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Te sueño.
Te sueño, te sueño cada noche como cuando estábamos enamorados, te sueño en la ilusión del sentimiento puro tuyo tan tuyo que brotó por mi, te sueño en la obscuridad que te envuelve.
Hoy te soñé como todas las malditas veces, en un respiro escapé de la trama que mi sueño contaba para caminar hacia tu casa; las calles eran enredadas y confusas como si a mi mente no le importara como llegar solo llegar; y estaba yo frente a la calle profunda a lado del penal, te buscaba en cada persona que pasaba y nadie eras tu.
Esta vez a excepción de todas las veces no estuviste en mi sueño, era la calle obscura, el frío húmedo de una recién llovizna, la búsqueda y yo; esperaba verte, con o sin alguien más, pero solo verte.
Entendí que ya no estás desde el primer momento que cediste a la obscuridad, sin pensarlo dos veces te fuiste. Todo este tiempo pensé que había sido mi decisión, la culpa de haberme ido; pero fuiste tu, debí haber visto tu partida desde la vez que tomé tu celular y desesperadamente me pediste revisarlo primero, desde que fue tan fácil meterme a casa de él, desde que tus te amo se sentían como un arrepentimiento, desde los hechos que se contaban cada vez de manera distinta, desde tu frialdad al responder mi primera confesión.
No puedo recordar sin dolor, no hay un solo recuerdo que no venga como esquirla, nunca habían herido de muerte al que cuenta esta historia.
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Devoción.
Me empujo entre fantasmas que algún día fueron devoción, abriéndome paso pisando pies de lo que algún día fue amor. Solo días sin descanso, tratando de levantar el mar durmiente, reconstruyendo un corazón que se ha desangrado.
Aunque pese la inmerecida nostalgia he roto el sueño de las románticas espinas bajo la bandera del campo que crecido me de todo lo que no tiene, ese respiro de árboles que admire las flores haciéndolas brotar, esperándolas brotar, soñándolas brotar.
Sueño y olvido al despertar, miré las flores, volvieron a salir, volvieron a apretar en un abrazo los cables y el arco, nunca dejaron de soñar ni de amar su anormal encuentro.
Mi bandera no ha cambiado, estoy cuidando este campo que crecido de todo lo que no tiene, está casa olvidada que admira las flores haciéndolas brotar, esperándolas brotar, soñándolas brotar.
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Nunca más.
Me arrepiento, cuanto me arrepiento de haberte entregado cada segundo de mi vida, de haberte escrito en estas páginas.
La sangre de mi corazón que llevas entre tus manos te arrancará cada centímetro de piel cuando te des cuenta que no habrá corazón pisado que te haya querido más que el mío.
Sostuviste el cuchillo, ahora me doy cuenta que no lo abracé nunca, cuántas mentiras más creí.
Quizás siempre fuiste así, solo era cuestión de esperar.
No te mereces mi nostalgia.
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El recuerdo de ti Pt. 2
Duermes en mi memoria y en los ratos que te despiertas como sirviente corro a preguntar “¿qué necesitas?”.
¿Habrás caído en razón ya?, ¿me habrás olvidado como yo supongo que lo aparento?, ¿me recordarás en los brazos de otro amor?, ¿te habrás ido de esta ciudad?, ¿nos volveremos a encontrar?.
Cómo esta historia empezó y acabó con un tercero. Te debería odiar y lo hago, debería de ser indiferente y no lo hago.
Siento como escribo todo mi corazón en porcelana que rompiste, aún así, no me olvido del retrato que los pedazos hicieron en el suelo, aún los sigo admirando.
Solo llámame, no te perdonaré, pero me dará gusto escucharte.
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El recuerdo de ti Pt. 1
Normalmente tomo en mi celular las notas para abrirle la puerta a mis enredados pensamientos, a su necedad que me hace ver dentro los rincones donde se despiden mis sabiendas, rincones que ignoro, rincones que solo de esta forma se dejan conocer.
Es curioso como en un mismo cuerpo conviven la parte que escribe y siente, y la parte que conoce o cree conocer; como si en mis manos existiera otro César que mi mente saluda pero se olvida a menudo de su nombre.
Estas noches han sido extrañas, me ha costado dormir y a menudo espero algo que no debería esperar, no te debería esperar. Creo que te convertiste en una necesidad.
Se borró el camino de vuelta como quien borra las letras marcadas de la libreta, no hay como volver, pero extraño y creo que estoy enamorado del recuerdo de ti.
Es algo de lo que me despediré, algún día, alguna noche, pero hoy sigue colgado de mi cuello. Ya no estoy enamorado de ti, pero si del recuerdo de ti.
Es complicado.
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Desalmado.
Moriste, moriste en mi corazón.
Cómo sostuviste el cuchillo y yo lo abracé, para después esconder tu mano y decir que fue mi culpa.
Moriste, mataste todos los recuerdos como si no hubieran sido nada, o tal vez nunca lo fueron.
