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El Cuadro que los ojos no leen
Deseable, pero nunca amada.
Esa es la consigna conocida y familiar,
precedida de un hielo que asalta las venas,
efecto del dolor y del estar viva.
Mujeres como yo, muy pocas, las menos
existimos sin el temor de desagradar,
y al paso de los años vamos hilando un vestido lleno de bolsillos
para llenarlos de las piedras del camino.
Él tampoco era, él tampoco fue, ni será.
Los hombres que han huido de este campo de batalla
esperan al fondo de mi lago artificial.
Yo tampoco era, ni fui, ni seré.
Es el costo de ser
en demasía, muy loca y subversiba.
Nada tan original o rutinaria,
simplemente una hembra envuelta en nada
Una mujer sin nada que ocultar.
LOS OJOS NO LEEN EL CUADRO
Noelia Pérez
Foto por: Ancestral Fotografía
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Santiago de Chile
Porque el ser humano vuelve...
siempre vuelve a los lugares donde fue feliz
y la idea de que todo tiempo pasado fue mejor alienta sus pasos,
yo vuelvo de cuando en vez a tu remanzo
a tu locura diversificada;
democrática, descarnada
competitiva, colorida, extenuante
demandante,
en la que los sueños pueden realizarse.
Escenario divino de atribuladas masacres y resurrecciones magnánimas del pueblo,
ciudad en la que los mediocres mueren
y las piedras destinadas a ser diamantes son pulidas como por inercia,
en la constante lucha de la sobrevivencia.
Lugar lleno de amantes, amigos, sangre, tertulias, violencias, pasiones, ideales,
estrategias;
de punk, de rock, de literatura, de sabores, de despertares, de embriaguez,
dueño de una noche que nunca acaba.
Santiago se rebalsa y avanza como un gigante incendiario, que se alza para hacerle sombra a este largo cuerpo que desde Arica a Punta Arenas le rinde pleitecia.
Santiago no adopta,
solo recibe a aquellos que nunca pudieron con su lugar de origen.
Santiago no tiene culpa,
y en sus nuevos guetos alberga bajo su nube gris a sus nuevos voluntarios prisioneros.
Hay que ser valiente para ser Santiaguino,
y mucho más aún,
para dejar de serlo.
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Adoquines bíblicos
Cualquier día de estos tus pasos podrían retroceder las andanzas de antaño,
Los maullidos de los gatos noctámbulos, compañeros de las aficiones a puerta cerrada,
Los peligrosos adoquines que entrampan las agujetas que nos hacen gigantes
Las luces tibias rebotando sobre las ventanas, los muros que esconden vidas, secretos, amores y odios
La curva al final del camino junto a esos faroles, cómplices copilotos de millones de zapatos, unos entusiastas, veloces siderales cargando otra vida en sus espacios.
Otros fatigados, desesperanzados, rutinarios. Los moribundos, esos que ya no volverán a pisar la misma senda y van dejando el último rastro de polvo impreso como letras de biblia en aquellas calles.
Cualquier día de estos, tus pasos podrían avanzar esas andanzas desconocidas que el futuro depara, sosteniéndose en el mismo cuadro que soporta mil almas diarias.
Pintura de Paulo Verdugo.
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Pequeños Infiernos
Patricio lavó sus manos cuidadosamente para que no quedara rastro alguno de olor ni huella del semen que recién había expulsado de manera liberadora. No se demoró más de cinco minutos en aquella labor sanadora que requirió de total concentración a favor de deshinchar el miembro torturado que cargaba entre sus pantalones.
Desde el principio de la organización de tanta fiesta, tanta cena, tanto evento, más que el estrés propio con que el mundo se tomaba las fechas manoseadas por el comercio y un exitoso capitalismo que se burlaba de sus víctimas, que su única preocupación tormentosa se había enfocado en cuántas veces iba a tener que encontrarse con ella… oírla, verla reír descontroladamente, pasearse como gacela para terminar con los tacones en la mano para bailar de forma cómoda, sentarse a lo gitana, mientras captaba la atención de gran parte del público asistente, y contaba alguna historia jocosa, que a todo el mundo o incomodaría o maravillaría. Y él sabía, o habría apostado de buena gana que no llevaba puestos ni calzón ni sostenes.
