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Crónica del 33° ENM: ¿Qué es el matriarcado?
Fue mi tercer encuentro de mujeres. Soy porteña y tengo 20. Viajé con mi mejor amiga, habíamos sacado los pasajes muchos meses antes y googleado el mapa de las ciudades de Chubut. Sabíamos que Trelew es pequeño y este año la ola verde arrasó, que seríamos muchas como siempre pero este año muchas serían nuevas. La manija nos rebalsaba.
Llegamos unos días antes y el mar de Puerto Madryn nos recibió. Seríamos tantas que allí fue en dónde más cerca de Trelew conseguimos alojamiento. Del jueves al sábado se fue llenando de a poco la ciudad de grupas de mujeres con pañuelos verdes, algunos naranjas, caminando por las calles, en las mesas de los cafés, metiendo las patas en el agua salada.
El viernes viajamos a Trelew una hora en micro a inscribirnos. Fuimos las primeras: habíamos llegado al mediodía y las acreditaciones empezaban a la tarde. Preguntamos y nos dijeron que aún no, que era muy temprano. Entonces nos fuimos y no habíamos llegado a caminar media cuadra que nos llamaba corriendo una mujer de la Comisión Organizadora para decirnos que si esperábamos un ratito nos inscribían, que de dónde veníamos, que ¡uia! fuimos las primeras en inscribirnos, que posen ahí que les sacamos una foto con la bolsita de la inscripción. Fue una bienvenida muy cálida, las feministas chubutenses reían mucho y se veían ansiosas de recibirnos.
Los micros de otras mujeres ya estaban llegando a la Plaza Centenario, que se iba llenando. Con mi amiga recorrimos un poco la ciudad para ver dónde podíamos prender un porro tranquilas. La plaza principal siempre suele ser un lugar seguro anti yuta, pero el ENM aún no estaba lleno para cuidarnos. Encontramos otra plaza y nos llamó la atención que estuviera vallada, porque en la segunda plaza central de la ciudad elegida suele ser el Festi Torta. Al lado de la plaza, una iglesia y la municipalidad estaban cercadas con maderas grandes. En la otra esquina había un local del Portal de Belén, también resguardado para resistir una batalla campal, o nuestra barbarie.
Llegó el sábado: como no llegábamos a los micros gratis por quedarnos dormidas, caminamos hasta la terminal. La mujer del mostrador de la empresa nos dijo que los micros gratis salían todo el día, que no había servicio normal durante el ENM, y que fuéramos a la esquina donde salían. Caminamos en manada hasta allí y con nosotras, gente de Trelew que necesitaba tomar el micro para ir trabajar a la ciudad vecina. Estaban molestes por la desorganización. Mientras esperábamos en la esquina-parada una señora nos preguntó dónde íbamos y le contamos del encuentro, la invitamos a venir. Nos saludó con un beso y nos dijo que quizás iba el domingo.
Una hora de viaje, y el chofer quiso dejarnos en el estadio de la apertura, que acababa de terminar. Estábamos a 8km de Trelew por ruta. Un mar de miles de mujeres caminaban saliendo del estadio, había muchos micros de grupas y el nuestro nos quería dejar ahí. Así que lo tomamos: “No se baja ninguna” dijo una mujer de atrás mío. “Yo hablo con el chofer, que nos deje en Trelew”, “Yo sé manejar si él no quiere”, carcajadas de brujas, “Hay seis lugares libres, ¡subamos a esas señoras!”. El micro se llenó y al chofer resignado no le quedó otra que llevarnos a la ciudad. El corazón se me infló de ver cómo nos organizamos, consensuamos, accionamos. ¿Qué es el matriarcado?
El primer taller al que fuimos con mi amiga fue “Mujer y relaciones de pareja”. Teníamos muchas ganas de hablar de amor libre. Muchas hablaron de sus experiencias con parejas, sus conclusiones y sensaciones. Éramos de diferentes edades y observamos los mismos patrones de machirulos atravesando todas las generaciones. Hablamos de amor romántico. Y de la culpa. De los celos, qué son, cómo manejarlos, qué hacer con ellos. Una contó que su novio le enseñó el feminismo, que él usaba el pañuelo antes que ella. Otras le acotaron sororamente. Saqué el tema del poliamor y me contaron que ya había una subcomisión sobre eso, pero otras me pidieron que me quede en ese taller, que ellas también querían saber de qué se trataba. Les conté lo que había averiguado en internet y mis pequeñas experiencias. Todas crecimos un poco.
