#Hola Ale desde ahora eres salvavidas
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pezgenial · 2 months ago
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necromancercoding · 2 years ago
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¡Necro! Tengo una pregunta que no sé si quieras responder. ¿Estudiaste algo para saber de programación o es todo hecho por ti? ¿Cuántos años te ha costado llegar a este nivel? Quiero dedicarme a este mundillo y tú eres el diseñador que tengo como inspiración. <3
¡Hola anon! Pues no, estudios oficiales como tal no tengo (a no ser que cuentes cursos de codecademy hechos en ratos libres (?)), y me considero diseñador web más que programador, aunque me gustaría aprender a esto último en lenguajes algo más complejos que javascript/jquery.
Los años es algo que, honestamente, no sé si importa tanto como la constancia. Llevo codeando como tal desde 2008, give or take, pero realmente no aprendí una buena base de codeo hasta 2011/12, aunque realmente no me consideraría un conocido del code hasta que estuve currando fuera de España porque me tiraron sin salvavidas al agua y no me quedó otro remedio que aprender a palazos (?)
Pero la verdad que puedo decir sin lugar a dudas que cuando más he aprendido ha sido desde 2019 hasta ahora. Mis codes cuando empecé este tumblr son ridículamente sencillos comparados con lo que hago ahora, y mucho más 'sucios', hablando en sentido técnico. Así que, maybe contaría unos 7 años de experiencia propiamente dicha, y no seguida. Y centrándonos en puro HTML/CSS; ni siquiera cuento JS porque en mi opinión estoy en un bote salvavidas sobre el oceano Atlántico en cuanto a la profundidad de dicho lenguaje, como mucho contaría 1/2 años de experiencia pues es cuando he empezado a escribir mi propio código en lugar de usar tutoriales de asistencia o de stackoverflow.
Si tuviera que dar una sola recomendación, es una similar a la que dan muchos escritores y dibujantes, y es: haz una 'pieza' (en nuestro caso, un código) al día. Si puedes, que no siempre sea algo que 'quieres' hacer; usa generadores, challenges, pídele a un amigo que te de prompts (¡o usa los de codembers pasados!).
Por poner un ejemplo: mi 'niche' en la creación de skins son foros oscuros, monocromos, con el mismo estilo de imágenes y usando muchos bordes (un resumen general). Cuando me comisionan, diría que el 60% de los skins que me piden son así (porque muchas temáticas de foros hoy en día se benefician de ese estilo); pero, ¿ese otro 40%? Es realmente donde voy a aprender y a desarrollarme, porque no son skins que hubiera hecho por decisión propia, y que me van a patear fuera de mi zona de comfort.
(Para aprender lenguajes, hablé aquí y aquí de ello 💕)
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trabajodeveranoraythefae · 5 years ago
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Capítulo 3: La leyenda del Gobblewonker.
Steven bostezó mientras entraba a la cocina que no se encontraba muy lejos de su dormitorio. Agarró una caja de su cereal de fibra y se sirvió un tazón. Encontró las cucharas después de abrir sólo uno o dos cajones equivocados, así que lo tomó como una señal de que después de su primera semana, por fin se estaba acostumbrando a su nueva casa de verano.
Se puso sus sandalias y se sentó afuera a comer, para poder ver el amanecer, y tal vez asegurarse de que no había nada cerca de la Cabaña que viniera de esos bosques desconocidos. Tomaría un rato mientras que Stan y los niños despertaban.
Masticó otra cucharada de cereal y escuchó y sintió un crujido.
Su somnolencia lo dejó de inmediato cuando sacó de su boca un pequeño dinosaurio de plástico brillante, ahora con marcas de dientes.
—Mabel.
Suspiró pero no pudo evitar sonreír. Ayer no había dejado de hablar sobre lo triste que era su comida, de que los cereales deberían ser divertidos, azucarados y tener premios. Mabel debió poner el dinosaurio en la caja de cereal como una sorpresa; tendría que agradecerle después, y tal vez, hacerle saber de los peligros de ahogamiento cuando se combinaban objetos pequeños con comida.
Steven consideró la última semana que había pasado en la Cabaña, mientras seguía observando el bosque en busca de rareza. Había trabajado unas horas en la tienda, conoció a otra adolescente de su edad, Wendy, otra compañera de trabajo. Ella era agradable, también era ruda y rápidamente se dio cuenta de que Dipper estaba enamorado de ella.
No había pasado nada extraño desde el incidente con los gnomos, y esperaba que siguiera así. Dipper estaba obsesionado con exponer la verdad de Gravity Falls a todo el mundo, pero era muy reservado respecto al diario que siempre llevaba con él y Steven no había hecho ninguna pregunta sobre eso para evitar levantar sospechas.
Sin embargo, Dipper sí que lo había estado interrogando. Steven había olvidado el hecho de que había aparecido en los blogs de Ronaldo un par de veces. Técnicamente, Steven no le mintió. Sólo estuvo de acuerdo con las divagaciones de Dipper. Se sentía un poco mal, pero sólo quería ser otro ser humano más, al menos por unos meses.
Así que mientras no aparecieran monstruos o cosas extrañas que lo pusieran en peligro, todo estaría bien.
El teléfono de Steven vibró, lo sacó de su bolsillo y sonrió. ¡Un mensaje de texto de Soos!
Oye, viejo, hoy voy a ir a pescar al lago. Quieres venir? Te recogeré. Tú compras el desayuno y yo llevo la comida para peces.
Por supuesto :) Suena divertido, muchas gracias!
Respondió Steven con rapidez, añadiendo un par de emojis de peces.
Ya había salido con Soos fuera del trabajo una o dos veces, y era divertido estar con Soos, siempre esperaba con emoción invitaciones por parte él.
Genial. Estoy allí en 15.
Se puso de pie y se tomó el resto de la leche de su tazón de cereal. Miró al bosque una vez más, antes de entrar a prepararse para un día de relajante diversión.
             —Cielos, no he pescado en… años —dijo Steven. Estaba sentado en un pequeño taburete en el S.S Tipo Genial, pescando con caña de pescar, viendo como el señuelo subía y bajaba lentamente en el agua—. Muchas gracias por invitarme, Soos.
           —Por supuesto, Stevo —dijo Soos, que todavía seguía comiendo el burrito de desayuno extra grande que Steven le había comprado—. La pesca es divertida, pero es incluso mejor con amigos.
           Algo llamó la atención de Soos cerca de la orilla.
—Oh, oye, hablando de amigos. Son los Pines, por el muelle —Soos se tragó el resto del burrito y se limpió la cara con el envoltorio—. ¿Quieres ir a saludar, amigo?
Steven enrolló su sedal y asintió.
—¡Claro!
Como había dicho Soos, la pesca era mejor con amigos, así que cuantos más, mejor.
El ánimo de Steven cambió cuando se acercaron al muelle y escuchó a Dipper y Mabel cantando algo a su tío que no parecía nada sorprendido, e incluso parecía molesto.
—¡Caza monstruos! ¡Caza monstruos! ¡Caza monstruos!
No le gustaba como sonaba eso. Ya estaba harto de los monstruos, y además, monstruos y niños nunca debían mezclarse.
Soos condujo su barco hasta el muelle.
—¿Qué es esto sobre cazar un monstruo?
—Soos —dijo Mabel con una sonrisa—. ¡Y Steven también! —añadió y parecía encantada.
—Hola, Mabel —dijo Steven, saludando con una mano.
—Hola, jamoncito —Soos y Mabel se saludaron de puñito. Entonces, Soos se dirigió a Dipper—. Oigan, deberían usar mi barco para cazar monstruos. Tiene un timón, sillas, cosas normales de barco… —Se detuvo por un momento y entonces miró a Steven—. Oh sí, Steven, no te importa ¿verdad? Quiero decir, pescar es genial, pero esto suena de maravilla.
—Eh… —Steven miró a los gemelos que le estaban haciendo unos enormes ojos de cachorro—. Bueno, es tu barco, Soos, depende de ti. Me parece bien cualquier cosa, ¡me conoces!
—¡Sí! ¡Caza de monstruos con Steven! —dijo Mabel, emocionada, ruborizándose un poco.
—Está bien, está bien, pensemos esto —habló Stan—. Chicos, pueden perder el tiempo en alguna aventura épica para encontrar monstruos, o —Stan sostuvo algunos gusanos y anzuelos en lo alto— podrían aprender a hacer nudos y pinchar gusanos con su tío abuelo Stan.
Steven vio a los gemelos mirar entre el barco de Soos y el barco de Stan, y antes de que pudiera decir algo, se subieron a bordo del S.S Tipo Genial, y se fueron.
—¡Tomamos la decisión correcta! —gritó Mabel, mientras el barco se alejaba.
—¡Lo siento, sr. Pines! ¡¡Los traeré de vuelta tan pronto como terminen!! —gritó Steven de vuelta, algo preocupado.
—Ah, vamos Steven, no digas eso. ¡Iba a ser tan aburrido! —Mabel suspiró—. ¡Estará bien!
Steven frunció el ceño y luego suspiró. Podía hablar elocuentemente todo lo que quisiera sobre el valor de lo que la gente llamaba mundano o el valor de pasar tiempo con tu familia, pero sabía que no serviría de nada. Estos chicos eran testarudos y además, Soos estaba envuelto en emoción.
Y, si se trataba de un monstruo real, siempre existía la posibilidad de que estuviera relacionado con las gemas.
—Bien, entonces —Steven respiró profundo y puso su mejor sonrisa—. ¿Qué es todo esto de cazar monstruos?
—¡Está en este anuncio! —dijo Dipper emocionado, mostrando dicho anuncio a Steven—. Si consigues una foto de un monstruo de verdad, ¡ganas mil dólares! ¡Mabel y yo vamos a repartirnos el dinero del premio!
—Uh, eso suena divertido pero, ¿qué te hace pensar que hay un monstruo aquí?
—El viejo McGucket estaba bailando una canción sobre eso en el muelle —dijo Mabel y entonces hizo una imitación del baile y el discurso loco de McGucket—. ¡Caray, hay un gran monstruo en el lago, lo he visto!
