#De etymologiae vocabuli adulescentiae
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mercuriicultores · 1 year ago
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Rodolfo Valentini – Nota sobre la etimología de la palabra 'adolescencia'
Es muy frecuente encontrarse hoy, sobre todo en ámbitos educativos, con una concepción acerca del significado de las palabras ‘adolescencia’ y ‘adolescente’ relacionada con una supuesta etimología que los mismos diccionarios se encargan de señalar con cierta ambigüedad y hasta con inexactitudes.
Se hace derivar estos términos del verbo castellano ‘adolecer’ que a su vez vendría del verbo latino ‘adolescere’ que según los diccionarios significa: «…padecer alguna dolencia habitual; caer enfermo; fig. Tener o estar sujeto a vicios, pasiones o afectos, o tener malas cualidades, causar enfermedad o dolencia».
Sin explicar por qué, estas definiciones aparecen en los diccionarios confusamente entre el significado anteriormente señalado y el de ‘crecer’.
Es exacto que exista en latín el verbo ‘doleo’, emparentado probablemente con el griego ‘dhlšw’ –en latín ‘deleo’ (herir, dañar)–y cuyo significado sería el de "doler, sentir dolor" y el incoativo ‘dolesco’ (afligirse, apesadumbrarse). Pero de ninguna manera este verbo forma un compuesto con la partícula ‘ad’ para significar "adolecer, sufrir" y menos para derivar en ‘adolescencia’.
Este fenómeno de manipulación lingüística se denomina sustracción etimológica.
La deriva etimológica se ha dado históricamente a través del verbo castellano ‘adolecer’ que ha venido a significar carecer, faltar algo y que se lo hace derivar de ‘dolesco’ (afligir, dolerse, caer enfermo).
Entre los romanos la ‘adolescentia’ no era una edad donde se "adolecía de algo" o se sufriera. En latín la palabra ‘adolescentia’, proviene del verbo ‘adolesco’, que no deriva de ‘ad’ y ‘doleo’, sino de ‘ad’ y ‘oleo’ y su incoativo ‘olesco’. Este verbo expresa la idea de "el crepitar de los fuegos sagrados; los que llevan y transmiten el fuego; el crecer, desarrollarse, desenvolverse la razón, el ardor".
El sufijo latino ‘-sco’, no tenía en un principio la significación incoactiva. La formación del sufijo incoativo empezó precisamente en verbos como ‘adolesco’, ‘floresco’, ‘senesco’: crecer, florecer, envejecer. El crecer, el florecer, el envejecer no son acciones instantáneas. La idea de acción lenta y gradual propia de estos verbos se atribuyó luego al sufijo ‘-sco’. Los verbos incoativos expresan un comienzo de acción, una acción que está en camino de ser cumplida –del latín ��inchoare’ (comenzar)– y que caracteriza el sufijo ‘–sco’.
Además de esta temática etimológica es importante notar la implicación ideológica y pedagógica que esta sustracción tiene. Se desliza de un plus como es el significado que le daban los romanos ("el que porta el fuego de la vida nueva") hacia un ‘minus’ ("el que adolece, el que carece, el que le falta, tiene defectos o sufre"). Esta deriva no es casual en sociedades donde se apunta a generar minusvalías –a mujer, las minorías raciales, étnicas, la marginación adolescente, etc.–.
Pedagógicamente hablando se generan dos concepciones antagónicas de la educación: una centrada en la supuesta "carencia del adolescente", con el consecuente despliegue de estrategias tendientes a "llenar, cubrir, suplantar, etc." este vacío y otra centrada en el concepto, apoyado en la etimología, de "potencial, de crecimiento, de desarrollo hacia, de capacidad para ser desarrollada, etc." de la cual derivaría toda una estrategia pedagógica que pone énfasis en que el adolescente "alcance logros adultos" y no en "esperar que se le pase la enfermedad de la adolescencia para entrar al mundo del adulto".
Françoise Dolto lo ha expresado así: «La adolescencia es además un movimiento pleno de fuerza, de promesas de vida, de expansión. Esta fuerza es muy importante, es la energía de la mencionada transformación. Como los brotes que salen de la tierra, uno tiene necesidad de "salir". Tal vez por eso la palabra salir es tan importante. Salir es abandonar el viejo cascarón que se ha tornado un poco asfixiante, es a la vez tener una relación amorosa. Es la palabra clave que traduce bien el gran movimiento que nos sacude. […]»
Es importante también señalar el origen de los otros términos referidos a las etapas evolutivas del ser humano y frecuentes en el ámbito educativo. Para los latinos el puer adulta aetate era el niño en edad crecida, el adolescens es el que está creciendo, y el homo adultum era el hombre que ya ha crecido, el adulto. Curiosamente el término ‘adulto’ proviene del mismo verbo ‘adolesco’ de donde se deriva ‘adolescente’. ‘Adultus’ en latín es el participio pasado de ‘adolesco’ (crecer) y significa: 1) Adulto, crecido, llegado a la edad robusta y entera 2) De mayor altura 3) Floreciente 4) Más grande, más fuerte –los romanos denominaban "urbs adulta" a la ciudad floreciente y "adulta nox" a la media noche. – El puer adulta ætate, no es todavía adolescens. Es muy difícil determinar la ætas adulta: tal vez debía fijarse a los 10 o 12 años por lo general. ‘Pusio’ y ‘puber’, designaban para los antiguos romanos, la época en que comenzaba la virilidad, el término de la ‘pueritia’, a saber: la edad de los 14 años para los varones y de los 12 para las mujeres. El término de ��juvenis’ (jóven) hace resaltar la idea de lozanía de la edad, propia para soportar todo género de fatigas. Estas dos palabras se diferencian en que pusio mira al individuo por su lado bello, como flos ætatis (la flor de la edad) y puber por su lado físico, como robur ætatis (la fuerza de la edad). El pusio designa la edad con relación a los amores; el puber, por alusión a los ejercicios militares y otras ocupaciones serias. Por último, juvenis deja ver la juventud por su lado más risueño. El término ‘juventus’, comprendía a la adolescentia y la virilis ætas y solo excluye la pueritia y la senectus; comprendía de los 20 a los 40 años. Esto era lo más común, aunque los antiguos latinos usaban estas dos palabras llamando juvenis al que denominaron previamente adolescens.
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