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Culpo Grecia
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Grecia Culpo
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Grecia Culpo
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Grecia Culpo
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10 de las mejores novelas de Grecia: quién te llevará allí | Viaje
solreece es quizás uno de los países más escritos, por lo que si bien elegir esta lista fue un placer, también hubo una agonía. Fui allí por primera vez hace más de 30 años, y fueron los libros los que me inspiraron, no siempre las novelas, y engañé algunas veces en mis elecciones aquí. . Hay una gran cantidad de no ficción sobre Grecia: elegiría a Patrick Leigh Fermor y Henry Miller, aunque también desearía haber tomado más decisiones de los autores griegos, de todos modos más que en los últimos años han inspirado escritos brillantes (mira las medidas de austeridad si te gusta la poesía, y hay varias novelas). Sin embargo, esta es una selección para el lector inglés: "transporte a Grecia" en tiempos difíciles. Esperemos que estos libros lo lleven allí y lo lleven a otras cosas.
Un antiguo mosaico romano de Ulises en su barco. Fotografía: Wolfgang Kaehler / Getty Images
Primer truco: algunos dirían que esto no es una novela; Yo diría que este es uno de los primeros. Nunca me he quedado en la cubierta de un ferry griego viendo pasar las islas sin pensar en el magnífico carácter mercurial de Odiseo. ¡Y las descripciones de Grecia! "El amanecer con los dedos rosados" es innegable. Algunas personas tienen problemas con el "mar oscuro del vino", pero realmente, se ven bien en el momento adecuado. El único problema es elegir la mejor traducción. Soy fanático de Lattimore, Fagles y Fitzgerald. También estoy muy emocionado de leer uno nuevo de Emily Wilson. De hecho, leí el mismo libro en varias versiones diferentes, que deben contar para algo, incluido un mal intento del griego original. Es una base para toda lectura.
Mary Renault fue una de las escritoras que me envió a Grecia en primer lugar. Lo leí al comienzo de mi adolescencia y sus posiciones "históricas" sobre el mito siempre son muy apreciadas. Esto, y su secuela El toro del mar, es noticia de la vida de Teseo, y el primer libro tiene acción en el Peloponeso, Creta y Atenas, todos los lugares que han jugado un papel importante en mi vida. Renault no teme los aspectos difíciles de estos cuentos. Aquí hay cosas oscuras, y tampoco verdaderos héroes. Si te gustó Game of Thrones, Renault puede ser el siguiente paso.
Penélope Cruz en el papel de Pelagia en la película de 2001 de la mandolina del capitán Corelli. Fotografía: Buena Vista
Cuando le pregunté a la gente qué novela evocaba los paisajes y aromas de Grecia, fue una de las respuestas más populares. No estoy 100% atrasado, pero en general estoy de acuerdo. Es similar a la película, que se ve hermosa pero tiene aspectos desagradables (el actor principal, por ejemplo); En el caso del libro, estas son algunas de las caricaturas políticas de la resistencia comunista durante la Segunda Guerra Mundial. Causó mucha controversia cuando salió y algunos de mis amigos griegos no lo abordarán. Pero su evocación de una Cefalonia perdida, la hermosa isla en la que se encuentra, es perfecta. Sobre todo, Pelagia es un personaje que muchos que conocen Grecia reconocerán: ardiente y apasionado.
No se muestra la ubicación del pueblo no identificado de Little Infamies, y Karnezis dijo que no era necesariamente griego, aunque todos los nombres y detalles apuntan en esta dirección. Me gusta imaginarlo en el Peloponeso, pero tal vez solo porque es la región cuyos pueblos conozco mejor. Una serie de historias interconectadas exponen la vida local, y cualquiera que esté familiarizado con este entorno lo encontrará profundamente familiar. Incluso los toques mitológicos tienen sentido: todavía se puede esperar que aparezca un centauro en Grecia y entablar una conversación. Hay secretos oscuros debajo de la superficie de la aldea, pero Karnezis siempre trata a sus personajes con profundo afecto.
Milo Parker como "Gerry" Durrell, con Keeley Hawes en la producción ITV de The Durrells.
Mi segundo truco, me temo, ya que claramente es más una autobiografía, pero se lee como una novela cómica y gran parte contiene un elemento de ficción, por ejemplo, Larry o Lawrence (ver a continuación), didn & # 39; No vivo en la misma casa que los demás. También llamó al libro "muy malo (pero) muy divertido". Como descripción de una familia excéntrica y disfuncional, el libro es una explosión, lo que lo hace mitad agradecido y medio lamentable de que su familia no sea la misma; pero está en esta lista por sus descripciones de Corfú, y en particular el paisaje y la naturaleza. Un amigo mío, que no lo ha leído desde la infancia, recientemente lo resumió perfectamente: "Todavía puedo escuchar las cigarras y ver a los lagartos corriendo sobre las rocas soleadas".
Con todo este mito y la naturaleza hirviendo, es bueno recordar que los griegos también son famosos por la ciencia, las matemáticas y la lógica. No es que este libro sea sin emoción. El tío Petros es un matemático derribado por un problema insoluble y generalmente visto como un fracaso. Solo su sobrino no identificado todavía piensa que puede ser redimido. No tengas miedo de las matemáticas: es esencialmente un estudio de una relación humana. Entre todo esto, obtenemos una excelente representación de una cierta faceta de Atenas, con sus antiguas casas y apartamentos, sus jardines con patio y su elegante descomposición.
