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PREGUNTONES.
Preguntar, cuestionar; qué difícil la conjugación en la vida real de esos verbos.
De verdad sí soy muy fan de aquellos que dominan el difícil arte de preguntar. Ese que solo se domina con la sensibilidad y la práctica, como cualquier otra manifestación del arte.
Veamos, los hay que no preguntan nada -pero nada, nada- ante una situación determinada, y que se quedan asaz absortos, perplejos e impávidos; y solo reciben la bocanada de información circunstancial sin quedarse con la carnita, la sustancia y el posible aprendizaje.
Al otro lado están los que preguntan todo, -pero todo, todo- hasta lo que no deben, cuando no deben y a quien no deben. Los que lanzan ráfagas de preguntas que ni al caso, que incomodan, y que terminan por cerrar la llave de la conversación por la desconfianza que le generan al emisor.
Pero también están los que saben preguntar, no importa si es algo aparentemente nimio (que generalmente no lo es), o si es una suave flecha que penetra todo dulcemente y se instala directamente en la esencia y la profundidad de la circunstancia, y quien dice circunstancia, dice persona. Preguntas que tocan, trastocan e iluminan. Que son la llave maestra de las puertas del avance y del progreso. Preguntas cuya respuesta beneficia a todo aquel que escucha su respuesta. Preguntas que suman y multiplican; en lugar de restar o dividir. Preguntas que se sienten como bálsamos de auténtico interés por el otro y no como lisonjería barata y ramplona. No importa si es en una charla casual café en mano, si es en una cita médica, en un aula de clases, en una junta laboral, en una sesión de confesión de emociones o en unas cheves con los cuates. Las preguntas correctas siempre serán bienvenidas y agradecidas.
Y es que tengo para mí que las personas me dicen mucho más de sí mismas por las preguntas que hacen o se hacen, que por las afirmaciones que aseveran. ¿O no?
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¿Cantante o vocalista?
Soy fan del canto y me gusta mucho cantar. No quiere decir que sepa hacerlo. De hecho el saldo de mi última sesión de karaoke fue que los cinco días posteriores a mi concierto de garage, anduve todo afónico y con los graneodin como fieles compañeros. Señal inequívoca de que no sé cantar, aunque las risas no faltaron. Ni las lágrimas...
Lo anterior me lleva a pensar en que para ser cantante profesional o aficionado, no hace falta saber cantar. Y bueno, de un aficionado se entiende, ¿pero de alguien que se dedica a eso? ¿Y más, siendo famoso? ¿O ni siquiera famoso?
No, para ser cantante -profesional o no- solo hacen falta buenas relaciones músico/comerciales y un estilo más o menos definido y/o transgresor. Otras veces ni eso, solo una medalla al "valor".
Cantar va mucho más allá de atreverse a agarrar el micro y entonar notas y melodías. Es decir, si le haces a la berreada, y estás afinado, solo pasaste del 0 al 1 en una escala hasta el 10. Vaya, si ni afinado estás, tons no tienes nada.
En alguna ocasión escuché una obra de música formal ("música clásica", pa la banda) para voz y fagot, y el conductor decía que por mucho que el fagotista se esforzara, jamás podría igualar lo que hace la voz. Pero ningún instrumento puede. Y es que cantar es tocar el instrumento más accesible, y al mismo tiempo uno de los más complejos, aunque no lo parezca. Se puede "tocar" donde sea (que uno se atreva, claro); y en apariencia, no hay necesidad de estudiar. Craso error.
Identificación de tesitura, rango vocal, tipo de voz (cabeza, lírica, mixta, nasal, gutural, pecho, falsete), técnicas como vibrato en negras, corcheas, semicorcheas, bendings, melismas, apoyaturas, arpegios, screams, etecé etecé etecé, son sólo algunos de los temas que hay que aprender si se quiere sonar decente y no dañarse las cuerdas. Y esto toma su tiempo y disciplina. Digo, porque agarrar un micro cuando ponen el karaoke, (casi) cualquiera; pero hacerlo con mediana decencia ante oídos un poco más refinados, sin hacer el ridículo, pos ya no tanto. Y esa es la diferencia entre un vocalista y un cantante. Del canto polifónico (hacer dos notas al mismo tiempo, ¡sí, dije dos notas al mismo tiempo!), mejor ni hablamos.
