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Y duele, amarte así, duele estar tan cerca y a la vez tan lejos de ti. La pesadilla del dilema que me acecha, de quererlo todo y que quizás nada me quede, todo por no renunciar a unos ojos claros y una sonrisa que ilumina mi alma.
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HOY
Todo va bien, de momentos incluso demasiado bien.
Esta nueva tranquilidad es extraña, asusta, me inquieta. Acostumbrada al caos, al bullicio mental, habituada a la oscuridad del pozo, toda esta "normalidad" es incomoda y genera desconfianza. Como si fuese demasiado, casi como un lindo vitral que con un toque podría romperse y mostrar todo el abismo que hay detrás aún.
¿Cómo se vive de forma normal cuando no soy normal? ¿Qué es realmente la normalidad? A veces pienso que es normal estar roto, dañado, puesto que la vida no es color de rosa y nadie vive en un cuento de hadas. Claramente hay niveles, lo mío siempre dije que era un imperio de cristal roto, teñido con mi sangre de cada vez que intenté reconstruirlo.
Recuerdo el fondo del pozo oscuro de mi depresión y siento un extraño vacío ahora que no estoy en él. Incluso sintiendo un poco de paz, me resulta raro estar fuera del pozo, lejos, sin que esté al alcance con su ominosa oscuridad que me asfixiaba. Era reconfortante, de una manera horrible, triste y retorcida, pero lo era; es cierto que lo nuevo e incierto asusta más que el mal ya conocido.
Sé que es para mejor, que las cosas marcharán bien a partir de ahora, incluso cuando haya días grises, pero me genera intriga si podré dejar realmente el claro de mi bosque mental, donde se encuentra aquel pozo en el que hace 12 años atrás me hundí, y qué será vivir fuera y lejos de él.
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Estoy tan mal, que ya ni sé por qué de todo estoy llorando ahora.
Quiero poder ser libre de este dolor que me aprisiona el alma y me oprime el pecho.
Creí que podía ser feliz, y me equivoque de nuevo, pero ya no soy la única que será arrastrada por la ola si dejo que derriben mis muros.
Debo protegerlo de todo, incluso si eso implica sacrificarme a mi misma por completo.
Ahora en medio de la noche, el silencio no es suficiente para aplacar las voces de mi mente ni el sollozo de mi llanto.
Desearía huir del dolor otra vez, pero, al final, sé que tarde o temprano, me alcanzará nuevamente.
Después de todo, entiendo que la paz y la felicidad son algo que jamás podré experimentar.
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Es cuestión de fuerza y valor
Amarme no es sencillo, ya que al estar tan dañada y rota, los trozos se desarman al más leve toque a veces, y aunque es mi trabajo ponerlos de nuevo en su lugar, casi siempre necesito ayuda para que los sostengan mientras los vuelvo a unir a mi. Como es normal el vidrio corta al más mínimo titubeo, y usualmente es difícil no cortarse con mis pedazos, puesto que cada vez se rompen más y se vuelven más pequeños y difíciles de manejar. Así que amarme es cuestión de valentía, para no tener miedo a cortarse, y también de fuerza, para no soltar los trozos al cortarse mientras los devuelvo a su sitio.
Pero al final, nadie aguanta tanto. Las manos se llenan de cortes dolorosos que arden y sangran, y se vuelven cada vez más temblorosas, dudosas de volver a sostener mis fragmentos; más propensas a soltarlos también ante un nuevo corte, olvidando lo frágil que son y que pueden romperse de nuevo.
Es normal que llegado un punto ya no quieran sostener los trozos de algo tan roto esperando que sea unido, cuando saben que al final se volverá a romper, porque ya esta irremediablemente destrozado. Y entonces sucede lento, o rápido a veces, mientras uno los pedazos sin notarlo, se marchan, se resginan a que nunca tendrán un bello jarrón útil en el cual poner sus mejores flores, y se van en busca de uno que sí contenga el agua y no se escurra por unas grietas tan pronunciadas.
Y es que incluso lo entiendo, porque claro que yo más que nadie lo comprendo, mis manos están tan lastimadas que se han vuelto ásperas y aún llevan astillas clavadas que jamás podré sacar; porque ya no queda sangre que gotear y el vidrio se ha teñido de ese rojo brillante que parece atraerlos a todos en primer lugar cual un mosaico espectacular.
No es posible amar algo tan roto por mucho tiempo, y es más sencillo reemplazarlo, ¿Cómo culparlos por hacer algo tan lógico? Si hasta yo me habría cambiado por alguien más de poder hacerlo.
