#José María Arguedas
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ibebizi · 1 year ago
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“—¡ Kunanmi suakuna wañunk’aku! (¡ Hoy van a morir los ladrones!)”
— Los ríos profundos (Narrativa nº 19) por José María Arguedas
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super-cannes · 1 year ago
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El joven que subió al cielo, cuento de José María Arguedas
Había una vez un matrimonio que tenía un solo hijo. El hombre sembró la más hermosa papa en una tierra que estaba lejos de la casa que habitaban. En esas tierras la papa crecía lozana. Sólo él poseía esa excelsa clase de semilla. Empero, todas las noches, los ladrones arrancaban las matas de este sembrado, y robaban los hermosos frutos. Entonces el padre y la madre llamaron a su joven hijo, y le dijeron:
-No es posible que teniendo un hijo joven y fuerte como tú, los ladrones se lleven todas nuestras papas. Anda a vigilar nuestro campo. Duerme junto a la chácara y ataja a los ladrones.
El joven marchó a cuidar el sembrado.
Y pasaron tres noches. La primera, el joven la pasó despierto, mirando las papas, sin dormir. Sólo al rayar la aurora le venció el sueño, y se quedó dormido. Fue en ese instante en que los ladrones entraron a la chácara, y escarbaron las papas. En vista de su fracaso, el mozo tuvo que ir a la casa de sus padres a contarles lo sucedido. Al oír el relato sus padres le contestaron:
-Por esta vez te perdonamos. Vuelve y vigila mejor.
Regresó el joven. Estuvo vigilando el sembrado con los ojos bien abiertos. Y justo, a la medianoche, pestañeó un instante. En ese instante los ladrones ingresaron al campo. Despertó el mozo y vigiló hasta la mañana. No vio ningún ladrón. Pero al amanecer tuvo que ir a la casa de sus padres a darles cuenta del nuevo robo. Y les dijo:
-A pesar de que estuve vigilante toda la noche, los ladrones me burlaron tan sólo en el instante en que a la medianoche cerré los ojos.
Al oír este relato los padres le contestaron:
-¡Ajá! ¿Quién ha de creer que robaron cuando tú estabas mirando? Habrás ido a buscar mujeres, te habrás ido a divertir.
Diciendo esto lo apalearon y le insultaron largo rato. Así, muy aporreado, al día siguiente, lo enviaron nuevamente a la chacra.
-Ahora comprenderás cómo queremos que vigiles -le dijeron.
El joven volvió a la tarea. Desde el instante en que llegó a la orilla del sembrado estuvo mirando el campo, inmóvil y atento. Esa noche la luna era brillante. Hasta la alborada estuvo contemplando los contornos del papal; así, mientras veía, le temblaron los ojos, y se adormiló unos instantes. En esa ráfaga de sueño que tuvo, mientras pestañeaba el mozo, una multitud de hermosísimas jóvenes, princesas y niñas blancas poblaron el sembrado. Sus rostros eran como flores, sus cabelleras brillaban como el oro; eran mujeres vestidas de plata. Todas juntas, muy de prisa, se dedicaron a escarbar las papas. Tomando la apariencia de princesas eran estrellas, que bajaron del altísimo cielo.
El joven despertó entonces, y al contemplar la chácara exclamó:
-¡Oh! ¿De qué manera podría yo apoderarme de tan bellísimas niñas? ¿Y, cómo es posible que siendo tan hermosas y radiantes puedan dedicarse a tan bajo menester?
Pero, mientras esto decía, su corazón casi estallaba de amor. Y pensó para sí.
-¿No podría, por ventura, reservar para mí siquiera una parejita de esas beldades?
Y saltó a todo vuelo sobre las hermosas ladronas. Sólo en el último instante, y a duras penas, pudo apresar a una de ellas. Las demás se elevaron al cielo, como luces que se mueren.
Y a la estrella que pudo apresar le dijo, enojado:
-¿Con que erais vosotras las que robabais los sembrados de mi padre? -Diciéndole esto la llevó a la choza. Y no le dijo más acerca del robo. Pero luego agregó:
-¡Quédate conmigo; serás mi esposa!
