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Humanos.
Nada importa tanto.
Sólo somos humanos eyectados en un pequeño planeta, eyaculados sobre un ovulo cósmico; uno de cientos y cientos, uno entre miles de billones. Personitas paradas en una canica galáctica; breves, finitas, delicadas.
Increíblemente delicadas, suaves y vulnerables.
Sólo somos humanos, menos que motas de polvo, menos que bichos en una almohada. Sólo somos esto que baila en el inconmensurable universo. Somos un poco más que nada. Somos los humanos que se preocupan de sus inventos, los humanos que aprenden ortografía, que leen sus propias historias, se atemorizan de sí, se matan y violan, se roban y mienten. Somos los humanos que orinan y defecan su propia casa. Somos, también, los humanos que aman y besan, se casan y comparten, los humanos que viven y mueren; preocupados de sus minucias, criticándose con ínfulas de importancia; como si alguno supiera algo, como si alguno no estuviera improvisando, como si algo fuera importante en el tiempo infinito, el espacio infinito, como si no fuera a desaparecer todo, como si no estuviéramos condenados a transformarnos en átomos sin memoria, polvo cósmico condenado al eterno olvido; la nada, el vacío en todas direcciones.
Somos los humanos que viven con miedo porque con su miedo creen confirmar su existencia, conocimiento e importancia.
¡Qué tiernos los humanos! Tan llenos de fe, valor, ideales. Tan fuertes, tan condenadamente humanos.
Si pudiera decidir
nacer en forma
y sustancia
no sería planeta
Dios
o galaxia,
sino otra alma,
humana
de nuevo.
Sin remedio
humana.
Condenada
maldita
pecadora,
desahuciada,
pero humana.
Humana con todas sus debilidades, enfermedades. Con guerras, asesinatos, con su inventada importancia, con su cáncer, con su VIH, con su ficticia cultura, con su deseo de control, con sus tantas banderas y particiones en tierra, con sus infantiles historias.
Volvería a ser humano a sabiendas que nada importa tanto. Me entregaría a sus vicios y virtudes; deslizándome entre lo siniestro, la belleza, el fango y la suciedad. Esta vez sin importar la voz de mi consciencia, esta vez sin reprocharme los errores y caídas, esta vez agradeciendo cada gota de sangre y lagrima salada.
Volvería a ser humano porque con una vida insignificante se puede lograr lo imposible. Porque no hay nada que perder si la vida no vale nada.
Por José De la Serna.
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Ideas tumorales.
Ya no voy a hablar de ella. Estoy muy viejo y cansado para eso. Y es que, por si no lo sabían; uno puede ser viejo con pocos años en los hombros. Los amores envejecen. Lo cual no es del todo malo. Así me di a la tarea de repensar el amor.
Decidí dejar de creer en los amores eternos. Tal vez, el amor es una forma de vida, y como tal, su muerte es inminente, natural y parte de un ciclo. Ni un papel o un anillo pueden sellarlo.
No debemos cargar cadáveres; es ilegal y poco saludable. Por mucho que nos duela, no hay nada que devuelva vida a la materia o ideas inertes. En el amor, siendo una forma de vida ideológica; se piensa posible, pero no.
Repensando el amor decidí no entregarlo todo a una persona. Ya no quiero. Jamás lo quise. ¿De dónde saqué estupidez tan grande? No quiero entregarme por completo ni pedirlo todo. Quiero imperfección momentánea. Quiero ver a las personas sin protocolos ni trámites. Decidí que tres cosas me son suficiente. Reír, hablar y coger. Todo a cuentagotas, poquito.
Me enseñaron a querer todo en abundancia. Estoy cansado de correr en busca de más, siempre más; sin importar qué. En una carrera insostenible por acumular personas, sentimientos, relaciones, dinero, vivencias, experiencia, placer, trabajo, ideas, conocimiento, ropa, aparatos electrónicos, propiedades, libros, historias. Tierra, todo, polvo.
No quiero fidelidad, desayunos en la cama, familia, casa enorme, coche nuevo. Estoy cansado de perseguir esos ideales; me cuesta deshacerme de ellos, pero así lo quiero.
Hay que extirpar las ideas muertas, tumores enraizados en el pensamiento. Es doloroso porque hay que cortar carne viva, personas, recuerdos; cachitos de lo que somos; sin anestesia. A veces ideas que sostienen todo lo que creemos ser. Y nos tenemos que destruir y llevarnos a límites insospechados en viajes que apenas contamos.
Hay que desintoxicarse, pasar a rehabilitación. Si dejamos progresar la enfermedad uno anda muerto en vida. Se pierde el respeto, el brillo de los ojos, la voluntad. Enseñamos eso a los que amamos. Contagiamos a todo aquel que nos toca, nos besa. Iniciamos una pandemia de origen mental; propagada por la palabra y el diálogo, por las relaciones.
Eliminar algunas ideas es un proceso tan agradable como desollarse, mojar el cuero en gasolina y prender un cigarro.
Repensando el sentimiento; entiendo que no todo debe ser bueno. Un poco de amargura da sabor a la vida.
Me gustan los vicios y sus resultados; de los que nadie habla, por cierto. Me he contagiado de todo tipo de enfermedades; se aprende de ellas. Agradezco haber encontrado drogas y salir de ellas. No por eso me alejo, niego, vuelvo la cabeza y señalo lo malo del amor, sexo, las relaciones, el alcohol y otras adicciones. No por eso me pongo hábitos y proclamo el celibato. Preciso andar los infiernos; andar hasta aprender. Es un viaje para los más fuertes, los más listos, más aptos, resistentes.
Todos los vicios están llenos de virtudes. Cada quien elija su cada cual. Elija aquel que le enseñe. Cada quien seleccione su guía, mentor y verdugo. Drogas, literatura, mujeres, escuelas, industrias… cualquiera viene bien al alma. Pero si te doblegas, muérete. Y si te rindes, vete al diablo.
