#Paco Paredes
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León Magno Montiel @leonmagnom Observo una postal de la Torre de Leandro, con su imponente faro en medio de la pequeña isla rocosa abrazada por las aguas del Bósforo, ubicada en el estrecho que une el Mar Negro con el Mediterráneo. Es uno de los mayores símbolos de Estambul, permanente recordatorio del mito de amor, del esforzado Leandro por la bella Hera, la hija de Afrodita. Hera cada noche encendía su antorcha para guiar a su osado amante cruzando a nado las aguas encrespadas del Bósforo. Hasta que en una noche de tormenta, el viento apagó su lumbre y su amante se quedó sin orientación. Las aguas se tragaron al joven Leandro, vencido por el cansancio, la muerte lo sembró en lo profundo del mar. La Torre de Leandro es una creación del siglo XII, que ha sido modificada en varias ocasiones, pero su aspecto actual se diseñó hace doscientos años. Sus paredes son blanquecinas, con la bandera turca; roja de la media luna y la estrella flameando en lo más alto, alertando a los navegantes que llegan a esa capital ancestral, que encierra los misterios de dos mundos antípodas. Ese monumento milenario me recuerda a mi hermano Leandro Lenin Montiel, animador y cantante que nació en Maracaibo el 6 de junio de 1963, hijo de Luis Nemesio Montiel en Olga Josefina Villalobos. Mi padre, chofer de tráfico, pero además un poeta enamorado de la música y la historia que leía con asiduidad, pues representaba su mejor divertimiento. Le colocó su primer nombre en homenaje a Francisco de Miranda y el barco “Leander” donde realizó su travesía en 1806 desde Nueva York hasta La Vela de Coro. Y el segundo, por su admiración al líder bolchevique Vladimir Ilich Uliánov –el camarada Lenin-, máxima figura de la revolución de octubre en 1917. Leandro desde niño comenzó a militar en el canto, primero en la escuela “Gabriela Mistral” en el barrio Amparo, donde tuvo la orientación maternal de la maestra Carmen de Mora. Luego, en el conjunto de gaitas de la Cruz Roja que dirigía don Luis García Nebot, donde compartimos viajes con los amigos: Roberto Antonio (Merenguero), Carlos Brito, Amílcar del Villar y Hendrick Fernández. Siempre demostrando su gran carisma, una cercanía natural con la gente, que hacía sentir al auditorio consustanciado con el animador que recién conocían. Después comenzaron los días en el Colegio Gonzaga, las excursiones con el padre Duplá, Paco Percáz y Antonio Pérez-Esclarín. La amistad con Marisela Árraga, Aidé Devis, Evaristo Pérez, Madelis Rodríguez, quien sería su esposa y madre de sus hijos mayores: Diego Leandro y las mellizas Damelis y Damilé. Con ellos conformó el Grupo Compa, logrando actuar en “La Canción Bolivariana” organizada por Alí Primera en 1983 en el Estadio “Luis Aparicio”. Su carrera profesional como cantante y animador la inició con Zagales del Padre Vílchez, allí cultivó una profunda amistad con las hermanas Guerra, con los hermanos Quiroz en San Francisco. Comenzaba a destacar como solista y animador, es contratado por Gaiteros de Pillopo, con ellos impuso los temas: “El don de saber gaitear” de Neguito Borjas en 1990: “El don de saber gaitear no nace con todo el mundo hay que cantar con profundo sentido tradicional” (Borjas, 1990). “Total zulianidad” de Elías Hernández en 1996: “Cuando Dios hizo el mundo miró de frente hacia el Zulia tenemos el mejor ritmo grandeza de nuestro acervo le dio relámpago y lluvia lago y poetas fecundos se viste nuestro civismo en el corazón del pueblo con un gran regionalismo” (Hernández, 1996). Esa dupla Montiel-Hernández repitió con el éxito “Sabe a gaita” en 1997. En 1998 grabó el tema “Tres días de sol” de Wolfang Romero y Papi Zuleta: “Quisiera tres días de sol sin noches ni lunas, que quede seca tu cuna de tanto y tanto calor, que al cuarto día mi lago tu lecho llene la lluvia para que de nuevo fluya el cristalino zuliano”. (Romero y Zuleta). En 1999 ingresó a Las Estrellas del 2000, agrupación donde compartió escenarios con Astolfo Romero, Danelo Badell, Germán Ávila “El látigo”. Con ellos grabó el tema “La regadera” de Heriberto Molina.
Finalmente aceptó el llamado de los hermanos Gómez para formar parte de Gosugaita, fue la última divisa a la que perteneció. En paralelo a su carrera como gaitero Leandro hizo buena radio, como la había aprendido de Pedro Colina, a quien oía junto a nuestro padre a principios de los años 70. Colina realizaba una radio participativa, carismática, con contenido social y con peso cultural. Y ese fue el camino que siguió Leandro. En Radio Calendario 1020 AM animó el programa de salsa junto a Samuel Portillo, con asesoría de Rafael Valladares. En Sabor 106FM demostró su solvencia para animar en la Fonoplatea de los Éxitos; así como en las tarimas de la Feria de la Chinita, en los “Poliedrazos” junto a Ozías Acosta y Adolfo Ochoa. Leandro siempre brilló en los escenarios y cultivó el amor fraterno de sus compañeros en cada divisa que estuvo. Sólo vivió 43 años, la muerte sorprendió a Leandro Lenin Montiel Villalobos el 21 de enero de 2007, un infarto destrozó su corazón en ese mediodía. La noche anterior había actuado con Rondalla y Serenata junto a sus compañeros Huáscar Pacheco, Pedro Rossell y Ender Fuenmayor. Lo despedimos la tarde del 22 de enero, mientras sonaban las notas de sus gaitas preferidas en los jardines del sur, lo sepultamos justo al lado de la tumba de nuestro padre Luis Nemesio. Un momento doloroso, inédito, que en la distancia lo vemos como un adiós entre lágrimas y cantos, para un hombre que le dio su luz a esta tierra y sembró el amor a su paso. Fue mi hermano más querido. Una vez más, un Leandro caía entre las aguas turbulentas, tratando de cruzar el estrecho de la vida, para encontrase con su amada Hero, es decir: su gaita. Para recibir en tu celular esta y otras informaciones, únete a nuestras redes sociales, síguenos en Instagram, Twitter y Facebook como @DiarioElPepazo El Pepazo
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Parte I, Recuerdos.
He tenido la misma pesadilla otra noche. Despertar despues de inhalar profundo, sudando y quebrando en llanto. Otra vez los recuerdos me atormentan. Es otra madrugada de insomnio y letras. La gente es adicta a meter el dedo en la herida, a cuestionar si sufro o es teatro. Que ganas de decirte que me duele, que debo ocultar en mi garganta un nudo que no afloja.
Ahí estoy denuevo, bailando con las drogas al borde del abismo, las cámaras grabando y la policía cerrando el perímetro. Las personas abajo como insectos, gritando "Hazlo ya, salta maricón!". Despierto con voces en mi cabeza, preguntándome... ¿por qué aun no lo has hecho? ¿Es que eres cobarde? Hazlo,hazlo,hazlo... Y yo les respondo "por favor, no salgan, que nadie sepa que estan ahí, no me arruinen los planes con eso de sufrir" y sufro;
Confundido y sin sentido, enredado en la desesperanza. ¿Sera que el sacrificio y el dolor es todo lo que nos toco? Recuerdo a mi mamá llegar a casa llorando, sin zapatillas, volviendo del trabajo. Recuerdo a mi abuela gritando, golpeando las cosas, despues de turnos de 42 horas en el hospital. Recuerdo a mi tío drogado y su intento de suicidio, la cicatriz en su cráneo. Las paredes con musgos, un 2x2 en donde vivían 4, baldosas rotas y las canchas bajando los bloques. Comidas frías y sin proteína, 2 niños cocinando. El frio, la soledad, el terror y la incertidumbre. Cuando habia lluvias, el techo lloraba, una vez el techo cayo y casi aplasta a mi abuela. Recuerdos.
Parte II, El piano.
Todos en la casa trabajaban y como no podía quedarme solo, se turnaban por quien me llevaría al trabajo. Y fuimos entonces con la Miriam a limpiar casas de ricos, aunque yo lo único que debía hacer era no estorbar.
