#Kansuke Naka
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o9genesis · 3 years ago
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Kansuke Yamamoto (In this Japanese name, the family name is Yamamoto; 30 March 1914 – 2 April 1987); photographer and poet. He was a prominent Japanese surrealist born in Nagoya, Japan. He often created works which indicated liberty, antiwar and anti-government in surrealistic ways.
Born in Naka-ku, Nagoya, Aichi, Japan, the oldest son of Goro Yamamoto, founding member of Aiyu Photography Club. Goro ran a photo studio and a shop selling cameras in Nagoya.
He encountered surrealism and dadaism through the poetry magazine "cine´" published by Yamanaka Chiruu, who was promoting surrealism in Japan. In 1929, at 15, when he graduated from the Nagoya Second Commercial School, he started writing poetry. Before graduation, he left Meiji University School of Arts and letters in Tokyo, where he majored in French Literature and then went back to Nagoya. In 1931, at 17, he published his works in the Journal "Dokuritsu (Independent)", published by "Dokuritsu Shashin Kenkyu Kai (Independent Photography Research Association)".
The oldest of his existing works, "Aru Ningen no Shisou no Hatten... Moya to Shinshitsu (The Developing Thought of a Human... Mist and Bedroom)", was published in a magazine in 1932. In 1936, he changed his Chinese [sic] characters from 勘助 (Kansuke) to 悍右 (Kansuke). In 1938, he started a surrealist poetry magazine called "Yoru no Funsui (The Night's Fountain)". But the next year, the publication was forced to discontinue by the authoritative pressure due to the Peace Preservation Law.
In 1939, he formed a group called "Nagoya Photo Avant-Garde" with Tajima Tsugio, Minoru Sakata, Shimozato Yoshio, and Yamanaka Chiruu, etc. ....
From around 1965 to 1975, he coached the younger generation as an adviser of Chubu Photography Federation of Students.
He also donated his body to science via Nagoya University School of Medicine upon his death and no funeral was held, in accordance with his living will.
(https://en.wikipedia.org/wiki/Kansuke_Yamamoto_(artist))
via: https://arthur.io/art/kansuke-yamamoto
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recentanimenews · 5 years ago
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You can Watch First 6-Minute of TV Anime Sing "Yesterday" for Me
    The official YouTube channel for the forthcoming TV anime Yesterday wo Utatte (Sing "Yesterday" for Me) has started streaming a ten-minute special trailer including the six-minute beginning part of its first episode and a digest of the dialogues between the characters.
  The clip also introduces the anime's OP song "Kago no naka ni Tori" (There's a bird in a cage) performed by four-member rock band Yourness. This is the first time that the band has provided a theme song for an anime series.  
  The adaptation of Kei Toume's drama manga series directed by Yoshiyuki Fujiwara (NEW GAME!!) is set to premiere for a 12-episode run on TV Asahi's newly-launched midnight programming block "NUMAnimation" on April 4, 2020. 
  The original manga was first serialized in Shueisha's Business Jump from 1997 to 2011, then moved to the publisher's Grand Jump and concluded in 2015 with 11 tankobon volumes. Its story centers on Rikuo Uozume, who doesn't/can't find a regular job after graduating from university and has worked as a part-time worker at a convenience store, and follows a love triangle among him and two heroines, Haru Nonaka and Shinako Morinome.
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      ◤主題歌決定◢ 4人組ロックバンド #ユアネス の新曲『籠の中に鳥』に決定!『#イエスタデイをうたって』をイメージした書き下ろし楽曲。4月4日から放送、お楽しみに! ????楽曲の一部を聴けるロングPV公開中????https://t.co/0APHwl0AgO ????楽曲について(古閑翔平さん)????https://t.co/GJOLWnSbsc pic.twitter.com/TX98ETEuEy
— アニメ『イエスタデイをうたって』公式| 4月4日放送開始! (@anime_yesterday) March 27, 2020
  Key visual:
  Main staff:
  Director/Series composition/Screenplay writer: Yoshiyuki Fujiwara (NEW GAME!!) 
