#Joven que se arrancó la piel
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Bajo el Sol del verano — V
Sábado, siete de mayo.
Chelsea ajustó sus gafas de sol de marco cuadrado y grueso, ese modelo icónico que parecía resistir el paso del tiempo. El calor citadino dio paso a la humedad del río Potomac, la espuma se pegaba a su cuerpo y el suave viento le removía el cabello.
Era un día especial: almorzaría con los Atkins en su nueva embarcación, y pasaría toda una bella jornada con su queridísimo amigo. Desde la mañana temprano hasta bien entrada la tarde.
Acomodó su cabello en una coleta mientras sonreía. Estiró sus piernas enfundadas en un cómodo short de vaquero, con una musculosa grisácea de finas tiras en los hombros. Se sentía renovada y realizada, cómoda en su propio cuerpo.
Tonteaba con su amigo en base a lanzar agua con pequeñas pistolas de agua; a continuación, hicieron un tour por los rincones de la lujosa embarcación. Habitaciones bellamente iluminadas, una pequeña sala de estar a bordo con un enorme televisor pantalla plana y un baño con jacuzzi incorporado.
Se detuvieron frente al perlado hidromasaje. Dennis bromeó (con confidencialidad absoluta) que ahora disponían “otro lugar donde bailar” cuando le prestaran la embarcación. Sus mejillas enrojecieron como manzanas y ahogó una carcajada. La sola idea la enloquecía.
Felicitó a los Atkins por su magnífica adquisición. Douglas sonrió con suficiencia, agradeció escuetamente a la joven, quien enarcó una ceja y se alejó del caballero. Eleanor le dedicó una amable sonrisa, en cambio, al tiempo en que sujetaba su capellina pastel y conversó un rato con ella.
«Que distintos son: uno es un puto niño mimado y la otra es la mujer más fenomenal del mundo. Gracias por ser tan buena, señora A.»
Un rato después, Dennis le tendió un batido de fresa y volvió al pequeño bar de cubierta. Chelsea disfrutó del sabor dulce que inundaba sus papilas gustativas: tenía el toque justo de jarabe y frutos naturales.
Devin y su hermano menor se enfrascaron en una conversación sobre tenis. Estaban emocionados ante los torneos internacionales en juego. Desde una prudente distancia se entretuvo oyéndolos hablar; oír a Dex así era un placer indescriptible: excitado, feliz y risueño ante cosas que escapaban su comprensión.
Era el deporte favorito de su amigo. Su máximo ídolo del tenis era Rafael Nadal, tenía algunas gorras y muñequeras a modo de recuerdos del tenista.
Chelsea amaba preguntarle sobre el tema solo por la pasión que emanaba. El rubio escuchaba y explicaba sus preguntas con un brillo risueño en sus deliciosos ojos azules. Le había enseñado sus mejores jugadas y partidos. Pese a que le costara seguirle el ritmo se mantenía en silencio para oírlo.
Quizá así se viera ella al hablar de arte: vivaz y encantadora. «Es una lástima que no haya continuado en su club favorito, todo por culpa de Douglas y su fanatismo por el futbol*.»
Dennis volvió a su lado y le hizo algunos chascarrillos. Su estómago bullía de emoción al sentir el interés en ella; la situación solo empeoró cuando le pidió que le aplicara bloqueador.
Se estremeció ante su presencia. Tuvo que reprimir un gemido de placer ante el tacto con su espalda, aunque fuese en una situación tan mundana y patética.
¿Qué diablos le pasaba? ¿Por qué estaba tan hipersensible? La arrancó de su embelesamiento a chasquido de dedos.
—¿Me lo colocas tú ahora? ���solicitó él—. Si yo lo hago, tú también. Es tu obligación moral y ética.
—¿Eso existe o tiene sentido?
—Si yo lo digo y lo proclamo, sí. Te pagaré con más licuado si lo haces.
—A la orden, Julio César.
Trato de concentrarse y ocultar el remolino emocional en su interior, aunque fue muy difícil gracias a la mente lujuriosa enredada con el encaprichamiento adolescente.
La blanca piel de Dennis, salpicada por diminutas pecas, era suave y tersa al tacto.
Con delicadeza, sus dedos recorrieron su columna, deteniéndose en cada vértebra. Sintió cómo su respiración se volvía un poco más rápida cuando su mano llegó hasta la zona lumbar.
El chico carraspeó a modo de llamarle la atención. Casi que le oyó la mente decir “Aquí no, no hagas un espectáculo de lo que hacemos en secreto”.
La bandada de mariposas en el interior de Chelsea se multiplicaba y golpeteaban sus tripas. Al terminar, se percató de que batallaba por respirar.
—Todo listo, todo en orden.
Dennis la encaró con una ceja enarcada, la joven vio sus mejillas tintadas. Le susurró, cómplice:
—Gracias por la sesión de masajitos, Chels.
El corazón se le doblaba sobre sí mismo. Rio, mientras enredaba sus dedos en un pasador del pantalón.
—Cortesía de la casa.
—Yo no pedí el extra.
—Si quieres puedes pagarme, son cincuenta dólares.
El muchacho le guiñó el ojo.
—Ya cobrarás tu paga.
Luego de una breve interrupción del hermano mayor, volvieron a una charla amena.
—Me dieron ganas de unas papas fritas. ¿Quieres?
—No estaría mal, pero no falta mucho para el almuerzo.
—¿Y?
—Solo digo que no nos llenemos de eso. —Dennis fue a una nevera portátil, extrajo un paquete amarillo y le compartió después de engullir un puñado—. ¿Crees que les gustarán a tus padres las ensaladas que preparé?
—Loff effcuché bafftante feliceff. —Chelsea no reprimió una mueca de asco—. Lo siento, están buenísimas. La que es Waldorf luce fenomenal, y la ensalada primavera irá fantástica con mayonesa.
—No arruines mi comida con tu mal gusto, Dex.
—El Emperador hace lo que quiere.
Ella lo picó con un dedo.
—Eres un niño mimado y asqueroso.
—¿Qué puedo decir? Me gusta ser como soy.
Ambos miraban hacia la proa y el lento transcurrir del viaje marítimo, el sol en lo alto bañaba sus jóvenes cuerpos.
Eleanor apareció en un momento para tomarles algunas fotos a modo de recuerdo, donde ambos posaron juguetones y alegres. El suave bamboleo del agua no impidió que Chelsea se subiera sobre la espalda masculina, mientras su amigo le sujetaba los muslos.
No importaba si a veces se resbalaba, hacían el tonto o el muchacho amenazaba con hacerla caer: los tres se entregaron a la diversión. Fue allí en que el alma torturada de Chelsea Vickers encontró la dicha.
En un momento dado, mientras conversaba con la rubia mujer, la señora le explicó los rigores de su nuevo empleo al mando de una organización de “segundas oportunidades” para mujeres con embarazos no deseados.
Se trataba de una organización donde entregaban recursos a futuras madres, y en caso de no poder quedarse con los niños, los asistían en el proceso de adopción. Preferían no realizar procedimientos médicos, pero si la gestante no deseaba ninguna de las anteriores opciones podía optar por un aborto.
Sorprendida, le expresó a Eleanor su interés en el tema. Era grato saber que era algo que le preocupaba, aunque el enfoque principal de la organización no le caía en gracia.
Eso era mucho más interesante que ser solamente “la esposa de”, y echaba en uso su título de Licenciada en Trabajo Social. Eleanor expresó cierto desdén a la idea de ser solamente “accesorio de su esposo”, en especial porque su marido iría por mucho más en la política. ¿Hasta dónde llegarían las ambiciones de aquel hombre?
Los cinco tripulantes almorzaron tranquilamente, las charlas entre ellos fluían apacibles. Dennis se atiborraba de la ensalada jardinera “con extra-mayonesa”; Chelsea, por su parte, saboreaba el pavo frío hecho por Rosa.
Jugaron al Uno y la castaña logró aplastantes victorias: mantenía intacta su racha invicta de veinte partidas. Dennis fingió ofenderse y optó por molestarla sobre haber hecho trampa.
A modo de venganza le sonrió satisfecha y lo consoló ante su condición de perdedor. Le repitió que no tenía la culpa de que fuera tan malo jugando a las cartas. Aquello desató otra guerra de pistolas de agua.
La familia llegó a la desembocadura al Chesapeake y detuvo su viaje; encontraron entretenimiento hasta que la tarde comenzó a cambiar de colores y el fresco los abrazó. El sol hacia el oeste dotó al ambiente de una tonalidad amarillenta.
La temperatura descendió suavemente hasta los veintidós grados al momento de emprender el retorno. Se echó una chaqueta de algodón y abrazó sus piernas; el rubio se sentó a su lado y pegó su hombro al femenino, eligió una manta para cubrir ambas espaldas.
Dennis le sonrió cariñosamente cuando la miró.
—¿Te divertiste hoy?
—Mucho. ¿Y tú?
—Por su pollo. Siempre me divierto contigo. —Ella reposó su cabeza contra su hombro—. Exijo que me alimentes hasta el fin del mundo con tus ensaladas. Podría comerme otro platón en este instante.
—No gracias, lo único que falta es verte echar otro kilogramo de Hellmann’s sobre mi preciosa creación. Tuve suficiente hoy para toda la vida.
—Qué lástima que no sepas apreciar mi manjar.
—Al verte me dieron ganas de arrojarme por la borda, pero como el pavo estaba jodidamente bueno me quedé. —Dennis río—. Gracias por haberme invitado… o haberle insistido a tu papá que me dejara venir. La pasé súper con ustedes.
El chico le golpeó la pierna con la suya.
—Costó, pero al final la justicia triunfó. Eso y que te comportaste bien.
—¿Como una niña bonita?
—Pues claro. Fue suficiente para que no me diera la lata sobre ti.
Iba a decir algo más, sin embargo, se lo guardó para sumirse en un silencio inquieto. Lo vio perderse en sus pensamientos por un rato.
Douglas era un estirado y terco hombre repleto de condecoraciones que ayudaban a acentuar su esnobismo. Un militar ejemplar, proveniente de una familia al servicio de los Estados Unidos.
Pese a su aire solemne y responsable frente a las cámaras, en la trastienda el señor Atkins era otra cosa; no hacía falta ser un genio para notar que el patriarca Atkins no la soportaba. ¿Por qué? ¿Qué le había hecho?
Siempre fue correcta y comedida. Su familia y los Atkins no tenían problemas o malos recuerdos la una de la otra. Le parecía extraño (y un poco estúpido) que un hombre de mediana edad tuviese problemas con una adolescente.
«Yo no seré santa de devoción de nadie, pero tampoco soy una rancia hija de puta. Solo soy una idiota, nada más.»
Fue su mejor amigo quien la trajo al presente mediante pellizcos. Ella lo encaró y otra vez el cosquilleo en su vientre. No reprimió una cálida sonrisa.
El viento agitó el flequillo en capas del rubio, mientras sus ojos se entrecerraban por el brillo que bañaba su rostro con una cálida luminosidad. Estaba para devorárselo entero, envuelto en esa manta de rayas celestes.
Instintivamente Chelsea levantó la mano para acomodar su pelo, sus poros exudaban amor. Él se la cogió suavemente y enredó sus dedos, una tierna sonrisa se dibujó en sus labios.
En ese momento no hubo ni Douglas, Joe o fuerzas externas que pudiesen arrebatarle ese momento. Quiso besarlo allí, consumar el amor que sentía por él a los ojos del Potomac.
El tono jovial de su voz la obligó a calmarse.
—Otra vez soy víctima del viento, ¿no?
—Sí. Tu enemigo mortal volvió para un octavo asalto.
—Qué cosa, siempre estoy necesitando que me salves de él —Picó su muslo, juguetón—. A ti no te va tan bien, por cierto.
Ella soltó una carcajada.
—Déjalo así, me da un aura mística. Como de hada de los bosques que vuela entre los árboles o algo así.
—Mejor diría “de lunática”.
Chasqueó la lengua y golpeó su pierna.
—Ya quisieras verte como yo.
—Uf, seguro. Muero de envidia. —Pellizcó sus mejillas y cambió el tópico—. Voy a ir de paseo por el parque de senderismo Potomac. ¿Te apuntas?
Ella entrecerró sus orbes avellanados.
—¿Tú? ¿Haciendo trekking? No me jodas…
—¿Qué hay de malo con eso? Tengo zapatillas nuevas y me gustaría darles una probada.
Ella le restó importancia meneando la mano.
—Lo que tú digas, tontín. Igual si: me gustaría ir a mover las piernitas y verte desmayar antes de los cien metros.
El muchacho meneó suavemente la cabeza, divertido.
—¿Vamos a competir hasta en esto?
—Pues claro.
—¿Qué quieres perder? Yo pierdo dos potes de helado Cookies & Cream y un vodka.
—Que sean dos vodkas y una lasaña bien condimentada.
Ambos estrecharon las manos.
—Hecho. Pasaré por ti el sábado a las diez, no te quedes dormida o me cobraré la apuesta de inmediato.
—Hablaras de otra. Cuando me pongo el despertador me levanto como un puto rayo.
La empujó juguetón, chispas emanadas de sus ojos.
—Eso está por verse, Picassita.
La tarde finalizó cuando Douglas atracó en el muelle privado. Los Atkins la llevaron de vuelta hasta su casa, donde se despidió de ellos afectuosamente. Rodeada de sus mascotas y el corazón henchido de gratitud, se sentó sobre el sofá para luego exhalar agotada.
Algo en su interior cambió aquella tarde, un poder profundo transformó y dejó mecha en su alma. La mente flotaba alrededor del dulce recuerdo de Dennis bajo la luz del sol, que inspiraba su mente creativa.
Lo bocetaría más tarde tan galante y perfecto: en ese instante, prefirió dejar descansar su agotado cuerpo. Cerró los ojos, la perra Bóxer lamía sus manos y los caniches correteaban sobre el sofá.
De habérselo permitido se hubiera quedado completamente dormida, pero el deber de atender a los canes llamaba.
Limpió la suciedad de sus mascotas, luego les llenó los comederos; ordenó y se preparó un bocadillo de queso fundido. En el proceso, tarareaba feliz sus canciones favoritas de Alvvays.
Mientras encendía un cigarrillo, su mente no podía escapar de la marea de sentimientos que la inundaba. A cada segundo la verdad se hacía ineludible.
«Oh, no... Me he enamorado otra vez. Y de mi mejor amigo, ni más ni menos.»
Trató de reprimir ese ingrato pensamiento, de negarlo, de restarle importancia. Pero la sensación era intensa y visceral, pretender ignorarla era como intentar contener un huracán en el interior de una botella.
Sabía que este sentimiento la consumiría tarde o temprano. La desintegraría hasta que no quedara nada de ella.
Cubrió su rostro con las manos. ¿Quién podría resistirse? Debió imaginar que una relación como la de ellos acabaría así.
Derrotada (aunque nada desanimada), se metió en el cuarto de baño y dejó que la ducha corriera sobre su cuerpo. Su teléfono reproducía música y llenaba el silencio, el vapor nublaba su visión y el olor a jabón la envolvía.
La sorprendió una notificación entrante. Secó su mano y observó el dispositivo: Dennis informaba que estaba en camino, no pudo reprimir morderse el labio inferior. Buscaba devolverle “el favor” de la tarde.
Otra noche más juntos: no reprimió una risita coqueta al replicarle. Supo exactamente cómo cobrar sus servicios mientras ponía fin a su aseo.
Seleccionó un conjunto de ropa interior de encaje negro con delicadas cintas de un rosa suave; el roce de las prendas sobre su desnuda piel reavivó el fuego dentro de ella. Con volados en la tanga y flores bordadas en la copa del sostén, sabía que lo dejaría sin aliento.
Al cabo de unos minutos oyó el motor detenerse en la acera. Espió entre las rendijas de la persiana y vio a Dennis caminar tranquilo hacia la entrada.
Vestía ropa casera y su cabello aún estaba húmedo. Se mordió los labios mientras corría hacia la sala, conteniendo la emoción.
Abrió la puerta, fingiendo tranquilidad, y aleteó sus negras pestañas para darle la bienvenida. El aire tras él portaba esa fragancia seca y provocativa, hierba y peligro.
Nunca lo había deseado tanto como esa noche. Y cuando él posó sus ojos sobre su cuerpo semidesnudo, supo que lo había dejado anonadado.
—Vaya… —Logró articular—. Esto sí no me lo esperaba. ¿Es nuevo?
Chelsea asintió.
—Sabía que te iba a gustar.
El rubio dejó sus llaves sobre el sofá; se le acercó con paso firme, y con una mirada, el espacio entre ellos se disolvió. Ya no se sintió expuesta sino deseada. El mundo a su alrededor quedó en un segundo plano, reducido por la cercanía y calidez entre ellos.
—¿Gustarme? —Rodeó sus pechos con las manos—. Te sienta espectacular. Están tan…
—¿Lindas?
—Elegantes, diría yo. —Chelsea amagó a desabrochar el sostén, pero él la detuvo—. Déjatelo un poco más. Me vuelve loco como luces.
Lo besó pasionalmente y mordió sus labios; el chico dejó escapar unos gruñidos mientras exploraba sus curvas. Apretaba su cuerpo contra el de ella, el estremecimiento aceleraba su corazón y encendía su alma.
Chelsea lo ayudó a despojarse de la sencilla camiseta roja, sus delicados dedos de artista recorrieron su torso provocándole cosquillas.
Lo deseaba y lo amaba, ¿había algo mejor que eso?
Ella se apartó unos centímetros, Dennis dejó escapar una ligera protesta.
—¿Vamos a mi habitación?
—Nada me gustaría más que eso.
La alzó con facilidad y ella envolvió su cuerpo con las piernas. Ágilmente la condujo hasta su cuarto, envueltos en susurros y jadeos.
La depositó dulcemente sobre la cama mientras sus labios le recorrían el vientre. Sus dedos, fuertes y cuidadosos, jugaban con los elásticos del tanga, la tela del brasier y rozaban el vello de su entrepierna. La castaña no pudo contener el placer que embriagaba su cuerpo. Observó cómo se desprendía del short de algodón, el bóxer debajo dejaba clara su excitación. Implacable, devoraba su boca.
Dennis estaba listo para ella, expectante.
Chelsea ansiaba perderse en él, dejarse llevar por la pasión hasta el límite del delirio.
—Tómame —murmuró—. Soy toda tuya.
Dennis bajó la copa del sostén y mordió sus pezones; paulatinamente descendió para remover con los dientes el tanga.
Sin embargo, esa vez no fue apresurado como en ocasiones previas. Decidió tomarse el tiempo necesario mientras acariciaba su intimidad. La presión en Chelsea no hizo más que subir cuando él deslizó sus dedos hacia su interior.
Se dejó llevar, arrastrada por las caricias del muchacho. Sus manos se aferraron a las sábanas, en cuestión de minutos estalló en mil pedazos.
Dennis se recostó sobre su cuerpo y suavemente se introdujo en ella. Las piernas femeninas temblaron ante el contacto.
—Estabas tan dulce hoy, tan perfecta. —Le dedicó un beso largo—. Desde que me tocaste esta mañana, no dejé de pensar en este momento. Me hubiera encantado que estuviésemos solos en ese barco.
—No pude evitarlo, me salió de la nada… No quiero que termine este momento, ni ahora ni nunca.
Rodeó su rostro con las manos, moviéndose suavemente contra Chelsea. Los pequeños dedos se enredaron en el sedoso cabello rubio.
—Pensé mucho en cómo darte tu paga, si lo hacía lento para sentir cómo te pierdes. Adoro verte temblar por mí.
La castaña soltó un pequeño gemido.
—Te necesito ahora mismo.
—No, Chels. Hoy nos tomaremos nuestro tiempo.
Fue magnífico sentirlo adentrarse con lentitud exquisita. Era algo a lo que no estaba acostumbrada: el placer sutil y calmo de hacer el amor. Las frentes se tocaron cuando sostuvo sus muslos para él. Ante la segunda penetración abandonó la cordura.
Dennis marcaba el ritmo de su conexión, orgulloso de las reacciones que provocaba en su mejor amiga. Acariciaba sus caderas, se aferraba a sus muslos y sus dedos se hundían en la carne femenina.
El tiempo se convirtió en una serie de momentos fugaces y eternos. Chelsea se zambulló en sus ojos, fue capaz de dilucidar las profundidades de su alma. Se sentía plena, saciada, comprendida por el chico al que amaba.
Aquel momento fue infinitamente mejor que las noches de lujurioso desenfreno. El calor de sus cuerpos fusionados le disipaba cualquier duda al respecto. En brazos del muchacho se sintió segura, contenida y saciada.
Su cuerpo comenzó a demostrar síntomas de la típica premura previa al cenit, algo mucho más profundo y violento. El cosquilleo provenía de su interior, era eléctrico e inmovilizante. Rogó por más, arañaba la espalda mientras luchaba por mantener la cordura. No pudo evitar cerrar los ojos, entregarse por completo a las sensaciones que la poseían.
El mundo exterior se desvaneció, podía escuchar los latidos de su corazón al tiempo en que el éxtasis la bañaba con sus olas incontrolables. De su boca escapaban susurros, pero en su mente gritaba el nombre de su amado.
Dennis no varió ritmo, aunque sus embestidas eran mucho más profundas. Acariciaba rápidamente su zona erógena y acrecentaba su inestabilidad.
La señorita Vickers tragó saliva. Se sentía a punto de morir.
—Acaba para mí, Chels. Déjate llevar.
