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El deseo de desaparecer es un sentimiento extraño, una mezcla de agotamiento y resistencia. A pesar del cansancio, sé que puedo enfrentar las cosas, pero no quiero luchar más, ni siquiera por lo mínimo. Las palabras pueden resonar en el alma para siempre, y sé que hace diez años no querías que esa vida continuara. Las personas que más te conocen saben que preferirías que no existiera. Yo tampoco quiero existir, y es extraño porque me quedo para que los demás no lloren por mí ni me tengan que superar. Pero, ¿en verdad estarían mal? Esa es la pregunta que me hago cada vez que siento este cansancio, un cansancio que no se parece a ningún otro, un cansancio que no le deseo ni a un asesino. Al menos el asesino tendría la valentía de acabar con su cansancio.
No puedo dejar solo a mi hermanito, no puedo dejar solo a mi papá, ni a mis amigas, ni a mi gatita. Pero, si esa es la razón, si la razón por la que no desaparezco es para que los demás no estén mal, ¿significa que sobrevivo solo por el egoísmo de los demás? ¿O sobrevivo solo porque creo que soy algo en sus vidas? Y si no soy nada, ¿por qué sobrevivo?
Es un ciclo de pensamientos que me atormenta, un ciclo de amor y culpa, de responsabilidad y vacío. Me siento atrapada en un laberinto de emociones, buscando una salida, una respuesta, una razón para seguir adelante.
necesito ayuda.
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(a)
No puedo creer que alguien a quien no considero mi amigo haya estado escuchando y leyendo todo lo que sentía en estos momentos. Me ayudaste mucho, de verdad. No me sentí sola porque sabía que podía llamarte y, aunque probablemente me dirías que doy pena, estabas dispuesto a estar allí para mí en los momentos malos. Eres una gran persona, de verdad. Eres una de las pocas personas de nuestra generación que se preocupa por su desarrollo personal y eso me parece admirable. Me parece que eres muy maduro y eso me ayudó mucho. Siempre considerabas los dos puntos de vista. Gracias.
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(s)
Es difícil tener que pedir perdón por tercera vez por la misma acción, aunque sé que no somos las mejores amigas y que nos conocemos hace poco. Sin embargo, es verdad que te tengo cariño y me importas. Estaba tan concentrada en mis propias cosas que olvidé que también podías ser afectada por mis acciones. Lo siento mucho y no puedo cambiar el pasado, pero puedo cambiar mi comportamiento y ser una buena compañía para vos en el futuro.
No te pido que me perdones para quedar bien, porque esa es una decisión solo tuya. Pero estoy para lo que necesites, y cuando quieras hablar, solo llámame y te contestaré. Perdón.
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(f)
La verdad es que me duele escribir esto, me duele recordar que alguien a quien llamé amigo me decepcionó de una manera que me parece difícil de perdonar. Me cuesta hablar de esto, incluso conmigo misma, porque me siento incómoda al pensar que alguien que consideré mi mejor amigo pudo hablar de mí de esa manera, hacerme quedar mal cuando nunca fue mi intención que esto le incomodara.
Me dijiste que si lo decía, yo perdería más, y creí que era verdad. Pensé que si te afectaba menos, no te importaría. Así que lo dije, pero en realidad, siempre quise decirlo. Solo que pensé que te iba a afectar entonces me lo guardaba, pero cuando mencionaste que yo perdía mas, seguramente te iba a molestar mucho menos que a mi. Quería defenderte y ocultarlo para no lastimarte. Si me hubieras dicho la verdad, si me hubieras dicho que no solo perderías la confianza de tu hermana, sino también un contacto con tu ex y una amistad real, nuestra amistad que dijiste q era una de las pocas reales, lo habría pensado mejor. Lo hubiera pensado mas si sabía a esto te iba a llevar a mentir y ser egoísta, porque no quiero ponerme primera, nunca fue mi intención meterte en un quilombo, aunque ya estabas metido, pero no quería que te veas mal, no quería que parezcas culpable vos solo cuando yo también la cague, ojalá hubiéramos hablado mas del tema y seguramente me lo guardaba para no lastimarte, o por lo menos, seria mas discreta.