Permiso, por favor, gracias, disculpe. Aprendí 4 palabras que fueron un disfraz para nosotros. Era una casa enorme con piezas infinitas, un techo sin fin y reliquias por doquier. Mi primer acercamiento a la musica fue aquel piano gigante en el pasillo de aquella casona. Cada tecla fue un color, cada vibración me causo una calma que jamás deje de buscar, luego le pedia a la Miriam que por favor me dejara volver con ella para jugar en el piano. Al tiempo la señora de la casona murió, era muy anciana y su cáncer no dio para mas. El piano, nunca olvide el piano.
Parte III La huelga.
El ambiente estallaba y vibraba entre alegría y rabia, la gente iba para todos lados y estaba todo funcionando fuera de la normalidad, quioscos cerrados, los pacos en las afuera del barros luco, pancartas en las ventanas y un calor en el pecho. Camine de la mano de mi abuela por ese largo y enredado pasillo que parecía un laberinto, ella llevaba una bolsa con agua, muchas botellas de agua. Cuando entramos en la ultima habitación, ahí estaban. 3 o 4 personas en el suelo, acostadas, esqueléticas, con ojeras y sedientas, parecían medio muertos. Me asuste un poco y mi abuela apretó mi mano, entonces sentí que estaría todo bien, entrego el agua y le dio muchos ánimos "aguanten compañeros!" Grito ella. Yo le pregunte, ¿que le paso a tus compañeros, Miriam? Y ella me respondió. Estan en huelga de hambre, dejaron de comer en forma de protesta. "¿Porque dejas que sufran tus compañeros?" Dije yo... y me respondió. "Nicolás, nosotros tenemos que esforzarnos el doble, es la cultura del sacrificio y tu tambien algun dia deberás luchar para exigir tus derechos, es esto lo que nos toco".
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"Se anularán súbitamente los miles de palabras que han servido para nombrar las cosas, las caras de las personas, los actos y los sentimientos, que han ordenado el mundo, que han hecho latir el corazón y humedecer el sexo.
los eslóganes, los grafitis en las paredes de las calles y de los váteres, los poemas y los chistes verdes, los títulos
anamnesis, epígono, noema, teorético, los términos copiados en una libreta con su definición para no mirar cada vez en el diccionario
los giros que otros utilizaban con naturalidad y que nos sentíamos incapaces de llegar a usarlos un día, resulta innegable que, no queda sino admitir que
las frases tremendas que habríamos debido olvidar, más tenaces que otras por el esfuerzo mismo hecho para borrarlas, pareces una puta mustia
(...)
las palabras relacionadas para siempre con una persona como una divisa, en un lugar preciso de la nacional 14, porque un ocupante del coche las ha dicho justo cuando pasábamos por ahí y no podemos volver a pasar por el mismo sitio sin que esas palabras nos salten a la cara como los surtidores enterrados en el Palacio de Verano de Pedro el Grande que brotan cuando los pisamos
los ejemplos gramaticales, las citas, los insultos, las canciones, las frases copiadas en nuestras libretas durante la adolescencia
(...)
(soy el mejor, a esto no me gana nadie: me llamo Paco pero puedes llamarme pa'comé; ¿araña? No, gato; ¿vino de la casa, señor? ¡Y a usted qué le importa de dónde vengo!; ¿está Consuelo? No. ¿Pues entonces dónde pisa?; ¿está Conchita? No, está con Tarzán; ¿a qué hora llega el avión de Caracas? Viene demorado. Bonito color, pero ¿a qué hora llega? Chistes y juegos de palabras escuchados mil veces, ni sorprendentes ni graciosos desde hacía tiempo, irritantes de puro obvios, que solo servían para consolidar la complicidad familiar y que habían desaparecido ya al romperse la pareja pero que de vez en cuando volvían a la boca, sin venir a cuento, incongruentes, porque era lo único que quedaba tras años de separación)
(...)
cariño, ¿tú y yo qué somos? Dos pronombres"
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El queso más caro de 2023 está en España: un Cabrales de 30.000 euros la pieza
El mejor Cabrales del año ha sido subastado este domingo por 30.000 euros, una cifra nunca alcanzada en las 51 ediciones del certamen dedicado al queso La pieza de queso de Cabrales. | Paco Paredes (EFE) R.T.O. El mejor Cabrales del año ha sido subastado este domingo por 30.000 euros, una cifra nunca alcanzada en las 51 ediciones del certamen dedicado al queso más reconocido de Asturias y que…
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“Dice el tío Paco cosas maravillosas sobre los libros, y las apunté exactamente como lo dijo para no olvidarlas nunca: Tabla para el náufrago, escudo para el bueno y horca para el ruin, paraguas para el sol y la lluvia, capote de torero, ladrillo que hace paredes que hace casas que hace ciudades que hace mundos. El libro es jardín que se puede llevar en el bolsillo, nave espacial que viaja en la mochila, arma para enfrentar las mejores batallas y afrentar a los peores enemigos, semilla de libertad, pañuelo para las lágrimas. El libro es cama mullida y cama de clavos, el libro te obliga a pensar, a sonreír, a llorar, a enfadarte ante lo injusto y aplaudir la venganza de los justos. El libro es comida, techo, asiento, ropa que me arropa, boca que besa mi boca. Lugar que contiene el universo.”
― Benito Taibo, Persona normal.
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Foro defensa usar el sistema SVIsual en anomenades al 112 per a facilitar la comunicació de persones sordes
Text: lavozdeasturias.es / Foto: Paco Paredes / EFE El secretari general de Foro Astúries i candidat a la presidència del Principat, Adrián Pumares, s’ha compromès al fet que les persones amb discapacitat auditiva que visquin a la regió puguin comunicar amb el 112 a través del sistema SVIsual…[…] (lavozdeasturias.es)
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El Flamenco en los tiempos del virus Corona (VII)
El Flamenco en los tiempos del virus Corona (VII)
Teresa Fernandez Herrera
Casa Patas.
Empezamos hoy con una noticia más que triste, dramática. Cierra definitivamente tras treinta y tres años de historia viva del flamenco, el tablao Casa Patas y todas sus instalaciones. Tablao, restaurante, la mítica sala García Lorca, auténtico templo del cante y toque.
Veníamos diciendo en crónicas anteriores que la desaparición del turismo exterior,…
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#Casa Patas#Daniel Casares#Flamenco desde casa#Fundación Cante de las Minas#Juan Manuel Cañizares#juan pinilla#Paco Paredes#salas de conciertos
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[Resenha] A vida de Paco Paredes, de Pedro Afonso – Chiado Editora
[Resenha] A vida de Paco Paredes, de Pedro Afonso – Chiado Editora
Título: A vida de Paco Paredes Autor: Pedro Afonso ISBN: 978-989-51-8921-2 Gênero: Ficção/Drama Páginas: 208 Editora: Chiado Cortesia do Autor Sinopse: Os filhos de Paco, o toureiro, nada mais sabem além do fato de que seu pai foi golpeado fortemente por um touro no dia de San Isidro, na Plaza de Toros de las Ventas em Madri, e que desde então passou seus últimos dias em casa sob a vigília…
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“ Cuando, tras remontar una cuesta, encontré la furgoneta, Juanan salió a saludarme con los brazos abiertos. Con sus trasquilones en el pelo y su andar saltarín, parecía un hobbit de La Comarca. Como hace siempre Juanan cuando ocupa un lugar, había tuneado aquel espacio, transformándolo en su universo. Sus marcos de madera y sus fotografías habían rellenando los huecos de las paredes. Había esparcidas frases cortas escritas a máquina que sugerían secretos susurrados en sueños. Frases que, aunque están escritas en castellano, son imposibles de descifrar. ” · · · · · mucho más en WATTEBLED : el nuevo libro de mi querido Paco Gómez
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“Dice el tío Paco cosas maravillosas sobre los libros, y las apunté exactamente como lo dijo para no olvidarlas nunca: Tabla para el náufrago, escudo para el bueno y horca para el ruin, paraguas para el sol y la lluvia, capote de torero, ladrillo que hace paredes que hace casas que hace ciudades que hace mundos. El libro es jardín que se puede llevar en el bolsillo, nave espacial que viaja en la mochila, arma para enfrentar las mejores batallas y afrentar a los peores enemigos, semilla de libertad, pañuelo para las lágrimas. El libro es cama mullida y cama de clavos, el libro te obliga a pensar, a sonreír, a llorar, a enfadarte ante lo injusto y aplaudir la venganza de los justos. El libro es comida, techo, asiento, ropa que me arropa, boca que besa mi boca. Lugar que contiene el universo.”
― Benito Taibo, Persona normal.
