Capítulo 1
Hay magia en el mundo. Y no metafóricamente —creer en el Hada de los Dientes, Santa Claus y milagros— sino que científicamente, un hecho comprobado. Hay magia en el mundo, fluyendo a través de él, saliendo de el— en el piso y en el aire y en las corrientes del mar. Si nacías con la sangre correcta, o el ADN, o algo (de lo que los científicos no están seguros aún) entonces serías capaz de sentirla. Fluiría a través de ti, también. La escucharías zumbar en la parte trasera de tu mente, vibrando justo debajo de tu piel, conectándote a todo.
A veces, tu cuerpo y tus huesos se verían muy pequeños para todo ese poder.
Porque la magia es poderosa y se ve diferente para todos, o eso dicen los libros. Hay hechizos y prácticas estándares, claro — aquellas cosas que técnicamente cualquiera podría aprender del libro correcto o de un conjunto de runas, incluso si no tenían la suficiente fuerza bruta para ponerlo en práctica. Pero más profundo que eso, tejido en la misma tela de tu ser, es una habilidad con la cual nacías y no podía ser copiada. Podrías ser capaz de comunicarte con los muertos, o soñar sobre el futuro o hablar con los animales...
O, si eres Jeon Jungkook, podrías sentir las emociones de la gente a tu alrededor — a veces tan visceralmente como si fueran las tuyas. Enojo, miedo, tristeza, esperanza, alegría, amor, todo presionado contra ti, llenando tus pulmones y tu pecho hasta que estás desbordante.
Cuando era un niño, Jungkook se regocijó en su poder. El mundo se sentía tan grande y estaba tan conectado a todo en él. A sus padres y a su hermano, y a sus amigos en la escuela —incluso los desconocidos con los que se cruzaba en la calle. A veces, si los tocaba, podía escuchar sus pensamientos pasar rápidamente por sus mentes: la lista de compras que su madre intentaba no olvidar, las notas de una canción que su padre tarareaba, el grito de victoria cuando su amigo obtuvo una A en su trabajo. El roce con una abuela en el supermercado reveló su emoción al ver a su nieto después de muchos meses. Mientras tanto, el hombre que se veía importante en un traje junto a ella estaba intentando escribir un mensaje de texto a su esposa, explicando que llegaría tarde para la cena. Otra vez.
Hacía sentir a Jungkook tan vivo, obtener esos increíbles vistazos del mundo de otras personas. Pero la magia es poderosa, y las cosas poderosas generalmente son temidas.
Incluso por aquellos más cercanos a ti, los que deberían entender, pero no lo hacen. No pueden.
Nunca lo harán.
——
Las cosas que Jeon Jungkook amaba sobre la ciudad de Nueva York:
La esencia de ello, tan diferente a la inmensidad reluciente de Seúl. Ocho millones de personas de todas partes del mundo apilados uno encima del otro, intentando sobrevivir.
El hecho de que si te parabas al medio del Canal Street en el barrio Lower East Side, Chinatown estaría a tu derecha y Little Italy a tu izquierda.
Su habitación monoambiente cerca de su facultad era pequeña, pero aun así más grande que el armario que rentaba en Seúl.
Escuchaba al menos veinticinco idiomas diferentes si caminaba más de tres cuadras en cualquier lado.
La arquitectura Hodge Podge, acoplada sin mucha uniformidad. Brillantes rascacielos y hoteles de lujo justo a un lado de los restaurantes que no eran más que un hoyo en la pared y los edificios departamentales antiguos.
La luz en el suelo de la terminal Grand Central temprano en la mañana.
Lo bien que Central Park apagaba toda el apuro y ruido de la ciudad, haciéndote sentir que estabas realmente de excursión en el bosque.
El ruido del metro en la noche, arrullándolo para dormir mientras iba de vuelta a su departamento —solo él en el carro vacío, viajando por la ciudad.
Estaba lo suficientemente lejos de sus padres para que no pudieran estar constantemente preguntándole cómo estaba.
Y luego, las cosas que odiaba:
La soledad que lo siguió desde Seúl y que todavía sentía en sus huesos. Pesaba mucho en sus hombros, en la quietud de su departamento en la noche y cuando caminaba solo por su facultad —sin poder encontrar una forma de conectar con los demás.
El East River no era un sustituto adecuado para el mar de Busan.
El inglés era el idioma más ridículo que pudo ser inventando e incluso después de casi un año de hablarlo todo el tiempo, aún tenía problemas con el.
El intenso frío que por alguna razón comenzaba a principios de septiembre, atravesando su ropa mientras se tambaleaba para llegar al metro, a pesar de que, gracias a eso, usar guantes era más fácil —no recibía miradas extrañas como lo hacía en el verano.
El curso de negocios que actualmente estaba reprobando, a pesar de haber prometido a su familia que la Universidad de Nueva York sería mejor para él que la Universidad Internacional de Seúl.
Aún no podía pensar sobre el examen arrugado que estaba en su mochila, tan marcado con tinta roja que parecía estar sangrando. Eran las tres de la tarde de un martes y acababa de arruinar su segundo examen importante del semestre. Esa noche, iba tener que ir a casa y contarles a sus padres —soportar su decepción, su preocupación, sus preguntas.
¿Es la ciudad mucho para ti? ¿Te estás distrayendo de nuevo? Pensé que tenías eso bajo control, Jungkook.
Lo que. Hacía. Juraba que lo hacía. Usaba guantes y era cuidadoso, cuidadoso de no tocar a nadie y su magia estaba tan encerrada, soldada y apagada en una caja en la parte trasera de su mente, que ya casi no recibía pensamientos. Claro, se sentía un poco como si no pudiera respirar, todo el tiempo. O como si tuviera un hoyo dentro de él, una parte vital perdida, pero lo entendía. Su "regalo" era intrusivo y no era bienvenido y era peligroso, necesitaba mantenerlo bajo control. Por seguridad propia y la de todos.
Pero el hecho de que reprobara su segundo examen no tenía nada que ver con eso y tenía todo que ver con el hecho de que odiaba negocios. No era lo suficientemente inteligente para ello, o lo suficientemente agresivo, y la mayoría de sus clases eran tan aburridas que quería gritar. Había tantas otras cosas que amaba; baile, música, arte, fotografía, producción de vídeo...pero ninguna de ellas lo llevaba a carreras prácticas, según sus padres, así que eran una pérdida de tiempo y dinero. No iba a ser capaz de cubrir el curso y la renta por sí solo si sus padres lo cortaban, así que dos años y dos universidades después, aún estaba batallando su camino a través de un curso de negocios.
Podría ser un punto discutible, de todas formas, si reprobaba.
Subió un poco su bufanda y cubrió su nariz, para luego meter sus manos en sus bolsillos. No tenía idea de hacia dónde iba, ni si quiera estaba seguro de en qué estación se bajó o en qué vecindario estaba actualmente. Algún lugar hacia el sur, cerca del río. ¿East Village, quizá? No importaba, en realidad. Sus metas actuales eran a) evitar ir a casa por el tiempo que pudiera y b) evitar llorar en medio de la calle.