Libertad y muerte por Nikos Kazantzakis
Colinas y olivares en el suroeste de Creta. Fotografía: Terry Williams / Getty Images
Creta, especialmente sus montañas y su costa sur, fue uno de mis primeros amores en Grecia, así que tengo que incluir algunos libros en la isla. También debería incluir algunos Kazantzakis. Zorba es demasiado obvio, aunque lo recomiendo, y fue (secretamente) inspirado por el Peloponeso, aunque se encuentra en Creta. Esta oscura historia del Capitán Michalis (el título original del libro) tiene lugar durante la ocupación turca, y el hecho de que el bey turco local sea su hermano de sangre muestra las complicaciones de la época. Todo se reduce a una verdadera tragedia de Shakespeare mientras muestra el profundo amor de los personajes y el autor por su isla.
Las cuevas son importantes en Grecia, ya que proporcionan una conexión entre nuestro mundo y el mundo oculto. Heracles y Orfeo descendieron a Hades a través de uno y el laberinto de Teseo es seguramente otro. Una vez descendí una escalera de acero a una cueva profunda en las montañas de Creta. Al fondo había un santuario bastante macabro para un santo local, iluminado solo por mi débil antorcha. Tuve un ataque de pánico absoluto, y en gran parte lo culpo por este libro, una fascinante mezcla de historias de aventuras, mitología y horror. No es una obra maestra, la no ficción de Durrell sobre Grecia es mejor, pero clava ese sentimiento ctónico que se encuentra justo debajo del cielo azul y las aguas de Grecia.
Barcos de pesca en Gerolimenas, en la península de Mani. Fotografía: Benny Marty / Getty Images
Hablando de corrientes sombrías, este libro poco conocido de un famoso autor penetra bellamente en la piel de Grecia. Se encuentra en parte en Mani, una parte rocosa y a menudo árida del sur del continente donde vivió mi familia durante varios años. Es un área de increíble belleza, salpicada de fortificaciones de casas de torre y pequeñas capillas bizantinas, pero siempre hay algo oculto en el paisaje. Imagine una brisa a través de los olivos por un momento, luego vea lo que DeLillo hace con él: "El viento sopló sobre los olivares, causando un temblor salvaje, una especie de pánico, las copas de los árboles se volvieron plateadas". Cualquiera que haya visitado esta parte del mundo fuera del verano sonámbulo lo sabrá al instante.
Los 100 mitos griegos de Atticus the Storyteller por Lucy Coats y Anthony Lewis
Puede ser mi libro favorito en esta lista, principalmente porque pasé varias tardes leyéndolo a mis hijos. Los mitos griegos pueden ser profundamente extraños y confusos, echa un vistazo a la versión de Robert Graves si no me crees, pero los niños parecen lidiar con esto de manera mucho más intuitiva que los adultos. La premisa detrás de esta colección es genial. Atticus, un contador de historias, abandona su hogar en Creta para un festival de cuentos cerca de Troya, viajando por gran parte de Grecia. En el camino, a cambio de comida, alojamiento y transporte, cuenta los mitos que se adaptan a la región, comenzando con el nacimiento de Zeus y terminando con la Guerra de Troya. Aparentemente es un libro para niños, pero me encantaría leerlo por mí mismo, y gran parte de mi conocimiento de la mitología griega se basa en él.
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Fanfic Isco Alarcón - Cinco caminos a Grecia
Muchísimas gracias por leer!! El resto del fic aquí
Capítulo 8
Diciembre estaba resultando verdaderamente extenuante. Nunca había tenido tantos turnos de veinticuatro horas en este mes en el que los accidentes caseros estaban a la orden del día, los resfriados a pesar de nuestro compasivo invierno proliferaban y las enfermedades estomacales, ya sea por indigestión o por experimentos, causaban emergencias bastante desalentadoras. Sin mencionar a los enfermos crónicos, reumatismos acostumbrados a nuestras cálidas temperaturas empeoraban de forma alarmante al más leve asomo de una brisa templada y aquellos diabéticos, hipertensos y afines, también acababan en urgencias por abusar de la comida.
Sin embargo, estaba complacida de este cansancio porque me serviría de práctica y preparación para la verdadera carrera. A los estudiantes se les perdonaban los días festivos en la mayoría de los casos, a los médicos no. Yo seguía pagando mis turnos caídos por Dino y no me iba a quejar por eso, aunque sí puedo decir que la guardia de vísperas de navidad fue un coñazo. Habíamos llevado de todo para comer e incluso uno que otro vinito para brindar, pero a duras penas pudimos celebrar. Emergencias estaba a reventar, muchas veces tuvimos que pedir apoyo de traumatología porque ginecología nos chupaba a todos. Madre mía, como pare la gente en noche buena.
Suerte la mía que había iniciado guardia el día anterior, pero honestamente me sentía muy culpable de pirarme a las siete de la noche cuando todo el mundo estaba corriendo. Los relevos ya habían llegado, pero eso no me consolaba. Los miraba a todos correr, ya con mi equipaje listo, y a la doctora Perdomo apurar un vaso de sidra y pellizcar una menestra a la rondeña que había llevado una de las enfermeras.
-Que te vas ahora mismo, ¡te me vas! – me regañó, cuando le ofrecí quedarme.
-Pero…
-Que yo nunca te he nalgueado, ¿eh, Grecia? Vete a estar con tu familia, niña.
