#Personajes humanos y descarnados
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"¿QUIÉN CUIDARÁ DEL HOSPITAL DE LAS RANAS?", de Lorrie Moore, Autora: Silvia Sánchez Muñoz
En primer plano, las ranas heridas de color verde y azul. Tras ellas podrían aparecer Berie Car y su amiga Sils en su versión preadolescente, croando sobre un fondo gris que no es otro que Horsehearts, su pueblo, un lugar perdido y cercano a la frontera de Canadá, en el que sueñan con ser princesas y enfermeras de los anfibios heridos. El Hospital de Ranas es un particular bildungsroman en el que…
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#Amargura elegante#Lorrie Moore#Novela estadounidense actual#Personajes humanos y descarnados#Poética y mordaz#Silvia Sánchez Muñoz
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TOP 10 PELÍCULAS DE 2023
Quiero hacer un par de aclaraciones antes de empezar, para dejar las cosas bien claras
Sé que faltan muchas películas en este top. Ya sea por falta de tiempo, porque no han entrado o porque he decidido esperar a que se estrenen en España. Creo que si hubiese llegado a verlas hubiesen entrado en el top cosas como: Godzilla Minus One, Past Lives, Poor Things, The Holdovers, Anatomy of a Fall, Cuando Acecha la Maldad, The Zone of Interest, Occupied City o Aggro Drift.
Además, me veo con la obligación de recordar que esto es una lista. Es algo completamente subjetivo. Si no aparece alguna película es o porque no me ha gustado o porque no está entre las 10 primeras. Creo que se entiende, pero mejor dejarlo por escrito.
Y con esto ya puedo ponerme a celebrar lo que importa, el cine y las 10 pelis que vienen a continuación.
10. Cerrar Los Ojos (Victor Erice): No sé si Erice podrá hacer más películas después de esta, pero si no lo consigue me parece un buen punto final a su carrera. Un romántico empedernido que mira al pasado con tristeza lamentando que ya nada nunca volverá a ser lo mismo. Un amante del cine que se siente extraño. El mundo ya no es lo que era, la vida ha continuado y a muchos los ha devorado. Menos mal que el séptimo arte tiene las herramientas para rememorar y hacernos sentir lo que sentíamos entonces. Triste Le Roy.
Quizás no hay tiempo ya para los milagros, quizás lo mejor que podemos hacer es seguir haciendo lo que se nos da bien y disfrutar de los demás y de las cosas que nos gustan.
9. John Mulaney, Baby J (Alex Timbers): John Mulaney desnuda su alma ante nosotros y con un monólogo nos cuenta su momento más bajo. Es un relato crudo y descarnado, pero lo cuenta todo de una manera tan graciosa que se te pasa en un suspiro. Es una lección de medir bien el ritmo y saber lo que hay que decir en todo momento. Hay ciertos momentos en los que no puedes evitar llorar que se entrelazan con momentos en los que parar de reír es imposible. Mulaney encuentra el equilibrio perfecto y crea un monólogo para enmarcar y revisitar de vez en cuando.
8. Jackals and Fireflies (Charlie Kaufman y Eva H.D.): Kaufman consigue sacarse la cabeza del culo y mirar a su alrededor. Lo hace gracias al guion de Eva H.D, una poetisa que con su obra le obliga a mirar a los demás y descubrir un mundo lleno de conexiones y belleza. La tristeza y la melancolía siguen muy presentes, no os voy a engañar. Lo único es que ahora la historia va más allá del personaje principal. Por fin se ha dado cuenta de que vive en una sociedad con gente y que su experiencia vital se ve afectada por los demás.
Es una especie de libro de poesía visual que muestra a una mujer vagabundeando por Nueva York mientras reflexiona sobre la soledad, el amor y los instantes de comunión con los otros seres humanos.
A ver si Charlie aprende de la colaboración para futuros proyectos.
7. Guardians of The Galaxy 3 ( James Gunn): James Gunn aprovecha su última película en el MCU para darnos Ennies Lobby/Water 7 (el mejor arquito de One Piece) e irse por todo lo alto. No es la aventura más épica, es la banda ayudando a uno de sus integrantes cuando más lo necesita. Es la mejor peli que podía ser.
Cierra todas las tramas que tenía que cerrar y nos da el ejemplo paradigmático de lo que son los guardianes. Un grupo de desgraciados que se hacen mejores los unos a los otros y que pese a las reticencias iniciales no dudarían en patearse medio universo para ayudarte. El tropo de found family llevado hasta el extremo. Dog Days are over y me alegro mucho por ellos.
6. John Wick 4 (Chad Stahelski): La "despedida" (a falta de saber si habrá una quinta entrega) del mejor héroe de acción que nos ha dado el cine la última década. Más grande, más épica, más bonita, más sólida, más sublime.
John Wick hace un último tour de force para ganarse su ansiada libertad, aunque eso suponga perder lo que le queda de humanidad. De algún modo u otro todas sus decisiones lo han llevado a este momento.
La acción nunca ha estado mejor grabada que aquí, toda la película tiene un toque de cine crepuscular que me emociona, John ha dejado de ser una persona para convertirse en leyenda. Viva John Wick.
5.Oppenheimer (Christopher Nolan): Prometeo condenado a una eternidad de sufrimiento por intentar dar a la humanidad el fuego del progreso. Él creía que era por el bien común, pero lo que no sabía es que estaba abriendo la caja de pandora. Nunca habrá castigo más duro que el que él mismo se inflige día tras día tras día.
Que cada une juzgue si es o no suficiente.
4. Vampire humaniste cherche suicidaire consentant (Ariane Louis-Seize): Introvertido cinéfilo se identifica con vampira canadiense porque ambos tienen un miedo terrible a hacer daño a los demás y todavía no saben cuál es su sitio en el mundo.
Una coming of age muy maja que consigue que la gente introvertida y empática tenga un espejo en el que mirase. Me alegra que poco a poco podamos abrir las posibilidades a más tipos de protagonistas y nos alejemos del típico héroe que todo lo puede con el poder de la extroversión.
Se me hace raro poder verme reflejado y ver parte de mi proceso de ser en el mundo de una manera tan clara y pura. Sin prejuicios. Supongo que es porque gente como yo (con experiencias parecidas y contextos semejantes) está llegando a la edad de poder hacer estas cosas.
Con cada película que hace un esfuerzo activo por representar la introversión de una manera correcta y justa voy ganando herramientas para explicarme ante el mundo. Ver que voy teniendo más y más opciones me da serenidad.
Una película tan maja no debería tener tanta carga sobre sus hombros pero que logre hacerlo es algo que llena el pechito.
3. Renfield (Chris McKay): Terror, humor negro, una historia competente, Nicholas Cage, gore, ganas de pasárselo bien y un ritmo envidiable. Tiene toda la pasión y desparpajo de las películas de serie B pero con un buen presupuesto detrás. Además, aprovecha su tiempo para hablar de las relaciones tóxicas, los abusos de poder y la necesidad de huir de la gente terrible. Vaya gozo.
2. River (Junta Yamaguchi): Cuando ves muchas pelis empiezas a homogeneizarlo todo. Ves patrones, repeticiones, trampas, inspiraciones, lugares comunes... Empiezas a ver códigos, a predecir estructuras. No puedes evitarlo, eres humane al fin y al cabo. Estamos acostumbrades a buscar patrones, a familiarizarnos con lo desconocido.
Cuando ves muchas películas de ciencia ficción en especial, y de viajes en el tiempo en particular, no puedes evitar ver patrones y repeticiones por todos lados. Cada género tiene sus códigos y a veces son demasiado poderosos como para romperse. Pero a veces hay películas que logran escapar del bucle y tener una entidad muy propia.
