#No me pregunten por que se niega a contestar
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ask-ljackxjeff · 1 month ago
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Por que tienes la bufanda de liu?
Que le hiciste?👀
Anon ask: Why do you have Liu's scarf? What did you do 👀?
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L.J.: Scarf? What scarf???
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cuchufliwi · 5 years ago
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he vuelto aquí
no sé por qué se vuelve al hoyo ni sé por qué es tan difícil salir de aquí. Necesito, por alguna razón que desconozco (supongo que es el rogar por comprensión), hacer público este dolor y normalizar (odio esa palabra) que, así como mientras hay días en que lloro en la calle y en la micro y en la feria y en mi cama y antes de ir a kickboxing y después de y antes de contestar el teléfono y antes de ver a mis amigos/as, debe haber por ahí otras personas pasando por lo mismo. Quiero escribir porque quiero que, quienes no han estado cercanos al deseo cotidiano y recalcitrante de morir, puedan comprender.
Cuando estoy mal soy una carga y un estorbo y eso lo sé muy bien. Lo acepto y lo trato de llevar lo mejor que puedo. Estamos enfermos (y no hablo de patologías siquiátricas, que tanto me molestan), padecemos un dolor profundo y extraño que huye y se enmascara de las formas más inusuales, necesitamos de mucho cuidado y cariño y atención, tristemente necesitamos que alguien nos pregunte siempre de todo, aún cuando me cueste tanto contestar. Me gusta que me pregunten si comí. Si estoy tomamdo mis medicamentos, si necesito algo, si quisiera salir, si quiero ver una película. Y que no me juzguen por eso que creo que es lo que necesito, creo que no es mucho o quizás sí, quizás exijo demasiado. Quisiera saber qué es lo correcto, quisiera saber cuál es el camino para sobrellevar esto. Es eso lo que me aproblema de escribir esto (públicamente, porque escribo de esto (y más) con fecuencia y desde hace muchos años), que no sé de qué sirve buscar comprensión. Es por eso que no lo hago, la verdad, sólo yo me puedo mejorar a mí misma, sólo yo me puedo recuperar y eso lo sé muy bien. La verdad muchas cosas he logrado por mí misma y me felicito porque solo yo sé cuánto me han costado: licenciarme, hacer una ponencia (el logro más grande de mi vida!) nadar, hacer kickboxing y pertenecer a tan bella equipa, tener una linda bici me ha hecho muy bien, así como levantarme temprano y tratar de mantener mi pieza siempre ordenada y la cama hecha.
La gente que me quiere, quiere saber también cómo ayudarme y yo no tengo esas respuestas. Entonces evito contarlo: es que no sé, no sé cómo pueden ayudarme. A los tristes sin vuelta atras nos duele que nos digan que debemos ser fuertes porque, por ahora, simplemente no podemos serlo y de eso se trata esta tristeza, de no tener más fuerzas para continuar, de no saber ya de dónde se sacan, de haber agotado toda energía. (No quiero poner este dolor por sobre otros dolores: sé que en África hay niños muriendo de hambre y que en medio oriente está la cagá constantemente y sé que hay familias en las drogas y sé que tantas cosas en el mundo están mal. Sé, por otro lado, que sufrimientos que parecen pequeños son también grandes. Que los sufrimientos no son comparables. Cada uno/a carga con su cruz y esta es la mía.) Debe haber otras personas sintiéndose solas, como yo, a pesar de que sé que no estoy sola. A pesar de que sé que, a un llamado teléfonico, a un wsp, tengo un montón de personas dispuestas a estar conmigo. Pero es que este dolor es tal que comunicarlo es, a veces, indescriptible, es a veces poco creíble, es a veces difícil de comprender y dimensionar, es saber también que compartirlo es angustiar a otra persona. Solemos bajarle el perfil o al menos eso hago yo, sufro en silencio, trato de conversarlo pero no puedo, no me sale, cuando recibo consejos de “ánimo” “haz las cosas distinto” “sal de ahí”, pienso que es momento ya de dejar de hablar de ello. Decir esas palabras solo acrecenta mi culpa, la culpa que cargamos por estar así, la culpa que siento por no poder pensar positivo y no poder cambiar mi actitud y no poder estar bien. La culpa por haber caído en esta cárcel en la que estamos, por vivir en la cuerda floja. Arguedas