Esa mujer, pensaba Patricio, inconveniente, demasiado espontánea, con una personalidad avasalladora, tenía la facultad de calentarlo desde siempre, de avergonzarlo, de hacerlo abandonar su cautiverio moral, su rol de buen esposo, el curso de bautismo, el taller matrimonial y convertirlo en un hombre con la necesidad de la paja diaria, durante todo Diciembre, o cada vez que se daba por enterado de que la mejor amiga de su esposa había vuelto a Santiago, y su mujer festejaba con entusiasmo, las nuevas proezas, o la vida libertina, llena de emociones con las que Catalina los divertiría. Apenas se enteraba, volvía a fumar empedernidamente, rezaba más, se confesaba sagradamente todos los domingos, tenía sexo con su mujer colocándole el rostro lujurioso de Catalina, a Dios le constaba, todo el esfuerzo que implicaba enfrentarse a lo que era para él, la representación misma del demonio en su perfecta vida, con sus niñitas de La Salle, o de la divina trinidad, o de cualquier mierda con una gran Cruz como emblema. Catalina era su cruz, era los minutos que ocupaba en fumarse los cigarros frente al aparth hotel de turno en el que ella pernoctaría, dentro del cual se la imaginaba cada noche con un nuevo visitante, un nuevo desgraciado que podría lamerle ese coño como a él le hubiese gustado hacerlo, así como haber jalado de su cabello mientras ella con sus ojos almendrados lo miraría desde abajo, mientras le paseara la lengua por el glande. Cómo aquel extraño, huésped de su espejismo, iba a sustituirle cuando le besara la espalda, el cuello su gran boca y le tomara con ambas manos las sendas tetas provocadoras, pecaminosas, que Catalina llevaba libres por la vida como una proyección de sí misma…era una maldita.
Catalina, sentada en la cama, sostenía en sus manos un bold generoso de fideos con Tocino, mientras la copa de shiraz reposaba en su velador al igual que el invitado nocturnal.
-Te quedaron riquísimos, guapa.
-Ya sabes que con hambre es mejor no relacionarse conmigo, le contestó ella, riendo.
Terminó su plato lentamente, sintiendo el sabor de cada uno de los ingredientes, sin apuro alguno, bebió su vino. Se tiró hacia atrás y palmoteó el vientre prominente que le nacía después de cada comida.
-Bien querido, creo que fue todo por hoy. Te lo agradezco, pero ya sabes que no te puedes quedar…
Dicho esto, se paró de un salto, sacó un sostén del armario, un par de calzones, agarró un cigarro, se dirigió al ventanal y empezó a fumar.
-Nos hablamos, guapa, resonó la voz de fondo. Se cerró la puerta…
Catalina se terminó el cigarro, con su vista fija hacia abajo, descubriendo, imaginando o sabiendo que él estaba ahí, como siempre, acechándola. Metió sus dedos bajo las bragas y utilizó su humedad para empezar a darse placer- ya estás ahí de nuevo Patricio, cómo me gusta pensarte masturbándote por mí, sentirte desesperado, dejando de ser el boludo que eres actualmente, teniendo el miembro siempre lleno por mi causa, como me gusta, como me gusta que no vayas a poder nunca poseerme…Y se dejaba ir para tener un orgasmo sufrido, consigo misma.
Al acabar, lo usual sucedió y asomaron en su cara, las lágrimas solitarias por Patricio, su compañero de carrera al cual le había presentado a su mejor amiga, y el muy desgraciado había preferido a Claudia, la tranquila, la chica de iglesia, una excelente mujer sumisa, casi aburrida, sin grandes ambiciones ni conflictos internos, y no contento con ello, se había casado ella. A ella no le quedó más remedio que ser la perfecta madrina, continuar siendo una gran amiga, e irse bien lejos de toda ese mundo asquerosamente mentiroso y convencional…
Patricio, mano en la entrepierna, pañuelos desechables en el bolsillo, vio salir del edificio al extraño que ocupaba un lugar que podría haberle tocado a él y sintió entre los huevos y su cerebro, su falta de valentía.
Ambos contemplaron, el uno hacia arriba, la otra a través de los visillos, a su objeto de deseo, a su fruto prohibido, al pequeño infierno, que los hacía sentir tan vivos y miserables al mismo tiempo, en medio de tanta “vida perfecta”.