Me reí de su amenaza. Le conté que mi familia no haría gran cosa y que sentía que hacía más falta en el hospital.
-Cuidado esa cabezota no te pasa por la puerta – me dijo en tono de burla – que aquí resolvemos nosotros, vamos a estar bien. Aprovecha de estar un año más con tu familia, que no sabes si el año que viene te toca jornada médica en Chechenia o qué se yo.
Al fin y al cabo, le hice caso. Mamá se alegró mucho al verme cruzar la puerta, luego de haberle escrito que me quedaría. Me apuró a vestirme cuando ya ella se ponía los pendientes en lo alto de la escalera. Me apetecía poco ir a casa de la tía Mercedes, pero vamos, sabía que tenía que ir, era como algo de rigor. Me alisté lo más rápido que pude, me coloqué unos leggings gruesos, un suéter tejido de un bonito tono marsala, botas a la rodilla y el cabello suelto. La cebolla que me había hecho durante la guardia me había dejado unas ondas que me gustaron. Apenas me puse algo de base, delineador y labial para salir a la carrera, colocándome los zarcillos junto a las escaleras como mamá.
Para mi sorpresa, Mario iba con nosotros y papá se había puesto chaqueta. Por lo general, Mario siempre llegaba antes de las doce, comía y volvía a desaparecer y papá, pues era bastante difícil sacarlo de su suéter polo. A pesar de mi cansancio, el ambiente festivo terminó por colarse en mi sonrisa, ayudó mucho el exquisito vino tinto que tío Lucio había llevado para brindar y por supuesto, la buena comida. No me salvé de alguna consulta express, tías, tíos y la abuela viniendo a preguntarme por algunas circunstancias de salud y porqué les dolía allá o aquí cuando hacían tal cosa. Ya estaba acostumbrada, mi familia jamás desaprovechaba cualquier oportunidad para recordarme que la bata había quedado guindada en mi habitación, pero que sería médico a donde fuera.
Mario y yo éramos los más jóvenes de nuestra generación, pero sólo los primos más grandes tenían niños. Por eso mi familia se constituía mayormente en gente grande y nuestras navidades se hacían muy repetitivas. Llegábamos a casa de tía Mercedes, quien intentaba sembrarnos un vaso de ponche tan pronto llegar, comentábamos los pormenores de nuestras vidas desperdigados por la acogedora sala con la chimenea eléctrica encendida y luego ayudábamos a servir la comida. Pasando fuentes y bandejas de aquí para allá y de allá para acá, comíamos hasta no poder más y nos sentábamos de nuevo en la sala para cantar flamencos o boleritos con la guitarra de tío Manuel. Y vaya, yo la estaba pasando bien, con esa copa de vino que hacía juego con mis labios, sintiéndome afortunada porque tenía a mi familia una vez más conmigo y porque la verdad, estábamos llenos de voces privilegiadas –yo era una triste excepción- sobre todo la niña de diez años de Josué, Paloma, que cantaba como si tuviera diez pulmones.
Mamá daba abrazos espontáneos cuando estaba feliz y ya me había dado cuatro, el ponche la tenía contenta. Al contrario de papá que se había quedado lelo escuchando un bolero, la cara nostálgica y las lágrimas reprimidas brillándole tras los lentes, seguramente acordándose de sus viejos y de sus navidades.
Poco después de que llegara Papa Noel y Paloma, Martina y Gabriel abrieran sus regalos, decidí que era hora de irme, estaba muerta del cansancio. Mario se fue justo después de comer con sus amigos y el coche estaba disponible, pero sabía que papá aun no quería irse y no tardaría en hacerlo. Josué se ofreció a llevarme, tuvimos una de esas conversaciones de casado-exhausto pero feliz cuya conclusión fue, irónicamente, “no te cases”.
Llegué a casa y aunque lo único que quería hacer era meterme en mi pijama, me senté en la soledad de la sala para embeberme de ese momento de quietud y repasar la noche, como para guardar firmemente el recuerdo en un lugar seguro. No sé cuánto tiempo estuve así, hasta que la cerradura de la puerta me sobresaltó. Era Mario.
-¿Ya de vuelta tan temprano? – le pregunté.
-¡Joder! ¡Que me matas del susto! – brincó.
Me reí con fuerza al verlo lívido.
-¡Valiente! – me reí - ¿Has venido a por algo?
-A por mi cama. ¿Y tú qué haces ahí sola como una loca?
-Sola como una loca – me encogí de hombros – No te creo que ya estés de vuelta, ¿te pasó algo?
-¿Y por qué no? Estoy madurando, ¿eh? Que ya las fiestas no son tan lo mío…
Le dediqué una mirada entre severa y divertida para indicarle que aun así no le creía.
-Vale, pues estaba con los chicos – exhaló, sentándose junto a mí – fuimos a parar en casa de Mónica, una amiga y pues… de un momento a otro, Martín y yo quedamos solos en la sala… Isco y Javier habían subido con las chicas… y yo no iba a quedarme ahí…
Sentí un odioso retortijón en el estómago y el ceño se me frunció enseguida.
-Pues que groseros.
-Ah, estoy acostumbrado – dijo Mario, restándole importancia, pero se le notaba que estaba molesto – Martín quería seguir bebiendo, pero no, yo no iba a quedarme ahí… Esto es lo malo de salir con ellos…
-¿El qué?