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Despedida de Luis Felipe Remedios
Por Laura Corcuera
No dijiste ninguna palabra. Tú hablabas con la música y la mirada. Luis Felipe Gutiérrez Remedios. Luis Felipe Remedios. Felipe. El 9 de diciembre de 2020, en medio de la pandemia y antes de la llegada del solsticio de invierno, te fuiste.
Te conocí en febrero de 2011, cuando llegué a vivir a Braojos de la Sierra. Vivías solo, con tu gatini, tu guitarra, tus cigarros y tus músicas. Pasamos mucho tiempo juntos, hablando del mundo, del arte de vivir, de cualquier cosa.
Entonces, eras el vocalista y guitarrista de la banda de rock serrano Praims, que se había formado en el calor cultural de la Asociación Las Primas, en Buitrago del Lozoya. A través de ti conocí a Jose (bajista) y a Vicente (batería), luego al percusionista y batería Ariel. Vuestras canciones resonaban desde las paredes de la sierra de la Cabrera hasta la cascada de Somosierra.
“En este país si cantas en inglés parece que tienes que dar explicaciones”, dijiste en una entrevista que os hicieron en 2012: “Es como un pintor que pinta la estatua de la libertad, aunque sea de Cuenca o de Cáceres”, decías.
Hace 44 años tú nacías en Cáceres y allí creciste. Estudiarías Psicología en Salamanca y luego te vendrías para Madrid, para la sierra norte. Tú mismo te describiste así: “no soporto las grandes ciudades y necesito contacto directo con la naturaleza, la cual me proporciona la paz necesaria para lograr la inspiración musical. Llegué a la música porque nací con y para ella. Soy autodidacta. Nunca estudié música, pero he ido aprendiendo con esfuerzo y entrega, con horas y horas de ensayos, con observar y escuchar a los grandes. La guitarra es mi instrumento fetiche, siendo la guitarra española mi gran aliada”.
Sobre tu nombre artístico, Luis Remedios, escribiste esto: “Empleo el apellido materno, no solo por la fuerza que tiene, sino porque mi madre ha sido mi apoyo durante mi carrera profesional, la persona que me animó a continuar con la música y me dio fuerzas en los momentos más bajos. Me trasmitió el amor por el arte y la música desde la infancia. Al igual que Paco de Lucia”.
Y aquí recuerdo tu esencia felipiana, hablando con un cigarro en la boca y una cerveza en la mano, mirando la montaña: “Guitarristas hay muchos y no siempre bien valorados, pero en mi caso (y no quiero pecar de soberbio) soy excepcional. Logro tocar una canción con sólo escuchar los primeros compases, y domino no solo la guitarra clásica, también la eléctrica o la acústica, me atrevo con el bajo y soy un loco del “bouzoki”, que es un instrumento de cuerda pulsada de origen griego y con gran tradición también en el folk irlandés”. Por pedante que sonaras, era verdad.
Con la banda Praims tocásteis desde el balcón de la biblioteca de Braojos, con la batería en la puerta de la Casa de la Cultura, en el primer Braojos Escena Abierta (BEA), año 2011, y ayudaste mucho en la segunda y tercera edición del BEA.
Nos ayudaste también en Braojos con el proyecto de investigación y performance Ayer es hoy o El Día que murió la Thatcher. Tú nos facilitaste los primeros instrumentos: una batería, una guitarra eléctrica y un bajo. Y fuiste nuestro director musical. La Vitoriana en el bajo, la María en la bateria, la Maña en la guitarra y yo en el micro. Hacíamos un punk rural que la Maña mejoraba con su entonación y bases de jota. Cómo nos reíamos en los ensayos en Braojos y en Hastebol. Un día esos vídeos formarán parte de un homenaje presencial que te haremos, Felipe.
Después dejaste Braojos y te fuiste a vivir a Walden, en la presa de la Retuerta, con Jose y con Iago. Ahí hicimos encuentros inolvidables, dimos nombre a las calas del pantano, ayudamos a Iago en la construcción de su templo del sol, y empezamos a grabar algunas canciones y poesías sonoras, con tu increible capacidad para coordinarnos musicalmente. Ahí estaba también el actor Joan Llaneras, compartiendo su poesía. Y tú componías y tocabas sin parar. También hacías bandas sonoras para cine y documentales. Casi todos los docus de tu amigo el director extremeño Julián Franco Lorenzana tienen tu música.
Entre 2013 y 2014 fuiste un acompañante permanente de La Selecta, el café-laboratorio de las artes y las ciencias en Buitrago del Lozoya. Llegaron los problemas y tú estuviste allí para ayudarnos.
2015. “Una tarde en Mi menor”. Y volviste a mudarte, esta vez sólo con Iago, que ya alternaba la Sierra con Roma y se había convertido en actor famoso. Walden 2, a los pies de Canencia, sería tu último refugio en la Sierra Norte de Madrid. Compusiste “Lo que me gusta de ti”. Allí llegamos a grabar un disco loco por empeño y esfuerzo de Iago. Joan nos había dejado en 2018. Fue un palo y yo me cabreé mucho con vosotros dos porque no me habíais dicho nada. Tú estabas a tope con tu grupo de música medieval. En 2019 te iba muy bien. Currabas en mercados medievales por toda la península y llegabas a casa tan reventado como feliz, experimentando con la música medieval. Eran tiempos de aparente quietud, pero todo estaba mundando más rápido de lo que creíamos. Y en 2020 llegó la pandemia. Y todas nuestras vidas se desajustaron. No hubo forma de localizarte antes de coger aquel vuelo.
Luis Felipe Remedios, enfant terrible de la guitarra y de la vida. Te has ido, cabronazo, sin decirnos nada. Así lo elegiste tú. Y es necesario respetar tu decisión. Muchas personas te vamos a echar mucho de menos. Estemos donde estemos, Felipe. Siempre estarás en las montañas, los ríos, las cascadas y los pantanos de la Sierra Norte de Madrid. Y en el corazón de muchas personas. Espero que tu familia en Extremadura sienta de alguna manera que en la Sierra Norte de Madrid también te queremos, Felipe.