Repensando el sentimiento, decidí que he tenido suficiente. No recibo o intercambio pecados, castigos. No cargo con culpas o reproches. Aquí tiro la mochila, el costal y las penas. Aquí me despido de mi amor. Nos vemos del otro lado.
JDLS
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Hay muchas cosas que te quiero decir.
¡Carajo! También me gusta que me soportes cuando me pongo loco y me gusta que pagues la cuenta y me abras la puerta y me beses las mejillas y me cuides cuando enfermo. También me gusta que me entiendas. Que necesito tiempo a solas y que repudio me pongas constantemente a prueba. Odio que me ignores y pases sobre mí en las opiniones. Me llena de coraje cuando piensas que eres la única que necesita comprensión, cariño y aguantar toda la mierda que viene a la cabeza.
Hay cosas que no te dije y aún no las quiero decir.
Te quiero decir que me gustan tus dedos; el chueco y aplastado que llevas por pulgar; probablemente es lo que más me gusta de ti, aunque la gente lo vea extraño. Me gusta tu sonrisa siniestra, tu mirada curva, tus pechos, tu pezón desorbitado, tu vientre ligeramente abultado, los labios de tu vulva, tus muslos blancos, tus pies gordos, el tacto de tus manos, el color de tus labios, tu nariz y gafas, tus hombros delgados, tus nalgas y los moretones que brotan por motivos inesperados. Me gusta tu enfermedad y tú llanto.
Hay cosas que no te dije y te quiero decir.
Odio cuando te ahogas en un vaso y todo es tristeza, problemas absurdos sin solución. Odio cuando manejas alcoholizada; no lo haces tan bien como dices. Odio sentirme controlado y con la obligación de responder a los protocolos románticos que te has creado. Odio que me grites, me calles, que me apuntes con el dedo, que en un intento desesperado por hacerme guardar silencio; presiones mi boca y estrujes mis labios. Que seas ciega ante los detalles que brindo; que me hagas cambiar la ropa que te regalo porque no atino jamás a tu talla. Odio que pienses en mí, como un tipo que te engañaría a la mínima provocación, que me consideres un niño que solicita protección. Que tengas una idea inamovible de lo que es un hombre; que creas que estoy interesado en el tamaño de los senos, la forma de las caderas, el cuidado de la piel y las múltiples agrupaciones de grasa en las mujeres desconocidas… de acuerdo, a veces observo a esas mujeres; interés meramente sexual; mis sentimientos andan en otro lado.
Hay muchas cosas que no te dije; la más importante de todas es que te amo. No con menos miedo que cuando te conocí; sin embrago te lo digo, te amo y no te soporto. No aguanto tu presencia y no soporto tu ausencia. Estas llena de aristas y vértices, de conflictos emocionales por resolver, de celos, de ideas extrañas que se anidan en la parte insoportable de tu lengua. Gritas y sufres por minucias invisibles. Nada que propongo te gusta; crees tener siempre un mejor plan, una mejor forma, un camino más corto.
Somos demasiado “yo” para compartirlo. De esas personas que están mejor solas; mejor solas que bien o mal acompañadas.
Te amo pero no te soporto; con ese constate deseo de control, con tu interminable búsqueda de atención y la perpetua solicitud de llenar vacíos que solo tú comprendes.
Hay cosas que hubiera querido saber para decirte.
Ojalá hubiéramos terminado antes; antes de compartir ideas, antes de querernos raros, de caminar al ocaso, platicar de madrugada. Antes de llevarnos a la cama, antes del sexo, las felaciones y cunnilingus. Antes de temernos tanto, abrazarnos diario, besarnos profundo, dormir al costado, soñar con un hogar. Antes de soñar con una familia que pretendía reparar los errores de las que ya tenemos, soñar con hacer todo mejor que nuestros padres y otras parejas. Ojalá nos hubiéramos separado antes de que te amara, cuando aún dudaba.
Hay cosas que te digo ahora.
Un lado de mi almohada guarda el aroma de tu cabello. Me resulta insoportable dormir con el recuerdo presente, aunque no he hecho mucho para sacudirlo. Llevo una sudadera manchada de tu sangre a la altura del pubis. Me fumé el último cigarro que me regalaste. Tengo un par de cartas en las que prometes que el invierno de tus sentimientos terminara; no lo hicieron. Perdí mis anteojos el día que te dejé; tal vez por eso no veo bien. Evito la sala y las películas. Ahora bebo el té de hiervas; el de sabor horrible que me hacías tomar. Me sobran preservativos y me faltas tú.
Hay cosas que me gustaría decirte para un futuro; las más importantes.
Cuidado con las dietas, come bien. Si te sientes resfriada toma vitamina c. Abrígate que tienes un sistema inmune asqueroso. No regreses con tu exnovio, es un desastre. Ten cuidado con el tarado del bar, te trae ganas y roba cosas. Que tus parejas usen condón, es mejor tener cuidado. No entres a trabajar en la industria, no pagan lo suficiente por hacer algo que no te gusta. Espera, ya encontrarás el camino. Los consejos de tu amiga son un asco, nunca solucionaron nada.
Dos cosas más. Te voy a echar mucho de menos. Te amo.
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Mi amor.
Yo creo, por tonto que suene, en el amor. En una forma de energía que libera, que impulsa a las personas, que les hace madurar y crecer. Un amor que cura y teje alas, un amor que sabe decir adiós, que te toma de la mano y te guía por la vida. Un amor que desconoce la propiedad y nada reclama como conquistado. Una experiencia humana tan rica que sólo sabe regalar.
Creo que pocos han amado y logrado guiar esa voluntad hacia el bien; genios. Es una fuerza voluntariosa que hace de tontos e inmaduros: criminales, suicidas, alcohólicos, niños ahogados en llanto, asesinos.
Es posible que el humano no sea capaz de amar, porque aún es estúpido.
Presiento que amar requiere de una sensibilidad superior, de educación humana, de visión y criterio, de inteligencia. Hoy en día cualquiera cree poder amar. Pobres de ellos, siempre terminan haciéndose un mal, siempre suplican, siempre hacen daño, se vuelven un lastre para cualquiera.