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Vale la pena leerlo.
Carta A Bonsái
Los vientos que me llevaron a tus hojas pedía que cuidara de tu raíz, así como tu cuidaste de mis manos. Y juntos dimos frutos, juntos nos estiramos para alabar esos vientos que nos encontraron y que nos siguen reencontrando.
Tuve la suerte de con un pestañeo tuyo ver las mariposas que revolotean en promesas futuras, y en el dichoso tiempo del camino a tu lado me preparé para cuando llegara este día.
Tu espalda en mi espalda antes de un adiós físico que anunciaba las pocas veces que nos encontraríamos de nuevo, mas con la promesa de no alejarnos tanto, no perdernos mucho, no desaparecer demasiado, no olvidar lo que hemos cantado y distanciarnos con tanta letra de por medio, con tantos miedos, tantos fracasos sin conocer.
Ahora te confirmo que mantendré el recuerdo de la joven promesa, el río me llama porque el viento ya no puede llevarme más allá, la tierra se está volviendo infértil y la promesa se disipa con recuerdos que quedaron escritos entre nosotros, hay personas que caminan al rededor del río sin saber como es y yo anhelo lanzarme sin volver.
Te quiero por la poesía en la que envolviste mi vida, por la luz en cada paso, por el perpetuo aroma de los sueños solidos y tangibles de un mañana.
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Cuento de Navidad
Eran pasadas las nueve de la noche de ese 23 de Diciembre. Juan aparcaba su carro de supermercado en el callejón de siempre, mientras se sacudía con desgano el común traje rojo que la época estival proponía usar, cuya variante le obligaba a escuchar las peticiones de los pendejos mal criados que concurrían junto a sus padres a realizar las nunca ausentes “compras de última hora”.
Sacó de su morral dos bultos envueltos, uno de ellos un pan de pascua, el otro, una botella de Capel. Dejó toda la historia de esa parte de su vida bien cubierta, esa parte que apenas cabía en un carro de supermercado, se lavó con el agua que consiguió juntar del grifo del final de la cuadra, sacó de entre sus cachureos una prestobarba sin uso, se cortó ceremonialmente cada uno de sus pelos amarillentos, sacó de otra bolsa de basura una polera y un pantalón, y antes de las veintidós treinta se alejó del callejón con paso rítmico, sin haber probado el pisco, cargando solamente el pan de pascua.
Sofía botó los condones desparramados que su último cliente había dejado tirados en su pequeño departamento, si es que así se le podía llamar a ese espacio remitido a un dormitorio y a un baño. Después de brindarse una fugaz ducha, procedió a revisar cada rincón de su cuerpo como acostumbraba a hacerlo cada día y a maquillar alguno que otro moretón marcado en su piel, luego del término de su jornada “laboral”, contó un pequeño montón de billetes que finalmente guardó en una bolsa de género que recordaba el trabajo manual de un niño, cuyas letras mal cocidas se unían para dar paso a la palabra: mamá. Sacó un vestido bien planchado de entre sus pocas prendas, se colocó solamente una capa de rimmel, guardó el manojo de billetes en su cartera y bajó las escaleras con la actitud de quien emprenderá un gran viaje.
Gastón y Gladys estaban nerviosos, esas fechas siempre eran demasiado emocionales, y bien podían sacar lo mejor o lo peor del ser humano, contemplaron la mesa adornada de navidad, el primero se encargó de que todo el alcohol de la casa estuviera bien escondido, la segunda de que la carne quedara como “papita”. Entre todo el quehacer doméstico Anaís bajó las escaleras frenéticamente, se veía hermosa con el vestido nuevo que sus padres le habían regalado para la festividad, entró saltando a la sala, agarró un par de galletas de jengibre dispuestas en una bandeja, se acercó al gran árbol dispuesto, y jugó con algunos de los adornos.
-Anaís!, no rompas ninguno, mi corazón, juega con cuidado. Le dijo su madre.
Gastón miró de reojo a Gladys, se le acercó y silenciosamente le preguntó:
-Le decimos ahora, ¿cierto?.
-Sí, es mejor.
¡Anaís!-dijo Gastón- recuerda que hoy nos vienen a visitar esas personas que no tienen donde pasar la noche buena. ¿Cómo debemos ser con ellos?.
