raro. escribo cosas bajo los efectos de una droga alucinógena llamada aburrimiento. subo mi música a: dantelakatos.bandcamp.com
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poesía culo peludo paja
Harto de andar escupiendo mentiras mientras caminamos
Cosificando nuestras almas
La poesía es una mente anamórfica
Una metáfora consciente de sí misma
Pero fecundada y emergida
En el barro de la inconsciencia
La poesía existe porque se pregunta
Y repregunta
Y reprograma las pulsiones vomitivas
De esta angustia nauseabunda
¿Por qué tenemos que enamorarnos
De aquello que luego hace que nos separemos?
¿Por qué siempre caigo en extrañar(te)
En vez de caer en el extrañamiento?
¿Por qué asumo las banalidades de la literalidad
En este discurso tan patético?
¿Por qué?
Tricoma
El número pi se ve muy bello tras tus ojos
Mi pene en sentido contrario a las agujas del reloj
En la vanguardia de la realidad
Poesía
Culo peludo
Paja
La metáfora se corporifica,
Se hace presente
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Propiedad horizontal
Una mancha de humedad en la pared.
La escritura de una casa
Firmada por un escribano de título dudoso.
El cuarentón soltero del segundo C al que la merca alejó de su mujer y sus hijos
Tirado contra la puerta del baño. Transpira y no para de jadear.
Se hizo tres tajos en la muñeca.
No puede tolerar la abstinencia y en cualquier momento le pega una piña al espejo.
Una gotera en la cocina del cuarto D.
Un alma abandonada al son de un vals
En un piano desafinado y sin sustain.
Tras la pared, la parejita vecina
Se quiere pegar un mañanero.
Él tiene la primera de muchas eyaculaciones precoces.
El portero se resbala por las escaleras pero no se hace nada.
Tiene la paranoia de que siempre hay alguien mirándolo
Así que se levanta rápido y haciéndose el desentendido aunque no haya nadie.
Un padre le da un cachetazo a su hijo de seis años
Y le dice que no hay que pegar
En el sexto A.
Una estudiante de antropología mira videos de gente bailando rikudim
En alguno de los deptos del tercero.
Se está tomando un café con edulcorante.
En el quinto D una señora se da una dosis de insulina.
El hijo veinteañero de la bancaria postrada del cuarto B se calza su traje barato.
Media hora intentando ponerse la corbata.
Hoy tiene su vigésima séptima entrevista de trabajo.
No tiene muchas esperanzas.
Olor a podrido en el departamento de la vieja del séptimo A.
Infarto fulminante.
Murió hace un mes pero nadie la fue a visitar.
El segundo día de clases del nene del primero D.
Vive a tres cuadras y llega tarde.
Tres bombachas amarillentas colgadas en la terraza.
Había cuatro pero una se voló.
Están calentitas por el sol.
Un triángulo en el cielo.
Una flecha en punta a mi corazón.
Un pedazo de carne negra y abombada
En un frasco lleno de moscas.
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Andel del tiempo
(Letra para una canción de Manu Torres)
Desprecio las horas que En futilidad he de perder Flor marchita Cielo en degradé A oscuridad
La noche gélida llegó Y con su manto me cubrió El silencio Yugo calador De mis entrañas
Y el símbolo es Y mi verso es Y mi canción es Elíxir ante El olvido
Y, oh, el vuelo alzaré Con mi alma en desnudez Para entonces trascender El hiato de la muerte
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¡Basta de joder tanto con Dante Lakatos!
I Holoceno Primigenia destrucción De una ánima tormentosa
II Posverdad Sentía la vida fumando en frente mío Y tirándome el humo en la cara
III Tuve un sueño maravilloso En el que me adelantaba al abismo Y me invadía el pensamiento Que obnubila el sosiego mortuorio
IV En tanto, cuando velaba, Me sentaba en una isla A contemplar el infinito Y a perderme en el aburrimiento Mientras la eternidad Transcurría ante mis ojos
V Pero la estridulación campanaria de los grillos Era un obstinato que Aunque pecaba de monótono Resultaba provechoso
VI Se trataba, en efecto, De una monotonía contestataria (Curiosamente) Una monotonía capaz De llevar adelante Una Revolución
(VII: En el inconsciente hay un Reino...)
