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Eruca Sativa en el Luna Park: Entendernos nunca será casual
Ante una multitud que colmó el Luna Park, Eruca Sativa presentó en Buenos Aires su más reciente disco de estudio, “Barro y Fauna”, dando uno de los mejores recitales de su carrera. La puesta en escena fue ambiciosa como nunca antes y los invitados de lujo le sumaron atractivo a una banda que hace tiempo suena muy bien y sobre la cual a esta altura del juego ya no hay grandes misterios.
Sin un lugar disponible tanto en el campo como en los sectores de Platea Central y Pullman laterales, la ansiedad se apoderó de los miles de fanáticos de Eruca Sativa que tanto habían esperado para encontrarse de nuevo con la banda de sus vidas. Mientras todos se preguntaban con qué canción abrirían una de las noches más especiales e importantes de su historia, los minutos corrían sin que los dos telones blancos dispuestos delante de la gran pasarela se moviesen siquiera.
Cerca de las 21:30 de la noche, las luces se apagaron y sin que se pudiese ver a la banda todavía comenzaron a sonar los acordes de “Intropía”. La atmósfera mística se configuró velozmente, con las luces rojas cegando a todos los presentes y dando rienda suelta al primer pogo de la larga jornada al ritmo de “Armas Gemelas”.
Más allá de ser un tema ya escuchado muchas veces tanto en vivo como en su versión de estudio – recordar que Barro y Fauna se editó el año pasado- fue imposible no caer rendido ante la potencia de este power trío cordobés que parece siempre un conjunto de veinte personas haciendo ruido. La voz de Lula Bertoldi se mostró carrasposa y llena de poder, algo que también se empieza a hacer costumbre, con Brenda Martín dándole empuje a la canción desde el bajo y Gabriel Pedernera la estructura con su golpeo veloz.
Luego de recorrer la pasarela lateral y saludar a todos, Lula hizo detonar el Luna Park con un riff demoledor y cerró la canción con el público coreando el estribillo y saltando hasta que los pies no pudieron más. No hubo freno posible, continuando el recorrido con “Confundiste” y ese condimento esencial para esta canción que es la continuidad y precisión en las fintas de Brenda.
Hubieron varios tramos en los que su bajo pareció en realidad una segunda guitarra, algo que distingue a Eruca Sativa del resto de los tríos dentro del género. Los frenos estuvieron coordinados con un juego de luces frenético e imposible de seguir con la vista, funcionando todo como un reloj suizo en el primer y breve segmento de la lista.
La introducción de un clásico como “Magoo” llevó el delirio a un punto aún mayor, con Brenda dando el puntapié inicial, seguida por el riff de Lula que entró de golpe y sin aviso junto a la batería y su capacidad de alternar entre ritmos. Más allá de que los espectadores estaban muy compenetrados, solamente la nave central del campo se entregó al pogo, mientras la frontwoman iba de los graves a los agudos con una facilidad pasmosa gracias a su reconocida amplitud tonal.
“El Genio De La Nada” llegó enganchada, como un bonus track de la canción previa, dejando bien claro que este show de Eruca Sativa tenía que ver sobre todo con la potencia y con ser muy compacto y apretado sonoramente. El manejo de los tiempos fue otro elemento que destacó en muy poco tiempo, con Lula y Brenda abriendo y cerrando el grifo de la locura a placer y siempre con una sonrisa dibujada.
La guitarra de Lula le dio mucho volumen y cuerpo a “Frío Cemento”, incendiando al público por completo y sin alejarse hasta ese momento de su costado más pesado y violento. La preocupación por lo escénico y lo visual fue evidentemente muy grande de cara a este recital, rindiendo grandes frutos y colocándolo – con casi toda la lista por delante, lo cual aumenta el mérito- entre las cinco mejores presentaciones que dieron en su carrera.
Para “Inercia” contaron con la presencia de Aníbal Kerpel en los teclados, ejecutando este un gran solo mientras Lula lo acompañaba en las alturas agitando su cabellera. Las bases electrónicas se hicieron mucho más perceptibles en esta canción, pero lo que resaltó fue el punteo magistral de Brenda que tapó a los demás instrumentos en todos los sentidos posibles.
Nicolás Sorín, líder de Octafonic y Fernández 4, quien como todos ya saben es el marido de la cantante y padre de su único hijo, tomó el puesto de Kerpel para complementar al trío en un cover bien rockero de “Eleanor Rigby”. Por momentos el Luna Park tembló hasta sus cimientos, inaugurando Eruca Sativa una nueva era en lo referido a cómo encarar la temática del sonido en el vivo.
