Cine: Gotas de agua sobre piedras calientes (2000)
En alguna ciudad alemana de la década del setenta, un hombre cincuentón arriba a su casa, acompañado de un joven que acaba de cumplir los veinte. Éste, de nombre Franz (Malik Zidi), no sabe por qué lo ha hecho: sólo sabe que estaba esperando a su novia y, de pronto, aparece pisando la vivienda del misterioso Léopold (Bernard Giraudeau), a quien le confiesa que no tiene buen sexo con su chica y que sueña con su padrastro vestido de gabardina y manteniendo relaciones sexuales con él.
La relación, en un principio apasionada (a tal punto que el joven permanece en el lugar durante meses), deviene en algo más tóxico debido a la brutal manipulación psicológica del narcisista Léopold, que aprovecha cada mínimo gesto, real o malinterpretado intencionalmente, para caerle encima, demoliendo de a poco la autoestima de su joven amante.
Dos figuras más se añaden a esta conflictiva historia de exacerbado erotismo: la novia de Franz, Anna (Ludivine Sagnier, a quien conocerás como la Campanita, o Tinker Bell, del “Peter Pan” de 2003), y Vera (Anna Levine), antigua amante de Léopold y adicta, como el resto de sus compañeros sexuales, al intenso placer con que éste la ha atrapado en su maraña maldita, rumbo a la decadencia final.
Queda claro que no es ésta una película para menores de edad y que la temática, más allá de lo sexual, reviste una complejidad que la hace interesante a todo análisis. El director François Ozon ha adaptado la obra teatral del alemán Rainer Werner Fassbinder, escrita a sus diecinueve años y titulada “Tropfen auf heiße Steine”, (”Gouttes d'eau sur pierres brûlantes” es el título original de su filme y “Water Drops on Burning Rocks”, en su versión anglosajona) y se ha valido sólo de cuatro intérpretes para narrar una historia, dividida en cuatro actos, sobre tres personajes que acaban sometiéndose, por amor y por deseo, a los egoístas designios de un ser ególatra y, quizás, psicótico.
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