Dentro de un cuarto sucio y desordenado, se sentaba Heriberto a pasar las tardes grises y heladas. La droga se había transformado para él, en la sustancia clave para sobrevivir. Porque en su interior, Heriberto era un hombre fracturado, triturado y vomitado por el tiempo implacable, que le había quitado todo. Sus ojos habían presenciado tanto, que su mirada caída, reflejaba un nihilismo triste. No había remedio ni solución al problema. Ni siquiera perder el tiempo intentando de entenderlo, si al final, un cancer se cuestiona el por qué es un cancer?
Heriberto había decidido por ser investigador privado, no por el amor a la ley ni por haber tenido un pasado como policia. Tampoco era uno de esos buchones frustrados. Para él, esos eran todos vigilantes, yutas, los mata fiestas. No había tomado esa decisión en busqueda de una justicia efimera. No, él entro al mundo de la investigación, más por saciar su curiosidad. Heriberto se auto proclamaba el voyerista de la oscuridad humana.
“Si realmente el sufrimiento diera lecciones, el mundo estaría poblado sólo de sabios. El dolor no tiene nada que enseñar a quienes no encuentran el coraje y la fuerza para escucharlo”.
Sigmund Freud.