Dipper y Soos se rieron de la imitación y Steven siguió mirando el anuncio. McGucket no parecía tener una mente particularmente estable. Tal vez esto sería una búsqueda inútil después de todo.
—El monstruo está en la isla Hunde Traseros, vamos a tomar una foto ¡y ganar el dinero del premio! —exclamó Dipper.
—¡Y yo conseguiré mi bola de hámster gigante! —chilló Mabel con alegría.
—¿Qué? —Steven miró a Mabel—. ¿Eso es lo que quieres con tu parte?
—¡Sí! —dijo, con estrellas en los ojos—. Sería increíble estar en una bola de hámster gigante, rodando, libre como un… ¡como un hámster gigante! —Saltó en el aire, para marcar su punto.
Steven se encontró sonriendo mientras la escuchaba hablar de su idea infantil. Le dolió un poco el pecho por la nostalgia. Tal vez podrían obtener una foto de algo que valiera la pena para que ella pudiera cumplir su deseo.
—¡Creo que eso suena genial! ¡Vamos entonces! —dijo Steven, dando un paso adelante—. Dipper, Mabel, los dos pueden ser co-capitanes. Soos, ¡podemos ser co-capitanes asociados!
—¡Me encanta, amigo! —dijo Soos.
—¡Es perfecto! —respondieron al unísono, Dipper y Mabel
—Bien… ¡vamos entonces! —Steven sintió que la emoción del grupo lo empezaba a llenar y señaló la isla—. ¡A la isla Hunde Traseros!
—¡Sí!
—¿Alguno de ustedes tiene protector solar? —preguntó Soos.
—¡Vamos… a buscar protector solar! —dijo Dipper.
 —Muy bien, todos, si vamos a ganar este concurso, tenemos que hacerlo bien. Piensen, ¿cuál es el problema número uno en la caza de monstruos?
—Si eres un actor secundario mueres al comienzo de la película  —dijo Soos, asustándose a sí mismo un poco—. Viejo, ¿acaso soy un personaje secundario? ¿Alguna vez se lo han preguntado?
—¿El drama arruina la dinámica del grupo? —supuso Steven. Eso siempre era lo que causaba problemas cuando iba a misiones con las gemas.
—No, no, no —dijo Dipper, agitando los brazos—. ¡Problemas de cámara! Imaginen a Pie Grande, ¡Soos, sé Pie Grande!
Soos hizo una pose perfecta de Pie Grande, incluso Steven estaba un poco impresionado.
—Oh, mira, es Pie Grande —dijo Dipper con tono burlón. Hizo gestos de buscar algo en su chaleco salvavidas—. Ups, no hay cámara.
Dipper sacó una cámara.
—¡Oh, ahí está! —Se la puso en la cara—. Oh no, la lente está rota… ¿ven lo que estoy haciendo? ¿Lo entienden?
Soos, Steven y Mabel asintieron.
—¡Es una idea muy inteligente, Dipper! —Lo elogió Steven.
—Sí, el hombre tiene razón —concordó Soos.
—Es por eso que compré veintiuna cámaras desechables —dijo Dipper—. ¡Dos en mi tobillo, tres en mi chaqueta, cuatro para cada uno de ustedes, tres extras en esta bolsa y uno bajo mi sombrero.
Dipper mostró la ubicación de cada una de las cámaras.
Soos levantó una cámara para tomar una foto de sí mismo, pero el flash lo asustó y lanzó la cámara hacia atrás. Steven corrió y la atrapó en el aire.
—Oh, buen trabajo Steven —Empezó Dipper hasta que escuchó un crujido.
Steven abrió el puño y al ver la cámara se ruborizó. Ups.
—¿Acabas de aplastarla con tus propias manos? —dijo Dipper sorprendido y contrariado.
—Es… un plástico muy barato —Se justificó. Steven sintió el sudor formarse en su nuca.
—¡Ah, pájaro! —Mabel entró en pánico y tiró una de sus cámaras por la borda.
—Es… está bien, ¡para esto tenemos las cámaras extras! Nos quedan diecinueve, chicos, ¡por favor tengan cuidado! ¡No pierdan sus cámaras! —dijo Dipper, luciendo exasperado.
—¿Dijiste pierdan las cámaras? —preguntó Soos y Dipper se giró hacia él.
—¡NO! —exclamó.
—Hermano, ya perdí dos —admitió Soos, encogiéndose de hombros.
—Bien, diecisiete… ¡tenemos diecisiete-! —Cuando golpeó con su puño la nevera escuchó un crujido desagradable—. Dieciséis… dieciséis cámaras.
—Entonces, ¿cuál es el plan? ¿Tirar más cámaras por la borda o qué? —Se burló Mabel, sosteniendo una cámara al lado del barco.
—No, no —Dipper suspiró—. Está bien. Como co-capitán, sugiero que la co-capitana Mabel esté de vigía, el co-capitán asociado Soos trabaje al timón y el co-capitán asociado Steven, eh, ¿ayude a Mabel a estar de vigía?
—��Sí! —vitoreó Mabel para luego correr hacia Steven y tomar su brazo—. ¡Me toca el tiempo con Steven!
Steven se rio un poco, luego miró a Dipper con una sonrisa. Esto estaba… yendo bien, hasta ahora.
—Vale, ¿algo más? —preguntó Steven.
—Bueno, deberíamos intentar atraer al monstruo con esto —dijo Dipper y señaló un barril lleno de comida para peces.
—¿Permiso para probar un poco? —preguntó Soos.
—Permiso concedido —dijo Mabel.
—Permiso co-concedido —Asintió Dipper.
—Permiso de asociado co-concedido —añadió Steven.
—Permiso de asociado co-concedido co, concedido… concedido —dijo Soos para luego tomar un pedazo de la comida de peces y lamerla.
De inmediato se atragantó y se limpió la lengua, temblando.
—Oh hombre, ¡no sé a qué esperaba que supiera eso! —dijo.
Los otros tres no pudieron evitar reírse y Soos se les unió pronto.
—¡Oh, Soos! —exclamó Dipper.
Steven también se estaba riendo, pero se detuvo cuando vio el barco de Stan por el rabillo del ojo. Lo saludó con la mano pero Stan sólo hizo un gesto desanimado y se alejó, murmurando algo que Steven no pudo escuchar.
 Pronto llegaron a la isla Hunde Traseros. Steven estaba en el frente con Mabel, contándole una historia graciosa.
—Y luego papá dijo: “¡Qué bueno que no estoy retirado!” —Steven dijo la broma con una gran sonrisa.
Mabel se carcajeó, casi cayéndose de costado por el barco. Steven la agarró por el chaleco salvavidas y la levantó. Mabel se limpió una lágrima de su ojo.
—Steven, cuentas las mejores historias, vamos, ¡cuéntame otra!
—Bueno, hubo una vez que Cebolla —Empezó Steven pero Dipper los interrumpió fingiendo una tos.
—¿No se supone que los dos están cuidando?
—¡Cuidado! —gritó Mabel, lanzándole un balón de voleibol a Dipper. La niña se rio cuando el balón rebotó en el brazo de Dipper y él se estremeció un poco—. No, pero en serio, ¡estamos en ello!
—¡Cuidado! —exclamó Steven, viendo la orilla que se precipitaba sobre ellos a través de la espesa niebla.
—¡Exacto! —respondió Mabel pero fue interrumpida por un ruido sordo.
Todos fueron arrojados hacia adelante un poco. Steven agarró a Dipper y Mabel, y lo puso bajo sus brazos, preparándose para lo que fuera a suceder, sus ojos alertas.
—Eh, mira, ¡estamos aquí! —exclamó Mabel—. Uh, ¿Steven?
Steven todavía los estaba cargando. Parpadeó un poco y entonces los soltó.
—Oh… uh, lo siento, me asusté un poco… ¿todos están bien?
—Sí, sí… vale, tengo que prepararme de nuevo —murmuró Mabel y corrió hacia el frente del barco, posando—. ¡Soy genial en la vigilancia! ¡Bola de hámster, allá voy!
Saltó al frente, adentrándose en la isla llena de niebla.
Pronto, el cuarteto estaba caminando a través del bosque. Dipper estaba al frente guiando el camino con una linterna, Steven miraba el bosque algo aprehensivo, y Soos y Mabel sólo estaban siendo ellos mismos en la parte de atrás.
Se detuvieron por un momento. Steven escuchó vagamente a Soos y Mabel riéndose de algo y a Mabel hablando con Dipper. Mabel empezó a pincharlo, pero él mantuvo su atención en el bosque que los rodeaba. Si los gnomos eran reales y las cosas que había visto al asomarse sobre el hombro de Dipper para ver el diario eran reales, entonces tenía que estar pendiente de las cosas o si no…
Un horrible gruñido resonó en el bosque. Todos se detuvieron para escuchar.
—¿Escucharon eso? —preguntó Soos.
Steven se sintió sudoroso, su respiración se aceleró. Trató de categorizar el sonido en su mente tan rápido como pudo. ¿Qué tipo de gema corrupta podía ser? Se había topado con muchas…
—¡Oye, la linterna! —gritó Dipper.
Steven se espabiló y miró a su alrededor, para ver a la zarigüeya con la linterna. Corrió y cogió la zarigüeya para el miedo y sorpresa de los demás, y le quitó la linterna con suavidad.
Fue extraño que la zarigüeya no actuara como un animal salvaje, no entró en pánico cuando Steven la tocó, pero en el momento en que la soltó, salió corriendo.
Steven le entregó la linterna a Dipper sin decir nada. Mabel sólo miró a Steven con estrellas en sus ojos y un poco de rubor en sus mejillas.
—Justo como una princesa de Disney —susurró para sí misma—. Sorprendente.
—Oh, gracias Steven —dijo Steven—. Sin la linterna no habría podido ver nada en medio de toda esta niebla.
—Sí, pero… amigo ¿crees que esto aún vale la pena? —preguntó Soos—. Ese misterioso gruñido no fue mi estómago. Mi estómago hace sonidos como de ballena.