Su segunda meta se estaba escapando rápidamente de su alcance cuando sintió sus ojos arder y su visión volverse borrosa. Mierda. Agachó su cabeza y giró en una calle. Definitivamente East Village. Reconoció las tiendas coloridas, los grafitis en las murallas de ladrillo, el olor flotando de muchos restaurantes asiáticos repartidos alrededor. Siempre le había gustado este lugar, aunque a veces se sentía demasiado infectado con estudiantes de su universidad. Venía a dibujar, de vez en cuando, o a sacar fotografías de casas antiguas cubiertas de hiedra, y no era una sorpresa que sus pies lo llevaran al vecindario sin poner la información en su cerebro.
Tomó un respiro profundo y se limpió los ojos, los cuales aún lloraban. Eran las 3:30 p.m. de un martes por la tarde y estaba llorando al medio de la calle.
Genial. Fantástico. Amaba su vida.
También había logrado doblar por una calle que nunca antes había explorado. Era más silenciosa que las principales carreteras con sus bares y clubes y restaurantes, casi callada con la hiedra en los edificios antiguos. Tenía ganas de sentarse en un bordillo y recomponerse, pero eso quizás sería más vergonzoso que simplemente aceptar su destino y volver a su departamento para tener su crisis nerviosa en paz.
Cierto, podría llegar a casa. Unas cuantas paradas en el metro, unos diez minutos de caminata y tendría unas cuantas horas antes de que tuviera que llamar a sus padres. Suficiente tiempo para llorar y ver televisión mientras comía y quizás ejercitarse para evitar engordar.
Estaba casi al final de la calle cuando lo sintió: un fuerte tirón en su pecho, de la esquina que intentaba esconder. Giró su cabeza y ahí, cruzando la calle, había una tienda. Había plantas y libros visibles a través de la ventana principal, unos escalones de piedra llevaban a una puerta corrediza, sin toldo, pero con un cartel largo que decía: La tienda mágica, con letras cursivas. Debajo de ellas: Artículos Encantados, Artefactos y Más.
No debería. Sabía que no debería. Había visto unos cuantos lugares como este en la ciudad y siempre había logrado evitarlos. Había caminado rápidamente por su lado y con su cabeza agachada hasta que el tirón desaparecía y estaba vacío nuevamente. Pero ahora mismo estaba cansado, y aún estaba medio llorando y se sentía tan...cálido.
La magia en el aire alrededor de la tienda era cálida contra el frío de otoño y era atractiva, y la próxima cosa que Jungkook supo es que estaba en los escalones y abriendo la puerta.
La calidez aumentó, lo bañó como en una inundación y se detuvo justo adentro, intentando absorberlo con sus rodillas repentinamente débiles. La tienda era más grande de lo que esperaba, desplegándose en un revoltijo organizado. La pared izquierda estaba llena de libros de todas formas y tamaños, algunos se veían más antiguos que el mismo tiempo y a un suspiro de hacerse pedazos, y algunos nuevos y contemporáneos. La pared derecha estaba llena de botellas y jarros, la mayoría de ellos llenos de hierbas secas, plantas y especias, pero también vio algunas pociones líquidas cerca del otro extremo. En exhibición al medio de la habitación había variados artefactos y artículos encantados (justo como el cartel lo prometió). Una sección de cristales curativos, varias barajas de tarot intrincados y muchos objetos que no podía identificar con su limitado conocimiento de la magia. Había plantas colgadas del techo, amontonadas en los estantes, y todo el lugar se sentía...
Como que quería llorar de nuevo, pero por una razón completamente diferente.
Escuchó pasos desde la parte de atrás, acercándose, y esperaba a alguien arrugado y viejo salir de la puerta, no un chico de su edad en un suéter esponjoso, con el cabello rubio platinado y una sonrisa grande y brillante.
—Hola —dijo en un acento inglés un tanto acentuado —Bienvenido a La Tienda Mágica. ¿Puedo ayudarte con algo?
Era pequeño, y Jungkook no estaba seguro de si las hadas eran reales, pero imaginaba que, si lo eran, se verían como este chico. E incluso si había cerrado la caja, si había cerrado todas las puertas, aún podía ver rastros de magia irradiando del chico.
—Estoy, —balbuceó —mirando.
El chico asintió. —Está bien. Bueno, mi nombre es Jimin, por si necesitas algo —dio un paso más cerca, la sonrisa se volvió un ceño fruncido — ¿Estás bien?
Mierda. Sus ojos aún debían estar rojos y estaba seguro de que su cara estaba hinchada y pálida debajo de la protección de su bufanda y capucha.
—Estoy bien —insistió, aunque su voz tambaleó en medio de la frase, cortando su confianza.
—Espera un poco —dijo Jimin, volviendo a la parte trasera de la tienda —déjame hacerte una taza de té.
¿Qué? ¿Té?
—De verdad no tienes que... —intentó protestar y Jimin hizo un gesto de silencio.
—Está bien. Le ofrecemos té a todos nuestros clientes.
Sospechaba que eso no era verdad, pero era demasiado cortés como para discutir, y en unos cuantos minutos después, había una taza de té china genuina siendo puesta en sus manos. Incluso había un platillo, como en una película de la época Victoriana. Estaba a punto de tomar un sorbo cuando recordó que estaba en una tienda mágica y ¿Qué pasaba si no era té normal? Ya estaba rompiendo muchas de sus reglas, no podía consumir algo mágico, ¿Qué pasaría si sus padres se enteraban? ¿Si los llamaba por Skype y podían simplemente notarlo? ¿Qué pasaba si—?
—Relájate —dijo Jimin, sonando divertido —es solo manzanilla. No te daría algo mágico sin tu consentimiento.
Oh. Su cara se sonrojó por la vergüenza y agachó su cabeza para esconderlo, finalmente bebiendo el té. Era manzanilla y se sentía cálido y calmante en su boca. Quizás dejó salir un sonido placentero por accidente, porque Jimin se iluminó nuevamente.
—Está bueno, ¿no? Hoseok hace el mejor té. Pero no le digas a Jin que dije eso.
No tenía idea de quién era Hoseok y Jin, pero estaba demasiado nervioso como para preguntar, así que simplemente asintió — Está bueno. Gracias.
Jimin inclinó su cabeza hacia un lado. —¿Eres de Busan, cierto?
Toda la calidez se desvaneció de nuevo. —Yo... ¿Cómo te diste cuenta?
—Tú acento —dijo Jimin —Y los usuarios mágicos de Busan siempre se sienten como el mar, incluso si sus habilidades no tienen nada que ver con ello —tocó su pecho —Yo soy de Busan, también, y siempre me he sentido realmente conectado con el mar. Mi habilidad no está basada en el agua, pero puedo sentir la marea a veces, especialmente si hay luna llena. ¿Alguna vez sientes eso? ¿Cómo un tirón magnético en tu estómago? Una vez, fue tan fuerte que tomé el tren a Coney Island porque simplemente necesitaba pararme en el océano por un momento.
Jungkook no estaba seguro si sus pulmones estaban funcionando correctamente en ese momento. Lo que dijo Jimin tenía sentido, si se daba tiempo para analizarlo. Afrontar la idea de que su caja no estaba lo suficientemente cerrada como él quería y que a veces sentía punzadas de algo que no podía ignorar. A veces; lo único que lo calmaba era el agua. Y una o dos veces se encontró a sí mismo en la plataforma hacia Coney Island sin saber realmente por qué y corría de vuelta a casa en pánico.
—¿Puedes sentir mi magia? —preguntó con voz muy pequeña. La única pregunta que podía decir en la familiar ansiedad que crecía, crecía, crecía.