El segundo tramo de una extensa y nutrida lista finalizó con “Lo Que No Ves” y la presencia estelar de Marilina Bertoldi quien junto a su hermana mayor brilló por completo. El pico de locura colectiva fue muy importante, con la emoción a flor de piel entre la gente que en su mayoría es admiradora del trabajo de ambas. Esas voces tan parecidas como diferentes se unieron en una sola y para la explosión del final se reservaron un arreglo más bien mansoniano y del gusto de la menor de las Bertoldi.
Después de tanta emoción y euforia, Gaby abrió “Justo Al Partir” y por algunos minutos el estadio se sumió en una tormenta de desamor. La crudeza y el excelente efecto para el solo de Lula dejaron el ambiente preparado para otro de los momentos más sobresalientes de la noche. La presencia de Hernán Rupolo, guitarrista de Octafonic, podría hacer que hasta una banda mediocre suene increíble y en el caso de un grupo afilado como Eruca Sativa, no hizo más que potenciar todas sus virtudes.
Rupolo le dio mucho punk a la canción y su compañero de ruta fue Gaby, digitando todo con una serie de ritmos precisos y con una buena participación en las vocales. Estéticamente hablando, el hecho de que todos los invitados – salvo Marilina- participasen desde arriba de los tres protagonistas principales, fue un gran acierto y evitó que el sector de abajo se llenase de personas e incomodase a la banda.
Sebastián Rufino en el bajo, Aníbal Kerpel en los teclados y Adrián Sosa en la batería fueron los siguientes invitados de la banda para hacer una novedosa versión de “Sin La Red”. Pedernera quedó en la guitarra acústica y la voz de Lula se mantuvo cercana al falsete durante casi todo el tema y los arreglos en las teclas fueron excelentes.
Más allá de la enorme calidad musical reunida sobre el escenario, nada estuvo a la altura de la presencia sorpresa de una leyenda viva como David Lebón. El ex Serú Giran y Pescado Rabioso elogió a la banda, recordó una sesión de grabación a la que llegó accidentalmente y de la que terminó siendo parte y se prestó como voz y guitarra principal en “Noche De Perros”, gran homenaje del trío a una parte muy importante de nuestra música.
Rufino sumó mucha técnica y calidez desde el bajo y Sorín adornó muy bien la canción desde el teclado, terminando Lula y Lebón enfrentados en un duelo de guitarras y recibiendo una ovación de pie por parte de todos los presentes. Mientras esperaba que los aplausos finalizasen, Lebón volvió a agradecer el cariño y el respeto de todos y dijo que a pedido de la banda iban a tocar una canción más. Sin ninguna presentación necesaria, hizo emocionar a todos con “Seminare” y entre el público se pudo ver hasta tres generaciones unidas en una sola canción.
Después de la larga ovación, el rock más puro – ese que hace siempre muy bien al alma- regresó con “Paraíso” y “Fuera O Más Allá”, partiendo la lista exactamente en dos sin que el trío mostrase siquiera una señal de cansancio. Había pasado una hora de recital y Eruca Sativa ya estaba comenzando a tocar el tema número 17 de la lista, “El Balcón”, que tuvo como elemento principal el duelo de acordes entre Lula y Brenda, algo que ayudó a aumentar la dimensión ya de por sí épica de este clásico contemporáneo de la banda.
“Antes Que Vuelva A Caer” sirvió como desahogo para quienes todavía luchan contra el recuerdo de esa persona que tanto mal les hizo, sin demasiados arreglos pero con esa potencia que ya es marca registrada. Nico Sorín regresó a su puesto para “Pulso”, otra canción llena de calidez y con componentes mucho más complejos en comparación con la mayoría de su trabajo. El estallido final liderado por Sorín no hizo más que recordar a “Live And Let Die”, sin dejar respirar a sus seguidores más activos.
Cuando la mayoría creía que ya nada podría sorprenderlos, en la zona alta del escenario se empezó a ver mucho movimiento. En medio del murmullo, ingresaron Tavo Cortes (Sig Ragga), Laura Ana, Mariana Bianchini (Panza, Pájaro de Fuego), Barbi Recanati (Utopians), Ignacia Echeverri, Julian Baglietto (Huevo), Larro Carballido (Mas Que Uno), Luciano Farelli (PartePlaneta), Luciano Villacé (Bigger), Luciana Segovia (Cirse), Nicolas Alfieri (Todo Aparenta Normal) y Pato Pacheco. Todos ellos formaron un coro bastante parejo y eficiente dirigido por Fernanda Martinez Mina y acompañaron a la banda en una razonable versión de “Haku Malvin”.
Cuando Lula los presentó uno por uno, todos fueron ovacionados por un público que suele ser el que asiste a sus recitales. Fue muy valioso que Eruca Sativa le haya permitido a estos músicos de bandas amigas que se encuentran en el limbo entrelo semi-emergente y el mainstream (no pertenecen a ninguna de las dos categorías, pero lo que es seguro es que no son under en el sentido literal de la palabra) llegar a uno de los templos de nuestra cultura musical. Más allá de esto, el resultado fue disparejo y hubo un exceso de ruido en el que pocos seguramente se habrán detenido debido a la alegría que se estaba viviendo.
