#Crueldad burda
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METAMORFOSIS SOCIOFOBICA
Me poseía un desprecio absoluto, resuelto a instaurar un odio despectivo, peyorativo y bélico, como si se tratase de un animal renacido por la interminable fila de personas transformadas en descomunales insectos de piel tosca y gruesa, con el horror que puebla una enfermedad siniestra e infecta que cobija el mundo bajo el pseudónimo de coronavirus.
Al instante me percaté de una mutación hedionda que tergiversaba mi cuerpo en una expresión de intolerancia, una respuesta al millar de malos sentimientos instaurados por densas capas de resentimiento, como resultado de la creciente introversión que no me permitía expresar lo que siento, a tal punto de rebasar la copa alineada entre cordura conformista y locura sociofobica.
Me enrollé entre mis fantasías enfermas, representando caos con la desdicha de una mente macabra. Encontré en mi ser una fiebre creciente transformando mis expresiones al control del siniestro, de la paranoia burda y escalofriante. Asechando al filo de la muerte. Quizás el surgimiento de un engendro entregado por las fauces del infierno con ancias de muerte. Controlado por la burda pretensión de encaminar su juicio al acto delincuencial, al genocidio frío y desmesurado, sin razones legítimas y justificables. Actuando a favor del instinto, asqueando las relaciones sociales, desechando las normas cívicas del buen ciudadano.
Transité por el bus en dirección a casa, mientras mi cuerpo cambiaba y se distorsionaba con la brevedad del sobre-hacinamiento, pues la gente se apretaba entre la irresponsabilidad y la pueril idea de inscribir una pandemia como la suerte de una mortalidad poco probable.
- Señor, ¿qué horas tiene?. Resolví preguntar a un incómodo pasajero de sombrero gris con gabardina café.
- Las 3:00 PM. Respondió él, mientras degeneraba su rostro entre el sudor que afloraba de su cara babosa, similar a un insecto volador. Algo siniestro con grandes tenazas como ocico, ojos distantes y fractalarios, piel lisa y degradada entre tintes negros y violetas.
Gracias, le dije hipocritamente y al instante me poblé de un asco aterrador, seguido de una expresión de desprecio vista por otro pasajero de rostro alargado, con la pesadillezca forma de un ciempiés robusto y sucio.
- Si no es capaz de lidiar con el bus, bajese. No sea que "el doctor" se enteque de pueblo. Mencionó aquel.
No respondí verbal ni físicamente. Al bajar la mirada, mi mente pobló más desprecio del habitual. Imaginé inmesurables crueldades versadas por un desmembramiento devastador, resultado de una pisada mortal, un talonazo que desprendiera la cabeza de aquel insecto indigno, pues, pese a su altura, este se veía frágil y quebrantable, carente de un fuerte sistema óseo. Débil por lo fragmentario de su ser y lo delicado de sus minúsculas patas.
En un mortuorio silencio, mientras motivaba mis emociones entre miradas desinteresadas a la ventana, quizás, pretendiendo encaminar mi desdicha delincuencial al sepulcral paso de las calles aledañas, en cuadrantes repletos de personas, en otros completamente vacíos, llegué a mi destino sobre las 5:00 PM.
Sudaba impertinentes aromas de personas que adjuntaban sus cuerpos a mi torso. Pese a lo esquivo y bélico de mi actitud, no mencionaba nada al respecto, ni una palabra. Mordía los labios ocultos en el tapabocas, para desechar fracciones de ira resentida, de aquella frustración malvada que me recordaba la incapacidad de quejarme, de lanzar insultos a diestra y siniestra, de eliminar cualquier vestigio de acercamiento físico y verbal, de matarlos a todos de un tajo, cuál certero ataque de un zapato, matamoscas o algún insecticida casero, de estallar en una cólera infernal que desprendiera horror, miedo, rechazo y lejanía.
Bajaba del bus casi al tiempo de bañarme con enormes bocanadas de alcohol industrial, aguardado en un frasquito transparente y alargado, con terminal de aspersor ahorrativo, pues era en este que desprendían distorsionadas partículas controladas por el accionar de una palanca.
Caminé aligerando el paso entre callejuelas cada vez más pobladas. Al divisar la ventana de un altillo, observé un espectro de hombre fumando y bebiendo con la mirada desinteresada. Su cara era blanca, su pelo negro y sus dientes amarillo, de ese tono equidistante al color beige de su camiseta de rayas. Hablaba y gritaba solo, consecuencia de su evidente estado de ebriadad, sosteniendo su cuerpo por una suerte de equilibrio toráxico, ya que constantemente, se balanceaba de lado a lado, saliendo y entrando entre los límites del ventanal abierto de par en par.