Creo en el amor como la más elevada de las experiencias, la más enriquecedora, la más liberadora, también la más peligrosa. No hay persona más toxica que un tonto que cree sentir amor; acaba con su vida y con la vida a su alrededor, engendra sin control y castiga con su ignorancia a su descendencia.
La ignorancia es el pecado original. La ignorancia se hereda sin genética. Se ama desde cada virtud y defecto.
Hoy te pido, amor mío, que te marches, porque hemos sido muy tontos, porque no sabemos amar. Demos la vuelta al mundo, con suerte, cuando nos encontremos otra vez, todo sea mejor.
Texto: Jose De la Serna
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El arte de morir.
―No tengas miedo la muerte― dijo el viejo mientras un vacío invasivo le devoraba el interior; con tremendos dientes un demonio celular pudría los residuos de su existencia.
Su alma evacuaba la carcasa arrugada que llamaba él.
―No tengas miedo a la muerte―. Presionaba mi mano contra la suya, mi palma contra su palma. Algo había en aquel acto, un movimiento, un contacto que iba más allá de la palma; era el encuentro de las raíces. La energía que vibraba en aquel despojo y que poco a poco se transformaba en el pulso imperceptible de un muerto, sin duda resultaba una misma con toda la juventud que me florece, aun hoy, cósmica, en el pecho.
Lloraba en seco el viejo de nadie, sus lagrimales se habían secado hace mucho tiempo con la creencia de que nada valía la pena. Con la terrible creencia; que sospechaba yo un conocimiento, que nada importa.
―La vida es un accidente pasajero―. Su piel, ahora finas láminas de papel cartón se escondía entre los huesos sin musculo. Hueso y cuero; aquel cadáver que se pretendía vivo y con movimiento, me hablaba desde un agujero negro en su boca, con un aroma que algún día llamé cáncer, muerte y tal vez alquitrán.
―Miedo a la muerte sólo aquellos cobardes que no enfrentaron su deseo, los que no se descubrieron, los que no dejan nada ¡Escucha maldito malnacido! Miedo deben tener sólo los que culpan a sus padres y familias, los que culpan a cualquier idiota de no poder―.
El viejo tomó algo del veneno que escurría en su boca y escupió al piso.
―Me dan asco esas personas; los que obedecen y gastan su vida en lugares que odian, esperando las condiciones para vivir. Me dan asco porque transforman todo en mierda, hacen de todo una miseria y sufren y se lamentan y terminan sus vidas contaminando todo, haciendo infelices a cualquiera que les rodea. El toque de midas, todo lo devalúan, no ven valor en nada, todos sus actos cargados de nada. Ignorancia máxima la que no aprecia belleza. No hay actitud más deleznable que la del esclavo dócil y gustoso. Ellos deben tener miedo de la muerte. Los esclavos, los corruptos, traidores, enanos mentales. Ellos tienen y deben de tener miedo. Ellos que sólo hicieron cosas materiales, que al morir dejan todo. Yo, hijo, me voy con toda el mi alma. A mí me llega la muerte como un par de labios rojos, me llega como un regalo, como una corona a las victorias y a mis palabras.
A mí la muerte me lleva al finalizar mi guerra, mi lucha. A mí la muerte me lleva vivo.
Busca tu muerte, gánate el permiso de partir tranquilo. Crea, créate. Haz de tu vida la máxima obra de arte. Sé el hogar de un Dios, camina con el único sentido de hacer tu cuerpo un templo y morada de la mayor belleza. Jamás hables mal de ti, no dejes de creer. Respeta tu persona―.
― ¿Te vas porque has terminado? ―Pregunté al muerto.
―No. No he terminado, nadie lo hace, nadie muere del todo―. En su rostro un capullo brotó; una pústula supurante en forma de sonrisa diabólica. ―Recibe tu herencia; castigo y bendición. Sé libre―.
El cadáver apretó mi mano por última vez. Supe entonces que había pasado a formar parte de mi cuerpo y energía, supe que su herencia para conmigo había sido importante. Supe que vamos poseídos por todos los demonios de vidas pasadas y podemos hacer uso de esa energía. Para bien o por mal tenemos el alma cargada de almas, pecados, conocimiento y fuerza.
Las radiografías del viejo mostraban tumores en forma de flores; incandescentes e imagino causticos; flores ígneas, árboles y constelaciones.
Hermoso su cáncer, divino mi viejo.
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Otros holocaustos.
Sí, somos una nueva generación. Tenemos libertades que jamás esperamos, posibilidades nunca vistas; tecnologías increíbles que nos permiten comunicarnos de lado a lado, de extremo a extremo del planeta. Tenemos en cada casa, en cada palma el poder de elevar el volumen de nuestras ideas… pero nos hemos vuelto ignorantes, flojos, nos hemos quedado sin voz. Muchos altavoces y nada que decir.
Hoy nos seguimos preguntando qué cosa es y para qué sirve la educación. Hoy seguimos esperando que el mundo cambie guiado por la mano de políticos e instituciones; los mismos que cavaron el agujero donde estamos.
Es pura ignorancia si nuestros dirigentes son ladrones. Tiene que serlo. Por amor de Dios, tiene que serlo. Porque robar en tu propia casa es un acto de estupidez; la más burda, obtusa y obvia pérdida de capacidades cognitivas. Debe de ser sólo Ignorancia. Si no es así, no merecen perdón alguno de mi pueblo, de sus generaciones. No merecen que su memoria descanse, no merecen tener ojos, oídos, manos. No merecen pisar la tierra que los vio nacer, andar entre mis madres, mis hermanos, mis hijos. No merecen ver a los ojos a ninguna mujer u hombre de mi país. No merecen levantar la mirada del pavimento. Por eso me gusta pensar que es pura ignorancia, porque así los puedo perdonar y no cargarles rencor al ver a mi abuela en cada rostro de anciana mendigando en las iglesias, de ver el rostro con miedo de niños enfermos, de prisiones abarrotadas por personas que robaron un maldito litro de leche y calles engalanadas de ladrones cortando listones, gobernando estados, presidiendo países.
