kalminari
Vidas Contadas
8 posts
Genios, héroes y canallas
Don't wanna be here? Send us removal request.
kalminari · 8 years ago
Text
ERAN UN TRIÁNGULO ARMONIOSO
Tumblr media
En el St. John Ambulance Welfare Center de Singapur, la multitud que revoloteaba como un enjambre alrededor del pandit Nehru empujó   a  lady Edwina Ashley, que cayó al suelo. Cuando  Nehru  la ayudó a levantarse  saltó una chispa que provocaría un incendio.
Lady Edwina, la mujer de lord Mountbatten, había leído la autobiografía de Jawaharlal Nehru y compartía la compasión que le inspiraban los parias.  Su marido, que pronto sería virrey  de la India,  vio en Jawaharlal a un hombre cuya cultura, encanto y acento inglés hacían juego con los suyos. Los príncipes se reconocen entre ellos. Y a veces comparten la misma princesa.  
Edwina Cynthia Annette Ashley nació con el pasado siglo y vivió sus esplendores y convulsiones. Su padre era el primer barón Mount Temple; su abuelo,  sir Ernest Cassel, había llegado  sin un penique desde  Colonia a Liverpool, fundó un banco y fue amigo y financiero del futuro Eduardo VIII, del premier Herbert Asquith y del joven  Winston Churchill. En sus mansiones de Brooke House, Moulton Paddocks y Brankssome Dean, su nieta, la rebelde Edwina,  disfrutó sin culpa de un destino de lujo, glamour y voluptuosidad. Ni bella ni fea,  era alta y  de una delgadez prerrafaelita.  
Cuando murió su abuelo, ella tenía 20 años y heredó dos millones de libras y los palacios de Boadlands, en Hampshire, y de Brooke House, en Park Lane. Excéntrica aunque respetable, ya era novia de lord Louis Mountbatten, Dickie, leading member de la sociedad londinense, bisnieto  de la reina Victoria y tío del príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca, el futuro duque de Edimburgo.  Dickie y Edwina se casaron en Westminster y  el príncipe de Gales fue el padrino. Tuvieron dos hijas, Patricia y Pamela, y Edwina se embarcó en dos décadas de gloriosa frivolidad pespunteada  de amantes y  escándalos. Daba que hablar, pero  el suyo era un open marriage  y cada uno iba a su aire. Su exquisita educación  stiff upper lip les ayudó a sortear escándalos vergonzosamente públicos.
No eran filisteos previsibles,  sus ideas de izquierda  y su riqueza excesiva suscitaron  cotilleos sobre sus escapadas decadentes,  de las que se daban mutuamente cuenta en cartas románticas que hablaban de amor. Lady Edwina viajaba ocasionalmente con su cuñada lady Milford Haven, cuyas relaciones sáficas están mucho mejor documentadas que las que se atribuyen a Edwina, que tenía perfecta noción de los límites. Aunque fuera para traspasarlos. Cosa que hacía  con un toque charming. Tuvo su época negra y  sus épocas azul y rosa, todas las atravesó con la misma apostura de mármol y cristal  junto a Nancy Cunard, la heredera poetisa y extravagante de las líneas marítimas.  Lady Edwina fatigó el mundo tras un reguero de amantes. Ninguno imantó su corazón como Jawaharlal Nehru.
El día del Año Nuevo de 1947 lord Mountbatten fue convocado en Downing Street para encontrarse con su futuro papel en la Historia: desmantelar, como último virrey,  un imperio que había durado doscientos años. Cuando lady Edwina se instaló en el descomunal esplendor de Viceroy´s House en Nueva Delhi, pensó que aquel palacio colosal parecía construido con el expreso  propósito de extraviarse entre sus múltiples corredores, que  parecían no llevar a sitio alguno.  Se tardaba diez minutos en ir desde el dormitorio hasta el comedor.  Sus Jardines Mogol eran una delicia inacabable de estanques y arte topiario. Pero extramuros, la violencia del todos contra todos  parecía ese avatar del dios Krishna -el Juggernaut- que en su avance  destruye todo lo que se le interponga .Gandhi  oponía la satyagraha a la irascible crueldad entre musulmanes e hindúes. En su  breve virreinato,  Edwina vio cómo el país de las tres mil castas se convertía en una  picadora de carne indiferente a las prédicas ascéticas de aquel pequeño faquir al que Edwina admiraba como a un par de Cristo y de Buda.
