#Esto aún necesita un contexto de trasfondo pero eso será para otro día
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Voz silenciosa
Un día tan solo desapareció.
No hubo explicación, ni una señal previa; simplemente se desvaneció en la nada. Su voz nunca más volvió a emerger de su boca, por más que intentase arrancarse las palabras, no había nada. Absolutamente nada. Lo que es un problema cuando, tú vida misma, está construida en la comunicación verbal; Tulio lo sabía desde el segundo uno en que no pudo emitir un solo ruido, lo supo cuando al llegar al trabajo no pudo explicar a nadie lo que pasaba hasta que, finalmente, Juanin le había entregado un bolígrafo y papel.
Ese día el programa continuó con la mayor “normalidad” posible, pero el actor de voz era, sin duda, la variante que siempre se presentaba en el estudio para invitar al desastre; por lo que cuando las noticias cambiaron y las oraciones sin sentido emergieron, todos debieron de actuar como si fuera uno de esos famosos "experimentos sociales".
Lo que resultó en una inesperada aceptación, quizás por la comedia involuntaria que emergió del evento; lo que no era el resultado más favorable. A pesar de ello, nadie correría un riesgo extra. Nadie excepto su persona, quien puede sentir su cabeza atrapada en la guillotina, esperando el dictamen final del verdugo, mismo que se mostró bastante flexible en un principio, permitiéndole una ausencia extraordinaria con el fin de que encontrase una respuesta a su problema. Cuando los días comenzaron agotarse, la tensión se volvió cada vez más insoportable.
Manguera poseía los suficientes motivos para echarlo, no solamente por ese evento trágico, sino un cúmulo de incidentes que podrían llevarlo a su fin ahora que no existía un método viable para defenderse.
¿Cómo iba a conducir un canal de noticias si no podía dar las noticias? Su existencia ahí ya no era necesaria, considerando que cada uno emerge un puesto demasiado memorizado para que alguien pueda reemplazarlo; pero nuevamente, amaba su trabajo, y quiera o no, estaba demasiado cómodo con todos; no era un hombre de familia, más estaba en una. Eso y, siendo sinceros, ¿qué se supone que haría? ¿Vivir de su fortuna y de sus lujos? Podría hacerlo desde mucho antes si quisiera. No vive del programa, pero vive para el espectáculo. Estaba hecho para ser visto.
Así que, si no podía dar una voz, podía dar algo más. Era un hombre talentoso, había trabajado duro. Y aunque su cara fuera extremadamente bonita, era más que eso.
De esa forma es como llega al ahora, siendo la mano derecha silenciosa del jefe, quien básicamente, debe encargarse de lo mismo de siempre: que el programa funcione, sin estar en el foco principal de las cámaras. Lo que, casi siempre, lo llevaba a suspirar antes de encerrarse en su oficina para revisar minuciosamente todos los encargos que tenía.
Por lo menos no era una carga extraordinaria como la de su propio mejor amigo, sin embargo, podía sentir algo de celos. Podría llegar a exponerse con mayor libertad de lo que su persona ha podido hacerlo desde hace ¿semanas?
Hace un tiempo que dejó de contar cuánto llevaba sin expresar una sola palabra, sobre todo, dejó de contar los días en los que se sentía, verdaderamente, miserable. No era un sentimiento al que quería acostumbrarse, irónicamente, no necesitó palabras para comunicar su estado de ánimo, debido a que sus facciones siempre hablaron tanto como su voz lo hizo, en especial, con Bodoque, quien había llevado un seguimiento regular sobre su estado.
Era extraño que ahora quien hablará más de los dos fuera él, y aunque al principio el silencio que normalmente era cómodo, mutó a uno de insatisfacción mutua, pronto encontraron una nueva sincronía imperfecta, en la que podía reírse al verlo intentar adivinar, regularmente, lo que trataba de escribir. Era algo que lo tranquilizaba, por no decir lo único.
Sabe que los médicos se esforzaban en encontrar una respuesta al problema, como también entendía que la gente trataba de consolarle; solo que todos tenían una lástima en la voz que nunca le permitía sentirse esperanzado; lo único bueno, como terrible de no hablar, es que se aprende a escuchar con más atención a todo mundo. A sí mismo.
No estaba muy convencido de disfrutar eso.
Mira el documento frente suyo, en blanco, dando un respiro profundo. Era uno de esos momentos en los que no puede evitar estar nostálgico.
Se retira los lentes de lectura, apretando con el pulgar e índice el tabique, centrándose en la sensación hasta que el ardor inicial de sus ojos se desvanece por completo; es entonces cuando vuelve a colocarse sus lentes, dispuesto a continuar con su trabajo hasta que su atención es arrebatada por completo.