Obedeció: la presión fuerte y destructiva la hundió. Ahogó un grito proveniente de sus entrañas, echó la cabeza hacia atrás al tiempo en que le clavó las uñas. Chelsea se entregó en carne y alma a Dennis, temblorosa bajo su peso. El chico besó su cuello al verla boquear.
Había perdido la noción del ser; sentía su alma flotar por sobre su cuerpo después de tamaña experiencia. Tenía la mente en blanco y el cuerpo acalambrado.
Jadeó al percibirlo correrse en su interior minutos después; él mordisqueaba su hombro al tiempo en que gruñía por lo bajo. Música para sus oídos. Sus cuerpos quedaron inmovilizados, exhaustos, uno sobre el otro.
Solo podía pensar en las sensaciones experimentadas durante aquel magnífico encuentro. Sentía el alma purificada al volver a su cuerpo, rejuvenecida.
Su vida se sintió perfecta en ese instante arrebatado al tiempo. Cerró los ojos, temerosa de que se desvaneciera para siempre.
*Nota: ya que Chelsea es estadounidense (y en el país se refieren al fútbol americano como fútbol) respeté ese pequeño detalle del habla.
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ALTAS - 15.2
Episodio 15.2 Edwin tenía una expresión áspera en su rostro, tal vez porque no había podido dormir bien estos días. Mientras Balt permanecía en silencio, se difundieron rumores de que las conversaciones matrimoniales entre Brody y ese tipo se habían estancado y se extendieron por todo el imperio hasta Sbergen. Solo por eso pensó en investigar a la mujer con la que Balt se había involucrado, de quien se dice que ni siquiera es viuda. Se convirtió en un hecho establecido que esta cosa humilde que apareció de la nada casi pretendía ser una Marquesa. Incluso llegaron a decir tonterías de que el quisquilloso Schwabben que antes había estado con Martel quería adoptarla como hija. ‘No me gustaron nada las noticias que cruzaron el Monte Malta el invierno pasado. Si no hubiera sido tan terrible, ¿habría tomado la decisión de enviar a Brody a Genevu con una excusa tan vergonzosa?’ Barton tiene razón. El Archiduque necesita un sucesor que cautive al imperio con un nombre comparable a la leyenda de su padre. ‘Mi línea de sangre a quien se le ofrecerá el imperio y que se convertirá en una marioneta en mi lugar, que no soy respetado por la gente.’ ‘Es el tipo de niño que puede ganar por una buena razón sin importar a quién elija mi hermano mayor como su heredero.’ ‘Ese es el hijo de Brody y Balt.’ ‘El castillo de Mara es mío. No, todo este imperio pertenece a este Edwin. No dejaré en paz a nadie que se interponga en mi gran plan para tenerlo. A nadie.’ (N/T: Este idiota cree que Balt se dejaría manejar, así él se casara con Brody… ¡Pobre infeliz!) “Deshazte de esa cosa vulgar que el Margrave ampara. Si ese bastardo de Schwabben la toma como su hija adoptiva y la cubre con una cáscara de noble, como se rumorea, será un dolor de cabeza.” ‘Puede haber algún defecto fatal viendo el hecho de que el astuto y meticuloso tipo Schwabben no lo ha hecho. Es un momento en el que un joven se enamora de una mujer, no hay nada que ver en el medio.’ - ¿Hay alguien que sepa mejor que el propio Archiduque hasta dónde puede llevar a un hombre la pasión juvenil? (N/T: Si el pervertido supiera cuanto ha insistido el tío Schwabben.) Después de un largo suspiro, un leve dolor llegó a su corazón. El cabello rojo con el aroma del mar obstruyó sus ojos y distrajo su visión. El sonido de una risa vivaz fue increíblemente clara como un tinnitus. (N/T: *El tinnitus es la percepción de sonido que no tiene una fuente externa, por lo que otras personas no pueden escucharlo. A menudo, el tinnitus se describe como un timbre en los oídos, pero algunas personas también oyen otros tipos de sonidos como un rugido o un zumbido.) Los mágicos ojos azules que le hicieron incapaz de quitarle los ojos de encima, aunque sabía que no debía mirarlos porque no eran suyos, se convirtieron en una espada afilada y atravesaron su corazón. El joven Edwin, que había deambulado sin encontrar ningún valor en la vida excepto esa mujer, quien apareció, arrancó el destrozado corazón del Archiduque, lo agarró de raíz y lo golpeó brutalmente. La mano del Archiduque, que estaba detrás de su espalda, fue colocada de repente sobre la mesa para equilibrar su cuerpo tembloroso. ‘¿Qué tan difícil es quitarle la vida a algo tan humilde? Hay un millón de maneras de lograr que remover el cadáver de esa mujer de ese tipo Balt.’ ‘Hazlo silenciosamente y sin que nadie sepa que lo hizo el Archiduque. Incluso si te atrapan, todo lo que tienes que hacer es encontrar a alguien cuyo nombre no pueda mencionarse.’ Una sonrisa maliciosa apareció en el rostro de Edwin mientras miraba a la hija de la familia Lassley que había sido acogida por Brody como su doncella exclusiva. Era una marca que se le pegaba a la piel después de que la mujer que había estado en su corazón lo maldijo y se fue con sus propios pies. “Si ayudas a Brody, puedo asumir la responsabilidad de la prosperidad de la familia Lassley.” ‘Me gusta el sonido de las palabras prosperidad familiar.’ (Maetel) Maetel tenía una leve mueca de desprecio en la comisura de su boca, pero la borró rápidamente. Si no fuera por la hija de la familia del Barón Lassley, que había sido la maestra de etiqueta de la familia imperial durante generaciones, casi habría pronunciado esas palabras. ‘No le prestes atención a mi familia y déjame en paz. Por favor. Es culpa tuya, pervertido, que la fortuna de nuestra familia haya decaído.’ (Maetel) Su estómago estaba hirviendo, pero ¿quién era ella? Maetel, la hija de la familia Lassley, era naturalmente buena ocultando sus verdaderos sentimientos. En lugar de mostrar los dientes, sonrió con calma y agradeció al Archiduque. “Mi misión es ayudar a la señorita Brody. ¿Cómo podría pedirle a Su Majestad el Archiduque que se hiciera responsable de mi familia por algo tan obvio? No tiene sentido.” (Maetel) ‘Tengo un mal presentimiento. No sé por qué esta pervertida bestia oscura se volvió hacia mí, pero es mejor no involucrarme de ninguna manera.’ - Maetel dobló las rodillas y bajó la espalda lo más cortésmente posible. En el pasado, enseñó a la Emperatriz Verda, la esposa del Gran Rüngen, y este es un saludo que aprendió mientras era azotada por su abuelo, quien era llamado el mejor maestro de etiqueta de todo el continente. Aunque le enseñaron que el deber básico de la nobleza era ser cortés incluso frente a personas insignificantes, era un desperdicio de modales cuando se trata de personas como esa. “¿Cómo puedo no conocer tu lealtad? Sin embargo, también es de buena educación recibir un precio razonable por cualquier favor. Cuanto más difícil sea, mayor debe ser el precio.” La razón por la que pudo mantener la compostura a pesar de las palabras extremadamente insidiosas del Archiduque fue gracias a las duras enseñanzas de su abuelo y su padre, quienes estuvieron a cargo de la etiqueta de la familia imperial durante generaciones. Esperaba que las enseñanzas sean efectivas hasta que abandone esa habitación. Maetel juntó las manos y las apretó con más fuerza. “Quiero darte la oportunidad de mostrar tu lealtad, así que no tienes motivos para rechazarla. Tengo grandes expectativas para mi hija, la Baronesa Lassley, es famosa por su inteligencia.” Edwin metió la mano en su bolsillo interior y sacó una pequeña botella del tamaño de un dedo. Luego me acercó a Maetel, que estaba de pie con una postura impecable. Una botella con un tapón bien cerrado tocó el dorso de la mano de Maetel, que se sostenía cuidadosamente frente a ella. El Archiduque no le instó a tomarlo, ni la obligó a tomarlo en la mano, sino que esperó. Sin embargo, Maetel reconoció que ahora sólo tenía una opción disponible y que no había otras opciones. Y que puede salir viva de esa habitación si toma eso con cara de inocente y finges no saber nada en lo posible. “¿Puedo preguntar qué es eso?” (Maetel) Hay muchas razones por las que la gente llama al Archiduque bastardo pervertido. Una preferencia sexual encubierta conocida sólo por unos pocos en el Castillo Lanteo, una codicia infinita y una personalidad estrecho, carente de tolerancia. Y una crueldad inmensa, independientemente de los medios utilizados para lograr sus objetivos. Aquellos que han conocido al Archiduque al menos una vez quedaron horrorizados por la naturaleza retorcida de ese hombre perverso que combinaba todas esas cosas en una sola. – ‘¿Podría ser que lo que ese hombre me quiere dar fuera algo así como una especie de perfume caro?’ Ella pensó que había vivido en el Castillo Lanteo durante tres años y visto todas las cosas más extrañas que jamás vería en su vida, pero supuso que estaba equivocado. Miró a esa persona con aspecto de escoria demasiado a la ligera. ‘Me dijeron que así lo evite, quedaré cubierta de suciedad. ¡Mierda!’ (Maetel) Con una sonrisa cruel que era extremadamente incómoda de ver, el Archiduque levantó la botella de vidrio frente a Maetel. “Preparé esto porque tu increíble lealtad hacia Brody parece extraordinaria. Creo que es posible que desees acabar con la vida de algo insignificante que está interfiriendo con el futuro de la persona a la que sirves.” ‘Veneno… Esa historia. Parece que el rumor de que el Margrave se siente atraído por una mujer y vive con ella día y noche era cierto… Viendo al Archiduque planear algo así.’ (Maetel) “No puedo pedirte a ti, que has aprendido la etiqueta de la renombrada familia Lassley, que uses algo tan bajo como una espada. Cuando vayas al Castillo de Voledour, ¿por qué no conocer a la mujer con la que se acuesta el Margrave? Como probablemente no conoce las reglas de etiqueta, le enseñas un poco y salen a caminar y disfrutan del té juntos. Entonces...” Cuando el Archiduque agitó la pequeña botella, Maetel sintió una sensación pesada y chapoteante en el dorso de la mano. “Estaría bien mezclar una o dos gotas de esto en la taza de té de esa mujer vulgar sin que nadie lo sepa.” “Entonces, si la señorita Brody tiene alguna duda...” (Maetel) Maetel dejó caer esas palabras y calló porque quería parecer un poco tonta si era posible. Sin embargo, tampoco debería parecer así en demasía. Porque si no puede confiarle el trabajo, el Archiduque buscará inmediatamente a otra persona y podría terminar abandonando eta habitación convertida en un cadáver. ‘Este pervertido realmente me obligará a hacer ese tipo de cosas.’ - Maetel derram�� lágrimas para que pareciera que estaba realmente preocupada por Brody. “Si se sabe que la mujer tomó veneno, ¿no empezará la gente a sospechar del motivo de la señorita Brody? Entonces podría volverse peligroso para ella...” (Maetel) “Oh, no te preocupes. Eso se debe a que el efecto no aparecerá de inmediato. Esa cosa vulgar sufrirá y vomitará sangre y morirá de una enfermedad cuya causa se desconoce. No tienes nada de qué preocuparte.” ‘Por si acaso, incluso un hombre hábil fue puesto en la orden de caballeros. Si alguna vez la descubren, se encargará de silenciar a la hija de la familia Lassley. Sin que nadie lo sepa.’ Sin saber por qué la sonrisa de Edwin se hizo más brillante, Maetel instintivamente se sintió disgustada y se estremeció. – ‘Este es un nivel que sería difícil de manejar incluso si mi abuelo fallecido volviera a la vida. Ja, por supuesto.’ Cuando Maetel no aceptó fácilmente el veneno, el Archiduque abrió una brecha. “Ah, el hijo de la familia Lassley es muy inteligente, ¿verdad? Ha recibido elogios diciendo que se espera con ansias su futuro, pero planeo llamarlo Lanteo en algún momento. Creo que escuché que se llama Robben.” ‘Es Robin. Eh. Ja, vas a tomar a mi familia como rehén. Aunque estoy atrapada, eso es muy sucio.’ Sosteniendo su mano izquierda debajo de su mano derecha, Maetel levantó los brazos a la altura del pecho, a solo un dedo de sus axilas. Una pequeña botella de vidrio aterrizó sana y salva en su mano, que se extendió cortésmente como si recibiera un regalo precioso. “Gracias, Su Alteza. Lo guardaré bien.” (Maetel) ‘¿Es este Archiduque, que tiene un estatus noble pero un carácter muy vulgar, realmente el hijo del Gran Rüngen? Si lo que dijo mi abuelo es cierto, que nunca había visto a alguien tan sencillo y compasivo como Su Majestad el Gran Rüngen, entonces el Archiduque Edwin podría no ser su hijo como se rumoreaba.’ Maetel salió de la habitación temblando, sin ninguna curiosidad. Tuvo ganas de tirar la maldita botella de vidrio a la pared del pasillo, pero se contuvo. Mi abuelo siempre decía. “Simplemente aguanta cualquier cosa tres veces. Entonces podrás sobrevivir otros treinta años.” **** Nameless: Que tal carácter tiene Maetel. Pasando a otro punto, recuerdan cuando se habló sobre los hijos de un Duque de Sbergen que se casaban entre hermanos (familiares) y empezaron a presentar enfermedades y deformaciones. Creo que la Emperatriz viene de allí y que definitivamente sus hijos heredaron esa locura o simplemente no son los hijos del Gran Rüngen. Recuerden que él nunca quiso casarse con ella y quería que Claire sea la heredera.. Nos quedamos aquí. Nos vemos la próxima semana. Atrás Novelas Menú Siguiente Read the full article
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Joven que se arrancó piel del cráneo ya recibe atención
Joven que se arrancó piel del cráneo ya recibe atención
Jantte De Los Reyes Tijuana, 18 de septiembre de 2022.-La persona que se arrancó parte de la piel del cráneo, se llama Isaú es originario de Mexicali, tiene 26 años, es adicto al cristal y tiene al menos dos años viviendo en canal del Río Tijuana. Su atención, se complicó porque ninguno de los servicios de ambulancias quiso trasladarlo, lamentó el enfermero táctico de El bordo, Marck Rivera…
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La muerte del guerrero Jaguar
Caminaban entre los árboles, fuera del camino, como lo habían hecho muchas veces antes. Un yaokiski caminaba tras de él. “Muy flaco, pero con valor” pensaba mientras le veía quitar las ramas de su camino con determinación. “Es mejor hacerlo al anochecer” había dicho achkautli, pero el sabía que eso no importaba; cuando la batalla inicia el fuego de la guerra enciende los corazones de los que pelean y consume a los que se entregan al miedo. El sol asomaba ya sobre los cerros cuando el guía volvió.
—Es allá detrás de la loma —dijo este.
Todos se dieron miradas de aprobación y mostraron sonrisas de triunfo. Sujetó firmemente su macahuitl e inició la subida.
Se movía tan rápido como sus piernas le permitían para mantener el sigilo. El corazón daba golpes tan fuertes en su pecho, como si quisiera estallar. Alcanzó la primera cabaña y con fuerza derribó la puerta hecha de ramas. De nada le sirvió, al que ahí estaba, la lanza en sus manos. Su golpe fue tan fuerte y certero que le abrió la cabeza en dos. Encontró a dos mujeres y un niño temblando entre lágrimas en un rincón. Hizo un movimiento con la mano, señalando la entrada y estos obedecieron temblando de miedo. Los hizo arrodillarse en el suelo y los entregó al amarrador. Giró la cabeza en busca de oponentes. La sangre le hervía y por sus ojos salía lumbre. Vio entonces a uno de los suyos siendo partido por dos enemigos. Corrió y de un golpe abrió el vientre de uno. Vino a su encuentro el segundo y cerca estuvo de haberle matado, pero su mano fue rápida y tomó la mano con la que este sostenía su garrote. Con la mano que sostenía el macahuitl le rebanó el cuello. La sangre salpicó sobre su rostro, pudo sentir el calor y vio el vapor que salía de esta, pues era una mañana fresca. Se sintió completo y lleno del favor de los dioses.
Vio entonces a un hombre escapando con dos mujeres, entre los árboles. Sin perder un segundo corrió tras ellos. El miedo de sus victimas se convertía en combustible para su espíritu. Los gritos de agonía se alejaban conforme el corría. Un golpe en la cabeza lo detuvo de pronto y lo tiró sobre su espalda. Con un grito horrendo y otro golpe a su cabeza el hombre antes perseguido, ahora intentaba matarle. Alcanzó a reaccionar y con su macahuitl detuvo el que hubiera sido el tercer impacto. Lanzó golpes fuertes contra la cabeza de aquel hombre que se mantenía sobre él y lo empujó. Su rival se puso de pie al mismo tiempo que él y blandía su garrote fieramente. Lo había visto antes, el hombre que tenía en frente moriría antes que ser tlakotli. Se lanzó sobre él con fuertes ataques, pero su oponente se defendió con ferocidad y no dio muestras de temor. Sin embargo su espíritu no era el de un guerrero, solo podría aguantar un poco más. Reanudó su ataque, esta vez logró despojar del garrote a su oponente y con una patada lo derribó. Se acercó y con un corte en el cuello apago el espíritu de aquel hombre. Levantó su arma en el aire y la dejó caer con violencia sobre el pecho de aquel hombre caído. Con sus manos arrancó el corazón de su lecho. Dejó escurrir la sangre, que aún salía del órgano sin vida, sobre su rostro y bebió un trago. Al igual que la sangre de jaguar le había dado fuerza, la sangre de un hombre bravo le haría más valiente.
Gracias al espíritu del jaguar podía sentir el miedo de las dos mujeres que aun seguían en fuga. Continuó con la persecución con más entusiasmo que antes. El sol se colaba ya entre las ramas de los árboles. La tierra mojada le revelaba las huellas que debía seguir. No podían estar muy lejos, la batalla con el hombre no le había tomado mucho tiempo. Las encontró en escondidas entre los restos de un árbol caído. Escondidas entre las ramas trataban de contener los sollozos, muy atrás se habían quedado ya los gritos de sus familias y parientes. La joven mujer era muy hermosa. Jadeante de emoción se acercó para tocarla.
—¡No! —gritó la mujer más vieja al tiempo que lanzó una piedra, la cual le abrió una herida en la frente por la que empezó a correr sangre. Enfurecido por aquella acción tomó su daga de obsidiana, arrastró a la mujer en círculos y después le corto el cabello hasta dejar a la vista la piel debajo. Con un movimiento de su mano apuñaló el pecho de vieja mujer y la vio cerrar los ojos y entregarse al sueño eterno. La sangre del jaguar le pedía sangre, podía sentirlo en su interior. Volvió la mirada hacia la joven y se dirigió a ella. Estaba envuelta en una manta de algodón y no dejaba de temblar. Los dioses podían esperar, el jaguar exigía un tributo de sangre. Arrancó la manta que la cubría y pudo ver una piel suave del color del cedro. Recorrió la daga por su cara y bajó hasta su pecho desnudo. Hizo un pequeño corte en la oscura aureola, un pequeño hilo de sangre se hizo camino cuesta debajo de aquel redondo y virgen seno. Con la daga en el cuello de la mujer lamió la sangre y el pezón. El jaguar exigía más, dio vuelta a la bella hembra y enterró toda su virilidad de un golpe. La poseyó violentamente, hasta que el jaguar estuvo satisfecho. Entonces la recostó boca arriba y montado sobre ella, agarró con ambas manos la daga y la clavó en su pecho. Abrió las costillas y sacó el corazón.
—Mío —dijo el jaguar en su oído. Llevo el corazón a su boca y lo devoró hasta que no quedó nada.
—¡Tlatelchiuali! —dijo la mujer que había dado por muerta. —Maldito seas —sollozó entre lágrimas. —Era mi hija, mi pobre hija, Chalchihuatl, maldito seas, ocelopilli. Tu nombre será olvidado, el tuyo y de todos los de tu clase. ¡Yo te maldigo jaguar! Esa piel que llevas sobre tu espalda te habrá de consumir, será tu perdición. Todo aquel que derrama la sangre de su propia gente será consumido por el olvido. Nadie recordará tu nombre ni el de los tuyos ni ahora ni en mil años.
Se dirigió a ella lentamente y le cortó la garganta.