Estremecida,   lady Mountbatten abandonó el relumbrón de sus tiaras y condujo en sobrio uniforme una ambulancia de la St. John´s Brigade. La sangre, el sudor y las lágrimas la transformaron: arrió la bandera de la dolce vita y abrazó  con la pasión de la conversa la causa de la piedad universal. El amor  al pandit Nehru la desbordó tanto que pudo amar a todos los indios. Todas las noches, nunca antes de las dos de la madrugada, cuando el pandit daba por concluida su jornada, la escribía. Las confidencias duraron  doce años y se convirtieron en un diario fascinante de la emancipación de la India. Solían empezar con un párrafo cariñoso y personal y terminar en el mismo tono de ternura. El cuerpo de la carta solía ser un catálogo de miedos y esperanzas.  Cuando Edwina conoció a Nehru, ya había tenido varios amantes y su marido estaba acostumbrado,  sólo la primera vez sintió que un monstruo de ojos verdes le hería algo por dentro. Con Nehru era diferente, en junio de 1948 el marido complaciente escribió a su hija Patricia: "Ella y Jawaharlal se adoran  de la manera más tierna y Pammy [su hija pequeña] y yo hacemos todo lo posible para ayudarlos con discreción".  Formaban un triángulo armonioso.  
Muchos años después, el yerno de Edwina, lord Brabourne, declaró al periódico indio The Pioneer que nadie que hubiera visto aquellas cartas podría concluir que hubiera habido nada físico. De ser cierto, esas cartas no desmentirían esta sospecha  platónica: lo que no se consuma como humano se sublima como divino.
Lady Edwina, condesa  Mountbatten de Burma,  murió en 1960 Borneo, mientras dormía. Como creía que los cementerios son una  promesa de imposibles inmortalidades,  su marido la dejó en el mar. Nehru envió dos acorazados para que escoltaran su cuerpo mar adentro de la costa de Portsmouth. En su elogio fúnebre dijo: “A todas partes donde has ido has llevado consuelo y esperanza. ¿Acaso es extraño que el pueblo indio te quiera y llore tu partida?"
El pueblo indio y el corazón enternecido de Jawaharlal.
1 note · View note
kalminari · 8 years ago
Text
LA MELODÍA QUE MATA
Tumblr media
Antes de que, en nuestra Guerra Civil,  abatieran su avión sobre Pastrana, el corresponsal francés Louis Delaprée había escuchado en Hungría la canción más triste del mundo, una pieza de jazz compuesta en 1933 por Rezső Seress. Se titulaba Szomorú Vasarnap, que es como se dice en húngaro “Sombrío domingo”, y Delaprée  escribió una crónica titulada “La melodía que mata” porque era   tan triste que tuvo que prohibirse en los cafés de Budapest  para no fomentar el suicidio. La versión de  Billie Holiday  -Gloomy Sunday-, que puso un  telón de fondo sonoro a la Gran Depresión,  fue prohibida también en algunas emisoras de radio y clubes nocturnos y años después en la BBC. En los setenta, varios suicidas escucharon a Leonard Cohen antes de levantar la mano contra sí mismos. ¿Cuál fue la última canción que escucharon?, tal vez Dress Rehearsal Rag, el tema inspirado en la melodía húngara que mataba, por eso Cohen siempre evitó  cantarla en público, tenía  miedo a cargar con la culpa de  contagiar la seducción por la muerte voluntaria,  como  las sirenas que fascinaban con su canto  a los marinos antes de perderlos.  ¿Qué cantaban las sirenas para abismar a los hombres? No lo sabemos, pero quienes indagaron  en ese enigma sospecharon que a cada uno le cantaban  lo suyo, que tenían un canto personalizado para cada víctima, aunque todas las melodías eran líquidas como lágrimas y todos los estribillos repetían que hay domingos tan tristes que parecen sauces.