Lentamente noté como su rostro iba mutando, degenerandose por unos tonos amarillentos que lo asemejaban a una aveja. De su boca, en cámara lenta, surgía un pico biscozo, con terminales puntiagudas. Al tiempo, sus ojos se separaban y alargaban, dilatando la pupila a tal punto de completar el ojo. Mientras, su cuello engendran una pelusa abultonada de tono beige que haría las veces de bufanda, con la única diferencia de que aquel, surgía como extremidad del cuerpo y no como prenda de vestir.
Gritaba un idioma incomprensible, su baba resbalaba a lo largo de su cerveza póker y como si de un insecto se tratase, movilizaba su pico a voluntad, agarrando seres invisibles con su hedionda mandíbula. Decretando suciedad en el área circunscrita de su cuarto oscuro y desolado.
En un instante, sentí sus ojos encaminados a mi ser. Corrí de inmediato. Mis pisadas aceleraban al tiempo de masificar mis visiones. Todo ser viviente, transformaba su apariencia ante mis ojos y viéndome desesperado, decidí ocultarme por una calle poco transitada, normalmente olvidada.
Al principio omití mi problema de esquizofrenia, echándole la culpa a la densa paranoia sociofóbica, resultado del miedo generalizado por la pandemia. Luché por ocultar mis expresiones, evitando correr. Al cruzar cerca del cajero automático, en su interior divisé un enorme gusano recubierto de papel periódico. Acababa de parir un millar de hijos blanquesinos que se movilizaban por su torso en busca de alimento.
A mi forma de ver, lo estaban devorando vivo. El hediondo se veía agonizante. De vez en cuando se movía de un lado al otro, con acciones sutiles, despaciosas respiraciones que se aligeraban por cada minuto transcurrido.
Su boca aún humana, decretaba millones de esas artimañas que ya empezaban a expandirse por fuera de los limites del cajero. Cada vez más cerca de mi. Sentí su resbalosa estructura devorándome.
Pese a la lejanía de aquellos, no pude evitar la empatía de su desdicha. Lo vi humano por un instante, un hombre encapsulado en la maldición parasitaria de su ser metamorfosiado. No pude hacer nada por él, mejor dicho, temí hacer algo por él.
Proseguí mi camino al apartamento. Abrí la puerta, enfunde el frasquillo de alcohol a lo largo de mis zapatos, cuerpo y ropa. Me desnudé, voté la ropa en el lavado y entré a la ducha. Al instante posterior del baño, decidí observar la calle por la ventana, corroborar si mis visiones eran reales, o si por el contrario, pertenecían a un error de mi mente, una esquizofrenia poblada por el temor de la interacción social, de la incertidumbre en el futuro siniestro derivado de la pandemia.
Renacido como otro ser. Protegido y camuflado entre los vidrios de las ventanas cerradas, percibí con alegría cómo se normalizaban las calles. La humanidad retomaba su forma y los últimos rayos del sol impregnaba la sala con el gozo del encierro, el aislamiento que inscribía la seguridad de mis pasos libertarios, protegidos de aquellos insectos que asechaban mi cuerpo y mente.
Emanaba calma, pasividad complementada por las vertiginosas melodías de Marilyn Manson, por el sutil acompañamiento de un dulce café, un fresco pan rollito, una charla familiar y una paradisíaca introspección por las redes sociales.
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MONEDAS MALDITAS Y UN JOVEN PECULIAR
Y... Ya que me estás escuchando, más gracias a la tormenta impetuosa que asedia la ciudad que por tus ganas de seguir aquí, te contaré algo que me hizo recordar aquel hombre, de entre todas las historias que mi abuelo escuchó, leyó o vio, (por qué también estuvo ahí mientras ocurrían hechos increíbles) había una muy particular que involucraba un sujeto raro como aquel y unas cuantas monedas doradas.
