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#Disertaciones por Arriano
bocadosdefilosofia · 9 months
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"Dime lo que no debes decir". No lo diré, porque eso depende de mí. “Pues te encadenaré”. ¿Qué dices, hombre? ¿A mí? Encadenarás mi pierna, pero mi albedrío ni el propio Zeus puede vencerlo. “Te meteré en la cárcel”. A mi cuerpecito, será. “Te decapitaré”. ¿Pero te he dicho yo que mi cuello sea el único imposible de cortar? Sobre eso convendría que reflexionaran los que filosofan; sobre eso habrían de escribir a diario; en eso tendrían que ejercitarse.
Epicteto: Disertaciones por Arriano. Editorial Gredos, pág. 52. Madrid, 2015
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elegiaalasestrellas · 3 years
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¿Acudo al maestro como el que acude al oráculo, dispuesto a obedecer? ¿O también yo voy a la escuela lleno de imbecilidad solo a aprender la historia y a conocer los libros que antes no conocía y a explicárselos a otros si se tercia?     […]     Y vosotros, hombres, curaos primero las úlceras, detened las diarreas, serenad la mente, traedla a la escuela sin distracciones, y comprenderás cuánta fuerza tiene la razón.
Epicteto (Disertaciones, II, 21, 8-23).
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mentalidadchingona · 5 years
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16 de diciembre
“Como los estoicos afirmaron repetidamente, es peligroso tener fe en las cosas que no podemos controlar”.
-EPICTETO, Disertaciones por Arriano, 3.26.23
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ideasvitales · 8 years
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Lo mío y lo ajeno
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Las materias son indiferentes, pero el uso de ellas no es indiferente. ¿Cómo conservaré al mismo tiempo el equilibrio y la imperturbabilidad y a la vez el cuidado y el no obrar con negligencia ni con descuido? Imitando a los que juegan a los dados: las fichas son indiferentes, los dados son indiferentes. ¿Cómo sé qué va a salir? Pero usar cuidadosa y hábilmente lo que salga, eso ya sí es cosa mía. De la misma manera, por tanto, en eso consiste la tarea principal de la vida. Distingue las cosas y ponlas por separado y di: «Lo exterior no depende de mí, el albedrío depende de mí. ¿Dónde buscaré el bien y el mal? En lo interior, en mis cosas. Pero no califiques nunca las cosas ajenas de bien ni de mal, ni de provecho ni de perjuicio ni de ningún otro nombre de ese estilo.  Epicteto, Disertaciones por Arriano (Libro II Cap V)
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bocadosdefilosofia · 2 years
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«Para juzgar lo razonable y lo irracional cada uno de nosotros nos servimos no sólo del valor de las cosas externas, sino también de nuestra propia dignidad personal; para uno será razonable sostener el orinal, teniendo en cuenta simplemente esto: que si no lo sostiene, recibirá golpes y no recibirá comida, mientras que si lo sostiene no padecerá crueldades ni sufrimientos; pero a otro no sólo le parece intolerable el sostenerlo, sino también soportar que otro lo sostenga.
Así que si me preguntas: "¿He de sostener el orinal o no?”, te diré que más vale recibir alimentos que no recibirlos y que menos vale recibir golpes que no recibirlos, de modo que si mides lo que te interesa con esos parámetros, ve y sosténselo.
— ¡Pero eso no sería digno de mí!
Eres tú quien ha de examinarlo, no yo. Eres tú quien te conoces a ti mismo, quien sabes cuánto vales para ti mismo y en cuánto te vendes: cada uno se vende a un precio».
