#Logra CAPTA reconocimiento
Explore tagged Tumblr posts
queretarotv · 2 years ago
Text
Logra CAPTA reconocimiento como mejor organización turística
La Organización “Educación Turística”, otorgó al Centro de Atención y Protección al Turista de Querétaro (CAPTA) el premio como una de las mejores organizaciones turísticas del país.  En el certamen de los premios 2022 de “Educación Turística”, CAPTA Querétaro fue catalogada como una de las 10 mejores organizaciones turísticas, junto a la Organización Internacional de Turismo Social (ISTO),…
Tumblr media
View On WordPress
0 notes
belle-indifference · 7 years ago
Text
El dolor psíquico, dolor de amar (Parte 2)
Tumblr media
El amado cuyo duelo debo hacer es aquel que me satisface a medias, hace tolerable mi insatisfacción y resitúa mi dolor
Para saber quién es ese otro elegido, su papel esencial en el interior del inconsciente y el dolor que su desaparición entraña, tenemos que volver por un momento al funcionamiento ordinario del sistema psíquico. Lo abordaremos esta vez desde un punto de vista particular. Sabemos que este sistema está regido por el principio de displacer/ placer que plantea la premisa según la cual el psiquismo está sometido constantemente a una tensión que trata de descargar sin conseguirlo jamás por completo. Mientras que el estado permanente de tensión se denomina "displacer", la descarga incompleta y parcial de tensión se llama "placer", “placer parcial”. Pues bien, en su funcionamiento normal el psiquismo sigue estando fuertemente sometido al displacer, es decir a una tensión displacentera, ya que nunca hay descarga completa. Cambiemos ahora nuestra formulación y, en lugar de emplear las palabras "tensión" y "displacer", utilicemos la de "deseo".
Pues, ¿qué es el deseo sino esta misma tensión displacentera vista en movimiento, totalmente orientada hacia una meta ideal, la de conseguir un placer absoluto, es decir la descarga total? Por ende, diremos que la situación ordinaria del sistema inconsciente se define por el estado tolerable de insatisfacción de un deseo que no logra jamás realizarse totalmente. Empero, enunciar que la tensión psíquica sigue siempre viva, penosa incluso, que el displacer domina o que nuestros deseos siguen insatisfechos, no expresa en modo alguno una visión pesimista del hombre.
Por el contrario, este enunciado equivale a declarar que, a lo largo de toda nuestra existencia, estaremos, por suerte, en estado de falta. Digo por suerte porque esa falta, hueco siempre futuro que aguijonea al deseo, es sinónimo de vida.
Si tuviéramos que figurarnos espacialmente esta parte de insatisfacción que aspira al deseo, no la imaginaríamos como un tramo de una ruta recta que aún nos queda por recorrer para acceder por fin a la meta mítica de un goce pleno. No, la insatisfacción no es la parte incumplida del trayecto del deseo hacia la satisfacción absoluta. Les propongo imaginarla más bien bajo la forma de un agujero. De un agujero situado en el corazón mismo de nuestro ser alrededor del cual gravitarían nuestros deseos. El hueco futuro no está delante de nosotros sino en nosotros. El trayecto del deseo no describe pues una línea recta tendida hacia el horizonte, sino una espiral giratoria en torno de un vacío central que atrae y anima el movimiento circular del deseo. Por consiguiente, declarar que nuestros deseos están insatisfechos significa, espacialmente hablando, que siguen el movimiento centrípeto de un flujo que circunscribe una falta irreductible.
Queda claro que la falta no es solamente un vacío que aspira al deseo; es, más aún, un polo organizador del deseo. Sin falta, quiero decir sin ese núcleo de atracción que es la insatisfacción, el vuelo circular del deseo se enloquecería y no habría entonces sino dolor. Digámoslo de otro modo. Si la insatisfacción es vívida pero resulta soportable, el deseo persiste activo y el sistema psíquico sigue estable. Si, en cambio, la satisfacción es demasiado desbordante o la insatisfacción, desmesurada, el deseo pierde su eje y sobreviene el dolor. Volvemos a encontrar aquí la hipótesis que impregna nuestro texto, a saber que el dolor expresa la turbulencia de las pulsiones en el campo del ello.
