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Letra Chica
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letrachicasf-blog · 5 years ago
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Espacios culturales transformadores de realidades
El Molino Fábrica Cultural y el Alero, son espacios públicos, abiertos y gratuitos, dependientes del Gobierno de la Provincia de Santa Fe.  Estos lugares se encuentran al servicio de los santafesinos, pero los 6 km que los separan no son solo distancia sino también realidades barriales diferentes. Un poco de historia, actualidad y voces de dos de las nuevas usinas de arte y crecimiento de la ciudad
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El Molino
A finales de siglo XIX, se instaló el Molino harinero Boero, Lupotti y Franchino, en la Colonia San Carlos. En 1895 la empresa se trasladó a Santa Fe y se instaló en el lugar que ocupó desde entonces, sobre Boulevard Gálvez, junto al ramal del ferrocarril a Reconquista. Tras un ciclón en  1920, y un incendio en 1961, el edificio fue reconstruido tal como lo conocemos hoy. En 1984 el nombre de la sociedad cambió por última vez por el de “Molino Franchino SayC”. La recesión económica llevó a su cierre a principios de la década de los años 90.
Casi 20 años después, el Gobierno de la Provincia decidió recuperar este edificio emblemático. En el año 2010, se comenzó con la primer etapa de la recuperación del Molino Franchino con un presupuesto de más de 12 millones de pesos, para que forme parte del Tríptico de la Imaginación.
El 25 de Junio de 2019, tras una inversión de más de 200 millones de pesos, el Molino abrió nuevos espacios destinados al mundo de la creación, los oficios, el trabajo y las artes. 
El Molino Fábrica Cultural, en el año 2018 contó con 35 residentes culturales, recibió a 53.000 visitantes y 13.000 estudiantes recorrieron sus 3 pisos de juego y sus 13 bóvedas cáscaras. 
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El Alero
En Junio de 2016 se inauguró en el barrio Coronel Dorrego el Alero, junto con otras obras públicas. Donde antes era un baldío y un basural, hoy se alza uno de los espacios culturales que transforman al pueblo santafesino. La “casa con alas” de Bv. French y Sarmiento es un espacio de inclusión, creación y desarrollo para todos los vecinos que tienen ganas de crecer, sin importar la edad que tengan. Desde la propuesta “nacer hasta los cien años” busca que la comunidad sea parte y mejore la realidad barrial, aportando desde lo que se sabe cada uno y aprendiendo nuevas cosas, desde el juego y las nuevas experiencias.
Sus historias
Antonella tiene 20 años y estudia Terapia Ocupacional en la UNL, su trabajo en las residencias le permite estudiar y ahorrar para próximos viajes. Piensa que el Molino es un espacio que promueve el interés y el conocimiento. Reconoce que día a día el intercambio cultural no sólo es para los más pequeños sino que es un ida y vuelta entre chicos y grandes, que le permite a la gente  expresarse y contar sus experiencias.“La maravilla es que se enseña a través del juego: hoy jugamos a bordar, pero  hoy y ayer las mujeres bordaban como un oficio.”
Actualmente Antonella está trabajando en el espacio recientemente inaugurado, el cual apunta a la muestra, el paseo y los descubrimientos, mientras que en el otro edificio, donde estuvo haciendo la primer parte de sus residencias, es más sistémico, del hacer, del crear, del tocar, del pintar.  Le gusta pensar que las actividades son creadas para los chicos y para el que el adulto acompañe, aunque varias veces no se entiende esa dinámica. “Quizás al niño no le sale una actividad,  no sabe qué hacer, quizás no sepa que crear o cómo enhebrar una aguja, entonces la idea es que busquen a quien los acompaña para que los asista”. Son variadas las veces que los adultos se le acercan y le piden que haga de cuidadora o niñera, ella intenta explicarles y formar ese vínculo cultural tan especial que se busca construir en el Molino.
Victoria Bude tiene 22 años, es una estudiante de Diseño gráfico y residente cultural en El Alero. Sus tareas allí, consisten en tomar el juego como una excusa para generar una conexión con las personas del barrio que se acercan al espacio. Formar vínculos de confianza con el otro y acompañarlos en lo que necesiten aprender. 
“La tarea del residente es estar atento a las necesidades grupales, no dejar espacios solos, coordinar las actividades propuestas por el equipo pedagógico, notificar al equipo si algún niñe nos pone al tanto de alguna situación de violencia vivida.”
Por definición el alero es la casa con alas (por la estructura arquitectónica que posee) “El espacio busca transmitir la magia del juego no solo a les niñes sino también a les adultes. Y que en cualquier ocasión de la vida podemos nacer, cambiar una realidad que nos rodea y nos disgusta, etc.”
El alero cambió la realidad del barrio y los vecinos lo tienen siempre presente y lo transmiten. Antes, el espacio físico donde estaba el alero era un basural , ahora es un lugar de recreación , aprendizaje y ayuda para la comunidad. El equipo pedagógico si nota comportamientos extraños en los niños se pone en contacto con la escuela, visita a las familias e intenta mantener una relación cercana con todos los entes que le rodean. Además este año se inauguró un centro de salud frente al Alero, y se generaron muchas conexiones con las mujeres que asisten a los talleres.
Los talleres semanales que se proponen siempre los acercan a las realidades de los vecinos quienes asisten rigurosamente todos los fin de semanas al alero, por lo que los conocen bastante.
“Lo que más me gusta de mi residencia es el vínculo que se forma con les niñes. Ellos nos tienen muy presentes, llegan corriendo y te matan con un abrazo y no se te despegan en todo el día, son increíblemente abiertos y amorosos. Creo que por ahora no encontré algo que me disguste de mis residencias”
Diferentes realidades
Si bien El Molino y El Alero son espacios culturales abiertos para todo el público sus objetivos y tareas son distintos, sobre todo por el lugar donde se encuentran. El Molino apunta al juego con los más pequeños acompañados por sus familiares, sus actividades involucran pintar, cocinar, armar, coser, entre otras.  Los residentes están para coordinar las actividades pero su tarea no pasa de la puerta para afuera, no se involucran en la vida de las personas que asisten.
Mientras que el Alero se encuentra sumergido en otra realidad social, en otro barrio. Aquí no solo se hayan juegos para los más chicos sino que los adultos también tienen su espacio, talleres de cocina, tai chi, gimnasia para mujeres, reciclado, telar, etc.  La vida de cada persona que asiste no queda de manera aislada, hay detrás un equipo pedagógico y residentes culturales que se preocupan por las problemáticas de cada uno, tratan de ayudarlos en lo que pueden.
Los distintos espacios culturales propuestos por el Gobierno de la ciudad de Santa Fe tratan de ser dispositivos de entretenimiento, enseñanza y de protección al ciudadano dependiendo siempre de las necesidades de cada vecino, de cada niño y de cada barrio.
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