Sub director: Ryota Ito 
Screenplay: Jin Tanaka (Go! Princess PreCure, KiraKira PreCure Ala Mode) 
Character design/Chief animation director: Junichiro Taniguchi (Magia Record: Puella Magi Madoka Magica Side Story) 
Chief animation director: Maho Yoshikawa (Assassins Pride) 
Music director: Masaki Tsuchiya 
Art director: Tetsuya Usami 
Color design: Kei Ishiguro 
Director of photography: Takafumi Kuwano 
Editing: Daisuke Hiraki 
Background arts: Studio Easter 
Anime production: Doga Kobo 
Production: DMM.futureworks
    Main voice cast:
  Rikuo Uozumi: Chikahiro Kobayashi 
Haru Nonaka: Yume Miyamoto  
Shinako Morinome: Kana Hanazawa
Ro Hayakawa: Natsuki Hanae 
Kinoshita: Tatsuhisa Suzuki
Kyoko Sayama: Maaya Sakamoto
Takanori Fukuda: Takuma Terashima
Kozue Fukuda: Aya Suzaki
Morita: Kaori Nazuka
Katsumi Takishita: Shun Horie
Minato: Yuuki Ono
Chika Yuzuhara: Eri Kitamura
Kansuke: Ryoko Maekawa
     Source: TV anime "Yesterday wo Utatte" official YouTube channel 
  © Kei Toume/Shueisha, "Sing 'Yesterday' for Me Production Committee
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kasa51 · 9 years ago
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the exhibition of Kansuke Naka / Author of "silver spoon" by kazu saito Via Flickr: 生誕130年 没後50年 『銀の匙』の作家 中勘助展 
中華街辺りの喧���と比して静謐な場所・・・
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desertvista · 13 years ago
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官能教育|構成・演出:藤田貴大 原作:中勘助『犬』
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ochoislas · 4 years ago
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El año que cumplí dieciséis años pasé el verano solo en la casa de campo de un amigo con el que me llevaba muy bien por aquella época. Era una casona cubierta de espesas bardas en una bella y aislada península, a la que mi hermano ya me había llevado antes, y que se cobijaba ariscamente al pie de un peñón que arrancaba de la costa. Una vieja florista que vivía sola en las cercanías se ocupaba de las faenas de la casa. La abuelilla era de la misma provincia que mi difunta tía y como se me parecía a ella por su edad y acento —yo conocía bien el habla y las viejas maneras de su tierra— enseguida nos sentimos cómodos el uno con el otro.
Su hermano mayor, que era tutor suyo, le había mandado casarse con un tahúr, pero ella se negó, así que éste le dio una libra de algodón bruto diciéndole que se ganara la vida haciendo algo con él. De modo que lo hiló y lo llevó a un almacenista que se lo trocó por más algodón; hiló éste también y lo cambió de nuevo. Con la ganancia compraba arroz y, según estaba entonces, finalmente logró ahorrar algo, con lo que compró un poco de género. Estaba cosiendo un quimono cuando su hermano se enteró y le echó la bronca, diciendo que por qué había comprado nada sin hablarlo con él, que era como su padre. Así que ella cogió el camino con idea de ir a adorar al templo Zenkō y quizá ganarse la vida de hilandera o lo que fuera.
Tenía entonces dieciséis años. Por la carretera la siguió un tipo que parecía un rufián. Asustada decidió refugiarse en una venta de la posta de Tsumago, en Shinshū, mientras todavía era de día. Pero luego vio que el tipo se colaba en la misma posada antes que ella, así que decidió no quedarse al final, y ya se iba cuando el dueño, con esto y lo otro, quiso forzarla a quedarse. Desconcertada, le dijo que sólo se había sentado allí un rato, que ni había preguntado por la tarifa siquiera; además el sol estaba alto todavía ¿por qué la quería detener tan sin razón? «El huésped que viste ahora mismo me pidió que no te dejara ir», le dijo el hospedero, sin atender a nada. Acertó a pasar por allí un hombre de su misma provincia y a ella no le quedó otra que darle cuenta de todo y pedirle que hablara con el hospedero. Éste se avino enseguida y dijo que la dejaba irse. Pero nada más se quedaron solos la retuvo otra vez con rostro fiero.