—Hey, idiota. Tengo el resto del día —. Sabe que no es un aviso, ni siquiera una invitación debido a que eso sería darle la oportunidad de decidir; por lo que coloca todos los documentos en la carpeta confidencial antes de resguardarlos en el cajón con llave.
Cuando vuelve alzar la vista, puede ver una expresión neutral que, para muchos, no diría nada, solo que su persona puede observar su satisfacción al verlo seguir su indicación sin una sugerencia adicional.
Una vez se coloca a su lado, no necesita siquiera preguntar mediante un mensaje a dónde planean ir. Su sonrisa es una respuesta suficiente para seguirlo ciegamente.
—Por cierto, galán, olvidé mi cartera así que tendrás que pagar por todo. Si tienes problemas con eso, habla ahora o calla para siempre.
Frunce el rostro apenas unos segundos, hasta que su risa modifica cada una de sus expresiones.
Y si lo hubiera visto, se habría dado cuenta que es el único que está riendo sinceramente de ello.
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El restaurante-bar resultó bastante acogedor pese a la zona en la que se encontraban, lo que denotaba la atención colocada en la decisión; Juan Carlos podía intuir fácilmente cuando su propio privilegio le impediría ser arrastrado a ciertas situaciones; así que un campo neutral siempre permitió que cada uno se desenvolviera sin sentirse juzgado por el exterior. Adicional, no parecía que existiera alguna deuda por la cual debiera negociar o salir huyendo apenas el plato se vacíe.
Eso fue divertido solo las primeras cinco veces casi consecutivas.
Mira desde el balcón los árboles que hay a su alrededor, permitiéndose disfrutar como la gran parte de la vista lo recubre las plantas decorativas y externas que la visión exterior del barrio en el que se encuentran.
Dura así durante algunos minutos, hasta que la intensa mirada de su acompañante lo lleva a regalarle toda su atención.
«¿Qué ocurre?» fue lo que sus ojos expresaron cuando lo vio encajar varias veces el tenedor sobre el resto de la carne que ya no parecía llamar su atención.
—¿Han…dicho algo distinto? —parpadea, antes de que la comprensión lo golpeé.
Sonríe, pero ambos saben lo que significa esa sonrisa.
Lo escucha decir un “ya veo” seco, severo. No puede evitar la mueca que le provoca verle así.
Incluso antes de su condición, podía saber cuando algo le afectaba, y desde mucho antes, tampoco sabía cómo consolarlo con palabras; al menos una constante se mantuvo.
Desliza su mano a la contraria, primero tocando las puntas de sus dedos, luego escala sobre ellos hasta llegar a su dorso, el cual acaricia; lo miran, con una emoción que es complicada de leer. Espera con bastante paciencia a que reaccione, lo cual hace en una minúscula expresión en la que ve el mismo pánico que tuvo en todo eso. Así que ahora toma como debe su mano, sosteniéndola con fuerza, sonriendo por los dos.
Ninguno tiene algo más que decir, y si lo tuvieran, no se atrevían a interrumpir ese momento.
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Los días no cambian, o bueno, casi no lo hacen.
Últimamente ha aprendido varias señas, no las suficientes para armar una conversación con base a ellas, más las suficientes para comunicar ciertas ideas certeras; sabe pedir su café tal como le gusta, incluso aprendió a firmar el nombre de las personas, aunque siguió prefiriendo la comodidad de los apodos por objetos, animales o colores; era más sencillo. Juanin se había enfocado bastante en ayudarle, pese a las múltiples veces que parecía exasperarse por su limitante tiempo de concentración. De todos modos, no es que los demás lo aprendieran, así que no veía alguna prisa por ser un experto en el lenguaje de señas.
Aunque Bodoque le había enseñado algunas que posteriormente descubrió lo que significaban, haciéndolo ruborizar violentamente; la burla duró dos semanas. Cosa que no le molestó, fueron dos semanas en las que ninguno parecía pensar en las cosas malas, o en cualquier otra cosa. Habían estado absortos en el otro, a un nivel que cruzó una línea que parecía desvanecerse con cada momento que compartían.
Hablaron mucho, aún si técnicamente no podía hacerlo.
También comenzaron a tocarse mucho, más de lo que el mismo haría normalmente, a veces como una excusa para corregir una seña, otras veces, ni siquiera necesitaban alguna razón para hacerlo.
