#* ⠀ 🍒 ⠀ ╱ ⠀ dynamic ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ yiahn & yonghwa ⠀ ❫

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Yiahn  siente  el  hierro  de  la  sangre  sobre  su  lengua,  mezclándose  con  la  saliva  solo  para  escupirla  en  los  zapatos  de  uno  de  los  gorilas  que  le  sostiene  de  rodillas  en  el  pavimento.  Eso  le  hace  ganarse  un  golpe  más,  hinchando  una  zona  nueva  en  el  rostro  y  una  risa  escapa  de  su  boca,  como  un  maldito  desquiciado  mientras  sangra  de  un  corte  en  los  labios,  la  nariz  y  la  ceja.  Ese  era  su  gran  problema,  que  era  incapaz  de  sentir  dolor  físico  desde  hace  mucho  tiempo,  orillándolo  a  cometer  atrocidades  en  contra  de  sí  mismo  y  su  incapacidad  de  sentir  miedo,  siempre  lo  hacía  meterse  en  líos  como  aquel.  Ni  siquiera  recuerda  el  nombre  del  territorio  donde  entro,  o  en  que  momento  ya  se  encontraba  siendo  apaleado  por  un  montón  de  gorilas  pertenecientes  a  una  banda  delictiva,  a  quienes  en  semanas  anteriores  les  había  vendido  drogas  y  ahora  los  malditos,  no  querían  pagar.  Joohyeon  lo  mataría  si  volvía  con  las  manos  vacías,  por  lo  que  al  parecer  aguantó  bastante  bien  los  golpes  hasta  el  punto  de  que  le  arrastraron  para  encontrarse  con  el  líder  y  resolver  el  tema.  -  —¿Tardará  mucho  en  llegar?  Sabes,  tengo  otros  drogadictos  de  mierda  que  molestar  para  que  me  paguen  el  puto  dinero  que  me  deben  —  -sigue  provocando  a  los  secuaces  del  sujeto  que  no  conoce,  inclusive  cuando  está  de  rodillas,  las  manos  amarradas  en  la  espalda  y  siente  una  mano  enredarse  en  el  rojo  cabello  para  tirar  de  él,  arrancándole  una  risa  mientras  observa  el  cielo.  Ah,  ¿sería  el  día  en  que  moriría?  ¿será  el  día  en  que  por  fin  todo  se  acabe? 

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Su  pequeño  príncipe  tiene  mucha  energía,  tiene  que  cansarlo  los  días  en  que  está  en  casa.

Nunca se imaginó que su pequeño bocchan tuviese tanta energía, necesita un descanso(?)

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Ha sido criado con la gentileza y disciplina en ambas cantidades, en un hogar donde el cariño y el cuidado nunca faltaron pero siempre debía priorizas a la familia y sus intereses, incluso eso significa hacer a un lado el sentimiento más molesto y que podía nublar la mente de cualquiera: el amor. Yonghwa nunca había sentido esa atracción por alguien, sus compañeros iban cambiando cuando este se aburría, recompensándolos con suficiente dinero para que no tuvieran problemas por un tiempo. Hombres y mujeres han estado bajo su cuerpo pero tenía una clara preferencia por los segundos, por los bellos omegas a quién adoraba tratar cual joyas, consiguiendo las mejores prendas de diseñador para estos y cepillando él mismo sus cabellos, siempre encontrando felicidad en cómo sus dedos se movían entre las suaves hebras tras un baño, repartiendo besos por el rostro antes de una cita y noche entre las sábanas. Yiahn era especial, llegó a su vida de improviso y a pesar que ni su primer encuentro no fue para nada romántico ni los dos o tres siguientes (donde debía huir de la ira de Yeonsuk al enterarse lo que sucedió entre ambos) lograron platicar como personas normales, a veces terminando en una sesión de besos contra la pared de un bar o simplemente en una pequeña promesa de volverse a ver. Los celos no tardaron en llegar cuando la mano de Joohyeon reposaba en la cintura del omega, conteniendo su ira para no molerlo a golpes, buscando la compañía de otra persona dispuesta a complacerlo esa noche y si bien al principio lograba satisfacer sus deseos, poco a poco comenzó a sentir un vacío cuando no era Yiahn quien descansaba a su lado a la mañana siguiente. Dejó de frecuentar a otros omegas, enfocando su total atención en el hermoso gatito de cabellos rojos, disfrutando escuchar su risa cuando Yonghwa llegaba con presentes de alto valor y que rechazaba para no provocar a su anterior novio, o la sonrisa que tenía cuando le despierta con gentiles besos en su rostro. Se había enamorado y lo sabía, aquello podía interferir con el negocio y arruinar lo que su familia había construido, pero por Yiahn estaba dispuesto arriesgarlo todo, incluso si debía acabar con el hombre que jamás lo amó y usaba para su propio beneficio como moneda de cambio. Joohyeon desapareció de la ciudad y su cuerpo nunca encontrado, la zona de las serpientes ahora era controladas por un tipo que le causaba problemas constantes problemas a su mejor corredor. Todo esas preocupaciones y discusiones en las que debía entrometerse para que nadie saliera herido pasan a segundo plano cuando siente a su omega despertar, la marca en el cuello demostrando que ahora eran uno, que a pesar de todo el amor los une y que no permitiría que alguien vuelva a lastimar lo más preciado que tiene.  “Buenos días, lindo gatito.” Comenta entre pequeñas risas, extendiendo el brazo libre hacia el mueble más cercano a la cama y coger un pequeño regalo en cuyo interior había un anillo precioso, con un enorme diamante en el centro, algo que podía simbolizar un compromiso a futuro si es que Yiahn lo deseaba. “Jaerim queda a cargo de la carrera en la noche, así que soy todo tuyo hasta mañana, tengo reservado tu restaurante favorito solo para nosotros y un montón de sorpresas.” No tarda en dejar besos en esos carnosos labios, recostando al omega contra el colchón para posicionarse encima sin romper el contacto y luego mirarlo con dulzura. “Te amo Yiahn, feliz cumpleaños.” ♡