Moriste, mi corazón ya ni siquiera sangra, pero me hiciste verme, verme vulnerable, verme en crisis, verme destrozado, verme dependiente, verme como siempre fui.
Moriste, lo que una vez fue una casa llena de flores terminó siendo un lugar que ahora detesto, calcinado, lleno de huesos secos y vigas rotas como las promesas que cuando vino la soledad no soportaron ni un segundo firmes.
Moriste y tengo que aceptarlo, la dependencia que en algún momento me hizo ver mi futuro en ti ahora me muestra que hay vida, hay vida después de ti.
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Cayó la última flor.
Querida, te quedaste entre los recuerdos más valiosos de mi corazón y tu silencio te escondió para correr tras de ti. Sé que has llorado como yo lo he hecho y nuestros corazones poco a poco se han desfasado dejando un oscuro vacío en esta grieta entre los dos que poco a poco se llena de nada.
Querida, estos días me ha comido tu ausencia y las lágrimas ya erosionan mis párpados, no hay día que no llore ni día que de descanso a los canales que recorren mis mejillas para dar cauce al río que va desde mi alma al suelo.
Recuerdo tu tacto y tu cuerpo abrazando el mío por la mañana; hoy soñé con tu alma y me gusta pensar que entre sueños nuestros corazones salieron a tomar un café, en aquella “mesa de citas” que conocimos pero nunca estuvimos.
Antes de irte dejaste las últimas flores que te regalé en el florero de mi cocina, las pusiste aquí porque no tenías florero en tu casa, quiero creer, que mi casa se convirtió en tu casa. Nos construimos hogares para cada uno dentro del otro y no reparamos nunca ninguna grieta, los incendiamos una y otra vez.
¿Cómo irse de un lugar que siempre habías querido estar?, ¿cómo olvidar el amor que siempre habías querido tener?, la gente no entiende porque en esta vida pocas veces se conoce a su “alma gemela”, pero, vivo en la esperanza de que la vida no acaba y nuestra historia tiene otro volumen, ¿verdad?, ¿verdad?.
¿Cómo puedo creerlo?, a mis veinticinco años conocí el verdadero dolor que puede causar el amor, tu corazón estaba tan roto que me cortaba y desangraba cada vez que intentaba sostenerlo, aún así, vendé mis manos una y otra vez; no lo hacías para lastimarme lo sé, tu intención no era herirme, solo querías ser conmigo pero los espinos que habían crecido todo este tiempo al rededor de tu cuerpo me desangraban hasta dejarme en el suelo.
Tal vez ya no sabré más de ti, dónde estarás, si conocerás a alguien más, si paraste las tormentas de tu corazón, ya no sabré nada, pero, en el lugar que nuestras almas estén recordarán que algún día conocieron su casa.
Cayó la última flor, el piso estaba lleno de ellas.
Espero volverte a ver.
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Una flor más.
Me atraviesas de lado a lado, me destrozas cada hueso, quizás es mi fuerza de querer y entregarme sin frenos, no hay certezas.
Otra vez estoy aquí, sentado desde el mismo suelo viendo otra flor caer de aquella enredadera. Las he contado, he contado cada flor, desde la primera hasta la tercera, no sé si resistirá una cuarta.
Llevo todo el día esperando verte, caminé entre las gotas y ni ellas supieron qué decir, a dónde iba, no lo sé, solo quería alejarme de ese sillón. El cielo lloraba porque yo no lo podía hacer.
¿Por qué habías de tratarme así?, ¿por qué arrugabas cada una de mis palabras en tu cruel “no sé”?, ¿como olvidarías todo por un enojo?. Otra flor cayó de alguna enredadera, por más bella, no volverá a dónde era.
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Otra flor cayó de alguna enredadera.
Me dueles hasta el alma, me atraviesas y me deshaces, tomas mi corazón y lo aplastas, no queda nada de mi. Me quitas el sueño, me dejas temblando, armas y rearmas cada uno de mis músculos, no queda nada, o casi nada de mí.
Una gota tiñó todo el vaso, no puedo ver a través de él, ¿serán todas mentira, serán todas verdad?.
Demasiado bueno para ser verdad.
Al final tu silencio habló, tiñó el vaso, arrancó de manera salvaje otra flor y la vi caer de esa enredadera, me pregunté, ¿cuándo se quedará sin flores?, ¿cuántas flores le quedan?.
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Una flor cayó de alguna enredadera.
Las gotas caían detrás de mi, solo dejándose ver sobre el retrovisor; entendí muchas cosas o tal vez no.
Mi mente no quería verlo pero mi corazón insistía e insistía gritando en los pasillos angostos de mi pecho, – La forma en que lo veía, la forma en que reía, la forma en que tocaba su brazo; no pude olvidarlo –.
Esa noche fue terrible, el frío despertó a lado mío y las lágrimas se habían secado en mis mejillas. No quiero convencerte de quedarte, no quiero convencerte de amarme.