-Amables…dijo la pequeña, que ensimismada continuaba jugando con los adornos del árbol navideño.
A las 23 en punto, sonó el citófono del condominio, Gladys se remitió a confirmar las visitas, Gastón se paró presuroso del sillón, y con paso decidido llegó hasta la mampara.
Sonó el timbre, Juan y Sofía atravesaron el umbral, mientras Gladys abrió sus brazos que envolvieron a una Sofía que murmuraba reprimiendo un sollozo:
-Gracias por permitirnos venir un año más, la hemos extrañado muchísimo. Te traje un poquito de dinero que tengo ahorrado, siempre sirve…
A lo que Gladys respondió: No me agradezcas, y ni se te ocurra pasarme ese dinero, mi querida amiga, sin ustedes nosotros aún no podríamos tener una hija…Estamos unidas de por vida.
Gastón y Juan se dieron un fuerte apretón de manos, mirándose a los ojos…
-¿Ella está bien?-Preguntó Juan.
-Más inteligente que nunca…déjame, te recibo el pan…
Gladys se restregó los ojos, compuso su rostro, y sosteniendo la mano de Sofía exclamó:
¡Anaís!, ¡venga a saludar a los amigos de los papás!.
A veces para poder sobrevivir a la vida, es necesario hacer lo imperdonable.
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Un placer leerte, siempre me impresionas. @vanessamartazaccaria .
La espuma flota sobre el mar amarillento de la cerveza
Sentarme en el balcón no hará que desaparezca la tristeza. Ya sé. Por lo menos no me siento cerca del cemento. ¡Es increíble! Desde acá sólo se ven autos y supermercados que ya cerraron sus puertas hace horas y entonces, a la gente no le queda más que cenar e irse a dormir; y custodiar con un ejército subconsciente sus sueños materiales. No entiendo por qué siguen así, ¡los oí quejarse! ¡los veo infelices, todo el tiempo! No me entra en la cabeza cómo no quieren darse cuenta, cómo siguen ocupados en las planillas que se rellenan pidiendo permiso para existir esas que ponen: OCUPACIÓN: (En letra bien clara y mayúscula, como intimidándote) y uno responde: secretaria, abogada, médica, camarera, gráfica. Qué sé yo… Hay un momento en la vida cuando uno está sentado a altas horas de la noche, que la luna parece brillar solo para vos. Cuando uno se toma una birra bien fría y no entiende por qué o para qué vive, o quién es y qué es. Lo único que sé es que me encanta ver la espuma flotando en el mar amarillento de la cerveza. un mar de interrogantes. una pausa para creer aunque sea en la esperanza. La brisa de verano es agradable y me caen sobre las piernas una pequeñas flores, ¿De dónde habrán emigrado? La tristeza es inmensa. Triste que sea casi obligatorio pegar el portazo llena de bronca, después de una jornada de miserias, después de eso que se llama trabajo. Ya las ventanas de los edificios de en frente apagaron las luces y bajaron las persianas. No hay nadie. No hay nada. Salvo los autos y los supermercados, rodeándome. Vanessa Zaccaria
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Carta #5
A @niorvogrin
Sé.
Sé que mi silencio fue eterno. Al menos así lo sentí yo. Verás, las ventajas de no poder amar a alguien, generan un estado de soledad cómoda, que te traga, que se manifiesta en una relación estable con el ordenador, con el libro de turno, con los sabores de mi cocina que como un pincel, pinta en el estival verano mis platos inventados de mil colores,
Hago de todo por estos días, de todo, para olvidarte, en efecto hace ya un buen rato que no me lo planteo, cada labor que realizo me llena por completo. Odio decirlo, pero existen días que no te pienso, y tu rostro empieza a tornarse borroso y es cuando tengo miedo, miedo de imaginarme sin pasión alguna por la persona que más me hizo avanzar o alzar el vuelo, Miedo a terminar escribiendo una carta como lo haría el común de las personas, sin mucha complejidad ni drama, desde lo simple y vulgar que es el amor. Sí. Si lo llevamos al término Universal, es una burla que hasta seres humanos tan mierdosos como los policías, como los políticos, como los militares, se puedan jactar de haberse sentido enamorados, con una podredumbre espiritual semejante a las larvas, con la mente limitada de un níspero,
Más, mi querido, mi amante, mi amigo, y en las causas, en las luchas, a veces mi hermano, no todo se basa en esta temática del tenerte mordiéndome los labios, francamente, en eso eres reemplazable. Te amo en la decisión que me hace reconocer que no se trata de un solo tiempo, y que tú y yo estaremos en una constante red paralela, tú en tus paisajes, con tus propios buenos y malos días, yo con lo mío. Hasta que un instante las líneas equidisten y nuevamente sonriamos al choque de nuestras copas, sin embargo ahora, por estos días, ya no vivo más, para solo extrañarte.