Jimin frunció el ceño en confusión. —Por supuesto que puedo. Todos los seres mágicos usualmente pueden sentirse el uno al otro, ¿no? A menos que alguien lo esté encubriendo a propósito. Y, quiero decir, es un poco difícil sentirte. Como si lo hubieras apagado de alguna forma o hundido, pero está ahí. Definitivamente tienes la chispa.
Mierda, mierda, mierda. No debió haber venido aquí, sabía que era una idea mala...
—Oye —dijo Jimin, con preocupación en su rostro ahora —Oye, lo siento. ¿Me sobrepasé? Namjoon siempre dice que soy demasiado curioso, pero...
—Tengo que irme —dijo rápidamente Jungkook, dejando la taza y el platillo en un mueble cercano con un fuerte estrépito —Gracias por el té, lo siento.
Y entonces hizo una jodida reverencia como un idiota, y eso es. Genial. ¿Qué demonios?
—Espera —dijo Jimin, pero ya estaba corriendo. Fuera de la tienda, bajó los escalones hacia la noche fría y oscura, y a través de las calles repletas de gente de East Village hacia la parada del metro.
De vuelta en la seguridad del tren, presionó su frente en sus rodillas, con una mano presionada sobre su corazón que latía rápidamente mientras se decía a sí mismo que estaba bien. Fue un error y no lo iba a cometer de nuevo. No importaba lo cálido y seguro que se sintiera en ese lugar, le prometió a sus padres, años atrás, que se mantendría alejado de ese mundo.
No podía volver.
——
Volvió.
No estaba planeando hacerlo. En serio.
Es solo que la conversación por Skype con sus padres no salió bien y apenas había dormido esa semana intentando escribir un ensayo para otra clase con la que tenía problemas y finalmente decidió ir a East Village para tomar unas fotografías para referencias de bocetos y ahora estaba frente a la tienda de nuevo.
Mierda.
Aléjate, intentó decirse a sí mismo, pero la magia lo llamaba. Como aire fresco en primavera. La tierra después de la lluvia. Como el choque de olas en el mar. El agujero en su interior dolía.
Una campana sonó cuando entró —algo que falló en notar antes— y no fue Jimin quien estaba sentado atrás del mostrador. El chico tenía un ligero rojo en su cabello y una cara estrecha y expresiva. Cuando sonrió en saludo fue como abrir las cortinas en la mañana y mirar directamente al sol.
—¡Hola, bienvenido a La Tienda Mágica! —su acento...no era tan pronunciado como el de Jimin, pero era coreano, también —¿Puedo ayudarte con algo?
—Uh, soy... ¿Está Jimin aquí?
—No, Jimin tiene clase los jueves. Soy Hoseok —el nombre sonaba vagamente familiar —Y tú debes ser el chico de la semana pasada —continúo Hoseok.
Esta vez, Jungkook no tenía una bufanda para esconderse cuando su cara se sonrojó —Jimin...¿Jimin me mencionó?
Hoseok asintió y saltó para posarse en el mostrador, sus piernas colgaban del borde y pateaba ociosamente la madera. Algo le decía a Jungkook que Hoseok no era bueno para quedarse quieto por largos periodos de tiempo. Parecía irradiar energía.
—Sí, se sintió realmente mal por lo del otro día. Esperaba que volvieras para que pudiera disculparse.
—Oh. Uh. —¿Jimin quería disculparse? Nunca había tenido nadie que, bueno, se preocupara tanto antes. Sobre hacerlo enojar. —Por favor dile que no fue su culpa. Y lo perdono. Y mi nombre es Jungkook.
Hoseok asintió con cada cosa que dijo. Sonrió al final. —Jungkook, lo tengo. Un placer conocerte. ¿Quieres té?
Jungkook se confundió. ¿El té era algo importante aquí? —¿Claro...?
La taza y el platillo que Hoseok le entregó tenía enredaderas pintadas en remolinos con patrones complicados. El té era de un sabor diferente, esta vez. Algo frutal y brillante se sentía en su lengua. Se quedó quieto, mirando intensamente mientras tomaba otro sorbo. —¿Qué piensas? ¿Está bueno? Estoy probando una nueva receta.
¿Así que soy tu conejillo de indias? Jungkook era demasiado tímido para preguntar.
—Está bien —dijo —Me gusta.
Hoseok irradió de luz. Murmuró algo como "escucha eso, Jin" en un susurro y luego lo dejó solo para que terminara su té y pudiera observar la tienda. No era lo suficientemente valiente como para tomar algo, especialmente con sus guantes un tanto resbalosos. Pero era divertido intentar descifrar los títulos de los libros. La mayoría de ellos parecían estar en un idioma extranjero. Podía reconocer el latín y el francés. Español. ¿Quizás alemán?
—Ven a visitarnos de nuevo, Jungkook-ssi —dijo Hoseok cuando por fin se despidió.
Jungkook no le dijo que ya parecía ser inevitable.
——
La calefacción se rompió en su departamento nuevamente, entregó su ensayo con un día de atraso y se dio cuenta que no usó su presupuesto bien este mes, así que tendría que vivir de ramen instantáneo por las próximas dos semanas hasta que su asignación mensual llegara.
(Quería trabajar, pero sus padres insistieron en que debía concentrarse en sus estudios)
Además de todo eso, aún no podía hacer amigos en su universidad. Para la mayoría de ellos, era el chico raro y tímido que se sentaba en la parte de atrás de la clase y que usaba guantes incluso adentro del edificio. A veces, deseaba poder encerrarse en su cuarto como Elsa en Frozen, pero la verdad era que aún amaba demasiado a las personas como para alejarlos por completo.
Volvió a la tienda en vez de encerrarse.
Y había otro chico atrás del mostrador ese día. Este era alto y delgado, con el cabello café claro al costado de su frente y con un aire sereno sobre él. Su presencia sorprendió a Jungkook lo suficiente como para decir —¿Cuántos de ustedes hay aquí?
Afortunadamente, el chico #3 simplemente se río, de forma baja, como un graznido. —Debes ser Jungkook. Soy Kim Namjoon.
Otra cabeza salió detrás de una vitrina y Jungkook se sobresaltó. El chico #4 era casi injustamente guapo, Jungkook mataría por lograr que su flequillo se viera tan artístico en su frente. —¿eres Jungkook? Espera.
Desapareció en la parte trasera de la tienda y Namjoon sacudió su cabeza. —Ese es Seokjin. No le tomes importancia. —invitó a Jungkook más adentro de la tienda.
—¿Cómo sabes sobre mí? —preguntó Jungkook, jugueteando nerviosamente con la correa de la bolsa de su cámara.
—Jimin y Hoseok —explicó Namjoon mientras Seokjin reaparecía con una taza de té en sus manos.
—Bebe esto —dijo, entregándoselo a Jungkook. La taza estaba decorada con lo que parecía ser flores de lavanda y el té era tan oscuro como el café.
Jungkook lo miró dudosamente, pero, bueno, aún no lo habían envenenado. Tomó un sorbo tentativo, preparándose para algo amargo. En vez de eso, era algo rico y dulce, con una pizca de... ¿chocolate? ¿Había chocolate en su té? ¿Y naranja?
—Whoa —dijo.
Jin lo miraba. —¿Está bueno? ¿Es mejor que el de Hoseok?