Entonces se volvió a un viejo que pasaba y él enseguida dijo que se haría cargo de ella. «Por lo pronto ven a mi casa y yo te mando luego al templo con la posta.» Ella creyó sin más lo que le dijo el viejo y se fue con él, pero pasó un mes ayudándolo en las faenas del campo y no parecía dispuesto a dejarla marchar. Finalmente encontró trabajo de criada interna, se buscó alguien que la acompañara, y partió para el templo Zenkō. Por el camino, en una posada y «por misterio del karma» —con los mozos de silla que la llevaban, un hospedero y un oficial de posta como medianeros— se casó con un corchete del alguacil. Pero resultó que por lo que fuera no se avenía con el marido y pretendía escaparse; sin embargo acabó viviendo años junto a él, hasta que por fin logró cumplir su voto y acudieron juntos al templo Zenkō. Con tan mala fortuna que cayeron los dos en cama, malos con sarampión.
Cuando finalmente se recuperó hizo oficio de cierta habilidad que tenía confeccionando paraguas. Ya estaba saldando sus muchas deudas cuando se le presentó la ocasión de hacer unos guardasoles procesionales para cierto templo, de modo que se le ocurrió retornar a su provincia ganándose el sustento por el camino con ello. Ahora que cuando llegó a cierto lugar no le dejaron pasar el torniquete y acabó vagando sin rumbo hasta asentarse en un pueblo no lejos de donde estábamos, donde puso un negocio de sombrillas. Le fue bien y se convirtió en una tienda en condiciones, con varios aprendices incluso. Pero con la edad se le echó a perder la vista  y dejó el negocio. Empezó a cultivar las flores que le gustaban. Su viejo marido había muerto hacía nueve años a los sesenta y cinco. Entonces fue viniendo a menos hasta verse en la posición en que estaba.
Los días impares se levantaba temprano y salía a vender flores con un cuévano a la espalda. Como todos la querían y le daban galletas y platillos, le bastaban cinco sen al día para comprar una libra de arroz. Aparte de eso y como un oráculo le había predicho que moriría en año y medio, ya había dispuesto en un templo la lectura de los sutras para el aniversario de su muerte. Y como los gastos del funeral los pagaría con la venta de su casita, aunque estuviera que se caía, ya no tenía nada de que preocuparse, decía. Sacó un mugriento cuaderno envuelto en un pañuelo morado: «Aquí está puesto todo». Lo abrí y vi garabateados por manos diversas sueños y otras efemérides del año vigésimo segundo de Meiji. La tapa rezaba: «Crónica de los cauterios del sueño», pero dentro no había nada de eso. Como la vieja no podía leer ni la primera letra del silabario, no sabía que los desconsiderados escribientes habían puesto lo que les daba la gana y no lo que ella les pidió. Es más, tenía doblado dentro con mucho cuidado un anuncio de cierto remedio y abriéndolo a mi lado hizo como que leía: «Vi también a nuestro maestro Kōbō y vi también a nuestra señora Kannon».
Pasando los días me enteré que si hacía tan buenas migas conmigo no era sólo por las razones que yo creía, y porque prestaba oídos a sus consejas, que ya entonces eran tan supersticiosas que provocaban la burla. Al parecer nada más verme pensó: «¡Este señorito es tan devoto de nuestro señor Buda que debería hacerse monje!», o eso me dijo.
Kansuke Naka
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ochoislas · 4 years ago
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Un mediodía que subía la montaña detrás de la casa, queriendo alcanzar el gran pino en la cima, me perdí y acabé en una fragosa cañada. Apartando a ciegas el matorral más alto que yo, con la cara fustigada por las ramas que rebotaban y los pies castigados por enredaderas de hojas como soplillos, logré zafarme con mil trabajos del agobiante hondón, ganando una elevación. Ésta era un mamelón con la forma de un toro que embistiera desde el centro de una rehoya abierta al mar. Me abrí camino cuarteando su lomo hasta lo que sería la cruz, que formaba un morro. Había algunos pinos encogidos, auñados al desmenuzado granito color almagre que se aglutinaba como piel de tiburón, y, sembradas por todas partes, las heces de las aves que comían los piñones. Procurando no resbalar carcavón abajo y aferrándome a las ásperas rocas —con toda mi fuerza concentrada en las puntas de mis dedos y pies— por fin logré trepar al promontorio de la cruz. El sol alto inundaba el cielo de resplandor, entre exhalaciones.