Amarme, es tan difícil, es cuestión de querer y terquedad, de fuerza y valor. Amarme es algo que a veces ni puedo yo, cómo no entenderlos entonces si no pudieron hacerlo. Cuando amarme se trata de dolor, normal que huyan en busca de otro amor.
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Hay días en los que sin importar cuánto lo intento, al final igual lo arruino. Incluso sin salir de casa, es increíble como logro frustrarme más y más.
Hay días en los que busco la forma de salir del pozo, pero de alguna manera siempre acabo cayendo más profundo. Trato de darme amor, de ser mi propio pilar sobre el cual edificar pero es imposible, estoy tan rota que intentarlo ya es algo muy agotador.
No importa lo que haga, ni lo mucho que intento, al final, siempre sale mal, siempre lo arruino, y acabo hundiéndome más. Pienso en que soy el problema, a fin de cuentas quizás tenían razón en eso.
Parece que lo único que me sale bien es rendirme y dejar que me consuma la depresión. Lo único que no puedo arruinar porque ya esta en el nivel máximo de arruinado. Realmente creo que lo único que siempre acaba dándome paz es la oscuridad, incluso parece que todo mundo es más feliz cuando estoy tan hundida.
Ya no me dan ganas de ser yo, ni ganas de intentar brillar, tampoco es como si un poco de maquillaje fuese a cambiar algo, o si? Al final la depresión no es algo que pueda tapar con labial y delineador, debajo de todo eso sigo siendo el patito feo que jamás se convertirá en cisne y por ello se quedó en su triste charco sin más lágrimas que llorar.
Quisiera un día desaparecer sin más, sin dejar rastro de que alguna vez existí siquiera, porque incluso para desear mi fin, sigo pensando en no hacer sufrir a nadie más, aunque sea imposible. Es increíble como llegué a sentir que cada vida que toco acabo por destruirla, pero lo peor es ver que tan cierto es y no poder hacer nada.
En fin, ya me acostumbré a esos días, no son nada nuevo, ni tampoco algo que no se repetirá, después de todo, no estoy hecha para experimentar la felicidad.
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Un día simplemente fuimos de paseo juntas por última vez sin saberlo. Compartimos una última noche mirando películas sin ser conscientes de que era la última. Seguramente habríamos reído más juntas, habríamos intentado quedarnos hasta más tarde despiertas, habríamos ido a esos lugares que queríamos pero pospusimos ir.
Ya ni recuerdo casi cuando fue, y el tiempo pasó tan rápido. Pareciera que fue ayer cuando me llevabas a la pileta y al volver me llenabas la piel de ese gel frío para quemaduras, porque ni el mejor protector de sol evitaba que me quemase y mi piel blanca y sensible se ponía roja cual tomate. Aún recuerdo cuando dormía en tu cama viendo esas pelis de Disney que hoy me hacen nostalgia. Gracias a ti descubrí el amor por el folclore, por la música de nuestra tierra y nuestra cultura. Me diste tanto sin darte cuenta y aunque tu partida esta cerca, seguirás viva en ese pedacito de mi ser que cultivaste con tanto cariño.
De pequeña quería ser como tu, la tía divertida, que salía y viajaba siempre, que tenía un armario lleno de ropa linda. Ahora que crecí, me convertí en madre antes que en tía pero era de esperarse. Aún así, sigo queriendo ser como tú, pero por otros motivos, cualidades que como adulta pude ver en ti y aquí las enumero:
Quiero ser fuerte como tu y tener tu paciencia, siempre supiste luchar para salir adelante, y casi nunca te vi enojada a pesar de todo lo que te sucediera.
Aspiro a tener tu bondad y tu alegría, porque siempre fuiste un refugio para otros y sabías darle calor y luz a quienes te rodeaban.
Ojalá encontrar en mi tu seguridad y confianza, la que te permitía luchar por lo que querías hasta conseguirlo.
Algún día espero poseer tu nivel de amor propio y tu autoestima, poder presumir de mi belleza interna y externa, pero sobre todo notarla en mi misma y abrazarla con ganas.
Hoy te admiro aun más que nunca, no solo como lo hace una sobrina, sino como mujer, admiro tu fuerza y tu fe, tu valentía y tu carácter.
Gracias por todo, por cada caramelo, cada salida, por las risas y los abrazos. Gracias por un millón de cosas que tardaría años en detallar, pero que para mi seguirán acompañandome hasta el final en la memoria.
Sé que encontraste tu paz y te depositaste en las manos de tu fe, por eso mismo no voy a decir que sea un adiós sino un hasta pronto. Te llevaré en mi memoria y te guardaré en mi corazón hasta que olvide mi nombre y de mi último latido.