La joven no aceptó. Estaba llena de temor y rogó al muchacho:
-¡Suéltame, suéltame! ¡Ten piedad! Mira que mis hermanos le avisarán a mis padres. Yo te devolveré todas las papas que te hemos robado. No me obligues a vivir en la tierra.
El mozo no dio oídos a los ruegos de la hermosa niña. La retuvo en sus manos. Pero decidió no volver a la casa de sus padres. Se quedó con la estrella en la choza que había junto al sembrado.
Entre tanto, los padres pensaban: “Le habrán vuelto a robar las papas a ese inútil; no pueden haber otros motivos para que no se presente aquí.”
Y como tardaba, la madre decidió llevarle comida al campo, y averiguar de él. Desde la choza, el muchacho y la niña atisbaban el camino. En cuanto vieron a la madre, la joven dijo al mozo:
-De ninguna manera puedes mostrarme, ni a tu padre ni a tu madre.
Entonces el joven corrió a dar alcance a su madre, y le gritó desde lejos:
-¡No, mamá; no te acerques más! ¡Espérame atrás, atrás!
Y recibiendo la comida en aquel lugar, tras la choza, llevó los alimentos a la princesa. La madre se volvió apenas hubo entregado el fiambre. Cuando llegó a su casa, contó a su esposo:
-Así es como nuestro hijo ha aprisionado a una ladrona de papas que bajó de los cielos. Es así como la cuida en la choza. Y con ella dice que se casará. No permite que nadie se aproxime a su choza.
Entre tanto el joven pretendía engañar a la doncella. Y le decía:
-Ahora que es de noche, vamos a mi casa.
Pero la princesa insistía:
-De ninguna manera deben verme tus padres, ni puedo encontrarme con ellos.
Sin embargo el mozo la engañó, diciéndole:
-Otra es mi casa.
Y durante la noche la llevó por el camino.
De este modo, y sin que ella quisiera, la hizo entrar al hogar de sus mayores y la mostró a sus padres. Los padres recibieron asombrados a esa criatura, de tal manera luminosa y bella que la palabra no es capaz de describirla. La cuidaron y criaron, teniéndola muy bien amada. Sin embargo, no la dejaban salir. Y nadie la conoció ni vio.
Y ya hacía mucho tiempo que la princesa vivía con los padres del joven. Llegó a estar encinta y dio a luz. Mas la criatura murió, sin saberse por qué, misteriosamente.
La ropa luminosa de la joven la guardaban encerrada. A ella la vestían de ropas comunes; y así la criaban.
Cierto día, el joven fue a trabajar lejos de la casa; y mientras estaba fuera, la niña pudo salir, haciendo como que sólo iba por ahí cerca. Y se volvió a los cielos.
El mozo llega a su casa. Pregunta por su mujer. No la encuentra. Y como ve que ella ha desaparecido, suelta el llanto.
Cuentan que vagó por los montes, llorando con locura, sonámbulo, enajenado, caminando por todas partes. Y en una de las cimas solitarias a donde llegó se encontró con un cóndor divino. Entonces el cóndor le dijo:
-Joven, ¿por qué causa lloras de esta suerte?
Y el mozo le contó su vida.
-He aquí, señor, que era mía la mujer más hermosa. Ahora no sé por qué caminos ha partido. Estoy extraviado. Temo que haya huido a los cielos de donde vino.
Y cuando dijo esto, el cóndor le respondió:
-No llores, joven. Es cierto; ella ha vuelto al alto cielo. Pero, si quisieras y es tanta tu desventura, yo te cargaré hasta ese mundo. Sólo te pido que me traigas dos llamas. Una para devorarla aquí, la otra para el camino.
-Muy bien, señor –contestó el mozo-. Yo te traeré las dos llamas que me pides. Te ruego esperarme en este mismo sitio.
E inmediatamente se dirigió a su casa en busca de las llamas. Luego que llegó, dijo a sus padres:
-Padre mío, madre mía: voy en busca de mi esposa. He encontrado a quien puede llevarme hasta el lugar donde ella se encuentra. Sólo pide dos llamas en pago de tan gran favor; y voy a llevárselas ahora mismo.