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Aletricia
Me paro frente al espejo Con el torso desnudo Canto despacito Casi susurrando Como cantan las rosas en un carnaval La cara llena de higo Y las palabras transpirando calentitas
Te veo, sentada Manejando Con un pedazo de pierna Entre la silla y el talón El colectivo de tu imaginación El sol te pega en la cara Y cerrás un poquitito los ojos Para desdibujarlo en la nada E ilusionar a los más inocentes
No quiero cada vez más nada Solo quiero Que talen ese árbol Para poder ver la luna Me matan esos motivos Tus motivos Sus motivos
¿Vos te dormís en el subte pero me decís raro a mí?
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Paseo
Una escena que parece una película sepia. Los cadáveres resecos de hojas suicidas por todo el suelo. Por la ilusoria gelidez de la calle circundante camina quedamente una vieja, silbando palidez; en tanto unas palomas vuelan rasantes y casi me cagan en la cabeza. En el banco que tengo enfrente, dos adolescentes de la mano, que parecen contemplar, inmóviles, un futuro elástico. Más allá, en las hamacas, juegan niños frenéticamente, con una rítmica amalgámica y efusivo entusiasmo.
Llega uno, muy pequeño, de la mano de su madre y con el entusiasmo del jugar en su andar. Ruego que me golpee con su mirada tierna, así que levanto mi mano en un saludo medio naif. La mamá me mira como con miedo. El pibe, en cambio, esboza una sonrisa empalagosa con sus dientes de leche y de repente mi día se torna un poco más colorido.
Adormecido, pero con ahora una pizca de romance, dejo atrás mi banco y empiezo a caminar. Cada paso que doy, pesadamente, retumba contra las paredes de mi cráneo vacío, que espera desesperadamente ser rellenado con alguna especie de éxtasis. Lo más parecido que encuentro es enchufarme los auriculares (mentira, ya los tenía puestos, pero no sonaba nada) y regocijarme con algún tema de Charly García. No, no pongo La Ruta del Tentempié. Ese tema siempre me pareció medio verga. Suena Eiti-Leda; es lo más cercano que conozco a la perfección. ¿Sabían que Charly lo escribió con solo 17 años?
No soy alguien que suela hacer esa clase de cosas. Tengo como un pavor especial al aire libre. Más de un adulto pelotudo me ha dicho, cuando era chico, que porque no me gusta calcinarme bajo el sol y ser devorado por mosquitos soy carente de ‘vida’.
Pero no sé. Hoy me pintó.
Me fui a caminar. Será que estaba como saturado. Tengo ya el cerebro quemado de soportar a los pelotudos de mis compañeros gritando, golpeando cosas e hinchando las pelotas con sus rituales tinchopilis. SIENTO QUE SI ESCUCHO LA PALABRA PROMO ‘19 UNA VEZ MÁS VOY A REVENTAR SE ME VAN A SALIR LOS SESOS EN UNA EXPLOSIÓN VIOLENTA Y LLENAR TODO EL AULA DE SANGRE Y PEDAZOS DE CEREBRO COMO PLANEAN EL VIERNES HACER A LA SALIDA TIRANDO EL PAPEL QUE AHORA ESTÁN PICANDO.
Este invierno fue malo y creo que olvidé mi sombra en un subterráneo, me susurra Carlitos a través de esos auriculares (pseudo)Panasonic que me compré por 150 pesos en la óptica de a la vuelta de mi casa. Son medio verga pero aceptables. Tengo unos tipo cascos que están re piolas pero que no me sirven para caminar por la calle porque son enormes y no da salir con eso (aparte, con lo que pesan, voy a quedar como el flaco de Los Simpson al que se le había doblado el cuello por usar el sombrero con la cámara).
