Mi pequeño ser fue de cacería y ha traído comida para su alma ávida de devorar saber.
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Celine: Viaje al fin de la noche
Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas. Nuestro viaje es por entero imaginario. A eso debe su fuerza. Va de la vida a la muerte. Hombres, animales, ciudades y cosas, todo es imaginado. Es una novela, una simple historia ficticia. Lo dice Littré, que nunca se equivoca. Y, además, que todo el mundo puede hacer igual. Basta con cerrar los ojos. Está del otro lado de la vida.
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Nancy H. Kleinbaum: La sociedad de los poetas muertos
Keating calló y le tendió el libro a la asamblea. —¿Quién quiere leer? No hubo respuesta. —Vamos, no se hagan los tímidos. —Yo tengo algo que leer —dijo Todd. Sorprendidos al ver que tomaba así la iniciativa, todos le prestaron una atención religiosa. El chico sacó del bolsillo unas hojas de papel que distribuyó a su alrededor. —Leed este verso entre las estrofas. Tomó entonces otro papel y empezó a leer: Soñamos días de mañana que nunca llegan Soñamos una gloria que no deseamos Soñamos un nuevo día cuando ese día ya ha llegado Huimos de una batalla en la que deberíamos pelear. Todd hizo un gesto con la cabeza. Todos leyeron a coro: Y sin embargo dormimos. Todd volvió a leer solo: Esperamos la llamada sin adelantarnos a ella Basamos nuestras esperanzas en el futuro cuando el futuro no es más que vanos proyectos Soñamos con una sabiduría que evitamos cada día Llamamos con nuestras plegarias a un salvador cuando la salvación está en nuestras manos Y sin embargo dormimos Y sin embargo dormimos y sin embargo rezamos y sin embargo tenemos miedo. Todd volvió a doblar cuidadosamente el papel con su poema. Los demás aplaudieron. —¡Ha sido magnífico! —dijo Meeks. Radiante, Todd recibió las felicitaciones sonrojándose un poco. Keating sonrió con orgullo al pensar en los progresos sorprendentes de su alumno.
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James Dean: Hollywood
«No necesito a Hollywood. Quizá ellos tampoco me necesitan a mí, pero yo tengo ventaja. Tengo algo que ellos quieren y van a tener que pagar para conseguirlo. Que jodan a Hollywood. Que jodan al sistema. Que se vayan a la mierda los productores, los intermediarios y los peces gordos del este. Que se vayan a la mierda las estrellas, el culto a la personalidad, el falso glamour. Lo mejor que podría ocurrir aquí es que un puto gran terremoto como el de San Francisco redujese esta ciudad a polvo. Después algunos de los que hubiésemos sobrevivido podríamos salir a las calles con cámaras ligeras y rodar la desnuda realidad de la existencia. Imagina a las ratas y los perros salvajes corriendo entre las ruinas y alimentándose de los cadáveres de todos los gordos inútiles de los estudios que murieron de miedo después de los primeros temblores de tierra. Eso es lo que estos bastardos están haciendo todo el tiempo, comiéndose unos a otros, realizando asesinatos y torturas rituales, y maldiciendo a sus enemigos y prohibiendo las caras que no encajan en el paisaje. Cuando esos tipos hacen que algún matón te amenace, diciendo que te despertarás en el desierto enterrado hasta el cuello con una naranja metida en la boca, no están bromeando. Son asesinos. ¿Debemos soportar toda esa mierda? Cuando Los Ángeles vuelva a ser un desierto y los navajos recuperen sus tierras, será el momento de hacer la gran épica de Hollywood. Lo que el viento se llevó parecerá una película casera al lado de la mía: cuando el ventilador esparce la mierda.» «Cómo manejar a un individuo, en eso consiste Hollywood. Si eres mediocre, si cantas de modo que las amas de casa piensen que ellas también pueden cantar en la ducha, entonces estás dentro. Pero si estás buscando al individuo que hay dentro de ti para actuar, si eres muy diferente, entonces llega la frustración. Lo que necesitan es un muñeco de peluche. Creo que eso es todo lo que Hollywood puede manejar.»
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Piedad Bonnett: Las cicatrices
No hay cicatriz, por brutal que parezca, que no encierre belleza. Una historia puntual se cuenta en ella, algún dolor. Pero también su fin. Las cicatrices, pues, son las costuras de la memoria, un remate imperfecto que nos sana dañándonos. La forma que el tiempo encuentra de que nunca olvidemos las heridas.