Ahora bien, otro par de puntos esenciales en los cantantes de cepa, son el estilo y el timbre. Muuuchas personas podrán cantar las canciones de Ana Torroja, pero para sonar como Ana Torroja, tendrían que ser Ana Torroja; cuestión de resonadores. Y no, Ana Torroja NO era una gran cantante, de hecho sus recursos vocales eran bastante limitados, peeeero tenía un timbre único e inigualable; y con el tiempo generó su propio estilo. Ella era show-woman, con harta musicalidad, y con eso le bastaba y sobraba para disfrazar sus carencias vocales (y obvio con una banda que la arropaba con sus arreglos variopintos y vanguardistas para su época). Lo mismo podría decir de Michael Buble, aunque claro, en su género tampoco es que se deba exigir tanto en cuanto a rangos, ya que es uno de los últimos crooners, heredero del gran Tony Benett, Frank Sinatra y/o Engelbert Humperdinck. Y es que virtuosismo NO mata musicalidad. Nunca. Pero claro, hay que tener esto último, y eso no es tan sencillo. Quizá el virtuosismo de los no virtuosos, es su musicalidad. Ejemplos de ello, muchos.
Como decía el gran Nacho Mañó, "el cantante es visceral; tiene que cantar todo el tiempo", y en esa visceralidad, hay mucho de comunicación, pero si no te sabes el abecedario, ¿cómo piensas comunicarte por escrito? Lo mismo pasa si quieres cantar pero te faltan recursos, herramientas y abecedario vocal.
En los últimos años, he visto -escuchado- una serie de cantantes, cantantas y cantantos que no merecen tal sustantivo, ya que lo único que les importa es vender, no transmitir. Ni siquiera el autotune los salva; pero eso sí, son hiper famosos, populares (o no) y sienten que son la voz que el mundo necesitaba. Y otros, cuyas virtudes, talentos y recursos están de sobra, ni en su casa los conocen. Pareciera que para ser cantante, no es necesario saber cantar. Eso sí, al menos deberían saber vocalizar. O incluso a veces ni eso. Y es que como su nombre lo dice, vocalizar, se refiere a que la boca adopte la forma de las vocales a la hora de pronunciarlas. Yo de plano he visto a un madral de vocalistas que ni eso hacen. O lo hacen mal. La "i", por ejemplo, es la vocal más difícil de pronuciar, ya que el paladar queda muy bajo y es difícil que se oiga clara esa letra. Si usted es compositor, y le cae de la chingada el cantante, hágale canciones que contengan mucho esa vocal. ¿Que quiénes vocalizan bonito?, Luis Miguel, José José y Rocío Dúrcal, por citar ejemplos populares.
Dicen que soy muy mamón para los gustos musicales. Y quizá no se equivocan. Y es que desde morro era medio freak y no le hacía mucho caso al mainstream (mención aparte las rolas que ponía mi gfecita pa trapear, esas de la generación de baladistas en español de los 70s y 80s y en las que había grandiosos exponentes de la berreada, como un tal Camilo Sesto o la ya citada y finada María de los Ángeles De las Heras Ortiz; Rocío Dúrcal, pa los cuates). Así que nada, me curtí con voces prodigiosas y hoy por hoy pos ya no me conformo con cantantillos/as/es llenos de trajecitos brillosos, coreografías baratas y melodías facilonas. Y no, lo anterior no me hace más valioso ni más chingón; es más, creo que me hace más repulsivo porque cuando me preguntan sobre rolas de la radio y/o de moda, y que no identifico, me malmiran y terminan diciéndome con tono desdeñoso y cara de Rosalía cantando bizcochito: "no sabes de música". Y es cierto, no sé lo que yo quisiera o debiera saber de música para hacerla decorosamente.
De lo que sí estoy seguro, es que cuando uno prueba otras aristas del arte, y no se queda solo con lo comercial, nuevas formas de ver la vida llegan. La superficie es casi siempre segura. Echarse un clavado a aguas profundas a veces tiene su riesgo, pero uno descubre nuevas cosas en lo abisal. Y eso es maravilloso.