El idiota de Mariño viene a romper las pelotas gritando las canciones que están escribiendo para el viernes, cuando vayan(mos) a hacer quilombo a la plaza por el último día de clases. Ojo, posta que a veces los quiero. Son divertidos. El otro día se subieron al pizarrón y lo rompieron. También jugaron al béisbol con una tiza como pelota y bateando con sillas o mochilas. Las bases eran los pupitres y hacías out si la tiza salía volando por la ventana. Son re boludos, me cago de risa. Pero otros días, como hoy, están re gedes y me dan ganas de montarme un Columbine.
La ciudad se nos mea de risa, nena. Estoy tan ensimismado que casi me caga pisando un auto. Termina Eiti-Leda. Apoteósicamente.
Camino en dirección a mi casa, pero no sé si voy a entrar o seguir de largo o pegar la vuelta o irme a tomar algo o quedarme sentado en el escaloncito de la puerta mirando la vida pasar.
Suena el timbre del recreo. Me voy para lo de Luis. Es el aula de informática, donde voy algunos recreos cuando no quiero socializar. En el camino, pienso en las hojas secas sobre las baldosas de la plaza que acababa de abandonar, la vieja que caminaba. Las palomas que, desde que una me llenó la campera de su mierda blanquecina en plena avenida Santa Fe, siento que me van a cagar. Los tórtolos del banco de enfrente. Los nenes jugando y el peque de la mano de su madre que me saludaba. Y pienso cuán flashero es haberme inventado un yo literario que camina por una plaza melancólica escuchando Serú Girán para escapar, a través de lo que encarnan las palabras, un poco del mal humor de un adolescente que nunca se sintió entendido.
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Tedio
El Papa de los caídos
Vislumbra la oscuridad
Solo sabe que de su cuerpo
Queda un hongo
En el malestar de lo incómodo
En la incomodidad de lo grisáceo
Tal vez, se distraiga un rato
Haciendo crucigramas
Mientras espera que lo analicen��
Sintácticamente
Pero ya no soporta
Tener que esperar
Para dar el sermón.
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Cosa
Un plástico que se disuelve y deforma Duermo el sueño eterno de la volatilidad Fetal, acústico, viscoso, sereno El karma derrite habitaciones que solía habitar Manejando el automóvil de la indecencia ¿Será que no nos amamos lo suficiente? En adelante, la palabra es sincera Y deja pasar lo que se es y no ve y lo que no es y se ve Porque solemos pensar en cosas tristes Cuando no nos gusta lo que atraviesa este espejo inverso Un ojo paralítico me mira Convulsiona discretamente Tenuemente Palpita imperceptible Se aletea Con la maravilla de lo etéreo Por los caminos inusuales del pensamiento Corre estrictamente Hacia ningún lugar
God loves his children God loves his children
-Hay una pelea afuera -Es un cumpleaños
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Ave de presa
I El ave de presa Amenaza Con las alas extendidas Desde las alturas Tiene una visión privilegiada De lo que hay abajo
II Succiona la mierda Sus células la sintetizan Hasta que su morfología se compone de ella
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Blanco
Blanco, blanco Como la nieve blanca Como los labios blancos Que no pronuncian palabra
Blanco, blanco Parece un horizonte Sin final alguno Sin más paz que la violencia
Blanco, blanco Se repiten las recetas Sobre el papel blanco De un cuaderno redundante
Blanco, blanco Un testaferro del todo Que ahora No ve más que blanco
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Pobrecita la Olga.
Allegro.
Cómo te gusta llamar la atención, Olga. Te hacés la única y diferente pero sos alta milipili. En tu vergonzoso intento por migrar de tu nimiedad te metés en la cueva del perico y te clavás una daga. Querés sentirte Cleopatra.
Crescendo.
Inundás tu consciencia con arena filosofal. Mirás desde la punta de la Torre de Babel. Affrentando troppo, sintiéndolo todo. Excepto tu patetismo.
Fortissimo, agitato.
¡Cómo te gusta sentirte así de enérgica, ¿no?!
Accelerando con fuoco.
TE CAGÁS DE RISA. MIRÁS PARA TODOS LADOS. ESTÁS HECHA UNA REINA. TE DAS OTRO SAQUE. Y OTRO. ¡Y OTRO! NUNCA EN TU SNOBISTA VIDA TE SENTISTE TAN PLENA, HIJA DE PUTA.