—Uh... —no quería ser mal educado, y estaba bueno, pero de una forma completamente diferente, y Hoseok le dio el té primero así que sentía una rara lealtad a pesar de que...
—Solo di que sí —lo aconsejó Namjoon desde atrás del mostrador.
—Sí —repitió y Seokjin hizo un ruido de triunfo.
—Já, la magia no puede vencer a la práctica antigua.
Jungkook estaba muy confundido, pero el té estaba bueno y Seokjin no parecía necesitar o querer su opinión de todas formas, así que se quedó ahí y siguió bebiendo hasta que Jin volvió a hacer lo que fuese que estaba haciendo antes y la taza quedó vacía. Namjoon era tranquilo y de buen ver, un buen contraste a la energía de Hoseok y Jimin. Por lo que Jungkook aprendió, había seis de ellos quienes trabajaban en la tienda, aunque Namjoon, Hoseok y alguien llamado Yoongi eran los dueños oficiales. Todos vivían juntos, también, en una casa antigua casi al final del vecindario, a unas cuantas calles de la tienda. Y eran todos mágicos, algo que Jungkook ya había notado.
Namjoon, afortunadamente, no preguntó acerca de la magia de Jungkook y Jungkook se fue sintiéndose mucho menos estresado que antes.
——
—¡Jungkook!
Era en realidad bueno ver de nuevo a Jimin, saltando hacia él desde la parte trasera de la tienda. Su cabello rubio aún estaba un poco más revuelto de lo normal, colgando de sus ojos, y estaba usando una clase de... ¿abrigo? Era largo, llegaba más debajo de las rodillas de Jimin y estaba hecho de un material muy brillante que parecía casi metálico.
Jungkook no tuvo tiempo de preguntarle acerca del abrigo porque Jimin tomó su mano (entró en pánico por un momento antes de recordar que sí, tenía sus guantes en su lugar) y lo llevó hacia el mostrador, donde el chico #5 estaba situado en un taburete con la boca llena de alfileres. Tenía cabello plateado y tenía una cinta para el pelo que lo mantenía lejos de su cabeza y poseía rasgos agudos.
—No corras con el abrigo puesto, Jimin —dijo a través de los alfileres, la voz mucho más gruesa de lo que Jungkook esperaba.
Jimin lo ignoró. —Este es Jungkook —empujó a Jungkook adelante, como si estuviera presentando un premio —Te conté sobre él, ¿recuerdas? Jungkook, este es Taehyung.
Taehyung lo miró con el ceño fruncido. Luego se puso de pie y salió detrás del mostrador. Jungkook, rápidamente acostumbrado a comportamientos desconcertantes, se mantuvo quieto mientras Taehyung parecía medir su altura y luego apuntó hacia el abrigo que Jimin estaba usando. —¿Puedes ponerte eso?
Miró a Jimin, solo para asegurarse de que no era un insulto, pero Jimin ya estaba luchando para quitarse el abrigo con un —Gracias a Dios —y se lo entregó.
Y así es como Jungkook a) pasó la tarde siendo medido y pinchado por agujas y b) aprendió que Taehyung era un estudiante de último año en el New York Fashion Institute of Technology y Jimin era un maldito bailarín en la escuela Juilliard.
—No es algo tan importante —dijo Jimin, avergonzado.
—Solo dejan a entrar veinticuatro estudiantes por año —señaló Jungkook. Taehyung hizo un sonido de estar de acuerdo desde su lugar en el piso.
—Jimin es asombroso —dijo, fácilmente —Deberías verlo bailar algún día.
—Ah, quiero decir, lo hago bien...
—Eres el mejor de tu clase, cállate —dijo Taehyung y Jimin le tiró lo que parecían ser muchos inciensos a su cabeza.
Se agachó, dejó salir un grito y enterró la aguja en la pierna de Jungkook.
—Ow —se quejó Jungkook y Jimin se vió culpable.
—Se suponía que debías bloquear eso, imbécil.
—¿Cómo? — preguntó Taehyung, dando palmitas en la pierna de Jungkook a modo de disculpa —Sabes que no soy bueno con la magia defensiva.
Jungkook se puso rígido ante la mención de la magia (a pesar de que estaba parado en medio de una maldita tienda mágica, gracias, sí, lo había notado) pero ni Taehyung ni Jimin parecen notarlo, demasiado concentrados en pelear como una antigua pareja de casados.
A pesar de todo, no fue una mala tarde.
——
Volvió. Y volvió. Y de nuevo, volvió.
Al principio, se limitó a sí mismo a hacerlo una vez por semana, pero eso rápidamente se multiplicó a tres veces a la semana y luego a casi todos los días. A ninguno de los chicos parecía importarle (a excepción del misterioso Yoongi, quien Jungkook todavía no podía conocer y estaba comenzando a sospechar que no era real) y la atmosfera en la tienda era tan...calmante.
("Lo sé" dijo Jimin un día, cuando Jungkook por fin reunió el coraje para mencionarlo. "Es por eso que siempre vengo aquí a hacer mis trabajos.")
Comenzó a llevar su mochila y sentarse atrás del mesón para estudiar. A veces, Taehyung o Jimin se le unían o a veces Namjoon, quien parecía saber de todo, miraba sobre su hombro y gentilmente le mencionaba sus errores. Rara vez estaban todos en la tienda y se había convertido una clase de juego el comparar sus diferentes interacciones:
Jimin usualmente practicaba sus coreografías mientras trabajaba, murmurando ritmos a sí mismo y haciendo giros perfectamente ejecutados en el espacio del mostrador.
Hoseok zumbaba alrededor como una abeja alegre, limpiando esto, quitándolo el polvo a esto otro, reorganizando los jarros por categoría porque, según él, Taehyung siempre los cambiaba de lugar.
Namjoon se quedaba atrás del mostrador ("por la seguridad de todos" explicó Seokjin, estallando en carcajadas cuando Namjoon lo golpeó en el hombro) a menos que un cliente necesitara ayuda y usualmente creaba canciones en voz baja o arrastraba a Jungkook en una discusión sobre algún tema al azar; arte o historia o debatían sobre si Pluto realmente no debería ser un planeta.
Seokjin siempre insistía en alimentarlo, tenía, aparentemente, un suministro interminable de comida hecha en casa, que para Jungkook eran la mejor cosa que había probado en su vida, y encantaba los pantalones de todos los que entraban, con su amplia gama de conocimientos que incluso rivalizaba con el de Namjoon y con sus chistes ridículos que desarmaban incluso al cliente más nervioso.
Taehyung era disperso, por decirlo suavemente. Nunca ponía nada en su lugar y no escuchaba a la gente entrar hasta que Jungkook silenciosamente se lo decía y tenía la costumbre de dejar de hablar a mitad de sus frases. Siempre estaba trabajando en algún proyecto, lo que quizá tenía algo que ver, y después de un mes Jungkook había modelado dos abrigos, tres camisetas, un chaleco y muchas gorras. (Aun así, huyó cuando Taehyung se le acercó con un par de pantalones.)
Le gustaba pasar tiempo con ellos, le gustaba que no husmearan en su vida demasiado y estaban bien con el hecho que de pronto entrara en sus vidas. No estaba seguro, pero pensaba que por fin había hecho amigos.
Solo que no amigos de los que pudiera hablarle a sus padres.