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Hace 5 años que no lo veía, nos separamos después de una ruptura muy abrupta, el juró que nunca sería el hombre que me pondría las cosas en charola de plata y yo juré que no sería la mujer que lo apoyaría después de decirme que no éramos un equipo, era joven, aún no acababa la licenciatura, vivía en una sociedad en la que el machismo aún está gobernando los hogares en los que vivíamos ambos, según sus palabras yo iba a trabajar, también estudiar y cumplir con mi rol de mujer en casa, mientras él, con licenciatura terminada, maestría y trabajo solo llegaría a casa a ver deportes en la tv y cureosear en la web, mientras yo después de trabajar, estudiar, hacer los deberes en casa le serviría la cena y estaría debidamente vestida para agradarle, corrí lo más lejos que pude, terminé mis estudios y me refugié en la primera persona que me recibió en ese nuevo país al que fui, abusó de vulnerabilidad en ese entonces, 6 meses después de la ruptura, 3 meses me bastaron a este nuevo hombre para destruir mi vida, mi autoestima y cuando lo ví ya era demaciado tarde la codependencia me obligó a quedarme 2 meses más con él, hasta que apoyada de seres increíbles me armé de valor y me fuí, volví a huir, otro país nuevas personas, pero ya no era la misma niña inocente, llegué como una mujer fuerte tan fuerte que hasta el día de hoy no pude estar con nadie más, ya no siento apego, ni emociones, pero ayer, ayer lo ví, nos encontramos por casualidad, en el mismo país de origen, 5 años más viejos, maduros y el tiempo se detuvo en ese instante, mi cuerpo se giró hacia el y el hacia mi, sin darnos cuenta ese imán inmenso nos puso uno enfrente del otro, nos abrazamos y soltamos lágrimas de felicidad, de enojo, de frustración y no quería apartarme de el, de sus brazos que en algún momento fueron mi hogar, los recuerdos me embargaron como una ola que golpeó con fuerza, estuvimos juntos 4 años, cada día, cada sonrisa, sus hermosos ojos verdes, su calidez, era él y de nuevo estábamos con la sensación de que ningún día había pasado, quería besarlo, quería aferrarme a él, hablamos tan rápido, empezamos a sentirnos nerviosos, y de pronto recordé que alguien me esperaba, el se acercó y me besó en la mejilla, y le extendió su mano para saludarlo, para saludar a quien fue el amor de mis días más hermosos, se correspondieron los presenté, me despedí, el no quería soltarme, sentí su olor memoricé sus manos, sentí su cara, su piel, su cuerpo, el se dió la vuelta después de un suspiro y le dije adiós, me di la vuelta sin voltear atrás, y me fui con un amigo a quien apenas conozco y se que no me ve con interés sentimental, el me observó subir al auto, arrancó y se fue, hicimos lo mismo, parece que mi amigo entendió que no quería hablar de eso, no preguntó, reímos, nos preguntamos el resumen del día y nos dirigimos sin rumbo fijo, la noche terminó llegué a casa, al tocar mi cama me derrumbé, grité, lloré amargamente, no entendía como podía amarlo siempre, recordé como al verlo siempre encontraba una razón más para amarlo, recordé ese amor limpio, puro, real que solo una vez he sentido en la vida, lo tuve en mis manos y lo dejé ir, lo odié, me aferré a la decepción para dejarlo ir, pero lo cierto es que esos 4 años de superación hoy se sienten como nada. Cddmf
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Seda es un mayordomo de la Guardia de la Noche de servicio en el Castillo Negro.
Seda es descrito como un muchacho hermoso, con ojos oscuros, piel suave y cabello negro con bucles. Le creció la barba y se la acicala con una esencia dulce. Es un joven inteligente que aprende con rapidez, valiente en la batalla, y que sabe leer y escribir más o menos bien. También es un bailarín elegante. En la Batalla del Castillo Negro le dice a Jon que es devoto de la Fe de los Siete, si bien posteriormente cuando presta el juramento como hermano de la Guardia, lo hace en el bosque de arcianos.
Seda es originario de Antigua, y recibió el nombre del burdel donde había nacido y fue criado. Hasta los dieciocho años de edad trabajó allí prostituyéndose.
Dos días antes de la salida de Lord Jeor Mormont en la gran Exploración por el Bosque Encantado, Conwy está de vuelta en el Castillo Negro con seis nuevos reclutas. Estos son un anciano de barba gris que se apoyaba en un bastón, dos muchachos rubios que parecían hermanos, un joven emperifollado vestido con ropas de seda muy sucias -Seda-, un hombre andrajoso con un pie zambo y un orate sonriente que se creía un guerrero.
Donal Noye le dice a Jon Nieve que los trajo de las mazmorras de un señor, cerca de Puerto Gaviota. Queda entrenando en el Castillo Negro bajo la tutela de Endrew Tarth.
Con un grupo de distracción, Mance Rayder logra que Bowen Marsh deje el Castillo Negro para enfrentar una partida de salvajes, dejando una pequeña fuerza para defenderlo. Seda queda allí participando en la Batalla del Castillo Negro. Viste la lana, la cota de mallas y el cuero endurecido de la Guardia de la Noche. Medio año en el Castillo Negro le habían endurecido las manos y Noye decía que era aceptablemente diestro con la ballesta.
Cuando los cuernos sonaron avisando de la llegada de los salvajes, Seda se orinó en los calzones. Estaba pálido como un fantasma y le dice a Jon que tiene miedo. Jon Nieve, Dick Follard y Seda ocuparon posiciones en tres lados de la torre redonda armados de arco y ballestas. Cuando Seda mata a un salvaje, grita con voz ronca y de triunfo, que le ha dado en el pecho. Durante la batalla son superados en número y Dick muere. Jon y Seda abandonan la posición dirigiéndose hasta el parapeto norte, donde la Torre del Rey dominaba la puerta y la barricada que Donal Noye había hecho levantar con barriles y sacos de maíz para defender la escalera al Muro.
Jon le ordena traer el aceite y ambos toman los gruesos paños acolchados que habían dejado junto al fuego, levantan la pesada olla de aceite hirviendo y derraman su contenido por el agujero de la trampilla sobre los thenitas. Los chillidos fueron espantosos y Seda estaba a punto de vomitar. Jon cerró de una patada la trampilla, puso encima la pesada olla de hierro y sacudió a Seda por los hombros para sacarlo de ese estado y continuara peleando. Jon le ordena a Seda ir por las antorchas. Disponían también de una docena de flechas de fuego. Seda, muy asustado, puso una antorcha entre las llamas hasta que se encendió bien y se la llevó a Jon junto con las apagadas. Jon se dedicó a lanzar las flechas de fuego que eran encendidas por Seda. Cuando Jon se quedó sin flechas, Seda y él empezaron a encender las antorchas y a lanzarlas desde las almenas.
Luego de la batalla desde el sur, Jon le pide que lo ayude a bajar al patio con una antorcha. Jon vagó por la oscuridad, con la muleta bajo un brazo y el otro en torno a los hombros de Seda buscando a Ygritte.
Luego de la batalla, el Castillo Negro se queda sin maestro de armas, por lo que Jon participa en el entrenamiento de algunos reclutas, entre ellos Seda. Está entre los que felicitan a Jon Nieve cuando gana la votación para Lord Comandante.
Durante la práctica de tiro con arco Seda se arrancó media uña del pulgar con la cuerda.
Seda se encarga, junto con Caballo y otra docena de hombres, de guiar con antorchas al otro lado del Muro a los salvajes que doblaron la rodilla ante el rey Stannis Baratheon.
Seda termina su entrenamiento y es designado para ser un mayordomo. Va con Jon Nieve a tomar su juramento en el bosque de arcianos en el Bosque Encantado.
Cuando se asigna a Eddison Tollett como mayordomo jefe de Túmulo Largo, el Lord Comandante Jon Nieve nombra Seda su escudero y ayudante. Su nombramiento causó un escándalo y molesto a varios oficiales de alto rango. El septón Cellador es parte de una delegación de tres hombres, junto con Othell Yarwyck y Bowen Marsh, quienes presentan sus demandas al Lord Comandante Jon Nieve. Bowen Marsh, le plantea que a los hombres no les gusta ya que por tradición, el mayordomo del lord comandante es un muchacho de buena familia adiestrado para el mando y que la Guardia de la Noche no seguirá a un ex prostituto en la batalla.
Seda asiste en la boda del Magnar Sigorn con Alys Karstark, la que llevaba el pelo recogido en un remolino de encajes que había encontrado Seda en alguna parte. El Lord Comandante Nieve le pidió que escoltara a la reina Selyse al banquete, pero Ser Malegorn de Lagorrojo, uno de los caballeros de la reina interviene con el fin de cumplir con esta tarea.
Seda está presente en el banquete y bailó derrochando gracia con tres criadas, pero ni siquiera intentó acercarse a ninguna dama de alta cuna, cosa que Jon consideró muy prudente ya que algunos caballeros de la reina, sobre todo Ser Patrek de la Montaña del Rey estaba buscando cualquier provocación para derramar sangre.
Satin is a butler of the Night's Watch on duty at Castle Black.
Satin is described as a handsome boy, with dark eyes, smooth skin, and curly black hair. He grew a beard and is groomed with a sweet scent. He is an intelligent young man who is a fast learner, brave in battle, and can read and write more or less well. He is also a graceful dancer. In the Battle of Castle Black he tells Jon that he is a devotee of the Faith of the Seven, although later when he takes the oath as brother of the Guard, he does so in the weed forest.
Satin is originally from Antigua, and was named after the brothel where he was born and raised. Until he was eighteen years old, he worked there as a prostitute.
Two days before Lord Jeor Mormont's departure on the great Enchanted Forest Exploration, Conwy is back at Castle Black with six new recruits. These are an old man with a gray beard who was leaning on a cane, two blond boys who looked like brothers, a young man dressed in very dirty silk clothes -Silk-, a ragged man with a club foot and a smiling orate who thought he was a Warrior.
Donal Noye tells Jon Snow that he brought them from a lord's dungeon, near Puerto Gaviota. He is training at Castle Black under the tutelage of Endrew Tarth.
With a distraction group, Mance Rayder manages to get Bowen Marsh to leave Castle Black to face a party of savages, leaving a small force to defend it. Seda remains there participating in the Battle of Black Castle. Don the wool, chainmail, and hardened leather of the Night's Watch. Half a year at Castle Black had hardened his hands and Noye said he was acceptably skilled with a crossbow.
When the horns sounded warning of the arrival of the savages, Silk urinated on his breeches. He was pale as a ghost and tells Jon he's scared. Jon Snow, Dick Follard and Satin took positions on three sides of the round tower armed with bows and crossbows. When Satin kills a savage, he yells in a hoarse, triumphant voice that has hit him in the chest. During the battle they are outnumbered and Dick is killed. Jon and Seda leave their position heading to the north parapet, where the King's Tower dominated the gate and the barricade that Donal Noye had erected with barrels and sacks of corn to defend the stairway to the Wall.
Jon orders him to bring the oil and they both take the thick padded cloths that they had left by the fire, lift the heavy pot of boiling oil and spill its contents through the hole in the hatch on the Thenites. The screaming was awful and Satin was about to throw up. Jon kicked the hatch closed, put the heavy iron pot on top, and shook Silk by the shoulders to bring him out of that state and continue fighting. Jon orders Silk to go get the torches. They also had a dozen fire arrows. Satin, very scared, put a torch between the flames until it was lit well and took it to Jon along with the extinguished ones. Jon dedicated himself to launching the fire arrows that were ignited by Satin. When Jon ran out of arrows, he and Satin began lighting the torches and launching them from the battlements.
After the battle from the south, Jon asks him to help him down into the courtyard with a torch. Jon wandered through the darkness, his crutch under one arm and the other around Satin's shoulders, searching for Ygritte.
After the battle, Castle Black is left without a weapons master, so Jon participates in the training of some recruits, including Satin. He is among those who congratulate Jon Snow when he wins the vote for Lord Commander.
During archery practice Satin pulled off half a thumbnail with the string.
Satin, along with Horse and a dozen other men, is tasked with leading with torches to the other side of the Wall the savages who have bowed the knee to King Stannis Baratheon.
Satin finishes his training and is appointed to be a butler. He goes with Jon Snow to take his oath in the weedy forest in the Enchanted Forest.
When Eddison Tollett is assigned as Long Mound's chief steward, Lord Commander Jon Snow appoints Silk as his squire and aide. His appointment caused a scandal and annoyance to several high-ranking officials. The Cellador septon is part of a three-man delegation, along with Othell Yarwyck and Bowen Marsh, who present their demands to Lord Commander Jon Snow. Bowen Marsh, suggests that men do not like it since by tradition, the Lord Commander's butler is a boy of good family trained for command and that the Night's Watch will not follow a former prostitute in battle.
Satin attends the Magnar Sigorn's wedding to Alys Karstark, the one with her hair tied back in a swirl of lace that Satin had found somewhere. Lord Commander Snow asked him to escort Queen Selyse to the banquet, but Ser Malegorn of Redhead, one of the queen's knights intervenes in order to fulfill this task.
Satin is present at the banquet and danced gracefully with three maids, but did not even attempt to approach any highborn lady, which Jon considered very prudent as some of the queen's knights, especially Ser Patrek of King's Mountain, were there. looking for any provocation to shed blood.
#satin flowers#jon snow#Night's Watch#mace ryder#stannis baratheon#samwell tarly#dolorous edd#longclaw#pyp#grenn
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Fictober Day 29
Prompt number: “back up!”
Fandom: Boku no Hero Academia AU Medieval
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El Sello del Emperador
—“¡Retroceda!” —gritaron los soldados al príncipe que de acercaba con su caravana— Majestad, no entre al castillo, por favor.
Bakugo, el joven jefe de la tribu del bosque prohibido, los miró furioso.
—El emperador Todoroki pidió mi ayuda para eliminar al invasor —gritó—, ¡quitense de mi camino!
—Pero él no es…normal… Es por su bien…
—Tiene al prometido del emperador, y me pagará muy bien, además —todos miraron la tierra seca bajo sus pies— si el prometido está triste, la tierra lo está, y las tierras terminarán secándose, ¡déjenme pasar!
Los soldados le dieron paso, y Bakugo caminó con paso firme hasta el castillo, rodeado de soldados muertos. El portón estaba abierto, así que entró con algunos de sus guerreros, hasta el primer jardín, donde vieron al prometido de Todoroki, el chico de cabello y ojos verdes, con ropas orientales de color rosa. Alguien lo había llevado a tierras nórdicas al ver la magia que lo rodeaba cuando reía, y el emperador Todoroki lo compró para casarse con él.
Pero hacía poco un invasor atacó y había tomado el castillo y al prometido Izuku.
Lo extraño, según decían, era que aunque en invasor tenía un pequeño ejército, sólo él había atacado. Él sólo acabó con todos.
Los guerreros de Bakugo corrieron hacía Izuku, pero cuando Izuku lo notó, comenzó a gritar para que se alejaran, pero fue muy tarde: entre las flores que rodeaban al chico había largas agujas que se levantaron y atravesaron el cuerpo de los guerreros, asesinándolos.
Bakugo logró entrar al jardín, cuando sintió un golpe que lo lanzó contra el muro. Izuku lo observó desde su cama de flores.
—Vaya, otro invasor.
Bakugo levantó la mirada. El verdadero invasor era un chico rubio, una cabeza más bajo que él, y muy serio.
Bakugo se lanzó para golpearlo, pero el invasor sólo tuvo que mover su mano como si espantara a una mosca para lanzarlo de nuevo contra otro muro.
—No me molestes, salvaje —dijo el invasor—, mi nombre es Monoma, y vengo por lo que éste imperio nos robó —señaló a Izuku, que bajó la mirada triste.
—Izuku es el prometido del emperador.
—Izuku gobernaba el país donde yo vivo, su humor controlaba la fertilidad de la tierra, pero cuando se lo llevaron secaron nuestro hogar; él debe volver y gobernar para que nuestra tierra renazca.
—No, el mercader le dijo que era un huérfano que vivía en unas ruinas en una montaña…
—Así es como él eligió vivir, como un ermitaño, pero nosotros le llevamos ofrendas, no está solo.
—¿Cómo se que es verdad?
Monoma lo observó.
—El tatuaje en tu brazo, qué significa?
Bakugo miró su tatuaje y respondió:
—Es la marca de un tótem que perdimos con una tribu rival; era una mujer capaz de hablar con los elementos, ayudaba a mi pueblo.
—¿Quién te lo dijo?
—El emperador, él me puso este tatuaje.
Monoma se acercó a Izuku y le arrancó una manga, mostrando un tatuaje igual.
—Eso es un sello para evitar que usen su magia; tu tribu es tan vieja como el linaje de Izuku, pueden controlar a la naturaleza con facilidad, pero eso no le conviene al emperador.
—Eso es mentira.
—Arráncalo de tu piel, y verás que no miento.
Bakugo miró su tatuaje.
—A mí no me interesa su imperio, —dijo Monoma acercándose a Izuku para tomar su mano— yo voy a salvar mi hogar. Bakugo quiso acercarse, pero sus pies ya estaban enterrados en la tierra hasta las pantorrillas.
Izuku sonrió a Monoma, hizo una reverencia a Bakugo, y subió a los brazos de Monoma, que abrió un hueco en el muro y se fue, seguido de sus guerreros.
***
Todoroki volvió a su castillo y riñó al joven jefe, que no puso resistencia a lo que dijo el emperador. Se disculpó y se fue.
Fue a su aldea, a las antiguas ruinas de las que los ancianos hablaban, y allí encontró, bajo las enredaderas, la historia de su abrigo linaje, como utilizaban su magia, y como, desde que uno de ellos se relacionó con la familia del emperador la tierra comenzó a secarse, y ellos comenzaron a depender del imperio, como aún sucedía.
Bakugo quemó su piel, y de inmediato fue capaz de controlar el fuego con los movimientos de sus manos. Monoma tenía razón, pensó furioso. Y el imperio iba a pagar.
El imperio caería ante la fuerza del poderoso ejército de fuego de Bakugo.
Lain Faustus 🍁
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Nombre: Soradd
Región: Noxus, se aloja actualmente en Shurima
Edad: 41.
Altura: 1.95.
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Puede tener una mirada un poco fría con aquellos a los que aun no conoce, pero es una persona muy carismática, le gusta proteger a los demás y cuidar de su hija adoptiva, tiene problemas con controlar su ira luego de la perdida de su amada lo que lo a llevado a tener problemas en las fronteras Shurimanas, adora la cerveza fría de Noxus y los platos calientes de Shurima, siempre busca explorar, no logra expresar bien su dolor por la perdida de sus compañeros y amada, aunque este un poco mayor sigue con un físico de un joven de 20 años, cuando no explora lleva a su hija adoptiva Rykkú a lugares hermosos para que disfrute la vida.
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EL ESTIRPE DE UN GUERRERO
Luego de la invasión de Noxus en Jonia muchos soldados volvieron al imperio y otros migraron a tierras lejanas, mi grupo se adentro a una pequeña embarcación que iba directo a shurima cerca de Nashramae, hacíamos esto para olvidar todas las perdidas ocurrido en aquella batalla, uno de mis soldado le pregunta a lo que se supone que sería el capitán del embarco cuantos días nos tomaría llegar a nuestro destino, el hombre alza su brazo y saca un dedo, dándonos a enterder que en un día llegaremos, llevaba entre mis brazos a una pequeña niña joniana, recogida luego de que diera una orde de asesinar a sus padres, ocultándole este secreto, cierro mis ojos para oír el movimiento de las olas mientras mis compañeros empiezan a susurran creyendo que duermo.
--soldado noxiano 1: aunque se vea imponente y tosco el coronel tiene un gran corazón, siempre se a preocupado por los demás.
--soldado noxiano 2: No lo sé... sigue siendo intimidante y su mirada es muy fría.
Abro mis ojos y doy un pequeño giro mirando al cielo * si tan solo, entendieran que no importa la forma de ser, el mundo te devolverá lo que hiciste *, sigo mirando al cielo estrellado, solo para dormir bajo la luz de las estrellas con la niña a mi lado.
Despierto con el salir del sol y veo que la pequeña no está a mi lado me levanto rápidamente para buscarla, escucho unos gritos de alegría en la popa del barco y voy directo a esa dirección, veo como esta maravillada con el vasto desierto que se miraba a lo lejos, la levanto en mi hombro para que pueda ver más y sentir la brisa, pasadas unas horas arribamos en el puerto shurimano que aún estaba controlado por unos pocos soldados Noxianos, arrancó mi capa y se la pongo a la niña para que no le afecte el sol a su piel blanca, bajamos hasta la entrada del puerto, para llegar por fin a nuestro destino, llegado a la entrada de Nashramae los soldados Noxianos nos detienen y piden que nos identifiquemos, esto me parece raro ya que el nuestros uniformes de muestran que somos soldados Noxianos, miró a mis soldados y pongo detrás mío a la niña.
--Soradd: soldados que crees que haces al no dejarnos pasar a mi grupo y a mi.
No responden a mi regaño y cambian su postura en defensa, desenvaino mi espada y les apuntó con esta, los soldados vuelven a su postura.
--Guardia del portón: Lo sentimos señor, creímos que eran Shakkales, han estado desapareciendo soldados raramente y siempre encontramos sus cuerpos sin vestimenta, creemos que están robando estas para hacerse pasar por nosotros y aprovecharse de pueblos pequeños.
Guardo mi espada y nuevamente miro a mi grupo; nos adentramos al pueblo y buscamos un lugar donde nos ofrezcan posada y alimento al menos para la pequeña, encontramos una pequeña taberna donde sólo había un soldado, me acercó con la pequeña para que el dueño se apiade más.
-Soradd: Discúlpeme, diciéndolo en un tono de voz grave.
El hombre se agacho bajo su sitio de trabajo y sacó una jarra con cerveza.
--Soradd: No, no, disculpe el inconveniente vengo buscando posada y alimento para esta pequeña y mi grupo, cree que nos lo puede brindar?
El hombre se levanta lentamente y me pasa la llave de una habitación, moviendo su mano me señala que suba al segundo bloque, muevo la cabeza en dirección a mis compañeros para entrar, ya dentro de la habitación vemos como lo hay tres camas y nosotros somos 5, nos miramos todos mutuamente para decidir como dormiremos cada uno.
--Soldado 3: Señor usted duerma con la pequeña, y nosotros dormimos en pareja.
Me río un poco al ver como mis subordinados ya no son más que simples amigos, veo a la pequeña y pienso * debería de ponerle un nombre *, me arrodilló y toco su cabeza.
--Soradd: que te parece la idea de te ponga un nombre.
La niña me ve con sus ojos grandes y brillantes, y sube y baja su cabeza haciéndome entender que si, miro a mis compañeros y me sonríen.
--Soradd: esperan que se lo ponga yo cierto?.