Mabel puso entonces su oreja sobre el estómago de Soos.
—¡Majestuoso! —dijo, con asombro.
—¿No vale la pena? Vamos chicos, imaginen lo que pasaría si conseguimos esa foto —proclamó Dipper.
Steven vio como Dipper y Mabel miraban fijamente un punto en el espacio por un momento y supo entonces de que no había manera de convencerlos de que regresaran, incluso si lo intentaba.
—¡Estoy muy convencida! —dijo Mabel.
—¡Yo también! —respondió Dipper.
Los dos se adelantaron de inmediato.
—¡Chicos! ¡No se adelanten demasiado! —Los llamó Steven. Hizo un ruido quejumbroso y corrió tras ellos.
Cuando los alcanzaron, Dipper y Mabel seguían hablando con entusiasmo. Soos puso una de sus manos sobre el hombro de Steven.
—Oye amigo, ¿estás bien? Te ves un poco, ya sabes, sudoroso. Estás muy mojado.
Steven se estremeció. Tal vez toda la situación lo estaba poniendo muy ansioso. Abrió la boca para decir que estaba bien, pero se detuvo y suspiró.
—Estoy… un poco nervioso, supongo —dijo Steven en voz baja—. He estado en… aventuras antes. Y… siempre comienzan con diversión, pero las cosas pueden terminar mal, así que me preocupo un poco.
—Oye, si necesitas irte, puedes irte. Estaré aquí por los gemelos, amigo. Aunque puede que te llamen gato asustado o algo así —dijo Soos, encogiéndose de hombros.
Steven lo consideró por un momento pero luego negó con la cabeza. No, si se trata de un monstruo real o una gema corrupta, lo iban a necesitar allí.
—Me quedaré, pero… gracias, Soos —Steven sonrió.
—No hay problema, amigo —respondió Soos.
 Continuaron siguiendo el gruñido a través de la isla, hasta que llegaron a la otra orilla. A través de la niebla vieron una silueta que parecía ser una gran creatura. Los cuatro se agacharon detrás de un tronco.
—¡Aquí es! ¡Todos preparen sus cámaras! —susurró Dipper, emocionado.
Soos, Mabel y Steven sacaron sus cámaras. Steven tragó en seco. Si esto de verdad era un monstruo, esperaba que no estuviera en contra de las fotografías con flash.
Todos encendieron sus cámaras.
—Listos… ¡ya! —gritó Dipper.
Soos saltó sobre el tronco primero, los otros dos detrás de él, todos tomaron tres fotos. Pero Steven tropezó con el tronco, cayendo sobre su rostro, pero se levantó y los alcanzó. Dio un largo suspiro de alivio cuando la silueta en la niebla se hizo clara y no era nada más que un montón de restos formados convenientemente y algunos castores.
—¿Qué? Pero, ¿y el gruñido qué? —preguntó Dipper—. ¡Escuché un ruido de monstruo!
El ruido se escuchó de nuevo y los cuatro miraron de dónde provenía, para ver a un inofensivo castor mascando de vez en cuando, una vieja y oxidada motosierra, encendiéndola cuando lo hacía.
—Genial, un castor con una motosierra —dijo Soos, tomando algunas fotos.
—Pobre, puede lastimarse —dijo Steven y de inmediato se dirigió hacia el castor, con suavidad, balanceándose sobre las rocas y los restos.
—¡Oye, cuidado! —gritó Soos.
Steven se acercó con cuidado al castor, para tomar el borde de la motosierra alejándola primero, antes de recogerla con rapidez y volver donde estaban todos, motosierra en mano.
—¿Quién deja esas cosas alrededor? Estos castores pudieron lastimarse de verdad —dijo Steven, bajando la motosierra. Su ceño estaba fruncido.
Soos había tomado fotos de toda la interacción.
—¡Amigo, eso fue genial! Deberíamos enviar esto al programa de Ellen —declaró Soos—. Ella ama a los castores.
Dipper se sentó en una gran roca que estaba en la orilla del lago, y lanzó una piedra al agua.
—Rayos. ¿Qué le vamos a decir al tío Stan? Lo abandonamos por nada —Suspiró.
Steven se acercó a los gemelos, sentándose junto a Dipper en la roca. Ya había formado todo un discurso en su mente para resolver la situación de inmediato.
—Bueno. Sólo tienes que disculparte y ser honesto con tus sentimientos-
Empezó, pero el suelo comenzó a temblar, interrumpiéndolo de una forma muy grosera.
El suelo temblaba y el agua ondulaba. Steven y Dipper miraron hacia arriba y vieron una enorme silueta de lo que Steven suponía, era el Gobblewonker nadando. Mabel gritó.
—¡Preparen sus cámaras! —comandó Dipper, poniéndose de pie y dándose la vuelta—. Vamos, esta es nuestra oportunidad.
Steven estaba paralizado sobre la roca, mirando a la enorme bestia. Mabel y Soos retrocedieron.
—No es tan difícil, todo lo que tienen que hacer es apuntar y hacer clic ¡Así! —Dipper se dio la vuelta, apuntando la cámara a la bestia, dándose cuenta de que estaba justo delante de él… y que Steven estaba sentado, quieto, mirándola fijamente, congelado con… ¿miedo?
—Steven, ¡cuidado!
Soos, Dipper y Mabel corrieron juntos hacia adelante, y tomaron a Steven por los hombros tirando de él hacia debajo de la roca, sacándolo de sus pensamientos.
—¿Steven? —jadeó Mabel.
Mabel pensó que Steven estaba sonrojándose, al menos al principio, pero no… ¡sus mejillas brillaban de color rosa! Se fue casi tan pronto como lo vio.
—Corran —dijo Steven, con algo de esfuerzo—. ¡Vuelvan al barco!
Los cuatro empezaron a correr a través de la isla. El Gobblewonker se lanzó hacia ellos mientras corrían, derribando varios árboles. Steven lo vio a punto de golpear a Mabel, Dipper y Soos.
Así que, Steven corrió hacia los tres y agarró un árbol que estuvo a punto de golpearlos, sosteniéndolo arriba mientras sus mejillas brillaban en rosa, y con un grito lo arrojó a un lado.
—¿Qué? —jadeó Dipper—. ¿Cómo hiciste eso?
—No hay tiempo para eso —dijo Soos, tomando a Dipper y a Mabel bajó sus brazos. Steven los siguió desde un poco más atrás, poniendo cuidado por más árboles caídos y sí que había muchos. Los sonidos chocantes de los árboles sacudieron el suelo debajo de él y el sonido metálico del rugido del Gobblewonker no estaba muy lejos.
—¡Vayan al barco! —dijo Steven.
Dipper intentó tomar fotos desde su posición, pero la cámara se le cayó.
—¡No, la cámara! —Intentó salirse del agarre de Soos, pero fue en vano.
—Si te hace sentir mejor, tengo un millón de fotos de esos castores.
—¿Por qué eso me haría sentir mejor…? ¡Cuidado!
Justo cuando llegaron al barco, un enorme árbol fue arrojado hacia ellos. Steven actuó por instinto, agarrando a los otros tres y poniéndolos detrás de él.
Hubo un gran impacto y astillas por todos lados.
Cuando el polvo se asentó, Dipper abrió los ojos con cautela y vio… ¿rosa? Estaban en una especie de enorme esfera rosa. Las manos de Steven estaban estiradas y él respiraba con dificultad.
—¿¡Steven!? ¿¡Puedes invocar bolas de hámster?! —gritó Mabel con alegría.
Antes de que alguien pudiera responder, el Gobblewonker lanzó su cola hacia ellos, lanzando la burbuja hacia el cielo. Steven sintió náuseas mientras caían… hubo un chapoteo y pronto se sumergieron por completo.
La burbuja golpeó el fondo del lago con un suave golpe. Hubo un largo silencio antes de que alguien hablara.
Steven tomó una respiración profunda, y entonces miró al trío que estaba detrás de él. Mabel tenía las manos sobre la burbuja, con los ojos bien abiertos por la intriga. Soos miraba a su alrededor, preocupado por estar en el fondo del lago y todas las criaturas que residían allí.
Dipper estaba mirando a Steven, boquiabierto, sus ojos muy abiertos también.
—Supongo… que tienes algunas preguntas —dijo Steven con una risa nerviosa.
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abbyblue · 6 years ago
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Besame ahora, por si mañana no nos vemos.
Hola, sabias que las flores crecen en dirección al sol? Pues claro como no lo vas a saber si eres la flor que crece en dirección a mi corazón... Eres la canción que no dejo de escuchar en mi playlist, mi salvavidas cuando me ahogo en mi propio mar, eres real, eres de prometer y cumplir, créeme mis brazos ansían tenerte en ellos ahora mismo. Eres de escuchar, de escuchar desde dentro, de hacer que todo suene bonito cuando todo el mundo se derrumba a nuestro alrededor.
Eres de aquellos: "te extraño, voy a tu casa ahora mismo, no importa la hora"
Eres de quedarte, de tirarte a un precipicio sin importar lo alta que sea la caída, eres de arriesgar aún sabiendo que puedes perder. Eres de hacerlo todo y sobre todo hacerlo conmigo, me da igual lo que digan, hay cosas que tú y yo sabemos, hoy soy feliz gracias a ti.
Es verdad que los mejores momentos llegan cuando menos te lo esperas, fuiste quién me indico la salida cuando estaba encerrada en mi misma, sin querer continuar, está más decir gracias otra vez, pero si te pediré algo, quedate... Te amo.
- Abby.
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imagining-supernatural · 7 years ago
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Romper Conmigo
Inglés autor: @imagining-supernatural Traducido por: @kclaire1
Pedido por andhiseyesweregreen: ¡Eh, cielo! He visto que están abiertas las peticiones y me preguntaba si podrías escribir uno para mí.  Estaba pensando en un Dean/Reader, algo en la línea de la letra de la canción “Break On Me” de Keith Urban. Si haces peticiones de canciones, claro y perdona por ser tan imprecisa. Por favor, y muchas gracias.
Recuento de palabras: 1914
Advertencias: Ninguna.