Decía que cuando era niño y vivía en... ¿Tú recuerdas como se llamaba aquel sitio? Justo detrás de la montaña, en medio del bosque gris, ahí se levantaba aquella ciudad, comenzó a poblarse por el tren, ¿Recuerdas? La única estación de tren que estaba de ese lado de la montaña. Rápidamente atrajo a mercaderes, oficiales, artesanos y obreros por igual, en esa ciudad nació mi abuelo, cuando aún existían en ella edificios funcionales, servicios y habitantes, claro, ahora sólo quedan los relatos, como este. Decía mi abuelo que en aquella época , cuando él aún era muy niño, pero no tanto pues ya tenía conciencia de su alrededor, llegó un joven con una gran capa, vieja y pesada, además de eso y la ropa que llevaba puesta sólo cargaba con un pequeño bolso, muy fino, decorado con piedras preciosas, contrastaba por completo con sus prendas pero no con su porte, un rostro bien brillante, la mirada en alto y sonriente, como si fuera dueño del mundo, así caminaba durante el día, maravillándose por todo lo que veía como un niño que desconoce lo asombroso de la vida y sereno ante los sucesos graves de la ciudad, como un viejo que ha visto toda la crueldad humana, ver a un bebé lo llenaba de gozo mientras que ver a un esclavo apenas lo inmutaba.
Llamó más la atención al caer la noche, se sentó en un rincón y cubrió su cabeza con esa enorme capa que siempre estaba sobre su espalda, como si, por el hecho de estar cubierto ahora todo el mundo fuera a olvidarse de su repentina llegada y lo singular de su andar, pidió que le sirvieran bebidas, cuando le preguntaron qué tipo de bebida deseaba muy sonriente dijo "cualquier líquido me sirve, siempre y cuando lo vierta en esta copa, mi buen hombre"
Aquello apenas y podía ser llamado recipiente, era madera de roble, un cilindro con un hueco en la parte superior mientras que la parte inferior apenas estaba desgastada, como si alguien hubiese querido dar forma, pero con una técnica burda y torpe, todos rieron de él excepto una de las mujeres de servicio, la más bella de entre todas ellas, en quien no cabían prejuicios torpes pues sabía bien hacer su trabajo, sin reparar en las burlas de los demás se apresuró a servirle el vino de la casa, sonriendo de buena gana y poniéndose a su disposición para servirle tanto como quisiera, al verla tan amable le extendió una resplandeciente moneda de oro, le pidió que se mantuviera cerca y le garantizo una moneda igual cada vez que llenara su copa, todos lo miraron con asombro y a ella con envidia, muchos quisieron acercarse a hablar con él, más para hacerse con una de aquellas monedas que por brindarle compañía, pero sin importar cuántas veces le sirvieran vino, su cabalidad parecía no cambiar, como si el licor fuera apenas agua para él, no separaba la diestra de la copa mientras utilizaba la otra mano para entregar las monedas a su anfitriona.
Escuchaba a todos con la misma atención, brindaba sus bastas opiniones sobre cualquier tema al que las personas de ahí condujeran la conversación, siempre sonriente, amable y atento conversó con quien se acercaba. Muchos fueron los que se alejaron rápidamente puesto que solo iban tras las brillantes monedas, otros, los más jóvenes y los más viejos se quedaron para conversar con él. Unos por el afán de traer hasta ellos viejas memorias, de tiempos olvidados, y otros por el hambre de obtener conocimientos nuevos a través de la experiencia de este personaje, no me ha quedado claro cuales eran los unos y quienes lo otros, sin embargo, ahí estuvieron, escuchándole maravillados mientras él no paraba de beber.
Lamentablemente, nunca sabremos como se desenvolvió el resto de la noche, puesto que el abuelo era apenas un niño, tuvo que volver a casa antes de que la noche estuviera bien entrada. Sin embargo, comentaba que, a la mañana siguiente, en el bar donde el joven había iniciado su estadía se hizo un gran revuelo, mi abuelo apenas pudo observar el bullicio unos instantes antes de tener que dirigirse al río por agua para la casa, ¡y que bendición que fuera un infante tan responsable! Bajo un árbol, cerca del rio se encontraba aquel personaje, frente a él, una joven profundamente enamorada que le prometió que nunca lo olvidaría mientras él insistía en que debía hacerlo, el abuelo detuvo su marcha y dirigió su mirada hacia las montañas, para darles privacidad, asegura que la noción del tiempo escapó de él mientras observaba las nubes desplazarse por los cielos, cuando volvió en sí volteo hacia donde ellos para percatarse de que ya se encontraba solo.
Se acerco al rio con sus recipientes y mientras los llenaba escucho una tierna voz interrogarlo: ¿caminas todas las mañanas y cargas con eso para llevar agua a tu familia?