Y cargó las dos llamas para el cóndor. El cóndor devoró inmediatamente una, hasta el hueso de los huesos, arrancando las carnes con su propio pico. A la otra la hizo degollar con el joven, para comerla en el camino. E hizo que el mozo se echara la res degollada en las espaldas; luego le ordenó que subiera sobre una roca; cargó al joven, y le hizo esta advertencia:
-Has de cerrar y apretar los párpados; por ninguna causa abrirás los ojos. Y cada vez que yo te diga: “¡Carne!”, me pondrás en el pico un trozo de la llama.
Luego el cóndor levantó el vuelo.
El hombre obedeció y no abrió los ojos en ningún instante; tenía los párpados cerrados y duros. “¡Carne!”, pedía el Mallku, y luego el mozo cortaba grandes trozos de llama y le metía en el pico. Pero en lo más raudo del viaje, se acabó el fiambre. Antes de alzar vuelo, el cóndor le había advertido al joven: “Si cuando diga ¡Carne! no me pones carne en el pico, donde quiera que estemos, te soltaré”. Ante ese temor, el joven empezó a cortarse trozos de su pantorrilla. Cada vez que el cóndor le pedía carne, le servía las raciones de su propia carne. Así, a costa de su sangre, consiguió que el cóndor le hiciera llegar hasta el cielo. Y se cuenta que tardaron tres años en elevarse a tan gran altura.
Cuando llegaron, el cóndor descansó un rato; luego volvió a cargar al joven y voló hasta la orilla de un mar lejano. Allí le dijo al mozo:
-Ahora, mi querido, báñate en este mar.
El joven se bañó en seguida. Y también el cóndor se bañó.
Ambos habían llegado al cielo, sucios negros de barba; viejos. Pero cuando salieron del baño estaban hermosamente rejuvenecidos. Entonces le dijo el cóndor:
-En la otra orilla de este lago, frente a nosotros, hay un gran santuario. Allí se ha de celebrar una ceremonia. Anda, y espera en la puerta de ese hermoso templo. A la ceremonia han de asistir las jóvenes del cielo; son una multitud, y todas tienen el mismo rostro que tu esposa. Cuando ellas estén desfilando junto a ti, no has de dirigirle la palabra a ninguna, porque la que es tuya vendrá la última, y te dará un empujón. Entonces la asirás y por ningún motivo la soltarás.
El joven obedeció al cóndor. Llegó a la puerta del gran recinto, y esperó de pie. Y llegaron una infinidad de jóvenes de idéntico rostro. Entraban, entraban; una tras de otra. Todas miraban impasibles al hombre. Él no podía reconocer entre tantas a la que era su mujer. Y cuando estaban ingresando las últimas, de pronto, una de ellas le dio un empujón con el brazo; y también entró al gran templo.
Era el resplandeciente templo del Sol y de la Luna, padre y madre de todas las estrellas y de todos los luceros. Allí, en ese templo, se reunían los seres celestiales; allí venían los luceros para adorar el Sol, día a día. Cantaban melodiosamente para el Sol; cual jóvenes blancas, las estrellas; como innumerables princesas, los luceros.
Cuando terminó la ceremonia, las jóvenes empezaron a salir. El mozo seguía esperando en la puerta. Ellas volvieron a mirarle con igual indiferencia que antes. Y nuevamente le era imposible distinguir entre todas a la que era su esposa. Y como en la primera vez, de pronto, una de las princesas le dio un empujón con el brazo, y luego pretendió huir; pero él entonces la pudo aprisionar. Y no la soltó.
Ella lo guío a su casa diciéndole:
-¿A qué has venido hasta aquí? Yo iba a volver donde ti, de todos modos.
Cuando llegaron a la casa, el mozo tenía el cuerpo frío a causa del hambre. Viéndolo así, ella le dijo:
-Toma este poco de quinua y cocínalo.
Le dio una cuchara escasa de quinua. Entre tanto el joven lo observaba todo, y vio de qué lugar ella sacaba la quinua. Y cuando vio los pocos granos de quinua que tenía en las manos, dijo para sí: “¡La miseria que me ha dado! ¿Cómo es posible que esto aplaque mi hambre de todo un año?” Y la joven le dijo:
-Es necesario que vaya un instante donde mis padres. No debes mostrarte ante ellos. Mientras vuelvo, haz una sopa con la quinua que te he dado.