N/A: Vale, la música country es definitivamente mi género menos favorito y normalmente lo evito, pero en cuanto pulse click para escuchar esta canción, como que me enamore de ella y tuve la idea para esta historia y además era exactamente lo que necesitaba en ese momento.
Break On Me by Keith Urban
English Version: Break On Me
Era uno de esos días. La alarma no te había despertado, se te quedó atascada la cabeza en la camiseta cuando trataste de ponértela, se te derramó el café, y los aspersores decidieron que necesitabas una segunda ducha mientras caminabas hacia el coche. A lo mejor era la oscura nube que flotaba sobre tu cabeza, pero parecía que había una cantidad insana de tráfico en tu pequeña ciudad de Kansas. Tuviste que darle la vuelta dos veces al aparcamiento de la parte de atrás antes de encontrar un sitio donde aparcar. La campana sonó según entrabas en la cafetería, pero ni siquiera eso te hizo sonreír como solías hacerlo.
“Parece que alguien tiene un buen día,” Joe te saludo con sarcasmo desde detrás del mostrador.
“Cierra le pico o te despido,” gruñiste. Con los dedos intentaste peinar el lio mojado que era tu pelo, pero pronto te rendiste, segura de que perderías un dedo si hacías enfadar a la bestia.
“Roxy ha hecho donuts y café recién hecho esperándote.”
“Chico listo,” achicaste los ojos para mirarle mientras caminabas hacia la cocina. “Los diamantes serian un bonito toque para la próxima, pero acepto tu oferta de paz esta vez.”
El resto del día parecía ir por el mismo camino: mal con uno pocos momentos brillantes. Afortunadamente uno de esos brillantes momento llegó cuando estabas mirando los informes que te había enviado tu contable. Te había costado unos cuantos años, pero finalmente tu negocio ya era estable. No ibas a tener que preocuparte por cómo ibas a sobrevivir mes a mes y no ibas a tener que echarle la agonizante cantidad de horas a las que ya te habías acostumbrado durante los últimos años.
A lo mejor podías hasta tener tiempo para Dean cuando estuviera en la ciudad. A lo mejor tenías hasta tiempo para avanzar en ese flirteo que os traíais. Conocías los riesgos, sabías a qué se dedicaban Sam y él.  Pero tenías la sensación de que podría merecer la pena. Dean merecía la pena.
Pero Dean estaba fuera de la ciudad durante al menos unos cuantos días más, y tú aún tenías que lidiar con tu vida normal. Desafortunadamente, tu vida normal parecía estar empeorando hoy. La cafetería estaba más ocupada que de costumbre, así que tenías que ayudar y los clientes tenían un día particularmente charlatán y rudo. Para cuando aparcaste en tu pequeña casa, estabas exhausta.
Era viernes por la noche y tus glamurosos planes eran descongelar la cena en el microondas y ver capítulos repetidos de las Chicas Gilmore en pijama. Pero en cuanto te sentaste y cogiste el mando a distancia sonó el teléfono.
“¿Hola?” contestaste ya que al mirarlo durante un segundo siguió sonando.
“¿Eres T/N T/A?” preguntó alguien con una voz muy profesional.
“Eh, sí. Soy T/N. ¿Puedo preguntar con quién hablo?” 
 “Soy Richard Norton. Trabajé con tu padre y solamente quería ofrecerte mis condolencias.”
El tenedor que tenías en la mano cayó hacia el planto con estrepito. “¿Condolencias?”
“Es algo horrible que haya sucedido esto. Y eran tan jóvenes, además.”
“¿Eran? Eh, perdóneme. No estoy segura de qué está hablando.” Las paredes parecían estar cerrándose sobre a ti, y tenías ese horrible latido en la cabeza sonando a la vez que el latido de tu corazón que se estaba haciendo cada vez más rápido.
“¿No te has enterado? Tus padres han sido asesinados en un tiroteo en la gala anual en el Capitol. Están muertos.”
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“Venga, tío. Llámala”
Dean puso los ojos en blanco y salió del coche. “Seguro que está bien. Además, es casi medianoche.”
Sam sonrió y dio una carrerilla para alcanzar a Dean antes de que desapareciera en la habitación del hotel. “Entiendo. No quieres interrumpir nada que pudiera estar haciendo.”
“¿Qué demonios quieres decir?” preguntó Dean, molesto por la forma en la que su corazón se aceleró al pensar en lo que Sam estaba insinuando.
“Sólo digo que esta buena, es maja y esta tan fuera de tu liga,” Sam se encogió de hombros. “Tú aún no has movido ficha. Algún otro tío va a ser más listo que tú y va a encontrar la forma de quitártela.”
A Dean comenzaron a picarle las manos y tuvo que obligarse a aflojar los puños. “¿Y qué? Solo somos amigos.”
“Lo que tú digas, tío.”
“Eso, lo que yo diga. Además, no es asunto tuyo.” Dean tiró las llaves encima de la mesa y se dejó caer en la cama. En cuanto bajó los parpados, tu rostro apareció llenando su mente. Le había estado pasando mucho últimamente, y la verdad es que a Dean no le importaba. De hecho, le gustaba. La mayoría de las veces, eras tú la razón por la que era capaz de seguir adelante. Desde que Sam y él pararon en tu cafetería hace ya un año de camino a la ciudad después de una caza y le sonreíste, estaba condenado. Todos se daban cuenta y a Dean ni siquiera le hacía sentirse incómodo lo que era muy extraño teniendo en cuenta lo privado que era.
La fusión de las dos canciones favoritas de Dean empezó a sonar en su teléfono y echó un vistazo a la pantalla para ver tu nombre iluminarse. Miró a Sam que simplemente sonrió y se fue al cuarto de baño.
“Eh, T/N,” Dean te saludo cariñosamente, con una pequeña sonrisa elevándole la comisura de los labios mientras pronunciaba tu nombre.
“Eh, ¿Qué pasa?” tu voz sonaba apagada. No era tan vibrante como de costumbre.
“Acabo de matar a un ghoul en Denver. ¿Y tú qué tal? ¿Por qué estás despierta a las dos de la mañana?”
“Ha sido un…” te rompiste y Dean escuchó el claro sonido de un suspiro antes de que le contestaras.  “Ha sido un día muy largo y no podía dormir. Supuse que estarías despierto.”
“Tenías razón, cielo. ¿Por qué ha sido un día tan largo?”
“Parece que la tierra se ha ralentizado o algo. Y he recibido muy malas noticias, pero no quiero hablar de ello ahora mismo. Cuéntame lo del ghoul.”
Mientras Dean te contaba cómo había sido la caza, embelleciéndolo un poco y aún así fallando en su intento de hacerte reír, miró a las llaves del Impala.
----- 
No sabes cómo, pero lograste dormir un par de horas después de llamar a Dean. No sabías por qué no le habías contado lo de tus padres. No es que fuera un gran secreto. A lo mejor no querías que sintiera pena por ti, o que se sintiera obligado a reconfortarte.
Lo único que sabías es que tu familia se había ido, estabas sola, y parecía que tu mundo se estaba haciendo pedazos. Durante toda tu vida tus padres habían estado allí. En lo malo y en lo bueno. Habían sido la roca a la que agarrarte y tu pilar. La única constante en tu vida. Y ahora el mundo era más pesado y duro. No podías hacerle frente.
Así que mandaste un mensaje a Joe y a Roxy y les dijiste que te ibas a tomar un día personal. Ellos podían manejarse con la tienda por un día. Tú necesitabas tiempo para procesar y pasar el duelo y planear tu viaje al este para los funerales.
Acababas de abrir el armarito y estabas mirando fijamente las cajas de cereales para ver cuál te apetecía, cuando el timbre de la puerta sonó. Ignorándolo seguiste considerando tus opciones de desayuno, pero entonces sonó de nuevo, y una voz familiar te llegó a través de la puerta de madera.
“¿T/N? Sé que estás ahí. Y sabes que puedo abrir la cerradura.”
La voz grave de Dean hizo que te temblara el corazón y miraste al reloj. Hiciste un cálculo y dedujiste que tenía que haber conducido toda la noche para llegar desde Denver hasta Lebanon. Corriste hacia la puerta más rápido de lo que te hubieras creído capaz de ir a esta hora de la mañana.  Al abrir la puerta viste que allí estaba Dean, de pie en el porche de tu casa. “¿Qué estás haciendo aquí?” 
Se encogió de hombros, mirando hacia abajo tímidamente. “Sonabas como si necesitaras un amigo.”
Te escocieron los ojos cuando la importancia de lo que acababa de hacer te caló hondo. Había pasado de dormir esa noche para conducir más de cinco horas seguidas solamente porque le habías llamado a las dos de la mañana. Seguro que había dejado a Sam en el bunker y había venido directamente a verte. “Gracias.”
“No es para tanto,” se encogió de hombros, moviéndose incómodo.
Las horribles noticias que habías recibido ayer, volvieron a tu mente y diste un paso para arrojarte a sus brazos. El no dudó ni un segundo antes de estrujarte contra su pecho y mantenerte exactamente donde necesitabas estar. Como si fuera la gota que hacía falta para romper la presa, comenzaste a sollozar, agarrándote a Dean como si fuera un salvavidas. Sus manos acariciaron tu espalda y se deslizaron por tu pelo. No dijo nada y ni se apartó; simplemente te dejó llorar. Un par de minutos después las lágrimas fueron disminuyendo y le miraste. Miró hacia abajo sonriéndote con dulzura. “Tan malo, ¿eh?”
Asintiendo, diste un paso atrás y le agarraste de la mano para tirar de él hacia dentro. “Entra dentro.”
Te siguió dentro de la casa, mirando vuestras manos entrelazadas. Le miraste a los ojos cuando levantó la vista. Tu estado de ánimo se aligeró un poco cuando viste como él apartaba la mirada y se ruborizaba, pero te apretaba los dedos en un gesto tranquilizador.
“Bueno… ¿quieres hablar de… las noticias que recibiste la pasada noche?” preguntó Dean sentándose en el sofá. Tú te sentaste a su lado, negándote a soltar su mano.