Poniendo mi mano en la cara pienso que nombre le quedara bien * hara o melty, tal vez le guste soruh, no creo *, sonrió y veo a la pequeña.
--Soradd: Te gusta el nombre de Rykkú?
Ella salta y me abraza, todos me miran y ríen, pero yo solo los ignoro y la abrazo,Rykkú fue la primera en irse a la cama y comprobar que tan cómoda es, la pequeña Rykkú cae dormida al instante, le digo a mis compañeros que también descansen, para bajar al bar y ver si puedo obtener información de los Shakkales, saliendo de la habitación escucho como algunos soldados hablan, me acerco a ellos para preguntar de qué lo que están hablando.
--Soldado del bar: Oh, capitan, estábamos hablando de un grupo de Shakkales, cerca del pueblo robando alguno artefactos, creemos que tratan de crear algo, no sabemos con certeza de qué se trata.
--Soradd: Interesante, me pueden decir donde han visto a esos grupos.
Los soldados me muestran un mapa que tenían guardado señalando e cada uno de los puntos que los ven con frecuencia y una línea que indica podría ser su guarida,
--Soradd: Gracias, me despido con la mano en el pecho.
Voy a la habitación y veo como todos duermen, así que decido que no pierdo nada en descansar, corro un poco a Rykkú, para poderme acostar, Me recuesto y ruego de que no se despierte.
Luego de unas horas de descanso, me levanto y veo que todos aún duermen, me siento en el borde de la cama, meditando de que será una dura travesía ir a atacar a ese grupo Shakkal, cuando de sorpresa siento un pequeño brazo en mis pies, era Rykkú abrazándome, se aferraba a mi, era como si no quisiera que fuera.
--Soradd: Discúlpame Rykkú, pero tengo que ayudar a este pueblo.
Me levanto de la cama y despierto a los demás.
--Soradd: Prepare en qué vamos a ir a atacar un escondite de Shakkales, puede que sea peligroso, pero somos guerreros.
Todos ponen sus manos en el pecho y se preparan, volteo en dirección de Rykkú y veo como llora, pongo mi mano sobre su cabeza y le muestro una sonrisa, ella ríe, salgo de la habitación y me hago en la entrada del bar, veo a dos soldados y les ordenó que protejan a Rykkú, espero que baje mi grupo para salir, Salen, estirando y bostezando.
--Soradd: no se tomen esto como un juego, no conocemos al enemigo y pueden ser peligrosos.
Luego de mis palabras todos se ponen firmes y en marcha al escondite de eso shakkales, nuestro camino era largo y caluroso, entre más pasaron las horas más nos sentíamos cansados y sedientos, pero a lo lejos veo una formación montañosa extraña, ya estábamos llegando a su resguardo, alzó mi mano para que mis compañeros estén alerta y preparados para cualquier peligro, mientras más nos acercábamos a él resguardo más sentía como si algo no cuadrara, seguimos adelante asta la entrada, donde me esperaba que pelearíamos, pero a mi sorpresa no había nada, mi grupo decide adentrarse a la cueva.
--Soldado 1: vamos señor nada malo nos podrá pasar.
Seguimos adelante hasta un punto donde la luz del sol no llega, encienden una antorcha y revisan si hay camino por el que seguir, pero no nos topamos con muchos lugares por donde seguir, aparte de un camino estrecho, decidimos continuar par ahí, hasta toparnos con un conjunto de estructuras antiguas y un gran espacio vacío o eso creíamos, empezaron a encenderse antorchas una tras una, rodeándonos y dejándonos ver que no estábamos solos, apenas con girar la cabeza logró ver que nos superan por mucho, trato de buscar al jefe de este grupo, pero no lo logro a la primera, desenvaino mi espada y me pongo en guardia, repiten la acción mis soldados.
--Soldado 2: Señores fue un placer luchar a su lado.
--Soldado 3 y 1: lo mismo.
Todos mis soldados, mis compañeros se estaban rindiendo ya sin siquiera chocar sus espadas con el enemigo, así que grito.
--Soradd: No se rindan aún, hasta que nuestros ojos no pierdan su brillo nosotros no nos rendiremos
En ese mismo instante todos los Shakkal alzan sus lanzas y abren un pequeño campo para dejar pasar algo o alguien, eso era una criatura más alta que las demás, solo cubriendo su cara y cintura, su arma era distinta a las demás, era una espada, antigua por las escrituras que tenía sobre ella, y tenía la marca de shurima en su base, la criatura baja la espada de su hombro y con el solo toque del suelo se siente una tensión en la atmósfera muy pesada, veo a mis soldados y estos están temblando, exhalo y corro al frente de los enemigos, no eran tan fuertes pero si eran altas sus cantidades, cortaba, desgarraba y partía en dos a todos los que se me acercaban abriéndome paso hasta ese coloso con espada, mis soldados seguían mi ejemplo y se llenaban de valor cada vez que mataban a uno, yo por mi parte trataba de matar al grande y hacer que huyera el resto; el coloso mandó un golpe de espada pero no fue certero, arremetió contra sus dedos para que suelte el arma, pero sólo le hice rasguños, el coloso manda un golpe con su puño mandándome lejos, me quedo tirado un tiempo en el suelo tratando de reponerme, mientras trataba de levantarme veo como el coloso le da un golpe con la espada a uno de mis compañeros partiendo lo por la mitad, quedó perplejo en el momento, el coloso seguía acercándose a mis otros compañeros y yo no era capaz de pararme, ya cerca de otro lo ha garra y lo lanza cerca de mi como si se tratase de una prenda sucia, me levanto pero solo para quedarme perplejo de como máscara a mis compañeros, a los otros dos los atraviesa con la espada y se ríe, veo al soldado que lanzó cerca de mí pidiendo ayuda en su momento de agonía, una ira me invade y corro hacia donde el coloso gritando, esta vez iré por los pies, cortando sus talones, el coloso cae al suelo, adolorido y furioso trata de ventarse, soltando así el arma, los demás Shakkal no se mueven, ni actúan, esperaban que terminará el combate para ver si sería el vencedor, recojo la espada con mis dos manos y embullen do mi ira, corto sus brazos, brota así un brillo rojo carmesí de ella, el coloso derrumbado y arrastrándose por su vida piensa que lo dejare escapar, pero de un tajo de la espada corto su cabeza, el resto de shakkales me arrodilla y me veneran, pero consumido por la ira y el poder del arma decido acabar con cada uno de ellos; luego de un tiempo y de que mi ira se allá apaciguando, me derrumbó en el suelo cayendo inconsciente, pasa un día entero hasta despertarme y veo la masacre que cometí y toda la sangre que derrame, cojo lo que queda de mis compañeros y les doy un descanso digno enterrándolos, cojo la espada y viajo devuelta al pueblo para ver nuevamente a Rykkú.
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HISTORIA CORTA DE SORADD ANTES DE LA INVASIÓN
Soradd junto a su amada estaban preparando ya su viaje a la futurista ciudad de Piltover, todo esto ocurriría tiempo después de la invasión, unas semanas ante de partir a Jonia de regreso a su casa encuentra a su amada degollada y con un ramo de rosas en sus brazos, Sin poder aguantar el dolor de su perdida cae en llanto y desespero, el imperio le arrebato lo que mas amaba, el día de la embarcación directo a jonia su actitud era muy distinta a la conocida era mas agresivo su rostro solo se notaba odio y rencor los soldados de su escuadrón sabían que ese no era el Soradd que ellos conocían.
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Cosas extra en un futuro…
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•Amado Nervo•
•Cuentos misteriosos•
-Cuento de Navidad dedicado a mi sobrina María de los Ángeles-
✨EL ÁNGEL CAÍDO✨
Érase un ángel que, por retozar más de la cuenta sobre una nube crepuscular teñida de violetas, perdió pie y cayó lastimosamente a la tierra.
Su mala suerte quiso que, en vez de dar sobre el fresco césped, diese contra bronca piedra, de modo y manera que el cuitado se estropeó un ala, el ala derecha, por más señas.
Allí quedó despatarrado, sangrando, y aunque daba voces de socorro, como no es usual que en la tierra se comprenda el idioma de los ángeles, nadie acudía en su auxilio.
En esto acertó a pasar no lejos un niño que volvía de la escuela, y aquí empezó la buena suerte del caído, porque como lo niños sí suelen comprender la lengua angélica (en el siglo XX mucho menos, pero en fin), el chico allegóse al mísero y sorprendido primero y compadecido después, tendióle la mano y le ayudó a levantarse.
Los ángeles no pesan, y la leve fuerza del niño bastó y sobró para que aquél se pusiese en pie.
Su salvador ofrecióle el brazo y vióse entonces el más raro espectáculo: un niño conduciendo a un ángel por los senderos de este mundo.
Cojeaba el ángel lastimosamente, ¡es claro! Acontecíale lo que acontece a los que nunca andan descalzos: el menor guijarro le pinchaba de un modo atroz. Su aspecto era lamentable. Con el ala rota, dolorosamente plegada, manchado de sangre y lodo el plumaje resplandeciente, el ángel estaba para dar compasión.
Cada paso le arrancaba un grito; los maravillosos pies de nieve empezaban a sangrar también.
—No puedo más —dijo al niño.
Y, este, que tenía su miaja de sentido práctico, respondióle:
—A ti (porque desde un principio se tutearon), a ti lo que te falta es un par de zapatos. Vamos a casa, diré a mamá que te los compre.
—¿Y qué es eso de zapatos? —preguntó el ángel.
—Pues mira —contestó el niño mostrándole los suyos—: algo que yo rompo mucho y que me cuesta buenos regaños.
—¿Y yo he de ponerme eso tan feo...?
—Claro..., ¡o no andas! Vamos a casa. Allí mamá te frotará con árnica y te dará calzado.
—Pero si ya no me es posible andar... ¡cárgame!
—¿Podré contigo?
—¡Ya lo creo!
Y el niño alzó en vilo a su compañero sentándolo en su hombro, como lo hubiera hecho un diminuto San Cristóbal.
—¡Gracias! —suspiró el herido—; qué bien estoy así... ¿Verdad que no peso?
—¡Es que yo tengo fuerzas! —respondió el niño con cierto orgullo y no queriendo confesar que su celeste fardo era más ligero que uno de plumas.
En esto se acercaban al lugar, y os aseguro que no era menos peregrino ahora que antes el espectáculo de un niño que llevaba en brazos a un ángel, al revés de lo que nos muestran las estampas.
Cuando llegaron a la casa, sólo unos cuantos chicuelos curiosos le seguían. Los hombres, muy ocupados en sus negocios, las mujeres que comadreaban en las plazuelas y al borde de las fuentes, no se habían percatado de que pasaban un niño y un ángel. Sólo un poeta que divagaba por aquellos contornos, asombrado clavó en ellos los ojos y sonriendo beatamente los siguió durante buen espacio de tiempo con la mirada... Después se alejó pensativo...
Grande fue la piedad de la madre del niño, cuando éste le mostró a su alirroto compañero.
—¡Pobrecillo! —exclamó la buena señora—; le dolerá mucho el ala, ¿eh?
El ángel, al sentir que le hurgaban la herida, dejó oír un lamento armonioso. Como nunca había conocido el dolor, era más sensible a él que los mortales, forjados para la pena.
Pronto la caritativa dama le vendó el ala, a decir verdad, con trabajo, porque era tan grande que no bastaban los trapos; y más aliviado y lejos ya de las piedras del camino, el ángel pudo ponerse en pie y enderezar su esbelta estatura.
Era maravilloso de belleza. Su piel translúcida parecía iluminada por suave luz interior y sus ojos, de un hondo azul de incomparable diafanidad, miraban de manera que cada mirada producía un éxtasis.
* * *
—Los zapatos, mamá, eso es lo que le hace falta. Mientras no tenga zapatos, ni María ni yo (María era su hermana) podremos jugar con él —dijo el niño.
Y eso era lo que le interesaba sobre todo: jugar con el ángel.
A María, que acaba de llegar también de la escuela, y que no se hartaba de contemplar al visitante, lo que le interesaban más eran las plumas; aquellas plumas gigantescas, nunca vistas, de ave del Paraíso, de quetzal heráldico..., de quimera, que cubrían las alas del ángel. Tanto, que no pudo contenerse, y acercándose al celeste herido, sinuosa y zalamera, cuchicheóle estas palabras:
—Di, ¿te dolería que te arrancase yo una pluma? La deseo para mi sombrero...
—Niña —exclamó la madre, indignada, aunque no comprendía del todo aquel lenguaje.
Pero el ángel, con la más bella de sus sonrisas, le respondió extendiendo el ala sana:
—¿Cuál te gusta?
—Ésta tornasolada...
—¡Pues tómala!
Y se la arrancó resuelto, con movimiento lleno de gracia, extendiéndola a su nueva amiga, quien se puso a contemplarla embelesada.
No hubo manera de que ningún calzado le viniese al ángel. Tenía el pie muy chico, y alargado en una forma deliciosamente aristocrática, incapaz de adaptarse a las botas americanas (únicas que había en el pueblo), las cuales le hacían un daño tremendo, de suerte que claudicaba peor que descalzo.
La niña fue quien sugirió, al fin, la buena idea:
—Que le traigan —dijo— unas sandalias. Yo he visto a San Rafael con ellas, en las estampas en que lo pintan de viaje, con el joven Tobías, y no parecen molestarle en lo más mínimo.
El ángel dijo que, en efecto, algunos de sus compañeros las usaban para viajar por la tierra; pero que eran de un material finísimo, más rico que el oro, y estaban cuajadas de piedras preciosas. San Crispín, el bueno de San Crispín, fabricábalas.
—Pues aquí —observó la niña— tendrás que contentarte con unas menos lujosas, y déjate de santos si las encuentras.
* * *
Por fin, el ángel, calzado con sus sandalias y bastante restablecido de su mal, pudo ir y venir por toda la casa.
Era adorable escena verle jugar con los niños. Parecía un gran pájaro azul, con algo de mujer y mucho de paloma, y hasta en lo zurdo de su andar había gracia y señorío.
Podía ya mover el ala enferma, y abría y cerraba las dos con movimientos suaves y con un gran rumor de seda abanicando a sus amigos.
Cantaba de un modo admirable, y refería a sus dos oyentes historias más bellas que todas las inventadas por los hijos de los hombres.
No se enfadaba jamás. Sonreía casi siempre, y de cuando en cuando se ponía triste.
Y su faz, que era muy bella cuando sonreía, era incomparablemente más bella cuando se ponía pensativa y melancólica, porque adquiría una expresión nueva que jamás tuvieron los rostros de los ángeles y que tuvo siempre la faz del Nazareno, a quien, según la tradición, nunca se le vio reír y sí se le vio muchas veces llorar».
Esta expresión de tristeza augusta, fue, quizá, lo único que se llevó el ángel de su paso por la tierra...
* * *
¿Cuántos días transcurrieron así? Los niños no hubieran podido contarlos; la sociedad con los ángeles, la familiaridad con el Ensueño, tienen el don de elevarnos a planos superiores, donde nos sustraemos a las leyes del tiempo.
El ángel, enteramente bueno ya, podía volar, y en sus juegos maravillaba a los niños, lanzándose al espacio con una majestad suprema; cortaba para ellos la fruta de los más altos árboles, y, a veces, los cogía a los dos en sus brazos y volaba de esta suerte.
Tales vuelos, que constituían el deleite mayor para los chicos, alarmaban profundamente a la madre.
—No vayáis a dejarlos caer por inadvertencia, señor Ángel —gritábale la buena mujer—. Os confieso que no me gustan juegos tan peligrosos...
Pero el ángel reía y reían los niños, y la madre acababa por reír también, al ver la agilidad y la fuerza con que aquél los cogía en sus brazos, y la dulzura infinita con que los depositaba sobre el césped del jardín... ¡Se hubiera dicho que hacía su aprendizaje de Ángel Custodio!
—Sois muy fuerte, señor Ángel —decía la madre, llena de pasmo.
Y el ángel, con cierta inocente suficiencia infantil, respondía:
—Tan fuerte, que podría zafar de su órbita a una estrella.
* * *
Una tarde, los niños encontraron al ángel sentado en un poyo de piedra, cerca del muro del huerto, en actitud de tristeza más honda que cuando estaba enfermo.
—¿Qué tienes? —le preguntaron al unísono.
—Tengo —respondió— que ya estoy bueno; que no hay ya pretexto para que permanezca con vosotros...; ¡que me llaman de allá arriba, y que es fuerza que me vaya!
—¿Qué te vayas? ¡Eso nunca! —replicó la niña.
—¿Y qué he de hacer si me llaman?...
—Pues no ir...
—¡Imposible!
Hubo una larga pausa llena de angustia.
Los niños y el ángel lloraban.
De pronto, la chica, más fértil en expedientes, como mujer, dijo:
—Hay un medio de que no nos separemos...
—¿Cuál? —preguntó el ángel, ansioso.
—Que nos lleves contigo.
—¡Muy bien! —afirmó el niño palmoteando.
Y con divino aturdimiento, los tres pusiéronse a bailar como unos locos.
Pasados, empero, estos transportes, la niña quedóse pensativa, y murmuró:
—Pero, ¿y nuestra madre?
—¡Eso es! —corroboró el ángel—; ¿y vuestra madre?
—Nuestra madre —sugirió el niño— no sabrá nada... Nos iremos sin decírselo... y cuando esté triste, vendremos a consolarla.
—Mejor sería llevarla con nosotros —dijo la niña.
—¡Me parece bien! —afirmó el ángel—. Yo volveré por ella.
—¡Magnífico!
—¿Estáis, pues, resueltos?
—Resueltos estamos.
Caía la tarde fantásticamente, entre niágaras de oro.
El ángel cogió a los niños en sus brazos, y de un solo ímpetu se lanzó con ellos al azul luminoso.
La madre en esto llegaba al jardín, y toda trémula violes alejarse.
El ángel, a pesar de la distancia, parecía crecer. Era tan diáfano, que a través de sus alas se veía el sol.
La madre, ante el milagroso espectáculo, no pudo ni gritar. Quedóse alelada, viendo volar hacia las llamas del ocaso aquel grupo indecible, y cuando, más tarde, el ángel volvió al jardín por ella, la buena mujer estaba aún en éxtasis.
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One-shot R18+ KinoxYuixKou dedicado a las encantadoras xDialoverx y Princessnatblog. (๑・ω-)~♥
Ella trató de alejarse, pero él joven príncipe la mantuvó cautiva entre sus brazos. Un gemido poco decoroso salió de su garganta cuando el vampiro que la tenía prisionera le clavó sin piedad los colmillos en la garganta. Él bebió con avidez la deliciosa sangre, sus colmillos se empaparon del precioso elixir escarlata.
Kino se detuvó cuando sintió que Yui estaba a punto de desmayarse. Lentamente se separó de ella limpiándose con el dorso de la mano los restos de sangre en la comisura de su boca. Las piernas de Yui cedieron bajo su peso y cayó de bruces contra el duro piso de mármol, estaba demasiado mareada y débil por la pérdida de sangre.
— Bien, te dejaré descansar un rato pero cuando regresemos a casa continuaremos con esto — anunció Kino, una sonrisa socarrona adornando su perfecto rostro.
Yui intentó protestar pero él la ignoró y desapareció en el aire sin dejar rastro, dejándola tirada en medio del solitario pasillo. Afortunadamente Kino no bebió hasta dejarla inconsciente, sin embargo aún se sentía demasiado débil, tenía que llegar a la enfermería y recostarse un rato. Con dificultad finalmente logró ponerse pie y comenzó su trayecto hasta la enfermería, no obstante una voz que ella conocía muy bien sonó a sus espaldas, paralizándola.
— M-Neko-chan ~ — la voz melosa de Kou le causó escalofríos.
— Hoy estoy tan sediento. — dijo dramáticamente, acercando su rostro al cuello femenino. — Me dejarás beber de tu deliciosa sangre, ¿verdad? —
Yui se estremeció, a pesar de su tono aparentemente amigable había una clara advertencia escondida detrás. Sin esperar una respuesta, Kou la acorraló contra la pared, preparándose para clavar sus colmillos en la delicada garganta, pero en menos de un segundo fue arrojado con una fuerza extraordinaria lejos de la chica.
— ¿Qué crees qué haces? — preguntó Kino, sus ojos color carmín lo miraron con frialdad.
— ¿Qué acaso no es obvio? — respondió con una sonrísa cínica.
— Odio que se metan con mis cosas —
— Creo que M-Neko-chan puede compartir su deliciosa sangre con más de uno de nosotros, ¿no te parece? —
La chica no pudo evitar observarlos con preocupación. Ambos vampiros mantenían un duelo de miradas, como si en cualquier momento fueran a despedazarse.
— Ella fue mía primero, así que tengo derecho a beber su sangre cuando me plazca.— sentenció Kou borrando cualquier rastro de diversión de su voz.
Volátil y sádico como era, Kou empujó de nueva cuenta el cuerpo de Yui hacia uno de los muros del pasillo, aprisionándola contra la pared. Entonces, sin apartar la vista de Kino, enterró sus largos y afilados colmillos en el cuello de la joven entre sus brazos.
— Personalmente, prefiero esta parte. — Indicó mientras deslizaba sin ningún pudor su húmeda lengua sobre la sensible piel de su pecho — La sangre es más dulce cuando muerdes cerca del corazón ~ —
Yui sin poder evitarlo, se sonrojó furiosamente.
Kino sintió una punzada de celos al advertir las reacciones de su presa ante las caricias de Kou, ¿a ella le gustaba ser tocada por ese tipo?
Sin poder contenerse un segundo más, el joven príncipe se acercó a ella y clavó sus colmillos sobre las marcas que Kou le dejó en el cuello. Ella soltó un alarido de dolor por la brutalidad de su mordida.