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León Magno Montiel @leommagnom La Torre de Leandro, con su imponente faro, está situada en medio de la pequeña isla rocosa, abrazada por las aguas del Bósforo. Se erige en el estrecho que une el Mar Negro con el Mediterráneo y es uno de los mayores símbolos de la Estambul milenaria. Recuerda el mito del amor del esforzado joven Leandro por la bella Hera, la hija de Afrodita, quien cada noche encendía su antorcha para que su osado amante cruzara a nado las aguas encrespadas del Bósforo. Hasta que en una noche de tormenta, el viento apagó su lámpara y se quedó sin guía en medio de la marea cruzada. Las aguas se tragaron a Leandro y la muerte lo sembró en lo profundo del mar. Esa torre es una creación del siglo XII, que ha sido modificada en varias ocasiones, pero su aspecto actual data del siglo XIX. De paredes blanquecinas, con la bandera roja de la media luna y la estrella solitaria flameando en lo más alto, alertando a los navegantes que llegan a esa capital mítica, de dos mundos antípodas. Esa torre milenaria me recuerda a mi hermano Leandro Lenin Montiel, el animador, el gaitero que nació en Maracaibo el 6 de junio de 1963. Hijo de Luis Nemesio Montiel y Olga Josefina; quien fue mi compañero de luchas en la gaita y en la vida. Mi padre que era chofer de tráfico, enamorado de la música y la historia que leía como su mejor divertimiento, le colocó su primer nombre en homenaje al barco donde navegó Francisco de Miranda desde Londres hasta Coro en 1806. El segundo, por su admiración al líder bolchevique Vladimir Lenin. Desde niños comenzamos a militar en el canto. Primero en la escuela Gabriela Mistral, inserta en el barrio Amparo, con sus paredes azules, con el rostro mustio de la poeta chilena en su frontispicio y la orientación amable, casi maternal de la maestra Carmen de Mora; mujer bogotana de un inmenso amor por los libros y el arte. Luego en el conjunto de gaitas de la Cruz Roja que dirigía don Luis García Nebot, donde compartimos viajes por toda Venezuela con excelentes amigos, como el merenguero Roberto Antonio, Carlos Brito, Amílcar del Villar, Hendrick Fernández y el maestro Anguito Soto, siempre demostrando un gran carisma, una cercanía natural con la gente, que hacía sentir que era casi un hermano para el recién conocido. Después comenzaron los días en el Colegio Gonzaga, las excursiones con el padre Javier Duplá sj, Paco Percaz sj, Miguel Matos sj, Pechín (Antonio Pérez-Esclarín). LTuvo una amistad sólida con Marisela Árraga, Aidé Devis, Evaristo Pérez-Suárez, Dámaris Madelis Rodríguez, quien sería su esposa y madre de sus hijos mayores: Diego Leandro, y las mellizas: Damelis y Damilé. Juntos conformamos el Grupo Compa y logramos actuar en la Canción Bolivariana organizada por Alí Primera en 1983 en el estadio Luis Aparicio. Logramos ganar varios festivales gaiteros intercolegiales bajo la égida del profesor Néstor Chourio, un exintegrante del conjunto Los Azulejos. En el decenio de los años ochenta, Leandro comenzó su carrera profesional como cantante y animador con lo Zagales del Padre Vílchez, donde sembró una profunda amistad con las hermanas Guerra, con los hermanos Quiroz y Daniel Méndez en San Francisco. Formó parte de Gaiteros de Pillopo, Estrellas del 2000, Gosugaita. En paralelo Leandro hizo radio, como la habíamos aprendido de Pedro Colina al oírlo junto a nuestro padre, participativa, carismática, con contenido social y peso cultural. Coincidimos en Radio Calendario 1020AM donde animaba el programa de salsa junto a Samuel Portillo, con asesoría de Rafael Valladares; en Sabor 106.5 FM, donde demostró su solvencia para animar en la legendaria Fonoplatea. En las tarimas de feria, en los “poliedrazos gaiteros” junto a Ozías Acosta y Adolfo Ochoa, Leandro brilló y cultivó el amor fraterno de sus compañeros de divisa musical. Solo vivió 43 años. La muerte le sorprendió el 21 de enero del 2007, le destrozó el corazón en ese mediodía, después de haber serenateado la noche anterior con su Rondalla al lado de Huáscar Pacheco, Pedro Rossell y Ender Fuenm
ayor. Junto a su hija menor Leandra, nuestra madre Olga Josefina, sus hermanos, los amigos de la gaita, lo despedimos la tarde del 22 de enero entonando las notas de sus gaitas preferidas. Lo sembramos en los jardines del sur, junto a la tumba de nuestro padre Luis Nemesio Montiel. Fue un momento terrible, doloroso, inédito. Ahora en la distancia lo vemos como una hermosa despedida entre lágrimas y cantos para alguien que le dio luz a esta tierra, y sembró el amor a su paso. Una vez más, un Leandro cae entre las aguas de la lucha, de la turbulenta vida, tratando de cruzar el estrecho de las vivencias, para encontrase con su amada, su Hero maracaibera, su gaita. Para recibir en tu celular esta y otras informaciones, únete a nuestras redes sociales, síguenos en Instagram, Twitter y Facebook como @DiarioElPepazo El Pepazo
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GANAMOS-GANAMOS-GANAMOS
EL ETERNO FESTN,
mejor serie documental Latinoamericana en los Premios TAL de la Red de Televisoras Publicas Latinoamericanas
FELICIDADES A TODO EL CREW DE GRAVEDAD CERO FILMS
GANAMOS EL PREMIO A MEJOR SERIE DOCUMENTAL LATINOAMERICANA
CON “EL ETERNO FESTIN”
Felicidades a todo el crew de Gravedad Cero Films
Series creator
Sergio Muñoz
Produtores ejecutivos
Armando Casas Tv UNAM
Armando Carrillo SPR
Sergio Muñoz Gravedad Cero Films
Desarrollo y produccion
Gravedad Cero Films
Realizadoras
Paulina del Paso
Alejandra Islas
Luciana Kaplan
Tufic Makhlouf
Inti Cordera
Emilio Canton
Sergio Muñoz
Producción
Marusia Estrada
Fotografía
Carlos Correa
Fotografía 2a Unidad
Natali Montell
Pixilaciones fotográficas
Ana Lorena Ochoa Schondube
Post producción
Perla María Gutiérrez
Sonido directo
Aldo Navarro
Investigación iconográfica
Jorge Paredes
Editores
Perla María Gutiérrez
Paulina del Paso
Luciana Jauffred
Ana Castro
Paco Guerrero
Emilio Canton
Israel Santamaría
Koldo Idigoras
Diseño sonoro y Mix
Fernando Cabrera, Alex Vergara, Jorge Tena, E-Sound
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“TEN FE”
Ensimismada en sus tinieblas, no vio aquel pozo delante de sus pasos y cayó en él. Ni atinó a gritar. Sintió que su cuerpo golpeaba contra el fondo de aquel orificio oscuro, silencioso. El dolor entró en ella sin dejar de lastimar un solo miembro. Se sentó como pudo y levantó la cabeza. Alcanzó a ver una tenue luz que le parecía extremadamente lejana. La habían visto salir a dar su caminata diaria, mas no volver. La luna acusó su ausencia. Se corrió la voz, familiares y amigos no sabían de ella. Dé pronto un vecino dijo a otro: Flaco, ¿tapaste el pozo? No, creí que lo hiciste vos. ¡Dios mío pudo caer en él!¡qué descuidado! Vayamos a ver – contestó María – y, todos salieron desesperados hacia el lugar pensando lo peor. Blanquita sentía frío y pánico, la fobia le hacía presumir que las paredes del pozo se cernían sobre ella cada vez más. En medio del horror escuchó voces que se acercaban y comenzaban a llamarla. ¡Blanquita, Blanqui, Blanquiiii! ¡Aquí estoy, gritó, me caí en un pozo y no puedo salir! ¿Tranquilízate, le dijo José, ponte de pie, extiende tus piernas y brazos hasta tocar las paredes entiendes?¡Si, ya está! Bien, ahora, lentamente, haz fuerza con todo tu cuerpo, primero el pie y la mano derecha luego la izquierda, lentamente comienza a subir. NO puedo, me resbalo, contestó la mujer. Sí puedes, vamos inténtalo otra vez, le gritó Mecha. Varias veces se repitió el intento, pero siempre finalizaba con el golpe contra el fondo. Escuchó indicaciones de todo tipo, nadie llegaba a la solución. ¡Alcáncenme una soga por favor!, gritó Blanquita. Paco corrió a buscar la soga que solía usar para sacar agua del aljibe, se la arrojó, pero no soportó el peso del cuerpo de la muchacha y se cortó. Yo tengo una mejor, comentó Miguel y fue a buscarla. Volvió y repitió el gesto, pero otra vez la soga se cortó. Debe ser de una marca especial, expresó la voz de un desconocido que pasaba por allí y se detuvo al ver el tumulto. ¿Qué marca? Le preguntaron con fastidio. AMOR, si le arrojan una de esas logrará salir. Se miraron unos con otros y Paco contestó, aquí no se conoce esa marca. Poco a poco todos se fueron alejando, pensando en volver al día siguiente y solucionar el problema. La mujer comenzó a llorar de impotencia, una voz dulce llegó a sus oídos, Blanquita, con lo que tengas o lo que puedas construye una soga tú misma y arrójamela, yo la sostendré, ten fe. Pero no sé cómo hacerla, ni con qué. Usa tu voluntad de salir, de ti depende. La mujer se miró y empezó a sacarse la ropa, cortó tiras con dientes y manos, trenzó los girones, cuando ya no le quedaba ninguna prenda gritó... ¡A