Cuando ves muchos films y uno de tus objetivos es escribir historias no puedes evitar encontrar los patrones que se repiten, aquellos que siempre han funcionado y siempre funcionarán. A veces aparecen pelis que dentro de lo que conocemos aportan un toque de aire fresco al conjunto y no comprendes cómo alguien ha logrado hacer algo tan bueno. A veces aparecen historias/relatos/pelis/obras culturales que alimentan tus ganas de hacer historias/relatos/pelis/obras culturales.
Cuando ves películas de alto presupuesto que quieren recuperar la inversión, empiezas a ver patrones que aseguran su éxito. Una pizca de innovación pero sin pasarse, un mantenimiento de fórmulas que se sienten quemadas (más que por las historias que las usan, por la sobreexplotación de dichas fórmulas), un intento de conservar el estado de las cosas. Es entonces cuando tienes que mirar más allá y ver lo que se cocina en el mundo indie. Y es entonces cuando te das cuenta que hay luz entre tanto gris.
Cuando ves una película como River, eres capaz de ver el patrón pero te da igual. Está tan bien llevada y es todo tan redondo que lo hace todo mucho más fácil. De hecho, que se vea el patrón es lo que la hace tan buena. Sabes que hay bucles y que cada bucle va a ir dando más información a les personajes. Sabes que hay un juego con el plano secuencia (cada bucle está rodado de esta manera y entre bucle y bucle hay un corte) y lo que supone. Pero te lo comes a gusto. Porque está muy bien hecho.
Cuando ves River no puedes evitar pensar en Doctor Who. Con un presupuesto escueto y una idea loca, ambas obras consiguen hacer magia y ofrecer una experiencia de ciencia ficción deliciosa. Porque cuando hay pasión y cariño en lo que haces todo es posible. Hay mucho amor puesto y se nota en todos los campos.
El puntazo de tener un escenario más rural, la fuerza poética del río, lo bonita que queda la nieve, el juego con las estaciones, la estructura coral, el personaje protagonista, la banda sonora. Incluso los juegos temporales que son la base de la historia. Todo es increíblemente bonito, todo da gustito. Todo calienta el corazón. Y me da igual que sea una peli empalagosa y corny. Yo soy empalagoso. Me gusta cuando alguien deja salir sus emociones de manera natural aunque quede pasteloso. El mundo es pasteloso.
River es una película preciosa. Por muchos motivos. Por como logra ser una buenísima historia de ciencia ficción con poquísimo dinero, por como usa su forma fílmica para explicar mejor el contenido (la historia), por el amor que destila por el cine, porque consigue que quieras hacer pelis como esta. Y lo hace sin pretensiones.
1. Asteroid City (Wes Anderson)
"Augie Steenbeck: I still don't understand the play. Schubert Green: Doesn't matter. Just keep telling the story."
Anderson andersoneando por encima de sus posibilidades nos brinda su obra más pura. Un mundo plegado sobre si mismo en una estructura narrativa sobrecomplicada en la que lo único que importa son los personajes. Que el juego de humo y espejos no os engañe, Anderson aquí ha creado su mundo más bonito de todos. Apetece quedarse a vivir en Asteroid City y ver cómo van fluyendo sus personajes. Es un mundo inundado de una profunda tristeza pero donde todes intentan hacer la vida más fácil a los demás.
No dejan que sus cargas pesen a la hora de ir viviendo. Porque el dolor es algo que se lleva por dentro pero no fastidia las relaciones con otros. Son mucho más que su dolor.
Todavía no sé poner en palabras lo que me hace sentir esta película. ¿Es triste? ¿Es alegre? ¿Es una obra emocional? ¿Es una obra cerebral y metareflexiva? ¿Es un diorama en el que el goce viene de ver a los personajes haciendo cosas? ¿Es una obra donde los temas se imponen? No tengo respuestas. Es un poco de todo, y un poco de nada. Es como la vida misma. Es mi película favorita de 2023.
Feliz año.
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ALGORITMOS ZOMBI
Por Gerardo Contreras
Una amiga me dijo que el mar es un lugar fértil para las criaturas más espeluznantes pero también para las más bellas. No he pasado tanto tiempo bajo el agua, pero si pudiera encontrar un lugar símil a esa fertilidad sería la casa en donde vivo.
Desde hace varios días las conversaciones aquí se volvieron especulaciones sobre escenarios apocalípticos-zombi. La comodidad del hogar como refugio de estas ficciones creció por algunos días: tapizaríamos ventanas con la madera del mueble gris, la puerta sería atrancada con el refri y si llegaran a entrar cerraríamos la puerta del tercer piso y nos quedaríamos ahí. Si escaseara la comida saquearíamos el oxxo de aquí junto. Los zombis no pueden escalar ¿o sí?. Aunque parezcan prometeicas las tramas en las películas de muertos vivientes, aquí no aguantariamos, no mucho, y menos con las estrategias de supervivencia a base de cornflakes, juguito antigripal y coca-cola con café. Además la sangre me asusta.
Por muy alejados que parezcan estar estos oasis post apocalípticos, el pasado febrero estuvimos cerca de uno: pedazos de repartidores tijuanenses desmembrados y embalados llegaron en la maleta de Andrew Roberts. El pronóstico meteorológico para estos días indica tu temprana muerte (https://vimeo.com/387210440) es el video de Andrew del que derivan esta serie de esculturas. Como buena importación fronteriza, el videojuego gringo se volvió realidad, la “pedacería” en vez de ser de carne y sangre, es de silicona y tattoos. Estuvieron habitando el booth C28 de la Galeria Rivera en Material Art Fair por tres días y por más de un mes el tercer piso de nuestra casa, justo en el cuarto de seguridad anti zombis. El huésped maldito se había infiltrado en nuestras instalaciones: un pie ensangrentado dentro de mi sandalia, un dedo arrancado de la mano al puerto usb, descarnado facial de la maga oscura y una narco nota que decía “pika, pika”. Pestilentes sí, pero a polímero siliconiano o plástico olor a nuevo. Aunque para mi los monolitos gore de Andrew no están sacadas del cine de horror, videojuegos o de una mochila de ubereats, sino del mismísimo Silicon Valley, paraíso de la alta tecnología, y donde el pronóstico meteorológico start-up avecina la ambición transhumanista (distópica) de siliconizar al cuerpo. El silicio además de formar parte de nuestros dispositivos electrónicos, deriva en los implantes de nalgas de Latin Lover; semiconductoras de microelectrónica bien redonditas.
Los zombis explican el punto medio entre la vida y la muerte, y las inteligencias artificiales pueden explicar de mejor manera como funcionan los zombis. Las computadoras no solo tienen la capacidad de asistir emocional y mentalmente los deseos de las personas, sino que son muertos vivientes, algoritmos programados y alimentados de cerebros humanos, sedientos de sangre informacional. En la adaptación cinematográfica de Resident Evil (2002) a diferencia del videojuego homónimo de los 90s, los personajes no son exterminados por hambrientos infectados del virus-T, sino por un algoritmo de hipervigilancia llamado Reina Roja. Esta inteligencia artificial que cuida las instalaciones de la corporación farmacéutica es la figura más cercana a un zombi, en menos de diez años la industria entrega la mutación final del zombi contemporáneo: un código computacional holográfico, capaz de tomar decisiones por el “bien” de la humanidad y de la empresa.
Raccoon City no aparece en google maps porque pertenece al reino de la nube. Algoritmos zombis y cuerpos de silicio mastican crujientes datos del pueblo digital y vomitan diseños cute biopunk. Drones militarizados imprimen kikiriki en tickets y la futura app uberdeads llevará a domicilio prótesis silicolonianas. Genocidios algorítmicos y otras tecnobácterias de vanguardia, altamente recomendadas por la corporación Buy-n-Large y Umbrella.