— ¡Basta! — suplicó ella pero fue completamente ignorada.
Ambos vampiros se sumergieron en un momento que parecío eterno, los dos disfrutando de la majestuosa sangre de Eva. Yui se mordió los labios tratando de soportar el dolor que implicaba ser mordida por dos vampiros al mismo tiempo, ¿qué había hecho ella para merecer tal castigo? Además, ¿qué sucedería si algún estudiante o maestro los descubría?
La suave risa de Kou interrumpió sus pensamientos.
— ¿Eh? ¿Acaso M-Neko-chan está excitada ante la idea de ser descubierta? — mencionó con una sonrísa torcida, un rastro de sangre se deslizó por la comisura de sus labios.
Kino se apartó de ella, cansado de seguir compartiendo lo que consideraba era únicamente de él.
— Ya tuve suficiente de esto — sin ninguna delicadeza agarró a Yui del brazo — nos vamos a casa — sentenció arrastrándola y obligándola a seguirlo.
— M-Neko-chan no irá a ningún lado, todavía estoy sediento — con una facilidad ridícula Kou le arrebató a la chica y la envolvió en un abrazo posesivo. — Te la devolveré en un rato, bye, bye ~ —
— ¡Oye! — gritó Kino reaccionando demasiado tarde para evitar que ambos desaparecieran sin dejar rastro.
Para Yui todo pasó increíblemente rápido, en un momento estaba en el pasillo de la escuela y al siguiente el aire helado de la noche le golpeó el rostro. La penumbra a su alrededor apenas le permitía ver a un metro de distancia... ¿Porqué rayos Kou se teletransportó con ella en medio del bosque?
— ¡Finalmente estamos solos tú y yo M-Neko-chan! —
— Kou-kun, ¿porqué me trajiste aquí? — preguntó cautelosa aunque en el fondo conocía la respuesta.
Ignorado su pregunta él Idol se acercó a ella — Sabes gatita, conozco un método que volverá tu sangre aún más deliciosa — él lamió de forma fugaz una de sus mejillas — ¿Te gustaría probar?
— No, no quiero probar, ¡llévame de regreso a la escuela! — espetó Yui con una firmeza inusitada.
— ¿En serio crees que tienes derecho a negarte? — él la empujó con más fuerza de la necesaria contra un árbol, ella gritó cuando su espalda chocó violentamente contra el tronco.
— Sé que deseas esto tanto como yo M-Neko-chan —
Sin previo aviso, Kou desgarró la blusa de Yui, provocando que ella gritara asustada. Al notar su ropa hecha girones caer por sus delgados hombros, ella se abrazó a sí misma, tratando de cubrirse.
— ¿Porqué te cubres? No siento ninguna atracción por tu feo cuerpo así que no perderé mi tiempo mirándote más de la cuenta — una sonrisa maliciosa se formó en su rostro — Mi interés sólo radica en tu sangre, aunque eso no significa que no pueda divertirme contigo de otras formas ~ —
— Kou por favor no hagas esto — suplicó
— ¿Vas a pedirme que me detenga? No tienes que seguir fingiendo que no te gusta, gatita. — su frío aliento le golpeó el rostro.
Yui jadeó cuando los labios de Kou comenzaron a repartir húmedos besos a lo largo de su cuello, él lamió y besó las marcas que Kino le había hecho hace solo unos momentos, el gesto fue inesperadamente tierno, y se sentía tan bien. Ella sintió un calor desconocido arremolinándose entre sus piernas...
Él continuó besando su piel expuesta mientras sus dedos se deslizaban más allá de su falda hasta llegar a sus modestas bragas rosas. Ella soltó un grito cuando un dedo penetró su intimidad, avergonzada y asustada intentó alejarse pero él la empujó más fuerte contra el árbol.
— ¡K-Kou-kun... ya basta! —
— A pesar de tus protestas estás completamente mojada, eres tan pervertida M-Neko-chan — él se rió introduciendo un segundo dedo y empezando a moverlos sin ningún ritmo establecido.
— Y-yo... Eso no e-es verdad — incapaz de pensar con claridad ella cerró los ojos para evitar verlo a la cara. Se sentía tan avergonzada de admitir que comenzaba a disfrutarlo.
Sin dejar de mover sus dedos dentro de ella, Kou atrapó los labios de Yui en un beso que la dejó sin aliento. El usó su lengua para reclamar su boca y ella gimió enredando sus dedos en la cabellera rubia profundizando el beso.
Cuando él se alejó de su boca, usó su pulgar para acariciar su clítoris, Yui se mordió el labio reprimiendo algunos gemidos, el calor entre sus piernas se estaba volviendo insoportable...
— M-Neko-chan deja de contenerte, deja salir tu voz y demuéstrale a todos quién es tu dueño — finalmente Kou sacó los dedos de su húmedo coño y sin descaro alguno se los llevó a la boca, lamiéndolos hasta limpiar la última gota.
— Esto es incluso mejor que tu sangre, gatita —
Él se frotó contra ella, las fricción de ambos sexos incluso sobre la ropa logró arrancarle un gemido a Yui.
— Me pones tan duro M-Neko-chan... — ella cerró los ojos cuando sintió la prominente erección del vampiro que la mantenía acorralada. Ella sabía lo que vendría a continuación...
— ¿Se divirtieron? — preguntó una voz con frialdad en medio de la oscuridad.
El corazón de Yui dio un vuelco cuando escuchó la inconfundible voz de Kino, abrió los ojos y casi sintió que podría desmayarse ahí mismo cuando notó una mano sobresaliendo del abdomen de Kou.
Kou miró en estado de shock el puño que le había atravesado el estómago, ¿cuándo demonios Kino se acercó tanto? ¿Cómo mierdas no se dio cuenta?
— Dime, ¿creíste que huyendo al bosque no los encontraría? — el tono burlón de Kino lo hizo sentir enfermo — Eres un idiota, ahora sabes que no debes subestimarme — de un solo movimiento sacó su ensangrentado puño deleitándose con la expresión de furia del otro vampiro. Sabía que algo como eso no lo mataría (o eso creía) pero al menos le serviría de advertencia para no volver a tocar lo que era suyo.
Yui observó con pavor a Kou desplomarse sin fuerzas sobre el piso, la sangre salía rápidamente de su vientre, ella corrió para auxiliarlo pero una poderosa mano la agarró del brazo impidiéndole acercarse.
— ¡Suéltame! ¡Déjame ayudarlo! — exigió tratando de liberarse.
— Él no morirá por algo tan insignificante como eso — dijo Kino restándole importancia. — Además, tengo una mejor idea, ¿porqué no le mostramos quién es tu verdadero dueño? — le susurró al oído y ella se estremeció ante la advertencia oculta tras sus palabras.
Sin perder tiempo Kino la empujó nuevamente contra el árbol donde hace solo unos minutos Kou la tenía arrinconada. De un solo movimiento le arrancó el sostén dejando expuestos sus pechos, ella soltó un gritó e intentó cubrirse pero él fue más rápido y usando una sola mano atrapó ambas muñecas femeninas colocándolas a cada lado de su cabeza. Su húmeda lengua no demoró en lamer los rosados pezones, el lamió cada montículo cómo si se tratara de un niño lamiendo un helado. Usando su única mano libre, acarició el mojado coño de Yui y sin ningún miramiento le metió dos dedos, él comenzó a moverlos en círculos poniéndole especial atención a su clítoris.
— Ah... K-Kino-kun, ¡AH! —
Kino sonrió satisfecho al eschucar los gemidos que salían sin vergüenza de la boca de Yui, su polla empezó a doler dentro de sus pantalones rogando por ser liberada de su prisión. Continuó moviendo sus dedos a un ritmo frenético, a este paso ella no tardaría en correrse. Rápidamente sacó los dedos y sin darle tiempo para prepararse liberó su palpitante pene y la penetró de una sola estocada. Yui gritó desgarrada por el dolor ante la violenta intrusión, su visión se nubló unos instantes y ella se sostuvó de Kino para evitar caerse.
— ¡Bastardo, aléjate de ella! —
El grito colérico de Kou a sus espaldas solo consiguió sacarle una sonrisa, saber que aún los estaba mirando lo motivó a penetrarla con más vehemencia. Ella era tan estrecha que estaba resultando doloroso incluso para él.
Para Yui, lentamente el insoportable dolor se transformó en exquisito placer, la boca de Kino atrapó con voracidad la suya, él la besó con ardiente pasión. La estaba penetrando con una fuerza tan abrumadora que por un momento creyó que el tronco detrás de ella se rompería ante la fuerza de sus embestidas.
Kino gruñó cuando el estrecho coño de Yui apretó su polla cálidamente, ella estaba comenzando a adaptarse a él. Pronto, pudo salir y entrar sin ningún problema.
— Dime a quién perteneces —
Demasiado abrumada por el placer Yui lo miró sin entender, — ¿Q-qué? —
— Admite que tu cuerpo anhela tenerme dentro de tí, tu coño tiene la forma de mi polla —
Yui arqueó su espalda ante una embestida particularmente brutal, a este paso ella, ella...
— ¿Cuál es el nombre de tu amo? —
— Y-Yo... —
— ¡Maldita sea sólo dilo! —
— ¡K-Kino-kun! ¡Kino-kun! ¡Te pertenezco a tí! —
— Buena chica — Kino la besó de nuevo — Vamos, continúa gimiendo por mi — la instó roncamente en su oído — Grita por mí. Grita mi nombre como la pequeña mujer pervertida que eres para que todos te escuchen —
— ¡KINO! —
— Mierda... Así me gusta — continuó llenándola hasta la empuñadura, haciéndola gemir y llorar.
— ¡AHHH! — un brutal orgasmo la golpeó sin piedad, el placer le nubló los sentidos por segunda vez esa noche.
Kino la penetró una última vez antes alcanzar su propio orgasmo. Él soltó un gruñido casi animal cuando se corrió dentro de ella, su semilla la llenó brindándole otra ola de delicioso éxtasis. Antes de que el último resquicio de placer se desvaneciera él aprovechó para morderle el cuello y beber su deliciosa sangre con voracidad.
Permanecieron juntos unos minutos más hasta que Kino salió de ella. Rápidamente volvió a acomodarse los pantalones en su lugar y, justo cuando Yui sintió que su conciencia comenzaba a alejarse y sus piernas se quedaban sin fuerzas Kino la atrapó antes de que cayera al piso. Él la envolvió con su propia chaqueta y luego la tomó en sus brazos comenzando a caminar de regreso a la escuela, no sin antes dedicarle una mirada de reojo a Kou.
— Espero que te haya quedado claro a quién le pertenece esta mujer — le advirtió con despreció.
— Vete a la mierda — El rubio escupió con desdén y le devolvió una mirada iracunda.
Yui se sintió aliviada al escuchar la voz de Kou a lo lejos, saber que aún estaba vivo la hizo esbozar una sonrisa.
— Tú tampoco olvides quién es tu dueño — le dijo sin dejar de mirarla con aquellos ojos tan rojos que la hacían estremecer.
Ella recargó su cabeza en el amplio pecho de Kino y permitió que la oscuridad se hiciera cargo de ella.
Fin.
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En Línea, parte 12: Pasión
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—¿Como has estado, hijo? —le preguntó con interés su padre.
—Bien —respondió escuetamente Jaime.
Estaban ambos sentados a la mesa del comedor, junto a los hermanos menores de Jaime, mientras la madre volvía de la cocina con la panera llena de pan recién calentado. Hacía casi dos meses que Jaime no veía a su padre, que tenía turnos de trabajo en el norte prácticamente incompatibles con la vida familiar, así que apenas pudo pedir unos días se arrancó a ver a su familia.
—Hoy se fue a matricular —anunció con orgullo la madre, sentándose al lado de su marido en la mesa.
—¿Ah si? —preguntó levantando las cejas—, ¿ya estás listo para ser traductor?
—Sí —respondió con orgullo Jaime—. Empiezo en marzo.
—¿Y con quien fuiste? —quiso saber—, ¿invitaste a la famosa Katia?
Jaime se puso un poco nervioso con la pregunta, aunque no quiso demostrarlo.
—No, nada que ver —respondió finalmente, intentando mantener la calma—. Fui con el Rorro —dijo sin mirarlo a los ojos.
—¿Y cómo está Rodrigo?, ¿sigue tan conversador como siempre? —el padre de Jaime recordaba con nostalgia la época en que lo citaron a la escuela innumerables veces porque su hijo hablaba mucho en clases con su amigo.
—Igual que siempre —se rió Jaime.
El padre de Jaime se puso a contarles sobre su trabajo en el norte, que la construcción de las nuevas instalaciones y laboratorios de la empresa en la que trabajaba, en pleno desierto, estaba siendo más demandante de lo que habían presupuestado.
Poco a poco Jaime dejó de prestar atención a lo que hablaba su padre, y su mente lo llevó a recordar el día que había pasado junto a Daniel en La Serena.
—¿Qué te parece? —preguntó su padre, trayéndolo de vuelta al mundo real.
—¿Qué cosa? —quiso saber Jaime, confundido.
—¿Qué te parece si mañana vamos todos juntos a la playa, en familia? —dijo entusiasmado su padre.
Jaime tuvo un conflicto interno, pensando en que quería pasar el día siguiente junto a Daniel, pero sabía que su padre no estaría presente por muchos días más.
—No insistas —intervino la madre—, ya te dije que no puedo pedir permiso mañana en el trabajo. Tendrían que ir ustedes cuatro nomas.
—Pero podemos ir en la tardecita mejor —propuso nuevamente el hombre—, cuando salgas del trabajo nos vamos.
—¿Y si vamos el sábado mejor? —ofreció Jaime—. Así nos aseguramos que todos estaremos disponibles. Aparte mi mami va a estar cansada mañana después del trabajo.
Todos estuvieron de acuerdo con la propuesta de Jaime, así que decidieron que lo harían así.
Continuaron tomando té todos juntos, en familia, y disfrutando la compañía de cada uno, con el padre poniéndose al día con las vidas de cada uno de sus seres amados.
Ya era bastante tarde cuando terminaron de conversar en familia, así que Jaime, completamente cansado por el día agotador que había tenido, se fue directo a la cama y no despertó si no hasta el mediodía siguiente.
Daniel le envió un mensaje de buenos días por MSN a Jaime en la mañana, el cual fue respondido poco antes de la hora de almuerzo, junto con una invitación:
x.x.J4imith0.x.x dice:
hola!
como estay?
quieres salir a la noche?
Dany (Y) dice:
contigo?
obvio :D
x.x.J4imith0.x.x dice:
bacan!
te paso a buscar a las 9
espérame listo
o no
depende de ti
1313
Daniel se recostó en la cama con una amplia sonrisa en el rostro. Se sentía un poco estúpido por entusiasmarse tanto a la expectativa de volver a ver a Jaime. ¿Hacia dónde irían?, ¿saldrían los dos solos o Jaime le presentaría a sus amigos? Estaba muy intrigado.
Pasó la tarde jugando a las cartas junto a su abuela, alternando entre el poto sucio y el carioca.
—¿Cómo está tu amigo, Daniel? —quiso saber la Abuela, intentando deslizar la pregunta como algo casual.
—Está bien, mucho mejor de hecho —respondió Daniel. "Perfecto" y "hermoso" fueron algunas respuestas que también le vinieron a la cabeza, pero decidió no verbalizarlas.
—¿De sus golpes todo bien?, ¿se aplicó el agüita de matico que le dije? —a la abuela siempre le interesaba hacer seguimiento a las personas a quienes les recomendaba sus hierbas medicinales.
—Si, ya está perfecto de sus golpes. Apenas tiene unas pequeñas cicatrices.
—Me parece estupendo —respondió ella, mientras dejaba expuesta su escala real de corazones.
—¿Como lo haces para ganar siempre? —preguntó sorprendido Daniel. Era la octava vez consecutiva que perdía contra su abuela.
—Se cuenta el milagro, pero no el santo —respondió ella, de forma misteriosa, y le guiñó el ojo—. Siempre estoy atenta a todo —lo miró fijamente a los ojos, y Daniel no supo si seguía hablando del juego a no. La abuela le sonrió y se levantó a buscar un vaso de agua a la cocina—. Con tu madre iremos donde la Gloria más tardecito —anunció la abuela—. Nos invitó a tomar té. Nos invitó a los tres —lo miró fijamente a los ojos, con un brillo de complicidad—. De hecho insistió en que fueras. No te preocupes —agregó cuando notó que Daniel se sonrojaba—, le dije que no podrías asistir, que tenías planes con tus amigos —Daniel sonrió con alivio.
—Gracias por eso —dijo Daniel.
—No hay problema —respondió la abuela—. Así que apenas llegue tu madre nos vamos, y quedarás a cargo de la casa —volvió a mirarlo fijamente, por sobre sus gafas—. Puedes invitar a la Ximenita, o al apuesto joven malandra —dijo guiñándole el ojo nuevamente.
—No es un malandra —la corrigió él, sonrojándose al sentirse extrañamente cómodo hablando de Jaime con su abuela.
Ella sonrió con satisfacción.
—Bueno, sus heridas le daban cierto aire de chico malo —explicó ella, volviendo a sentarse frente a su nieto.
—Es cierto —concordó Daniel—. Le daban su toque —no pudo evitar morderse el labio inferior al sonreir pensando en la apariencia de chico malo de Jaime, y el contraste con su personalidad tierna.
—Bueno, yo me iré a preparar para más tardecito —anunció la Abuela.
—¿Abuela? —la llamó Daniel, indeciso—, ¿sabe mi mamá que podré invitar a mi amigo? —preguntó lentamente—, ¿...o a la Xime?
La abuela se volteó y le sonrió con afecto.
—En esta casa mando yo —respondió escuetamente—. Ahora, como te premiaremos con la casa sola, te corresponde lavar la loza —le comunicó la mujer, y se fue riendo hacia su habitación.
Daniel protestó hundiendo la cara entre sus brazos, y recostándose en la mesa.
El corazón le latía con fuerza por la conversación que acababa de tener con su abuela. Se sentía emocionado por haber podido hablar de Jaime con ella, y tenía la impresión de que ella sabía el nivel de relación que tenía con él, y que no le importaba.
No podía estar más feliz al respecto, así que de todas maneras se levantó a lavar la loza con entusiasmo.
Se quedó solo en casa desde las siete de la tarde, viendo televisión y esperando que pase la hora para comenzar a arreglarse para cuando llegara Jaime. Se duchó poco antes de la hora prevista del encuentro, y cuando se estaba vistiendo en su habitación, escuchó un golpecito en la ventana.
El corazón se le detuvo por un instante porque sabía quién había golpeado.
Se acercó a la ventana, aún sin polera, y lo vio ahí de pie frente a él, con una sonrisa de oreja a oreja, inocente como siempre, vestido con una camisa manga corta y un short de mezclilla.
—Que te ves lindo —comentó en un susurro Daniel, para que no lo oyeran los vecinos.
—Tú también —respondió Jaime, dando un breve vistazo al torso desnudo de Daniel. Ambos se sonrojaron levemente.
Daniel se alejó de la ventana sin decir una palabra más, se puso una sencilla polera negra y se dirigió a la puerta principal de la casa para hacer pasar a Jaime.
Asomó la cabeza por el umbral y le hizo señas para que se acercara. El corazón le latía a mil, por tener a Jaime ahí frente a él, con la casa completamente sola para hacer lo que estimaran conveniente.
Jaime entró a la casa, y Daniel después de cerrar la puerta a sus espaldas, se acercó a su invitado y lo abrazó por la espalda y le besó el cuello. Jaime se estremeció por el contacto de los labios de su anfitrión con su piel, y soltó una risita nerviosa. Se giró para quedar frente a frente y lo besó en los labios.
—¿Y tu mamá con tu abuela? —le preguntó mirando a todos lados, en busca de alguna señal de vida.
—Salieron —respondió Daniel con una sonrisa amplia, con una mezcla de emoción y nerviosismo en su interior.
Jaime sintió un calor interno que no supo cómo interpretar. ¿Esto quería decir que por fin iba a perder su virginidad?, ¿estaba realmente preparado para hacerlo? Comenzó a temblar casi de inmediato, y Daniel se dio cuenta.
—¿Para donde iremos? —le preguntó Daniel, intentando llevar su mente hacia otro lugar.
—Mi amigo el Rorro me invitó a su casa a lesear un rato. Le pregunté si podía invitarte y me dijo que sí —respondió con su habitual sonrisa inocente.
—¿Le hablaste de mí? —preguntó Daniel abriendo los ojos como platos, por la sorpresa—. ¿Qué le dijiste? —quiso saber, sonrojándose poco a poco.
—Nada, que no me denunciaste por entrar a tu pieza en medio de la noche —explicó escuetamente Jaime—, y que después nos volvimos a encontrar en el puerto. La excusa funciona para ambos lados —le recordó. Ambos sonrieron con complicidad.
—Voy a terminar de arreglarme. Si quieres me puedes esperar aquí —le dijo Daniel. Al ver el nerviosismo de Jaime no quiso hacerlo sentir presionado.
—No —dijo Jaime, intentando sonar despreocupado—. Vamos a tu pieza.
Daniel lo miró a los ojos y sonrió. Le dio un breve beso en los labios y tomó su mano, entrecruzando sus dedos y lo llevó hasta su habitación.
Jaime se sentó en la cama de Daniel, con la espalda apoyada en la pared, mientras lo veía mirarse al espejo y buscar el mejor perfume para la ocasión.
—¿Quién más estará? —le preguntó Daniel, para alivianar la tensión del ambiente.