Así que, si usted agarra el micro en su casa, y sobre todo, ante un público, siempre será mejor hacerlo con cierta dosis de decoro y más si le importa la música, la musicalidad y lo musical; si eso no le interesa tanto, pues basta con que se apodere del micro, cierre los ojos y le eche "sentimiento" o arme desmadre. Digo, tampoco es que se vaya a acabar el mundo por eso. Yo sí suelo aplicar la de Alejandro Sanz, quien en una entrevista decía que si cantaba para 50 personas en un bar o 50 mil en un estadio, él les daba la misma seriedad y hacía su performance a morir, supongo que al final quedaba con el corazón partío.
Tengan, aquí les dejo a mis divas de la voz. Seguro que me falta alguna, pero estas son cantantes y no solo vocalistas. Después les paso el de mis "divos".
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"Échale ganas"
Dicen que soy negativo. Yo lo niego. Yo digo que soy pesimista, que no es lo mismo; vaya, ni siquiera se parece.
El negativo es el que denosta, destruye, inutiliza, suprime, anula y refuta sin argumento, sin objeto y sin avance. Es aquel que no hace nada y tampoco deja hacer. No construye, no evoluciona y no progresa; se cierra a otros postulados que le son diferentes y/o adversos, dejando per se de manifiesto que "tiene razón".
El pesimista -como yo- parte de escenarios negativos, de "lo peor que puede pasar...", de cuestionar por antonomasia lo que los demás digan para, a partir de ahí, avanzar. Tener la razón es seductor, pero no primordial, a diferencia del negativo (y de muchos optimistas). Y es que tal pareciera que hoy día no importa la verdad, lo que importa es tener razón.
Lo anterior me viene a la "tatema" (cabeza, pa los del barrio), a raíz de esta oleada de coaches de vida, de gurús neomodernistas de negocios (te estoy hablando a ti Jürgen Klaric), de la filosofía y definiciones millenials de lo que debe ser la "tolerancia", el "respeto" y demás; que entre otras cosas, ya cobraron víctimas como Pepe Le Pew, JK Rowling, y próximamente Vaselina y Peggy, entre otros. Es decir, si no estoy de acuerdo, lo destruyo.
Y no, no cuestiono que no se esté de acuerdo, mi crítica es hacia la falta de un pensamiento crítico; de la carencia de argumentos con sustento, y de la superficialidad de las ideas de moda.
Lo anterior me lleva inevitablemente al título de este ensayo, de esta humilde opinión 🐍, del clásico e infaltable "échale ganas wey". Y ya. Ahí se resume toda la "ayuda", los "sabios consejos" y la mejor de las intenciones por contribuir al progreso de alguien: échale ganas.
¿Es en serio? ¿De verdad es lo mejor que le podemos decir a alguien que no la está pasando bien? A ver, quiero entender la noble -y por demás inútil- intención de quien, de forma positiva, pronuncia estas palabras. Quiero entender que acompañan e intentan comprender a quien tiene un problema y que les inspira a resumir la ayuda con un "échale ganas". Pero no, por más que intento adentrarme en la practicidad de este pensamiento mágico pero inútil, se me figura que decir estas dos palabras a alguien que necesita de nosotros equivale a estirar la mano para sacar a alguien de un pozo profundo; sí, hay la intención de ayudar, pero lo que necesitaría la persona del pozo es una soga, no un brazo solamente.
Y es que se vale sufrir, se vale cagarlEQUIVOCARSE, se vale que las cosas no siempre sean como las deseamos. Echarle ganas no es suficiente, a veces hay que razonar, no solo pensar. Se dice que pensar es gratis y sí, lo es, pero no es suficiente pensar, ya que muy probablemente los pensamientos sean erráticos y carentes de sentido. Lo realmente importante es razonar; y eso sí que no es gratis. Razonar, a diferencia de solo pensar, implica un precio alto: estudiar, cultivarse, negar, analizar, cuestionar, indagar, debatir y concluir. Equivale a usar un baño del Starbucks, ¿te cobran por usarlo?, no; pero el precio para hacer uso del espacio en cuestión, es consumir productos de dicho establecimiento (que dicho sea de paso, son muy malos. Al starbucks uno va por wifi gratis, no por buen café).