En los años 30, Rezső Seress solía tocar Szomorú Vasarnap en el restaurante Kispipa de Budapest. Eran años oscuros y el miedo destruía más cosas de las que era capaz de construir la esperanza. La vida en Hungría de un judío de los años treinta  no era una fiesta, sino el afligido preludio de lo inconcebible. Seress había escrito la letra  en una tarde lluviosa en París, un domingo triste en que perdió la mitad de él.  La otra mitad oía voces que lo llamaban. La desconsoladora amargura de aquella letra original fue reemplazada por otra no menos melancólica de László Jávor, que cantaron en muchos idiomas muchos cantantes como Billie Holiday, Elvis Costello o Björk. Así decía en  la voz gangosa de   Serge Gainsbourg: Je mourrai un dimanche où j'aurai trop souffert / Alors tu reviendras, mais je serai parti.
Tumblr media
 Rezső Seress acabó en un campo de concentración y, aunque sobrevivió al Holocausto,  el estalinismo lo persiguió porque  sus canciones habían triunfado en  Estados Unidos. Sin el consuelo de un amor, pasó el resto de su vida tocando en baretos por un plato de comida, incluso en un circo con un organillo llegó a tocar el hombre. Lo que quedaba de él.  En el invierno de 1968 intentó quitarse de en medio saltando por una ventana,  como no lo consiguió, se ahorcó en el hospital con un alambre. La letra de su amigo László Jávor decía: "Mi corazón y yo hemos decidido poner fin a todo”. La versión de Gainsbourg  hablaba de cirios ardiendo como una esperanza, velando un cadáver un domingo sombrío. En el restaurante Kispipa,  en el 38 de la calle Akácfa, hay un cuadro colgado en la pared del pequeño Seress, Kis Seress, como le decían. Dicen que cuando el pianista toca la canción que mataba, como aseguraba Louis Delaprée,  las sirenas del Danubio, celosas,  se tiran de los pelos. 
https://youtu.be/KUCyjDOlnPU
0 notes
kalminari · 8 years ago
Text
CADA NOCHE, LA RUTA DE LOS CLUBS
Tumblr media
https://open.spotify.com/track/1wl5b2lw3YagQtZiYZbQWP
Según su sobrina nieta todo empezó por una canción. En un viaje a Nueva York, un amigo  hizo escuchar a Pannonica el primer disco de Thelonious Monk, Round Midnight.  No podía creerlo,  nunca había oído nada remotamente parecido. Para muchos, esa música era  maravillosa, pero para ella fue una epifanía del destino. Escuchó el disco veinte veces seguidas y perdió el avión de vuelta a casa, donde la esperaba su familia.
Kathleen Annie Pannonica Rothschild era baronesa y dio que hablar. En realidad, no es raro que las baronesas den que hablar, pero tal vez ninguna baronesa diera tanto que hablar. Nació en vísperas de la Gran Guerra  y vivió  en mansiones con pérgolas, institutrices y criados de librea; pero  cambió la vida que le tocaba vivir por otra de oscuros tugurios y negros iluminados por el jazz que se llamaban, por ejemplo,  Duke Ellington, Lionel Hampton, Art Blakey, Miles Davis o  Charlie Parker. O  Thelonious Monk, con quien compartió la vida hasta la muerte. Esa  vida rebelde la cuenta su sobrina nieta Hannah Rothschild en The Baroness, the Search for Nica the Rebellious Rothschild  (ed. Virago).