ti que estás arriba, ahí va! y la arrojó. No la alcanzo, agrégale algo más. No tengo más, solo mis zapatillas. Busca, busca, átale las zapatillas en un extremo así llegará más alto. Blanquita dijo, solo me quedan mis cabellos. Úsalos, no temas. La larga cabellera se convirtió en un extremo de la soga y ella ató su calzado. Ya está, ahí va… ¡listo ya la tengo ahora tómate fuerte de ella, ayúdate con los pies en la orilla, primero uno, después otro y trepa, trepa! Tengo miedo de que se corte. NO temas, la has construido tú misma y yo la sostengo, ten fe. La voz le daba confianza y comenzó a subir, lenta, acompasada y súbitamente sintió el aire fresco de la noche ayudándole a respirar con alivio. Cuando llegó a la superficie, completamente extenuada se recostó sobre el pasto, recuperó la calma y perdió el cansancio. Abrió los ojos y lo vio. La observaba sonriéndole dulcemente. Avergonzada, trató de cubrir su desnudez con sus brazos. Él se acercó, ella abrió los ojos temerosa, aquel desconocido poniéndole una mano en la cabeza, le dijo: NO temas, así te he creado, en cuerpo y alma, solamente vestida con tu piel envolviendo sentimientos para que no los pierdas y los uses cuando y como creas necesitarlos. ¿Quién eres? ¿Por qué dices que me has creado? ¿Por qué me preguntas lo que ya sabes? Siempre estoy contigo, muchas veces me nombras, otras me entristeces pidiéndome lo que no debo o puedo darte, otras, me alegras cuando me agradeces con una oración. El asombro borró el pudor, se puso de pie y embelesada extendió su mano para tocarlo. Él extendió la suya hasta que ambas se entrelazaron. Tú pasado, le dijo, quedó en ese pozo, estás como llegaste por primera vez al mundo y vuelves a nacer, es tu otra oportunidad, depende de ti “ser o no ser” lo que quiero para todos, seres capaces de amar y disfrutar la vida que les doy y deben construir. Confiando en mí como yo confío en ustedes, porque los amo. Pasará un tiempo hasta que volvamos a vernos, pero, siempre estaré a tu lado. Ah, y no pierdas la soga, otro puede necesitarla préstasela que yo lo sostendré. Un haz de luz bajó del cielo a la tierra y lo vio ascender por él hasta perderse tras las nubes. Pensó que se había dormido y estaba soñando, comprendió que no se encontraba desnuda, sin cabellos, y con aquella soga de girones en su mano. Sintió un temblor, volvió el rostro y asombrada miro que desmoronándose las paredes del hueco iban cerrando el pozo hasta hacerlo desaparecer. SIEMPRE PODRAS AFERRARTE A UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD. Es verdad MARISA, cuanta realidad encierra tu cuento. Hace algunos años, en las olimpiadas para personas con discapacidad, también llamadas "olimpiadas especiales", nueve participantes, todos con deficiencia mental, se alinearon para la salida de la carrera de los cien metros llanos. A la señal, todos partieron, no exactamente disparados, pero con deseos de dar lo mejor de sí, terminar la carrera y ganar el premio. Todos, excepto un muchacho, que tropezó en el piso, cayó y rodando comenzó a llorar. Los otros ocho escucharon el llanto, disminuyeron el paso y miraron hacia atrás. Vieron al muchacho en el suelo, se detuvieron y regresaron. Una de las muchachas, con síndrome de Down, se arrodilló, le dio un beso y le dijo: "listo, ahora vas a ganar”. Todos, inseparables, los nueve competidores entrelazaron los brazos y caminaron juntos hasta la línea de llegada. El estadio entero se puso de pie y en ese momento no había un solo par de ojos secos. Los aplausos duraron largos minutos, las personas que estaban allí aquel día repiten y recalcan esa historia hasta hoy. ¿por qué? Porque en el fondo, todos sabemos que lo que importa en esta vida, más que ganar, es ayudar a los demás para vencer, aunque ello signifique disminuir el paso y cambiar el rumbo. El verdadero sentido de esta vida es que todos juntos ganemos, no cada uno de nosotros en forma individual. Creo que en las actuales circunstancias de tanta incertidumbre a todos nos hace falta disminuir el paso y cambiar de rumbo. Que la renovación no sea un proyecto individual, sino colectivo. Entre todos seguro que podemos. Cuando éramos chicos y corríamos carreras. Al más chico lo poníamos varios pasos adelante. Le dábamos cancha. Tantos más pasos cuando más chico era el corredor. Así es la vida del minusválido, necesita, tienen derecho a varios o muchos pasos adelante de los otros para correr en igualdad de condiciones. No le concedemos nada, reconocemos en ellos un derecho elemental de los más elementales de los derechos humanos. Para poder ganarse la vida, el ciego, el amputado, el débil mental por cualquier causa, el sordo, el mudo, requieren muchos pasos de ventaja. ¿Puede un sordo, un mudo, un ciego manejar una computadora? Pues enseñémosle y que lo hagan como el mejor, con orgullo, pero enseñémosle. No quieren limosna, no quieren favores, quieren ejercer el derecho elemental a trabajar. Quieren ser capaces de sostenerse a sí mismos y sostener una familia. Digo computadora como podría decir mil cosas distintas. Desde traducir Braile a estudiar una carrera independiente. Desde música a artesanías pasando por distintos profesorados. Cuando tenemos el problema en casa recién reaccionamos. ¿Cuánto cuesta una operación de ojos o de oído o de cerebro? ¿cuánto cuesta una pierna ortopédica o una silla de rueda especial? Conocemos a genios que se levantaron sobre sus disminuciones físicas o mentales por que tuvieron los medios para hacerlo. ¿A cuántos de ellos perdemos, desperdiciamos? ¿De cuántos cerebros nos privamos? Nos es caridad, es obligación la de velar por ellos, como por los niños y las madres necesitadas y los ancianos. No creo que Dios justifique a un pueblo que olvida a los débiles.
Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón
María Isabel clausen – Marisa - (Mic)
#Tucumán #Argentina #España
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Cuatro paredes
Otra mañana que despierto llorando
Será por débil o por querer amar tanto.
Si más me duele más me hundo en el fardo
Ojos vacíos, a tu espalda le canto.
Llorando tangos, bailando una milonga,
Jugando congas, escuchar pájaros,
Rodar sin rueda por costanera
Abrazar a mi abuela y aquel que quiera
Ya es suficiente de espera...
¿Será que premia Dios al egoísta?
Si en tus rezos solo escucho dame,
Si en tus rezos solo escucho dame.
Me lleno de ansiedad, vuelvo a la capital
Y siempre siento, en mis labios la sal.
Aveces odio al ser humano
Pero siempre amando a mis hermanos.
Fotos que ilustran recuerdos
Y ya no recuerdo tu cara
Tantos inviernos fumando bajo la ventana.
Los tiempos cambian, la gente cambia
Yo estoy cambiando y aún sigo esperando
Y aun te sigo amando, bala tras bala.
Me recompongo, me das dolor
Y te doy un abrazo, la comprensión
Chocó otra vez con mis ideas
Y la cabeza de nuevo me invitó al desvelo
Busqué consuelo en el aire,
dentro de 4 paredes, lunas que salen
Sol que se esconde y es mal augurio
Pa' la gitana, tomando mate
Y escuchando a Paco, contrastes,
Culturas, personas, locuras, hambrunas
Me estoy rascando el alma,
Buscando calma, buscando calma.
Me enfermo en el cambio, encuentro la cura
El mundo supura y el cielo se abre.
La gente en la calle saluda de lejos
A alguno que otro le da miedo el espejo
Con las ojeras por el piso
Me olvidé de comer, me olvidé de quien soy
Me olvidé de quién me quiso.
Me muero, me ahogo, despierto,
Memoria en el sueño.
Voy a salir a correr, a recorrerme las venas
Y conocerme las costas.
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I - El Conticinio
PRÓLOGO AL INFIERNO
“Antes de entrar al Infierno se encuentra un espacio en el que penan las almas que han vivido sin cometer méritos ni infamias. Los inútiles, los indecisos, aquellos que a su paso por el mundo no han dejado huella, están condenados a correr sin reposo detrás de una bandera blanca para intentar capturarla, desnudos, perseguidos por insectos y avispas que les pican en el cuerpo. Su sangre y sus lágrimas, al caer al suelo, alimentan a repugnantes gusanos que trepan por sus tobillos”. (Extracto de La Divina Comedia)
Algunas almas que aquí moran: Esaú y Poncio Pilato
LA RABIA HAY QUE ESCUPIRLA
¿Sabéis esa clase de persona que se le da bien muchas cosas pero no es capaz de desarrollar ninguna? ¿Y aquellas personas que todo lo que tocan lo estropean y todo lo que les rodea se acaba convirtiendo en algo triste? Vale. Pues yo también formo parte de ese grupo. Me gusta escribir, tocar la guitarra, cantar, hago ilustraciones y, en general, no paro quieto. Se me da más o menos bien hacer todo esto pero la realidad es que no me enfoco en nada, lo que provoca que no aprenda ni mejore en lo que hago. Nunca termino lo que empiezo. Con mi vida me pasa lo mismo.