Apenas salió ella, el joven se puso de pie, se dirigió al depósito y trajo una buena porción de quinua y la echó a la olla. De pronto, la sopa rebosó, hirviente, y se desbordó a chorros. Él comió todo lo que pudo, se hartó hasta donde ya no era posible más, y enterró el resto. Pero aún de debajo de la tierra la quinua empezó a brotar. Y cuando estaba en ese trance, volvió la princesa, y le dijo:
-¡No es de esta manera como se debe comer nuestra quinua! ¿Por qué aumentaste la ración que te dejé?
Y se dedicó a ayudar al mozo a esconder la quinua rebosada para que los padres de ella no lo descubrieran. Entre tanto le advirtió:
-No deben verte mis padres. Sólo puedo tenerte escondido.
Y así fue. Él vivía escondido; y la hermosa estrella le llevaba alimentos a su refugio.
Durante un año vivió de esta suerte el mozo con su esposa. Y apenas cumplido el año, ella se olvidó de llevarle alimentos. Un día salió, diciéndole: “Ha llegado la hora en que debes irte”; y no volvió a aparecer más en la casa. Lo abandonó.
Entonces, con el rostro lleno de lágrimas, el joven se dirigió nuevamente a la orilla del mar del cielo. Cuando llegó allí, vio que desde la lejanía surgía el cóndor. El joven corrió para darle alcance. El cóndor voló hasta posarse junto a él; y así observó que el Mallku Divino había envejecido. El cóndor a su vez vio que el mozo estaba avejentado y marchito. Cuando se encontraron, ambos gritaron al mismo tiempo:
-¿Qué ha sido de ti?
El joven volvió a contarle su vida, y se quejó:
-Así, Señor, de este modo triste, mi mujer me ha abandonado. Se ha ido para siempre.
El cóndor lamentó la suerte del mozo.
-¿Cómo es posible que haya procedido de este modo? ¡Pobre amigo! -le dijo. Y acercándose más, le acarició con sus alas, dulcemente.
Como en el primer encuentro, le rogó el joven:
-Señor, préstame tus alas. Vuélveme a tierra a casa de mis padres.
Y el cóndor le respondió:
-Bien. Te llevaré. Pero antes nos bañaremos en este mar.
Y ambos se bañaron; y rejuvenecieron. Y saliendo del agua, el cóndor le dijo:
-Tendrás que volverme a dar dos llamas por mi trabajo de cargarte nuevamente.
-Señor, cuando esté en mi casa te entregaré las dos llamas.
El Cóndor aceptó; se echó al joven sobre sus alas y emprendió el vuelo. Durante tres años estuvieron volando hacia la tierra. Y cuando llegaron, el mozo cumplió y entregó al cóndor dos llamas.
El mozo entró a su casa y encontró a sus padres muy viejos, muy viejos, cubiertos de lágrimas y de pena. El cóndor dijo a los ancianos:
-He aquí que les devuelvo a vuestro hijo, sano y salvo. Ahora debéis criarlo cariñosamente.
El joven dijo a sus padres:
-Padre mío, madre mía: ahora ya no es posible que pueda amar a ninguna otra mujer. Ya no es posible encontrar una mujer como la que fue mía. Así, solo, viviré, hasta que venga la muerte.
Y los ancianos le contestaron:
-Está bien. Como tú quiera, hijo mío, solo te criaremos, si no es tu voluntad tomar otra esposa.
Y de este modo vivió, con una gran agonía en el corazón.
-He aquí este corazón que amó tanto a una mujer. He vagado sufriendo todos los dolores. Y he de entregarme ahora al llanto.
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alfredovelarde · 2 years ago
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José María Arguedas, 112 años
José María Arguedas, 112 años. “Al inmenso pueblo de los señores hemos llegado y lo estamos removiendo. Con nuestro corazón lo alcanzamos, lo penetramos; con nuestro regocijo no extinguido, con la relampagueante alegría del hombre sufriente que tiene el poder de todos los cielos, con nuestros himnos antiguos y nuevos, lo estamos envolviendo."