Miraste hacia delante, estudiando la pintura de la pared. Recordabas esa única vez, que mencionaste que tenías que pintar alguna pared de la casa y a la semana siguiente Sam y Dean aparecieron en la puerta con rodillos y pinceles. Tu familia biológica puede que estuviera muerta, pero sabías que la familia no terminaba con la sangre. Así que cogiste aire y te preparaste para decirlo en voz alta. “Mis padres han muerto. Hubo un tiroteo en la gala en la que estaban y no sobrevivieron.”
Dean tiró de tu mano y miraste para verle observándote con comprensión y simpatía en los ojos. “Lo siento mucho, T/N.”
“Yo también,” a penas habías formado las palabras cuando tu labio inferior comenzó a temblar. Dean se inclinó hacia ti y tiró hasta tenerte en sus brazos. Usó la mano que no te estaba sujetando para colocar tu cabeza sobre su pecho mientras tú rompías a llorar de nuevo. “Es tan duro.”
“Lo sé. Lo superarás. Tienes a Sam y sabes que me tienes a mí. Estaremos aquí para cuando nos necesites.”
“Gracias por estar aquí,” susurraste tras un momento de silencio.
Dean te besó la coronilla, apretándote un momento entre sus brazos. “Cuando quieras, cariño.”
Te moviste y levantaste los ojos para mirar a Dean a la cara, necesitando que comprendiera lo mucho que significaba para ti que él estuviera allí. “En serio. Has conducido toda la noche. Nadie ha hecho nunca algo así por mí.”
Ruborizándose, Dean apartó la mirada. “Bueno, cuando me necesites, llámame. Hablo en serio cuando te digo que estaré aquí cuando me necesites.”
Te recostaste de nuevo sobre él, con los ojos fijos en vuestras manos aún unidas. Las próximas semanas iban a ser un infierno, pero podrías soportarlo con Dean a tu lado.
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encasillame · 7 years ago
Text
Fanfic Isco Alarcón - Cinco caminos a Grecia
Perdón por la tardanza! Espero que les guste y gracias por leer. El resto del fic aquí
Capítulo 10
             La víspera de Año Nuevo se veía lejana. El siguiente año estaba más lejos de lo que lo había visto todo diciembre porque es que el último día se me hizo eterno. Hicimos una limpieza profunda a la casa mamá, Mario y yo, cosa que sí era toda una primicia, pero resultaba que mi hermano había decidido rentar un piso e irse a vivir sólo muy pronto. Llamémosle una resolución de año nuevo.
           Estaba exhausta y para la hora que me ponía maquillaje y mi vestido nuevo lo que en realidad más añoraba era irme a la cama y que eso fuera un ritual para lo que quería mejorar en el próximo año, mis horas de sueño. Aun así accedí ir a casa de Paula después de las doce y no me arrepentí, o al menos no de todo.
           El año nuevo con mi familia era idéntico a la noche buena, excepto por el conteo regresivo y la corta hora de baile después de los abrazos. Siempre teníamos gorros alusivos, gafas inmensas, sombreros festivos, sonajeros, cornetillas y cosas semejantes que se tardaban mucho más en dejar los empaques que en usarlas de verdad. Y esta vez hubo muchísima menos serenata, creo que todos estábamos algo cansados. Yo estaba también algo taciturna pensando en Francisco, quien se había ido a la montaña de vacaciones con su familia y no me había ni siquiera escrito desde el día anterior. Yo había intentado llamarlo, pero no logré comunicarme con él. Seguramente ya habría perdido conexión o estaba pasándola demasiado bien. Esperaba que sí, se lo merecía. Nunca antes había reparado en eso, pero él tampoco paraba, trabajaba como un burro y aunque le encantara lo que hacía, también necesitaba descanso. Necesitaba de su familia sobre todo, pues su carrera a veces lo obligaba a perderse de muchas cosas.
           A las doce, cuando terminamos de abrazarnos, papá me pidió que bailara con él. Acepté, gustosa, y bailamos un paso doble recorriendo todo el salón. El móvil me vibraba enloquecido en el bolsillo, pero no reparé en él hasta que terminamos de bailar y me sorprendió ver que en realidad tenía pocos mensajes. O al menos muchos mensajes de las mismas personas. Unos eran de Paula diciéndome que me esperaba, otros del grupo del hospital y otros más de Alarcón. Me había enviado que feliz año nuevo y un montón de emojis de besos, línea tras línea y al final un audio de unos tres minutos. ¿Qué tanto podría querer decirme en un audio tan largo? Francisco era elocuente y extrovertido, pero no precisamente locuaz y hasta ahora no había sido hombre de discursos ni mucho menos de enviarme declaraciones extensas.
           Me escurrí entre la gente hasta lo alto de la escalera para escuchar a hurtadillas lo que me había enviado. Di un respingo cuando me asaltó el ruido de un sitio lleno de gente y trastos moviéndose, como si estuviera abriéndose paso. Y sí, supongo que quería acercarse a la música, pues me había enviado una canción.
 Te juro que es verte la cara y mi alma se enciende,
Y sacas al sol las pestañas y el mundo florece.
Dejas caer caminando y pañuelo y mi mano sin mí lo recoge,
Tienes la risa más fresca de todas las fuentes.
             La conocía. Era “Mi marciana” de Alejandro Sanz. Porque tú no eres de este mundo, había puesto después del audio. Tenía los pelitos parados y el corazón que se me iba a salir del pecho, especialmente porque escuchaba su respiración, demasiado cerca del móvil mientras grababa. De un momento a otro ha empezado a cantar, borracho como una cuba, y yo no sabía si morirme de risa o de ternura. Reemplazaba las palabras y donde decía “mi hembra”, “mi dama”, él decía “Mi Grecia”. Lo repitió tanto que compensó todas las veces que no había dicho mi nombre por tomarme el pelo. Para el momento en que a mí me tocaba responderle yo estaba sin palabras.
 “Cuando juntamos las sillas me siento tan torpe…”
             A saber quién era más torpe. Si él molestándome durante años, diciendo frases tontas y haciéndome enojar o yo, que durante años no he visto el bien que me haría. Le respondí un montón de chorradas tratando de no perder la compostura y le dije que esperaba que la estuviera pasando muy bien con su familia. Me alegró que el mensaje no le llegara de inmediato porque me encargué de contemplarlo larga y obsesivamente hasta que se me hizo frío, pero no podía deshacerlo.
             Poco más antes de la una, mis padres quisieron irse a casa. Les pedí que me llevaran a casa de Paula, diciéndoles que me quedaría a dormir con ella. Era la mejor opción porque contar con Mario sería un absurdo, luego del veloz abrazo de año nuevo que me había dado no le vi ni el polvo.
           Cuando llegué, ya Paula estaba bastante feliz. En su casa había un salón vacío que siempre disponían para fiestas y reuniones, había una mesa repleta de botellas para preparar tragos y aparte, un frigo llena de otros tipos de alcohol. Sus hermanos bebían y fumaban fuera. A ella la encontré con sus primas y su mamá cantando karaoke a todo pulmón. La aparté sólo por un segundo, cuando me ofreció algo de beber, para contarle lo que me había enviado Francisco y ella pareció encantada, llenándome el trago más de la cuenta. No fue difícil integrarme, las ganas de bailar para mí eran un poco incontrolables, pero estaba renuente a cantar. Bastaron un par de copas para que me adueñara del micrófono y cantara Mi marciana una vez tras otra, casi con ganas de llorar.  
           Paula es de las que publica absolutamente todo y estaba muy prendida al Snapchat. Como era de esperar, había grabado por completo nuestra sesión de karaoke y la había posteado. Yo posé para muchos de sus videos, pero en mi defensa, en ese momento no estaba nada consciente. La mañana siguiente, a eso de las once cuando me levanté y ella seguía durmiendo con la rodilla clavada a mi costilla, vi con horror muchas cosas que yo no recordaba haber hecho. Es más, cosas que yo no recordaba haber sentido y que se notaba a leguas en esos videos.
           Rezaba para que Francisco, sumido en su fiesta y su cuota de resaca, no hubiese visto nada de eso, pero igual no quería arriesgarme. Paula dormía con el móvil debajo de la almohada así que empecé a buscarlo sin cuidado. Ella se despertó y me miró con reproche tras la maraña de pelo claro.
           -Joder ¿Qué haces?
           -Préstame tu móvil, reportera. Borra esos horribles videos que subiste ayer.
           -Tú siempre exagerando – se incorporó un poco para alzar su almohada, sin poder abrir los ojos del todo aún.
           -Vale, no pasa nada. Sólo quiero que los borres antes de que Alarcón los vea.
           -¿Alarcón? Joder, Grecia, todavía lo llamas como si fuera profesor tuyo o tu puto contador.
           -¿Y cómo quieres que lo llame? Siempre le he dicho así.
           -Pues llámalo por su nombre, al menos. No seas un puto iceberg – me regañó, mientras rebuscaba en su móvil – Vale, pues hay malas noticias.
           -Ya los vio – salté yo. Ella asintió. - ¡No! ¿En serio? – ella me mostró la lista de visto y ahí estaba - Pensé que tal vez ni te seguía.
           -¿por quién me tomas? – se rio Paula.
           -Pues, ya valió – suspiré, algo resignada.
           -¿Por qué te preocupa tanto?
           La miré como si estuviera loca. Ella me devolvió el mismo gesto.
           -¿Cómo que por qué? ¡Es que no me viste a grito pelado cantando la canción que él me envió! ¡Como si no sé…!
           -¿Cómo si estuvieras loca por él?
           -¡Pues sí!
           -¿Cómo si lo extrañaras?
           -¡Sí!            -¿Y es que no lo extrañas, Grecia?
           Y con eso consiguió callarme, no porque no supiera responder sino porque no quería.
           -Sí, lo extraño – le dije por fin.
           -¿Entonces? – protestó Paula - ¡Suéltate, por Dios! Deja de preocuparte tanto… Incluso por lo que él piense. Que si tienes el agua al cuello, pues vale, flota, nada, haz piruetas. Tienes derecho a querer.
           -¿Y si me ahogo?