Estaba detrás de él, sonriendo con calidez y asombro
-Tú en realidad eres especial, algún día volveré para ver tu colección mi buen amigo, quizás esto no sea justo desde muchos puntos de vista, pero si hemos coincidido, siendo tu tan joven es sin lugar a dudas con un fin, las casualidades no existen, te otorgare un par de dones- el abuelo solo lo observaba, con el mismo temor que curiosidad, metió la mano en su pequeño bolso, que ahora parecía no tener un fondo, saco un bolso mas pequeño aun en el que introdujo varios pañuelos que envolvían pequeños paquetes- escúchame bien coleccionista de letras, todo lo que necesitas para cumplir tu cometido yace dentro de este bolso, los pañuelos tienen marcas, deberás abrir cada uno de ellos cuando tu corazón te indique que es el momento, lo sé, estas confundido, todo tendrá sentido cuando te respondas esto: si tuvieras todo lo necesario para que tú y tu familia vivan sin preocupaciones, pero sin lujos… ¿A qué te dedicarías?-
Y así como llegó, aquel hombre tan raro, se fue, el abuelo volvió a su casa con el agua sobre sus hombros y el bolso atado a la cintura.
Durante dos días aquel niño medito, entre juegos y deberes, en la incógnita que había sembrado aquel sujeto en su mente, ¿nos preocupa algo?, ¿Qué es un lujo y que una necesidad?
10 años pasaron desde aquel día, la ciudad prospero tan rápidamente que la desgracia cayó sobre ella, los excesos, los ladrones, las riñas y guerrillas por el poder, el afán de poseer tanto oro como fuera posible, ese oro que había llegado en 103 particulares piezas, tan codiciadas, tan brillantes, tan… preciosas…
Para cuando el abuelo era ya un jóven, en aquella ciudad sólo quedaban mercenarios, ladrones, asesinos y algún alma inocente que no tenía la posibilidad de salir de ahí, todos buscando hacerse con alguna de aquellas monedas doradas, que habían alcanzado más valor por quienes las codiciaban que por la materia prima de la que se componían.
Incluso la estación del tren estaba ya abandonada, la compañía fabricó una vía nueva con tal de no tener que enviar sus trenes de ese lado de la montaña. Las personas en aquel lugar habían olvidado ya lo que significaba la lealtad, robaban, asesinaban e intercambiaban sus pertenencias, incluso a sus hijos e hijas con tal de tener un indico sobre quién tenía en su poder una de esas piezas, todo con tal de estar más cerca de poderlas obtener. En ese momento el abuela era toda la familia que tenía para sí, su madre había muerto enferma, sus hermanas se habían ido en cuanto tuvieron edad con sus respectivas parejas, lejos de aquel caos mientras que su padre y hermanos trabajaban como mercenarios, cegados por la misma ambición que tenía en la ruina aquel lugar. Parado sobre la vía abandonada, el abuelo vió por última vez aquella ciudad mientras se preguntaba "Si tuviera todo lo necesario para vivir sin preocupaciones, ¿a qué le dedicaría?" Partió de allí el mismo día que su madre abandonó este mundo, con aquel pequeño bolso asegurando su futuro, jamás me dijo que había en cada uno de esos paquetes, ni si en realidad le fueron útiles. Opino que si, ya ves, la biblioteca más grande que hay en la región, dos barcos, los caballos, la finca, los trabajadores, la familia, todo lo que quiso, lo tuvo, lo curioso es que todo le era funcional, nunca tuvo algo que no le sirviera para algo en específico.
Ya ha parado la lluvia, ¿Será buena hora para irnos?
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Cansado de que no llegue el amor
¿No les pasa que ya están hartos de las mismas personas superficiales de siempre? De la rutina, de los horarios de oficina, de los mismos temas de conversación y los mismos miedos que infunden en los canales de noticias. ¿No les pasa que están cansados de la vida aunque sean muy jóvenes? Sin planes, sin dinero, sin ganas de esforzarte por algo nuevo. Vemos series de televisión que hablan sobre el amor un puro sentimiento que sólo la raza humana podemos experimentar. Escuchamos canciones de desamor de sueños rotos por culpa de un tipo que no sabe ser leal a su pareja. Soñamos entre blanco y gris melancolía y nos vemos al espejo para preguntarnos ¿Alguien es capaz de enamorarse de mi?