Tal vez es la justicia al fin cayendo sobre mí. Lo que mal empieza mal acaba, pero, ¿qué si está era la excepción?, ¿qué si al fin había de amar como se debe amar?, demasiado bueno para ser verdad.
Una flor cayó de alguna enredadera, por más bella, no volverá a dónde era.
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Quererte.
Que no te coma el cinismo de las noches, que te de tregua la tristeza, que brille tu sonrisa siempre, que brille tu sonrisa siempre.
Que tu me sientas de un suspiro, suspiro que robas al mirarme, quieto, impactado por verte.
Que te quiero y te quiero ver, que te veo y quiero volverte a ver.
Sobre mis días las horas sobran, y verte, es la bandera blanca de mis amargos tiempos que corren monte abajo.
Que te quiero y te quiero ver, que te veo y quiero volverte a ver.
Que llueva a dos kilometros de tu camino, que tus manos no conozcan el frío, que tu voz nunca se quiebre, que brille tu sonrisa siempre
Que tú redoblas el coro del amanecer, y aunque ya es tarde, haces que el sol se pregunte si volver a nacer.
Que te quiero y te quiero ver, que te veo y quiero volverte a ver
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La despedida.
Eras parte de esta casa, parte de nosotros. Aún espero escucharte bajar lentamente las escaleras o rascar mi puerta para dejarte pasar a dormir otro rato.
Siempre pensaré que te pudimos haber querido más y es que, siempre se puede querer más, pero ahora solo nos queda despedirnos de una caja que tiene tu nombre.
No pude verte a tus ojos vivos y decirte cuánto te agradecía por vivir con nosotros estos 14 años, pero espero algún día nos volvamos a encontrar y cargarte como cuando cabías en mi sudadera.
Te voy a extrañar viejita.
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Solo Suerte.
Que suerte tengo para amar cosas que se van, que desaparecen o simplemente no conocí a tiempo, siempre tarde.
Te quiero y doy vueltas a la última vez que te vi, tu cabello movido por los dedos del viento y tu mirada que escondida buscaba la mía.
Ayer le platicaba a mis amigos de ti y de la emoción que me causaba conocerte, escuchar cada una de tus palabras, conocer tu aroma y tus clichés, el tacto de tus dedos y la cadencia de tu risa.
Quiero abrazar cada astilla tuya, juntar tus pedazos y aun no siendo míos cuidarlos como si.
Pero no tengo certezas, sé que en cualquier momento puedes alejarte y nunca mas volver; solo espero no haberte conocido tarde, espero volverte a ver.
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Fin.
Qué días tan complicados, me duele respirar y llevo mis lágrimas a todos lados. Todo se ha venido abajo junto a los sueños que me prometí. La gente dice: “la esperanza es lo último que muere”, entonces creo que llegué al final.
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Salto de ola.
Recuerdo la historia de siempre, la que todos los papás cuentan. Orgullosos, narran que de niños aprendieron a nadar porque alguien los aventó al mar. Yo nunca aprendí aunque como todo niño mexicano esa también fue mi historia.
Desde entonces el mar siempre tiene esa forma de verme, de retarme, irreverente, de jalar mis pies cuando se quedan quietos, como si quisiera llevarme mar adentro. Y eso hago, me adentro en él, hasta que el agua alcanza mi barbilla y no hay forma de evadir las olas, sé en cualquier momento perderé el piso, pero es mi forma de retarlo también.
Me estoy lanzando otra vez, le hago frente a grandes olas y les digo “yo también lo puedo hacer”.
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El marco.
Un cuadro incomprendido, una foto sin enfoque, un verso ambiguo y una canción sin métrica; complejos en su concepto a escondidas del objeto, tan complicados de leer.
Que triste es la hoja que nació para ser ceniza y que perfecta es la ceniza para cobijar el suelo.
Me acerco por una y me alejo por mil, de esto siempre hablaba el marco y no quise verlo.
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Vitrales.
Fuimos erosión, un cuchillo que alcanzó el hueso, desesperados por encontrar algo a qué aferrar un amor cada día más volátil.
Al final sucedió, sucedimos, un vitral convertido en arena. Tú preguntabas si te amaba, y yo respondía: Con cada grano de mi alma, mientras me cegaba a los pedazos que mis manos eran incapaces de sostener.
Cuánto frío se había sentido y cuántos pasos permití a las manecillas caminar. Entregué incluso lo que no tenía quedándome sin nada de mí, sin nada de lo que soy. Me extrañaba tanto… ¿Dónde me había dejado? ¿En qué momento, entre todo, me olvidé de mí? ¿En cuántos pedazos me rompí?.
Tal vez perseguíamos un reflejo, que escondido, nos dejaba ver un final. Trajimos nuestros fragmentos pero olvidamos el marco, siempre el marco. Los rompimos una y otra vez intentando encajarlos, hasta lastimarnos, siempre lastimarnos.
Al final sucedió, sucedimos, y pasó, pasamos.
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