Mi verdadero nombre es Alfonso pero desde pequeño todo el mundo me llama Ian, en honor a Ian Curtis, porque mi padre siempre fue un fanático de Joy Division. Cuando nací quiso que me llamara así pero mi madre se negó por completo. A pesar de todo me llamó Ian desde que me cogió por primera vez en sus brazos y mi madre le decía mientras tanto: “¡Ni se te ocurra volver a llamar así al chico!” Él nunca le hizo caso y ella acabó desistiendo. Cuando cumplí dieciocho años me cambié el nombre oficialmente después de hacer un millón de papeleos. Eso sí, en honor a mi madre relegué el apellido de mi padre al segundo puesto y me puse el de ella el primero. En general mi nombre sigue resultando bastante exótico en 2019 y todo el mundo me pregunta por su origen. Quizá si viviera en Inglaterra o Estados Unidos Ian sería como llamarse Paco en Castilla la Mancha. A mí me da bastante vergüenza explicar el significado aunque me sienta orgulloso de él. Pienso que es contar una movida intensa y aburrida. Algo parecido a cuando una persona se pone a explicarte el significado tan profundo que tienen sus tatuajes y que en realidad a nadie le importa. No me gusta ser el centro de atención de nada.
La verdad que no puedo quejarme de mi nombre. De alguna manera indirecta lo elegí yo, y poca gente puede elegir su nombre. Además, podría ser peor. Ahora hay padres y madres que a sus hijas les llaman Daenerys y se quedan tan anchos. Si me llegan a llamar Jon por el de Juego de Tronos creo que me hubiera pegado un tiro en cuanto mi uso de razón me lo hubiera permitido. Y eso que me vi la serie entera y Jon Nieve (o Jon Snow para los que se han leído los libros, que según ellos siempre son mejor que las adaptaciones cinematográficas) me caía de puta madre.
Soy un poco hater. Imagino que ya lo habéis notado. Pero tengo buen fondo, o al menos eso creo. Tengo la sensación de que no he nacido en la generación que me corresponde. Me dan bastante pereza las redes sociales (cada vez más), el trap lo tolero pero poco, leo todos los libros que caen en mis manos y estudié una carrera que en realidad creo que no me gusta.
La gente piensa que alguien como yo no tiene nada que contar porque aún no tengo ni puñetera idea de lo que es la vida. Puede que sea cierto, pero la verdad es que yo sí que tengo una historia y aunque a nadie le pueda interesar voy a contarla. Quizá me quede solo durante el proceso o puede ser que llegue a miles de personas pero, en cualquier caso, me da igual. La rabia hay que escupirla y este es mi lugar para hacerlo.
Dante, en La Divina Comedia, relata que el infierno, situado bajo tierra, está formado por nueve círculos concéntricos. Nueve lugares distintos en los que, según desciendes por su espiral, se reserva un castigo más duro para aquellos que estén más cerca del centro de la tierra, lugar donde mora Lucifer. Suena poético de cojones pero lo que aquí os voy a contar es la historia de nueve sucesos que de alguna forma marcaron mi vida y me llevaron al borde de la locura. Así pues, pónganse cómodos y sean bienvenidos. Este es mi particular descenso a los infiernos.
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I CÍRCULO DEL INFIERNO
“Si entras, abandona la esperanza.” (Inscripción en la puerta del Infierno) Algunas almas que aquí moran: Cicerón, Ovidio, Julio César,Aristóteles, Sócrates, Platóny Séneca.
EL CONTICINIO
Nunca imaginé que la puerta del infierno estaría situada en la Sala Sol, junto a la calle Montera. Es una mítica sala de conciertos de Madrid por donde han pasado en sus inicios todos los artistas consagrados del país antes de serlo. Ahora, de vez en cuando, montan shows para volver a tocar en lo que es para ellos parte de su origen.
Jamás había sospechado nada. Siempre bajaba muy feliz por su empinada escalera en forma de semicaracol, ignorando lo que un día supondría para mí ese lugar. Lo hacía contento, con las ganas de ver cada concierto por el que había pagado gustosamente la entrada. La música es lo mejor que tenemos en la vida. Eso y algunas personas. Lo demás tiende a deprimirme y a gustarme poco o nada.
El día que crucé aquella puerta creo que comenzó mi descenso. Había ido con mi colega Arturo a un concierto de Sidecars. La verdad que no nos perdíamos ni uno. Estaban empezando y tocaban en distintas salas de Madrid a las que íbamos a verlos cuatro gatos. Nosotros entonces ya sabíamos que en unos años iban a triunfar. Lo tenían todo, aunque en ese momento en realidad lo único que tenían era un disco. Eso sí, un disco de puta madre.
Cuando acabó el concierto, Manu, el antiguo guitarrista de la banda, nos invitó a bajar al camerino. Nos conocía porque éramos de las pocas personas que no se perdía ni un solo bolo y, al acabar, solíamos acercarnos a hablar con todos ellos. De alguna manera congeniamos con él. Era la primera vez que estaba en ese camerino. Para llegar hasta él hay que bajar otra tanda de escaleras aún más empinadas que las del acceso general. Ese fue justo el paso de la entrada al primer círculo de mi infierno particular pero, claro, yo no lo sabía. En ese momento estaba emocionado en el camerino de la Sala Sol bebiendo cerveza con un montón de personas que no conocíamos de nada, y era imposible saber que estar ahí en ese momento concreto me llevaría a algo malo que me marcaría para siempre. A veces la vida se decide por situaciones muy concretas. Por estar en el lugar correcto en un momento determinado.
Las paredes amarillas del camerino están pintarrajeadas con rotuladores de distintos colores e incluso con graffitis. Hay un montón de firmas de muchos grupos importantes. Posiblemente ese camerino, sólo por la historia que guardan sus paredes, puede estar valorado en miles de euros. Mucha gente sería capaz de pagar por un trozo del muro y enmarcarlo en su casa. El camerino es pequeño pero tiene un arcón lo suficientemente grande para petarlo de birra fría. Entrábamos cada vez que se nos acababa una para pillar otra, y salíamos al pasillo donde también se habían formado varios corrillos de personas hablando. Fue entonces cuando la vi. Había una chica garabateando la pared con una amiga. Arturo y yo nos acercamos a ver qué estaba escribiendo. Podía sentir cómo la cerveza empezaba a juguetear con mi cerebro, lo cual me saca un poco de ese estado de vergüenza en el que normalmente me veo sumido cuando en una misma sala hay más de tres personas. Me lancé a hablar con aquellas chicas, algo que no hubiera hecho en un estado normal.
Nos situamos justo a su lado y observamos cómo terminaba de trazar su pequeña obra de arte, que en realidad no era más que una frase corta y directa sin ningún tipo de floritura: “Soy judía, busco hebreo”. Me hizo bastante gracia aquel absurdo juego de palabras, así que me lancé a preguntarle por su significado:
-Últimamente no se ven muchos israelitas por aquí ¿no? -Las chicas se giraron hacia nosotros, y ella con media sonrisa respondió.
-La verdad es que no. Desde que escaparon de Egipto no han parado de huir de todos los lados, y yo sigo buscando a un buen judío que me haga feliz.
-¿Eres de Israel como yo podría ser de Cuenca? ¿Cierto?
-Creo que mi acento canario me delata…
-Oye, en Canarias supongo que también hay judíos.
-Sí, supongo.
-Si quieres yo también puedo hacerme pasar por hebreo.
-Eso sería perfecto. Estoy buscando a uno.
-Me sonrió y yo me hundí en sus fauces.
Me gustó demasiado. Pasamos la noche hablando en el camerino. Arturo, después de una hora, ya había desaparecido con su amiga y estaban ilocalizables. Entendimos que se habían ido juntos y la verdad que tampoco nos preocuparon mucho. Nosotros estábamos muy bien a lo nuestro. Al principio hablamos de auténticas tonterías. Seguimos con el juego absurdo de nuestro origen era judío y nos reímos muchísimo. Después descubrimos que a ambos nos gustaba la misma música, había muchas posibilidades de eso pues allí estábamos viendo a Sidecars, pero también nos flipaban los mismos libros, y nuestro plato preferido eran los macarrones con tomate y chorizo. Parece un dato irrelevante pero es mucho más importante de lo que creéis.
Hablamos de muchísimas cosas más y al acabar la noche le dije que la quería. No sé por qué le dije aquello. Debió de pensar que estaba como una regadera pero creo que le gustó. O al menos lo fingió muy bien porque ella también me dijo que me quería. También existe la posibilidad de que los dos estuviéramos locos y punto.