Tumblr media
La hija pequeña del barón Charles de Rothschild, banquero por tradición y entomólogo a ratos,  llevaba el nombre de una mariposa excéntrica por el capricho de su padre excéntrico, que se suicidó cuando Pannonica tenía diez años. Le dejó una fortuna y una colección de discos. Gracias a aquellas pizarras venerables descubrió el jazz cuando esa música era desconocida en Inglaterra. Por entonces su verdadera pasión era el dibujo, se fue a estudiarlo a Múnich en 1931 y allí  se topó con la fobia antisemita y descubrió la fragilidad de la libertad. De vuelta a Inglaterra admiró la ingravidez de las mariposas, aprendió a pilotar y conoció en el aeródromo francés de Touquet a Jules de Koenigswarter. 
Vivieron  en un castillo en el noroeste de Francia y tuvieron  cinco hijos. Ella llevaba joyas y vestidos de alta costura, pilotaba  aviones, conducía coches   deportivos y montaba a caballo en ámbitos cosmopolitas poblados por magnates, aristócratas,  intelectuales, políticos y playboys. Aquella burbuja se rompió por la guerra como cuando se tira una piedra sobre las aguas de un estanque tranquilo y la pareja atendió la llamada de De Gaulle a los franceses libres. Se unieron  al general  en Londres y los destinaron al África Ecuatorial. Pannonica de Koenigswarter fue espía,    locutora en  Radio Brazzaville  y chófer militar. Le quedó tiempo para dejarse fascinar por la cultura africana.
Después de la guerra, Jules se hizo diplomático y  fue destinado a México. Poco dada a las liturgias de  mujer de embajador, Pannonica huyó  a Nueva York y fue allí donde  un amigo le hizo escuchar Round Midnight. No volvió nunca a México.  Cambió a sus amigos de   clase alta por una tropa de músicos negros brillantes y nómadas. Si aquella música era bella, los músicos que la hacían debían de ser bellos también.  
 Pannonica se separó formalmente  en 1952 y los Rothschild la repudiaron. Tenía 39 años. Se instaló  en el Stanhope de la Quinta Avenida, un gran hotel junto a Central Park,   y practicaba tiro disparando contra las bombillas, era una costumbre que le había quedado de los años   de la guerra. El gerente tuvo que advertirla: “No importa si da a nuestro personal pero deje en paz las lámparas”.  Meses después ya era una groupie de los  jazzmen. Los diminutos clubes de la calle 52 tenían la misma clientela noche tras noche. La baronesa se sentaba con Jack Kerouac, William Burroughs, Allen Ginsberg,  Jackson Pollock o Willem de Kooning, para escuchar a Charlie Parker, Dizzy Gillespie, John Coltrane, Coleman Hawkins o Miles Davis. De todos  fue amiga  y a todos los amadrinó con su hospitalidad, sus consejos y sus rentas. En su compañía y  al volante de su reluciente Rolls-Royce blanco, cada noche hacía la ruta de los clubs: el Five Spot, el Village Vanguard, el Birdland, el Minton's Playhouse y el  Small's de  Harlem. Sus amigos músicos la llamaban Nica y se beneficiaban de su  chequera larga y su entusiasmo hondo. Cuando la troupe pasaba por Broadway,  los blancos se preguntaban qué hacían aquellos negros en un Rolls con una señora blanca. O tal vez, casi seguro, qué hacía una señora blanca con unos negros en un Rolls.
La ironía era que  llevaba tres años en Nueva York y todavía no había encontrado al hombre que compuso Round Midnight. Condenado por posesión de heroína en 1951, Thelonious Monk había perdido durante siete años el derecho a tocar en los clubes de Manhattan. Ocasionalmente lo contrataban en Brooklyn o en algún otro tugurio fuera de la ciudad, aparte de eso sólo tocaba en el piano vertical de su cocina para una audiencia familiar: su mujer,  Nellie, y sus dos  hijos, Toot y Barbara. De noche escuchaba a sus colegas en la radio, salvo cuando  se tumbaba en la cama en silencio mirando una foto de Billie Holiday clavada en el techo. Como Nica no había podido encontrarlo, volvió a Inglaterra en 1954 para reconsiderar su  futuro. Quienes la conocieron entonces  la recuerdan en el Stork Club de Londres  esperando que la última estrella se desvaneciera en el cielo. Cuando oyó que Monk estaba tocando en París, Nica voló a encontrarlo.