De alguna manera, se sintió correcto no poder decir nada, porque en esos momentos, Bodoque lucía como un lío interno, que probablemente cualquier palabra lo haría retroceder, escaparse. Lo que lo orillaba a ser más firme, más solemne en su mensaje. Solo somos nosotros. Lo que parecía funcionar gran parte de las veces.
Lo único de lo que podía lamentarse en ese momento, era no poder llamarlo por su nombre cuando su corazón latía con bastante fuerza.
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Hace seis meses perdió la voz.
No había pensado en el tiempo hasta que las noticias le hicieron un recordatorio, poco agradable, del suceso.
Incluso con los logros hechos hasta el momento y perfeccionar muchos de sus otros talentos, no era lo mismo; no podía evitar anhelar querer volver a la televisión, a la rutina anterior; pensamiento que le leyeron con bastante facilidad, considerando que es una frustración compartida en distintos contextos. Así que lo consolaron sin importar el mismo desconcierto que le envolvía; y Triviño no podía sentirse más agradecido por tener a Juan Carlos consigo. No cree haber sobrevivido como lo hizo hasta ahora sin su consuelo.
O sin su amor de por medio.
No sabe aún cómo es que llegaron hasta ahí, duda entenderlo alguna vez; se siente como si fuera algo que de una u otra forma, debía pasar.
Así que siguió haciendo la misma rutina que ha recreado durante ese tiempo: trabajar, ir a cursos, aprender un poco más del lenguaje de señas, concentrarse en sus inversiones, ir a sus revisiones médicas, seguir concediendo entrevistas, organizar los eventos, entre un largo listado que parece interminable.
Eso sin contar los períodos de tiempo en los que se distrae con lo que parece ser, ahora, un amante metido bajo la piel.
El apostador sabe bien como hacerlo perder y ganarlo todo en un segundo.
Y aunque ambos siguen deseando que recupere su voz, en ese punto, se sienten, ligeramente, superiores a la tragedia.
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Cerca de cumplir un año de la tragedia, Tulio recibe una llamada que le hace empequeñecer ante su incapacidad de poder decir algo.
Su mente apenas asocia la palabra accidente y contacto de emergencia para saber que la situación es urgente, y, lamentablemente, no puede exigir la información completa por su cuenta. Por lo que debe permanecer inquieto, esperando a que su sirviente más leal pueda conseguir todos los datos necesarios; la espera no es agradable en absoluto, puede sentir el miedo recorrerle por todo el cuerpo, incluso por momentos cree que no puede respirar; no lo está haciendo para el punto en que su sirviente escribe r��pidamente en un cuaderno la dirección del hospital en el que se encuentra, porque es su cara lo que le dice que, sea lo que sea que haya pasado, no será agradable. Odia el misterio, en todo contexto, y ahora mismo se aferra a esa ausencia de información para no caer inconsciente.
Con la adrenalina brotando hasta en sus poros, apenas tiene un recuerdo lúcido de agarrar las llaves de su convertible, de haber manejado, de saltarse una o dos señalizaciones de alto total; desconoce si las imágenes mentales con las que llega a la institución de salud son del día de hoy, de anteriores o una combinación. De lo único que sí es consciente, hasta el momento, es del dolor en sus manos.
El volante nunca ha sido muy cómodo en momentos de estrés.
Corre buscando a cualquiera que le dé información, moviendo sus manos frenéticamente para explicar lo que pasa; cuando ve que la gente parece que hace movimientos sin sentido, pasa a su celular, escribiendo en la app de notas la situación por la que está ahí.
La enfermera lee detenidamente, y como si el tiempo no importara en absoluto, le indican que necesita llenar algunas cosas antes de realizar cualquier procedimiento; lo que hace que en ese momento quiera gritar, pero sabe que su voz no saldrá.
Así que respira, se muerde los labios y se peina de forma ansiosa el cabello antes de ceder. Haría cualquier cosa que acelere el proceso.
Firmó, autorizó, confirmó e incluso pagó por cada trámite obligatorio. Y en el instante en que le mencionaron que podía verlo, apenas pudo quedarse el tiempo suficiente para escuchar el número de la habitación.
Ha sido bastante cuidadoso al abrir la puerta, ha contenido todas sus emociones cuando se coloca a un lado, sosteniendo su propia mano; hay una férula en una de sus piernas, otra en su brazo y un collarín bastante ancho en su cuello. Por lo demás, su cuerpo luce bastante mallugado, con varias cortadas, algunas con más suerte que otras. Es un desastre desagradable que va a requerir mucho cuidado. Su cuidado.
Los labios le tiemblan, la vista se le nubla por las ganas de llorar, y su garganta se siente adolorida, con un nudo enorme que lleva mucho tiempo sin estar ahí.