No se trata de desmerecer la acción, más bien todo lo contrario, pero el componente emotivo es solamente uno de los factores a analizar cuando se asiste a un recital. Eruca Sativa es una banda que ha crecido mucho en estos años y en base a mucho trabajo ha elevado la vara a una altura donde ya no se puede dar el lujo de tener demasiadas desprolijidades o de pretender que un muy buen gesto tape las demás cuestiones.
Con “Cuánto Costará”, el trío regresó a su saludable forma de siempre, manteniendo lo melódico y relajado por sobre el ruido y la potencia exhibida en la primera parte de la noche. El folklore se hizo presente – incluido un notable charango- durante “Somos Polvo”, teniendo en Abel Pintos otra de las sorpresas del show. El multipremiado artista se enganchó en el cierre de la canción y permaneció sobre el escenario para ser la segunda voz de una versión muy pesada de “Amor Ausente” que erizó la piel de cada una de las personas en el Luna Park.
El sensacional riff de Bertoldi en “Abrepuertas” le devolvió el calor a los cuerpos apiñados cerca del escenario y el grito de la cantante perforó el techo y llegó directo al pecho de la sedienta multitud. Dizzy Espeche se subió como invitado para “Tarara”, única canción puramente funk del setlist, continuando luego con la demolición del estadio gracias a versiones muy potentes y crudas de “Para Nadie” y “Agujas”, luciéndose en las dos Gaby Pedernera gracias a un sinfín de variaciones de ritmo.
Ese punk rabioso que representa “Queloquepasa” fue enlazado al acorde final y el cierre vino de la mano de la siempre eficiente “Nada Salvaje” como estaba estipulado entre quienes suelen asistir a los shows de Eruca. Después de saludar a todos y recorrer el escenario abrazados, se retiraron por unos pocos segundos para regresar y regalarle a sus fieles la sensacional “Para Que Sigamos Siendo” y terminar una jornada histórica de una manera muy diferente a lo habitual.
La conclusión es sin dudas positiva, pues el jueves se pudo ver un show diferente, poderoso y lleno de épica. Es innegable el avance que ha realizado Eruca Sativa desde su primer disco hasta el día de hoy, logrando superarse en lo musical en cada paso aunque sin cambiar radicalmente su estilo de base. En “Barro y Fauna” se puede observar una cantidad importante de marcas que indican el camino a seguir, quedando solamente la incógnita de si Lula, Brenda y Gabriel podrán caminarlo hasta el final.
Crónica: Rodrigo López Vázquez
POR RAZONES AJENAS AL MEDIO, NO PUDIMOS CONTAR CON FOTÓGRAFO PROPIO. PEDIMOS DISCULPAS A NUESTROS LECTORES POR ELLO, PUES CONSIDERAMOS QUE UN EVENTO DE TAL MAGNITUD DEBE TENER COBERTURA COMPLETA. LAS IMÁGENES QUE ILUSTRAN LA CRÓNICA FUERON CEDIDAS POR LOS ORGANIZADORES.
RESPETAMOS LA LABOR DE LOS FOTÓGRAFOS, QUE NO TIENEN NADA QUE VER CON EL HECHO PUNTAL. AGRADECEMOS A MANUEL RODRIGUEZ VELO Y SANCHO ZHO POR LAS DOS SENSACIONALES IMÁGENES QUE ILUSTRAN LA CRÓNICA.
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Octafonic en Niceto Club: Sinfonía de un sentimiento in crescendo
Con los fanáticos de La Vela Puerca rodeando las cercanías de Niceto Club, Octafonic se dispuso el pasado sábado 12 de Noviembre a cerrar un 2016 que puede considerarse como su año bisagra. Luego del éxito obtenido tras la salida de Monster hace unos años, con Mini Buda la banda liderada por Nicolás Sorín demostró estar varios pasos adelante en la escala evolutiva. De reciente paso por varios festivales como el del Konex y el Personal Fest, esta vez Octafonic pudo armar una lista a medida de sus fanáticos para dar un excelente show que duró un poco más de dos horas y que mostró a la banda relajada y en un momento fenomenal.
Si bien la convocatoria era para las 21:30, la música clásica con la que se estaba amenizando la espera debió extenderse hasta las diez de la noche. El público habitual, variado en edad y estilos musicales, que la banda posee no tardó demasiado en llenar Niceto para explotar cuando el telón se corrió y dejó al descubierto a la banda. Con una puesta de luces fenomenal ya desde el primer acorde y con todos vestidos a lo Chicago en los años 30’, el tema elegido para abrir la noche fue “Welcome To Life”. Una bomba total de sonido, con la batería explotada y el bajo marcando el ritmo, logrando las ya conocidas variantes en el tono y en el estilo a la perfección. El solo de Hernán Rupolo fue magistral y el saxo y el barítono se lucieron también.