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Borges escribió que la imaginación está hecha de memoria. Imagino, es decir recuerdo, que hablaba de algo que también supo Platón. Que crear es recobrar algo que hemos perdido; que inventar, como lo revela su etimología, es venir hacia el interior de uno mismo. Pero tal vez también quiso decir que...
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Michael Ende: Las pasiones humanas son un misterio
Las pasiones humanas son un misterio, y a los niños les pasa lo mismo que a los mayores. Los que se dejan llevar por ellas no pueden explicárselas, y los que no las han vivido no pueden comprenderlas. Hay hombres que se juegan la vida para subir a una montaña. Nadie, ni siquiera ellos, puede explicar realmente por qué. Otros se arruinan para conquistar el corazón de una persona que no quiere saber nada de ellos. Otros se destruyen a sí mismos por no saber resistir los placeres de la mesa… o de la botella. Algunos pierden cuanto tienen para ganar en un juego de azar, o lo sacrifican todo a una idea fija que jamás podrá realizarse. Unos cuantos creen que sólo serán felices en algún lugar distinto, y recorren el mundo durante toda su vida. Y unos pocos no descansan hasta que consiguen ser poderosos. En resumen: hay tantas pasiones distintas como hombres distintos hay. La pasión de Bastian Baltasar Bux eran los libros. Quien no haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado... Quien nunca haya leído en secreto a la luz de la linterna, bajo la manta, porque papá o mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bienintencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito... Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acaba y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido... Quien no conozca todo eso por propia experiencia, no podrá comprender probablemente lo que Bastian hizo entonces. Miró fijamente el título del libro y sintió frío y calor a un tiempo. Eso era, exactamente, lo que había soñado tan a menudo y lo que, desde que se había entregado a su pasión, venía deseando: ¡una historia que no acabase nunca! ¡El libro de todos los libros! *Fragmento de “La historia interminable” (1978) de Michael Ende*
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Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.
Wittgenstein
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Klaus Ziegler: Homosexualidad y superstición
"Un adolescente homosexual decide lanzarse al vacío desde la terraza de un centro comercial y poner así punto final a su vida." Su tragedia es una voz de alarma y un recordatorio del interminable historial de miserias y desdichas de aquellos condenados a sufrir toda clase de vejámenes y humillaciones por la única razón de manifestar una preferencia sexual diferente. La homofobia se alimenta de dos fuentes inagotables de crueldad y sufrimiento: la superstición, compañera inseparable de la religión y de la ignorancia, y la xenofobia en su expresión más general, entendiendo por ello el miedo a lo atípico, a lo raro a lo infrecuente. Las supersticiones religiosas suelen ser el origen de infinidad de crueldades, tabúes y prohibiciones absurdas. En las Sagradas Escrituras, la homosexualidad se presenta como “la triste consecuencia de una repulsa de Dios". Es difícil estimar cuánto sufrimiento ha generado esta creencia. Durante la Edad Media, los acusados de sodomía eran colgados de los tobillos, boca abajo, y luego cortados por la mitad con una sierra de talar, desde la región inguinal hasta el pecho, comenzando por los genitales. También fue este el destino horrendo de miles de mujeres acusadas de copular con Satanás. En la España de los Reyes Católicos, el “pecado nefando” se consideraba el más abominable de los delitos contra la moralidad. El castigo era la hoguera, o la emasculación. En ocasiones, tras castrar al condenado, los testículos se le ataban al cuello para escarnio público. Aunque el destino del homosexual ya no sea la hoguera, todavía se los azota, se los lincha, cuando no es que se los condena a muerte o se los cuelga en la plaza pública, como ocurrió hace unos años con dos adolescentes en Mashhad, provincia al noreste de Irán. Y en pleno siglo XXI, el Vaticano llamó a boicotear la iniciativa de 66 países liderada por Francia, la cual buscaba la despenalización universal de la homosexualidad. No sería justo, sin embargo, buscar el origen de la homofobia en la mera superstición religiosa. Como ocurre con la xenofobia, la aversión contra los homosexuales iría asociada a una forma atávica y primitiva de comportamiento, presente incluso entre algunos animales: el rechazo a todo aquello que se desvíe considerablemente de la media. Los hipopótamos, por ejemplo, son xenófobos y crueles a la manera de los racistas más bestiales. En la manada, el albinismo se castiga apartando del grupo al infortunado animal: el hipopótamo albino es obligado a vivir en el destierro, su vida es miserable y sus posibilidades de reproducción casi nulas. El desdichado