escribió, en sus diarios que están publicados entre la novela que escribía en ese tiempo, antes de suicidarse, El zorro de arriba y el zorro de abajo: "Esta es una sensación indescriptible: se pelean en uno, sensualmente, poéticamente, el anhelo de vivir y el de morir. Porque quién está como yo, mejor es que muera" El 2018 fui hospitalizada dos veces y por razones de clase media ninguna de las dos hospitalizaciones las pude aprovechar como yo hubiese querido, o como hoy me doy cuenta que tuvo que haber sido. No podía dejar de generar dinero y recordar ese periodo es tortuoso. A veces, a pesar de ello, quiero volver allí porque hay personas como una, porque conversar entre nosotres era la mejor terapia. Dos veces tomé muchas pastillas, la primera vez tomé  carbonato de litio y muchos clotiazepam (que saben a chicle), me hospitalizaron por eso, andaba de vacaciones en Antofa, con mi familia. No le conté a nadie en mi casa, le dije a mi mamá que había ido a quedarme a la casa de mi prima unos días, le pedí a mi tía que me sacara de ahí rápido porque tenía que volver a Santiago a trabajar. La segunda vez que me hospitalizaron me mandó el sicólogo y la siquiatra, fue una hospitalización diurna porque yo no podía dejar de trabajar (en todo caso eso me distraía, en ese tiempo era empaque). La tercera vez no fui hospitalizada porque ya no quería más. Esa vez me tomé cerca de treinta pastillas, entre quetiapinas y clotiazepam, la verdad es que no me importaba demasiado si moría o no: solo sé que quería desaparecer, no sé cómo, quería esfumarme, no sé cómo, quería demostrarme a mí misma que puedo enfrentar la muerte y mirarla a los ojos.  Quería ensayar mi muerte, tener mi propia compañía de teatro y mi monólogo estelar. En la noche yo no me di cuenta del momento en que desaparecí, solo hice lo que hice y mientras escribía en mi diario me quedé dormida. Saqué algunas páginas que no quería que nadie leyera y las boté a la basura (aunque no alcancé a botarlas, hasta hoy no sé si alguien las leyó). Dejé mensajes que hoy no me atrevo a leer. No recuerdo nada de esa vez. Pude haber muerto, mis rumis (y amigues) se dieron cuenta de lo que estaba pasando porque en la mañana sentí mucha sed y me levanté a tomar una taza con agua que tenía en mi velador. No la pude tomar, se cayó y se estrelló contra el piso y eso los alertó. Después de eso no recuerdo nada, solo sonidos, recuerdo que no podía caminar y tuvieron que llevarme en brazos hasta un uber para ir a urgencias, un vecino nos ayudó. Recuerdo a la enfermera del Salvador poniéndome suero y  diciéndome que era grave, que había que hospitalizarme y la Carla al ladito mío diciéndome ay, wachita. Y sufriendo como ella sabe sufrir, como le duelen tanto las cosas, como a mí. No sé cuánto tiempo estuve ahí ni cuándo volví, solo aparecí en mi cama durmiendo, mucho, desperté y la Andrea -mi prima, mi hermana- estaba a los pies de mi cama. No sé qué me dijo. Pero luego, un día que fui a su casa y estábamos volás (como siempre que estamos juntas) se puso a llorar. Me dijo que lo que más le dolía es que yo no me hubiese despedido de ella, porque yo soy su hermana y ella siempre ha sabido que esto puede pasar, que siempre ha sabido que yo quiero morir y que incluso sea eso quizás lo mejor para mí. Tantas veces (a diario, la verdad, a veces como un pensamiento fugaz, otras veces me acompaña todo el día y me tumba en la cama para tratar de dormir y olvidar) he pensado en lo fácil que es volverlo a hacer, sobre todo en momentos así en que todas mis cosas están guardadas, en que mis fotos no están en la pared, en que deshacerse de mi recuerdo sería más fácil para el resto. En que no habría que sentir mi olor en mi ropa (como Maeve cuando huele el chaleco de Otis, como yo cuando descubrí que eso pasaba porque la Caro dejó un chaleco en mi casa) porque está en bolsos que nadie se atrevería a abrir. Pero no lo hago por cosas prácticas, porque la muerte no es cualquier cosa, porque una sí tiene consideraciones por otras personas y es por eso que tanto demora. Quisiera tener todas mis deudas saldadas, quisiera dejar plata para todo lo que venga, para aminorar las preocupaciones, para dejar a mi gente llorar tranquila. A veces siento que es como tener cáncer, que es como un tumor que se niega a desaparecer, como el de mi papá: que una cree