Espero que sea pura ignorancia el malestar de mis dirigentes. Por el amor de Dios; todos los días pido que sea ignorancia, ceguera, porque sólo sea estupidez.
No culpo más a mi presidente porque sus acciones deben ser pura ignorancia.
El cambio sí nace en cada uno de nosotros, en la educación, en cultivar, observar al interior y así relacionarnos con el mundo de maneras más sanas. El cambio reside en una educación que nos ayude a comprender por qué es indispensable planificar una familia, dejar de traer personas a este mundo en situaciones de desventaja, con padres adolescentes, sin trabajo, sin techo, sin alimento. Por qué es importante el uso del condón; que no es para salvar tu vida, sino la de los que amas. Porqué es ignorancia, la peor de todas, no acudir al médico, hacerse un Papanicolaou, una mamografía; cuidados que hubieran salvado a mi abuela, mi madre y espero que lo hagan con mi hermana o pareja.
Una educación que nos haga voltear a ver las energías renovables.
Una educación económica que nos haga consumidores responsables, planificar y evitar la esclavitud de un sistema de deuda. ¿Alguien sabe cuántos años lleva pagar una casa? Una educación que nos quite la vende de los ojos y podamos vislumbrar a dónde va el dinero de nuestros celulares, autos y ropa, a quién apoyamos al comprar una marca u otra.
Una educación que de manera directa genere mejor calidad de vida. Educación básica de psicología de pareja. Al parecer aún no sabemos conocernos, relacionarnos. No sabemos llevar la fiesta en paz. Sin violencia, sin racismo, sin discriminación. Y de verdad espero que los males de mi gente sean pura ignorancia, de otra manera no sé por dónde deberíamos caminar. El contenido en los medios siempre ha sido la verdadera educación, que nos arrastra a ser consumidores desmedidos, faltos de pensamiento crítico, sexualmente precoces; ciegos, sordos y mudos. Nos tienen agarrados por el cuello. Nos quieren enfermos, reproduciéndonos, necesitados de sus instituciones, deseosos hasta la locura de sus productos.
Esperamos que la institución eduque cuando su negocio es la ignorancia.
Oscar Wilde dijo “Nada que valga la pena saber puede ser enseñado”
Tenemos que enseñar entre nosotros y a nosotros, tenemos que dejar de esperar un cambio.
Se contagian los males y las enfermedades, pero también se contagia la bondad, el valor, la lucha, el trabajo, la disciplina, el respeto, la introspección, la ética, la búsqueda. Se contagia el amor y no hay mayor muestra de amor que la educación.
Heredas valor, heredas la lucha, terrible convicción de un mundo mejor.
Estamos en un momento histórico, tenemos las herramientas para gritar a un mundo que duerme.
Por favor, no dejes de ser la gota que derrama el vaso; ultimo en caer ultimo en ceder. No te canses, no te rindas
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Educación
Le educación no llega exclusivamente de las escuelas, los libros, los maestros, la tecnología; llega, también, de la televisión, el cine, el internet, el entretenimiento, las relaciones, la publicidad.
Mucho cuidado, ten mucho cuidado.
¿A quién hemos dejado la educación de nuestros hijos? ¿A quién encargamos la propia?
Encontrar buena educación en las escuelas es tan difícil como encontrar a dios en las iglesias.
La educación llega de padres, amigos, de la observación, del desarrollo, de la sensibilidad a la vida interna, las ideas, la imaginación; se respira con la cultura, se esconde en las palabras y acciones. Va detrás de las mentiras que nos repetimos, se filtra por los ojos, se respira con la contaminación y los ideales de nuestros padres.
No enseñamos lo que decimos.
Enseñamos desde las más profundas y enraizadas ideas. Solo enseñamos aquellos ideales por los que estamos dispuestos a morir. Y eso no tiene nada que ver con lo que decimos decir. Lo que creemos se esconde de nuestra lengua y pensamiento. Ahí entra la educación. Para descubrirnos y comprender un poco, atisbar el terreno.
¿Por qué hacemos lo que hacemos?
La educación no debe ni puede seguir al servicio de los valores económicos. Es la muerte del libre pensamiento y el actuar, la muerte de la decisión y elección.
No estudiamos, como estúpidamente se ha hecho creer; por dinero, una casa blanca en lomas de Chapultepec, una alberca o una familia de telenovela. No estudiamos por un trabajo formal, limosna mensual o ficciones de seguridad en el futuro ¿Cómo si alguien pudiera ofrecer eso?
No, no, no. Por favor, no estudies por nada que se venda o compre, no es para eso.
Estudia porque crees en un mundo mejor. Porque deseas crear, desarrollar el intelecto, porque tienes la terrible convicción e infinita voluntad; herencia universal; de abrir la mente, expandir el entendimiento; saber quién eres, de dónde vienes, que quieres. Develar los misterios, realizar imposibilidades; transformar en teorías aquello que llaman magia y misticismo.
Estudia para ver más allá de las imposiciones, para decir “te amo” en varios idiomas, para entender a otros y jamás dejar de intentar cambiar el mundo; contra todo y contra todos. Para no ser devorado por la maquinaria esclavista, publicitaria, mercadológica.
Por más que lo repitan, el humano no es un maldito recurso.
Desarróllate para que tus ojos comprendan la infinita belleza que engendra el universo y la maravilla que es estar vivo. Edúcate para caminar en búsqueda de la libertad, para jamás arrodillarte. Para perder los temores de ser tú y solo tú; de gritar y abrir la boca. Crear, crear, crear como solo las divinidades pueden. Para elegir, para no desperdiciar la vida y culpar a otros.
Edúcate para dejar de ser un conquistado, arrancarte los dominios ideológicas de la cabeza; el miedo, la frustración y la obediencia ciega. Hazlo, tu descendencia te lo agradecerá infinitamente.