           -Aquí tienes tu salvavidas – sonrió y abrió los brazos.
           Muy en contra de mi voluntad, le escribí. En parte porque sí que lo extrañaba y quería saber cómo le había ido, pero también porque sabía que era mejor hacerme la valiente y tomármelo todo con humor. Él, al leer el mensaje, me llamó y supe que sería más difícil de lo que pensaba. Me escabullí al baño para contestarle y no tener a Paula haciéndome señas para que no fuera demasiado yo.
           -Hola, guapa – me saludó - ¿qué tal la resaca?
           Me reí, mesándome el cabello.
           -No tan mal ¿y la tuya?
           -Fatal, fatal. Qué razón tiene el mister de que los futbolistas no debemos beber.
           Me contó de su noche y lo bien que lo había pasado con su familia.
           -Lo malo es que te he echado de menos todo el rato.
           -Yo también – susurré.
           -¿Tú también te has echado de menos?
           -Idiota – dije, a modo de protesta – a ti.
           -Ah, pues ya iba a decir “qué egocéntrica la Bélgica”.
           Tuvimos una de esas discusiones huecas y en broma. Sobra decir que él seguía tomándome el pelo como siempre lo había hecho y a mí –casi siempre- me divertía. Él tuvo el tacto de no mencionar mi interpretación en karaoke en la que descuarticé la canción de Alejandro Sanz y yo tampoco mencioné su alocada nota de voz. Terminamos la conversación con sonrisas y prometimos hablar más tarde.
           El día fue sumamente tranquilo, nos quedamos en pijama hasta muy tarde y pasada la hora del almuerzo, calentamos algunas sobras de la cena de fin de año y nos sentamos al televisor con sendos vasos de gaseosas y platos variadísimos. Los papás de Paula habían salido temprano a visitar a sus ahijados y sus hermanos se despertaron cuando ya casi iba a oscurecer.
           Yo me di un baño, me coloqué ropa limpia y me tomé dos analgésicos, que esta resaca se iba o la echaba, y me fui a casa queriendo que la rutina no volviera nunca.
              Procuré aprovechar al máximo los pocos días libres que me quedaban y eso quería decir que los trataba como una cura de sueño. No era un tratamiento muy moderno que digamos, pero a veces me hacía a la idea de que podía acumular horas dormidas para cuando me hicieran falta. No volveríamos a clases sino después del día de reyes y sabía de sobra que la juerga decembrina la pagaríamos caro y con creces en cada guardia, especialmente en las de ginecología con Isturiz.
           Me encantaba no tener noción del día que era, pero a juzgar por lo lejano que ya se notaba fin de año, me parecía que era miércoles. Me despertaron unos golpes en la pared del lado de la habitación de Mario y entendí que había llegado el momento de su tan ansiada mudanza. El primero de enero nos había reunido a todos antes de la hora de dormir y había anunciado que se mudaba solo a un apartamento a más o menos quince minutos de casa. Todos nos lo esperábamos menos Mamá, que sufrió conmoción tal que tuve que darle pastillas para dormir. Papá y yo nos alegrábamos por Mario que bastante falta le hacía madurar, sin poder evitar sentir que eso hacía mella en mí, que ya llevaba rato pensando en irme a vivir sola también y dejar a mis padres en paz de una buena vez.
           Lo cierto es que Mario no se había quedado sólo en palabras y cuando bajé a la cocina lo vi pasar con bolsas de ropa y una caja con su consola de videojuegos. Encontré a mamá taciturna, con una taza de té en lugar de café y la expresión de que era la última. Le di un abrazo sin decirle nada porque si la obligaba a responderme, seguro lloraría. A saber que seguro era la primera madre española que se pone tan sentimental cuando su único varón, un hombretón de veintitantos ya con pelos por todos lados, decidía dejar la casa para poner una magnánima distancia de quince minutos en coche.
           La dulce July suspiró y alisándose los pantalones se incorporó para preguntarme qué quería desayunar. Le dije que no hacía falta, pero ya ella había decidido que lo iba a preparar, buscando tener la mente ocupada y algo muda.
           -¡Grecia, te necesito un segundo! – gritó mi hermano, escaleras arriba.
           Un instante después se oyó el golpe sordo de madera con madera.
           -¡Con cuidao, macho! – dijo una voz que me paralizó.
           Por supuesto que mi pequeña cabecita no había logrado suponer que el ayudante de mudanza de Mario era Francisco. También escuchaba a Dino ir y venir con ellos. Seguro puse esa cara –que no sé cual es- pero que mi madre siempre detecta, y sin esperas me pregunta qué me picó.
           Regresé a mi habitación a toda velocidad para gritar un “Ya voy” a medio subir, escuchándolos a ellos en la habitación contraria. Quise pasar a hurtadillas, pero una mano me jaló hacia dentro. Lo siguiente fue un par de labios chocando con los míos y unos brazos que me asían con firmeza contra la puerta a la que me habían empujado.
           -¿Pero qué…? – traté de decir.
           -Te he echado mucho de menos – susurró con voz ansiosa.
           -¡Francisco! – protesté, asustada de que nos vieran. Él se rio por lo bajo - ¿Estás loco?
           -Pensé que ya lo sabías – sonrió, mirándome con expresión divertida.
           -Mario nos podía haber visto – mi voz le advirtió y mis ojos lo buscaban por la habitación, pero mis dedos estaban acariciando distraídamente la parte baja de su barba.
           -Grecia… ¿Tú le cuentas todo a Paula?
           Asentí.
           -Pues yo le cuento a Mario.
           -¿Mario sabe? – le pregunté, asombrada - ¿Y se lo tomó bien?
           -Mario lo sabe desde el colegio, niña. ¿Cómo le dicen ahora? Nos shippea – dijo, sonriendo.
           -Vale, pero pudo habernos visto alguien más – seguí regañándolo y me aparté de él, tajante.
           -Lo siento, es que… - y con un movimiento rápido volvió a besarme – me moría de ganas.
           No pude evitar reírme y le di un último abrazo antes de escabullirme de nuevo a mi habitación. Se me había olvidado por completo que estaba hecha un desastre, que las trenzas que me había hecho para dormir estaban torcidas y espelucadas, me olvidé incluso de lo que había estado pensando por concentrarme de nuevo en esa sensación de ardor placentero en el estómago, esas cosquillas en el alma que Francisco me provocaba. Y no sólo eso, que también me había quedado con el pinchazo de saber que Mario sabía de lo nuestro y más que eso, lo apoyaba. No sé si es que soy adicta a la polémica, pero me ofendía –sólo un poquito- que en su papel de hermano mayor no estuviera haciendo de perro bravo, como si no le importara que uno de sus amigos quisiera embochincharse con su hermanita.  
           Puestas las botas, me decidí a ayudarlos guardando siempre la distancia con Alarcón. Me tomaba el tiempo de provocarlo y picarlo para que hiciera uso de los chistes malos con los que siempre me molestaba. Una cordialidad tan fraterna también podía levantar sospechas, estábamos obligados a seguir tomándonos el pelo. Tampoco era mucho lo que Mario se iba a llevar, incluida su ropa, sus libros y su arsenal de videojuegos, lo único verdaderamente engorroso fue sacar un librero de madera, siendo ese el único mueble que dejaría su habitación junto con la silla para el ordenador.
           Cuando mamá nos llamó a desayunar, sirvió la mesa para los cuatro. Papá no estaba, había salido muy temprano al banco. Ella se enfrascó en Francisco y en sus vacaciones, cosa que no era del todo inusual, pero se notaba muchísimo que evitaba a toda costa hablar de Mario y su último día en casa. Yo estaba tiesa, alerta para no meter la pata ni con comentarios inofensivos y ella, inmersa en su nostalgia, no me notó distinta del tedio que siempre demostraba delante de Alarcón.
           -¿Nos acompañas? – me invitó Mario – Me gustaría que me ayudaras a organizar el piso. Ya se lo mostraré a los viejos cuando me lo pongas bonito.
           Accedí, sellando la última bolsa de su ropa de invierno. Mamá nos miraba desde el pie de la escalera con una sonrisa triste. Él fue a abrazarla.
           -Vengo esta noche a cenar ¿vale?
           Ella recuperó el ánimo y se despidió de nosotros. Había una furgoneta en lugar de un camión de mudanzas, ya lista con las cosas de Mario. Nosotros nos iríamos en el coche de Francisco, quien me esperaba abriéndome la puerta.
           -Va, que ahora el tercio se va al asiento de atrás – dijo Mario con falso enojo – me has quitado a mi hombre, hermana.
           -Tú siempre serás mi primer amor, tío – bromeó Alarcón.
           No había mucho que decir del nuevo edificio de Mario, era gris, se notaba que lo habían construido recientemente y carecía de mayores detalles. Nos bajamos del coche y cada quien tomó una caja, que a la furgoneta sólo se le pagó transporte, no descarga. El apartamento quedaba en el séptimo piso y era bastante bonito y agradable, a pesar del aun dominante olor a concreto y a pintura. Tenía pisos de madera y grandes ventanas por las que entraba el sol. Era de concepto abierto y la sala se confundía con la cocina y el área de estar, especialmente ahora que parecía a medio llenar. Había un sofá y una poltrona negros y un televisor arrimado al rincón todavía sin instalar. La cocina era lindísima, de alacenas color blanco y negro, parecía lista para usar.
           El piso de Mario, en sí, era bastante aceptable. Le faltaba algo de personalidad, pero él la iría creando con cosas que le agregara y detalles que colgara en las paredes. Esperaba yo también que en esta nueva faceta de soltero independiente le bajara un poco a su desorden y mantuviera el piso limpio y arreglado.
           -Vengan a ver mi habitación – nos invitó.
           Tenía una cama gigante con cabecera muy alta de madera gruesa. Un closet vacío, de puertas también de madera y en la pared estaba instalado un inmenso Plasma TV.
           -Ya sabemos dónde serán los torneos de FIFA – comentó Isco con entusiasmo, palmeándole la espalda.
           -¿A que esta guay la TV? – sonrió él – pero la voy a mover a la sala. Ayúdame, tío.
