#La danza de shirabyôshi
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cuadernodeorienteme-blog · 8 years ago
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Dojoji
Dôjôji recoge la leyenda de un hecho acaecido en el siglo X sobre la terrible historia en la que un desvarío de amor apasionado y la inmarcesible virtud se iban a ver confrontados. Sobredosis de agua y fuego en torno al río Hideka.
La representación teatral comienza en la segunda parte del relato, cuando el espíritu vengativo, latente entre sombríos y profundos humedales, se reencarna en circunstancias que creyó propicias para el retorno.
Antecedentes
Anchin es un joven yamabushi (monje de las montañas) en itinerante peregrinaje. De camino a Kumano, uno de los lugares de peregrinaje tradicional, se hospeda en casa de un amigo al que le gusta visitar periódicamente y compartir unos días. Kiyohime, que es hija de su acogedor amigo, sueña desde niña con compartir su corazón con el monje ya que su padre le había dicho que cuando fuera mayor se casaría con él.
La vida en un guion. Como tantas veces ocurre, la niña hizo suyo un guion escrito más para los deseos y necesidades del padre que para los suyos; Kiyohime hizo de él un mandato y lo llevó a sus últimas consecuencias.
La niña creció, y cuando nuevamente retornó el monje, Kiyohime exigió materializar su deseo. Anchin, que desconocía los planes de su amigo, estaba en contra de dar por finalizado su periodo de ascesis espiritual, peregrinaje y contacto con la naturaleza. Como quiera que la joven reaccionara con una violencia inusitada, pidió asilo a los monjes del vecino templo de Dôjô, al otro lado del rio Hideka.
Atravesar las aguas. Kiyohime le persiguió encolerizada y poseída de la imbatible fuerza destructiva del mal. Su profundo rencor la transformó en serpiente que, sobrenadando las mortíferas corrientes fluviales que le separaban del amado, se introdujo en el monasterio en donde se estaba preparando el ceremonial de alzado de la nueva campana.
Bajo la pesada estructura de bronce, los monjes ocultaron a Anchin pensando que sería un lugar seguro en donde nadie podría hallarlo. Pero la serpiente que encarnaba a la resentida Kiyohime se enroscó fuertemente sobre ella, vuelta sobre vuelta, y encendida de odio generó tan intenso calor que fundió el bronce de la campana. El monje Anchin muere abrasado en su interior y abandona el mundo de los vivos. Virtud sublimada.
La danza de shirabyôshi
El momento propicio. Pasados los años, el abad de Dôjôji consideró que era ya hora de reponer la campana y elevarla ceremonialmente a lo alto de la torre. Prohibió, por razones que no quiso desvelar, la entrada de ninguna mujer al monasterio durante la celebración. Sin embargo, y contraviniendo sus órdenes, un sirviente permitió el paso de una bailarina de shirabyôshi que se ofreció a homenajear a la nueva campana. Nadie se debería dar cuenta de la clandestina presencia ya que estas danzantes bailan con ropaje masculino.
Templo, campana, monjes…, todos los elementos en línea para reeditar la ceremonia fallida de otro tiempo. El drama Noh se inicia con el ceremonial de la campana cuyo primer acto se corresponde principalmente con el baile leve y armonioso de la bailarina de shirabyôshi que canta evocando el sonido de la campana al atardecer en los lejanos orígenes del templo, canta a la evanescencia de los cerezos en flor y a la inmutabilidad de los pinos, también al viaje errático de la luna que misteriosamente desaparece. La danzante parece feliz sintiendo desvanecerse sus pecados.
Es la danza del shite (mae-shite o actor principal en el primer acto) quien se desenvuelve en el escenario vestido con los ricos ropajes de un noble de género masculino, aunque con máscara femenina de mujer joven.
Nunca sabremos las verdaderas intenciones de la piadosa danzante que, sin embargo, encarnaba al espíritu resentido, tal vez arrepentido, de Kiyohime. El caso es que, brusca e inesperadamente, el ritmo se acelera, el espacio de danza se restringe más y más a una espiral bajo la campana. La tensión emocional crece por el obstinado golpeteo de los pies sobre el entarimado, por los toques de tambor y la penetrante y chirriante flauta.
Tenso, frenético y vibrante ritmo que culmina con la precipitación al vacío de la campana sepultando a la bailarina en su interior, otrora nicho de Anchin, ahora ausente. Tan apoteósico e inesperado final levanta las sospechas de la naturaleza demoníaca del danzante.
La danza endemoniada
En el segundo acto, el abad (waki o actor secundario) inculpa a los sirvientes de lo ocurrido por haber desobedecido sus órdenes y aprovecha la bronca para narrar al público la verdadera historia que precedió a lo ahora acontecido en el monasterio. Él intuía que la nueva edición del ceremonial de la campana podría evocar la tragedia de Anchin y remover, como así fue, las emociones soterradas del espíritu vengativo de Kiyohime. De ahí la prohibición del abad que la bailarina había logrado burlar.
Los monjes rezan consternados frotando los rosarios entre sus manos pidiendo que se alce nuevamente la campana, lo que logran con grandes esfuerzos. En su interior aparece ahora un demonio (máscara de hannya) con cuerpo de serpiente que danza rabiosa y alocadamente.
Es la segunda danza del shite (nochi-shite, actor principal caracterizado para el segundo acto de forma diferente) en la que los monjes luchan contra la infernal visión.
Los monjes vencen no sin que antes la serpiente lance poderosas pero autodestructivas lenguas de fuego que acabarán por lacerar e abrasar su propio cuerpo. Lastimada, huye a refugiarse en las profundas aguas del río Hideka.
Los monjes se regocijan porque sus plegarias han sido atendidas. Bajo las aguas, latente espera.
Máscara hannya
Notas
La autoría de la obra Noh se atribuye a Kojirô Nobumitsu (1435-1516) que escribió la obra Kanemaki a partir de la cual se adaptó el drama Noh titulado Dôjôji. Enlace a vídeo
Dôjôji (el templo Dôjô) se encuentra actualmente en el distrito de Hideka, prefectura Wakayama.
José Antonio Giménez Mas
Dôjôji, un drama Noh Dôjôji recoge la leyenda de un hecho acaecido en el siglo X sobre la terrible historia en la que un desvarío de amor apasionado y la inmarcesible virtud se iban a ver confrontados.
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