Te sigo buscando, alma mía, alma entera que llevas mi nombre como la nube al viento. Sigo aguardando por ti en la espera intranquila de una letra más muerta que viva, porque voy cayendo por un abismo plagado de estrellas, de luciérnagas, del resplandor que emerge de la mágica tierra cuando las invisibles alas de los ángeles emprenden el vuelo. ¡Oh, mi cielo, yo te quiero y escudriño entre los rincones de mi psique, sé que ahí estás, estás ahí escondido entre el sueño revestido de desvelo! Porque tú, niño, también buscas las aves de luz que llevo dentro. Y estaré aquí, aquí en medio de lo azul y de lo blanco, entre la niebla y el turquí de este cielo arrebatado, arrebolado como la mujer que quiere hacerte el amor con el dorado del bosque y el encanto de sus hechiceras desoladas.
«Pero, en verdad, ¿por qué esos remordimientos, esos terrores? Yo no era por cierto una militante del feminismo; no tenía ninguna teoría respecto a los derechos y a los deberes de la mujer; así como antes me negaba a ser definida como “una chica”, ahora no me veía como “una mujer”: era yo. Sobre ese plano me sentía en falta. La idea de la salvación había sobrevivido en mí a la desaparición de Dios, y la primera de mis convicciones era que cada cual debía ocuparse personalmente de la suya. La contradicción que sufrí no era de orden social, sino moral y casi religioso. Aceptar vivir como un ser secundario, un ser “relativo”, habría sido rebajarme como criatura humana; todo mi pasado se sublevaba contra esa degradación.»
Simone de Beauvoir: La plenitud de la vida. Ed. Sudamericana, pág. 69. Buenos Aires, 1962
A veces tengo "recaídas", no en el sentido de una adicción (disculparán que no se me venga un mejor término) sino en el sentido que mejorar y sanar es un camino increíblemente enredado y a veces, en paralelo, veo dónde estuve. Y se vuelve difícil diferenciarlo de dónde estoy. Y entonces me da el arrebato de volver a dejar de comer, de volver a dejar de dormir. Dejar de hablar.
Sé que no soy la misma. Sé que no estoy en el mismo lugar. Pero es tan f��cil olvidarlo. Y perderme.
Voy a comer. Y dormir. Y hablar con la gente porque no soy un ser despreciable no merecedor de algo tan mínimo.
aún si trasfondo se ve cargado de pesos que encuentra imposible de nombrar aún, actitud revoltosa en malkavian no es nada nueva. sobre barandillas que delinean camino del parque se equilibra para caminar, piernas aún frágiles confiando demasiado en fina madera que le soportan. ' psst ~ ' chista con poco disimulo a persona más cercana, inconfundible llamado de atención en uno de los pocos caminos más desolados del festival. ' tengo un postre sólo para ti ' canturrea, haciendo alusión al plato de tofu que carga al frente de su cuerpo con ambas manos. ' y no me digas que no te gusta la salsa picante ' incluso bajo luz tenue de los farolillos, referencia es clara a aquellos manchones de vitae sobre alimento blando. aquella es la única parte que no corresponde a su disfraz.
Claramente el nivel de misoginia interna y odio a su propia vagina que maneja Karina Milei le desoxigena el cerebro lo suficiente como para mandarse la del Salón de las Mujeres.
Tenerte cerca de mí, sometiéndome con amor, invadiéndome con ternura… exhalando al oído tu agitada respiración. Es un sueño. Es como si de pronto todos mis sentidos se ahogaran en el centro del océano y me asfixiara entre corales y nereidas —con el conocimiento anticipado de que despertaré de nuevo entre tus brazos, anclada a tu vientre… con tu pilar en mi templo alimentando a mis deleites. Extraño esa sensación de prematura muerte, donde mis oídos se ensordecen por el golpe de mi sangre en la cabeza, mis piernas tiemblan débiles y el sacro se incendia hasta evaporar por mi boca que busca a la tuya para saciarse de tu savia. Eres el rey de las caricias. Me hipnotizas. Amantes como tú ya no hay, conjugas el requiebro de un niño con el arrebato del hombre que desea. Y entre guiños y sonrisas, me enamoras más de lo conveniente. Transgredes los límites que antes yo había prometido —a mí misma— no dejar atravesar… Pero tú, mi hermoso, eres lo suficientemente especial, y tienes mi vida en tus manos para quitármela y para volvérmela a dar.