Desde allí bajaba por el cuello una mansa cuesta de unos cien metros, encajada entre los barrancos cada vez más abruptos de la precipitosa cañada, hasta una exigua repisa que correspondería a los morros, colgada sobre el abismo. El paraje formaba parte de un serrijón aislado de unos once kilómetros, paralelo a la costa, con cimas de entre trescientos y seiscientos metros, que formaba con sus gajos innumerables calas en el mar. Uno de los tres estribos mayores estaba socavado en su base por el agua como si le hubieran clavado una cuña. Cerraba la cañada a mis espaldas una sucesión de farallones, encadenados como las hojas de un paravento, con una cumbre señoreándolos. Todo el lugar formaba una titánica catedral con el cielo azul como techo. Un halcón, que volaba alto sobre mi cabeza con sus estridentes reclamos, calaba veloz de vez en cuando, cortando el aire ante mis ojos, y remontaba luego muy alto en el cielo.
Mirando abajo en el valle distinguí un único sendero que bajaba hacia la aldea, serpeando entre negros bosques cerrados, como si hilvanara las cimas del serrijón entre sí. Y por un abra que permitía vislumbrar más allá, vi cumbres amontonadas como en tongadas infinitas: rojas, encarnadas, moradas, malvas... hasta las mismas nubes. Presa de pasmo y de un entusiasmo mezclado de pánico rompí a cantar con voz atiplada. ¡Eco! Éste me remedaba a la zaga como si alguien se escondiera tras las cumbres. Espoleado por el canto de aquel inescrutable cantor respondí con la voz más aguda de que era capaz. Él hizo otro tanto. Como suele ocurrir, sentí una cándida e inagotable alegría ante fenómeno tan comprensible. Y tras pasar media jornada allí cantando, bajé de nuevo a la casa de los setos de falso laurel, a la hora en que el sol se hunde en el mar.
*
Fui a lavarme los pies al patio trasero y corrí la puerta del baño, suponiendo que ya estaría listo a esa hora. Sumergiéndome del todo en la bañera, llena de agua ya algo tibia, estiré mis cansadas piernas, muy a gusto. El agua subía hasta mis pezones, dándome la sensación de que un tenue hilo los unía. Aguantándome con ambas manos, pues mi cuerpo boyaba, recliné la cabeza en el borde de la bañera mirando al techo, y soplando de vez en cuando sobre mi pecho fogueado, repasé el gozo de aquella jornada. Al lugar lo llamé Cima del Eco. Haberlo encontrado tras extraviarme —lo que significaba que sólo yo lo conocía— y que para alcanzarlo hubiera que encaramarse a aquel peligroso risco me entusiasmaba aún más.
Al rato empecé a fijarme en algo sobre la quieta superficie del agua. Me parecía que había un leve viso blanco de grasa, casi imperceptible, que antes no había visto. ¿Podía ser que alguien se hubiera bañado ya? Pensándolo entonces, todo encajaba. Tenía que haber llegado alguien. Me embargó una repentina y profunda ansiedad. Yo aborrecía sin excepción a cualquier desconocido. Me despejé del todo y estaba de bajón cuando apareció la viejita, que no se había enterado de mi vuelta, apurándose para lavarme. Y disculpándose por no haber cambiado el agua, me dijo que había llegado la joven esposa de la casa de Tokio. Se suponía que no debía de haber nadie en la casa de mi amigo. Me había dicho que su hermana mayor que vivía en Kioto se iría a Tokio aquel verano, así que quizá fuera ella. En ese caso, poco podía hacer yo, así que tuve que conformarme, aunque pensé que era un incordio. Antes de salir la mujer bajó ostentosamente la voz y dijo: «¡Es una preciosidad, la chica!».