           Cuando se disponían a tomar el gigantesco trasto, el timbre sonó y Mario suspiró con fuerza, echando la cabeza hacia atrás y chasqueando la lengua, como si supiera perfectamente de quien se trataba.
           -¿Qué pasa? – le pregunté, intrigada.
           -¡Dejé los papeles del apartamento en tu casa, tío! – se quejó, señalando a Francisco.
           -¿Papeles? ¿Qué papeles?
           -El puñetero contrato de alquiler – dijo Mario, abriéndose paso entre nosotros para ir a por la puerta, pues el timbre volvía a sonar – ese debe ser el administrador del edificio.
           Y efectivamente, lo era. Pero ambos con suma amabilidad explicaron la situación y aunque a su vez, recibieron respuestas comprensivas, el administrador urgió a Mario a traer el documento en la brevedad, pues tenían que archivarlo ese mismo día para hacer la inspección final del piso y darle todos los juegos de llaves.
           Así que volvimos al coche y enseguida pusimos rumbo a casa de Alarcón. Era muy cerca también. Me sorprendió no ir hasta las zonas más exclusivas de Málaga sino a una calle de clase media, cuyas casas estaban bien resguardadas, pero a la vez, a la vista. Si bien, la suya no tanto. Entramos por una gran puerta automática de hierro a una entrada bastante amplia. La casa de Francisco era moderna, su arquitectura era muy geométrica y urbana, por fuera se notaban detalles de vidrio y las pocas plantas a la vista, estaban finamente podadas también con una rectitud milimétrica.
           -Si quieren los espero aquí – ofrecí.
           -Venga ¿no quieres ver mi palacio? – bromeó Alarcón y se bajó del coche.
           Por dentro, seguía la misma línea de muebles rectos y modernos. La cocina era un sueño, la estufa y demás enseres tenían aspecto futurista. El tope era de piedra pulida, seguramente granito o algo semejante. Me sorprendió la pulcritud del lugar, pero por otro lado también estaba segura de que Francisco no se encargaba de limpiar. Aun así, tenía mérito que la mantuviera ordenada.
           En la sala había un TV gigantesco también, como el de Mario, instalado en una especie de modular de madera con repisas llenas de trofeos y premios. Toda la pared trasera de la sala era de cristal y daba vista a un patio exquisito.
           -Los papeles deben estar en algún cajón de la cocina, Mario – indicó Alarcón, revisando.
           -¿y Messi?
           -Está en casa de mis padres.
           -¿Messi? – pregunté.
           -Nuestro perro.
           -¿Tienes un perro que se llama Messi? – reí – que fangirl ¿eh?
           -Que no diré que no admiro al tío ¿eh? Es una máquina, pero el nombre se lo puso mi hermano – rio él también.
           -¡Grecia, ven a ver! – exclamó Mario desde la puerta que daba al patio.
           Seguidamente fue corriendo a la cocina a buscar algo.
           -¿Qué? – preguntó Alarcón, extrañado - ¡Ah, el pato!
           -¿El pato?
           Había un pato nadando en la piscina. Sí, Francisco tenía piscina y era preciosa, aunque no muy grande, pero del tamaño justo para su bonito patio de gravilla y césped.
           -Ah, sí. Ese pato viene de vez en cuando. Supongo que le gusta la privacidad.
           Mario había ido a por un trozo de pan y acercándose al borde de la piscina, le ofrecía una migaja al animalito que lo ignoraba por completo. Seguía impasible nadando con suma gracia sobre el agua cristalina. Era de colores oscuros y tenía el pico también oscuro, las plumas húmedas le brillaban al sol. Le lanzó la migaja y el pato dio un rodeo para atraparla con agilidad, pero no se acercó a él. Lanzó otra migaja, muy cerca del borde donde estaba, pero el pato estaba renuente a acercarse.
           -Mario, déjalo en paz – me reí – vas a caer al agua.
           -Vale, que solamente quiero ver si se deja tocar.
           -Por supuesto y no se te acerca ni un metro, vale.
           Casi burlándose de mí, el pato nadó cautelosamente en dirección a Mario que, en su emoción, dejó su móvil en el suelo y se echó al agua. El pato aleteó, ofendido, pero permaneció en el agua y Mario comenzó a maniobrar y a hacer tonterías.
           -¡El lago de los patos! ¡Próximamente en teatros! -  anunció.
           Francisco y yo nos partíamos de risa.
           -Más bien pareces una sirena, tío – se burló su amigo y eso hizo que Mario hiciera más payasadas.
           -Las sirenas no son tan peludas.
           Por lo bajo, Francisco me hizo señas de que le prestara mi móvil para subir un video y entre las risas, lo saqué de mi bolsillo y se lo entregué. Al instante de caer en su mano, la otra empujó mi hombro y caí casi en cámara lenta a la piscina yo también. Aun bajo el agua, podía escuchar las risas de ellos dos y cuando pude apartármela de los ojos, Francisco estaba grabándome con mi móvil.
           -¡Idiota! ¿Cuándo van a madurar ustedes dos? – chillé, furiosa.
           -Venga, Macedonia, que el patito pidió tu compañía – se reía Alarcón.
           -¡Eres un…!  - de nuevo estaba corta de adjetivos para él.
           Para el pato ya eso era demasiado y huyó lo más rápido que pudo.
           -Yo parezco sirena y tú un pollito remojado, Guecha – se burló mi hermano, que era quien más se estaba riendo.
           Francisco se lanzó al agua también para abrazarme. Yo me aparté, buscando las escaleras para salir.
           -Venga, Grecia, no te enfades – sonrió él.
           -Y para más, está helada. Nos dará bronquitis a todos.
           -Vale, vale. Ya voy por las toallas – cedió él, ayudándome a salir.
           Me exprimí el cabello y la ropa lo más que pude, temblando, buscando con la mirada el rayito de sol más fuerte bajo el que podría ponerme para conseguir algo de calor. Mario todavía dejaba escapar risitas.
           -¿Cómo se supone que me devuelva a casa? – me quejé, palmeándome las piernas empapadas.
           -No pasa nada, que los asientos del coche son de cuero y tiene calefacción – se escuchó la voz de Alarcón que volvía de adentro – te secas en un ratito – se encogió de hombros, entregándome una toalla.
           -¡Vale y volver al trabajo resfriada! ¡Wohoo! – salté con todo el sarcasmo que pude.
           -Puedo prestarte algo mío, si gustas – ofreció – no es tu estilo, pero seguro te va bien.
           Lo miré mal mientras me sacudía el cabello.
           -Algo de ropa mía debes tener aquí, macho – dijo Mario, entrando en la casa.
           -Lo siento – me dijo Francisco, por lo bajo – de haber sabido que iba a molestarte tanto, no lo habría hecho. Era una broma.
           -Tenías que haberlo sabido.
           -Sabía que te cabrearías, pero no tanto – y no pudo evitar reírse.
           Mientras tanto yo reevaluaba nuestra naciente relación y el hecho de que Francisco tenía muchas cosas buenas, pero le faltaba mucho para ser un adulto. Él me propuso entrar y me buscó algo para cambiarme. Trajo una camiseta negra sin mangas y unos pantalones cortos de los que usaba para jugar al fútbol.
           -Esto es todo lo que tengo en stock – dándome la ropa y tratando de no reírse.
           -Gilipollas – dije por lo bajo, quitándosela de las manos.
           -Venga, no te enfades conmigo – y me abrazó por la cintura.
           -No lo haré… cuando crezcas – solté y fui a cambiarme en el baño.
           El chapuzón suspendió la tarde de decoración. Los chicos igualmente querían ir al piso de Mario, pero yo, que seguía con las bragas y el sostén mojados, ya me podía dar de baja. Francisco me alcanzó también una chaqueta suya, de esas de algodón, porque a pesar de la ropa seca seguía tiritando. Llevó a Mario hasta su edificio para que entregara el contrato que le habían pedido y él se devolvió con nosotros hasta la casa para quedarse de una vez a cenar. El trayecto un tanto silencioso en el coche provocó que me calmara y para cuando llegábamos a casa y Mario se dio prisa en bajar, Alarcón intentaba disculparse de nuevo. Atontada por el calor y el agradable olor de su chaqueta azul, yo estaba dispuesta incluso a regalarle una sonrisa.
           -Vale, no pasa nada. Tal vez haya exagerado un poquito.
           -¿Un poquito? – inquirió él.
           -No te pases – advertí, pellizcándolo.
           Él se rio de esa manera tan suya y se despidió con un beso.
           -Te escribo luego ¿vale?
           -Vale y la ropa me la quedo.
           -Caro me salió el chapuzón – se lamentó.
           No sabía que al cruzar la puerta, un tribunal me esperaba sentado en el sofá. July con su estela de punto de cruz.
           -Han llegado pronto.
           -Sí… Lo dejamos para otro día.
           -¿Te has caído en un charco? – preguntó, sin levantar la vista del bordado.
           -Algo así. Estos tontos me han empujado en la piscina – contesté, con un dejo de risa.
           -¡Ah! Mario no me dijo que tenía piscina.
           -No, no. Fue en la piscina de Alarcón.
           -Ya decía yo, ustedes me cuentan todo – sonrió - ¿Y tú cuando vas a contarme que sales con ese chaval?
           La pregunta me atajó en seco en mi camino las escaleras.
           -¿Qué has dicho? – inquirí con una risa nerviosa.
           -¿Me lo vas a negar? – la sonrisa se hizo más pronunciada.
           -Venga, mamá. No sé de qué me hablas.
           -Ah, te haces la tonta – afirmó. Dejando de lado su trabajo para mirarme con una gran expresión de satisfacción – Desde hace días estas pegada al móvil, cosa que no es tan usual en ti. Te has puesto un vestido hace poco, que lo he visto en la ropa sucia, y no ha sido para ningún día de navidad, por lo que asumo que saliste y no ha sido una salida tan casual como de costumbre. Esta mañana había una tensión extraña entre tú y Francisco y ya no ponías cara de querer morirte cada vez que él abría la boca. Ahora, Mario entra primero que tú, lo que seguramente quiere decir que los ha dejado despedirse y pues, para mayor evidencia, entras con el cabello mojado y ropa del muchacho en cuestión. Sobre todo el su nombre en el dobladillo del pantalón te delata – y señaló el lugar al que estaba mirando.