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El ESTRENO
El primero de marzo de 1995 fue un día más que especial para esa tribu que alojaba por esos días por el barrio república. La puerta de mi dormitorio tronó a la llegada de Tabo anunciándome con rimbombantes volúmenes de su ya inquieta voz, que ya era el ansiado día. Su excesivo entusiasmo me indicó que la primera anfeta del día ya nadaba por su flujo sanguíneo, agarré mi toalla y partí al baño que me quedaba a dos dormitorios gigantes más, como en toda casa antigua, diseñada para humanos y no para ratas, se permitía esa distancia cuyo recorrido se tornaba tedioso a la hora de las necesidades biológicas.
Después de la ducha fría auspiciada por el calor que aún persistía en Santiago, mi habitual café, mi barclay matutino y algo para el estómago, bajé presurosa al primer piso, en cuya mampara, un apuesto Patricio de veinti tantos, me esperaba ansioso, también fumando.
Eran las cuatro de la tarde y ya todos habíamos reposado la spandex de la noche anterior, en la cual me había lucido de la mano de algún seudo pintor que había dibujado algún mamarracho en mi cuerpo desnudo, había bailado desenfrenadamente hasta botar esa oscura desvalidez que habitaba en mí tan tormentosamente por esos tiempos, bebido lo pertinente, y comido nada. ¿Quién necesita comida cuando se es tan libre, amoral y sin esperanzas?
Ya recuperada, me quedé ahí admirando la belleza masculina de mi fiel amigo, hasta que Tabo apareció ataviado por unas plumas moradas y advirtió estar listo. Como siempre, floreció la carcajada y extasiados nos fuimos caminando hasta huérfanos, al maravilloso Grand Palace que estrenaba justamente ese día la aclamada “PULP FICTION”. Yo tenía diecinueve años.
Compramos entusiasmados las entradas, unos chocolates, dejamos a Tabo en la cola, y nos encerramos en los baños Patricio y yo a fumar escondidos el correspondiente pito que ameritaba la ocasión. Nuestra amistad llena de un sano filtreo, nos permitía ciertos roses, sensualidades movimientos y gestos, más nunca más allá de un beso en estados de evidente ebriedad.
Nos fumamos la mitad del porro y ya impactados por la risa entramos a la sala.
Alucinados por la controversial película, que para esos tiempos lo fue, no nos preocupamos para nada cuando vimos aparecer de reojo a unas seis o siete siluetas humanas, que para mí por los efectos del pito, parecían muy cabezonas a simple vista, y sin darles importancia continué hipnotizada con la imagen de una Thurman sin botox en la cara, de melena negra y sensual, bailando el mejor twist de la vida junto a un Travolta repuestito.
Estaba en eso, imaginando que yo debía ser como esa mujer, cuando de pronto escuché la voz de Tabo, exclamar a mi lado:
-¡SUÉLTENME!
Me paré como si una aguja se hubiese insertado en mi espalda y de pronto sentí la presión en mi brazo y la voz de un hombre ordenándome:
-¡SALGA RÁPIDO!
Ante mí se precipitó con la rapidez de las malas sorpresas, otro escenario, al salir de la sala y verlos ahí, pegados a la muralla, piernas y brazos separados, a mis amigos y a unos diez espectadores más, a mí misma ser registrada de pies a cabeza, transpirando por haberme quedado con la mitad del pito entre mis pechos, que menos mal, los pacos recientes de la post dictadura, no se atrevieron a revisar. Pudo ser efecto de las anfetas, las emociones, de la película o de la impresión misma, que el pobre Tabo, terminó tambaleándose frente a las “autoridades” y al querer afirmarse de uno de ellos, terminaron ambos en el suelo de forma estrepitosa.