Por tanto, cierto grado de insatisfacción es vital para conservar nuestra consistencia psíquica. Pero, ¿cómo preservar esta falta esencial? Y más aún, al ser necesaria tal falta, ¿cómo mantenerla en los límites de lo soportable? Es allí justamente donde interviene nuestro partenaire, el ser de nuestro amor, porque es él quien juega el papel de objeto insatisfactorio de mi deseo y, por lo mismo,  de polo organizador de tal deseo.
Como si el agujero de la insatisfacción interno estuviera ocupado por el otro elegido desde afuera; como si la falta fuera finalmente un lugar vacante sucesivamente ocupado por los pocos seres o cosas externas que consideramos irreemplazables y cuyo duelo deberíamos hacer si se vieran llevados a la desaparición.
Sin embargo, ¿cómo aceptar que mi partenaire pueda tener esta función castradora de limitar mi satisfacción? Sin duda ese papel restrictivo del ser amado puede desconcertar, porque normalmente atribuimos a nuestro partenaire el poder de satisfacer nuestros deseos y de procurarnos placer. Vivimos en la ilusión, verificada en parte, de que nos da más de lo que nos priva. Pero su función, en el interior de nuestro inconsciente, es muy diferente: nos asegura la consistencia psíquica por medio de la insatisfacción que hace surgir y no por la satisfacción que nos procura. Nuestro partenaire, el ser de nuestro amor nos insatisface al excitar nuestro deseo, no puede —en última instancia, ¿tendría los límites?—no quiere satisfacemos plenamente. Como es humano, n puede y, al ser neurótico, no quiere. Es decir que es a la vez un excitante de mi deseo y el objeto que sólo lo satisface parcialmente. Sabe excitarme, procurarme un goce parcial y, con ello, dejarme insatisfecho. Así crece esta insatisfacción que me  es necesaria para vivir y que resitúa mi deseo.
Pero, fuera del partenaire amoroso, ¿hay otros objetos elegidos tales que podrían asegurar esta función de recentramiento de mi deseo? Sí, como por ejemplo ese objeto que es el amor en sí, el amor en sí mismo que me dirige mi partenaire; o incluso el amor que le tengo a mi propia imagen nutrida por el reconocimiento del prójimo, tal como el honor o una posición social. El objeto del deseo puede ser así mi integridad corporal, que debo preservar por encima de todo. Incluso sucede que el objeto sea una cosa material tan personal como nuestro cuerpo, como la tierra natal o la casa de los ancestros. Todos estos son objetos elegidos y, al mismo tiempo, tan internos, tan íntimos, tan intrínsecamente ordenadores del movimiento de nuestro deseo, que vivimos sin percibir la solidez de su anclaje en el inconsciente. Sólo cuando estamos amenazados de perderlos, o después de haberlos perdido, su ausencia revela dolorosamente la profundidad de su arraigamiento. Sólo en esa retroactividad, mucho más tarde, sabemos si el ser, la cosa o el valor desaparecidos eran o no elegidos para nosotros.
En efecto, cuando planea la amenaza de perder a uno de esos objetos considerados irreemplazables, lo que surge es angustia; y surge en el yo. Si, en cambio, uno de esos objetos se ve llevado a desaparear súbitamente, sin amenaza previa, es el dolor lo que se impone; y emana del ello. He de sufrir el dolor en el ello, si pierdo brutalmente a la persona amada (duelo), su amor (abandono), el amor que tengo por la imagen de mí mismo (humillación) o aun la integridad de mi cuerpo (mutilación). El duelo, el abandono, la humillación y la mutilación son las cuatro circunstancias que, de ser súbitas, desencadenan el dolor psíquico o el dolor de amar.