Monk salió al escenario ciego de marihuana y coñac e hizo gruñir el piano con su inimitable estilo discordante.  Los críticos dijeron  que era “un bufón”; pero Nica quedó subyugada. Los siguientes  28 años dedicaría su vida a ese hombre   poniendo a sus pies todo el amor del mundo,  como una beata ante un santo. Para ella, era “el hombre más bello del mundo. Un hombre muy grande, con un alma mucho más grande todavía”.
Nica volvió a Nueva York. Tenía un piano en su suite y Monk lo tocaba casi a diario con la concentración de un místico. No eran buenos tiempos para las relaciones mixtas y el nombre de la baronesa ocupaba a menudo las portadas de los periódicos amarillos.  Provocaba el escándalo y la mirada recelosa de los recepcionistas del hotel, que miraban con malos ojos  el desfile de negros extravagantes y sus interminables jam sessions a cualquier hora. En ese hotel lujoso, y con esa mujer hospitalaria por única compañía, murió Charlie Parker.  Después, el gerente le dijo a Nica que se fuera. Se mudó al hotel Bolívar. No fue por mucho tiempo porque ese mismo año de  1955  Thelonious Monk y  la baronesa fueron detenidos en  un restaurante de carretera en  Delaware. Ella se puso a gritar para que no  dañaran las manos del pianista. Al registrar el coche, la policía encontró marihuana.  A  Monk le retiraron durante dos años su tarjeta de cabaret, imprescindible para actuar en Nueva York; a Nica la acusaron de posesión de narcóticos.  Mientras tanto, su hermano Victor Rothschild, exasperado por las presiones de los hoteleros, instruyó a sus agentes para buscar una casa para Nica.
La encontraron en Nueva Jersey, en el nº 63 de Kingswood Road, en Weehawken. Era una villa  atalayada en una colina con espectaculares vistas al Hudson y construida diez años antes por el cineasta Joseph von Sternberg. Cuando sus hijos llegaron para quedarse, su nuevo coche, un Bentley,  quedó estacionado en la calle y el garaje se convirtió en dormitorio. La casa se convirtió en santuario para gatos, que estaban en  cada armario, en   el sótano, en  el garaje y en el tejado. Una vez los contaron, eran más de trescientos.  El único lugar que tenían prohibido era el Bentley. Nica tuvo que levantar una valla alrededor para que los mininos no  rayaran la pintura o los asientos de cuero. Monk bautizó el nuevo hogar como “Catville”. Él no amaba los gatos, pero los consentía porque la amaba a ella.
La casa fue un refugio para músicos sin techo. Nica los retrataba con  una Polaroid y  obtuvo cientos de imágenes extrañas que muestran a  aquella peña en su intimidad cotidiana: unos duermen, otros juegan al pingpong, comen o acarician a los gatos.  La baronesa sometía a sus invitados al juego de los tres deseos. Esa lista de ensoñaciones  está publicada, junto a las fotografías,  en  Les musiciens de jazz et leurs trois vœux (ed. Buchet Chastel) y dice mucho sobre el appartheid que envilecía el sueño americano. Miles Davis sueña con ser blanco, Dizzy Gillepsie imagina “un mundo en el que no se necesite pasaporte”, mientras que Julian Cannonball  Adderley reclama “que la discriminación racial sea barrida de la faz de la Tierra”.  Art Blakey deseó  “divorciarse para poder casarse con la baronesa”.  