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§ 2.653. La venganza de Ulzana (Robert Aldrich, 1972)
Tengo a Aldrich como un director excelente, con películas estupendas y llenas de potencia. Y esta es una de ellas. Con el magnífico Burt Lancaster a la cabeza, que es capaz por sí mismo de llenar la pantalla.Es un Westher descarnado, a veces violento, pero no por el afán de serlo, no por el capricho de mostrarnos lo más salvaje del ser humano, sino porque es su naturaleza, su ser más propio, donde muestra su ser más escondido. En muchas películas suyas la violencia es un personajes más de la trama. Y esta no es menos.El otro personaje son los caballos, que están presentes desde el principio hasta al fin.Tiene algo de Westher reposado, maduro, sereno. No hay prisas, no es que sobre el tiempo, es que cada cosa tiene su propio ritmo, y eso no lo va a cambiar la necesidad de encontrar a Ulzana. Me gusta mucho que no explique las razones por las que los indios se levantan, probablemente porque está en su propia naturaleza, en su forma de ser.El racismo que exudan los soldados hacia los apaches no les hace ningún favor, les dificulta incluso la comprensión de lo que sucede, no ya de la táctica a seguir y la forma de abordar los problemas, sino de la completa estrategia que debe rodear todo propósito, también la persecución de los huidos de la reserva.La capacidad de análisis del sargento es poca, pero tiene una ventaja, que es capaz de escuchar al indio que les acompaña como guía y al blanco que conoce el terreno, la problemática de los indios y es capaz de mantener la sangre fría.Los secundarios están perfectos, sobre todo Bruce Davison que borda su papel de teniente excesivamente pretencioso y con necesidades de creerse a sí mismo en su papel de mandamás del grupito que persigue a los indios.Los escenarios naturales evocan películas más ambiciosas, Wester de los años 50 y 60 tremendamente ambiciosos en cuanto a los decorados y la ambientación.
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PORQUE UNA CASA CONTIGO JAMAS ES UNA OFICINA
Si trastocamos Espacios se pierde el Equilibrio de una Sociedad Organizada
Intentaré con este escrito inquietar, desacomodar y provocar al lector que por estos renglones se pasee. Esta nota es una incitación absoluta, para que podamos pensar desde otro ángulo y no ser parte de un rebaño que como loro repite lo que falsos influyentes nos dicen. Si gano enemigos estaré satisfecho, ya que por lo menos habré logrado promover el arma más maravillosa que el ser humano dispone para crecer, que es la de Dudar y Debatir, así en un círculo infinito y sin fin. Si en mi escrito hay atisbos de exageraciones, quiero que sepa que los mismos fueron buscados adrede, ya que una idea llevada al límite puede ayudar a entender donde quizás esté el punto medio. Prefiero el absurdo al silencio. Adhiero al lado oscuro de la luna y no a la que vemos fácilmente por las noches.
Primera piña al mentón. Estoy convencido que el “Home Office” nació en alguna sociedad rica y desarrollada, con gran conectividad digital, dentro de una empresa con buenas utilidades, seguramente enclavada en atiborrados centros urbanos y con dificultades de estacionamiento y transporte. Esta conjunción cierra perfecto, si a la vez sumamos a la ecuación a algunos empleados que buscaban beneficios adicionales (ya que más aumentos de sueldos no se les podría dar) y algún genio del management (empezando por él mismo) decidió que los viernes o lunes era buenos momentos para quedarse en casa para “trabajar”. Nunca un martes, un miércoles o un jueves ya que la licencia debía ser un disimulado alargamiento del fin de semana. Curiosa forma de determinar de manera indirecta, una reducción de las horas laborables dentro de una semana típica de Lunes a Viernes. Debiéramos agregar, que esos trabajadores seguramente vivían solos o estaban en parejas sin hijos y en el caso en que los tuvieran, los mismos bien a custodia estarían en colegios de doble escolaridad. En suma, en esos lunes o viernes, la casa era un páramo de tranquilidad, ya sea para trabajar un poco, para ver Netflix, sin olvidarse en caso de salir, llevar el celular a su actividad deportiva o a su reunión con amigos (por las dudas que lo llamaran). Por Dios, seamos por un momento sinceros cuanto menos con nosotros mismos. Como cierre de este párrafo, creo que el “Home Office” nace en el cruce de una empresa rica (y con algo de grasa estructural) y un grupo de empleados con ganas de trabajar algo menos y a los que se les concede esa gracia por temas económicos o para retenerlos temporalmente de alguna manera. Demás está decir que esto representa solo al 25% de la población laboral del mundo (básicamente servicios). El 75% restante está en trabajos de producción industrial, agraria, minería (en general de la economía primaria) o con relación directa con el usuario. Si estamos viendo miles y miles de trabajadores que viajan a toda hora en todo tipo de transporte, es que sencillamente el país aún está en fase de desarrollo de Primera Ola (al decir de Alvin Toffler). Ese laburante no vive en Silicon Valley, vive en La Matanza al fondo y por otro lado seguramente su trabajo estará precarizado, manera elegante de decir “en negro”. Venga la piña que la aguanto.
Segunda trompada a la mandíbula. La “educación a distancia”, nace en instituciones (generalmente con renombre) que buscando expandir su geografía de incumbencia, comienzan a dar cursos en lejanía, inicialmente con cuadernillos llegados por correo para luego con el advenimiento de internet, empezar con envío de materiales por email, generando así sistemas complejos de interacción con sus alumnos. Nacía el mundo del “Tutorial”. Por supuesto que ese alumno también debía vivir en un hogar con muy buen nexo digital, tener más de una computadora, mejor que no tuviera hijos o hermanos y por supuesto tener una casa lo suficientemente cómoda como para no tropezarse con otros niños y parientes por los pasillos. Puedo asegurar que ese alumno sería aprobado al final del curso ya que no estaría exigido a arduas presentaciones ni a respuestas vibrantes en clase. Su mentor estaría mediatizado por un ordenador, tras el cual, el alumno, bien podía simular presencia o tener abiertas pantallas de otros sitios web. Venga la otra piña que la aguanto también.
A esta altura saltarán desboscados los defensores del “Todo es Mejor en Casa” y el insulto que recibiré es “este hombre está senil y fuera de forma”, a lo que responderé que quien esto escribe tiene la experiencia a cuesta de haber dirigido Instituciones Universitarias de gran prestigio con modalidad presencial y a distancia. Por mis aulas pasaron miles de alumnos a lo largo de más de cuarenta años. Desde el punto de vista empresario mi experiencia creo que le va en zaga ya que he dedicado treinta y cinco años de mi vida en desarrollar una empresa basada en la Inteligencia Colectiva generando servicios para multinacionales. Creo tener los créditos que me permiten afirmar que hay espacios físicos para cada tarea. Se duerme en el dormitorio, se come en el espacio comedor y al baño se va a hacer lo que el cuerpo mande. Toda alteración del orden es una disrupción que seguramente no nos llevará a algo bueno. Tiro piña y me pongo con guardia alta. Quiénes me siguen en lecturas o en redes sociales saben que estoy del lado de las “Clases Presenciales” (indiscutiblemente hasta los 18 años) y no apoyo el “Home Office”, salvo contadísimas excepciones.