Pero quedémonos en el caso ejemplar en el que el objeto del deseo es la persona amada cuya pérdida suscita el dolor del duelo. Justamente, ¿qué perdemos cuando perdemos al ser a quien amamos? Más simplemente: ¿quién es el otro amado?
El amor es la presencia fantasmatizada del amado en mi inconsciente
En Duelo y melancolía, Freud habla del amor al hablar de la muerte. Observa que la persona en estado de duelo ignora el valor intrínseco del amado desaparecido: la persona en estado de duelo sabe a quién ha perdido, pero no sabe qué es lo que ha perdido al perder a su amado. Gracias a este "lo" impersonal, Freud subraya hasta qué punto el ser a quien más amamos es en primer lugar una instancia psíquica y hasta dónde esta instancia es diferente de la persona concreta. El amado es sin duda una persona, pero es, en primer lugar y por sobre todo, esa parte ignorada e inconsciente de nosotros mismos que se desmoronará si la persona desaparece. Más recientemente, Lacan, confrontado a su vez con el misterio del lazo amoroso, inventa su "objeto a". Pues es precisamente con la expresión "objeto a" como simboliza el misterio, sin por ello resolverlo. El "a" no es al fin de cuentas sino un nombre para designar lo que ignoramos, es decir esa presencia inasible del otro amado en nosotros cuando la persona elegida desaparece definitivamente de la realidad exterior.
He aquí justamente la cuestión decisiva, una cuestión tanto más irresuelta cuanto que es insoslayable. ¿En qué consiste el "lo" que se pierde cuando perdemos a la persona elegida? ¿Qué es lo que une a dos seres para que uno de ellos sufra tan profundamente con el fin súbito del otro? De modo que, en lo inmediato, nuestro problema ya no es el del dolor, sino el del amor. Es por cierto el amor lo que nos interesa ahora porque, al dilucidar de la mejor manera posible su naturaleza, llegaremos a una nueva definición psicoanalítica del dolor.
¿Quién es pues aquel a quien amo y a quien considero como único e irreemplazable? Es un ser mixto, compuesto a la vez por esta persona viviente y definida que se encuentra ante mí y por su doble modalidad de alojarse en mi interior.
Para comprender mejor cómo tal ser se vuelve mi elegido, descompongamos en dos etapas el proceso del amor por medio del cual transformamos a otro externo en un doble interno.
·         Imaginemos a una persona que nos seduce, es decir que despierta y capta la fuerza de nuestro deseo.
·         Progresivamente, respondemos y nos aferramos a esa persona hasta incorporarla y hacer de ella una parte de nosotros mismos. Insensiblemente, la recubrimos como una hiedra recubre un muro. La envolvemos con una multitud de imágenes superpuestas, cada una de ellas cargada de amor, de odio o de angustia, y la fijamos inconscientemente a través de una multitud de representaciones simbólicas, cada una de ellas vinculada a un aspecto de la persona que nos ha marcado. Toda esa hiedra germinada en mi psiquismo, nutrida por la savia en bruto de la irrupción del deseo, todo ese conjunto de imágenes y de significantes que enlaza mi ser con la persona viva del amado hasta transformarlo en doble interno es lo que denominamos "fantasma”, fantasma del elegido. Sé que, comúnmente, esta palabra, fantasma, es equívoca, ya que remite a la idea vaga de ensueño o de libreto conscientemente imaginado. Sin embargo, el concepto psicoanalítico de fantasma que elaboramos aquí para comprender mejor el dolor es extremadamente preciso. El fantasma es el nombre que le adjudicamos a la soldadura inconsciente del sujeto con la persona viviente del elegido. Esta soldadura operada en mi inconsciente es una aleación de imágenes y de significantes verificada por la fuerza real del deseo que el amado suscita en mí, que yo suscito en él, que nos une.