Mi siguiente recuerdo es estar en la posta central, esperando que le cocieran a Tabo el tajo nuevo de recuerdo que le deparó ese primero de marzo, cuya cicatriz lleva hoy en su sien, pasando el bajón de una culposa volada, muerta de sed, y recién enterándome que nuestro anhelado destino de aquella tarde, había sido cambiado por una banda que escogió justamente ese día, robar el dinero de las entradas del Grand Palace y a la fuerza de “inteligencia” policial, no se le había ocurrido nada mejor que creer que los ladrones se habían escabullido junto al público.
En resumen, tuve que esperar muchísimo tiempo y arrendar en el “Blockbuster” la mítica película, tiempo que no pasó en vano, y que me llevó a otras compañías en mi vida.
Mas esa… esa es otra historia.
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Una pena que tumblr nos censure.
EL CUERPO NO ES OBSCENO, ES SOLO CUERPO. LA CENSURA VA DE LA MANO CON LA REPRESIÓN, LAS RESTRICCIONES DAN PIE A LO OCULTO Y EN ESA INSTANCIA ES CUANDO AFLORAN TODO TIPO DE BAJEZAS HUMANAS. VIVA LO ERÓTICO, VIVA LA SENSUALIDAD, A QUIEN LE INCOMODE, ES SIMPLE, NO ME SIGA.
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Perfección.
Milena - primo cassol 2018
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Carta #4
A @noeliacatalina
Mi amada.
Siento mucho escribirte tan tardío después de la carta que anunciaba mi partida. Seguramente por mecionarte como “amada” en esta carta, pensaras de inmediato “aquí va de nuevo este cretino”.
Reconozco ahora todas las veces que he revolcado tu vida, seguramente por egos machistas inculcados desde el vientre, una semilla de planta carnívora que creció en mí y por la influencia de mis raíces creía que estaba bien, que era normal; te vi como mi mayor tesoro y saqué hasta la ultima moneda de oro de ti. Y no lo comprendes quizá del todo bien, pero cuando te fuiste revolcaste mi vida.
Inicialmente pensaba en que alguien robó lo que por derecho era mio. Tú que te apropiaste de mi virginidad y una cuarta parte de nuestras vidas, anunciabas con tu mirada roja puesta en el balcón perfumado con el smok del cigarrillo que camuflaba la ansiedad de mi regreso que estabas cansada, pero yo solo me repetía “aquí va otra escena de celos silenciosos.” Te fuiste y a pesar de los múltiples orgasmos que retumbaron después el silencio, tu silencio predominó, me arrepiento hoy Y del arrepentimiento solo nació el deseo de quemar todas esas fotos de viudas, separadas, casadas, amantes anónimas…
Sé que estarás preguntándote cuantos litros de alcohol o alucinógenos ingerí para dar con estas letras, o que fulana me dejo el pito iniciado para derramar tanta tinta tan clara… Pueda que juntas razones sean un motivo pero ya me cansé de mí, ya me cansé de buscarte en otro cuerpo. Te deseo aquí conmigo, pero se que no es posible siendo el hombre que soy.
Mañana viajaré a la India.
El mounstro que dice amarte pero te caza.
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El fin del sueño
Así fue como en un santiamén, desaparecieron los últimos billetes de su bolsillo cuando pagó el endulzante para el café. Giro sus tacones sobre el mismo eje, se metió un dedo en la boca, hasta dar con algún borde de piel saliente y la arrancó con la fuerza de sus dientes delanteros, llevaba casi dos meses sin manicure en sus uñas, las cuales había tardado casi cuarenta años dejar de masticar. Hoy volvía a ser aquella mujer vulnerable.
Observó el interior de su hermosa casa, en el que su mano y gusto se dejaban notar en cada rincón del lugar. La piscina del jardín desprovista de agua y pintura, parecía mofarse de las jornadas luminosas que en alguna oportunidad rondaron aquel patio bien estructurado de clase media alta, el pasto, ahora convertido en maleza, brillaba, mientras el sol iba secando los vestigios de un jardín al menos cómodo y de un mejor pasar.