Te pido perdón por ponerte en una situación en la que tuviste que mentir y fingir algo que no pasó. Me duele que te dejé hacerlo y no puedo decirte a la cara que dejes de inventar cosas porque se que solo te estás protegiendo. Aun así, siento cierta decepción, pero te sigo queriendo. Nunca dejo de querer a las personas. Tenes tiempo para arreglar la amistad que pudo ser una de las mejores, para recuperar las noches que pasamos hablando. Pero no creo que me hables y arregles las cosas. Espero que algún día podamos volver a conectar, pero por ahora, la distancia entre nosotras parece crecer.
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(m)💕
Me sentí profundamente humana, vulnerable y débil. Siempre supe que era capaz de cometer errores, pero nunca imaginé que traicionaría a alguien a quien amo. Me juzgué con una crueldad despiadada, como si fuera una extraña, y me sentencié a ser nombrada por mi misma una mala persona, indigna del amor y la confianza de los demás.
Me sentí atrapada en un torbellino de culpa y arrepentimiento, un remolino que me arrastraba hacia un abismo de desesperación. Me odié a mí misma, me critiqué con furia cada acción, cada decisión, y me castigué negándome el derecho a sentirme bien. Me sentí indigna de la felicidad, y ansié el sufrimiento, porque creí que era lo único que merecía. Por suerte, no recaí.
Ahora, me duele pensar que puedas odiarme en secreto, que ya no te importe, que existan palabras pero no acciones. Me duele porque te amo y quiero que sigas siendo mi mejor amiga, que mis hijos te llamen tía, y que podamos compartir nuestra vida juntas. Pero sobre todo, me duele porque siento que ya no queres lo mismo. El vacío que siento en mi pecho se ha convertido en un abismo insondable, y la idea de perderte para siempre me llena de un terror que me paraliza.
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A veces me acuerdo de cuando nos hacíamos pelota, solo el presente pasaba en nuestra mente, que solo pensábamos en nuestra conexión, sin importar dónde estuviéramos, hasta en el borde de algún mueble. Me duele pensar que esa conexión tan profunda, esa intensidad en nuestras miradas y en nuestros besos, no la voy a volver a encontrar con nadie más. Echo de menos la sensación de estar contra la pared, sintiendo tu fuerza y tu control sobre mi cuerpo. Recuerdo cómo me empujabas, cómo me tomabas el pelo, cómo me decías "no aguanto más" y yo me dejaba llevar por completo. Extraño sentir tus manos apretando mi cuerpo y mis manos rasguñando el tuyo. Más que nada, extraño esos momentos en los que el dolor se hacía insoportable y no podía seguir sin que me agarraras y me llevaras a tu gusto. Extraño tus suspiros y mis gritos, extraño la sensación de sentir que lo que hacías era tan satisfactorio que no podía dejar que parara el agua. Extraño la sensación de estar en el cielo y el infierno al mismo tiempo. En fin, te extraño, noches de pasión. (mas bien extraño nuestras noches de pasión)
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Respirar profundo, inhalar el aire fresco y deja que una sonrisa ilumine tu rostro. ¿Y por qué sonreír? Por la pura y maravillosa sensación de estar viva. A veces, podemos sentir que la vida es abrumadora y agotadora, que las emociones nos derriten y nos cansan. Pero en medio de ese caos, olvidamos que la vida es un tesoro precioso, no porque debamos vivirla de manera perfecta, sino porque en las pequeñas cosas reside su verdadera magia.