Bodoque apenas puede intentar abrir sus ojos, debido a la hinchazón que posee en uno de ellos, por lo que desconoce en totalidad si lo ve bien o no. Decide creer que sí.
La diestra se aferra a uno de los trozos visibles de su camisa de rayas, preocupado de que, si toma alguna de sus extremidades, pueda dañarlo más.
Sus labios se separan, su boca fórmula la palabra que espera, pueda alcanzar a leer de sus labios.
Pero leer de repente ya no es necesario.
—Qué…da…te.
Suena doloso, seco, como si aprendiera hablar por primera vez.
Es algo que ambos parecen notar, porque ve a Bodoque tratando de quitarse la mascarilla, lo que es un mal movimiento y Tulio se ve obligado a romper el momento para llamar a alguna enfermera.
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Otra vez ha contado los días, lleva 48 desde que dijo su primera palabra.
Los médicos siguen sin saber qué es lo que ocurrió, y su psicólogo ni siquiera puede explicar si fue un caso extraordinario de mutismo selectivo por algún traumatismo, lo importante es que ha estado yendo a terapia del lenguaje para volver acostumbrarse a su voz; requerirá de muchos cursos de oratoria también. Pero un paso a la vez.
También lleva 28 días de estar cuidando a Bodoque en el hospital, con quien práctica arduamente oraciones largas, mismas con las que lo ve avergonzarse, quizás porque aprovecha su estado de postración para decirle lo mucho que lo quiere, aprecia, ama y admira. Sabe que Bodoque no está acostumbrado a ello. Ni siquiera con señas lo ha estado, pero es de sus principales motivaciones para volver a recuperar algo que ambos parecían extrañar demasiado.
—Te adoro.
—Cállate.
—Eres mi conejito.
—¿Acaso ahora te has vuelto sordo? Estás diciendo estupideces.
—Estoy enamorado de ti.
—Deja de ser un marica —ríe, y Bodoque parece suavizarse con eso. —Deberías estarlo, no hay nadie más que pueda soportar salir contigo y tú ego. Te estoy haciendo un favor, Papanatas.
Tulio apenas niega con la cabeza, posterior se levanta para verle una última vez en ese día ya que el horario de visitas está a punto de finalizar.
—¿Necesitas algo más?
No dicen nada verbalmente, pero Tulio aprendió a escuchar bastante bien, por lo que se inclina, arreglando su almohada. Lo ve soltar un suspiro de alivio.
—Te amo —dice y firma con sus manos.
No le corresponden, pero ve a Bodoque colocar su mano en su pecho, golpeándolo dos veces con cuidado.
Tulio sonríe, supone que aún hay cosas en donde las palabras sobran entre ellos.
#tulio triviño#juan carlos bodoque#31 minutos#tudoque#redtie#fanfic#random writing#Ideas que me atacan en la madrugada#Esto aún necesita un contexto de trasfondo pero eso será para otro día
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«Hogar» | Mikasa Ackerman.
«Eren, por favor; vuelve a casa»
Más allá de desarrollar un personaje, Isayama a veces los utiliza para desarrollar conceptos: personajes que se desarrollan y crecen, pero que también desarrollan un concepto clave en la trama.
Mikasa a lo largo de la trama desarrolla varios conceptos que se entrelazan, pero el mas grande -a mi parecer- es el concepto de «hogar». Mikasa es una chica que de niña vio morir sus padres biológicos, y también vio morir a sus padres adoptivos, lo único que le queda ahora es el recuerdo de la ternura de un niño desconocido que le ofrece un lugar a donde ir luego de haberlo perdido todo, y ella ofrece su fuerza para la protección constante de esa presencia convertida en su nuevo hogar.
Eren y Mikasa el día que se conocieron. Le regala su bufanda y le ofrece un lugar donde vivir luego de que asesinaran a sus padres.
El hogar, independientemente de cual sea, es el lugar donde nuestro yo se desenvuelve de manera libre, donde nos sentimos amados y aceptados genuinamente; y es también el punto que humanamente defenderemos por sobre todas las cosas.
Eren representa un hogar para Mikasa, y ante su temor de perderlo constantemente, ella utiliza toda su fuerza para defenderlo de cualquier circunstancia que lo ponga en peligro (es verdad que a veces molesta su sobreprotección, pero su comportamiento no me parece absurdo).
Mientras todos los personajes parecen relacionarse de manera normal con otros, Mikasa es la única que no hace esto. Su personalidad es más tímida y el perderlo todo a tan temprana edad lo dificulta todavía más.
Mikasa a la izquierda mostrándose un poco indiferente ante la escena.