La plaza estaba llenísima de mujeres, feria por doquier, una milonga por allí y una radio abierta por allá. Busqué a mi mamá, que vive en Córdoba y no la veo mucho. Ella viajó con las artesanas de Rio Cuarto. Nos fumamos un porro juntas y me contó que ella no llevó porque en el viaje en micro había muchos controles. Que las pararon varias veces hasta que decidieron sacar los pañuelos verdes de las ventanillas, y ahí no las pararon más. Mamá fue a la marcha por los travesticidios, mi amiga y yo a la Feria Gastronómica. Habíamos planeado ensaladita tranqui pero empoderarse da hambre, así que comimos mucho, todo estaba muy rico.
A la noche fuimos al Festi Torta. Nos re costó entrar, este año fue en un gimnasio cerrado y aunque había lugar adentro, las que organizaban nos dejaban entrar muy de a poco, por miedo a que se llene mucho. Adentro hacía calor, nos fuimos sacando los abrigos hasta quedar en tetas. Las bandas me encantaban y todas bailaban libres, con movimientos que no dudaban en si le pifiaban al paso hegemónico. En el escenario en un momento extendieron una bandera gigante, “Nos queremos plurinacional”. Hubo ovación. Bailamos un rato en la ronda de mi mamá, le puse glitter y la ayudé a atarse la bandera arcoíris en la espalda. Después fuimos al pogo de adelante de todo. Cada año que voy a ese pogo me reafirmo que es inigualable. Saltar todas juntas en tetas, al ritmo de una banda de punk, reírnos y sentir la energía. No hay ningún macho que te empuje sin importarle, no hay ningún macho que te acose o agarre tus tetas libres. ¿Qué es el matriarcado?
A medianoche avisaron por el micrófono que se estaba por ir el último micro a Madryn y corrimos como Cenicienta a su calabaza. El micro lo perdimos, que el último ya había salido hace horas nos informaron, pero una grupa que también iba a Madryn en su propio micro tenía lugar y nos llevó.
El domingo madrugamos y fuimos directamente al taller de poliamor. No había en este tanta diversidad de relaciones, las que hablamos éramos todas pakis. Nos preocupamos por la falta de disidencias en ese taller. Debatimos mucho sobre la responsabilidad afectiva. Todas estábamos con discursos y problemáticas relacionadas con la culpa, hasta que una dijo que basta de estar en el lugar de cuidadoras. Siempre estamos cuidando del otre, de no romperle el corazón o no ilusionarlo demás. ¿y nosotras qué? ¿quién piensa en mi deseo? ¡Y que difícil para las pakis conseguir un chongo no machirulo! ¿deberíamos exigir que estén a la altura de nuestra deconstrucción? Ellos están a años luz de nuestra deconstrucción, compañera. Y qué hacemos entonces, no somos educadoras, de dónde saco la paciencia. Hacete torta, la vida es corta. Carcajadas de brujas.
En la tercer instancia de talleres, fuimos a “Mujer y sexualidad”. Ya no había debate sino que todas juntas escribían las conclusiones del taller. Increíble. Me flasheó como consensuaban cada palabra. “Bajemos del pedestal a la penetración” propuso una compañera, en base a lo debatido antes. Discutimos cada verbo, cada adjetivo. Ese punto terminó quedando: “Desacralizamos la penetración y la cultura falocéntrica”. Sí, “desacralizamos”, así de específicas. Hablamos de cuerpas, también. Cuando salimos del taller fuimos a otra escuela, al baño. Oí mientras hacía fila, en un patio gigante, como cerraban las conclusiones del taller de transexualidad y no binaries. Eran muchísimes y debatían que nombre pedir para el ENM. “Plurinacional”, seguro. “De Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans”. “Somos muches, ¿y si votamos?” “No, chiques, ni da votar”, consensuaron. ¿Qué es el matriarcado?