“Al inmenso pueblo de los señores hemos llegado y lo estamos removiendo. Con nuestro corazón lo alcanzamos, lo penetramos; con nuestro regocijo no extinguido, con la relampagueante alegría del hombre sufriente que tiene el poder de todos los cielos, con nuestros himnos antiguos y nuevos, lo estamos envolviendo. Hemos de lavar las culpas por siglos sedimentadas en esta cabeza corrompida de los…
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manartu · 1 year ago
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Biografía de José María Arguedas escrita por la poeta Blanca Varela
El niño pequeño no tendría más de tres años. Hundía el rostro en su escudilla de mote y sorbía sus lágrimas. De pronto su rostro de iluminaba y en el fondo de él la música crecía y llenaba la cocina oscura. Una canción en la lengua en que estaba aprendiendo a quejarse y a reír: un huayno. Facundacha, la sirvienta, lo tomaba entre sus brazos; doña Cayetana, india dulce, cocinera madre, le sonreía…
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lima-norte · 8 months ago
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José María Arguedas: Nacimiento, vida y obra de la Literatura Indigenista
José María Arguedas Altamirano (1911-1969) fue un escritor, poeta, antropólogo y traductor peruano. Considerado uno de los grandes exponentes de la literatura indigenista, su obra se caracterizó por la profunda exploración de la cultura andina y la reivindicación del mundo indígena. Infancia y juventud: Nacido en Andahuaylas, Apurímac, Arguedas vivió una infancia marcada por la discriminación y…
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ryookan · 4 months ago
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"Dile a mi padre que estoy resistiendo bien dije; aunque mi corazón se asusta, estoy resistiendo".
José María Arguedas. Los ríos profundos.
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adiosalasrosas · 1 year ago
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Escribamos por amor, por goce y por necesidad, no por oficio. Eso de planear una novela pensando en que con su venta se ha de ganar honorarios, me parece cosa de gente muy metida en las especializaciones. Yo vivo para escribir, y creo que hay que vivir incondicionalmente para interpretar el caos y el orden.
—José María Arguedas, El zorro de arriba y el zorro de abajo.
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cchiroque · 1 year ago
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(...) Despidan en mí un tiempo del Perú. He sido feliz en mis llantos y lanzazos, porque fueron por el Perú; he sido feliz con mis insuficiencias porque sentía el Perú en quechua y en castellano. Y el Perú ¿qué?: Todas las naturalezas del mundo en su territorio, casi todas las clases de hombres. Es mucho menos extenso pero más diverso de cómo fue la Rusia antigua. Esos ríos de “tanta y tan crecida hondura”, como ya lo sintió don Pedro Cieza mucho antes que se hicieran más profundos e intrincados. Y ese país en que están todas las clases de hombres y naturalezas yo lo dejo mientras hierve con las fuerzas de tantas sustancias diferentes que se revuelven para transformarse al cabo de una lucha sangrienta de siglos que ha empezado a romper, de veras, los hierros y tinieblas con que los tenían separados, sofrenándose. Despidan en mí a un tiempo del Perú cuyas raíces estarán siempre chupando jugo de la tierra para alimentar a los que viven en nuestra patria, en la que cualquier hombre no engrilletado y embrutecido por el egoísmo puede vivir, feliz, todas las patrias.
José María Arguedas
"El zorro de arriba y el zorro de abajo"
-De la imagen publicada:
Retrato de José María Arguedas. Archivo Casa de las Américas.
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agendaculturaldelima · 1 month ago
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  #SinMusicaNoExisto
🎼 «NUNAMANTA (DESDE EL ALMA)» 🌎🎸🥁
💥 Disfrutaremos de espectaculo que fusiona los sonidos ancestrales de quenas y sikus, complementados por guitarra, charango y violonchelo, junto a la energía de la batería y el bajo electrónico.😍
🎙️Airam Aquino Portales.-cantante de coloratura, integrante del Coro Voces del Sol, es reconocida por su aporte cultural siendo becada en el programa The Voice Opera en Michigan (Estados Unidos).