Yiahn  no  recuerda  ni  un  solo  cumpleaños  donde  las  peleas,  los  golpes  o  los  gritos  no  hubiesen  sido  el  pan  de  cada  día.  Era  un  día  normal  para  su  padre,  que  al  parecer  encontraba  placentero  golpearlo  inclusive  en  el  día  en  que  le  trajeron  a  ese  asqueroso  mundo,  su  madrasta  siendo  especialmente  grotesca  dándole  “regalos  especiales,  de  los  cuales  no  debería  hablar  con  nadie”  y  luego  vino  Joohyeon,  quien  medio  iluminó  aquella  fecha  comprándole  obsequios,  siempre  para  su  deleite  personal  más  que  para  el  suyo.  Cosas  sexuales,  situaciones  incomodas,  siempre  un  martirio,  por  lo  que  no  era  para  menos  que  sus  cumpleaños  solo  tomasen  forma  cuando  conoció  a  sus  amigos,  Yeonsuk  siendo  el  primero  en  felicitarlo,  sumándose  luego  aquel  enigmático  alfa  que  entró  en  su  vida  como  todos  los  demás,  entre  sangre  y  ponzoña.  No  obstante,  cualquier  mal  recuerdo,  quedaba  en  el  olvido  y  opacado  por  todas  las  atenciones  que  recibió  del  rubio,  un  hombre  gentil  y  delicado  con  su  persona  que  solo  le  hacía  obsequios  que  realmente  le  gustaban,  viajes  en  motocicleta  hasta  la  playa,  fechas  en  la  formula  1,  accesorios  para  su  nena  —su  motocicleta—  y  ropa  costosa  que  resaltaba  sus  bonitas  facciones.  Era  cuidado  como  un  niño,  sanado  aquella  pequeña  criatura  que  nunca  tuvo  nada,  y  era  amado  como  un  adulto,  la  marca  que  los  unía  siendo  la  muestra  de  ello.  Sabe  que  debería  prepararse  para  un  largo  día,  por  lo  que  su  sonrisa  es  aletargada,  ronroneando  mientras  se  estiraba  ligeramente.  -  —Buenos  días,  mi  amor  —  -Yiahn  es  especialmente  meloso  durante  las  mañanas,  extendiendo  las  manos  hasta  la  caja  de  joyería  que  el  otro  estaba  dándole,  como  un  niño  pequeño  ante  un  dulce  deseado  y  no  duda  en  admirar  la  piedra  enorme,  que  luciría  preciosa  en  sus  delicadas  manos.  Sonríe,  gustoso  del  regalo,  pero  más  enamorado  por  las  palabras  y  acciones  siguientes,  olvidando  lo  material  para  enredar  sus  brazos  en  torno  a  aquel  cuello  que  lucía  una  marca  sutil,  pero  a  diferencia  de  la  suya,  se  iría  desvaneciendo  con  los  días.  Un  omega  no  puede  marcar  a  un  alfa,  pero  Yiahn  nunca  se  rinde  con  la  idea  de  hacerlo  posible  en  el  más  alto.  -  —No  esperaba  menos,  iba  a  ponerme  especialmente  loco  si  me  decías  que  había  que  trabajar  hoy  —  -bromea,  puesto  que  han  corrido  en  días  especiales,  Yiahn  haría  lo  que  sea  por  el  hombre  que  le  miraba  con  estrellas  en  los  ojos  en  ese  momento.  El  ahora  rubio  sonríe,  robando  un  beso  más,  sus  dedos  rastrillando  el  cabello  cenizo  del  contrario,  sus  cuerpos  reconociéndose  y  sus  corazones  latiendo  al  mismo  ritmo,  clara  prueba  del  amor  más  verdadero.  -  —Te  amo  Yonghwa,  gracias  por  todo. 