que se fue y, de repente, no sé cómo, aparece otra vez. Me deja en cama otra vez, me desordena la pieza -yo soy muy, muy ordenada- y la mente, me llena y enmaraña de pensamientos obsesivos y de daño a mí misma. Yo sé por qué me hago tanto daño y lo sé hace años. Es porque quiero morir, es porque que no he conocido algo mejor que ese deseo, es porque quiero estar tan destrozada que no haya otra opción que esa, es porque quiero que el dolor sea mayor a las esperanzas y a las tristezas que en otros/as pueda causar. Antes de suicidarse, el Leo escribió en facebook que el tiempo pasa y las penas se olvidan (o algo así). Supongo que, como yo, se consolaba en eso: en que el tiempo pasa. En que mi mamá sufrirá pero en un par de años eso ya no va a importar, en un par de décadas mi familia ya no estará y ese dolor habrá sido uno de tantos en esta tierra. A veces tengo horrorosos pensamientos, a veces hasta he deseado que mi mamá se muera pronto y así yo no tener que cargar con la culpa de cumplir el anhelo que ha ocupado ya un tercio de mi vida. Yo no sé bien por qué quiero morir pero lo quiero hace años, miro hacia atrás y pienso que es realmente increíble e improbable que siga con vida pero aquí sigo, no sé cómo, no me lo explico, o la verdad sí lo hago: es para que nadie vaya a sufrir. También es porque tengo la dicha de rodearme de personas maravillosas que me llenan de amor y alegrías y apoyo cada vez que lo he necesitado. Apoyo de todo tipo: ir a cuidarme estando resfriada, abrazarme, dejarme llorar, de a poco y con paciencia lograr que pueda yo confiar. Ver una película, sacarme de la casa, decirme que todo estará bien, prestarme plata, darme una camita en sus casas. Invitarme unas chelas y unas papas fritas, decirme cosas lindas. Hacerme sentir querida, tan querida. Pero no confundirse: no es solo que hayan llegado ellos/as a mi vida como ángeles. Yo intencioné también esas amistades. Yo me tiré a la piscina, yo fui a conocer personas aún cuando en verdad no quería ir, yo me abrí a que me conocieran y a conocer, yo me encargué de rodearme de la familia que yo escogí. Es un trabajo arduo, mantener lazos es un trabajo de todos los días.
Recuerdo el primer día en que se me ocurrió matarme, tenía diecisiete. Desde allí, nunca más desapareció. Aunque no parezca posible, ha estado conmigo cada día desde hace años. Fue un verano más horroroso de lo común. Me quedaba en la cama observando nada hasta que oscurecía, nunca prendía la luz. Solo me levantaba para almorzar (esa era la mejor hora del día) y en mi casa nadie entendía y yo tampoco, la verdad, lo entendía. Mi mamá me preguntó si acaso yo estaba embarazada y si por eso estaba tan mal. Hoy tengo 24. Hoy, aunque amanezca con recalcitrantes deseos de morir, agradezco cada mañana el estar viva porque una vez conocí a una judía en el bus y a las 12 se puso a rezar y yo le pregunté por qué y me dijo que estaba agradeciendo otro día más de vida. Tiempo después escuché este verso de Borges “gracias doy por la mañana, porque nos da la ilusión de un principio”. Agradezco aunque no tenga ganas de agradecer porque a veces eso me hace bien. A veces hace que, al menos la mañana, sea más llevadera. Yo hubiese querido aprender a escalar. Yo hubiese querido tener el atrevimiento de subirme al ring. Yo hubiese querido ir a alentar a la Aylin mientras rapea porque la admiro tanto, tanto. Cuando me corté el muslo ella se dio cuenta y me subió a su auto después de entrenar. Me contó que ella también estuvo así, me contó todo, me preguntó de todo, me quiso y me acompañó. Yo hubiese querido cruzar el Huillinco a nado y no temer a mirar las profundidades del lago (que me dijo el Nacho que pueden ser de más de cien metros), yo hubiese querido nadar en el mar hasta muy lejos, yo hubiese querido retomar mis conocimientos de teoría musical y hubiese querido leer partituras como podía hacer antes, cuando era niña, cuando era una promesa intelectual, cuando leía sin parar, cuando tenía vitalidad (a pesar de que en ese tiempo ya era una niña triste, en algún lugar de mi ser ya sabía que todo esto iba a suceder). Quisiera haber podido tocar Jealous Guy en el teclado pensando en ti y en mí y leer la partitura como si fuera un libro, como si fuera algo fácil. Hubiese querido tocar el chelo otra vez. Hubiese querido tocar bongó otra vez.