Te amo.
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Creí que lo estaba logrando, que finalmente había hecho un avance enorme del que sentirme orgullosa. Creí que finalmente podía salir de la oscuridad, que podría tener una vida un poco más "normal".
Me equivoqué, la más mínima brisa pudo derribarme. La luz acabó por quemarme y por instinto retrocedí a la oscuridad. Al final aunque era fría y solitaria, me protegía del daño, nada podía alcanzarme en la oscuridad, nadie podía verme realmente allí, podía dejar a la falsa yo salir y nadie notaría la diferencia.
Después de todo, ya comprendí que la oscuridad y yo somos una sola, y de ella nunca podré escapar. Quizás sea mejor así, no merezco la luz, y por eso me dejo arrastrar a lo profundo por mis demonios.
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DIAS DIFÍCILES
Esos días en los que todo cuesta más, los días difíciles, en los que incluso me odio más.
Los días oscuros, los días malos, complicados y de soledad, no literal porque me rodean personas que me aman, pero aun así sigo sintiéndome sola en otro aspecto más allá de la compañía.
En esos días me encuentro todo más difícil, desde lo simple como levantarme, hasta lo complejo como amarme. Me veo todos los defectos a la vez, pero no hago nada con ello porque siento que es en vano, y eso lo hace todo peor. Mi cuerpo se niega a moverse fuera de la habitación más de lo necesario, incluso pasando por alto necesidades básicas. Mi mente me tortura sin importar cuánto trate de entretenerme con algo más, y todo lo que hago no me llena ni me da paz o alegría.
Los días así quisiera poder saltearlos, como si de una introducción de serie se tratase, pero eso sería demasiado bueno para siquiera soñarse. Así que no queda más que enfrentarlos, pero con nula fuerza de voluntad termino dejándome arrastrar una vez más. No hago nada productivo, ni por mi misma ni por mi hogar, y eso le da a "las voces" otra cosa con la que atacar y atormentar mi mente.
Pero esta bien, me repito cada final de esos días, hoy hice un poquito más que la última vez. Hoy almorcé, o me bañe, o barrí, o lavé, o me cepillé el cabello; y aunque parece poca cosa, siento que gané.
Y es que he notado que a pesar de que me dejó arrastrar por la corriente, he aprendido a no chocarme con cada roca del río, que al final puedo guiarme aunque sea un poquito para que sea menos destructivo, y que después de todo siempre puedo volver a mi pequeño lago de paz antes de volver a intentar nadar a contra corriente y subir la cascada hasta la cima de la montaña que me promete felicidad.
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Tal parece ser, que mientras más bueno y noble el corazón, más le toca sufrir; mientras más buena y noble la persona, más injusticias le tocarán vivir.
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El Deber y El Amor
Todo hombre y mujer, sin importar su clase social, sabe llegada la adultez, qué es el deber. Algo intangible, pero con un peso tan grande y sentido que pareciera poder palparse. Algo ineludible, aunque postergable en ocasiones. El deber se haya donde la razón, y aun siendo posible negarlo, su existencia es incuestionable y su cumplimiento indiscutible. El deber es tan incompatible con el amor como la fusión entre agua y aceite. Puesto que el corazón solo atiende aquello capaz de avivar la flama de sus pasiones, la razón no tiene lugar en él. El mero impulso del amor, es suficiente para obligar a la razón a callar, y faltar al deber. Pero como todo ser honorable, seguir los impulsos del corazón por sobre el deber y la razón no es algo propio, puesto que es incluso ultrajante a la decencia y a la honradez. Es por ello que en la adultez, la infelicidad del corazón es algo tan común como la puesta del sol. El deber no puede ser eludido eternamente sin consecuencias tan graves como la caida en decadencia del honor y el respeto del individuo. Por dicha razón, el amor no tiene lugar donde el deber manda. Claro está que una vida sin amor y pasiones puede sumir a un individuo en un tormento devastador. Prolongar el deber por sobre el corazón también tiene por consecuencia la inevitable tragedia de la indecencia, al finalmente sucumbir a los impulsos del amor y la pasión. Una vida de equilibrio entre el deber y el amor sería lo más idóneo. Pero mientras mas honrado busca ser el individuo al cumplir sus deberes, menos tiempo le queda para escuchar al corazón. La energía requerida por el corazón para ser satisfecho, es igual a la consumida por el deber. Y puesto que ningún individuo posee el dominio sobre el tiempo, la balanza jamás podrá ser nivelada. Una vida de honor y deber, esta condenada a la desdicha. Una vida de pasión y amor, esta condenada al indecoro.