Epicteto: Disertaciones por Arriano. Editorial Gredos, pág. 61.  Madrid, 1993
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elegiaalasestrellas · 3 years
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Cómo se podrían obtener las consecuencias de que la divinidad sea padre de los hombres
    Si uno pudiera captar con justeza este pensamiento, el de que todos, en última instancia, procedemos de la divinidad y que la divinidad es el padre de los dioses y los hombres, creo que nadie tendría ningún pensamiento innoble o miserable sobre sí mismo. Porque si el César te adoptara nadie te sostendría la mirada: ¿y no has de estar orgulloso sabiendo que eres hijo de Zeus? Pero en realidad no lo hacemos, sino que dado que en nuestro origen se mezclan estas dos cosas —de un lado, el cuerpo, común con los animales, y de otro la razón y el pensamiento, comunes con los dioses—, unos se inclinan hacia aquel parentesco, desdichado y mortal, y sólo unos pocos hacia el parentesco divino y bienaventurado. Puesto que es necesario que todo hombre se sirva de cada cosa de acuerdo con la idea que se haya formado de ella, aquellos pocos, los que creen haber nacido para la fidelidad y para el respeto y para la seguridad en el uso de las representaciones, no tienen ninguna idea vil o innoble sobre sí mismos, pero la mayoría tienen las ideas contrarias. «¿Qué soy? ¡Un pobre hombre desdichado!» y «¡Mi carne miserable!». Sí que es verdad que es miserable, pero tienes también algo superior a la carne. ¿Por qué entonces te consumes en ella y vas abandonando lo otro?
    Por causa del primer parentesco, los que de nosotros nos inclinamos hacia él, nos volvemos, unos, como lobos: infieles, pérfidos, dañinos; otros, como leones: salvajes, fieros, crueles; y la mayor parte de nosotros, como zorros o como cualquier animal despreciable; porque, ¿qué otra cosa es un hombre arrogante y malvado sino un zorro u otro ser aún más despreciable y vil? Fijaos, pues, y prestad atención, no sea que acabéis siendo uno de estos seres despreciables.
    Cómo se podrían obtener las consecuencias de que la divinidad sea padre de los hombres, por Epicteto. Disertaciones, Libro I, Capítulo 3.
Epicteto (1993). Disertaciones por Arriano (Trad. Mercedes López Salvá). Editorial Gredos. (Original publicado 108 d. C.)
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elegiaalasestrellas · 3 years
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Sobre lo que depende de nosotros y lo que no depende de nosotros
    Entre las restantes facultades no hallaréis ninguna que especule sobre sí misma ni tampoco, por tanto, ninguna que sea capaz de aprobarse o reprobarse a sí misma. ¿Hasta qué punto alcanza la gramática lo especulativo? Hasta el de conocer las letras. ¿Y la música? Hasta el de conocer la melodía. ¿Alguna de ellas especula sobre sí misma? De ninguna manera. Sino que si escribes a un amigo la gramática te dirá que necesitas tales letras; pero la gramática no te dirá si has de escribir o no has de escribir al amigo. Y lo mismo la música respecto a las melodías: no te dirá si ahora debes cantar y tocar la cítara o que ni cantes ni toques la cítara. Entonces, ¿cuál lo dirá? La que se estudia a sí misma y a todo lo demás. ¿Cuál es? La facultad racional. Pues sólo ella nos ha sido entregada como capaz de reflexionar sobre sí misma y sobre qué es, sobre cuál es su capacidad, sobre a qué grado de valía ha llegado, y sobre las demás ciencias. ¿Qué otra cosa es la que dice que el oro es bello? Porque el propio oro no lo dice. Es evidente que quien lo dice es la capacidad de servimos de las representaciones. ¿Qué otra cosa es la que juzga la música, la gramática, las otras facultades, poniendo a prueba sus usos y señalando las oportunidades que les son favorables? Ninguna otra.