—El Rorro y la Mena, que yo sepa —respondió Jaime, aún temblando levemente.
—Espero caerle bien a tu amigo —comentó Daniel—. A la polola al menos ya me la gané.
—No son pololos —descartó Jaime—. Creo —intentó recordar si su amigo le había dicho lo contrario.
—Bueno, pero algo son —Daniel se sentó al lado de Jaime y lo miró con ternura a los ojos—. Ya estoy listo —anunció.
Jaime comenzó a temblar nuevamente, por la cercanía con Daniel. Se debatía entre hacer lo que quería hacer y escapar de ahí por el miedo a algo “nuevo”.
Finalmente se decidió y besó a Daniel en los labios. Un beso lento y tierno en un principio, pero que gradualmente fue aumentando en intensidad, y lo culminaron mirándose a los ojos, sonriendo con complicidad.
Daniel se acomodó, recostó a Jaime en la cama, y se inclinó encima de él, presionando suavemente su cuerpo contra el suyo. Acarició el cabello de Jaime y volvió a besarlo, con la misma suavidad y calidez del principio.
Jaime sintió las manos de Daniel recorriendo su cuerpo, desde su pecho y su abdomen, hasta su pelvis y sus piernas. Él intentó hacer lo mismo, acariciando la espalda de su compañero y posando sus manos finalmente en las caderas de él.
Disfrutaba los besos de Daniel como si fueran lo mejor que había probado en la vida, y no quería dejar de sentirlos, pero de igual manera, una oleada de pánico se comenzó a apoderar de él. La respiración se le aceleró, al igual que los latidos de su corazón.
—¿Qué pasó? —preguntó preocupado Daniel, después de que Jaime interrumpió el beso.
—No sé —respondió finalmente Jaime, después de un largo suspiro para recuperar el aliento—. No sé si estoy listo aún —bajó la mirada en señal de vergüenza.
—Oye —le dijo Daniel, buscándole la mirada—. Si no te sientes listo no lo haremos. No tienes que sentirte mal por esto—. Se acercó a besarlo para confortarlo, y en medio del beso, sonó el celular de Jaime.
Jaime buscó su celular en el bolsillo de su short, y se aclaró la garganta antes de contestar.
—¿Aló? —dijo al contestar. Daniel se acomodó a su lado en la cama, y notó que Jaime comenzaba a temblar levemente—. Sí, estoy aquí donde el Dani. Sí, de aquí nos vamos a tu casa. Nos vemos. Chau —presionó el botón con el auricular rojo, y volvió a guardar el dispositivo en el bolsillo.
Daniel lo miró con una sonrisa de oreja a oreja, como si lo que estuviera pensando fuera muy divertido.
—¿Qué? —preguntó desconcertado Jaime.
—Nada —respondió escuetamente Daniel, aún sonriendo.
—Dime —pidió Jaime.
—Estás muy nervioso porque me vas a presentar a tus amigos —comentó Daniel—. Por eso estas así, todo tiritón —Jaime se sonrojó por la vergüenza—. Tienes que estar tranquilo, que no voy a hacer nada para delatarnos. Lo prometo.
—Gracias —dijo finalmente Jaime, exhalando un largo suspiro—. Perdona por ser tan imbécil.
—No digas eso —se rió Daniel—. Es super normal que te sientas nervioso en una situación así —lo tranquilizó, y se acercó a besarlo—. Y recuerda —continuó, acercándolo a él tomándolo de la cintura, y le acarició el muslo que acomodó encima del suyo—: cuando tú quieras seguimos —lo volvió a besar, y se sintió un poco tonto por esa última demostración innecesaria de fuerza.
Jaime sintió una ola de adrenalina en su interior, por el gesto de Daniel, y simplemente asintió.
Se pusieron de pie y salieron de la pieza. Daniel dejó una nota en la mesa del comedor avisando que iba a salir con Jaime, y que no sabía a qué hora volvería, y salieron a la calle y comenzaron a caminar en dirección desconocida para Daniel.
Después de unos quince minutos de caminata por las calles de Liquime, llegaron a una sencilla casa de un piso, sin rejas, bastante parecida a la gran mayoría de casas que había en el pueblo. Jaime golpeó la puerta y después de unos segundos apareció en el umbral de la puerta un joven delgado y moreno que saludó con efusividad a Jaime.
Daniel esperó con ansiedad a ser presentado, pero Rodrigo se acercó de inmediato apenas se separó de Jaime.
—Tú debes ser el Dani —dijo acercándose a él, y dándole un abrazo igual de efusivo que el que le había dado a Jaime—. Mi hermanito acá no me había dicho que había seguido en contacto contigo —comentó Rodrigo.
—¿Ah no? —en realidad, Daniel no sabía qué tanto le había contado sobre él a su amigo.
—Gracias por no matarlo o algo, con esa presentación —dijo Rodrigo, refiriéndose a la noche en que Jaime entró a la habitación de Daniel vestido solo con ropa interior, y simuló poner un arma blanca en su cuello.
—No tuve mucha opción en verdad —respondió de forma amigable Daniel.
Rodrigo los invitó a pasar a su casa, y sentada en el living, estaba esperando Ximena, la conductora del furgón que llevó a las abuelas del Centro del Adulto Mayor de paseo.
—¡Daniel!, ¿Cómo estas?, ¿qué haces aquí? —saludó con entusiasmo la muchacha, poniéndose de pie.
—El Jaime me invitó —respondió él, dándole un abrazo a modo de saludo.
—¿Y como lo conociste? —quiso saber ella.
—Es una larga historia —dijo Daniel, para no quedar en evidencia por la mentira.
—No importa, tenemos tiempo —insistió ella.
—Lo que pasa es que la semana pasada el Jimmy con el Juan me persiguieron por lo de la Katia —intervino Jaime, intentando parecer tranquilo pero Daniel notó el nerviosismo en su voz.
—Verdad que el Rorro me contó eso —recordó Ximena—. Por meterte donde no debías, dijo.
Jaime miró a su amigo a los ojos, reprochándole su indiscreción.
—Y es verdad —se justificó—. Yo te advertí que no te metieras ahí —dijo levantando las manos.
—Si, tienes razón —aceptó Jaime, derrotado—. Bueno, esa noche, mientras arrancaba de ellos, no tuve una mejor idea que meterme a la primera casa con ventana abierta que me encontré —relató Jaime, que se iba soltando cada vez más, a medida que hablaba—. Me metí a la pieza donde estaba este joven simpático estudiando —miró a Daniel y él le devolvió la mirada. Recordó brevemente la noche en que se conocieron y no pudo evitar sentir como un torbellino en su interior todo lo que había sentido por él desde entonces. Notó que probablemente estaba siendo demasiado obvio con su expresión, así que desvió la mirada.
—Oye pero cuanta complicidad —comentó Ximena, notando la conexión visual entre ambos—. Rorro te salió competencia.
—Cuidaíto, que el Jaime es mío —advirtió Rodrigo, a modo de broma.
Daniel solo atinó a sonreir y levantar las manos en señal de tregua.
—-Unos días después de eso, nos volvimos a encontrar en el puerto —intervino Jaime, intentando sonar casual, aunque seguía levemente sonrojado por la situación anterior—. Ahí conversamos harto rato, nos dimos el MSN y aquí estamos po —terminó de relatar resumidamente.
—¡Que bacan! —comentó Ximena���. Es tan chico este pueblo, que al final igual todos se conocen con todos. ¿Te contó el Dani cómo nos conocimos? —le preguntó a Jaime, a lo que él respondió afirmativamente.
—Yo no sé cómo se conocieron —intervino Rodrigo, curioso.
—¡Pero si te conté el otro día! —dijo ella incrédula—. Acompañó a su abuela al paseo de las señoras del Centro. Es el nieto de la Señora Gladys —le contó al dueño de casa.
—¡Ah, verdad que me contaste! —recordó finalmente Rodrigo—. Me contó maravillas de ti —le comentó a Daniel—, ya me tenía chato —dijo a modo de broma.
—No es cierto —negó ella, riéndose.
Los jóvenes continuaron compartiendo plenamente, a lo largo de la noche, entre bebidas alcoholicas y cosas para comer, y con el MP4 de Rodrigo conectado a un parlante portátil reproduciendo las canciones de reggaetón del momento, Daniel disfrutó bastante la noche, y notó que Jaime, a su lado, se había relajado mucho con respecto a cómo habían llegado, bebía seguidamente las piscolas que se servía, y hablaba con mayor libertad con sus amigos.
—¿Dónde está el baño? —preguntó de repente Daniel. Sentía que ya había bebido mucho y necesitaba ir al baño.
—Jaime, llévalo al baño porfa —le pidió Rodrigo a su amigo.
Jaime aceptó de inmediato, y apenas se puso de pie perdió brevemente el equilibrio. El Rorro y Ximena se rieron de su falta de balance.
Daniel usó todas sus fuerzas para no evidenciar su embriaguez como Jaime, y se sorprendió al ver que su amigo le extendía la mano para que se la tomara.
—Pero Jaime, dudo que se pierdan mucho de camino al baño —comentó a modo de broma Rodrigo.
—No, si es para no caerme —respondió él, sin vacilar.
Daniel le tomó la mano, con una sonrisa en el rostro y un torbellino de adrenalina en su interior, y siguió a Jaime, que lo guió a través de unos pasillos a lo largo de la casa. Abrió una puerta al lado izquierdo del pasillo e ingresó junto a él.
La luz estaba apagada, pero de todas maneras Daniel pudo identificar, con ayuda de la luz de la luna que se colaba por la ventana, que no estaban en ningún baño. Bajo la ventana, había una cama de una plaza, y al lado de la puerta había un escritorio bastante desordenado. Observó que en las paredes había varios posters de futbolistas en el campo de juego, y un par de trofeos coronaban la repisa que estaba sobre el escritorio.
La música llegaba sorprendentemente clara y fuerte desde el living.
—Tienes un cuerpo brutal —comenzó a cantar Jaime, intentando calzar sus palabras con la letra de la canción que llegaba a sus oídos desde el MP4 de Rodrigo—, que todo hombre desearía tocar...
Daniel notó que Jaime lo miraba fijamente a los ojos, en la oscuridad de la habitación, y se acercó a besarlo con pasión, como si por fin pudiera desahogarse de todas las ataduras que tenía.
Sabía que no debían estar ahí, y que debía detener a Jaime antes de que hicieran algo que no quería, pero Jaime de alguna forma lo hizo perder el equilibrio, y sin perder el contacto de sus labios, lo hizo avanzar hasta llegar a la cama, y cayeron sonoramente sobre el colchón de Rodrigo.
Ambos rieron con complicidad, como si fueran dos niños haciendo una travesura. Jaime estaba encima de Daniel, y sostuvo sus manos por encima de su cabeza, evitando que se moviera.
—Jaime, creo que no deberíamos estar aquí —dijo Daniel, intentando apelar al sentido común de su compañero.
—¿Por qué no? Al Rorro no le va a importar que ocupemos su pieza —respondió con dificultad Jaime.
—Nos pueden pillar —le advirtió Daniel.
—No va a pasar nada —lo tranquilizó Jaime, sin importarle nada ya, y se acercó a besarlo nuevamente.
—No. No podemos. No contigo así. No estás en tus cinco sentidos —se rehuzó definitivamente Daniel, y se sentó en el borde de la cama.
—Bueno —Jaime entendió a duras penas la posición de Daniel—. Quédate conmigo un rato más —le pidió, con vergüenza y con un murmullo casi ininteligible.
—Está bien —aceptó con una sonrisa empática. Lo único que quería era poder estar con Jaime, y compartir un momento juntos en el que se fundieran en uno solo. Sentir su cuerpo desnudo contra el suyo y besarse como si no hubiera un mañana. Pero esa no era la forma. Quería que ambos estuvieran en sus plenas capacidades, a pesar de los nervios, pero que fueran concientes de lo que estaban haciendo.
Se recostaron frente a frente, y Daniel puso su mano en la cintura de Jaime, y este último puso la suya en la cadera de Daniel.
Se acercaron lentamente para besarse, suavemente, y entonces Daniel se arrepintió de no haber sido más firme en su posición, de no haber puesto la cordura de la sobriedad entre los dos.
Todo pasó muy rápido.
Daniel sintió que de repente la música comenzó a sonar más fuerte, la luz de la habitación se encendió y Rodrigo dijo el nombre de Jaime en un susurro, con una expresión de sorpresa en su rostro. Acto seguido, el dueño de casa salió de la habitación y Jaime se levantó con la mayor velocidad que le permitieron sus embriagados músculos, y tropezó a un metro de la cama, cayendo al piso y llorando.
Daniel se acercó a su compañero y lo abrazó, intentando calmarlo.
—Tranquilo, no vio nada. Todo va a estar bien —le decía, sintiendo el cuerpo de Jaime temblar entre sus brazos.
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Estaban resultando agónicos los días encerrada en aquella celda de reducido espacio, carga añadida gracias al collar que inhibía sus poderes. Kenzie había intentado usarlos en numerosas ocasiones; necesitaba salir de allí. Hacía semanas que no veía la luz del sol ya que no les permitían salir, aunque encontrándose donde se encontraban era claramente comprensible. Pero cada vez que tratara de poner en funcionamiento sus habilidades, aquel aparato emitía una descarga eléctrica lo suficientemente fuerte como para derribarla al suelo y hacerla sangrar, dejándola noqueada por unos segundos. A pesar de ello, seguía intentándolo. Siempre pensó que el dolor era psicológico, y algún día conseguiría hacerse con el control de aquel instrumento y soportar su dolor.
No era malo solo por ello. Los golpes en su cuerpo eran representados por numerosos moratones que recorrían su piel en casi todas las zonas del mismo, incluso en la cara, junto a heridas provocadas por los mismísimos guardias. La sed de venganza recorría sus venas con mayor fluidez debido a lo minúscula que la estaban haciendo sentir en aquellas instalaciones. Por el contrario, su cabello fue recuperando su verde natural, cosa que hacía llamar aún más la atención.
— Vais a arder en el infierno. — Escupió las palabras con desprecio hacia uno de los guardias que acababa de golpearla contra la pared. En ese momento, un fuerte movimiento hizo que perdiera el equilibrio y se apoyase en los barrotes de su celda para no caer. Fue entonces cuando sintió que la corriente dejaba de pasar por su cuello; el collar se había desactivado, y ella no tenía tiempo que perder. Arrancó su propio collar y lo hizo levitar hacia el cuello del guardia que la miraba incrédulo, cortándole el aire que respiraba por unos segundos antes de comprender que era probable que tuviera poco tiempo, así que lo dejó ir y salió corriendo por los pasillos sin tener idea de a dónde se dirigía.
Los pasos de Polaris se hacían cada vez más firmes y rápidos. No tenía tiempo que perder para salir de allí; no sabía qué estaba pasando exactamente, pero los cimientos de aquel edificio no parecían encontrarse del todo estables. Que los barrotes de todas las celdas y el consiguiente resquebrajo de la construcción le hizo confirmar sus pensamientos, además de llegar a la conclusión de quién era el causante de los mismos: Magneto. Era un mito entre los mutantes; todos le conocían pero solo unos pocos le habían visto en realidad. ¿Correría ella esa suerte? A penas ese pensamiento recorrió su mente cuando escuchó una vez justo tras de sí.
—Creo que tú y yo tenemos en algo en común. Curioso, ¿no te parece?
Sus ojos verdes le miraron de arriba abajo, tomándose unos segundos más antes de sonreír y responder.
— Al menos espero que no tengas el pelo verde. Creo que no te quedaría bien. Si quieres, podemos probar cómo te queda cuando me saques de aquí, ¿Qué me dices? — Los barrotes que levitaban en su espalda cayeron al suelo, haciendo un ruido estrepitoso, como señal de paz. — Me llamo Polaris, y no hace falta que te presentes. Ya sé quién eres.
Las palabras de la joven mutante fruncieron su ceño, aunque pasados unos segundos dibujaron una sonrisa apretada y ladeada en el rostro de Magneto. Muchas primeras palabras se habían cruzado con él, ninguna como aquella, lo que bastó para despertar cierto agrado hacia la chica. En cierto modo le recordó a sus años de juventud, cuando también se plantaba ante el mundo con ese descaro.
—Quizás cuando descubra por qué comparto mis dones con alguien por ahí. Cuento contigo para cubrirme las espaldas, Polaris.
Pocos eran los guardias que ya quedaban, algunos muertos bajo las manos de los presos y otros en plena huida, haciéndose cargo Alec de los que aún estaban dispuestos a plantar cara, razón por la que, al acceder hacia la puerta de salida, tuviesen vía libre.
—Subidlos de dos en dos, no hay tiempo que perder —advirtió a su mano derecha—. Los que puedan subir gracias a sus habilidades que lo hagan, da la orden.
—¿Y que hay de ti?
—Esperaré a los rezagados. Vamos. —Por un segundo, su mirada buscó la de la chica que se hacía llamar Polaris, pendiente de que, en especial, ella saliese de allí—. He dicho que vamos.
Esta vez, fue una sonrisa ladeada lo que iluminó su rostro, observando las facciones de aquel hombre con detenimiento durante unos segundos. No era tan malo si arriesgaba su vida para salvar a cientos de mutantes apresados de aquella forma en la ratonera, ¿No? Por un momento, su mirada pasó a formar parte de un gesto de admiración hacia el hombre, mirando cómo descolgaba el puente con ese simple gesto. Era poderoso, y Polaris lo sabía. Y eso era algo que le gustaba. Tomó aire despacio, permaneciendo allí, observando a aquellos hombres, sin subir las escaleras. Ni cuando Magneto pareció dirigirse directamente a ella.
— No. Me necesitas aquí, y hasta que no salgas tú, no lo haré yo. Y haciendo caso omiso a lo que aquel súper-mutante pudiera decirle o hacerle, cerró los ojos para concentrarse, mostrando la palma de sus manos, comenzando a mover los dedos, donde se estaba comenzando a formar una neblina verde y negra que se incrementaba conforme pasaban los segundos. Su rostro pasó a mostrar expresiones de dolor que trataba de reprimir, pero no le importaba. Trataba de sacar parte de la estructura metálica a flote para que pudiera darle tiempo a todos los demás a salir de allí y no hubiera más bajas de las que el gobierno ya se había hecho cargo.
Ser cuestionado no era algo a lo que Arthur acostumbraba y pronto sus expresiones faciales mostraron descontento. Sin embargo, no dijo nada. Agachó la mirada a tiempo de observar aquella extraña neblina que se formaba en ambas manos de la chica, entre maravillado y sorprendido, pero deduciendo qué pretendía hacer, y sin pasar por alto sus expresiones de dolor, se puso manos a la obra también.
Los más rezagados, teniendo ahora más facilidad de movimiento al no verse con el agua al cuello, no tardaron en llegar y en ser evacuados, de modo que solo quedaron Magneto y Polaris sobre aquel amasijo metálico. Sin dudarlo, consciente del esfuerzo realizado, la tomó por la cintura para mantenerla firmemente agarrada y alteró los campos magnéticos para poder levitar juntos hasta llegar al helicóptero, donde estaban siendo esperados.
—¿Podemos irnos ya o alguna hazaña más que realizar en conjunto? —murmuró Alec, junto a una sonrisa socarrona al haber presenciado desde las alturas parte de la escena—. Creo que te ha salido competencia, jefe. Arthur, sin entrar a aquellos juegos de su mano derecha que, en muchas ocasiones, colmaban su paciencia, simplemente miró a la chica con el rostro serio, tratando de contener su incertidumbre, y respondió:
—Nos vamos a casa.