Edgar Allan Poe (1809-1849) tiene una obra maestra llamada “El Pozo y el Péndulo”, que en las últimas semanas la he tenido presente en mi cabeza una y otra vez. En un breve cuento, Poe nos describe a un hombre que es encerrado en un pozo, camino a su fatal final. En la lectura sufriremos junto a este hombre acompañándolo en su desorientación, la dejadez, el total desconcierto y la desesperanza absoluta, ya que su camino a la muerte es inevitable. Por si fuera poco, en este mortal encierro el protagonista está enclaustrado y se cierne sobre él un péndulo enganchado a una filosa guadaña y que ante cada movimiento de él, va descendiendo sobre su cabeza lentamente. Si no muere de inanición morirá cortado por la cuchilla. Lo terrible del cuento de Poe, es que el pasaje del tiempo es lento pero inexorable. Nada podrá evitar al protagonista salvarse de la reclusión o del degüello final. Mi tributo a Poe y a este cuento, es que casi sin darnos cuenta, el pueblo está cada día más encerrado y que un péndulo y su cuchilla se acercan a él.
Exagerado? Solamente miremos los índices de pobreza, alfabetización, inflación, niveles de desocupación y precariedad, salud de los últimos cincuenta años y es de necios no darse cuenta que estamos cada vez más cerca del final de un tiempo. Al igual que el protagonista no tenemos salida, nuestras celdas (físicas o mentales) nos encierran más y más. Igualmente, para darnos un poco de ánimo, digamos que al final un tal General Lasalle le tiende una mano a nuestro personaje y lo saca del pozo.
Vivimos en tiempos de encierros colectivos y pobres aquellos que piensan que el “Home Office” o la “Educación No Presencial” llegó para quedarse. La llamada “Cultura Empresarial” jamás puede ser construida por Zoom y siendo descarnado, dicha “Cultura” no es otra cosa que la “Rosca” que se va generando entre empleados, gerentes y directores, detrás de un objetivo común. Y que yo sepa, una “buena rosca” no se puede hacer por camarita. Si prefiere quedarse con trabajos que privilegian el “Home Office”, quiero que sepa que seguro se perderá justo “esa” reunión donde se definieron tareas que lo iban a beneficiar o a perjudicar. Vamos, nadie se acordará de llamarlo! Ganan los que están en la cancha y los que están en la tribuna solo acompañan con cánticos. En la Educación es igual. En que mente afiebrada puede entrar el concepto que una familia tipo con dos niños viviendo en unos sesenta metros cuadrados, en un país con una penetración de Banda Ancha no superior al 55%, mediana calidad de conectividad y con una presencia de 1.3 Computador por hogar, pueda alegremente estar apretujada y luchando por unas horas frente a la única PC, para poder así hacer deberes escolares o simplemente trabajar?. Si jugamos todos a mentirnos, allá vamos directo al pozo con el péndulo y la cuchilla sobre nuestros cuerpos.
Es el final de la nota. Seguro varios estarán pensando que soy antiguo en mi visión. A veces hay que tener cierta edad para expresar algunas opiniones, cierto grado de inconciencia o de incorrección política. Se huele en el ambiente desobediencia civil, fruto del hartazgo y del pozo donde nos metieron. Por favor no olvide que con estos párrafos, quise mojarle la oreja con una provocación a su pensamiento. Ahora espero su idea. Pero ojo que yo en el hueco negro, con un péndulo y una cuchilla sobre mi testa, no me quedo.
Tributo a Edgar Allan Poe (1809-1849)
19 de abril de 2021.
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Nuestra venganza es ser bonitas
Foto de Rodrigo Álvarez Estilismo Ale Morales
Por Waquel Drullard
Nací donde llegó Colón. Justo en el territorio donde empezó el genocidio de 1492. Exterminio oculto y reencantado como conquista por la magia colonial de occidente. Hecho contado por lxs blancxs como historia única, como encuentro de culturas y no como explotación de territorios y pueblos completos. Genocidio, masacre, proyecto moderno de matanzas, extractivismo y esclavitud, inferiorizado al tratarse del asesinato de no humanos, no digno de ser llorado y nunca merecedor de ser remembrado como el Holocausto por considerarse de animales y calibanes incivilizados.
Yo junto a mi pueblo fui y soy Calibán, colón, ovando, francisco pizarro, hernán cortés y nuñez de balboa, al igual que próspero -en minúsculas- han sido los colonizadores que bajo su razón moderna del pensamiento lineal, con fines de explotación, robo y saqueo, se han autofundado como sujetos humanos civilizados, propagadores del desarrollo, invalidando formas otras de vida y concibiendo la tierra y el territorio como objeto de depredación y motor del capitalismo, que junto al colonialismo y la modernidad son el arjé del progreso, despropiándonos así de nuestro sentido de ser y existir, construyéndonos, a partir de la diferencia colonial como seres abyectos, raros, anormales, monstruos, bárbaros y caníbales, diferentes y enfermos, inaptos para tejer nuestros propios caminos y obligados a ser tutelados y reconducidos en la normatividad del mundo.
Estos últimos, somos nosotras, las monstruas no humanas, o mejor dicho, así fuimos producidas por el poder colonial. El Calibán, personaje principal de la obra para un teatro negro “Una Tempestad” de Aimé Cesaire, no fue un sujeto dado por la naturaleza y dotado de brutalidad, animalidad y fealdad. El Calibán, pensando en Foucault, fue un producto de la historia de la blanquitud y el colonialismo discursivo, como lo es el sujeto negro, indio, mestizo, racializado y no heterosexual que no existía en las lógicas binomiales de la razón occidental. El Calibán es el animal de la isla porque se le construyó como no blanco, porque no era cristiano, no hablaba y ni se comportaba como Europa, era la tecnología conceptual que posibilitó la construcción superior de la moralidad y la filosofía europea. El Calibán fue definido como monstruo, por existir en los límites de la civilización occidental, era una cosa otra que se fugaba de los poderes coloniales, porque el propio poder irruptor lo reconstruyó como aquello que “nunca será” por ser inferior a la razón de la blanquitud.
Foto por Rodrigo Álvarez /Estilismo Ale Morales
Matemos a europa mientras recuperamos la lindura
Yo y muchas de nosotras, quienes somos negras, indias, mestizas, sujetas de procesos dolorosos de racialización y jerarquización de vidas en marcos necropolíticos (pensando en Achille Mbembe) y materia para la administración del sufrimiento, por mucho tiempo hemos sido las herederas del Calibán. Hemos sido las monstruas dotadas de fealdad, expropiadas de la lindura y exiliadas de lo bello. europa y la blanquitud son criminales, no les deseo la cárcel, a nadie le deseo estar en lugares racistas tan descarnados como el encierro, solo deseo su muerte, porque europa ya no puede cargar con más crímenes, debe morir.
Debe morir porque colonizó el ser, solo se puede ser cuando se es blanco, heterosexual, capaz – funcional a los juegos mecánicos del capital, ciudadanxs y sujetos de propiedad. Todo lo anterior resume la humanidad. Pero no me quiero detener en esto, les vengo hablar de la belleza, la lindura, la bonitez. Una de las características de la humanidad es la belleza, y la belleza ocidentalocentrada se hizo posible creando la fealdad, señalando las feas, las gordas, las culonas, las bembonas, la bajitas, las indias, las negras, las exóticas, las raras, las no finas, las animales. Cuando la verdad es que europa es verdaderamente fea, sus manos y cuerpo están llenos de sangre, y sus ciudades están cimentadas sobre nuestros huesos y dolores.
Yo me crié en un país donde si eres “blanquita” en automático te ganabas el título de la bonita de la familia, “qué bonita salió, qué buenmozo, no parece de aquí”…esos son algunas de las frases que reciben quienes no han sido construidos como totalmente negros en el territorio ocupado por el Estado criollo dominicano.
