos magníficos altares, que son una joya, y muestran como el Museo del Virreinato “Esplendor del Barroco Novohispano”.
Capilla del Rosario (Puebla)
Altar central y cúpula de la Capilla del Rosario en Puebla.
La Capilla de la Virgen del Rosario, es la capilla anexa al Templo de Santo Domingo en la ciudad de Puebla, México. Obra del siglo XVII, fue calificada en su época como “La Casa de Oro”, así como la octava maravilla del mundo. Constituye el más destacado ejemplo del barroco novohispano y una de las mayores realizaciones artístico-religiosas de México.
La capilla está decorada con oro macizo de 18k. El cual se extrajo de diferentes minas de la Nueva España, representa ángeles, santos, y el magnífico Baldaquino Su base y las 12 columnas corintias realizadas en mármol de Tecali, representan a los apóstoles. En el primer cuerpo se aprecian algunos santos dominicos, y en el segundo doce hermosas columnas salomónicas cubiertas de rosas y azucenas que enmarcan a Santo Domingo. Los santos empotrados a los nichos del techo sostienen racimos de flores, cuatro nervaduras decorativas están abrazadas por plantas y están dispuestas en forma de enredadera.
La capilla se caracteriza por ser de planta de cruz latina con brazos y testeros cortos. Es una muestra deslumbrante del estilo barroco del siglo XVII novohispano, y un escenario para la fe y la fantasía, en donde cada elemento tiene un significado preciso. En la bóveda se hallan inmersas en el follaje las representaciones de las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad.
Encontramos sesenta ángeles colocados alrededor de la circunferencia que forma la cúpula y la bóveda principal, cada uno en expresión distinta, algunas son sólo cabezas y/u otras son imágenes de cuerpo completo. Un detalle a resaltar, es que en el área destinada para el coro y el órgano, encontramos ángeles que parecen estar tocando instrumentos musicales y entonando cánticos.
Catedral Metropolitana de la Ciudad de México
La actual Catedral de la Ciudad de México, se comenzó a construir en 1571, cuenta con 17 capillas laterales, coro, trascoro, y la capilla mayor, el retablo de los reyes, el cual es un máximo exponente del barroco novohispano, por su tamaño, estilo, decoración y ubicación, fue construido en 1736 por Jerónimo de Balbás, mide 25 metros de alto, 14 de ancho y 7 de profundidad, está decorado con 3 capas de hoja de oro.
El Altar del Perdón es un magnífico trabajo, réplica del original, destruido en el gran incendio de 1967 en catedral, que destruyó completamente el retablo original, gran parte de la sillería del coro, y carbonizo los órganos. El retablo muestra en secciones columnas Estípites con santos y doctores de la iglesia, destacan San Felipe Neri y San Ignacio de Loyola, así como efigies de diferentes santos. Albergaba el original una pintura llamada “La Virgen del Perdón”, de donde viene el nombre del altar, pintada por Simón Pereyns. A los lados hay unas puertas que conllevan a una sacristía, y unas escaleras para subir a las tribunas y los órganos.
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