Algunas revoluciones se luchan desde el pensamiento.
Me importa una mierda si crees que se te fue el tiempo; eres muy viejo, muy joven, muy tonto, muy sabio, pudiente, elegante, rubio, negro. Edúcate en la valentía, contra todo intento de sumisión, en el ejercicio del honor y el respeto.
Edúcate. No para tener un trabajo, no para ser empleado o jefe, mano de obra o látigo de capataz. Hazlo para reclamar, luchar contra la injusticia, para encontrarte, para elevar el espíritu, para ser mejor padre que tus padres, para poder amar con caricias, para morir tranquilo; con la frente alta, la memoria intachable, los ojos abiertos.
Edúcate para morir sin vergüenzas ni silencios.
Edúcate en la desobediencia y el pensamiento. Ninguna actividad humana ha generado más revolucionarios, héroes y santos. No lo digo yo.
Deja de rezar, no hay más salvador que el desarrollo de la consciencia.
Al mundo le hacen falta héroes, personas incorruptibles y soñadoras infatigables.
No encontraras felicidad hipotecando tu futuro.
Viaja, discute, descubre. Es el camino más difícil, es la guerra de nuestra vida; pero es solo nuestra y solo eso nos traerá paz.
Texto: Jose De la Serna
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SIENDO SINCERO
¿Quién carajos te pidió perfección, mujer? ¿Quién o qué pedazo de imbécil te exigió cuidar tu peso? Me duele responderte que sí, efectivamente, te ves gorda, pero más complicado aún es explicarte que me gustas así, con esas curvitas en las caderas y los indicios de celulitis en los muslos.
Maldigo eternamente las revistas de moda que muestran a mujeres planchadas, con la piel como tela egipcia preparada al vapor del Nilo. ¡A la mierda con ellas!, da miedo tocarlas y ni por accidente me acostaba con una. Me gustas gorda y no te quiero ver preocupada más por ello. Quiero que tu tiempo lo disfrutes, de ser posible conmigo, pensando en los lugares que vamos a conocer y los caminos que vamos a recorrer. Ninguno de ellos con requisito indispensable de mantenerse delgado.
Odio los ungüentos colocas en tu cabello, lo dejan de un orden perturbador, quiero olerlo sin sentir el roce del concreto en mi nariz.
Me gustas despeinada o con esa cola de caballo rápida. Me gusta verte desgreñada los domingos en las mañanas, con pijama y sin lavarte los dientes.
Y ya que estamos echando la carne al asador, odio las banditas blanqueadoras que utilizas. Me gustaban tus manchas en los dientes y ahora son todos derechos y blancos, con ese orden empresarial y alineación imperial . Mujer, tus ojos ya son los suficientemente hermosos. Tira por el caño los malditos pupilentes azules. ¡Eres morena, carajo! no te van. Quiero ver tus ojazos negros escondidos en esas cuencas, detrás de las ojeras.
No te molestes en maquillarte, resaltar tus ojos o tapar las bolsas producto de las noches de cama, luchando contra los horarios y olvidándonos del despertador que truena en un puto grito a las seis de la mañana.
Los tintes para el cabello son del infierno. No te quiero rubia, no te quiero pelirroja. Te quiero con ese pelo negro estropajoso, recio, de india; amarrado en una trenza pesada. Azabache, seguro, fuerte. Mujer, tú ya eres hermosa, no te disfraces del norte. Te quiero y quiero que seas tú para poder quererte. Elimina esas capas de maquillaje. Que si la máscara y el bloqueador, el rímel y los polvos, amarillo ocre y azul celeste. No sé si eres un cuadro en blanco debajo de todos esos artificios. No te ocultes tras los muros del maquillaje. Te quiero tocar la piel, te quiero besar los labios, te quiero arrancar la ropa y, sobre todo, te quiero, morena.
Si te comparas con el par de tetas operadas de Jennifer Wenteston –o como se llame— y el culo de mono de la tal López, si te sigues comparando con esos androides mitad carne mitad silicona, jamás encontraras tu belleza. Haz el intento, compárame con esos actores güeros inflados en esteroides y verás cómo me encuentras horrible. Con mi nariz torcida y chata, mi piel ceniza y olor a tabaco que tanto se esfuerza en ocultar Óscar de la Renta. Compárame con esos actores porno, con sus penes de medio metro y con músculos en los dientes, con los magnates y sus trajes de mil millones, sus carros voladores, su sonrisa de miedo. ¡Anda!, compárame con los que comen eligiendo entre cuatro tenedores, verás qué pronto nos deshacemos uno del otro y buscamos modelos más actuales, más brillantes y costosos. Así tus amigas te dirán “Qué linda pareja, ¿dónde se compraron?”, con esas voces de arpías...
Así es el mundo hoy. Tristemente el humano se ha convertido en un consumible, renovable, actualizable. Mujer, sólo te pido que no caigamos en eso, es una carrera insostenible. Todos nos ponemos viejos, feos y olorosos; no nos podemos botar a la basura como un artefacto acabado o un envoltorio de galletas vacío. ¡Hoy reclamo mi humanidad y la tuya! Pero en especial la tuya, que me es tan indispensable.
No somos muñecos de plástico con los que la televisión puede jugar a la familia. Si así lo hace el presidente, ¡bien por él! Ya terminará en la basura. Quiero algo mejor para nosotros. Vamos siendo sinceros y seamos nosotros mismos.
Texto por José De la Serna
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No desesperes.
Cuando te quedes solo, si te deja el amor de tu vida, si la muerte te asecha, si el cáncer te embarga y la depresión se postra sobre tus hombros; Cuando el dinero no acuda a tus bolsillos. Cuando te equivoques una y otra y otra vez, no desesperes, no te rindas; los que te aman te observan para seguir tu ejemplo.
Si todo va mal y la suerte no besa tus pasos. Cuando la inspiración abandone a tus musas y de sus ojos no obtengas las ideas; aguanta, aguanta, aguanta. Aguanta, son solo las pruebas que has de superar para mutar en un Dios.