Tumblr media
Cada vez más Thelonious Monk se encerraba en su mundo y no   se le podía dejar solo. Cuando murió su madre, el músico andaba liado en un tiroteo en un callejón y se perdió el funeral.  Un día se incendió su apartamento familiar y el fuego devoró su piano vertical y sus manuscritos de música. Eso  acabó por devastar su mente. Murió en el 82.
Seis años después Pannonica de Koenigswarter siguió sus pasos en una operación a corazón abierto. Alrededor de la medianoche dispersaron sus cenizas en las aguas del Hudson. Round midnight. Dejó cinco hijos, dos nietos, tres bisnietos y un largo rastro en la música de jazz, que evoca su nombre en varias  composiciones. En Pannonica, por ejemplo,  de Thelonious Monk. La primera vez que la tocó en el Five Spot Café dijo: “Esta canción está dedicada a una mujer maravillosa con  nombre de mariposa”.
1 note · View note
kalminari · 8 years ago
Text
LAS LUMIS DE ALAIN
Tumblr media
Conservo de la  adolescencia la fascinación por las   putas y el gusto por los muertos ilustres.  En París me gustaba verlas a ellas en el Bois de Boulogne; a los muertos,  en   el Père Lachaise, un cementerio petado de genios, héroes,  canallas y filósofos.  Como  Émile-Auguste Chartier, al que todo el mundo  llamaba Alain.  De él es esta vislumbre: “Nada es más peligroso que una idea cuando no se tiene más que una”. Pero no voy a hablar de los fanáticos que son hipercríticos irascibles porque solo tienen una idea.   Más me seduce cierta reflexión que hace Alain sobre las putas,  ahora que han quedado desbancadas del top del escarnio. Aunque no en todas partes.  
Todo el mundo sabe que la prostitución es un asunto que cambia mucho según se lo mire desde arriba o desde abajo. Desde arriba lo miran los tartufos y ven escándalo. Desde abajo lo miraban las lumis del pobre Toulouse-Lautrec, que gracias a ellas perdió la arrogancia aristocrática. No fue ningún desastre, ya dijo  Elizabeth Bishop que  “el  arte de perder se domina fácilmente; hay tantas cosas decididas a extraviarse que su pérdida no es ningún desastre”.  
Alain, como es filósofo,  mira el asunto  de lado, que es lo más acertado. “Me escandaliza –me dice desde su hoyo en el Père Lachaise- que en este tiempo tan ilustrado el pecado aún se refiera sobre todo a la carne,  como si no hubiera un libertinaje, una perversión de mayor hondura, en la política, en el dinero, en la ideología o en el pensamiento. Una prostituta es despreciable porque vende su cuerpo;  pero hay políticos, periodistas  o filósofos que venden su cerebro. El sexo de las mujeres en algunos  cuadros se cubre con una hoja de parra;  el cerebro venal de algunos hombres, con los discursos de la hipocresía”.
Vaya, que más honestas son las mujeres que venden sexo que los hombres que venden humo tóxico y  joden mucho más. Y ya.
0 notes
kalminari · 8 years ago
Text
Nick, (his) name
Tumblr media
En esta novela dice Nick Hornby: “Es como si lograra la más pura esencia de la melancolía de este mundo, de todos los infortunios y todos los sueños rotos a los que has debido renunciar y la vertiera en un diminuto frasco y lo tapara. Y cuando empieza a tocar y a cantar, es como si destapara el frasco y tú pudieras percibir su aroma. Te sientes pegado al asiento y no quieres ni respirar para no espantar el prodigio”.
 Se refiere Nick Drake, cuyas musas se alimentaban de una  sensibilidad algo mórbida. Nació en la Birmania colonial y a los seis años se trasladó a Inglaterra con sus padres. Primero empezó a tocar  la guitarra, el piano y el saxo, luego  a fumar cannabis. Viajó a Marruecos porque "ahí se conseguía la mejor hierba". También experimentó alguna curiosidad por el LSD. En los librillos de papel de liar  figuraba el aviso “Five Leaves Left” y así llamó a su primer álbum. Hubo otro par de discos antes de aceptar el fracaso. Sus letras, panteístas y enigmáticas, hablaban de soledad y de sueños. Y de  del mar, el viento, los árboles y la lluvia.  Era un tipo hipersensible. Y  un misántropo que se negaba a hacer promoción de sus discos: ni entrevistas ni conciertos.
