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Note
HOLAAA bueno ame tu fanfic/historia de "Ramito de violetas" y me preguntaba si podía hacer una segunda parte pero que sea feliz bueno si esque quiere :D
Holaaa, me alegro que le haya gustado mi historia/fanfic.
aquí dejó su segunda parte, espero que la disfrute!
Pd: Gracias por el apoyo!! :'D
Ramito de violetas (parte 2)
Pasaron los días desde aquel último encuentro entre Sasaki Kojiro y Poseidón. La tristeza aún persistía en el corazón de Sasaki, pero una llama de esperanza seguía ardiendo en su interior. A pesar de la frialdad del dios, algo en su comportamiento final había dejado una semilla de duda, una posibilidad de que quizás, solo quizás, había algo más profundo bajo su fachada imperturbable.
Un día, mientras Sasaki se entrenaba cerca del mismo acantilado donde había confrontado a Poseidón, notó algo inusual en el lugar donde solía dejar las violetas. Allí, en el suelo, había un pequeño cofre de madera, cuidadosamente colocado. Con el corazón latiendo rápido, Sasaki se acercó y lo abrió. Dentro encontró una carta y un nuevo ramo de violetas, más frescas y hermosas que nunca.
La carta, escrita con una caligrafía elegante y firme, decía:
"Querido Sasaki,
Tu valentía y persistencia me han mostrado un mundo que nunca creí posible para un dios. Aunque no puedo cambiar mi naturaleza ni mis responsabilidades, quiero que sepas que en lo profundo de mi ser, he sentido cada uno de tus gestos. Cada violeta ha sido un recordatorio de que, incluso en la inmensidad de los mares y la eternidad de los dioses, hay espacio para algo más que el deber y la frialdad.
Acepta estas violetas como una promesa de que, aunque no podamos estar juntos de la manera que desearíamos, siempre tendrás un lugar en mi corazón.
Con respeto y admiración,
Poseidón"
Sasaki sintió una oleada de emociones mientras leía la carta. La frialdad de Poseidón había dado paso a una sinceridad que él no había esperado. Aunque no podían estar juntos como amantes, había una conexión profunda y genuina entre ellos, reconocida y apreciada por ambos.
Decidido a seguir adelante, pero con una nueva esperanza en su corazón, Sasaki tomó las violetas y las guardó con cuidado. Cada día, mientras entrenaba y luchaba, llevaba consigo ese cofre de madera, recordando que incluso en la mayor adversidad, había encontrado un lazo especial, un amor que trascendía las barreras de lo posible.
La relación entre Sasaki y Poseidón se transformó en una amistad silenciosa pero poderosa. En cada batalla, Sasaki sentía la presencia del dios del mar, su fuerza y su respeto acompañándolo. Y aunque sus caminos eran diferentes, sabían que sus corazones estaban conectados por un lazo invisible pero irrompible.
La promesa de las violetas y la profunda conexión entre Sasaki Kojiro y Poseidón les dio fuerzas para enfrentar los desafíos que les esperaban en la arena de los dioses. Aunque sus encuentros eran limitados y discretos, cada intercambio de miradas, cada carta y cada ramo de violetas reforzaba el vínculo que habían forjado.
Un día, durante una celebración en el Valhalla, los dioses y los humanos se reunieron para conmemorar los combates pasados y honrar a los guerreros que habían demostrado su valía. Sasaki, aunque aún llevaba en su corazón la tristeza de un amor imposible, decidió asistir. Necesitaba ver a Poseidón una vez más, aunque fuera desde la distancia.
La gran sala del Valhalla estaba llena de luces y música, pero Sasaki se sintió solo en medio de la multitud. Mientras se movía entre los invitados, sintió una presencia familiar detrás de él. Girándose lentamente, sus ojos se encontraron con los de Poseidón. Por un instante, el tiempo pareció detenerse. El dios del mar, con su porte majestuoso e imperturbable, lo miraba con una intensidad que solo Sasaki podía entender.
Sin decir una palabra, Poseidón se acercó y, con una sutileza casi imperceptible, deslizó un pequeño pergamino en la mano de Sasaki. Luego, con un leve asentimiento, se alejó, volviendo a su lugar entre los dioses.
Sasaki, con el corazón latiendo apresuradamente, abrió el pergamino. En él, Poseidón había escrito:
"Esta noche, junto al lago."