Mientras tengas labios, aguanta; aun puedes dar millones de besos. Mientras tengas dedos, aguanta; aun puedes regalar caricias. No todo está perdido si aún tienes lengua; puedes formar palabras. No todo está perdido si aún tienes ojos para apreciar belleza. No todo está perdido si aún quedan balas en tu carrillera; puedes librar más batallas.
Aguanta. Si aún puedes cerrar los puños, puedes seguir dando guerra; ya habrá más peleas. No todo está perdido si aún queda lápiz y papel. No todo está perdido si conservas pasión en algún sitio del corazón. Si un solo átomo de tu cuerpo guarda vida, si la mínima fracción de tu alma conserva el secreto de tu aliento; créelo, no todo está perdido.
No desesperes, solo a los perros más viejos les llega.
Y si al final, después de todo, desesperas; comete suicidio antes que tomar los tan recorridos caminos de la seguridad y la cordura. Están llenos de muertos, de silencios, aceptación, sumisión, maquinas, llanto, órdenes; desierto de humanos. Si tomas ese camino, de todo corazón y lleno de la más profunda ternura, te deseo la muerte, que es mucho mejor que la muerte en vida.
Pero si aún tienes labios para besar, lengua para gritar, problemas para aprender, puños para golpear, papel para escribir, sexo para amar, pasión para luchar, alma para trascender, vida para gastar; no desesperes, aguanta.
Por José De la Serna
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Tiempo
Y si yo regresara el tiempo amor mío, lo regresaría; para verte mil veces por primera vez. Si yo regresara el tiempo; lo regresaría para tocarte mil veces por primera vez, para besarte otras mil y dejarme seducir a la primera. Si pudiera regresar el tiempo; lo haría y esta vez no dudaría tanto en acercarme, temblaría de emoción al escuchar tu voz, bailaría contigo, me olvidaría rápidamente de mis otros amores; sin miedo, sin dubitar me dejaría llevar.
Si regresara el tiempo; abandonaría los mil planes, estrategias y peleas. Llegaría a tu costado y lo primero que saldría de mi boca sería un “te amo”; solo, en las rocas.
Y si yo regresara el tiempo; viviría el día de nuestro encuentro una y otra y otra vez. Gastaría la eternidad en verte con aquellos ojos, y en lugar de salvar el mundo, agradecería todos los infortunios, porqué esos azares te deslizaron hasta mis brazos, hasta mi cama.
Si yo regresara el tiempo; me gustaría perder la virginidad contigo. Perder la virginidad en cada relación sexual. Si yo regresara el tiempo te haría el amor por primera vez por siempre, por primera vez hasta la eternidad, por primera vez hasta el fin del tiempo. Lo regresaría hasta quedar congelados, juntos, unidos por el vientre. Lo regresaría infinitamente al momento de mi primer orgasmo contigo. Lo regresaría hasta convertirnos en una fotografía.
Si yo pudiera regresar el tiempo te enseñaría lo que siento cada vez que te veo. Si pudiera regresar el tiempo nada te hubiera pasado, no habría dejado que te fueras o al menos me hubiera ido contigo.
Te lo juro amor mío, no importa cuánta sangre me lleve, aprenderé a regresar el tiempo.
Por José De la Serna
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No preguntes.
¿Cómo me siento? Preguntas tras ofrecerme tu amistad…
Me siento cómo un verbo inexistente. Me siento profundo y vacío, dominado por el vicio de tu caos. Me siento atrapado en un cuerpo que no da lugar al volumen de mis ideas; la piel se me estira comenzando por la barriga. Mareos, asco en un intento equivocado por vomitar lo etéreo.
Me siento ignominioso, irreparable, irremediable, irreversible; me siento absurdamente yo. Yo y nada más. Inquebrantable, invenciblemente yo, irrefutablemente yo y sólo yo, nada más que yo. Atrapado en la ficción; infinito personaje de rol insustancial, superfluo y vano; condenado a ser sólo eso; un estúpido yo con ínfulas de nada, castrado. Sin importar lo que haga cada día veo en el espejo lo mismo.
Condena de existencia limitada, determinada.
A veces quisiera ser pájaro, gusano, huevo, perro, león. A veces quisiera ser más un tú que un yo, un nosotros, ustedes; ayer o mañana. Quisiera ser un ellos ayer, un tu hace años. No encuentro manera de reventar y arrastrar a los límites de su existencia este absurdo yo, lleno tan de otras cosas. Retacado con ellos, contigo , con perro, gato, flor, azul, recuerdo, odio, amor, maravilla, asco, vida, muerte, perverso, obsceno, divino, belleza.
¿Cómo este recipiente de yo puede contener más nosotros, ustedes, tú? ¿Quién, psicópata degenerado, asqueroso estúpido malviviente; puede concebir tal azar, tal caos y cruel broma? Envase de dulces relleno con piedras. ¿Qué Dios obtuso pudo poner el mañana y ayer en el hoy? ¿Cómo espera que soporte tal aberración?
Me siento sentir que siento todo lo que no debería. Siento con lo que soy, esto que no soy y todo es tan equivocado; tan fuera de lugar, tan vergonzoso y dañino, tan violento, vulgar, tan infame y condenable, tan humano. Licuado de vísceras, besos y mordidas, sexo y violación, diabólico y divino, curandero y homicida.
Me siento el encuentro de dos fuerzas infinitas en direcciones opuestas, el resultado de lo inamovible contra lo imparable. Horrible ser sólo un yo cuando te siento, me experimentó en un tú. Sensación oblicua, transparente, fuera de sitio, impertinente e imprudente. Me experimentó en tu mirada, me quiero desde tus manos, me deseo en tus caricias, me pienso en tu cabeza. Soy más tú que yo en un sitio equivocado. Siempre en el sitio equivocado. Sólo se mi lugar, cuando voy de tu mano, ahí, siempre voy a tu lado; cuerpo compás, mujer brújula.