Pienso que quizás es una forma de protegerse a sí misma ante la posibilidad de perder otro ser querido. Recordemos que ellos están en contexto de guerra.
Mikasa se enfrenta a la posibilidad de perder a Armin.
Las dificultades para relacionarse con otros incita a Mikasa a volver a Eren constantemente, pues es su espacio de comodidad. Esto sofoca a Eren a menudo (es lógico). Esto también suele ocurrir en las relaciones de pareja donde uno de los dos se aísla para estar solo con su novio/a, dejándo de lado amigos y familiares. Una parte terminará sofocando a la otra y Mikasa cae muchas veces en esto, sobre todo en los primeros arcos.
La actitud que describo es una que tuve por muchos años con mi hermano. Me refugiaba en su compañía porque no lograba entablar una relación amistosa con otras personas y muchas veces le sofocaba con esto. Tengo actualmente 19 años -casi 20- y sé que aún me quedan rasgos de esa actitud. es normal cuando has convivido de manera muy cercana a otro durante muchos años, en especial desde la infancia. Pienso a veces que si a mí me ha llevado años separarme de mi hermano en un contexto pacífico, no imagino lo difícil que debe ser para alguien en el contexto de Mikasa. Creo que es por ello que empatizo fuertemente con el personaje.
Ahora, en el capítulo donde Eren le dice que la odia, es el punto principal donde ella comienza a entender que necesita hacer su propio camino, PERO sin olvidarse de su hogar, por ello a pesar de todo sigue intentando buscar a Eren, por que no desea perderlo.
El hecho de que nos independicemos de nuestros padres (o de la figura que los represente) y hagamos nuestro propio camino, no quiere decir que estamos preparados para perderlos de un momento a otro, e intentaríamos protegerlos de cualquier peligro.
Mikasa, al no usar la bufanda -tan preciada para ella porque es el signo que la une a Eren desde el principio- demuestra eso. Es una mujer que va comprendiendo que debe separarse de Eren, pero por ningún motivo está lista para perderlo, por ello va en su búsqueda.
Entendamos que no es que Eren se fue a comprar pan y Mikasa está desesperada porque no vuelve; Eren podría morir cometiendo ese genocidio con el Retumbar, al menos ella desea estar ahí con él.
A Eren, por otro lado, le ha costado comprender este aspecto de Mikasa. Pienso que eren comienza a verla como un «hogar» cuando empezó a conectarse con sus memorias futuras.
Eren viajando a través de sus memorias se detiene a observar la escena del día que se conocieron.
Mikasa suele decir mucho: «El mundo es cruel, pero hermoso» y esta frase se usa mucho como metáfora de como ella percibe a Eren. Dentro de toda su gran crueldad, existe una belleza. Eren sabe que Mikasa lo mira así, de hecho, ella es la única persona que conoció realmente hasta donde llega la crueldad de Eren y, sin embargo, ella lo ha aceptado y lo ha amado así. Eren tiene esto en cuenta. Por eso mismo deseó alejarla para protegerla, para evitar que se involucrara en el genocidio y para que finalmente ella pudiera hacer un camino sin él; por eso el fue especialmente rudo con ella cuando le dijo que la odiaba.
Para Eren, Mikasa también representa este hogar del cual se ha alejado mucho, y Mikasa en el capítulo 132 esto mismo. Eren está muy lejos y ella solo quiere traerlo de vuelta (de vuelta a su hogar).
Pienso que este es el concepto que -a mi parecer- más destaca de ella.
Personalmente me gustaría ver una Mikasa que pueda vivir sin Eren, porque sería el desenlace de su desarrollo como concepto y como personaje. A estas alturas ella ya ha aprendo a relacionarse con otros: con Sasha, Connie, Jean, Historia y sobre todo con Armin, por lo que ya tiene herramientas para empezar a construir su propio camino.
Mikasa interactuando con sus amigos más cercanos.
Me motivé a hacer este comentario porque este personaje suele ser tachado constantemente de inútil y carente de desarrollo y evolución, reduciéndola constantemente a un personaje cualquiera que depende del protagonista. Yo, personalmente, creo que el trasfondo de Mikasa logra comprenderse y palparse. Su desarrollo no es explícito como el de otros personajes, pero es porque responde a la personalidad de Mikasa, ella es implícita y su desarrollo también. Isayama respeta mucho el carácter de sus personajes conforme va escribiendo y dibujando, por eso se siente tan natural.
Quiero dejar en claro que este es un comentario personal. Cada quién será libre de interpretar a Mikasa como desee.
Gracias infinitas por leer mi post.
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