Hubiese querido aprender más de fotografía. Hubiese querido aprender a estar presente y ya no presente-ausente, hubiese querido disfrutar de todo otra vez, interesarme por todo, otra vez. Porque con los años es cada vez menos ese disfrute, el interés por todo a desaparece por largos períodos. Hubiese querido ir a otros países y hubiese querido entender el universo y las estrellas y leer a María Teresa Ruiz y hubiese querido cambiar el mundo, no sé cómo, pero hubiese querido. Hubiese querido reír y conversar de verdad, otra vez, hubiese querido amar bien, otra vez, hubiese querido no pasar días enteros llorando, hubiese querido abrir más mi corazón con mis amigos/as (que son tan buenos/as, que son tan únicos, que son los/as que me dan vida). Hubiese querido preparar a mi mamá para esto. Hubiese querido poder ver películas y series y escuchar música pero todo eso me asusta, todo eso me apena, porque en cada película y serie y música hay cosas que me duelen, hay cosas que me recuerdan todo eso que me duele. Hubiese querido no estar peleada y tan dolida contigo, para que no sufras más, quisiera que no te enteraras, quisiera que terminaras tu viaje bien y volvieras y en meses no te enteraras, quisiera que yo te importe ya tan poco que no vayas a llorar con ese llanto que pocas veces te salía pero que, cuando estaba, me rompía el alma. Hubiese querido preparar a todos/as. Hubiese querido despedirme de cada uno/a y que sepan lo importantes que fueron, lo importantísimos que fueron, pero nunca lo he hecho porque sé que comprensión no encontraré y, en vez de ello, hallaré el deseo de disuadirme. Porque sé que todos/as pensarán que es posible salir de aquí pero no, no, no, los años solo me demuestran que no, que vuelvo siempre y siempre y siempre y cada vez es más doloroso y cada vez todo me importa menos y cada vez floto más en mis días y cada vez y cada vez levantarse de la cama es más difícil. Y cada vez irse a dormir en la noche con el temor a no poder levantarme al otro día porque carece todo de sentido, es más difícil. Y cada vez conversar por teléfono es más difícil y contestarle a mi mamá es más difícil y decirle a alguien que estoy mal es más difícil y salir de casa, sobre todo en verano (que han sido siempre un infierno, excepto el verano pasado que fui mucho a la playa), es más difícil. (antes pasaba todo el día fuera de mi casa, antes callejeaba, antes salía mucho sola, antes en la noche me iba desde grecia a tobalaba en metro y de vuelta a grecia solo porque me gustaba leer ahí. hace un tiempo algo me asusta de salir de la casa. Es como si en ella me sintiera segura, triste, pero segura, segura no sé de qué. Una vez que tenía miedo de salir, la Eli me dijo ‘belén, te prometo que todo estará bien’. Eso me hizo muy bien) Querría que todo esto fuera verdad. Quisiera que, de todas las decenas o cientos de mensajes suicidas que he escrito, este fuera el último, este fuera el definitivo antes de mi liberación, este fuera el que más ruega por comprensión y perdón, este fuera en el que todos esos “hubiese” tuvieran sentido. No quiero ir hoy donde la Dani a ver a mi familia que yo escogí, porque hoy solo quiero llorar. Sé que si voy, voy a llorar con ellos/as pero no quiero, no será momento para llorar, será momento de celebrar. De celebrarnos la vida pero, ah, yo hoy no tengo ganas de celebrar la vida. I have to keep breathing, por mi mamá, por las personas que amo y me aman, por la pequeña esperanza de estar bien, que a veces se asoma por debajo de la puerta y me embolina la perdiz. no sé cómo, no quiero, pero i have to.
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