-Que siempre se quedan con las chicas y no les importa desaparecerse y dejarnos a nosotros.
-Que amiguitos los tuyos – le respondí con enojo. Él se echó a reír.
Mario seguía hablando y me llenaba más de rabia. Qué bajeza abandonar a un amigo, con quien en principio decidiste salir, por un revolcón. No iba a decirle a Mario que él también se merecía quedarse con las chicas o que él era mejor que eso porque encontraría a una única chica que valdría la pena y no como esa Mónica y su amiga, pero se hubiese burlado en mi cara. No sabía que decirle. Es más, no sabía porqué estaba tan indignada si él se lo estaba tomando con tanta calma.
-Vale, que no los culpo. En su lugar, yo probablemente haría lo mismo.
-Bueno, sí, tú no eres mucho mejor que ellos – solté en un tono casi resignado.
Mario me miró y vi en sus ojos verdosos la sinceridad inminente.
-No sé si mejor, pero soy un tonto buena gente casi siempre – me confesó en voz baja – y por eso me pasan las cosas.
Me reí por lo bajo. Me sentí exactamente igual e impulsivamente, le di un abrazo.
-Feliz navidad, Guecha.
-Feliz navidad, Mayo – y le di un beso antes de irme a dormir.
_______________________________________________________________
No tenía idea de la hora, pero cuando Dino empezó a ladrar como loco sentí que apenas había dormido un rato. Se subió a la cama y ladraba a todo pulmón como para defenderme del intruso. Alguien me voló la almohada y la cobija y se me tiró encima, mientras un Dino aterrado seguía chillando, interponiéndose entre las dos.
-¿Pero qué haces tú aquí? – pregunté, confundida y adormilada.
-Te vine a rescatar – rió Paula.
Me costó un par de minutos asimilar que Paula estaba ahí conmigo y no en Valencia con su familia, que era navidad y ella había venido dispuesta a pasarla aquí. Me contó todas las eventualidades de su noche buena y los planes que había hecho para hoy en mucho menos tiempo del que yo podía procesar. Insistió, como siempre, en que me pusiera guapa y que la ayudara a cocinar algo porque había invitado a Lorena, Sergio, Martín y Carlota para pasar un buen rato.
-Y no vengas a regañarme que tu mamá fue la de la idea, ¿eh?
-¿Y yo he dicho algo? Hostias… - me quejé, con la boca llena de espuma mientras me cepillaba los dientes.
-Apúrate que quiero darte tu regalo, pero para eso tienes que ponerte guapa…
Por primera vez, Paula no rebatió el atuendo que saqué del closet. Una maxi falda de un bonito tono durazno claro y un crop-top floreado, sandalias amarradas a los tobillos y las pulseras que resultaron ser mi regalo me combinaban a la perfección. Me recogí la mitad del cabello y dejé que las ondas de la noche anterior duraran lo que tenían que durar. Ella llevaba un lindo vestido azul muy sencillo que mostraba los hombros y un sombrerito marrón que le iba muy bien a su cara. Yo le había regalado una agenda que no tuve tiempo de envolver, pero es que yo no esperaba verla hasta el año nuevo.
Bajamos a la cocina y ya mamá le había calentado de todas las sobras habidas y por haber a Paula, que se moría por probar nuestra comida de navidad. Ella también había llevado unos dulces típicos de su zona. Mientras se zampaba todo lo que mamá le había puesto en el plato, pasándolo con una copa de ponche, yo tostaba pan en el horno para unos crostinis de capressa y llenaba vasitos para jelly shots, que si íbamos a montar la fiesta, pues a hacerlo bien, aprovechando que estaba de ánimos. Hasta que Paula comenzó a ofuscarse. Sergio, con un drama digno de telenovela, fondo musical incluido, nos dijo que ya no iba a poder acompañarnos. Martín no respondía, Carlota decía estar varada en casa de sus abuelos fuera de la ciudad. La única fue Lorena que prometió estar en casa dentro de una hora y muy puntualmente cumplió.
Hice un coctel con apenas un toque de ginebra para que nos instaláramos mientras se terminaba de cocinar y asentar lo que Paula y yo habíamos preparado para picar y que ahora parecía comida para un batallón, considerando que sólo estaríamos las tres. Mamá y Papá a media tarde decidieron volver a casa de tía Mercedes y Mario había salido. Sin embargo, la felicidad no nos duró tanto tiempo cuando Mario apareció con sus amigotes, Francisco, Kike y su respectivo Martín.
Francisco había llegado con una bolsa de lo que parecían chocolates y bombones y una gigantesca torta borracha. La colocó en la mesa y antes de saludar, preguntó por July. Le dije que no estaba, pero que podía decirle donde encontrarla y se limitó a pedirme que le entregara los regalos. Pensé que eso era todo y seguí preparando los crostinis, pero él se acercó y casi con un aire distraído, me saludó rápidamente con un beso en cada mejilla.
Paula fue la encargada de presentar a Lorena y, como era de esperar, de invitar a los recién llegados a nuestra pequeña tertulia que se había quedado corta de invitados.
-Espera, espera… - atajó Mario, riendo, divertidísimo por la situación – ustedes no nos invitan a nosotros, ¡ya nosotros habíamos planeado quedarnos a beber aquí! Si quieren, ustedes también pueden quedarse…
Paula lo miró entre sorprendida y divertida. Toda su expresión me decía que había recibido como una cachetada aquella grosería.