Me escabullí a mi habitación como quien tiene algo de que avergonzarse, y me senté allí, perplejo, apoyado en el pilar. No hay nada más incómodo que conocer a alguien y tener que encontrar algo oportuno que decir. Y la tensión de estar sentado tieso ante un extraño es como estar atado por una soga invisible; al final siento como si mi ceño se crispara, y los hombros se me agarrotan y me arden. Parecía que la muchacha se quedaba en el anexo al fondo del jardín. Tampoco sería para tanto, si de verdad se trataba de la hermana mayor de mi amigo de la que había oído ¿pero cómo se suponía que debía actuar yo? Iba apartando tales pensamientos uno tras otro cuando unos pasos quedos se acercaron a la veranda, deteniéndose de pronto tras la puerta de papel. Cuando me estaba levantando para recomponerme frente al escritorio, una voz suave y serena dijo: «Disculpe», y como si fuera obra de la misma voz, la puerta se deslizó.
—¿Cómo no le han traído una lámpara todavía? —la escuché decir para sí misma, y en el borroso vano de la puerta se repujó claramente un rostro blanco.
—¿Cómo está usted? Soy la hermana mayor de ***. Lo voy a molestar unos días nada más...
—Bien —fue todo lo que acerté a decir, y esperé en silencio mi condena. Pero ella colocó ante mí con gracioso gesto una bandeja de aromáticas galletas occidentales—: No tengo otra cosa que ofrecerle... ni siquiera sé si le gustan.
En aquel instante la fría y solemne efigie se tornó de súbito hermosa criatura, sonriendo azarada. Pero enseguida, diciendo: «Voy por una lámpara», recobró su naturaleza estatuaria y desapareció en la oscuridad.
Suspiré de alivio. Todavía abochornado por ser tan patético, me desvivía tratando de recordar la figura ida; pero era por completo soñada, inasible. Sin embargo, teniéndome absolutamente inmóvil, con los ojos cerrados, todo comenzó poco a poco a dibujarse como cuando sales de pronto a la luz. Llevaba el pelo recogido en un gran rodete de casada. Era negro azabache, como los mismos ojos bajo las marcadas cejas. Todos sus rasgos eran tan netos y puros que me parecía que sería arduo acostumbrarse a tenerla cerca, y pensé que hasta sus bellos labios, el inferior repulgado levemente contra el superior, parecían cincelados en frío coral del fondo de los mares. Pero cuando éstos se separaban dejando a la vista los lindos dientes, una sonrisa fresca como la brisa lo sedaba todo, sus mejillas se arrebolaban y la estatua se convertía en un hermoso ser vivo.
Kansuke Naka
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recentanimenews · 7 years ago
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Silver Spoon, Vol. 1
The title of Hiromu Arakwa’s latest series is a pointed reference to Kansuke Naka’s The Silver Spoon: Memoir of a Japanese Boyhood. First serialized in the pages of the Asahi Shimbun in 1913, The Silver Spoon documented Naka’s journey from childhood to adolescence through a series of vignettes that recalled turn-of-the-century Tokyo in vivid detail, describing first the bustle of its modern neighborhoods, and then the rustic isolation of its western regions, a contrast emphasized by one of the book’s most important events: his move to rural Tokyo. “For me to be born in the midst of Kanda was as inappropriate as for a kāppa to be hatched in a desert,” his narrator declares, viewing the country as a place of rebirth.
Yuugo Hachiken, the fictional protagonist of Arakawa’s Silver Spoon, also moves from Tokyo to the country — Hokkaido, to be exact, where he enrolls at at Ooezo Agricultural High, a small boarding school. Though his peers chose the school for its curriculum, Hachiken chose it to escape the college prep grind — cram schools and high-stakes tests — and his parents, who seem indifferent to his misery. His competitive streak remains intact, however; he assumes that he’ll be the top student at Ezo AG, sizing up his classmates’ mastery of English and geometry with all the condescension of a prep school boy in a backwoods schoolhouse.