Esa misma noche, después de la celebración, Sasaki se dirigió al lago cercano, un lugar tranquilo y apartado. La luna se reflejaba en las aguas cristalinas, creando una atmósfera mágica y serena. Al llegar, vio a Poseidón esperándolo, su figura recortada contra el brillo plateado del agua.
"Gracias por venir," dijo Poseidón, su voz suave pero firme.
"Siempre vendría," respondió Sasaki, acercándose más. "¿Por qué aquí? ¿Por qué ahora?"
Poseidón lo miró con una mezcla de determinación y vulnerabilidad. "He pasado mucho tiempo luchando contra mis propios sentimientos, creyendo que un dios no puede permitirse tales debilidades. Pero tú has cambiado eso. Me has mostrado que incluso un dios puede aprender y crecer."
Sasaki sintió una oleada de emociones mientras escuchaba a Poseidón. "Entonces, ¿qué significa esto para nosotros?"
Poseidón dio un paso hacia él, sus ojos fijos en los de Sasaki. "Significa que quiero intentar. Quiero conocer este amor que nos ha unido, aunque las circunstancias sean difíciles. No puedo cambiar mi naturaleza, pero puedo encontrar una manera de estar a tu lado."
Las palabras de Poseidón llenaron a Sasaki de esperanza. Sabía que el camino no sería fácil, que habría obstáculos y desafíos, pero la promesa de estar juntos, de explorar ese amor, era suficiente.
Esa noche, junto al lago, Sasaki y Poseidón compartieron sus sueños, sus miedos y sus deseos. Fue una noche de confesiones y de conexión profunda, un momento en el que dos almas, una humana y una divina, encontraron un punto de encuentro en medio de la vastedad del universo.
A partir de entonces, aunque sus encuentros seguían siendo esporádicos y discretos, Sasaki y Poseidón encontraron maneras de estar juntos, de apoyarse y de amarse. En cada batalla, en cada desafío, sabían que no estaban solos. Las violetas continuaron siendo su símbolo, un recordatorio constante de la promesa que habían hecho y del amor que compartían.
Y así, en los rincones más profundos de sus corazones, Sasaki y Poseidón guardaron la certeza de que, a pesar de todo, el amor verdadero siempre encuentra su lugar.
Fin
gracias por ver
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Text
Ramito de Violeta
Warning
Bl/Sasaki kojiro x Poseidon/amor no correspondido/romance
Anime
Shumatsuu no Valkyrie
La batalla en el arena había sido feroz. Sasaki Kojiro, conocido por su destreza con la espada y el perdedor más grande, se había enfrentado a Poseidón, el dios de los mares, con un coraje inigualable. Pero más allá de la lucha física, entre ellos surgió un vínculo silencioso, una conexión que ni siquiera ellos mismos comprendían del todo.
Sasaki, a pesar de su naturaleza y su habilidad para leer el flujo del combate, se encontraba cada vez más fascinado por la presencia imponente y distante de Poseidón. El dios del mar, siempre serio, con una expresión imperturbable, rara vez dejaba ver algún indicio de emoción. Este comportamiento enigmático llenaba a Sasaki de una mezcla de admiración y tristeza.
Con el paso del tiempo, Sasaki comenzó a enviarle pequeños presentes a Poseidón, sin revelarse como el remitente. Un día, dejó un ramito de violetas en el lugar donde Poseidón solía entrenar. Las violetas, símbolo de humildad y devoción, eran una tímida expresión de los sentimientos que Sasaki empezaba a albergar en su corazón.
Poseidón encontró las flores, pero su rostro no mostró señal alguna de haber sido conmovido. Aún así, cada día encontraba un nuevo ramo en el mismo lugar, y cada día se llevaba las flores, aunque sin mostrar una respuesta emocional aparente. Esta frialdad dejaba a Sasaki desalentado. Él, que era tan expresivo y apasionado en todo lo que hacía, no podía entender cómo alguien podría permanecer tan impasible.
En una noche tranquila, mientras Sasaki practicaba sus movimientos con la katana bajo la luz de la luna, no pudo evitar sentir un profundo dolor en su pecho. Esperando un día ver una reacción diferente en el tirano del mar.
Finalmente, decidió confrontar a Poseidón. Una tarde, con el corazón latiéndole a mil por hora, se acercó al dios con un ramito de violetas en la mano. "Estas flores son para ti," dijo Sasaki, tratando de mantener la voz firme.