 Se sintió amargado por la falta de reconocimiento. Dejó de tocar y se fue a vivir a casa de sus padres.  Su madre, Molly, también componía y cantaba, sus canciones eran parecidas a las de su hijo: ambos eran frágiles y tenían malas premoniciones. Nick murió de una sobredosis de antidepresivos.  Pudo ser un accidente. También un suicidio. Su última canción se titula From the morning y dice: 
 And now we rise/ We are everywhere 
Ése es su epitafio.  
https://youtu.be/o298SRDF2Mo
En el año 2000 Volkswagen usó la canción Pink Moon en un anuncio y en un mes se vendieron más álbumes de Nick Drake que en todos los años de su corta vida y en los 26 años que llevaba muerto. Nick Drake brotó y estuvo en todas partes.
0 notes
kalminari · 8 years ago
Text
CADA UNO SE FUE POR UN LADO
Tienen el aire de dos actores cuarentañeros de una peli de Woody Allen. Ella viste de Uniqlo; él, de Cholo Simeone. Han quedado  para decirse algunas cosas que hace tiempo que quieren decirse y aún no se han dicho. Se sientan junto a  mí en un banco del paseo, como llevo cascos y leo un libro, suponen que no los oigo.  Tampoco parece que les importe. Es el último acto y acaso les anime tener público, aunque reducido a un solo espectador.
“En los últimos cinco años has sido mi mejor amiga, mi amante y mi confidente.  Pero no puedo evitar pensar  en el principio,  cuando los dos nos percibíamos más sexys y nos atraíamos. Me diste una nueva perspectiva sobre el alcohol y una razón para hacer ejercicio. Me enseñaste el poder del ahora y que el futuro es el lujo más caro, y que en la mirada de un perro puedes encontrar lo más parecido a dios que habite en este mundo. Desde hace seis meses me cuesta volver a casa, estoy muy a gusto en el despacho y trabajo mucho más, hace tres meses miré con deseo a tu amiga Luisa y hace dos  me olvidé del día  tu cumpleaños. De repente comprendí que no me importaba vivir amargado por no vivir contigo. Tampoco me asustaba ya el riesgo de tener que arrepentirme de esta decisión”, dijo él.
Tumblr media
“Gracias por ser el hombre que hará que mis futuros cumpleaños no se le olviden a quien tiene la obligación de recordarlos. Prometo convertirte en un villano en mi mente, uno de los peores, en el Jafar de Aladin o en el Gaston de La Bella y la Bestia si no se me ocurre otro peor, aunque lo tenga que sacar de otra película.  Prometo deslizarte rápidamente hacia la izquierda si alguna vez te encuentro por azar en Tinder, pero solo lo haré después de haber tomado un pantallazo para enseñárselo a mis amigos en las comidas en donde nos descostillamos de risa  con las fotos que encontramos en las aplicaciones para ligar. Te prometo que no sacaré ni una sola lección de esta relación y que continuaré fallando de la misma manera a mis futuras parejas. Por último, y esto es lo  más importante,  te prometo que voy a tener experiencias mucho más satisfactorias con tipos  mucho más atractivos que tú. ¿Tienes algunas palabras hirientes para mí?, dijo ella.
               “La noche en que nos conocimos ligué con tu amiga Celia, fue estupendo. ¿Algún último dardo?”, dijo él.
               “Bueno, tu desodorante natural no funciona”, dijo ella.
               Se levantaron y cada uno se fue por su lado.