Le siguió “Mystifying” haciendo que el pogo llegue hasta el cielo con su combinación entre disco y heavy metal, enganchando al instante “God” con ese freno maestro que realiza Sorín desde el teclado. A pura complicidad, pasando un gran rato arriba del escenario y precisos como de costumbre, los muchachos de Octafonic siguieron adelante con el sintetizador anunciando “Plastic” con los vientos al frente y el Tano Bonadío comenzando a saltar y a gritar mientras se mostraba excelente en la percusión y el octapad. El solo de batería a cargo de Ezequiel Piazza fue el cierre perfecto, dejando en claro que muy pocas bandas en la actualidad poseen tanta precisión, calidad y energía en un mismo envase.
A diferencia de los festivales de los que formaron parte, esta vez sí hubo lugar para las canciones más lentas, comenzando por “Love” que inició solamente con Sorín en la voz y el teclado y con el acompañamiento suave de la batería y de los vientos. Poco a poco todos los instrumentos fueron ingresando en la partitura, quedando a vista toda la belleza de una gran pieza. Tras una breve pausa, con trago de Jack Daniel��s incluido, llegó “Whisky Eyes” con ese riff veloz y pesado de Rupolo y el trance jazzero sobre el final que la hace otra canción muy difícil de imitar siquiera.
De la meditación al caos, así se puede describir a “Mini Buda”, con un efecto impresionante en el micrófono que ayuda a construir una atmósfera más que explosiva. De inmediato lanzaron “Wheels” de su primera placa, con los constantes frenos marcando la transición entre el rock y el metal y el saxo volando con una intervención notable. Las sorpresas continuaron con “Tv”, esa cruza entre balada rockera y el rock de garage más crudo, aunque con la letra y la manera en que la canta Sorín hay que afirmar que es otra de las grandes baladas que posee este octeto.
Un intermedio muy divertido de cumbia sirvió para esperar a que Esteban Sehinkman regresase del camarín. En medio de un mar de risas, se produjo el retorno y Rupolo lanzó los primeros acordes de “Nana Nana”, canción con la que prendieron fuego el lugar. Con la marcha como base, el paseo por géneros como el jazz, el rockabilly y el metal levantó aplausos y saltos al por mayor. El tempo subió y bajó como la marea en un día con mucho viento, para que toda la banda se retire a tomar un poco de aire luego del estallido final. Sorín lanzó un poco de dubstep desde el micrófono y el sintetizador y sin perder tiempo dio paso a “Monster” que tuvo – claro que sí- un solo impresionante de Rupolo y un final con el frontman oficiando de maestro de orquesta.
La nueva escapada que hicieron todos menos Piazza del escenario sirvió para que el talentoso baterista realizase un excelente solo con mucho jazz y rock, al estilo de John Bonham. Luego de la ovación, los restantes siete miembros volvieron y ejecutaron el final de “Monster” al máximo volumen.
Con “I’m Sorry” volvió un poco la calma, aunque no por demasiado tiempo. Tras anunciar una tormenta, con los punteos de Rupolo y de Sorín y una hermandad con la música electrónica en el medio de la canción, del sintetizador principal emergió la melodía de “Sativa”. Sosteniendo la marea, con un primer tramo más bailable que hizo agitar cabezas y caderas, el rugido final hizo que Niceto se convirtiese en un pogo infernal.
Ya sobre el final del recital llegó la hermosa “You Can Take”, que fue seguida por la melancólica “Over”. El solo del barítono fue notable y el contacto de la banda con el death metal mostró toda su magnitud. Sin pausa, “Slow Down” lanzó el apocalipsis sobre Niceto, con el saxo (roto, lo cual hay que remarcar porque no se notó siquiera) encantando serpientes, Bonadío a dos mil voltios, Sorín llegando a lo más alto en lo vocal y el cierre coreado por todos los presentes en medio de tanta furia.
Cuando parecía que no quedaba más en la lista, Sorín regresó para realizar casi a capella una brillante versión de “That’s Ok”, logrando tocar el corazón de todos y dejar el ambiente listo para el grand finale. Con dedicatoria a Donald Trump en la previa, todo se fue al demonio con “What” y el ya clásico grito de “¡Chinga la madre!” que hizo delirar a todos y dio por finalizada una noche que, una vez más, volvió a ser inolvidable gracias a la calidad, versatilidad y locura de Octafonic.
Crónica: Rodrigo López Vázquez
Fotografía: Laura Matajurc
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