Yo si estoy cansado de todo esto, de tener esperanza de conocer a alguien como si mi vida fuera una película, estoy cansado de decir: "Tal vez está vez si sea el bueno" estoy harto de tener que ser fuerte y mantenerme de pie en esta estúpida avalancha de popularidad, de alzar la cabeza mirando hacia abajo a los demás cuando entras a una discoteca, de fingir auto estima alta cuando entras a una habitación en donde todas las personas te voltean a mirar, estoy cansado de dietas, gimnasios, y tips de belleza para ser una persona atractiva. Por más que me esfuerce, por más que lo haga, no puede llegar esa persona que me haga temblar con sólo estar cerca. Estoy cansado de esforzarme tanto para no tener ningún maldito resultado. ¿Quién tiene el problema? ¿Yo o la sociedad en la que vivimos? ¿Debería amarme tal y como soy y dejar de buscar un compañero? O ¿Debería desconectarme del mundo y enfocarme en algo que me guste hacer?
Quizá ni una ni la otra, quizá el amor no existe, quizá los enamorados sólo son personas que tuvieron suerte de nacer con genes hermosos o que tienen lindos cuerpos y bellezas singulares como ellos se enamoran de otras personas similares con la misma suerte, se atraen físicamente como imanes en algo que llaman "Casualidad" pero quizá sólo es "Fisica" quizá ellos mismos se engañan en un estado químico de nuestro sistema circulatorio y sensorial de nuestro cerebelo revelandole al mundo el secreto del amor pero ¿Y si el amor fuera irreal y por el contrario fuese una utopía? En automático todos mis esfuerzos por encajar y hallar algo intangible se volverían patéticos e inútiles pura pérdida de tiempo.
¿Cuánta crueldad puede existir en nuestra especie para decirnos que existe un sentimiento único como el amor? La mercadotecnia y la avaricia, los planes del gobierno para distraernos, la irrefutable malicia de líderes hambrientos de poder se atreven a decirnos "Siempre hay un roto para un descocido" porque al escuchar en Automático está frase se genera un granito de esperanza en nuestro corazón, que tal que hoy no tuve suerte pero mañana.... así es... mañana podría llegar el amor de mi vida... Eso quieren que creamos, yo tengo 26 años y no ha llegado, en esta noche Que no tengo sueño he decidido escribir sobre esto porque estoy triste de no tener a alguien conmigo que me llene de besos y abrazos absorbiendo mi tiempo y mi atención, estoy deprimido y hundido entre las cobijas de mi cama sin nadie que aparezca entre mis sábanas y me haga el amor. ¿Sexo? ¿Quiero sexo? Por supuesto que no, el sexo es fácil de conseguir, puedo obtenerlo cuando así lo desee, es la cosa más burda del mundo cualquier ser humano te lo puede dar, no importa si eres ciego, si te falta una mano, si eres hombre, mujer, blanco, negro, koreano, vegetariano, altruista, líder, inmaduro, judío, o lo que seas puedes ser un dador de sexo pero... hacerle el amor a alguien... Eso va más allá, no cualquiera te lo puede dar, creo que a mi nadie me lo ha dado, no se que se sienta o si alguien lo ha llegado a sentir ¿Es otra utopía? No... Eso sí es verdad. El amor es verdad también .
Quizá soy demasiado cobarde como para aceptar que simplemente soy yo el del problema, que la gente nace con un compañero que inevitablemente encuentran a lo largo de su vida, pero yo no. Aún no entiendo porque, he hecho muchas cosas buenas en mi vida pero no creo ser merecedor de un sentimiento tan hermoso, porque las cosas malas que he hecho en mi vida por pocas que sean creo que superan el nivel de oscuridad de cualquier noche larga, quizá soy de los pocos villanos que quedan. Esos que sonreírian al ver la ciudad envuelta en llamas. Quizá no tengo a nadie porque no merezco ser amado, pues para mi es más fácil sentir odio que amor.
Tengo odio contra la vida por no darme lo que deseo, odio contra las personas que son hermosas sin esforzarse en serlo. Odio contra el todo poderoso por mirarme estar solo y no hacer nada al respecto. Tengo un inmenso odio contra mi mismo por haber escrito esto.
Ahora estoy vulnerable, ya lo he escrito, lo que se supone que no debes de decir porque quien ruega por amor se aleja de él más y más. Me encuentro más lejos del amor ahora de cuando empecé a escribir este texto, se siente frío, se siente nostálgico, se siente vacío aunque ya me estoy acostumbrando.
Estoy cansado, y ya tengo sueño otra vez, voy a desear soñar con que sea el protagonista de la historia que yo quiero aunque sólo sea en mis sueños por un pequeño momento.