Occidente construyó patrones globales de belleza, para ser bello hay que cumplir las reglas. La modernidad se define como una norma. Occidente es sinónimo de normatividad y la normatividad siempre es blanca. La belleza es normativa y disciplinaria, así como el sistema sexo-género y toda la sociedad de control en la cual estamos. La belleza es otro elemento de dominación que usa el patrón global de poder, por medio del uso del dispositivo “visión” para jerarquizar subjetividades bajo los estándares estéticos de occidente, depositando valor en los cuerpos que considera llorables, importantes y merecedores de dignidad, dígase, la vida humana, las vidas de la blanquitud. La belleza igual que todo lo demás, se configuró y se dotó de significados en una relación dialéctica con la otredad, con la anormalidad, con la fealdad y lo grotesco. Colocando lo bello en el centro del museo como una cualidad del humano blanco; y lo feo como la contrapartida periférica de lo negro y lo indio, del mestizo y del animal escapado de la virtud de la lindura y el placer.
Lo bello en occidente, aunque se diga lo contrario, está asociado a la representación, alguien y algo representa lo bello, y no todas estamos ahí (tampoco nos interesa). Esa representación produce el gusto, el placer y el deseo, y justamente se produce como un trauma de lo que llamo la colonialidad de la belleza. Esa colonialidad administra las subjetividades (humanas y no humanas), construyendo una escena discursiva que contiene estándares, normas de belleza y recrea campos humano-culturales que hacen de la blanquitud “lo hermoso” ubicándoles en el centro, en clases de pedestales y galerías epistémicas, donde los medios y las instituciones construyen narrativas de la hermosura para sí mismos, secuestrando la lindura.
immanuel kant (en minúscula) dice de manera universal (pretencioso para ser el apéndice del planeta tierra) que la belleza humana está atada a un concepto previo que presupone perfección (belleza adherente), nosotras sabemos que esa perfección se desprende de un juicio estético eurocéntrico, organizado por una arqueología saber-poder usa-europeocentrada, como expresa Fucó. También sabemos que no cabemos en la categoría de “perfectas” porque estamos fuera de la arena de lo universalmente bello. Lo bello es estético, y la estética es una categoría del dispositivo arte-cultura que funciona únicamente en lógica occidental. Lo bello es blanco e interesado en el capital, la belleza ha sido un producto de la maquinaria colonial del arte, la cual siempre ha sido racista, y cuando ha salido de la blancura lo ha hecho para exotizar las vidas caníbales para sus portadas industriales. La belleza es un invento de europa, por lo cual, mejor decido ser bonita.
Foto por Rodrigo Álvarez /Estilismo por Ale Morales
Mi venganza es ser bonita
Mi objetivo no es hablar de belleza y arte en sus términos, y verme obligada a revisar y mencionar a sus referentes, cuyas ideas a pesar de que digan lo contrario, son particulares con intenciones coloniales. No quiero caer en la tentación de la reterritorialización, yo quiero hablar de algo personal, algo mío sin sentido de propiedad, algo que sale de mi corazón, algo que genera alegrías y felicidades en mi: sobre mi venganza.
La venganza es una opción, no existe la paz sin venganza, hay que hacer pagar, hacer caer y arrebatar lo robado, porque el perdón ya fue. El perdón es otro dispositivo de control de la modernidad occidental para hacernos arrodillar una y otra vez. Es cristiano, moral y generador de culpas, ya no me interesa perdonar a nadie, yo quiero vengarme y hacer mi propio camino. La venganza es un proceso colectivo de descolonización, y esta funciona de múltiples formas, estamos en plena disputa por la existencia, una forma de descolonizarnos es siendo bonitas, es construyendo contra-narrativas a nivel epistémico conceptual que nos permitan pensarnos a nosotras las no humanas como bonitas, bestias, amenazas, monstruos, animales pero bonitas, es reapropiarnos del dolor y habitar la herida y el lugar de infrahumanidad en el cual hemos sido producidas. Es disputar y construir nuestra propia verdad, somos villanas. No se trata de querer ser humanas bellas y hermosas, no se trata de querer formar parte del pacto racial del capital y querer una tajada del pastel del patrón, como muchas feministas quieren ser parte de la política y del poder colonial-blanco-masculino. No queremos, al menos yo, no quiero representación ni formar parte de la foto de las humanas. Yo soy el homosexual-maricón-monstruo-travesti que les acecha, me reapropio y habito mi animalidad como una forma de escupir a Colón. La venganza de las bonitas es sabernos bestias y saber que somos bonitas, ser bonitas no es un tema estético, está alejado del imperialismo gay, la cultura LGBTIQ+ y las competencias de RuPaul, ser bonito es una acción política de supervivencia. Existir en un mundo que nos quiere muertas es ser bonitas.
Ser bonita no es un tema artístico. Es lo más alejado a eso. Ser bonita es un escupitajo en la cara de lxs amxs de la plantación. Es ser cautivadora cuando se te define como ordinaria, es justamente eso, ser extraordinaria, es ser sol y luna, fuego y aire, colinas y llanuras, es ser tierra. Es reconocer nuestra complicidad anticolonial con el territorio contra la razón extractiva de la globalización. Las bonitas somos las prietas, las negras, las indias, las mestizas, las racializadas, somos las que quisieron nombrar feas, toscas y brutas. Nuestra bonitez no es racional, no tiene métrica, es encarnada. Se nace bonita, no se llega a serlo. Nosotras las bárbaras y calíbanas no llegamos a ser bonitas, porque para llegar a ser, hay que aspirar dentro de la matriz de inteligibilidad humanista, nosotras nacemos bonitas porque nuestra lindura es la herida colonial, son las sombras, lo bestial y lo desbordado de nuestra no condición humana. Es fundacional. No somos una condición, no nos convertimos como en Iglesias, somos en sí mismas las bonitas de la tierra.
La venganza de las bonitas es un PLAN DE ACCIÓN, es un constante devenir, es un responder pa´tra, un acto contra la palomería blanqueada, es un ponerse al frente cuando nos dijeron vete al fondo, un dañar comidas familiares frente a los comentarios racistas “si fuera más blanquita fuera más bonita”, “mira ese muchacho tan feo, parece haitiano”, “cásate con uno más claro pa´que arregles la raza”…ser bonita es abrazarnos a nosotras mismas, es vernos y sentipensarnos como sujetos lindos, sexys, eróticos, sensuales, hermosos…la venganza de las bonitas es un movimiento fronterizo que despierta potencias corporales que fueron enterradas por la razón colonial del régimen de la belleza moderna. La venganza de las bonitas exige lo robado y destierra al colonizador, a la dictadura de la blancura quién secuestró la belleza para los sujetos hegemónicos de la matriz global del poder. La venganza de las bonitas es un ASALTO, es una punzada en el corazón del capital que aún late gracias al oro robado y las tierras y territorios explotados. La venganza de las bonitas es un plan cimarrón, es un plan de fuga, es un escapar, es quemar la casa de la ama y del amo, recuperar nuestras joyas, adornarnos y sumergirnos en la tierra. Es robarle el espejo para ver nuestra lindura y cortarles la cabeza mientras recuperamos nuestro oro, es quedarnos con todo. Ser bonita es fugarse de la cárcel del patrón estético y construirse en el ser otro. Es abrazar la otredad, lo adyecto, lo negro, lo indio y lo mestizo... Ser bonita solo es de gente insoportable, las blancas quieren ser bonitas, pero es que viven encerradas en una ilusión de falsa belleza.