Decirle a alguien "échale ganas" no soluciona nada. Es un pensamiento ambiguo, que no aporta, que no contribuye y, es más, que podría ser ofensivo porque implica que a quien se lo decimos, o no le estaba "echando ganas" o que lo consideramos tan torpe, que creemos que ni siquiera se le había ocurrido.
Si creemos que solo con "echarle ganas" vamos a mejorar, por ejemplo, nuestra posición económica y/o laboral, estamos totalmente equivocados. Está por demás demostrado que la movilidad social es casi nula en un país como el nuestro, en el que imperan muchísimos otros factores para que la gente se mueva de los deciles económicos en los que se encuentra. En México -y en muchos otros países- lo más probable es que, si naces en un estrato social de economía boyante, te quedes ahí; y si naces entre los deciles más pobres, también te quedes ahí. La movilidad social sí se da, pero no es precisamente por solo "echarle ganas"; sino por muchos otros factores.
Lo peligroso de pensar que con "echarle ganas" es suficiente, es caer en la tiranía de la meritocracia; en el clásico, manido y ramplón "me lo merezco". Tengo para mí, que la forma en que cada cual conjuga el verbo "merecer" me dice mucho de su persona, de sus convicciones y su manera de ver la vida. "Quiero un amor como el que me merezco", "ese bebé no merece tener esa enfermedad", "ese wey no merece esa casota, yo le he chingado más", etecé etecé etecé. Ahora resulta que tenemos una sabiduría divina para discernir quién sí o quién no "merece" tal o cual cosa. Ahora resulta que poseemos de una capacidad de pensamiento para sentenciar lo que sí o no "merece" alguien. No, las cosas llegan, aparecen, florecen, las trabajas y/o te las ganas en la vida, sin que necesariamente esté el mérito de por medio. Este tipo de pensamiento lo único que genera es frustrados resentidos por no tener lo que desean con base en sus méritos y las "ganas que le han echado", y soberbios falaces por ir por la vida creyendo que lo que han conseguido es gracias a sus méritos y a sus talentos innegables.
Sí, lo admito, la palabra "merecer" es la que más aborrezco en mi día a día y evito usarla en la medida de lo posible; pero también la frase "échale ganas". Esta última me parece el fast food de los consejos y el epítome cancerígeno de la evolución, y cuna de la futilidad del positivismo chaquetero.
Y ojo, no digo que no haya que esforzarse (lo que creo que quieren decir aquellos cuyo máximo consejo es "échale ganas"); lo que digo es que no es cuestión de hacer más, sino de ser y hacer mejor. Que analicemos y canalicemos las preguntas y respuestas, que razonemos las opciones y no solo "pensemos", que neguemos pero redirijamos, que aprendamos y aprehendamos, que no nos obcequemos y obsesionemos con "tener razón", que si es necesario destruir nuestros paradigmas, el orgullo no nos gane y admitamos el error. Y es que el error es el mejor de los maestros siempre y cuando aprendamos la lección.
Por eso yo no recomiendo "echarle ganas"; yo lo que recomiendo es que tengan personas que los cuestionen, que los contradigan (con argumentos), que los hagan razonar, que les aporten algo sustancioso, que les muestren caminos diversos, que sumen y multipliquen en vez de que solo les resten y dividan; que les enseñen, que les ilustren y que les diviertan. No, no son fáciles de encontrar esas personas, pero "échenle ganas"...
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Lecciones de Box para 2021
"No pienso en todas las abdominales que hago, pienso en las que empiezan a dolerme, porque esas son las que realmente cuentan".
Mi casa, 2021.
Pffff!!! 2020, vaya año. La buena noticia es que ya casi termina; la mala, es que ya casi termina. No, no es oxímoron, es lo que es.
Verán, en tiempos de bonanza disfrutamos; en los de crisis, o tiramos la toalla, o aprendemos. No hay de otra. Incluso tirando la toalla podemos ganar, siempre y cuando seamos capaces de tener autocrítica y mejorar para la siguiente contienda. El 2021...