Hachiken’s path to redemption predictably begins with a rude awakening: there’s no spring break and no sleeping in at Ezo AG, where students rise at 4:00 am to muck stalls and harvest eggs. Adding insult to injury, his cosmopolitan prejudices are challenged by his peers, who are more ambitious, motivated, and knowledgable than he is; in one of the volume’s best scenes, Hachiken’s elation turns to despair when he overhears his classmates discussing the transformative effect of somatic cell cloning on the Japanese beef market. “Are they speaking in tongues!!?” he fumes, rivers of sweat pouring down his ashen face. “Are you guys smart or stupid? Make up your minds!!”
After a series of humiliating trials, Hachiken makes tentative steps towards fitting into the community and finding his purpose. His incentive for trying a little harder — making nice with the chickens, joining the equestrian club — is, unsurprisingly, a girl. Aki Mikage is yin to his yang, a pragmatic, cheerful soul whose horse-wrangling skills, can-do attitude, and endless patience for Hachiken’s questions make her a little too saintly to be believed. Her main role in volume one is to help Hachiken overcome his sentimental ideas about farm life, encouraging him to see the farm more as an elaborate ecosystem or factory than a collection of cute animals.
This bracing dose of reality is one of the manga’s strengths, preventing the story from devolving into a string of sight gags and super-deformed characters screaming and flapping their arms at the sight of poop. Near the end of volume one, for example, Mikage invites Hachiken and fellow classmate Ichirou Komaba to the Ban’ei Racetrack to watch a draft horse pull, an outing that quickly turns somber when they stumble upon a horse funeral in progress. “Some souls are thrust into a cruel existence where there are only two options, life or death, simply because they happen to be born livestock,” Mikage’s uncle observes — a statement that makes a deep impression on Hachiken, who’s just beginning to realize that many of the piglets and chickens he’s raising will be on someone’s dinner table in a matter of months.
The racetrack episode also highlights Silver Spoon‘s other secret weapon: its terrific supporting cast. Though Hachiken, Komaba and Mikage’s more serious conversations dominate the chapter, two of the series’ most memorable personalities — Tamako Inada, a steely business major, and Nakajima, the equestrian club supervisor — make cameo appearances. Nakajima, in particular, exemplifies one of Arakawa’s greatest talents as a writer: creating visually striking characters whose goofy, exaggerated appearance belies their true natures. Nakajima has the face and disposition of a classical Bodhisattva everywhere but the race track, where a maniacal gleam creeps into his eyes, drawing his brows and lids into a state of terrifying arousal. Tamako, by contrast, looks like Tweedledee, enduring rude comments from her male classmates about her shape, weight, and brusque demeanor. She proves sharper and more ruthless than her peers, however, channeling Monica Seles in a heated ping-pong match with Komaba, and making a killing at the racetrack with carefully calculated bets.
As these comic interludes suggest, the twists and turns of Hachiken’s evolution from sullen teen to happy young man are dictated more by shonen manga convention than fidelity to Naka’s The Silver Spoon — there are 200% more jokes about cow teats and chicken anuses — but the sincerity with which Arakawa captures the emotional highs and lows of adolescence shows affinity with Naka’s writing. Hachiken’s mopey interior monologues and fumbling efforts to connect with his classmates are as authentic as Naka’s own reminiscences; both convey youthful angst without irony, embarrassment, or “the layered remembrances of adulthood” (Kosaka). But don’t worry: Hachiken spends as much time hanging out with ornery ruminants as he does ruminating, thus ensuring that volume two will also yield a bumper crop of manure gags. (Yes, I went there.) Highly recommended.
Works Cited:
Arakawa, Hiromu. Silver Spoon, Vol. 1, translated by Amanda Haley, Yen Press, 2018.
Kosaka, Kris. “A misanthropic memoir from Meiji Era Tokyo.” The Japan Times, 26 Sep. 2015, https://ift.tt/2IQRrDb. Accessed 24 Mar. 2018.