Después de esa compra, de dejarles comida a sus mascotas, de pagar la matrícula del colegio particular, de dejarle mucho queso y jamón a su hijo, se paró ante el espejo del lavamanos del baño y descubrió también la pobreza en la raíz de sus canas, en esas manchas oscuras que habían nacido de forma abrupta y habían rodeado sus carnosos labios resecos, porque así es cuando la pobreza entra por la puerta y ya no hay nada que pueda salir por una ventana, es tan maldita que comienza a habitar el alma, a proyectarse en el cuerpo, hasta mancillar el espíritu.
Sintiéndose sola, vieja, cansada de taparse las ojeras que asomaron en el paso de los últimos meses, contuvo un largo aliento, sintió a la desesperación aflorar en el centro del pecho, buscó alguna idea, ella siempre solucionaba todo, pero esta vez no encontró ninguna. No existió plan b.
Esa noche abrió la última botella de vino oculta en un mueble para alguna ocasión especial, preparó la comida que tanto le gustaba a su hijo, sostuvieron una charla sobre el viaje fuera del país que le habían impuesto pagar el resto de los apoderados del curso, acusándola sin miramientos de tener un hijo sin padre conocido, conversaron sobre la universidad y ella una vez más le trató de inculcar el bien y el sentido común. Lavó los platos,se sirvió la última bolsa de té verde, les dió a todos el beso de buenas noches sin ningún rasgo o síntoma que acusara su imagen reposando sobre su cama roja, vestida, maquillada, congelada y frígida, la mañana siguiente.
Junto a ella habían tres monedas de cien pesos cada una, el celular sin clave, veinte mensajes del banco amenazándola de embargo, unos treinta de unos cuantos descabellados tratando de embaucarla para tener sexo, un par más de otro tipo de hombres y un pequeño papel escrito a mano que citaba: ya no soy parte del sistema.
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Carta #4
A @niorvogrin
Día Uno:
Que cómoda es esa circunstancia bendita de estar provisto de un equipaje liviano en todo lo que a la vida se refiere. Poder subirse a un avión y que la mente se someta a una selectiva pérdida de memoria temporal, afortunado como siempre tú, de no tener ni sentir arraigo alguno hacia nadie ni a nada. Esa fabulosa forma temporal de quererme, si es que algo de cariño hemos fecundado durante tanto tiempo, todo puede ser menos tratándose de ti y tus variadas estrategias en las artes del no amor.
“Viajo mañana”, ¿existía alguna posibilidad de al menos confrontarnos, posterior a esa frase?.
Día ocho:
Cada vez que partes agradezco al destino la oportunidad de que mis ojos vean con mayor benevolencia al resto de tu género, en el contexto de lo absurdo que es sostener el amor y el deseo a través de miles de kilómetros y desde este otro lado del charco, aunque sé que me harás llegar a goteos variadas noticias auspiciosas de lo bien que sueles estar pese a las noticias sobre un mundo contemporáneo, sobre un fascismo creciente, una ultra derecha latente, que se nos viene encima. Condiciones que a ambos nos hará estar en constante peligro...
Estoy aún lo suficientemente iracunda como para preocuparme de ti.
Día 14:
Ya es patente. Lo estoy experimentando, de a poco, pero intenso, como siempre que te vas de mi vida, ese miedo asqueroso a que me olvides.
Me envolví entre las sábanas, mientras lo sentí avanzar como la lombriz solitaria que quisiera que habitara en mi estómago y me permitiese engullir toda la repostería del mundo y al mismo tiempo ser huesuda, pero no, no es una lombriz, y yo jamás pese a todos mis esfuerzos delgada.
Mis rutinas de bloqueo: mis continuas salidas nocturnas, algunos revolcones dulces y otros insípidos, algunos estados de ebriedad incipientes, las ganas de conseguir químicos, todo, todo eso que nace del rincón oscuro de mi mente, no son más que mil formas de llenar tu ausencia. Es curioso, sufrir una especie de abducción de mi luminosa existencia, cada vez abordas un avión.
No tengo palabras lascivas para ti, no tengo nada sexual hoy que contarte, mi vagina secreta olores diferentes que no reconozco, como si estuviera viviendo un desorden hormonal al reconocer que deberá esperar siglos para reconocerte dentro de ella otra vez. Procura regresar antes que yo envejezca y ella se seque.
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