-Quedarse y compartir con nosotros – saltó Francisco con encanto, siempre recogiendo los desastres detrás de Mario.
-¿Qué ya no lo estamos haciendo? – dijo Kike con aire relajado, acomodándose en uno de los sillones al final de la cocina.
Lorena nos miraba, incómoda, sin saber qué hacer.
-Vale, que esto es muy fácil de resolver – intervine, alcanzándole a Mario sus six-packs – ustedes se van afuera a hartarse de su cerveza y nosotras nos quedamos aquí dentro y listo.
-Cómo me llena su espíritu navideño, ¿eh? – dijo Alarcón, sarcástico y rodando los ojos, tomando una cerveza para salir a la terracita.
Vi ese proceso de revelación en la cara de Paula y en su forma de desencajar los hombros, inminente a pesar de lo mucho que le desplegué los ojos en advertencia, su espíritu de conciliación.
-Isco tiene razón, ¿por qué no podemos compartir todos?
-Vale, socializar – sonrió Lorena, alzando su coctel.
Y fue así como me vi forzada a integrarme al grupo de amigos de mi hermano, cosa que por un montón de años nunca pensé en hacer, incluso antes de la vuelta de Francisco, hace poco, pero mis amigas parecían gustosas de la inesperada compañía. Paula, pues porque es extrovertidisima y le encanta el rollo del grupo grande, y Lorena porque desde que llegaron había adoptado un colorado en el rostro no muy propio de ella y parecían darle infartos exprés cada vez que Alarcón hablaba y que seguramente no solo nosotras notábamos.
Lo que llamábamos terraza era apenas un pedacito de tejado que sobresalía de la casa sostenido por vigas de madera. Había banquitos de madera envejecida adornados con cojines y unas bonitas sillas de patio, una mesita a juego y muchas macetas con helechos y enredaderas que guindaban por todos lados. En la pared habíamos clavado unas vigas a modo de estantes en las que yo cuidaba un ejército de mini cactus y plantas diminutas y más allá de nuestro trocito de piso adoquinado, se extendían unos diez metros de césped, apretujados en el estrecho que dejaban la casa y la cerca. Salí con la primera tanda de entremeses y fui recibida con vítores. Mi amiga aprovechó la algarabía para proponer alguno de sus drinking games.
-¡Ay, Paula! ¿De verdad? – me burlé yo.
-¿Por qué no? Es una excelente herramienta para romper el hielo y conocernos mejor ¡Ve a por los jelly shots!
La moción fue aceptada por unanimidad. Como era costumbre, casi de inmediato Paula se había convertido en la líder y el primer juego en cuestión fue el popular “Yo nunca”. La verdad era muy fácil que se convirtiera en juego de sexos, habiendo cosas muy marcadas que chicos y chicas hacíamos de forma exclusiva. Sin embargo, habían excepciones graciosísimas, como el “yo nunca he usado maquillaje” y Martín pegándose hasta el fondo la lata de cerveza, o “yo nunca me he ligado a la mamá de un amigo” y Lorena alzando su jelly shot. Yo trataba de afectar lo menos posible a mis chicas, pero casi todas mis sentencias terminaban condenando a Alarcón. “Yo nunca me he rapado”, “yo nunca he viajado a Asia” o –una que sí dije con mala intención para Paula- “Yo nunca he vivido en Valencia”.
-¿Me quieres emborrachar, Finlandia? – me acusó, luego de sacudirse el último trago seco de una botella extraña que Mario había traído a colación.
-Y a ver cómo te portas – le dijo Lorena, sonriéndole y cambiándose el cabello negro de lado.
-La verdad, no muy bien – confesó él, alzando las cejas.
-Mejor así – respondió ella con una risita.
Paula me miró, cómplice, con algo de sorpresa ante la escena y yo procuré cambiarme de sitio, para estar más cerca de mi amiga, que por su parte estaba siendo receptora de las vibras cachondas de Martín. Al parecer siempre tenía algo que decir ante los “yo nunca” en los que a Paula le tocaba beber y buscaba cualquier excusa para decirle lo afortunado que era de estar con nosotros en este momento. Enseguida cambiamos la estrategia para jugar beer pong, una vez más chicos contra chicas.
-Que con nuestro Martín no estuvieras en estas, ¿eh? – le susurré a Paula mientras los demás armaban la mesa de ping pong de Mario.
-Hala, tía, lo has dicho tú. Que mi esperanza era que saliera del closet tan pronto le hicieran efecto los shots y Sergio empezara a soltar plumas… En cambio, ha venido Chayanne y quiere ser mi torero…
Nos reímos en el momento justo, los chicos parecían tener problemas armando la mesa y Lorena más que animarlos, les estorbaba. La veía próxima a darse un buen machucón como los que ya yo me había dado con ese puñetero trasto.
-¿Y qué hay con esta, eh? – pregunté como quien no quiere la cosa.
-Pues que reacciona como deberías hacerlo tú – dijo Paula con saña.
-Ya sabía yo que ibas a salpicarme a mí.
-Venga, Grecia, que está guapísimo con su jean roto y su barba de chico malo… Y su camiseta de puntitos y su risa de niño bueno…
-Que ya es tu crush, venga… Y el de Lore… - respondí, risueña.
-Vale, deja los celos.
-¿Celos? Por favor, Paula – me reí con ganas y al mismo tiempo sentí un jalón en las tripas.