suele morir, más a menudo como víctima de las constantes agresiones de sus semejantes, que de las lesiones ulcerantes del inclemente sol meridional. En el caso de la homofobia, el sentimiento de rechazo hacia preferencias sexuales diferentes se ve exacerbado por el repudio propio del individuo heterosexual cuando imagina el contacto íntimo con personas de su mismo sexo. Aunque las causas de la homosexualidad sean aún un misterio, todo parece indicar que se trataría, no de una estricta determinación genética, sino probablemente de una predisposición hereditaria. Y aunque algunas características genéticas y neuroanatómicas guardan correlación con la orientación sexual, hasta la fecha la relación causal se desconoce [1]. No obstante, existe suficiente evidencia para sugerir que el comportamiento homosexual pueda estar relacionado con características genéticas transmitidas por vía materna. La hipótesis encuentra sustento en las investigaciones de dos sicólogos, Michael Bailey y Richard Pillard, quienes hace unos años observaron una curiosa estadística: en parejas de gemelos idénticos en las que uno de ellos es homosexual, la probabilidad de que ambos lo sean es del 52%. Sin embargo, en las parejas de mellizos fraternos esa probabilidad se reduce al 22% [2]. De otro lado, el análisis del ADN de 40 pares de hermanos homosexuales reveló que 33 de ellos poseían una característica peculiar: compartían cinco marcadores genéticos idénticos en un segmento particular del cromosoma X, denominado Xq28. Por simple azar, en promedio, solo la mitad de las parejas deberían portar el cromosoma mutado (cada hermano recibe al azar uno de los dos cromosomas X de la madre), es decir, solo 50%, contra el 83% observado. La creencia en una construcción social de la identidad de género o de las preferencias sexuales es un hecho empírico insostenible. Si el comportamiento homosexual estuviese condicionado de manera exclusiva por el entorno cultural, la sorprendente constancia observada en el porcentaje de homosexuales (alrededor del 4% entre hombres y del 2% entre mujeres) resultaría imposible de explicar. Personajes como Beatriz Preciado y otras luminarias de esas imposturas intelectuales denominadas “Teorías Queer” se encuentran tan lejos de comprender la sexualidad humana como lo pueden estar el senador Gerlein o el procurador Ordoñez. Y a la hora de desorientar al público, su papel no es menos desastroso. Pero la mejor prueba de que las preferencias sexuales no están determinadas por la crianza la proporcionan aquellos niños varones afectados por el síndrome conocido como insensibilidad androgénica. La mutación se manifiesta como una respuesta imperfecta a los efectos de la testosterona, y hace que los genitales muestren una engañosa apariencia femenina, de ahí que los portadores del gen mutado sean entonces levantados y educados como niñas. Pero con la llegada de la pubertad se despliega una imprevista y sorprendente metamorfosis: en cuestión de meses, los testículos descienden y el aparente clítoris comienza a crecer hasta convertirse en un pene verdadero; el tono de la voz adquiere un timbre masculino, la barba brota y las otrora jovencitas comienzan a exhibir comportamientos y preferencias sexuales propias de la mayoría de los varones. Y lo que resulta aún más desconcertante: en la mayoría de los casos se invierte la identidad sexual inculcada, en flagrante contradicción con las predicciones ambientalistas. Un extenso estudio de veintitrés familias de la población de Salinas, en República Dominicana, portadoras de la extraña mutación, aparece documentado en la revista Science [3]. No existe evidencia alguna para pensar que la homosexualidad pueda ser un comportamiento aprendido, ni una decisión voluntaria, ni mucho menos una perversión adquirida. De allí que el empeño de los moralistas por “reorientar” al homosexual mediante la debida educación religiosa, o mediante terapia sicológica, sería tan inútil y humillante como tratar de corregir al zurdo obligándole a ser diestro, como pretendían los maestros de escuela hace algún tiempo. No podemos olvidar la trágica historia del genio británico Alan Turing, forzado a recibir terapia hormonal para “curar” su homosexualidad. Lo que se logró es bien conocido: Turing decidió suicidarse, dos años más tarde. Aunque resulte difícil luchar contra la homofobia, deberá ser a través de la educación y del conocimiento que algún día se logre desterrar este mal. En los países laicos, los educadores deberán comenzar por combatir con la mayor resolución la ignorancia que acompaña toda superstición religiosa. Una sociedad educada deberá comprender que la homosexualidad no es una perversión, ni siquiera una escogencia voluntaria, sino una variación biológica natural, un ejemplo más de la saludable diversidad presente en la gran familia humana, una condición que sea como fuere estamos obligados a respetar.
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Te quiero hasta la profundidad, la anchura y la altura que mi alma pueda alcanzar...
