#Irina Calugareanu
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Chuck Norris vs. Communism (2015)
Dir. Ilinca Calugareanu. 1h 20min. | IMDB
“(Irina Nistor) Es la voz más conocida en Rumania después de la de Ceaușescu.”
- Constantin Fugasin, entrevistado para este documental
Parto esto con una pregunta, ¿a alguien le suena el nombre de René Sagastume? Lo más probable es que la respuesta sea no. No se preocupen, me esperaba que con esa primera pregunta tuviera un resultado así. Vamos con otra pregunta: ¿alguien ha visto la película Whiplash: Música y obsesión (2014) ? Si la respuesta es sí, también lo contemplaba, hay muchas más posibilidades de que hayan visto Whiplash de que conozcan ese nombre. Voy con una última pregunta, ¿alguien ha visto Whiplash, doblada al español? Es muy probable que la respuesta sea no. Whiplash no es una película particularmente conocida por su doblaje, pero es mucho más probable encontrar a una persona que haya visto Whiplash doblada, que encontrar a alguien que conozca ese nombre.
Se preguntarán el porqué hice esas tres preguntas. Para las personas que sí vieron Whiplash doblada -y para los que ni siquiera la han visto, igual, para que se hagan la oportunidad de hacerlo en el futuro- necesito que se concentren en la voz del personaje de J.K. Simmons, el implacable profesor y conductor de música del Conservatorio Shaffer, Terence Fletcher. Esa voz profunda y temible de Fletcher, la hace René Sagastume, actor de doblaje mexicano radicado en Argentina. Gracias a ese doblaje, y en partícular la línea “No hay dos palabras en el mundo más nocivas que ‘Bien hecho’” de Fletcher, que conocí Whiplash, una película donde al mismo tiempo la puedes pasar muy mal viendo la práctica a nivel militar de Andrew, alucinar con la música tanto en las prácticas como en los conciertos, y deja la reflexión sobre el trato que uno se da para alcanzar el éxito.
Mi posición sobre la discusión entre idioma original vs doblaje al español, no tiene un punto extremo. Hay razones válidas para escoger cualquiera de los dos, y tengo la convicción de que a la hora de poner una producción audiovisual en una pantalla, el idioma siempre debe ser una opción, nunca una imposición, por eso jamás voy a estar de acuerdo con cualquier campaña que adhiera a ver películas exclusivamente en un idioma. En el caso del doblaje al español, se permite que una película que está en un idioma que no sé ni por si acaso, pueda entenderla. Por poner un ejemplo, no sé hablar japonés, no puedo distinguir un seiyuu de otro, por eso cuando veo un anime en idioma original las voces que pertenecen al mismo género me suenan muy parecidas una al lado de la otra, cosa que no me pasa con un doblaje al español de ese mismo anime. Y también con el doblaje al español puedo prestarle atención a todos los detalles que están puestos en pantalla, en lugar de tener que fijar mirada contínua a los textos que están en pantalla, es por eso que ver una película subtitulada en 3D es una experiencia muy distinta de ver una película doblada en 3D. Podría poner más ejemplos, pero ya a esta altura entienden mi punto.
Retrocedamos al año 1985, época en la cual no había esa diversidad de elección de idioma, y el SAP recién andaba en pañales en Estados Unidos. Si un canal de la televisión chilena pasaba una película, la pasaba doblada. Los VHS de la época venían con la película en el idioma que estaba, y si estaba en idioma original, le ponían los subtítulos electrónicos. Las limitaciones tecnológicas eran mucho mayores, y no te quedaba otra que vivir con ellas. Sumemos a que en ese entonces estábamos en dictadura, y hubo su buena cantidad de películas que no pasaron la valla censora del Consejo de Calificación Cinematográfica, y se declararon prohibidas al público.
Ahora cambiemos el lugar donde ocurre esto de Chile a Rumania. Nicolae Ceaușescu cumplía 20 años al mando del régimen comunista que gobernaba Rumania. Los colores políticos respecto de Chile eran distintos, pero no habían muchas diferencias en cuanto a las consecuencias que se producían por causa del actuar de ambos régimenes, que son el control de los medios y la instalación de miedo y sensación de vigilancia en la sociedad. Si había una diferencia sustancial en cuanto al cine: La cantidad de películas prohibidas en Chile durante la dictadura es nada, comparado con la cantidad de películas prohibidas en Rumania durante el régimen de Ceaușescu.
Con la cultura y el acceso a la información prácticamente cercenados -la televisión local se había limitado de dos canales a uno solo, el único que quedaba fue reducido a tan solo dos horas de transmisión, y la mayoría de los contenidos transmitidos eran propagandísticos- había que ingeníarselas para tener acceso a las películas consideradas “imperialistas”. En ese deseo, es como apareció el mercado negro de los VHS, o simplemente videos, con una particularidad: Todos los actores en pantalla eran doblados en rumano, sobre la pista de audio en idioma original -inglés en este caso-, por la misma persona.