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Al  parecer  la  única  clase  de  personas  que  puede  atraer,  es  un  puñado  de  enfermos  mentales  que  le  gustaba  verlo  sangrar,  rogar  o  parecer  más  indefenso  de  lo  que  Yiahn  realmente  era.  Aquel  sujeto  le  colmaba  la  paciencia  lentamente,  arrugando  momentáneamente  su  nariz  cuando  la  navaja  se  encaja  más  sobre  su  piel,  más  como  un  gesto  de  incomodidad  que  de  real  dolor  y  lo  observa  beberse  su  sangre,  resoplando  una  risa.  -  —¿Qué  deseo?  Que  me  pagues  lo  que  me  debes  —  -no  cede  absolutamente  a  ninguno  de  sus  deseos,  a  dejarle  el  control  completo  de  la  situación,  aunque  Yihan  estaba  en  absoluta  desventaja  teniendo  en  cuenta  que  tenía  las  manos  amarradas  en  la  espalda  y  un  lunático  con  una  navaja  muy  cerca.  El  tipo,  para  variar,  parecía  que  gustaba  de  su  persona  inclusive  cuando  el  pelirrojo  sabía  muy  bien  que  lucía  terrible  y  su  cara  había  visto  mejores  días.  Podría  sacárselo  de  encima  si  accedía  a  sus  deseos,  le  pagaría  una  suma  de  dinero  equivalente  a  las  drogas  que  le  debían  y  podría  ir  y  hacer  feliz  a  Joohyeon,  solo  tenía  que  hacer  lo  que  mejor  se  le  daba  y  era  regalarse  al  mejor  postor.  El  jalón  le  sorprende  más  que  dolerle,  volviendo  a  reírse  suave  y  mostrando  las  bonitas  perlas  de  sus  dientes,  ahora  bañadas  en  un  carmín  propio  de  la  sangre  dentro  de  su  boca.  -  —¿Qué  pasa,  boss?  ¿Te  has  enamorado  de  mí  que  no  puedes  pensar  en  otra  cosa  que  en  tomarme?  —  -la  irreverencia  era  parte  de  su  encanto,  no  podía  simplemente  dejarla  de  lado  ni  siquiera  con  un  mafioso  como  el  otro.  -  —Incluso  si  a  mi  dueño  le  molestara  compartir,  tengo  la  sensación  de  que  no  te  va  a  impedir  obtener  lo  que  quieres  —  -daba  por  perdida  esa  guerra,  por  ende,  dejó  de  pelear.  -  —Págame  y  veremos  que  tan  alto  quieres  que  cante  para  ti,  págame  y  te  diré  mi  amor  si  es  lo  que  quieres.  No  beso  a  nadie  en  la  boca,  pero  podría  hacer  una  excepción  contigo,  solo  si  agregas  un  par  de  ceros  a  la  cuenta  final.    