Los que piensan que el 2021 será más duro que el 2020, tienen razón; los que creen que no, también tienen razón. El tema no es el rival de enfrente, es el del espejo. Ninguna pelea se gana o se pierde en el ring; todas -todas- se ganan o pierden en el gimnasio, en la preparación; antes de la campanada inicial.
No, las abdominales que nos hacen el vientre de cuadritos (aclaro que el mío es de cilindritos) no son las primeras, no son las que no duelen; sino las que punzan y calan. Esas son las que curten, las que te hacen ser fuerte. Así en la vida, la bonanza no cincela; sino la vicisitud. Y el 2020 vaya que las tuvo. Y sí, la mala noticia es que se nos va; y con ello la oportunidad de estar en el ring con ese rival que nos desafió, nos mandó a la lona, nos mostró lo débiles y lo fuertes que podemos ser, y de paso, si estamos tan preparados para cada uno de los asaltos, como a veces creemos.
No, el box no es un deporte para pusilánimes, no es un deporte de huida -aunque sí de contragolpes, si tu estrategia es esa. No señor, el box tampoco se trata de avasallar; en todo caso, se trata de acompasar. El rival no es tu enemigo, sino tu pareja de baile y en la medida en la que seas capaz de descifrar sus pasos, es en la medida en la que lo llevarás al baile. En más de un sentido.
En el box hay dos ganadores, aunque a solo uno le levanten la mano; al que no, gana si aprende. Así el 2020, un año de ganar y perder. Así el 2021, amén de lo que nos traiga: ganar en la medida en la que aprendamos; y mano alzada por el tercero en el ring, si somos superiores que el adversario, no importa si por nocaut o en las tarjetas.
Esencial, vital e imprescindible, tu esquina. No hay campeón con mala esquina. Siempre haz caso a tu esquina; a todos aquellos y a todo aquello que te haga un mejor contendiente. Escucha -siempre escucha - a tu esquina. Deja que te curen las heridas, te echen aire, que te den consejo, que te orienten y hasta que te pongan vaselina (sin albur). No hay campeón sin una buena esquina.
Y no, tampoco hay campeón sin preparación. Descubre y afina tu estilo, sé terco y perseverante, aprende movimientos nuevos, haz combinaciones, prepara tu defensa, tu guardia, tu táctica y tu estrategia; sé siempre fiel a tu estrategia. Trabaja tus mejores golpes; el cruzado, el jab, el uppercut y el recto. Mira al rival, contémplalo, disfrútalo y aprende de él; pero más importante, aprende dr ti a través de él. No importa el adversario, lo que importa es quién eres tú ante ese adversario; como sea que se llame, 2020 o 2021. Ataca o contragolpea, no importa; es tu rival, no tu enemigo. Es más, me atrevo a decir que es tu amigo. Pero, si acaso tu enemigo es, recuerda que "un sabio aprende más de sus enemigos, que un idiota de sus amigos".
La contienda está ahí, y fue pactada a doce rounds; a doce meses. Entre cada uno de ellos sonará la campanilla, y si notas que tu tarjeta no te favorece, cada asalto es una nueva oportunidad para observar, recular y corregir.
Inicia la contienda en unas horas... ¿estás listo?
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Pd: El round cero, la báscula, no cuenta hasta después del día de reyes.
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FANTASMAS
Mi habitación. 6:21 am. Todo en silencio y en penumbras.
Hace unos días salí a pasear por mis redes sociales (por las que afortunada o desafortunadamente aun no nos han prohibido hacerlo y miren que de pronto hay mucha gente ahí), y me topé con un post de conocida cuenta cuyo título versaba masomenos así "Colección de TikToks en los que aparecen fantasmas", y como la oferta de Neiflis y Prime están un tanto secas con su menú del género (y a falta de cines), pos le di click.
Me salté las letritas previa al post en las que no hay que ser genio para adivinar que decían algo así como "¡Uy qué miedo!, cuando hicieron estos tiktoks jamás se imaginaron que iba a aparecer alguien más bla bla bla", así que decidí ir directo al botón de plei.