           Instintivamente mis ojos rodaron por mi atuendo prestado. No sabía si reír o llorar ante la minuciosidad con que mamá había expuesto su caso y lo justo que había dado en el clavo con cada una de sus suposiciones.
           -Y de todo eso, ¿asumes que salgo con él? – inquirí con una risa absurda, aunque sabía que ya estaba pillada.
           -Pues, sales con alguien – se encogió de hombros – Eso lo sé desde hace días. Hoy me he dado cuenta de que es con él o que al menos lo piensas… De otra forma, habrías preferido venir desnuda que ponerte su ropa.
           Ahora le sonreí con sinceridad.
           -Eres increíble, bruja – negué, divertida.
           -No soy bruja, sólo soy tu madre.
           Fui a sentarme a su lado y ella me acarició el cabello.
           -No te había contado porque no quiero que te hagas muchas expectativas, yo sé que tú lo quieres…
           -¡Vamos, que es un chaval para comérselo!
           -Sí, sí – reí otra vez – por eso mismo ¿eh? Y es algo que va comenzando, entonces…
           -No te preocupes, hija – me palmeó el dorso de la mano – que es tu vida y no he de meterme yo, ¡pero me mola muchísimo! Es un muchacho educado, encantador, de buena familia…
           -Vale, vale. El príncipe azul…
           -Y se le cae la baba por ti desde siempre ¿eh?
           -¿Tu también? – salté.
           -Ay, Grecia, tú estas como Shakira… Ciega, sorda y bruta.
           -¡Muda!
           -No, muda de eso nada ¿eh?
           Nos reímos, me rodeó los hombros y me dio un abrazó ajustadito.
           -Ahora falta que lo sepa papá.
           -Tienes una oportunidad este día de reyes.
           -¿Ah?
           -Vale, que yo lo he invitado a cenar y él me ha dicho que sí. Y venga, que tú eres muy mala mintiendo, así que ya ahí podemos formalizar el asunto.
           Ahí se me fue el alma a los pies. Precisamente le decía que no quería darle ningún tinte de seriedad a lo mío con Alarcón y ella me organiza cena formal para que yo se lo presente a mi papá.
           -No seas tan dramática. Que a tu papá le tienen sin cuidado esas cosas.
           -Pues, eso sí. Y seguro a él también le cae mejor Francisco que yo.
           Ella me miró, divertidamente ofendida y me dio un manotazo suave en la cadera. Le di un achuchón que la hizo recostarse en el sofá. Y así estuvimos el resto de la noche, hablando de mi más reciente “adquisición”, hasta que el cabello se me secó del todo.
           La expectativa de incluir a Alarcón, ya sin tapujos, a mi familia me daba un miedo terrible, pero por otro lado podía agradecer que sin querer, había pasado el trago agridulce de tener que sincerarme. Agradezco siempre ese instinto superior que es mamá.
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letysains · 5 years ago
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Hola, Bebé!
Necesito contarte cómo fue mi vida desde que me enamoré de ti, desde que empecé a quererte, desde que saboreé en mis propias carnes qué es sentirse llena con alguien al lado. (E igual vengo a agradecerte).
Espero y deseo tu bienestar siempre aunque no sea conmigo, y aunque no quiero pero no puedo evitar soltar más lágrimas fáciles vengo darte las gracias.
Porque me enamoré de ti locamente y mis heridas lo confirman, yo ya no recordaba exactamente lo que era tener mariposas en el estomago, no sabía si algún día volvería a sentir ese cosquilleo, pero de repente sin pedirlo el viento te trajo para quedarte, aunque ese rato no durase toda la vida, (porque ahora decides marcharte).
¿Por que dijiste tanto? ¿Por qué tantos te amo? que ahora no se si llegaron a ser reales, he perdido la cuenta de las veces que lloré por escucharte decirlo. Prometiste quedarte, No sé porque ahora decides marcharte, te perdí. 💔
Por más que le pedí a la luna, a las estrella y a Dios que no te alejará de mi, no logre llenar tu corazón, ahora tomas un camino distinto al mío, con destinos lejanos. No sé si fue el miedo, tu ego, tus inseguridades (o las mías), lo que sé es que con tu partida me rompes el corazón (después de esto no se si tenga cura) y no te odio pero no te entiendo. Porque prometiste, habías dicho que de algún modo estaríamos juntos (juntos toda la vida, todas las vidas posibles), hasta que el destino quisiese separarnos…y eres tú quien lo hace.
No te culpo porque al igual que alguien se enamora locamente de otra persona tiene el derecho a desenamorarse, porque somos humanos… Sin embargo, si jamás me quisiste, si jamás te sentiste lleno, y solo fui una opción… no debiste prometer lo que jamás estuviste dispuesto a cumplir. Porque la que se queda en tierra de nadie y sin nadie soy yo… yo, que juré apoyarte hasta en la sombra y ahora me he quedado sin luz.
Prometiste quedarte o al menos eso sentí… y no lo cumpliste. Nunca imaginé enamorarme tanto de ti.
Me hiciste grande siendo tan pequeña, subimos al cielo, dejamos de ser mortales para ser eternos… me enamoré de ti (Te Amo) porque me enseñaste a hacerlo y el tiempo se detuvo en el momento exacto en que lo hice.
Por eso he venido a darte gracias, porque me di cuenta que amar es de esas cosas que tienes que hacer antes de morir, que tienes que enamorarte al menos una vez en la vida para saber valorar lo que tienes sin llegar a perderlo.
Gracias por ser mi primera persona de la que me enamoré ciegamente, con todo el corazón, a la que aprendí a querer a sangre y a fuego, por ti aprendí que el amor es necesario… aunque duela. Porque hay veces que el amor de tu vida viene después del error de tu vida… Y tú fuiste, eres y serás siempre el amor de mi vida.
Ojalá la vida te trate bien y también te hayas enamorado. No quiero saber si tú lo hiciste de mí… que yo solo he venido a darte las gracias… por siempre mi hombre alpha.
Porque tú eres ese hombre del que me enamoré, porque fue inevitable no hacerlo aunque quisiese… y por eso te guardare un hueco en mi cabeza y en mi corazón de por vida, porque soy de las que piensa que si algo te hizo feliz aunque sea por un segundo vale la pena recordarlo… y yo te recordaré toda la vida.
No me voy a olvidare de ti, no me voy a olvidar de ti porque he querido mas a esos ojitos que a mis propias manos y eso que con ellas amortiguo cada caída.
No me puedo olvidar de ti porque voy a echar de menos cada mísero momento que he pasado riendo contigo, porque cuando eres testigo del asesinato de tanto amor nunca más se podrá olvidar la cara y el dolor de la víctima. No me olvidaré de ti porque he jurado demasiadas veces que eres el amor de mi vida, porque he llorado más tu vida que lo que voy a llorar jamás por alguien. No olvidaré que he puesto nombre a tus brazos y que los he llamado libertad, porque he sentido estrellas en los dedos cada vez que te escribía mis Te Amo desde el fondo de mi corazón, porque no necesite jamas planos para construir la vida que queria junto a ti. No me olvidare de ti, no puedo olvidar de ti, porque realmente Te Amo a sangre y a fuego lento, porque me curaste las yagas de tanto morderme las entrañas, porque las legañas de tanta vida durmiendo se me cayeron el mismo día que tú me dijiste Te Amo.
No me voy a olvidar de ti porque fuiste mi mejor salvavidas, y aunque ahora me estoy ahogado en demasiadas lagrimas, y con nada consiga dejar de pronunciando tu nombre.
No me voy a olvidar de ti porqué no quiero.
No me voy a olvidar de ti porqué TE AMO... aunque este 'TE AMO' que te digo ya no llega a su destinatario pero si permanecera en la memoria. Y si es lo único que queda es lo único que voy a cuidar, para siempre.
Ojala seas muy feliz, quiero que seas feliz pese a que yo no sea ya quien te haga sonreír a diario.
Creaste en mí tantas cosas buenas que no puedo odiarte, y aunque quisiera que no te fueras que nada terminará, entiendo que no puedo tenerte a la fuerza, solo quiero que seas feliz.
Te mereces gente valiente a tu lado, alguien que sepa tus manías, que te entienda, que te de su hombro y su cuerpo entero para llorar cuando tu vaso haya rebosado. O simplemente sentirte plenamente feliz sin nadie porque te quieres todo lo que deberías
Ojala sonrías porque te haga ser tú mismo sin dar explicaciones a nadie, ojalá lleguen personas que te hagan ganar y no perder...tan solo el aliento en la cama, ojalá sigas tus sueños y llores pero por cada logro...
Te juro, que quiero que seas feliz aunque nuestros mundos se hayan separado, aunque seamos como ese eclipse que solo ocurre una vez en la vida...porque te lo mereces. Mereces encontrar a ese invierno que encaje contigo como si tu puzzle fuera fácil de completarse.
Ojala seas feliz aunque no esté a tu lado, y no nos culpemos por nada porque las cosas y las personas a veces se alejan sin más y con razón.
Te guardo y te guardare en mi pecho porque formaste y formarás siempre parte de mi vida, porque me hiciste ser yo y que alguien te haga ser tú sin vergüenza y con la cabeza alta no es fácil de ver... (😭)
Ya no me lamentare ni te suplicarte porque así lo has querido... solo vengo decirte que ojala seas feliz a solas o con alguien a tu lado, que sigas teniendo ese buen humor que te caracteriza, que nada ni nadie te haga cambiar.
Ojala seas feliz... aunque no sea conmigo
Mi querido hombre alpha del que me enamoré, siempre vivirás en mi corazón… Gracias, Amor Muchas Gracias.
#siempretú #fuisteeresyserasmigranamor #tienesmicorazonentusmanos #cuidateyquediostebendiga #TEAMO #Porsiempre.
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