Lo explícito que es con sus palabras provoca que el deseo se extienda por su cuerpo, soltando una risa sin gracia al tener imágenes mentales sobre lo que este decía pero claro, con él como protagonista. “Es una lástima, tenía pensando lamer tus heridas antes que regreses a casa.” Nadie podría asegurar si lo que dice es real o no, es un mentiroso experto capaz de camuflar sus intenciones con dulces vocablos o tonos serios. “Podría recompensarte, de la manera que prefieras.” Los pensamientos sadistas nublan su mente, haciendo que la punta afilada del objeto haga un poco más de presión, lo suficiente para manchar parte de la hoja con sangre y que se escurra hasta el suelo. Yonghwa lo hace gira con elegancia un par de veces, hasta que decide pasar su lengua por la pequeña superficie, manteniendo el contacto visual con el contrario, buscando provocarlo. “Usa tus palabras, cariño, ¿Qué deseas?” Hay quienes conocen un lado gentil, aquel que ayudaba a las personas de edad a cruzar la calle en medio de sus patrullajes o el que le sonríe a los curiosos niños que se acercaban a él, llamados por cabello rubio y forma de vestir, siempre de negro. Sin embargo existen personas que conocer su lado oscuro, aquel que está enjaulado la mayor parte del tiempo y es liberado cuando la situación se escapa entre sus manos o su actual compañero de cama no sigue sus órdenes. Para desgracia del pelirrojo, en esta ocasión es el segundo quien predomina y se hace cada vez más presente, ya sea a través de su mirada o acciones. “Por mi parte… me pregunto qué tan alto eres capaz de gritar de placer.” Sus dedos se enredan en las hebras ajenas, jalando hacia él sin amabilidad, queriendo acortar la distancia entre ambos. “¿A tu dueño no le molesta compartir su preciada mascota con alguien más?”

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No  puede  evitar  el  resoplido  que  abandona  sus  labios  cuando  lo  compara  con  un  gato  callejero,  dejándose  tomar  por  aquellos  largos  dedos  y  rueda  sus  ojos  en  las  cuencas.  -  —Yo  no  te  pedí  que  la  detuvieras,  además,  fueron  tus  monos  cirqueros  los  que  me  golpearon.  Haz  las  cuentas,  chico  bonito,  me  sales  debiendo  no  solo  dinero  de  drogas  de  tus  hombres,  sino  indemnización  por  la  paliza  que  tus  hombres  me  dieron  —  -le  encantaría  ser  irreverente  y  morder  aquella  mano  tan  cercana  a  su  cara,  pero  sus  ojos  caen  sobre  un  arma  blanca  y  aunque  no  quiera,  y  aunque  no  experimente  miedo,  pero  si  adrenalina,  siente  el  corazón  bombear  sangre  rápidamente.  -  —A  mi  dueño  le  encanta  cogerme  cuando  hay  sangre  de  por  medio,  como  un  animal  en  celo  y  montarme  como  una  zorra,  no  necesito  tus  servicios  médicos  —  -  se  siente  irreverente,  inclusive  cuando  hay  un  filo  en  su  garganta  y  tiene  que  tragarse  cualquier  sonido  indecente  que  le  diese  la  carta  más  alta  al  otro  en  aquel  juego  peligroso  de  poder.  La  sonrisa  cínica,  llena  de  si  mismo  y  que  derrochaba  seguridad,  se  hace  más  grande.  -  —¿Quién  te  dijo  que  me  estoy  entregando  a  ti?  Tienes  la  realidad  completamente  alterada,  boss.  Quiero  que  me  pagues,  es  todo,  puedo  salir  de  aquí  caminando  y  no  nos  volveremos  a  ver  nunca  más  —  -la  irreverencia  no  parecía  detenerse,  puesto  que  es  él  mismo  quien  inclina  su  cuerpo  con  dirección  al  filo  de  la  hoja  del  cuchillo,  sintiendo  una  punzada  donde  corta  una  zona  de  su  cuello  y  ríe  despacio,  como  un  loco,  un  completo  desquiciado. 

“La gente que se desvía de sus trabajos por el vicio no me sirve, ni ahora ni nunca.” Podía dar otra oportunidad si los culpables estuviesen realmente arrepentidos, sino deberá silenciarlos para siempre, era la regla número uno y que todo aquel que deseaba trabajar para él debía recordar. Pero de eso se encargará su yo de mañana, ahora tiene que solucionar el contratiempo antes de conciliar el sueño. Yonghwa se percata de la reacción cuando decide acortar la distancia entre ambos, la sonrisa en sus labios tornándose más siniestra ante las ideas que pasaban por su cabeza. “Me gustan los animales indefensos como tú, es normal que me preocupe.” Admite, llevando la diestra al mentón ajeno en un agarre fuerte, al parecer no reacciona al daño y eso le encantan. “¿Una deuda contigo? Creo que eres tú quien la tiene conmigo después de detener la golpiza, mira cómo luces, hecho pedazos.” Siente el impulso de presionar el pulgar que lo sujeta sobre esa lengua adornada pero se detiene únicamente porque hay algo más que quiere intentar. La surda va parar a su cinturón y de dónde extraer un arma blanca, un bonito cuchillo mariposa de color negro y relieves en tonos de plata y oro, un obsequio de su padre cuando asumió el mandato de la organización y que lleva consigo siempre. Los ha coleccionado desde pequeño y es bastante hábil a la hora de hacer trucos, jamás los ha usado para acabar con la vida de alguien porque para él, son unos objetos importantes y encuentra más matar alguien con una pistola. “Adorable y pequeño gatito, ¿Necesitas que alguien sane tus heridas antes de regresar con tu dueño?” los orbes se oscurecen, pasando el filo del objeto con lentitud sobre la garganta del pelirrojo, sin aplicar mucha fuerza. “¿Te entregas tan fácil cuando estás al borde de la muerte?”