En la plaza nos preparamos para la marcha. Salimos de la escuela y nos encontramos con más amigas, muchas en su primer encuentro. Nos pusimos glitter, fumamos en rondita. Hablamos de los talleres. Se nos acercaban chicas cada tanto y compartimos brillitos, algunas secas, y más experiencias. Varías de mis amigas habían viajado con la agrupación en la que milito, pero yo había decidido viajar independiente (me hace ruido la manera patriarcal de los partidos de manejarse en las marchas y en los viajes, de coartar el libre albedrío de una en pos de la seguridad). Ellas se fueron antes para encolumnarse con la agrupación.
Con dos amigas marchamos rotando por varias columnas, la que más nos gustó fue la que estaban las banderas de los pueblos originarios. Ahí la vi a Sara Hebe y me agarró la cholula, le sonreí. La marcha era larguísima. Cada tanto gritábamos “bajen las banderas” y las banderas bajaban y se podía ver hacia atrás lo inmensas que éramos. Con cada calle en subida mirábamos de nuevo y nos volvíamos a emocionar. ¿Y el canto que más me emocionó? “Somos las hijas de todas las wichis que nunca pudieron quemar”, así, desde abajo, todas agachadas y cada vez más alto, más altas. Con gritos de indiecita al final.
Me crucé a mamá en la marcha y estaba indignada: la habían sacado de su columna de siempre por estar con una lata de birra. “Quién te regula el goce te domina, hija. Yo solo me quiero tomar una birra en la marcha, en este ritual hermoso, fumarme un porro. ¿quiénes son ellas para regular mi goce?” Nos reímos, la abracé.
En un momento la marcha pasó por la iglesia, a la mitad del recorrido. Unas chicas encapuchadas, con una bandera que decía “resistencia no es terrorismo” y el símbolo mapuche, se treparon al cartel que decía el nombre de la parroquia, y lo zamarrearon hasta que cayó. Debían de ser feministas de la zona, se habían empoderado con todas nosotras y se sacaron las ganas de agitársela a la iglesia represora. Muchas empezaron a gritar “noooo” desde la marcha. Las columnas de los partidos acordonaban cómo si las peligrosas fueran las mapuches y avanzaban rápido. Luego las encapuchadas sacaron aerosoles y pintaron varias frases. Yo me detuve en una: “Abortá a tu partido”. Me brillaron los ojos. Se me prendió fuego el pecho. Traté de seguirlas con la vista hasta que la marcha dio la vuelta y llegó a la plaza vallada. Ellas empezaron a sacar los palos de las vallas y prendieron una fogata en la calle, como todos los años. Con cada palo que llevaban a la fogata todas aullábamos como indiecitas. Mi vieja también estaba ahí. Era estratégico: no querían prender fuego la iglesia. Querían tirar las rejas de la valla porque si había represión esa calle era una trampa. Estaban abriendo la plaza para poder correr por ahí si se pudría. Había un dron filmando y mamá me dijo que me tape la cara con el pañuelo, que me cuide. Las columnas iban rápido y nos miraban mal. Ellas eran muchas y nos dejaban solas, pocas. Vi a las mujeres saltando y bailando alrededor del fuego, quise correr con ellas a unirme pero escuché piedrazos. Unes encapuchades (estoy casi segura que eran infiltrados) comenzaron a tirar piedras a la municipalidad y vimos policías moviéndose en el techo de la iglesia. “Corré” dijo mi mamá y salimos todas a los piques. A los pocos segundos empezamos a escuchar las balas. Sentí mucha adrenalina. Tuve miedo por mis compañeras que estaban más atrás y también ganas de prenderles fuego todo. A la yuta y a los machitos que después cagaron a golpes a las pibas. Seguí avanzando en la marcha y como la peña se había cancelado por la represión, volvimos a Madryn.
Al día siguiente caminamos por la playa de Madryn y estaba llena de mensajes. “Plurinacional”, gigante. “Será Ley”, “Aborto legal”, “Poder feminista”. Yo escribí “Quién te regula el goce te domina, empoderate”.
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