0 notes
kalminari · 8 years ago
Text
Cottage
Yo antes no era así, pero ahora cuando  viajo es raro que compre algo que no se pueda beber, por eso desde hace un tiempo suelo evitar Escocia. La última vez que estuve navegando por las Hébridas lo que me llevó allí fue conocer la isla de Jura y encontrar la casita blanca colgada de los cantiles en la que Orwell escribió “1984”. Me costó encontrarla –la casita, no la isla- por un exceso de afinidad con el whisky Lagavulin, que aún perdura.  Aquí está (el cottage, no el whisky)
Los detalles de aquel viaje los publiqué aquí http://elpais.com/diario/2009/08/01/viajero/1249160895_850215.html
Tumblr media
0 notes
kalminari · 8 years ago
Text
DE PIOJOS Y CAVERNAS
Tumblr media
 Jan Swammerdam fue  un zoólogo holandés del siglo XVII a quien se atribuye una frase prodigiosa: "En la anatomía de un piojo encontramos la grandeza de Dios". Swammerdam malversó la vida estudiando el mundo de los insectos con microscopios construidos por él mismo, fue tan fan de esos bichitos que a veces   los criaba en su propio cuerpo. Con sus disecciones fue el primero en darse cuenta, al identificar los ovarios, de que el rey de las abejas era una reina. 
La dedicación obsesiva a su ciencia le impidió sentar la cabeza, por lo que su padre  dejó de mandarle dinero. Pasó  hambre y perdió el oremus y la  salud hasta que heredó  cierta fortuna, pero el daño ya estaba hecho. Swammerdam ya era un hipocondríaco  con intensos arrebatos visionarios y  bandazos entre el misticismo y una devoción, también religiosa, por los piojos.  Murió a los pocos días de cumplir 43 años.
No hay ningún retrato de Swammerdam,  aunque anda por ahí un grabado que supuestamente lo representa; pero el presunto modelo murió en  1680 y la litografía fue hecha en 1851.  El grabado se  tomó de un dibujo datado  cien años antes y atribuido a  Jan Stolker un artista adolescente de poco  talento, que a su vez se inspiró en Rembrandt.  Después de todo, Swammerdam y Rembrandt vivieron en Ámsterdam por los mismos años  y Swammerdam trató a un  hijo del artista.  La verdad es complicada: Rembrandt tanto era como  no era el autor de este "retrato" de Swammerdam. Él no fue el autor, porque el retrato muestra a Swammerdam con una copia de su libro sobre la vida de los insectos, el libro fue publicado en 1675, mientras que Rembrandt murió en 1669. Pero en cierto modo Rembrandt era el autor porque el rostro en el retrato de Swammerdam claramente se ha tomado de la “lección de anatomía” de Rembrandt. Esa es la fuente original para el retrato Swammerdam. 
¿Podría ser en realidad Swammerdam? No, porque  Rembrandt pintó la imagen cinco años antes de que naciera Swammerdam.  En 1876 la cara que Jan Stolker atribuyó al entomólogo   fue identificada  como la  de Hartmann Hartmanzoon, un médico de Ámsterdam.  Sin embargo, el fake  de Swammerdam se reproduce regularmente.  Hay otros dos "retratos" abiertamente imaginarios de Swammerdam. Uno es una encantadoramente inexacta litografía en la que se ve al entomólogo vistiendo ropas del siglo XVIII y usando un microscopio del siglo XX.  La irrealidad absoluta se ofrece como presencial real. Ese mecanismo de sustitución  está usurpando lo real en todos los ámbitos y sustituyéndolo por su sombra.  En la caverna de Platón  el hombre sólo puede ver las sombras que se proyectan sobre las paredes, pero no el modelo original.
Ese repeluzno platónico sirve para explicar la desoladora realidad en la que lo real no comparece y lo falso no desaparece. La atracción hipnótica de lo falso secuestra lo real y los pigmeos parecen gigantes.  “Cuando veas un gigante, mira la posición del sol, no vaya a ser la sombra de un pigmeo", decía  Novalis.  
0 notes