La voz protagonista de Chuck Norris vs. Communism es Irina Nistor, ex-traductora de películas para el comité de censura local para ser emitidas en la televisión estatal rumana, que posteriormente aceptó el trabajo de traducir películas norteamericanas en VHS, con los riesgos que ello conllevaba. Es la voz de Irina la que escuchamos a lo largo de todo el documental, más de lo que vemos su humanidad -la mayoría de las escenas que se muestran de Irina son actuadas-, y es esa misma voz que no se escuchaba en salas de cine, pero sí en los parlantes de un televisor chico conectado a una videocasetera, en el que enfrente de él hay unas cuantas personas que se reunieron, pagaron su entrada para asistir a una “noche de video” clandestina en la casa o departamento de alguien, para ver y comentar sobre los personajes interpretados por actores de renombre como Chuck Norris, Jean Claude Van Damme, Al Pacino, Robert De Niro, Sylvester Stallone, y lo dejo hasta aquí porque si sigo la lista va a ser eterna.
Lo que para las personas que trabajaban en el comité de censura eran cuestionamientos suficientes para declarar en relación a una parte de la película que “esta parte se edita” y dejarla fuera de visionado, para los rumanos era la posibilidad de ver perspectivas de vida que no tiene la posibilidad de vivir en carne propia. Imagínense que ven una película donde aparece un buffet, en este caso un censor podría haber dicho “hay demasiada comida, ¿cuál es el mensaje que nos intentan imponer?”, para un rumano de la época era la oportunidad de maravillarse al ver algo que a lo mejor nunca podría experimentar en su vida. Lo mismo se puede decir con las vestimentas, o los paisajes. Es la visión norteamericana, pero es a la que tenían acceso. Para Irina, es además de poder ver todo eso, ganar la inmejorable posición de descargarse contra el régimen palabra por palabra, ya que tenía la comodidad de hacer que un personaje soltara un grito de “¡Malditos comunistas!” o similares sin que se supiera quién lo dijo.
Como esto era un mercado ilegal, el procedimiento para obtener las cintas de contrabando, copias que no venían de un original, se traducía en que a los rumanos les llegaban películas que tenían una muy mala calidad de imagen, algunas con hormigas en medio, otras con escenas cortadas en medio de la película, en las cuales lo que pasaba en negro quedaba a merced de la imaginación. El proceso de grabación del doblaje también se caracterizaba por ser precario, no habían estudios grandes con un director a cargo del proceso, en cambio el lugar habitual de grabado era Irina con audífonos puestos viendo la película en una pantalla chica, y acto seguido vociferaba la traducción a rumano de lo que veía -no siempre de forma exacta, por ejemplo los insultos de los personajes eran suavizados y en general reducidos a las mismas palabras-, por esa razón se podían grabar múltiples doblajes en una sola sesión. Hay que notar que mientras estaba vigente este negocio también se añadió a otra persona que trabajaba doblando las películas, y cuando estas películas se ponían en las videocaseteras en las casas se escuchaban quejas sobre el porqué no estaba Irina doblando.
El documental también tiene buena parte del metraje enfocado en Teodor Zamfir, el zar de este negocio de los videos ilegales que contactó a Irina para su trabajo de doblajista, y de como su negocio le permitió codearse con el poder político -uno de los tres hijos de Ceaușescu acudió una vez con él- y la fuerza pública, y proteger sus espaldas. Porque, para qué nos vamos a engañar, no todos íban a seguir al pié de la letra las órdenes y deseos del régimen, en los círculos de poder también tenían ganas de ver las películas que según la propaganda oficial íban en contra del régimen.
Queda una pregunta pendiente de responder, ¿cuánto fue el impacto real de este mercado negro de VHS y de su experiencia con las películas dobladas, en el fin del régimen de Ceaușescu? Si me lo preguntan, el documental lo sobreestima, pero esta experiencia de visionado para los rumanos creo que fue un detonante para empezar a reaccionar. Tarde o temprano la gente se cansa de un ambiente represivo como ese, incluso los mismos miembros del poder se aburren del mismo sistema una y otra vez, y quieren otras cosas. Y eso se los enseñó el cine, o más específicamente, una de los suyos.
En una de las reglas en el decálogo de la crítica y periodista de espectáculos Ana Josefa Silva, se especifica que: “Ensartarse con un filme, aburrirse hasta el sueño con una obra de teatro o quedar con los oídos destruidos a causa de un mal concierto es parte de los riesgos de salir al mundo y vivirlo. Y es aprendizaje en estado puro.”. Sin conocerla, miles de rumanos siguieron esa regla con el cine. El doblaje fue para los rumanos un puente muy poderoso para conocer ese exterior, un viaje sin avión, del mismo modo como una película doblada -especialmente si la película original está en un idioma que no sea el inglés- nos puede dar a conocer sobre el país de donde viene.
Chuck Norris vs. Communism está disponible en Netflix.
Imagen: Romanian Spring
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Ana Maria Moldovan, film: Chuck Norris vs. Communism, directed by: Irina Calugareanu
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