Antes de salir del local me permití el capricho de fotografiar con el móvil la frase que había escrito sobre la pared. Me pareció un buen recuerdo. Salimos de allí como una cuba, estaba amaneciendo, intercambiamos nuestros números de teléfono y prometimos volver a vernos. Me fui a dormir a las ocho de la mañana y me desperté sobre las dos de la tarde. Era un sábado caluroso del mes de julio. Lo primero que hice fue encender el móvil a ver si me había escrito al WhatsApp. Pero nada, i rastro de ella. Tuve la tentación de ser yo el que tomara la iniciativa pero no lo hice. No quería ser un pesado. Me dolía la cabeza, y me metí un ibuprofeno con una magdalena para que no me perforase el estómago. Como decía siempre mi vieja: “El ibuprofeno y el parecetamol tienes que tomarlo con la tripa llena”. Llamé a Arturo para confirmar que seguía vivo y volví a la cama. Esperé a que el dolor cesara y, cuando fue desapareciendo, empecé a leer el libro que tenía sobre mi mesilla de noche y empecé a sentirme mucho mejor. Es increíble el poder que tiene la literatura. Cuando una buena historia se cruza en tu vida puede hacer que sientas cosas que nunca has sentido o que creías haber olvidado. E incluso puede curar. O al menos acariciar. Además si de fondo suena Kettles de Arcade Fire, como estaba pasando en ese momento, nada malo puede suceder. Eso pensaba entonces, ignorando una vez más que aquel encuentro me llevaría por un camino de penas.
Había dejado el móvil en sonido con la esperanza de que ella me escribiera y así enterarme sin necesidad de estar consultándolo todo el rato. Muchas veces cuando me pongo con un libro resulta bastante imposible sacarme de su lectura. Me enfrasco y nadie puede distraerme aunque caigan bombas a mi lado. Vale, pues ese día estaba bastante distraído esperando un mensaje que no llegaba, así que después de sólo media hora (no aguanté más) escribí yo. -¡Buenos días! ¡O tardes! ¡O lo que sea! Esa fue la primera mierda que se me ocurrió mandarle por WhatsApp. Rápidamente me di cuenta de que era demasiado formal y demasiado estúpido. ¿Quién respeta ahora las exclamaciones y hace gracias del año 2007? Creo que sólo yo. Estuve a punto de añadir algo más para que no pensara que era tonto del culo pero preferí no volver a escribir más e intenté volver a centrarme en el libro que tenía entre manos, algo que por supuesto no logré.
Al rato me contestó.
-Hola. Quién eres? Perdona, no tengo tu móvil guardado y por la foto no te reconozco
Vale. Definitivamente estaba quedando como un idiota. Ella no había guardado mi número y mi foto del WhatsApp la verdad que no ayudaba nada. Era esta:
Por suerte la había cambiado el día anterior, que tenía a Bukowski cagando en su cuarto de baño mientras leía un libro. Quizá hubiera pensado que soy un puto asqueroso.
La verdad que me quedé bastante cortado al ver su respuesta y no sabía muy bien qué decir. Quizá ni se acordaba de mi nombre e incluso existía la posibilidad de que no se acordara de nada de la noche anterior. A los cinco minutos sonó otra notificación.
-Era una broma, mi pequeño hebreo, pero ya veo que la gente de Madrid tenéis el humor un poco torcido.
Respiré aliviado y contesté.
-¡Hey! Perdona. No había visto tu respuesta. Claro que tengo humor ¡Soy la persona más divertida del mundo! Más o menos.
-Se puede saber quién dice “¡Hey!” en el siglo XXI????
-Te has despertado con fuerza por lo que veo. Sí, soy un viejo en un cuerpo de joven.
-Ya veo, ya. Qué haces? Ayer lo pasé muy bien contigo!
Algo me hizo vibrar por dentro. Hacía mucho tiempo que una chica no me decía algo parecido. Y la verdad que sentaba muy bien.
-Yo también. Llevaba meses sin reírme tanto. Pues nada, aquí ando. Tirado en la cama. He desayunado una magdalena con un ibuprofeno.
-Gran receta. Pues no es por nada pero yo me acabo de preparar esto y he calculado tan mal que podría comer aquí un ejército entero:
-Oye, tía. No me hagas esto. Menuda envidia.
-Pues vente! Si no te importa que te los caliente un poco al micro, claro…
Ni se me había pasado por la cabeza que pudiera existir la posibilidad de que me fuera a invitar a comer a su casa pero lo cierto es que estaba sucediendo y me moría de ganas de ir, pero también me moría de vergüenza. Por la noche me lancé a hablar con ella porque iba un poco borracho pero ahora no sabía si iba a funcionar. Decidí descubrirlo. Me pasó las señas de su casa. Calle la Palma 18. Justo al lado del dichoso mural azul de los ojos donde todo el mundo se hace una ridícula foto. Incluso yo caí un día que tenía el ego subido. Aquí está la prueba. Lamentable.
Cogí el metro y bajo el sol de Madrid llegué a su portal. Había un montón de gente haciéndose fotos en el mural a pesar del calor que hacía y la hora que era. Todos con sus réflex perfectas fingiendo ser felices. Me ponen enfermo. Intenté no mirarles mucho para no aguarme la fiesta y llamé al telefonillo. Sin preguntarme por mi identidad directamente abrió el portal. Vivía en el segundo. Subí por el ascensor, llamé al timbre y ya pude sentir el olor a macarrones con chorizo al otro lado de la puerta. Me recibió con una gran sonrisa. Llevaba un moño alto en la cabeza bastante atractivo, un pantalón corto de pijama y una camiseta de tirantes con una frase: “Quique González duerme conmigo”. Me hizo bastante gracia la verdad pero no hice ninguna pregunta sobre aquel eslogan. Ella era mayor que yo. Me sacaba tres años y creo que a veces me veía como si fuera un niño. Tampoco me molestaba mucho. Me dio un beso en la mejilla y me agarró la mano para guiarme por el pasillo de la casa hasta llevarme al salón. Allí había una mesa alta preparada con dos platos, uno en frente del otro, repletos de macarrones con chorizo y queso fundido, además de un litro de cerveza.
-¡Justo los acabo de calentar! ¡Te van a flipar!
-Bueno, ahora te debo una, un día tienes que probar tú los míos.
-Yo encantada.
Después de comer unos macarrones cojonudos me preguntó si quería tomar una copa de whisky, que era lo único que tenía en la despensa. Por mí perfecto porque es el único alcohol que me gusta. Sólo tenía Fire Water, un whisky del Mercadona que cuesta menos de cinco euros y que si quieres morirte una tarde está de puta madre. Pero, incluso ese whisky, si estaba con ella me entraban ganas de beberlo. Nos volvimos a emborrachar. Esta vez profundizamos en más temas. Me habló de la muerte de su hermano. Iba con un amigo en moto, él como paquete, y decidió dejarse caer del asiento trasero en medio de la carretera. Antes de hacerlo le dijo a su colega: “Oye, dile a mi hermana que siga haciendo fotos. Lo hace muy bien ¿Vale?”. Cuando el amigo se giró para preguntarle “¿Cómo?” vio perfectamente el cuerpo impactar contra el asfalto y cómo lo atropellaba el coche de atrás. Nunca supieron por qué lo hizo ni por qué ese fue su mensaje de “despedida”, pero desde entonces ella se lo tomó a raja tabla y puso todo su esfuerzo en mejorar en el mayor de sus hobbies, la fotografía. Aquello sucedió en una carretera comarcal de Tenerife, de donde ellos eran. Al poco tiempo sus padres se divorciaron y un mes después su madre murió de un ataque al corazón. Al morir la madre, la relación con su padre se rompió por completo. Se quedó completamente sola. En cuanto pudo, se marchó de la isla a Madrid porque aseguraba que aquel trozo de tierra le estaba quitando la vida, el aire, y necesitaba salir de ahí para siempre, para intentar olvidar la tragedia. Huyó de la pena. O al menos lo intentó. O quizá la trajo hasta mí.
Estudiaba Periodismo en el CEU porque no le había dado la nota para acceder a la pública. Si entonces hubiera salido la canción de Cayetano de Carolina Durante fijo que se la hubiera cantado. A la vez trabajaba en todo lo que saliera, desde azafata en eventos hasta en los bares de Malasaña sirviendo copas, donde la podías encontrar detrás de la barra de La Vía Láctea, El Penta o el Verbena, entre otros muchos. Estaba ahorrando para hacerse un viaje a África y capturarlo con una cámara analógica profesional. Le gustaba mucho el trabajo del fotógrafo Sebastião Salgado y tenía todos sus libros de fotografía colocados en las estanterías del salón como si fueran reliquias de museo. En las paredes estaban colgadas algunas fotos de Salgado que ella mismo había impreso. De alguna manera quería ser como él y viajar con una cámara a cuestas haciendo fotos de otras culturas del mundo, cumpliendo así el deseo de su hermano. Pero ni siquiera tenía una buena cámara, solía utilizar cámaras de fotos de usar y tirar con las que hacía auténtica magia. Cada día se cagaba en todo cuando bajaba de casa y se encontraba a todas las (y los) instagramers del mundo reunidos en la fachada de su casa haciéndose fotografías con unos aparatos que costaban lingotes de oro. Se preguntaba qué había hecho mal en su vida para no poder tener dinero para tener una buena cámara, no como el resto de personas que todos los días se fotografiaban en aquel muro. Yo le dije que en realidad ella lo estaba haciendo bien y le prometí que le ayudaría a conseguir una cámara. Me vine arriba. Imagino que por culpa del puto Fire Water. Pero me alegro, después de escuchar la historia de su hermano y ver con mis propios ojos aquella pasión que sentía por la fotografía creo que de alguna forma tenía que ofrecerle mi ayuda.