Pero el fantasma del amado, a la par que es llevado por el vuelo pujante del deseo tiene por función doblegar y domeñar esa irrupción. Al contener tal fuerza y a evitar que se dispare, impide al deseo conseguir la satisfacción absoluta. En consecuencia, el fantasma instala la insatisfacción y asegura la homeostasis del sistema inconsciente. Se comprende mejor ahora que la función protectora de la persona del amado es, en verdad, la función protectora del fantasma del amado. El fantasma es protector porque nos preserva del peligro que significaría una turbulencia desmesurada del deseo o su equivalente, el caos pulsional.
En suma, la persona amada ha cesado de ser solamente una instancia exterior para vivir también en el interior de nosotros como un objeto fantasmatizado que resitúa nuestro deseo al hacerlo insatisfecho en el límite de lo tolerable. El ser al que más amamos es, inevitablemente, el ser que más nos insatisface. La insatisfacción del deseo se traduce en la realidad cotidiana de la pareja por el descontento respecto del amado, de un amado a quien consideramos no sólo como el Otro del amor, sino también como el Otro de nuestras quejas, reproches y recriminaciones.
Así, el elegido existe por partida doble: por un lado fuera de nosotros, bajo la especie de un individuo viviente en el mundo, y por el otro, en nosotros, bajo la especie de una presencia fantasmatizada —imaginaria, simbólica y real— que regula el flujo imperativo del deseo y estructura el orden inconsciente. De las dos presencias, la viviente y la fantasmatizada, es la segunda la que predomina, ya que todos nuestros comportamientos, la mayor parte de nuestros juicios y el conjunto de los sentimientos que experimentamos respecto del amado están rigurosamente determinados por el fantasma. No captamos la realidad del elegido sino a través de la lupa deformante del fantasma.  Sólo lo miramos, lo escuchamos, lo sentimos o lo tocamos bajo la envoltura del velo tejido por las imágenes nacidas de la fusión compleja entre su imagen y la imagen de nosotros mismos. Velo tejido asimismo por las representaciones simbólicas inconscientes que delimitan estrictamente el marco de nuestro lazo de amor.
La persona del amado
Vamos a abocarnos inmediatamente a afinar los tres modos de presencia real, simbólica e imaginaria del elegido fantasmatizado en nuestro inconsciente. Pero antes, despejemos claramente el sentido de la expresión "persona del amado" que hemos empleado para designar la existencia exterior del elegido. Si bien es cierto que la existencia fantasmatizada del otro es más importante que su existencia exterior, la primera se nutre no obstante de la segunda, y mi fantasma inconsciente no puede expandirse sino cuando el otro está vivo. La persona viviente del elegido, en efecto, me resulta Indispensable como un pedestal dotado de vida propia, en el que se basa y se expande el objeto fantasmatizado. Sin ese pedestal, sustrato de vida, nuestro fantasma se derrumbaría y el sistema inconsciente perdería su centro de gravedad. Entonces se produciría un inmenso desorden pulsional, que acarrearía angustia y dolor.
Pero, ¿por qué es necesario que la persona del elegido esté viva para que haya fantasma? Por dos razones. En primer término, porque es un cuerpo activo y deseante de donde provienen las excitaciones que estimulan mi propio deseo, el cual carga, a su vez, el fantasma. Excitaciones que son los impactos en mí de las irradiaciones de su deseo. Y además, porque dicha persona es un cuerpo en movimiento, cuyo paso singular será proyectado en el interior de mi psiquismo como una imagen interiorizada que me remite a mis propias imágenes. Así, la persona del elegido me resulta absolutamente necesaria porque es una constelación radiante de fuentes de excitación que mantiene mi deseo y, más allá, el fantasma, y también porque es la silueta viva a partir de la cual se imprime en mi inconsciente la silueta del otro elegido.