“Una lista de las bonitas:
Las marikas somos bonitas,
los pájaros, las mujercitas y los partios desde chiquitos, somos bonitas,
las negras somos bonitas,
las indias somos bonitas,
las mestizas somos bonitas,
las africanas y asiáticas…la lindura es geográfica también, las bonitas no son europeas, no tienen nación,
las travestis somos bonitas,
las trans somos bonitas,
las trabajadoras sexuales son bonitas y las abolicionistas son feas,
las vogueras somos bonitas,
las subalternas despropiadas tercermundistas racializadas somos bonitas
las barriales y periféricas son bonitas,
las que usan el metro, las combis, las guaguas, los motoconchos y conchos son bonitas,
las no blancas son las bonitas, y esa es nuestra mayor venganza, en palabras de la India Canela.
Canta: “nuestra mayor venganza será, seraaaá ser las más bonitas”
Finalmente…
Nosotras las abyectas marikas estamos en una guerra constante. Estamos en guerra. Nuestro cuerpo, vidas y territorios están en disputa contra la heterosexualidad como régimen político, la colonialidad y la máquina necropolítica administradora de cuerpos y vidas del aparato del Estado. Y nuestra declaratoria de guerra es ser bonitas, nuestra bonitez es parte, eso significa que nuestra lindura está viva en sí misma, somos lo que no se imaginaron que seríamos, movemos sin abrir la boca, nuestra presencia es una amenaza en sí misma. Somos las bonitas. Vamos a la guerra bien vestidas, nuestra arma, entre muchas otras, es la pose y nuestros pasos son alejamientos cimarrones que se alejan de la heterosexualidad obligatoria y la matriz de dominación.
Ser bonita no es ser LGBTIQ+, ni queer, ni ponerse un vestido, ni ser drag queen y todas esas identidades creadas y capturadas en el liberalismo y encerradas en las políticas de la identidad. Ser bonita es una operación violenta y política comprometida con la descolonización. Frank Fanon escribió en los “Condenados de la Tierra” “la descolonización es siempre un fenómeno violento”, ser bonita es un poner, implica obligatoriamente ser antirracista, anticolonial, ir contra el liberalismo de la diversidad sexual y ser profundamente heterodisidente, es ser violentas. Las bonitas no estamos en el Pride de Jerusalén ni en ningún otro. Estamos contra el Estado de Israel. Estamos en las marchas contra-hegemónicas que incomodan y desmovilizan el poder. Ser bonita es ser antipolicial y anticarcelaria. Las bonitas no somos feministas, porque sabemos los alcances del error de mundo que in-vivimos, luchamos contra algo más grande y fusionado, contra la modernidad misma. Ser bonita no son patrones ni estereotipos de género. Ser bonita es una genealogía de resistencia.
Ser bonita es intentar reír, posar, intentar ser feliz. Yo lo quiero ser. Es racista eso de que el odio es la única alternativa que moviliza “la revolución”. Esta venganza no es europea, está sentada en la genealogía negra cimarrona. Fue la búsqueda de la felicidad y la voluntad de romper las cadenas, que movió a nuestras antepasadxs a huir. La imaginación no se nos puede arrebatar, ser bonita es imaginar mundos otros. Que ninguna blanca nos diga cómo debemos de pensar. Nuestra lindura es nuestra principal arma en la guerra en la que nos encontramos, y esa lindura busca venganza y esa venganza es vivir en alegría. Tenemos nuestro propio ritmo como el Calibán, la desobediencia será nuestra opción y nos negamos a bailar con Colón. ¡Nuestra venganza es ser bonita!
— WAQUEL DRULLARD
Foto por Rodrigo Álvarez / Foto de Rodrigo Álvarez
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En viaje por Horacio Perez del Cerro
Devolución a la lectura del poemario “Belgrano Sur” de Víctor Cuello
Leonardo Iglesiasi, en una nota sobre la vida de Jacobo Fijman resalta una frase que el poeta, a bocajarro y si quieren fuera de contexto, pronuncia en el único programa televisivo al cual es llevado para entrevistarlo en 1970, antes de su muerte en ese mismo año, dice Fijman con la mirada puesta en un infinito imposible de acceder : "todos los domingos, en misa, los sacerdotes comen mierda", ante el asombro y estupor del conductor del programa, Bernardo Neustad, la audiencia del estudio y televidentes. Y refiere Iglesias más adelante, “ No dicen nada acerca de su vida dentro del hospicio. De sus huesos comidos por un montón de soledades.”
Víctor en “Belgrano Sur”, me invita a un viaje para entender su visión de la tragedia cotidiana, repartida en secuencias escritas en cada una de las ventanillas del transporte que ha elegido. Cada una de estas a su vez, es una estructura poética que en su devenir del paisaje humanamente descarnado, y socialmente apedreado por las coyunturas políticas, de un país real, tangible, reconstruye y urde una trama de personajes y situaciones, desde una sensibilidad que en apretada síntesis y sin remilgos, se identifica y compromete el autor.
Sin explicitar creencias religiosas, ni dejarlas entrever, se aproxima a la aseveración fijmaniana, y del comentario antes citado por Iglesias, veo una transportación de sentido del “No dicen nada….”, en referencia a esa parte del cuerpo social que discrimina y tabica en compartimentos estancos, que como el citado hospicio es al mismo tiempo, la villa y todas sus formas de exclusión y marginación, en el territorio de la realidad conurbana que diseña y grita Victor. Donde a los “cristos” que la habitan, seres humanos, “ángeles fieramente humanos”, como decía Blas de Otero, les son roídos sus huesos por un montón de soledades.
Yendo ahora a la estricta vista literaria, atino a conjeturar que hay poemas que me sorprenden por la originalidad de cierto trabajo de la palabra y la metáfora, (esta última en abundancia o desmedro, según la intención del poeta, y su propósito poético sea el caso de lo que quiere expresar su lírica)
Puedo citar : Belgrano Sur, 1,3,4 y 5; Si la historia…, 2,3,4; Un fósforo habla de Sebastián Acevedo; Dorothy Stang se moja con la lluvia; Ismael Rodriguez, Chaco; La tierra verde …, ** a ****; Pedro, * a ****; Tango triste; Ellos; Patas de gallo; Jacarandá vs Croacia; Él en nosotros…; Hoy es fuego; Vicente nuestro; Migrantes * a ***; Situación de calle 1 a 3; Río Bravo 1 a 4, este en especial el 2; y Octorgenarios 1 a 3, para nombrar los más destacados a mi entender.
Otros donde hay versos que desentonan o asas estropean lo muy bueno que tiene el resto, al mismo tiempo en algunos hay una arrogancia estilística digna de un Zelarrayan, próxima a lograrla. Y los hay, muy pocos, que serían a mi juicio totalmente suprimibles, deja de lado o mejor dicho perjudica el conjunto del libro cayendo en un lenguaje periodístico de lugares comunes hasta arruinar la idea o la intención que motivó su escritura. El lenguaje periodístico en un poemario es totalmente destructivo y nefasto.
Asimismo considero cuando afirmaba Fijman, “el poema para concretarse necesita de la intuición poética y ella presupone un estado despojado y muy humano del espíritu. ¿Y dónde veremos lo humano más que en el dolor ajeno?
Esto último está siempre presente en Belgrano Sur, y reafirma a Fijman por aquello de “Buscar la verdad siempre es doloroso y el que no se anime jamás será poeta.”. Víctor Cuello en su búsqueda palpita ese dolor en cada uno de sus poemas, más allá de remilgos estilísticos y afectaciones de las cuales descree y lo patentiza de un modo tajante y singular.
Creo que estamos ante una voz joven que lidia con muchos molinos de viento en simultaneo, pero que en esencia posee la garra y la destreza necesaria para combatirlos, y en el futuro lo demostrará con creces para vencerlos cara a cara.