• Junto a Magneto @brookskala
• Ask.fm: @littlemutants
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EAPDD Capítulo 12
"El tiempo es realmente...... agradable." "Sí." La puerta trasera del castillo del duque y los terrenos circundantes estaban repletos de hierba y árboles de hoja perenne, perfectos para pasear. Noah, que caminaba junto a Adele por el sendero en buen estado, respondió afirmativamente. Ella bajó la cabeza, sintiéndose incómoda. El hombre que tanto hablaba por la noche se había vuelto inusualmente callado durante el día. A Adele no le gustaba, así que trató de pensar en algo de lo que hablar, hasta que vio a un niño pequeño, de unos siete años, de pie delante de un rosal. "¿Qué, Peter?" "¡Señora!" Era Peter, el hijo del chef. Era uno de los favoritos de Adele y de todos los demás en el castillo porque tenía un aspecto y un comportamiento muy dulce. Ella se agachó y lo saludó, contenta de verlo después de su incómodo encuentro con Noah. Peter corrió hacia ella como de costumbre, pero de repente se detuvo. "¿Qué pasa?" "Uh, uh......." Peter lloró al ver que Noah lo miraba. Adele vio el ceño fruncido de Noah y le sacudió la cabeza con urgencia. "¡Está bien, ven aquí!" "Mnn......." Peter sollozó y corrió hacia el otro lado. Noah soltó una pequeña carcajada al ver a Adele sentada con los brazos torpemente extendidos. "Eres muy amable con el pequeño". "Es un niño". "¿Por qué no haces la mitad de eso por mí?" Adele se quedó mirando sin pronunciar palabra la cesta que sostenía. Noah le tendió una mano. "......¿vas a permanecer sentada?" Adele le cogió de la mano y se levantó lentamente. Noah la siguió con los dedos apretados en su pequeña y delicada mano. Era inútil intentar que le soltara la mano. Adele, cansada ya de discutir con él, le siguió. "Pero, ¿adónde vas?" "Para comer". "......." "¿Por qué? ¿Te duele la pierna?" Noah se volvió para mirar a Adele, con preocupación en los ojos, y ella negó con la cabeza. "......Dime si te duele la pierna." Asintiendo con la cabeza, Adele miró la ancha espalda y las manos entrelazadas de Noah y recordó de repente el verano de hacía dos años. Hola, cariño, ¿dónde estás? Dentro del castillo del duque, en un jardín descuidado, Adele llamó a Peter. Peter señaló emocionado hacia el arroyo. "¡Tsk, tsk, tsk! Sí. Pero, cariño, ¿no tenemos que ir al Castillo de Maktus?' 'Uh....... Puedes ir allí'. Peter señaló hacia delante. Adele suspiró y se pasó una mano por el pelo. No debería haberle pedido indicaciones a un niño que aún no había aprendido a respetar. Venía sola al castillo de Maktus para comprometerse. Como la doncella que debía recibirle en la puerta no llegó al cabo de media hora, entró en el castillo. Pedí indicaciones a los caballeros, pero su trabajo consistía en vigilar las puertas. Pensé que podría caminar por el camino y llegar a la mansión, pero el castillo era demasiado grande. Era el castillo de la familia Maktus, una de las más ricas del continente. Era un mundo aparte de su propia familia, que era humilde y apenas funcionaba en lo más alto. Cuando Adele se desvió del camino, se encontró con un chico joven, Peter, y le siguió porque tenía el don de conocer el camino....... 'Uy. No debería haberme creído eso'. '¡Oh, es una flor yogui! Peter arrancó un nomeolvides y se lo dio a Adele. Ella sonrió y acarició la cabeza del niño. '¿Me lo estás dando? "¡Sí! Gracias. Murmuró Adele mientras cogía los nomeolvides del niño. Creo que un niño me ha dado nomeolvides antes de........ ¿Cuándo fue eso? Adele sacudió la cabeza y se levantó, y Peter lloró. 'Tsk, tsk, tsk.......' Peter miró detrás de Adele, sollozando. A su alcance estaba un hombre de pelo oscuro. "¡Oh cielos! El hombre se miró a sí mismo, con los ojos desorbitados por la incredulidad. Piel bronceada bajo un espeso cabello negro. Rasgos rectos y afilados y labios rojos. Ojos dorados que parecían engarzados en joyas de ámbar. Oh, este hombre es tan guapo....... Adele se quedó sin palabras y luego sacudió la cabeza, incrédula. "Hola, encantado de conocerte.” '.......' 'Me llamo Adelia Lyriand.......' "Lo sé.” Adele parpadeó ante las palabras del hombre. Debe de ser un caballero de la Casa Maktus, a juzgar por la espada que lleva. Debe de haber oído el anuncio sobre los invitados. Adele sonrió torpemente y dijo. 'Oye, ¿puedes decirme dónde está el castillo de Maktus, porque estamos perdidos.' Adele sonríe a Peter detrás de ella. Cuando ve a Noah, se estremece, llora y sale corriendo. ¿Eh? ¡Cariño! Mientras Adele intentaba coger al niño que estaba a punto de caer, sintió una mano cálida en su otro costado. Giró la cabeza y un hombre la sujetaba. Sígueme. ¿Qué? Oh, sí....... El hecho de ir cogidos de la mano resultaba embarazoso, pero ella no dijo nada mientras bajaban por la escarpada colina que apareció inmediatamente a la vista. Él iba delante y ella le seguía cogida de la mano. Si había un bache, la rodeaba con el brazo para estabilizarla, como si estuviera a punto de caerse. A la inversa, sobre los baches, caminaba despacio, ajustando el paso para evitar que ella se cayera. Yo, gracias. '.......' Él no hablaba, sólo le cogía la mano con fuerza y la miraba de vez en cuando. Cada vez que veía su hermoso rostro, se sonrojaba. Cuando llegaron a un arroyo, se asustó. 'Mi vestido se va a mojar.......' Cuando Adele dejó de caminar para mirar la endeble extremidad, él no dudó en meter la pierna en el arroyo junto a ella. Le dio un ligero tirón de la mano como para decirle que estaba bien. Adele cogió la mano del hombre y empezó a cruzar el desvencijado puente. A medida que el arroyo se hacía más profundo, el puente se volvía resbaladizo, y ella se aferró a la mano del hombre. Él dejó de caminar y la miró. ¿Es difícil? 'No, no. Es sólo que es un paseo, y es más duro para ti que para mí.' Cuando el hombre le sonrió en lugar de responder, Adele sintió que el corazón le daba un vuelco. Vamos, apenas me emociona esto, pero....... Tiene una bonita sonrisa. También es dulce....... Ruborizada, bajó de los peldaños y cayó al suelo, con las pantorrillas empapadas. 'Oops....... lo siento mucho'. En lugar de responder, el hombre le indicó el camino de nuevo. Había un seto de rosas, sin podar, con tallos por todas partes. Hizo un gesto a Adele para que retrocediera. Cuando ella dio un paso atrás, él desenvainó la espada y cortó el tallo, luego abrió camino, barriendo los tallos caídos con el pie, y ella lo siguió, caminando por la tierra blanda. Gracias. '......¿Por qué estás aquí?’ El hombre se volvió y miró a Adele. Ella sonrió alegremente, complacida por su pregunta. Él la miró fijamente a la cara y se dio la vuelta rápidamente. A partir de hoy seré la prometida de la familia Maktus, por eso estoy hoy en el castillo. El hombre dejó de caminar bruscamente y volvió a mirar a Adele. Ella parpadeó ante su repentina mirada. ¿"Prometida"? ‘Sí. Voy a conocer al futuro novio por primera vez hoy'. Los labios del hombre se curvaron en una sonrisa roja y descarada ante las palabras de Adele. Ah, hermoso. La sonrisa de un hombre puede ser tan maravillosa y hermosa....... Miró al hombre de espaldas a las rosas y bajó la cabeza para ocultar su rubor. Te has ahorrado la molestia de encontrarlo. "¿Qué? '.......' 'Por cierto, ¿es este el camino correcto al castillo de Maktus? Creo que es un poco un bucle.......' No volvió a hablar, se limitó a golpear el tallo. De algún modo, la mano del hombre parecía haberse vuelto más rápida, pero Adele mantuvo la boca cerrada y lo siguió. Por fin llegaron a un gran jardín y a un castillo, frente al cual estaba la mujer que habían conocido el otro día, Frau Maktus. Se acercó corriendo y cogió la mano de Adele. "¡Señorita Adele! "Ah, Sra. Maktus. Me alegro de verla de nuevo.” 'Oh, qué educado por mi parte. Lo siento, olvidé que la criada no trabajaba hoy, así que iba a pedir a los criados que la buscaran. Menos mal. Oh, Noah, ¿acompañaste a la señorita Adele?’ El hombre llamado Noah asintió. 'Sí, pero ¿qué quieres decir, madre, prometida?' ¿Madre? Adele miró a Noah. Esta es la señora Maktus, y tú la llamas madre. ¿Podría ser mi novio? Adele sintió que sus mejillas se sonrojaban. Guapo, amable, manos grandes, alto. No habla mucho, pero es dulce....... Me quedé mirando fijamente y, de repente, hice contacto visual con él e incliné la cabeza. La señora Maktus sonrió, ho ho, se dio la vuelta y me hizo una seña. 'Enon, bienvenido a casa. Tu novia está aquí.’ Adele miró desconcertada detrás de la señora Maktus. Un hombre bajo, de aspecto enano, corría hacia ella desde lejos. Entonces sí, en mi tema....... Decepcionada, se dio la vuelta y su mirada se cruzó con la de Noah. Él frunció el ceño y la señora Maktus sonrió. ‘Noah, tú también puedes presentarte. Es la Baronesa Adele Lyriand, la futura esposa de tu hermano'. '¿Eres una novia del tipo ......?’ Sí. "¿Mi hermano se va a casar?” Ante las palabras de Noah, la señora Maktus asintió, desconcertada. 'Bueno, sí, entonces. Lo haré.’ 'Cómo puede casarse mi hermano, es un.......' "¡Silencio!” Noah se pasó una mano por el pelo, nervioso, al oír las palabras de la señora Maktus. Dijiste que tenías una sorpresa para mí, y es ésta. Adele vaciló, algo intimidada por el estado de ánimo de Noah. La señora Maktus la miró, sonrió torpemente y le dio una palmada en el hombro. No es molestia, Srta. Adele. 'Oh, permítame presentarme. Este es mi segundo hijo, Noah, que será el tutor de la señorita Adele a partir de ahora.' 'Ah....... Sí. Encantado de conocerle. Duque Noah. No, Maestro.......' "¡Ja!” Noah dejó escapar una risita exuberante y frunció el ceño. "No me llames Maestro.” Sin decir palabra, se dio la vuelta y se alejó. Adele no entendía la repentina frialdad de Noah. ¿Por qué de repente eres frío conmigo? Antes me sonreías ....... ¿Cambió de actitud porque yo era baronesa? Ella le devolvió la mirada, juntando las manos temblorosas. La había mirado con tanto cariño hacía un momento....... Atrás Novelas Menú Siguiente Read the full article
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INTRODUCCIÓN AL TEXTO:
En 1825, una niña caminaba con dirección hacia un grupo, lo lideraba un anciano contando una historia en la fogata: «Existían dos lobos que se enamoraron perdidamente, ambos se habían mantenido juntos sin importar el frio, peleas con otras manadas o cazadores. Una noche desafortunada, fueron brutalmente masacrados por unos hombres, mataron sin miramientos a todos los que se encontraban. Menos uno.
El solitario lobo logró escapar, cayendo en una profunda depresión que lo llevó paulatinamente a la locura. Suplicaba a la luna su regreso, pero ella no pudo hacer nada, se la llevaron.
Terminó por desfallecer, solo, sin ella; sin embargo no murió.»
Una vez el viejo señor dejó de hablar, vió que nadie le prestó atención y con una sonrisa se dirigió donde nadie lo viera. La niña, en su curiosidad inocente, lo siguió. Caminó con cuidado tras del caballero de paso lento, calmado, de andar pesado, como si dolieran las piernas, el alma, la vida.
Fue testigo de un suceso, el octogenario llegó a la cima de una colina; con languidez, se arrodilló ante la luna, su espalda flagelada poco a poco empezó a mutar, transformandose en un lobo que tenía lesiones de bala, cuchillos y piedras.
Se oía nuevamente aullar.
Mayo, 23
Querida Luna:
Han sucedido muchísimas situaciones desde tu partida.
La intensión de esta carta es un mero consuelo con trazos de melancolía y sociego para este corazón entumecido. Quiero confesarte, Amada mía, que no he dejado siquiera una noche de llorar. Tras los muros, este encierro, rasguño la pintura y marco los días cual prisionero.
Escrito miles versos y, confundióse mi sangre con vino; parece nada mejorar. Me siento opaco, desganado, desterrado, desdichado, condenado a vagar sin rumbo ni tiempo, me muevo con lentitud paso a paso sin descanso.
Todo pende de un hilo tan fino y con filo corta mi piel, cien cuchillas clavan aquellos que me ven. Aquella noche en que caminabamos por ese campo, un bosque, te regalé la flor roja que tanto anhelabas; tus ojos me sonrieron y nada nos parecía acabar, momento efímero cuando rocé tu frente con la mía y llegaron ellos. Te arrebataron la vida sin compasión, desgraciados.
Mi existencia se basa en deambular cada tarde por los prados donde conocimos el sentimiento; el calor de un abrazo, una caricia, oíamos a los demás que nos guiaban por camino seguro. No los culpes, no pudieron prevenirnos de lo que aconteció. Cada anochecer miro el cielo, cuando nadie me ve; vuelvo a mi forma original y te imploro, Adorada mia, devolvédmela. Concédeme un último deseo y retorna a la vida; mi garganta se tiñe de carmesí cada despertar.
Te he amado desde antes de que ambos lo supieramos, te he lamentado los últimos 194 años, y mil más si fuese necesario.
Un lobo enamorado.
Continuación:
Ante tal acontecimiento, la joven quedó pasmada. En cuanto al señor, convertido en una bestia de color gris, ojos de un azul ceniza que destacaban su agotamiento, y esa espalda arqueada con llagas cicatrizadas; decidió contemplar en el más respetuoso de los silencios. Boquiabierta detrás de aquel animal que no se advertia de su presencia; apreciando el momento, resolvió en aproximarse con evidente titubeo. Cuestión que el lobo notó a su pequeña admiradora, giró su cuerpo lentamente, quedando cara a cara. La muchacha conmovida y temblorosa, estiró su mano, dirigiendola a la frente del lobo, él bajó su cabeza, dejando ver su docilidad y soledad; hace mucho tiempo dejó de sentir lo que es una caricia. Se quedaron en silencio.
Ella, con esa curiosidad a flor de piel, cuidadosamente deslizó sus dedos por el pelaje del lobo, percatándose de las heridas en el lomo, su pata delantera izquierda fracturada, la suavidad de aquel ser que aparentaba rudeza, crueldad y salvajismo. Resultaba ser un animal con una impecable elegancia, lealtad y bondad.
Pese a su notable descuido, era un animal de gallarda presencia. En sus años, el más dotado de dicha y gracia, un hombre audaz elocuente e intachable. Con el paso de los daños, un anciano de sonrisa ancha y su mirada intensa de aflicción, un individuo de gran corazón, pocos amigos y siempre alegre.
Él, sin hablar, miró directamente a los ojos de la niña, quien entendió en el fondo lo que quiso decir. Ellos manifiestan lo que no se puede contar.
La chica caminó de vuelta a casa.
Carta al lobo:
En tus ojos lo entendí.
Llevo poca vida, sin embargo, lo entendí.
Sinceramente, llegando a mi cama, sólo pensé en ti y tus bonitos ojos. Lloré.
Nunca había presenciado tanto dolor en una mirada; me estremeció rozar tu piel.
Te juro que por un segundo, te entendí, sufrí contigo; como si ambos lo sintieramos.
Tú sabías que yo lo comprendí, mera conexión; inolvidable.
No te he vuelto a ver, pero te siento a cada paso que doy; como si una parte de ti me buscara, como si yo te esperara.
Los años pasaron.
Quizá... en otra vida coincidimos.
Plenilunio:
Cada luna llena, el veterano acudía a su ritual con la melancolía.
La niña, como costumbre, merodeaba los lugares donde él solía andar. Lo consideraba un hábito sagrado el ir tras su amigo, como cada noche iluminada.
Se quedaba admirarlo, cuidar al viejo en su tristeza, esa pequeña acción se convirtió en un consuelo. Disfrutaban de su compañía, el lobo la llevaba en su espalda a dar una vuelta, jugaban a esconderse y eso fortalecía las fuerzas del anciano que la vió crecer.
Las estrellas le daban una segunda oportunidad de sentir tranquilidad en su arrugado corazón. En ellos había un nexo inusual, que ni él ni ella podían confesar.
«Mamihlapinatapai»
Ambos lo sabían, era algo que reservaban a comentar por lo inexplicable del asunto.
¿Cómo un lobo reencarna durante casi un siglo para reencontrarse con aquella que murió defendiendo a su manada?
Los dos eran felices, con lo breve de su estancia juntos; para ella significaba reunión, para él, razón de vivir.
Pese a lo cansado de su semblante, el viejo veía con ojos fraternos a la niña, había cierta ternura en su mirada que escondía ese secreto, ella tenía los mismos ojos de su antiguo amor. La menor poseía aires de valentía, ojitos llenos de curiosidad, unas fuerzas salvajes de vivir, ser querida y querer.
La luz que emitian sus ojos, la dicha de su sonrisa, eran la motivación del lobo. Su agilidad para escapar cuando él la perseguía; el modo en que aullaba, la manera en que sin palabras, podía comprenderlo. No necesitaban más.
Cuando retornaba a su máscara humana, ella se quedaba, sin temor.
La pequeña creció, él envejecía, mas el lobo permanecía jovial. Su alma persistía en la tierra buscando consuelo: para él, ella era su única razón de seguir reencarnando, hasta coincidir...
Noviembre, 29
Tu nombre:
Mia amata, ritorna.
Sé que la muerte es admiradora de tu persona, le atrae un alma resquebrajada para seducir y llevarla al abismo, ese lugar que no consigo llegar. Aimé, reviens.
Hoy te confieso, adorada, mi cuerpo no resistirá más tiempo; los años han pasado y cada día se vuelve diesinueve otoños. Mi existencia no tiene sentido, de no ser por la niña que me envias como guía. Ahora vivo y muero por esa muchacha, a tes yeux, vives a través de ella. Su mirada lo ha confirmado.
Estoy llegando al final del pasillo y no tengo miedo, iré a verte pronto.
Un viejo enamorado.
Diciembre, 1
Melancolía:
El tiempo no perdona y corre sin remordimientos. Aquel añejo reloj ya comenzaba a resonar en la cabeza del hombre que comprendía el inicio de una nueva fase de su vida: aprender a vivir con el recuerdo de una niña que lo acompañó hasta su último aliento. Ese pensamiento le causaba una mezcla de profunda angustia y calma, debido a que porfin sería recompensado con un merecido descanso.
La noche antes del descenlace, él se encontraba en su humilde morada.
Apagó la vela de su dormitorio, se sentó en la cama con toda la calma, suspiró con alivio después de un buen dia, donde por alguna extraña razón, se sintió más liviano; resolvió en meditar un momento, cuando de pronto, aparece en su pared una extraña sombra: sin tomar en cuenta lo oscura de su silueta y lo que representaba, se mantuvo relajado ante su visita. Comenzaron a platicar como quien se encuentra un amigo años ayer, como aquel que pierde la noción de las horas por una buena razón.
Transcurrida la charla, no se dió cuenta que todo esto era parte de un sueño, donde mutaba nuevamente y la buscaba... El lobo aulla cada anochecer buscandola, pese a todo. Su alma no iba descansar hasta encontrar respuestas, o al menos, el sociego a su corazón dolido. Aquella ilusión lo hizo temblar, hallándose perdido, desorientado, se vió rogando y llorando sin consuelo; el lobo nunca dejó de suplicar que regrese, después de todo, siempre será ella, por la eternidad. Despertó de golpe.
Reincorporandose de la pesadilla, se quedó asustado en el colchón, un sudor frio le recorría el cuerpo. Cerró sus ojos y nuevamente imploró, con pena se levantó y fue rumbo a la ventana, alzó su mirada y respiró profundo.
Una vez más estaba solo, contándole a las estrellas sus pesares; intentó hablar con ella. La luna buscaba maneras de enviarle un mensaje, que pese a la distancia y el tiempo, su sentimiento seguirá existiendo. Aquella sensación de la tranquilidad nocturna lo calmó y logró consiliar nuevamente el sueño.
Como cada luna llena...
Se encontraba de rodillas ante su venerada luna; poco a poco su espalda comenzó a mutar. El momento se aproximaba; la joven acercó su mano al rostro del lobo, mirándolo fijamente, comprendiendo ambos que esa instancia sería la que marcaría sus vidas.
Aquel lobo solitario hoy caminaba hacia una casa en especial, con un jardín de rosas y claveles.
Comenzó andar a paso lento por la zona, sintiendo en cada pisada la serenidad de su final. En las mejillas de la muchacha empezaron a salir lágrimas, junto con una sonrisa fingida que suponía firmeza, él no le creyó. Al rato logró calmarse y arrancó todo miedo de su interior. Decidió así soltar ese triste pasado y le comentó: Querido lobo, quiero aprovechar de decirte qu... Él le puso una pata en los labios, sugiriéndole no comentar lo que su corazón ya sabía, a lo que responde: Hoy viviré en ti. Siempre sabes donde encontrarme.
Se quedaron en aquella pequeña eternidad que construyeron, ella se quedó dormida y él la cargó hasta su casa; se despidió.
Cuando volvió en sí y consiguió despertar, sintió un punzante dolor en el pecho, una luz tenue comenzaba a intensificarse, ahí estaba ese ente, ahora con un aura blanca, incitandolo a seguirle. La niña apenas se incorporó, se vistió y fue al mismo lugar donde siempre él estaba, lo vió tendido en el piso, inmovil. Llegó justo a tiempo para abrazarle y sentir ese último respiro, dedicado a ella, quien se quedó acompañando el camino del solitario animal, hoy dormía en paz.
Él después de un agobiante vivir, consiguió lo que anhelaba; ahora su cuerpo se transformaba en mera energía, la que fue reencarnada en ese jardín.
Esta vez, el lobo le dió vida a una flor; pues en su lecho de muerte había un clavel blanco, símbolo de su amor...
La Luna que se enamoró del lobo.
-Monster
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Los vampiros
Entes de grandes poderes regidos por la noche y la luna, aquellos son los vampiros. De increíble agilidad, inteligente y de un instinto depredador nato, es como se podría distinguir a los seres de la noche, aquellos de piel pálida y ojos de tonalidades ensangrentadas, sin contar de los interesantes y macabros colmillos que son su marca personal.
Los Mangjeol han sido una conservadora familia de vampiros, aquellos que solo tenían hijos con otros vampiros de grandes dotes depredadores, también de altas familias de alcurnia y riqueza superior. Por ende, cuando Mangjeol Dongsoo el hermano mayor de dos mellizos, estuvo en edad de contraer matrimonio, se le obligó a casarse con un vampiresa japonesa de alto e inquebrantable linaje. Uniendo con ello, dos familias de gran poder, pero carentes de afecto y amor por uno y el otro. En cambio, el hermano menor de Dongsoo, tuvo que adoptar su papel como “el por siempre, segundo al mando” creando con ello, la segunda rama de los Mangjeol. Siempre inferiores en la toma de decisiones para el clan y siempre, rechazados por la rama principal.