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El Arte de Repararse
Naces, como cualquiera en este mundo. Eres nombrado y entregado a unos brazos que deben protegerte y amarte, pero no todos tienen esa suerte. Tu primer fisura atraviesa tu ser, cuando en los ojos de tu madre ves odio reflejado hacia tu pequeño cuerpo. Creces, de forma diferente al resto, pero fisicamente cumpliendo la regla. Altura, peso, edad, conocimiento...vas adquiriendo uno a uno de maneras únicas. Si tu cuerpo no cumple un estandar, obtendrás una nueva fisura, decorando tu percepción. Si tu conocimiento desborda los margenes de tu edad, una fisura en tu memoria aparecerá. Sigues creciendo, y las fisuras contigo, sientes que te vas quedando vacío de tu esencia, y más fisuras agrietan tu alma. Llegas a conocer el amor, y consigo también el dolor, una nueva fisura atraviesa tu pecho y te sientes desfallecer. Ves los pedazos desprenderse de ti, y finalmente solo eres un recipiente roto que nadie quiere, ni siquiera tu. Tratas de unirlos, pero no puedes solo, cada fragmento corta y te hiere, ponerlos juntos sin nada que los una no hace más que romperlos aún más cuando todo se vuelve a desmoronar. Te hartas, y decides que eso serás, fragmentos rotos incapaces de contener tu ser. Te rindes y aceptas estar roto, aunque eso te duela, aunque eso lastime a quien se acerca a ayudar. Un día llegará alguien, dispuesto a sangrar para descifrar tu intricado rompecabezas de piezas rotas, para ayudarte a volver a estar completo. Pero sin tu ayuda, sangrará más de lo que puede soportar. El miedo de volver a ser solo pedazos es enorme, y te niegas a dejarte ayudar, y alejas a todo aquel que este dispuesto a sangrar con tus fragmentos. Solo tu puedes volver a repararte, tu eres el pegamento que mantiene los pedazos en su lugar, pero necesitas quien este dispuesto a sangrar para sostenerlos uno a uno mientras los unes como van. Volverás a estar completo, con tus fisuras aun visibles, nunca serás de nuevo el mismo, sino más hermoso que antes, porque no hay nada mas bello que aquello que supo repararse para volver a brillar.
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Heridas Silenciosas
Te quedas en silencio, mientras por dentro gritas al romperte en pedazos de nuevo. Quieres llorar, pero no debes perder la compostura mientras te ven. Entonces como un chicle que no deberías estar mascando, te tragas ese nudo en tu garganta y te obligas a sonreir. Comienzas a convertirlo en una costumbre, una maldita costumbre que solo te hace pedazos más y más. Guardas todo ese dolor donde nadie puede verlo, callas lo que sientes y poco a poco sientes como te rompes cada vez con más facilidad. Porque nadie te dice que mientras mas lo escondes, mas crece en silencio. Mientras mas intentas esconder esas heridas abiertas, mas sangran. Porque todo ese dolor que no dejas salir, comienza a consumirte por dentro, como un sutil veneno, un cáncer creciendo. Cuando finalmente te desbordas, ya ni sabes el por qué, no puedes distinguir cuál de todas esas heridas es la que está goteando. Te levantas luego de un rato y tratas de volver a tu semblante sereno. El espejo te advierte que tus ojos están rojos e hinchados del llanto y que tu sonrisa es tan firme como una torre de naipes un día ventoso. Comienzas de nuevo, acumulando sin notarlo, sin esfuerzo, dejas pasar el momento del dolor y te obligas a resistir de pie. El patron se repite, vicioso, interminable, porque no te alcanzará jamás un momento para llorarlo todo, y cuando finalmente te desbordes otra vez, habrá más de esas heridas silenciosas por las que llorar. Pero ¿Qué más podrías hacer? Sin nadie que te escuche, sin un hombro sobre el que llorar, con el peso del dolor aplastandote en el suelo del baño y la soledad burlandose. Porque nadie jamás podrá entender todo lo que guardaste, y tu llanto parecerá exagerado a los ojos de alguien más. El silencio se vuelve un verdugo, y a la vez, su hacha es el único consuelo y refugio que queda.