Simplemente se trata de sentir y disfrutar las más mínimas y siemples cosas, de conectarte contigo misma, con tu corazón, con el mundo que te rodea. Sentir la caricia suave del viento en tu piel, el aroma fresco del pasto mojado, el reconfortante calor de una bebida caliente en un día frío. Disfrutar de las caricias de tu mascota, de la sensación del agua corriendo por tu cuerpo en la ducha; Y qué decir de la sensación de soltar una buena risa cuando te ríes con las personas que más queres. En esencia, es en el acto de sentir donde encuentro la certeza de que la vida es un regalo extraordinario.
Siempre me he sentido como una niña que descubre el mundo por primera vez cada vez que me detengo a apreciar esas pequeñas maravillas. Sentir es recordarme que la vida es un espectáculo, un regalo que merece ser celebrado en cada instante.
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En los momentos más difíciles y agotadores de mi vida, me resulta imposible llorar. Quiero desahogarme con lágrimas y abrazar a un peluche o a alguien real. Es interesante ver cómo el karma parece conspirar en mi contra, sintiéndome atormentada por mi propia compañía. Sé que aprenderé a estar sola y a controlar mis emociones en el futuro, pero en este presente me siento más sola que nunca.
Paso horas en redes sociales buscando cualquier señal de conexión sin necesidad de una interacción, ya que se que nadie me escribirá. Lo peor de ser una persona dañada y antisocial es que termino lastimando a los pocos que están, alejándolos de mi en momentos de necesidad ya que ellos necesitan más amor y comprensión por ser las víctimas del asunto. No logro comunicarme con nadie, ni siquiera disfrutar de la compañía de otros porque se muy bien que terminaria mal. Aunque intento mantenerme ocupada, cada tarea se convierte en un desafío. La anemia me agota, el dolor de cabeza persiste a pesar de la medicación, el hambre me consume y la soledad me abruma.
Temo a lo que soy capaz de hacer, a la oscuridad que habita en mí y que podría salir a la luz en cualquier momento. Estoy sola y, aunque sé que aprenderé a aceptarlo, en este momento la soledad se siente como estar atrapada con un enemigo. ¿Quien quisiera de verdad estar en una habitación con una persona que la lastima?
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buzo
En el abismo de mi mente, germina un pensamiento que lacera y atemoriza a partes iguales, una sombra repulsiva y aterradora que inunda mi ser de impulsos incontrolables. Siento con una intensidad abrumadora que si me despojo de mi buzo, esa idea dejará de ser una mera abstracción para convertirse en una realidad desgarradora. El buzo, mi escudo contra la oscuridad interior, se erige como la frontera frágil que separa mi cordura de la autodestrucción, y sé que al rozarlo para quitármelo, el pensamiento autodestructivo se materializará.
Es estremecedor contemplar cómo mi propia mente teje meticulosamente la escena de dolor y desolación que aguarda más allá de la tela que me envuelve. Cada hilo de pensamiento es una cuerda que me arrastra hacia el abismo, cada imagen de sufrimiento es un espejo que refleja mis miedos más profundos. Los elementos ocultos y distantes, como sombras acechantes en la penumbra, aguardan su momento para emerger y desencadenar la tormenta que amenaza con consumirme por completo.
En el eco ensordecedor de mis susurros internos, la idea de merecer el dolor se convierte en un grito desgarrador, en una melodía disonante que resuena en las profundidades de mi ser. El acto de despojarme del buzo se transforma en un baile macabro con la autodestrucción, en un pacto siniestro con mis propios demonios internos. Es un paso hacia la oscuridad, hacia la posibilidad de perderme en el laberinto de mis pensamientos más sombríos, hacia la esperanza efímera que destella en la negrura de mi alma atormentada.
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veneno amoroso
Recuerdo aquella noche en la que sus palabras resonaron en mi ser, un eco de desesperación y angustia que sacudió los cimientos de mi existencia. El peso de la responsabilidad se posó sobre mis hombros, la certeza de que mi presencia era un veneno para su alma atormentada. ¿Fue verdad o mentira? La respuesta carece de importancia frente al abismo de dolor que se abrió en mi interior.