-Por favor tú, que nunca me llamas por mi nombre a menos que sea para mentirme, ¿eh? – me dijo en un tono de advertencia, pero con gesto divertido – Pero yo tampoco sabía que la Lorena tenía su zorrita por dentro… aunque al chaval hay cosas que verle, admítelo.
Asentí, sin mirarla.
-Aunque si no le has mirado los ojos, no le has visto nada – dije, casi para mí misma y eso a Paula pareció bastarle.
Los juegos, aunque algo infantiles, me habían insuflado un ánimo fiestero bastante satisfactorio, pero ahora solo sentía un malestar odioso en la boca del estómago que no lograba identificar como acidez ni dolor abdominal. Era una incomodidad fuera de mis poderes de diagnóstico y se lo achaqué al alcohol, por lo que me desentendí del evento. Fui abucheada cuando dije que no bebería más y al estar el equipo incompleto, Mario propuso hacer de árbitro mientras Martín hacía pareja con Paula y Francisco con Lorena para ser más justos. Vaya, que mi hermano es más imprudente que Paula en esto de cupido. Hasta ahora no me percataba de que faltaba un cabeza hueca. Kike estaba sentado sobre la cerca, sumergido en lo que parecía una estresante conversación telefónica que parecía iba a extenderse mucho rato más, debía llevar al menos una hora allí.
Los jugadores se veían bastante cómicos, pues Martín y Paula eran larguiruchos y rubios, mientras que Alarcón y su compañera eran más bien de baja estatura y de pelo oscuro. Esto parecía un Family Feud de borrachos. Entonces, al árbitro se le ocurrió una idea y desapareció dentro de la casa para volver con adornos que probablemente había arrancado del árbol de navidad. A la primera pareja, le colocó unas tiras de confeti a modo de cintillo y a la segunda, unos gigantescos y brillantes lazos a modo de corbata.
-Los linguini versus los oompa loompas – presentó Mario.
Esto hizo que nos desternilláramos de la risa y yo fui recuperando poco a poco el buen humor. Martín se comportó entonces y no se le puede acusar de haber violado el espacio de Paula, estaba siendo amistoso y muy buen jugador. Lorena, que ya parecía haber tenido suficiente de tomar, saltaba sobre Francisco, lo abrazaba cuando acertaban y le masajeaba los hombros cuando éste iba a lanzar.
-Ésta va por ti, Uruguay – me señaló y falló el tiro en uno de los vasos de Paula.
Lo abuchearon y pitaron, sobre todo Mario y yo no pude evitar reírme.
-Pero no le pongas tantas ganas – le dije con ironía.
-A mí mejor me dedicas tus goles que esos sí los sabes meter – le dijo Lorena, otra vez moviendo el cabello como si fuera un pavo real abriendo la cola.
-Goles y algo más – agregó Martin.
Todos se reían, en especial Francisco que se había sonrojado hasta las orejas.
Me levanté para ir a por la comida que quedaba, que no me gustaba para nada estar en medio de un flirteo y en realidad, me parecía de mal gusto que ellos estuvieran con esas niñerías cuando estábamos en grupo. A lo mejor, eso que sentía era hambre o rabia de que las cosas no nos hubieran salido como pensábamos, o cansancio o sueño o qué sé yo, pero no celos. Nada de eso.
Estaba trasteando en la cocina mientras me comía unas fresas que conseguí en la nevera. Hacía más ruido del necesario porque me funcionaba como catalizador y me acallaba la mente. Las chicas entraron con intención de ayudarme, habían declarado un receso en el partido y Lorena aprovechó el momento para abordarme. La lengua ya se le enredaba y tenía los ojos adormilados, pero el espíritu más vivo que nunca, a juzgar por el favor que me pidió.
-Hey, Grecia, ¿tú podrías conseguirme su número de teléfono?
-¿De quién? – le pregunté asombrada. Paula, detrás de ella, sufría de algún tipo de ataque, seguramente de risa contenida y es que en mi cara debió leerse todo.
-¡Pues de Isco!
No podría explicarme porqué, pero sentí que me había cacheteado. Me quedé mirándola unos segundos, sin saber qué decir.
-No sé si estás segura de que eso es lo que quieres, maja – le dije en un horrible tono condescendiente – Ese chico no es de los que te convienen, créeme, yo lo conozco…
-Vale, que no te he pedido la ficha…
-Que me hago pipí, pero de aquí no me muevo – dijo Paula, divertida observando la escena.
-En serio, Lore, ese tío es un putazo. Si es para que te rompan el corazón, no cuentes conmigo.
-Joder, con quién cuenta una entonces – protestó y salió aireada de la cocina.
-¿Y desde cuando a ti te importan los corazones? – se cruzó de brazos Paula, dirigiéndome una sonrisa incipiente.
-Pues a saber tú que yo resulte ser cardióloga, ¿eh?
Volví al patio justo para ver cuando Lorena empinaba un vaso entero de cerveza y lo vaciaba para luego encaminarse hacia Francisco con suma decisión. Me acerqué con cautela y percibí en todo su lenguaje corporal y al leerle los labios que se había propuesto conseguir por sus propios medios lo que yo le había negado. Él la miraba, juntando las cejas y tratando de entender lo que en su idioma de lengua dormida ella le decía. Y no me siento nada orgullosa, pero ahí flipé.