Poseidón lo miró en silencio durante unos instantes que parecieron eternos. Luego, con una voz tan profunda como el océano, respondió: "Siempre supe que eras tú."
Esa confesión hizo que el corazón de Sasaki se encogiera. Poseidón había sabido todo el tiempo, pero nunca había mostrado un signo de reciprocidad. "¿Por qué nunca dijiste nada?" preguntó Sasaki, con un nudo en la garganta.
Poseidón bajó la mirada por un momento, como si estuviera reflexionando. "Un dios no puede permitirse los lujos de los sentimientos humanos," respondió con frialdad.
Sasaki comprendió entonces que el amor que sentía nunca sería correspondido de la manera que él deseaba. Con un último vistazo al dios del mar, dejó las violetas a sus pies y se alejó, sabiendo que su amor seguiría siendo un lamento silencioso, una historia de amor incompleta, resonando como las notas tristes de una canción olvidada.
Pasaron los días y la vida en la arena continuó. Sasaki Kojiro intentaba concentrarse en su entrenamiento, pero el vacío en su corazón se hacía cada vez más evidente. Aunque trataba de ocultarlo con su característico humor y entusiasmo, aquellos que lo conocían bien podían notar que algo había cambiado en él.
Una noche, mientras Sasaki meditaba en el borde de un acantilado, contemplando las olas que se estrellaban contra las rocas, escuchó unos pasos a su espalda. Sin girarse, supo quién era. Poseidón se detuvo a unos metros de él, el viento agitando su cabello dorado como una melena de le��n.
"¿Por qué estás aquí?" preguntó Sasaki, sin voltear, su voz cargada de una mezcla de dolor y resignación.
"Vine a entender," respondió Poseidón con la misma frialdad de siempre.
Sasaki se levantó y se volvió para mirarlo directamente a los ojos. "¿Entender qué? ¿Por qué alguien como yo podría enamorarse de alguien como tú? O tal vez, ¿por qué alguien como tú no puede permitirse sentir?"
Poseidón permaneció en silencio, su mirada fija en la de Sasaki. Era como si sus ojos azules fueran dos abismos profundos, sin fondo, llenos de secretos que nunca serían revelados.
"Un dios no puede amar," dijo finalmente Poseidón, con una voz que resonaba como un eco en las profundidades del mar. "Estamos destinados a gobernar, a ser venerados, no a sucumbir a las debilidades humanas."
"¿Debilidades?" Sasaki dio un paso adelante, su frustración al borde de desbordarse. "¿Llamas al amor una debilidad? Tal vez es lo único que nos hace verdaderamente fuertes."
Poseidón no respondió. En lugar de eso, extendió su mano y en ella apareció un pequeño ramito de violetas. Las mismas flores que Sasaki había estado dejando para él. "Aun así, las guardé," murmuró el dios del mar.
La revelación dejó a Sasaki sin palabras. No había esperanza en los ojos de Poseidón, solo una aceptación resignada de su destino. En ese momento, Sasaki comprendió que aunque Poseidón pudiera haber sentido algo, nunca sería capaz de expresarlo o permitir que esos sentimientos cambiaran su existencia.
"Sasaki," dijo Poseidón, con una rareza de suavidad en su voz, "eres un guerrero admirable, pero nuestra batalla no es solo en el campo de lucha. Es una batalla de destinos y roles que no podemos cambiar."
Sasaki sintió una lágrima deslizarse por su mejilla. No era de tristeza, sino de una comprensión amarga. Sabía que sus caminos estaban destinados a divergir, que el amor que sentía debía ser guardado en el lugar más recóndito de su corazón.
"Adiós, Poseidón," dijo finalmente, dándose la vuelta y comenzando a caminar hacia el horizonte.
Mientras Sasaki se alejaba, Poseidón observó las olas romperse contra las rocas. Por un instante, permitió que una pequeña chispa de emoción iluminara su mirada antes de volver a ser el dios imperturbable que todos conocían.
Sasaki continuó su camino, llevando consigo los recuerdos de un amor no correspondido, un amor que sería su fuerza y su tormento. En cada batalla, en cada momento de soledad, las violetas y los ojos fríos de Poseidón estarían con él, recordándole que a veces, los sentimientos más profundos deben ser enterrados, como un tesoro perdido en las profundidades del océano.
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