    Por consiguiente y como procedía, los dioses hicieron que dependiese sólo de nosotros lo más poderoso de todo y que dominaba lo demás: el uso correcto de las representaciones; mientras que lo demás no depende de nosotros. ¿Es que no querían? A mí me parece que, si hubieran podido, nos habrían confiado también las otras cosas; pero no podían de ningún modo. Y es que estando sobre la tierra y atados a un cuerpo como éste y con unos compañeros como éstos, ¿cómo sería posible que lo exterior no nos pusiera impedimentos respecto a eso?      Pero, ¿qué dice Zeus?      «Epicteto, si hubiera sido posible, hubiera hecho tu cuerpecito y tu haciendita libres y sin trabas. Pero en realidad, no lo olvides, no es tuyo: es barro hábilmente amasado y puesto que no pude hacer aquello, te di una parte de nosotros mismos, la capacidad de impulso y repulsión, de deseo y de rechazo, y, en pocas palabras, la de servirte de las representaciones; si te ocupas de ella y cifras en ella tu bien, nunca hallarás impedimentos ni tropezarás con trabas, ni te angustiarás, ni harás reproches ni adularás a nadie. ¿Qué? ¿No te seguirá pareciendo poca cosa?» —¡Desde luego que no! —¿Te basta con eso? —Así se lo pido a los dioses.      Pero en vez de eso, aun pudiendo preocupamos de un solo objeto y dedicamos sólo a él, preferimos preocupamos de muchos y encadenamos a muchos: al cuerpo, a la hacienda, al hermano, al amigo, al hijo y al esclavo. Así, por estar encadenados a muchos objetos nos vemos oprimidos y arrastrados por ellos. Por eso, si la navegación es imposible, nerviosos, nos sentamos y estamos pendientes continuamente.      «¿Qué viento sopla?» «Del norte». ¡Ése qué nos importa!» «¿Cuándo soplará el céfiro?» Cuando le apetezca, amigo, a él o a Eolo. La divinidad no te hizo a ti administrador de los vientos, sino a Eolo. Entonces, ¿qué? Hemos de organizar lo mejor posible lo que depende de nosotros y servirnos de las demás cosas tal como vienen. ¿Y cómo vienen? Como la divinidad quiera.      «¿Sólo a mí han de cortarme ahora el cuello?»      ¿Qué? ¿Pretendías que cortasen el cuello a todos para que tú te consolaras? ¿No quieres presentar el cuello como hizo en Roma aquel Laterano a quien Nerón mandó decapitar? Presentó la cabeza, recibió el hachazo y, como el golpe había sido débil, se retiró un poco y la volvió a presentar. Ya un poco antes Epafrodito, el liberto de Nerón, había ido a verle y a preguntarle por la razón de la desavenencia, y le había contestado: «Si quiero algo, se lo diré a tu amo».      ¿Qué hay que tener a mano en semejantes circunstancias? ¿Qué otra cosa sino saber qué es lo mío y qué no es lo mío, y qué me está permitido y qué no me está permitido? He de morir. ¿Acaso ha de ser gimiendo? Ser llevado a prisión. ¿Acaso ha de ser lamentándome? Ser exiliado. ¿Habrá quien me impida hacerlo riendo, de buen humor y tranquilo?      «Dime lo que no debes decir». No lo diré, porque eso depende de mí. «Pues te encadenaré». ¿Qué dices, hombre? ¿A mí? Encadenarás mi pierna, pero mi albedrío ni el propio Zeus puede vencerlo. «Te meteré en la cárcel». A mi cuerpecito, será. «Te decapitaré». ¿Pero te he dicho yo que mi cuello sea el único imposible de cortar? Sobre eso convendría que reflexionaran los que filosofan; sobre eso habrían de escribir a diario; en eso tendrían que ejercitarse.      Trásea acostumbraba a decir: «Prefiero verme hoy muerto que mañana en el exilio». ¿Y qué le respondió Rufo? «Si lo eliges por ser más penoso, ¡qué locura de elección! Si por más leve, ¿quién te ha dado a elegir? ¿No quieres ejercitarte en que te baste con lo que te ha sido dado?».      ¿Qué decía Agripino, también en ese sentido? «No quiero ser un impedimento para mí mismo».     Vinieron a decirle: «Se te está juzgando en el Senado».     —Sea enhorabuena. Pero ya es la hora quinta —a esa hora solía ir al gimnasio y tomar un baño frío—, ¡vayamos al gimnasio!     Mientras estaba en el gimnasio vino uno y le dijo: «Has sido condenado».     —¿Al exilio —preguntó— o a muerte?     —Al exilio.     —¿Y qué hay de mis posesiones?     —No han sido confiscadas.     —Nos iremos a Aricia y comeremos.     Eso es haberse ejercitado en lo que hay que ejercitarse, haberse provisto de unas facultades de deseo y rechazo que no pueden ser obstaculizadas ni echadas por tierra. ¿He de morir? Si ha de ser ahora mismo, moriré. Si falta un poco, de momento, comeré cuando llegue la hora, y luego moriré. ¿Cómo? Como conviene al que está devolviendo lo que no es suyo.
    Sobre lo que depende de nosotros y lo que no depende de nosotros, por Epicteto.