Fortississimo.
SÍ QUE SÍ. ALCANZÁS EL NIRVANA.
Mezzoforte. Misterioso.
Hasta que ves una sombra. Apa, ahí sí que te gustaría estar en los brazos de papá, ¿no? Uh, mal flash.
Assai tenebroso. Vuoto.
Sentís el frío, como unas manos gélidas tocándote los hombros. Te sentís sola en la ignota vastedad del universo, como una nena que no encuentra a sus papis en la plaza. Y empezás a sentir la náusea. Ya no está tan piola esto, ¿verdad Olguita?
Rubato.
El firmamento se hace borroso y convulso. Tendrías que haber subido un poco la velocidad de obturación, Olga. Tus ojos selenitas se pierden en la nada; la inercia es inherente a tu nariz drenando magma. Te mareás en las alturas, te mareás en las alturas, te mareás…
Piano subito.
Tu piel pálida de muerte, con la blancura de lo que te metiste, se resquebraja mientras el metrónomo se descalibra.
Sforzando.
Y agitás tus brazos desesperadamente, para tratar de salir a flote en la marea de tu ostracismo.
Diminuendo.
Pero lo que fue extático ahora se vuelve soporífero, y lo que fue iluminación ahora se vuelve oscuridad, y lo que fue ruido ahora se vuelve silencio.
Pianissimo.
Tendrías que verte, Olguita, con la cabeza tirada contra la mesa ratona y un coágulo chorreándote de la nariz. Parecés un cosplay de Mia Wallace.
Pianississimo.
Y haciendo el mannequin challenge.
Extinguendo…
Crepás.
Doble barra.
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Fimosis
Cartagena, Cartagena Estratagema, estratagema Se me hincha la vena, se me hincha la vena (Qué aburrimiento esta clase, me toco la bija) Lineal función Tristísima canción Abolición de la prostitución (Separata cuadrada deforme redonda) Cochinita, cochinita Poronguita chiquitita Estalactita, estalagmita (Olor a asadito en Venado Tuerto) Cartuchera, cartuchera Capuchón de esmegma Carne Carne Carne Carne Carne
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Campo
Grillos estridulando. La luna apenas alumbraba la desierta llanura cuando el viejo campesino salía de su choza, en el medio de la nada. Hizo crujir las secas capas de suelo en tan árido paisaje y vio la lejanía: la tierra que había dado frutos por generaciones estaba desierta. El hombre, en aquella sequía que duró una década, había caído en lo más mísero de la pobreza. Desde ese entonces, repite continuamente la rutina: salir del rancho, hacer una vista panorámica de las consecuencias del desastre y rezar porque vuelva a llover. Después de la inhumana tortura de diez años, Dios pareció oír sus imploradas peticiones. El hombre pudo ver cómo en la lejanía unas nubes espesas surcaban el oscuro cielo nocturno con un paso lento y paquidérmico. Se podían sentir, suavemente, los silbidos del viento en tonos variopintos; armoniosa precuela al sonido de pequeñas gotas de agua impactando la superficie, que se hizo paulatinamente más fuerte. En un dejo de profunda alegría, el campesino sonrió mostrando una descuidada dentadura y, en un grito que resonó por toda la llanura, agradeció a Dios. Oh, pobre de él, que más temprano que tarde descubrió que esa lluvia no era más que una torrencial tormenta que causaría las inundaciones más grandes de la historia. Cuentan las malas lenguas que, tras esa ocasión, el viejo se limita a rezar en blanco.
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Vendedor
“El tiempo es dinero”, oyó, e inmediatamente comenzó a vender tiempo.
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En el País de Nunca Jamás
La madre iba por el pasillo, cansada, en dirección a su habitación, cuando escuchó los sollozos de su pequeño hijo. Se acercó y lo vio en su cama, frágil, con la cara cubierta de lágrimas.
–¿Qué pasa? –le preguntó, preocupada.
–Es que… –dijo él, haciendo una pausa. Es que creo que me estoy volviendo adulto…
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