Cuando se hizo de noche bajamos por las calles de Malasaña y me llevó al Coco Bar, famoso por su pastrami. Es un lugar de la Calle Espíritu Santo al que siempre había querido ir pero nunca había terminado de entrar. Como todo en mi vida. Un montón de deseos que tengo (por muy estúpidos que sean) que nunca termino de cumplir. Gracias a ella empecé a hacer un montón de cosas que nunca antes había hecho. Desde las más pequeñas a las más grandes. Ella conocía muy bien el lugar y le dije que me fiaba de su experiencia para elegir los platos y sin dudar pidió los nachos completos con frijoles, dos tacos de cerdo, un bocadillo de pastrami y cerveza. Creo que en ese lugar fue el momento en el que empecé a enamorarme de ella de verdad. Es cierto que la noche anterior le dije te quiero, y de alguna manera ya lo sentía, pero ahora era distinto. Era algo muchísimo más profundo. Tan profundo como el infierno que después me esperaba.
Estuvimos quedando durante meses. Se podía decir que éramos novios o algo parecido. Me pasaba mucho tiempo en su casa. Horas. Días. Semanas. Comíamos macarrones con chorizo y bebíamos Fire Water (para mantener vivas las buenas costumbres) mientras se apagaba el día. Le regalé incluso la foto de su “grafitti” en la sala Sol que hice aquella noche y se la firmé por la parte de atrás. Éramos felices. Yo entonces empezaba a escribir y por las noches nos tumbábamos en la cama antes de dormir, ella aprovechaba para leer libros de fotografía y yo aporreaba las teclas de mi portátil buscando una historia que contar. Una noche en la que estábamos así, soltó el libro sobre su pecho, respiró hondo, suspiró, y sonriendo dijo:
-¡Ah! El conticinio.
-¿Cómo?
-Pues eso. El conticinio.
-¿Qué cojones dices?
-¿No sabes qué significa?
-No lo he escuchado nunca.
-¿Y a ti te gusta escribir? Pues para eso es muy importante que conozcas bien tu propio idioma ¿No crees?
-Eres muy graciosa… ¿Qué es eso? ¿Por qué lo dices?
-Continicio significa sigilo, define la hora de la noche en la que reina el silencio. Esto que hacemos cada noche tú y yo hasta quedarnos dormidos. Me encanta.
-Y a mí, aunque hay que reconocer que a veces uno se despierta con las sirenas de la policía que cruzan esta calle...
-¡No seas corta rollos!
-Tienes razón. Es el mejor continicio que he vivido en mi vida.
En cuanto dije eso nos besamos y pasamos la noche encerrados en la misma piel.
Fueron unos meses maravillosos pero como no puede ser de otra manera un día me mandó a paseo. Básicamente, resumiéndolo mucho, y omitiendo todas las partes (que fueron muchas) en las que lloré como un cabrón, me dijo que no quería tener una relación. Que necesitaba estar sola, tener su tiempo y vivir sus cosas. No entendí nada pero, como buenamente pude, lo respeté. Aún así nos escribíamos prácticamente todos los días e incluso a veces me permitía decirle “te quiero” y “te echo de menos”. A lo que ella solía responderme con un seco “yo también”. Después de un tiempo dejó de contestar a mis mensajes. Un día llamé a su número y me salió un mensaje advirtiendo que el teléfono no existía. Parecía que lo había dado de baja. Ahora entendía mucho menos. Ella no tenía redes sociales (las odiaba) así que ni siquiera por ahí tenía una manera de hacerme una ligera idea de su nueva vida.
Pasé un tiempo jodido y cuando llegó el día de su cumpleaños decidí comprarle una cámara analógica de segunda mano para regalársela. Sé que no era el regalo de su vida pero estaba cerca. No me daba el dinero para una nueva. La pillé en un Cash Converters el mismo día de su cumpleaños, después de estar tres horas decidiéndome por una u otra. Cuando al final la escogí, la pagué y me fui para su casa. Llamé al timbre del portal y un señor, que dijo que era el propietario, me contó que hacía unos meses había comprado la casa y que la chica que vivía allí de alquiler se tuvo que marchar. Le pregunté si sabía a dónde se había ido, cuál era su teléfono o si tenía cualquier información relevante sobre ella. Noté que el hombre sintió cierto miedo ante mis preguntas y dubitativo colgó el telefonillo. Me estaba volviendo loco. Parecía un acosador asqueroso y me di cuenta de ello a tiempo en ese mismo momento. Tiré la cámara al cubo de basura de la comunidad que ya estaba sacado a la acera y decidí pasar página.
Pasaron los años. Muchos años. Unos cuantos. Tantos que no fueron suficientes para olvidarme de ella. Sentimentalmente estaba solo. Seguía solo desde entonces. No había surgido el amor y tampoco me había obsesionado en buscarlo. Simplemente estaba en el punto donde me quedé. Más o menos. La verdad que no puse muchos medios para remediarlo. Todos los sábados comía macarrones con chorizo y de postre me tomaba un Fire Water en honor a aquel día. Creo que me estaba volviendo alcohólico sin saberlo. Era incapaz de salir de la habitación, de la cama. Hasta que un sábado me sonó el móvil.
-¿Es usted Ian?
-Sí.
-Le llamamos de la embajada de Kenia en Madrid.
La habían encontrado muerta en su África querida. El teléfono que había puesto en el registro de viajeros en caso de emergencia era el mío. Ningún otro. Lloré como un condenado. Lloré más de lo que puede llorar un ser humano. Lloré hasta que me acostumbré a llorar y cuando lo hacía ya pensaba que no lloraba. Después de varios días, y un millón de gestiones burocráticas, repatriaron el cuerpo. En su testamento, aunque costó encontrarlo, estaba todo perfectamente fijado. Quería que la enterraran junto a su madre y hermano. Así me encargué de que lo hicieran. Intenté contactar con el padre pero no lo conseguí por ninguna vía. Junto a sus tumbas dejé una botella de Fire Water vacía en la que metí un ramo de flores. No he vuelto por allí. No me atrevo. 🔥
Pasé muchísimos años haciéndome mil preguntas. Nunca supe por qué desapareció, por qué se alejó de mí, por qué nunca me contó que había logrado marcharse a Kenia. Me entregaron las pertenencias que encontraron en el hotel de Nairobi donde falleció por causas desconocidas. Entre todas ellas había una cámara de fotos que nunca me he atrevido a revelar. Además estaba su cartera donde aún conservaba la foto que le regalé del día que nos conocimos.
Nunca supe por qué la guardaba. Nunca tuve respuestas de ningún tipo sobre qué pasó. Nunca he tenido consuelo suficiente para escribir sobre esto. Si lo he logrado ahora es porque hace poco estaba en un bar y de pronto pusieron una canción que no había escuchado nunca y que al instante me gustó. Cuando escucho un tema que me atrae y no conozco saco Shazam y rezo para que descubra cuál es la canción. Por supuesto que su base de datos no la encontró y lo que hice fue quedarme con una frase y rápidamente buscarla en Google: “Quiero servir de inspiración, quiero ser carne de cañón”. El corazón me dio un vuelco al ver que la canción se llamaba “El conticinio”.
Es como si la hubieran hecho para nosotros, para nuestra historia, y por primera vez en mi vida sentí calma, paz. Encontré las respuestas. Después me pasaron cosas que me hicieron seguir descendiendo al centro de la tierra, recorriendo estos círculos concéntricos de mis penas. Pero de eso hablaré en el próximo capítulo. Si es que hay alguien que quiera seguir leyéndome. Ahora escucha la canción para entenderlo todo. Y si ya la conoces vuelve a escucharla. La tienes aquí. Dale al play y cierra los ojos.
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