Epicteto (1993). Disertaciones por Arriano (Trad. Mercedes López Salvá). Editorial Gredos. (Original publicado en 108 d. C.).
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elegiaalasestrellas · 3 years
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Que La Lógica Es Necesaria
Al decir uno de los presentes:     —Convénceme de que la lógica es necesaria.     —¿Quieres —le respondió— que te lo demuestre?     —Sí.     —Por tanto, ¿he de argumentar con un razonamiento demostrativo? Y al estar el otro de acuerdo, dijo:     —¿Cómo sabrás si te engaño con sofismas? Al quedarse callado el hombre, dijo:     —¿Ves cómo tú mismo reconoces que es necesaria, si fuera de ella ni siquiera puedes saber si es necesaria o no?
    Que la lógica es necesaria, por Epicteto. Disertaciones, Libro II, Capítulo 25.
Epicteto (1993). Disertaciones por Arriano (Trad. Mercedes López Salvá). Editorial Gredos. (Original publicado 108 d. C.)
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elegiaalasestrellas · 3 years
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Fíjate sólo en una cosa: en por cuánto vendes tu albedrío. Si no otra cosa, hombre, al menos eso no lo vendas por poco
Epicteto. Disertaciones, II, 2, 33.
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elegiaalasestrellas · 3 years
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Cómo podría uno en cualquier situación salvaguardar su dignidad personal
Cuando Vespasiano le transmitió la orden de que no acudiera al Senado, Prisco Helvidio respondió: —Está en tu mano el no permitirme ser senador, pero mientras lo sea, debo ir. —¡Bien! Pero si vas —le dijo— calla. —No me preguntes y callaré. —¡Pero tengo que preguntarte! —Y yo que decir lo que me parece justo. —Si dices algo, te mataré. —¿Cuándo te he dicho que sea inmortal? Tú haz tu papel y yo haré el mío. El tuyo es matarme y el mío morir sin temblar.
   Su actitud crítica con Vespasiano provocó que Prisco Helvidio fuera desterrado y ejecutado.
   Anécdota expuesta por Epicteto ilustrando cómo salvaguardar la dignidad personal. (Epicteto, Disertaciones, II, 2, 19-21).
Epicteto (1993). Disertaciones por Arriano (Trad. Mercedes López Salvá). Editorial Gredos. (Original publicado en 108 d. C.).
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elegiaalasestrellas · 3 years
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Qué Es Lo Propio Del Error
    Todo error contiene contradicción. Puesto que el que yerra no quiere errar, sino corregirse, está claro que no hace lo que quiere. ¿Qué quiere hacer el ladrón? Lo que le conviene. Por consiguiente, si robar no le conviene, no hace lo que quiere. Toda alma racional rechaza por naturaleza la contradicción; y mientras no comprenda que está en contradicción, nada le impide hacer cosas contradictorias. Una vez que lo comprende es del todo necesario que se aparte de la contradicción y la rehúya, así como es absolutamente necesario que reniegue de la mentira el que se ha dado cuenta de que es mentira; mientras no se percate, asentirá a ello como si fuera verdad.
    Por tanto, es hábil en el discurso y capaz de persuadir y de refutar él mismo el que puede mostrar a cada uno la contradicción por la que yerra y presentarle claramente cómo no hace lo que quiere y hace lo que no quiere. Y es que si alguien le demuestra esto, él por sí mismo se apartará de ello. Pero mientras no se lo demuestres, no te extrañes de que persista. Lo hace porque tiene la representación de que es correcto. Por esto también Sócrates, confiando en esta facultad, decía: «Yo no acostumbro a presentar ningún otro testigo de lo que afirmo, sino que me basta siempre con mi interlocutor y lo someto a su voto y le invoco como testigo y aun siendo uno me basta frente a todos». Y es que sabía qué mueve al alma racional en la balanza. La inclinará, quieras o no, el guía racional. Muéstrale la contradicción y se apartará; pero si no se la muestras, recrimínate a ti mismo más que al que no hace caso.
    Qué es lo propio del error, por Epicteto. Disertaciones, Libro II, Capítulo 26.
Epicteto (1993). Disertaciones por Arriano (Trad. Mercedes López Salvá). Editorial Gredos. (Original publicado 108 d. C.)
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