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La  amenaza  no  consigue  que  mueva  ni  un  solo  musculo  de  la  cara,  esperando  que  efectivamente  sea  el  jefe,  quien  ahora  decida  tomarlo  como  saco  de  boxeo.  No  llega  ningún  golpe  luego  de  su  insolencia,  sino  órdenes  para  los  otros  y  una  seudo  disculpa  que  le  descoloca  un  poco,  alzando  una  de  las  cejas  con  el  piercing  y  que  sangraba  justo  ahora.  -  —Les  vendo  drogas,  no  nos  sentamos  a  platicar  del  clima.  No  los  conozco,  boss,  pero…  ¿no  debería  conocer  cuales  de  tus  orangutanes  consume  drogas?  No  lo  sé,  por  si  alguna  vez  quedan  estúpidos  en  un  callejón  babeando  —  -comenzaba  a  sospechar  que  se  iría  sin  un  céntimo  en  los  bolsillos,  porque  el  otro  ni  siquiera  estaba  interesado  en  pagarle  lo  que  le  deben.  Joohyeong  iba  a  ponerse  histérico,  cosa  que  hacen  que  Yiahn  demuestre  nerviosismo  por  primera  vez,  mordiendo  su  labio  inferior.  Pega  un  pequeño  saltito  cuando  tiene  al  otro  tan  cerca,  arrodillado  frente  a  él,  viéndolo  como  un  animal  tonto  que  metió  las  cuatro  patas  dentro  de  la  jaula  y  no  puede  evitar  admirar  la  belleza  natural  que  adornaba  toda  su  faz,  era  un  demonio  en  un  cuerpo  angelical.  -  —¿Estas  preocupado  por  mí,  boss?  —  -una  sonrisa  nace  en  su  boca,  siente  algo  tiesa  la  cara,  seguro  por  los  golpes  y  la  hinchazón,  pero  no  hay  dolor  aún.  -  —Tengo  un  hogar  al  cual  volver,  gracias.  Pero  no  puedo  volver  sin  dinero,  ¿entiendes?  Tienes  una  deuda  conmigo,  pretty  boy  —  -su  lengua  con  un  piercing  se  asoma  entre  los  labios,  recorriendo  el  inferior  para  limpiar  la  sangre  antes  de  que  se  secara.  -  —Y  no  hablo solo  del  dinero,  tus  monos  falderos  me  han  golpeado  como  si  les  hubiese  robado  yo  a  ustedes…  ¿esa  es  la  clase  de  gente  que  tienes?

La risa de Yonghwa aparece al instante que percibe la manera que el contrario se refiere a él, llevándose la mirada de todos sus subordinados pues no suele expresar tanta alegría a no ser que algo le parezca interesante y quiera tenerlo. “Tenemos un gatito bastante atrevido y juguetón, cuida esa lengua o podría ser lo siguiente que pierdas esta noche.” No le gusta ensuciar sus manos, para eso había entrenado un grupo específico que se encargase de eliminar los problemas y no dejar evidencia algún, pero tiene una reputación que mantener y eso conlleva a que chasquee los dedos, volviendo a tener la atención de los presentes. “Lamento que te causaran problemas, si logras reconocerlos o tienes sus nombres yo mismo me encargaré que reciban su merecido.” Jamás ha perdonado una traición a sus ideales, negocios o círculo que se esmera mantener cual familia fuesen. El sonido de sus dígitos se repite dos veces, una señal que usa para que todos abandonen la habitación, nota los orbes preocupados de algunos presentes, a lo que Yonghwa asiente seguro de su decisión. La verdad preferiría estar sentando en su jacuzzi bebiendo un buen vino en compañía de alguien que ayude aliviar el estrés del día. Suspira agotado, el aire estaba cargado de tensión cuando y con un movimiento decidido, se arrodilló frente al chico de cabello rojo. “Pero eso no es una excusa para meter tu nariz donde no te incumbe, te iban a matar si no llegaba a tiempo.” La forma que se expresa podía simbolizar preocupación en cualquier otro contexto, sin embargo no siente ni una pizca de empatía por el mal estado que lo han dejado. “¿Estás tan desesperado en dejar este mundo, dulce gatito? ¿No tienes un hogar al cual volver?”