Ahora bien, si el cuerpo del elegido es para mi fantasma un archipiélago de focos de excitación de mi deseo y el soporte viviente de mis imágenes, ¿qué soy yo, yo y mi cuerpo, para su fantasma? Justamente la metáfora de la hiedra es muy ilustrativa, dado que la hiedra es una planta viviente que no sólo se arrastra y trepa, sino que se aferra con sus zarcillos a lugares muy particulares de la piedra, en sus grietas y rajaduras. Análogamente, mi apego al otro elegido, transformado en mi objeto fantasmatizado, es una soldadura que no prende en cualquier lugar, sino muy exactamente en los orificios erógenos del cuerpo, allí donde él mismo irradia su deseo y me excita sin por ello conseguir satisfacerme. Y, recíprocamente, es en mi cuerpo, en los puntos de emisión de mi propio deseo, donde se fijará su fantasma. Admitirán ustedes pues que mi propio fantasma anudará un lazo tanto más poderoso si, a mi vez, yo soy la persona viviente en la que se ha construido su fantasma, si tan luego yo me he vuelto el regulador de su insatisfacción. En otros términos, mi fantasma será un nudo tanto más estrecho cuanto que yo soy para el otro lo que él es para mí: el elegido fantasmatizado.
Por consiguiente, hay que saber que cuando amamos, amamos siempre a un ser híbrido, constituido a la vez por la persona exterior que tratamos por fuera, y por su presencia fantasmatizada e inconsciente en nosotros. Y, recíprocamente, nosotros somos para él el mismo ser mixto hecho de carne y de inconsciente. He aquí por qué les hablo del fantasma. Es para comprender mejor que sólo sufriré el dolor de la desaparición del que ha sido para mí lo que yo he sido para él: el elegido fantasmatizado.
Ahora, nos interesa separar los tres modos de presencia fantasmatizada del elegido para discernir lo mejor posible ese "lo" desconocido que perdemos cuando desaparece su persona.
Bibliografía: El libro del dolor y el amor -Juan David Nasio
510 notes · View notes
androidmaniaco · 5 years ago
Text
Samsung Galaxy A51, análisis: una de las mejores bazas de Samsung para competir en la gama media
Samsung Galaxy A51, análisis: una de las mejores bazas de Samsung para competir en la gama media
El Samsung Galaxy A50 fue uno de los móviles estrella de la compañía surcoreana en 2019, según Canalys. Un móvil de gama media con tecnología AMOLED en su pantalla y gran batería como principales bazas. Le sustituye el Samsung Galaxy A51, otro candidato a superventas que mejora sus características y aumenta su precio.
Una apuesta por los puntos que Samsung considera clave, un diseño que nos recuerda bastante a la recién presentada familia Galaxy S20 y alguna que otra baza escondida. Pasa por nuestra mesa de análisis el Samsung Galaxy A51, un terminal que quiere competir con los gama media del momento.
Ficha técnica del Samsung Galaxy A51
Samsung Galaxy A51
Pantalla
Super AMOLED 6,5"1.080 x 2.400 px
Dimensiones y peso
158,5 x 73,6 x 7,9 mm172 g
Procesador
Octa Core (Quad 2.3GHz + Quad 1.7GHz)
RAM
4 GB
Almacenamiento
128 GBMicroSD hasta 512 GB
Cámara frontal
32MP, F2.2
Cámara trasera
48 MP f/2.05 MP f/2.4 macro12 MP f/2.2 gran angular5 MP f/2.2 profundidad
Batería
4.000 mAhCarga rápida 15W
Sistema operativo
Android 10Samsung One UI 2.0
Conectividad
4G Dual SIM Wi-Fi BluetoothUSB-CNFCMinijack
Otros
Sensor de huellas bajo la pantalla
Precio
369 euros
Samsung Galaxy A51 - Dual SIM, Smartphone de 6.5" Super AMOLED (4 GB RAM, 128 GB ROM, cámara Trasera 48.0 MP + 12.0 MP + 5.0 MP + 5 MP, cámara Frontal 32 MP) Azul [Versión española]
PVP en Amazon 369,00€
{"file":"https://webediaespana.video.content-hub.app/default/video/35/28/73/5e3c0f414bd22f5d9d/default-progressive-adaptive.m3u8","image":"https://webediaespana.delivery.content-hub.app/image/43/66/23/5e3c10d53bef0767f9/original/propuesta-5.jpeg"}
Un diseño cercano al Galaxy S20 y una pantalla de nivel
El Samsung Galaxy A51 viene con la nueva línea de diseño de la compañía para 2020: un módulo enorme para la cámara por la parte trasera y un frontal aprovechado con agujero en pantalla. La parte trasera, además del módulo, destaca por ser bastante colorida, en un diseño con patrones geométricos que le da un toque distintivo. Eso sí, la fabricación es en plástico, aunque Samsung se las ingenia para que brille como el cristal.