Horacio Perez del Cerro
Buenos Aires, 6 de Febrero, 2020
i Fuente http://www.elortiba.org/, Cuadernos de Literatura. Responsable editor de El Ortiba, Lic. Horacio Sacco.
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Un día en la vida nunca es suficiente (o ideas sobre la muerte)
He estado pensando en morir, otra vez. No es ninguna extravagancia, al menos no en mí. Durante otra noche distanciado del sueño, pensando en las cosas que no he hecho y en las que no podré hacer, también recordé la noche de diciembre en la que, con melancolía lisérgica, les decía a varios de mis amigos que no duraría mucho tiempo, que mi hora se acercaba y que no había mucho qué hacer al respecto.
Cerca de un año ha pasado desde que me sentí ridículo por decirlo.
(diciembre siempre lo hacía pensar en la muerte, ¿pero acaso no se trataba de eso? En su representación un año no es (o era) más que un número, así como lo son los que encontraba y recontaba cada día en las páginas de los libros que, luchando con su propia desgana, leía; los garabatos de tinta que medían las distancias entre la mitad y el final del capítulo, los que lo atormentaban como a quien apremia un deber por cumplir. Pero no era el número, no, lo que detonaba esos oscuros, aunque suculentos, pensamientos, era la suma y resta de disposiciones de aquellos con quienes compartía la faz de la tierra.)
Así como me siento ridículo hoy dibujando una carita triste en el reverso de mi muñeca con un marcador azul.
Mi última gran ocurrencia sobre la muerte me llegó ya hace un tiempo, medio dormido en la biblioteca mientras leía sobre el pueblo de Dios y el mundo venidero en el “Leviatán” de Hobbes. En mi disparate, la muerte sería como un gran sueño, una alucinación eterna. Esta alucinación estaría basada en los hechos recopilados en la (su) consciencia durante todo el (su) tiempo en este mundo. Y entonces el más devoto de los cristianos, que habría dedicado toda su vida a alimentar su consciencia con las imágenes y costumbres de un reino celestial, podría habitarlo. Pero ni el más nihilista de los seres humanos podría deshacerse de las impresiones de una existencia mundana para habitar un inmenso vacío y una nada eterna.
De vuelta en este día triste, en este atardecer con luna llena, me pregunto qué canciones escucharía si llegara a habitar esa nada. ¿Serían las que repito una y otra vez y de las que conozco parte de la letra? ¿O serían las que he escuchado involuntariamente en antros o en noche buena?
Me pregunto también si a mi consciencia descarnada le gustaría estar allí postrada, si existiría allí una sensación de placer en absoluto, o si ésta quedaría atrás pudriéndose con la carne. Entonces me invade un afán de agudizar la manera en que podría sentir solo con el pensamiento, y lo llamo imaginar, así como llamo conciencia a eso que trasciende descarnado hacia la alucinación eterna, a falta de una mejor palabra.
De pronto cuando esté ahí lo primero que me imagine es que tengo un corazón de ámbar y, por primera vez, no sienta la necesidad de buscar en una enciclopedia lo que significa cada una de esas dos palabras y el sentido que les doy al unirlas. No tendré que corroborar nada de ahí en adelante. La certeza, así como la voluntad, son nociones de la carne, y en el sueño eterno no tendrían lugar, como no lo tienen en los sueños de los vivos, y si lo tuvieran podría invertir toda mi voluntad en pensar que no la tengo.
Tal vez allá reciba un beso en lugar de darlos como un secreto. Tal vez allá sea menos desdeñoso con mis padres, que no tendrían cara. Tal vez allá sea yo el que recoge los libros dejados sobre las mesas en una biblioteca y al leer el título me imagine quién lo habrá sacado de su estante y me invente una cara que sea solo otra cara y a la vez una de las caras que ya había visto alguna vez. Tal vez le ponga una de esas caras a alguien a quien pueda decirle que lo quiero. Pero todo sin voluntad, como en un sueño que nunca será lúcido, sino deslucido, en eterno decaimiento, pero nunca decaído.
Acá no puedo ver qué cara pongo antes de que mis lágrimas caigan. Desde allá me veo llorar, y soy una avispa de cabellos platinados rodeada de esas flores que llaman pensamientos.
Allá, despojado de mis sentidos, solo sintiendo con el pensamiento, experimentaría a Dios, que como adivina Kien, el personaje en la novela “Auto de fe” de Elías Canetti, es el pasado:
“¿quién vive feliz en el presente? Si no tuviéramos sentidos, el presente aún nos resultaría soportable. Viviríamos en el recuerdo, es decir, en el pasado. Al principio era el Verbo, pero ya era, es decir, el pasado existía antes del Verbo. Él se inclina ante la primicia del pasado. Por mucho que hablen a favor de la iglesia católica, para él tiene muy poco pasado. ¿Qué eran dos mil años—en buena parte inventados—al lado de tradiciones dos o tres veces más antiguas? Cualquier momia egipcia supera a un sacerdote católico. Como la ve muerta, él se cree superior. Sin embargo, las pirámides no están más muertas que la basílica de San Pedro, al contrario, están más vivas, porque son más viejas. Pero los romanos creen tener la exclusiva del pasado. Se niegan a venerar a sus ancestros, lo cual es un sacrilegio. Dios es el pasado. Él cree en Dios. Llegará un tiempo en el que un pasado único englobará a todos los hombres, y no habrá nada fuera del pasado, y todos creerán en el pasado”.
Al leerlo resuena con mis disparates y reconozco que ese tiempo, ese día, es la muerte.
Entonces la idea de la muerte solo me resulta aterradora cuando no tengo cuidado con lo que pongo en eso que llamo consciencia, y de pronto si otros vieran esta cara de Dios no se empecinarían en crear relatos e imágenes despreciables con el único fin de detentar un poder efímero, tan efímero como la (su) vida misma.
Esa vida, que a veces me parece tan larga. (A veces los días no alcanzan para hacer algo, pero ni todos los días juntos alcanzan para hacer absolutamente nada).
Entonces la idea de la muerte tampoco me afana, porque cada día es una oportunidad para acrecentar ese mundo después del mundo, ese reino por venir en el que no tengo voluntad y en el que por fin conoceré a Dios.
“Otro día en la vida nunca es suficiente”, me digo.
—Así que no se preocupen—concluyo.
Pero tal vez eso es una mentira.
***
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¿POR QUÉ GAME OF THRONES ES TAN FAMOSO?
Los géneros épicos regresan hoy al gran número, al gusto popular. Desde El Señor de los Anillos hasta Game of Thrones, las historias de héroes y elementos míticos tienen un auge que nos hace suponer que es el género de esta época. A continuación mis cavilaciones:
Llevamos ya 17 años del Siglo XXI y aún no hay autos voladores como se creía en los 50s, tampoco hay tele transportación ni viajes interestelares. ¿Qué pasó? ¿En qué fallamos? A finales de los 80s surgió un clima de pesimismo y nihilismo mundial. El futuro, el año 2000 llegaba y no lo veíamos tan bello como habíamos creído que sería. Esto se ve reflejado en la música. El Grunge estableció una postura crítica y por primera vez señaló a la sociedad y le dijo a la cara “Tú estás igual de mal” con una crudeza que hace palidecer al himno de Black Sabbath, Crazy Train. A diferencia del rock o del metal (incluso del glam metal), donde los rockeros y metaleros sabían que eran los chicos malos, en el grunge estos outkasts voltearon la mesa y se manifestaron no como un agente ajeno o al margen, sino como un síntoma de los tiempos, del carácter ingenuo de la década que terminaba, que creía tener tiempo para corregir las cosas y pronto se daría cuenta que no era así. Además del ánimo positivo, el inicio de los 80′s se caracterizó por su atmósfera futurista. Solo podíamos ver hacia adelante, y usábamos gafas de sol en la playa porque el futuro nos parecía brillante como el cofre de un descapotable. Como consecuencia los géneros épicos y de fantasía pasaron a las sombras. Incluso producciones como la serie de tv Robin Hood eran vistas por los ojos compasivos de una audiencia que creía estar tan por delante de los “salvajes” representados. Con la certeza de que al cambio de milenio debíamos estar en el paraíso terrenal, chocamos de frente con el muro de la realidad. Si éste es el futuro, no lo queremos. Se decidió dar la vuelta, pero la idea de que el actual estado era lo mejor que podía esperar la especie, hizo cambiar el modo de ver hacia atrás en la historia. La idea de que el futuro sería más distópico que utópico nos orilló a ello.