Huelga decir que gran parte de la efectividad para que algo en la vida real -o fantasmal- te asuste, es el factor sorpresa; es decir, que no lo esperas. Por eso un montón de películas chafas de "terror" recurren al tan sobado y manido jumpscare (es cuando el inge de mezcla le sube todo el pinche volumen a la consola de la peli pa hacerte brincar del asiento por una secuencia silenciosa en la que de pronto un perro ladra, una ventana se cierra, o hasta una tos de viejito se hace presente), y que es tan barato y ramplón, que sí pues, te hace brincar del asiento y todo, pero de eso a que sea terror, pos no. Bueh, el punto es que me dije a mí mismo "pos un tik tok se supone que es caserísimo, sin mayor producción que lo que alcances a ensayar o a disfrazarte y así; por lo que eso de ver fantasmas ahí, pos como que no deben ser parte de la producción -o tal vez sí de la edición, pero el punto es que deben ser más espontáneos que muchas pelis del catálogo de cinépolis klic"; y pos nada, le di click.
Video 1: Vato bailando la de "mi esposa me manda", en su cocina, plano abierto, al fondo una puerta que parecía iba a un patio; cuando de pronto, una media silueta de lo que parecía una "femenina" (así le dicen los polis a las víctimas en los noticiarios para hacerse los interesantes, no crean que yo ando de machista), joven, pelo lacio tapándole medio rostro, a la que solo se le ve la mitad del cuerpo, pues la otra mitad se oculta tras la puerta. Resultado: medio escalofrío me recorrió el cuerpo. Sí oye, debo admitir que no la esperaba; pero si hubiese aparecido completa, pos el escalofrío hubiese sido completo también.
Video 2: morras bailando una canción de esas que taaaaaaanto se bailan en la app favorita de Trump. Toma abierta, en lo que parece ser la sala de su casa. Tras de ellas unas escaleras que parece son para ir a la segunda planta de la finca, cuando de pronto, como asomándose por la escalera pero del segundo piso.... una niña. O al menos eso parece. Y pos ustedes dirán, "es la hermanita, ¿qué tiene de sobrenatural eso?". Claro, pero es que en el video mismo, quien lo está tomando se percata de ello y grita, a lo que las bailarinas también se sacan de onda, preguntan y pos también se asustan una vez les explican lo que vio la camarógrafa. Resultado: pasé saliva. Pero solo un sorbo pequeño. O sea, ni siquiera se me hizo nudo el cogote.
Video 3: niña haciendo toma de su enooooorme casa de muñecas en las que abundaban la sirenita, el personaje de Disney (pero que no es de Disney sino de Hans Christian Andersen pero que Disney tergiversó para sus propios fines pero bah, eso es otra historia). La de trapo, la de plástico, la versión original, la pirata, la chica, la mediana, la grande, la gigante, la miniatura etecé etecé etecé. No las conté bien, pero no había menos de cien. Cuando de pronto, una de sus muñecas ¡¡¡movió un bracito!!!!! A ver, no había razón pa que lo moviera; no dudo que estuviera entumida ya de estar siempre en la misma posición, a mí me pasa cuando voy al wc y me tardo mucho; pero es que yo tengo vida, o sea, también un muñeco, pero con vida. Y pos esta sirenita, no. Resultado: un silencioso y espontáneo "¡achis, qué pedo¡"
Y así podría describir otros tantos vídeos en los que en una esquinita se ven unos ojos, abajo de un mueble un rostro, un cuerpo que pasa de un lado a otro como con prisa, medias siluetas, rostros ocultos, y no, no me refiero a la banda esa de "abre tu corazoooon" (si la tarareaste mentalmente, eres población de riesgo), sino a cabelleras que cubren parcialmente el rostro del fantasma en cuestión; y entonces me surge mi gran conflicto con los fantasmas: ¿POR QUÉ CHINGADOS SON TAN TÍMIDOS?
¡Caghajo! (como diría el tuca), ¿qué de plano no pueden salir nunca a cuadro bien, enseñando toda su fantasmagórica imagen pa que los veamos clarito, y ora sí podamos decir con todas las de la ley "¡ah no mames, pinche fantasma me sacaste un pedote¡"?