Hice todo por él, sacrificando mi propia paz en el altar de su bienestar. No deseo sanar, no deseo superar este tormento, pues él es el amor de mi vida y el pensamiento de un futuro sin él me sume en la desesperación más profunda. ¿Por qué le resultaba más fácil persistir en su sufrimiento que buscar la redención? La pregunta resuena en mi mente, sin respuesta ni consuelo.
En mi desesperación, me sumergí en un mar de autodesprecio, renunciando a compartir mis miedos, mis batallas internas, mis heridas y tormentos. Aun en el silencio, él sabía, conocía la oscuridad que me consumía, la sombra de su presencia en cada esquina de mi existencia. Me siento viva en mi dolor, pero muerta en mi anhelo, anhelando su abrazo sanador que me devuelva la vida que se desvanece entre mis dedos.
Cada día se convierte en una batalla titánica, un esfuerzo sobrehumano por mantenerme a flote en un mar de emociones turbulentas. La simple idea de levantarme de la cama se convierte en una montaña infranqueable, un obstáculo insuperable que me paraliza en el abismo de mi desesperación. Anhelo su presencia, su calor, su amor que me sostenga en medio de la tempestad que amenaza con devorarme.
Mis emociones se convierten en un torbellino de distracciones, una cortina de humo que oculta la verdad cruda de mi sufrimiento. Me siento como un espectro en mi propia vida, una sombra de lo que solía ser, temerosa de enfrentar la realidad que me aguarda más allá de mi refugio de dolor y desesperanza. En mi soledad, anhelo su presencia sanadora que me devuelva la luz y la esperanza que se desvanecen en la penumbra de mi existencia.
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Jarrón.
En un jarrón de cristal yacen ocultos múltiples secretos, valores y enseñanzas, como un tesoro guardado en lo más profundo de su ser. Sin embargo, en su fragilidad se esconden tormentas, fuego y fracturas que lo consumen desde adentro. Las fracturas de un vidrio roto cortan, no por deseo propio, sino por la inevitabilidad de su propia ruina. No es un cuchillo afilado destinado a herir, sino un jarrón destinado a sentir, a experimentar cada grieta y cada dolor de manera intensa y visceral.
En su superficie, se refleja la evidencia de su quebrantamiento, no solo en un sentido simbólico y emocional, sino de manera tangible y palpable. Las heridas visibles cortan profundamente, de una manera que va más allá de lo físico, alcanzando lo más íntimo del ser. Siempre creí en la premisa de que las almas heridas causan daño, al igual que fui fiel a nuestra conexión, esa conexión única que trasciende lo convencional.
Dentro de ese jarrón, una luz titila en sintonía con tus emociones y acciones, una luz que representa el entendimiento mutuo y la complicidad compartida. Fue esa luz la que me dio el coraje de enfrentar mis peores demonios, de confesar mis más oscuros errores y adicciones. Me perdí en un torbellino de alcohol y lujuria, cegada por mi propia desesperación, incapaz de ver el daño que causaba a mi alrededor.
No busco redimirme con palabras vacías de perdón, busco demostrarte con hechos que tu importancia trasciende las palabras no dichas. Te revelé mis pecados para liberarme del peso de la mentira, para ser honesta contigo y conmigo misma. Me siento culpable, no solo de tu parte, sino de ambos lados de esta historia entrelazada. El jarrón resistió el fuego abrasador por tu presencia reconfortante, por tu risa contagiosa, por tu confianza inquebrantable. Sin embargo, el daño persiste, la paz se desvanece en medio de la tormenta interna que me consume.
En este jarrón fracturado y vulnerable, yace la complejidad de nuestras emociones entrelazadas, la dualidad de la luz y la oscuridad que nos define. En cada grieta, en cada herida, se esconde la posibilidad de sanación y redención, de reconstruirnos juntos en medio de la adversidad. En este jarrón quebrantado, anhelo encontrar la calma y la serenidad que solo tu presencia puede brindar.
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