Terminó la década de los 90s y solo Britney Spears nos hacía sonreír, pero en el 2001 se estrenaron dos películas que le recordaron a todos que la magia existió alguna vez, que el descarnado mundo en que vivían era producto del híper racionalismo al que le habíamos apostado todo y que había desnudado, medido y anotado cada detalle de la realidad, disectando su carne como si fuera nuestra propia carne, y que ese cuerpo vejado y lastimado (posiblemente desmembrado) merecía ser recubierto con la ingenua idea de que seguía habiendo un terreno oscuro donde la sensualidad y el misterio del mundo se recuperarían. Un lugar cubierto de magia donde la luz de la razón no nos encontrara. ¡De todos modos, el racionalismo y sus faros nos han dado más años de vida, pero no nos han dicho qué hacer con ellos! Se han vuelto expertos en preservar ciegamente la vida, aunque en el proceso le arrebate el sentido. Y de pronto el individuo es arrojado al mundo, se le plantan todas las dudas propias de la razón ¡y encima se le felicita por ser libre de buscar su propio sentido de vida!
Estas películas fueron Harry Potter y la Piedra Filosofal, y El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo.
Entre las cosas que el racionalismo (con su disfraz de humanismo y de nihilismo) destruyó, estuvo el sentimiento de identidad, principalmente el nacionalismo, que es de sus formas más exacerbadas. Al declararse todos los hombres iguales, perdió sentido la idea de la patria. ¿De qué nos sirve defenderla si nuestro enemigo es mi hermano? Tal vez esto fue un reflejo meramente europeo y contagiado al resto del mundo, ocasionado por el horror de la Segunda Guerra Mundial, como una medida de desarticular otro posible conflicto de gran escala que involucre tantas muertes y tanta gente dispuesta a uniformarse. Al quedar relegada la patria, todos sus símbolos también perdieron profundidad, importancia e intimidad. De pronto es tan válido que sudafricano se identifique con la cultura japonesa, o que un inglés decida invertir su dinero y su vida en el modo en que lo hizo Edward James en México. La identidad se vuelve de pronto un terreno pantanoso en todos sus aspectos, no es seguro pisar. No podemos estar seguros de que nuestra identidad colectiva, nuestra tierra, nuestro idioma, nuestro lo-que-sea, nos pertenece y que nosotros le pertenecemos, pues, al ser iguales todos, cualquier persona tiene el mismo derecho a ella. En la era de la razón solo se necesita un argumento suficientemente bueno para relativizar una verdad. Ya no hay certezas absolutas que nos moldeen, todo es una construcción personal, y resulta que la mayor parte de la gente es pésima para construir. Mientras que, para algunas personas, la apertura y la accesibilidad de todas las culturas es algo maravilloso y digno de fomentarse, en otras provoca un sentimiento de desamparo y desnudez, pues no hay nada que le pertenezca exclusivamente a ese sujeto, y el sujeto no pertenece a nada. Este sentimiento (creo que todos lo llevamos dentro aunque lo disimulemos) busca ser saciado. Las historias de magia, de héroes medievales, de dragones y de princesas y de castillos nos recuerdan a una época en que no existía esta carencia. Las personas morían por ideales tan abstractos como la patria y por ideas tan cuestionadas actualmente como la religión, y lo hacían sin pensárselo mucho. ¿Qué pudo haber tenido de bueno una época así? En el terreno práctico, nada. Pero hay que considerar que la mentalidad práctica-cientificista es muy de nuestra época, y es vital para preservar a la razón en el trono. En el terreno de la animalidad del hombre es distinto. Algo que el racionalismo NO logró eliminar fueron los instintos y su temible fuerza. Entre ellos está la necesidad de seguir, de integrarse a algo, a una causa tan grande que se le pueda ofrendar la vida. La tibieza con que el racionalismo nos pide y recomienda que preservemos la vida acumula energía que antaño no se escatimaba, igual que la olla express retiene la fuerza del vapor. Las historias épicas de héroes que mueren por su rey, por su patria, por su sola voluntad de luchar hasta el final son entonces una forma de descargar (¿sublimar?) esa pulsión. Harry Potter es el héroe de los niños que los hace soñar con una misión tan grande que lleva al chico de 11 años a arriesgar su vida. Bilbo es el joven timorato que “goza” una vida tranquila y con todas sus necesidades resueltas, pero que encuentra la aventura más maravillosa en el mayor de los peligros y frente al más terrible de los enemigos. Y, llegando al tema que nos compete, tenemos Game of Thrones, que reúne los elementos. Todos los personajes se caracterizan por su resiliencia, y todos tienen en común que solo la muerte los separa de su misión. Jon es el bastardo que viene de atrás. Daenerys, ni se diga. Estos hombres de mundos medievales, estos supuestos salvajes, con sus costumbres y sus valores bárbaros refutados por el humanismo, de pronto nos parecen más llenos de honor que nuestros contemporáneos, con vidas más llenas de significado. No tienen tiempo para la depresión, para cuestionar si tiene sentido seguir vivo, no hay energía dedicada a la auto destrucción, solo al cumplimiento del deber y a la construcción de enormes empresas. El gap, el desamparo, la desilusión por nuestros contemporáneos tibios, la falta de motivos para morir, toda sed se sacia al presenciar semejantes personajes.
Creo que el éxito de Game of Thrones reside en la forma en que nos recuerdan un mundo y una manera de vivir diferente a la manera tan calculadora y fría actual (además de su increíble trama, de la profundidad psicológica de los personajes, los efectos especiales y sus incontables escenas con desnudos). Satisfacen el hambre del humano por sentirse parte de algo tan digno y bello que valga la pena morir por ello. Nos recuerda que el hombre puede ser tan resistente y honorable como quiere, y nos hace llorar de la emoción cuando alguien muere en el cumplimiento de su deber (Hold the door!), con una voluntad tan inquebrantable que rebasa su propia vida. También nos recuerda que hay placer en ver a nuestros enemigos morir, que se puede gozar con la crueldad, o cuando menos vivir con ella. Nos hace ver los horrores de la humanidad mezclados con sus más grandes logos, y nos hace ver que son caras de la misma moneda. Nos recuerda que el aterrizaje en la luna fue impulsado en medio de un ambiente de terror durante la Guerra Fría, nos recuerda que los desarrollos más importantes en medicina se hacen en tiempos de guerra, nos recuerda que un martillo es un arma y una herramienta de construcción, y que ambas funciones son igual de necesarias, e igual de gozosas. Nos proporciona un alivio ante la insistencia permanente del humanismo en ignorar y evitar a toda costa los horrores inherentes de estar vivo, aún a costa de perdernos las más grandes glorias, porque ahora podemos mirarlos a los ojos, aunque sea en un show e tv, y preguntarnos después cómo estamos viviendo comparados con esos personajes.
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