——
Aprendió que Hoseok, Namjoon y el misterioso y probablemente irreal Yoongi se conocieron en la universidad y decidieron hacer un negocio juntos luego de graduarse. (Cosas malas pasaron, en ese tiempo, cosas malas que esparcían sombras en sus caras y se negaban a hablar de ello, pero Jungkook entendía y no los presionó.) Habían estado en América por casi siete años y no tenían planes de volver a Corea, a pesar de que extrañaban a sus familias.
Seokjin se mudó a Estados Unidos cuando estaba en la escuela secundaria y conoció a Namjoon un año después de que Namjoon se graduara de la universidad. El resto era historia y ahora, aparentemente, pasa su tiempo libre cocinando y obteniendo maestrías, solo por el placer de hacerlo. (Estaba en su segundo, de hecho, en estudios de cine.)
Jimin y Taehyung eran las adiciones más recientes al grupo. Vinieron por la escuela hace tres años y no miraron hacia atrás.
El color favorito de Hoseok era verde y Taehyung odiaba secretamente el café, pero lo tomaba por la cafeína. Namjoon podía rapear igual de bien que Eminem (en la humilde opinión de Jungkook) y Jimin una vez se tiñó el cabello un naranjo brillante por una apuesta de borrachos y casi lo echaron de su presentación como resultado. Seokjin originalmente se especializó en teatro en pregrado y aparentemente aun hacía la producción comunitaria ocasional.
Jungkook guardó todos esos pequeños detalles en otra caja en su mente, para poder sacarla cuando su departamento se sentía demasiado solitario o cuando tenía un mal día. Les daba escasa información sobre él, no muy seguro de cómo poner en palabras su educación y su magia encerrada y el hecho de que la universidad lo estaba ahogando, poco a poco. Que despertaba cada día y podía sentir el agua unos cuantos centímetros más cerca de sus pulmones.
Quizá lo sentían, quizás no les importaba. De cualquier forma, nunca lo castigaron por ello. Solo le hacían infinitas tazas de té y parloteaban los días en los que no podía hablar bien y hacían toda su vida mucho mejor sin siquiera intentarlo.
Esperaba, desesperadamente, que pudiera mantenerlos.
——
Pensaba acerca de cómo sería abrir la caja, dejar que toda su magia saliera por primera vez en casi diez años. Cómo sería experimentar su felicidad, su tristeza, ayudarlos a soportar el estrés y la frustración. Conectar con ellos, como solía hacerlo con su familia cuando era un niño. Pertenecer realmente, con su magia a tope y fluyendo de él tan fácil como respirar.
El pensamiento lo hacía sentirse aterrado, hacía que todo su pecho doliera, así que lo mandó lejos. Dentro de la caja con su magia, para nunca más mirarlo.
——
—Jungkook —le dijo Taehyung una tarde mientras Jungkook se preparaba para irse —Deberías volver mañana.
Jungkook se detuvo a mitad de ponerse su mochila, frunciendo el ceño —¿Qué?
—Deberías volver mañana —repitió Taehyung sin levantar la mirada de su cuaderno de dibujos. Tenía una presentación de diseño el próximo mes y había estado dibujando frenéticamente por las últimas dos semanas, el basurero a su lado estaba dramáticamente lleno de papeles arrugados.
Mañana era miércoles y tenía clases que duraban hasta las cuatro p.m, luego había planeado forzarse a realmente estudiar porque estaba seguro de que iba a fallar el próximo examen al paso que iba, y eso significaba desaprobar la clase.
—Yo-
—Deberías escucharlo —dijo Jimin, pasando con sus brazos llenos de libros que necesitaban ponerse en el estante —Al menos sobre esto.
—¿Pasará algo mañana? —preguntó Jungkook, confundido.
Jimin se detuvo, con una mirada dudosa en su cara —Tae es...
—Soy vidente —murmuró Taehyung, más que nada enfocado en su dibujo — O tengo premoniciones, esa es otra palabra para ello.
Oh. Nunca habían hablado de sus habilidades cerca de él, quizás sintiendo el pánico que crecía cada vez que el tema de la magia era mencionado, y eso era... —¿Puedes ver el futuro?
Taehyung se alzó de hombros —En realidad no. Solo recibo...sensaciones.
—Sí, muy vagas —murmuró Jimin.
Taehyung, aun sin quitar la mirada de su dibujo, le lanzó una bola de papel a la cabeza de Jimin. Fue un golpe perfecto y Jungkook mordió su labio para evitar la sonrisa ante la mirada indignada de Jimin.
—Iba a decir que generalmente tienes razón —bufó —idiota —se giró de vuelta a Jungkook —Así que deberías volver mañana.
—¿Por qué? —presionó Jungkook. De verdad necesitaba estudiar, desesperadamente.
—No sé —dijo Taehyung —solo sé que deberías.
—¿Ves a lo que me refiero? —murmuró Jimin. Otra bola de papel llegó.
—Está bien —aceptó Jungkook, más que nada para prevenir que Jimin comenzara a discutir —Lo intentaré, hyung.
Taehyung levantó la mano en una forma de despedida y Jungkook, aun confundido, les dijo a ambos buenas noches.
——
El miércoles fue una mierda. A las dos horas quería volver a su cama y comenzar de nuevo. Primero, se despertó tarde y, por la prisa, olvidó sus guantes, lo que lo dejó en pánico toda la mañana hasta que pudo volver a su departamento a buscarlos. El pánico lo forzó a mantener la caja cerrada con incluso más fuerza, lo que le causó una migraña que le dificultó concentrarse en clase. Cuando uno de sus profesores le preguntó algo, no sabía la respuesta y todos lo miraron con una mezcla de diversión y pena y aun quería morir al solo recordarlo.
Olvidó su libro para otra clase y tuvo que compartir con otra persona. Mantuvo sus manos en sus bolsillos para no tocarla accidentalmente y mordió su labio ante las miradas de extrañeza que la chica le mandaba. No tenía el dinero suficiente para su almuerzo así que deambuló por el patio por una hora hasta su siguiente clase e intentó ignorar el gruñido de su estómago.
Luego, en su tercera clase, el profesor lo llevó hacia un lado para expresar su preocupación sobre sus constantes notas estancadas y le recomendó visitar al consejero de la universidad, lo que. Genial. Era bueno saber que alguien podía verlo ahogándose.
Para cuando fueron las 4 p.m, había comenzado a llover y naturalmente no tenía un paraguas, así que simplemente pasó diez minutos teniendo una minicrisis nerviosa en el baño.
Así que, a la mierda, decidió ir a la tienda. Quizás Taehyung sería capaz de alegrarlo, o alguno de los otros.
Estaba empapado para cuando caminó las diez cuadras hasta La Tienda Mágica y con sus huesos casi congelados. Podía oír sus dientes castañear mientras abría la puerta, haciendo una mueca por la poza de agua que comenzó a formarse inmediatamente en el suelo de madera.
—¿Taehyung? —llamó a la sorprendente tienda silenciosa. Usualmente, no importaba quien estuviera a cargo de la tienda, siempre había ruido: las zapatillas de Jimin arrastrándose en el piso, el tatareo de Taehyung y Seokjin, Hoseok dando vueltas en un torbellino de productividad, Namjoon tamborileando contra el mostrador con sus dedos o su lápiz, intentando crear un ritmo.
Hoy, estaba demasiado quieto, así que revisó el letrero de nuevo. Decía ABIERTO en letras grandes.