Dongsoo y la ahora señora Mangjeol, Yikyung, engendraron cinco hijos de los cuales dos de ellos fueron varones y tres féminas. A pesar de haber contraído matrimonio y tener cinco hijos, la relación entre los dos vampiros era tensa y sumamente desagradable, siendo las dos personas de altos egos y narcisistas, siempre buscando la manera de destruirse uno al otro. Dongsoo, un hombre machista y cargado de soberbia se encargó de simplemente criar a sus dos hijos varones con la finalidad de engendrar y hacer nacer un líder sanguinario y de mano dura como él. En cambio, Yikyung, se encargaría de educar a sus tres hijas, haciendo de ellas vampiresas sumisas y que, sin duda, pudiesen traerle buenos matrimonios y nietos a la familia.
Mangjeol Yisoo, desde muy temprana edad, decidió tomar el gran peso que conllevaba ser un heredero de aquella familia, afianzándose a ello y asegurándole a su padre que no necesitaba someter a Subin a las arduas horas de estudio y entrenamiento físico. Que él sería más que suficiente para cubrir aquella cuota sin rechistar. Su padre vio aquello como un acto de envidia y celos hacía su hermano pequeño que estaría ���robándole su puesto”, sin embargo, la mentalidad de Yisoo distaba de ello, siendo un hermano entregado y cauteloso, solo deseando de corazón liberar a sus hermanos de cualquier tipo de tortura que era llevar la sangre Mangjeol corriendo por sus venas.
Por largos años, que pronto se volvieron décadas, el hermano mayor aceptó cada uno de los caprichos de sus padres al desear ver al “varón” convertirse en un vampiro temido y detestable, venerado por muchos y celado por otros miembros de la congregación de vampiros. Yisoo lo tenía todo para convertirse en el nuevo líder cuando su padre decidiera dejarle el puesto, sin embargo, su vida cambió cuando una noche se encontró con el joven hijo del líder de los licántropos, Kang Hanbyul.
Una amistad que lucía imposible y detestada por ambos líderes de familia, es lo que logró germinar de aquellos encuentros. Hanbyul y Yisoo comenzaron a crecer juntos, alcanzando la edad de “la adolescencia” de la mano, compartiendo no solo pensamientos de como cambiarían sus familias apenas los dos pudiesen asumir sus puestos, sino de cómo harían a que una unión naciera de entre los dos.
Sus encuentros se vieron frenados cuando el líder de los licántropos les encontró juntos, llevándose a Hanbyul prácticamente a rastras y amenazando de muerte a Yisoo. Aquel encuentro no pasó desapercibido por su propio padre, haciendo que Dongsoo deseara hacer de aquello una guerra, una apertura para poder deshacerse de los licántropos que tanto le apestaban. Fue en ese momento donde Yisoo percibió la inmensa sensación de sed, una sed de sangre que solo la muerte de sus dos padres podría calmar.
Varias noches después de ello, Yisoo se encargó de asesinar a sus dos padres de la manera más cruel y sanguinaria posible. Luego de una batalla que duró prácticamente toda la noche, logró exhibir los cuerpos de sus padres al sol, no solo torturándolos con el mismo durante horas, sino logrando que todos los líderes de familias y los mismos Mangjeol, pudiesen aceptarle a él como el nuevo líder sin rechistar. Una vez se logró el cometido, Yisoo les cortó la cabeza a ambos, al igual que arrancó el corazón de sus pechos y con ello, se autoproclamó el nuevo líder de familia.
Luego de que Hanbyul matase a su propio padre y asumiera su liderazgo de manada, fue que los dos se acercaron al reino humano que, durante años se había mantenido en una especie de guerra con los dos entes sobrenaturales. Eszul Rivergray, Kang Hanbyul y Mangjeol Yisoo firmaron el tratado de las tres cruces, donde el pacto de protegerse unos a otros de los cazadores externos o de reinos aledaños estaba presente. No solo Eszul parecería tener la bendición de magnificas criaturas a su favor, sino que los dos entes ahora compartirían territorio sin pelear más.
Los vampiros fueron herederos del trozo de tierra llamado Bornlord, donde altos arboles de espeso follaje cubren las enormes y rusticas casas, donde la oscuridad es parte fundamental de la existencia para los vampiros. Amplios paramos les colman de animales para comer, además de un curioso río que divide el territorio con Mightshine, el bosque de las hadas. Ellos reciben un sacrificio humano cada dos meses, siendo parte fundamental del pacto entre ellos. Sin embargo, Yisoo rompió aquel lazo cuando un sacrificio que era dirigido a los licántropos, lo tomó para sí mismo. Una razón de fuerza mayor se escondía en su accionar. Sin embargo, solo logró despertar sospechas en los licántropos, desconfianza en los humanos y un sublime deseo de los otros líderes de familia de su conglomerado de vampiros para tomar su cabeza por incapaz e insistente.
#ヾ✧*。 𝙿𝙻𝙾𝚃 ╱ MOON CHILDREN#dios me iluminó full porque recordé los pequeños trozos de esta historia#y pude escribirla#porque no lo hice antes tho idk(?9#seyor tengo como mil headcanons y los woa escribir aparte#awanten(?)#ヾ❖*。 𝙳𝙰𝚃𝙰 ╱ MY VERSES
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A Valdemar/Female MC fanfic... but in español!
Tittle: Aímalágnos
Summary: MC got in trouble after trying to break into Valdemar’s office.
Language: Spanish
Words: 2,669
Warnings: A bit of torture, blood fetish, half-explicit.
“¡Ouch!”, chilló Renata al sentir el agudo dolor en su rodilla derecha. Se puso en pie y, levantando un poco el largo de su falda, notó un corte pequeño pero profundo sobre la piel, sangrando exageradamente y goteando sobre su pierna, producto de haberse arrodillado sin querer sobre un viejo escalpelo que se le había caído; las exploraciones nocturnas no eran lo suyo, y antes del accidente había entrado –sin permiso –a la oficina de Valdemar en busca de cierto objeto que podría, si todo salía bien, esclarecer el asunto de Julian antes de que pasara lo peor.
Sin embargo, el hechizo contra intrusos que había colocado antes de entrar se activó de la nada, haciendo que chocara contra el escritorio y provocando el pandemónium. Ahora, mientras veía la palanca de la puerta descender, cogió a toda prisa el escalpelo, colocándolo en su lugar, y corriendo a ocultarse bajo la pequeña mesa de operaciones, refugiada en las sombras angulosas que la semioscuridad le procuraban.
La puerta se abrió, y Valdemar en persona entró a la oficina con la expresión de quien deambula por un lugar que ya conoce, canturreando entre dientes y mirando su morbosa colección de frascos llenos de incontables enseres orgánicos; Renata se esforzaba por respirar lo más despacio posible, temerosa hasta de que el latido de su corazón alertara de su presencia, porque imaginaba que su incursión le iba a salir muy cara si es que el doctor se daba cuenta de su presencia. Sintió que el suelo se derrumbaba a sus pies cuando le miró inclinarse sobre el escritorio, con una mano en la barbilla y observando nada menos que el maldito escalpelo con que se había cortado; tenía que actuar y pronto.
Concentrándose en lo que tenía más cerca, extendió su mano y a los pocos segundos, lo suficientemente lejos de ella misma y la puerta, uno de los frascos fue a dar al piso. Valdemar, sin inmutarse más que si hubiera oído el viento golpear una ventana, fue hacia el lugar del accidente y, mascullando en algún idioma desconocido, se inclinó para limpiar la enorme mancha de formalheído y tripas que había quedado en el suelo; en ese instante, Renata también atrajo la luz de la lámpara de petróleo que colgaba del techo y la extinguió, dándose prisa para salir corriendo (agradeciendo que se le hubiera ocurrido bajar descalza) antes de que Valdemar pudiera darse cuenta de nada.
A la mañana siguiente, almorzó lo más tranquila que pudo, con Portia haciéndole compañía.
-… ha sido una lástima, la condesa aborrece ir a esos sitios sola, pero creo que pensó que era mejor que el cónsul no te viera por una temporada. –comentaba la pelirroja. Luego, mirando sobre sus hombros, bajó la voz –Y… ¿lo encontraste?
Renata se tomó todo el tiempo necesario para tragar su bocado, echar también un vistazo a su alrededor y luego, negó despacio.
-Había muchas libretas… pero me ha parecido que una de ellas era la correcta. Sólo que no tuve tiempo. Lo siento, Pasha.
-Oh… Está bien, de todos modos me alegro, imagínate que alguien te hubiera visto…
Una vez más, la hechicera movió la cabeza. El recuerdo de la figura del antiguo jefe de Julian entrando como si nada precisamente esa noche, y con ella agazapada tan cerca del escritorio era como una pesadilla adherida a su piel; terminó el desayuno y salió para seguir con su día, aunque los avances eran pocos debido a la falta de material.
Al alcanzar las escaleras, una voz la retuvo con un animado:
-¡Señorita Archer!
La voz le heló la sangre, y creyó morir cuando, al girar la cabeza, se encontró nada menos que con Valdemar. Llevaba en una mano un maletín desgastado del que colgaba un trozo de tela ensangrentado.
Haciendo tripas corazón, la joven deshizo lo andado y respondió al saludo.
-Buen día, señoría. ¿Busca a la condesa?
-La buscaba, pero me han dicho que al parecer fue a visitar a Vulgora. Pobre mujer, tendrá un almuerzo bastante movido, me temo.
Como Valdemar mantenía esa escalofriante costumbre suya de no parpadear siquiera cuando la veía, Renata se aclaró la garganta y señaló el maletín.
-¿Ha tenido trabajo esta mañana?
-¿Esto? –su interlocutor levantó el maletín a la altura de su cara. –Algo así… El conocimiento está al alcance de quien trabaja incansablemente, señorita Archer, incluso si se oculta en los peores sitios…
La joven asintió, e hizo un gesto de despedida. Pero apenas había dado unos cuantos pasos, la voz de Valdemar la retuvo.
-¿Le pasa algo, señorita Archer?
-¿Cómo dice?
-Me parece que está cojeando ligeramente de la pierna derecha. De hecho lo noté apenas llegar.
-¡Ah! –Renata entrelazó las manos para evitar que le temblaran. –Sí… No es nada, señoría, ya me he encargado yo.
-¿De verdad? –para su infinito horror, Valdemar se acercó a ella con los ojos fijos y entrecerrados. –De todos modos me gustaría echar un vistazo, si no le importa.
-No… no se moleste, por favor, es un mal pasajero, nada importante… -le cortó ella, intentando sonreír.
-Insisto.
Había algo mucho peor que Valdemar sonriendo, y eso era que además acompañara el gesto con ese ladeo antinatural de cabeza que a veces hacía, a Renata le parecía como un buitre que examinaba un cadáver antes de hincarle el pico, y no se atrevió a contradecirle más. Respirando profundo, asintió dócilmente, y el doctor hizo un gesto con la mano hacia las escaleras.
-Después de usted, señorita Archer.
Renata subió con la mayor calma de la que fue capaz, con aquella presencia gélida y monstruosa detrás suyo; deseó haberle avisado a Portia antes, pero no tuvo tiempo siquiera de protestar, y al final terminaron entrando a su recámara. No había rastro de Logi tampoco, el tlacuache debía estar afuera comiéndose las flores y persiguiendo a Cadmio. Tendría que enfrentarse sola a lo que fuera a pasar.
-Creo que la silla será apropiada. –señaló Valdemar, y la joven jaló la pequeña silla de su escritorio a fin de que quedara mirando a la puerta. Tratando de tranquilizarse, se sentó y puso las manos en su regazo. El doctor se arrodilló frente a ella, depositando el maletín a un lado. –Muy bien, ¿qué le ha sucedido exactamente?
Se inventó a toda prisa una excusa.
-Fue ayer por la tarde. Estaba en el despacho de la condesa y me golpeé con el filo del escritorio.
-Entiendo… ¿podría levantarse un poco la falda? Necesito ver la herida.
Renata hizo como le pidieron, con las manos crispadas y sudorosas, dejando sus rodillas al descubierto. La herida se había puesto de un feo color rojo oscuro, y alrededor un cardenal había empezado a crecer; sin ningún tipo de tacto, Valdemar apoyó las manos sobre las rodillas de Renata y las empujó, separándolas casi hasta quedar a la altura de los reposabrazos. Luego, con la misma expresión aburrida de siempre, acercó su rostro a la herida, demasiado cerca para el gusto de la hechicera.
-Parece una herida delicada. –comentó Valdemar. –Calculo que, además, muy profunda… ¿qué acaso el escritorio de la condesa tiene hierro en sus esquinas?
-¿Hierro? No… no lo sé, señoría, la verdad no me fijé… -Renata dio un respingo cuando Valdemar apoyó la punta de su índice sobre el corte, apenas rozándolo.
-Es un corte profundo, algo muy filoso debió causarlo… los labios de la herida están supurando, ¿no dejó de sangrar con un poco de presión? –preguntó, levantando la cabeza todavía entre los muslos de la joven. Ésta se encogió de hombros, sintiendo cómo el corazón le latía cada vez más rápido. –Me temo que existe un riesgo de infección, señorita Archer, es necesario quitar esa costra malformada de los labios y proceder a limpiar.
Valdemar tomó su maletín, lo abrió y rebuscó entre varios instrumentos hasta dar con unas diminutas pinzas plateadas. Hecho esto, volvió a sostener la rodilla de Renata con una mano, acercando las pinzas con la otra; Renata apretó las manos alrededor del reposabrazos, tenía la ligera sensación de que no sería tan amable como Julian.
Sintió las pinzas cerrarse alrededor de un trocito de costra, un pellizco casi imperceptible, pero Valdemar parecía estar examinándola.
-¿Sabe de qué quería hablar con la condesa, señorita Archer? –preguntó. La aludida negó con la cabeza, y luego un pensamiento espantoso le pasó por la mente: ¿desde cuándo Valdemar se ponía hablar de sus cosas con nadie? –Es un asunto delicado, la verdad, y un poco preocupante… ¿Recuerda el día que la acompañé a mirar los calabozos? Ese día le aseguré que sólo los doctores y yo habíamos tenido una copia de la llave que lleva hasta ellos, ninguna otra persona puede entrar, pero resulta que anoche bajé hasta mi propia oficina… porque debe saber que me gusta mucho visitarla de vez en cuando, por la nostalgia…
Al decir esto, Valdemar tiró con las pinzas tan bruscamente que Renata sintió el dolor punzante y caliente de la costra llevándose parte de la piel herida, y casi le largó una patada al doctor. Éste, sin embargo, permaneció inmutable.
-Lo siento… -se disculpó. –me ha dolido.
-Oh sí, puede que duela un poquito más… -murmuró Valdemar, sonriéndole con languidez antes de volver a posicionar las pinzas. –Como le decía, anoche visité mi oficina y cuál no fue mi sorpresa cuando encontré cosas fuera de su lugar. Más específicamente, un cajón que no estaba bien cerrado y un escalpelo… con gotitas de sangre fresca en su filo. Dígame –la miró a través de sus pestañas –¿se le ocurre cómo pudo haber pasado algo así?
“Lo sabe”, pensó ella, alterada, pero su tren de pensamiento se cortó con un segundo tirón, aún más cruel que el anterior, que le arrancó un quejido.
-Señorita Archer, si no se controla tendré que usar las correas. –le regañó Valdemar, depositando el segundo trozo de costra sobre un pañuelo que tenía en el piso, la punta de las pinzas habían empezado a teñirse de rojo.
-Lo siento… me portaré bien. –repuso ella, mordiéndose el labio inferior.
-Eso espero para la próxima. –comentó Valdemar enigmáticamente, y siguió con lo suyo, seleccionando alguna parte mal sanada de la herida, pinchándola y luego tirando de ella sin ningún tipo de amabilidad. Renata tuvo que soportar dos o tres pinchazos más, apretando las manos en los reposabrazos y respirando entrecortadamente, no podía creer que algo tan simple doliera tanto… hasta que se le ocurrió que, quizá, Valdemar estaba haciendo que doliera mucho adrede.
-¿Falta… falta mucho? –preguntó en cierto momento.
-Eso –contestó el doctor, clavando sus pupilas rojas en la cara angustiada de Renata y sonriendo de forma nada tranquilizadora –dependerá de usted.
En ese momento, la pinza se clavó directamente en el centro de la herida, haciendo que Renata chillara y se revolviera en la silla, intentando zafarse de las manos del doctor, pero éste se redujo a suspirar y, dejando las pinzas sobre el pañuelo, anunció:
-Le dije que se mantuviera quieta, aún no he terminado… Me temo que tendremos que usar medidas más drásticas.
Dicho esto, coló la mano en el maletín sin ver siquiera y extrajo un manojo de correas de cuero, algo desgastadas pero completas, de distintos largos. Ante la mirada aterrorizada de Renata seleccionó una y la ató a la pata de la silla de tal modo que la sujetaba junto con la pierna derecha de la joven, ajustándola con fuerza.
-Por favor… -suplicó ella –estaré tranquila, de verdad…
-Eso dijo hace rato, me temo que no puedo esperar a que se controle. –contestó Valdemar, estirándose para ajustar la segunda y tercera correa en los antebrazos de Renata, atándolos a los reposabrazos. La joven maldijo por lo bajo su idiotez, debió imaginar que su incursión no iba a pasarle desapercibida a alguien así, y notó con infinito terror cómo las pinzas iban una vez más hacia su herida. –Ya está mejor, ¿no? Casi hemos terminado, pero me temo… sí, hay ciertas heridas que necesitan reabrirse para evitar la sepsis, así que…
Las pinzas se clavaron en el interior de la herida, la carne tierna y sensible se resintió y Renata intentaba controlar sus gemidos ante el embate cruel del instrumento. Con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, resistía los pellizcos y tirones a la vez que sentía sus dedos retorcerse adentro de sus zapatos. “Lo está disfrutando”, pensó, angustiada al ver que los segundos de tortura se prolongaban, “no se va a detener hasta que yo…”
La herida había vuelto a sangrar, Renata podía sentir el líquido caliente cayendo en un hilillo por su pierna, y podía imaginar las pinzas teñidas de rubí abriéndola más y más. ¿Qué debía hacer, permanecer firme y aguantar hasta quién sabe qué límite o detener la tortura a riesgo de que algo mucho peor le pasara? En esa disertación estaba cuando Valdemar extrajo las pinzas y comentó:
-A mí no me parece que esto lo haya provocado un golpecito contra un mueble, señorita Archer. Casi me atrevería a decir –y mientras decía esto rebuscó en su maletín, del cual extrajo un escalpelo diminuto que le mostró a la chica –que se ha cortado con algo así. Uno menos nuevo, un poco sucio por el polvo y el abandono… uno que casualmente estaba sobre mi escritorio.
El pecho de Renata subía y bajaba a toda prisa al ver que Valdemar acercaba el escalpelo a su rodilla lacerada, pinchando sin cortar el área amoratada y provocándole un dolor espantoso. Cuando la punta del instrumento se acercó a la herida, la hechicera cerró los ojos y gimió:
-¡Fui yo!
Lentamente, el escalpelo se apartó de ella. Jadeando, Renata abrió los ojos y se encontró con el rostro de Valdemar, visiblemente satisfecho, con ambas manos apoyadas sobre sus rodillas.
-¿Qué pretendía hacer, señorita Archer? ¿Esperar una segunda oportunidad para bajar? –como ella no contestó, el doctor deslizó una mano en el maletín; Renata pensó que sacaría algún otro objeto para torturarla, pero resultó que llevaba en la mano una libretita pequeña y gruesa, atada con un elástico desgastado. Reconoció la misma, era la libreta que había atraído su atención la noche anterior, la que sospechaba perteneció a Julian. -¿Era esto lo que buscaba?
La joven desvió la mirada, avergonzada. Valdemar depositó la libreta sobre el escritorio y se inclinó otra vez sobre su rodilla, desde donde murmuró casi para sí:
-Qué vista tan encantadora… Me refiero a la sangre, por supuesto, tan preciosa… el vínculo único entre dioses y mortales… Sí, creo que podría…
Antes de que Renata pudiera entender qué estaba pasando, algo frío y húmedo se apoyó en su rodilla, deslizándose lentamente. Haciendo con dificultad su cuerpo hacia adelante, se encontró con que Valdemar tenía el rostro junto a su muslo, lamiendo la sangre que había brotado de la herida reabierta; la punta de su lengua rozó los labios del corte, haciendo que la hechicera se estremeciera por el contacto, y para su mayor desconcierto continuó con su repugnante labor hasta que la herida quedó cubierta de saliva. Luego, con una voz trémula que no le había escuchado jamás, le escuchó decir:
-Deliciosa… si tan sólo hubiera sido un poquito más…
Renata estaba temblando descontroladamente, aún atrapada por las correas; Valdemar sin embargo se recompuso aprisa y, como si no hubiera pasado nada, rebuscó en sus enseres y extrajo algunas cosas, entre ellas un líquido de color horrendo, que usó para lavar la herida y luego vendarla. Finalmente, quitó las correas en el mismo orden en que las ató y guardó todo en el maletín, a excepción de la libreta. La hechicera seguía encogida en la silla.
-¿Qué…? –balbuceó, sin saber por dónde quería empezar a preguntar. El doctor por su parte no le prestó atención hasta que, llegando a la puerta, se volvió y le dijo:
-Si necesitara algo, lo que fuera, de los calabozos o de mi oficina, la próxima vez será mejor que lo pida, señorita Archer. –con la cabeza ladeada hacia atrás, le guiñó un ojo y desapareció de la recámara.
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