-Venga, Lore, creo que ya has bebido suficiente y te haría bien acostarte – le dije en voz baja, tomándola por el brazo y apartándola de Alarcón.
-¡Deja, Grecia! ¡Que le estoy diciendo algo importante!
-Me lo agradecerás luego, ¿vale? – insistí, firmemente agarrándola para hacerla caminar conmigo.
-Pero… - comenzó él.
-Vale que te estoy salvando de una denuncia por abuso mañana, ¿eh? – lo atajé, en un tono casi amenazador.
Más que resistirse, Lorena lloriqueaba y ya habíamos alcanzado la cocina cuando Paula se encontraba con nosotros con cara de no entender nada. Le expliqué con suma autoridad lo que estaba haciendo por nuestra amiga, cuyos pasos se volvían cada vez más inestables.
-Con cuidado, ¿eh? – dijo alguien.
-Tranquila, Grecia.
Nos tropezamos con el escalón de la sala. Alarcón metió el brazo para sostenerme y yo, a mi vez, sostener a Lorena.
-Te tengo – dijo y me sentí casi ofendida. Me tomé un segundo para pensar y reevaluar lo que estaba haciendo, pero continué.
-Vamos, Lore, falta poco.
-Grecia… Tranquila… Estás siendo absurda – volvieron a decir, pero no hice caso.
Al alcanzar el final de las escaleras y la puerta de mi cuarto, Lorena volvió a lloriquear y protestar, alegando que estaba bien y que quería seguir la fiesta. Sin embargo, se quedó dormida casi al instante de tocar la cama y yo salí, sigilosa de mi cuarto, cerrando la puerta con extrema delicadeza.
-Grecia, tranquilízate, ¿bien? ¿Qué te ha pasado? – me dijo Paula que me esperaba en lo alto de las escaleras. Ella era la voz que me había estado llamando la atención todo el tiempo.
-¡Estoy bien! – susurré entre dientes.
Alarcón subía ahora las escaleras, quitándose la pajarita navideña y guardándosela en el bolsillo. Paula, al advertir la forma en que nos miró, se ha escabullido dejándome sola. Vaya, gracias.
-¿Estás bien? – me preguntó en voz baja.
Asentí, confundida. Me encogí de hombros, hice muecas. La suma de todo fue un poco exagerada solo para afirmar que estaba bien y me delataba por completo, no lo estaba.
-¿Te he hecho algo? ¿O fue ella? – inquirió. No me estaba acusando – Nunca te había visto así.
-Lo dije en serio, ¿vale? Evité que metieran la pata.
-Sólo quería conocerme mejor, supongo – se encogió él de hombros. Nos quedamos callados. Al ver que yo no protestaba, soltó lo que había venido a decir - ¿Estás celosa?
-¿Y tú quién te crees? – respondí, riéndome.
-Estás celosa – afirmó, sonriendo.
Y vaya que lo estaba. Estaba furiosa, casi histérica, absurdamente asustada cuando los vi hablando. Celosísima, pero no iba a admitirlo frente a él.
-Vale, di lo que quieras – y me dispuse a irme, pero él me cerró el paso.
-Escúchame, entonces – dijo en voz baja – No entiendo nada de lo que pasó ni porqué estás celosa. No deberías, porque es que… Siempre has sido tú.
Me recosté al marco de la puerta cerrada, evitando mirarlo porque es que me había descolocado ahí en la penumbra del pasillo con su tez pálida y su bonito pelo negro, peinado hacia atrás. La barba poblada, negrísima igual que su cabello y graciosamente llena ahora de la brillantina que le había dejado la corbata navideña. Paula tenía razón, pero yo también tenía razón, era increíble. Sus ojos brillaban a pesar de cualquier luz y ante esa confesión, una enorme bola de sentimientos se me estaba agolpando garganta arriba.
-Desde el colegio. Desde que usabas brackets y todos volteábamos a verte porque seguro sabías la respuesta, desde que pasabas de largo durante los entrenamientos y todas las chicas querían hablarme, menos tú – él también miraba el suelo, con una sonrisa cargada de nostalgia – Creí que Mario y yo nos habíamos hecho amigos porque estaba destinado a tenerte, tonterías de niño que uno cree… Pero no había forma, me detestabas – negó levemente – y creí también que ese evento del Leala era mi segunda oportunidad y ha sido lo contrario, he encontrado mil maneras de meter la pata contigo…
-Mira…
Pero me vi interrumpida por su mano que suavemente tomaba la mía, con esa amabilidad tan firme, tan cálida.
-Traté de mil formas llamar tu atención, la más efectiva parecía ser molestarte. Cosas que funcionaban con muchas, contigo me explotaban en la cara. Y sí, he buscado satisfacciones en muchas, pero en pensamientos sueltos que no venían al caso, te veía a ti, te veo a ti. Ha pasado mucho tiempo y todavía no me quito de la cabeza que seas para mí – él seguía sonriendo, jugueteando a mover el pulgar contra el dorso de mi mano – Perdona que me ría cuando estás molesta, pero es que estoy feliz… de que sientas algo por mí que te provoque rodar los ojos y sea a la vez, algo bueno.
Quise rodarlos por pura ironía, pero se me salió la risa. Al dejar de reírnos, dijo en voz aún más baja:
-Siempre has sido tú, Grecia.