—¿Taehyung? —llamó de nuevo, temblando. Incluso la calidez de la tienda no era suficiente. ¿Quizás Taehyung estaba en la parte trasera de la tienda y no lo había escuchado? Eso había pasado antes.
Escuchó pasos, pero no fue Taehyung que salió de la parte trasera. El resto de las palabras de Jungkook murieron en su garganta cuando se encontró cara a cara con un extraño, quien debía ser el misterioso y probablemente irreal Min Yoongi. No era para nada como Jungkook lo había imaginado. Era pequeño e incluso más ligero que Jimin, prácticamente nadaba en su sudadera holgada, con ojos agudos y una mirada no impresionada en su (mierda, hermosa) cara.
Y su magia, mierda. Quizás era porque Jungkook estaba exhausto y congelándose y sus murallas normales estaban llenas de agujeros, pero podía sentirla como una tormenta. Expandía la presencia de Min Yoongi por toda la habitación y....era abrumador. Crudo. Tan, tan diferente a los pequeños destellos que había recibido de los otros. Rápidamente volvió a elevar sus murallas lo más alto que pudo.
Bueno, mierda.
—Hola —dijo Jungkook, mareado y mojado y todavía con ganas de llorar. —Perdón por entrar de esta manera y mojar todo tu piso, es solo que Taehyung dijo que debería volver hoy y Jimin-hyung dijo que usualmente tenía razón sobre esas cosas y tuve, posiblemente, el día más mierda de los últimos seis meses así que pensé que...no sé qué pensé, lo siento, me callaré ahora.
Cerró su boca con mucho esfuerzo, intentando tragar el resto de las palabras que intentaban escapar. Dios, era una vergüenza. Debería ir a fuera y rezar para que un rayo lo sacara de su miseria. Y Yoongi todavía no decía nada, simplemente lo miraba con una ceja levanta y una ligera sonrisa de lo que Jungkook creía era diversión.
¿Los rayos pueden llegar dentro de tiendas?
Casi no vio a Yoongi haciéndole señas para que lo siguiera más adentro de la tienda, porque estaba ocupado escondiendo su cara en sus manos y luchando con las ganas de gritar. Pero Yoongi le hizo señas y lo siguió, las botas sonaban y su ropa goteaba. Había agua por todos lados.
En la caja registradora, Yoongi señaló un cartel con algo escrito que ahora estaba en el borde del mostrador: Soy mudo. Gracias por tu paciencia mientras respondo.
Oh. Oh. Mierda.
—Oh, Dios, lo siento —balbuceó. ¿Quizá podía aplastar su cráneo con uno de los libros? Parecía que servirían —No me di cuenta. Quiero decir, ninguno de los otros dijo algo y...
Yoongi levantó una mano y sí, definitivamente era diversión. Hizo una señal de espera aquí y despareció por la parte trasera. Jungkook tomó nerviosamente la manga de su sudadera empapada e intentó pensar en cuál de los libros era el más pesado. Antes de poder decidir, Yoongi volvió con los brazos llenos de toallas esponjosas y una taza de té.
—Oh, no tienes que... —las toallas fueron puestas en sus brazos y la taza de té en el mostrador. Luego, Yoongi buscó en su bolsillo trasero de sus pantalones rasgados su celular. Escribió rápidamente en lo que parecía ser la aplicación de notas.
Después d e un momento, levantó el celular para que Jungkook leyera. Sácate tu camiseta. Y tus pantalones.
Jungkook sintió cómo su cara se tornó inmediatamente del color de un tomate —¿Qué?
Yoongi rodó sus ojos. Solo hazlo. Estás temblado y mojando todo.
Dejó a Jungkook balbuceando cerca de la registradora y cambió el letrero de abierto por cerrado. Bajó las cortinas de las ventanas principales para darle un poco de privacidad. Estaba lloviendo tan fuerte que sonaba como baterías golpeando el techo y Jungkook vislumbró las calles afuera, lentamente transformándose en un río.
Cierto, parecía que no tenía opción. Tomó una bocanada de aire profunda y comenzó a sacarse la ropa. Primero su sudadera, luego su camiseta, después de un momento de consideración, sus guantes. Se sacó sus botas y sus calcetines mojados y vio como Yoongi recogía cada prenda y la dejaba encima de uno de los calefactores repartidos por la tienda.
Los pantalones también. Vamos, niño.
—Lo sé —refunfuñó rebeldemente y tomó otro aliento fortificante antes de bajar cuidadosamente sus pantalones por sus caderas y luego piernas, dejándolo temblando, afortunadamente, en sus calzoncillos negros en vez de los de Iron Man que había querido usar esa mañana.
Pequeñas misericordias.
Yoongi también evitó sus ojos y trajo un edredón de aspecto antiguo en adición a las toallas con las que Jungkook estaba secando su cabello.
—Gracias —dijo Jungkook, envolviéndose rápidamente como un burrito triste e intentando no suspirar por el calor. Esto también reducía el riesgo de contacto de piel a piel, así que era beneficioso para todos.
Yoongi bajó su cabeza en asentimiento y le pasó a Jungkook el té que había olvidado por completo. Sacó una mano de su manta hecha burrito y lo tomó, asegurándose de que sus dedos no rozaran los dedos esbeltos de Yoongi mientras lo hacía. Era simplemente té verde, nada de lo que solían hacer Hoseok o Seokjin, pero aun así estaba bueno. Y cálido. Y bueno.
Parpadeó mientras miraba a Yoongi, quien ahora estaba sentado con las piernas cruzadas en el mostrador y probablemente mensajeándose con alguien. Lo miró de nuevo, su cabello negro y desordenado y sus rasgos suaves y mierda, no era del mismo nivel de Jin en cuanto hermosura, pero era tierno y su magia era como una tormenta y simplemente era... mucho. Esto era mucho.
Diablos, Taehyung.
—Lo siento por todo esto, Yoongi-ssi —dijo de nuevo e hizo una mueca cuando pensó que quizás no se suponía que conociera el nombre de Yoongi. Quizás Yoongi ni siquiera sabía quién era.
Estaba escribiendo.
Está bien. Relájate, Jungkook.
Así que eso responde una pregunta.
Y si llamas a Jimin "hyung", también puedes decirme así.
Jungkook bufó antes de que pudiera detenerse y fue recompensado con una sonrisa cálida de parte de Yoongi. Una sonrisa que elevaba todo el lado derecho de su boca. —Está bien, hyung.
Yoongi apuntó la taza que todavía estaba en la mano de Jungkook e hizo una seña insistente de beber. Diablos, era mandón. Y de alguna forma, Jungkook dudaba que fuera el autor del letrero que estaba a su lado. Solo lo había conocido por diez minutos, pero ya se sentía demasiado educado.
—Estoy bebiendo, estoy bebiendo —dijo y para probarlo tomó otro trago del ahora té tibio.
Yoongi lo observó como un halcón hasta que terminó de beber toda la taza y se la devolvió. Se sentía ridículo, sentando en el piso de la tienda en sus calzoncillos y con un edredón. Envolvió la manta más fuerte a su alrededor mientras veía como Yoongi revisaba su ropa. No podía ver mucho a través de las cortinas, pero parecía que ya estaba oscureciendo. Y aún llovía.
Yoongi probablemente quería ir a casa, no estar sentado aquí cuidándolo mientras su ropa se secaba. Y se iba a volver a mojar cuando volviera a casa, así que solo estaba retrasando lo inevitable.