By: Katherine Dacey
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recentanimenews · 7 years ago
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Bookshelf Overload: October 2017
Another month, another mountain of media that somehow made its way into my possession! (Actually, I know exactly how.) Thanks to some fantastic sales, I finally got around to filling in the gaps in my collection of Takehiko Inoue’s Vagabond. I also ended up buying more anime than I usually do, too. In particular, Sentai Filmworks announced back in September that it would be discontinuing DVDs and has since been working to clear out stock. Since my eyesight is poor enough that I don’t usually notice a difference in visual quality between DVD and Blu-ray releases, I took the opportunity to pick up Space Brothers and a few other things at a greatly discounted price. As for October manga debuts, I was greatly impressed by Spirit Circle, Volume 1 by Satoshi Mizukami. I was also really looking forward to the release of Yokai Rental Shop, Volume 1 by Shin Mashiba since I enjoyed the creator’s earlier series Nightmare Inspector. Notably, manga translator and yokai scholar Zack Davisson released a new work in October, too–Kaibyo: The Supernatural Cats of Japan is one of the newest titles from Chin Music Press, a publisher that takes great care with physical production and design, so in addition to being interesting, it’s also a beautiful book.
Manga! Ajin: Demi-Human, Volume 10 by Gamon Sakurai Akuma no Riddle, Volumes 2-4 written by Yun Kouga, illustrated by Sunao Minakata Food Wars!: Shokugeki no Soma, Volume 20 written by Yuto Tsukuda, illustrated by Shun Saeki Gangsta: Cursed, Volume 3 written by Kohske, illustrated by Syuhei Kamo Imperfect Girl, Volume 1 by Mitsuru Hattori Jackass! by Scarlet Beriko The Key to the Kingdom, Volumes 1-6 by Kyoko Shitou Kitaro’s Strange Adventures by Shigeru Mizuki Prison School, Omnibus 8 by Akira Hiramoto Spirit Circle, Volume 1 by Satoshi Mizukami Super Dimensional Love Gun by Shintaro Kago Vagabond, Omnibus 7-8 by Takehiko Inoue Yokai Rental Shop, Volume 1 by Shin Mashiba
Comics! The Academic Hour by Keren Katz Awaken, Volume 1 by Koti Saavedra The Big Book of Bisexual Trials and Errors by Elizabeth Beier Can I Pet Your Werewolf? edited by Kel McDonald and Molly Muldoon Cosmoknights: Prologue by Hannah Fisher Flutter, Volume 3 written by Jennie Wood, illustrated by Jeff McComsey Fujoshi Trapped in a Seme’s Perfect Body, Volume 3 written by Seru, illustrated by Joberu Generations by Flavia Biondi Goro, Issue 1 by Sarah Horrocks Ladycastle written by Delilah Dawson, illustrated by Ashley A. Woods Mis(h)adra by Iasmin Omar Ata Oh Joy, Sex Toy, Volume 4 created by Erika Moen and Matthew Nolan Spinning by Tillie Walden The Tea Dragon Society by Katie O’Neill The Witch Boy by Molly Knox Ostertag
Light Novels! Juni Taisen: Zodiac War written by Nisiosin, illustrated by Hikaru Nakamura
Novels! The Explosion Chronicles by Yan Lianke Milky Way Railroad by Kenji Miyazawa Snakelust by Kenji Kagagami
Anthologies! Japanese Gothic Tales by Kyōka Izumi
Poetry! Bashō’s Narrow Road: Spring and Autumn Passages by Bashō Matsuo Night Sky with Exit Wounds by Ocean Vuong
Nonfiction! Kaibyo: The Supernatural Cats of Japan by Zack Davisson The Silver Spoon: Memoir of a Boyhood in Japan by Kansuke Naka
Anime! Food Wars! directed by Yoshitomo Yonetani Gosick, Part 2 directed by Hitoshi Nanba Hozuki’s Coolheadedness directed by Hiro Kaburaki Orange directed by Hiroshi Hamasaki Pet Shop of Horrors directed by Toshio Hirata Space Brothers directed by Ayumu Watanabe
By: Ash Brown
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