Del Galaxy A51 destaca lo cómodo que es en mano. No da la sensación de encontrarnos ante un terminal de 6.5 pulgadas: gracias al aprovechamiento frontal, es escaso ancho y el grueso no excesivo
Aparte del diseño juvenil destaca lo compacto que es el teléfono en mano. Se trata de una propuesta de 6.5 pulgadas, por lo que es coherente pensar que el terminal será bastante grande. No obstante, ni siquiera llega a los 16cm de altura, además de ser bastante estrecho y no muy grueso (pese a la gigantesca batería). En definitiva es un móvil cómodo de usar incluso con una mano a pesar de contar con semejante pantalla.
Respecto a dicho panel, nos encontramos ante 6.5 pulgadas con tecnología Super AMOLED y agujero en pantalla, todo con una resolución Full HD+. Según GSMArena el aprovechamiento frontal es del 87.9%, cifra que roza el sobresaliente teniendo en cuenta la gama del dispositivo.
La pantalla del A51 es correcta, aunque echamos en falta algo de brillo cuando la luz solar incide con fuerza en exteriores
El agujero en pantalla es bastante pequeño y nos "olvidamos" de que existe a los pocos minutos de usar el dispositivo. Reproduciendo contenido multimedia no es tan intrusivo como un notch, por lo que se agradece la propuesta de Samsung en este 2020, a la espera de los tan ansiados sensores bajo la pantalla.
En Xataka
Samsung tiene un plan para ganar la gama media y no es el ser el más barato
En cuanto al sonido, encontramos uno de los puntos débiles de este terminal. Alcanza cerca de 80 decibelios pero la distorsión es bastante acusada, el sonido enlatado y, a pesar de contar con audio Dolby, la experiencia queda por debajo de terminales que llegan a ser más económicos. Como contrapartida Samsung ofrece un jack de auriculares para poder conectar dispositivos mediante cable, algo de agradecer.
Rendimiento justo y batería inmensa
Samsung repite procesador con este A51, manteniendo el Exynos 9611 que daba vida al Galaxy A50. Del mismo modo, se repite con la memoria RAM, que se mantiene en 4 GB. Si bien es un terminal capaz de mover aplicaciones básicas (lo esperable en un gama media), el lag aparece con demasiada facilidad. Se nota de forma demasiado frecuente cuando ejecutamos aplicaciones básicas como Spotify, Instagram, WhatsApp o un navegador en segundo plano. Esto es algo poco habitual en la gama media y, si bien no llega a ser dramático, se esperaba un mejor rendimiento teniendo en cuenta gama y precio del producto.
El rendimiento del Samsung Galaxy A51 es uno de sus puntos débiles. El lag aparece con frecuencia y las tareas algo más intensivas no son su fuerte
Si hablamos de juegos, sufre bastante al mover entregas pesadas como PUBG Mobile, a pesar de que configuremos los gráficos en medio. En definitiva, propuesta pensada para apps básicas que sufre y eleva su temperatura cuando empezamos a exigir algo más de rendimiento sostenido. Te dejamos con los datos de sus benchmarks, en los que no sale mal parado.