—Puedo irme a casa ahora, hyung —dijo, parándose con sus piernas todavía débiles. El té y el calor de la tienda ayudaron, pero aún no estaba del todo descongelado. —No tengo un paraguas así que no tiene sentido a esperar a que mi ropa se seque.
Lo que probablemente debió haber dicho al principio de todo esto, pensándolo mejor. Quizás no quería enfrentar la idea de ir a su departamento vacío y comer ramen malo de un vaso de plumavits solo. Aún no quería, pero ya no era un bebé. No iba a molestar más a Yoongi solo porque se sentía solo y triste y en necesidad de alguien.
Yoongi le estaba frunciendo el ceño, se dio cuenta, y estaba escribiendo en su celular de nuevo.
Ven a cenar.
—¿Esa es una orden? —preguntó, desconcertado.
De Jimin, sí. Y Jin.
— Oh. ¿Les dijiste que estaba aquí?
Y que te veías como un cachorro medio ahogado.
Se atoró con su propia saliva. Los ojos de Yoongi brillaban con travesura. Y Dios, realmente no quería volver a su departamento. —Está bien —dijo —iré.
Yoongi cerró la aplicación de notas y abrió lo que parecía ser un chat grupal. Después de que escribió algo, esperó un momento y luego bufó lo que Jungkook pensó que era una risa y le mostró.
Mocoso #1 [5:14 pm]
SIIII. DILE QUE TENEMOS ROPA SECA QUE PUEDE TOMA PRESTADA Y JIN ESTÁ COCINANDO BULGOGI. NO SE ARREPENTIRÁ.
Mocoso #2 [5:15 pm]
también nos encargaremos de sacar todas las plantas carnívoras del comedor.
Hobi [5:15 pm]
no hay plantas carnívoras en el comedor.
Joonie [5:15 pm]
Estás seguro sobre eso? Creo que una me está mirando.
Hobi [5:16 pm]
Dije no hay plantas CARNÍVORAS
Joonie [5:17 pm]
Qué mierda significa ESO?
Madre Kim [5:17]
Alguien que no sea Namjoon venga a ayudar a la cocina, por favor.
Jungkook llevó su mano a su boca para sofocar su risa mientras Yoongi escribía: vamos a irnos luego, contrólense.
Estaba sufriendo, sin embargo, bajo su risa, porque todos ellos sonaban como una familia y deseaba tanto eso que a veces pensaba que vendería una pieza de su alma para tenerlo. Incluso solo por un pequeño tiempo.
Un toque en su hombro lo sobresaltó. Yoongi sostenía su ropa casi seca en un bulto negro y en sus labios leyó un —¿Listo? —cuando la mirada de Jungkook se dirigió a su cara.
Asintió, agradecido cuando Yoongi lo dejó para que pudiera vestirse de nuevo, se fue a dar vueltas alrededor de la tienda, apagando las luces y cerrando la caja registradora. Su suéter aún estaba empapado y helado, pero el resto de su ropa estaba casi seca. Se preguntó, de pronto, si había un hechizo para esto, como en los libros de Harry Potter, y si es que Yoongi no lo hizo porque el mensaje de Jungkook se pone nervioso cerca de la magia, a pesar de que él es un maldito ser mágico le había llegado.
Preferiría no saber, decidió.
Aún estaba lloviendo, pero Yoongi tenía un paragua gigante bajo su brazo. Se lo entregó a Jungkook mientras salían a fuera y Jungkook lo tomó como una señal para abrirlo, mientras Yoongi cerraba la puerta principal y luego levantaba su mano. Trazó un símbolo en el aire con su dedo y algo brilló, ondeando por el exterior de la tienda en una ola azul casi transluciente antes de que desapareciera nuevamente. La boca de Jungkook debía estar abierta en sorpresa porque Yoongi levantó su celular.
Símbolos de protección.
—Oh.
Mejor que las cerraduras.
La curiosidad anuló su inquietud. —¿Qué pasa si alguien intenta atravesarlos?
Yoongi hizo un débil sonido de bzzzt y luego imitó a alguien electrocutándose.
—Oh. Wow —definitivamente mejor que las cerraduras. Retrocedió un paso, solo en caso de, y Yoongi le sonrió de medio lado.
Vamos.
——
La casa estaba a solo unas cuadras, escondida en otra calle tranquila y arbolada. Eran cuatro pisos, en medio de la calle y su frente de ladrillo estaba casi completamente cubierto de hiedra. Como algo sacado de una película, en realidad. Asombrado, Jungkook siguió a Yoongi por los escalones y a través de la gran puerta roja. Se sentía como la tienda, se dio cuenta apenas puso un pie en la entrada: cálida y acogedora y atada a la magia.
Había un estante elevado lleno de diferentes zapatillas y una línea larga de ganchos para los abrigos. Se sacó sus botas y las dejó cuidadosamente junto a los de Yoongi en el suelo. Se dejó puestos los guantes y la sudadera.
Dos segundos después de enderezarse, Jimin llegó deslizándose hacia él, radiante —¡Jungkook-ah! —tenía puesto el que parecía el suéter más esponjoso del mundo y Jungkook, todavía con frío, estaba profundamente celoso —Vamos, vamos. Bienvenido. Vamos a sacarte de esa ropa mojada. Robé ropa de Jin para que uses porque eres un conejito musculoso, así que creo que esa es la única ropa que no te quedará pequeña.
Jungkook miró de vuelta a Yoongi, en el proceso de colgar su largo abrigo verde en uno de los ganchos. Vio a Jungkook mirándolo y sonrió. Le hizo un gesto para que se fuera con una mano.
—Oh —Jimin dijo, pausando en la mitad de arrastrar a Jungkook desde su manga hacia dentro —Creo que Jin necesita ayuda en la cocina. Nos expulsó a mí, Tae y Hoseok.
Yoongi hizo una señal de algo que debía ser una broma porque Jimin se río y dijo —Exacto —, y luego continúo con su aparente misión de conseguirle ropa seca a Jungkook. Jungkook no pudo evitar mirar a su alrededor, intentando asimilar todo mientras Jimin lo arrastraba. La casa era antigua, casi podía sentir el peso de la historia, incluso si no era evidente por el techo y las tablas de piso desgastada. La pintura en las paredes estaba fresca, sin embargo. Incluso algunos de los papeles de la pared habían sido restaurada.
Casi ninguno de los muebles combinaba, pero ninguna pieza parecía estar fuera de lugar. El revoltijo de un sofá azul y un sillón rojo y un sofá de dos plazas amarillo parecía ir bien junto, al igual que las cortinas florales y la gigantesca alfombra café. Justo como en la tienda, había plantas por todas partes, en los alféizares de la ventana y escondidas en cada esquina y colgadas arriba de cada estante. Helechos y flores y árboles en miniatura y algo que parecía estar moviéndose para mirarlo a él y a Jimin mientras atravesaban la habitación.
Aterrador.
Podía escuchar un traqueteo en la cocina, la voz familiar de Seokjin, aunque no podía ver mucho a través de la puerta abierta. Dejó que Jimin lo empujara al sofá, sacando los cristales curativos y los bocetos de ropa repartidas por la mesita de café. Toda la casa se sentía gigante, pero viva, un suéter colgaba de la una de las sillas del comedor, un libro con orejas de perro estaba en el sillón, una taza vacía que Jimin dejó a un lado con una sonrisa avergonzada.