A ver, no espero que llegue el fantasma y diga "hola señor, buenas tardes, soy don fantasma, perdone la interrupción, vengo a sacarle un susto, ¿no lo agarro ocupado viendo vídeos de tiktok?"; pero al menos algo de pinche claridad, caray. Así después no andamos criticando a hurtadillas y a las espaldas a aquellos que se creen con un don excepcional para "captar lo sobrenatural", o los que dicen tener un "sexto sentido" pero que les falla alguno de los otros cinco, o también aquellos que se "comunican" con los del más allá (y seguramente es porque los del más acá no los pelan).
O sea, en el 99.999999% de los casos de apariciones, hay un componente mental en la visualización de un fantasma. Se ha comprobado que los estados de angustia pueden recrear alucinaciones que nos hacen capaz de "ver" algo donde no lo hay; al grado que si nos pusieran un polígrafo o al mismísimo Cal Lightman de la serie Lie to Me, concluirían que estamos diciendo la verdad. Pero claro, no es porque estuviésemos viéndo a un timorato fantasma tras la puerta del armario, o una sombra de algo que pasó de súbito por la ventana y así; sino porque ese insondable organismo inseparable que el Dr. Allan Hobson llama Cerebro-Mente, hace de las suyas y nada tiene que ver fantasmas o cosas sobrenaturales.
¡OJO! No es que los esté invocando eh (¡Perdón fantasmita, perdón!), pero es que pareciera que hay una regla fantasmagórica que les prohíbe salir bien, a todas luces para que a toda regla puedas decir "¡Ah no mames, un fantasma, mamaaaaaaaaaaaaa¡" y salir disparado a la calle, ora sí, con todas las de la ley.
En fin, aquí ya amanece y los fantasmas del desayuno ya rondan por el script de mis obligaciones, pero... y usted...¿ha visto un fantasma?
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Parado de manos
Estoy parado de manos. No, no me refiero a que me encuentre de cabeza con los brazos haciendo las veces de piernas y los ojos mirando donde las rodillas normalmente habitan. Yo lo que quiero decir es que mi manos están quietas, aletargadas, dormidas, detenidas, mudas y secas; paradas, pues.
De un tiempo a la fecha no cantan, no lloran, no presionan las teclas, no gritan, ni exclaman y no escupen letras. A veces volteo ver si no han crecido lápidas donde van las falanges y tumbas calladas en vez de muñecas.
Entonces me asomo también a los brazos a ver si circulan las prosas, los cuentos y alguna que otra novela. Pero no, los poros no dicen nada y la piel permanece desierta.
Y cierro los ojos y miro hacia adentro. Y cierro los labios y escucho el silencio. Entonces arrojo una piedra a la nada y de forma callada advierto que ese vacío está lleno de frío, de rutina, cansancio y de falta de tiempo, que en todo momento le dan de comer al monstruo invisible de la fatiga y el desasosiego.
Lo triste del caso es que abro los ojos de vuelta al mundo (que a veces es ruidoso e inmundo), y me dejo engullir por las prisas, los tictacs, el cortisol y también las rutinas; y aunque no las extraño, a veces hace bien sentarse al espejo a beber una taza caliente de té de MiradaCallada, hablar en silencio, tocar la hoja blanca, acariciar el ébano y, antes de volverse a los propios ojos un auténtico extraño, hacer una cálida pausa.
(…)
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Callar
Tengo un problema: no sé callar. Verán, a veces mi silencio es más elocuente que mis palabras a granel, dice mucho de mí, y llega a ser tan claro y persuasivo, que delata me verdadero sentir. Otras veces mi silencio calla mis palabras, calla lo que debería decir y es entonces que llega a traicionar ya sea a mis manos o a mi voz. El muy torpe no sabe que es momento de callarse y permitirme pronunciarme. O quizá en el fondo sí lo sabe pero hace el que no, como quien finge debilidad cuando más fuerte es. Están los que afirman que se es esclavo de lo que se dice; pero en mi caso, las palabras pueden ser solo un disfraz que manejo a veces a placer, y ni soy todo lo que hablo; y ni soy todo lo que escribo. Soy más bien esclavo de todo mi silencio, porque soy aquello que me callo.
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