👥 Qallay - Orquesta con Instrumentos de uso Popular.
© Producción: Universidad Nacional del Folclore José, María Arguedas.
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📌 CONCIERTO:
📆 Domingo 29 de Setiembre
🕖 7:00pm.
🏛 Gran Teatro Nacional (av. Javier Prado Este 2225 - San Borja)
🚶‍♀️🚶‍♂️ Ingreso libre
🖱 Reservas: https://teleticket.com.pe/   
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ibebizi · 1 year ago
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“Antero tenía cabellos rubios, su cabeza parecía arder en los días de gran Sol. La piel de su rostro era también dorada; pero tenía muchos lunares en la frente. «Candela» le llamaban sus condiscípulos; otros le decían en quechua «Markask’a», «El Marcado», a causa de sus lunares.”
— Los ríos profundos (Narrativa nº 19) por José María Arguedas
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marco-roman · 2 months ago
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José María Arguedas: «Me fui hacia el molino viejo; el blanqueo de la pared parecía moverse, como las nubes que correteaban en las laderas del Chawala. Los eucaliptus de la huerta sonaban con ruido largo e intenso; sus sombras se tendían hasta el otro lado del río. Llegué al pie del molino, subí a la pared más alta y miré desde allí la cabeza del Chawala: el cerro medio negro, recto, amenazaba caerse sobre los alfalfares de la hacienda. Daba miedo por las noches; los indios nunca lo miraban a esas horas y en las noches claras conversaban siempre dando las espaldas al cerro. // —¡Si te cayeras de pecho, tayta Chawala, nos moriríamos todos! En medio del witron. // Justina empezó otro canto: / Flor de mayo, flor de mayo, / flor de mayo primavera, / por qué no te liberaste / de esa tu falsa prisionera» (2010: 9-11).
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evelyngarciatirado-blog · 5 months ago
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“Los ríos profundos”, de José María Arguedas
La novela “Los ríos profundos”, del gran José María Arguedas, nos habla de la inocencia de un adolescente llamado Ernesto, que es capaz de sentirse profundamente vinculado a la naturaleza, es capaz de amarla debido al don que posee de observarlo todo, de aprehender su lógica interna, de este modo, puede saber cuáles son las rutas migratorias de las aves cantoras, conocer en qué lugares hay batracios dañinos o venenosos, de qué se alimentan las criaturas salvajes y cuáles son sus preferencias, indagar cómo viaja el sonido en los lugares fríos o cálidos, averiguar cómo cruzar los ríos en verano, saber si una persona se siente incómoda o triste o si tiene miedo.
Ernesto posee un alma pura y eso le permite ganarse la confianza de sus compañeros de colegio, quienes le cuentan anécdotas que no han revelado a nadie. Y es que el niño está siempre dispuesto a apoyar a los más tímidos e infundirles ánimo si es necesario, ya que se encuentran lejos de sus familias, en un internado dirigido por sacerdotes mercedarios. Esto hace que los alumnos enfrenten casi en la orfandad las primeras inquietudes del amor y la lucha por ganar un sitial en el microcosmos de la escuela.
El niño ha vivido casi siempre rodeado por los indios que trabajan en las haciendas y de ellos le ha quedado el gusto por los poemas cortos y harawis, los huaynos jocosos y alegres, los cuentos sobre osos, ratones, pumas y cóndores, el sonido del arpa, el violín o la guitarra, y todo su sentir comulga con la forma de ser de estos indios, por lo que para él vivir en la ciudad donde se ubica su escuela (Abancay) es una tortura y los domingos se escapa a escuchar el canto de las aves y de los ríos, e, incluso, parece comprender lo que quiere decirle el sonido del agua. Para él hasta los objetos (como campanas o juguetes) pueden tener un vínculo con la divinidad, una vida interna que nadie adivina, salvo los ojos entrenados.