Esto se sentía...como casa.
(Su pecho dolía de nuevo.)
Hoseok apareció en la puerta, secándose el cabello con una toalla, con su sonrisa igual de brillante que siempre. —Me alegra verte, Jungkook.
—¿Qué te pasó? —preguntó Jimin.
—Tenía que revisar las plantas en el invernadero —respondió Hoseok, dejando la toalla alrededor de su cuello —Fergie se asusta con las tormentas.
—¿Fergie...? —preguntó.
Hoseok abrió su boca, pero Jimin lo interrumpió —Créeme, no quieres saber.
—Oye, no insultes mis plantas.
—Son espantosas, hyung, y una de ellas va a comerse mi cara mientras duermo.
—Son adorables y ninguna tiene piernas, Jimin.
—Que tu sepas —murmuró Jimin
Hoseok rodó sus ojos y golpeó a Jimin con la toalla, provocando un chillido indignado. Afortunadamente, Taehyung llegó con su ropa antes de que pudieran comenzar una pelea.
—Aquí tienes, Jungkook-ah —dijo, pasándoselas y señalando el camino hacia el baño.
La ropa le quedó bien, afortunadamente, incluso si nunca le había gustado mucho el rosado. Cuando le pasó su propia ropa a Jimin, recibió una ceja arqueada y una mirada a sus guantes. —¿Vas a dejarte tus guantes puestos? —miró hacia abajo en pánico, inquieto, y luego subió la mirada a la expresión gentil que Jimin tenía —Porque nada malo va a pasar si quieres sacártelos.
Nada malo, já. Jimin no sabía, así que no podía decir eso, incluso si era mágico, también. El poder de Jungkook era diferente, invasivo, y... —Estoy bien. Los dejaré puestos, si no te molesta.
—Claro que no —dijo Jimin y apretó su hombro —Vamos, ayúdame a detener a Namjoon para que no ponga la mesa.
—¿Por qué?
—Su sobrenombre es Dios de la Destrucción.
—¿En serio?
—Perdimos dos platos y mi taza favorita la semana pasada.
—Ouch.
—Fue devastador —dijo solemnemente Jimin y le pasó la ropa de Jungkook a un Hoseok que seguía protestando.
Jungkook le dirigió una mirada en disculpa mientras era llevado lejos, pero Hoseok estaba sonriendo.
——
La cena fue...caótica fue la primera palabra que pensó. O, al menos, lo fue mientras todos se acomodaban. Hubo mucho de pasar comida y señalar a cosas y protestas, en inglés y coreano, sobre las porciones de comida, y luego, un silencio llegó. Le tomó un momento a Jungkook darse cuenta da que era en beneficio de Yoongi, que los otros estaban prestándole atención.
—¿Cómo estuvo la tienda? —preguntó Namjoon, en inglés. Porque, según Jimin, los miércoles eran obligatoriamente de "solo inglés", junto con los lunes y viernes. "Así no nos oxidamos y tenemos una oportunidad de practicar en un ambiente seguro".
Yoongi metió una cucharada grande de bulgogi a su boca con sus palillos y luego comenzó a hacer señas, sus dedos ágiles y rápidos como un rayo.
—Bien —le tradujo Jimin en un susurro —Pero muy tranquilo. La lluvia mantuvo a la gente lejos.
—¿Algún cliente? —preguntó Hoseok, señalando junto con sus palabras.
(Todos habían aprendido, se dio cuenta Jungkook con una extraña estocada en su pecho. Todos aprendieron lenguaje de señas por Yoongi.)
Yoongi elevó tres dedos. Y luego cuatro y señaló a Jungkook.
—Ah, Jungkookie no es un cliente —dijo Jimin, estirando su brazo para desordenar su cabello. Jungkook intentó no retroceder ni dejar que nadie escuchara el tirón en su respiración ante el contacto.
—Por supuesto que no lo es —dijo Namjoon, bromeando —nunca compra nada.
Todos se rieron, pero no era malo. Era como si fuera parte del chiste en vez del chiste en sí.
Se sentía cálido de pies a cabeza y su pecho dolía, dolía, dolía.
——
No tenía permitido ayudar a lavar los platos, así que se quedó en el sofá con Yoongi y se preguntó si debería pedir su ropa de vuelta. Eran pasada las once y realmente debería irse a casa, a pesar de que estaba lleno y simplemente quería hundirse en los cojines y dormir ahí mismo.
Aunque eso sería grosero, probablemente.
Sus ojos todavía se estaban cerrando, pesados, cuando un dedo pinchó su hombro. Pestañeó y miró a Taehyung —Deberías quedarte a pasar la noche.
—¿Esa es otra de tus...premoniciones?
—No —dijo Taehyung, viéndose divertido —Eso significa todavía-está-lloviendo-torrencialmente-afuera-creo-que-estamos-en-medio-de-un-huracán-así-que-deberías-quedarte-y-estar-seguro.
—...oh.
Taehyung asintió y se enderezó. —¡Jungkook va a pasar la noche aquí!
—¡Bien! —gritó Seokjin desde la cocina —¡Tenemos un colchón inflable en alguna parte, o puede dormir en el sofá!
—El-el sofá está bien —balbuceó, ligeramente mortificado al ser una potencial molestia.
Yoongi levantó su celular. Traeré mantas.
—Y un pijama de Jin —ordenó Taehyung.
Desde la cocina: —¡Oye! ¡Los tuyos le quedarán, mocoso!
Taehyung se giró hacia a Yoongi e hizo señas de lo que Jungkook solo pudo asumir que era y un pijama de jin, juzgando por la expresión divertida de Yoongi y el pulgar arriba que le dio.
—Puedo dormir con esto —trató de insistir Jungkook, pero Taehyung lo hizo callar.
——
Veinte minutos más tarde, estaba de vuelta en el sofá con los dientes recién lavados y un pijama de Jin, enterrado bajo literalmente una montaña de mantas.
(—El calefactor en la casa puede dejar de funcionar a veces —le explicó Jimin, añadiendo otra manta a la pila —así que mejor prevenir que lamentar, ¿cierto?)
Su mente estaba zumbando y su pecho estaba desbordante y podía sentir el pequeño canturreo de la magia en el aire. Quizás, solo esta vez. Solo por un momento. Eso estaría bien, ¿cierto?
Bajó sus paredes en su totalidad y se dejó entrar la corriente. Namjoon y Hoseok, un piso más arriba, irradiaban alegría tranquila mientras se preparaban para dormir. Emoción brillante de Jimin en la puerta que estaba a su lado, haciendo eco de la diversión de parte de Taehyung, y una profunda corriente de afecto corriendo entre ellos en un bucle sin fin. La inquietud zumbante de Yoongi en el piso superior, casi como un zumbido que Jungkook podía sentir contra su piel. Y junto a él Jin y el contraste de la felicidad que se desvanecía lentamente a una buena noche, mientras se hundía en el sueño.
Jungkook se puso de espalda y los bebió por otro momento, dos, tres, codicioso por su conexión, por su integridad. Levantar las paredes era casi una agonía, pero lo hizo eventualmente, intentando no hondar en el vacío que quedó. La lágrima abriéndolo de nuevo mientras cerraba la caja nuevamente.
Pasó mucho tiempo hasta que se quedó dormido.
0 notes