No me preguntes cómo me siento porque no tiene nombre, no tiene remedio; sólo, dame la maldita mano antes que caiga al vacío. En cualquier momento me destripo, que por poco, no aguanto ser más tiempo este tipo que no es tú ni ellos, que nos es ayer ni mañana; pero siente todo en un yo de reducidas proporciones.
No me preguntes cómo me siento mujer.
Por José De la Serna.
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Mereces lo que tienes
No mereces un amor ideal. No pidas un amor joven, fuerte, lleno de elegancia. Necesitas lo que tienes. Necesitas los raspones, los gritos, las peleas, la suciedad. Necesitas la juventud y los rompimientos, la mugre, el pecado, la traición, la sangre y el dolor. Sobre todo el dolor, no hay mejor maestro.
Mereces lo que tienes, lo que pides. Mereces tu vida y nada más. Nadie te debe nada. El conflicto es origen. Tendrás lo elemental hasta que aprendas lo vital. Si no estás sangrando, no has practicado lo suficiente. Llega hasta el final. No pidas lo ideal hasta que sobrevivas lo mundano.
No te quejes. Todo es un regalo, incluso el caos y el conflicto. No sufras tanto, no solicites tanto; tampoco te conformes. No escuches a nadie. No aceptes el trato. No existe intermediario de los sueños, además del trabajo. No existe persona que pueda darte lo que esperas; es necesario crearlo.
Mereces sólo lo que tienes. La felicidad y la ceguera, la salud y la enfermedad, los golpes y las caricias, las victorias y las derrotas. No te preguntes por qué, has colocado cada ladrillo y ya sea que formen una casa, una jaula o un castillo; mereces lo que tienes. Lucha por el resto.
Por José De la Serna
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Vete.
Vete despacio. Sal de mi vida haciendo desorden. En la mayor cantidad de movimientos. Por favor, te lo pido, márchate despacio; después de quinientas tazas de café y un millón de conversaciones.
Tarda muchos años yéndote.
Si es inevitable no verte, lo acepto, pero no desaparezcas a la primera, por favor. Ve perdiendo el color, de a poco, desvaneciéndote junto al recuerdo, prosigue hasta ser una transparencia; sin dar cuenta hasta mutar invisible. Dime muchas veces que te vas, diario, durante cuarenta años. Despídete tres veces al día. Termina nuestra relación seis veces por semana.
Cuando me dejes, espera un momento; cinco minutos y un beso, cinco minutos y adiós, cinco minutos y otros cinco minutos.
Toma cualquier pretexto; tu blusa, tus faldas. Regresa por tus cartas, de una en una, de letra en letra. Regresa por tus medias, por la taza, las sabanas. Déjame esconder algunos objetos; regresa por ellos y finge no encontrarlos. Como si no conocieras a la perfección mis lugares secretos. Regresa por mis cosas, toma cualquier circunstancia. Regresa por el polvo y los recuerdos.
No regreses por mí. Aléjate de mi vida, pero hazlo, por pura consideración, muy despacio. Dale tiempo al tiempo que separar un par de vidas no es cosa de días. Llama por teléfono y reduce las palabras, una por año. Deja que tu voz se esfume. Llama hasta que lo único por decir sea el timbre, tu nombre en la pantalla. Solo recuérdame que estás ahí, que aun existes, que no eres ficción en la memoria.
Recuerda que algún día hubo amor y la creencia de ser el uno para el otro.
No me malentiendas. Sí vete, lejos. También estoy harto de tu carácter y los problemas, los malentendidos, los engaños, las traiciones. Estoy harto que corriendo de tus brazos caiga en los de otras mujeres. Estoy cansado de quererte. Cansado de esta relación que daña sabroso, daña rico, lastima placentero. Fastidiado de los celos, las locuras, las drogas y los besos. Cansado de no saber qué cosa es el amor; que todo suene a pecado y condena.
No más.
Vete, largo de mi vida; pero hazlo, por pura consideración, a paso forzado, muy lento. Vete, pero tarda ochenta años.
José De la Serna
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Corre.
Nuestros sueños coincidieron en camino, una intersección breve y hermosa.
Coincidimos en camino, no en destino.
Es un dolor extraño. Te marchas porque mi lado es marchitar. Te vas porque me amas. Me duele, pero más me dolería saber que soy obstáculo, más me dolería verte perder el brillo de los ojos, desplumar tus alas. Más me dolería verte con el trasero aplastado contra el sillón y el rostro embarrado en el celular. Más me dolería ver tu necesidad de brindar todos los días para anestesiar el dolor de la incapacidad, tranquilidad, comodidad, pasividad.
La vida juega pesado.
Tenía que ser justo ahora. Ahora que nos amamos tanto. Tenía que ser justo ahora que nos disolvemos en brazos, en café y cigarros. Justo ahora que me curas a besos los ideales.
La vida juega pesado.
Y si así tiene que ser ¡que así sea! No me doblo. Me levanto de puro orgullo. Me levanto porque no voy a responder a tu iniciativa con cobardía. Me levanto para mostrar respeto al amor que depositas en mí. Así que sí ahí lejos de mí están tus esperanzas ¡ve! ¡ve! ¡Corre amor mío! No me despido, te alcanzo en el destino.
Corre de idiotas, idolatras, católicos, cristianos, correcciones, calificaciones, conventos. Más vale que tener fuertes las piernas, has de correr bastante. Corre de lo que te impida, amor mío.
Muy claro me queda que las personas no son maleta, no debemos cargar con ellas. Muy claro me queda que el amor si no libera es eterna condena.
Un placer caminar a tu lado. Corre, alcanza tus sueños. Corre de gente normal, de amores que buscan anudarte. Corre de los que embarazan. Corre de la monotonía. Sobre todo, corre de mí que pretendo hacerte mi costado, cómplice, costillar. Corre de mí que no te dejaré volar, que te quiero conmigo.