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TC admite demanda para acabar con la corrida de toros y pelea de gallos
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TC admite demanda para acabar con la corrida de toros y pelea de gallos
El Tribunal Constitucional (TC) admitió la demanda de inconstitucional presentada por la ciudadana María Herme Eguiluz Jiménez, en representación de 5,286 ciudadanos, para acabar con todo tipo de espectáculo cruel con animales, entre otros, las corridas de toros y peleas de gallos.
Así, mediante el
Expediente Nº 00022-2018-
AI el máximo colegiado constitucional deberá evaluar la inconstitucionalidad de la primera disposición complementaria final que establece excepciones a la
Ley Nº 30407, de protección y bienestar animal.
Es así como la vigencia de dicha normativa es la que hace posible que los espectáculos crueles con animales sigan siendo legales en el Perú, señala la demanda que cuenta además con el respaldo de la asociación voluntaria de Animales Libres de Crueldad y Opresión, impulsora de la campaña ¡Fuerza Toros!
La demanda de inconstitucionalidad no solo busca terminar con las corridas de toros, sino también evitar el uso de los caballos en este tipo de espectáculos, a los cuales los han denominado como las víctimas invisibles.
“No debemos olvidar a estos animales que, si bien la mayoría de las veces no terminan muertos como los toros, sí sufren grandes heridas y daños emocionales como físicos. Además, esas heridas y daños muchas veces les provocan una muerte prematura que, desde luego, los asistentes nunca llegan a ver ni a saber”, añade un comunicado de la referida asociación.
Dicha organización de igual modo espera acabar con las peleas de gallos. “Es una burda mentira que los gallos, mal llamados “de pelea” lo hagan porque es su naturaleza. Está comprobado científicamente que los animales prefieren no pelear antes que hacerlo para no salir heridos o muertos”, señalan.
Las personas interesadas en adherirse a esta campaña pueden escribir al E-mail: [email protected]
Más en Andina:
Esteban Saavedra Mendoza es el nuevo viceministro de Orden Interno del @MininterPeru https://t.co/cqSSErrR29 pic.twitter.com/HmDPwcsk44
— Agencia Andina (@Agencia_Andina) 31 de octubre de 2018
(FIN) MAC/LIT
Publicado: 31/10/2018
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Rob Zombie´s 31 - Una feria de horror
Apenas hace unos días, cuando decidí ver 31, esperaba toparme con las imágenes burdas y sin sentido dignas de “The Lords of Salem”, pero me sorprendí al ver unas clásicas escenas casi ochenteras; bizarras y festivas, con 5 hippies en una pintoresca minivan, filosofando sobre la vida con un infaltable porro en la mano, y una escena típica de sexo en el fondo.
Inspirado en las estadísticas que afirman que el 31 de octubre es el día en que más personas desaparecen, Zombie pone a estos 5 personajes en un vehículo con dirección a un juego macabro en el día de halloween, asechados por un grupo de payasos asesinos, que parecen no saber otras palabras mas que: “motherfucker” y “fuck”. Y no podemos olvidar a Pancho Moler, el enano chileno que quiere cogerse a todos.
31 es simplemente un juego de matar al otro, con el objetivo de un solo sobreviviente. Y por obvias razones, no es necesario mirar todo el film para saber quien será la final girl.
Definitivamente no asusta, no impresiona, el juego del gato y el ratón no juegan con mi psique, las escenas siguientes son predecibles y a los personajes parece no importarles estar mutilados o ser perseguidos por 2 ridículos con motosierras. Las vagas actuaciones no consiguieron llegar a mi como deberían, ni siquiera el escaso humor negro que aparecía de vez en cuando.
¿Qué rescato? A Richard Brake, por supuesto, en la piel de Doom-Head, un asesino que me recuerda a un Joker más salvaje, que parece gozar de una brusca escena sexo acompañada de Nosferatu. Personaje que obviamente pudo haberse desarrollado mejor.
¿Qué me provocó 31? Bostezos y resoplos, sumados a algunos huecos sin llenar que deja en el camino: ¿cómo comenzó el juego? ¿cuál es su historia? ¿para el placer de quién? ¿cuál es el verdadero propósito? Entendemos a Rob, y viendo su carrera cinematográfica admiro su pasión por el horror, la crueldad y los borbotones de sangre, pero luego de 20′ las imágenes se me hacen iguales, y 31 se tira arriba del montón.
En resumen, podría definir a 31 como: repetitiva y vacía, donde solo podemos entretenernos en alguna que otra escena, convirtiéndola simplemente en un film salvaje sin sentido.
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