SAMSUNG GALAXY A51
SAMSUNG GALAXY A50
REALME 5
REDMI NOTE 8T
REDMI NOTE 7
HUAWEI P30 LITE
PROCESADOR
Exynos 9610
Exynos 9610
Snapdragon 665
Snapdragon 665
Snapdragon 660
Kirin 710
RAM
4 GB
4 GB
4 GB
4 GB
4 GB
4 GB
ANTUTU
158.467
146.957
161.421
170.780
142.445
131.268
PCMARK WORK
5.399
5.556
7.756
6.553
6.335
5.872
3D MARK (Sling Shot)
2.031
1.439
1.759
1.732
2.024
1.181
GEEKBENCH 5.0(single/multi)
347 / 1.338
336 / 1.187
310 / 1.329
308 / 1.341
338 / 1.361
317 / 1.282
En el apartado de la biometría encontramos un lector de huellas bajo la pantalla y reconocimiento facial a través de una sola cámara. El lector funciona de forma correcta, bastante más rápido que la generación anterior. Si tenemos las manos algo húmedas falla, pero en la mayoría de escenarios no da problemas. Respecto al reconocimiento facial es relativamente rápido, aunque al depender de la cámara frontal no es la forma más segura de desbloquear el teléfono.
Respecto al software no hay sorpresas. One UI 2.0 está basado en Android 10, un punto a favor para este A51. La ROM es completa a nivel de aplicaciones, pudiendo escoger en el asistente inicial el bloatware que se instalará, así como en lo que respecta a la personalización. No obstante, la sombra del lag sigue presente en esta generación, ralentizándose las animaciones, apertura de aplicaciones y demás tareas cotidianas con más frecuencia de la deseada.
En Xataka
Samsung One UI: 37 trucos y consejos para dominar la capa de personalización de los Galaxy
La autonomía del Samsung Galaxy A51 rinde como se esperaba. Más de 8h de pantalla en un solo día, algo menos si estiramos el uso hasta las dos jornadas
La autonomía es sin duda uno de los puntos más fuertes del A51. En nuestro uso ha superado las siete horas de pantalla en dos días de uso, pudiendo llegar a más de nueve horas en el caso de que abusemos del teléfono durante un día completo. A nivel de carga tarda un poco menos de dos horas en pasar del 0% al 100%, buenos números para los 4.000mAh de este teléfono.
Un gran módulo, cuatro cámaras
Samsung ha apostado por un módulo cargado de sensores en la parte trasera de este dispositivo. El principal tiene 48 megapíxeles, al que le acompañan un gran angular, un sensor macro y otro de profundidad. Como acostumbramos, vamos a dar un repaso a la aplicación de cámara antes de hablar de los resultados fotográficos.
La aplicación es la misma que encontramos en sus hermanos de la familia A, intuitiva y completa, aunque algo lenta en este terminal. Falta agilidad al cambiar de modos, a los que podemos acceder mediante deslizamientos. Contamos con los clásicos modos de fotografía, vídeo, enfoque dinámico (el modo retrato de Samsung) y demás, amén de poder personalizar algunos de los elementos que aparecen en la interfaz. Para los más exigentes, encontramos también un modo manual, que nos permite ajustar al gusto los parámetros antes de tomar un disparo.
Fotografía diurna
En condiciones de luz favorables el Samsung Galaxy A51 se comporta de forma digna, aunque por debajo de lo esperado en un terminal que aspira a ser uno de los ganadores en la gama media. El HDR mantiene las altas luces a raya, la colorimetría, si bien está algo saturada, no es mala y el nivel de detalle es suficiente, aunque no destacable. Podemos jugar con el gran angular y con el zoom, que a pesar de ser digital puede llegar hasta los ocho aumentos.
Fotografía nocturna
Modo noche activo a la derecha. Obtenemos más luz, pero se incrementa el ruido y no se gana en detalle.