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No  se  siente  nervioso  por  quien  viene  a  verlo,  no  cuando  se  abre  la  puerta  y  Yiahn  alcanza  a  ver  solo  un  par  de  piernas  largas  como  la  muralla  china  y  escucha  una  voz  que  suena  autoritaria,  pero  melodiosa.  Uno  de  sus  ojos  se  nubla,  seguramente  producto  de  la  sangre  que  corría  desde  los  golpes  y  heridas  en  su  frente.  -  —Cuando  me  dijeron  que  vendría  el  jefe,  esperaba  un  viejo  decrepito  e  inútil,  veo  que  no  eres  viejo  ni  decrepito  —  -tal  vez,  inútil  sí.  Yiahn  se  aprovecha  de  que  el  jefe  detiene  la  paliza  para  mofarse,  sacándole  la  lengua  infantilmente  a  uno  de  los  gorilas  que  parecía  temblar  de  rabia  y  con  un  deseo  de  golpearlo  de  nuevo,  pero  no  podía  porque  su  dueño  estaba  presente.  -  —¿Qué  me  trae  por  aquí?  El  dinero,  los  estúpidos  de  tus  subordinados  me  deben  dinero  por  coca  y  piedra  —  -si  le  hubiesen  pagado,  estas  cosas  no  sucederían.  -  —Y  se  han  molestado  cuando  me  he  molestado  porque  evidentemente,  mi  dueño,  espera  que  le  dé  el  puto  dinero  completo  y  lo  quiere  ahora.  Eres  hombre  de  negocios,  si  el  traje  y  la  ropa  tan  limpia  habla  por  ti,  entiendes  lo  que  estoy  diciendo  —  -se  cansa  de  la  posición,  echando  la  cabeza  hacia  el  frente  y  la  sangre  que  corre  por  su  cara  cae  en  el  piso,  manchándolo  todo.  Yiahn  vuelve  a  escupir  lo  que  restaba  de  sangre  en  su  boca,  agradeciendo  que  no  ha  perdido  ninguno  de  los  dientes  en  la  paliza  que  ha  recibido  y  sus  ojos  vuelven  a  querer  buscar  al  otro  muchacho.  -  —Necesito  que  me  paguen,  es  todo. 

Mantener un perfil bajo en la sociedad podría ser la mejor idea para ocultar los negocios ilícitos que ha llevado durante años, pero de ser así no podría imponer miedo y respeto con su presencia. Le gusta el poder y que los demás se arrodillen ante él, pidiendo clemencia para no ser asesinados cruelmente o ayuda para solucionar algún problema con una banda rival o deshacerse de alguien en específico. Todo está bajo su control, desde la banda de motos que tienen carreras clandestinas hasta la persona que trabaja en la farmacia de la esquina, sin embargo no tenía tiempo suficiente para administrar cada comercio y muchas veces se entera del caos causado por gente externa cuando sus hombres ya tenía todo bajo control. Ahora su autoridad era requerida con urgencia y Yonghwa entra en la habitación con elegancia, quitándose su chaqueta de seda para no ensuciarla con la sangre y que otro subordinado la sostenga como si su vida dependiese de ello (cosa que es cierto). La mirada fría se posa sobre el muchacho en el suelo, las heridas que decoran su cuerpo podrían matarlo pero parece no importarle por la forma que se ríe. “Cuando supe que un lunático se atrevió a ingresar a mi zona sin invitación y causando un escándalo me esperaba alguien más agresivo, no un gatito perdido.” La voz resuena por la habitación y nadie de sus suyos se atreve hacer un comentario. Desabotona con agilidad las mangas de su camisa y la pliega un par de veces hacia arriba por el brazo, las venas no tardan en aparecer y darle un aura más atractivo. “¿Qué te trae por aquí? ¿Tu dueño te ha perdido? ¿O decidiste morder la mano. y huir directo a la boca del lobo?” se mantiene de pie a la cabeza del otro, la diestra en alto para indicar a los demás que detuvieran la golpiza.