No sé si alguien en esta vida; en este universo, en esta existencia, merezca hacer sus sueños realidad. Si alguien lo hace, eres tú. Porque colmaste de amor mi persona. Corre tras tus sueños. Si alguien debe hacerlo eres tú, porque me llenaste de ellos. Me contagiaste tus ganas de vivir, me llenaste de besos, cicatrices y deseo.
No dejes de buscar lo que buscas.
No sé si alguien pueda encontrarse en esta vida sin significado, en esta insoportable consciencia, pero si alguien puede, eres tú. No sé si alguien deba, pueda o merezca estar a la altura de sus objetivos; pero si alguien debe, puede o merece, eres tú; porque me haces sentir amado; y eso es, probablemente, lo único que calificará nuestras vidas, eso es, probablemente, lo único que al final importa; y eso es más de lo que muchos pueden decir.
Amar.
Así que corre, corre, corre. Te veo en el destino, te veo al final del camino, donde todos somos uno mismo.
José De la Serna
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La luz al final del túnel. No se muere una vez en la vida. Se muere con cada latido, cada lucha. Se muere con los besos, los desamores. Se muere un poco cada viaje. Se transforma el alma y renace. Vivir, morir, descarnar y renovar el espíritu. Y para crecer, para madurar, para conocer; morir. Para evolucionar; asesinar al niño y adolescente que cargamos en la memoria, exterminar el protocolo del adulto; despedazar los ídolos, padres, escuelas; transgredir los santuarios y a nosotros. No somos templos intocables, frígidos ni morada divina. Somos arcilla que se moldea. Habrá que meter las manos al lodo y mancharnos y poner agua y equivocarnos mil veces para encontrarnos; para figurar que carajo somos. Resulta indispensable vivir guerras, pelear dioses y demonios; dejar escurrir la sangre por la alcantarilla. Descarnar, limar, lijar, limpiar. Vaciar el corazón, destilar la consciencia. Para vivir hay que morir de forma frecuente. Aniquilarnos, perder todo. Porque vida solo la que perece. Porque vida carga fuerza en muerte, finitud, brevedad. Porque a sabiendas de un final no se duerme ni descansa, no se duda ni retracta. Porque los temores no entran en periodos cortos. Porque el amor es instante, segundo, fotografía; ahí una vida enamorado, ahí una vida honrada y valerosa. ¡Que vivan los que pelean! ¡Vivan los que quieren! ¡Vivan los que merecen y buscan y desean y se equivocan y aman y no escatiman y no dan media vuelta! ¡Los que dan el paso al vacío y sangran y lloran y enfurecen y aman! ¡Los que construyen! ¡Que viva la gente que arde y explota y canta y danza! ¡Que vivan los que mueren! Gracias a la muerte, motor humano. La eternidad solo sirve para fastidiarse y conocerlo todo, para ser un erudito y un dios que nada sorprende. No se muere una vez en la vida. Se muere cuando se ama con fuerza, cuando se persigue un ideal. Cuando no, solo se pudre la cabeza y nos habita un vegetal. La luz se ve al final del viaje, al final del túnel. ¡Vive!
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¿Quién? ¿Alguien perdonará los errores de la humanidad? ¿Alguien se llevará toda la violencia? Los pecados, las mentiras, las guerras. ¿Alguien puede devolver piernas y brazos, ojos y dientes, almas y vidas? ¿Quién puede secar el llanto de madres sin hijos? Que andan con cadáveres entre sus senos, la ropa raída y manchada; manchada de polvo, tierra, escombro, sangre. ¿Quién perdonará y redimirá a los que crucifican, lastiman, disparan, adiestran, roban? ¿Quién puede saciar la sed de petróleo, oro, conquista, poder? ¿Quién limpiará las aguas manchadas de químicos? ¿Quién recuperará las tierras explotadas? ¿Qué empresa regresara el tiempo a sus esclavos? ¿Qué compañía devolverá el cerebro a sus consumidores? ¿Quién lavará los pecados acumulados a lo largo del tiempo? ¿Quién le devolverá la dignidad, el valor, el respeto, el amor, la vida; a los perpetradores? ¿Qué dios rubio, de ojos celestes y piel aperlada; descenderá de los cielos para perdonar todo, hacer el corte de caja, el borrón y cuenta nueva? Espero que ninguno. Me niego a perdonar a cualquier salvador. Hemos hecho cosas que no merecen perdón. Hemos hecho cosas que deben permanecer en la memoria, carcomiendo nuestra historia, recordando, siempre y para siempre las cosas que somos capaces de hacer, la sangre que podemos derramar, la corrupción a la que nos empuja la debilidad del cuerpo y la ignorancia de la mente. Espero que seamos tolerantes y podamos perdonarnos a nosotros mismos. Espero que no regresé ningún salvador. Espero que no baje ningún Dios. José De la Serna
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Acerca de Dios El director, el fotógrafo, el escritor, van condenados a existir detrás de sus creaciones. Llenando los vacíos con falsas y maravillosas visiones. Cada detalle, cada línea, complemento, composición, cada giro argumental; solo es reflejo de las carencias que construyen al artista. Creatividad y genio, condena eterna. Los dioses del universo viven ocultos, protegidos por el velo de su propia ficción. Nosotros somos la obra. La pregunta no es si existe un Dios, la pregunta es ¿Cuál es la carencia que lo hace creador? ¿Por qué se oculta Dios detrás de su absurda creación? ¿Qué carencia del universo hacen del humano el escaparate ficcional del origen creador? El humano tiene el poder, sobre cualquier otra habilidad, de crear, inventar, ficcionar; agregar elementos imaginarios a la realidad. Es el humano quien dota vida y sentido a lo que materia inerte debería ser. Entonces, curiosamente, es la carencia la mayor virtud humana. Pobre animal el que se defiende de ser devorado postrándose en el plato de su depredador. Solo nos queda dudar de la vida, de la consciencia, del individuo; por ser una improbabilidad en un universo de exactitud, una contradicción, un error, un agujero en el sentido. Debemos ser un sueño, la fantasía de un pobre diablo o un pobre Dios; que en su infinita soledad inventa un hormiguero de personalidades.
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