En realidad, Ernesto es un pequeño hombrecito capaz de darse cuenta de las virtudes y las miserias de sus amigos y profesores, puede percibir los dobleces que se esconden en el alma de los demás, pero también descubre con ojo certero las maravillas y la riqueza que hay en sus congéneres. Es un muchacho meditabundo, tierno y vehemente, al que los lectores aprenden a amar al recorrer las páginas de este clásico, que, más que un libro, es el testimonio de un hombre que se encuentra en armonía con cuanto le rodea.
Por Evelyn García Tirado
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manartu · 1 year ago
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Lee "El sueño del pongo", uno de los cuentos más emblemáticos de José María Arguedas
El sueño del pongo Autor: José María Arguedas   A la memoria de don Santos Ccoyoccossi Ccataccamara, Comisario Escolar de la comunidad de Umutu, provincia de Quispicanchis, Cuzco. Don Santos vino a Lima seis veces; consiguió que lo recibieran los Ministros de Educación y dos Presidentes. Era monolingüe quechua. Cuando hizo su primer viaje a Lima tenía más de sesenta años de edad; llegaba a su…
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naran-blr · 5 months ago
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Alicia Bustamante Vernal (1908- 1968) pintora peruana.
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Nació en Lima. Fue la penúltima hija de siete hermanos. Sus padres fueron Carlos Bustamante y Gandarillas y Josefina Vernal. La familia Bustamante Vernal era conocida por sus antepasados, donde se encontaban héroes y políticos peruanos, esto constituía el capital social y simbólico que les permitía moverse en las altas esferas en Lima.
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Fue alumna de José Sabogal en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Durante su paso por la Escuela, Alicia reforzó su interés por el arte popular andino, así como sus ideales de izquierda.
Ella y su hermana Celia, desde temprana edad, mostraron su simpatía por la causa socialista, que en ese tiempo estaba enlazada a la causa campesina por la tierra y al movimiento indigenista.
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Como parte de su labor y apoyo a la causa socialista, ambas hermanas participaron en un grupo de asistencia a los presos políticos del gobierno de Oscar R. Benavides llamado "Socorro Rojo".
En 1936, Alicia funda la peña Pancho Fierro.Durante la gestión de la peña, que duró más de veinte años, la acompañó su hermana Celia. Primero esta se ubicó en el centro de Lima. Al siguiente año, se trasladó a otro local, donde funcionó hasta 1963, fecha en la que la Beneficencia de Lima vende el inmueble. Este local constaba de dos habitaciones. La primera tenía una gran mesa donde se exhibía el arte popular, la segunda sala era la sala dedicada a las tertulias, donde se encontraba un pequeño bar.
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Como parte de su labor como artista y promotora del arte popular, Alicia gestionó diversas exposiciones, nacionales e internacionales, de la colección que ella misma se encargó de recopilar en numerosos viajes que realizó al interior del Perú desde los años 30.
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En vida solo publicó un único artículo relacionado al arte popular titulado "Artes e industrias populares. Valor artístico, pedagógico y turístico de la cerámica indígena en el Perú"(1941). Por otro lado, este interés, por ejemplo, la llevó colaborar en la ilustración de los libros "Canto Kechwa" (1938) y "Yawar Fiesta" de Jose María Arguedas, que se convertiría en su cuñado y que fue una pieza clave dentro de la promoción y organización de la peña, pues brindaba, desde su experiencia, testimonio del valor del arte popular andino.
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También fue profesora de artes plásticas en el mismo centro educativo que su hermana Celia, el Jardín de Infantes, coleccionista de arte popular peruana, que gestionó junto con su hermana Celia Bustamante Vernal la peña Pancho Fierro entre 1936 y 1967.
Se jubiló en 1964, tras 24 años de docencia. Años más tarde, una severa enfermedad, relacionada con la motricidad, afectó a Alicia y la llevó a su muerte en Lima.
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Alicia dejó en las manos de Celia la cuantiosa colección de piezas de arte popular. Esta se haría cargo de estas colección según los deseos de su hermana.
Les ponemos cara a las hermanas.
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radiofolkperu · 6 months ago
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“MI QUERIDO VIEJO”: Homenaje del Dúo José María Arguedas en el Día del Padre http://dlvr.it/T7D6YH
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vivecandelaria · 7 months ago
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Universidad Nacional del Folklore José María Arguedas ya es una realidad
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