Elizabeth Barrett Browning
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María Sanz: Sin título
Tú y yo nos encontramosen Washington Square. Me invitaste a cenaren un club, y la orquestatocó para nosotros «Indian summer»... Bailamosinmersos en la noche neoyorquina. Más tarde, mi vestido brillaba abandonado sobre el suelo de aquel apartamento, donde eramuy distinta la música: palabras y suspiros mezclados con sirenas de los barcos lejanos... Pero, ¿será posibleque no recuerde ahora, mientras abro los ojos, cómo se titulaba la película donde vi estas escenas?
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Rudyard Kipling: Si...
Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando los que te rodean la han perdido y te culpan a ti. Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti, pero también aceptar que tengan dudas. Si puedes esperar y no cansarte de la espera; o si, siendo engañado, no respondes con engaños, o si, siendo odiado, no dejas lugar al odio Y aun así no te las das de bueno ni de sabio. Si puedes soñar sin que los sueños te dominen; Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo; Si puedes experimentar el triunfo y la derrota, y tratar a esos dos impostores exactamente igual. Si puedes soportar oír la verdad que has dicho, tergiversada por villanos para engañar a los necios. O ver cómo se destruye todo aquello por lo que has dado la vida, y remangarte para reconstruirlo con herramientas desgastadas. Si puedes hacer un montón con todas tus ganancias y arriesgarlas a una sola tirada ; y perderlas, y empezar de nuevo desde el principio y no decir ni una palabra sobre tu pérdida. Si puedes forzar tu corazón, y tus nervios y tendones, a cumplir con tu deber mucho después de haberlos agotado, y resistir cuando ya no te queda nada más que la voluntad de decirles: "¡Resistid!". Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud. o caminar junto a reyes, y no perder el buen sentido. Si ni amigos ni enemigos pueden herirte. Si todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado. Si puedes llenar el inexorable minuto, con una trayectoria de sesenta valiosos segundos Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella, y lo que es más: ¡serás un Hombre, hijo mío!
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Criptobiosis
Es un estado que consiste en la suspensión de los procesos metabolicos a la que algunos seres vivos entran cuando las condiciones medioambientales llegan a ser extremas. Un organismo en estado criptobiotico puede vivir indefinidamente hasta que las condiciones sean habitables de nuevo.
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Peter Kingsley: Los oscuros lugares del saber
Y existe un gran secreto: todos sentimos, en nuestro interior, esta gran ausencia. La única diferencia entre nosotros y los místicos reside en que ellos aprenden a hacer frente a aquello que nosotros rehuimos.Por este motivo el misticismo ha quedado relegado a la periferia de nuestra cultura: porque cuanto más sentimos esa nada dentro de nosotros, más intensa es la necesidad de llenar el vacío. Demanera que intentamos llenarlo con esto y aquello, pero nada perdura. Seguimos deseando algo más, necesitando otra necesidad para seguir adelante: hasta que llegamos al momento de nuestra muerte y nos encontramos con que seguimos deseando los miles de sucedáneos que ya no podemos tener.La cultura occidental es maestra en el arte del sucedáneo. Ofrece y no da nunca, porque no puede. Incluso ha perdido la capacidad de saber qué tiene que dar, de manera que, en su lugar, ofrece sucedáneos. Falta lo más importante y su ausencia es clamorosa.Y lo que se nos ofrece con frecuencia no es más que un sucedáneo de algo mucho mejor que existía en otros tiempos, o que todavía existe, pero ambas cosas no tienen en común más que el nombre.Incluso la religión, la espiritualidad y las más altas aspiraciones de la humanidad se convierten en maravillosos sucedáneos. Y eso es lo que sucedió con la filosofía. Lo que para nuestros antepasados eran caminos de libertad, para nosotros son cárceles y jaulas. Creamos esquemas y estructuras, trepamos por ellos y nos metemos dentro: pero esto no son más que travesuras y juegos de salón para consolarnos y distraernos de los deseos de nuestro interior.
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La beatitud es el placer continuo de la cosa, el proceso de la cosa está hecho de placer y de contacto con aquello que se necesita gradualmente más. Toda mi lucha fraudulenta viene de que quiero asumir la promesa que se cumple: no quiero la realidad. Pues ser real es asumir la propia promesa: asumir la propia inocencia y retomar el gusto de lo que nunca se tuvo conciencia: el gusto de lo vivo.
Clarice Lispector (via laucastellano)
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Es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada.
William Shakespeare (via esnifandosentimientos)
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Todo aparece cuando dejas de buscar...
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Tener que fingir que el pasado nunca ocurrió...
Zezé Fasshmor
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