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Expectativas vs Realidad
Nos pasamos la vida expectantes, llenos de ideas y deseos, para vivir luego decepcionados con la realidad, tan dura y sencilla. Todo se resume al blanco y negro, incluso aunque puedas distinguir los matices del gris. Lo que es y lo que no, tan simple que abruma. Esperamos que algo sea de una forma que probablemente jamás será. Nos debatimos en si supimos elegir, aunque no tenga sentido ya. Nada es lo que esperabamos, lo que imaginamos queda en una bruma lejana, y la realidad nos golpea en la cara para recordarnos que la decepción siempre será una entrada en su menú. Depositamos nuestros deseos en otros, y eso los carga de expectativas que nunca podrán alcanzar. Es así cómo nos terminamos desilusionando de las personas, y los vínculos se ven sacudidos o rotos. Mi experiencia con la expectativa vs la realidad siempre ha sido algo extraña. No me arriesgo a ser expectante sobre otros hasta que ya los conocí un poco, pero luego mi mente hiperactiva y sobrepensante me lleva a cargar de expectativas la imagen de esas personas. Me decepciono cuando me doy cuenta de la realidad pero peor aún, me decepciono de mi misma cuando la gente resulta ser todo menos buena conmigo. ¿Por qué? Simple, porque puse mis expectativas en que esta vez sería diferente, que finalmente reconocían mi valor y finalmente sería amada. Nada mas lejos de la realidad. A pesar de ello sigo transitando mi camino de la misma estúpida forma, expectante, a la espera de finalmente sentir que encajo, sentir que pertenezco, que soy amada. Porque al final de cuentas, no es mi culpa decepcionarme por llenarme de expectativas de amor, no habla mal de mi esperar que la gente me trate bien y me quiera, por el contrario, es de ellos de quien dice mucho el cómo traicionan, lastiman, mienten y juegan con los sentimientos de otros. Seré la boba que vive a la expectativa, desilusionandome siempre de la realidad, pero sin perder la fe de que algún día la expectativa superará la realidad.
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Lo difícil no es pedir lo que deseas. Cuando llevas tu vida entera expresando lo que quieres y necesitas, pero todo lo que recibes es que te ignoren, te rechazen, que te hagan sentir que molestas o pides más de lo que mereces, porque no vales lo suficiente o porque realmente no eres tan importante, es ahí cuando todo se vuelve difícil. Una guerra interna entre tu y ese alguien que se parece a ti, pero que ellos crearon para cuestionarte. Comienzas a perder esa lucha con cada "será que pido demasiado?", con los "quizás no lo merezco", y los peores de todos, los que te hacen tocar fondo, "estoy molestando con lo que siento". Ahí se acab�� todo, llegas al punto de no retorno, donde pides algo que necesitas o algo básico y cuando no lo recibes te culpas a ti mismo, te haces el responsable de esa falta de amor e interés de parte del resto, buscas en tus defectos la justificación para ser ignorado o rechazado.
De ahí en más, pedir no se vuelve algo difícil, sino imposible, porque siempre escucharas esa voz en tu cabeza, esa que ellos instalaron en ti, que te dice, te grita, "no seas una molestia de nuevo". Y le haces caso, te quedas callado porque, en el pasado, te han abandonado por expresarte, te han tratado mal por pedir más, porque has perdido amigos y amores por desear un poco de amor para ti. El silencio se vuelve una tumba emocional en la cual te hundes cada vez más, y cada "solo molestas", "no eres suficiente", "lo que quieres no importa", van cavando mas y mas profundo, hasta que finalmente, tu solo te sepultas y entierras cada necesidad y deseo lejos de tu alcance.
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Imposible conciliar el sueño. 5 partidas hasta ganar 1. El teléfono conectado por casi dos horas y apenas si cargó un 7%. La música se siente dolorosa. No reconozco mi reflejo cansado. ¿Siquiera importa? Resignada, piloto automático y que todo fluya, nada influya, al diablo con los sentimientos. Paso firme y el corazón muerto.
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Perdí tanto el interés en vivir, que incluso dejé de escribir lo que siento y pienso, y elegí apagar mi teléfono e intentar dormir en vano. Porque a fin de cuentas, da lo mismo si soy la única que plasma lo que siente, y no hay nada que cambie aunque haya quien lo lee.
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Una tonta que solo espera
Siempre esperando que algo sea diferente. Esperando un cambio que nunca llega.
¿Cuando aprenderé a dejar de esperar ilusionada que el amor en mi vida sea algo hermoso? Siempre acaba por ser la misma balada triste, conmigo bailando sola y a oscuras unas canciones que nadie bailará jamás conmigo.
La soledad y yo somos el mejor dueto, y cuando se suma la melancolía y los sueños rotos, somos un grupo de éxitos rojos que solo fluye en una melodía exquisita de dolor y alcohol.
Otro 14 de febrero que prueba, que nada cambiará, al final del día, sigue siendo otra desilusión de calendario que sumar a las demás. Fecha inmunda, ¿Cómo es que me pude ilusionar con que esta vez fueras especial?
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