El corazón me latía a mil, me atreví a mirarlo a los ojos y eran los de siempre. Enormes, brillantes, rodeados de pestañas inmensas. Sólo que cuando se clavaban en mí sentía que, en silencio, me hablaban. Y quería ser valiente, pero era demasiado pronto para desenmarañar todo eso que me pasaba por dentro, una enredina de pros y contras a los que sumaba esta declaración.
-Creo que has tomado demasiado – le dije por fin, suspirando – Y puede que mañana te arrepientas de todo esto que me dijiste.
Él negaba, apretándome la mano.
-Podemos hablar mañana y te juro que te diré esto mismo y hasta más.
-Vale, volvamos abajo – sentencié, en mi afán por romper ese momento - Y límpiate la barba que la tienes toda llena de escarcha…
Le pasé la mano por la cara con delicadeza durante casi una eternidad. Qué sensación más placentera la de sus gruesos y cortos vellos raspándome los dedos. Él reaccionó a mi tacto casi con un temblor y mis yemas tropezaron sus labios que se abrieron en una fuerte exhalación. No sé si lo atraje hacia mí o él se inclinó, lo siguiente fui yo poniéndome de puntillas para besárselos. Más que sorprenderse, me atrajo hacia sí de inmediato, acercándome a su cuerpo y ahora mis dos manos se paseaban por su barba. Ojos cerrados porque no hacía falta ver nada, los dos éramos uno en ese beso intenso que parecía ensayado. La boca nos sabía a cerveza y a fruta, pero el aliento olía a deseo.
Recordé de pronto a Lorena, noqueada en mi cama justo ahí, tras la puerta a nuestra izquierda. Me separé de Francisco, pero él volvió a buscarme, tomándome la cara ahora y besándome de nuevo, con más dulzura, con más paciencia. La ansiedad dio paso a un deleite prologado en el que exploramos todos nuestros sentidos. Me besaba casi con alivio, sonreía de pronto y eso me trastornaba. Saborearle la risa era incluso mejor que vérsela.
No sé cuánto tiempo pasó, pero parecía haber durado un instante. Me aparté nuevamente con mayor suavidad y noté que tenía los labios levemente hinchados, yo debía estar igual. Le pasé el pulgar por la boca, con intención esta vez, para quitarle rastros de mi lápiz labial. Él me tomo la mano y me besó los dedos, la palma, las mejillas, la barbilla haciéndome cosquillas con tanto frenesí que me dio un pisotón. Después de la pequeña carcajada, me miró largamente y a mí se me había olvidado que hacíamos ahí y porqué había tardado tanto tiempo en darme cuenta de que esos ojos no querían cegarme sino alumbrarme.
Él estaba renuente a volver con los demás, pero me siguió a regañadientes y en silencio. Al alcanzar la puerta que daba al patio, me acarició las puntas del cabello de modo que los chicos no vieran y con un gesto, me invitó a salir primero. Me negué y él me dejó donde estaba, yendo a reunirse con Mario y Martín. Kike ya había desaparecido del todo. Paula, sentada en el banquito pegado a la pared, con las rodillas al nivel del pecho, volteó a verme instintivamente. Le señalé la cocina con la cabeza y ella se levantó en el acto.
-Joder, ¿qué ha pasado? Tienes una cara – dijo a mi espalda, mientras yo fingía limpiar la encimera – A él se le ve contento, pero es que todo es chiste para estos chavales…
-No flipes, ¿vale? – le pedí, mirándola.
Paula se quedó de piedra. Mientras yo buscaba las palabras para contarles, fui poniéndome colorada y ella lo adivinó todo.
-¡Se han besado! – chilló, dando un salto.
-¡Shhhttt, cállate! – regañé.
-¡Es que es obvio! ¡Ay, que bonitura! ¡Olé, mi doctora! – increíblemente, gritaba en voz baja.
-Calla, calla.
-¡Finalmente y como nunca…! – canturreó la canción de Frozen, con pirueta de ballet incluida.
-¿Quieres celebrar o que te cuente? – pregunté.
Se sentó en el acto. De no haber tenido silla cerca, seguro caía en el suelo de inmediato.
-¿Te ha gustado?
-Mírame, estoy hecha un lío – le sonreí, avergonzada.
Y antes de que le contara, se levantó y me dio un abrazo. Quería decirle todo para ver si así, sacándolo de mi sistema, me lo sacaba de la cabeza. Sin embargo, sabía de sobra que Francisco me tenía –“Te tengo”- en la palma de su mano.
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Grecia Culpo: la Miss Trans que representará a México en certamen de belleza
Grecia Culpo: la Miss Trans que representará a México en certamen de belleza Grecia Culpo: la Miss Trans que representará a México en certamen de belleza Grecia Culpo, originaria de Durango, representará a México en el certamen de belleza para chicas trans Miss International Queen, en 2019. Gracias a que obtuvo la corona en Miss Trans Belleza México, concurso que se realiza desde hace cinco años, Grecia Culpo podrá participar en el prestigioso evento... SUSCRIBETE ES GRATIS!! https://www.youtube.com/channel/UCiFBDYHiRQ5ph4nGKYhyIQg?sub_confirmation=1 SUSCRIBETE para no perderte nada, aqui seguiremos activos Dando a conocer mas de HUNI News , deja tu comentario y tu like, nos motiva a seguir adelante Hasta la Proxima!! #Grecia #Culpo #la #Miss #Trans #que #representará #a #México #en #certamen #de #belleza
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