Cuando cae la noche cae el detalle, la velocidad y la experiencia de uso. El A51 no logra captar demasiada luminosidad y sus resultados se asemejan más a los de propuestas por debajo de su precio. Si activamos el modo noche, el cual recorta algo la imagen para intentar estabilizarla, conseguimos más luz, aunque los resultados no son demasiado consistentes. En algunos casos llegamos incluso a perder detalle y a ganar ruido, por lo que nos hemos encontrado más cómodos sin él.
Modo macro
El modo macro capta buen detalle y se activa automáticamente.
Uno de los sensores que se están democratizando en gama media es el macro, un sensor que nos permite acercarnos a los objetos bastante de cerca. Consigue un buen detalle y cumple su cometido, aunque en nuestro uso no ha dejado de ser un sensor anecdótico del que es fácil olvidarnos tras usarlo los primeros días. No obstante, agradecemos su inclusión.
En Xataka
Las cámaras de los Samsung Galaxy S20, S20+ y S20 Ultra, explicadas: 108 megapíxeles, vídeo 8K y la apuesta por el zoom
Modo retrato
El recorte del A51 es bueno, logrando introducir en el mapa de profundidad todos los elementos de los objetos que estamos fotografiando. En cuanto al bokeh es bastante artificial, aunque podemos regularlo en varios niveles para intentar paliar este efecto.
Selfie
Selfie correcto, con buen trabajo en las altas luces a pesar de activar el modo retrato.
A nivel de selfie, resultados por debajo de lo esperado. El HDR trabaja bien incluso con el modo retrato activo, algo poco usual en gama media, donde es frecuente que se desactive el HDR al activar el retrato. No obstante, las imágenes quedan demasiado lavadas y los tonos de las pieles no son demasiado fidedignos.
Ver galería completa » Fotografías tomadas con el Samsung Galaxy A51 (24 fotos)
Samsung Galaxy A51, la opinión de Xataka Móvil
En definitiva, el Samsung Galaxy A51 es una evolución digna del Galaxy A50, aunque con unos claroscuros bastante marcados. A nivel de diseño y autonomía es una de las propuestas más logradas de la gama media, aunque tanto el rendimiento como la cámara quedan por debajo de lo que se espera en un terminal de más de 300 euros.
El Galaxy A51 ofrece uno de los mejores diseños y autonomías de la gama media, puntos que se ven ensombrecidos por un rendimiento y cámara por debajo de lo esperado
Si buscamos tener un diseño bastante similar a lo ya visto en propuestas como el Samsung Galaxy S20 amén de una batería de nivel, el Galaxy A51 es una propuesta coherente. No obstante, queda por ver cómo competirá a nivel de ventas este 2020, teniendo en cuenta que buena parte de sus rivales de 2019 tienen un rendimiento por encima de esta propuesta.
8.2
Diseño8,5
Pantalla9
Rendimiento8
Cámara7,5
Software7,75
Autonomía8,5
A favor
Buena construcción y ejercicio de compactación, no se siente en mano tan grande como realmente es.
Un panel AMOLED a la altura de lo esperado
La autonomía es bastante buena.
En contra
El lag es una constante, tanto en uso bajo como en alta exigencia.
La cámara es suficiente, pero se pide algo más a un terminal de su rango de precio.
El sonido es bastante mejorable, queda enlatado y pobre en matices.
Samsung Galaxy A51 - Dual SIM, Smartphone de 6.5" Super AMOLED (4 GB RAM, 128 GB ROM, cámara Trasera 48.0 MP + 12.0 MP + 5.0 MP + 5 MP, cámara Frontal 32 MP) Azul [Versión española]
PVP en Amazon 369,00€
El terminal ha sido cedido para la prueba por parte de Samsung. Puedes consultar nuestra política de relaciones con empresas.
- La noticia Samsung Galaxy A51, análisis: una de las mejores bazas de Samsung para competir en la gama media fue publicada originalmente en Xataka Móvil por Ricardo Aguilar .
Xataka Móvil https://ift.tt/37BZ3EN
0 notes